Sobre la venta del solar de Nilpantongo y las casas ahí construidas. La calle de Tacuba antes del establecimiento del Colegio de Minería

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Descripción

200 años

SU HISTORIA A PARTIR DE FUENTES DOCUMENTALES

universidad nacional autónoma de méxico • facultad de ingeniería división de educación continua y a distancia

F1231 M49 D67 2013

200 años del Palacio de Minería: su historia a partir de fuentes documentales. México, D.F., UNAM, Facultad de Ingeniería, 2013. 712 p. il. col. ISBN: 978-607-02-4816-0

1. Palacio de Minería (México). 2. Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Ingeniería – Historia. I. UNAM. Facultad de Ingeniería

200 años del Palacio de Minería: su historia a partir de fuentes documentales Primera edición: 21 de octubre de 2013 D.R. © 2013 Universidad Nacional Autónoma de México Avenida Universidad 3000, Col. Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, México, D. F., C. P. 04510 Fotografía de portada: Fachada del Palacio de Minería 2013, Javier Otaola Montagne. ISBN: 978-607-02-4816-0 Facultad de Ingeniería http://www.ingenieria.unam.mx “Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales”. Impreso y hecho en México

I.

Sobre la venta del Solar de Nilpantongo y las casas ahí construidas. La calle de Tacuba antes del establecimiento del Colegio de Minería Gabriela Sánchez Reyes Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, Instituto Nacional de Antropología e Historia

INTRODUCCIÓN Las calles y los edificios guardan la memoria de las ciudades; sin embargo, la permanencia o destrucción de sus inmuebles depende de múltiples factores, como pueden ser las transformaciones urbanas o los efectos provocados por la naturaleza. Así, las construcciones antiguas son mudos testigos que conservan las huellas de otras épocas, con las voces de sus personajes y sus costumbres, recordándonos otras formas de vivir. En el caso de la Ciudad de México, ésta se ha idealizado y se ha querido ver como La Ciudad de los Palacios, a raíz de que el viajero inglés Charles Joseph Latrobe, asombrado por sus edificios, la llamara así en 1834.1 Sin embargo, la revisión de la documentación histórica muestra otra realidad, puesto que aquella arquitectura admirable convivía con calles mal empedradas, fincas ruinosas, atarjeas sucias o perros callejeros. De igual forma, la presencia de diferentes gremios como zapateros, curtidores, cereros, escultores y panaderos, entre otros, la poblaban con una serie de olores y sonidos específicos que salían de sus talleres. A pesar de los estudios que existen sobre la ciudad colonial, aún queda lejos la idea de contar con una historia general y completa que la explique. Un camino posible para conocerla, quizás, sean los estudios dedicados a inmuebles históricos, que no sólo aportan información sobre los propietarios, sino que dan cuenta de la calle y su entorno a través del tiempo. El edificio que en la actualidad se encuentra en la calle de Tacuba 5 es conocido como Palacio de Minería y originalmente fue construido para ser sede del Real Seminario de Minería. Este emblemático inmueble cuenta con su propia historia, la cual puede analizarse a través de sus materiales constructivos, de los operarios, de los arquitectos involucrados en su edificación, así como de las diferentes adecuaciones y usos que se le han dado. Sin embargo, su biografía no estaría completa si no se exponen las razones que determinaron su ubicación en esa parte de la ciudad virreinal. Esto implica conocer los antecedentes de la familia propietaria del solar donde se edificó el colegio, así como los cambios ocurridos en su calle. En los textos publicados por José María Castera en el Mosaico Mexicano, de 1841; Palacio de Minería, del ingeniero civil y arquitecto Manuel Francisco Álvarez, de 1910; y la obra de Justino Fernández, El Palacio de Minería, editada en 19512 apenas se hace mención del entonces propietario del solar. Lo que se ha señalado es que el sitio fue comprado a la Real Academia de San Carlos, sin embargo, no se detallan las condiciones en las que se encontraba dicho solar. El único que advierte el asunto es José María Marroquí en su obra magna La Ciudad de México..., publicada de manera póstuma en 1900.3 Queda claro que el autor consultó el volumen de los Títulos de venta,4 del Colegio de Minería, que se conserva en el archivo del antiguo colegio, lo que le permitió proporcionar más detalles del proceso, así como precisar que el predio había pertenecido

