Tejido y Cestería en la Península Ibérica desde la Prehistoria hasta la romanización 3

July 28, 2017 | Autor: Carmen Alfaro-Giner | Categoría: Textiles, Basketry (Archaeology), Colour, NATURAL FIBRES
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Descripción

CAPÍTULO VIII

LA CoNsr»rnecroNEs

CESTERÍA

PRELTMTNARBS

[Ese a que, en una primera impresión, se podría I considerar que un estudio sobre la cestería no encaja bien dentro de un tema centrado en la industria textil, sin embargo, la similitud de fondo, si no de forma, entre la cestería y el tejido, como a continuación veremos, es más estrecha de lo que en principio parece. Precisamente por ello, en la práctica totalidad de los trabajos dedicados a la industria textil en la protohistoria y arqueología europeas el análisis de la cestería constituye una parte importante y complementaria pata la comprensión de las técnicas antiguas de entramado y tejido. Por otra parte no debe olvidarse que, como ya anticipábamos al ocu¡nrnos del tejido I e iremos vien-

do a lo largo de este capítulo al tratar los diferentes restos que conservamos, el origen de las tecnicas del tejido hay que buscarlo en el arte de la cestería, que para algunos autores es anterior incluso a la cerámica, de la cual pudo asimismo constituir el armazón interno de las primitivas piezas, de donde surgiría la idea de confeccionar recipientes simplemente de arcilla. La creencia de que la cestería precedió al tejido fue además un lugar común de la literatura clásica, recogiendo, posiblemente, una tradición.2 Como en el caso del tejido, la cestería presenta dos o más series de elementos simples que, de forma habitualmente perpendicular, van entrelazándose en-

I Yid.

2 Vid.

supra, pp. 85, n. 2,

Plaf, Pol. 1350; Vitr. X, l, 5.

y lll s. a; Lucret., De rer. nat. V,

282 e, 283

3 Esta distinción debe apreciarse en líneas generales, ya que existen casos en que algún tipo de cestería requiere al menos un rudimentario marco de sustentación para su realiz.ación.

tre sí con el fin de lograr superficies planas más o menos tupidas y flexibles, según el destino que se pensara adjudicar a la pieza. Naturalmente, tales superflcies planas iban adquiriendo, según la intención del que las fabricaba, las formas y volúmenes que se desearan. Debemos también hacer hincapié en el hecho de que la mayor diferencia que encontramos entre estas dos técnicas conexas de la cestería y el tejido estriba simplemente en la circunstancia do haber requerido para su rcallzación la ayuda de un instrumento adicional que llamamos telar, en el caso del tejido, y la de no haber necesitado de él en el caso de la cestería.3 Naturalmente, a esta primerá distinción básica tenemos que añadir otra, también importante, que se halla en estrecha relación con los resultados finales

obtenidos por uno u otro método. Como es lógico, la razón por la que el artesano dedicado a la cestería no suele requerir la ayuda de instrumentos adicionales estriba en la dureza y resistencia de los propios materiales que en su trabajo maneja. De ahí el hecho de que, ocurriendo todo lo contrario en el caso del tejedor, el cual necesita de un armazón sólido que mantenga los débiles hilos a entrelazar, los resultados finales obtenidos por cada uno de ellos sean diametralmente opuestos en cuanto a su aspecto exterior (es decir, su finura o grosor, su transparencia o tupido

entramado, etc....).4 .Sin embargo,

y

salvando las

diferencias fundamentales, más de resultados flnales a Puede verse a este respecto la bibliografía citada §upra, p. 85, n. 2. Sin embargo, en este caso concreto del empleo o no de telar disentimos de Leroi-Gourhan, HM, p. 284, quien sostiene que la ausencia de telar serÍa importante, pero secundaria, a la hora de diferenciar cestería y tejido, pues también la tela se podría hacer tendiendo la urdimbre en un cuadro y pa,sando la trama a mano entre sus

153

que de fondo, que acabamos de esbozar, resaltemos que en principio la cestería, así como la esterería, que

rIIT

lIII IIII III IIII I IIII III rIIIIII

no es miás que una variedad de aquélla, emplea prácticamente los mismos métodos de ensamblaje que veíamos al referirnos al tejido.

Esruoro DB LAs rÉcNrces DB ENTRAMADo EN RELAcrór¡ coN Los REsros os cnstnnÍl coNsERvADos

IJna vez sentadas estas bases, para mayor claridad organizaremos nuestro estudio de la cestería antigua de la Península Ibérica dando úna visión panorámica de las distintas técnicas de entramado empleadas en ella durante la Prehistoria y Antigüedad. s Dentro de este esquema general iremos viendo, en los casos en que dispongamos de ejemplares, los distintos restos que de cada tipo se han conservado en la Península. Así pues, podemos señalar como técnicas fundamentales de entramado las siguientes:

I-a cestería tejida o en damero

I I

I

r! II ITr II

r I II rI I II I x l.

una de las series va introduciéndose a través de la otra, dejando un elemento por encima y otro por debajo, y así sucesivamente. En la lmsada siguiente hilos. Teniendo en cuenta que e6e cuadro ya constitüría un nistico telar, no resulta difícil imaginar a ningrln pueblo primitivo haciendo algo tan complejo y contrario al avance lógico de la técnica, sino que cualquier tela de entramado flno es siempre resultado de una técnica que la hace posible. Sí podemos hallar el caso contrario, como decíamos, es decir, la cesteria realizada con ayuda de un elemental marco madera.

5 Entre los muchos autores que han tratado los problemas de la cestería antigua cabe destacar las clasificaciones por formas de entramado realizadas por A. Lenor-GounueN,

154

E. Vocr, GG, pp. 6 ss.,

2.

I I

I I

I I I

I I

3

Los objetos confeccionados

FIo. l39.-{estería de entramado liso,

284-290,

I I

I I

I

Fta. l4l.-lestería de entramado liso,

fl I ,Il II

HM, pp.

2x

se produce una alternancia en el sistema, que es lo que provoca precisamente la forma característica de damero. El método se aplica sobre todo para la confección de esteras. Pueden seguirse también otras pautas: dos por encima y dos por debajo (ver figura 140), o tres por encima y tres por debajo (ver flgura I41).

Consiste en el entrecruzamiento de dos series perpendiculares de flbras, siguiendo el sistema que veíamos en el tejido liso (ver fig. 139). De esta manera,

o cuadro de

I

Frc. I40.-Cestería de entamado liso,

eN rA. PrNÍNsure

A)

I

y G. M.

C*.ow-

segúLn esta técnica pueden requerir una cierta sujeción en forma de rudimentario marco, que mantuviera finne una de las dos series de fibras perpendiculares, sobre todo si el tamaño de la pieza sobrepasara unos detenninados límites y siendo la materia prima utilizada poco consistente. Es éste un procedimiento empleado con mucha frecuencia para la realización de cestos, pe-

queñas esteras, etc...,

y

dependerá siempre

de lo

apretadas que se pongan las dos series de elementos

roor, TBM, pp. 428 ss. Contamos recientemente con un interesante y amplio compendio de entramados en la obra de A. SsTLER-Brr-oINcrn, Systematik der Textilen Techniken, Basler Beitráge zur Ethnologie, Bd. 14, Basel, 1973, recogidos para la cesterfa actual de la Península por B. KuoNr, Cesterín tradícíonal lbérica, Barcelona, 1981, pp. 275 ss. Nosotros vamos seguir en mayor menor medida estos esquemas, con las variantes que creamos oportuno introdueir respecto a nuestros ejemplares y con la adaptación de las expresiones técnicas al castellano, necesaria por la ausencia de publicaciones acerca de estos temas.

a

o

pery)endiculares paxa obtener un resultado más o menos tupido. Tal vez podamos considerar este primer tipo como el mrís sencillo de todos cuantos en adelante veremos. ó Sin embargo, quizás el hecho de que se trate de una de las técnicas menos antiguas en el conjunto de la evolución histórica de la cestería sea el motivo de la escasez de ejemplos en la Península Ibérica.

1. Tenemos, procedente de Mallorca, un interesante fragmento de barro endurecido, perteneciente a la cultura talayótica, que conserya en perfectas condiciones la huella de una estera hecha con esta técnica (ver lámina XXXVII, 1).7 A través de dichas huellas se puede comprobar que estaba formada por dos series de elementos planos, como de palmito o algún material similar, que al arrugarse, una vez

y otra horizontal, sino que ambas van jugando colocadas en una posición diagonal (ver fig. 142). La realnapión es diferente, y se basa en la factura por separado de tiras más o menos anchas, denominadas hoy entre los cesteros pleitas. Una vez confeccionadas estas tiras, se coser¿ín entre sí con una fina cuerda lograda por torsión (de unos 3 mm. aproximadamente), y que los artesanos de Cartagena, por ejemplo, llaman actualmente cordelillo. El ancho de estas tiras no ha de sobrepasar el que le fljan los nueve haces de fibras que se pueden manejar como tope al mismo tiempo. Mediante el empleo de otras pautas, dos por encima dos por debajo, se obtiene el efecto de sargas (ver fig. 143). Esta cestería cruzada diagonal es muy frecuente en la realización de espuertas, capachos y se cruzan no son una vertical

cestos grandes, esteras, etc.

seco, presentaba unas estfías paralelas, que pueden apreciarse perfectamente en la impronta conservada. Son precisamente estas estrías las que nos permiten comprobar más claramente que se trata de una cestería tejida, siguiendo el esquema que ofrecemos (ver

fie.

139).

Dentro de este mismo apartado podemos diferen-

ciar dos variantes, que se apoyan en esencia en el concepto brisico de la antes expuesta cestería tejida o en damero:

a) Cestería

cruzada diagonal

Se halla muy relacionada con el tipo anterior. En ella lo único que cambia, en cuanto al aspecto externo se refiere, es que las dos series de elementos que

.r?? aar. ..o? óoo? .o.? Excayaciones

en los

laiots de "Son Serralta" (Puigpuñent, Mallorca),

IV;

ídem,

tres

centímetros. Del mismo yacimiento tenemos noticias de la extracción de restos de un capacho de esparto confeccionado a base de pleitas, el cual contenía

6 Para mayor claridad, en esta parte dedicada a la cestería iremos numerando, como en otras ocasiones, las piezas desde el uno en adelante, independientemente del tipo de entramado a que pertenezcan.

Hisp. XV, 1971, pp. ll-36, lám.

sargas.

XXXVIII, 1, cuyas medidas son de tres llor

Fta. l42.-lestería cruzada diagonal.

Vid. G. Rossr¿ró Bonooy,

Frc. t43.-lestería cruzada en

2. Un ejemplo claro de estera confeccionada con pleitas cosidas entre sí es la aparecida recientemente en un estrato muy carbonizado del yacimiento de Las Angosturas (Gor Granada), perteneciente al período calcolítico. 8-Debajo de una vasija de barro se recogieron restos de la misma que alcanzaban, segrin sus descubridores, unos veinte centímetros cuadrados. Uno de ellos es el que presentamos en la lámina

a.??

7

'

ta-

N. Arq. La cultura

talayótica en Mallorca. Bases para el estudio de sus fases iniciales, Palma de Mallorca, 1973, lám. XXXVIL 8 Las fechas de C-1,4 que ofrece el yacimiento, excavado

por C. Martínez

y M.

Botella en las campa,ñas de 1981 y

sitrian entre 2360 y t9l0 a. C., ya en época del Cobre. Debemos todos estos datos sobre Las Angosturas a 1982,

M.

lo

Botella, quien tuvo

por carta.

la

amabilidad de transmitírnoslos

15s

granos de trigo. Pertenecía a las capas más profundas de las correspondientes a la época del Cobre.

3. Del yacimiento argárico de llré (Almerín) conserva el M.A.N. una interesante muestra de cestería cruzada diagonal en los fragmentos de lo que debió de ser una cesta amplia para almacenamiento de cereal, como demuestran los granos del mismo aparecidos junto a ellos. En la lámina XXXVII, 2 podemos apreciar muy'bien tres pleitas unidas entre sí paralelamente. El material empleado es el esparto bien trabajado, que prolrcrciona unos haces igualados de ñbras sueltas, sin torsión, y que constituyen un trabajo muy tupido. 4. Pequeño fragmento de cestería lograda igualmente a partir de la unión de pleitas realizadas previamente de manera aislada. Se trata del aparecido en el yacimiento argárico de Almizaruque (Almería), en la sepultura núm. 3 de las publicadas por los hermanos Siret. El tamaño total de la pieza está en torno a los 4 X 5 centímetros. El grosor de las fibras de esparto es de 1 mm. aproximadamente, y entran unas siete de ellas en cada uno de los haces que se entrecruzan para formar la pleita. Sigue el sistema de la figura 143; la pieza se conserva en el M.A.N.

(ver lám. XL, 5).

5.

Procedente del lla"mado Pecio del Sec (Mallor-

ca) disponemos de un pequeño fragmento de cesta (ver lám. XXX\IIII, 4), lograda igualmente por la unión de pleitas previamente confeccionadas siguiendo el mismo esquema de la fig. 143, es decir, con w 212. Se trata de esparto mazado. La pieza es de reciente aparición en trabajos llevados a cabo en los restos de un barco que transportaba abundante cer¿ímica griega bien fechada entre los años 360-350 a.C. Se conserva en el Museo de Lluch, en Mallorca. Doce fragmentos de estera o cesto, puesto que el tamaño tan reducido no permite discernir de qué clase de objeto se trata, procedentes de El Cigarralejo (Mula, Murcia), siguen también la técnica descrita de la cestería quzada diagonal. Como el resto de los hallazgos de la sepultura 200 de esta necrópolis han sido estudiados por H.-J. Hundt. e Como esquema sirve el nuestro, dado anteriormente (ver fig. 143).

6. El primero y más grande de estos fragmentos (ver lámina XXXIX, I) conserva todavía parte de su e VRC, pp. 200 s., láms. 56 y 57. En nuestra riltima üsita al Museo Central Romano-Germánico de Maguncia

hemos podido finalmente recoger todo esto material, verlo

156

borde de refuerzo; como puede apreciarse en la parte inferior derecha, este borde cuelga medio suelto. Para lograrlo se ha enrollado en torno a los elementos que

forman el lateral de una de las pleitas una ierie de fibras de esparto de manera bastante irregular, formando pequeños cruzamientos. Estas fibras tuvieron que ser introducidas, seguramente con aguja, una vez realaado el trabajo completo (cesta o estera), y quaá pueden formar parte también de irna restauración de la pieza en fechas anteriores a su cremación.

La pieza muestra claramente los nueve

haces que,

como decíamos, pueden ser manejados'a la yez ert este trabajo manual. Las hebras de esparto que forman estos haces tienen un grosor medio de 0,15 mm., y están provistas de una levísima torsión S y Z, que les imprimen las propias manos en el momento del entrecruzado, pero que no indican una preparación

previa. Las medidas aproximadas son de 10 por 6 cm.; cada uno de los haces tiene un grosor aproximado de 0,5 mm.; por ello entran dos haces por cm2 en ambos sentidos.

7.

Fragmento de cestería cntzada en diagonal de la Sepultura 200 de El Cigarralejo (lám. XXXIX, 2). Debió pertenecer a la misma manufactura que el anteriormente visto. El material, esparto muy consumido por el fuego, se deshace prácprocedente

ticamente cada vez que se toca. Tamaño aproximado: 9 x 2 centímetros. Los haces de fibras vuelven a tener 0,5 cm. de anchura, y éstas a su vez están en torno a los 0,15 mm. de grosor. Por cm2 entran. dos

de estos haces de flbras.

8. Fragmento de cestería cruzad.a diagonal de la misma procedencia y que posiblemente formó parte de la misma manufactura que los anteriores (ver lámina XL, 3). Es de forma triangular y está doblado sobre sí mismo. Su longitud aproximada, si pudiéramos desdoblarlo, estaría en torno a los 7 cm. de largo por 3 de ancho. Forma parte, como toda esta serie, de la Colección Cuadrado. 9. lámina

Es interesante el caso del fragmento de la XL, 1. En el artículo ya citado Hundt lo in-

terpreta como la puntera de una sandalia. Disentimos de su versión en este caso, después de haber observado a fondo la pieza.Lo que en la fotografía parece en efecto un canto redondo, que podría confundirse con esa puntera, no es más que un borde rectilíneo, plegado en parte sobre sí mismo. De esta forma se

con detenimiento y entregárselo a E. Cuadrado para su inclusión en el futuro Museo monográfico de El Cigarralejo, que se instalará en Mula.

.

crea un efecto óptico que no responde a la realidad. Una sombra triangular en el lado derecho, arriba de la pieza, apya perfectamente lo que decimos, marcando el ángulo de plegado de dicho borde que ha adoptado así, realmente, una forma engañosa. Si pudiéramos desplegarlo (empeño imposible por la dureza del pliegue y la fragilidad de las ñbras), se vería claramente que se trata de otra parte del borde de la pieza en cuestión a la que debieron pertenecer todos estos pedacitos. Precisamente de esta zona del borde salen dos trenzas independientes, que Hundt interpreta como los elementos de sujeción de la suela al pie a través de su paso por entre los dos primeros dedos. Seguramente se trata, sin embargo, del arranque del asa de una posible cesta. Por otra parte, la técnica de la cestería cruzada en diagonal no la hemos encontrado nunca en la Península empleada para la rcalización de suelas de zapatillas. En posición extendida el borde de esta pleita podria alcarrzar unos 7 cm. de longitud, pero formando el arco que vemos en la lámina sólo tiene 5,5 cm. en su parte más ancha, lo que lo hace, evidentemente, pequeño para un pie normal. Los haces de fibras vuelven a tener una anchura aproximada de 0,5 cm., y por otra parte la anchura de las cuerdas trenzadas indeilendientes, que hemos relacionado con el asa, alcanza los 1,3 cm.

10. Fragmento de cesta o estera de las mismas características que los anteriores (ver lám. XXXVIII, 3). Medidas globales: 6 por 4 cm. El grosor de los hacos de esparto vuelve a estar en torno a los 0,5 cm., y el de las fibras alrededor de los 0,15 mm. El número de haces que forman el conjunto es de 8.

11. Fragmento

de cesta o estera de esparto conseguida, como en los casos anteriores, por unión de pleitas realizadas independientemente (ver lámina XL, 4). Las características del trabajo son idénticas a las vistas hasta aquí. Conserva seis haces solamente, y las medidas de la pieza no sobrepasan los 4 X 4 cm.

12. En la lámina XXXVII, 2 puede verse una pieza pequeña, que por su estrechez podría semejar una trenza, mas la continuidad de sus fibras hacia arriba y hacia abajo demuestra que se trata simplemente de un pedazo de algo mayor; seguramente debió formar parte de la cesta o estera a que venimos

13.

Todavía se conservan cinco fragmentos más,

pero que dado su reducidísimo tamaño y su semejanza técnica con los antes vistos no creemos de'interés reproducir. Les damos un número común.

14. El yacimiento ibérico

del Puntal dels Llops Colmenur, Olocau, Valencia) proporcionó una estera de esparto lograda mediante la unión de pleitas independientes cosidas entre sí (ver lám. XL,Z).to La anchura de los haces que forman estas pleitas es tan sólo de 0,4 cm. por término medio. Al ser extraída la pieza se deterioró mucho, de forma que hoy conservamos nada más tres pequeños fragmentos (5 x 5, 3 x 3,5 y 2,5 x 2 cm.) y un borde de la estera de 3 x 1cm.

(El

15. Tenemos un claro ejemplo de esta técnica en una espuerta de minería procedente de las minas romanas de Aliustrel, en Portugal (ver fig. 144). Comenzando desde el fondo del cesto, y de manera continuada, se ha ido realizando una pleita que, conforme el trabajo lo requiere, se va cosiendo en sentido circular de abajo a ariba hasta llegar al borde de la pieza. El efecto aparente, a simple vista, podría ser el de muchas ttenzas cosidas unas a otras ; sin embargo, los bordes laterales, que muestran unos acentuados escalones, nos indican el grosor de las pleitas o tiras cosidas unas a otras. Las asas se consiguen mediante la superposición de una trenza que, al tiempo que forma las propias asas; fortalece el cesto muy eflcaz-

mente; tanto es así, que el producto ha llegado a nosotros en perfecto estado de conservación, y con todo no es difícil suponer que recibió largo uso. Esta trerlrza parte de

la mitad de uno de los laterales y, tras dar forma a una de las asas, rodea el fondo del canasto hasta llegar al otro lateral, constituir la segunda asa y hacer el'mismo camino de vuelta, llegando justo hasta el borde del cesto. Como la mayoría de las piezas encontradas en Aljustrel, el cesto se conserva en el Museo dos Servicios Geologicos de Lisboa. 11 En la posición actual aplanada,la longitud de la boca es de 47 cm.

1.6. Bonete hallado en las minas romanas de Mazarrón (Murcia). El material utilizado es una enea o un tipo de palma. Se ha empleado la técnica de la cestería cruzada diagonal que venimos viendo, a base

aludiendo.

del cosido posterior de pleitas, en este caso una única que, partiendo desde el centro de la manufactura, va

10 Material inédito que generosamente nos han proporcionado C. Mata y H. Bonet; procede del departamento 4 del yacimiento, excavado en la campa,ña de 1982.

11 Vid. A. VraNa, O. o.l Vprce Fennrrne, R. FnBrne oB Aroneoe, Exploragáo das Minas de Aljustrel, pelos Romanos, Arquivo de Beja 13, 1956, pp. 3 ss.

157

Frc. 144. Espuertd de minería procedente de Aljustrel (Potlugal). girando en una espiral continuada. Observando atentamente la Lámina XLI, 1 pueden distinguirse bien las series de los seis elementos que fonnan cada una de las pleitas o, mejor dicho, esa pleita rinica en espiral. Se conserva, sin número de inventario, en el

Museo Arqueológico Municipal de Cartagena.

