\"Sociedad uruguaya y Estado tutor: los orígenes krausistas de una tradición inquietante”, Pensares y quehaceres, 4 (2007), p. 131-148

June 12, 2017 | Autor: Susana Monreal | Categoría: Krausismo
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Publicado en Pensares y Quehaceres. México, Asociación Iberoamericana de Filosofía y Política-Sociedad de Estudios Culturales de Nuestra América, marzo de 2007, nº 4, pp.131 148. SOCIEDAD URUGUAYA Y ESTADO TUTOR: LOS ORÍGENES KRAUSISTAS DE UNA TRADICIÓN INQUIETANTE. Susana Monreal Introducción El influjo krausista en América Latina, con énfasis propios, diluido en ocasiones y transformado en otras, fue de todos modos innegable y sigue despertando interrogantes. En el Uruguay, la influencia krausista se hizo sentir desde mediados de la década de 1860, particularmente en las áreas jurídica y pedagógica. En relación con la presencia de postulados krausistas en los estudios universitarios y con su persistente incidencia posterior en el campo político, este artículo plantea los orígenes krausistas del concepto de “Estado tutor” que ha alcanzado un particular – y por momentos entorpecedor -arraigo en la sociedad uruguaya Iniciaremos nuestro estudio exponiendo la influencia del krausismo jurídico en los círculos universitarios, para detenernos luego en la figura de José Batlle y Ordóñez, político de decisiva influencia en la definición de la sociedad uruguaya moderna y declarado discípulo de Heinrich Ahrens. Analizaremos luego las relaciones entre Batlle, el batllismo, que se origina en sus propuestas y en su acción política, y el concepto de “Estado tutor” inseparable de ambos. Finalmente expondremos los estrechos vínculos que, a lo largo del siglo XX, la sociedad uruguaya ha desarrollado con su omnipresente tutor. La influencia del krausismo jurídico En el último cuarto del siglo XIX, el ambiente intelectual uruguayo, preferentemente montevideano, conformaba un medio restringido, siempre ávido y siempre inquieto, moldeado por las corrientes y las teorías que llegaban de ultramar. La llegada del krausismo, casi contemporánea a la introducción del positivismo, suscitó una renovación de los estudios y de los temas de discusión en particular en el área jurídica y en el área pedagógica. La Facultad de Derecho y las sociedades culturales, que se habían multiplicado a partir de 1868, fueron los centros que acogieron con mayor entusiasmo a las nuevas corrientes y los más fecundos en la 1

tarea de difundirlas. Diversas vías hicieron posible la entrada del krausismo en Uruguay. Las obras publicadas en Bélgica y traducidas en España llegaron regularmente al Río de la Plata. El Curso de Derecho Natural de Heinrich Ahrens tuvo un fuerte impacto en la Universidad uruguaya. Por otra parte, todos los libros de Tiberghien traducidos al español, con una sola excepción, fueron leídos en Uruguay. Junto a estas publicaciones - que llamamos “belgo-españolas” - también llegaron al Uruguay muchos trabajos de los krausistas españoles, especialmente los de Francisco Giner de los Ríos. Además, las ideas krausistas fueron introducidas a través de vías secundarias. Por una parte, fueron divulgadas por otros autores que apoyaban o que se oponían a Krause o a sus discípulos, pero que contribuyeron a darlos a conocer. Éste es el caso, entre otros, de dos juristas: el chileno José Victorino Lastarria y el francés Henri Thiercelin. Por lo demás, los uruguayos que viajaban a Europa, a España y Bélgica particularmente, para completar sus estudios o para enriquecer su experiencia profesional, fueron a menudo los introductores de nociones teóricas del sistema de Krause o de aplicaciones ligadas a la filosofía práctica del krausismo. Al llegar a Uruguay, y la misma situación se vivió en el resto de Iberoamérica, el krausismo se presentaba como un sistema espiritualista de alternativa que había conocido ya algún éxito en ciertas universidades alemanas, en Bélgica, en España, en Italia. La juventud liberal y espiritualista de estas diversas sociedades encontró en la filosofía de Krause una respuesta completa y armónica a los problemas de su tiempo, y un llamado a la acción y al compromiso político y social de innegable atractivo. En Uruguay, estos caracteres adquirieron especial relieve por las circunstancias políticas limitantes impuestas por los gobiernos militares del siglo XIX y por la situación cultural que ponía frente a frente al espiritualismo ecléctico francés debilitado y al positivismo anglosajón lleno de empuje. Por una parte, enfrentando a los espíritus transigentes y a los espíritus rebeldes pero inmovilizados en el pasado, los partidarios del krausismo adoptaban un estilo nuevo y ofrecían proposiciones reformistas novedosas. Por otra parte, impulsando siempre la acción política y social, la nueva corriente se mantenía fiel a los principios metafísicos e introducía savia nueva en el racionalismo espiritualista. El krausismo se difundió y ganó adeptos en los círculos jurídicos, en particular en la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor, llamada luego Universidad de la República, la única existente en Uruguay hasta 1985. 2

El krausismo en la Universidad Mayor El krausismo no ejerció la misma influencia ni estuvo igualmente presente en todos los cursos de la Facultad de Derecho de la Universidad Mayor. Su presencia fue segura y significativa en los cursos de Derecho Natural y de Derecho Constitucional, más débil en los de Derecho Civil y de Economía Política. En la Cátedra de Derecho Natural, la presencia del Dr. Alejandro Magariños Cervantes, formado en la Universidad de Madrid cuando el krausismo tenía en ella una influencia cierta, aseguró la orientación krausista de la misma. Magariños ocupó la cátedra durante quince años, entre 1865 y 1880, recomendó desde un principio manuales de inspiración krausista y en 1878 reestructuró el programa de su curso siguiendo, de manera fiel, el índice de los Principios de Derecho Natural de Francisco Giner y Alfredo Calderón, de 1873. Carlos Sáenz de Zumarán, sucesor de Magariños en la cátedra, entre 1880 y 1882, mantuvo la orientación krausista del curso. En su programa figura el estudio detallado de “la doctrina de Krause sobre el derecho” y se destaca el espacio otorgado al punto “De la verdadera misión del Estado en oposición a las conclusiones de las escuelas individualistas y socialistas”1. La renuncia de Zumarán y el nombramiento de Martín C. Martínez como su sucesor en el curso de Derecho Natural implicaron la entrada del positivismo en esta cátedra. De todos modos, a pesar de la orientación filosófica divergente, la lectura de Ahrens y de Tiberghien, e incluso la búsqueda de argumentos en sus obras no fueron abandonadas. En 1870, las cátedras de Derecho Constitucional y de Derecho Penal se separaron de la cátedra de Economía Política. En febrero de 1871, Carlos Mª Ramírez fue designado profesor de Derecho Constitucional y su hermano Gonzalo, profesor de Derecho Penal. Carlos Mª Ramírez, abogado, periodista, legislador y hombre de Estado de calidad poco frecuente, estuvo al frente del curso desde abril de 1871 hasta agosto de 1873, cuando fue designado Ministro ante el Imperio del Brasil. Sus conferencias fueron regularmente publicadas en La Bandera Radical. Alma romántica y liberal, imprimió a la cátedra el sello de su principismo. Fue un defensor apasionado de la libertad individual, por lo que no admitía ni la teoría de Rousseau – por las que el pueblo privaba al individuo de sus derechos -, ni las teorías utilitarias de Bentham, ni la doctrina krausista pues su aplicación podía conducir, en su opinión, a la omnipotencia alternativa del individuo o del Estado.2 El Dr. Ramírez fue un opositor firme del concepto de

Programa de Derecho Natural y de Gentes, 1881, Archivo General de la Nación - Archivo de la Universidad de la República, Caja Universidad 1881 - Solicitudes y notas, Carpeta nº 68. 2 Carlos Mª RAMÍREZ, Conferencias de Derecho Constitucional dictadas por el Catedrático... para el Curso inaugural de la 1

