Sobre rederas y otros oficios precarios y de mujeres. Los colectivos feminizados de la pesca

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Descripción

Sobre rederas y otros oficios precarios y de mujeres. Los colectivos feminizados de la pesca



SOBRE REDERAS Y OTROS OFICIOS PRECARIOS Y DE MUJERES. LOS COLECTIVOS FEMINIZADOS DE LA PESCA
Martínez García, Patricia

Resumen

Invisibilidad, marginación y precariedad son características adscritas a los oficios tradicionalmente ejercidos por mujeres, como expresiones de la división del trabajo en función del género. El sector de la pesca no escapa de este marco discriminatorio: escasez de regulación, minusvalorización de sus tareas o el carácter de excepcionalidad de su profesión son síntomas de las facetas opresoras que el patriarcado sustenta. Aunque las mujeres juegan un papel fundamental en el sector pesquero, se menosprecian sistemáticamente todas sus aportaciones. Presentes en toda la cadena productiva, no reciben reconocimiento social y, tradicionalmente, han pasado desapercibidas para estadísticas, investigaciones y decisiones públicas. Esta investigación, desde una perspectiva crítica feminista, analiza las diferentes dimensiones de la discriminación que se ejercen sobre estas trabajadoras. En concreto, y ubicándonos en el territorio gallego, se toman como referencia los casos de estudio de las mariscadoras a pie, dedicadas a la extracción en las orillas; y de las rederas, encargadas de la elaboración y reparación de los aparejos de pesca. Unas experiencias que también permiten introducir el objetivo de reconocimiento y visibilización de procesos protagonizados por mujeres. La elaboración de entrevistas en profundidad y la recopilación de documentos e informaciones permiten el examen y la reconstrucción de unas experiencias en las que estas profesionales se constituyen como nuevos sujetos empoderados que han mejorado su contexto individual y dinamizado las comunidades pesqueras.

Palabras clave: división del trabajo en función del género, mariscadoras a pie, rederas.

Abstract
Women´s jobs are characterized by invisibility, marginalization and precariousness due to the sexual division of labor. The fishing sector does not escape from this discriminatory context. Poor regulation, undervaluing of their tasks or their condition of exceptionality are symptoms of it. Although women play a major role in fishing, their contributions are belittled. They are present in the whole productive chain, but they do not receive social recognition y they are invisibles to studies, researches and public decision. This paper, from a feminist perspective, analyzes the different dimensions of discrimination against these workers. Specifically, this research, located in Galicia, is taken as references the case studies of shellfish gatherers, women who take shellfish from the beaches, and net menders, who repair and make fishing nets. Experiences that allow the introduction of the visibility and recognition of processes starred by women. This study was made through in-depth interviews and documents and information gathering. Tools that allow to reconstruct the transformation of these women in empowered subjects.

Keywords: sexual division of labor, shellfish gatherers, net menders.



Introducción.
El mundo de la pesca se presenta como un escenario ideal para observar y analizar las divisiones jerarquizadas impuestas por el sistema sexo-género. En concreto, Galicia se desvela como un caso paradigmático para este examen, ya que se trata de un sector económico y social fundamental en el territorio. Según datos del Anuario de la Pesca de 2014 publicado por el ejecutivo autonómico, constituye el 2,8% del PIB y produce unos 24.000 empleos directos, generando una facturación de más de 430.000 millones de euros. Una actividad que no se puede comprender sin el papel ejercido históricamente por las mujeres, especialmente en esta ubicación. A partir del Plan para la Igualdad de Género en el Sector Pesquero y Acuícola (2015-2020) se extrae que, en términos porcentuales, las gallegas constituyen casi tres tercios de las mujeres afiliadas al Régimen Especial del Mar (un 67% frente a las segundas, que serían las vascas, con un 13%). Sin embargo, cabe precisar que estas estadísticas invisibilizan muchos oficios y aportaciones femeninas (García Negro, María do Carme y Zotes, Yolanda; 2006).
Se calcula que aproximadamente unas 20.000 mujeres trabajan en el sector pesquero en Galicia (Gago, Constantino y Ardora Sociedade Cooperativa Galega, 2004), si bien con diferente presencia dependiendo la actividad. Su representación es ínfima en la extracción de embarque y entre los armadores; intermedia en la acuicultura y en el equipo técnico biólogo; y mayoritaria en el marisqueo, en las tareas de apoyo -reparación de redes ,comercialización, etc- y en la industria conservera. Una división que muestra la persistencia de "una separación o clasificación arcaica en la que las labores del mar se atribuyen a los hombres y las vinculadas a tierra a las mujeres", asumiendo también estas últimas "otras responsabilidades como el cuidado del hogar, la gestión del trabajo de los maridos en el mar y, por supuesto, aquellas actividades económicas y consideradas erróneamente como complementarias" (MAGRAMA, 2015: 5). Una estructura sustentada en la invisibilidad y en la explotación del trabajo femenino y que deriva en una carencia de poder social y político.
