Sustancia corpórea y Mónada: realismo e idealismo en Leibniz

September 23, 2017 | Autor: Leticia Cabañas | Categoría: Gottfried Wilhelm Leibniz
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Descripción

Sustancia corpórea y mónada: realismo e idealismo en Leibniz Leticia Cabañas

Es cierto que ‘idealismo’ y ‘realismo’ son categorías que no deberían aplicarse a la filosofía de Leibniz, donde no aparecen, pues su uso data de mitad del siglo XVIII. Evidentemente a Leibniz le habría resultado difícil captar su significado actual. Utilizados los términos en este estudio entendemos el realismo como aludiendo a un mundo real de seres vivientes y agregados, que no se reducen a simples apariencias, sino que son objetos independientes de la mente. Y a su vez se entenderá por idealismo la interpretación que sostiene que sólo existen las mentes y sus ideas, quedando reducido el mundo físico a meras apariencias. Los objetos en el espacio y en el tiempo no serán cosas en sí, sino representaciones dependientes de la mente de sujetos cognoscentes. Reconstruir el desarrollo filosófico de Leibniz es una empresa notoriamente difícil, seguirle en su ambicioso trabajo de síntesis, pues los múltiples aspectos de su pensamiento no permiten una interpretación unitaria. Tampoco hay acuerdo entre los leibnizianos sobre cómo entender su metafísica correspondiente a los tres períodos: temprano, medio y tardío.1 Pero lo que sí es cierto es que la visión que Leibniz tenía de la sustancia y del mundo físico evolucionó en el curso de su larga trayectoria como pensador. En el período inicial de la Hypothesis physica nova y la Theoria motus abstracti Leibniz había hecho revivir las formas sustanciales frente a las físicas cartesiana y hobbesiana, incapaces de explicar cómo las fuerzas surgen de meras propiedades geométricas de los cuerpos. Posteriormente, en los años 80, Leibniz dirá que la sustancia es un cuerpo animado cuyo poder activo es un principio apetitivo y cuyo poder pasivo es su cuerpo.2 En la rica y compleja ontología de Leibniz el mundo corpóreo representa una compleja alternativa al atomismo físico, con la fuerza como su noción más básica. Busca nuestro autor armonizar el mundo de las fuerzas, movimientos e impactos, con el mundo de los sujetos percipientes y activos, resultando ser uno y el mismo mundo. Resuelve así la dificultad que entraña la interacción entre el movimiento corporal y las percepciones anímicas.

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Período temprano: antes de la madurez de Leibniz, hacia 1686; Período medio: el período aristotélico, de 1686 a 1704; Período idealista último: desde 1704 hasta la muerte de Leibniz en 1716. 2 “Je ne fuiray pas même de dire que l’ame remue le corps…pourveu qu’on l’entende sainement”, Eclaircissement du nouveau systeme de la communication des substances, GP IV, 495; “…changemens qui se font dans le corps en consequence des modifications de l’ame”, ibid., GP IV, 497.

En los años medios, desde fines de la década de los 70 hasta bien entrada la década de los 90, la consideración leibniziana del cuerpo se basa en un mundo de sustancias corpóreas entendido en analogía con los organismos. Para que haya sustancia corpórea tiene que haber cuerpo orgánico, unos cuerpos orgánicos que se transforman en sustancias por contener almas. En la Correspondencia con Arnauld Leibniz dice que las sustancias materiales son organismos, entidades unificadas compuestas de materia y forma.3 Cree que puede aportar una explicación plausible de las sustancias compuestas, entendidas como una unidad per se constituida por un alma inmaterial y un cuerpo orgánico, que es en sí mismo una máquina de la naturaleza resultante de mónadas. La sustancia corpórea es real porque tiene una unidad intrínseca, una unión sustancial de mónadas que están bajo el gobierno de una mónada dominante que coordina a las mónadas subordinadas. Esta mónada dominante aporta unidad al agregado de mónadas que se expresan mutuamente y constituyen el cuerpo orgánico. La máquina orgánica con innumerables mónadas subordinadas se identifica con la sustancia corpórea, cuya estructura es la de una jerarquía infinitamente descendente de formas y agregados de sustancias corpóreas. En torno al período último, desde principios del siglo XVIII hasta la muerte de Leibniz en 1716, aparece la doctrina de las mónadas, concebidas éstas como sustancias en un sentido más fuerte que en la metafísica tradicional y cartesiana. La metafísica madura de Leibniz se desplaza ahora hacia un mundo de mentes independientes, inmateriales, sincronizadas gracias a la armonía preestablecida. Es un extraño nuevo mundo el que se nos presenta en la Monadología, los Principios de la Naturaleza y de la Gracia y en las Notas a Fardella,4 el periodo inmaterialista de sustancias inextensas semejantes a mentes que encierra una visión idealista del cuerpo. Una concepción que se vio confirmada por los microscopistas de la época, como Leeuwenhoek y Malpighi, como se desprende de la explicación que aporta Leibniz de la composición de los cuerpos, donde utiliza el ejemplo de unos peces en un estanque. Los cuerpos orgánicos de los peces son como estanques que contienen otros seres vivientes, otras sustancias corpóreas más pequeñas, que a su vez son también cuerpos orgánicos vistos como estanques que contienen criaturas vivientes todavía más pequeñas, y así al infinito:

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“Si vero sola in corpore forma esset, nihil in eo mutabile esset atque imperfectum…if there were only form in body, there would be nothing changeable and imperfect in it”, Definitione cogitationesque metaphysicae, A VI, 4B, 1399. 4 Las muy interesantes las notas de Leibniz de su conversación con Michelangelo Fardella, escritas en Venecia, el 15 de marzo de 1690.

“…il y a un Monde de Creatures, de vivans, d’Animaux, d’Entelechies, d’Ames dans la moindre partie de la matiere…Chaque portion de la matiere peut être conçue comme un jardín plein de plantes, et comme un étang plein de poissons. Mais chaque rameau de la plante, chaque membre de l’Animal, chaque goutte de ses humeurs est encor un tel jardín ou un tel étang”.5

Frente al desarrollo diacrónico en la metafísica leibniziana, la historia de la recepción de la obra de Leibniz Arnauld (1686) y hasta la muerte de Leibniz 30 años más tarde, había que defisiguió su propio curso, muy diferente. Tras la publicación póstuma de la Monadología en 1720, que ofrecía en forma sinóptica los principios de la filosofía de Leibniz, quedó fijada durante siglos la interpretación de su doctrina, pasando a ser considerado nuestro autor como el metafísico idealista por excelencia. Tradicionalmente se creía que tras el Discurso de Metafísica y la correspondencia con Arnauld (1686) y hasta la muerte de Leibniz unos 30 años más tarde, había que definir al filósofo de Hannover como un idealista que proclamaba la reducción de todas las cosas a sustancias simples, inmateriales. Hoy en día no se puede ya mantener esta visión tradicional que considera la teoría de las mónadas como el aspecto fundamental de la metafísica leibniziana, esto es, un Leibniz considerado como idealista. Pues ni las sustancias corpóreas, ni las máquinas naturales, ni los organismos encajan en esa ontología idealista. Por el contrario, la filosofía realista de Leibniz la defienden muchos leibnizianos. En especial los investigadores de habla inglesa se interesan por un Leibniz cuya ontología básica no se limita a las sustancias simples dotadas de percepción y apetito, sino que su objetivo son las sustancias corpóreas.6 Una de las cuestiones más disputadas por los especialistas es si Leibniz mantuvo la existencia de criaturas vivientes corpóreas o si últimamente las rechazó en favor de una forma de idealismo que niega la realidad última de todas las cosas, excepto de las mónadas. En numerosos estudios bastante recientes se ha puesto en duda la interpretación tradicional del Leibniz idealista de los últimos escritos tras la década de los 90, para pasar a defender una ontología realista de las sustancias corpóreas. Destaca en este sentido Pauline Phemister, que en su libro Leibniz and the Natural World (2005) se opone a la interpretación idealista de la metafísica última de Leibniz y atribuye a las sustancias corpóreas un papel preeminente en su filosofía. Pone en cuestión la visión de una filosofía

