Spinoza ¿el fin de la teleología?

June 15, 2017 | Autor: Ignacio Scheid | Categoría: Baruch Spinoza, Spinoza, Teleologia, Spinoza Metaphysics Teleology Causation Action
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Universidad Nacional Andrés Bello. Licenciatura en Filosofía. Trabajo para Filosofía Moderna. Ignacio Scheid A. Diciembre, 2012. Santiago, Chile.

SPINOZA: ¿EL FIN DE LA TELEOLOGÍA? INTRODUCCIÓN El presente trabajo trata sobre el término de la utilización de la causa final, los problemas provenientes de su utilización y los argumentos en su contra. Para responder se consultó el trabajo de uno de los filósofos más brillantes e influyentes de la época moderna: Baruch Spinoza, este filósofo, al establecer un sistema metafísico de orden mecanicistadeterminista descarta totalmente cualquier otra causa que no sea la eficiente. El desarrollo comenzará con un vistazo a la Causa final para dejar claras ciertas cosas, luego se dará lugar a las consideraciones de Spinoza con respecto al por qué de la causa final en la filosofía y se terminará presentando los errores y contradicciones vistas por él en distintas áreas del pensar, de aceptar la causa final. Para requerimientos del presente se utilizó principalmente en el apéndice a la parte primera de la Ética demostrada según el Orden gerométrico.

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PREFACIO Cuando se piensa actualmente en la causa de algún fenómeno, se piensa en el agente responsable de la existencia de tal fenómeno; por ejemplo: al preguntarse por la causa de una maleta, se pensará en la fábrica de la cual proviene, y, tal vez, esta búsqueda de un “por qué” se transforme en la búsqueda de un “para qué”, pensando, entonces, en el uso que se le dará, tomando este uso como el objetivo, aquello por lo cual se hizo la maleta. Sin embargo, hace más de 2.OOO años atrás, muy lejos del influjo “decapitador” de la educación actual, a la pregunta por la causa de la maleta 1 se pediría una precisión en la consulta, ya que la ciencia de entonces, y la filosofía en general, consideraba la incidencia de al menos cuatro causas: la final, la formal, la eficiente, la material. Quien establecería patentemente la existencia de la “pluricausalidad” sería Aristóteles en uno de los escritos recopilados dentro del compendio “Metafísica”. La ciencia posterior, heredera del trabajo de los griegos, dirigida por la escolástica medieval, siguió trabajando bajo la “pluricausalidad” y sobre ella, especificándola y argumentando más aún a su favor. Se podría destacar a San Agustín de Hipona (S. III), quien trabajó la causa ejemplar en su teoría de las razones seminales, siendo la contraparte cristiana de Platón, al menos para este caso; y a Santo Tomás de Aquino (S. XIII), quien desarrolló mucho más el trabajo metafísico de Aristóteles. Ya para el siglo XV la escolástica estaba cerca de su final y la civilización europea experimentaba una serie de cambios, algunos muy bruscos, que afectaron todos los ámbitos de la sociedad, entre ellos cabe destacar la llegada de Cristóbal Colón a América (1492), el desarrollo de la imprenta por parte de Johannes Gutenberg (1450), la reforma protestante (S. XVI) y la secularización del conocimiento, con el desarrollo de las lenguas nacionales. La ciencia, por su parte, comenzó a desarrollarse en lugares no estrictamente religiosos, como las casas y subterráneos de personas adineradas, ora ejerciéndola ellos

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Su existencia queda fuera de los límites del tratado. 2

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mismos, ora siendo mecenas, y todas aquellas lucubraciones escolásticas fueron perdiendo importancia. Desde el renacimiento hasta la época que llamaríamos propiamente “moderna” el pensamiento científico se fue depurando hasta llegar a establecer el mecanicismo (S. XVII), con este pensamiento científico se establece que la única causa de importancia para la ciencia es la causa eficiente. A los lados de esta fuerte corriente de pensamiento se desarrollaron otros puntos de vista que consideraban más o menos causas o le deban más o menos importancia a una o a otra Sin embargo, el mecanicismo, por los grandes resultados que produjo, en especial con su matematización de los procesos naturales, se abrió paso en la sociedad culta de entonces haciendo el pensar científico más sencillo, simple y directo. Esto permitió el desarrollo de la ciencia como campo independiente, hasta llegar a las actuales consideraciones no tan rígidas y abiertas a la relatividad y a una gran posibilidad de sucesos.