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Estado de Krause, divulgado por su discípulo Ahrens. Consideraba que dicho concepto daría lugar a consecuencias funestas, para el individuo - pues su destino sería miserable si el mismo dependiera de los auxilios externos que podrían faltarle aun teniendo el derecho de exigirlo - y para el mismo Estado - “Es la justificación del socialismo demagógico, a la vez que el camino abierto hacia el absolutismo autoritario”. Hombre de estudio, espíritu lógico y disciplinado, Justino Jiménez de Aréchaga sucedió a Ramírez en 1871, dictó el curso hasta 1884 y trasformó la cátedra en el refugio del liberalismo ortodoxo, no ciertamente del krausismo. Conservó en el capítulo del programa consagrado a los Derechos individuales, y más precisamente a la escuela krausista, el texto redactado por Ramírez: “IV - Escuela de Krause y de Ahrens. El porqué de la difusión de esta doctrina en Europa. Falsa concepción del derecho como organismo externo. Falso punto de partida en las necesidades del hombre. Consecuencias de la doctrina en las facultades del individuo. Consecuencias en las facultades del Estado. Socialismo y autoritarismo”.3

En los años siguientes, Jiménez de Aréchaga enriqueció sus cursos con el análisis y la impugnación de los fines secundarios del Estado. A partir de 1877, Jiménez de Aréchaga consagró, en el capítulo de su programa sobre El Individuo y el Estado, un párrafo especial a la doctrina sobre los Fines secundarios del Estado y a su refutación, su ilegitimidad y su “gran inconveniencia pública”4. El análisis de 161 tesis doctorales, presentadas en la Facultad de Derecho entre 1878 y 1893, en once materias diferentes, nos ha permitido detectar que, de manera paralela al apoyo o a la crítica de los profesores, el krausismo se había ganado un lugar en el ambiente jurídico. No fue siempre un lugar de privilegio. Desde 1879, el concepto krausista del Estado y de sus funciones aparece con cierta frecuencia en las tesis en cuestión: tratado de manera neutral, despertando fuertes adhesiones o enfrentando las fuertes críticas de quienes, en general, asimilaban krausismo y socialismo. Partidarios y detractores del krausismo jurídico se inspiraban, en su mayoría, en el Curso de Derecho Natural o de filosofía del derecho de Heinrich Ahrens. Las once ediciones españolas del curso dictado por Ahrens en la Universidad Libre de Bruselas, publicado en 1838 Universidad de Montevideo en el año 1871, Montevideo, La Razón, 1897, p. 157-180. Las clases de C. Mª Ramírez, publicadas de manera sistemática en La Bandera Radical durante el año 1871, fueron reeditadas en 1897 por Justo Cubiló, en un tomo único. Citamos de esta obra. 3 “Programa del Aula de Derecho Constitucional”, en: Programa de los Exámenes públicos de la Universidad Mayor de la República correspondientes al año 1873, Montevideo, El Siglo, 1873, p. 46. 4 “Programa del Aula de Derecho Constitucional”, en Programas de los exámenes públicos... 1877, Montevideo, Isidoro De

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en Bruselas y en París, fueron muy bien recibidas en los círculos culturales uruguayos.5 Si el krausismo español fue “más un ahrensismo que otra cosa”, también fue “ahrensista” el krausismo jurídico uruguayo y todo el krausismo jurídico iberoamericano.6 El estudio detallado de Ahrens del Estado como orden del derecho y de los fines del Estado no permitía indiferencias. La verdadera vida del Estado definido por Ahrens se ponía de manifiesto en el estudio de las funciones que correspondían al mismo. El profesor alemán enumeraba y analizaba en su manual cinco funciones orgánicas y la tercera de ellas despertaría polémicas. Se trataba de “favorecer directa y positivamente el desarrollo social” y si bien el Estado no podía alterar ninguna de las causas productivas que actuaban en las diferentes esferas para el desarrollo de los fines de la vida, “el Estado puede acudir en auxilio del desarrollo de todos y cada uno de estos dominios por medio de medidas generales formales, sostenidas en casos determinados hasta por medios materiales, mientras no alteren las primeras fuentes de la producción de los bienes espirituales y materiales”.7 El Estado moderno debía dar libertad a las esferas sociales en las que había hecho pesar, por largo tiempo, su autoridad administrativa y poner a cada una de estas esferas en justas relaciones con todos los miembros del organismo social. Sin embargo, este fin ideal podía verse legítimamente modificado - sostiene Ahrens - si lo requiere el estado de la cultura de un pueblo. En algunos casos, en épocas de infancia, ya sea de un pueblo en general, ya sea de un dominio de la cultura, el Estado debía cumplir un deber de tutela y desarrollar funciones que por definición no le competen. “Pero como todo buen tutor debe velar por que el pupilo aprenda, por una buena educación, a emplear bien sus fuerzas y sus medios para el estado de mayoría, el Estado debe considerar todo lo que emprende en un dominio de cultura, independiente en sí mismo de la autoridad política, como un medio de educación, y debe tender, no a prolongar inútilmente la tutela, pero sí a abreviar su duración”.8 Si bien ninguna afirmación de Ahrens parece promover el intervencionismo del Estado, y en su misma vida política intentó contrarrestar la tendencia creciente de los Estados modernos a María (h), 1877, p. 23. 5 En la sexta edición en francés, realizada en Leipzig en 1868, el Curso adquirió su estructura definitiva. Esta versión definitiva fue la que se leyó y estudió en Uruguay puesto que son las traducciones españolas de la 6ª edición francesa las que se encuentran con más frecuencia en las bibliotecas públicas y privadas uruguayas: ediciones de 1873, 1876, 1880 y 1887. Citaremos de la edición española de 1887. 6 Gonzalo FERNÁNDEZ DE LA MORA, Los teóricos izquierdistas de la democracia orgánica, Barcelona, Plaza y Janés , 1985, p. 40. 7 Heinrich AHRENS, Curso de Derecho Natural o de filosofía del derecho, completado en las principales materias con ojeadas históricas y políticas. Traducido por Pedro Rodríguez Hortelano y Mariano Rodríguez de Asensi, 6ª edición, Madrid, Librería de Charles Bouret, 1887, p. 515. 8 Ibidem, p. 523.

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concentrar fuerzas, en la práctica, el hecho de conceder al Estado el poder de ejercer su tutela sobre las diferentes esferas de la vida social podía conducir, por lo menos, a la expansión de sus funciones. A. Chauffard sostuvo, en 1880, que el Estado krausista no absorbía como el Estado hegeliano al hombre y a la sociedad, pero de todos modos ejercía sobre ellos una fuerte influencia. La clara distinción que los krausistas realizaban entre Estado y sociedad alejaba de esta filosofía las sospechas de ser favorecedora de planteos socialistas. Sin embargo, aun combatiendo con todas sus fuerzas tales tendencias, “por la concentración progresiva de todas las fuerzas, de todos los principios de vida en manos del Estado, (Ahrens) extiende singularmente sus atribuciones, y se aleja radicalmente, por su aplicación cada vez más amplia, de la ley orgánica que no ve en el Estado más que el protector o moderador de la libertad”.9 En resumen, las ideas sostenidas por Ahrens respondían a las tendencias liberales y solidaristas de su maestro Krause. Sin embargo la adopción del concepto de Estado propuesto por Ahrens sin la aplicación de la democracia orgánica que lo acompañaba, podía estimular la creación de un Estado en extremo poderoso. De acuerdo a los textos de Heinrich Ahrens, la puesta en práctica de sus ideas podía motivar, según las circunstancias, un Estado liberal ortodoxo, un Estado tutor a término o bien un Estado intervencionista con amplias influencias. Los postulados jurídicos krausistas y sus proposiciones a propósito del fin y de las funciones del Estado atrajeron la oposición de los liberales doctrinarios que enseñaban en la Universidad uruguaya.