1 Esta frase ha sido adjudicada a Alexander von Humboldt; sin embargo, en realidad fue escrita por el inglés Charles Joseph Latrobe al describir a la Ciudad de México. La oración completa es la siguiente: “Look at their works: the moles, aqueducts, churchs, roads and The Luxurious City of Palaces which has risen from the clay-built ruins of Tenochtitlan”, que se traduciría como “Mira sus obras: los diques, acueductos, iglesias, caminos y La Lujosa Ciudad de Palacios que se ha levantado de la arcilla de las ruinas de Tenochtitlán”. Charles Joseph Latrobe, The Rambler in Mexico, New York, Harper & Brothers, 1836, p. 84. 2 José María Castera, “Colegio de Minería. Noticias sobre su origen y erección” en Mosaico mexicano. Colección de amenidades curiosas e instructivas, México, t. vi, 1841, pp. 145-178. Manuel Francisco Álvarez, El Palacio de Minería, México, Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, 1910. Justino Fernández, El Palacio de Minería, México, unam, 1950. 3 José María Marroquí, La Ciudad de México contiene el origen de los nombres de muchas de sus calles y plazas, de varios establecimientos públicos y privados, y no pocas noticias curiosas y entretenidas, México, vol. i, Tip. y Lit. La Europea de J. Aguilar Vera y Cía, 1900, pp. 414-415. 4 Archivo Histórico del Palacio de Minería, (en adelante ahpm), ML-359B.

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a los descendientes del mayorazgo Velázquez de la Cadena, y que por alianzas matrimoniales, había pasado a dicha familia por los herederos de los Gómez de Cervantes, una de las más distinguidas del virreinato. La razón que dieron los Velázquez de la Cadena para vender la propiedad fue que ésta se encontraba en estado tan ruinoso que más convenía derribarla que repararla, además de no contar con los recursos económicos para realizar obra nueva. El primer comprador fue la Real Academia de San Carlos, quien la adquirió en 1785; aunque por razones que se expondrán más adelante, fue revendida en 1793 al Real Tribunal de Minería, para que ahí se construyera su colegio. En los documentos de compra-venta, el lugar donde se edificaría el colegio es nombrado como solar de Nilpantongo.5 Otra denominación para referirse a éste y que aparece en documentación fechada en la primera mitad del siglo xviii, es la de Casa de los Mascarones,6 sin embargo, no se contaba con mayor información y menos aún con sus descripciones. Esta semblanza entorno a la edificación del Colegio de Minería necesita centrarse en la historia de la calle de Tacuba en especial, en su tramo poniente, que dará cuenta de la zona antes de que se comenzaran las obras de construcción a partir de 1797. Este recuento debe iniciarse desde el siglo xvi, apenas concluida la conquista, puesto que ahí se asentaron las familias de los españoles, cuyos descendientes fundaron mayorazgos que se caracterizaron por tener una presencia en la arquitectura de la Ciudad de México. También se hará mención de aquellas instituciones hospitalarias y educativas, con sus respectivos edificios, que allí se construyeron, como fue el colegio y después Hospital de San Andrés, así como los Hospitales de Betlemitas y el de Terceros. Por último, se explicarán las razones que llevaron al Tribunal de Minería a elegir el predio para edificar su colegio. El objetivo simplemente es tratar de recuperar la historia de un tramo de dicha calle antes de que se iniciara la construcción del Colegio de Minería. PASADO Y PRESENTE DE LA CALLE DE TACUBA los orígenes El Colegio de Minería se construyó entre dos calles importantes: la de San Andrés, hoy Tacuba y la de San Francisco, ahora Francisco I. Madero, y dos callejones, el de Betlemitas, en la actualidad, Filomeno Mata y el de la Condesa. De esta manera, se formó una manzana cuadrangular de grandes dimensiones que se frac-