Esta investigación pretende realizar un análisis de la situación de dos colectivos feminizados concretos: las mariscadoras a pie, dedicadas a la extracción de bivalvos en las orillas, y las rederas, encargadas de la reparación y montaje de los aparejos de pesca. Es decir, se plantea la elaboración de un diagnóstico desde una perspectiva feminista sobre unas profesionales que padecen las múltiples opresiones del patriarcado.
Sin embargo, también son casos representativos respecto a su integración en los cambios acaecidos en el marco institucional y político. Ante los problemas de desafección y distanciamiento entre ciudadanía y gobernantes; pérdida de legitimidad y carencia de eficacia y eficiencia administrativa, se propone un modelo de toma de decisiones más interactivo. La gobernanza se introduce como paradigma en la elaboración e implementación de políticas públicas, abriendo el espacio público a diferentes actores no convencionales (Rhodes, Roderick; 1997; Kooiman, Jan; 2004; Blanco, Ismael y Gomà, Ricard; 2006). De forma paralela, la agenda institucional en sus diferentes niveles territoriales abre sus puertas a legislaciones y programas de igualdad (López, Mónica; 2005; Diz, Isabel y Lois, Marta; 2011). En este contexto, favorable a la participación y a la búsqueda de equidad, la Xunta de Galicia encuentra una justificación para un cambio de estilo en el desarrollo de las políticas del marisqueo, donde tan pocos resultados se habían obtenido hasta la fecha a partir del modelo vertical tradicional (Bouza, Ramón; 2005; Mahou, Xosé; 2008).
Es en los años noventa cuando las mariscadoras son invitadas a implicarse en su propia profesionalización. Una experiencia que, bajo los mismos parámetros, se aplica a las rederas. Sin embargo, lo interesante es constatar que, junto a los resultados mensurables respecto a la mejora de sus oficios, también se producen un proceso de empoderamiento de las participantes (Martínez García, Patricia; 2012; 2013). Cambios a nivel individual y colectivo que provocan ciertas transformaciones en las relaciones de poder tradicionales.
Los testimonios de estas trabajadoras permiten la reconstrucción de sus experiencias. Unas entrevistas en profundidad realizadas, en diferentes intervalos, entre los años 2010 y 2014. Una tarea que se complementa con la recopilación y análisis de contenido de las informaciones vinculadas a estos colectivos, así como con una selección de programas, planes y normativas vinculadas con estas trabajadoras. Una labor con la que se pretende cumplir el segundo objetivo de esta investigación: la visibilización de las experiencias protagonizadas por mujeres que se constituyen como sujetos de cambio. Y es que, como afirma Rosa Cobo (2005: 269): "en este momento histórico es crucial producir conocimiento y reflexiones feministas que descifren los nuevos hechos sociales que se están gestando y que afectan a las mujeres".

Reconocimiento masculino en el mar, precariedad femenina en la tierra.
Una panorámica general sobre el mundo de la pesca nos permite identificar la construcción de una organización social definida en cuanto al género. Un sistema dual y jerárquico, sostenido en oposiciones tales como público y privado, producción y reproducción, en donde lo primero es "lo asociado con el espacio y las tareas de los hombres blancos, heterosexuales, sin discapacidad, etc.; es decir, el reino del sujeto ilustrado, ciudadano autónomo que firma el contrato social, el homo economicus" (Pérez Orozco, Amaia; 2006a: 207). Es decir, la existencia de un pacto sexual, como manifiesta Carole Pateman (1995) genera una realidad sustentada en lógicas de dominación y opresión sobre las mujeres, a las que hay que sumar cualquier grupo social señalado como alteridad (Young, Iris Marion; 2000). Un marco de discriminaciones en términos de distribución y reconocimiento que construye a las mujeres como "otras subordinadas y deficientes que no pueden participar como pares en la vida social" (Fraser, Nancy; 2011: 299).
Este diagnóstico se encarna en los colectivos feminizados de la pesca. A pesar de que las mujeres han jugado un papel fundamental en todas las áreas del sector pesquero se han invisibilizado todas sus aportaciones. Presentes en toda la cadena productiva, no han recibido reconocimiento social y han pasado desapercibidas para estadísticas, investigaciones y decisiones públicas. Y, sin embargo, como afirman María do Carme García Negro y Yolanda Zotes (2006: 4): "Todas las actividades pesqueras dependen, en mayor o menor medida, de la relación histórica creadora de todo tipo de enlaces de naturaleza económica, donde las mujeres fueron protagonistas: pescando, cultivando, transformando, vendiendo y transmitiendo saberes (conocimiento) para repetir generación tras generación esa relación íntima entre habitantes y mar". Es decir, la importancia de las mujeres a nivel socioeconómico es fundamental en las comunidades pesqueras y, sin embargo, "ata fai ben pouco os coñecementos e as profesións das mulleres non estaban valoradas" (Federación Galega de Confrarías de Pescadores, 2008: 21). Una situación que deriva en marginalidad y precariedad económica, ausencia de influencia política y social, falta de reconocimiento, carencia de confianza y autoestima y un largo etcétera que influye en los proyectos de vida de estas mujeres.
