Solé, M. Jimena (ed.), Spinoza en debate, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2015.

July 14, 2017 | Autor: María Jimena Solé | Categoría: Spinoza, Spinozism
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Descripción

Asesor editorial Oscar Nudler

La publicación de este libro fue en parte posible gracias

al Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica “Las fuentes del Idealismo alemán. Recepción e influencia de Kant y Spinoza en las primeras obras de Fichte, Schelling y Hegel” (PICT 2012 N° 0496 Categoría I Tipo B “Jóvenes Investigado res”) financiado por la Agencia Nacional de Promoción Cientí fica y Tecnológica/FONCyT.



Edición: primera, julio 2015 ISBN: 978-84-15295-84-6 Tirada: 500 ejemplares Diseño: Gerardo Miño Composición: Eduardo Rosende

© 2015, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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SPINOZA EN DEBATE María Jimena Solé –editora–

Abreviaturas utilizadas para citar las obras de Spinoza La Ética demostrada según el orden geométrico se citará como es habitual mediante la sigla E, indicando la parte en números romanos y utilizando abreviaturas y números arábigos para hacer referencia a las definiciones, axiomas, proposiciones, corolarios, escolios, etc. Por ejemplo: “E I, prop. 15, esc.” refiere al escolio de la proposición 15 de la primera parte de la Ética. El resto de las obras de Spinoza se citan según las siguientes siglas, indicando la página de la edición canónica de Carl Gebhardt (Spinoza, B., Opera, ed. C. Gebhardt, 4 tomos, Carl Winter, Heidelberg, 1925). Esta paginación figura en los márgenes de las ediciones de Alianza de cada obra: PM TTP TP Ep

Pensamientos metafísicos Tratado teológico-político Tratado político Epístola

Dado que los autores utilizan diversas traducciones al castellano de las obras de Spinoza, éstas se mencionan en cada caso.

Índice

Sobre los autores......................................................................................... 7 Presentación, por María Jimena Solé...................................................... 15 PARTE I. Controversias filosóficas....................................................... 29 1. Spinoza en debate con los filósofos de su época El principio de razón suficiente: Spinoza, entre Descartes y Leibniz, por Leiser Madanes................................................................. 31 Omnipotecia(s): Spinoza contra Descartes, otra vez, por Fernando Mancebo............................................................................. 47 Leibniz y el debate Spinoza-Tschirnhaus sobre la derivación de los cuerpos, por Rodolfo Fazio............................................................ 57 Spinoza y Hobbes sobre la teoría del Estado, por Antonieta García Ruzo....................................................................... 67 2. El spinozismo en la Ilustración y el Idealismo alemán Spinoza, Bayle y la filosofía clandestina, por Fernando Bahr..................................................................................... 77 Spinoza o la Ilustración en debate, por María Jimena Solé............................................................................... 91 Sobre la figura Spinoza en el Opus Postumum de Kant, por Natalia Lerussi.................................................................................... 105 Influencias spinozistas en la noción de absoluto del joven Schelling, por Mario Martín Gómez Pedrido........................................................... 115 Spinoza en Fichte: derecho originario, ley jurídica y libertad, por Mariano Gaudio.................................................................................. 131 Hegel y Spinoza sobre el Estado democrático, por Andrés Fortunato................................................................................ 155

3. Spinoza y los debates políticos contemporáneos Ideología e imaginación en Althusser y Spinoza, por Lucía Gerszenzon................................................................................ 167 Filosofía, escritura y comunidad política: como leer el Spinoza de Leo Strauss, por Guillermo Sibilia...................................................... 177 Las grietas en el muro: el Spinoza de Schmitt, por Jerónimo Rilla...................................................................................... 201 Acerca de la posibilidad de una beatitud política. Spinoza leído por Deleuze, por Julián Ferreyra..................................... 211 PARTE II. Debates epistolares............................................................... 219 Dichos y entredichos en las cartas de Oldenburg y Spinoza, por Laura Martín....................................................................................... 221 Jelles y Spinoza acerca de la religión, por Claudia Aguilar................................................................................... 231 Burgh y Spinoza. Una disputa en torno a la Iglesia Romana, por Valeria Giselle Rizzo Rodríguez........................................................ 239 Boxel y Spinoza, acerca de la autoridad de los relatos en la construcción de una ontología espectral, por Pablo Maxit.......................................................................................... 247 Spinoza y Balling, acerca de la posibilidad de un presagio, por Natalia Sabater.................................................................................... 257 El mal en Spinoza. Correspondencia con Blyenbergh, por Mariano Cozzi..................................................................................... 267 APÉNDICE Realismo y don: Spinoza y la militancia política, por Diego Tatián......................................................................................... 275 Bibliografía citada...................................................................................... 293

Sobre los autores

María Jimena Solé (editora). Doctora en Filosofía por la UBA (2010). Es Investigadora Asistente del CONICET y Jefa de Trabajos Prácticos en la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna (Departamento de Filosofía, FFyL, UBA). Fue becaria doctoral y postdoctoral del CONICET y realizó estadías de investigación en Alemania como becaria del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD), en la Universidad Humbold de Berlín y en la Universidad Leibniz de Hannover. Sus investigaciones se concentran fundamentalmente en el pensamiento de Spinoza, la filosofía de la Ilustración y el Idealismo alemán. Desde 2008 coordina el Grupo de Investigación sobre Spinoza y el Spinozismo (Instituto de Filosofía, UBA). Ha participado de eventos académicos nacionales e internacionales y ha publicado artículos, libros y traducciones en el país y en exterior. Entre sus publicaciones más recientes, se destacan: Jacobi, Mendelssohn, Kant, Wizenmann, Herder, Goethe, El ocaso de la Ilustración. La Polémica del Spinozismo, (trad. notas y estudio preliminar M. J. Solé, Universidad de Quilmes/ Prometeo, Bernal, 2013) y M. J. Solé, Spinoza en Alemania (1670 - 1789). Historia de la santificación de un filósofo maldito (Editorial Brujas, Córdoba, 2011). Claudia Aguilar. Estudiante avanzada de la carrera de Filosofía (UBA). Desde 2011 participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el spinozismo dirigido por la Dra. María Jimena Solé. Ha pre-



sentado comunicaciones en congresos y jornadas, principalmente en torno al pensamiento de Spinoza. Actualmente es Adscripta a la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna de la UBA con el proyecto “Igualdad de Géneros en Hobbes y consideraciones kantianas entorno a «lo femenino»”. Fernando Bahr. Doctor en Filosofía y Profesor Titular Regular de Filosofía Moderna en la Universidad Nacional del Litoral e Investigador Adjunto del CONICET. Se ha dedicado a la historia del escepticismo moderno, prestando especial atención a Pierre Bayle. Ha traducido y editado, entre otros, a Bayle, La Mothe Le Vayer y Vanini. Actualmente es director de Tópicos. Revista de filosofía de Santa Fe. Mariano Javier Cozzi. Profesor de Filosofía (UBA). Ha integrado diferentes proyectos de investigación en el área de Filosofía Moderna y Antigua. Desde 2009 participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el Spinozismo dirigido por la Dra. María Jimena Solé. Ha presentado trabajos en diferentes eventos académicos y ha publicado artículos que abordan distintos aspectos de la filosofía de Spinoza y acerca de la relación entre la filosofía y la literatura. Además, ha publicado textos literarios y una novela. Rodolfo E. Fazio. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires y Doctorando por la misma institución. Es docente de la cátedra de Historia de