cionó a principios del siglo xx para dar origen a la prolongación de 5 de Mayo. A pesar de la importancia en los ámbitos urbano e histórico, no existen investigaciones que analicen la relevancia de la calle de Tacuba. En este sentido, la única obra que la ha analizado, se debe a Artemio de Valle Arizpe, la cual se publicó por primera ocasión en 1937.7 Años después, en 1988, Francisco Arturo Schroeder Cordero se encargó de analizar el edificio de Palacio de Minería, aunque puso más énfasis en el aspecto arquitectónico de los inmuebles históricos colindantes.8 La calle forma parte, por decreto presidencial del 11 de abril de 1980, de la zona de monumentos históricos denominada como Centro Histórico de la Ciudad de México, con lo que se logró proteger 30 inmuebles históricos en dicha vía. Una de las calles principales de la naciente ciudad virreinal fue la calle de Tacuba, que seguía el trazo de la Antigua Calzada de Tlacopan, la cual iniciaba desde el centro ceremonial del Templo Mayor, dirigiéndose hacia el poniente –lo que hoy ocupa las calles de Tacuba, avenida Hidalgo, Puente de Alvarado, Ribera de San Cosme y México-Tacuba– hasta llegar al pueblo de Tacuba. Cabe precisar que el tramo que iniciaba atrás de la Catedral Metropolitana, en la actual calle de República de Guatemala hasta el Eje Central Lázaro Cárdenas,9 se denominó calle y a partir de este punto hasta su llegada al pueblo, como calzada.10 Su nomenclatura se modificó en función de los edificios religiosos que ahí se proyectaron, quedando excluida la parte trasera de la catedral, de ahí que propiamente se conoció como Tacuba, a partir de la calle de Empedradillo, ahora Monte de Piedad, hasta la calle de Santa Isabel, hoy Eje Central. Por ello, de oriente a poniente, se registraron la 1ª y 2ª de Tacuba, las dos calles de Santa Clara, la del portal de Betlemitas y dos de San Andrés; esta dos últimas recibieron dicho nombre hasta 1908, cuando su nomenclatura cambió por 1ª y 2ª de Tacuba.11 A partir del punto en el que iniciaba la calzada, es decir en Eje Central, se encontraban dos elementos urbanos fundamentales: el primero es lo que se conoció como Puente de la Mariscala, debido a su cercanía con la casa de la Mariscala de Castilla, descendientes del mariscal Tristán de Luna y Arellano. Y el segundo, lo que se denominó como caja de agua, es decir, se trataba de uno de los dos surtidores de agua de la Ciudad de México, que traía dicho líquido desde Santa Fe y cuya traza fue de origen mexica.12 Ahí se edificó una fuente que tuvo planta octogonal, de donde partió una arquería formada por 900 arcos, cada uno con una altura de 8 varas de alto (6.72 m) y 6 de ancho (5.04 m), que comenzó a construirse en 1603

5 Alfonso Caso al hablar de los barrios de Tenochtitlán lo menciona precisando que sólo es referido por José Antonio de Alzate y Ramírez, aunque aclara: “probablemente se trate de la denominación de un sitio que dé la nomenclatura de un barrio, y querría decir ‘en la milpita’”. Cfr. Alfonso Caso, “Los barrios antiguos de Tenochtitlán y Tlatelolco” en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, t. xv, sobretiro del núm.1, p. 15. 6 No deberá confundirse con la homónima ubicada en San Cosme, quizá recibió el mismo nombre por tener algún tipo de relieve en forma de mascarón. 7 Artemio de Valle Arizpe, Por la vieja calzada de Tlacopan, México, Cía. General de Ediciones, 1954. 8 Francisco Arturo Schroeder Cordero, En torno a la plaza y Palacio de Minería, México, unam, Facultad de Arquitectura, División de Estudios de Posgrado, 1988. 9 El Eje Central Lázaro Cárdenas recibió este nombre en 1978 cuando se realizaron las obras de Ejes Viales en la Ciudad de México durante el mandato del presidente José López Portillo; sin embargo, aún hay quienes la recuerdan con la antigua denominación de San Juan de Letrán. 10 En los documentos pueden encontrarse distintas denominaciones, ya que hacia la parte oriental se denominó calle de los Bergantines o de las Atarazanas. Con el tiempo cambiaría su nomenclatura en diversos tramos: Hospicio, Santa Teresa la Antigua y Escalerillas. Estos cambios se pueden apreciar desde la concesión de solares en el siglo xvi. Cfr. Lucía Mier y Terán Rocha, La primera traza de la Ciudad de México 1524-1535, 2 vols., México, fce, uam. 11 A lo largo del texto se utilizará el nombre de San Andrés y no Tacuba por ser la designación empleada en los documentos de la época. Archivo Histórico del Distrito Federal Carlos de Sigüenza y Góngora (en adelante ahdfcsg), Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Nomenclatura, Actas de Inauguración, vol. 477, exp. 567. 12 La otra fuente de agua era traída del cerro de Chapultepec y dio forma a la arquería de Chapultepec o de Belén y su cauce terminaba en la fuente de Salto del Agua. Para el siglo xviii, se planificó la construcción de un acueducto, con extensión de 3 km y 904 arcos, el cual fue concluido en 1779, durante la administración del virrey Antonio María de Bucareli.

