Sócrates: el filósofo de la finitud

June 7, 2017 | Autor: D. González Camejo | Categoría: Philosophy, Theory of Knowledge, History of Philosophy
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Descripción

UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN LICENCIATURA EN FILOSOFÍA SEGUNDO SEMESTRE HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA AÑO ACADÉMICO 2011

Sócrates: el filósofo de la finitud Diego González Camejo C.I.: 4.679.473-2

Prof. Mag. Marta Bayarres Prof. Lic. Luciano Silva Noviembre de 2011

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Abstract El argumento de la muerte en la Apología de Sócrates es una manifestación de la aplicación del postulado socrático de la docta ignorancia, clave de bóveda del método de refutación y manifestación de la vida filosófica. Este postulado tiene consecuencias en la adopción del criterio de verdad, Sócrates presenta un esquema de verdad como correspondencia/coherencia que afirma la existencia de creencias verdaderas básicas lo que supone un esquema de conocimiento a partir de la afirmación de una estructura del yo que se pone en duda a través del diálogo. La afirmación de alguna verdad básica y el criterio de coherencia nos permiten presentar al sabio como conciencia de la finitud, Sócrates presenta una filosofía de lo mismo y un extremadamente débil encuentro con el Otro.

Palabras clave: Sócrates/pregunta/muerte/infinito/sabiduría …preguntar es más difícil que contestar Hans-Georg Gadamer

¿Para qué preguntar? El problema que pretendo presentar al lector es el argumento de la muerte en el pasaje 29a-29c de la Apología de Sócrates. En tal sentido, la propuesta consiste en analizar la actitud de Sócrates al momento de presentar su argumentación, plantear la relación del argumento estudiado con el postulado de la docta ignorantia y, a partir de allí, de conformidad al aporte de la filosofía del siglo XX, arribar a algunas conclusiones que nos permitan caracterizar el pensamiento socrático en términos generales, especialmente a partir de su concepción de la verdad. Platón en la Apología de Sócrates nos invita a discutir el problema de la muerte, en su especificidad por la circunstancia en la que se encuentra su maestro: desde el punto de vista contextual se expone el proceso al que es sometido Sócrates y la defensa de su vida frente a la sentencia de muerte; y, por otra parte, la problemática filosófica de la muerte, de cuyo tratamiento se ocupa el pasaje al que haré referencia (29a-29c) y, más adelante, el pasaje que se extiende desde 40e hasta 41c. La delimitación del pasaje que analizaré corresponde a una decisión instrumental; el fragmento del diálogo elegido expone la problemática de la muerte en relación directa con el postulado de la docta ignorantia que es formulado en el discurso de Sócrates. 2

¿Qué supone la aceptación de la docta ignorancia, qué procedimientos mentales practica el sabio? El filósofo Hans-Georg Gadamer nos ilustra sobre el método socrático a partir de la lógica del preguntar; según el filósofo citado: El conocimiento de que algo es así y no como uno creía implica evidentemente que se ha pasado por la pregunta de si es o no así. (…) E igual que la negatividad dialéctica de la experiencia hallaba su perfección en una experiencia consumada en la que nos hacíamos enteramente conscientes de nuestra finitud y limitación, también la forma lógica de la pregunta y la negatividad que le es inherente encuentran su consumación en una negatividad radical: en el saber que no se sabe. Es la famosa docta ignorantia socrática que descubre la verdadera superioridad de la pregunta en la negatividad extrema de la aporía (HansGeorg Gadamer, 2005: pág. 439)

El temor a la muerte Para Sócrates el temor a la muerte está injustificado, es un temor infundado; supone la adopción de una postura acrítica, es la negación al ejercicio de la docta ignorantia, quien teme a la muerte se cree sabio, tiene una creencia que no es posible adoptar por inexistencia de evidencia. Una vez aceptada la ignorancia en relación al problema de la muerte, no es posible mantener el temor que antes se sufría. De esta forma, el temor a la muerte se constituye en un prejuicio, quien teme a la muerte no ha puesto en duda sus propias creencias, cree saber cuando ignora, es inconsciente de su ignorancia. ¿Cuál es la actitud del sabio frente al problema de la muerte? Reconocer la ignorancia sobre la muerte por inexistencia de evidencia y, de esa forma, anular cualquier temor ante la inexistencia de certeza. Resulta interesante cuestionarnos sobre qué se declara ignorante Sócrates; en principio no ignora la existencia de la muerte como término de la vida terrenal, tal extremo no se discute; la ignorancia se levanta sobre las eventuales circunstancias que se pueden suceder para el sujeto que muere ¿le espera algo después de la muerte, es sólo un sueño o se trata de un tránsito de aquí hacia otro lugar (40e)? La problemática socrática se dirige a discutir si existe algo después de la muerte y de qué se trata; en el primer pasaje apegado a la tesis de la docta ignorantia Sócrates se declara desconocedor de lo que se puede esperar para después de la muerte, más adelante plantea otras hipótesis que no significan un apartamiento de su método. El temor a la muerte no se resiste al análisis socrático y perece; quien teme a la muerte acepta la clausura de no poner en cuestionamiento sus creencias, se “encarcela” 3

