Sujeto Histórico y Neozapatismo en México

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Descripción

Sujeto histórico y neozapatismo Alfredo Mora Pavón Pronto corrió la voz por las cañadas, incluso entre los ganaderos, de que la guerra iba a comenzar en cuanto él lo dijera. Womack Jr. John. Rebelión en Chiapas,

Introducción En el planteamiento de la elaboración de este trabajo, se ha elegido una temática que permita cumplir, en una misma dirección, varios objetivos. El primero de ellos es encontrar el sentido epistemológico del estudio del sujeto histórico que se planteó como parte del programa de la asignatura Teoría de la Historia en el Instituto de Investigaciones José María Luis Mora. En segundo término, se ubica el acercamiento a una definición de sujeto histórico que permitirá enlazar el ya mencionado primer objetivo con el último de ellos: precisar cómo se ha contemplado al neozapatismo cual sujeto histórico, desde diferentes perspectivas. Dichos objetivos representan un reto propio personal por esclarecer y dar respuesta a algunas interrogantes propias del desconocimiento que tengo del tema y

que se

expresan a continuación con el fin de dar mayor claridad a lo antes escrito: ¿Cuál es la importancia epistemológica de estudiar al sujeto histórico como un elemento para la Teoría de la historia?, ¿Qué es el sujeto histórico?, y finalmente: ¿Qué es el neozapatismo cual sujeto histórico? A fin de contestar a tales cuestionamientos habré de guiarme por textos que se han inclinado por el análisis historiográfico, así como trabajos cuyo eje principal es la discusión en torno al sujeto histórico. No pretendo, sin embargo, realizar un trabajo esencialmente teórico, pues como se ha estipulado en el programa de la asignatura, la función fundamental es el análisis de uno de los problemas vistos en clase en una obra histórica. Por lo tanto, habrá de recaer mayor peso analítico en la segunda parte –o tercer objetivo- de este trabajo, en la que se pretende destacar la diferentes ópticas o perspectivas desde las cuáles se ha analizado históricamente el neozapatismo, por parte de diversos autores dedicados al tema.

Importancia epistemológica del sujeto histórico El siglo XIX europeo, denominado “siglo de la historia”, trajo a la luz un importante debate respecto al contenido de la disciplina histórica, y ésta se dio a la tarea de dar inicio a la formación y consolidación de un cuerpo teórico, conformada por elementos como el sujeto histórico. En la última parte de ese siglo, y a lo largo del XX llegaría el período en el que se otorgaría un mayor valor al estudio del lugar del sujeto histórico, con los importantes debates surgidos desde el las diferentes escuelas de pensamiento. El peso epistemológico del sujeto en conjunto con el objeto, permitió dilucidar paulatinamente, no solo qué era lo que la historia debía estudiar, sino quién o qué construía eso que la historia pretendía analizar, “El proceso de construcción de la disciplina histórica revela un proceso en el cual tanto el sujeto como el objeto se fueron configurando lentamente, y a través de su definición se fueron universalizando y convirtiendo en conceptos epistemológico. La construcción de sujetos sociales, dada tanto por el historicismo positivista como por la escuela de los Annales y el materialismo histórico, se constituyó en el principal elemento teórico y metodológico para el análisis histórico.”1 Fuentes2 resalta la importancia de Annales en la construcción no solo del sujeto histórico, sino de nuevos sujetos históricos, hasta entonces impensados, como es el caso del sujeto geográfico planteado por Braudel en el Mediterráneo en la época de Felipe II. A partir de entonces y hasta ahora, en su paso por las diferentes etapas de la historia, y por las diferentes corrientes o escuelas de pensamiento, el sujeto histórico ha cambiado y se ha transformado, respondiendo a su propio rol social y también a los diferentes contextos políticos y económicos. Definición de sujeto histórico Y al llegar a este punto, bien cabría entonces comenzar a disertar respecto al sujeto histórico. De manera somera sabemos que el debate en torno a éste como elemento de la historia comenzó su despunte a finales del siglo XIX, como parte de la disciplina 1 2