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la Filosofía Moderna (Departamento de Filosofía, FFyL, UBA). Ha participado en congresos y jornadas nacionales e internacionales. Ha publicado artículos en libros y revistas nacionales e internacionales. Ha sido becario de la Universidad de Buenos Aires, del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y del Conicet. Julián Ferreyra. Doctor en Filosofía (UBA/ Paris X), Investigador Adjunto del CONICET y Jefe de Trabajos Prácticos de Antropología Filosófica (Departamento de Filosofía, FFyL, UBA). Es autor de L’ontologie du capitalisme chez Gilles Deleuze (Paris, L’Harmattan, 2010) y director de los grupos de investigación UBACyT “Del idealismo alemán a la filosofía francesa de la diferencia: tras las fuentes del poskantismo deleuziano” y del PICT-FONCyT: “Deleuze: ontología práctica” Andrés Fortunato. Licenciado en Filosofía (UBA). Su Tesis de Licenciatura abordó el realismo político en Hegel y Spinoza. Su área de investigación es la filosofía política moderna y contemporánea. Ha participado de diversos eventos académicos nacionales y ha realizado diversas publicaciones acerca de sus temas de estudio. Antonieta García Ruzo. Licenciada en Filosofía (UBA). Su Tesis de Licenciatura trató el problema de la continuidad entre los tratados políticos de Spinoza, concentrándose en el concepto del pacto. Desde 2012 participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el spinozismo dirigido por la Dra. María Jimena Solé. Ha presentado comunicaciones en congresos y jornadas, principalmente en torno al pensamiento político de Spinoza. Actualmente es adscripta a la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna de la UBA con el proyecto “¿Spinoza contractualista? Una respuesta desde su Ética”.

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Mariano Gaudio. Profesor de Filosofía (UBA) y Doctorando en la Universidad de Buenos Aires. Su investigación doctoral aborda la filosofía política de Fichte. Participa en diversos proyectos de investigación sobre Filosofía Moderna e Idealismo. Es miembro de la Asociación Latinoamericana de Estudios sobre Fichte (ALEF). Ha presentado y/o publicado varios artículos en eventos, libros y revistas académicas, en especial sobre el Idealismo alemán y el pensamiento de Fichte y de Schelling. Lucía Gerszenzon. Profesora en Filosofía (UBA) y Ayudante de Trabajos Prácticos en la cátedra de Historia de la Filosofía (Departamento de Filosofía, FFyL, UBA). Ha sido becaria Estímulo (UBA) y es becaria del Consejo Interuniversitario Nacional, para realizar una investigación sobre “Amor y cuerpo en la Ética de Spinoza”. Desde 2012 participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el Spinozismo dirigido por la Dra. María Jimena Solé. Mario Martín Gómez Pedrido. Licenciado en Psicología y en Filosofía (UBA). Doctorando en Filosofía con una tesis sobre la noción de tiempo, eternidad y negatividad en la obra de Martin Heidegger y sus relaciones con el Idealismo alemán. Es docente en las asignaturas Gnoseología, Metafísica y Antropología Filosófica (FFyL, UBA) y en Metodología de la Investigación (Psicología, UBA). Integra proyectos de investigación sobre temas de su especialidad en la UBA y en la Escuela de Humanidades de la Universidad de General San Martín. Ha sido Becario en Alemania (en la Katholische Universität Eichstätt-Ingolstadt en 2001 y en la Albert-Ludwigs-Universität-Freiburg en 2008-2009). Ha realizado numerosas publicaciones en libros y revistas. Natalia Lerussi. Doctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba. Jefa de Trabajos Prácticos en la cátedra

de Historia de la Filosofía Moderna (Departamento de Filosofía, FFyL, UBA) y becaria postdoctoral del CONICET. Su área de investigación general es la filosofía de los siglos XVII XVIII, especialmente la metafísica, la filosofía de la naturaleza y la filosofía de la historia alemanas de finales del siglo XVIII. Ha realizado estancias de investigación en las universidades alemanes Universität zu Köln y Humboldt Universität de Berlín. Recientemente, ha publicado diversos artículos en revistas de filosofía nacionales y extranjeras en torno a la teoría del juicio reflexionante en la filosofía de Immanuel Kant. Leiser Madanes. Doctor en Filosofía. Enseñó Historia de la Filosofía Moderna en la Universidad de Buenos Aires y actualmente es titular de la cátedra de Filosofía Política en la Universidad Nacional de La Plata. Es miembro del Centro de Investigaciones Filosóficas (CIF). Entre sus trabajos más recientes cabe destacar los libros Una alegría secreta. Ensayos de filosofía moderna (Universidad del Valle, Cali, Colombia, 2012) y El árbitro arbitrario: Hobbes Spinoza y la libertad de expresión (Eudeba, Buenos Aires, 2001), además de diversos artículos en la revista Deus Mortalis. Cuaderno de filosofía política.

por la Dra. María Jimena Solé, desde el 2010. Actualmente es Adscripta a la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna (UBA) con el proyecto “El individuo humano en Spinoza. Estructura ontológica y derivas ético-políticas” y está redactando su tesis de la Maestría Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad (UBA) sobre la noción de potencia en Spinoza y Agamben. Ha presentado comunicaciones en congresos y jornadas principalmente en torno a Spinoza y la Filosofía Moderna. Pablo Maxit. Estudiante avanzado de la carrera de Filosofía (UBA). Desde 2009 participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el spinozismo dirigido por la Dra. María Jimena Solé. Ha presentado comunicaciones en eventos académicos, principalmente en torno al pensamiento de Spinoza. Jerónimo Rilla. Licenciado en Filosofía (UBA). Ayudante de Trabajos Prácticos de la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna (Departamento de Filosofía, FFyL, UBA) y becario doctoral de CONICET. Su área de estudio es la filosofía política de Hobbes, en particular, los conceptos de representación y corporación.

Fernando Mancebo. Estudiante avanzado de la carrera de Filosofía (UBA). Es docente en nivel medio y superior. Se interesa en el empleo de la ficción (literatura, cine, teatro) para la enseñanza de la filosofía. Actualmente trabaja en su Tesis de Licenciatura, sobre las nociones de sistema, tiempo, duración y eternidad en Spinoza. Ha publicado tanto artículos específicos de su área de estudio, como selecciones de poemas y relatos breves en libros colectivos.

Valeria Giselle Rizzo Rodríguez. Estudiante avanzada de la carrera de Filosofía (UBA). Desde 2008 participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el spinozismo, dirigido por la Dra. María Jimena Solé. Ha presentado comunicaciones en congresos y jornadas, principalmente en torno al pensamiento de Spinoza y Hegel. Actualmente es adscripta a la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna (UBA) con el proyecto “Individuo, totalidad y Estado. Ontología y política en Spinoza y Hegel”.

Laura Martín. Profesora de Filosofía (UBA). Participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el spinozismo, dirigido

Natalia Sabater. Estudiante avanzada de la carrera Filosofía (UBA). Ayudante de Trabajos Prácticos en la cátedra de His-



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toria de la Filosofía (Departamento de Filosofía, FFyL, UBA). Desde 2011 participa del Grupo de investigación sobre Spinoza y el spinozismo, dirigido por la Dra. María Jimena Solé. Actualmente es becaria de grado (Beca Estímulo) con el proyecto “La posibilidad de una destinación humana en el pensamiento de Spinoza” y es Adscripta a la cátedra de Historia de la Filosofía Moderna de la UBA. Ha presentado comunicaciones en eventos académicos, principalmente en torno al pensamiento de Spinoza y Kant. Guillermo Sibilia. Licenciado en Ciencias Políticas (UBA) y Doctorando en Filosofía (UBA). Es docente auxiliar de la materia Problemas de Legitimidad en el orden político contemporáneo (Facultad de Ciencias Sociales, UBA). Sus áreas de interés son la filosofía y la teoría política modernas, con especial interés en

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Maquiavelo, Hobbes, Spinoza, Locke y Rousseau. Ha publicado numerosas contribuciones a sus áreas de investigación en libros y revistas. Diego Tatián. Doctor en Ciencias de la Cultura por la Scuola di Alti Studi di Modena (Italia) y en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, donde además se desempeña como profesor de Filosofía Política en la carrera de Filosofía de la UNC. Es Investigador del CONICET, miembro del comité editorial de la revista Nombres y colabora en revistas especializadas con ensayos de crítica filosófica y literaria. Es autor de numerosos artículos y libros sobre Spinoza. Entre los más recientes se encuentran: Spinoza, el don de la filosofía (Colihue, Buenos Aires, 2012) y Spinoza. Filosofía terrena (Colihue, Buenos Aires, 2014).