en incoherencias, Sócrates acepta que no es posible pronunciarse sobre cómo es lo que sigue a la muerte y, aún menos, sobre su bondad o maldad, en tal sentido lo que no se conoce como bueno o malo no debe generar sentimientos de rechazo ni de aceptación, por su carácter de desconocido y potencialmente bueno o malo, sólo sabe que no tiene la certeza al respecto. Sócrates acepta que no es posible acceder durante la vida a un conocimiento de lo que sucede una vez ocurrida la muerte: Nadie sabe qué es la muerte (29a),…no teniendo conocimiento suficiente acerca de lo que hay en la morada de Hades (29b). Tales afirmaciones no son especialmente justificadas por el filósofo, apelan al conocimiento que comparte con sus interlocutores, la plausibilidad de las mismas le permite exonerarse de prueba, ello se apoya también en una teoría de la verdad como correspondencia. Llegado a este punto, presentaré el argumento de Sócrates en los siguientes términos:

Nadie sabe qué es la muerte El temor se experimenta frente a lo que se conoce como malo No se puede predicar maldad/bondad de lo que no se conoce, sin caer en el error El temor a la muerte es producto del error

Ignorancia/Sabiduría: los presupuestos de la refutación socrática Quien afirma que sabe qué es la muerte contradice la primera premisa, ignora que sobre tal cuestión no debe afirmar su conocimiento porque carece de evidencia que lo respalde, en tal sentido mantiene una creencia falsa. Vlastos presenta una crítica al método de refutación: …al utilizar este método para responder a la pregunta ¿Qué es F?, y proclamar que no sabe nada de F, Sócrates está condenado al fracaso, obligado a quedar en un punto muerto, del que sólo puede salir prescindiendo de su personaje – cosa que hace (pág. 151). A tal resultado arriba Sócrates con la formulación del argumento presentado, llega a un “punto muerto” en la argumentación que no significa una clausura porque plantea la duda pero como veremos acepta algunas premisas que no cuestiona. La ignorancia respecto de la muerte, la inexistencia de evidencia es una de las hipótesis del método, siguiendo a Davidson, Sócrates supone: …hay verdades básicas que nadie concederá que son falsas (2004, 2). 4

Esta formulación podemos presentarla como una manifestación de la suposición identificada con la letra C en el artículo de Davidson, esto es: Hay una presunción de que las serias creencias morales (sostenidas firmemente) son verdaderas. La asunción de tal hipótesis es problemática, en términos generales. Sin perjuicio de ello, es una premisa funcional al planteo socrático que hace a la arquitectura de toda la formulación metodológica. En palabras de Mondolfo: (…) Sócrates, en cambio (como observa G. Galli, op. cit., pág. 75), quiere encontrar en la misma conciencia del sujeto no sólo la particularidad relativa sino la universalidad absoluta (1955, 40). De esta forma la adopción de la hipótesis que describe Davidson tiene como corolario que esas creencias morales que son verdaderas no son pasibles de ser sometidas al método refutatorio porque si realmente son verdaderas, entonces el método refutatorio nada puede hacer con ellas, salvo confirmarlas. Si Sócrates afirma que algunas creencias son verdaderas, dichas creencias no deberían ser negadas a partir de la refutación, se presentarían como insumos, premisas que se aceptan y que, al momento de generar la discusión sobre sí mismas, deben ser validadas por el método, tópicos que no admitirían alteración en la esencialidad de lo que afirman o niegan. Siguiendo el razonamiento a la luz de la cita de Mondolfo podemos indicar que Sócrates, a partir del conjunto de creencias compartidas con sus interlocutores, pretende declarar la ignorancia respecto de ciertas cuestiones, llegar a la negación de creencias falsas por su contradicción con creencias verdaderas que mantiene en forma inconsistente el mismo interlocutor, así como establecer premisas verdaderas que son compartidas. Se revela aquí una teoría de la verdad como coherencia que es complementaria de la teoría de la correspondencia que afirmamos con anterioridad. Mondolfo aporta: En efecto, al declarar que el conocimiento verdadero o ciencia, ha de constituirse por los universales (conceptos), Sócrates implica ya en su gnoseología la tendencia a una ontología idealista. El método de investigación de Sócrates representaba un encaminamiento a la doctrina ontológica de Platón. Más bien puede decirse que cierta afirmación de una realidad objetiva de ideas, cuya existencia y fuerza los hombres tienen que reconocer, aparece por lo menos implícita en Sócrates para las ideas éticas, y especialmente para la fundamental, es decir, la idea del bien (1955: 42). Una de las afirmaciones que se presenta en los pasajes finales de la Apología se aparece como un ejemplo de estas creencias que Sócrates no discute: que no existe mal 5

