Sobre verdad y método en economía. Consideraciones en torno a la disputa Hutchison-Knight

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Sobre verdad y método en economía Consideraciones en torno a la disputa Hutchison-Knight Esteban Leiva y Pastor Montoya Universidad Nacional de Córdoba

I-. El escenario de la polémica A comienzos de la década del treinta, Lionel Robbins propuso dejar de lado las definiciones sustantivas de la economía, que apelaban a la idea de riqueza, para singularizar a la disciplina por la posesión de unos principios teóricos que explican el comportamiento humano como el resultado de elegir entre medios escasos y susceptibles de usos alternativos. Su Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica (1932), estableció una estrategia de identificación disciplinar que alcanzaría la fuerza del lugar común, de convención académica generalmente aceptada. Aunque respecto a los fines particulares de los hombres se alegue neutralidad técnica o teórica, Robbins había sostenido que las comunidades de economistas se congratulaban por el establecimiento de un cuerpo de generalizaciones sustancialmente adecuadas cuyo cumplimiento no puede observarse directamente, ni verificarse. Sin embargo, tales postulados no sólo resultan evidentes para quien considera la economía de los asuntos humanos, sino que se reafirman al desarrollarse sistemáticamente como recurso de representación. Junto al alegato a favor de la universalidad de su alcance, la validez y adecuación de su representación, Robbins sostuvo una justificación apriorística. Los postulados se refuerzan gracias a lo que nos permiten comprender, es decir, reciben razones de la experiencia cuando se aplican a la explicación y la predicción. Así, nuestra creencia alcanza una mayor justificación. Pese a su carácter a priori, los postulados principales de las diferentes teorías, “entrañan hechos simples e indiscutibles de la experiencia relativa a la forma en que la escasez… se manifiesta en el mundo.” (Robbins, 1944: 114). En este doble sentido, como condición de posibilidad de la interpretación económica y por su manifiesto poder explicativo y predictivo, nuestra creencia en los postulados es completa. Pocos años después, en su tratamiento de la teoría económica, Terence Hutchison (1938) asumía una versión del positivismo lógico que ya incorporaba explícitamente el criterio popperiano de demarcación. Al sostener la necesidad de contrastación empírica 1

interpersonal de los postulados básicos, se oponía a su consideración como verdades evidentes. Esta posición lo convertiría en el villano oficial de la disciplina y, según Mark Blaug, postergaría la difusión de la metodología popperiana de la economía hasta la década del „801. Sabemos que el desembarco y la difusión del neopositivismo fue resistido infructuosamente por Frank Knight. Los estudiantes de Chicago se deshicieron de su antipositivismo para asumir una expresión analítica y una marcada tendencia a la formalización que aún predominan.2 En un escenario marcado por la persistencia del instrumentalismo y el convencionalismo, la polémica Hutchison-Knight nos recuerda que, en la primera mitad del siglo coexistían conflictivamente, el positivismo y su crítica hermenéutica.

II-. Propuesta metodológica y posición filosófica de Hutchison II-.a. La significación empírica de los postulados. Un giro lingüístico-analítico Como dijimos, con el libro de Hutchison, se produce la primera recepción de la falsabilidad como criterio de demarcación por parte de la metodología de la economía del siglo XX. A diferencia del criterio positivista de verificación, se establece que toda proposición, para ser considerada científica, debería ser susceptible de contrastación empírica interpersonal3: “Si tiene sentido proseguir la actividad que uno llama científica, y si la palabra „ciencia‟ no es simplemente un parloteo, prejuicios y propaganda, entonces debe haber un criterio objetivo bien definido para distinguir entre proposiciones que pueden ser materia de ciencia de las que no, y debe haber una barrera efectiva para excluir expresiones de pasión ética o política, emoción poética y especulación metafísica y prevenir que sean mezcladas con la así llamada ciencia.” (Hutchison, 1960: 10).