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y se concluyó en 1620. Sin embargo, la fuente como la arquería se perdería al ser demolidas entre 1851 y 188913 (véanse imágenes 1 y 2). Una vez concluida la conquista de la gran Tenochtitlán, la reconstrucción y la fundación de la nueva ciudad se iniciaron de manera formal en 1522 con el reparto de los solares a los conquistadores. Hacia 1523, apenas finalizadas las atarazanas,14 Hernán Cortés dejó Coyoacán y tomó posesión de la ciudad. En este sentido hay que tener en cuenta que el grupo de los españoles se dividieron en varias categorías: los beneméritos de las Indias que habían participado en la empresa conquistadora; los conquistadores que habían llegado antes de la toma de la ciudad; y por último, los nuevos pobladores que llegaron tras la conquista.15 Ser merecedor de un solar otorgaba cierta categoría social y ciertos atributos de hidalguía denominada solariega.16 De 1524 a 1534 se otorgaron 336 mercedes que fueron registrados en las Actas de Cabildo del Ayuntamiento, los sitios predilectos fueron alrededor de la Plaza Mayor, las salidas a tierra firme como la calle de Tacuba hacia al poniente, la de Iztapalapa al sur; al norte donde se edificaría el Convento de Santo Domingo y al este hacia las atarazanas.17 Desde el siglo xvi la calle de Tacuba se caracterizó por ser sede de las residencias de algunos conquistadores, como fue el caso de los solares otorgados a Hernán Cortés, Ruy González, Juan Jaramillo, Hernán López de Ávila, Francisco Maldonado, Pedro Meneces, Alonso Valiente y Bernardino Vázquez de Tapia.18 En ella también se establecieron numerosos artesanos: herreros, cerrajeros, zapateros, tejedores, barberos, espaderos, sastres, entre otros. De acuerdo con las Actas de Cabildo del 2 de junio de 1561, se autorizó el establecimiento de dos tabernas.19 Un aspecto relevante es que la calle de Tacuba se caracterizó por estar siempre empedrada, para lo cual se emitieron ordenanzas desde 1547. En 1554 así lo advirtió Francisco Cervantes de Salazar, quien observó que esto era necesario para evitar que la calle se enlodara en temporada de lluvias. Durante los primeros años tras la conquista, esta vía debió su importancia por ser considerada como la única salida de la ciudad por tierra firme en caso de que se presentara