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DESARROLLO I “Todo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción libre, al parecer, tienden hacia algún bien”. Con esta frase principia Aristóteles su famoso tratado sobre la convivencia humana, la “Ética a Nicómaco”, o “Ética Nicomaquea”, o, simplemente “Ética”, la cual encontrará su continuación en “La Política”, dos disciplinas para los griegos inseparables, dependiente la segunda de la primera y que eran dignas de años de estudio. Junto con ella, como reconoce Kant en el prólogo a “Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres”, se encuentran las otras dos áreas de estudio de la filosofía: la Física y la Metafísica. Siguiendo en el plano de la filosofía clásica, y según nos cuenta Aristóteles en su “Metafísica”, fue Anaxágoras quien primero estableció la existencia de un fin en la naturaleza al cual tienden las cosas, no obstante, la causa final no tenía un gran lugar en su trabajo filosófico, él continuó la línea de pensamiento anterior recurriendo a explicaciones materialistas. Aristóteles, muy contrariamente, sí da gran importancia a la causa final, llamada por él “aquello-para-lo-cual” (el nombre de causa final se debe al trabajo escolástico). La causa final es aquello a lo cual tiende un ser per natura, por ejemplo, la causa final del Shinkansen es el transporte de pasajeros a gran velocidad. La causa final se puede entender de dos maneras: de forma general, al considerar que la Naturaleza como un todo que tiene cierto fin y que a éste se subordina el de cada cosa; y, particularmente, al considerar solo las causas finales de los objetos en particular aceptando o no la existencia de que la Naturaleza posea una causa final. El que exista una causa final, o una teleología, es de gran impacto en la metafísica y en la teología, ya que, si apuntan todas las cosas a un fin, significa que hay un orden y, si hay un orden es porque hay ciertas reglas que pueden llegar a ser cognoscibles, incluso 4

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puede, como hace Tomás de Aquino, ser un argumento para la existencia de un ser superior, inteligente, capaz de dar orden al universo. En cuanto a ontología la causa final y la causa formal poseen gran importancia, pareciendo que la causa formal, la Forma (tuviese un “valor” o importancia mayor, no obstante, ésta, junto con la causa material, la materia prima ( y la causa eficiente, se

subordinan,

para

que

el

sistema

o

ente

(llegue

a

ser

la

entelekiadea un fin u objetivo, que vendría siendo el De esta manera, de no haber una teleología tanto la  como la no tendrían lugar, no tendrían razón de existir, ni menos aún algún agente que comunique el ser.

II Muchos años después de Aristóteles, pero unos pocos antes de Kant, aparece, como obra póstuma, la Ética de Baruch Spinoza, o Ética demostrada según el Orden Geométrico, según su nombre completo. En ella, a diferencia de los tratados de ética y política anteriores, convergen su teoría metafísica, física, epistemológica y ética. Sin el corset del orden geométrico, expone en el apéndice a la parte primera, las razones por las cuales la inclusión de la causa final, y de toda teleología es algo erróneo, desapegado totalmente de la razón. ¿Cómo han llegado los Hombres a este erróneo pensar? Es algo que responde Spinoza de la siguiente manera: Para empezar: 1. -“(…) todos los hombres nacen ignorantes de las causas de las cosas” 2. -“todos los hombres tienen apetito de buscar lo que les es útil, y de ello son conscientes (…)” (para ambas citas: Spinoza, 1987, p. 90). 5

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Como producto de estas condiciones los seres humanos se creen libres. Los humanos actúan siempre con la vista hacia un fin y encuentran en todo el contexto y en sí mismos objetos que poseen calidad de medio para sus fines, de esta manera creen que toda la naturaleza está ahí para servirles, por ende, se preocupan de las causas finales de las cosas, para así saber si les serán útiles y de qué manera. En el caso en el que no se pueda conocer una causa final, expone Spinoza, por medio de una conversación, etc., acuden los hombres, lejos de realizar una investigación y usar el razonamiento debidamente (ya que esto los llevaría a entender la determinación universal), a buscar la respuesta en ellos mismos “y reflexionar sobre los fines en vista de los cuales suelen ellos determinarse en casos semejantes, y así juzgan necesariamente de la índole ajena a partir de la propia” (Spinoza, 1987, p. 91). Este movimiento tan común de juzgar lo ajeno desde lo propio, ha llevado a los humanos a crear toda una batería de palabras inútiles como son: “bueno”, “malo”, “bonito” y “feo”, ya que en realidad las cosas no son como los hombres las han visto, como simples medios y objetos a su servicio, sino que obedecen a leyes superiores, siendo así que todo se ha puesto junto a los humanos por obra de la necesidad y no en vista de ser útil de tal o cual modo.

III Spinoza, al exponer una metafísica de orden determinista-materialista, excluye totalmente la causa final en todos los ámbitos considerables. Para empezar, pensar que Dios establece un fin o busca algo con la creación sería, para Spinoza, caer en una contradicción, ya que Dios es quien posee todas las perfecciones en grado sumo, o sea, infinitamente, por ende, no tendría razones para crear algo a fin de obtener tal cosa, Él no tiene necesidad, atribuirle alguna sería una blasfemia, pues se le quita perfección, arrebatándole su título de perfectísimo. 6

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La teleología resulta nociva también en el entendimiento del mundo, ya que trueca en imperfecto lo que es perfecto y ordena erróneamente la serie de sucesos. Lo primero sucede al ubicar aquello para lo cual existe tal ente como fin, siendo, por tanto más perfecto que aquello de lo cual este fin es causa final, quedando tal ente, el que tiende al fin, como un mero medio y, por tanto, imperfecto con respecto a aquello que es fin. Ejemplo: según la concepción teleológica el árbol sería más perfecto que la semilla, ya que es lo que la semilla busca ser, y la semilla resultaría ser imperfecta con respecto al árbol al tender a él por necesidad. Pero ambas cosas poseen un igual grado de perfección por el simple hecho de ser creaciones de Dios. “pues la perfección de las cosas debe estimarse por su sola naturaleza y potencia, y no son más o menos perfectas porque deleiten u ofendan los sentidos de los hombres, ni porque convengan o repugnen a la naturaleza humana.” (Spinoza, 1987, p. 97).