Comulgando por lo general en una misma filosofía espiritualista,

antikrausistas y krausistas probaban, con su enfrentamiento, que dos proyectos de sociedad comenzaban a definirse. Los primeros, fieles al liberalismo doctrinario en el cual se habían formado y que había ofrecido el primer marco legal al Uruguay independiente, eran entonces profesores universitarios y no admitían la expansión de las funciones del Estado del que desconfiaban siempre. Los segundos, por lo general más jóvenes, estudiantes ávidos y críticos, opositores tenaces pero hasta el momento teóricos de la dictadura militar, pretendían justificar éticamente su acción y, a pesar de la diversidad de actitudes, preveían la construcción de un nuevo modelo de país. Así, aun cuando el krausismo fue frecuentemente criticado y atacado por los profesores de la Facultad de Derecho, no fue eliminado de los programas y fue a menudo

A. CHAUFFARD, “Notice succinte sur la vie et les travaux de l’auteur » , en : H. AHRENS, Encyclopédie juridique ou exposition organique de la science du droit privé et international sur les bases de l’Ethique, Paris, Ernest Thorin, 1880, t.1, p. LXXXV. 9

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adoptado y expuesto con convicción por los jóvenes estudiantes en los cursos y en sus tesis doctorales. El krausismo reclutó sus adeptos, más o menos ortodoxos, más o menos fieles, entre los orientales10 nacidos en torno a 1855. Entraron a la Universidad y frecuentaron las sociedades culturales a partir de l870. Siete u ocho años más tarde figuraban ya como conferencistas o firmaban artículos en las muy numerosas publicaciones estudiantiles de la época. Fueron, en su mayoría, protagonistas de la revolución del Quebracho de 1886, contra el gobierno del general Máximo Santos, y protagonistas de la vida política, cultural o financiera en los años siguientes. Un buen número de ellos, de cuarenta a cincuenta años de edad por entonces fueron los colaboradores de José Batlle y Ordóñez en sus gobiernos, en las primeras décadas del siglo XX.. Perfil de José Batlle y Ordóñez Personalidad notoria en la vida política y en el proceso de consolidación del Uruguay moderno, José Batlle y Ordóñez11 merece especial atención en este artículo. En su caso, la influencia del pensamiento jurídico krausista a través de Heinrich Ahrens fue segura y determinante. Debido al peso de Batlle y al de sus seguidores en el gobierno nacional y en la evolución interna del partido Colorado, entre 1886 y 1929, el krausismo se presenta como una de las corrientes inspiradoras del reformismo que caracteriza a este período de la historia uruguaya. José Batlle y Ordóñez nació el 21 de mayo de 1856, en el seno de una prestigiosa familia oriental. Su padre, el general Lorenzo Batlle fue una figura destacada del partido Colorado y ocupó la presidencia de la República entre 1868 y 1872. Su abuelo, José Batlle y Carreó, acaudalado comerciante catalán, había sido proveedor de la armada española en las primeras décadas del siglo XIX. Las personas nacidas en la República Oriental del Uruguay se denominan orientales o uruguayas. El término “oriental” es de origen colonial y fue el más usado antes de la consolidación del Uruguay moderno, a fines del siglo XIX. 11 La bibliografía sobre José Batlle y Ordóñez, su tiempo, sus ideas y su obra es muy amplia: obras biográficas escritas por partidarios de Batlle o por quienes lo estudiaron con simpatía; estudios críticos de los años 60, elaborados en el marco del deterioro económico y social que comenzaba a sentirse en Uruguay; estudios realizados por investigadores europeos y norteamericanos con una finalidad esencialmente científica si bien el compromiso con el tema resultó inevitable; obras de la década de 1970 que ponen el acento en los aspectos socio-económicos del período batllista; un último grupo encara aspectos particulares de la temática batllista. Recomendamos las obras del Prof. Milton VANGER: José Batlle y Ordóñez, el creador de su época. 1902-1907 (Buenos Aires, Eudeba, 1968) - José Batlle y Ordóñez: the creator of his times. 1902-1907 (Cambridge, Harvard University Press, 1963) y El país modelo. José Batlle y Ordóñez. 1907-1915 (Montevideo, Arca-Ediciones de la Banda Oriental, 1983) - The model country: José Batlle y Ordóñez of Uruguay. 1907-1915 (Hanover, N.H., University Press of New England, 1980), Vanger fue el último investigador que pudo trabajar con la totalidad del archivo de José Batlle y Ordóñez, con la autorización de los hijos de Batlle. 10

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A los diecisiete años, Batlle inició sus estudios universitarios, pero su fuerte compromiso contra el gobierno del coronel Lorenzo Latorre condujo al general Batlle a apoyar el primer viaje de su hijo a Europa, en octubre de 1879. De regreso en Uruguay, en febrero de 1881, Batlle retomó sus estudios jurídicos que nunca terminó, se inició en las tareas periodísticas y participó en la revolución del Quebracho que, aunque fracasada, provocó indirectamente el fin del gobierno del general Santos. La vocación de José Batlle se iba definiendo: la vida pública lo atraía cada vez más y ya se manifestaba su carácter de hombre de partido. En 1886 fundó su propio periódico, El Día, y en 1887 fue nombrado jefe político del departamento de Minas. Diputado en 1890, senador en 1899, José Batlle y Ordóñez fue elegido presidente de la República en 1903, y reelegido en 1911. Si su primera presidencia aseguró la unidad y la consolidación de la autoridad del Estado uruguayo con su victoria sobre la revolución blanca de 1904, en su segundo gobierno Batlle promovió un vasto programa de reformas políticas, económicas y sociales que definió el perfil propio del “batllismo” dentro del partido Colorado. Sin haber abandonado nunca sus tareas políticas y partidarias, Batlle murió el 20 de octubre de 1929. En relación a su formación filosófica, el joven Batlle ingresó en la Sección Preparatorios de la Universidad Mayor en 1874. Como todos los jóvenes de su generación, recibió en los cursos universitarios la formación espiritualista impartida por el profesor Plácido Ellauri, inspirada en el eclecticismo de Victor Cousin. Batlle y Ordóñez nunca fue un estudiante metódico ni disciplinado. Su gusto por las lecturas personales y meditadas, su rechazo por las actividades que juzgaba rutinarias, su temperamento melancólico y amante de la soledad no le fueron de gran ayuda en su vida estudiantil. En 1878, Batlle inició sus estudios de Derecho, interrumpidos durante su viaje a Europa, retomados a su regreso en 1881, nunca concluidos. Durante su estadía en Europa, Batlle frecuentó, en París, los cursos de Renan en la Sorbona, los de Lafitte en la casa de Comte, otros en el Collège de France y en el Institut Gerson. Durante catorce meses de estancia en Europa, Batlle vivió la maduración de algunas opciones de vida que darían fruto en los años siguientes. Por otra parte, reafirmó sus convicciones espiritualistas, sustentadas en el eclecticismo francés y, particularmente, en el espiritualismo krausista que recibió a través de Ahrens y de los amigos que compartían y estimulaban sus ideales, entre los que debe destacarse Prudencio Vázquez y Vega. José Batlle