17. Bonete de minero de la región

de Cmtagena y que se guarda, como el anterior, en el Museo Arqueológico de la ciudad. Tanto la técnica (cestería cruzada en diagonal, formando una pleita continua que se cose en espiral) como la materia prima empleadas son idénticas a las de la pieza anterior. La lámina Xl-f,2 deja claro, sin embargo, que esta pieza ha sufrido un mayor deterioro. La pleita, formada por seis elementos, se aprecia también perfectamente en la parte inferior de la fotografía. No posee número de inventario.

18. Gran

espuerta para extracción de mineral el fondo de las minas (ver lám. XLII, 1, y detalle en la XLII, 2). Fue hallada en Mazarrón (Murcia), y se encuentra hoy depositada en el Museo desde

12 Las pleitas pueden crecer a gusto del cestero, ya que sólo tiene que ir añadiendo poco a poco algunas fibras a Ios haces que entrecruza.

158

Arqueológico Municipal de Cartagena. La anchura aproximada de la cesta, en su posición actual, es de unos 70 cm. de largo por unos 40 de altura. El hallarse muy deformada por el uso hace difícil deter-

minar unas medidas exactas. Las grandes sogas de refuerzo tienen un diámetro aproximado de 5 cm. Se hallan cosidas a la cesta a intervalos regulares, aunque su confección fue, desde luego, independiente. Es una cuerda de nueve elementos simples (torsión Z), torcidos de tres en tres (torsión S) y finalmente retorcidos juntos con torsión Z. Por dentro de la espuerta se aprecia mejor el cosido entre sí de los bordes de una larguísima pleita, que sube en espiral desde el fondo de la pieza.l2 Para su confección se siguió también el sistema de entramado que veíamos en la fig. 143. El material uttlizado fue esparto mazado, muy desigual en el grosor de sus fibras.

b)

Cestería romboidal de tres elementos

Constituye una variedad interesante dentro de la cestería tejida que acabamos de ver. 13 En esencia

13

Vid. A. Lenor-GounHAN, HM, p. 285.

consiste en dos series o madejas de elementos diagonales sobrepuestos y una nueva serie de ellos que

cruza a las otras dos, pero con la particularidad de que las hebras de la nueva serie lmsan justo por debajo de las que eran pisadas por la segunda serie y por encima de las que se superponen, con lo que el entramado queda así perfectamente sujeto (ver esque-

ma en fig.

145).

FtG. 146.-lestería atada

Fto, L4í.-lestería romboidal de tres

elementos.

De este tipo estrictamente carecemos de ejemplares que puedan corroborar su empleo en la Península Ibérica; sin embargo, como luego veremos, disponemos de unos interesantes fragmentos que están a caballo entre esta técnica y la que hemos denominado de cestería atada, que vamos a ver a continuación.

B)

La

cesterí.a atada

o cordada

Consiste en una serie de elementos fijos perpendiculares, entrelazados por medio de la alternancia de dos elementos móviles, a veces tres, que van atándolos a la vez que forman entre sí una pequeña cuerda por torsión (ver esquema en flg. 146). De este tipo sí que poseemos algunos interesantes ejemplares aparecidos en la Península. En el campo de la cestería es ésta una técnica muy corriente; sin embargo es cu-

rioso comprobar que también podemos encontrarla en lo que al tejido en sentido estricto se refiere: es el caso de la llamada gasa. 14 Desde el punto de vista de la cestería, que es el que ahora nos interesa, presentamos varios ejemplares que responden a estos criterios. En primer lugar una impronta conservada en la base de una cerámica 1¿ Esta técnica corresponde, en líneas generales, a lo que J. G. D. Cr,ARr, EP, p. 340, llama cuerdas entrelazadas; vid. G. M. Cnowroor, TBM, fig. 271 B.

o

cordada.

neolítica de la Cueva de la Pastora (Alcoy, Alicante), para seguir por un centro circular de lo que pudo ser una estera, que proviene de la Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada); examinaremos luego toda la importante serie de castillos de forma alargada y perfecto acabado, así como un pequeño cestillo de forma cónica, procedentes también de la Cueva de los Muciélagos, y por último un bonete de esparto hallado en las minas romanas de Aljustrel (Portugal).

19. Impronta

de cestería atada o cordada que se la base de una vasija de barro hecha a mano de la cueva neolítica de La Pastora (Alcoy, Alicante). Las huellas delatan inequívocamente que estamos ante una esterilla cuadrada o rectanencuentra grabada en

gular, encima de la cual se colocó la vasija recién terminada con el fin de que se secara. Las profundas marcas longitudinales, como puede apreciarse en la fotografía (ver lám. LIL 1), hicieron pensar a algunos en la utilaación de costuras para unir varias tiras o pleitas independientes.rs Sin embargo esta explicación no es en absoluto convincente: en primer lugar porque la técnica de la cestería atada o cordada no admite la confección en tiras tan estrechas, que hubieran sido de unos 2 cm. I y en segundo lugar porque fácilmente se distingue que la huella del entramado sigue por el fondo de tales acanaladuras. De ahí que consideremos que la vasija fue colocada a secar sobre la estera, la cual a su vez descansaría sobre una serie de cañas o palos dispuestos paralelals Vid.

I.

Ber¿esrEn Tonruo,

I nvestigación Prehistórica

y

sLt

1948, Yale¡cia, 1949, pp. 4l-65

La labor del Servicio de

Museo en los años 1940 a

y lám. XI,

B.

159

mente, para que se orease. Por consiguiente, no cabe en este caso suponer que la impronta corresponda a la parte central de una estera utilizada como torno

lento. La pieza se encuentra en el Muséo del SIP de Valencia.

20.

Fragmento de tapete redondo de

la Cueva

de los Murciélagos (Albuñol, Granada).16 Como puede apreciarse en las fotografías (ver láminas XLI[, I y 2) la técnica empleada en el centro circular de

este posible tapete o esterilla difiere enormemente de la llevada a cabo en el resto de la pieza, y que estudiaremos más adelante en el apafado dedicado a la cestería pseudotrenzada. El centro de esta manufactura sigue el sistema de entrelazado descrito. En la lámina XLIII, 2 y nuestro esquema de la frg. 147, podemos comprobar que los elementos fljos están colocados en Ítspa para conseguir la forna redonda

refuerzos se han logrado mediante la inclusión de un tercer elemento móvil con el que se consigue dar ese mayor grosor. Podemos añadir que el grosor de cada uno de los elementos móviles es aproximadamente de 1 mm. La pieza se conserva en el M.A.N. de Madrid, con el número de inventario 624. Tamaño aproximado 27 x 35 cm.

El ejemplo más depurado de esta técnica lo constituye, sin embargo, el conjunto de cestillos caliciformes que presentamos en las láminas XLIV, XLV y XLVI, todos ellos procedentes igualmente de la Cueva de los Murciélagos y sobradamente conocidos ya. Como puede apreciarse, son cestos de base no demasiado plana, muy hondos, y de boca casi tan estrecha como su propio cue{po cilÍndrico. El arte rupestre levantino nos proporciona algunos paralelos muy significativos de este tipo de cestillos y de sus formas. 1? Cueva Remigia" La Araña, el Cingle de la Mola Remigia, Racó Molero, el abrigo del Arquero (Dos Aguas), etc..., proporcionan ejemplos de piezas de cestería con la misma forma cilíndrica y una flna y única asa que p¿lrece lateral y flexible, como de-muestran más fehacientemente el cazador de la Cueva Remigia (Castellón), que ofrecemos en la fig. 148, y algún otro cesto del mismo estilo. Comparando

Frc. I47.-Esquema constructivo de la pieza núm. 20 del catálogo de cestería.

que busca el artesano en esta ocasión. Desde el primer cruce central de varios elementos f,jos formando un aspa (rayado más grueso en el esquema) éstos van aumentando en cuanto a su número, y a medida que se hace necesario se van incluyendo nueyÍN adiciones. Pero la ausencia de paralelismo en los elementos fijos no es absoluta, puesto que a esos elernentos radiales iniciales se van añadiendo nuevos elementos

fljos, paralelos entre sí pero que rellenan un área 1¡langular.

El trabajo comienza desde el mismo centro, y más adelante dos rebordes circulares, algo más gruesos, refuerzan el conjunto. El segundo de ellos marca la línea divisoria entre esta técnica de la cestería atada que estamos viendo y otra completamente distinta (la cestería pseudotrenzada) que veremos luego. Ambos

16 Todo el material de cestería de la Cueva de los Murciélagos de Albuñol ha sido ya publicado por mf : C. Ar,rlxo, Estudio de los materiales de cestería procedentes de la Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada), TP 37, 1980, pp. lA9-162.

160

Ftc. l48.-Arquero con un cestillo al hombro.

Cueva

Remigia (Castellón).

estas pinturas rupestres y los cestillos que estamos estudiando parece haber muy pocas diferencias en

cuanto a su semejanza formal. Conservamos un total de ocho ejemplares; siete de ellos responden al tipo de cestería atada o cordada, y sólo uno introduce ciertas variaciones destacables en el proceso de entrelazado. Las mayores diferencias estiin pues en el tamaño, así como en las for17 Vid. F. Esrsvs GÁt-vpz, Probable significado de unas pinturas rupestres del Maestrazgo, CPAC l, 1974, pp. 9 ss, y ñgs. I y 2; F. Joxoi, Formas de vida'económica en el arte rupestre levantino, Zephyrus XJ{y, 1974, pp. 218 s, y

fig.

ll.

mas de comienzo del trabajo y de remate de los bordes superiores.

2I. Cestillo de esparto de 25 cm. de altura. Diámetro de la boca: 17,5 cm., perímetro en la zona de la misma: 52 cm. Se conserva en el M.A.N. (ver lámina XLIV). Para el estudio pormenorizado de esta pieza, como para todo el material de los Murciélagos, remitimos otra vez a nuestro trabajo. l8 Sin embargo, podríamos resumir que, en general, este tipo de cestillos arranca de un haz inicial de fibras que representamos en la fig. 149, el cual después se contorsiona

Fto. [49.-lomienzo de la confección de

base de un cestillo calicifotme (por fuera).

Ftc. 151.-Esquema de la

un cestillo

caliciforme.

Frc. l52.-Esquema de la mis¡na

Fta' 150'-Haz o"

preparados para

"o::::"í::tr:;:;.fijos en la forma que puede apreciarse en la fig. 150; esto

se va fijando a medida que avanza el trabajo de entrelazado de los elementos del haz (fijos) y los dos elementos móviles, que arancan, por otra parte, del propio haz de fibras de esparto muy entero, sin mazar. Ambos elementos, fijos y móviles, tienen una fácil manera de incrementarse por añadido de nuevas fibras a medida que las utilizadas van acortiindose (en el caso de los elementos móviles), o bien añadiendo elementos adicionales al aspa inicial (en el caso de los elementos fijos, como puede verse en los esquemas de las figuras l5l y 152)- Los añadidos marcan pequeños bultitos hacia el interior que por la lmrte exterior no se aprecian en absoluto. Al dejar de aña-

dirse estos elementos fijos complementarios el cesto comienza a crecer sólo en vertical, obteniéndose así esa forma cilÍndrica característica. 18

C. ArFARo, op. cit., pp. 114

base

(por dentro).

En la parte superior encontramos dos distintos sistemas de refuerzo. El esquema de la figura 153 (a tamaño natural) y la lámina XLIV son bastante elocuentes. El primero de ellos se ha logrado simplemente colocando, por una parte, más fibras en la composición de los elementos móviles (cinco fibras de aproximadamente 1 mm. de grosor, frente a las tres habituales en la etapa anterior); y por otra, haciendo que los dos elementos móviles engloben o aten en cada giro dos de los fijos en lugar de uno solo, como era lo normal.

Con el fin de conseguir una mayor solidez, precisamente en las zonas en donde se han hecho los agu-

jeros de paso del asa nos encontramos con unas puntadas en forma de V constituidas por un haz de cinco o seis frbras simples. Se trata de varias puntadas superpuestas, dadas con ayuda de una aguja, para sujetar sólidamente este primer reborde justo en las zonas en donde las asas van a ejercer mayor presión cuando el cesto sea levantado. La colocación de pequeños trocitos de piel, seguramente de cabra, acen-

túa la utilidad de este primer refuerzo. Como nos indica otro de los cestillos que citaremos a continuación, tal elemento se colocaba por dentro y por fuera

ss.

161

Frc. 153.-R¿müte superior del cestillo núm. 21 del catálogo.

del cesto antes de dar esas puntadas en

V

que veía-

mos.

El remate flnal del cesto se logra mediante el paulatino envolvimiento de una serie de flbras para' lelas al borde de la pieza (entre las cuales detectamos algunas de las que hasta aquí venimos denominando elementos fijos) por otra serie de fibras que giran alrededor de ellas (también en este caso se pueden

L-/-,

a

apreciar las relaciones de estas frbras envolventes con

FIc. 155.-B¿se del cestillo núm. 22 a) superficie plana b) cono hacia el nudo interno,

a\

Frc. 154.-Perfi,

o,l,!;!i;,:#:.rior

de tos cestíttos

los elementos fljos). El resultado es un labio que sale hacia el exterior, y del que damos un esquema en la

fig.

154.

22.

Cestillo cilíndrico de

la

Cueva de los Murciélagos (ver lám. XLV, 1). Se conserva en el M.A.N. con el núm. de inventario 578. Su tamaño es interine¿io entre el que acabamos de ver y todos los demás (13 cm. de altura; diámetro de la boca: 8,5 cm., y un perÍmetro del cue4)o de 27 cm.). Técnica: cesteria atada o cordada. Los esquemas 155 y 156 nos muestrar sus principales particularidades en la zona de la base. En las paredes los elementos móviles estiin formados por una sola fibra de aproximadamente 1 mm. de grosor, que engloban a los fijos de

- ¡ -' FIc. 156.-B¿se del cestillo núm. 22. Diferenfes

grosores de

los elementos móviles.

vemos a encontrar los refuerzos en V que describíamos al tratar el cestillo anterior. Se repite asimismo la protección de piel (ver esquema en fig. 158).

23.

Cesto pequeño de esparto procedente de la Cueva de los Murciélagos. El M.A.N. 1o conserva con

uno en uno.

El reborde superior, en labio saliente hacia afuera, presenta por dentro claramente el sistema de anudaciones con que paulatinamente se va terminando la manufactura (ver esquema en fig. 157). Sobre él vol-

162

Ftc, lí7.-Anudaciones del borde superior por Cestillo núm. 22.

dentro.

una pequeña asa lateral los encontramos en el punto dé unión del comienzo y del final del labio superior.

FIc. l58.-R¿fuerzos

superiores del cestillo núm. 22.

el núm. de inventario 580. Altura: 10,5 cm.; diámetro de la boca: 5,7 cm. Su aspecto (lám. XLVI, 3) es más desigual en líneas generales, con una parte baja mucho más amplia gracias a un trabajo más suelto y una parte alta mucho más constreñida. Las acanaladuras que produce la técnica de cestería utilizada son por tanto más amplias en la base que en la zona de

la boca.

El

esquema que se sigue en la confección de la base es el que ofrecíamos en la flgura 155. Los tonos rojizos interiores hacen pensar en que pudo contener material colorante de algún tipo. El flnal de la pieza se remata igualmente por una moldur.a o labio hacia afuera. Y dentro del buen estado de conservación del conjunto, es la zona más deteriorada. No parece ha-

ber tenido

asa.

24. Cestillo de esparto más globular y redondeado (ver lám. XLVI, 4). Núm. de inventario del M.A.N.:

581. Altura: 8,7 cm.; diámetro de la boca: 5,6 cm. Técnica menos cuidada. El grosor de los elementos móviles es muy desigual; se pueden observar errores en el trabajo. El fondo sigue el plan que examinábamos en las figuras I5l y 152. Pese a tener algunas roturas, conserva un reborde

superior en perfecto estado siguiendo el sistema de labio hacia afuera que venimos viendo, aunque sin refuerzos adicionales a causa de su reducido tamaño y escaso peso. Su forma de remate interno la esquematizamos en la flgura 159. Indicios de existencia de

Ftc. li9.-Anudaciones del borde superior por dentro

del

cestillo núm. 24.

25. Cestillo de esparto de la Cueva de los Murciélagos. Algo más esbelto, como puede verse en la lámina )(LV.2. No conserva su número de inventario dentro de la colección del M.A.N. Altura: 9,5 cm. ; diámetro de

la boca: 6 cm. Los

elementos móviles

son dobles en el aspa del fondo, pero en las paredes se constituyen por una sola fibra de esparto sin mazar. El borde superior en labio hacia afuera alcarlrza un grosor de 4 ó 5 mm., y sigue el esquema de la figura 159 para sus ataduras. El asa, si la hubo, se sujetó sobre el pequeño refuerzo que une el comienzo

y el final del labio en cuestión.

26. Pequeño cestillo de esparto que escasamente alcanza los 5,7 cm. de altura y los 4 de diámetro de la boca (ver lám. XLVI, 1). Se conserva en el M.A.N. sin núm. de inventario. Fondo plano en el que se han rematado las hebras o elementos fijos del atadijo inicial. Los elementos móviles son dobles en la base del cesto, pero en las paredes son simples, lo que proporciona unas acanaladuras de gran finura. El borde superior es del tipo clásico visto hasta aquí, con pequeños nudos. Sin indicios de la existencia de asa de sujeción. En su interior se encontró pelo y semillas secas de Papaver somniferum.le

27.

Cestillo de esparto de pequeño tamaño (10,5 centímetros de altura) conservado en el Museo Provincial de Granada. Ha perdido completamente el borde superior que, posiblemente, sería en forma de labio hacia afuera. Fondo plano en aspa. Los elementos móviles son más gruesos en esta zona, donde llegan a los 2 mm., que en las paredes del cesto, en donde sólo alcanzan 1,2 mm. de anchura. No conserva el número de inventario de su época de peflnanencia en el M.A.N., desde donde fue cedido a Granada junto con otros materiales de la misma cueva.

28. Para terminar con la serie de cestillos de esparto de la Cueva de los Murciélagos hemos de

te Se trata de una variedad de la amapola del opio, Papaver somnílerum L., var. nigrum, típica planta mediterránea que se da desde España y Marruecos hasta Grecia y

qtr,e el Papaver somniferum fue conocido y usado en Occidente desde la Prehistoria, y sin duda durante el Neolítico,

Chipre. Después de los trabajos de E. Nruwurrin, Naclzrrage urgeschichtlicher Pflanzen, VNGZ, 80, 1935, pp. 108I12. y de K. y F. Benrscn, Geschíchte unser Kulturpflan;eru, Stuttgart, 1947, pp. 194-197, la posibilidad apuntada por algunos de que se trataba de Papaver setigerum hay que descartarla por completo. Por 1os ejempiares procedentes tanto de la Cueva de los \f urciélagos como de otros yacimientos europeos se infiere

53

a sus valores calóricos (43/. de grasas, 2l-24'/" de albúmina), y probablemente

con fines alimenticios, debido

también como eñcaz analgésico o calmante, Según noticia que comunica Neuweiler, p. 108, cuatro de estas cápsulas de la Cueva de los Murciélagos fueron enviadas por

H.

Obermaier a F. Netolitzky con el fin de que fueran analizadas. Ignoramos si aparecieron en este mismo cestillo

o en otro cualquiera de

ellos.

163

el que lleva el número de inventario 589 (ver lám. XLVI, 2). Pertenece a la colección del

presentar

M.A.N. Su estado de conservación no es tan bueno como el de los anteriormente estudiados, pero tiene la particularidad de introducir una interesante variante técnica dentro del tipo de cestería atada o cordada. Es un cesto pequeño (8,5 cm. de altura y 4 cm. de diámetro de la boca). La base es otra vez en aspa, con penacho de fibras sueltas al interior. Los elementos móviles son de dos hebras de esparto sin mazar en esta zonabaja, y engloban a los fijos (tres o cuatro fibras de esparto), como indica el esquema de la frg. 146; pero al llegar a las paredes del cesto se va a seguir un nuevo sistema fiS. 160). Continúa

lver

bién de la Cueva de los Murciélagos. Diámetro de la boca: Ll,2 cm., siendo la profundidad de la pieza de 6,5 cm. Se aprecia muy bien el comienzo a partir de un aspa formada por los elementos fijos iniciales, a los que luego se van añadiendo otros a medida que el trabajo avanza y que son, Ilor cierto, bien visibles en sus uniones. La irregularidad de las acanaladuras externas e internas está condicionada por la propia forma irregular del cesto. Cerca del labio con el que se cierra la manufactura se ha llevado a cabo un pequeño primer refuerzo, consistente en el paso de los elementos móviles por encima y por debajo

de dos de los fijos, en lugar de uno, como ocurre con anterioridad. Los nudos de afranzamiento del reborde ñnal siguen indistintamente los esquemas ya vistos en las flguras 157 y 159).

30. Fragmento de posible cesta de esparto, procedente del yacimiento del Cabezo Redondo de Villena (Alicante). Pese al mal estado de conservación y a la petrificación que han sufrido los materiales calizos que lo envuelven casi por completo, se aprecian las fibras claramente, no muy mazadas y con una clara torsión en S. Distinguimos difícilmente unos

y otros horizont¿les, que giran sobre los primeros. Pese al estado de conservación creemos que se trata de un entrelazado del tipo que estamos viendo de cestería atada o cordada, aunque quizá podria tratarse de la cestería en espiral de hebras tejidas, cuyo esquema ofrecemos en la flg. 166. Los haces de esparto presentan unas anchuras que oscilan entre los 0,5 y los 0,8 mm. elementos verticales

31,. Procedente de las minas romanas de Aljustrel (Portugal) disponemos de un bonete de esparto que los mineros llevarían sin duda en la cabeza a

El material empleado es, como decíamos, el esparto, aunque no disponemos de análisis que lo testiflque. La pieza se encuentra en el Museo dos Servicios Geologicos de Portugal. Las flbras empleadas en esta manufactura son bastante gruesas, de unos 3 mm. de grosor. En la posición aplanada que mantiene hoy, su anchura es de 26 cm. El sistema de confección es muy aproximado al que modo de protección.