SPINOZA EN DEBATE María Jimena Solé –editora–

Presentación

1. Spinoza en debate

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a historia de la filosofía puede considerarse un prolongado debate, una querella inacabada e inacabable, en la que las ideas surgen siempre en confrontación con las posiciones de sus antecesores para ser, a su vez, puestas en discusión por quienes vengan luego. El caso de Baruch Spinoza es un ejemplo extraordinario de ello. Tanto su vida y su carácter como sus ideas y doctrinas han dado origen a numerosísimas controversias en las que él mismo se vio involucrado y que, en algunos casos, llegan hasta nuestros días. Spinoza estuvo inclinado a la discusión desde muy temprano en su vida. Según los datos que aportan sus biógrafos, era aún muy joven cuando comenzó a cuestionar las enseñanzas de sus distinguidos maestros de la Sinagoga de Ámsterdam. Su actitud irreverente hizo que poco a poco se apartara de la doctrina judía y de las prácticas de la comunidad en la que había nacido. La excomunión arrojada sobre él con apenas 23 años no fue sino la consecuencia de su firme negativa a aceptar ciertas verdades por la sola autoridad de quien las enunciaba. Tampoco frente a esta acción permaneció callado. Por el contrario, se dice que redactó un texto en español en el que respondía a sus acusadores y que luego sirvió como borrador para una de sus obras más controversiales. El mismo espíritu crítico caracteriza la actitud de Spinoza frente al inaugurador de la corriente racionalista moderna. Su primer libro publicado –y el único que llevó su nombre impreso en la portada– se titula Principios de la filosofía de Renato Descartes y está dedicado a exponer y explicar el pensamiento cartesiano. Sin embargo, el lector pronto descubre que no se trata de una mera exposición sino que pueden hallarse, especialmente en el Apéndice a la obra, ciertas ideas que



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anticipan algunas de las posiciones más anti-cartesianas de su autor. Por ser al mismo tiempo su principal influencia y su más íntimo enemigo teórico, Descartes se transformó en uno de sus interlocutores más frecuentes. El esfuerzo por refutar ciertas tesis cartesianas y definir su propio punto de vista, dio origen a algunas de las páginas más inspiradas de nuestro filósofo. El estigma de la excomunión y la sospecha acerca de sus auténticas convicciones religiosas y morales –motivada por el hecho de que durante su vida no adoptó otra religión– seguramente lo condujeron a asumir la actitud de cautela expresada en su sello personal. Sin embargo, a pesar de ello, Spinoza no rehuyó el debate con sus contemporáneos. Diferentes episodios de su vida permiten comprobar su buena predisposición al intercambio intelectual con otros hombres notables de la época. Su participación en las reuniones de los colegiantes holandeses, quienes leían y discutían los Evangelios en conjunto, o las entrevistas que mantuvo con Leibniz en La Haya hacia el final de su vida, son ejemplos de ello. También lo es su breve aunque valioso epistolario, en el que discute con diversos corresponsales acerca de cuestiones científicas, políticas, religiosas y filosóficas, dejando traslucir distintos aspectos tanto de su pensamiento como de su personalidad. Además de los debates en los que Spinoza mismo se vio involucrado, un recorrido por la historia de la recepción de su pensamiento pone en evidencia la gran capacidad de sus doctrinas para motivar la discusión filosófica. La aparición en 1670 de su Tratado teológico-político generó un importante revuelo en el mundo intelectual de finales del siglo XVII por su postulación de un polémico método exegético de la Biblia así como por su argumentación a favor de la libertad de pensamiento, de la separación entre la Iglesia y el Estado y de la democracia como la mejor forma de gobierno. Teólogos y filósofos vieron en este texto un peligro para el orden religioso, moral y político, por lo que muchos de ellos dedicaron extensas páginas a refutar con vehemencia las tesis principales de esa obra y a condenar a su autor. Las autoridades civiles, presionadas por los sínodos calvinistas, rápidamente prohibieron la venta y la lectura del peligroso libro. El escándalo se agravó luego de la publicación en 1677 de las Obras póstumas de Spinoza. Los escritos allí reunidos, especialmente la Ética demostrada según el orden geométrico, ofrecían el sustento ontológico de sus posturas teológicas y políticas, y confirmaban los rumores que adjudicaban a su autor la identificación de Dios con la naturaleza, es decir, la defensa del panteísmo –que equi-

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valía, para muchos, a una defensa del ateísmo. También este libro fue oficialmente prohibido y condenado. Pero la censura y la generalizada desaprobación no lograron que Spinoza y su filosofía fuesen olvidados. En el cambio de siglo aparecieron una serie de textos que abordaban, con diferentes grados de objetividad, y algunos con innegable malicia, su vida y su doctrina. Entre ellos se encontraban el célebre artículo que el francés Pierre Bayle le dedicó en su Diccionario histórico y crítico, las biografías de Sebastian Kortholt y Johannes Colerus y el polémico libro de Georg Wachter titulado El spinozismo en el judaísmo. La amplia circulación que tuvieron estos escritos durante la primera mitad del siglo XVIII en Europa contribuyó a difundir el pensamiento spinoziano, o al menos una imagen de él. Pronto el término spinozismo se transformó en un sinónimo de fatalismo, panteísmo y ateísmo y, por consiguiente, fue considerado como sumamente peligroso en la medida en que desafiaba las bases del orden moral, religioso y político establecido. Así pues, mientras que los teólogos y filósofos ortodoxos refutaban con gran estridencia las tesis spinozianas, muchos pensadores clandestinos recurrieron a sus ideas como una fuente de inspiración para la lucha contra la ortodoxia religiosa y el orden monárquico. En el territorio alemán, donde la recepción de sus ideas fue particularmente fuerte, la acusación de spinozismo fue cada vez más frecuente y sirvió a las autoridades civiles para fundamentar la prohibición, el encarcelamiento y hasta el destierro, como lo atestigua el caso del prestigioso Christian Wolff. Los sucesivos debates en los que su pensamiento ocupó un lugar central y particularmente la denominada Polémica del panteísmo o del spinozismo –que estalló en 1785 y en la que se vieron implicados pensadores como Lessing, Mendelssohn, Jacobi, Kant y Herder– transformaron a Spinoza en un filósofo de primera línea y habilitaron la posibilidad de nuevas lecturas. Así exorcizada, su doctrina se transformó en una influencia fundamental para los representantes del Idealismo alemán, lo cual se comprueba en los desarrollos tanto metafísicos como políticos de Fichte, Schelling y Hegel. El renacimiento del spinozismo que se dio en Alemania a finales del siglo XVIII se consolidó en el siglo siguiente y se trasladó a otras zonas de Europa, principalmente a Francia e Italia. La figura de Spinoza se mantuvo presente en los debates intelectuales, ligada a conceptos como el de ateísmo, nihilismo y naturalismo, además de jugar un papel preponderante en los desarrollos teóricos de los críticos del idealismo hegeliano

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–Nietzsche y Schopenhauer, Marx y Engels– quienes revalorizaron su doctrina interpretada bajo el signo materialista. En la primera mitad del siglo XX, Spinoza reapareció como una figura fundamental en los desarrollos teóricos de autores como Carl Schmitt y Leo Strauss, enfrentados al problema del liberalismo y la democracia en el contexto problemático de la teología política. Hacia 1960 la filosofía spinoziana volvió a instalarse en el centro del debate filosófico, esta vez en París, y se transformó en una de las fuentes principales de pensadores como Deleuze, Althusser y Negri, de innegable relevancia para las discusiones filosóficas y políticas posteriores. En la actualidad, Spinoza continúa motivando el debate y la investigación filosófica en distintos ámbitos y en conexión con temas diversos. Entre ellos, se destaca la encendida discusión motivada por la tesis de Jonnathan Israel, que sostiene que el spinozismo se encontraría en el origen de una corriente radical al interior de la Ilustración y que ha obligado a los estudiosos de este período de la historia de la filosofía a replantearse de manera fundamental muchos de los acuerdos alcanzados hasta el momento. Este libro propone volver a transitar el inclaudicable debate, reflexionar una vez más sobre la filosofía de Spinoza y revisitar su figura que, creemos, continuará siendo para las generaciones que vendrán una fuente fecunda y revolucionaria.