La premisa patriarcal: "No es trabajo, es un complemento".
El escenario presentado en líneas anteriores se concreta en la división del trabajo en función del género. Unos esquemas patriarcales que encuentran en el capitalismo el aliado ideal al legitimar los discursos que relacionan lo femenino con lo doméstico y lo privado, mientras los varones se encargan de sustentar económicamente a su familia. Y es que "se presupone que las mujeres son esposas y se supone que las esposas dependen económicamente de sus esposos, obteniendo de ellos los medios de subsistencia a cambio de servicios domésticos" (Pateman, Carole; 1995: 193), y de cuidados y amor desinteresados. En este sentido, la aparición de las mismas en la esfera de producción "reviste un carácter marginal, de asomo, que se plasma en la sobreexplotación, o en la asignación de puestos de trabajo definidos por la provisionalidad, al estar "como de paso", la excepcionalidad –la mujer es aquí la suplente por excelencia-, o por la extrapolación de los roles domésticos en la vida social (Amorós, Celia; 1985: 250).
La situación de partida de mariscadoras a pie y rederas encaja con este patrón en el que las peores condiciones laborales se reservan para los colectivos feminizados. Amaia Pérez Orozco (2006b: 240) identifica varias dimensiones que exponen los grados de precariedad y desigualdad:
- La existencia de remuneraciones y la presencia de prestaciones sociales asociadas [...]
- La existencia (y aplicación) de una regulación legal de la actividad que determine las condiciones laborales en sus múltiples dimensiones (espacios, horarios, descansos, formación requerida, manejo de instrumentos...), el reconocimiento legal de la actividad, etc.
- Otra dimensión de la (in)visibilidad es la valoración y el reconocimiento sociales asociados a la actividad.
- El espacio en el que se lleve a cabo el trabajo también resulta determinante, así, todo aquel trabajo que se realice, en su totalidad o en su mayor parte en el espacio doméstico, arrastrará la invisibilidad asociada a dicho espacio.
- La existencia de medidas, de datos numéricos, de estadísticas, es otro asunto central [...].
Si atendemos a los casos de estudio de esta investigación, estas dimensiones las ubican en un grado alto de precariedad, más acentuado en el caso de las rederas al no ser extractoras y producir beneficios económicos menos directos.
Mariscadoras a pie
En los años previos a la puesta en marcha del proceso de profesionalización, la problemática de las mariscadoras se puede resumir en el más absoluto descontrol, relacionado, en parte, con el perfil que presentaban estas mujeres (Santasmarinas, 2006). Un nivel cultural medio bajo, con una imagen mediática conflictiva fundamentada en fuertes localismos; carencia de formación y concienciación; la identificación con una actividad marginal, que derivaba en la autodepredación de los recursos y en una ausencia total de reconocimiento profesional. Un oficio que se concebía como fuente de ingresos mínimos para compatibilizar con otros trabajos o como complemento de los ingresos familiares. Derivado de este escenario, y bajo la creencia de que el mar era de todos, se genera una gran dependencia de la Consellería de Pesca para que repoblara y vigilara las playas. Por otro lado, se cogía el marisco sin el tamaño comercial mínimo, vaciando los arenales -a lo que se sumaba el furtivismo- y con periodos de veda impuestos por la administración. Tampoco contaban con visión comercial: se hacían competencia entre ellas mismas vendiendo fuera de lonja, supeditando sus ventas al deseo y a las decisiones de los compradores, al igual que el precio de su trabajo. Es decir, no controlaban sus condiciones económicas ni laborales y no contaban con ninguna influencia en las cofradías de pescadores, donde se ignoraban y ninguneaban sus intereses.
Se calcula que en los noventa había unas 12.000 mariscadoras, de las cuales en torno al 80% no estaban dadas de alta en la seguridad social. Y su salario rondaba los 1.200 euros al año. Tanto su situación como la degradación del medio marino eran insostenibles, a lo que cabe sumar fracasos continuos de los programas elaborados para este subsector, lo que generaba desconfianza y alejamiento hacia una administración que no las tenía en cuenta a la hora de elaborar los planes. Tuvieron que coincidir una serie de circunstancias para que se atendiera a sus reivindicaciones: un cambio de actitud y de modelo de decisión por parte de la Consellería hacia la interacción; un alineamiento de género entre la institución, el equipo técnico y las profesionales y una conciencia feminista entre el personal (Marugán, 2004).