Fuentes, “Lugar” p. 480 Ibíd. p. 470

histórica; que ha sido labor de las diferentes escuelas del pensamiento histórico definirlo –y debatir en torno a él- y sobre todo que es la propia historia la que se ha encargado de transformarlo en diferentes ocasiones. Y sin embargo, vale la pena hacer un ligero acercamiento a la propia definición general de sujeto histórico para dar mayor claridad a este análisis. Para hacerlo, la vía más recomendable es mediante la formulación de una pregunta: ¿Quién o qué hace la historia?, ¿Quién es, por tanto, el sujeto de la historia? Las posibles respuestas a estos cuestionamientos pueden incluirse, de manera muy general, en tres diferentes clasificaciones o explicaciones, que se describen a continuación. La explicación providencialista o teológica -plasmada en la mayor parte de los textos de orientación religiosa, previas a la construcción de la disciplina histórica-, bajo la cual el verdadero sujeto de la historia, lo que está detrás del acontecer histórico y de la voluntad humana es una divinidad o entidad suprahumana. De tal forma, todo lo que el ser humano ha hecho, dicho, pensado, sentido o realizado, forma parte de una voluntad ajena y superior a él. La tradición individualista, generada por el pensamiento positivista, destaca a las grandes genialidades, como aquellos capaces de resolver los grandes problemas planteados por generaciones anteriores-, atender las nuevas problemáticas políticas y sociales, así como orientar la acción de la sociedades y provocar el acontecer histórico. La explicación colectivista o populista –en la que se incluye el pensamiento marxistaseñala que la colectividad, la masa y las clases –en lucha permanente-, en la medida en que participan conciente y organizadamente en la vida política, pueden adquirir la categoría de sujeto de la historia, al configurarse en sujetos capaces de establecer cierta dirección a la historia, a partir –como lo señala Thompson, de formación marxista- de la vivencia de los hombres respecto a su propia historia y la configuración que a partir de ella hacen de determinada clase. Sin embargo, el debate respecto al sujeto histórico no se agota ahí. Carlos Pereyra rebate las tres explicaciones señaladas y sugiere la introducción de una nueva perspectiva a partir de la noción proceso3 como sujeto de la historia. 3

: “Afirmar, pues, que la historia es un proceso equivale a afirmar la continuidad originaria en ella, es decir, que absolutamente cualquier situación o momento histórico resulta de las situaciones o momentos anteriores (…) Que el sujeto histórico sea el propio proceso indica que es éste mismos quien desplaza y condesa la negatividad en uno u otro lugar del sistema social; es el propio proceso el que determina que la negatividad de una época se condense en una u otra clase social, en tal o cual forma de organización política, e incluso, en un caudillo, como es también el propio proceso el que determina los desplazamientos de esa negatividad” Pereryra, “Sujeto”. p. 90

Además de los anteriores, Manuel Rodríguez propone añadir un nuevo paradigma en este debate. La del sujeto histórico como campo de fuerzas y de movimientos organizados y éstos como agentes de cambio. Desde su perspectiva, la última parte del siglo XX y la primera década del XXI crearon la necesidad de concebir otro concepto o clasificación que surge de su propia definición de sujeto histórico, como una “articulación históricamente determinada y constitutiva de sujetos sociales, políticos y culturales específicos que, en función del estado actual y futuro previsible del desarrollo del sistema de dominación imperante, logra poner bajo su articulación y en función del proyecto histórico que da sentido a su propia articulación, tanto a los sujetos con intereses y proyectos contrapuestos, como a las corrientes y tendencias espontáneas que resultan de la compleja combinación de proyectos y visiones de sentidos diversos.”4 ¿Cómo definir entonces al sujeto histórico? A fin de abarcar las diferentes perspectivas desarrolladas, puede definirse de manera amplia y general que el sujeto de la historia es el agente que construye la historia o la transforma, y puede abarcar desde un individuo, una institución, una forma de pensamiento o ideología, hasta una clase, o un movimiento social. El análisis respecto a la actuación o papel del sujeto histórico dependerá del proceso o acontecimiento histórico al que pertenecen, del contexto, y por supuesto, de la red de relaciones existentes entre los propios sujetos históricos. Y solo por precisar de mejor manera el punto, ¿Cuáles sujetos históricos podrían reconocerse, por ejemplo, en procesos como la Revolución Mexicana, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, los movimientos sociales de los sesenta y setenta, las dictaduras latinoamericanas, etc.? El sujeto histórico en el neozapatismo. La historiografía en torno al neozapatismo es verdaderamente amplia. La página de internet del Centro de Documentación sobre Zapatismo (CEDOZ), tiene enlistados al menos 270 libros que han dado cuenta del proceso. Esto, por supuesto, sin contemplar los propios comunicados emitidos por el EZLN, los cientos de artículos escritos en revistas y periódicos sobre el tema, así como de audios, videos y documentales.