alguna rebelión indígena. Pasado el tiempo, se convirtió en la ruta idónea, pues era el camino obligado de la procesión de Corpus Christi;20 la del Paseo del Pendón, que se celebraba cada año en el día de san Hipólito recordando la victoria de la conquista de la gran Tenochtitlán, así como la procesión de la Virgen de los Remedios, la cual partía desde su santuario hasta la Catedral Metropolitana. En caso de epidemias, se hacían rogativas en honor a esta virgen, aunque a ella se recurría especialmente ante las sequías.21 Durante los siglos xvii y xviii, la calle de Tacuba mantendría la tradición de ser sede de las casas de distinguidos miembros de la sociedad: catedráticos, abogados, oidores, alcaldes;22 y familias con títulos nobiliarios, como la del marqués de Salvatierra, condes de Alcaraz, marqués de Jaral del Berrio, condesa de Santiago de Calimaya y el marqués de Rivas Cacho23 (véase imagen 3). Un tema esencial para comprender el nacimiento de la ciudad virreinal es el repartimiento de solares, siendo los dueños numerosos conquistadores, de cuyas alianzas matrimoniales surgiría la élite novohispana. El sitio donde se edificaría el Colegio de San Andrés se dividió en tres solares que se repartieron de la siguiente forma:24 hacia la esquina, en la calle de Tacuba 2, el solar se otorgó a Alonso de Aguilar; quien fue alcalde, regidor, visitador de provincias, encomendero, uno de los fundadores de la Cofradía del Santísimo Sacramento,25 y yerno del comendador, factor y veedor Leonel Cervantes.26 El solar estaba “junto de dos solares de Villa-Roel a la parte de abajo hacia San Francisco el nuevo”.27 El centro de la manzana se dio en 1525 a Juan Ochoa de Elejalde, uno de los primeros conquistadores de origen vasco. Él pasó a América en 1508 y participó en las conquistas de Puerto Rico, Cuba y México, además de ser escribano en la expedición de Cortés a Tehuantepec en 1533. Por esos méritos recibió varias encomiendas, y, al fundarse la ciudad de Puebla, cambió su residencia a dicha localidad. El solar formó parte de sus descendientes al menos hasta 1622.28 Y por último, a Pedro de Solís, a quien como vecino de la ciudad que era, se le concedieron el 9 de mayo de 1525:

13 Cfr. Raquel Pineda Mendoza, Origen, vida y muerte del acueducto de Santa Fe, México, unam, iie, 2000. 14 Las atarazanas eran una especie de fortaleza donde se podían resguardar los bergantines y estar alerta de un posible ataque. Fue construida al oriente de la ciudad, en el sitio donde posteriormente se encontraría el Hospital de San Lázaro, entre 1522 y 1524. 15 Ana Rita Valero de García Lascuráin, Solares y conquistadores: Orígenes de la propiedad en la Ciudad de México, México, inah, 1991, pp. 199-200. 16 Ibidem, p. 235. 17 Ana Rita Valero de García Lascuráin, “Plano Nomenclatura” en La Ciudad de México-Tenochtitlán: su primera traza (1524-1534), México, Jus, 1991, s/p. 18 Ibidem, pp. 258-282. 19 Edmundo O’Gorman, Guía de las Actas de Cabildo de la Ciudad de México siglo xvi, México, fce, 1970, p. 371. 20 Esteban Sánchez de Tagle, Los dueños de la calle: una historia de la vía pública en la época colonial, México, inah, Departamento del Distrito Federal, 1997, pp. 56-88. 21 El santuario de la Virgen de los Remedios fue elevado a la categoría de basílica en 1998, se localiza en San Bartolo Naucalpan, Estado de México y pertenece a la Arquidiócesis de Tlalnepantla. Cfr. Francisco Miranda, La Virgen de los Remedios. Origen y desarrollo de un culto 1521-1684. Estudio histórico documental, Zamora, Michoacán, Morevallado Editores, 2009. 22 Jaime González Rodríguez, “El plano de México a través de la sección Capellanías del Archivo General de la Nación” en Revista de Estudios Colombinos, núm. 4, México, 2008, pp. 31-40. 23 Verónica Zárate, “Mapa 2.3. Localización de residencias de los nobles en la Ciudad de México” en Los nobles ante la muerte en México, México, colmex, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2000, p. 61. 24 El plano de la repartición de solares que aquí se presenta, está basado en el realizado por la historiadora Ana Rita Valero de García Lascuráin, y es fundamental para comprender el poblamiento de la ciudad en el siglo xvi. Cfr. Ana Rita Valero de García Lascuráin, “Plano Nomenclatura”, op. cit. 25 Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la Ciudad de México en el siglo xvi, México, unam, iih, 1982, pp. 175-179. 26 Casado con Isabel de Lara. Cfr. Actas de Cabildo de la Ciudad de México. Primer libro de Actas, México, Edición de El Municipio Libre, Imprenta de la Escuela Correccional, 1889, p. 39. 27 Ibidem, p. 42. 28 Ibidem, p. 38. Fue tío de Juan Ochoa de Elejalde Reynoso, quien a su vez era alcalde ordinario del ayuntamiento poblano. El apellido en los documentos del siglo xvi podía aparecer escrito como Elexaldee, Lejalde o Elejalde. Cfr. José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva España, 1550-1624, México, fce, 1983, pp. 278-283. John Frederick Schwaller, “Tres familias mexicanas del siglo xvi” en Historia Mexicana, vol. 31, núm. 2 (122), México, octubre-diciembre, colmex, Centro de Estudios Históricos, 1981, pp. 178-182.

