Superando una desilusión amistosa

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Descripción

Superando una desilusión amistosa Muchas personas creen que la peor experiencia que pueden atravesar es una desilusión amorosa, pero el compromiso, la confianza, y el grado de intimidad que llegas a tener con un amigo/a, es mucho mayor que el que puedas tener con una pareja. Muchos factores intervienen al momento de confrontar este tipo de desilusión, todo depende si tu mejor amigo es hombre/mujer, el tipo de daño que existió, si es factible restaurar la relación, el número de implicados, los sentimientos de culpa, ira, odio, en fin… Pero lo verdaderamente preocupante de una experiencia como ésta es que nuestro cuerpo lo siente y nuestras emociones pueden deteriorar nuestra salud, y si no lo controlamos puede acabar con nuestra vida. Particularmente quiero compartir mi experiencia, a lo mejor tú has vivido algo similar y anhelo que Dios te ayude a superarlo algún día como lo hizo conmigo. El inicio – La fuerza de la amistad En mi caso, la relación de amistad que llegué a entablar con mi amiga fue muy especial porque ella me dio la mano cuando estuve en serios problemas y me encontraba desesperada. En medio de una gran angustia encontré en ella una mano amiga, una confidente, una hermana, un hombro donde derramar mis lágrimas, alguien en quien confiar, una consejera. Nunca recibí amor tan grande de ninguna persona. Fue tan íntima mi relación con ella que incluso sabía lo que me pasaba sólo con mirarme a los ojos. Ella me defendía de las críticas y burlas de muchas personas, esa era una de las maneras de mostrarme su amor de amiga. El mal paso luego del inicio – La falta de dominio propio Pero como todo en la vida, siempre llegan eventos que nos cambian el rumbo y nos quitan la alegría. Mi amiga tenía ya muchos años de casada y yo llevaba una vida un tanto desordenada; consumía

sustancias para sentir bienestar en medio de todo el desorden en el que vivía. Un día, mientras ella se alistaba para un recital de arte, su esposo se acercó a mí, y sin más, tocó mis partes íntimas y me dijo que como su esposa (mi amiga) estaba enferma, entre ellos no había intimidad hace tiempo y él estaba desesperado por tener descendencia. No dejé que pasara algo más, pero le permití caricias elevadas de tono, por tres ocasiones. El intermedio – Todos lo notaron Al pasar los días, mi semblante decayó notablemente y mi amiga lo notó. Ella estaba desesperada porque comencé a consumir sustancias en mayor cantidad, incrementé mi consumo de alcohol y mis intentos de suicidio casi dan resultado. Después de eso, mi actitud hacia él era hostil, lo trataba con tanto desprecio que todo el mundo lo notaba. Inicio de la peor etapa – Asumir las consecuencias Hasta que un 23 de diciembre, dos días antes de la fecha más linda del año, recibí una llamada de mi amiga y me invitó a un café en su casa. El motivo de la invitación lo descubrí apenas llegué a la puerta, pues sus ojos estaban hinchados de haber llorado toda la noche. Fue muy directa, me dijo que su esposo le había contado lo que pasó entre nosotros porque ella había notado la forma en que yo lo trataba a él. Nunca me dio la oportunidad de contar mi lado de la historia, y quise hacerlo únicamente porque él había dicho que varias veces tuvimos encuentros sexuales y que él había sido seducido por mí, por la manera provocativa en la que me vestía, es decir, me echó la culpa a mí! En realidad nunca noté que él me veía como mujer, cuando yo lo veía como lo que él era: el líder de jóvenes de la iglesia! En medio de la conversación que mantuvimos, hubo palabras amargas, mucho resentimiento de parte de los tres, lloramos inconsolablemente, al final ella me pidió que nos pidiésemos perdón y nos demos un abrazo, pero mi desprecio hacia él fue mayor que el cariño que le tenía a mi amiga.