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Monadologie § 66 y 67, GP VI, 618; trad. OFC/2, 338. Introducción a Machines of Nature and Corporeal Substances in Leibniz, eds. Justin Smith y Ohad Nachtomy, Dordrecht: Springer, 2011, p. 1-2. 6

leibniziana presentada como un idealismo, en donde las mónadas se reducen a unas entidades sustanciales de tipo mental y los cuerpos son puros fenómenos. Está en contra de la reducción de la materia al espíritu, la espiritualización de la materia. Los componentes básicos de la realidad son las sustancias corpóreas y no las mónadas puramente espirituales. Pues las mónadas sólo no pueden explicar completamente la naturaleza de esas sustancias corpóreas, cuya existencia no depende como en Berkeley del hecho de ser percibidas. Sustituye entonces la visión de que todas las sustancias creadas son similares a almas por la imagen de un mundo creado de sustancias corpóreas vivientes, con las mónadas entendidas únicamente como entelequias o formas sustanciales. Para Phemister las auténticas sustancias, las sustancias corpóreas, están formadas por entelequias y cuerpos orgánicos. Son organismos vivientes, colecciones organizadas de materia bajo la autoridad de una mente percipiente, forma sustancial o alma, unida a un cuerpo orgánico. En el ser unificado de la sustancia corpórea, el alma domina sobre un fragmento de materia que es divisible en infinitas partes organizadas. Luego el cuerpo orgánico es parte esencial de la mónada, la unidad del alma y la materia prima sería incompleta sin ese cuerpo orgánico. Otra contribución importante a este debate es la de Daniel Garber, quien en Leibniz: Body, Substance, Monad (2009) se muestra en contra de que la filosofía de Leibniz sea una forma de idealismo. La tesis de Garber es que entre 1680 y 1695 Leibniz tiene una visión aristotélica de la sustancia, como partidario de una teoría hilemórfica de las sustancias naturales: las cosas físicas son materia unificada por una forma sustancial. Desarrolla Leibniz una visión del cuerpo y del mundo físico fundada en un mundo de sustancias entendidas en analogía con los organismos. Las sustancias no son por tanto mentes, sino cuerpos orgánicos transformados en sustancias al contener mentes. Como Phemister, reconoce Garber que en el periodo que va desde fines de los 70 a fines de los 90, el periodo conocido como los años medios, Leibniz defendió una metafísica de la sustancia corpórea que difiere netamente de la metafísica monadológica de sus años posteriores. Es decir, que en dicho periodo mantuvo una doctrina realista que presenta un mundo creado poblado de sustancias corpóreas extensas poseedoras de almas. En definitiva, un mundo no compuesto de almas, sino de sustancias. Sostiene también que para superar el idealismo conviene ver a las mónadas como unidas a un cuerpo orgánico y perceptivo en unión indestructible. Y llega a considerar que Leibniz, lejos de

ser un idealista en sus últimos años, siguió siendo un realista en lo que se refiere a los cuerpos, como había sucedido ya en las décadas de los 80 y 90. En todo caso, cree Garber que la relación establecida entre mónadas y cuerpos es un problema que Leibniz nunca acabó de resolver. Su supuesto idealismo de la visión monadológica es más complejo de lo que se cree. Pues en el periodo último lejos de ser un idealista convencido, estaba constantemente repensando sus fluctuantes teorías, y luchando por encontrar una explicación aceptable en lo referente a la relación entre cuerpos y mónadas. Incluso en la presentación monadológica última Leibniz no elimina ni su concepto de sustancias corpóreas ni su visión metafísica de la inclusión de unas en otras al infinito. Así, en 1714 dice que la sustancia simple “est environnée d’une Masse composée par une infinité d’autres Monades qui constituent le corps propre de cette Monade centrale”.7 O bien afirma que la sustancia compuesta es la reunión de una sustancia simple

y de una masa que es su propio cuerpo “suivant les affections duquel elle represente…les choses qui sont hors d’elle”.8 Resulta entonces difícil mantener que Leibniz fuese realmente un idealista. Sin embargo, frente a la opinión de Garber, Phemister y demás partidarios del realismo de la sustancia corpórea, hay que reconocer que la evidencia textual en favor de un idealismo sustancial, que admite únicamente a las mónadas bajo la categoría de sustancias, resulta considerable en los últimos escritos. La interpretación realista que presentan estos autores, demasiado aristotélica, resulta incompatible con los textos de 1714, la Monadología y los Principios de la Naturaleza y de la Gracia. Es cierto que se pueden encontrar igualmente textos en los que Leibniz hace profesión de realismo: existen cuerpos orgánicos que poseen en sí mismos un principio de unidad independiente de la actividad de la mente humana. Para poder explicar esos cuerpos orgánicos es cuando Leibniz se ve forzado a introducir las sustancias corpóreas en su filosofía, agregados de mónadas que reciben su unidad de una mónada dominante, con independencia de la actividad de nuestra mente. Esas sustancias corpóreas integran una estructura estratificada de infinitas sustancias, un modelo metafísico infinitamente complejo. Ofrecen una imagen del mundo de los seres orgánicos como complejos dentro de complejos ad infinitum, sin límite último en su descomposición.9 Se forman mundos