FIc. 160.-{¿stería atada en tratándose de

la

sargas.

denominada cestería atada

r

o

cor-

'dada, pero se ha buscado la alterra¡cia necesaria al envolver los elementos fijos para conseguir un efecto de sargas. Se han abandonado las acanaladuras verticales sustituyéndolas por otras diagonales.

29. Pequeño cestillo de forma cónica fabricado en esparto siguiendo la tecnica de la cestería atada (ver la lám. XLVII, anverso y reverso). Sin nrím. de inventario, se conserva en el M.A.N., y procede tam20 Vid. A. VIaNa, O. o¡ Velc¡ ANouor, loc. cit., pp. 3 ss.

164

FBnnsrna, R. Fnsrne »B

veíamos en los cestillos de la Cueva de los Murciélagos, aunque en este caso el resultado final es algo más tupido. El comienzo de la pieza se ha hecho partiendo del mismo sistema que para los cestillos, a base de unas fibras iniciales colocadas en aspa a las que poco

a poco se van añadiendo nuevas fibras radiales según aumente la anchura del trabajo, siguiendo la forma del propio bonete. En cuanto al engaruado, está hecho con el mismo método de cestería atada o cor-

dada de dos elementos móviles sobre los fljos, los cuales pueden ser apreciados fácibnente en el borde inferior de nuestra fotografía. Precisamente el borde de la pieza aparece tan deteriorado que resulta imposible hablar de la forma de remate empleada en la confección de tal prenda. Pensamos, a través de la

33. Fragmento perteneciente a una posible cesta de la que tal vez formaron parte también las dos piezas siguientes (ver lám. XLVIII 1). Aproximadamente alcanza los 30 15 centímetros (en la fotografia aparece doblada en parte sobre sí misma en

x

su lado izquierdo). Nrim. de inventario 617 (ver figu-

ra

161).

experiencia con otras piezas de técnica semejante, en

la posibilidad de un refuerzo de flbras paralelas al mismo borde y sujetadas con la torsión sistemática de las fibras constitutivas de los elementos fijos.

32.

Casquete de cestería confeccionado con esparto. Se trata de wa pieza que tanto podría ser la parte inicial de un bonete de minero como el fondo de un cesto. Procede de las minas romanas de la región de Huelva.2r En la publicación citada no se dan

medidas ni se analiza la pieza, ni tan siquiera se indica el lugar exacto del hallazgo ni su localización actual. Pese a todo ello, es claro que para su confección se utilizó la técnica de la cestería atada o cordada, y que se ha comenzado por un aspa inicial, sobre la cual se van añadiendo nuevos elementos fljos que producen un continuo bifurcamiento de las estrías, en este caso radiales.

FIc. l6l.-Esquema de la

cestería romboidal atada.

Hacia la mitad del fragmento se ha obtenido un efecto de falsa trenza a partir de la inversión en el giro de los elementos móviles sobre sí mismos y sobre los fijos. En la vuelta siguiente se recupera la posición normal. Por cm2 entran dos series de elementos móviles y cuatro de los denominados fijos.

M.A.N., Madrid.

34. Fragmento de cestería procedente de la Cueva de los Muciélagos y conservado en el M.A.N.'de Madrid (ver lám. XLV[, 2). Su aspecto externo es muy semejante al de la pieza anteriorrnente vista, por Como una variante de la cestería atada o cordada, lo que pensamos que pudo formar con ella y con la y relacionada, por su aspecto externo, con la cestería que veremos a continuación una estera o un gran romboidal de tres elementos, podemos incluir aquí a cesto. Sus 20 x 5 cm. se rematan longitudinalmente la que denominaremos Cestería romboidal atada (vid. con un refuerzo consistente, como puede verse, en un grueso mazo de fibras paralelas al borde, y que en supra, p. 158 s. y el esquema de la figura 145). Los elementos ñjos han perdido su verticali- realidad son los propios elementos móviles unidos parte son los denominados hasta aquí dad. En realidad su acercamiento o falso cruce se entre sí. Por su fljos los encargados de envolver ese grueso elementos produce al ser frjados por los dos elementos móviles fibras. mazo de horizontales en la misma forma que veíamos ocurría en la cestería atada o cordada. Decimos que se trata 35. Fragmento de cestería romboidal atada que, de un falso cruce porque en realidad los elementos como los dos anteriores, se conserva en el M.A.N. y fijos tan sólo se acercan entre sí unas veces y otras procede de la Cueva de los Murciélagos. Con mucha se entremezclan uniendo y separando parte de sus probabilidad fonnó parte de una cesta o estera junto fibras.

El

Arqueológico Nacional de Madrid conserva

tres interesantes muestras de esta técnica procedentes todas ellas de la Cueva de los Murcülagos (Albuñol,

a las que hay que añadir otras tres, de idéntico origen pero conserv¿das en el Museo de

con los fragmentos de los dos números anteriores. Dimensiones: 14 x 5 cm. Idénticas características técnicas que las que acabamos de ver (lámina

xlvrrr,

3).

Granoda), Granada.

21

p.

Vid. J. M. LuzoN, op. cit., en n. 22 del cap.

lll,

36.

Pequeño resto de cestería romboidal atada procedento de los Murciélagos y hoy conservado en

ñ9. 22,

257.

165

el Museo de Granada con el nrirnero de inventario

622. Sus 13 x 7 cm. no pennite determinar la forma aproximada de la manufactura a la que perteneció. El aspecto radial general apunta hacia la estera redonda o la cesta de boca ancha. Los elementos móviles, con unos 3 mm. de grosor, están formados por dos o tres flbras de esparto sin mazar, hoy deshiladas por el uso. En cuanto a los elementos fijos, esüín

tratados bastante arbitrariamente, y el añadido constante de nuevos de ellos va distorsionando el sistema de ensamblaje (ver esquema en la fig. 162).

38. Para terminar con los materiales que conservamos de esta técnica de cestería romboidal atada

vamos a ver el más interesante ejemplo que de ella aún existe: un cestillo caliciforme transparente. Se encuentra en el Museo de Granada y lleva todavia el núm. de inventario que se le dio en el M.A.N. a su ingreso, el 596 (ver lám. L, 1). Su tamaño, distorsionado por encontrarse completamente aplanado en la actualidad, es de 14 cm. de altura y 11,5 cm. de anchura.

Dentro de la técnica de entramado mencionado pueden se ver diferencias a¡rarentes en dos de sus zonas: la base, donde la constante adición de elementos fijos imprime un sentido circular (ver. flgura 162), y las paredes, en las que el trabajo se hace más claro al distanciarse los elementos móviles en sus vueltas en espiral hacia la boca y al no incorporarse nuevos elementos fijos (ver ñg. 16a).

Frc. 162.-Cestería romboidal atada y con sentido

circular.

37- Fragmento muy reducido de una posible cesta o estera que sigue igualmente la técnica de la cestería romboidal atada. Procedencia: Cueva de los Murciélagos. Se conserva hoy en el Museo de Grana-

da con su antiguo nrim. de inventario: 627 (ver fig. 163). Longitud: 6 cm. Los elementos móviles alcanzan los 5 mm. de groso¿ englobando cada lmre-

Ftc. 164.-Fragmento núm.

38.

El interior del fondo de la

cesta permite comprobar que se partió de un penacho inicial del tipo que veíamos en la figura 149. El estado de conservación no es muy bueno en la zona media del cestillo, con cuatro espirales sueltas por ruptura de los elementos fijos desaparecidos. Pero es precisamente esta zor.a la que más claramente deja ver cómo se acercan y a1ejan entre sí los componentes de los denominados

Frc. 163.-Cestería romboidal atada. Fragmento núm.

17.

ja de ellos con sus giros unos elementos frjos bastante gruesos (3 a 5 fibras por término medio). El conjunto es mucho miis tupido que el que veíamos en el número anterior; sin embargo es probable que las tres piezas de Madrid y las dos de Granada que acabamos de ver pertenecieran, en su día a una misma manufactura.

166

elementos fijcs, dando una idea falsa de cruce. Los forman de dos a cuatro fibras de esparto duro sin mazaf

.

El reborde superior se logra por el simple acercamiento de las espirales de elementos móviles. Se pasa así sin problemas a la técnica de la cestería atada o cordada que vimos al estudiar los cestillos tupidos de esta misma cueva. Ha habido una inmovilización de los elementos fijos y la aparición de los característicos canalones.

refuerzo es de 0,4 mm.,

La anchura de este primer y el mismo grosor presenta

el refuerzo siguiente en forma de labio saliendo hacia afuera. Los propios elementos fljos (verticales) y móviles (horizontales) entran a formar parte del haz de fibras que corre paralelo a la boca del cesto y de la envoltura o enroscado que las ata. Todo ello se re-

mata en el interior por medio de pequeños nudos.

C)

Cestería espiral verdadera o cosida en espiral

Es uno de los tipos más interesantes para nosotros por pertenecer a él una cantidad bastante sustanciosa de fragmentos conservados en la Península. Segrin la clasificación de IrroiGourhan,z la espiral verdadera sería una de las cuatro variedades de la cestería en espiral. Dado que dos de ellas se suelen aplicar solamente a la construcción de cabañas (las que él llama cestería espiral de madejas superpuestas, que ofrecemos en la figura 165, y la espiral de hebras tejidas

que dan mayor fi,rcrza al trabajo. Por último añadi remos la llamada cestería de saltos, por considerar que los elementos que se manejan siguen también un giro continuo, que hace que al final estemos ante una serie de espirales entrecruzadas. En esencia, el sistema en espiral consiste en el entrelazado de un grupo de elementos fijos y paralelos entre sí mediante la acción de otros perpendiculares a los mismos, pero que tienen la particularidad de girar en espiral sobre los primeros. a En la figura 167 destacan bien, aunque de forma estilizada, estas características. Para algunos autores 24 se trata de una

Ftc. 167.-Cestería en espiral

FIc. 165.-Cestería en espiral de

madeias superpuestas.

§egúz LenoI-GouRHAN.

que puede verse en fig. 166), y la riltima es la que nosotros hemos llamado cestería atada o cordada, es por lo que de esta clasificación sólo trataremos aquí de la cestería en espiral verdadera, si bien incluire-

Ftc. 166.-lestería en espiral de hebras teiidas,

Según

LsR.oI-GouRHAN.

mos una serie de piezas de grandes dimensiones que dentro de la cestería en espiral verdadera ofrecen la

particularidad de que, precisamente en razón de su tamaño y peso, sus elementos en espiral son pequeñas cuerdas dobles e incluso triples logradas por torsión,

22

HMo p. 286.

verdadera.

técnica seguramente de origen neolítico o incluso preneolítico. Entre los ejemplares más antiguos conservados en la zona europea se deben citar los fragmentos de la Cueva de los Murcíélagos. El Museo Arqueológico Nacional guarda nueve interesantes ejemplares de esta técnica, de las que ofrecemos la mayoría en las láminas XLIX, L, 2, Ll y Lll, 2 (los números de catálogo que no llevan fotografía pueden ser ilustrados con las láminas correspondien' tes de nuestro trabajo sobre la cestería de la Cueva de los Murciélagos). Por su parte, el Museo de Granada posee otras piezas confeccionadͧ con la misma

técnica, aunque en ntimero menor (ver láminas Lll,2 y LIII, 2). Por riltimo veremos un conjunto interesante de espuertas de minería,'ya de época romana, en las que se sigue idéntico procedimiento. Hemos dicho que técnicamente la cestería en espiral verdadera se logra mediante el entrelazado de dos elementos para' lelos entre sí (que llamaremos fijos) por medio de un elemento continuo, perpendicular a ellos, que gira en espiral envolviéndolos progresivamente (al que llamaremos elemento móvil). El nombre de cestería en espiral verdadera hace pues alusión al hecho de que ese elemento que se mueve va avanzando en una interminable espiral. Los elementos fijos estiín formados por una serie de frbras (el número depende

24

Vid. J. G. D. C¿em, EP, pp. 339

s.

z¡ Vid. A. LsnoI-GouRHAN, HM, p. 282.

167

del grosor final que se quiera obtener), qu" u.t."l sano sustituye escalonada y pa.ulatinamente a medida que se van acabando. Las uniones en el elemento móvil siguen el mismo proceso, por lo que los puntos de enlace son imperceptibles. La denominación de cestería cosida en espiral obedece al hecho de que cuando las fibras empleadas en cada sentido son pocas, es necesario el uso de la aguja espartera para la realaación del trabajo (ver figura 168). Se va insertando el elemento en espiral

aunque aplastadas por el uso. Por el acentuado pa.ralelismo de los haces horizontales pensamos que se trata de una estera de tipo cuadrangular.

40.

Fragmento de posible estera de esparto realizada con la técnica que acabamos de describir de la cestería en espiral. Procede igualmente de la Cueva de los Murciélagos y se guarda en el M.A.N. Junto con la pieza anterior y la siguiente es muy probable que fonnaran un todo. Sus medidas al menos así lo insinúan: 4 mm. de grosor para los elementos fijos y 1,5 - 2 mm. para el móvil. Entran, como en el caso

anterior, un total de dos fijos y cuatro móviles por cm2. Su tamaño total está en torno a los 31 x 10 cm. (ver lám. Ll, 1). Sin nri,mero de inventario.

41,. Fragmento perteneciente probablemente a la misma manufactura que los dos anteriores, de 17 X 4 cm. de tamaño, de igual procedencia y lugar de conservación que ellos. No presenta núm. de inventario, y sus características técnicas son idénticas que el examinado en el número 38. Puede verse en la lámina

42.

LI, 2. M.A.N.,

Madrid.

Pequeño fragmento de cestería cosida en es-

x 3 cm. aproximadamente, lo que no permite determinar la forma originaria. Los haces de los elementos fijos alcanzan los 5 mm. de grosor y los elementos móüles están en torno a los 2 mm. Alternan las puntadas en V y las sencillas. Se encuentra en el M.A.N. de Madrid sin número de inventario, y procede de la Cueva de los Murciélagos. piral de 10

Frc. 168.-C¿stería cosida en espiral con ayuda.de

una

aguia.

a

base de puntadas, unas al lado de otras. En la vuelta siguiente la aguja suele incidir en el centro de la puntada inferior, con lo que ésta se abre en la característica forma de V. Lo habitual es que una de las caras del trabajo presente esa serie de uves y la otra f,o (ver esquema en la figura 169).

43. La

pieza que presentamos a continuación, también de pequeño tamaño (8 x 2 cm.) se halla en

un estado de conservación muy malo; pese a ello puede constatarse que los haces de elementos fijos tienen 5 mm. de espesor, mientras que el elemento móvil está en torno a los 2 mm. Alternan las puntaV y las sencillas. Sin nrimero de inventario. M.A.N. das en Frc. 169.-lestería

.cosída en espiral.

44.

39. Con el nlimero de inventario 615 se conserva en el M.A.N. de Madrid un fragmento de gran tamaño, bien esclarecedor de esta forma de entramado

Cesto plano y de boca ancha procedente de la Cueva de los Murciélagos igualmente. Técnica de cestería cosida en espiral siguiendo los sistemas de entramado que venimos viendo. Se encuentra en el

(ver lim. XLIX, 1 y su ampliación parcial en la M.A.N. sin núm. de inventario (ver lám. LI, 3). En XLIX, 2). Sus medidas alcanzan los 39 X 27 cm. el estado actual de conservación ofrece una altura de La anchura de los elementos fljos es de 4 mm. y 6 cm-; el diámetro de la boca es de 14 cm., con ligeestán compuestos por una serie de fibras finas, bien ra forna ovalada que se traduce naturalments en un mazadas, de esparto. El grosor del elemento envol- fondo igualmente ovalado. En esta zona del fondo vente es de 2 mm. y sus flbras (dos generalmente) no alcanza los 10,5 cm. en sentido longitudinal y los 9,8 fueron trabajadas; presentan un aspecto muy entero, en el de la anchura. La figura 170 muestra en esque-

168

lar, provisto de una reducida pa.red vertical en su límite. Por la propia forma del objeto el elemento móvil gira en espiral sobre un elemento fljo, que también tiene ese sentido en espiral desde el centro a los bordes de la pieza. Pese a que le falta un amplio fragmento su estado de conservación es bueno. Diámetro: 12 cm., entrando en la base un total de Flc. I70.-Comienzo del

cesto núm. 44.

ma la forma de comienzo. En su estado actual no parece que tuviera un especial refuerzo en el borde superior; posiblemente los elementos en espiral envolvieron sin más el último haz de elementos horizonta-

les, como es corriente en cestos muy parecidos pertenecientes a otras culturas y que la arqueología nos ha permitido conocer.

45.

Pequeño fragmento de cestería cosida en es-

piral por cuya curvatura pensamos que pudo pertenecer a un cesto de este tipo. Procede de la misma cueva y se conserva igualmente en el M.A.N. de Madrid sin núm. de inventario. Mide 8 x 6 cm. Los haces paralelos alcanzan los 4 mm. y la forma de entrelazado es la que estamos viendo: la cestería Disco plano de cestería en espiral proceden-

te de la Cueva de los Murciélagos. M.A.N. sin número de inventario. Diámetro en su estado actual: 2l cm. Falta el contro por donde comenzó el trabajo (ver lám. L,2), con lo que presenta un hueco de unos 4,5 cm. de diámetro. Manufactura muy desigual, ya que el elemento móvil tan pronto engloba dos fljos completos como uno y medio. Muy restaurado. La media de grosor de los haces es de 4 a 5 mm. Lo que resulta dudoso es el destino que tuvieron esta pieza y las de su clase. ¿Es el lateral de una cantimplora o la tapadera de una cesta parecida a las que acabamos de ver? Nosotros nos inclinamos preferentemente por la primera posibilidad (ver lámina

Lxrrr,4). 47. Pequeño fragmento de un disco, posiblemente redondo, muy semejante sin duda al que hemos visto en el nriLrtero 46. Conserva el número de inventario 589, y se halla también en el M.A.N. de Madrid. Técnica de cestería cosida en espiral. Procedencia: Cueva de los Murciélagos.

48. Posible tapadera

49. El último fragmento que de esta técnica de cestería cosida en espiral conservamos procedente de la Cueva de los Murciélagos es el que presentamos en la lámina LIII,2. Se guarda en el Museo de Granada con el núm. de inventario 620, que recibió durante su estancia en el M.A.N. Debió fonnar parte de una estera o manufactura plana a itngar por su forma. Sus medidas aproximadas son 20 X 6 cm., y los elementos fijos se logran con haces de fibras de esparto que alcarrzan un grosor de 0,3 cm.; por su parte las fibras que constituyen el elemento en espirul alcanza¡ un grosor de 0,25 cm.

50. Impronta

cosida en espiral.

46.

Al llegar al borde otros tres haces más se levantan en vertical sobre el último de los anteriores. diez haces paralelos.

lograda con

la técnica de

cestería cosida en espiral que estamos analizando (ver

lám. LII, 2). Mantiene el nrim. de inventario 587; hoy se conserva en el Museo de Granada. Procede de la Cueva de los Murciélagos. Forma plana, circu-

sobre barro de un fragmento de estera circular confeccionada según la técnica de la cestería en espiral. Procede del yacimiento granadino de Las Angosturas (Gor, Granada), del nivel calcolítico. Su tamaño es reducido: 7 X 8 cm. Pueden contabilizarse claramente seis anillos, que fonnaban parte de una zona que párece cercana al centro de la manufactura (vid. lám. LIII, 1). Se aprecia relativamente bien el estriado de las fibras, hechas con un material que pudo ser esparto, palmito u otro semejante.

51. Diversos fragmentos de un cesto de esparto, confeccionado con la técnica de la cestería en espiral, procedentes de una sepultura desconocida del yacimiento argáico de llré (Almería). Se encuentran en el M.A.N. de Madrid, y su estado de conservación es muy malo (ver lám. LIV, 1 y 2). Los haces de fibras de esparto que constituyen los elementos fijos son relativamente grandes (aproximadamente 1 cm. de grosor). El elemento fijo es muy tupido, introducido sin duda con una aguja y envolviendo un haz com-

y

una pequeña porción del inmediatamente anterior. Pese a estar todo el conjunto muy disgregado puede percibirse claramente toda una serie de anudaciones, hechas también con la aguja, que rematan el trabajo en la zona de la boca en el sentido que veíamos en la flg. 157. Se conservan restos de cereapleto

les procedentes de esta cesta.

169

por varios museos

52. Dos fragmentos muy carbonizados de una cesta de esparto, procedentes de la sep. 217 del yacimiento también argiico de El Oficio (en lám. LIV,3 ofrecemos el mejor conservado de ellos). Su tamaño (aproximadamente de 13 x 10 cm.) da idea de la amplitud de los elementos constitutivos, y consiguien'

tenemos repartidas

temente de la de la propia cesta que formaban. La inserción de los elementos en espiral sobre los fijos es bien patente en la fotografía. Se conservan en el

57. Pequeño esportón de minería que conserva el M.A.N. de Madrid con el núm. de inventario 35.641, y que procede de las minas de Cartagena.