alguno para el hombre bueno, ni durante su vida ni después de muerto, y que los dioses no se desentienden de su situación (41c-41d). Una tesis que aparece sin respaldo, una creencia de las aceptadas a la luz de la hipótesis C presentada por Davidson y que genera diversos problemas (la definición de hombre bueno, el criterio para determinar el bien, la intervención de los dioses en la vida humana, por ejemplo). La adopción de una teoría de la verdad como coherencia exige asumir la existencia de ciertas verdades básicas que son compartidas en la comunidad de hablantes y a partir de las cuales es posible evaluar el resto de las creencias a partir del método refutatorio, en Sócrates hay presente una tensión muy fina entre ignorancia y sabiduría que representan la posibilidad y los límites de la refutación.

El sabio: conciencia de la finitud De acuerdo al planteo hasta aquí expuesto, formulo la siguiente tesis sobre la filosofía de Sócrates: el sabio es conciencia de la finitud. La muerte es una imagen de la finitud humana y el desconocimiento de lo que sucede después de la muerte es una consecuencia de las limitaciones del ser humano; frente a tales limitaciones, frente a la finitud lo único que debe hacer el sabio es reconocerse finito. Será más sabio cuanto tenga más conciencia de lo finito/infinito a partir del reconocimiento de la condición de finitud del sujeto cognoscente. En la filosofía de Sócrates observamos un movimiento pendular desde lo infinito como posibilidad de reflexión a lo finito como clausura, frente a un objeto de pensamiento/conocimiento que no es posible aprehender, la finitud humana funciona como una clausura que afirma la ignorancia; podemos decir que no se formula como una clausura a la reflexión en términos absolutos, afirma la ignorancia y eso en el planteo socrático significa más que afirmar o negar algo sobre un objeto que no se conoce o no es posible conocer. La finitud humana se reconoce a sí misma como tal a partir de la formulación y aceptación del postulado de la docta ignorantia y de la negación de la posibilidad de conocer lo que exista después de la muerte. El postulado de la docta ignorantia es la formulación de la ruptura de la clausura a nivel individual, es el proyecto filosófico de autonomía que la Antigüedad griega presenta a la civilización (Castoriadis: 2008); en palabras de Gadamer, el método de investigación socrático permite generar una hermenéutica de la pregunta, clave de bóveda en la formulación del postulado de la docta ignorantia: …el que está seguro de saberlo todo no puede preguntar nada. Para poder preguntar hay que querer saber, 6