Luego de ese día mi vida no volvió a ser igual, incluso hasta el día de hoy, nunca más volví a confiar en nadie. De hecho, pasé 7 años sin tener ningún amigo o amiga. La pos-etapa – La peor decisión Lo que hice en los meses siguientes fue la peor decisión que pude haber tomado. Aunque sabía que no iba a ser fácil, decidí quedarme para intentar restaurar la relación de amistad; pero lo único que recibí durante 7 meses fue desprecio, burlas, críticas, humillaciones, muchas de las experiencias que yo les había comentado en secreto de confesión, fueron hechas públicas en las reuniones de jóvenes de la iglesia y con la gente del centro de artes donde ellos trabajaban. Me hice daño al permanecer en ese lugar. Yo buscaba encontrar a Dios, y lo que encontré fue odio. La pos-etapa – Armarse de valor Yo tenía 22 años, y cuando decidí alejarme de ese lugar hice algo que si no lo hubiese hecho, no sé cuáles hubiesen sido las consecuencias. Lo pensé durante días y finalmente me armé de valor, sinceridad, valentía y me humillé a mí misma: decidí pedir perdón. Anteriormente lo había hecho, pero no fui sincera en absoluto. Pedí hablar únicamente con mi amiga, y le dije algo como esto: “No trato de justificarme por lo que pasó y no me interesa saber cómo te fueron contadas las cosas, sólo quiero agradecerte por haber sido un ser humano incondicional cuando necesité ayuda en momentos de gran desesperación, fuiste la mejor amiga que tuve en toda mi vida pero todo tiene un final. Así como ustedes fueron una bendición para mi vida, se convirtieron en la experiencia más amarga. Y aunque yo no tuve la culpa de todo lo que pasó me hago responsable de lo que sí hice y te pido que me perdones porque no supe valorar tu amistad y no supe poner límites. Te prometo que nunca más vas a volver a saber de mí, nunca más voy a volver a escribirte ni llamarte y espero que algún día ese odio que sientes por mí, desaparezca.”

Etapa intermedia – Sin respuestas Los meses siguientes viví la peor etapa de mi vida, mi cuerpo resintió el dolor de mi alma, me enfermé de gravedad hasta el punto que casi muero deshidratada, mi hermana tenía que levantarse cada hora durante toda la noche a darme de beber agua, vomitaba todo lo que comía, incluso el agua. No podía tomar pastillas porque mi organismo ya no resistía más químicos, bajé estrepitosamente de peso, mi apariencia física sufrió cambios dramáticos. Vi llorar a mi madre y a mi hermana porque ningún médico sabía lidiar con la situación. Hasta que conocimos a un Neumólogo Intensivista, del cual siempre viviré agradecida con Dios por haberlo enviado a nosotros. Él descubrió que tenía problemas graves en mis vías respiratorias, y fue el único médico que se dio cuenta de que mi malestar en la salud tenía su origen dentro de mí. Etapa intermedia – El diagnóstico y la dolorosa curación Esta experiencia con mi amiga nunca se lo conté a nadie, pero alguien me sugirió que lo hiciera, de otra manera no habría podido superarlo. Así que se lo comenté a mi hermana. Ella sufrió por todo lo que le conté, pero mi alma se liberó de alguna manera, y ella junto con el médico colaboraron mucho para mi recuperación. El doctor recomendó que visite lugares cálidos y que estuvieran al nivel del mar; así lo hice y comencé una etapa dolorosa, en la que también me diagnosticaron un “Trastorno Depresivo Mayor”. Durante esos casi cuatro años que duró el trastorno, las cosas no fueron fáciles. Si bien pedí perdón, no podía desvincularme emocionalmente de esa relación. Mi hermana hacía de todo para que no me encerrara en ese sentimiento de culpa que me bloqueó, me desvinculé de la sociedad, no tenía amigos/as, con las únicas personas que compartía un paseo era con mi núcleo familiar, me volví agresiva, desconfiada, eliminé cualquier tipo de comunicación con otras personas. Mi hermana me dijo que ella sabía cuánto llegué a querer a mi amiga y entendía el dolor que eso provocó en mí.

Inicio etapa final – Una luz al final del túnel Mis padres notaron que algo me sucedía, pero nunca les conté esta historia. Y de alguna manera creo que mejor es así, porque lo bueno que me pasó de todo esto es que Dios me regaló un hogar; la poca o nula relación que tenía con mi familia cambió y el día de hoy somos los mejores amigos. Intermedio en la Etapa final – la actitud No digo que fue fácil, pero me costó años superar ese trauma. Día y noche le pedía a Dios que me libere de esa experiencia, que no me permita recaer en el consumo de sustancias y que me libre de atentar contra mi vida. Etapa final – Consecuencias, cicatrices y regalos Al día de hoy, Dios me ha regalado cinco amigos, quienes son personas muy especiales; decidí entregarle mi vida a Dios así que no me interesa tener una pareja para ser feliz, ¡porque ya lo soy! Hay ciertas cosas que me disgustan mucho y trato de no hacerlo notar; por ejemplo: me resulta poco agradable saludar a otra persona con beso en la mejilla, no me gusta; y algo que se ha convertido en una cruz para mi vida, es llevarme bien con otros cristianos, y peor aún si me invitan a reuniones de jóvenes o eventos sociales, me siento sumamente incómoda. Espero algún día superarlo.

Anhelo de todo corazón que mi historia te ayude en algo. Si quieres compartirla o si quieres dejarme un mensaje, bien puedes. Será un auténtico place responderte. Bendiciones! Anónimo

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