M.A.N. sin núm. de inventario. Llevan

Como ¡rodemos apreciar en las láminas LV, 2 y LYL, se halla casi en perfecto estado de conservación. Al igual que el resto de las piezas que de este tipo tenemos, el trabajo de cestería realizado en un primer

adheridos

restos de cereales.

53. De la casa 1 del yacimiento de l-os Millares guarda el M.A.N., sin núm. de inventario, un conjunto de fibras de esparto carbonizadas y casi por completo sueltas, pero que presentan indicios de haber constituido una manufactura de cestería en espiral. 54. Otro testimonio de este tipo de cestería se conserva simplemente a través de la huella que dejó marcada en la superficie inferior de una pella de arbilla, preparada probablemente para hacer cerámica; se trataba de una esterilla circular, y apareció en el yacimiento alicantino del Cabezo Redondo de Villena. El diámetro de la pieza era de unos 40 cm. ; se aprecia claramente una espiral continuada de una anchura media de 2 cm. Podemos asegurar que la unión del ltaz de fibras que gira en espiral se efectuó a través del cosido o ensamblado, aplicando el mismo sistema que hemos visto en el esquema de la fig. 168.

55. Queremos reseñar aqui la existencia, en el mismo yacimiento del Cabezo Redondo de Villena, de dos pequeños fragmentos muy inconsistentes de una posible cesta, confeccionada asimismo con la técnica de la cestería en espiral.

peninsulares.

Algunas de ellas no las hemos podido estudiar en directo, pero son las menos y responden a las mismas características que el conjunto que ofrecemos, que es muy significativo.

momento se fortalece de varias maneras: externamente por una serie de costillas de madera, en la boca por la adición de un fuerte madero que hace las veces de asa, y en el conjunto de las paredes, externa e internamente, por la colocación de una película de pez o alquitrán, que impermeabilaa el cesto. Hay que suponer, por tanto, su empleo como cubo para extracción de agua o materi¿les encharcados. Por otra parte, esta película colocada encima del esparto debió contribuir muy bien a la mejor conservación de estos pequeños esportones frente a los más deteriorados, de grandes dimensiones, que más adelante veremos. Su altura, hasta el asa de madera, es de 28 cm., y el diámetro de su boca de 20 cnÍ. Las costillas de madera, con una forma aproximada a la que puede verse en la figura

l7l,

alcanrzan un total de 8, situán-

dose dos de ellas en el punto justo de inserción del asa de madera y las otras seis repa.rtidas en los dos

56. Impronta sobre barro de una posible estera circular procedente del poblado de la Edad del Bronc,e de Mas de Menente (Alcoy, Alicante).5 Fue realizada con la técnrica de la cestería cosida en espiral, según el esquema que ofrecemos en la figura 168, y se distinguen claramente 1.6 ó 17 haces concéntricos.

el Museo del SIP de Valencia, pero por formar parte de los fondos antiguos no ha sido posible localizarlo. Se encuentra posiblemente en

Un grupo de gran interés dentro de la cestería en espiral verdadera o cosida en espiral lo ponstitu' yen las espuertqs de minería de época romana, que 2s Vid. L. Penlcor - F. PoNseI-r, El poblado de Mas de Menente (Alcoy), APL I, 1928, lám. Y,2.

170

Frc, l7l.-lostillas de refuerzo de las espuertas de minería.

lienzos del cesto. Todas concurren en el fondo, pero

con independencia. Su longitud aproximada debió estar alrededor de los 25 cm. de largo, por casi dos de ancho. La sección transversal está entre la forma rectangular y la más redondeada, fruto del lijado de

las aristas.

La

sujeción de estas costillas al cesto se realiza en tres puntos, como muestra también la figura 171 : arriba, en el centro y abajo. En ocasiones las cuerdas empleadas para ello atraviesan la madera por un orificio redondeado, pero en la mayoría de los casos pasan por un pequeño mordiente en forma de U realaado a tal efecto en la pieza. El madero que constituye el asa tiene unas dimensiones de 24 cm. de largo por 3,5 de dirímetro; su sección es casi redondeada. En las zonas donde se insertan las cuerdas que lo.unen al cesto se han realizado unos entrantes en la madera, los cuales le confleren el perfil que de forma aproximada prosentamos en la figura 172.

Fto. 173.-Forma de

ensamblaie de las costillas.

actúa como asa, son cuerdas trenzadas de 1 cm. de ancho y 0,4 cm. de grosor. Partiendo de la ranura entre el tercero y cuarto haz del cue{po del cesto, esta cuerda se enrosca por tres veces sobre el madero en cuestión. El tamaño reducido de la pieza ha permitido la no deformación de la misma y el que manten-

ga su aspecto inicial.

Fto. 172.-Asa de madera de esportón de minería.

58. Esportón de minería de pequeñas dimensiones, procedente del área de Cartagena y conservado en el Museo Provincial de Murcia. Se halla en bastante buen estado, posiblemente a causa de su reducido tamaño, con 30 cm. de altura y 18 de diámetro de boca (ver lám. LV, 1). En efecto, la longitud de las ocho costillas de madera de que dispone es de 28

La hbor de cestería en sí comienza Wr el fondo a partir de un haz de fibras de esparto que, doblado al principio sobre sí mismo, empieza a ser cosido por el elemento móvil en espiral, casi como veíamos por otra parte su anchura de en el esquema de la figura 170. Este haz de fibras centímetros, siendo es cuadransin mazar tiene un grosor de L,2 cm. y, subiendo en 'unos 2 cm. La sección de estas costillas gular, redondea la se las esquinas donde salvando espiral, llega al borde del cesto a medida que va que se apoya el Las costillas sobre las madera. dos siendo envuelto ¡ror el elemento móvil. Este en ocagruesas, pero no sobrepasan la siones se bifurca, formando las características pun- asa son algo más aquella. tadas en forma de V, y las más de las veces sigue altura de La técnica de cestería vuelve a ser la de la espila espiral sencilla que se representa en el esquema ral verdadera, con la misma separación arbitraria de la fig. 167; ello sucede así porque no se busca inserta¡ las puntadas demasiado cerca unas de otras, entre las espirales que deja ver intermitentemente el ya que luego la superficie del cesto debe ir cubierta conjunto de los haces de esparto. Las fibras en espicon esa capa. de alquitrán a que aludíamos antes. De ral cogen un grupo de filamentos del haz inferior y esta forma, pueden verse casi ininterrumpidamente el superior completo. El grosor de los 21 haces que las fibras que constituyen los haces horizontales. El tiene el cesto es de 1,2 a 1,5 cm.; el de las fibras número de haces o de vueltas del haz, en realidad que los forman de alrededor de I mm., y el del eleúnico, que sube desde el fondo, es de 23, y el grosor mento en espiral de entre 0,3 y 0,5 cm. Como en el de los elementos en vertical que los envuelven de caso anterior el elemento fijo comienza a ser unido en espiral desde el propio fondo del cesto en la 0,4 cm. en que se ve en la flgura I74, en la cual puede forma Las cuerdas que unen las costillas al cesto son cuerdas logradas por torsión de dos elementos sim- asimismo apreciarse el engarzado de los maderos, reples, y tienen unos tamaños aproximados de 8 mm. cortados previamente con la forma idónea. La sujeción de las costillas al cesto se hace en de ancho por 3 mm. de grosor. Son verdaderos nudos que atraviesan el madero y el cesto en dos ocasio- la forma antes descrita (ver núm. 57), mediante nudos nes, según el esquema que presentamos en la fig. 173. interiores y pasando dos veces por cada uno de los En cuanto a las que fijan el cesto al madero que tres orificios que cada costilla tiene I la cuerda que

171

el comienzo de esta pieza, realizada con la técnica de la cestería en espiral verdadera o cosida en espiral. Son incluso patentes las puntadas observar mejor

en V entre los elementos móviles. Museo de Cartagena. No conserva núm. de inventario (t¿m. l,X, Z).

61. En la lám. LX, 1 puede verse otro ejemplo similar al anterior, un fondo de espuerta de minería que aparece deformado completamente; sin protección de costillas de madera y sin restos del habitual impermeabilizador. Se guarda también en el Museo de Cartagen¿. Los elementos móviles están formados (como ocurría en el núm. 59) por cuerdecitas de torsión S. Fta. I74.-Distribucíón de las costillas en el londo

externo

62. Esportón de minería de pequeño tamaño,

del esportón.

realiza esta unión está lograda por torsión y tiene una anchura de 0,8 cm. de grosor. El asa de madera, con la misma forma que veíamos en la frgara 172. alcaaza 23,5 cm. de largo pr 2,5 de ancho y 3 de altura. Esta asa descansa sobre el final de dos de las costillas, y se une al cesto por una ttetza" que pasa tres veces por el entalle rcalizado en la madera que

la constituye.

procedente igualmente de la región de Cartagena y que se encuentra en el Museo de Murcia. Como puede observarse en la l¡ímina LIX, 1, su estado de conservación es relativamente bueno. Su altura es de 38 cm. y el diámetro de la boca de 23 centÍmetros. La parte de cestería presenta un total de 29 haces de esparto de 1 cm. de grosor, que partiendo desde el fondo forman una espiral continuada hasta la boca. El elemento móvil que une entre sí estos haces tampoco está colocado de forma tupida, sino que permi-

Pequeña espuerta de minería que guarda el Museo Arqueológico Municipal de Cartagen¿. Sin duda procede de alguna de las minas de la zona.

te ver las flbras

Como puede verse por la lámina Ll)(.,2 el aspecto externo es muy semejante al de la pieza de Murcia

de

59.

que acabamos de estudiar, incluso en lo que respecta

a los tamaños. Sin embargo, hay que resaltar el hecho de que aquí los elementos móviles en espiral est¿ín concebidos de manera distinta. Se utilizan unas cuerdecitas logradas por torsión en S de dos grupos de fibras de esparto previamente torcidas en. Z. Con ellas se van uniendo los 20 haces que forman los elementos fijos, que de esta forma quedan mucho más al air.e ya que la espiral deja espacios iguales a su propia anchura, en los que encajarán en la vuelta siguiente los elementos móviles que unen la parte superior del haz en cuestión con el próximo. Conserva escasos restos de la capa protectora de pez que

evitaba la salida del agua. pieza es bastante bueno.

El

estado actual de la

60. Fondo de espuerta pequeña de minería de forma semejante a la que estamos describiendo. El esparto se encuentra muy reblandecido por el uso. Se han perdido las protecciones de las costillas de madera, pero quedan sus huellas bien patentes. Al estar libre el trabajo puramente de cestería podemos 172

constitutivas de

los mismos;

su

grosor es, por otra parte, de unos 0,6 cm.

Las ocho costillas con que cuenta esta pieza son dimensiones que el perfil del cesto, salvo las dos que sujetan el asa de mádera, que se alargan en 4,5 cm. más para penetrar así a través de las ranuras que en dicha asa se han efectuado con este fin. En el fondo del capazo estas ocho costillas no casan muy bien entre sí. Su sujeción

la misma forrna y

al cesto se hace en la forma antes vista y a través de cuatro oriflcios en cada una de ellas. Se emplea para ello una pequeña cuerda lograda por torsión, de unos 0,6 cm. de grosor. En la conjunción del cesto con el asa, además de ensamblarse las maderas de ésta y de las dos costillas, tal unión se ha reforzado con el paso repetido de una cuerda lograda por trenzado que, arrancando desde el cuarto haz, rcdea el asa y vuelve al interior, donde se anuda. En esta pieza hay que destacar un rasgo de interés, consistente en el hecho de que fue restaurada ya en época romana en la parte de su borde superior. En efecto, si observamos la kímina LIX, 1 veremos cómo una ñna cuerda trenzada rodea este borde en un trabajo desigual, englobando tres haces en su giro. La anchura de esta cuerda es aproximadamente 0,6 cm.

63. El Museo Arqueológico de Barcelona conserva, sin núrnero de inventario ni noticia alguna del lugar de origen, un esportón de minería semejante a los que venimos describiendo. Es del tamaño que

hemos denominado pequeño (ver lám. LV[, 1); el recipiente de esparto 1lesenta una altura de 25 cm., que se extiende hasta 30 con el asa incluida. El diámetro de la boca es de 21 cm., y son también 2l las tiras de esparto engarzadas con la técnica de la cestería cosida en espiral. El grosor de estos haces es de 1,5 cm., y los elementos móviles son fibras sueltas de esparto que luego se recubrieron totalmente con la pasta impermeabilnadora habitual. Las piezas de madera son muy semejantes en su forma a las vistas en las figuras 171 (con agujeros) y 172. El mango tiene una longitud de 22 cm., y 3,5 de anchura. Se halla atado al cesto por medio del sistema tradicional de una cuerda trenza.da, de 1 cm. de anchura, que se enrosca varias veces sobre él y

atraviesa

la

pared del cesto; los dos puntos de

sujeción sd apoyan en una de las costillas por una parte, y sólo en la propia cesta por otra. En efecto, el número impar de costillas (son siete) hace necesario que el asa se asiente únicamente sobre una de ellas.y busque el diámetro exacto entre las dos costillas en{rentadas. Estas piezas longitudinales se unen al cesto en tres puntos, en la forma que muestra la

figura 173. En conjunto el estado de conseryación es bueno, aunque ofrece algunas muestras de desmoronamiento. Dos de las costillas están flsuradas y el último haz de fibras empieza a deshacerse.

64. Esportón de minería de tamaño

mediano

conservado en el M.A.N. de Madrid, que procede también de las minas romanas de Cartagena, aunque desconozcamos

el lugar exacto de su

hallazgo. Su

número de inventario es el 35.642. El estado de conservación es casi perfecto, a no ser por una ligera deformación que le hace perder la verticalidad (ver

lámina

LVIII,

2).

Lo que es el cesto de esparto posee unas características técnicas idénticas a las descritas para los casos anteriores. El trabajo comienza desde un fondo bastante apuntado, para ir subiendo en espiral hasta el borde superior. En este ascenso alcatu:an las paredes una altura de 38 cm. y un conjunto de 31 haces cosidos por el elemento móvil o espiral. Desde ese borde al final de las costillas de madera, que aguantan el asa, hiay diez centímetros más. La abertura de la boca es de 25 cm. de diámetro. Cada uno de los haces que forman el cesto alcarl;za de 1,3 a 1,5 cm. de anchura,

y

las flbras móviles de 0,6

a 0,9

cm.

Tampoco en este caso los elementos en espiral llegan a tapar los haces completamente, sino que éstos se

aprecian muy bien con sus fibras mazar

y

paralelas unas

de esparto

sin

a otras.

El sistema de engarzado de los maderos es el missin embargo, el mayor grosor que presentan ha pennitido utilizar tan sólo seis de ellos, en lugar de los ocho que veíamos en el caso anterior. Y además aquí las cuerdas de sujeción pasan a través siempre de unos pequeños agujeros que esa mayor anchura lateral perrrite plenamente (3,5 cm.); el canto de las costillas, sin embargo, está entre I y 2 cm. Varias de estas costillas se sujetan al cesto en cuatro puntos, y otras en tres. En la parte inferior todas terminan en punta afilada, pafa pennitir un mejor ensamblaje. Cuatro de estas costillas tienen un centímetro más que la altura del cesto, pero las dos que sujetan el asa alcanzarn los 39 cm., y la inserción con aquélla se logra a base de atravesarla primero por unas ra-

mo;

nuras practicadas a tal efecto, y luego sujetar bien el conjunto con la ayuda de una cuerda úenzada

lo envuelve por tres veces. Las láminas LVIII, 2 y LIX, 1 dan perfecta idea de cómo se logra esto: a partir de un nudo interior y saliendo por entre el quinto y cuarto haz, o el tercero y segundo según los que

casos. Tales cuerdas de sujeción tienen una anchura de 1,3 cm. y un grosor de 0,5 cm. Las paredes del cesto fueron igualmente proüstas de una gruesa capa

impermeabilizadora.

65. Esportón de minería, procedente también de alguna mina romana, aunque no consta de qué región, que se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo. Su estado actual es relativamente deficiente: prácticamente ha desaparecido el tercio superior del trabajo de cestería. De todas formas la longitud de las ocho costillas que tiene nos marca la posible altura que pudo alcanzar el borde del mismo. Por otra parte todas estas costillas poseen la misma longitud, lo que hace pensar en una sujeción del asa del tipo de la que veíamos en nuestros números 57 y 58. Son veintinueve los haces que conserva, y a ellos hay que añadir unos seis o siete más. El atado de las costillas al cesto se realiza a través de tres o cuatro oriflcios, segrin los casos, y en la misma forma vista hasta aquí, es decir, con ayuda de una pequeña cuerda lograda por torsión. 66. Esportón de minería romano, de tamaño la regiót de Cartagena y

mediano, procedente de

conservado en el Museo de Murcia. Aunque la lámina LVII, 2 no tiene demasiado aumento, permite ver

173

perfectamente qómo la técnica de cestería empleada es esa ligera variante de la cestería en espiral verdadera que apuntábamos antes (vid. supra, núm. 59). En efecto, el elemento fijo o haz de esparto que asciende desde el fondo a la boca está unido en sus distintas vueltas por un elemento que gira en espiral,

aquí. La longitud del madero que constituye el asa es de 50 cm., y presenta entalladura central en donde se redondea la forma algo cuadrangular de la pieza

para permitir un mejor deslizamiento del nudo de soga que aquí actuaría.

envolviendo parte de las fibras de una vuelta y el conjunto del de la vuelta siguiente; ahora bien, ese elemento en espiral está constituido por lo que en cordelería denominaremos un cordelillo o f,lete, es decir, por una fina cuerda doble lograda por torsión. En este caso tales torsiones tienen una clara dirección S en el cordelillo doble, y naturalmente en Z

67. Muy semejante a la pieza estudiada en el núm. 66 es la que presentamos en la lám. LXI, 2. Es un esportón de minería de tamaño mediano que con-

en los dos elementos simples previamente torcidos. Por lo demás, la prcza es del mismo tipo que las

utilizando como elemento móvil un cordelillo de medio centímetro de grosor y una torsión en S. El número de haces o elementos fijos conservados es de sesenta, de un centímetro aproximado de grosor cada uno de ellos. Ocho costillas cortas sujetan este instrumento de mayor envergadura, y dos más largas permiten la inserción, por medio de clavos también de madera, del asa. Cada una de las costillas de madera, que tienen una forma acodada, como también es habitual, se unen al cuerpo del esparto por medio

hasta aquí estudiadas. Las seis costillas más cortas, que debieron llegar hasta el borde mismo del cesto, como es habitual, tienen una longitud de 55 cm., y las dos mayores que aguantan el asa alcanzan los 65 cm. El diámetro aproximado del borde actual del cesto es de 40 cm. En cuanto al nrimero de haces conservados es de 28, y con un grosor de un centímetro cada uno de ellos. A su vez el filete o cordelillo tiene un grosor de 0,6 cm. El mal estado de conservación no afecta sólo a la parte alta del cesto, sino al hecho de que las costillas no conservan los elementos de unión que atravesaron en su día los oriflcios que aparecen en ellas. Las d-os más largas de estas piezas de madera llevan cuatro orificios, y las demás solamente tres. En este ejemplar el asa de madera tiene un elemento nuevo e interesante: tres clavos, igualmente de madera, que la fljan a las costillas una vez colocada en su sitio (dos en la parte derecha de la fotografía y uno en la izquierda; ver figura 175 y lámina

serva el Museo de Cortagena. El cesto se encuentra en perfecto estado de mantenimiento, pese a que falta por completo la capa de material imperrneabilizador. El entramado welve a ser el de la cestería en espiral,

de cuatro puntos de atadura que atraviesan la madera por sendos agujeros. Se emplean para ello cuerdas trenzadas de 0,8 cm. de anchura media. La figura 176 nos muestra la forma en que están confeccionadas

Frc. 176. Pieza de madera que sujeta por debajo

el

esportón (núm. 67).

algunas de las barras de madera, con más cuerpo al conjunto.

Frc. i11.-Fijación de las costillas al asc por medio

de

clavos de madera.

LXI, 2 donde encontramos el mismo sistema de refuerzo). Sin duda, estos dos puntos destinados a aguantar grandes tensiones se reforzarían con cuerdas al estilo que hemos ido notando hasta

trenzadas,

174

el fin de dar

68. Esportón de minería romano, de tamaño mediano, procedente de la región de Cartagena y qve se conserva en el Museo de dicha ciudad. Los elementos de madera se encuentran muy deteriorados: tan solo quedan en su sitio tres de las costillas de longitud pareja al cesto, y una mayor, que sería la base sobre la que se asentaría el asa y en frente de la cual hay que suponer otra de iguales dimensiones.

Las huellas que han dejado en la cesta las piezas perdidas hace pensar en un total de diez costillas, de las cuales ocho serían cortas y dos más largas. De las que se conservan podemos decir que todas muestran cuatro agujeros de ensamblaje al cesto, realizados en la forma corriente, y la mayor de ellas un resto de clavo de madera como los que veíamos en el caso anterior. La altura de lo que es el cesto es de 54 cm. hasta el borde, con haces de esparto de 1,5 cm., envueltos por un elemento espiral doble con torsión S (Z en sus partes simples), que alcanza los 0,3 cm. Contamos un total de 37 de estos haces o acanala-

sor de 1 cm.,

y el elemento

envolvente

o espiral de

3,5 mm. A su vez, éste está constituido por dos cabos simples, torcidos en Z y de dos milÍmetros cada uno, por lo que lógicamente el conjunto muestra una tor-

sión contraria en S. Tras la realización

de los laterales

circulares,

la

tecnica que venimos viendo, se efectuó un largo ¡es¿ángulo que, una vez cosido a aquéllos, adquiriría la forma cilÍndrica que tiene. En sus extremos se dejaron unas escota.duras en semicírculo en la forrna que muestra el esquema de la fig. 177, y siguiendo

duras.