En oposición al apriorismo de Robbins, Hutchison enfatizaba la interdependencia de teoría y experiencia, la necesidad de comparar las deducciones de la teoría con los datos observacionales, el testeo de hipótesis y la estimación de relaciones fácticas. Por esta razón, en un escenario posterior, Fritz Machlup (1956) con el mote de ultraempirista, lo ubicaría entre quienes rehusaban reconocer el empleo, en cualquier nivel de análisis, de proposiciones no verificables independientemente. Muchos años después, Mark Blaug (1980) sostuvo que, al caracterizar la mayor parte de los postulados económicos como tautologías, Hutchison habría confundido proposiciones que no son más que definiciones 2

disfrazadas con proposiciones que, en principio, serían contrastables pero que son formuladas deliberadamente para impedirlo. En 1960, Hutchison reafirmaría su propuesta debilitando su pretensión normativa. La contrastación es una sugerencia útil para el examen crítico: “¿Puede uno describir lo que constituiría un test empírico intersubjetivo o refutación para este enunciado o teoría, o cómo uno intentaría falsarlo o llevar a cabo su testeo?” (Hutchison, 1960: viii)

Para Hutchison, el criterio de demarcación separa las ciencias empíricas, naturales y sociales, de seudo-ciencias como el psicoanálisis y el marxismo, aparta de las ciencias las ideologías totalitarias que tampoco permiten describir ningún comportamiento humano sin interpretarlo de acuerdo con las propias ideas. El empleo de tal criterio haría posible un progreso analítico esclarecedor al distinguir juicios de valor, énfasis persuasivos y sugerencias de enunciados y teorías testeables, al evitar la confusión entre enunciados empíricos acerca de la realidad y tautologías o relaciones por definición. II-.b. Racionalidad individual y expectativa La racionalidad de un individuo que maximiza su propia utilidad, beneficio o felicidad es el postulado principal de la Teoría General del Equilibrio. Del examen crítico de Hutchison resulta que, aunque haya sido considerado de naturaleza puramente hipotética, como punto de partida de una argumentación y, otras veces, como una generalización empírica verdadera, este postulado implica proposiciones que se apartan del mundo económico real. Asume que las expectativas personales son perfectamente correctas, que cada uno sabe cómo maximizar su beneficio y que toma decisiones automáticas y determinaciones precisas en condiciones de plena certidumbre. Sin embargo, en una economía real los auténticos problemas económicos surgen por la incertidumbre y las anticipaciones imperfectas. Sólo vagamente, la gente anticipa cuál de varias líneas de conducta alcanzarían la maximización deseada. La postulación de un conocimiento perfecto no sólo simplifica nuestra consideración de las expectativas sino que deja de lado el proceso de su formación en función de la experiencia o la información disponible. En el mundo real, una inversión fue poco razonable, irracional o tonta no porque no esperara deliberadamente maximizar su ganancia, sino porque no consideró la información disponible y, en consecuencia, fue un error pretenderlo por ese camino. 3

Por otra parte, la suposición de una tendencia o una búsqueda deliberada no sólo pasa por alto las dificultades del término expectativa sino que ignora problemas teóricos de la psicología económica susceptibles de investigación empírica. Por ejemplo, „¿Cómo reaccionan los empresarios a la expectativa de cambios particulares en los precios?‟ Y „¿cómo los cambios en los precios afectan las expectativas de los empresarios?‟ Estas preguntas no pueden ser respondidas derivándolas de algunos supuestos fundamentales o conjeturarse a priori. Tratándose de una cuestión de hechos, sólo se puede comenzar observándolos, considerando los motivos económicos en sus términos más simples. La construcción analítica a partir de un supuesto tan irrealista, la supresión de la investigación empírica sobre las expectativas, reduce la teoría pura a un despliegue fascinante de ingenuidad matemática, o geométrica, que meramente concuerda con las propias concepciones políticas. Por ejemplo, dada la incertidumbre de las expectativas humanas, el análisis de las fluctuaciones de la moneda no puede siquiera comenzar. Aunque alguien pudiera considerar que el postulado del conocimiento perfecto es una generalización verdadera, no nos dice nada sobre cómo, de hecho, nos las arreglamos para cumplir nuestros deseos o cómo sería racional hacerlo. De allí que, en general, la economía no pueda explicar o predecir con arreglo a leyes comprobadas ni partir de condiciones iniciales específicas, verificadas independientemente.