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PNG § 3, GP VI, 599; trad. OFC/2, 344. Ibid. Cf. Michel Fichant, “Le degré de réalité des corps dans la dernière philosophie de Leibniz”, en VIII Congreso Leibniz, Nachtragsband, 2000, p. 39-43. 9 “c’est…comme Harlequin qu’on vouloit depouiller sur le Theatre, mais on n’en pût venir à bout, parce qu’il avoit je ne sai combien d’habits les uns sur les autres”, NE III, 6, 42, A VI, 6, 329. 8

dentro de mundos, estructuras micromecanicistas de máquinas dentro de máquinas que expresan la infinita naturaleza del Creador.10 Esta noción de individuos incluidos dentro de individuos, se vislumbraba ya en los primeros escritos de Leibniz, en las Notas Parisinas11, y supone un corte radical con la fórmula tradicional de “un cuerpo, una sustancia”. En el invierno de 1670-71 inventa Leibniz el “panorganismo”: el cuerpo orgánico de una criatura viviente contiene una infinidad de criaturas vivientes, cuyos cuerpos encierran a su vez criaturas vivientes.12 El principio pasivo de una sustancia corpórea está constituido por una vasta colección de sustancias corpóreas, cada una de las cuales es a su vez una sustancia corpórea cuyo principio pasivo se forma de idéntico modo, y así al infinito. Porque el cuerpo de una sustancia corpórea, su principio pasivo, no es una mera colección, sino una estructura organizada de sustancias corpóreas, un todo de sustancias que incluyen otras sustancias y en donde la pasividad es una cuestión de grado, dependiendo del lugar que ocupen en la jerarquía de formas dominantes y subordinadas gobernadas por el principio de continuidad. Es esta estructura de inclusiones al infinito la que distingue a los seres vivientes de los que no lo son. El término “organismo”, que hace referencia a un nuevo concepto, fue introducido durante la primera década del siglo XVIII en la controversia que enfrentó a Leibniz y Stahl, célebre médico y químico autor de Teoría médica. Se sirve Leibniz de dicho término para designar, frente a las máquinas de fabricación humana, aquellas máquinas de invención divina, es decir, los cuerpos orgánicos cuyos elementos integrantes se despliegan al infinito. Indica el término una unidad organizada y se aplica exclusivamente a los seres vivientes. Permite además desvincularse del modelo mecanicista cartesiano, dominante en la fisiología de la época, que considera los procesos de modificación de los cuerpos desde un punto de vista material, con ausencia de toda finalidad. Efectivamente, pues Descartes quiso evitar las causas finales en la explicación de los fenómenos naturales. Lo orgánico, por el contrario, asegura la finalidad instrumental del cuerpo vivo, 10

“Machines de la Nature, c’est à dire les corps vivans, sont encore des machines dans leur moindres parties jusqu’a l’infini”Nature, Monadología § 64, GP VI, 618; trad. OFC/2, 337. Cf. A des Bosses, 11-17 de marzo 1706, GP II, 305-306; trad. OFC/14, 173. 11 De sede animae, febrero 1676, A VI, 3, 478-79; “…ce corps est organique, quand il forme une maniere d’Automate ou de Machine de la Nature, qui est machine non seulement dans le tout, mais encore dans les plus petites parties qui se peuvent faire remarquer”, PNG § 3, GP VI, 599, trad. OFC/2, 344; A lady Masham, GP III, 356: “je defines l’Organisme, ou la Machine naturelle, que c’est une machine don’t chaque partie est machine, et par consequent que la subtilité de son artifice va à l’infini”; cf. Monadología § 67-70, GP VI, 618-19; trad. OFC/2, 338 . 12 Christia Mercer, Leibniz’s Metaphysics. Its Origin and Development, Cambridge: Cambridge University Press, 2004, p. 208.

