Sobre los Ocho Espíritus Malvados. Comentario de Teología Espiritual

June 24, 2017 | Autor: A. Gatica Andrade... | Categoría: Asceticism, Espiritualidad y fe, Teología Espiritual, Evagrio Pontico, Ascesis
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ATENEO PONTIFICIO REGINA APOSTOLORUM Facultad de Teología

Sobre los Ocho Espíritus Malvados Comentario de Teología Espiritual

Profesora: Prof. Angela Tagliafico Alumno: H. Alexis Gatica, L.C Número de matrícula: 00003330 PTEO1035 Teología espiritual Roma, 02 de enero de 2015

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INTRODUCCIÓN Uno de los más reconocidos estudiosos de teología espiritual en el ámbito de lengua española, el P. José María Iraburu, indica que la teología espiritual «estudia la espiritualidad cristiana común, y ofrece su luz a todos los cristianos, sea cual fuere su condición o carisma propio»1. Tomando pie de esta definición, la experiencia cristiana no solamente ofrece luz, sino un tesoro invaluable a lo largo de todos los siglos a cada cristiano que se acerca a ella para beber de su contenido. En este trabajo de teología espiritual, comentaremos un texto que, no obstante su antigüedad y brevedad, nos ofrece una visión sintética de la experiencia espiritual. Se trata del tratado “Sobre los ocho espíritus malvados”2, escrito por Evagrio Póntico.

Este comentario constará de las siguientes partes: una presentación general sobre el libro a comentar, los elementos de teología espiritual presentes en la obra, la actualidad de esta obra en la Iglesia y un comentario personal conclusivo.

I. PRESENTACIÓN GENERAL DE LA OBRA. 1. El autor3 Evagrio Pontico es un monje del siglo IV. Nació en el Ponto en el año 345. Contó como maestros de vida espiritual a san Basilio y san Gregorio Nacianceno, quien le ordenó diacono. Colaboró con san Gregorio y su sucesor Nectario en Constantinopla. Se cuenta que tuvo una relación amorosa con la mujer de un funcionario público, pero un sueño le advierte que debe abandonar Constantinopla y dirigirse a Jerusalén, donde una vez llegado estuvo en el círculo monástico de Rufino y Melania, asiduos lectores de Orígenes. Motivado por su ejemplo de vida, decide hacerse monje en Egipto. Allí conoce a Amonio y los famosos “tres hermanos”, con quienes se relaciona al punto de formar un grupo de discípulos llamado por Paladio, discípulo de Evagrio, “el círculo de Amonio y de Evagrio”.

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J. M. IRABURU, Síntesis de espiritualidad católica, Fundación Gratis Date, Pamplona 1999, 6. EVAGRIO PONTICO, Gli otto spiriti della malvagità. Sui diversi pensieri della malvagità, CLV, Teologia e cultura religiosa, San Paolo, Cinisello Balsamo, Milano 1996. 3 R. TREVIJANO, «Evagrio Pontico», en Gran Enciclopedia Rialp, Rialp, Madrid 19916. 2

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Dedicó buena parte de su tiempo a copiar y componer varios escritos espirituales. Murió entre los años 398-399.

Es considerado como uno de los padres del monaquismo, gracias a que sus escritos sirvieron de inspiración al monacato naciente. Su doctrina fue, al mismo tiempo, vista con sospecha debido a su cercanía a los círculos origenistas. Una vez que las tesis origenistas fueron condenadas por el V concilio ecuménico de Constantinopla en el año 553, la condena se amplió también a las obras de Evagrio y de Dídimo el Ciego. Esta condena conllevó la pérdida de varias de sus obras. La parte más notable se ha conservado en traducciones orientales, siriaca y armenia. Algunas de sus obras son el Praktikós, una «centuria» (100 capítulos) fundamental para el estudio de su doctrina ascética; el Rerum monachalium rationes, donde desarrolla los rasgos específicos del estado monástico; De octo spiritibus malitiae, en el que agrupa una serie de sentencias en torno a los ocho pensamientos tentadores que se especifican en ocho vicios capitales; De diversis malignis cogitationibus, donde analiza con gran introspección psicológica el mecanismo y sucesión de los pensamientos o espíritus malignos; De oratione, muy importante para el estudio de su mística; Képhalaia gnóstica, su obra doctrinal más amplia y en que está contenida la doctrina origenista resumida y condenada en los anatemas del 553; Antirrhetikos, en el que ofrece una colección de citas bíblicas, distribuidas conforme a los ocho vicios capitales, para enfrentar a los demonios tentadores; Gnostikós, que complementa el Praktikós con consejos para el monje perfecto.