III-. Frank Knight: acción e interés III-.a. Resistencia al positivismo y a su crítica popperiana En su revisión crítica del libro de Hutchison, Frank Knight observa la paradoja de los positivistas que pronuncian emotivos juicios de valor a favor de la ciencia pero repudian enérgicamente tales juicios; destaca el peligro de dividir entre una ciencia que progresa, gracias a sus criterios compartidos de testeo, y una filosofía caricaturizada como metafísica descarriada. Esta división podría conducir a la descalificación de cualquier especulación sobre lo trascendental como si se despreocupara de las evidencias empíricas y no aceptara los criterios científicos establecidos. Ejemplificando la divergencia entre una actitud científica y una especulativa, Hutchison había afirmado que el economista científicamente orientado, cuando se pregunta por la existencia de un sistema de cheques y se encuentra con uno, lo considera evidencia. Por su parte, el filósofo, desdeñando su apariencia, se pregunta por su esencia. Ante este simplismo, Knight interpone una objeción hermenéutica: una hoja de 4

papel impreso o su flujo, como eventos físicos no prueban la existencia de un sistema de cheques. Si uno desconoce la historia del objeto, las metas que se propone su uso, las leyes relevantes y los resultados alcanzados gracias a tal sistema, no puede hablar de él. Donde ya hay criterios acordados para el testeo de proposiciones, no se dan problemas intelectuales muy serios, tampoco metodológicos. Precisamente, el carácter inconcluyente y la divergencia de criterios son indicadores de seriedad científica y autenticidad de los problemas. Al distinguir entre la investigación empírica de los hechos y el análisis lógico del lenguaje que los describe, explica o predice, la concepción positivista excluye el conocimiento de lo humano y, específicamente, la economía. Como el conocimiento se referiría a dos tipos de objetos, por una parte, cosas susceptibles de ser señaladas y nombradas y, por otra, definiciones verbales, reglas arbitrarias o convencionales explícitamente estipuladas, el análisis teórico puro consiste en la mera manipulación de las reglas establecidas en sus definiciones. Pero aunque no sean arbitrarias, las proposiciones y definiciones fundamentales de la economía no son observadas ni inferidas de la observación. Se trata de enunciados acerca de hechos que establecen verdades parciales que pueden considerarse, alternativamente, como referidas a la realidad mental o como realmente falsos. Esto sucede porque la economía, como otras ciencias sociales, se ocupa de un conocimiento de una categoría diferente, de una verdad distinta de la relacionada con la observación sensorial de las ciencias naturales. Como Hutchison había afirmado que la racionalidad postulada podía considerarse un supuesto arbitrario porque su negación no es falsa; Knight contesta que se trata de hechos descriptivos que refieren al comportamiento económico real. La teoría no es un cuento de hadas, no podría decirse la verdad o hablar con sentido negándola o apartándose de ella. El conocimiento y su discusión no pueden plantearse sin recurrir a enunciados de hechos que son aceptados como principios verdaderos pero que no pueden ser defendidos con argumentos si son negados o cuestionados. En su contestación, Hutchison (1941) reconoció la necesidad de que las ciencias sociales que se ocupan de la solución de problemas, de las acciones y sus motivos, hagan enunciados que se obtengan mediante una reflexión introspectiva y descansen en una comprensión intuitiva aunque no puedan ser testeados o falsados empíricamente. Pero no que esta necesidad introduzca una diferencia de principio respecto de las 5

ciencias naturales. Por otra parte, aclaró que había distinguido entre proposiciones y no entre tipos o campos de conocimiento. Sobre este punto, Knight vuelve a la carga distinguiendo tres tipos o campos: 1) el conocimiento del mundo externo, tanto el del hombre común como el del científico y sus datos primarios de observación, 2) el conocimiento de las verdades lógicas y matemáticas, 3) el conocimiento de la conducta humana, categoría en la que se ubica la economía. La validez de nuestro conocimiento del mundo externo requiere que los datos referidos a lo dado sean testeados. El crudo hecho de que un individuo piense que ve, o informe ver, un objeto físico o evento, no lo establece como real ni hace que la proposición que lo informa sea verdadera. Pero la corroboración de la información es una actividad o fenómeno social inseparable del autoconocimiento del sujeto, del conocimiento que pudieran tener otros sujetos o de su potencialidad reflexiva acerca de la naturaleza del conocer. Que podamos conocer una realidad, un mundo exterior, presupone la validez de su comunicación como contenido mental, es decir, que es posible la comunicación entre los miembros de una comunidad intelectual. En la propia idea de objetividad de la verdad, se descubre la de un consenso social crítico que no refiere a ningún hecho indiscutible sino que descansa en juicios de valor sobre la