al estar provisto de un alma rectora de los movimientos vitales del cuerpo, un alma orgánica que es un componente más de la máquina orgánica. Se trata de una filosofía animista que contrarresta la acusación de ateísmo lanzada contra los mecanicistas. Descartes había tomado las máquinas artificiales como modelo para explicar las máquinas naturales. En último análisis los animales son sólo máquinas, aunque muy complejas.13 Para Leibniz, sin embargo, que retoma la distinción aristotélica entre los seres animados e inanimados, existe una diferencia categorial entre los animales y las máquinas, y en este sentido critica a los modernos por pretender que “nihil aliud sit natura corporum quam Mechanismus”.14 Con el fin de limitar la visión mecanicista cartesiana que asimila lo natural y lo artificial, identifica Leibniz las máquinas naturales -una noción que introduce en el “Système Nouveau” de 1695- con las sustancias corpóreas. Son éstas las auténticas unidades que se diferencian de las máquinas artificiales producidas por el hombre, las cuales son meras colecciones de individuos, y no individuos unitarios que conformen un todo. A diferencia de ellas, las máquinas naturales, creadas por Dios, comprenden infinitas máquinas, lo que no impide que constituyan una unidad. Ya desde los años del periodo medio Leibniz tuvo mucho cuidado en distinguir los agregados de las sustancias, pues sólo estas últimas son unidades per se. Efectivamente, lleva a confusión el hecho de considerar a las sustancias corpóreas como agregados, las máquinas artificiales, que carecen de una auténtica unidad.15 Un agregado no es una sustancia corpórea; es por ejemplo, un rebaño de ovejas, un cuerpo de ejército, que tienen una unidad sólo nominal.16 No tienen los agregados una unidad en sí mismos, sino sólo la unidad conceptual aportada por la mente cognoscente. Sólo las máquinas naturales permiten ser calificadas como sustancias, al poseer una auténtica unidad.17 Lo

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Principios de la filosofía, IV, art. 203, AT IX, 321-322: Je ne reconnais aucune différence entre les machines qui font les artisans et les divers corps que la nature seule compose, sinon que les effets des machines ne dépendent que de l’agencement de certains tuyaux, ou ressorts, ou autres instruments….Car, par exemple, lors qu’une montre marque les heures par le moyen des roues dont elle est faite, cela ne lui est pas ,moins natural qu’il est à un arbre de produire des fruits,. 14 Leibniz/Stahl, La controverse entre Stahl et Leibniz sur la vie, l’organisme et le mixte, ed. y trad. Sarah Carvallo, Paris: Vrin, 2004, p. 80. 15 Por ejemplo, un rebaño de ovejas, un montón de piedras, un ejército de soldados, una bandada de pájaros. 16 “…une masse de matiere n’est pas proprement ce que j’appelle une substance corporelle, mais un amas et un resultat (aggregatum) d’une infinité de telles substances, comme l’est un trouppeau de moutons ou un tas de vers”, Éclaircisssement sur les Natures Plastiques et les Príncipes de Vie et de Mouvement, GP VI, 550; “…ces Estres [d’agrégation] n’ont leur unité que dans nostre esprit”, A Arnauld, 30 de abril 1687, GP II, 97; trad. OFC/14, 104. 17 “…il n’ya a point de multitude sans des veritables unités. Pour trancher tout court, je tiens pour un axiome cette proposition identique qui n’est diversifiée que par l’accent, sçavoir que ce qui n’est pas véritablement ‘un’ estre, n’est pas non plus véritablement un ‘estre’”, ibid.