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Rodríguez “Sujeto”, p. 2

Y de todos los documentos, ¿cómo seleccionar una muestra que sea representativa de las distintas posturas fijadas hacia el neozapatismo y de éste como sujeto histórico? Para hacerlo, he decidido partir de la propia experiencia y conocimiento adquiridos respecto al neozapatismo en diferentes textos, lo que además de recortar ampliamente la lista de casi trescientos libros, me permite seleccionar entre aquellos que en el análisis histórico y político han dado cuenta de un intento por reconocerlo como sujeto histórico, de manera tal que pueden agruparse, al menos, en tres diferentes clasificaciones: a) como movimiento u organización social , b) como masa dirigida por un líder o un cuerpo de dirigentes y, c) como parte o elemento de un proceso más amplio. Debe recordarse que en el círculo de analistas, sociólogos, antropólogos, historiadores, así como los sistemas de inteligencia y las fuerzas militares dedicados a realizar investigaciones en territorio chiapaneco, el levantamiento neozapatista significó el cambio de etapa de un proceso de organización de larga duración que tocaba diferentes ámbitos, en ese estado del sureste mexicano. Como lo mencionaba el propio antropólogo Andrés Aubrey: “el 1° de enero de 1994 no fue una explosión, sino sólo el campanazo de un parto. Quienes tenemos trabajo de campo en Chiapas, entendimos sin sorpresa (si bien la magnitud del acontecimiento nos asustó) que se trataba de la maduración, irreversible pero de alto riesgo, de una larga gestación.”5 Fuera de ese círculo, sin embargo, la noticia de la insurrección asombró a una buena parte de la población e incluso, incluso semanas después de éste, permanecía siendo una incertidumbre. A fin de alcanzar una explicación profunda del proceso, comenzaron a circular diferentes publicaciones que hicieron referencias al fenómeno, y que al paso de los años, y de la propia transformación del neozapatismo, han sido superadas para dar paso a nuevas perspectivas. Sólo por mencionar un ejemplo, no debe sorprender que en 2010, hayan sido publicados una serie ensayos que dan cuenta del proceso, por parte del Colegio de México. ¿Cómo ha sido definido el neozapatismo en términos de sujeto histórico? En “El Neozapatismo, de guerrilla a social movement web”, Xóchitl Leyva hace un rápido recuento de la forma en la que fue tratado el proceso en la década de los noventa:

5

Aubrey, “Historia”, p. 39.

Entre 1994 y 2001, el EZLN y el zapatismo fueron llamados de diferentes maneras. Los sustantivos y adjetivos usados por periodistas, académicos y militantes no son casuales sino que expresan los diferentes enfoques y perspectivas con que se leyó e interpretó el movimiento. En el discurso gubernamental y en el ámbito periodístico se ha hablado principalmente del EZLN como la “guerrilla zapatista” mientras que los académicos han optado por diferentes formas, desde los que lo reducen a “rebelión de las Cañadas” o a “insurrección campesino indígena”, hasta aquellos que lo calificaron como “la nueva revolución mexicana”, “la primera guerrilla posmoderna del siglo XXI”, o “el primer movimiento guerrillero de la Era de la Información”. Hay también aquellos que prefieren hablar del zapatismo como parte de un nuevo tipo de guerra, la “guerra de redes sociales”.6

Sirva lo anterior como muestra de las diferentes definiciones que como sujeto histórico ha recibido el neozapatismo. Para profundizar en algunas de ellas, comenzaré con la que la misma Leyva ha elaborado desde 1994 y en la que puede rescatarse el cambio de categoría que la autora propicia al dejar atrás el nivel militar o guerrillero del EZLN y concebir uno más amplio que le permitió acuñar un nuevo concepto. El prefijo “neo” no se reduce a señalar que el EZLN es diferente del zapatismo de principios del siglo XX, sino que mi idea es acuñar el término para enfatizar que el neozapatismo no es un movimiento político ni una organización sino que se refiere a procesos de convergencia, a flujos y movilizaciones que se dieron después de 1994, (…) diferentes redes sociopolíticas entre las que están redes agraristas, democrático-electorales, indianistas-autonómicas, revolucionarias alternativas y las redes de internacionalistas. Yuxtaponiendo todas ellas podemos acercarnos mejor a la textura y dimensión multifacética, fluídica y prísmica que caracteriza al neozapatismo y con el término “guerrilla zapatista” no alcanzo a proyectar.7