competencia y la confiabilidad de los observadores y sus

informes. La formación de la inteligencia, el sentido de realidad y el conocimiento científico requieren que la mentira, la ilusión o la asociación libre sean limitadas. Aunque hubiera seres que respondan correctamente a su ambiente, el conocimiento de un sujeto es impensable sin autoconocimiento e intercomunicación válida con sujetos semejantes que viven, piensan y actúan en un mundo común distinto de sí mismos. Los postulados básicos no deben, ni podrían, ser verificados por procedimiento empírico alguno. Para referirse a hechos que involucran intereses que tienen por resultado acciones, la economía acepta como verdaderos principios que los relacionan y asume la existencia de un ámbito de realidad distinto, susceptible de conocimiento. Los intereses

no son observables aunque sí el comportamiento de los individuos o los

cambios que producen sobre los objetos físicos. Por eso la observación es una fuente necesaria para su conocimiento, sin embargo, la intercomunicación social que la hace posible, es más importante. III-.b. Intercomunicación y conocimiento de acciones intencionales 6

En contraste con el examen crítico de Hutchison, Knight sostiene que el principio de racionalidad individual afirma la realidad del comportamiento económico, atribuyendo al economizar un significado que es conocido para cualquier participante de una discusión económica. Un proceso social de aprendizaje nos permite desarrollar la competencia intuitiva que capta significados. Pero la introspección simpática que nos permite formar la idea de economía o de economizar, también nos permite establecer como hechos, verdades analíticas acerca de una realidad que incluye lo mental pero que pertenecen a una categoría muy diferente de las generalizaciones de las ciencias naturales positivas o la matemática y la lógica. La metodología del conocimiento de la conducta humana pone de manifiesto el contraste entre la respuesta mecánica, la reacción instintiva, y los intereses en acción, se interesa por ambos y su relación. Para ello, la teoría económica emplea proposiciones fácticas que se refieren a hechos pero que también pueden tomarse como verdades analíticas. En este sentido, su metodología se ocupa de un ámbito de realidad que plantea problemas diferentes en sutileza y complejidad de aquellos de las ciencias de la naturaleza. Sin embargo, la existencia de éste ámbito de realidad no puede ser probado, argumentado o testeado. Por otro lado, para quien negara el conocimiento de los intereses de los hombres, la economía sería como el color para un ciego. Coincidiendo con el apriorismo de Robbins, Knight sostiene que, aunque por observación no pueda decirse en qué grado un acto es económico, o deja de serlo, toda discusión económica supone modos dados de asignación que alcanzan, en diferentes grados, para cualquier individuo, algún fin general que es el denominador común de comparación. También que hay una asignación ideal que alcanzaría el fin general en un grado máximo y que está condicionada por los hechos de su situación: la cantidad de medios disponibles y los términos de la asignación. Por esta razón, conocemos el principio de racionalidad mejor, con mayor confianza y certeza que cualquier enunciado verdadero acerca de un hecho físico concreto, reportado por otro o registrado por nosotros. Lo conocemos tan completamente como cualquier axioma de la matemática y la lógica, porque no podemos pensar sin el hecho de la actividad económica deliberada. En el mismo sentido en que uno sabe que está escribiendo y no sólo haciendo marcas sobre una superficie. Viviendo en el mundo con otros seres inteligentes, no los conocemos a priori o por deducción unilateral a partir de datos sensoriales de observación. La dificultad principal 7

del método científico de la economía reside en que sus dos fuentes de información están en desacuerdo. Los motivos inferidos de sus efectos y los conocidos por observación interior no se corresponden y ésta es una condición de existencia de la acción intencional. Todos sabemos que la eficiencia máxima se alcanza mediante la asignación ideal de recursos pero también que nadie la alcanza porque la ignorancia, el error y el prejuicio afectan las elecciones reales. Por tal razón, la conformidad de la acción humana con los principios económicos es, y sólo puede ser, parcial y, por consiguiente, en sentido estricto, serían falsos. Esto también es algo que sabemos con certeza. La naturaleza parcial de la verdad en economía manifiesta una discrepancia potencial, reconocible como algo sabido, o asumido por el hablante competente; entre los intereses declarados, o los que escondemos