Estas circunstancias crearon un escenario propicio para iniciar un proceso participativo en el ámbito del marisqueo. Entre el año 1993 y 1995 se recorrieron todas los lugares donde había marisqueo en un diálogo directo con ellas; se insiste en la organización como herramienta de mejora y se propugnan encuentros para la puesta en común de intereses y la creación de una conciencia colectiva. La formación, en el marco del programa NOW de la Unión Europea, se convierte en otro de los pilares importantes de la profesionalización. Paralelamente, y a partir de 1996, se pone en marcha un programa de desarrollo productivo, económico y organizativo para la profesionalización del marisqueo a pie, conocido como Plan Galicia. Dos eran los objetivos fundamentales: la conversión de las mariscadoras en verdaderas profesionales; y el fortalecimiento de la organización en el sector. La creación y reforzamiento de las agrupaciones de mariscadoras en las cofradías, que culmina con una federación general (AREAL), y el fomento de cooperativas de producción autónomas y autosuficientes se constituyeron en medidas para evitar la dependencia de las subvenciones y la explotación por parte de los intermediarios. Se sentaban las bases, por tanto, de la pretendida profesionalización, en el que las mariscadoras pasaron de ser simples recolectoras a cultivadoras, lo que conllevó un cambio de mentalidad pero también un incremento de su nivel formativo y una mejora de las estructuras tecnológicas, productivas y organizativas.
2.1.2. Rederas
Si con las mariscadoras hablamos de invisibilidad, el caso de las rederas se caracteriza por la ausencia más absoluta del ámbito político, económico y social. Directamente, se podría decir que eran inexistentes para estudios, planes y medios de comunicación. Esta falta de reconocimiento se cruza con otra barrera fundamental: un alto nivel de intrusismo en torno al 65%, de las 2.000 ó 3.000 personas que se dedican a la confección y reparación de redes, aunque no hay datos oficiales definitivos al respecto. Esta competencia obligaba a muchas a trabajar por menos de 3 euros la hora, en jornadas de trabajo que llegaban a las 10 y 12 horas, realizado a la intemperie o, en muchos casos, en el encerramiento doméstico cuando se trata de artes menores. Un oficio artesano denigrado que miraba -y mira- al futuro con pesimismo ya que el relevo generacional es muy bajo.
Por otro lado, la diferencia de género está muy presente en esta profesión, derivado de que los hombres se dedican en su totalidad a redes de arrastre, con un nivel de intrusismo inferior al 8% - aparejos muy grandes y pesados, por lo que sólo se pueden manejar en espacios abiertos, más fácilmente controlables-. Suelen trabajar por cuenta ajena, mientras que las rederas son autónomas; los salarios son dignos, llegando a 1.200 euros al mes, al igual que los horarios y las condiciones laborales en espacios acondicionados. Además de la injusticia social que supone esta realidad diferenciada, también provoca una diversificación de los intereses dentro de la profesión, ya que no están afectados por los mismos problemas y los rederos se desmarcan de las reivindicaciones de sus compañeras. Un escenario que torna más gris si sumamos la disminución de la demanda de reparación y confección por parte de los armadores y la deslocalización de esta industria, que condiciona todavía más la permanencia de las rederas.
Ante estas circunstancias, y partiendo del éxito previo con las mariscadoras (Mahou, Xosé; 2008), se inicia un proceso bajo premisas similares a partir de 2001. El mismo equipo técnico inició el contacto con las atadoras en todos los puertos para establecer un diálogo directo con las profesionales. También se celebran encuentros y reuniones con el objetivo de compartir problemáticas y fomentar el asociacionismo, lo que culmina en la creación de la Federación de Redeiras Artesás O Peirao. La búsqueda de la dignificación del oficio, la visibilización social, la mejora de las condiciones laborales, el aumento de ingresos y la diversificación económica, así como la profundización en la organización y la formación son algunos de los fines seguidos por la entidad. Unos principios a los que se contribuye con el proyecto Arlinga, puesto en marcha por el Área de Igualdade de la Vicepresidencia de la Xunta durante el bipartito.
De esta manera, se afianzan las herramientas que convierten a las rederas en un referente de modernización y dinamización en el ámbito de la pesca. Estas profesionales, al igual que las mariscadoras, han dignificado y visibilizado su realidad y han dado importantes pasos en su camino hacia el empoderamiento.

Una revolución femenina en el mar.
En las líneas anteriores, se han dado unas breves pinceladas de las medidas que, desde las instituciones, se desarrollan con estas profesionales comprometidas profundamente en la profesionalización de su oficio. Cabe centrarse ahora en los resultados, tanto en aquellos mensurables como en otros más subjetivos, que se producen a partir de la integración de las mismas en la toma de decisiones. Un conjunto de cambios que derivan en el empoderamiento de las implicadas y que es constado en otras investigaciones como la de Eva Alfama (2010), sobre la Plataforma en Defensa de l´Ebre, o Fátima Cruz (2007), en la montaña palentina. Estudios que, al igual que en los casos de mariscadoras y rederas (Marugán, Begoña; 2004; Martínez García, Patricia; 2012, 2013), encuentran un vínculo entre participación y adquisición de poder femenino.
¿Qué entendemos por empoderamiento?