Señalando que –como ella misma lo menciona- los sustantivos y adjetivos usados expresan los diferentes enfoques y perspectivas con que se ha interpretado al movimiento, conviene afirmar que en la construcción del concepto neozapatismo procede precisamente de su propia postura respecto al fenómeno y, que sin embargo, es mucho más amplia -por no decir analítica- que el de otras aportaciones.

6 7

Leyva, “Neozapatismo”, p. 723 Ibíd. p. 730

Sin duda uno de los textos más controvertidos y analizados en la historiografía dedicada al tema, es “La Rebelión de las Cañadas8” de Carlos Tello, de 1995. En el libro, el autor define entre líneas al neozapatismo como una guerrilla de base indígena ubicada mayoritariamente en las Cañadas9 de Chiapas y con una dirigencia mestiza -cuya cabeza más visible es el subcomandante Marcos- que heredaba la ideología de las Fuerzas de Liberación Nacional, movimiento de los setenta,

En el epílogo, el neozapatismo

adquiere como sujeto histórico, la definición de “guerrilla postcomunista”: Hacia adentro, los zapatistas identificaban sus metas con el socialismo(…) Hacia fuera, en cambio las identificaban con la democracia(…) Pero el socialismo y la democracia, como sistemas de gobierno, no nada más son diferentes: son, también incompatibles. Los insurgentes fueron muy cuidadosos en mantener ocultos sus lazos con las FLN. No les convenía revelar que sus orígenes –es decir, sus ideas, sus dirigentes- se remontaban a la década de los setenta. Jamás afirmaron en público lo que manifestaban en privado: que luchaban por la dictadura del proletariado. Eran después de todo una guerrilla postcomunista.

En 1997, Bertrand de La Grange y Maite Rico, acercaron su postura a la de Tello mediante el libro “Marcos, la genial impostura”, en el sentido de enfatizar y sobredimensionar la figura del subcomandante Marcos al señalarlo como un personaje capaz de configurar “la primera guerrilla virtual” en la que participaban un grupo de indios que la entendían como instrumento para que el gobierno escuchara sus reivindicaciones. Según los autores, las comunidades indígenas se habían dejado seducir por la proposición de Marcos, pensando que ya no tenían nada más que perder. De tal modo, el 8

Otorgándole el mismo tratamiento que al de Leyva, respecto a la postura personal establecida en él, cabe señalar que a Tello se le ha colocado en una posición contraria al neozapatismo. Sobre este punto, Harvey señala: “El libro de Tello apareció precisamente al mismo tiempo que el gobierno lanzaba una nueva ofensiva militar contra el EZLN(…) Si fuera cierto que la oportunidad de la aparición del libro buscaba justificar la ofensiva armada y desacreditar al EZLN, entonces fracasó de manera dramatica”. Harvey, “Rebelión” p. 33 9 La subregión Cañadas está localizada en parte de los municipios de Altramirano, Margaritas y Ocosingo. Es nombrada así debido a la peculiar característica geográfica de contener valles o “cañadas” que son recortadas o delimitadas por cerros o montes, produciendo formas de extensos recipientes que por el tipo de clima, vegetación y terreno, resultan muy fértiles para la agricultura. La amplia posibilidad de aprovechar esas tierras, de gran extensión geográfica, brindó la oportunidad de un proceso de migración y colonización que generó un aumento significativo en el tamaño poblacional y el paulatino desarrollo de asentamientos humanos que escapaban de plantaciones, endeudamientos y fincas. La recuperación y aprovechamiento de las tierras ubicadas en las cañadas se convertiría en una de las principales disputas del neozapatismo.