En su estado actual

presenta

un fondo plano,

achatado por el uso, de unos 9 cm. de diámetro, pero su forma original debió ser apuntada, como en los casos precedentes, ya que por dentro puede verse un cono invertido, que asciende hacia arriba.

Las láminas LXI[, 4 y LXIV, 3 nós ofrecen una pieza de gran originalidad por su forma y flnalidad; es un ejemplar úLnico dentro del estado actual de nuestros conocimientos. Nos referimos a la cantimplora de gran tamaño que, procedente también de la región minera de Cartagena, guarda el Museo de esta ciudad.

Fta. t77.-Ptantítta de ,riirlái

i!,,.*rica

de ta cantímptora

69.

La forma más recogida de la

manufactura ha

hecho posible el prescindir de los elementos de madera que en otras piezas rcfuerzan el trabajo de ces-

tería. Se trata de dos caras circulares, unidas por una estrecha franja que, desplegada, tendría forma rectangular, como luego veremos. Su estado de conservación es bastante bueno, aunque en ambas caras circulares falte el centro, o lugar de comienzo de las mismas, y en las a¡istas de unión entre los círculos y la pared cilíndrica que los une, los elementos fijos aparczcar descompuestos y mostrando al aire sus fibras constituyentes. Observando estas superficies circulares se podría pensar en un empleo semejante para las que veíamo§ antes en ruims. 46-47 y lámina L,,2. Como elemento aislante que evita la salida del agua llevaba una gruesa capa de pez o alquitrán por dentro y por fuera, aunque hoy falte en grandes extensiones, donde el esparto atrmrece al descubierto por completo. Es de suponer que su empleo estaría relacionado con el suministro de agua para los mineros.

Los laterales circulares tienen un diámetro de 40 centímetros, con un total de L4 y 15 haces, respectiyamente, más los que entraran en esos centros, hoy desapa,recidos. Cada uno de tales haces tiene un gro-

que luego daríat origen al orificio redondo al que se unió el cuello o embocadura; las últimas fibras de tal agujero se casarían con elementos cosidos en espiral a una serie de tres haces circulares, que forman el cuello. El diámetro de esta abertura así lograda es de 12 cm., y su altura de 3. Rodea la boca una cuerda hecha por torsión de dos cabos, en Z, y de 0,5 cm. cada uno, que juntos dan un grosor de casi 1 cm. y una torsión en S, como muy bien puede verse en la lámina LXIV, 3.

70. Con la misma técnica y el mismo elemento de unión doble, y a veces triple, girando en espiral, se confeccionó el gran esportón de minería procedente de la mina Triunfo (Mazarrón, Murcia) y conservado en el Museo de Murcia. El gran tamaño y peso de la pieza hicieron imposible el poderla sacar de la vitrina para fotograflarla. k faltan todos los elementos de sujeción de madera I quedan sólo las huellas de los mismos (seis en la parte delantera, lo que representa un posible total de l2), y a la derecha del todo parte de una de estas costillas protectoras. Precisamente el gran tamaño de la pieza debió ser la causa de que estos elementos hayan desaparecido por sucesivas roturas. En efecto, en el estado en que está, chafada y aplanada sobre sí misma, contamos 70 cm. de ancho pm 76 de alto. Si a ello se le añade la base de las costillas y el gran madero que constituía el asa, el conjunto pudo haber alcanzado muy bien los 90 cm. de altura. Precisamente en las huellas de las costillas de madera es donde únicamente se han conservado restos del elemento impermeabilizador, tantas veces citado. 175

los haces paralelos o elementos fijos alcanzan un grosor de 2 cm., y contamos 31 de ellos; sin embargo, el borde actual pudo no ser el final definitivo. Los elementos espirales vartan entre 0,5 y 0,8 cm. de grosor, con una torsión flnal en S, y por tanto en Z en sus elementos constitutivos.

71. Gran esportón de minería procedente de la misma mina romana de El Triwfio (Mazarrón), y que se conserva en la misma vitrina del Museo de Murcia que el anterior. Es de características muy similares al que acabamos de ver, aunque está algo más deformado.

Con una técnica exacta de cestería en espiral, muestra un total de 37 haces de 2 cm. cada uno de ellos, siendo el grosor de los elementos espirales igualmente de entre 0,5 y 0,8 cm., con una torsión en S, como fruto que son de la unión de dos cuerdecitas simples logradas por torsión en Z. Las huellas de las costillas de madera se aprecian mucho menos que en la pieza anterior, si bien pueden contabilizarse cinco de ellas, lo que supone un total posible de 10, aunque el tamaño aconseja las 12 costillas.

72. Gran esportón de minería del tipo que acabamos de ver, pero en mucho peor estado de conservación, que aconsejó colocarlo en posición horizontal. Su procedencia es la misma, y se encuentra igualmente en el Museo de Murcia. La técnica de construcción ha sido idéntica, con 30 haces de fibras de esparto, en este caso de 2,5 cm. de grosor, que le permiten alcanzar una longitud total de 80 cm. en la posición aplanada en que está. La anchura es aproximadamente de 75 cm. El cordelillo doble es algo más grueso, siendo su media de 0,8 cm. Como elementos protectores alteman, al parecer, costillas de madera y gruesas sogas. colocadas en la misma forma y unidas igualmente al cesto con cuerdas más finas. Su estado actual hace de todas formas difícil saber cuántos de tales elementos tenía y cuántos de madera. Estas sogas de esparto alcanz¿p l6s 5 cm. de grosor, y son del tipn ennealinos que veremos al hablar de la cordelería, es decir, compuestas por 9 cuerdas simples logradas por torsión (S), que al unirse de tres en tres constituyen tres tori de torsión Z, los cuales, enlazados entre si forman ya una soga de 9 elementos y con torsión S otra vez. Junto a este esportón muestra el Museo una gran asa de madera a la que va enroscada unagruesa soga

26

mina

G. Gosse, loc. cit., n. 2l del capítulo III, quien en láIV da un dibujo que debe responder a la realidad de

cuando él vio tales esportones, mucho más íntegros que hoy.

176

que.debió de constituir el elemento de sujeción de o de cualquier otro de los grandes esportones ya vistos.

éste

73. En el Museo de Cartagena pudimos ver, aunque no fotografiar, por hallarse embalados en una zona sin luz, dos esportones más del mismo tipo, de grandes dimensiones: en su estado actual aplanado miden 65 cm. de ancho por 85 de altura. El núLmero de sus haces oscila entre los 30 y los 34. El grosor de los mismos es de 2,2 cm., y el de los cordelillos que los envuelven en espiral de 0,5 a 0,6 cm., con una torsión en S, y en los elementos simples que los forman en Z. Presentan una particularidad interesante ya vista en el nrfun. 67 consistente en la existencia de un madero de forma curva que rodea la base inferior de uno de los cestos de esparto (ver figura 176), y que se uniría a él por medio de pequeñas cuerdas a través de los oriflcios que presenta, los cuales se hallan a una distancia entre sí de 9 cm.6

74. Terminamos la serie de esportones de gran tamaño con el ejemplar que conserva el Museo Arqueológico de Barcelona, que procede, al lmrecer, de las minas romanas de Mazarrón (ver lám. LXII). Su estado de conservación es también bastante deficiente, como suele ocurrir con estas piezas enormes. La cesta está chafada sobre sÍ misma, endurecida, puesto que ha perdido las costillas de madera; a juzgar por las huellas que dejaron debieron'existir doce, tal vez trece. Anuque nada queda de ella supo-

nemos que

el

asa, como en otras piezas de

estas

dimensiones, estaría formada por una gruesa barra de madera sujeta a dos costillas con cuerdas trenzadas.

El

trabajo de cestería presenta hoy una altura

de 80 cm., y 68 de ancho en su posición chafada. Los haces de esparto alcanzan 2,5 cm. de anchura y se unen entre sí por medio de la característica cuerdecilla doble, que en este caso alc,anza los 3 mm. de grosor; su torsión es en S, y constituye el elemento

móvil con el que, empleando la técnica de la cestería en espiral, se realizó el esportón. La capa impermeabilizadora se conserva mal, y aparece sobre todo en lo que son las huellas de las antiguas costillas.

Por último, creemos que hay que añadir también entre la cestería en espiral la llamada cestería de

saltos, la "technique of sprang" de los ingleses o "Sprangtechnik" de los alemanes.2T Y decimos esto porque creemos que si el método de obtención no es el mismo que el visto hasta ahora, el resultado es muy semejante y la realidad es que los hilos del teji-

do así

confeccionado tienen

un sentido en espiral

completo.

Esta técnica, estudiada desde antiguo, es de una realización sencilla; sin embargo requiere un pequeño telar, o, mejor dicho, un soporte, consistente exclusivamente en dos barras de madera paralelas, sujetas de la forma que se quiera, pero de modo que entre ellas dos se pueda extender una urdimbre de hilo rinico, de forma que éste vaya de una a otra barra, rodeándolas, hasta llenar la superficie deseada. Completan el instrumento cuatro barritas más finas, cuyo empleo explicaremos más adelante. El esquema de K. Schlabow x ha sido repetido por otros autores, y es también el que ofrecemos nosotros en la fig. 88.

El hecho de requerir este simple soporte de sujeción, que podemos llamar telar, y el haber sido encontrados fragmentos de redecillas hechas con materiales blandos, del tipo de la lana, en las que se aplica este sistema, a hace que nos encontremos claramentg a medio camino entre la cestería y el tejido. Sin embargo, nosotros solamente disponemos para la Península de una serie de fragmentos que siguen esta técnica y que tienen como base un material característico de la cestería: un tipo indeterminado de gramínea, que proporcionó una flbra muy fina y

este entramado,

y por ello remitimos ahora allí. s El

resultado final será una pieza más o menos tupida, según se aprieten con mayor o menor fuerza los hilos de la urdimbre entre sí en el momento de instalarlos en el bastidor.

En los cinco fragmentos que conservamos esta a la que aludíamos antes,3l aparece convertida en un fine hilo de torsión S y de aproxima-

grarnínea,

damente 0,6 mm. de grosor, finura que desvirtúa la gran ampliación de las fotografías. De dos de ellos conservamos parte de una especie de asa y del borde de la cesta (lámina LXI[, 1-2). Este borde está formado por el procedimiento de atar con un elemento algo más grueso, y manejado también en espiral, el tejido previamente trabajado a un haz de filamentos de refuerzo, colocados a tal efecto. Los filamentos del haz presentan torsión Z, mientras que los del elemento de unión la tienen en S. Pero donde mejor se aprecian los resultados de esta técnica es en los fragmentos de la Lámina LXIV, l-2, a propósito de los cuales remitimos también al esquema de la fig. 178. La semejanza entre ellos es indudable. El tamaño de la pieza mayor es de 2,5 centímetros en su lado más largo; la núm. 2 tan sólo tiene 1,3 cm. de longitud, siendo 2,3 cm. el largo de la núm. 3 de lám. LXIII, 3. Las torsiones de las fibras son en S.

plana.

75. Son cinco los fragmentos a que habíamos alusión, todos ellos procedentes del yacimiento ibéric,o de El Cigarralejo (Mula, Murcia) y que englobamos en un solo número en tazón de su clara pertenencia a un mismo cestillo (ver láminas LXIII, l-3 y LXIV, 1-2, a distinto tamaño). Siguiendo el esquema de M. Hald, que reprodu_ jimos en la figura 89, pueden comprenderse todos los pasos necesarios hasta la obtención de una superficie lisa. En el capítulo dedicado al tejido ya dimos am_ plia inforrración sobre la técnica de realización de

z Vid. H. C. Bnonoru - M. H¡r.o, CBAD, pp. 137-142; W. Le,BluMe, ETA, pp. 87 ss.; K. Scu,erow, é-Cn, pp. +l_ 5l y fig. 40; H.-J. Huxor, VRC, pp. 198-200. 28 Originalmente publicado en su trabajo Abdrücke von Textilien an Tongefiissen der lungsteinzeit, lahresschrift für mitteldeutsche Vorgeschichte,44, 1960, p. 52, fig. l. 2e Como, por ejemplo, un fragmento hallado en Vindonissa (Suiza), que puede verse en J. p. Wro, TM, fig. IX b, y t¿bla B, 93; igualmente podemos añadir otra interesante pieza procedente de Haraldskjaer (Dinamarca), que recogen H. C. Bnosor,u - M. Helo, CBAD, pp. 140 s.

Ftc. t78.-Cestería de saltos. Según H.-J. HuNor.

fi

Yid. supra, pp. 108

ss.

3l Aunque H.-J. HuNor, VRC, p. 199, no da indicación alguna acerca del tipo de gramínea de que puede tratarse, sabemos que en esta zona son frecuentes el Lygaeum spartum L. (albardín, atochín, esparto basto, etc....), la Macrochloa tenacissíma K. (esparto común, esparto fino, atocha), y la Stipa juncea L. (esparto junciero), entre las gramíneas; vid. E. Rsyrs Pnosrrn, Las estepas de España y su vegetacíón, Madrid, 1915, p. 159.

177

D)

Cesfería pseudotrenzqda o en "rabo de cerdo"

Esta técnica de gran interés

y

antigüedad

la

en-

contramos representada ampliamente en la colección procedente de la Cueva de los Murcilllagos (Albuño'|,

Granada): son cinco los fragmentos que pueden servirnos de ejemplo en este caso, que completaremos con otros de raíz argárica. A partir de los primeros obtuvo en su día E. Vogt 32 un esquema largamente recogido por la bibliografía posterior, y comentado por La Baume.33 Puede verse €n la figura 179, atn-

Ftc. l79.*Cestcria

pseudotrenzada. ,SegrÍn

E. Vocr.

que ofrecemos también nuestra propia versión en ia I

80.

76. Tenemos, en primer lugar, una clara muestra de esta técnica en una pieza ya estudiada antes (ver

lo

que ocurre es que así como en el centro eran fljados y envueltos por una parcja de elementos móviles, aquí esos mismos elementos fljos, y muchos más que se van añadiendo para dar la forma abierta buscada, van ascendiendo en forma escalonad'a hacia la derecha y formando en cada vuelta falsas trenzas entre tres de ellos. Por eso estamos ante un tipo de cestería en donde los elementos integrantes van siendo alternativamente fljos y móviles, o mejor dicho, adquiriendo esas funciones segin los casos. El resultado es que las flbras van tomando, a medida que aumenta el trabajo, un aspecto de pequeña hélice que explica el nombre de "rabo de cerdo" para denominar el tipo de cestería. La complicación de esta técnica radica en que no avaflza el trabajo de una manera bien delimitada, sino que están puestos en juego a la vez todos los filamentos manejados, es decir, que uno de los elementos (como puede verse por el esquema de la flg. 180) forma parte de tres nudos de una de las falsas trencitas, para ascender, a continuación, a la siguiente, donde vuelve a ser introducido en tres anudaciones más, y así sucesivamente. Hemos dicho que de trecho en trecho se van aña-

diendo elementos nuevos que perrnitan realizar la forma circular de la estera. No se da en esto una frecuencia regular exacta, sino que depende de las necesidades. En uno de los nudos se ñja un nuevo elemento que en la vuelta siguiente entra en el juego como uno más, desalojando al más viejo, el cual queda destinado a formar el próximo nudo de la trenza (en el esquema de la figura 181 hemos seña-

2

Ftc. l8O.-{estería

pseudotrenzada.

núm. 20 de este catálogo). Ahora nos vamos a referir solamente a un segundo momento de su realización 0ám. XLIII , 2), una vez superada la zor,a del centro de esta posible estera (que veíamos al hablar de la cestería atada o cordada). Realmente, aunque las técnicas empleadas son bien distintas hay una continuidad en muchos asp€ctos. Los elementos fijos son comunes a las dos partes en que se divide la pieza1' 32

178

GG, p. 38, fig.

67.

FIc. l8l.-1¿frorluccíón de ttn nuevo elemento

(señalizado

en zig-zag)

Iizado en zig-zag el nuevo elemento). Se trata de puntos de posible fácil ruptura, y lo mismo sucede con las uniones de fibras que se acaban con otras 33

ETA, pp. 57

s.

nuevas que vienen a sustituirlas. Ambas, ia que se acaba y la que comienza, se anudan juntas brevemente, y luego la nueva ocupa el lugar de la primera

(ver esquema de la fig.

182.).

za anterior. Es decir. que se introducirán en

e1 nudo mientras otros de ellos, de la trenza siguiente algunos quedan al aire para incluirlos después. Esta recuperación de los elementos que se dejan sueltos hace que

se alarguen luego por encima de 1o ya hecho.

Se

producen verdaderos saltos transversales sobre cuatro elementos ya trenzados. Su tamaño es de 31 x 24 cm. Se conserva en bastante buen estado en el M.A.N.

Frc. r82. Sustítución

,Z,i:

;j:f:,1to

que se terntirru por

El material empleado ha sido el esparto, como decíamos. Las fibras son aproximadamente de 1 mm. de grosor con leve torsión Z en 7as zonas de las trenzas a causa del trabajo. 7V. Fragmento de cestería de esparto procedente de la Cueva de los Murciélagos (ver lám. LXV, I y su

78. Fragmento de cestería pseudotrenzada conservado en el M.A.N. y procedente de Ia Cueva de los Murciélagos. Puede verse en la lám. LXVI, l. No conserva núm. de inventario. El material empleado vuelve a ser el esparto, pero en este caso bien trabajado, lo que da como resultado una superficie mucho rnás flexible y menos resistente. Hay ligeras diferen-

:

las flbras, de casi 3 mm. de grosor, cuando salen del nudo de la falsa fnenza son partidas en dos haces pequeñitos que van a formar parte de nudos diferentes en la vuelta siguiente. No hay pues ei paralelismo que veíamos en los casos anteriores (ver para ello la fig. l8a). Cada una de las trenzas tiene un grosor bastante desigual, desde los 6 mm. al cias técnicas

centímetro completo. Son nueve de ellas las que conse

rvamos.

amplíación en 2). l.a técnica empleada es la de la cestería pseudotrenzada, con unas formas y medidas tan semejantes a la pieza anterior que podría pertenecer a la misma estera, si bien este caso muestra el reborde de la pieza, logrado gracias a la hechura de un trabajo más cerrado al acercar entre sí las hileras de las trencitas. La unión entre el reborde y la estera propiamente dicha se acentúa con un pequeño adorno, que se repite, por cierto, a 1as siete vueltas y luego a las cinco y a las tres, donde constituye el final definitivo de ia manufactura. Como muestra el esquema de la figura 183, se logra este efecto por: el cambio de orden de manejo de los elementos salidos de la tren-

Ftc. '184.-Borde de la cesta núm.

78-

Ei borde

se logra por medio de la realización de una trenza de doble grosor que las anteriores (aproximadamente de 2 cm.). Recoge así todos los elementos que han formado la pieza y se le añaden sin duda nuevos haces de forma disimulada. Creemos identificar el asa de Ia cesta en una serie de trenzas auténticas e independientes colocadas transversalmente en

la zona izquierda de la lámina. Ftc. l83.-Adorno o variacíón de la pieza núm. 77 del catálogo.

79. Cestillo de esparto procedente de la Cueva de los Murciélagos, lleva el núm. de inventario 594 179

Ftc. l85.-{¿stillo de la Cueva de los Murciélagos (Albuñol,

y

se conserva en el M.A.N. de Madrid. Como puede verse en la lámina LXVI, 2, se trata de una cestita pequeña. A partir de una serie de anudamientos en la base se pasa a la técnica de la falsa trenza, pero con resultados menos tupidos (ver el esquema de la figura 185). Podríamos decir que el trenzad,o va subiendo en espiral en doce vueltas, y el grosor del mismo es de

Granada).

dera, Ios tres elementos en juego. Con la repetición de ese sistema, en las vueltas sucesivas se va haciendo un trabajo calado. Para mejor comprensión ver el esquema de la f,gura 186. A1 final de cada uno de los grupos de columnas sólo una de las tres hebras manejadas en Ia falsa trenza sube hacia arriba, siendo

medio centímetro aproximadamente. La materia prima está sin mazar y cada uno de los haces manejados consta de dos o tres fibras. Para acoplarse a la forma globular de la pieza algunos de estos haces se bifurcan primero, para unirse cuando ya se está cerrando la pieza hacia la boca. Con esto se da una mayor amplitud a la panza. La orilla superior se ha reforzado con una irerrua de mayor grosor, casi el doble que la que compone el total del cestillo. A la derecha de la fotografía puede apreciarse una asita lograda mediante ur,a trenza auténtica, que se ata luego al cuerpo de la pieza. Como ocurría en el caso de los cestillos cilíndricos del mismo yacimiento las asas no tienen como finalidad la sujeción equilibrada, sino que suelen ocupar una posición excéntrica. Su altura es de 12 cm.

80. El

Museo de Granada guarda una de las

piezas más interesantes de esta técnica de cestería pseudotrenzada; la podemos ver en la 1ámina XIII de C. Alfaro, CM. Conserva el núm. de inventario 618 que se le dio en el M.A.N. de Madrid. Pensamos que se trata de una esterilla circular por su forma y por la sutileza, que hace descartar su uso como cesto. Técnicamente se trata de la cestería pseudotrenzada, pero con una interesante variante en lo que es el cuerpo de la píeza. Cada siete o nueve columnas

verticales se ha intemrmpido la confección de las mismas y se han entrecruzado, en una trenza verda-

180

FIc. 186. Varianfe de la

cestería pseud'otrenzada.

reemplazada en la trenza verdadera por otra quc procede de la vuelta anterior. La propia forma redondeada de la estera condiciona el aumento progresivo de los nudos y por 1o tanto del número de columnitas verticales. Lc mismo sucede con el número de los nudos de las trenzas verdaderas. Nuestro fragmento ha conservado, por otra parte, un refuerzo f,nal en el que volvemos a encontrar el mismo entramado tupido que veíamos en Ia lámina LXV, 1 y 2, con los mismos adornos que describíamos en la f,gura 183 y que aquí sólo tienen una misión decorativa. 15 x 16 cm. de tamaño.