El empoderamiento ha ocupado los debates políticos contemporáneos en torno a las cuestiones feministas y de desarrollo comunitario a partir de los años setenta (León, Magdalena; 2001). Una proliferación que diluye su definición y sus implicaciones en una posible pérdida de potencial transformador por su creciente uso por las organizaciones más vinculadas a opciones conservadoras o neoliberales (Batliwala, Srilatha; 2007). Sin embargo, esta investigación entiende que se trata de una herramienta con un fuerte carácter explicativo para comprender las alteraciones en las relaciones de poder tradicionales. Como explica Magdalena León (2001: 104), los procesos de empoderamiento son, para las mujeres, "un desafío a la ideología patriarcal con miras a transformar las estructuras que refuerzan la discriminación de género y la desigualdad social. El empoderamiento, por lo tanto, se entiende como un proceso de superación de la desigualdad de género". Otra definición operativa para aplicar a los casos de estudio de este trabajo es la que formulan Amaia Del Río, Maite Fernández y Ana Isabel Sanz (2001: 33):
"El empoderamiento es una estrategia que propicia que las mujeres incrementemos nuestro poder, esto es, accedamos al uso y control de los recursos materiales y simbólicos, ganemos influencia y participemos en el cambio social. Es un proceso por el que las mujeres tomamos conciencia de nuestros propios derechos, capacidades e intereses, y de cómo éstos se relacionan con los intereses de otras personas, con el fin de participar desde una posición más sólida en la toma de decisiones y estar en condiciones de influir en ellas". (Del Río, Amaia; Fernández Villa, Maite; y Sanz, Ana Isabel; 2001: 33).
Esta concepción permite observar una dimensión colectiva que actúa en los ámbitos político, económico, social y cultural, pero también en el individual, relacionada con la toma de conciencia. Existen muchas reticencias respecto a la consideración de esta segunda por su posible ligazón a un paradigma más liberal (León, Magdalena; 2001; Batliwala, Srilatha; 2007), pero se considera estratégica su inclusión. Muchos de los testimonios que se tomaron en cuenta en esta investigación describen cambios en lo personal, como cuestiones de autoestima y confianza. Sentimientos que no deben quedar fuera de cualquier análisis. Por otro lado, se trata de un importante campo sobre el que trabajar la "opresión interiorizada" (Rowlands, Jo; 2005); una forma de resistencia y de impulso de cambio individual que influye también en lo grupal.
Con todo, se analiza el empoderamiento de mariscadoras a pie y rederas con base en cuatro ámbitos diferenciados:
Material. Aspectos económicos y laborales más directamente relacionados con la mejora de su oficio: condiciones de trabajo, organización del sector, regularización...
Político. Cuestiones relacionadas con su papel en la toma de decisiones: puestos en las organizaciones, interlocución con las instituciones, acción colectiva...
Sociocultural. Implicación en el desarrollo de sus comunidades. Se distinguen dos tipos de participación en este sentido: aquellas actividades de impacto alto, vinculadas a proyectos con otros colectivos sociales y de carácter más transformador y dinámico; y actividades de impacto menor, ligadas al ocio y al recreo. En esta dimensión también se incluye la visibilidad y el tratamiento mediático.
Individual. Cambios en el espacio privado de las mujeres, donde se incluye aquellas cuestiones relacionadas con la conciencia personal pero también con los afectos.
Estas cuatro variables permiten un análisis global de las alteraciones vividas por estas mujeres. Procesos en los que logran una mejora de su cotidianeidad y de posición de poder en sus comunidades, pero que no fueron ajenos a problemas y resistencias de los entornos, sumidos en costumbres y prácticas patriarcales.
Las primeras voces femeninas escuchadas en la pesca
Las mariscadoras fueron el primer colectivo feminizado de la pesca implicado en un proceso de profesionalización, por lo que las participantes se convirtieron en la vanguardia de una serie de cambios que tambalearon las bases tradicionales de la pesca. Como nos recuerda Begoña Marugán Pintos (2011), la elaboración de su libro E colleron ese tren es (2004):
"es también una historia que habla de cómo se logró pasar de la invisibilidad al reconocimiento; una historia sobre la cogestión y la importancia del diálogo entre la ciudadanía y los poderes públicos; una historia de confianza mutua y solidaridad entre mujeres; una historia sobre las posibilidades del desarrollo sostenible, y para mí, personalmente, la mejor muestra de la capacidad femenina de superación y transformación colectiva. Porque quizá no lo sepan, pero en Galicia, hace ya unos años, las mariscadoras a pie protagonizaron una auténtica revolución silenciosa que merecía ser contada".
Esta cita resume los cambios experimentados por esta mujeres a lo largo del proceso de profesionalización. Desde el ámbito material, la puesta en marcha del conocido como Plan Galicia, supusieron un revulsivo para su estatus de trabajadoras. Se convierten en cultivadoras de las playas además de extractoras y se familiarizan con las tácticas comerciales. Por otro lado, se regulariza su profesión, con la consecuente reducción en el número de mariscadoras en más de la mitad: en el año 2000, unas 5.500 personas contaban con título de explotación y estaban dadas de alta en la Seguridad Social. Todo ello permite que se incremente el volumen de ingresos, llegando a los 15.000 euros al año en lugares como Muros (Marugán Pintos, Begoña; 2004) , si bien no son datos homogéneos en toda Galicia. De un trabajo basado en la temporalidad y la complementariedad se sucede uno fundamentado en la organización y en la calidad. Un cambio de mentalidad que conlleva nuevas estructuras de trabajo, horarios definidos, y una tarea más colectiva y solidaria. Como explica una de ellas, se ayudan y cubren las posibles carencias de su compañeras, proporcionando la flexibilidad necesaria ante las dobles y triples jornadas femeninas.