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y Ordóñez tomó de los cursos, de sus lecturas y de sus reflexiones, los fundamentos de sus propio pensamiento ligado a la afirmación de una confianza total en la conciencia humana y en las posibilidades del espíritu humano en materia de religión, de moral y de derecho. Proponía en consecuencia la religión natural como postulado religioso, la moral del deber como principio ético y el liberalismo basado en los principios del derecho natural como doctrina política. La influencia declarada de Heinrich Ahrens El pensamiento humanista espiritualista de Batlle, progresivamente enriquecido por propuestas de un fuerte contenido social, tenía diversas fuentes: el liberalismo clásico de origen francés que dominaba en la Universidad, el krausismo jurídico sostenido y difundido por Ahrens, el solidarismo de Léon Bourgeois, las propuestas económicas de Henry George.12 Generalmente Batlle no citaba a los autores ni a las tendencias en los que se inspiró en la elaboración de su ideario, que atribuía al Estado un rol significativo. No obstante, Batlle reconoció a lo largo de toda su vida una influencia bien precisa, la que el Curso de Derecho Natural de Heinrich Ahrens ejerció en su pensamiento y en su vida pública. Hemos relevado cuatro momentos, separados en el tiempo y vinculados a circunstancias vitales diversas, en los que Batlle expresó su reconocimiento intelectual hacia el profesor Ahrens y hacia su obra jurídica. Hacia 1876, un joven Batlle de 20 años, donó al Club Fraternidad de La Aguada el libro que debía ofrecer al asociarse a la institución. El 14 de agosto de 1874 el secretario del Club le recordaba la donación que aún no había hecho efectiva13. “Pepe” Batlle – como todos lo llamaban – se tomó su tiempo para hacer el envío correspondiente. ¿Qué obra eligió? El Curso de Derecho Natural o de Filosofía del Derecho de Heinrich Ahrens, que comenzaba a representar para él una obra fundamental. Este libro, un ejemplar de la cuarta edición española, 12 Sobre el pensamiento de Batlle ver: Antonio GROMPONE, La ideología de Batlle, Montevideo, Arca, 1962; A. ARDAO, Batlle y el positivismo filosófico, Montevideo, Número, 1951; Manuel A. CLAPS, José Batlle y Ordóñez. Estudio preliminar y selección documental, Montevideo, La Casa del Estudiante, 1979. Algunos estudios insisten en la adhesión de Batlle al positivismo, desmentida por el doctor Ardao hace más de cincuenta años. No hay trabajos específicos en lo concerniente a la influencia de las ideas solidaristas de Bourgeois y de las ideas económicas de George en el pensamiento de Batlle. Estas influencias existieron, y ellas explican algunos aspectos de la política social de Batlle como su teoría relativa al impuesto sobre la tierra. En la biblioteca de Batlle se encuentran dos obras de Henry George, Protección o librecambio (Madrid, 1912) y La ciencia de la economía política (Madrid, 1914). Esta observación no pretende probar nada, puesto que la biblioteca de Batlle incluía los libros del católico Jaime Balmes y las obras de Karl Marx, la Vida de Jesús de Renan y la Imitación de Cristo de Thomas Kempis. Donación de la Sra. Ana Amalia Chervière de Batlle Pacheco, 19 de enero de 1968, Colección de libros pertenecientes a José Batlle y Ordóñez, Museo Histórico Nacional, Carpeta n º 3015, Libro 2, Folio 187/188. 13 Nota de Pereira Núñez a José Batlle, Montevideo, 14 de agosto de 1874, Archivo del Ateneo de Montevideo, Tomo 4B: 18741875.

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aparecida en París y en México en 1876, se conserva en la biblioteca del Ateneo de Montevideo, firmada por Batlle - “Al Club Fraternidad” - y sellada por el Club Fraternidad y por la Sociedad Universitaria, con la que el citado club se fusionó unos años más tarde.14 Esta obra no había sido detectada anteriormente por ningún estudioso de la figura y del pensamiento de Batlle. Si bien ningún documento prueba, en esa época, un interés especial de Batlle por el libro de Ahrens, el hecho de elegir este libro y las reflexiones y confesiones de los años siguientes hacen pensar en una elección muy pensada por el joven Batlle. Algunos años más tarde, durante su primera estancia en París, en 1879 y 1880, Batlle y Ordóñez manifestaba las dificultades que encontraba para definir el área de sus estudios, lo que provocaba la inquietud y los reproches de su padre. La lectura de los clásicos, la historia, la poesía, la vocación política naciente dispersaban su atención. Por otra parte, Batlle se rebelaba contra el rigor de los estudios sistemáticos. Sin embargo en cuanto se propuso poner un poco de orden en sus actividades intelectuales, Batlle se orientó hacia el derecho natural y volvió al libro de Ahrens. En mayo de 1880, escribía a su padre que desconfiaba y se alarmaba ante el diletantismo de su hijo: “Pienso ponerme a trabajar con nuevo ardor y definitivamente desde el quince de este mes. Voy a especializarme con el derecho natural”.15 Dos meses más tarde, Batlle explicaba su tendencia a la autodidáctica, sus métodos y sus dificultades intelectuales a su primo Guillermo Young: “Mi padre siempre me ha reprochado, en parte con mucha razón, que no sea bastante metódico. Me acusa de leer muchos libros. Yo creo también que encontrando uno bueno y dedicándose exclusivamente a profundizarlo bien se saca mucho provecho; pero me ha sucedido siempre (y particularmente ahora último, en Montevideo, con un curso de derecho natural de un autor alemán) el verme arrastrado, por la lectura atenta de un buen libro, a estudios superiores a mis fuerzas por su extensión y asuntos, de modo que el remedio es lo que da más energía a la enfermedad”.

En la misma carta, Batlle reflexionaba sobre sus proyectos, sus deseos de especialización y sus inquietudes morales que creía posible acordar con su inclinación por el derecho natural: “He tenido, así como Don Quijote en sus horas de inaudita nobleza y locuras, proyectos que me hubieran puesto en ridículo si los hubiera comunicado a alguno. Uno de los bienes que ha producido en mí este viaje a Europa ha sido el de limitar H. AHRENS, Curso de Derecho Natural o de Filosofía del Derecho, completado en las principales materias con ojeadas históricas y políticas. Traducido por Pedro Rodríguez Hortelano y Mariano Rodríguez de Asensi, 4ª edición española, ParísMéxico, Librería de A. Bouret e hijo, 1876, XV-682 pág. 15 Carta de José Batlle y Ordóñez a Lorenso Batlle, París, 2 de mayo de 1880, Archivo de José Batlle y Ordóñez, Correspondencia. Agradecemos a la Sra. Alba Cassina de Nogara las consultas al archivo, realizadas en 1989. 14

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mis aspiraciones y producir en mí el deseo de la especialización. Las cuestiones morales son las que tienen para mí atractivo y me especializaré en su estudio; pero ... ¿no le parece a Ud. que es una especialización bien amplia todavía?”16

De regreso en Montevideo, en los primeros días del mes de febrero de 1881, Batlle escribió algunas notas sobre su período de readaptación en Montevideo: “Principié la lectura de mi antiguo libro: Ahrens, derecho natural”. Enseguida agregaba: “Dormí mucho, estudié poco”.17 Cerca de los 25 años, Batlle seguía fiel a la obra de Ahrens que releía con frecuencia, no sin dificultades. Debe destacarse que alude a esta obra como “mi antiguo libro”, lo que prueba la lectura repetida del tratado krausista. Dedicado de lleno a la vida política, a partir de 1893 José Batlle y Ordóñez ya no escribió sobre cuestiones filosóficas. ¿Cómo explicar esta actitud en una personalidad tan apasionada? En primer lugar, debe destacarse que hacia 1893 finalizaron las grandes polémicas filosóficas entre espiritualistas y positivistas en los círculos intelectuales montevideanos. En segundo lugar, Batlle se perfilaba como líder de la corriente reformista en el partido Colorado y como temido adversario para el partido Nacional y para las tendencias conservadoras de su propio partido. Absorbido por la vida pública, las lecturas filosóficas y jurídicas no fueron sin embargo abandonadas. Las últimas ediciones de obras europeas y latinoamericanas que se encuentran en su biblioteca son la mejor prueba de ello. En lo que concierne a la permanencia de la influencia krausista, dos testimonios del siglo XX, posteriores a su primera presidencia, prueban el influjo real de las ideas jurídicas krausistas en la obra de Batlle como estadista. En 1907, finalizada su primera presidencia y poco antes de su partida hacia Europa, José Batlle y Ordóñez tuvo una conversación con el diputado socialista argentino Alfredo L. Palacios acerca del socialismo y de su formación filosófica y política. Palacios preguntó entonces a Batlle qué libro había tenido más influencia sobre él y sobre su acción como gobernante. Batlle había reflexionado un momento para responder luego en forma categórica: “el Curso de Derecho Natural de Ahrens”. Esta información concerniente a la fidelidad de Batlle a la obra de Ahrens fue confiada por Alfredo L. Palacios al profesor Arturo Ardao, aparentemente entre 1951 y 1956. Ardao no incluye este diálogo tan iluminador en su obra Batlle y el positivismo