2. El origen de este libro Los artículos reunidos en este volúmen proponen un recorrido por muchas de las controversias que la filosofía de Spinoza ha motivado a lo largo de los años, dejando traslucir la gran eficacia que puede llegar a tener un conjunto de ideas para incitar a otros a continuar pensando, escribiendo y discutiendo.1 Estos textos –o al menos una primera versión 1

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Nuestra valorización del debate, frente a otras posturas que consideran las controversias como fenómenos marginales, carentes de valor como instrumentos de conocimiento, se conecta con algunos aspectos fundamentales del modelo de los espacios controversiales, que Oscar Nudler –director de la colección en la que se inscribe este libro– ha expuesto y defendido en un texto de reciente aparición (cf. Nudler, O., Espacios controversiales. Hacia un modelo de cambio filosófico y científico, Miño y Dávila, Buenos Aires, 2009). Este modelo se construye a partir de la noción tradicional de dialéctica entendida como la práctica del diálogo controversial e incorpora asimismo el aspecto fundamental de la versión hegeliana de la dialéctica como pauta de desarrollo por oposiciones de la historia intelectual. Su objetivo es explicar el progreso en filosofía mediante la consideración de las controversias como motor del desarrollo del pensamiento y del conocimiento. Si bien aquí no pretendemos dar una respuesta específicamente al problema de si la

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de ellos– fueron presentados en las Jornadas “Spinoza en debate”, que tuvieron lugar el 5 y 6 de septiembre de 2013 en el auditorio del Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional Argentina. Estas Jornadas fueron organizadas por el Grupo de Investigación sobre Spinoza y el Spinozismo, que funciona bajo mi dirección desde 2008 en el Instituto de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Al comienzo de manera informal, luego como grupo de trabajo con Reconocimiento Institucional de nuestra Facultad y ahora como equipo de investigación financiado por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT 2012-0496), nos hemos dedicado a leer y discutir la obra de Spinoza. Esta tarea ha resultado ser inmensamente enriquecedora y nos ha convencido del valor del trabajo en conjunto al momento de hacer filosofía. Así pues, fue la convicción compartida acerca del valor filosófico de la discusión, la confrontación y el intercambio, lo que motivó la organización de un evento académico en el cual la cuestión del “debate” mismo ocupara el lugar protagónico. En efecto, la puesta en debate de las ideas propias o ajenas, no sólo nos motiva a escribir, a pensar, a buscar estrategias para lograr comunicar lo que deseamos y a reflexionar críticamente sobre nuestra actividad, sino que, además, remite a ese aspecto tan propio de la filosofía en el que Spinoza mismo insiste: el hecho de que el trabajo de la reflexión filosófica, el ejercicio crítico del pensamiento, la investigación de la verdad, son actividades que sólo pueden surgir en el contexto de una comunidad, en el intercambio con otros que, en la medida en que tienden hacia el mismo fin, dejan de ser una pura alteridad. Nuestros textos, nuestras ideas, nuestras dudas, nuestros aciertos y desaciertos, se encuentran indefectiblemente atravesados por esos otros con quienes discutimos. Y es este carácter de ser resultados de un proceso que jamás es solitario, lo que, creemos, constituye su auténtico valor. El encuentro que ha dado origen a este libro contribuyó a confirmar, una vez más, esta convicción. Es por eso que deseamos expresar nuestro agradecimiento a los participantes y expositores –amigos en el sentido filosofía avanza ni de cómo se daría ese progreso, existe una coincidencia entre la propuesta básica de este libro y un aspecto fundamental de ese modelo. Me refiero a la consideración de los debates y controversias como eventos que han tenido –y continúan teniendo– un fuerte impacto en el decurso de la filosofía, porque no sólo obligan a sus protagonistas a articular con más precisión sus posturas, a integrar a sus doctrinas objeciones y, como consecuencia, a modificar sus posiciones y a veces incluso a sustituirlas por otros esquemas conceptuales, sino también porque conducen a revelar supuestos implícitos y dimensiones ocultas, abriendo de este modo nuevos caminos para el pensamiento filosófico.

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más auténticamente spinoziano– por haberse sumado con entusiasmo a nuestra propuesta y por haber transformado nuestras Jornadas “Spinoza en debate” en un evento de gran calidad no sólo académica sino también humana. Spinoza ha debatido, ha generado debates y continúa hoy en día motivando la reflexión y la discusión filosófica en el ámbito académico internacional, con una particular incidencia en nuestro país y en otros sitios de Latinoamérica. Luego de más de 300 años de su nacimiento, no cabe duda de que sigue teniendo sentido discutir acerca de una doctrina que sostiene que los individuos no son sustancias aisladas sino partes de una comunidad que los condiciona y los abriga, que denuncia la funcionalidad de la ignorancia y los prejuicios para los intereses de ciertos sectores, que defiende la democracia como el mejor sistema de gobierno, que identifica la felicidad con el ejercicio de la libertad y considera que el auténtico fin de los Estados no es meramente la seguridad, sino el fomento activo de esa libertad, que coincide con la virtud y la felicidad. Una filosofía, en fin, que no traza fronteras entre la actividad teórica y la práctica, para afirmar así el poder del pensamiento y de la cooperación entre los seres humanos para transformar la realidad.

3. El contenido de este libro Este libro se divide en dos partes e incluye un apéndice. La primera parte, subdividida en tres secciones, reúne una serie de escritos que abordan diversas controversias filosóficas en las que la doctrina de Spinoza se vio involucrada. La primera sección está compuesta por tres artículos que se concentran en ciertos puntos de debate existentes entre Spinoza y los principales filósofos de su época. Leiser Madanes ofrece una original interpretación de lo que puede considerarse como la respuesta dada por Leibniz al interrogante que Heidegger señalaría años después como la cuestión fundamental de la metafísica, esto es, ¿por qué hay algo más bien que nada? Mientras que, según Madanes, Leibniz fue el primero en plantear esta pregunta de manera clara, no se encuentra en la obra de Spinoza una formulación explícita de este interrogante. Esto se debe a que su metafísica la excluye de plano. La tesis básica del pensamiento de Spinoza, la piedra de escándalo que motivó las críticas de la mayoría de sus contemporáneos y sucesores, es que todo lo que existe no fue creado por un Dios sobrenatural que obra desde un más allá de la naturaleza, sino que ésta se sostiene y se justifica por sí misma. Así pues, si bien, tal como