2. Los ocho espíritus malvados

Para ubicar correctamente esta obra, tenemos que hacer una breve referencia a la visión de Evagrio sobre la vida espiritual. Evagrio Pontico indicaba que la doctrina cristiana estaba compuesta por dos grandes momentos: el momento práctico (o lucha contra los vicios) y el momento gnóstico, que es constituido a su vez por el momento físico (la contemplación de los espíritus de los seres) y el momento teológico (la contemplación de la Trinidad). El parteaguas entre estas dos grandes fases es el haber alcanzado el estado de “apatía”, que es la purificación de la parte pasional del alma, por la práctica de los

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mandamientos y las virtudes y por la lucha contra los ocho espíritus o demonios. De estos espíritus trata Evagrio en esta obra.

El monje, según Evagrio, debe buscar la “quiete”, que se alcanza en la soledad, libre de las preocupaciones del mundo, eligiendo el celibato y la pobreza. Pero esto no basta, pues el monje descubre que todavía debe librar una ardua lucha contra ocho enemigos poderosos. Para vencerles, el monje debe conocer las astucias de sus enemigos, analizar sus propios pensamientos y las sugestiones que le proponen. Evagrio enumera los enemigos: gula, lujuria, avaricia, ira, tristeza, acedia, vanagloria y soberbia.

Esta obra pertenece a un género literario de tipo sapiencial. En ella describe cada espíritu a base de sencillas comparaciones, tomadas de la vida cotidiana y dichas en breves fórmulas. Se asemeja al modelo del libro bíblico de los “Proverbios”. Nos encontramos a un monje anciano y experimentado que aconseja a un lector más joven con el fin de que pueda servirse de su experiencia para hacer frente a las dificultades consecuentes a su vida ascética.

II. ELEMENTOS DE TEOLOGÍA ESPIRITUAL.

1. Las vías Al leer este tratado, aunque no encontramos una mención explícita y definida de las tres vías (purgativa, iluminativa, unitiva), sí podemos ver estas vías muy bien descritas en las actitudes del monje que lucha contra los vicios o que es vencido por ellos. Se podría discutir si Evagrio se dirige a un lector que se encuentre especialmente en una etapa iluminativa y unitiva, pues el monje no es un cristiano principiante, sino un alma que ha dado un paso generoso en la búsqueda de la perfección, y a las cual Dios purifica de manera especial por medio de una vida ascética. Por otra parte, vemos que el contenido de este breve tratado está dirigido a todos, pues todos estamos llamados a la santidad y en la respuesta a esta llamada debemos combatir contra las asechanzas del demonio que de diversos modos, intenta detenernos en nuestra identificación con Cristo.

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2. Indicaciones para vivir la propia vocación y vivencia de la virtud. El autor es bastante claro y exigente en el planteamiento de la lucha ascética y de la adquisición de la virtud. No usa medios términos en las comparaciones. Por ejemplo, es fuerte la equiparación que hace entre el monje temperante y un cadáver, pues así como un cadáver no siente el dolor del fuego, el temperante no siente el placer del deseo extinguido. Para un lector moderno podría parecer algo exagerado en la descripción de los vicios, debido a que nuestro modo de vivir nuestra fe es menos austero. Véase, por ejemplo, en la sección referente a la lujuria, la dureza con respecto al trato con la mujer, llegando a rozar con un espíritu misógino o al menos pesimista y desconfiado ante ella.