81. En las recientes excavaciones ya citadas del yacimiento de Lqs Angosturas (Gor, Granada) aparecieron, en muy mal estado de conservación, los

restos carbonizados de lo que debió de ser una estera o capazo realizado con la técnica de la cestería pseu-

a jtzgar por las fotografías (ver lámina LXVII, 2, de muy difícil apreciación) y los datos

dotrenzada,

que, amablemente, nos han proporcionado sus descubridores.

82.

Terminamos la descripción de las piezas de cestería pseudotrenzada que conservamos en la Península con una serie de cuatro fragmentos carbonizados, pero en buen estado de conservación tras su consolidación, procedentes de la casa 1 de Los Millares (Almería). Se conservan en el M.A.N. sin número de inventario (caja 688). Como el material argárico visto hasta aquí provienen de las excavaciones de los Siret. Puede verse una muestra de ellos en la lámina

LXVIII,

1

y

3.

La técnica seguida para la confección de esta posible cesta, de la que no queda ningún borde ni nada que pueda indicarnos su tamaño o forma, es la que vdnimos viendo en este apartado y responde al esquema de la figura 180, pero realizando las falsas trenzas unas junto a otras sin dejar espacios libres entre ellas. Las flbras que forman los haces de esparto son muy finas, pues no llegan al medio mm., siendo éstos también de grosor reducido (4 mm.). En la caja donde se encuentran estas cuatro piezas mejor conservadas hay una gran cantidad de restos de esparto completamente deshechos, procedentes de la misma casa, y que verosímilmente formaron parte de la misma manufactura.

E)

Cestería trenzada

La cestería ttenzada verdadera es aquella que utitrenza de tres elementos como base de sus realizaciones. Se trata por tanto de ensamblar de una manera u otra trenzas ya hechas previamente, o que se van realizando a lL yez, para lograr con ellas superflcies lisas más o menos tupidas. SegriLn hemos podido veriflcar es una técnica no demasiado empleada en la Península, o por lo menos esa sensación se tiene al fiatar los restos que de ella nos han legado el azar y el paso del tiempo.

laa la

83. El

riquísimo conjunto de

la

drid con el núm. de inventario 625. Partiendo de cinco nudos localizados en la base y que recogen las fibras iniciales del trabajo, se ha ido confeccionando una trenza que sube en espiral hacia la parte superior del cesto y que de trecho en trecho fija una serie de siete elementos verticales, de esparto sin mazar, muy deteriorados por el uso. Tanto los siete elementos verticales como la treriza ascendente en espiral han salido de las flbras iniciales anudadas en el fondo. En la última vuelta se incluyen en la trenza los elementos verticales, y ésta misma forma una leve asa. La trenza presenta una anchura de medio centímetro y un grosor de 3 mm. Con todo ello se logra, como puede verse, un cestillo de forma cónica y de una gran sutileza, cuyo tamaño en altura no sobrepasa los 11 cm.; siendo el diámetro de su boca de 7 cm.

Cueva de los

Murciélagos de Albuñol (Granada) también nos depara un claro ejemplo de ella. Se trata de un pequeñó cestillo muy calado (ver lám. LXIX, 1 y el esquema de la fig. 187) que se conserva en el M.A.N. de Ma3a

Fto. 187.-lestería tenzada.

84.

Pero también dis¡ronemos de un ejemplo de

lo que algún autor denomina, para la cestería actual, tejidos de cuerda cosida. 3a Nosotros lo calificamos dentro de la cestería trenzada, ya que es el elemento

B. KuoNl, Cesleria tradicíonal lbérica, Barcelona, 1981,

pp. 283

ss.

181

trenzado la base del trabajo (y sabemos que no todas las cuerdas son trenzadas). Son en realidad dos pequeñas piezas, pertenecientes sin duda a la misma manufactura, que proceden del yacimiento argárico de IÍré (Almería). El M.A.N. las guarda sin núm. de inventario en la caja 1.452

correspondiente al citado yacimiento. La primera de ellas, mucho más clara gracias a su mejor estado de conservación y de la que ofrecemos un esquema en la figura 188, nos muestra una serie de trenzas paralelas entre sí y colocadas unas encima de otras (ver

\ Ftc. 118.-Cesteria

trenzada.

lám. LXVIII, 2). El entrelazado de todas ellas se ha logrado mediante la inserción de una serie de elementos verticales, simples haces de fibras de esparto que aparecen cada dos centímetros y medio.

Para finalizar este capítulo, hay que señalar que varios de los tipos de entramado vistos en los materiales estudiados hasta aquí los encontramos representados en otras zonas europeas y del Mediterráneo oriental. Aunque ios diferentes paralelos poseen fcchas muy dispares, y la auscncia de monografías actuales sobre cestería dificultó mucho nuestra labor. se trata de similitudes realmente importantes, que no queremos pasar por alto. Siguienelo el mismo orden que hemos adoptado en las páginas anteriores, en el caso de la cestería tejida o en damero conocemos la existencia, por ejemplo, de una pieza de barro hailada en la estación palafítica de Weiher. junto a Thayngen (distrito de Schaffhausen, Alemania), depositada en el Museo de Schaffhausen, que conserva la impronta de un trabajo de cestería que utilizaba este entramado, y que quedó a medio terminar.3s De una de las variedades de la cestería tejida, la que hemos llamado cruzada en diagonal. podemos señalar la existencia de dos improntas, también sobre barro endurecido por la acción del fuego, procedentes del yacimiento de Aradac, junto a Veliki Beókerek, en Yugoslavia, conservadas en el Museo de Belgrado, e así como otro ejemplo hallado en la región del Bajo Danubio.3T En Egipto. en cambio, se han podido rescatar, gracias a la sequedad del clima, varios ejemplares de cesto fabricados con palmito, en los que se siguió esta misma técnica; s todos ellos pertenecen al período de El

Amarna.

Por la forma arqueada de este pequeño fragrnento pensamos que pudo tratarse de un cestillo destinado a contener granos de cereai, de los que aún quedan

De la llamada cestería atada o cordada di'sponemos igualmente de paralelos interesantes. En el Landesmuseum de Zürich, así como en ei. Historisches

algunos entre sus fibras. La anchura de las cuerdas es de 1,5 cm. y el grosor de 0,5 cm.

Museum de Berna, existen algunos fragmentos de cestas, procedentes del yacirniento palafítico de Robenhausen, que guardan una enorme semejanza con nuestros cestos caliciformes.3e De otro yacimiento suizo, Niederwill, dispone el Landesmuseum de Zürich de otro cestillo de parecidas características. Tal vez una mayor transparencia del trabajo, y peor estado de conserv'ación, es io único que separa a estas piezas de ias nuestras. Por otra parte, de una variante muy próxima a esta técnica (representada en ei esquema de la figura i89) guardan algunos museos europeos unas cuantas piezas bien conservadas" a) La misma técnica de cestería atada o cordada, cuando se distancian los elementos horizontales móviles, da lugar a otra variante, de la que tenemos

85. Otra pieza, de carácter muy dudoso en cuanto a su técnica, pero que englobamos aquí por formar las trenzas parte integrante de ella, es la que, procedente del yacimiento ibérico de Campello (Alicante), guarda el Museo Provincial de dicha ciudad. La casi totalidad de los restos conservados consisten en una masa quemada de fibras informes ; sin embargo, según el testimonio del Director del Museo, Dr. E. Llobregat, el conjunto de fibras antes de ser recogido del suelo formaba un círcuio, lo que evidentemente hace pensar en que quizá se trataba de una cesta ancha, plana y de tamaño regular" 35 Vid. 36 Vid. 37 Vid.

E" Vocr, CG, pp. 6

s.

E. Vocr, GG, p. 7. V. Mrxov, Stations et trouvailles préhistoriques en Bulgarie, Sofia, 1933, lám. 12; E. Vocr, GG, p. 7.

182

«>

38 3e



Vid. G. M. Cnow'r'oor, TBM, pp. 4t8 y 422, fig. 26t. Vid. E,. Vocr, GG, p. 16, figs. 22-25. Vid. E,. Vocr, GG, pp. 20 s., figs. 32, 33, 35 y 36.

del primer peíodo palafítico-neolítico. Otro fragmento

de esta misma técnica, originario del palafito de Schussenried (Württemberg), se halla en la Práhis-

Ftc. L89.-Varíante de la cestería atada o cordada. E. Vocr.

Según

paralelos muy interesantes. Así, cinco piezas del Landesmuseum de Znnch, procedentes del palafito de Robenhausen, al cuya única diferencia esencial con los cestos de la Cueva de los Murciélagos consiste en que aquí los elementos verticales fijos están previamente trabajados, logrando una pequeña cuerdecilla por torsión de dos elementos simples. Muy semejante a todas estas piezas es un cestillo de Deir El-Bahari fechado hacia el 900 a.C.4 La cestería cosida en espiral, y dentro de ella las piezas que nosotros hemos calif,cado de laterales de cantimploras, es la que quizá disponga de paralelos más claros. Proceden asimismo de los lagos suizos: son manufacturas conservadas en el Landesmuseum de

Zürich (encontrada en el Murtensee), en el Museum für Vélkerkunde de Basilea (encontrada en Wauwilermoos, distrito de Lucerna), y en el Museo de Neuchátel (encontrada en St. Aubin am Neuenburgersee),

4r Vid. E. Vocr, GG, pp. 13-15, ñgs. 15-17, 2O y 2l; E. Ruonn, TKZ, p.258. 42 Vid. G. M. Cnowroor, TBM, p. 423, frg. 267. 43 vid. E. Vocr, GG, pp. 8-12, figs. 6-9; E. Ruonn, TKZ, p. 258. 'r4 E. Ruonr, TKZ, p. 262, fre. 18. 45 Vid. G. M. Cnowroot, TBM, p. 419, frg. 263. aó

En efecto, presentado un fragmento del material de la M. Almagro Gorbea al Ins-

Cueva de los Murciélagos por

torische Staatssammlung de Berlín. a3 IJna gran pieza circular, de 42 cm. de diámetro y confeccionada con el sistema de cestería en espiral, procedente también del Cantón de Zúriich,M pndria ponerse en relación con nuestra cantimplora de láms. LXIII, 4 y LXIV, 3. Por lo menos la técnica es la misma, el tamaño casi igual e incluso en ambos casos se ha deteriorado

el centro. Además, también podemos señalar la existencia de un cesto egipcio del mismo tipo que el que veíamos al hablar de esta técnica y describir el cesto plano de boca ancha de la Cueva de los Murciélagos

(vid. núm. 44); aprecido en Gurob, en el Fayum, está fechado hacia 3400 a.C., as es decir, en la misma época que el nuestro. « La ínica diferencia técnica estriba en que una vez realizado el cesto se ha reforzado con tiras paralelas verticales, que partiendo de la base llegan al borde y que, con la misma técnica cosida en espiral, van entrelazando de dos en dos los haces ya unidos por el trabajo anterionnente realizado. Tales costuras están, ademiís, coloreadas, cosa que, por otra parte, también anotó Góngora que ocurría en el caso de los cestillos de la Cueva de los

Murciélagos en el momento de su hallazgo, como en

su lugar señalamos.

tituto de Química Física "Rocasolano" de Madrid, dependiente del C.S.I.C., éste proporcionó un informe en junio de 1975, en el que leemos: Material: Esparto

-

Edad C-14: 5400 + 80 años Edad equivalente: 3450 años a. C. Referencia del laboratorio de geocronología: CSIC-246

183

CAPíTULO IX

LA CORDELERÍA Merpnrer,rs Y FoRMAs ps r¡rcucróN

¡, cordelería, en esencia, constituye un fln en sí misma y no, como podría pensarse, una fase previa a la labor de cestería. Si bien en ocasiones esta última uttliza elementos ya trabajados del tipo cordel o trenza, ello no es lo común, como hemos visto'a través de los restos conservados en la Península; por el contrario, el artífice de una cesta o de una estera maneja la materia prima estando poco elaborada. Una pequeña torsión de las hebras en el momento de la misma realización de las obras es ,lo más común. Así pues, la cordelería es una especialidad con entidad propia, que supone unas técnicas y unos métodos exclusivos, y, por tanto, una dedicación concreta desde el punto de vista laboral. Según podemos saber por Plinio, 1 son varias las fibras vegetales que hay que considerar como básicas parala fabricación de las cuerdas en la Antigüedad: que para tales - El lino, del sabemos que se usó cometidos desde época homérica.2 El junco, también empleado desde muy antiguo, ya que la voz griega con que se le conocía dio nombre incluso a la cuerda (oloivoq) y al cordelero (oXotvor).dxoe).

, cannabis) y la estopa del - El cdñamo cdñamo (otórr¡, stuppa), o parte más grosera del tallo (xdvvaprq

de esta planta, nombre que, a su vez, proporcionaría entre los romanos denominación al oficio de cordelero (stuppator).

1

La palma. NH XIX,

25

y

31.

- La corteza del tilo.papiro, que por no del ser utili- Los desechos zables pmra la escritura se dedicaban precisamente a la fabricación de cuerdas (ver figura

Frc. 190.-{ordeleros tabricando Mediados del siglo

cuerdas de papiro. Tebas.

XV a. C. Según G. M. Cnownoor.

La paja, con la que

da especial,

190).

se confeccionaba una cuer-

destinada sobre todo a usos domésticos, que recibía en latín el nombre de napura. El esparto (oaáptov, spartum), cuyas condiciones eran tan destacadas que ninguno de los demás materiales podía equipararse a é1, especialmente en lo concerniente a la obtención de maromas destinadas al equipamiento de navíos, ya que esta fibra se endu2 Vid. Hom., Il. II. 135, pasaje que fue recogido por diversos autores clásicos para atestiguar el uso remoto del lino.

185

y restablece en contacto con el agua del mar. La producción de grandes cantidades de esparto en extensas áreas de la Península Ibérica, cuya calidad se califica de excelente, es lugar común en las fuentes antiguas. No vamos a insistir en estos aspectos, para los que remitimos directamente al capítulo III de este rece

trabajo.

El cuero: cuando estaban destinadas a resis- esfuerzos excesivos, las cuerdas se hacían en tir unos de cuero (lora), que trabajadas juntas daban las llamadas lunes lorei. Las pinturas murales egipcias nos vuelven a dar un ejemplo claro de ello en una tumba de Tebas de hacia la mitad del siglo xv a.C., y que reproducimos en nuestra figura 191. Como puede verse, la escena se interpreta de ocasiones con tiras

Frc. 191.-Cordeleros trabajando el cuero. Tebas. Mediados del siglo XV a. C.

Ateniéndonos en primer lugar al grupo de cuerdas por torsión, debemos decir que el proceso de fabricación de un material de estas características requiere, contra lo que pudiera parecer, el empleo de un reducido instrumental, aunque imprescindible, y sobre todo la colaboración de dos o tres operarios. La pintura de la tumba egipcia de la XVIII Dinastía que vemos en la figura 190 nos da noticias exactas de estos útiles y de las formas de actuación; aunque aquí encontremos el papiro como materia prima empleada, ello sería lo de menos, ya que el hombre se amolda a lo que la naturaleza le ofrece para la consecución de sus fines prácticos. En este caso podemos ver en la parte alta de la pintura, rodeados de cuerdas ya hechas y flbras preparadas para ser trabajadas, los instrumentos propios de esta pequeña industria; en la parte superior izquierda se aprecia un largo cuchillo, que tendría como objetivo el cortar el papiro en una primera fase. Sin embargo, para la fabricación de cuerdas de esparto había que sustituir este elemento por unos pequeños bastoncitos de madera, con los que el fabricante se ayudaba para arrancar las hojas de la planta, en lugar de cortarlas.3

A su derecha hay un pequeño bastón, posiblemente de madera, con ayuda del cual se fijaban más estrechamente los dos elementos simples que compon-

drían la cuerda final. Debajo, a la izquierda, aparece un elemento muy necesario, que servía para ablandar izquierda a derecha, y en ella tres obreros colaboran golpes a el papiro y obtener así las fibras; en el caso en la obtención de este tipo de cuerdas. El primero del esparto existiría también este instrumento, absocorta con un estilete especial el cuero de una de las piezas que tiene junto a é1, y lo hace en sentido circu- lutamente necesario para separar la fibra de la planta. Una vez que quedaban las fibras sueltas, por meIar. Los otros dos confeccionan la cuerda, uno agredio de un sencillo proceso de hilado de las mismas se gando las fibras que el primero le cede, y el tercero retorciendo el conjunto con ayuda del aparato em- obtenían unos simples cabos o hilos ().ivov) a través pleado a tal efecto, y sobre el que luego volveremos. de la torsión de las fibras entre los dedos. Siguiendo La operación por medio de la cual se obtienen las el ejemplo gráfico de las pinturas de Tebas sabemos cuerdas presenta. independientemente dei material que en Egipto se usaban unos pequeños instrumentos que se emplee, dos variantes esenciales, y podemos que ayudaban a dar más fuerza a la torsión de los dividir los resultados obtenidos en dos grupos bien hilos, y posteriormente de las cuerdas con ellos formadas; consistían en una columnita terminada en diferenciados: una cabeza algo más voluminosa, a la que se ataba a) Cuerdas logradas por simple torsión de sus el comienzo del hilo ya realizado. En la inserción elementos. de esta columnita con la cabeza se f,jaba una leve b) Cuerdas logradas mediante trenzado y a par- cuerda, al flnal de la cual colgaba un peso, probabletir de elementos sin torsión previa. mente una piedra metida en una pequeña redecilla. Estos dos grandes grupos podemos encontrarlos, La función de este peso sería, sencillamente, la de a su vez, tanto en forma sencilla como multiplicados dar movimiento de giro al conjunto sin necesidad de en sus efectos, según el número de elementos simples realizar, para ello, demasiada fuerza. Así el cordeleque se hayan unido para alcanzar el grosor f,nal. ro, provocando el impulso y el giro circular de la 3 Sobre esta operación no vamos a insistir más, dado que la hemos descrito ampliamente en el capítulo correspondiente a la fibra del esparto.

186

piedra, haría mover, en sentido también giratorio, la columnita, que se deslizaría libremente entre sus manos arrastrando en su giro al total de las fibras adosadas al efecto. Por la otra parte del hilo se irían introduciendo, a medida que fueran acortándose por el aumento del propio trabajo, nuevas flbras de manera escalonada para evitar nudos y zonas débiles, flbras que, por otra parte, la propia rotación del con-

servan en

la

Península

y de los que luego

hablare-

mos.

Hemos dicho que puede darse un aumento progresivo en el número de hilos sencillos siguiendo una relación determinada: de dos en dos o de tres en tres. Las fuentes clásicas nos hablan más bien del segundo caso, y así tendríamos varias denominaciones para las cuerdas según el número de cabos que tuvieran: la de tres cabos se conocía como tdvoq o torus; la de nueve cabos, formada por tres de estas cuerdas triples, como évve¿t).Lvoq , y así hasta llegar al nevtezqrreooapaxovtó).rvoq, es decir, la cuerda lograda por unión de cuarenta y cinco hilos simples en total. Aunque menos empleadas, también se realizaban cuerdas de tres hilos, cada uno de los cuales estaba compuesto de cuatro cabos ( DrobexrÍ?.rvoq ). 6 Sin embargo conviene explicar cómo se realizaria

junto afianzaría y sujetaría de manera perfecta. Este tipo de instrumental, evidentemente perecedero por la composición de sus elementos, resulta dificilísimo de identiflcar arqueológicamente; y siendo así que carecemos en la Península de relieves o pinturas tan gráficas como las egipcias, no podemos aflrmar su uso. Sin embargo, sería lógico suponer el empleo de algún artificio parecido; de hecho sabemos por los escritos de Pollux a de la existencia para el mundo clásico de un aparato, con la misma aplica- la confección de cuerdas con aumentos dobles, que ción en la cordelería que el huso encontraba pmra el son los más sencillos. Nos basamos para ello nuevahilado de materiales finos, al que los stuppatores mente en las descripciones gráficas que nos ofrecen llamaban 'oel viejo" (fpov), y que nuestro autor las pinturas murales egipcias. Según parece deducirse describe como una columnita de madera con un de ellas, es necesaria la participación de tres obreros abultamiento en la punta en forma de Hermes de para la fabricación de estas cuerdas dobles. T El pricuatro caras. Aunque G. Lafaye s asegura desconocer mero de ellos, el de la derecha, mantiene los dos hilos el empleo que pudiera recibir tal instrumento, y pa- simples atados a sendos utensilios giratorios, como rece'asimilarlo a un huso de hilar, por comparación si se dedicara no sólo a sujetar los extremos de los con la pieza antes descrita utilizada en Egipto pen- mismos sino también a intensificar y a no dejar que samos que se trata del mismo elemento de trabajo, y se deshiciera el retorcido antes conseguido. Poco a que por consiguiente también entre las demás cultu- poco, mientras la nueva cuerda crece en el otro exras mediterráneas pudo disponerse de un aparato tremo, irá aproximándose hacia el obrero del centro. similar para \a confección de cordeles. En la otra punta, un segundo obrero de pie ¡nantiene Una vez realizado de esta forma el hilo primero, fuertemente sujeto, con ambas manos, otro aparato el resto del trabajo ya no consiste más que en ir giratorio al que está atado el flnal de la cuerda ya uniendo por medio de la torsión dos o tres de aque- realizada. Su actitud es Ia de ir progresivamente rellos hilos simples a la vez; es lo que en el mundo trocediendo de espaldas a medida que aumenta la romano se conoce con el nombre de torquere. Un longitud del nuevo cable. El trabajador del centro, detalle importante a tener en cuenta es el de que la sentado sobre un pequeño taburete o cajón, va fljandirección del giro debe alternarse siempre, con el do y apretando, con ayuda de un bastoncito de maobjeto de que la cuerda final tenga consistencia a dera, la unión y conversión de los dos hilos simples través del equilibrio de las fuerzas encontradas de en uno compuesto. En la parte baja de la flgura se sus componentes y no adquiera una postura retorcida. puede apreciar, como decíamos, un detalle de este De esta forma, si en la realización del primer hilo trabajo, muy deteriorado en el original. se ha seguido el sentido de giro de las agujas del En el caso de cuerdas de tres elementos pensamos reloj, en el siguiente paso, que sería la unión de dos en la necesidad de la colaboración de un cuarto o tres de estos hilos sencillos, hay que adoptar el giro obrero que sujete el tercer cabo; sin embargo, creeen sentido contrario, y así nos lo demuestra clara- mos que no es imprescindible la persona destinada a mente el detalle de la figura 190, al mismo tiempo mantener fijo el extremo de la cuerda ya hecha. que los ejemplos reales de esta industria que se con- Cualquier punto inmóvil (una estaca, una anilla en 4 Onom. Yll, 72. s DS IV, 2, p. 1546 s., s. v. stuppator. 6 Pa¡a todos estos aspectos, cf. H. Br-ür"lNrn,

p.