que distingue a los agregados de las sustancias es su tipo de unidad. Mientras que la unidad de los agregados es externa, producto de un acto mental de percepción, la de las sustancias individuales es intrínseca. Esta distinción fundamental entre sustancias y agregados fue formulada y defendida por Leibniz en la Correspondencia con Arnauld de los años 1686-87. Ser una unidad implica una fuente interna de actividad. Introduce Leibniz la fuerza inherente de actividad, la vis primitiva, en los seres naturales.18 Reaparece el tema del “fundus animae” que se prolonga durante siglos en el ámbito filosófico alemán, desde el maestro Eckhart hasta Baumgarten. Cada máquina natural tiene su propio programa o ley de desarrollo prescrito desde el interior.19 Mientras que una máquina artificial no tiene una finalidad interna, sino sólo externa, para aquello que ha sido producida por los seres humanos. Hace Leibniz una brillante y original síntesis entre el modelo de los seres vivientes aristotélico y el cartesiano. Utiliza el concepto aristotélico de “entelequia” en la rehabilitación de las formas sustanciales para caracterizar una sustancia mediante un principio interno de actividad y vida, que es simultáneamente consistente con una descripción mecanicista de los seres vivientes a nivel físico.20 Esto frente al programa de Descartes, que había sustituido el modelo aristotélico de los seres vivientes con la idea de mecanizar todas las funciones tradicionalmente asignadas a las almas vegetativa y sensitiva. Para el filósofo francés todos los fenómenos vitales se explican mecánicamente sin necesidad de hacer referencia a las formas sustanciales. De lo que se trata es de reducir las máquinas naturales a las artificiales inanimadas.21 Leibniz reconstruye un modelo no cartesiano del mundo viviente. Pero para formar cuerpos reales animados a partir de mónadas necesita de algo de una mayor

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“…accedereque adeo debere animam, vel formam animae analogam, sive entelécheian tèn próten, id est nisumquendam seu vim agenda primitivam, quae ipsa est lex insita, decreto divino impressa”, De ipsa natura § 12, GP IV, 512; trad. OFC/8, 456. Cf. “Aristote les appelle entelechies premieres, je les appelle peutestre plus intelligiblement forces primitives, qui ne contiennent pas seulement l’acte ou le complement de la possibilité, mais encor une activité originale”, Systeme nouveau, GP IV, 479; “De plus, par le moyen de l’ame ou forme, il y a une veritable unité qui repond à ce qu’on appelle moy en nous; ce qui ne sçauroit avoir lieu ny dans les machines de l’art, ny dans la simple masse de la matiere, quelque organisée qu’elle puisse estre; qu’on ne peut considerer que comme une armée ou un troupeau ou comme un estang plein de poissons, ou comme une montre composée de ressorts et de roues”, ibid. GP IV, 482. 19 “…contient dans sa nature legem continuationis seriei suarum operationum, et tout ce qui luy est arrive et arrivera…toutes ses actions viennent de son proper fonds”, A Arnauld, 23 de marzo, 1690, GP II, 136; trad. OFC/14, 149. 20 A de Volder, 20 de junio 1703, GP II, 250; trad OFC/16B, 1198: “Cum dico substantiam, quamvis corpoream, continere infinitas machinas, simul addendum puto ipsam complecti unam machinam ex ipsis compositam et praeterea esse una Entelecheia actuatam, sine qua nullum esset in ea principium verae Unitatis”. 21 Ohad Nachtomy, “Leibniz and the Logic of Life”, Studia Leibnitiana, 41/1 (2009), p. 4-7.

consistencia que las relaciones, que siempre consideró como meras cosas mentales. En la Correspondencia con Des Bosses, donde se trata el tema de la sustancia corpórea, Leibniz se ve forzado a reconsiderar sus teorías. Desarrolla entonces la fórmula del vinculum substantiale, algo real e independiente de las mónadas, una entidad con la capacidad de unir una pluralidad de mónadas en una sustancia compuesta. Piensa entonces el vinculum como una sustancia en sentido propio y no como una relación. Es la hipótesis de un vinculum susbtantiale, una mónada hegemónica con la capacidad de unir una pluralidad de mónadas en una única sustancia compuesta. A pesar de todo lo expuesto, el papel y significado de los conceptos de sustancia corpórea y de máquina natural sigue siendo una cuestión controvertida. Uno de los más serios puntos de tensión en la metafísica leibniziana es el estatus de esas sustancias corpóreas, criaturas vivientes compuestas de un cuerpo orgánico y de un alma inmortal o forma. Pues la cuestión de la naturaleza de la sustancia compuesta encierra problemas complejos, a los que se suma la formidable dificultad de que por un lado la sustancia es una e indivisible, mientras que por otro consiste en una infinidad de sustancias, o de máquinas dentro de máquinas. Un tema central de debate entre los leibnizianos es el hecho de que Leibniz no aporte una explicación consistente y convincente acerca de la unidad y la realidad de la sustancia compuesta. Algunos llegan incluso a cuestionar la posibilidad misma de una sustancia compuesta en la monadología de Leibniz, la idea de que pueda haber sustancias corpóreas en un mundo cuyos últimos componentes se reducen a las mónadas. Se apoyan en los cambios observados en la posición leibniziana relativa a la ontología de la sustancia. Pues en escritos posteriores a 1700 la teoría de la sustancia corpórea se sustituye por una visión idealista: las únicas sustancias reales existentes son las mónadas inmateriales. En la Correspondencia con De Volder y la Correspondencia con Des Bosses aparece una explicación fenomenalista del cuerpo. La noción de fenómeno bien fundado la emplea Leibniz para caracterizar a la materia segunda y los cuerpos. Al hablar sobre los cuerpos dice: “Leur realité n’est que dans le consentement des apparences des Monades”.22 22