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sostiene Madanes, Leibniz plantea el problema de por qué hay algo más bien que nada con objetivo de refutar la ciega necesidad de la metafísica spinoziana –así como la libertad arbitraria del Dios cartesiano– puede decirse que Spinoza responde por anticipado y, de algún modo, cancela la pregunta, ya que según él, no hay que comenzar suponiendo la nada, sino la plenitud de lo real. Fernando Mancebo May propone comparar las potencias del Dios cartesiano y del Dios spinoziano, haciendo referencia a las categorías de la filosofía medieval de potentia Dei absoluta –aquella que contempla la potencia de Dios en sí mismo– y potentia Dei ordinata –que considera el poder divino solo respecto de lo que Él decidió hacer–. Mancebo May muestra que Descartes proyecta en la omnipotencia divina una distinción similar a la medieval. Por un lado, existe un orden racional en el mundo, definido por las leyes de la física y los principios de la matemática. Por otro lado, el Dios cartesiano, en términos absolutos, puede mucho más, incluso lo contradictorio. La potencia del Dios de Spinoza, en cambio, no es la del ente supremo que todo lo puede, sino la de un ente que es causa de todo, incluso de sí mismo. De este modo, Spinoza disuelve la distinción medieval, ya que lo que su Dios puede de potentia absoluta, lo hace de manera ordinata necesariamente. Dios no puede no hacer lo que se sigue de su esencia. Este orden del mundo es el único concebible. La posición spinoziana, analizada bajo esta perspectiva, revela interesantes diferencias frente a Descartes y frente a una larga tradición que, en palabras del autor, distingue “entre el rey, sus leyes y su reino”. Rodolfo Fazio analiza la primera recepción por parte de Leibniz de la ontología spinoziana, que se dio gracias a la mediación de Walther von Tschirnhaus, un discípulo de Spinoza que se encontraba en posesión de un manuscrito de la Ética. Las conversaciones que Leibniz mantuvo con Tschirnhaus durante su estadía en París repercuten de modo inmediato en sus escritos de esa época. Fazio muestra que Leibniz se interesa particularmente por el problema de la derivación de los cuerpos a partir de la extensión, problema que Tschirnhaus discute con Spinoza a lo largo de una serie de cartas escritas entre 1675 y 1676. Así pues, el autor propone considerar este intercambio como un debate encubierto entre Spinoza y Leibniz, quien, según los intérpretes contemporáneos, habría colaborado en la redacción de algunas de las cartas de Tschirnhaus. Antonieta García Ruzo aborda un problema recurrente para los estudiosos de la filosofía spinoziana: la relación que existe entre el pensamiento político de Spinoza y el de Hobbes. La autora hace dialogar a ambos pensadores para investigar qué tipo de Estado postula Spinoza

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y si éste puede identificarse con un Estado de tipo hobbesiano. A partir de la referencia a la única mención explícita que Spinoza hace de Hobbes en una carta, donde expresa que existe una gran diferencia entre ellos, García Ruzo analiza las obras políticas del filósofo holandés para mostrar que la teoría del Estado allí defendida se aleja completa y radicalmente de un planteo como el que Hobbes había presentado en su Leviathan. La segunda sección de esta primera parte del libro reúne artículos que tratan la recepción del spinozismo durante la era de la Ilustración y su influencia en el pensamiento de los autores del Idealismo alemán. La sección comienza con un artículo de Fernando Bahr, quien muestra que hacia finales del siglo XVII la doctrina de Spinoza –considerada como equivalente al ateísmo– obligó a ciertos autores franceses a repensar la historia de la filosofía desde sus orígenes. En efecto, la doctrina de Spinoza planteaba el problema de decidir si ésta era una extrañeza, un caso único, o si la semilla de su impiedad se encontraba ya en los pensadores anteriores y, por lo tanto, el devenir de la filosofía podía interpretarse como un camino que había conducido necesariamente a ella. Bahr expone y analiza dos posiciones que se inscriben en esta segunda línea interpretativa: la de Pierre Bayle, expuesta en el famoso artículo dedicado a Spinoza de su Diccionario histórico y crítico así como en otras obras de comienzos del siglo XVIII y la de un autor anónimo, responsable de un escrito perteneciente a la filosofía clandestina, titulado “Doutes des Pyrrhoniens” redactado, según se supone, entre 1696 y 1711. Ambos autores proponen una reescritura de la historia de la filosofía y del ateísmo, donde Spinoza pasa a ser un pensador protagónico por haber profundizado y sistematizado ciertas tesis antiguas. El artículo de mi autoría, incluido en esta sección, apunta asimismo a poner de relieve la importancia del spinozismo en los debates filosóficos del movimiento ilustrado en el territorio alemán. Para ello, retomo la tesis central defendida por Jonathan Israel en su controversial libro La Ilustración radical (2001) y propongo recorrer tres debates filosóficos que signaron la era de la Ilustración en Alemania. El objetivo del texto es poner en evidencia que, además de brindar argumentos para la defensa de las principales causas de la Ilustración –lo cual, como sostiene Israel, transforma a Spinoza en la fuente principal de la corriente radical del movimiento ilustrado–, la discusión acerca del spinozismo en el territorio alemán se superpone con el debate acerca del concepto de razón humana, de su alcance y sus límites. Así pues, pretendo mostrar que el debate acerca de la doctrina de Spinoza no puede ser escindido de la reflexión

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explícita, tanto en el momento de su conformación y desarrollo así como durante su crisis, acerca del sentido de la era de la razón. Natalia Lerussi aborda la compleja relación de Immanuel Kant con el spinozismo. Su trabajo propone analizar algunos pasajes del Opus Postumum kantiano, probablemente escritos entre 1800 y 1802, en los que se menciona explícitamente a Spinoza. A diferencia de la usual actitud negativa frente a esta doctrina adoptada por Kant en ciertas obras publicadas, estos pasajes parecen admitir la sospecha de un cambio en su valoración. La tesis defendida por la autora afirma que la presencia positiva de la figura de Spinoza en estos apuntes no augura un cambio radical de la filosofía de Kant, sino solamente una modificación de su interpretación del spinozismo, que es expuesto allí como cercano al “idealismo trascendental”. Lerussi sostiene que se puede admitir que existe una aproximación por parte de Kant a la figura de Spinoza durante esos años. Esta aproximación se da, primero, a través de una identificación de Dios con la razón práctica y, segundo, mediante la afirmación de una equivalencia entre el espíritu humano y lo que Kant denomina el “Dios de Spinoza”. Mario Martín Gómez Pedrido se concentra en la influencia de Spinoza en los primeros desarrollos filosóficos de Schelling, principalmente en conexión con el concepto de lo absoluto. El artículo aborda, en primer lugar, el modo en que Schelling interpreta el absoluto spinoziano en sus Cartas sobre Dogmatismo y Criticismo, de 1795, y pasa luego a exponer las implicancias que esta lectura tuvo tanto en la conformación de esa obra como en el proyecto filosófico global del joven Schelling. De este modo, Gómez Pedrido muestra que la influencia de la noción spinoziana de absoluto en Schelling es fundamental en un momento en que el joven idealista intenta posicionarse frente a la filosofía de Fichte, pues lo conducirá al descubrimiento de la dimensión trágica de todo filosofar al revelarle que la pretensión de expresar lo absoluto se desvanece toda vez que lo absoluto es inefable. En su artículo titulado “¿Spinoza en Fichte? Elucubraciones sobre el dogmatismo, la libertad y la ley jurídica”, Mariano Gaudio se propone analizar la relación entre ambos filósofos a partir de una referencia a Spinoza en el texto fichteano de 1796, Fundamento del derecho natural. El trabajo muestra que esta referencia puede leerse en conexión con la crítica que hace Fichte al spinozismo como dogmatismo, pero permite asimismo vislumbrar un acercamiento entre las posiciones de ambos filósofos en el plano jurídico-político. En efecto, el autor sostiene que Spinoza y Fichte coinciden en la visión negativa del estado de natura-