Carta de José Batlle y Ordóñez a Guillermo Young, París, 2 de julio de 1880. Archivo de José Batlle y Ordóñez, Correspondencia. 17 José Batlle y Ordóñez, Diario de viaje. 1879-1881, Archivo de José Batlle y Ordóñez. 16

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filosófico, pero lo transcribe en su artículo de 1956, Ideas filosóficas de Batlle.18 Batlle y Ordóñez, en su madurez, continuaba atribuyendo a la obra de Ahrens un influjo decisivo en sus ideas y en su acción. En 1913, durante su segunda presidencia, su colaborador el doctor Ricardo Areco, especialista en legislación moral y el más filósofo de los batllistas, regaló a Batlle un ejemplar del Curso de Derecho Natural de Ahrens que él mismo había firmado el 19 de marzo de 1880. Era sin duda el ejemplar que había usado Areco en sus años de estudiante y que regalaba a su líder político. Batlle escribió entonces en la primera página del libro: “Este ejemplar de la obra de Ahrens me ha sido regalado por Areco. Es un obsequio que aprecio mucho porque en esta gran obra he formado mi criterio sobre el derecho y ella me ha servido de mi guía en mi vida pública. JBO. 1913”.19 La primera referencia a la influencia de Heinrich Ahrens en el pensamiento y en la acción de Batlle proviene del libro que Justino Zavala Muniz20 consagró a la vida de Batlle. Sin embargo el autógrafo citado fue publicado por primera vez por Arturo Ardao, en su obra de 1951, gracias al aporte del hijo de Batlle, Rafael Batlle Pacheco. Este ejemplar del libro de Heinrich Ahrens recibido por Batlle en 1913 pertenecía a la cuarta edición española de 1876, una de las más conocidas en Montevideo.21 El libro de Ahrens no fue incluido en la donación de la biblioteca realizada por la familia Batlle al Estado uruguayo, pero el mismo tampoco se encuentra entre los libros conservados por sus descendientes.22 El interés y la adhesión de José Batlle y Ordóñez al pensamiento krausista de Heinrich Ahrens se ven reafirmados por la presencia en su biblioteca del Curso de Psicología del mismo autor, en su edición española de 1873.23 ¿Por qué este libro jurídico de Ahrens, que llamó la atención y alimentó las reflexiones de Batlle desde sus años de estudiante, fue tan significativo en su vida pública? Aun cuando A. ARDAO, “Ideas filosóficas de Batlle”, en José SERRATO y otros, Batlle, su vida y su obra, Montevideo, Acción, 1956, p. 35. Un resumen de esta conversación entre Palacios y Batlle fue publicado en La Prensa de Montevideo. “El doctor Alfredo Palacios”, La Prensa, Montevideo, 10 de marzo de 1907. 18

A. ARDAO, Batlle y Ordóñez y el positivismo filosófico, Montevideo, Número, 1951, p. 164 -166. Justino ZAVALA MUÑIZ, Batlle, héroe civil, México, Fondo de Cultura Económica, 1945. Zavala Muñiz fue amigo íntimo de Batlle en los últimos años de su vida política. 21 Carlos ZUBILLAGA y Mario CAYOTA, Cristianos y cambio social, Montevideo, Claeh - Banda Oriental, 1982, t. 3, p. 401. 22 Dos obras muy significativas desaparecieron de la biblioteca de Batlle y Ordóñez: el Curso de Derecho Natural (4ª edición española, París-México, Librería de A. Bouret e hijo, 1876), de Heinrich Ahrens autografiado por Batlle y el volumen de Roberto B. Giudici y Efraín González Conzi, Batlle y el batllismo (Montevideo, Imprenta Nacional Colorada, 1928), que Batlle había corregido y comentado de su puño y letra. Esta información nos fue brindada por la archivista del Archivo de José Batlle y Ordóñez, Sra. Alba Cassina de Nogara. 23 En la biblioteca de Batlle y Ordóñez, que fue donada por la familia al Museo Histórico Nacional, se encuentra el segundo volumen del Curso de Psicología de Ahrens, traducido por Gabino Lizárraga y publicado en Madrid en 1873. Donación de la Sra. Ana Amalia Chervière de Batlle Pacheco, 19 de enero de 1968, Colección de libros pertenecientes a José Batlle y Ordóñez, Museo Histórico Nacional, Carpeta n º 3015. 19 20

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Batlle no compartió, en bloque, todas las propuestas de Ahrens, su Curso de Derecho Natural fue ciertamente el aguijón teórico y el punto de partida de una obra controvertida y fecunda. Heinrich Ahrens, participante de las revueltas de 1830 en Gotinga y testigo de las revueltas de 1848 y del retorno al absolutismo, era partidario de reformas moderadas, suficientes para evitar la revolución de las clases más postergadas y la reacción conservadora. Muchos de sus llamados a la moralidad son, en realidad, pedidos de moderación. Ahrens manifestaba cierto temor a la tiranía de la mayoría y a los partidos políticos que podían provocar la destrucción de la personalidad individual. Batlle pensaba de modo diferente en estos puntos. Sostuvo los principios de la democracia liberal clásica, fue un firme defensor del gobierno de partido y no compartió el principio krausista de la democracia orgánica. Las elecciones indirectas, la desconfianza hacia los partidos políticos, la creación de organizaciones intermedias entre el ciudadano y el gobierno se oponían a la confianza que Batlle tenía depositada en las elecciones populares como única garantía contra los gobiernos despóticos.24 En otros temas la influencia de Ahrens sobre Batlle es incontestable. Primeramente, Batlle fue fiel al método analítico krausista, aplicado por Ahrens al estudio del derecho, y que tomaba como punto de partida el análisis de la naturaleza humana. El ser humano, que tiene su origen en Dios, es capaz por la razón de descubrir la noción de bien y el camino del bien. La filosofía permite al hombre público determinar los ideales que deben orientar la vida social, en tanto que la historia y el conocimiento de las circunstancias presentes clarifican las reformas para las cuales el pueblo está preparado y que serán aceptadas. La concepción krausista del rol jugado por la filosofía del derecho fue bien asimilada por José Batlle y Ordóñez.25 Sin embargo, en lo que se refiere a su política reformista, Batlle no siempre esperó la necesidad de las reformas y las aplicó en cuanto creyó posible ponerlas en práctica, afirmando que “la naturaleza humana en libertad tiende hacia el bien”26, y que en un país nuevo, como el Uruguay, todas las barreras eran fácilmente superables. En segundo lugar, el krausismo de Ahrens atrajo a Batlle por su carácter de filosofía de acción con fundamentos éticos. Batlle valoraba la preeminencia de la moral, y las inquietudes H. AHRENS, Curso de Derecho Natural, p. 575-577. “La utilidad práctica de la Filosofía del derecho es a la vez moral, jurídica y política. En primer lugar,, el estudio de esta ciencia tiene por objeto despertar y desarrollar, con la inteligencia, el sentimiento de lo justo en el corazón del hombre, e inspirarle el noble deseo de trabajar para la aplicación y defensa de los verdaderos principios de la justicia. Este sentido superior moral es la guía más segura en todos los juicios y acciones de derecho; y es este sentido moral el que importa ante todo fortalecer en le hombre, el juez y el legislador”. H. AHRENS, Curso de Derecho Natural, p. 93. 26 “Cuestiones sociales”, El Día, Montevideo, 15 de julio de 1917. 24 25