A Bourguet, 22 de marzo 1714, GP III, 567; “Explicationem phaenomenorum omnium per solas Monadum perceptiones inter se conspirantes…”, A des Bosses, 16 de junio 1712, GP II, 450, trad. OFC/14, 377; “Ex Hypothesi, quod nihil aliud existat, quam Monades, et quod eae modificentur varie et consentienter, fit ut omnia caetera Entia quae concipimus non sint nisi phaenomena bene fundata”, A des Bosses, 12 de diciembre 1712, GP II, 473, trad. OFC/14, 403; “…materiam autem et motum non tantum substantias aut res quam percipientium phaenomena esse, quorum realitas sita est in percipientium secum ipsis (pro diversis temporibus) et cum caeteris percipientibus harmonia”, A de Volder, 30 de junio 1704, GP II, 270, trad. OFC/ 16B, 1225; “Nihil enim reale esse potest in natura quam substantiae simplices, et ex iis resultantia aggregata”, A de Volder, 19 de enero 1706, GP II, 282, trad. OFC/16B, 1242.

En respuesta a la crítica que le presenta el jesuita Tournemine, “Conjectures sur l’Union de l’Ame et du Corps”, publicada en el “Journal de Trévoux” (vol.III) en 1703, expone Leibniz con gran claridad la dificultad de la unión del alma y el cuerpo, rompiendo con la teoría de las sustancias corpóreas y asumiendo la teoría de las mónadas. Es el paso de la temprana ontología de Leibniz a la última del inmaterialismo monadológico maduro, una ontología de sustancias simples como elementos de todas las cosas. Acaba Leibniz rechazando la tesis del agregado de sustancias como incoherente y en su lugar opta por una versión del fenomenalismo que se aproxima a la de Berkeley. Se observa un contraste entre la metafísica leibniziana de la Monadología y la de los años medios. Hay transformaciones profundas del Leibniz de las sustancias individuales y las nociones completas al Leibniz ulterior de las sustancias simples o mónadas. En este período último inmaterialista las mónadas son entidades básicas, pero no ya partes físicas constitutivas, sino unidades dinámicas de fuerza. Para la metafísica del período medio los objetos eran agregados de pequeños animales vivientes, mientras que para la metafísica tardía los objetos en el espacio son representaciones de seres percipientes, cada uno de los cuales experimenta su propio mundo como una versión más o menos adecuada del mundo percibido por Dios. Se produce un cambio radical: de los seres vivientes que se subdividen al infinito a las mónadas elementales. La teoría de las mónadas es la culminación lógica, el desarrollo coherente de la filosofía leibniziana: las únicas genuinas sustancias son las mónadas, similares a almas. En la metafísica madura de Leibniz aparece por tanto la doctrina de las mónadas. En su ontología adscribe un auténtico ser únicamente a las unidades sustanciales o mónadas. Las mónadas son sustancias espirituales, los principios vitales de los cuerpos, centros energéticos, puntos activos o animados encarnados en la materia. La mónada es un centro radial que despliega en el tiempo su propia esencia que contiene toda su historia. la suma de todas sus percepciones, junto con la ley que establece el orden en que éstas se siguen entre sí. Cada mónada expresa el entero mundo en sus percepciones confusas de todo lo que existe, sus perspectivas del mundo. Una representación del mundo entero visto desde un particular punto de vista. Para Leibniz los poderes representativos de las mónadas juegan un papel esencial en la constitución del mundo. Pues el mundo es lo que expresan las mónadas, existe en cuanto que su percepción está incluida en el concepto completo de las sustancias monádicas, en las esencias de las mónadas. 23 Los objetos en