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leza, en la imposibilidad de construir el derecho a nivel individual, en la denuncia de la disminución de las potencias en el aislamiento, y en la propuesta de estrategias de socialización que conducen al Estado, un Estado que, según principios jurídicos, ha de ser racionalizado, que permite y promueve una ciudadanía activada y participativa. Andrés Fortunato aborda, en el último texto incluido en esta sección, un aspecto poco estudiado de la muy transitada pero de ningún modo agotada relación entre Spinoza y Hegel. Luego de plantear una serie de dicotomías entre ambos a las que la historia de la recepción de estas filosofías ha conducido, Fortunato propone indagar la posición metafísica de ambos pensadores, pero en la medida en que cada una sustenta una determinada filosofía política, específicamente, una determinada manera de plantear la relación entre el Estado y la democracia. Así pues, Fortunato propone repensar la relación entre Hegel y Spinoza, postulando que ambos comparten un mismo punto de partida, el del realismo político, el cual los conduce a preferir la democracia representativa y a considerar imposible una democracia directa. De este modo, al introducir la noción de la mediación en su lectura de la teoría política spinoziana, el autor propone ver allí una respuesta –hegeliana– a la crítica que Hegel mismo arrojó contra la metafísica de Spinoza. La tercera sección reúne cuatro artículos que se concentran en la presencia del spinozismo en una serie de debates de la filosofía política contemporánea. La sección comienza con el trabajo de Lucía Gerszenzon, quien se detiene en la recuperación de ciertos aspectos de la filosofía spinoziana por parte de Althusser. Gerszenzon muestra que el pensador francés explicita la necesidad de recurrir a ciertos conceptos spinozianos en su elaboración de una teoría de la ideología que complemente la concepción marxista del Estado. La autora analiza, a la luz de la teoría de la imaginación de Spinoza, los principales aspectos que Althusser atribuye a la ideología –ahistoricidad, carácter imaginario y materialidad– para poner en evidencia la influencia que las ideas spinozianas ejercieron en éste y para concluir que es necesario continuar pensando el papel de las ideas de la imaginación en la teoría política de Spinoza. Guillermo Sibilia presenta con gran claridad las claves para ingresar en una de las lecturas más influyentes de Spinoza para la discusión política contemporánea: la de Leo Strauss. Sibilia analiza los dos momentos en que se desarrolla la interpretación straussiana de Spinoza, condensada en dos textos diferentes. Un primer escrito publicado por primera vez en 1930 en alemán que se concentra en la crítica spinoziana a la religión judía ortodoxa a partir de la exégesis bíblica expuesta en su Tratado teológico-

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político. Un segundo texto, publicado por primera vez en 1948 en inglés, en el que explicita un cambio en su lectura y una elaboración original respecto del modo de escritura así como del destinatario específico del libro de Spinoza. En efecto, según la lectura madura de Strauss, el texto spinoziano está escrito de modo deliberadamente oscuro, sin exponer de forma clara el núcleo de su pensamiento, pues su objetivo –fomentar el desinterés respecto de la Biblia y, de ese modo, crear la disposición para la filosofía entre aquellos hombres más aptos para ella– así lo exigía. Jerónimo Rilla propone problematizar la interpretación que Carl Schmitt hace del spinozismo. Según la lectura schmittiana, el presupuesto de la autosuficiencia de la razón para justificar la legitimidad del Estado conduce a Spinoza a realizar una inversión del origen y la fundamentación del poder soberano, de modo que el principio formante de la autoridad estatal ya no es, como en Hobbes, el acto de protección y pacificación, sino que reside en la libertad de conciencia, aniquilando de este modo el momento propiamente político que se encontraría en la decisión soberana y transformando al Estado en una entidad mecánica que se rige según sus leyes propias. Contra esta lectura, Rilla argumenta que la ausencia de un ámbito de trascendencia que Schmitt denuncia en Spinoza no conduce a la automatización del Estado, sino que al igual que Hobbes, Spinoza es consciente de los potenciales peligros que puede engendrar la razón cuando pretende explicar todos los ámbitos de la realidad mecánicamente. Nutriéndose de la lectura que Gilles Deleuze hace de Spinoza, y discutiendo contra ella, Julián Ferreyra reflexiona acerca de la posibilidad de una beatitud política, que él identifica como la experiencia de la inmanencia, la experiencia de que, en términos spinozianos, somos eternos, y que implica la salida del ámbito de lo inadecuado para instalarse en el ámbito de la verdad. Este artículo se inscribe en una serie de contribuciones del autor, en las que propone pensar la filosofía política como conocimiento del segundo género en sentido spinoziano, esto es, un saber de las nociones comunes que expresan adecuadamente las relaciones que los individuos guardan entre sí. Ferreyra considera al capitalismo como una relación característica que no se compone con la de los seres humanos y, por lo tanto, disminuye su potencia. Para desarticular esa relación nociva, y favorecer lo que el autor llama “relaciones humanas”, hay que enfrentarse al problema al que también Deleuze se enfrenta: la cuestión de cómo dejar atrás las ideas inadecuadas. En este trabajo, Ferreyra explora la posibilidad de pensar esa salida no como un ascenso

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a través de los géneros del conocimiento, sino como una transición a través de los órdenes del tiempo: del instante a la duración a la eternidad. La segunda parte de este libro reúne seis artículos que presentan, analizan e interpretan las principales discusiones filosóficas recogidas en la Correspondencia de Spinoza. Estos textos son el resultado del trabajo realizado en el marco del Grupo de investigación sobre Spinoza y el spinozismo durante el año 2013 y fueron discutidos en nuestras reuniones en las diversas instancias de su producción. Laura Martín analiza la cuantiosa correspondencia conservada entre Spinoza y Henry Oldenburg, un teólogo de origen alemán que llegó a ser secretario de la British Royal Society y cumplió un papel de importante intermediario entre intelectuales y científicos de la época. La autora pone en evidencia que a lo largo de los años en que se extiende la relación epistolar entre ambos existen diferentes cambios de actitud por parte de Oldenburg, quien al comienzo de su relación anima al filósofo holandés a exponer con sinceridad y sin temor sus convicciones, pero luego le aconseja prudencia y finalmente le recomienda guardar silencio. De este modo, el intercambio de información y de ideas entre ellos se entreteje con la problemática acerca de qué es lo que se puede decir y qué es lo que no se puede pronunciar, principalmente por temor a las consecuencias disruptivas que ciertas ideas podrían acarrear. Claudia Aguilar se detiene en el fragmentario intercambio conservado entre Spinoza y su amigo Jarrig Jelles, quien fue el responsable de redactar el Prefacio que inaugura el volumen de las Obras póstumas de Spinoza, publicadas poco después de la muerte del filósofo en 1677. Tanto en este texto como en la única carta conservada de Jelles a Spinoza, se pone en evidencia su adhesión y defensa de la religión de la razón. Aguilar muestra que estas convicciones de Jelles se oponen a las enseñanzas fundamentales del Tratado teológico-político de Spinoza y, por lo tanto, permite sospechar la existencia de un profundo desacuerdo entre ambos amigos acerca de sus posiciones teológicas. Valeria Giselle Rizzo Rodríguez se detiene en la carta de Albert Burgh a Spinoza y en la respuesta que éste le envía. Se trata de un intercambio singular, tanto por el tono agresivo en que se da, como por las circunstancias que lo propician. Burgh, había estudiado filosofía en Leiden y había sido discípulo de Spinoza hasta que, luego de un viaje por Italia, se convierte al catolicismo y decide enviar una carta a su antiguo maestro con el fin de denunciar sus herejías y persuadirlo para que se convierta él también. Reticente a responder, Spinoza redacta una breve contestación en la que vemos desplegada la absoluta convicción que lo guía: la