Esta nueva situación influyó también en los ingresos de las cofradías, lo que otorga a las mariscadoras una nueva posición en las mismas. Una circunstancia que viene acompañada de la insistencia de la administración por organizar el colectivo. Desde la puesta en marcha del proceso se crean, progresivamente, 44 asociaciones, que representan los intereses de este colectivo. Proyecto que culmina con la creación de la Asociación de Profesionais do Marisqueo a Pe (AREAL), si bien no con los resultados esperados. En 1995 había únicamente dos patronas mayores, cuatro en 2004 y trece en la actualidad de las 62 cofradías existentes. Cuantitativamente se constata una evolución, todavía insuficiente, pero son más relevantes los cambios cualitativos. Las asociaciones de mariscadoras no existían. De hecho, en muchas cofradías, como Baiona y O Vicedo, no se les permitía ni ingresar como socias, mientras ahora son mujeres quienes las dirigen. Del mismo modo, parecen haberse superado los ataques iniciales que tuvieron que sufrir cuando decidieron organizarse, además de las luchas de poder ante el hecho de que muchos hombres se habían afianzado en su puesto directivo. Como referencias se pueden encontrar las declaraciones del patrón mayor de Vilaxoán, Ramón Soto, en las que define a las mujeres agrupadas como "unha pandilla de lobas" (La Voz de Galicia, 22/03/2001); la negativa de su equivalente en Cedeira, Manuel Iglesias, a darles atención médica, representación en el cabildo o la cesta de Navidad porque "a xente non as quere como socias [...] Elas non aportan case nada" (La Voz de Galicia, 03/04/2003). O la colocación de muñecos vudú en sus coches y el dibujo de símbolos demoniacos en sus casas cuando se sucedieron conflictos de poder en Cabo de Cruz durante 2004. Resistencias que parecen superadas, al menos formalmente, como se sucede del informe elaborada por la Federación de Confrarías (2008). Si bien es cierto que queda un largo recorrido en el combate contra actitudes patriarcales cada vez más sutiles.
Además de su participación activa en las cofradías, también elaboran los planes de explotación en colaboración con la Xunta y se implican en el desarrollo de muchas políticas. Ejemplo de ello es el trabajo por el reconocimiento de su oficio en la reforma de la Política Pesquera Común de la Unión Europea. No obstante, esta interacción con las instituciones no está reñida con su presencia en movilizaciones y eventos de carácter más conflictivo, en un enriquecimiento de las redes sociales y comunitarias. Junto a Greenpeace se enfrentaron a la contaminación de la ría de Corcubión, contra los eólicos en O Vicedo por problemas medioambientales o contra los rellenos en Baiona por ubicar un puerto deportivo, por presentar algunas referencias. Esta implicación en los entramados sociales y culturales también se manifiesta en su implicación en otras experiencias más vinculadas al turismo y a la dinamización de sus comunidades. El desarrollo del proyecto Guimatur, en el que organizan rutas para conocer su oficio y el de otros colectivos como las rederas; el impulso de una cooperativa para comercializar productos derivados del percebe en Baiona; su participación en ferias y eventos, como Come o Mar y un largo etcétera muestran la vitalidad de estas mujeres a la hora de tomar la iniciativa.
Por último, cabe señalar cambios a efectos personales. La participación en viajes, jornadas, encuentros les permitió una gran adquisición de habilidades sociales, que les permiten menos complejos a la hora de expresarse, como algunas de ellas reconocen. La formación también es un pilar básico en este sentido, con una implicación total por su parte. Varias técnicas elogian su entusiasmo y su capacidad de aprendizaje en la multiplicidad de cursos que se realizan, no sólo profesionales sino también relacionados con liderazgos, nuevas tecnologías, etc. La mayor independencia económica y el reconocimiento de su trabajo modifican su posición familiar. Cuestiones que se demuestran más en su expresión de autoestima que en un reparto equitativo de los cuidados y de los afectos, ya que el ámbito doméstico todavía es una tarea pendiente de igualdad. Pero el hecho de concebir su trabajo como profesión, con salario digno y tiempos diferenciados permite una mayor confianza en sus aportaciones. La visibilidad ofrecida por los medios, si bien todavía fuente de discriminación simbólica hacia ellas y otras trabajadoras del mar (Martínez García, Patricia; 2014a; 2014b), colabora en una imagen positiva. Sentencias como "se colocarán a la cabeza de España y Europa, que nunca han visto una agrupación semejante" (La Voz de Galicia, 03-04-2002) o "han logrado reconvertir una actividad destinada a redondear la economía familiar en una profesión con todas las de la ley" (La Voz de Galicia, 04-03-2006) son ejemplos del cambio en la percepción social.