Para poder comprender mejor su exigencia, tenemos que tener presente su visión antropológica. Podemos percibir una cierta tendencia al dualismo, que contrapone el intelecto al cuerpo. Véase por ejemplo, en la descripción de la gula, las consecuencias negativas en la vida de oración que nos une más íntimamente a Dios: sueño, aumento de concupiscencia, mente ofuscada, intranquilidad. Quien logra vencer los vicios, experimenta la liberación del cuerpo y de sus influjos y puede, finalmente, dedicarse a una contemplación más pura.

Al mismo tiempo, el monje se encuentra solo en esta lucha contra el demonio. Los demás son vistos como obstáculos. Consecuentemente, el monje está llamado a la perfección y esta perfección se logra mediante la liberación de todo lo carnal, para una mejor unión con lo teologal. Leyendo estos textos, se echa de menos el auxilio de la acción divina en esta ascesis. La victoria parece ser fruto del solo esfuerzo humano.

3. Elementos de discernimiento Conviene preguntarse si es apropiado preguntarse por la existencia de elementos de discernimiento en este tratado, dado que propiamente se habla de discernimiento cuando este implica la elección entre dos bienes. Aparentemente, la respuesta sería no, pues Evagrio Pontico parece mostrar la lucha entre los espíritus del mal y el espíritu del bien en

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el corazón humano, y aquí no habría espacio para un discernimiento, sino para una opción concreta por el bien.

Por otra parte, el discernimiento espiritual intenta descubrir con sinceridad la procedencia de ciertos movimientos del espíritu, con el fin de descubrir qué quiere Dios. En este sentido, sí podemos afirmar que hay elementos de discernimiento, pues estamos en el contexto de un combate espiritual y donde el corazón herido por el pecado, no ve con claridad entre los bienes verdaderos y los males con apariencia de bien.

Aunque no se mencionen criterios de discernimiento de manera explícita, podríamos deducir un espíritu de discernimiento que atraviesa todo este tratado, y que me atrevo a llamar como el principio de la vigilancia. El monje que, con apertura, generosidad, coraje, libertad interior y en un clima de oración, ha optado por Dios, tiene que estar atento y en tensión espiritual para no dejarse vencer por los espíritus del mal. Evagrio Pontico es muy gráfico, llegando al punto de casi “cosificar” estos espíritus. El monje debe mantenerse atento consigo mismo, con los demás, con las circunstancias que le rodean. Debe desconfiar de sí y nunca ufanarse de ser fuerte.

III. ACTUALIDAD EN EL HOY DE LA IGLESIA El tratado de “Los ocho espíritus malignos” es un tratado netamente ascético. Para el cristiano del siglo XXI, más habituado a una espiritualidad centrada en la misericordia divina y en la figura maternal de María, podría resultarle un poco fuera de sitio un texto como el presente. Basta ver cómo el tema de la ascesis es solamente comentado durante el tiempo cuaresmal y si se pregunta a los fieles qué significa la ascesis o cuál es su valor en la vida espiritual, las respuestas suelen indicar una “caricatura” de la ascesis o en una visión negativa de la misma. Sin embargo, esta contraposición es improcedente, pues la verdadera espiritualidad también tiene una dimensión ascética, purificadora, cuya finalidad es preparar el corazón del hombre para disponerle a acoger a Dios, que quiere habitar en él. Como indica el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 2015 «El progreso espiritual

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implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas»4.

Evagrio Pontico describe con claridad y sabiduría la acción siempre insistente del espíritu del mal en el corazón del hombre. Conviene explicar a los cristianos, sea en la predicación como en la dirección u acompañamiento espiritual, pedagógicamente y con verdad, cómo actúa el demonio tentándonos, y ofrecer medios concretos para realizar el combate espiritual, especialmente la unión con Dios y la petición de la gracia divina, el desprendimiento, el valor del sacrificio y del ayuno, la prudencia en la elección de los medios de santificación, la constancia, una sana desconfianza de sí, la exigencia personal y otros tantos valores presentes en el tratado.