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Imagen 1. Plano con la nomenclatura antigua de las calles de la zona poniente de la Ciudad de México. Dibujo de la arquitecta Nancy Aracely Ambrocio Ángeles. Fuente: Unidad de Informática de la cnmh. Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

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Imagen 2. Plano con la nomenclatura actual de las calles de la zona poniente de la Ciudad de México. Dibujo de la arquitecta Nancy Aracely Ambrocio Ángeles. Fuente: Unidad de Informática de la cnmh. Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

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dos solares de que está hecho merced que son en la calle de Tacuba que han por linderos por la una parte Hernán Martín Herrero y por la otra a Ruy González e Juan Ochoa de Elexalde [sic] por la otra y asimismo le hicieron merced de le dar [sic] por servido un pedazo de tierra de que le fue hecha para una huerta que está en la cabecera de Gonzalo de Ocampo.29

También se le otorgó otro solar que lindaba con “la calle real que va a Tacuba y por el lado con la calle que va por la puerta de Juan Belasquez indio [sic] y por detrás a espaldas linde del solar de Ruy González […] habiendo consideración como es de los primeros conquistadores de la Nueva España con tanto que sea sin perjuicio de tercero”.30 Pedro de Solís era considerado como uno de los primeros conquistadores y pobladores de esta Nueva España. Después pasó a ser parte del gobierno de la ciudad tras haber sido designado procurador del ayuntamiento de México en 1530.31 Estos solares con el tiempo fueron vendidos y formaron parte de lo que sería el Colegio de San Andrés,32 que se edificaría a instancias del matrimonio formado por doña Mariana de Aguilar y Niño y don Melchor de Cuéllar,33 quien fue uno de los grandes comerciantes durante el siglo xvi. Con su fortuna compró el cargo de regidor en la ciudad de Puebla, y en 1625 el de ensayador y fundidor mayor de la Casa de Moneda, lo que le permitió ser patrono del Santo Desierto de la Orden de los Carmelitas Descalzos en 1606. Cabe señalar que Cuéllar

Imagen 3. Repartición de solares en la zona poniente de la calle de Tacuba en el siglo xvi. Dibujo de la arquitecta Nancy Aracely Ambrocio Ángeles. Fuente: Unidad de Informática de la cnmh.

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Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

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mantuvo una estrecha relación con dicha orden, lo que se reflejó al designarlos en su segundo testamento de 1631, como herederos universales, anulando así el anterior de 1624, donde había expresado su deseo de patrocinar el Colegio Jesuita con la condición de que recibiera el patronazgo de santa Ana.34 Aunque no se concretó el patronazgo de Cuéllar, tiempo después Andrés Carvajal y Tapia,35 asumió la responsabilidad de concluir tal obra. Lo que se formalizó en una escritura del 15 de agosto de 1672; esto explica el cambio del patrocinio a san Andrés en honor del nuevo fundador. El Colegio Jesuita comenzó a funcionar hasta 1676 y las obras estuvieron a cargo del padre Antonio Núñez de Miranda, quien fue confesor de sor Juana Inés de la Cruz.36 Para continuar con la magna obra decidió adquirir las casas contiguas. El 16 de octubre de 1672, el arquitecto Cristóbal de Medina Vargas realizó un avalúo de la casa vecina al colegio, cuyo frente medía 17 varas (14.28 m) de oriente a poniente y de fondo 63 varas (52.92 m) de norte a sur; además el inmueble contaba con “dos balcones de fierro, y a la pared de adentro otras dos rejas”, de la cual apreció que el muro colindante con el colegio se podía reparar y lo estimó en 5,550 pesos. Además, la casa se componía de dos niveles, patio con corredores empedrados y zaguán.37 Desde 1546, fue descrita como “unas casas principales y tienda”,38 que lindaban con las de Antonio de Saavedra Guzmán,39 que habían pertenecido a Gaspar de Valdés,40 “y por delante la calle real” que fueron del canónigo Antonio de Salazar.41 El 3 de noviembre de 1609 dicho ca-