sujeto histórico de De la Grange y Rico, se conformaba por un dirigente, con capacidades insospechadas al que una agrupación sigue sin mayor oposición: “Marcos con su desenvoltura y lenguaje es el puntal que sostiene el edificio zapatista (…) Es en efecto la espina dorsal de una organización que carece de los cuadros políticos necesarios para diseñar estrategias y canalizar unas demandas.”10 La organización a la que se refieren los autores, además, no se encuentra completamente definida, posee una gran debilidad militar y organizativa, y se estructura mediante: Dos proyectos distintos (que) habían confluido para sumar sus fuerzas y habían terminado por convertirse en uno solo. Uno, reformista, de los pequeños campesinos indígenas concienciados por el trabajo de los sacerdotes de la diócesis. Y otro, revolucionario, de los activistas llegados de la capital mexicana para establecer un foco de guerrilla en Chiapas, y a partir de ahí, crear las condiciones políticas y sociales a escala nacional para derrocar al régimen, según la teoría de la vanguardia insurreccional desarrollada por los cubanos y aplicada por el Che en Bolivia.11

“Chiapas, la razón ardiente” de Adolfo Gilly, publicado en 1997, buscaba ubicar al neozapatismo como continuidad de las rebeldías y sublevaciones agrarias e indígenas desde los tiempos de la Colonia, en las que el sujeto histórico se localiza en las comunidades indígenas: Bajo esta luz, esas rebeliones aparecen, en sus líneas más generales, como movimientos en defensa de la sociedad tradicional y de sus lazos con la tierra, (en los que) el sujeto de la rebelión es la comunidad agraria con sus jerarquías, sus creencias, sus valores y sus redes de relación internas, un hecho empíricamente comprobado rebelión tras rebelión en la historia mexicana, desde la república tzeltal de 1712, la rebelión de 1869 en Chiapas y la guerra de castas en Yucatán, pasando por la revolución de Emiliano Zapata entre 1911 y 1920, hasta

la

rebelión indígena zapatista en Chiapas desde 1994 en adelante.12

En 1998, Neil Harvey publicó “La rebelión de Chiapas”, en la que hace un análisis respecto a los orígenes del movimiento, fijando un posicionamiento que se acerca a la 10

La Granje, “Marcos” p. 360 Ibíd., p. 40 12 Gilly, “Chiapas”, p. 25. 11

postura de Leyva y rechaza la de Tello. De acuerdo al autor, en el neozapatismo coexisten: la historia “de organización político militar”, conjugada con “las huellas del caudillismo en los movimientos campesinos e indígenas”, así como “las luchas populares que han encontrado un punto de referencias para hacer avanzar una infinita gama de anhelos, esfuerzos y proyectos” y,

finalmente “”miles de indígenas que

participan como bases de apoyo y que dan protección y sustento al movimiento en su conjunto.”13 En el mismo año, Carmen Legorreta dio a conocer su estudio “Religión, política y guerrilla en Las Cañadas de la Selva Lacandona”, aportando una perspectiva eminentemente histórica en su definición al neozapatismo como un proceso histórico conformado en su mayoría por pueblos indígenas de las Cañadas, y que se originó por el elevado nivel de interacción entre diferentes fuerzas políticas, corrientes ideológicas así como relaciones sociales y de poder del estado de Chiapas, a través: “Una compleja historia sociopolítica en la que destaca la existencia de cuatro proyectos político-ideológicos centrales: 1) el cristianismo comunitario; 2) la reivindicación indianista, ambos derivados de la teología de la liberación de la diócesis de San Cristóbal; 3) el proyecto democrático o del “Poder Popular” de Línea Proletaria expresado por la Unión de Uniones, y 4) el proyecto de lucha armada por el socialismo del EZLN. Dichos proyectos se entretejieron con una de sus más fuertes dimensiones históricas, la étnica, desde la cual los adaptaron a sus propias dinámicas políticas, así como a sus niveles y expectativas de desarrollo.”14

En 2005, con “Memora y utopía en México, Imaginarios en la génesis del neozapatismo”, Fernando Matamoros busca reconocer en el neozapatismo un sujeto histórico desde una perspectiva ideológica, que en su origen y desarrollo posee una mezcla de larga duración entre diferentes tradiciones y pensamientos: guevarismo, indigenismo, teología de la liberación y mitos fundadores nacionales: El primer hilo , la primera tradición, es el guevarismo, el marxismo en su forma revolucionaria latinoamericana. El primer núcleo del EZLN era guevarista. Por supuesto, la evolución del movimiento de enero de 1994, así como el espíritu mismo del Ejército Zapatista guarda algo de esa herencia: la importancia de la 13 14