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morales que confesaba en 1880 continuaron siendo su motor interno. Aun cuando Batlle no ponía de relieve, como Ahrens lo hacía, los fundamentos religiosos de la moral del deber, la pasión por “el bien”, por “hacer el bien” fue constante en su vida, si bien expresada a menudo de manera muy sencilla. Algunos días después de haber finalizado su primera presidencia, Batlle fue objeto de un homenaje popular el 3 de marzo de 1907. En esta ocasión señaló: “Es hermoso ascender al poder en andas de la simpatía popular; pero es más hermoso aún el descender al compás de sus vítores y aplausos. Ello significa que el funcionario desciende sin máculas; que ha luchado por el derecho y la libertad; que ha puesto sus fuerzas todas al servicio del bien público, pues, si los pueblos en los días aciagos suelen guardar silencio ante los concusionarios y los déspotas, jamás les tributan, para honor de la humanidad, sus plácemes y aplausos”.27 Batlle, sus colaboradores y sus partidarios daban a su obra el sentido de una verdadera “reforma moral”.28 La persona humana, existiendo en Dios y por Dios, debía ser, según Krause y sus discípulos, el objeto del mayor respeto, y aun de la mayor reverencia. Esta concepción inspiró en Batlle la lucha contra la pena de muerte29, la defensa de los derechos de los hijos ilegítimos y de las mujeres maltratadas, e incluso la prohibición de los espectáculos que, al provocar la tortura de animales, despertaban los impulsos más crueles del corazón humano, las corridas de toros por ejemplo.30 Batlle y sus colaboradores llegaron, en tal sentido, bastante más lejos de lo predicado por Ahrens. Si Ahrens reclamaba que el padre colaborara en el mantenimiento de los hijos naturales, Batlle propuso y obtuvo para ellos el derecho de herencia31; si Ahrens sostenía el derecho natural de los obreros a una jornada de trabajo limitada El Día, Montevideo, 4 de marzo de 1907. Ver: José Pedro BARRAN y Benjamín NAHUM, “El batllismo uruguayo y la reforma «moral»”, en Desarrollo Económico, Buenos Aires, t. 23, n º 89, 1983, p. 121-135. 29 Debemos evitar enfoques reduccionistas en algunos temas. En relación con el rechazo de Batlle y Ordóñez por la pena de muerte, que fue efectivamente abolida en 1907, debemos tener especialmente en cuenta el propio rechazo del general Lorenzo Batlle a la misma. Transcribimos las palabras de Matías Alonso Criado, publicadas en el periódico montevideano La España en ocasión del fallecimiento de Lorenzo Batlle, en mayo de 1887. Alonso Criado se refiere a la resistencia que don Lorenzo Batlle había sentido, desde su infancia en Madrid, por los ahorcamientos que como escolar había tenido que presenciar. “Desde entonces – nos decía el general Batlle – jamás he podido ver una ejecución ni tampoco ordenarla. Es mis cuarenta años de vida militar, nunca he formado un cuadro, y si, por razones de servicio, lo prestó el batallón de mi mando, conseguí siempre mi relevo militar para aquellos actos. En este episodio - concluía Alonso Criado – está retratada la fisonomía personal y moral del Gral. Batlle”. M. ALONSO CRIADO, “Necrología. El Gral. Don Lorenzo Batlle”, La España, Montevideo, 9 de mayo de 1887. Es fácil imaginar que José Batlle habrá escuchado desde niño estos relatos de su padre, que seguramente influyeron en su propia sensibilidad y en su respeto por la vida humana. 30 H. AHRENS, Curso de Derecho Natural, p. 201-202 (rechazo de la pena de muerte); p. 483-484 (defensa de mujeres maltratadas y derechos de hijos ilegítimos); p. 626 (crítica de los espectáculos que suponían la tortura de animales). 31 Ibidem, p. 483-484. La ley del 5 de setiembre de 1914 autorizó la investigación de la paternidad natural. El artículo 1025 del Código Civil, reformado el 28 de abril de 1914, afirma que los hijos naturales heredan de sus padres con los hijos legítimos. Código Civil de la República Oriental del Uruguay, Montevideo, Colombino Hnos., 1951, p. 381-382. 27 28

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pero consideraba la jornada de ocho horas como una concesión excesiva, Batlle, fundamentó, en 1906, su primer proyecto de “ley de ocho horas” en el derecho común a todos los hombres de gozar de la vida civilizada.32 Finalmente, las ideas expuestas por Ahrens a propósito de los fines del Estado según las circunstancias históricas y culturales de cada sociedad, ejercieron sobre Batlle una influencia decisiva. No obstante, los principios que el jurista krausista proponía para naciones europeas con caracteres propios, debían ser discutidos, adaptados, reformados para ser aplicados en una joven república americana que José Batlle quería transformar en “un país modelo”.33 Batlle, batllismo y Estado tutor Las propuestas políticas y sociales de José Batlle y Ordóñez y de sus seguidores conferían al Estado un rol protagónico. En las primeras décadas del siglo XX, el Estado uruguayo, que se venía consolidando desde el último cuarto del siglo XIX, asumió el papel de árbitro en los conflictos sociales y se volvió cada vez más activo en el área económica. Considerando que las jóvenes repúblicas hispanoamericanas no eran aún lo suficientemente fuertes para enfrentar las imposiciones de las inversiones extranjeras, en el caso uruguayo, de origen británico, y el poder de los monopolios, el Estado asumió un rol decisivo en el fortalecimiento de la economía y en la consolidación de una sociedad que se pretendía solidaria. José Batlle y Ordóñez no teorizó casi nunca sobre el tema del Estado, de sus fines y de sus funciones. Sin embargo, la consideración de sus proyectos y de sus obras, de las argumentaciones de sus amigos y de sus más estrechos colaboradores podrían conducirnos a la definición de su concepción del Estado. En lo relativo a los fines del Estado, sin ignorar los fines primarios - el mantenimiento del orden y la administración de justicia - Batlle promovió en forma activa el cumplimiento de los fines secundarios del Estado.

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Como Ahrens, Batlle no apoyaba la concepción liberal

clásica del Estado neutral, sino que lo hacía responsable del desarrollo directo y positivo de diversos aspectos de la vida social.35 H. AHRENS, Curso de Derecho Natural, p. 286-287; “Mensaje del Poder Ejecutivo”, El Día, Montevideo, 26 de diciembre de 1906. 33 Carta de J. Batlle y Ordóñez a Domingo Arena y Pedro Manini Ríos, París, 7 de febrero de 1908, cit. en M. VANGER, El país modelo, p. 49. 34 Ver: JOSÉ PEDRO BARRÁN y BENJAMÍN NAHUM, El nacimiento del batllismo. Batlle, los estancieros y el Imperio británico, Tomo 3. Montevideo, Banda Oriental, 1982, p. 38-49 y p. 79-83. 35 H. AHRENS, Curso de Derecho Natural, p. 510. 32