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plena confianza en la razón como la artífice de su sistema, acerca del cual admite que si bien no puede afirmar –como lo solicita maliciosamente Burgh– que es el mejor, sí sabe al menos que es el verdadero, del mismo modo que cualquiera sabe que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos rectos. La verdad de la razón se basta a sí misma y es también suficiente para poner en evidencia la falsedad de las creencias irracionales, de las supersticiones que nublan el entendimiento. Pablo Maxit estudia las cartas que Spinoza intercambia con su amigo Hugo Boxel, quien le plantea el problema de la existencia de espectros y fantasmas. Esto conduce a los amigos a poner en debate la cuestión de los criterios de justificación de las creencias, de la veracidad de las historias, de la autoridad de los relatos. Maxit propone entonces considerar que, a pesar de que Spinoza claramente rechaza los relatos, la experiencia y las historias como fuentes de verdad, sí les otorga gran importancia en conexión con cuestiones políticas y religiosas. Así se evidencia en su Tratado teológico-político, en el que, según el autor de este artículo, la hermenéutica de los relatos muestra la importancia que Spinoza les atribuye, principalmente en cuanto a su eficacia para la fe y la obediencia a la ley. Natalia Sabater aborda una de las cartas más enigmáticas de Spinoza conservadas en su epistolario. Se trata de una carta enviada a su amigo Pieter Balling, quien acababa de sufrir la muere de su hijo y creía haber tenido un presagio del infortunado suceso, en la que el filósofo holandés le ofrece su consuelo y esboza una teoría de los presagios que parece contradecir los puntos fundamentales de la doctrina gnoseológica expuesta en su Ética. Sabater propone una interpretación de este problemático texto que lo concilia con la doctrina spinoziana. Esto conduce a la autora a proponer una lectura diferente del epistolario, como un ámbito en el que Spinoza se permite explorar otros problemas y buscar otras respuestas, abrir nuevas vías de reflexión que conducirían –como en este caso– a repensar el problema de la individuación y plantear la posibilidad de que las mentes de dos seres unidos por un vínculo de amor –como el de un padre y un hijo– se encuentren entrelazadas. Finalmente, Mariano Cozzi analiza el intercambio epistolar entre Spinoza y Willem van Blyenbergh, un conjunto de cartas en las que se aborda y se debate el problema de la existencia del mal en el mundo. Como se sabe, Spinoza sostiene que en la naturaleza, en el universo, no hay ni bien ni mal. Estas nociones son para él meros puntos de vista subjetivos, humanos, parciales y por lo tanto no corresponden a lo verdaderamente real. Cozzi expone, con gran talento literario, las obje-

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ciones de Blyenbergh a la posición spinoziana y los contraargumentos de Spinoza a su crítico. El punto de llegada es la constatación de un aspecto fundamental del pensamiento de nuestro filósofo: que Spinoza no apuesta al adoctrinamiento sino que sabe que la verdad debe ser producida en la mente de cada uno. No se trata, pues, de convencer a su interlocutor, de que éste acepte sin más sus enseñanzas, sino de que piense por sí mismo, que sea libre y racional. Ésta es, pues, la única vía para alcanzar la certeza acerca de la inexistencia del mal en el mundo y declarar así al claro ganador de esta pulseada. Como Apéndice, incluimos un texto de Diego Tatián que propone indagar la compleja figura del militante político desde una perspectiva spinoziana. Tatián se pregunta por las razones que inducen a dedicarse a la política, a asumir la militancia, a adoptar un compromiso con una determinada agrupación, con una determinada ideología. Pero su pregunta –que conduce a su vez al problema más fundamental de la constitución de las identidades políticas– se dirige en realidad a un fenómeno particular: a aquellas militancias que se proponen realizar y radicalizar un proyecto social y político que es parte de un proceso más amplio de transformaciones que trascienden la propia nación y se extienden también a otros países de la región adquiriendo una dimensión verdaderamente continental. Para responder a estos interrogantes el autor recurre al concepto spinoziano de conatus y a la interpretación de este concepto que realizó Frédéric Lordon como “interés generalizado” que permite distanciarse tanto de la acepción utilitarista de interés como de una noción idealista del militante como luchador desinteresado. Tatián propone entonces ver en el conatus spinoziano la matriz para comprender la figura del militante. Así, en la medida en que el conatus se revela como deseo de comunidad, la militancia puede ser pensada como la capacidad de afirmar una potencia instituyente transindividual, como la potencia democrática manifestada en acciones e instituciones que fomentan la philautía colectiva. María Jimena Solé Buenos Aires, diciembre de 2014 Grupo de Investigación sobre Spinoza y el Spinozismo Claudia Aguilar, Mariano Cozzi, Antonieta García Ruzo, Lucía Gerszenson, Laura Martín, Pablo Maxit, Valeria Rizzo Rodríguez y Natalia Sabater.

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PRIMERA PARTE Controversias filosóficas

Spinoza

1 en debate

con los filósofos de su época

El principio de razón suficiente: Spinoza, entre Descartes y Leibniz Leiser Madanes

U

na antigua tradición, que al menos podemos remontar hasta Aristóteles, señala que el asombro es el estado de ánimo más propicio para iniciarse en la filosofía. Cuando el asombro se transforma en perplejidad, y la perplejidad logra expresarse en preguntas inteligibles, la larga marcha de la filosofía se ha puesto en camino. Si el asombro guió a los antiguos por la senda de la filosofía, a los dos filósofos quizás más representativos del siglo XX, el asombro, por el contrario, parece haberlos ubicado a la vera del camino. Sabemos a través de Norman Malcolm que Wittgenstein solía “confesar que a veces tenía cierta experiencia, y que la mejor manera de describirla era que –según palabras del propio Wittgenstein– «cuando tengo esa experiencia, me asombra la existencia del mundo; y me siento inclinado entonces a usar frases tales como ¡Qué extraordinario es que exista algo!»”.1 Sin embargo, de acuerdo con Wittgenstein, el análisis de una experiencia como esa no pertenece al ámbito de la filosofía. “Lo místico no es cómo es el mundo, sino: que el mundo sea” aclara en el Tractatus,2 y es mejor pasar en silencio esta experiencia mística acerca de la cual no podemos hablar. Por su parte, Heidegger insiste en que toda la preocupación de la filosofía se encierra en la pregunta: ¿Por qué es en general el ente y no más bien la nada?3 Pero de inmediato agrega que nunca podemos afirmar con objetividad si realmente estamos preguntando la pregunta, o si estamos repitiendo meramente una forma de hablar prestablecida. Quien realmente se pregunta la pregunta experimenta una transformación 1 2 3



Malcolm, N., Wittgenstein Ludwig. A Memoir, Basil Blackwell, Oxford, 1967, p. 70. Wittgenstein, L., Tractatus Logico-Philosophicus, Técnos, Madrid, 2007, §6, 44. Cf. Heidegger, Martin, Einführung in die Metaphysik, Niemeyer,Tübingen, 1966, cap.1.

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que no puede ser conceptualmente descrita. Sólo podemos referirnos a esta experiencia por medio de un lenguaje poético, pero no lógico. De manera que, una vez más, a través del asombro finalmente nos quedamos fuera de la filosofía conceptual, en vez de que el asombro nos ponga en camino hacia ella. Ésta que, según Heidegger, es la pregunta fundamental de la metafísica fue planteada quizás por primera vez con total claridad por Leibniz, para quien, lejos de originarse en un confuso estado de ánimo como es el asombro, era la primera pregunta que teníamos derecho a formular una vez que aceptábamos la evidencia lógica del principio de razón suficiente: si nada hay sin razón o sin causa, deberá haber alguna razón para que exista algo más bien que nada. Los propios textos de Leibniz –según yo los leo– sugieren la posibilidad de responder la pregunta por una vía que no recurre al principio de conveniencia ni a causas finales, y que implica, en cambio, la aceptación del argumento a priori. Expondré primero mi interpretación de Leibniz y luego, daré marcha atrás en el decurso de la historia y me referiré a Spinoza, y muy brevemente, a Descartes. Espero poder mostrar entonces no sólo cuál es la respuesta que Leibniz da a la pregunta, sino también por qué consideró que era indispensable plantearla, a fin de romper con la ciega necesidad de la metafísica de Spinoza, y la libertad no menos ciega y arbitraria del Dios cartesiano. Antes de presentar los argumentos de Leibniz, Spinoza y Descartes, conviene aclarar lo que entiendo por argumento a priori. Considero que un argumento es a priori cuando, fundándose exclusivamente en el examen de la posibilidad, esencia o concepto de un ente, concluye afirmando su existencia real. Por ejemplo: “si X es posible, X existe” o bien “si X es posible, necesariamente X existe” o bien “el concepto de X es tal que X existe”, etc. También considero que es a priori un argumento que, fundándose en la premisa de que hay posibilidades o esencias, concluye con la afirmación de que algo existe en acto (pues se aduce que “posibilidad” siempre es “posibilidad de algo que existe en acto”). Por ejemplo: “si X, W o Y son posibilidades, existe Z (pues Z es el portador de las posibilidades de X, W o Y)”.