esto es, saber que no se sabe. Y en el intercambio cuasicómico de preguntas y respuestas, de saber y no saber que muestra Platón, se puede reconocer que para todo conocimiento y discurso que quiera conocer el contenido de las cosas la pregunta va por delante. Una conversación que quiera llegar a explicar una cosa tiene que empezar por quebrantar esta cosa a través de una pregunta (…) Preguntar quiere decir abrir (pág. 440). Sócrates fue condenado por preguntar –afirma María José Regnasco- Su pregunta quiebra el mundo de las certezas aseguradas, no sólo desarticula los argumentos del interlocutor, sino el propio suelo en que éstos se apoyan. En la interrogación socrática advertimos el carácter subversivo de la pregunta filosófica. La interrogación filosófica, cuando se realiza en profundidad, subvierte los valores de una época (2004: 17). Presentamos así, un filósofo de la finitud, de lo Mismo. Para hablar de finitud debemos referirnos a su opuesto binario en términos de Derrida, la infinitud; un filósofo del infinito es Emanuel Levinás quien nos explica: La idea de lo infinito no es una noción que se forja, incidentalmente, una subjetividad para reflejar una entidad que no encuentra fuera de ella nada que la limite, que desborde todo el límite y, por esto, infinita. (…) La intencionalidad, en la que el pensamiento sigue siendo adecuación al objeto, no define la conciencia en su nivel fundamental. Todo saber en tanto que intencionalidad supone ya la idea de lo infinito, la inadecuación por excelencia (2006: págs. 52-53). Hemos identificado en Sócrates un movimiento pendular en lo que tiene que ver con su concepción de la verdad como correspondencia y como coherencia; en el caso de la primera, la conceptualización abstracta en la mente del sujeto con el mundo y, por otro, con la formulación del método refutatorio y la conceptualización de las creencias. De esta forma se plantea una filosofía de la adecuación del objeto al sujeto y, en el propio sujeto, el establecimiento de la coherencia de las creencias que acepta con el resultante descarte de las creencias falsas por su contradicción con creencias verdaderas a partir del elenchos socrático; que podemos sintetizar en adecuación interna y externa, coherencia y correspondencia. Levinás nos plantea el eje de su filosofía en el infinito como inadecuación fundamental por oposición a lo finito como adecuación del objeto al sujeto, de unas creencias a otras. Son esclarecedoras las siguientes palabras de Lévinas: La encarnación de la conciencia sólo puede pues comprenderse, si más allá de la adecuación, el 7

desbordamiento de la idea por su ideatum -es decir, la idea de lo infinito- anima la conciencia. La idea de lo infinito que no es una representación de lo infinito conlleva la actividad misma. El pensamiento teórico, el saber y la crítica, a los que se opone la actividad, tienen el mismo fundamento. La idea de lo infinito que no es a su vez una representación de lo infinito, es la fuente común de la actividad y la teoría (pág. 53). El infinito es...alteridad absoluta, imposible de anticipar, como se va hacia la muerte (pág. 58). La idea de infinito como la maneja el filósofo que citamos se opone en forma radical al planteo socrático que, como postulo tiene su idea fuerza en lo finito. Ello tiene consecuencias en el terreno de la práctica porque mientras Levinás formula un planteo ético desde el reconocimiento del Otro con especial relevancia en la intersubjetividad y el encuentro como fundamentos y posibilidades de infinito, Sócrates por su parte fracasa en el plano intersubjetivo, prueba de ello es la propia sentencia de muerte. También el Sócrates de los diálogos platónicos presenta dificultades para lograr el encuentro con sus interlocutores, como afirma Davidson: Las víctimas de Sócrates terminan desconcertadas, irritadas, incluso lo insultan, pero raramente parecen mejorar. Como Vlastos dice, ‘el Sócrates de Platón no es en absoluto persuasivo. Él gana cada argumento, pero nunca parece ganarle a un antagonista (PS, p.2) La vida sin examen puede no ser merecida de ser vivida, pero no hay ninguna señal de que las vidas de sus interlocutores mejoren después de los exámenes de Sócrates (2004, 5). Podemos concluir con Levinás: La relación con el Otro sólo se realiza aquí a través de un tercer término que encuentro en mí. El ideal de la verdad socrática reposa, pues, en la suficiencia esencial del Mismo, en su identificación de ipseidad, en su egoísmo (pág. 68). El diálogo es el elemento de sociabilidad que encontramos en el planteo socrático, es un espacio de encuentro instrumental, Sócrates es consciente de la superioridad de su misión encargada por los dioses y de su estatus de interlocutor calificado de conformidad a la aceptación del postulado de la docta ignorantia; de esta forma el diálogo que no se desarrolla entre iguales, estrictamente. Levinás postula: Esta primacía del Mismo fue la lección de Sócrates. No recibir nada del Otro sino lo que está en mí, como si desde toda la eternidad yo tuviera lo que me viene de fuera. No recibir nada o ser libre. La libertad no se parece a la caprichosa espontaneidad del libre albedrío. Su sentido último reside en esta permanencia en el Mismo, que es Razón. El conocimiento es el despliegue de esta identidad. Es libertad (págs. 67-68). 8