Ibíd., pp. 250-252 Legorretam “Religión”, pp. 16-17

lucha armada, el lazo orgánico entre los combatientes y el campesinado (…) El segundo hilo, el más directo sin duda, es de modo evidente la herencia de Emiliano Zapata. Es a la vez la sublevación de campesinos e indígenas, el programa agrario de redistribución de las tierras, la organización comunitaria de la vida campesina, apoyándose en las raíces colectivas del viejo calpulli(…)La teología de la liberación es un hilo del que los zapatistas no hablan mucho(…) En las comunidades muchos zapatistas –y no los menos- fueron formados por la teología de la liberación, una fe religiosa que ha elegido el compromiso con la autoemancipación de los pobres(…) Quizá el hilo más importante es la cultura maya de los indígenas de Chiapas (…)El neozapatismo se refiere a esa tradición comunitaria del pasado, precapitalista, premoderna.

Por último, en 2007, Marcos Estrada Saavedra, publicó “La comunidad armada rebelde y el EZLN”, que está principalmente dedicado al estudio del desarrollo histórico y sociológico de las cañadas tojolabales, y en el que el autor establece que el sujeto histórico en el movimiento zapatista es una conjunción entre dos sistemas sociales: el EZLN y las comunidades armadas rebeldes: “Esta diferenciación nos permite describir, en su conjunto, la estructura y funciones organizativas del zapatismo. Por un lado, tenemos al EZLN conformado jerárquicamente de arriba hacia abajo, por el Estado Mayor, el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), la Comandancia, los oficiales, las tropas insurgentes y los milicianos. Por el otro se halla el conjunto de comunidades rebeldes organizadas como “bases de apoyo” con sus diferentes grupos internos: las promociones de educación y salud y los diferentes colectivos. Ambos sistemas están vinculados entre sí por los responsables de la comunidad y de la región(…) El compromiso adoptado por las comunidades tojolabales de apoyar la lucha del EZLN supone redefinir las orientaciones ejidales y comunitarias de tal manera que sean compatibles con, y en caso necesario, se subordinen a las del proyecto de la guerrilla.

Conclusiones En su definición de neozapatismo, Leyva le colocó los adjetivos de polisémico y fluídico, que retomadas en este trabajo, permiten abonar el debate respecto a las diferentes perspectivas de análisis mediante las cuales se ha pretendido abordar el tema. No es extraño encontrar tal diversidad de posibilidades en los representativos estudios de Leyva, Tello, De la Granje y Rico, Gilly, Legorreta, Harvey, Matamoros y Estrada. Excluyendo por razones de espacio los que otros importantes especialistas –en particular historiadores y sociólogos- han realizado. Desde los estudios que resaltan la figura del líder o caudillo, pasando por los que se refieren a las comunidades indígenas o a la organización militar, y concluyendo con aquellos que entienden al movimiento como parte de un proceso mucho más amplio – como sería el caso de su pertenencia a un movimiento antiglobalización-, puede notarse que ha sido, como primer elemento, la propia transformación del neozapatismo y su paso por diferentes etapas a lo largo de más de quince años la que ha abierto esas opciones. En el señalamiento de que en los sustantivos y adjetivos utilizados por los especialistas no hay casualidad sino la clara expresión de los diferentes enfoques y perspectivas con que se ha interpretado el movimiento, se puede percibir un segundo elemento que ilustra lo que aquí se pretende afirmar: el sujeto histórico en el neozapatismo se ha reconocido no sólo a partir de las propias características y transformaciones del movimiento, sino también desde los propios bagajes e interpretaciones de los investigadores que han intentado explicar desde diferentes ángulos una realidad histórica. Como se ha señalado en clase, no existen una “infinidad” de explicaciones o interpretaciones. En todo caso, en la historiografía sobre el neozapatismo es posible hallar cuatro o cinco diferentes posturas, que sin embargo, localizan todas ellas el mismo conjunto de actores y escenarios políticos, y se diferencian unas de otras por el mayor peso y significado que otorgan a alguno de ellos.

Bibliografía

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