29 Actas de Cabildo de la Ciudad de México. Primer libro de Actas, op.cit., p. 38. 30 Ibidem, pp. 36-37. 31 Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la Ciudad de México..., op. cit., pp. 90-91. 32 El tramo de la calle de Tacuba en la sección poniente se denominó San Andrés y comenzaba en la esquina de Vergara, hoy 5 de Febrero y concluía en la de Santa Isabel, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas. 33 Se sabe que hacia 1620 la residencia de Melchor de Cuéllar se encontraba en la calle San Francisco. Cfr. Dionisio Victoria Moreno y Manuel Arredondo Herrera, El Santo Desierto de los Carmelitas de la Provincia de San Alberto de México: Santa Fe 1605, Tenancingo 1801: historia documental e iconográfica, México, Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1978. Jaime González Rodríguez, “El plano de México...”, op. cit., p. 38. 34 Jaime Abundis, La huella carmelita en San Ángel, México, inah, 2007, vol. i, pp. 354-357, vol. ii, 1347-1348. 35 Andrés Carvajal y Tapia fue hijo del conquistador Antonio de Carvajal, compañero de Hernán Cortés, su madre fue María de Tapia, quien heredó las encomiendas de los Vázquez de Tapia. Como dato anecdótico, la familia estuvo vinculada a un milagro guadalupano, el cual quedó plasmado en dos versiones, en un grabado de Samuel Stradanus, fechado hacia 1615 y en una pintura al óleo. Por la naturaleza e importancia del evento, los apologistas guadalupanos lo registraron y según lo anotado, los Carvajal se dirigían a Tulancingo y tras haber pasado por el santuario, el caballo que cabalgaba el hijo se espantó y lo arrastró, a pesar de ello, éste se levantó sin daño, gracias a que había invocado a la Virgen de Guadalupe. Cfr. Beatriz Berndt León Mariscal, Jaime Cuadriello, Carmen de Montserrat Robledo Galván, “Mirada itinerante. Mosaico de iconografía guadalupana” en Visiones de Guadalupe, Bowers Museum of Cultural Art, núm. 29, México, Artes de México, 1995, pp. 54-55. J. Ignacio Rubio Mañé, El virreinato. Obras públicas y educación universitaria, vol. iv, México, unam, fce, 1983, pp. 302-303. 36 Esta tarea la asumió por haber sido albacea de Andrés de Tapia, miembro de la Congregación de la Purísima Concepción de la Virgen María, de la cual fue prefecto Antonio Núñez de Miranda entre 1663 y 1695. El padre Cathini fundó la Congregación en 1646, integrada por eclesiásticos y laicos y tras la muerte de éste en 1663, Núñez de Miranda fungió como su prefecto hasta su muerte ocurrida en 1695. Cfr. María Águeda Méndez Herrera, “Antonio Núñez de Miranda, confesor de sor Juana: un administrador poco común” en Anales de Literatura Española, núm. 13, Universidad de Alicante, Departamento de Literatura Española, 1999, pp. 143-154. Marie Cécile Bénassy-Berling, “Los criollos y el poder eclesiástico en la época colonial: el caso del jesuita mexicano Antonio Núñez de Miranda (1618-1695)” en Asociación Internacional de Hispanistas, Actas VII, Centro Virtual Cervantes, 1980, pp. 217-222. 37 Archivo General de la Nación (en adelante agn), Instituciones Coloniales, Real Hacienda, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 65, exp. 15, f. 24. 38 Ibidem, ff. 166-168. 39 Hijo de uno de los primeros pobladores y bisnieto del primer conde de Castelar, Juan Arias de Saavedra y autor de El peregrino indiano, publicado en 1599. Sobre este autor Cfr. El peregrino indiano, edición, introducción y notas de María José Rodilla León, uam-i, uia, 2008, pp. 16-28. 40 Fue regidor y procurador mayor, entre otros cargos en el ayuntamiento de México fue diputado de la Casa de Moneda, además de alcalde de las minas de Zacualpan, Estado de México. Contrajo su primer matrimonio con María Manuel de Turcios, hija de Antonio de Turcios y Catalina de Villa-Roel y en segundas, con la prima de su cuñada Luisa Laura Cervantes, hija del alcalde Gonzalo Gómez de Cervantes y de Catalina de Tapia Carvajal. Cfr. María Isabel Monroy, Guía de las Actas de Cabildo de la Ciudad de México: Años 1601-1610, siglo xvii, uia, Departamento del Distrito Federal, México, 1987. Georgina Flores Padilla, “Las becas de la familia Valdés” en Leticia Pérez Puente y Enrique González González (coords.), Permanencia y cambio II. Universidades hispánicas 1551-2001, vol. 2, México, unam, cesu, pp. 177-183. 41 Clérigo y canónigo de la Catedral Metropolitana, nieto del conquistador Gonzalo de Salazar e hijo de Gonzalo de Salazar y Antonia Dávila. Cfr. Rodolfo Aguirre Salvador, Carrera, linaje y patronazgo, México, Plaza y Valdés, pp. 251, 263.