in foro interno, y las acciones. La

divergencia potencial de motivos, intereses o intenciones y los comportamientos susceptibles de observación, es una condición de existencia de la acción intencional. Pese al elevado status que Knight le atribuye a los postulados de la economía, no desconoce sus limitaciones respecto de la interpretación del comportamiento económico, destacando que: 1) el valor de una actividad para un individuo, a veces es sólo parcialmente función de su resultado (juegos); 2) lo que queremos no siempre es algo sabido y actuamos para saberlo y definir nuestros fines, es decir, nuestros intereses también son exploratorios, la curiosidad también depende de la ignorancia parcial del resultado de la acción llevada a cabo. III-.c. La propuesta de un pluralismo científico social Que la economía de los intereses no es la única ciencia social se vuelve claro si se considera una situación en la que alguien quiera hacer lo correcto en contraste con cualquier otra cosa que le interese. En este caso se plantea un problema de decisión sobre fines que depende de juicios de valor. Como la economía captura un aspecto, y otros pueden ser objeto de distintas ciencias sociales, Knight señala la necesidad de una perspectiva pluralista que evite el error de confundir las cuestiones de política social, que plantea la economía a los ciudadanos para alcanzar su consenso, con los problemas científico-técnicos. Existe una diferencia categorial entre la autodeterminación de los grupos y la manipulación autoritaria de los individuos. Una aplicación inteligente de los principios económicos no implicaría la pretensión de control técnico, sino mostrar lo que está mal en una situación, en relación a una línea propuesta de acción. La economía sólo puede guiar a la política social en el diseño de reglas concretas de juego. 8

Dos reservas es necesario efectuar sobre el uso de la teoría. Por un lado, es dudoso que la función de satisfacción individual, o su mapa de indiferencia, puedan mantenerse estable durante el cambio que se explica o predice. También resulta raro que una persona actúe exclusivamente sobre la base de su función de satisfacción. En la vida cotidiana, la predicción del comportamiento de una persona depende más de nuestro registro de su carácter y personalidad que de su comportamiento pasado. Al incluir estas reservas como clausulas ceteris paribus, la acción económica excluye toda otra motivación u error. Aunque a priori no resulte confiable, a falta de una razón para creer en algún cambio en la función de satisfacción, tiene valor explicativo o predictivo. Las respuestas concretas y positivas a cuestiones de ciencia y política económica dependen de juicios de valor, procedimientos, educación y el conocimiento de la naturaleza humana. Salvo por las respuestas a situaciones estandarizadas, el comportamiento de los individuos es más una cuestión de interpretación que de extrapolación estadística.

Por lo tanto, se necesita un estudio interpretativo o

comprensivo que vaya más allá de los límites de la economía e incluyera el campo entero de las disciplinas sociales.

IV-. Conclusión En un trabajo anterior (Leiva y Montoya, 2003), observamos que el desarrollo de la teoría económica no podía comprenderse como la construcción de un archivo homogéneo de modelos en sucesión de realismo creciente porque éstos asumían postulados incompatibles entre sí. En el presente trabajo, retrocedimos a un estadio en el que la proliferación de modelos divergentes aún no se había producido, para registrar el conflicto de las interpretaciones metodológicas, las evaluaciones epistemológicas y su trasfondo filosófico. Antes de difundirse y consolidarse como concepción de las teorías científicas y proporcionar los recursos expresivos para la formulación instrumentalista u operacional como posiciones oficiales de la disciplina; el positivismo lógico y su crítica popperiana, sirvieron para la elaboración de una línea argumentativa que socavaba la complacencia analítica del apriorismo. Hutchison adujo que, sin partir de condiciones iniciales verificadas independientemente, se carece de un poder explicativo y predictivo genuino. Al eludir la contrastación de sus supuestos, en última instancia, la teoría económica se 9

ampara en los apasionados juicios de valor de una ideología política liberal. Tales supuestos no sólo implican proposiciones que se apartan del mundo económico real, sino que no nos orientan sobre lo conveniente y ocluyen la investigación empírica de los motivos económicos, las expectativas y su formación. Pero