306.

7 Vid.

TT, I,

K. R. Grlnrnr, Rope-Making, en C. SrNcEn-E.

Horr'rvlno, HT, pp.

454.

J.

la pared, etc....) podÍa sustituirle sin problemas, y ser el obrero central quien, al mismo tiempo que consolida la unión, imprime el giro a la cuerda deflnitiva, deslizándose con su banqueta a medida que la longitud de la misma aumente y ello se haga necesario.

Pero también hay que mencionar las cuerdas hechas por medio del trenzado, de las que poseemos para la Fenínsula algunos ejemplares de interés. Aquí nos encontramos ante un proceso que es, con toda seguridad, más elemental; con resultados menos importantes en cuanto a su resistencia, pero sin duda de empleo muy cotidiano. En este caso la técnica de producción requeriría tan sólo un obrero, quien, tras preparar las fibras vegetales a emplear, iria trenzándolas simplemente a partir de tres manojos de ellas. Una vez realaado el comienzo de la cuerda, y atado éste a un lugar fijo, tan sólo tendría que trenzar las flbras que fuera incorporando escalonadamente, hasta

lograr el largo deseado.

R¡sros

DE coRDELEnfu

Después

rN r,e prNÍNsure IsÉnrce

de abordar estas elementales bases me-

todológicas, pasaremos a examinar uno por uno los materiales que el tiempo y el azar nos han permitido conocer como frutos de esta técnica en la península en épocas pasadas. Disponemos de un dato muy interesante, aunque indirecto, parala confirmación de que ya desde las fechas de la cultura del Vaso Campaniforme se utilizaba en la Península, y sobre todo en zonas de Cataluña y de la Meseta, en donde han sido hallados ejemplares de vasos con las características a las que nos vamos a referir, un tipo de cuerda úenzada muy fina, tal vez realizada con materiales no de esparto, sino de lana o de lino, y que se em-

pleaúa seguramente para la confección de improntas en la arcilla blanda del vaso. A este respecto ha

escrito un sugerente artículo E. Gersbach, s quien llama precisamente la atención sobre tal clase de adornos, mostrándonos algrnos ejemplos y sus zonas de expansión; nosotros añadimos, a los ofrecidos por

y

entre muchos otros posibles, el del fragmento de vaso hallado en eI yacimiento de Villa Filomena (Villarreal, Castellón), y que peftenece a la colección é1,

de F. Esteve.

e

8 Schnur- und Hr)kelmaschenyerzierung aul westeuropiiischen Glockenbechern, Jahrbuch der Schweizerischen Gesellschaft für Urgeschichte, 46, 1957, pp. l-lZ.

Y

centrándonos ya directamente en los restos mqteriales conservados hasta nuestros días, hagamos alusión en primer lugar al trabajo de cordelería que encontramos entre las piezas de la Cueva de los Murciélagos (Albuñol, Granada), a la que ya nos hemos referido ampliamente. El conjunto de los restos de cordelería y cestería proporcionados por este yacimiento, hoy conservado a medias entre los Museos Arqueológico Nacional y Provincial de Granada, es bastante extenso y tenemos que agradecer a los directores de ambos museos el habernos permitido estudiarlo con toda clase de facilidades. Trataremos aquí el grupo de las cuerdas sueltas y de las sandalias (por estar constituidas básicamente por elementos propios de la cordelería), pues ya nos hemos ocupado del resto del material al hablar de la cestería.

El grupo de las sandalias constituye un conjunto homogéneo bastante numeroso. Consta de 18 ejemplares, 16 de los cuales se guardan en el Museo Arqueológico Nacional, y sólo dos en el Museo de Granada. A ellos hay que añadir un fragmento más, con el que se llevó a cabo el análisis de C-14, y que por tanto se perdió completamente. Se trata siempre

de piezas de tamaño relativamente pequeño, útiles tan sólo para el pie de mujeres, o mejor niños. La mayor de. ellas alcanzaúa como mucho un número 36 de

pie (ver lám. LXXIII, 2). El hecho de que se trate de piezas desgastadas claramente por el uso hace impensable otra explicación de tipo iitual o religioso. Técnicamente podemos distinguir dos formas distintas de realización: la primera tendría comienZo en un núcleo central alrededor del cual gira el trabajo posterior, y la segunda sería de confección más semejante a la actual, es decir, a base de ir rellenando un círculo previo que se hace con la cuerda y que constituirá el contorno externo de la suela. En el primero de los casos encontramos un gran núcleo central alargado, al que vuelta a vuelta irá rodeando una cuerda que, saliendo de él mismo, lo irá ampliando hasta conseguir el tamaño deseado. Este núcleo es generalmente muy voluminoso y más ancho por la parte

de la puntera que por la del talón. La cuerda está confeccionada por simple torsión de un grupo grueso de fibras de esparto sin mazar; sin embargo, en la última vuelta un remate de nudos la ensancha y diferencia. El ensamblado del núcleo son la cuerda que gira a su alrededor se realaa simplemente en cuatro puntos fundamentales distribuidos en forma axial, como muestra el esquema de la figura 192, a 9 Vid. A. onr- C¡s¡r-ro, El neoeneolítico español, HEMP I, I, p. 639.

- 1- +--fl ll lll l¡lllll

lll ll llt=lrt

lll=¡

llt1-"r-lli I iry )lt

Flc. FIc. I92.-Esquema de lns sandalías de núcleo base de que

193.

central.

la cuerda que gira vaya englobando

en esos puntos los extremos de los ejes, que parten del núcleo también y que se rematan a su vez en sendos

nudos, o bien se incorporan al grupo de flbras de la cuerda en su vuelta final. En alguna ocasión el eje de la zona delantera de la suela, después de haber logrado su misión de fijar la cuerda al núcleo, sube hacia arriba y constituye el grupo de f,bras que pasará entre los dedos y que ayudarrín a la sujeción

de la sandalia. Son quince los ejemplares que de este tipo conservamos, de los cuales ofrecemos una selección en las láms. LXIX, 2-4; LXX,l-2; LXXI, 1-2; LXXIII y LXXIII, 1-2. Como veíamos en la figura 192. de los nudos laterales salen dos pequeñas cuerdecitas hacia detrás, que se anudarán en el talón, y otras dos hacia delante, destinadas a atravesar el grupo de fibras que, según dijimos antes, salen de la suela y pasan entre los dos primeros dedos. De esta forma tan sencilla se logra la sujeción de la suela ai pie. En algunos ejemplares este arco delantero no es simple, sino doble: uno de ellos atraviesa las fibras que salen de la suela, y el otro ata el pie en la parte delantera del tobillo (ver lám. LXXI, 1). En alguna ocasión el elemento de sujeción delantera que pasa por entre los dedos arranca en su origen de la parte inferior del talón y, tras recoffer el dorso de la suela, la atraviesa por la parte de la puntera para ir a conectar con

el que hemos llamado arco de

sujeción delantero. Los ejemplares que conservamos del segundo tipo

de sandalias al que antes aludíamos podemos verlos en las láminas LXX[, 6 y LXXIII, L-2 y en los esquemas de las figuras 193 y 194. En ellos se aprecian las formas internas de unión de la cuerda (en estos casos una trenza)y la distribución de ésta para lograr mayores anchuras en la parte delantera que en el talón, lo que da a las piezas su claro sentido funcional. Los elementos de sujeción, en el caso del ejem-

Frc.

194.

plar de la lám. LXXIII, 2, se han perdido; sin embargo, el dibujo muestra claramente el punto de salida del haz de fibras que atravesaba los dedos. Los arcos de sujeción partirían con toda probabilidad de los nudos laterales. Un pequeño resto de ellos aún es apreciable. La prcza que presentamos en la lámina LXXIII, 1 sí conserva mayor número de elementos de sujeción. Como puede verse en lafig. l94,la cuerda que forma la suela es fijada a través de un sistema de cosido mucho más sistemático; cada una de las pequeñas trencitas que atraviesan la suela sirven luego como elementos de sujeción de ésta al pie. piezas pertenecientes a estos dos tipos halladas en Ia Península es la siguiente:

La relación de las

1. Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto; largo 25 cm.; ancho de la puntera 12 cm.: ancho del talón 8,5 cm. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. desaparecido. Lámina LXX, 2.

2. Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto; largo 25,5 cm.; ancho de la puntera 11,5 centímetros; ancho del talón 9,5 cm. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. desaparecido. Lámina LXX,

1.

189

3.

Sandaiia de esparto, con núcleo central com-

puesto; largo 20 cm.; puntera rota; ancho talón 10 cm. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. desaparecido.

4. Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto. Mal conservada; anchura de la puntera l0 centímetros. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. 614.

5. Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto. Mal conservada; anchura de la puntera 8,5 centímetros. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv.

604.

6.

Sandalia de esparto, con nricieo central compuesto. Muy mal conservada, por 1o que las medidas son inexactas. Museo Arqueológico Nacional, núm.

de inv. desaparecido.

7. Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto: largo 19,5 cm. ; ancho de la puntera 10,5 centímetros; ancho del talón 8 cm. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. 600. 8.

Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto. Muy deteriorada; medidas inexactas. Museo

Arqueológico Nacional, núm. de inv. desaparecido.

9. Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto; largo 16 cm.; ancho de la puntera 7 cm.; ancho del taión 6 cm. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. desaparecido. 10.

Sandalia de esparto, con núcleo central com-

puesto; ancho de la puntera 9 cm. ; taión mal conservado. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv.

ancho del talón 8,5 cm. Museo Provincial de Grana-

da, núm. de inv. 599. Lámina

LXXI,

2.

14. Fragmento de la parte

externa de una sandalia de esparto, posiblemente del grupo que hemos denominado de núcleo simple; largo aparente 18,5 cm. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. 591.

15.

Sandalia de esparto, con núcleo central com-

puesto; bastante deteriorada; ancho aproximado de la puntera 9 crn. Museo Arqueológico Nacional, número de inv. desaparecido.

16.

Sandalia de esparto, con núcleo central com-

puesto; largo 19 cm.; anchuras distorsionadas por el rnal estado de conseryación. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. 603.

11. Sandalia de esparto, con núclco simple I iargo 22 cm.; ancho de la puntera 13 cm.; ancho del talón 9,5 cm. Museo Arqueológico Nacionai, núm. de inv. desaparecido. Lámina LXXIII, 2. 18.

Sandalia de esparto, con núcleo simple; le ; ancho del talón 7,5 cm. N{useo Arqueológico Nacional, núm. de inv. desaparecido. Lá-

falta la puntera

mina LXXIII, l.

19. Fragmento de posible rebordc' de sandalia, con una cuerda más fina sujeta al mismo; largo total 24 cm.; anchuras respectivas 1,6 cm. por 7 mm., y 8 mm. por 3 mm. Museo Arqueológico Nacional, sin núm. de inv.

20. Fragmento de sandalia, muy deteriorado, posiblemente correspondiente al punto de unión entre la puntera y el talón; largo 16 cm.: anchuras 1,7 cm. por 8 mm. Museo Arqueológico Nacional, sin núm. de inv.

desaparecido. Sandalia de esparto, con núcleo central com-

Además de las cuerdas que fueron utilizadas para confeccionar estas sandalias que acabamos de enume-

puesto; Iargo 17 cm.; ancho de la puntera ll cm.; ancho del talón 9,5 cm. Museo Arqueológico Nacional, núm. de inv. desaparecido.

rar, disponemos de otra serie de cuerdas, que completan el conjunto del material de cordelería procedente de 7a Cueva de los Murciélagos:

11.

12.

Sandalia de esparto, con núcleo central compuesto; Iargo 20 cm.; ancho de la puntera 10 cm. ; ancho del talón 8 cm. Museo Provincial de Granada, núm. de inv. desaparecido. Lámina LXXI, l.

13.

Sandalia de esparto, con núcleo central com-

puesto; Iargo 2l cm.; ancho de Ia puntera 9,8 cm.;

10 Datos obtenidos gracias a Ia información de M. Almagro Gorbea y P. López, quienes encontraron esta cuerda

21. Fragmento de cuerda trenzada, cuyo interés principal radica en el hecho de haber sido recogida en el talud superflcial de la boca de la cueva en mayo de 1975,lo que añade un nuevo elemento de certeza al conjunto de materiales y a la historia de su descubrimiento. Museo Arqueológico Nacional. Anchura 8 mm., grosor 4 mrn. 10 durante una visita que realizaron

a la

ventario 75/82.

190

fl

cueva. Núm. de in-

I

I

22. Muy interesante es la serie de anillos engarzados que presentamos en la lámina LXI, 3. Aunque no tengan la apariencia de cuerdas, presentan semejanzas con ellas en cuanto a la forma de su realización. Probablemente formaron parte de un collar, asa o algo similar. 11 Llevan el número de inventario 626. Conservamos cuatro elementos que aparecen todos abiertos, pese a mantenerse engarzados unos a otros. Estos anillos están constituidos por sendos grupos de fibras de esparto sin mazar, con unos grosores

que giran en torno a un milímetro, y que han sido torcidas en dirección S. El grosor medio final de los anillos es de 6 mm. Los Murciélagos (Albuñol, Granada). M.A.N., Madrid.

23. Fragmento de borde de cesto compuesto por varias pequeñas trenzas, que aconsejan su inclusión aquí (ver lám. LXL 1). Los escasísimos restos del cue{po de la cesta permiten decir que se trataba de una manufactura de cestería atada o cordada del tipo que hemos visto más arriba. Con los elementos fijos y nuevas fi.bras a ellos añadidos se ha ido confeccionando este borde en forma de gruesa trenza de una anchura de 1,5 cm. y un espesor de 1 mm. El paso de los elementos fijos del cesto a la trenza se ha hecho con anudamientos en cayado muy sencillos (ver el esquema en la figura 195).

24. Conjunto de tres pequeñas cuerdas tref,zadas, unidas entre sí por sendos nudos. Anchura de las mismas: 6 mm., siendo su grosor de 3 mm. M.A.N., Madrid.

25.

Fragmento de cuerda trenzada, de 20 cm. de

longitud, terminada en un nudo por cada uno de sus extremos. Ancho 9 mm., por 4 mm. de grosor. Como en los dos casos anteriores, esta pieza se conserva en el Museo Arqueológico Nacional; núm. de inv. desaparecido.

26.

Como última pieza de cordelería procedente de la Cueva de los Murciélagos presentamos una pequeña y flna cuerda lograda por torsión de dos ele' mentos simples, con sentido Z y una anchura de dos mm. aproximadamente cada uno de ellos, 1o que da a la cuerda final una torsión S y una anchura media

de 3 mm.

27. En el capítulo de la cestería hemos hablado del hallazgo de una serie de materiales de esparto en el yacimiento granadino de las Angosturas de Gor. Queremos citar aquí, del mismo yacimiento, un pequeño fragmento de cuerda tretzada que no llega a los dos centímetros de longitud y a los 0,8 mm. de anchura. (Sabemos, por comunicación de M. Botella, que son más los materiales de cordelería que han saIido a la luz en la última campaña de excavaciones.)

28. Ya decíamos en la introducción de este capítulo que el lino como materia prima de la cordelería y el mismo nombre de la cuerda y de sus elementos en griego,. que incluye la palabra trivov, indica que debió ser corriente su uso para estos menesteres. Sin embargo, y se testimonio desde época homérica,

Frc.

195.

Rodeando por tres o cuatro veces esta gruesa o borde de la cesta encontramos otra mucho que tal vez constituyó el asa. Su anchura fina, más es de 5 mm. y su espesor de 2,5 mm. A la derecha de esta supuesta asa, otra cuerdecilla aún más flna enrosca igualmente el borde de la cesta. Se trata de un flno cordelillo de torsión S y posterior retorcido en Z. Con el ánimo de proteger a la cesta del roce del asa se colocó entre ambas un pequeño fragmento

cuerda

de piel (posiblemente de cabra) que aún perdura. Es esta una práctica que hemos descrito ya pa'ra muchos

de los cestillos de la Cueva de los

Murciélagos.

M.A.N., Madrid. 11 Si creemos en la descripción que dio M. GóNcone v ManrÍNez, APA, pp. 30 s., se trataría de un collar: "se hallaron doce cadáveres en semicírculo alrededor de un

esqueleto de mujer, admirablemente conservado, vestido con

tal vez por la riqueza en esparto de la Península, no disponemos de ejemplos claros de que esto fuera así. La excepción es el fragmento que presentamos ahora. El tamaño es realmente pequeño (no llega a los dos centímetros de longitud). Procede de la Sepultura 209 del yacimiento argárico de El Oficio, y se conserva en el M.A.N. sin número de inventario. Su color es amarillento verdoso y está formada por una serie de hilos de lino, hilos que son dobles, de torsión en Z y de un grosor de 0,6 mm. De ellos entran unos diez en cada una de las tres partes de la ttenza. La anchura de la misma es de 5 mm. túnica de piel abierta por el costado izquieido y sujeta por medio de correas enlazadas, mostrando collar de esparto de cuyos anillos pendían sendas caracolas de mar exceptuando el del centro, del que colgaba un colmillo de jabalí..."

t9t

29. De1 yacimiento de llré (Almería) conserra- pequeña maroma que se conserva en el mismo museo mos una serie de cuatro pequeños fragmentos de municipal. Está formada por el enroscado de una cuerdas trenzadas con unas anchuras respectivas de cuerda tretzada alrededor de un alma de fibras de 1,5,1,4,0,9 y 0,7 cm. Sus longitudes están entre los esparto simplemente retorcidas. 9 y los 5 cm. (ver lám. LVIII, 1). Así como el pequeño conjunto que ofrecemos en lámina LXXIII, 4. 36. El Departamento de Prehistoria de la UniEl material empleado es el esparto sin mazar. M.A.N. versidad de Granada conserva, de manera momentánea,ta un conjunto de fragmentos de cuerdas tren30. En el yacimiento valenciano de La Mun- zadas, que ofrecemos en parte en lám. LXXV, 13 y tenyeta de Cabrera (Vedat de Torrente, Valencia) 14. 1s Son cinco pequeños fragmentos de cuerda proaparecieron varios fragmentos de espafto carboniza- cedentes todos ellos de un estrato argárico del llamados que, según sus descubridores, 12 resultan casi irre- do Cerro de la Encina (Monachil, Granada). Se encognoscibles. Este material se conserva en el Museo contraron directamente en el suelo, y no en el interior de la Diputación de Valencia. de cualquiera de las urnas de la necró1rclis, en estado rnvy ayalzado de carbonización. 31. Fragmento de suela de zapatilTa de esparto Técnicamente son todas ellas cuerdas logradas por del tipo'que hemos denominado de núcleo simple. Se encuentra carbonizada y en muy mal estado de conservación, pero se aprecian las vueltas de la frenza que la forma. Procede del poblado del Cabezo Re-

trenzado de tres haces de esparto, previamente traba-

jado y con un grosor aproximado de 7 mm. cada uno de ellos. Las fibras simples van de los 0,5 mm. a 1 mm., y el resultado final es una anchura de cuerda dondo de Villena (Alicante), incluido por su descude alrededor de 1,5 cm. en todos los fragmentos, bridor en el Bronce II Valenciano. 13 Museo Munici- siendo el grosor de los mismos de unos 0,5 mm. Los pal de Villena (Alicante). cinco fragmentos de 7,5,3"5 y 2,5 cm., y un nudo 32. Del mismo Cabezo Redondo de Villena una difícil de medir, debieron pertenecer a la misma manufactura en origen, dadas las características especíserie de pequeños fragmentos de cuerda de esparto ficas que acabamos de describir, y que son comunes trenzada, de una anchura de haces de 0,7 mm. aproa todos ellos. El tratamiento de tales fragmentos con ximadamente; y la huella sobre bar¡o de otra pequeuna resina, pretendiendo lograr una mejor conservaña pieza semejante. La anchura de esta última es de ción, ha provocado su excesivo endurecimiento y que un cm. y la profundidad de 0,5 cm. El cañizo e inprácticamente se deshagan en las manos al tocarlas. cluso la madera también dejaron la huella en el barro usado para la confección de muros y tapiales.

37.

33. Depositada en el interior de un tubo de arcilla de utilidad no muy clara, encontramos la huella de otra cuerda trenzada del yacimiento de Villena que acabamos de citar. Sin embargo en esta ocasión se trata de cuerdas logradas por simple torsión. Museo Municipal de Villena (Alicante)

34.