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Heinrich Ahrens había señalado también que la definición precisa de los fines del Estado exigía el conocimiento de las circunstancias históricas concretas. En Uruguay, ante circunstancias internacionales que reforzaban los lazos de dependencia de los países iberoamericanos, el Estado debía garantizar el reinado del equilibrio y de la armonía - de la libertad y de la justicia - en la vida económica y social. En nombre de “ese valor fundamental... que es el hombre”, el dominio del Estado se extendía en beneficio de todos. En esta línea, el Estado aumentó su presencia en la vida económica. En 1916, aludiendo a la obra de su gobierno, José Batlle respondía al dirigente de la Asociación Rural del Uruguay, Carlos Arocena: “Lo fundamental del progreso en la campaña de la República, ha sido, pues, obra del Estado, y no de las entidades privadas”.36 En el campo social, la influencia del Estado se desarrolló también. En lo relativo a la higiene, por ejemplo, El Día afirmaba, en 1914, que el Estado debía “de acuerdo al concepto moderno de nación, atender a la salud de los habitantes, sobre todo de aquellos cuyas condiciones económicas no les permite hacerlo por sí mismos”.37 La acción del Estado debía extenderse incluso al desarrollo de la vida cultural. En 1915, el diputado batllista Juan Antonio Buero declaraba que el Estado debía asumir “la misión del progreso intelectual general del país, y allí donde haya cualquier vacilación en la inteligencia, cualquier régimen malo, el Estado tiene derecho absoluto de intervenir”.38 Siguiendo la nueva concepción de Estado, éste se volvió, bajo los gobiernos batllistas, “Estado promotor” de las actividades económicas, sociales e incluso culturales cuando la iniciativa privada se mostró débil o inexistente; fue “Estado intervencionista” para corregir las injusticias favorecidas o toleradas por el Estado liberal; actuó como “Estado árbitro” en la vida social representando el interés colectivo y sosteniendo a los más débiles. En esta línea de acción, el Estado debía “favorecer directamente y positivamente todo el desarrollo social”39, tal como Ahrens lo había propuesto. El “Estado promotor” se manifestó en el campo industrial y en el de la producción rural. Por el proteccionismo aduanero, que no fue una novedad del período, el batllismo gobernante promovió las industrias privadas. Al mismo tiempo, el Estado debía respetar y "El progreso rural", El Día, Montevideo, 30 de setiembre de 1916. "Lo que se gasta", El Día, Montevideo, 3 de abril de 1914. 38 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, sesión del 28 de enero de 1915, t. 238, p. 352. Cit. en: J. P. BARRÁN y B. NAHUM, El nacimiento del batllismo, p. 80 y 81. 39 H. AHRENS, Curso de Derecho Natural, p. 514. 36 37

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promover las iniciativas privadas destinadas al fracaso si sólo contaban con sus solas fuerzas. El batllismo hizo crecer también las funciones del “Estado intervencionista” que participaba directamente de la vida económica y social. El Estado uruguayo creó y dirigió sus propias empresas financieras e industriales - Banco de Seguros del Estado o Banco Hipotecario, por ejemplo -, o bien procedió a la nacionalización de algunos servicios cuyo monopolio obtuvo - Usinas Eléctricas del Estado, por ejemplo. El “Estado intervencionista” actuaba como instrumento nivelador, y debía enfrentar, por un lado, los intereses de los capitales extranjeros, británicos en su mayor parte, y por otro, las injusticias internas que debían corregirse. Finalmente, el “Estado árbitro” abandonó la tradición de neutralidad social y se comprometió en la defensa de los más débiles, primero a través de la legislación social y luego por la protección del derecho de asociación de los obreros. En el mensaje que el presidente Batlle y Ordóñez dirigió al Parlamento el 21 de diciembre de 1906, acompañando el proyecto de ley de reducción del horario obrero, consideraba “dolorosamente irrisoria la suposición de que pueda existir alguna libertad en las relaciones del trabajador y del capitalista, cuando aquel, urgido por el hambre, se ve forzado a aceptar cualquier situación que le satisfaga, sin previsión alguna del porvenir, y éste, obligado por la competencia y obcecado por la especulación, exige esfuerzos aniquiladores”.40 La intervención oficial parecía justificada: Batlle señalaba enseguida la necesidad de una legislación apropiada que protegiera a los niños, a las mujeres e incluso a los hombres adultos “igualmente débil e incapaz que la mujer y el niño ante la prepotencia de las empresas”.41 Dos interrogantes quedarían planteadas para nuestra reflexión. En primer lugar, el principio sostenido por Ahrens de atribuir al Estado el poder de ejercer la tutela sobre los diferentes dominios o esferas de la vida social podía conducir a la creación de un Estado extremadamente poderoso. En segundo lugar, Ahrens acordaba al Estado las virtudes de “todo buen tutor” que debe velar para que el pupilo madure. El período de tutela, definida como período de educación social, debía ser lo más breve posible y el Estado debía tratar de abreviar su duración.42 En Uruguay, la conclusión de esta etapa y la necesidad de llegar a ella no fueron percibidas con claridad. ¿Cuándo estaría la sociedad uruguaya suficientemente madura para liberarse de la

“Mensaje del Poder Ejecutivo”, El Día, Montevideo, 26 de diciembre de 1906. Ibidem. 42 Ibidem, p. 523. 40 41

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tutela estatal y para desarrollarse de manera autónoma sin apoyos exteriores y sin muletas? El Estado “tutor” ¿lograría promover la maduración de esta sociedad para hacerla capaz de encarar riegos de manera autónoma? Solamente el trascurso de los años, el éxito sostenido o la crisis insuperable podrían dar la respuesta. Sociedad uruguaya y Estado tutor El estatismo batllista debe ser debidamente ubicado en el marco de un proceso de fortalecimiento y de ampliación de las funciones estatales, que se había iniciado en Uruguay en el último cuarto del siglo XIX. No se trató de un proceso aislado, sino que se inserta en una tendencia general en numerosas sociedades occidentales, desde la década de 1880, de desarrollar las funciones secundarias del Estado. En Uruguay, este proceso, se inició en cierta medida vinculado al proceso de secularización de la vida social, durante los gobiernos militares del siglo XIX. Bajo el gobierno del coronel Latorre, se aprobó el decreto-ley de educación común, en agosto de 1877, que estableció la educación primaria gratuita y obligatoria, no obligatoriamente laica, y promovió la creación de la primera red de escuelas públicas en todo el país. Dos años más tarde, en febrero de 1879, fue aprobado el decreto-ley de creación del registro del Estado Civil, que puso en manos del Estado nuevas funciones. Durante el gobierno de Máximo Santos, creció la influencia del Estado en las áreas económica y social, aprobándose leyes que promovieron el proteccionismo industrial o que atribuyeron al Estado nuevas funciones sociales, como la ley de matrimonio civil obligatorio de mayo de 1885. Habiendo retornado los civiles al gobierno, en 1890, no se detuvo la expansión de las funciones del Estado. En el campo económico, merece destacarse la creación del Banco de la República, en marzo de 1896, como un organismo de capital mixto. Tal como ya se ha tratado, el primer ciclo batllista – que se extendió desde 1903 hasta 1929 – se caracterizó por la ampliación y la consolidación de la presencia del Estado en la vida social. Otros elementos resultan fundamentales para definir al reformismo - que se llamó a sí mismo batllismo recién a partir de 191643 -: el afianzamiento de una sociedad nueva,

43 Recién en 1916, y luego de una importante derrota electoral, los partidarios de Batlle se hallaron ante la evidencia de pertenecer a un grupo diferente, con ideas definidas, dentro del partido Colorado. En efecto el 30 de setiembre de 1916, El Día publicó un editorial cuyo título, El batllismo, anunciaba definiciones: “Los que consideran que el batllismo es solamente un hombre se equivocan... Es una fuerza ideológica, una tendencia nacional, una bandería militante”. Las características de esta “tendencia” respondían sin embargo a la formación y a las inquietudes de Batlle y Ordóñez. Ver: J. P. BARRÁN y B.

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producto de la inmigración europea que encontró en el trabajo, en la actividad política y en la oferta educativa vías seguras de integración; el desarrollo de leyes sociales destinadas a proteger a los más débiles: niños, mujeres, ancianos y sectores obreros; también cierta intransigencia política y la tendencia a adjudicar al partido de gobierno todas las realizaciones y los avances de estas décadas. La afirmación del rol del Estado en la vida nacional fue ciertamente propia de este período, pero no surgió con él, ni se extinguió con él. Esto resulta de la mayor importancia, pues el apego al “Estado tutor”, que por momentos se vuelve “Estado Providencia”, devendría una constante en la historia del Uruguay y en el imaginario de la sociedad uruguaya. Al período reformista, a la muerte de Batlle y al duro impacto de la crisis de 1929, siguió una etapa compleja, de reacción ante el modelo reformista, de choques políticos, de golpes de Estado y reformas constitucionales, que se extendió hasta 1943. Lo que nunca se detuvo fue el crecimiento del protagonismo del Estado y el desarrollo del nacionalismo económico en la búsqueda de caminos para superar la crisis. La creación de nuevas empresas estatales, el desarrollo del proteccionismo industrial y el crecimiento del papel del “Estado empleador” fueron propios de estas décadas, en las que la influencia de las propuestas de John Maynard Keynes, netamente alentadoras del intervencionismo estatal en la economía. El país ingresó, en la década del 40, en la idealizada etapa del “Uruguay feliz”: democracia estable, prosperidad económica – muy ligada

a la coyuntura internacional

favorable – que permitió el desarrollo de políticas sociales de distribución de la riqueza, expansión educativa, confianza nunca unánime de los uruguayos en sus propios talentos y en sus propias posibilidades. Figura destacada del período fue Luis Batlle Berres, sobrino de José Batlle y su heredero político, presidente de la República entre 1947 y 1951, quien reavivó el proyecto reformista. El neobatllismo tuvo caracteres propios, fundamentalmente el impulso del modelo industrial, pero dio nuevo impulso al batllismo de la primera hora. El Estado ampliaría su papel protagónico por el monopolio casi total de los servicios públicos, por su definida intervención en la promoción del modelo industrial y por el fomento de su rol de árbitro en el campo social. En resumen, todos los tiempos que la sociedad uruguaya había idealizado como tiempos venturosos, de armonía social, de crecimiento, de respeto