Todas estas cuestiones han permitido que las mariscadoras transiten de una situación de invisibilidad, marginación, discriminación y carencia de valoración hacia su empoderamiento. Y es que se han constituido en un colectivo vanguardia dentro de este ámbito, sirviendo de guía a otros procesos, y desarrollándose como verdaderas profesionales, mejorando sus condiciones laborales y económicas, además de incrementar su reconocimiento social y su posición en las comunidades pesqueras.
Unas redes femeninas atadas con esfuerzo y acción colectiva
Herederas de la política desarrollada con las mariscadoras, las rederas se han convertido en un ejemplo de organización en la pesca, como señala una de las técnicas que trabaja con ellas. Si bien son todavía un colectivo precario -señalando como una de las causas principales el intrusismo- se pueden constatar muchas mejoras, cuya base se encuentra en la organización. Totalmente atomizadas y dispersas por la geografía gallega, las atadoras no tenían ningún tipo de voz colectiva. La creación de asociaciones locales y una entidad aglutinadora, O Peirao, puso fin a esta situación. Actualmente hay ocho asociaciones (a la que hay que sumar la de Cariño en breve), en la que se integran unas 125 rederas de las aproximadamente 700 en situación regular. Proporcionalmente la cifra no es muy elevada, pero se debe tener en cuenta que existen muchas mujeres que trabajan para barcos familiares y son ajenas al proceso. Las entrevistas a varias atadoras de Aguiño confirman esta realidad: su experiencia no tiene nada que ver con la de otras compañeras más precarias. Tienen carga de trabajo suficiente y fija y los ingresos son familiares, además de haber visto mejoradas sus instalaciones de forma colateral a la política pública.
Este impulso organizativo ha permitido a las rederas una serie de mejoras en sus condiciones laborales. En primer lugar, han conseguido el certificado de cualificación profesional -un reconocimiento que se extiende a las trabajadoras de otros territorios como Euskadi, Cantabria y Asturias-. Además, entre las asociadas han unificado los precios de las redes, intentando evitar la competencia entre ellas e incrementar sus ingresos. Esta búsqueda de beneficios también las ha llevado a la diversificación, elaborando productos manufacturados con la consecución de la Carta de Artesanas de la Xunta de Galicia. Labor que les permite participar en ferias de diversa índole y ampliar su mercado. También han mejorado sus espacios de trabajo. Si antes normalmente reparaban las redes a la intemperie o en sus casas cuando se trataba de artes menores, ahora cuentan con naves acondicionadas, con luces y servicios apropiados.
Por otro lado, han pasado de estar ninguneadas, como reconoce una de las técnicas vinculadas al proceso, a convertirse en interlocutoras políticas en todos los niveles territoriales. Lideran iniciativas como la del sello homologado, para identificar las redes "legales", o el proyecto Eco-Redes con el que colaboran para realizar productos más sostenibles. Se han implicado en todo el plan de reforma de la Política Pesquera Común, desde la elaboración del Libro Verde hasta el programa definitivo. También han establecido contacto directo con la administración y una capacidad de reivindicación y negociación considerable. Otra técnica comentaba como las rederas se han convertido en agentes totalmente activos y no esperan que nadie llame a su puerta para solucionar sus problemas.
Paralelamente, han establecido importantes nexos interna y externamente. En primer lugar, han creado una fuerte conciencia colectiva, lo que se refuerza con la labor realizada por la federación que, al contrario que AREAL, parece funcionar. Los encuentros y las reuniones han permitido el diálogo y el acercamiento entre ellas. Como reconoce una redera: "Agora nos congresos nos escoitamos, compartimos a nosa situación, o sentir de cada unha. E saímos da casa fixándonos un día que se convirte en importante para nos". Otros proyectos como entrerredeiras en el que las directivas se reúnen con las rederas de diferentes puertos para conocer problemáticas e intereses influyen en este sentido. Por otro lado, han forjado un acuerdo con las profesionales de otros territorios a través de la Declaración de Ondarroa, con la que pretenden reforzar la presión hacia las instituciones para lograr sus objetivos. Del mismo modo, se han insertado en la Red Española de Mujeres de la Pesca y colaboran en sus actividades a congresos, algo que extienden a Europa.
Por otro lado, su capacidad de movilización ha quedado demostrada en varias ocasiones. Una referencia es la campaña "SOS Redeiras", con la que pretenden concienciar a armadores y otros sectores de la pesca para que no fomenten la irregularidad en su oficio por bajar los costes. Encierros y manifestaciones en diferentes edificios de la administración también fueron usados como tácticas. Acciones reivindicativas que van acompañadas de colaboración en el desarrollo comunitario de sus zonas.
Todo ello ha conllevado una mayor visibilidad social, acompañado de un reconocimiento mediático. Su presencia es ínfima en los noticiarios pero se ha constatado cierta evolución en el tratamiento hacia una imagen de colectivo fuerte y unido, con capacidad de acción (Martinez García, Patricia; 2014a). También se constatan cambios en el campo personal. Su implicación en la formación que, al igual que con las mariscadoras, es variada y no sólo vinculada a la profesión, las dota de una mayor confianza y autoestima. Los cursos, acompañados de participación e interacción con diferentes agentes políticos y sociales, les permiten la adquisición de habilidades sociales y ciertos cambios en su posición, tanto en el ámbito doméstico como en el comunitario. Porque, como recuerda La Voz de Galicia (31-07-2011), "¿Qué serían los barcos sin sus rederas?