Una aportación al tesoro de la espiritualidad eclesial que despunta en la lectura es la noción de la acedia. Evagrio Pontico, si bien no inventa esta noción, es el autor que logra su descripción más aguda y certera5. Los espíritus malvados son organizados por Evagrio de la siguiente manera: los más sensuales (gula y lujuria), seguidos de los espíritus consecuentes (avaricia, ira y tristeza), terminando con los más inmateriales (vanagloria y orgullo). La acedia se encuentra en la intersección de estas dos series de vicios, pues nace tanto de las pasiones sensuales como de las pasiones más sutiles. Es un compuesto de la facultad irascible y de la facultad concupiscible. Es mezcla de disgusto por lo que se tiene y de deseo de aquello que no falta, llegando a paralizar el alma6. Es realmente una enfermedad del corazón, que afecta a no pocas personas también en la actualidad. El número 2733 del Catecismo indica que es una tentación frecuente en la oración cristiana7.

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Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, Coeditores liturgicos et alii - Libreria Editrice Vaticana, Madrid 19922, 448. 5 Cf. G. ANGELINI - J.C. NAULT - R. VIGNOLO, Accidia e perseveranza, Sapientia 16, Glossa, Milano 2005, 12–13. 6 Cf. Ibid., 14–16. 7 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 592.

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IV. COMENTARIO CONCLUSIVO En este trabajo de análisis de la presente obra espiritualidad se me pide un comentario de corte más bien personal. Una vez finalizada la lectura de esta obra de espiritualidad surgieron en mí dos pensamientos: en primer lugar, quien quiere alcanzar la verdadera santidad debe asumir todo lo que este camino implica, y en segundo lugar, la vida cristiana se fundamenta en una alianza entre Dios y el hombre. Explicaré estos dos pensamientos.

Al leer la obra de Evagrio Pontico brota naturalmente una sensación de exigencia, de tensión espiritual. Estamos ante un combate. Ser santos, identificarnos con Dios no es sencillo. Es necesario morir para tener vida. Y el demonio no descansa hasta que logre paralizar nuestro trabajo espiritual. Por ello, quien acepta la llamada del Señor a ser santo como Él es santo, debe aceptar todo lo que este llamado implica, esto es, un estado de exigencia personal, de ascesis, de sacrificio, de renuncia, de coherencia.

Pero, al mismo tiempo, una vez terminada la lectura, parece que todo puede reducirse a un combate entre el demonio y el hombre, y la victoria se lograría a fuerzas del solo esfuerzo personal. Y esta es una limitación de la obra de Evagrio. Sabemos, al contrario, que solamente podemos alcanzar la bienaventuranza por don de la gracia de Dios. También sabemos que Dios, pudiendo obrar por sí mismo, ha querido la colaboración del hombre. Es, por ello, un trabajo en equipo, donde Dios y el hombre que acoge su Palabra en el corazón, combaten contra la acción del Maligno.

Concluyo este trabajando invitando al lector a renovar la esperanza en la acción de la gracia divina. Todos experimentamos la lucha interior para acoger con generosidad la llamada a la plena felicidad. Caminamos en un valle de lágrimas, pero con Cristo, vencedor de la muerte, todo lo podemos.

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BIBLIOGRAFÍA

ANGELINI, G. - NAULT, J.-C. - VIGNOLO, R., Accidia e perseveranza, Sapientia 16, Glossa, Milano 2005. ASOCIACIÓN DE EDITORES DEL CATECISMO, Catecismo de la Iglesia Católica, Coeditores liturgicos et alii - Libreria Editrice Vaticana, Madrid 19922. EVAGRIO PONTICO, Gli otto spiriti della malvagità. Sui diversi pensieri della malvagità, CLV, Teologia e cultura religiosa, San Paolo, Cinisello Balsamo, Milano 1996, in http://www.libreriadelsanto.it/libri/9788821532795/gli-otto-spiriti-della-malvagitasui-diversi-pensieri-della-malvagita.html [18-11-2014]. IRABURU, J. M., Síntesis de espiritualidad católica, Fundación Gratis Date, Pamplona 1999. TREVIJANO, R., «Evagrio Pontico», in Gran Enciclopedia Rialp, Rialp, Madrid 19916.

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