NAHUM, El nacimiento del batllismo, p. 7-10.

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internacional estarían vinculados a un Estado siempre presente, siempre atento, siempre creciente. La década de los sesenta se inició de manera turbulenta para Uruguay como para toda América Latina, por múltiples factores económicos y políticos que no es el momento de analizar. El modelo en el que el Uruguay moderno se había consolidado entró en una severa crisis estructural. “Una sociedad amortiguadora, hiperintegrada, partidocrática, frágilmente prospera, pero próspera al fin, declinó en su capacidad de innovación y reproducción, para ingresar en una fase de radicalización y violencias sin precedentes en el siglo XX”.44 Se sucedieron la rotación de los partidos en el gobierno, las reformas constitucionales, el violentismo de izquierda y la guerrilla urbana y la represión militar que culminó con el golpe de Estado de junio de 1973. En momentos concretos de este largo y doloroso proceso, los diversos intentos de reorientar las políticas económicas y sociales y de reducir las áreas de intervención del Estado se vieron siempre frustradas. Luego del restablecimiento de la democracia, se plantearon diversos intentos de desplazar hacia la sociedad civil y fuera del control exclusivo del Estado determinadas funciones sociales y económicas. Dichas iniciativas fracasaron sucesivamente por la convocatoria a plebiscitos en los que la ciudadanía uruguaya se manifestó soberanamente en contra de cualquier cambio en tal sentido. El propio triunfo electoral, de octubre de 2004, de la alianza de los sectores de izquierda bajo la denominación de “Frente Amplio-Encuentro Progresista- Nueva Mayoría” podría en parte explicarse por la fidelidad de este conglomerado político a la propuesta del “Estado tutor”, cuando el propio partido Colorado batllista había realizado una progresiva revisión de este concepto. En una perspectiva amplia, podría suponerse que ni el Estado “tutor”, en sus orígenes krausistas, promovió la autonomía de la sociedad en cuyo desarrollo estaba comprometido, ni la sociedad uruguaya ha Estado dispuesta a aceptar “la mayoría de edad” y a asumir mayores responsabilidades. Reflexiones finales Hemos recorrido el camino propuesto: estudio de la influencia del krausismo jurídico 44 Gerardo CAETANO y José RILLA, Historia contemporánea del Uruguay. De la Colonia al MERCOSUR. Montevideo, Claeh - Fin de Siglo, 1994, p. 199.

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en la Facultad de Derecho de la Universidad de Montevideo; análisis del perfil personal y doctrinal de José Batlle y Ordóñez y del reiteradamente declarado influjo de Heinrich Ahrens en su vida pública; estudio de las relaciones entre Batlle, el batllismo y el concepto krausista de Estado “tutor”, y de la fuerte alianza, que parece inalterable, entre la sociedad uruguaya moderna y dicho concepto de Estado. En primer lugar, concluimos que si se trata de profundizar en el concepto de Estado que se consolidó en las primeras décadas del siglo XX en el Uruguay, es imprescindible investigar las raíces del estatismo batllista. En tal sentido, el pensamiento y la acción de José Batlle y Ordóñez enriquecieron este proceso por la toma de conciencia del crecimiento del espacio ocupado por el Estado y de sus funciones, y por la justificación ética - de inspiración krausista - de este desarrollo. “El Estado está autorizado a hacer todo lo que excede las fuerzas de los individuos y de las asociaciones privadas”, había afirmado Ahrens. “En épocas de infancia, ora de un pueblo en general, ora de un dominio particular de cultura, el Estado (...) tiene el derecho a ejercer una tutela y de obrar él mismo allí donde las fuerzas propias de una esfera de cultura no están todavía bastante despertadas o suficientemente instruidas”, agregaba.45 En una perspectiva rioplatense y uruguaya, José Batlle y Ordóñez leyó, meditó y aplicó las concepciones del jurista krausista. Era el conductor de un país que se esforzaba por definir su identidad nacional, por precisar el rol del Estado, por construir una sociedad armónica a partir de aportes diversos. Por otra parte, la consolidación del concepto del Estado “tutor” y la persistencia de su presencia, a pesar del trascurso del tiempo y a pesar del cambio de las circunstancias internas y externas deberían conducirnos a reflexionar acerca de una persistente necesidad de “tutela” de la sociedad uruguaya. En diversos contextos, pero coincidiendo en lo central del concepto, varios estudiosos de la historia del Uruguay han coincidido en afirmar: “Todos los uruguayos son batllistas”. En fecha muy reciente, en el marco de los homenajes a José Batlle y Ordóñez, al conmemorarse 150 años de su muerte, el Dr. Carlos Maggi repitió esta tesis. Se refirió entonces a su coincidencia en este concepto con el Prof. José Pedro Barrán, el historiador uruguayo contemporáneo de mayor prestigio. “La patria – dijo el Dr. Maggi – no es otra cosa que un conjunto de afectos y de rechazos compartidos. Y es en ese fondo misterioso donde Batlle

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H. AHRENS, Curso de Derecho Natural, p. 521 y 522.

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sigue viviente. En lo que amamos y en lo que no admitimos, con tal fuerza, que nos va la vida en eso”. 46 Coincidimos con estos apreciados uruguayos en lo medular de sus afirmaciones. “Todos somos batllistas”, con matices, en tanto compartimos una serie de valores humanistas, muchos de tan neta inspiración krausista como de anterior raíz cristiana, con los que Batlle y Ordóñez y el batllismo contribuyeron a impregnar a toda la sociedad uruguaya. Debemos sin embargo aguzar nuestro espíritu de autocrítica y preguntarnos si “el ser batllista” implica también el, en mi opinión, irritante apego de la sociedad uruguaya por los apoyos constantes, por las muletas que el “Estado tutor” ofrece. El “buen tutor”, al decir de Ahrens, tendría como meta alcanzar cuanto antes la autonomía del pupilo. La sociedad uruguaya, protegida y segura en un principio, corrió el riesgo de volverse indolente, de no valorar de manera adecuada los esfuerzos individuales o colectivos, de negarse a correr los riesgos de la libertad responsable. El reto sigue siendo el mismo: cómo liberarse del “espíritu acreedor” al que aludiera Carlos Real de Azúa47, que domina a los ciudadanos que han perdido el hábito de hacer frente a los desafíos, que desperdician la oportunidad de hacerles frente, que han perdido la satisfacción de vencerlos.

Carlos MAGGI, “Tiempo y vigencia de un ideario memorable”, en El País, Montevideo, 16 de julio de 2006. Carlos REAL DE AZÚA, El impulso y su freno. Montevideo, Banda Oriental, 1964, p. 106. Real de Azúa se refiere también a la expresión utilizada por Ricardo Martínez Ces (El Uruguay batllista, Montevideo, Banda Oriental, 1962) para referirse a la misma actitud, el “espíritu de facilidad”. 46 47

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