Lo segundo ocurre al ubicar la causa al final de la línea de sucesión y el efecto al comienzo, siendo que es lógicamente lo contrario. Ejemplo: los lápices serían causa de la madera de la cual los hacen, pasando ésta a ser efecto. Pero, fenoménicamente, es lo contrario aquello que se da: la madera es causa de los lápices, que serían su efecto. En el ámbito humano, por último, la consideración de que el hombre actúa libremente, por un fin autoimpuesto y de ninguna manera por la existencia de leyes inmutables, ha llevado a la creación de palabras que alaban o censuran los actos humanos, como si éstos dependieran de la voluntad humana, algo que para Spinoza no existe. Tales palabras son, por ejemplo, “alabanza”, “vergüenza”, “pecado”. Al no ser siempre conocida la causa eficiente de un fenómeno natural, los defensores de la teleología han creado una manera forzosa de imponer sus ideas. Ésta busca resaltar la ignorancia de la causa eficiente para imponer la causa final, de esta manera, si alguien no sabe por qué, por ejemplo, sopla el viento, un defensor de la causa final dirá que es por deseo de Dios o para que los barcos naveguen. De esta manera, y al no haber un

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contraargumento más fuerte, se impone esta respuesta teleológica que luego es comunicada y se vuelve aceptada, mas no pensada.

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EPÍLOGO W. Windelband, en su Historia de la Filosofía Moderna, en el apartado dirigido a la libertad a propósito de Spinoza, realiza la siguiente pregunta: “¿Qué es, al fin, este conocimiento en que deben consistir al virtud, el poder y la libertad del hombre?” y se responde: “Es la intuición de Dios y la comprensión de la necesidad con que eternamente emanan desde el Uno todas las cosas.” Ciertamente el objetivo de la vida humana es la comprensión de la necesidad soberana, el conocer y comprender las leyes que rigen el ir y venir de los sucesos. De llegar una persona a obtener tamaño conocimiento ¿sería ésta capaz de prever los sucesos futuros? Puesto que las leyes son inmutables y abarcan todos los hechos correspondientes a su dominio, quien comprenda la ley será capaz de comprender los sucesos regidos por la ley y, si esto se extrapola a al conocimiento completo de las leyes, objetivo de la vida, la persona sería capaz de comprender el teatro del mundo, pudiendo conocer la teleología oculta bajo los modos y sus atributos. A primera vista puede que esta postura a favor de una teleología en Spinoza sea acertada, no obstante, se debe ser cuidadoso, ya que Spinoza descarta la teleología, pero como causa, es decir, descarta la causa final en la Naturaleza (que es a lo que este trabajo se atiene), puesto que, de haber una causa final, significa que hay algo, fuera de un ente, al cual éste tiende y que es primero, de no estar el fin, no estaría el ente. Spinoza se opone a esta visón, como se vio en II. Pero, yendo más a fondo, sí existe un fin al cual tiende el ente, y aquel es impuesto por la ley, la ley, o la necesidad, determina el movimiento, de conocer la ley, se conoce el movimiento y, por tanto lo que le ocurrirá al ente. Ahora, al parecer, sí existe una teleología y una causa final, pero, para conocerlas en necesario conocer primero las leyes, ya que éstas determinan la finalidad y, puesto que son cognoscibles, lo mejor sería conocerlas “directamente” y luego, indirectamente, conocer las finalidades. Esto sería, pues, para el trabajo científico, lo más rápido y seguro, sin embargo,

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no excluye la existencia de una teleología, sí, tal vez, en último caso, la de una causa final, ya que ésta es determinada por la ley. Más sospechosa de existencia es la teleología, tal vez no como causa a investigar apresuradamente, pero sí como objetivo, si se considera el objetivo al cual debe acudir el viviente humano: la comprensión de las leyes que rigen la necesidad. Ya que Spinoza, además, lo ubica como un peldaño al cual subir, un viaje el cual realizar, un puente el cual cruzar, demandándolo, como si, a contra de su rígido razonar y de su metafísica, considerase al hombre algo más que “una línea en un plano”. Tal vez, leyendo más a Spinoza, comprendiendo más lo que dijo y lo que quiso decir, nos ayude él a reparar y limpiar algo más que nuestros (ante)ojos.

BIBLIOGRAFÍA Spinoza, B. (1987), Ética demostrada según el orden geométrico. Madrid, España: Alianza. -------------- (2007), Ética demostrada según el orden geométrico. España: Tecnos. Windelband, W. (1951), Historia de la filosofía moderna en su relación con la cultura general y las ciencias particularmente. Buenos Aires, Argentina: Nova.

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