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A VI, 4B, 1600 y 1618.

el espacio y en el tiempo dependen de la mente, mientras que las mónadas son sustancias que existen independientemente del mundo.24 La existencia de objetos representados en el espacio y tiempo, y la existencia de mónadas (sujetos representativos) se implican en mutua dependencia. La Monadología marca así el final de la evolución del pensamiento de Leibniz. Resumiendo, la trayectoria filosófica leibniziana normalmente aceptada se desplaza desde una primera teoría sobre los cuerpos físicos en los años de juventud, pasando luego por una teoría de la sustancia corpórea en los años medios, para finalizar en una teoría de las mónadas en los últimos años. Pero algunos intérpretes se desmarcan de esta interpretación aceptada y atribuyen a Leibniz una tendencia marcadamente a favor del idealismo: los únicos componentes del mundo son simples mónadas, los cuerpos materiales son meras apariencias (Adams, Rutherford, Wilson). Para otros, sin embargo, Leibniz es realista, ocupando las sustancias corpóreas un papel principal en su ontología (Phemister, Arthur, Garber). La principal diferencia entre las dos interpretaciones es que en la teoría última idealista, los elementos que componen el mundo creado son inextensos, unas mónadas semejantes a mentes. Mientras que en la primera teoría realista los elementos fundamentales son sustancias corpóreas, entendidas casi al modo aristotélico al estar compuestas de materia y forma. Sucede que la tensión entre lo ideal y lo real no desaparece en Leibniz, una tensión entre dos sistemas fundamentalmente opuestos: el idealismo de las mónadas y el realismo de los cuerpos vivientes. De hecho, en su última filosofía Leibniz trabaja con más de un modelo de sustancia, en un intento por conjuntar los temas idealistas y realistas en su pensamiento. Según Fichant, Leibniz consideró hasta el final el concepto de sustancia corpórea, incluso en los últimos desarrollos de la ontología monadológica, que por tanto no se puede reducir a una tesis idealista.25 El resultado es una visión de Leibniz como un idealista sui generis, que contra el solipsismo asume la existencia de una pluralidad de sustancias, cada una de ellas autónoma y totalmente diferente de las otras. Sería necesario reconciliar el esquema de las sustancias corpóreas y el de las mónadas, determinar el papel de la corporeidad en el marco sustancialista, de manera que el concepto de sustancia deje de oscilar entre diversas interpretaciones en debate, entre los partidarios de la sustancia corpórea y aquellos que defienden el idealismo sustancial.

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”Totus mundus revera est objectum cujusque mentis, totus mundus quodammodo a quavis mente percipitur. Mundus unus et tamen mentes diversae”, A VI, 4B, 1713. 25 Michel Fichant, “Leibniz et les machines de la nature”, Studia Leibnitiana., 35/1 (2003), p. 1-28.

Habría también que considerar si realmente se produce una ruptura con la metafísica del período medio, la de la sustancia corpórea. Pues a pesar del idealismo tardío, el del mundo de sustancias espirituales, no se puede decir que Leibniz sea un idealista en el sentido moderno berkeleiano, que afirma que la existencia de los cuerpos depende totalmente del ser que los percibe. Leibniz mismo ofrece una síntesis entre idealismo y materialismo, al combinar en su epistemología la experiencia y la razón. Pues buscaba una noción de sustancia que anulase el divorcio cartesiano entre la materia y el espíritu. Según nos dice, en el mundo creado sólo puede haber actividad si también hay pasividad, sólo puede haber mentes, almas y formas si hay también materia.26 Porque el núcleo de la sustancia consiste una materia prima o fuerza pasiva, en un punto físico o esfera mínima.27

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“Porro tò dynamikòn seu potentia in corpore duplex est, Passiva et Activa. Vis passiva proprie constituit Materiam seu Massam, Activa entelécheian seu formam”, mayo 1702, GP IV, 395. 27 Al duque Juan Federico, 21 de mayo, 1671, A II, 12, 176, “…dieser Kern der substantz in puncto physico consistens”.

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