Conclusiones.
Las mariscadoras a pie y las rederas conforman colectivos que encajan a la perfección con las características de la división del trabajo en función del género. Ausencia de regulación, bajos salarios, condiciones laborales precarias, carencia de estudios, etc. son algunas de las particularidades de estas profesiones, comunes a aquellos oficios ejercidos por mujeres.
No obstante, estas mujeres han demostrado que es posible invertir esta situación y enfrentarse a las muchas discriminaciones que impone el sistema sexo-género. Como afirma Begoña Marugán Pintos (2010: 103), "siempre que se sueña colectivamente, es posible transformar una realidad instalada". Una descripción que aplica a las mariscadoras pero que se puede extender también a las rederas y otras mujeres del mar. Las profesionales del mar mediante su organización, formación e implicación revolucionaron las bases patriarcales que sustentaban las comunidades pesqueras en un camino hacia la mayor sostenibilidad del entorno.
Si bien son muchos los cambios y esfuerzos que quedan por realizar, sus acciones revelan que se puede mejorar las experiencias de vida. En un momento de crisis y de declive para la pesca, las mujeres se incorporan con fuerzas renovadas como agentes dinamizadores del sector. Y es que, como relata Eme Cartea (La Voz de Galicia, 30-04-2010): "o mar, preñado e feroz, é feminino ou non é".

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Investigadora predoctoral de la Universidad del País Vasco, en el Departamento de Ciencias Políticas y de la Administración, bajo la financiación del Programa de Formación de Personal Investigador del Gobierno Vasco. Su actividad se ubica en el grupo Parte Hartuz; concretamente, en el eje Feminismos y Modelos de Democracia. El trabajo que presenta en este Congreso es un working progress de su proyecto de tesis doctoral "Empoderamiento femenino en contextos de gobernanza. El caso de las mujeres de la pesca en Galicia y el País Vasco".
En http://www.pescadegalicia.com/Publicaciones/AnuarioPesca2014/presentacion.html (Datos ofrecidos por la Consellería de Pesca e Asuntos Marítimos).
Con el objetivo de detectar una evolución en la visibilidad y reconocimiento de estas mujeres, se procede a un análisis cualitativo del tratamiento mediático hacia las mismas. Así, se recogen las informaciones de la Voz de Galicia -periódico de cobertura general y mayor tirada en el territorio- vinculadas a los procesos de mariscadoras y rederas, con un total de 664 publicaciones relacionadas con las primeras y 229 con las segundas.
Este epígrafe surge de la afirmación de un informe de La Federación de Confrarías de Pescadores de Galicia (2008: 21) que, tras reconocer la ausencia de reconocimiento de las mujeres en la pesca, sostiene que fue precisa una "evolución social que se pode chamar revolución feminina no mar para que as mulleres puxesen en valor eses coñecementos para así empezar a formarse en materia formativa adecuada e específica para elas e que axudou a mobilizar o sector, a mellorar a súa autoestima e a participar máis nas entidades colectivas representativas do sector e que tradicionalmente estaban copadas polos homes".
La socióloga recuerda en esta entrada la reconstrucción realizada en E colleron ese tren... Profesionalización das mariscadoras galegas del proceso de estas trabajadoras. Ver referencia en: http://www.fsc.ccoo.es/webfscasturies/menu.do?Actualidad:Titulares:211344
Para más información respecto al incremento en las rentas de las mariscadoras se puede acudir al libro realizado por Begoña Marugán Pintos (2004): E colleron ese tren... Profesionalización das mariscadoras galegas, editado por la Xunta de Galicia. En el mismo realiza un exhaustivo recorrido sobre el proceso protagonizado por estas trabajadoras así como los cambios acaecidos.
A este respecto, mariscadoras de Lira manifestaron quejas a lo largo de las entrevistas. El reparto del territorio de extracción y las consecuentes limitaciones por áreas perjudicaron a zonas no tan ricas en la producción marisquera.
Según las declaraciones de algunas técnicas y profesionales, la federación no tenía un funcionamiento tan democrático ni transparente como era la intención inicial, por lo que no existe una relación muy estrecha entre las organizaciones locales y la autonómica. De hecho, tiene una mayor presencia en la vida pública la asociación AGAMAR, que también aglutina a mariscadoras y mariscadores, pero sin la obligatoriedad de la afiliación a la seguridad social.
Según datos de 2014, obtenidos a partir de la información de la Consellería de Pesca (www.pescadegalicia.com), se expidieron 3.748 permisos de marisqueo, de los que el 82% pertenecen a mujeres. Sin embargo, su representatividad no es acorde a su presencia ni a su importancia en la productividad económica del territorio gallego.

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