Fragmento de cuerda de esparto carbonizado completamente, procedente de Villena (Alicante) y obtenida también por torsión. Museo de Villena. Su grosor es de 1,5 cm. y está formada por tres elementos o haces de una anchura aproximada de 0,8 mm.

35. Para terminar con la

cordelería procedente

del Cabezo Redondo debemos citar un fragmento de

12 Vid. D. Frrrcrrnn - E. Pr,l, El poblado de la Edad del Bronce de la Muntanyeta de Cabrera (Yedat de Torrente, Valencia), Trabajos Varios del SIP, núm. 18, Valencia, 1956, pp. 50 y 232 s. 13 Vid. J. M. Sorsn GencÍ,r, Villena (Alicante), poblado del Cabe«t Rcdondo, N. Arq. Hisp. 1, 1952, pp. 38-41.

192

Fragmento de cuerda de esparto, procedente yacimiento del de Motilla de El Azuer (Daimiel, Ciudad Real) y perteneciente al Bronce Pleno. Como los vistos en el apartado anterior, se encuentra momentáneamente en el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Granada. Se trata de una cuerda lograda por trenzado y en bastante buen estado de conservación, pese a estar muy carbonizada. Sus f,bras constituyentes apenas están trabajadas y tienen un grosor medio de 1 mm. La longitud de la pieza es de 10,5 cm., el ancho 0,7 crn., y el grosor de 0,4 cm. Cada uno de los tres haces que forman la frenza es de un ancho de 0,5 cm., y

contiene aproximadamente diez fibras simples. El material conservador que en su día se le puso conflere al conjunto cierta rigidez y forma curvilínea. En la 14 Puesto que los materiales son fruto de una excavación oficial, una vez estudiados pasarán a engrosar los fondos del Museo Provincial. 15 En éste, como en el siguiente caso que veremos, se

trata de material inédito que amablemente nos fue cedido

por

sus descubridores para su inclusión en este trabajo.

,

manufactura de la cuerda se ha seguido un sistema de igualar los haces que todavía se emplea hoy en cordelería, el cual consiste en el hecho de que cuando uno de ellos se nota demasiado grueso se transfleren parte de sus fibras al que parece más fino.

38.

En nuestra visita al Departamento de Prehis-

toria de la Universidad de Granada se nos informó asimismo de la existencia de una serie de cuerdas carbonizadas de la Edad del Bronce, que habían apa-

recido en el cerro de Los Castellones (Laborcillas, Granada). Desgraciadamente no fue posible encontrarlas y estudiarlas, p€ro queremos dejar constancia de este material, igualmente inédito.

39. Del yacimiento hallstáttico de Cortes de Navarra disponemos de un conjunto interesante de fragmentos de una cuerda de esparto, lograda mediante simple torsión. Pese a estar carbonizados en parte, su estructura puede verse con mucha claridad. El yaci miento de Cortes de Navarra constituye un lugar bien excavado, y por tanto con garantías estratigráficas.ló De Ios ocho estratos que otorgaba B. Taracena al total de la capa fértil dol yacimiento, los restos de cuerdas carbonizadas aparecieron en el estrato IV B, más éxactamente en la habitación núm. 2. Según J. Maluquer hay que situar el conjunto de los tres poblados superpuestos que allí aparecen en el marco de un período de tiempo que abarcaría desde el año 800 al 350 a. C., en el que de una manera definitiva sería destruido el riltimo de ellos. Los fragmentos de cuerdas que conservamos son siete en total, pero con toda probabilidad pertenecen a la misma pieza original por la forma y por el lugar en donde surgieron. Todos ellos muestran una clara torsión Z. Se trata de cuerdas logradas por el giro sobre sí mismos de elementos previamente confeccionados con el mismo sistema de torsión. En el caso de los elementos simples tal torsión se ha realizado

con una dirección S. El grosor total de la cuerda final es de unos 5 mm. de diámetro aproximadamente, siendo los elementos simples de un grosor de 2 mm. En cuanto a la composición de cada una de estas cuerdas, responde a la unión de tres de estos elementos simples entre sí, es decir, lo que hemos dicho que se llamaba en la Antigüe dad un torus.

40. Un grupo

importante sin duda, ya estudiado, es el constituido por las cuerdas y sogas procedentes 16

Vid. B.

Tanecs¡¡e -

O. Gr-

FARREs, Excavaciones en

Navarra, Cortes de Navata 1, Príncipe de Viana XII, 1951, pp, 2ll-232: O. Gn Fennns, Excavaciones en Navarra, Cortes de Navarra 11, Príncipe de Viana )(lll, 1952, pp. 9 ss.,

del yacimiento de El Cigarralejo (Mula, Murcia),|1 las cuales, pese a estar en su mayoría también carbonizadas, son muy ilustrativas. Por una parte hay que destacar las cuerdas logradas por trenzado, es decir, mediante la conjunción de tres elementos simples, sin prelmración ni torsión previa alguna, formados por flbras de esparto manejadas a la vez y entrelazadas de manera alterna. Si en apariencia estos elementos siinples presentan una torsión, esta es sencillamente la que el propio trabajo les imprime, pues-

to que si nos fljamos bien incluso se da el caso de que las fibras manejadas con la mano izquierda presentan una torsión S, mientras que las manejadas con la mano derecha la muestran en sentido opuesto, es decir, en Z, cosa que por otra parte es común a todas las cuerd:is obtenidas por trenzado. Disentimos por tanto respecto a tal extremo de la opinión de Hundt, para quien todos estos elementos simples tienen torsión

S.

Remitiéndonos ya a los ejemplos que poseemos, tenemos que decir que aparecieron en el yacimiento tres fragmentos de grosor mediano, de entre 0,5 y 0,7 cm. Otra serie de cuerdas trenzadas muy semejantes, aunque de mucho menor tamaño, y de mayor

grosor, son las que podemos ver en las láminas LXXIV, 2 y 3, y LXXV, 12. Por término medio sus tamaños estarían entre los I y 1.,4 cm. de anchura.

41. Por otra parte, queremos englobar aquí una serie de cuerdas obtenidas por medio del trenzado, pero utilizadas con posterioridad para la formación de otros tipos de cuerdas mucho más resistentes, de los que no hemos hablado hasta aquí y a las que podríamos denominar más bien sogas. Disponemos de tres ejemplares muy claros; que nos muestran su factura (ver lámina LXXIV, l, a y 5). Como las del núm. 40 se conservan en la Colección Cuadrado, Madrid. En los tres casos se trata de un trabaj o rcalizado en dos momentos, pero siempre jugando con elementos trenzados. Alrededor de dos primeras cuerdas trenzadas, que forman el núcleo del trabajo final y que presentan un grosor aproximado de I cm. entre las dos, se ha enroscado fuertemente una nueva cuerda tenzada de alrededor de 0,7 cm. Este fuerte enroscado sobre el núcleo da como resultado un cable de mucha resistencia y de un diámetro aproximado de unos casi 2 cm. La forma de la confección de estas sogas se aprecia muy bien, sobre todo en el

y lám. LV; J. Mer-uquen'oe Mores, El yacimiento ttiuico de Cortes de Navata, Pamplona, 1954, pp. 17 Vid. H.-I. HuNor, VRC, p. 201.

halls:

169-180.

193

núm. I de la lámina citada. En el núm. 5 vemos cómo sobre esta soga así formada se ha anudado una gruesa cuerda lograda por trenzado simplemente.

42.

Recogemos aquí un grupo de cuerdas obte-

nidas por torsión, que presentamos en la lámina LXXV, 1-11. Con un diámetro aproximado de casi 1 cm. de anchura, eran todas ellas fruto de la unión de tres elementos simples logrados por previa torsión en S, lo que da al resultado final una torsión definitiva en Z. Del conjunto, sólo algunas piezas conservan los tres elementos simples originales.

como decíamos. La particularidad principal que ofrece el asa es la de que ambos núcleos son envueltos por el elemento simple de manera alterna e independiente; es decir, que para lograr que las dos sogas así conseguidas permanecieran unidas se ha ido empleando el elemento simple una vez en la envoltura de uno de los núcleos, y en la vuelta siguiente en la envoltura del otro. La propia inclinación hacia el centro en ambas operaciones ha hecho que la apa-

riencia final sea de espiga. El cuarto resto de la cueva mallorquina es una sencilla cuerda, lograda por torsión conjunta en Z de tres elementos simples con torsión en S cada uno de ellos.

43. En

cuanto a las cuerdas logradas por torsión, pero de menor anchura, digamos que constituyen un gru¡ro reducido. Dentro del mismo hay fragmentos que se conseryan completos, es decir, con los tres elementos simples que sirvieron para su fabricación, mientras que otros de ellos por su forma helicoidal indican la falta de uno de sus elementos. El grosor aproximado de estas cuerdas finas está alrededor de los 3 mm. La mayor de ellas se une, en su parte superior, con unos restos trenzados que debieron pertenecer a una manufactura determinada, que no podemos precisar. La torsión de los cinco fragmentos que componen este grupo es en Z, siendo por tanto la torsión de los elementos simples en S. Col. E. Cuadrado, Madrid.

44. De un yacimiento

mallorquín perteneciente a la llamada cultura talayótica, si bien en una fase ya bastante tardía (más o menos hacia el año 300 a. C.), disponemos de algunos restos, también carbonizados, de cuerdas de es¡rarto. Se trata de la cueva de Son Maimó (Petra, Mallorca);l8 tenemos pocas noticias directas, sin embargo, sobre Ia forma de apa-

rición de nuestros fragmentos. En tres de los casos se trata de sogas confeccionadas, como veíamos antes, por el enroscamiento de elementos más finos en torno a otros más gruesos, que constituyen el núcleo. Aquí, sin embargo, estos elementos finos son cuerdas logradas por simple torsión en S, y no por trenzado, como ya hemos visto en el material de El Cigarralejo. El interés principal radica en un asa doble de cesta. Esta pieza se ha realizad.o mediante envoltura de dos núcleos paralelos por parte de un elemento simple con torsión S, Vid. G. RoSsrr-r,ó, La cukura talayótica en Mallorca. el estudio de sus fases iniciales, Palma de Mallorca, 1973, p. 174, con la lámina. 19 Desgraciadamente no hemos logrado ver en directo este material, pero puede encontrarse fotografía del mismo 18

Bases para

194

45.

Procedentes del poblado ibérico de La Monravana (Liria, Valencia) conocemos una serie de pequeñas cuerdas tenzadas a partir de rudas fibras de esparto sin trabajar, que conserva el Museo del SIP de Valencia (LXXI[, 3). Por su aspecto externo parecen pertenecer todas ellas a un mismo producto

originario, cortado posteriormente en fragmentos pequeños e iguales entre sí. Muchos de ellos están plenamente deshechos, precisamente en razón de su escasa longitud y de la dureza de sus fibras. Cada trenza tiene una anchura aproximada de 1 cm. y de 0,4 cm. de grosor, siendo, por su parte, el grosor de las fibras muy desigual (aproximadamente de 0,4 mm. a 0,8 mm.).

46. Al grosores

hablar en general de los distintos tipos y

de cuerdas decíamos que éstas podían ir

aumentándose en progresión geométrica con el fin de hacerlas más gruesas y, por tanto, resistentes. Disponemos de una serie de ejemplos claros a este respecto. En primer lugar el que nos proporcionan unos fragmentos de cuerda de esparto procedentes de las minas romanas de Aljustrel (Portugal). le Estamos en

este caso ante una cuerda de nueve cabos lograda

por múltiples y

sucesivas torsiones. Efectivamente, los dos fragmentos más pequeños y estrechos, y que pertenecen sin duda a la misma soga, encontrada en estado fragmentario, muestran con bastante claridad su propia triple composición, y lo mismo ocurre si observamos alguno de los elementos, a simple vista

sencillos, de los fragmentos grandes y completos de la soga. Es más, el final del fragmento mayor deja ver uno de estos verdaderos elementos simples a que en el volumen de las Actas do Congreso Internacional de Etnografia. Santo Tirso, 1963, en donde a su vez se remite a la fotografía que alm,rece en el vol. XXXV de las Comunicagoes dos Servigos Geologicos de Portugal, Lisboa, 1924.

nos estamos reflriendo. La unión por medio de la torsión de tres de estos elementos da unn inclinación de torsión en S, y constituye lo que se ha llamado un. torus; a su vez. la unión de tres de estos tori nos lleva al resultado final de un enneálinoü con una torsión, esta vez, en Z, como ocutre con los elementos simples. Es precisamente esta alternancia en las torsiones (Z-S-Z) la que imprime la tensión que ha mantenido en perfecto estado de conservación a tal pieza, de la que desconocemos el paradero actual.

47. Del mismo

yacimiento de Aljustrel podemos

citar una interedante suela de

zapatiTla, igualmente

de esparto. A base de una cuerda trenzada, ancha y plana, confeccionada de una manera bien apretada, y mediante el giro sobre sí misma de dicha cuerda, se ha ido logrando la forma definitiva, que guarda plena relación con la propia forma del pie humano. Con

la cuerda aún mojada

seguramente,

y la ayuda de

una especie de yunque de hierro o de otro material duro que permita el golpeado fuerte del conjunto, se ha ido moldeando la cuerda una vez enroscada. Ayudándose de una fuerte aguja espartera (del tipo que veíamos en la lám. XI, 2) se ha procedido luego al cosido de unas weltas sobre otras. F,l mayor grosor de la parte delantera eon respecto al tacón ha hecho necesaria, por otra parte, una técnica de aumento del núrnero de cuerdas empleadas en ambas zonas. Si pensamos en la manera de realización de estas suelas que en la actualidad se emplea, es plausible convenir que la labor se ha empezado con la confección de un pequeño círculo de longitud adecuada para el futuro perímetro total de la suela. Una vez este círculo está bien cosido, se continúa la labor sin más que ir rellenando su interior con la cuerda sobrante colocada en espiral. Y así, vuelta tras vuelta, mediante el moldeado y posterior fijación por medio de la costura, se va logrando el resultado deseado. Cuando ya está próximo el final y casi no hay espacio para introducir nuevas vueltas, se rellena

el centro de la puntera con el final de la trenza doblada, consiguiéndose de esta forma un núcleo que da mayor amplitud a la puntera que al talón. Ade'más, todavía se otorga mayor anchura a la parte delantera de la zapatilla, haciendo coincidir el flnal externo de Ia cuerda con la zona central de la misma,

por lo que también en la última vuelta hay un elemento más en la parte delantera que en la trasera. En

r Vid. G. GossÉ, Las minas y el arte minero de España en la Antigüedad, Ampwias IV, 1942, pp. 53 ss. 21 Vid. A. Ber.rnÁN, Las mínas romanas de la región de Cartagena, según los datos de la colección de su museo, MMAP Y, 1944, pp. 201 ss.

efecto, en este caso son seis las vueltas de la cuerda en la parte ¡rosterior, y siete en la delantera, descontando, por supuesto, el núcleo central al que aludíamos. Puede verse una fotografía en la bibliografía citada en la última nota. El estado de conservación es perfecto. No existen, sin embargo, indicios de restos que nos orienten sobre la forma en que esta suela estaba sujeta al pie.

48. Disponemos de dos ejemplares de zapatillas, también de esparto trenzado, procedentes en este caso de las minas romanas del área de Mazarrón (Murcia),' que por hallarse completas nos pueden ilustrar sobre el problema de la sujeción al pie. Desgraciadamente el material de minería romana del área

de Cartagena fue desperdigado por varios museos españoles (Bilbao, Madrid, Barcelona, por ejemplo), y disminuyó bastante en cuanto a su núrrero hasta la instalación actual en los museos de Cartagena y Murcia.2l Estas dos piezas en particular se encuentran en el museo de Cartagena.z A través de las fotografías (ver láminas LXX, 3 y LXXI, 3) podemos comprobar que la técnica de fabricación es igual a la que se utilizó en la confección de la suela que analizábamos en el número anterior. Pero lo más interesante, por su novedad, es el sistema de fijación de la suela al pie. Fácilmente se puede apreciar cómo tal sistema está basado en la existencia de un conjunto de pequeñas cuerdecitas trenzadas que, saliendo por entre las cuerdas que forman la suela, constituyen una especie de superficies planas, las cuales, a su vez, serían mantenidas en la ¡rosición idónea con otra serie de cuerdas transversales a ellas. En el caso del talón tal superficie plana se refuerz¿ por medio de la posterigr costura y superposición de otra serie de cuerdecitas perpendiculares que, en el centro del mismo, llegan a formar un grupo de ocho, pegadas unas a otras. En cuanto a la forma en sí del propio talón, se ha logrado mediante un escalonamiento en el tamaño de las cuerdas que lo forman. Empezando por la gue arranca del centro de la suela encontramos a la más larga de todas, la cual forma un arco subiendo casi hasta el tobillo. La siguiente, que ¡rosteriormente iría cosida a la primera y colocada bajo ella, sigue su mismo recorrido, pero siempre en paralelo. La tercera saldría inmediatamente después, trazando un tercer arco por debajo del segundo, al que iría cosida igualmente, y así de forma 22 Presentamos las fotografías que amablemente nos ha enviado desde el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena Miguel Martínez.

19s

sucesiva hasta lograr un tejido tupido, por adición de estos elementos, que permitió dar consistencia y fortaleza al conjunto. La sujeción al pie en esta parte trasera se consigue por medio del atado de dos asas sobre el tobillo. Cada una de estas asas está constituida por dos pequeñas cuerdas cosidas juntas a la

superficie del talón. El sistema es muy semejante al empleado todavía hoy en la confección de las llamadas esparteñas en las comarcas de Murcia y laén.23 En la parte delantera de ambas zap,atillas se logra, mediante un sistema parecido de ir sacando por entre

las cuerdas del borde de la suela otras pequeñas cuerdas trenzadas, cubrir y proteger los dedos y el empeine. Partiendo del mismo centro de la zapatilla, y dejando entre esta zona y la del talón un corto espacio, se fueron sacando cuerdecillas escalonadamente hacia la puntera, en número de siete, las cuales forman arcos independientes al haber sido fijadas de

la suela. La tensión recibida por el uso les ha conferido a estos pequeños arcos una forma claramente triangular, como puede apreciarse en la lámina LXX, 3. Naturalmente los triángulos que tienen que ir encima del empeine son más largos que los que van encima de los propios dedos. Aunque en la actualidad falta, es lógico suponer la existencia de una cuerda o elemento de unión de las dos series de triángulos de cada lado del pie, lo que podría haberse hecho con un simple pase de tal elemento a través de los vértices de ambas series de triángulos y su anudado posterior sobre el empeine. nuevo a

Entre los restos de cordelería de la región de Cartagena debemos añadir algunas cuerdas que se conservan en el Museo Municipal de la ciudad y en el Provincial de Murcia. En el conjunto están representados los dos tipos básicos antes citados, es decir, las cuerdas logradas por trenzado y las fabricadas mediante torsión. Entre estas riltimas disponemos de ejemplares de grosor bastante respetable, acorde, naturalmente, al tipo de trabajos que con ellas se reall¿aban.

3 Vid. B. Kvolil1 Cestería 1981, 2a

p. l7l.

cuentra, se halla todavía rodeando.el gran madero transversal que le servía de sujeción.2a Las características técnicas de confección de esta soga son las mismas que venimos describiendo para otros ti¡ros similares, es decir, tres elementos simples retorcidos con dirección Z se han trabajado juntos, dándoles en este caso una torsión S, con lo que se ha logrado una cuerda de tres elementos. Con tres de estos tori, igualmente retorcidos entre sí en Z, se consigue el resultado final de la gran soga que comentamos con sus 4,5 cm. de grosor.

50. Sin más indicaciones de tamaño ni técnicas, G. Gossé nos ofrece tres ejemplares de cuerdas obtenidas, al parecer, por torsión, y muy deterioradas. E No podemos hacer más que remitir al dibujo que él nos proporciona, aunque sí queremos dejar constancia de la aparición de este material. El resto de las piezas de cestería procedentes de la región minera deMazarrú¡ engloba, naturalmente, una serie de cuerdas interesantes, pero que hemos tratado en el apartado dedicado a la cestería.

' 51.

De otra zona minera, la de Riotinto (Huelva), conservamos igualmente una serie de cuerdas en muy buen estado de conservación, y que guarda el Museo de Huelva. Se trata de cuatro fragmentos y un nudo suelto pertenecientes todos ellos, sin duda, a un mismo producto en su origen. x Estamos otra yez anfe una cuerda de notable grosor (4 cm. de diámetro), y también de nueve elementos simples. Estos elementos presentan una torsión muy leve en S; tres

de ellos forman ut torus de torsión Z, y tres tori constituyen la cuerda final de nueve cabos.

tradícional lbérica, Barcelona,

El madero rodeado por la soga pudo formar parte del asa de sujeción de alguno de los grandes esportones que se conservan en este mismo museo. El tamaño de tales esportones está en relación con el de estos maderos (65 cm. de largo por 9 cm. en su sección cuadrada, que se redondea en el centro para no dañar a la soga),

196

49. De gran interés ¡ror haberse encontrado aún montada, mostrándonos Ia forma en que se anudaba para la sujeción y elevación de esportones de mineral o de agua en la boca de la chimenea de la mina, es -la gruesa soga que puede apreciarse en la instalación efectuada en el Museo de Murcia, en donde se en-

2s

Vid. G. GossÉ, loc. cit., lámina III.

x Estas mismas piezas pueden verse extendidas en J. M.a

LuzóN, Instrumentos mineros de la España Antígua, en el volumen La mineria hispana e iberoamericana. Contribución a su investigación histórica. Estudios, I, León, 1970, p. 257, fig.

22.

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