1. Leibniz No creo que sea excesivamente infiel a Leibniz la siguiente reconstrucción de su argumento. La pregunta “¿por qué hay algo más bien

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que nada?” requiere una explicación acerca de todo lo que hay. Leibniz divide todo lo que hay en existencias que son cambiantes y esencias que son inmutables. A su vez, distingue dos tipos de explicaciones: las que se refieren a existencias y son verdaderas de hecho, ya que su opuesto siempre es posible (digamos que recurren a ‘causas’) y las que se refieren a esencias y son necesariamente verdaderas, pues sería contradictorio negarlas, como por ejemplo las proposiciones de la geometría (digamos que recurren a ‘razones’). Como lo contrario de un hecho siempre es posible, los hechos se explican por causas (contingentes) y no por razones (necesarias). Ya sea que consideremos cualquier cosa contingente en forma aislada, o el conjunto de cosas en un momento dado, o la sucesión de cosas a través del tiempo –e incluso suponiendo que dicha serie sea infinita– Leibniz afirma que no encontraremos ninguna razón perfecta, es decir, lógicamente necesaria, para saber por qué esa cosa, conjunto o sucesión de cosas existe si bien podría no haber existido. No es absurdo, esto es, no es contradictorio o sea lógicamente imposible, que esa cosa, conjunto o sucesión de cosas no hubiera existido. Leibniz propone un ejemplo que Borges, de haberlo conocido, seguramente hubiera hecho suyo: Supongamos que el libro de los Elementos de geometría existe desde toda la eternidad y que siempre se ha copiado un ejemplar de otro precedente. Es claro que aunque es posible dar razón del libro presente refiriéndose al anterior del cual fue copiado, jamás alcanzaríamos, sin embargo, una razón perfecta aunque abarcáramos regresivamente todos los libros que se quiera. En efecto, siempre será lícito preguntarse con asombro por qué existen semejantes libros desde siempre, por qué libros precisamente, y cuál es el motivo de que hayan sido escritos de esa manera.4

La razón de ser del mundo no podrá ser, por lo tanto, parte del encadenamiento de los estados o series de cosas cuyo agregado constituye el mundo. Ahora bien, si se pretende explicar el mundo de las cosas cambiantes únicamente por medio de causas, sólo se nos ofrece la posibilidad de un regreso infinito. Pero, a su vez, si se renuncia a la explicación causal y se recurre a la explicación por razones el problema se complica ya que, por un lado, la respuesta a la pregunta requiere el 4

Leibniz, G. W., Die philosophischen Schriften von G. W. Leibniz, ed. C. Gerhardt, 7 tomos, Berlín, 1875-1890. Reimpresión: Georg Olms, Hildesheim, 1965, t. VII, p. 302. En lo sucesivo citado como GP por tomo y número de página. Traducción al castellano: Escritos filosóficos de G. W. Leibniz, ed. E. de Olaso, Charcas, Buenos Aires, 1982, p. 472. En lo sucesivo, citado como EF y número de página.

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tipo de necesidad lógica que sólo las razones pueden ofrecer, y no las causas; pero por otro lado, la pregunta exige que se dé razón de todo lo que hay, tanto de las esencias inmutables como de las existencias cambiantes. Además, otra dificultad habrá que superar en el ámbito de las cosas inmutables y de sus razones de ser, pues si bien es lógicamente necesario que la suma de los ángulos de un triángulo equivalga a dos rectos, no es lógicamente necesario pensar que haya triángulos. La respuesta, por lo tanto, deberá consistir en una verdad de razonamiento, es decir, lógicamente necesaria, y esta verdad se debe referir a la existencia de una cosa –y no una mera esencia– que posea la peculiaridad de ser algo necesario y no contingente como todos los restantes hechos y cosas. En efecto, teniendo en cuenta qué es lo que hay que explicar y qué tipo de explicación se exige cuando se pregunta “¿por qué hay algo más bien que nada?” Leibniz encuentra la siguiente respuesta: De modo que, como la raíz última debe residir en algo que existe con necesidad metafísica, y como la razón de una cosa existente sólo puede proceder de otra cosa existente, se sigue que existe un ser único, metafísicamente necesario, o sea que su esencia implica su existencia, y que existe algo que es diferente de la pluralidad de los seres, o sea del mundo, que hemos reconocido y mostrado que no existe por necesidad metafísica.5

Leibniz sostiene que el hombre puede probar a priori la existencia de Dios y Dios puede probar a priori la verdad de cualquier proposición existencial contingente. Uno de los aspectos más desconcertantes de su filosofía es precisamente éste, a saber, que la proposición “Tabaré Vázquez es el Presidente del Uruguay” puede ser demostrada a priori por un intelecto infinito, pero no por ello deja de ser contingente, pues su opuesto es lógicamente posible. La demostración a priori de la existencia de Dios puede ser considerada, creo yo, como paradigma de lo que debería ser una respuesta racional completa, es decir, una demostración a priori de la razón de ser de cualquier cosa. Veamos cómo. El principio de razón suficiente –“Nihil esse sine ratione, seu nullum effectum esse absque causa”6 – se refiere tanto a la verdad de proposiciones como a las cosas mismas mentadas por ellas. Creo que esto no debe 5 6

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Leibniz, G. W., De rerum originatione radicali, 1697, en GP VII, p. 303; traducción al castellano: EF, p. 472. Leibniz, G. W., Primae veritates, en Opuscules et fragments inédits de Leibniz, ed. Louis Couturat, Paris, 1903, p. 518. Reimpresión: Georg Olms, Hildesheim, 1966; traducción al castellano: EF, p. 340.

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considerarse tan sólo como un lamentable error por parte de Leibniz, sino como la consecuencia inevitable de su teoría de la verdad –en toda proposición verdadera el predicado está virtual o evidentemente incluido en el sujeto– y del principio de identidad de los indiscernibles –no hay dos cosas en la naturaleza que sean exactamente iguales–. Las proposiciones se refieren a la esencia o a la existencia de las cosas; buscar una razón equivale a comprender que el predicado está incluido en el sujeto. Cualquier verdad puede reducirse a una identidad por medio de definiciones, esto es, por medio del análisis de conceptos. En esto consiste precisamente la prueba a priori de una verdad. Es fácil reconocer la verdad necesaria cuando ésta se refiere a alguna esencia, ya que las verdades eternas pueden demostrarse por medio del análisis de sus términos. Son claramente idénticas y su opuesto es contradictorio y, por lo tanto, imposible. Por ejemplo, la definición de triángulo. También en una verdad existencial o contingente el predicado está incluido en el sujeto, pero el análisis del concepto sujeto es infinito. Dios puede ver de qué manera está el predicado incluido en el sujeto y probar a priori la verdad de una proposición existencial, mientras que el hombre sólo puede conocer a priori la verdad de la existencia de Dios. Leibniz agrega que el concepto completo y perfecto de una sustancia individual envuelve todos sus predicados, pasados, presentes y futuros. “Dios, (…), al ver la noción individual o hecceidad de Alejandro ve a la vez en ella el fundamento y la razón de todos los predicados que pueden afirmarse de él verdaderamente, por ejemplo, que vencerá a Darío y a Poro, hasta el punto de saber a priori (y no por experiencia) si murió una muerte natural o por envenenamiento, cosa que nosotros sólo podemos saber por la historia”.7 Así se allana el camino que permitirá pasar del significado de un concepto a la afirmación a priori de la existencia del objeto denotado por ese concepto. Ahora bien. No quiero que este siguiente paso de la argumentación parezca un raro pase de magia, un hocus pocus por el cual comienzan a salir existencias a partir de esencias, tal como salen palomas o pañuelos de colores de una galera vacía. Estos argumentos a priori para cada cosa pueden explicarse de la siguiente manera. Un concepto puede analizarse desde el punto de vista de su comprensión o de su extensión o denotación. Forman parte de la comprensión de un concepto el conjunto de propie7 Leibniz, Discours de métaphysique §8, en GP IV, p. 427; traducción al castellano: EF, p. 287.

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