la

exigencia

positivista

de

testeo

de

toda

hipótesis,

con

datos

observacionales obtenidos independientemente de la teoría, desconoce la necesidad de un marco de criterios acordados para la interpretación de los intereses y las acciones económicas. Los principios de la economía pueden considerarse leyes porque son condiciones de posibilidad del sentido y la verdad de nuestras expresiones que explicitan el conocimiento de sí de los individuos, su capacidad de reflexión epistemológica, la efectividad de su comunicación y la eficacia potencial de un consenso social crítico que incluye apreciaciones valorativas sobre la competencia y confiabilidad de los informantes. Los postulados que vinculan los intereses a la acción son asumidos por la economía como una realidad de una categoría diferente, en sutileza y complejidad, de la de los comportamientos observables. Dado que la máxima eficiencia se enfrenta a la ignorancia, el prejuicio o al error, es condición de existencia de la acción intencional una conformidad sólo parcial con aquellos. Haciendo a un lado su evaluación epistemológica de los postulados, la autointerpretación de la disciplina asumiría una perspectiva analítica, un estilo de pensamiento más próximo al asumido por Hutchison. La perspectiva comprensiva de Knight, su estilo hermenéutico, sobreviviría entre los economistas de la escuela austríaca (Lachman, 1990) y, recién en los „80, el énfasis en el consenso se encontraría en autores como Donald McClosky, aunque desde una posición filosófica muy diferente. Al restituir aquella polémica cumplimos en destacar la fecundidad de un conflicto de profundidad filosófica pero que se despliega en distintos niveles y cuyos diversos señalamientos anticipan el desarrollo posterior de la disciplina. Notas

1. Yendo demasiado lejos, Mark Blaug señaló que se terminó “invalidando lo que pudo haber sido un esfuerzo decisivo para la reorientación de la metodología de la Economía de la posguerra.” (Blaug, 1980). Cfr. también Lawrence Boland (1982) y Bruce Caldwell (1982). 2. Sobre Knight y la Escuela de Chicago, cf. Emmett (2009). 3. Blaug (1980) sostiene que pese a esta introducción explícita del criterio popperiano, Hutchison no se dio plena cuenta de la crítica popperiana al criterio verificacionista de significación. En realidad, Hutchison emplea el criterio popperiano para demarcar la filosofía y la seudo-ciencia de la auténtica ciencia capaz de progreso porque cuenta con criterios aceptados para testear las soluciones competitivas en función de una determinada evidencia y, en consecuencia, puede remover los desacuerdos acerca de hechos, de un modo en que sus rivales no.

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Referencias Blaug, Mark (1985) [1980] La metodología de la economía o cómo explican los economistas, Madrid: Alianza Editorial. Boland, Lawrence (1982) The foundations of economic method, London: George Allen & Unwin. Caldwell, Bruce (1994) Beyond Positivism. Economic methodology in the twentieth century, London: Routledge. Emmett, Ross B. (2009) Frank Knight and the Chicago School in American Economics, London: Routledge. Hammond, Daniel (1991) “Frank Knight‟s Antipositivism”, History of Politicial Economy vol. 23, pp. 359-381. Hutchison, Terence W. (1941) “The significance and Basic Postulates of Economic Theory: A reply to Professor Knight”, Journal of Political Economy vol. XLIX, pp. 732-750. _________ (1960) [1938] The significance and Basic Postulates of Economic Theory, New York: Augustus M. Kelley, 2ª ed. Knigth, Frank (1921) Risk, Uncertainty, and Profit, Boston, MA: Houghton Mifflin. _________ (1940) “„What is truth‟ in economics?”, Journal of Political Economy vol. XLVIII, pp. 1-32. _________ (1941) “The significance and Basic Postulates of Economic Theory: A rejoinder”, Journal of Political Economy vol. XLIX, pp. 750-753. Lachmann, Ludwig (1990) “Austrian economics. A hermeneutic approach”, en Lavoie, Don (1990) Economics and hermeneutics, London: Routledge. Leiva, Esteban y Montoya, Pastor (2003) “El carácter representacional en la teoría económica neoclásica. Un debate epistemológico contemporáneo”. En Minhot, Leticia y Testa, Ana (comp.) Representación en ciencia y arte. Córdoba: Editorial Brujas. pp. 369-382. Machlup, Franz (1956): “Terence Hutchison‟s Reluctant Ultra-Empirism”, en Idem (1978) Methodology of Economics and Other Social Sciences, New York: Academic Press. Robbins, Lionel (1944) [1932-1935] Ensayo sobre la naturaleza y significación de la ciencia económica, México: Fondo de Cultura Económica.

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