Desde la filosofía hermenéutica, Hans Gadamer nos presenta una visión del planteo socrático que resulta funcional a su propuesta, La experiencia es, pues, experiencia de la finitud humana. Es experimentado en el auténtico sentido de la palabra aquél que es consciente de esta limitación, aquél que sabe que no es señor ni del tiempo ni del futuro; pues el hombre experimentado conoce los límites de toda previsión y la inseguridad de todo plan. (…) La verdadera experiencia es aquélla en la que el hombre se hace consciente de su finitud (pág. 433). De esta forma el opuesto binario finitud/infinitud se expone desde las dimensiones que puede adoptar en el devenir de lo humano; dos conceptos contrarios que en su unidad encuentran la complementariedad necesaria para guiar la vida desde la subversión mutua de los términos opuestos y la formulación de jerarquías a las que el cambio es natural. Así, todo el método socrático de refutación y el postulado de la docta ignorancia son la manifestación de la toma de conciencia por parte del sujeto de sus propias limitaciones a partir de la lógica del preguntar, someter todo contenido al tribunal del cuestionamiento

desde

la

posibilidad

de

negación

o

afirmación

se

la

sabiduría/ignorancia. Esa es la ruptura de la clausura, es el topos para un pensamiento auténticamente filosófico. La pregunta es el punto de partida de la filosofía socrática, a partir de ella se pueden establecer premisas verdaderas desde la concepción de la verdad en sus formas de correspondencia/coherencia o la formulación de la ignorancia cuyo reconocimiento formula el estatuto del sabio. Postulamos que, básicamente, la filosofía de Sócrates es una filosofía de la finitud, ello no deja de evidenciar que en su planteo se visualiza una tensión de lo infinito/finito en cuanto opuestos binarios que se articulan en el pensamiento socrático como posibilidad. La conciencia del infinito en Sócrates es conciencia de las limitaciones de la vida humana; como vimos, los límites que marca el filósofo imponen recortes en la intersubjetividad de los interlocutores que concurren al espacio público a dialogar. Desde Levinás la filosofía de Sócrates es la filosofía de lo Mismo, las verdades ya están en el sujeto enlazadas con un conjunto de creencias compartidas en sociedad que a partir de la falsedad de las mismas no permiten vislumbrar lo Uno, lo verdadero. El parto de ideas, el desvelamiento es la práctica comunitaria que permite el retorno a lo Mismo desde la coherencia, el desvelamiento de lo Uno. En ese esquema de finitud, del todo está ahí en desorden el diálogo tiene un rol fundamental, sin él es imposible la situación 9

de conocimiento, de parto de ideas. Ante los problemas de la situación comunicativa socrática la filosofía nos desafía en la comprensión de las prácticas de comunicación y construcción del conocimiento desde el diálogo. El método socrático es un interesantísimo ejercicio de descubrimiento en comunidad pero es por sí mismo insuficiente, la filosofía de la finitud se repliega sobre sí misma, se encierra, se clausura en un esquema formal que acepta algunas verdades que no cuestiona, como alega Rilke En tanto no recojas sino lo que tú mismo arrojaste, todo será no más que destreza y botín sin importancia; es necesaria una reformulación de la instancia humana desde lo infinito de toda praxis comunitaria.

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Bibliografía consultada

Canto-Sperber, M.: Filosofía griega - 1. De Tales a Aristóteles; s.d. Castoriadis, Cornelius: (2008) El mundo fragmentado. La Plata: Terramar (Caronte Filosofía). Davidson, Donald: (2004): “El concepto socrático de verdad” en: Revista de Filosofía Contemporánea de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (www.fhuce.edu.ut/revistafc). Traducción de Marta Bayarres. Derrida, Jacques: (2008) Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra, sexta edición. Gadamer, Hans-Georg: (2005) Verdad y Método. Salamanca: Ediciones Sígueme, decimoprimera edición Lévinas, Emmanuel: (2006) Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad. Salamanca: Ediciones Sígueme, séptima edición. Mondolfo, Rodolfo: (1955) Sócrates. Colección Filósofos y Sistemas 1. Buenos Aires: Ediciones Lasange. Platón: (2003) Defensa de Sócrates. Critón. Buenos Aires: Editorial Losada. Regnasco, María José: (2004) El poder de las ideas. El carácter subversivo de la pregunta filosófica. Buenos Aires: Biblos.

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