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nónigo gravó la propiedad ante el notario Andrés Moreno, con un censo redimible de 4,200 pesos a favor de la fábrica espiritual de la Catedral Metropolitana; quien la vendió a petición del padre Núñez. Como la casa presentaba problema en una pared, el jesuita prefirió adquirirla para no entorpecer la construcción del noviciado que tenía a su cargo. Al referirse sobre la ubicación, afirmó que la propiedad se encontraba “en lo mejor y más poblado de esta ciudad”,42 y su venta se pregonó en 1678.43 Esta edificación funcionó como casa de jovenado o estudio de letras humanas, y aquí pasaban después de ser novicios en el colegio de Tepotzotlán. Después funcionó como Casa de Probación y de Ejercicios, para realizar retiros; así como residencia de los padres procuradores de la provincia de Filipinas y de las Misiones de California y Sonora. Tras la expulsión de los jesuitas, el edificio fue sede de la administración financiera de California44 (véanse imágenes 4 y 5). El predio de los jesuitas comprendía las actuales calles de Bolívar a Eje Central; es decir, se trataba de una manzana completa –puesto que las calles de Xicoténcatl y Marconi no existían– y se componía de varias construcciones que corresponden a diferentes etapas. José María Marroquí describió un poco el aspecto que tenían. La más antigua se encontraba al oriente y pertenecía al Colegio de Santa Ana, abierto en 1625. En la parte central, se encontraba la capilla pública, al poniente se encontraba el colegio, y la esquina era ocupada por el administrador del hospital. Una sección de estas construcciones funcionó como Casa de Ejercicios denominada Ara Coeli, puesto que ahí se practicaban las meditaciones de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. De acuerdo con Artemio de Valle Arizpe,45 la Casa de Ejercicios, edificada entre 1717 y 1760, se encontraba en la esquina de las calles de Marconi y Tacuba, tenía dos patios, dos capillas y su entrada se encontraba en la calle trasera, conocida como Puerta Falsa de San Andrés, hoy Donceles. Para marcar la entrada, se colocó un nicho con la imagen de san Ignacio. Pero tras la expulsión de los jesuitas ocurrida en 1767, el Colegio Jesuita permaneció abandonado hasta 1779, año en que la ciudad se vio afectada por una epidemia de viruela y el edificio se adaptó como hospital, de ahí que el inmueble sea recordado más con el nombre de Hospital de San Andrés.46

De acuerdo con un plano que encontré, fechado en 1904, se muestra parte del complejo jesuita, correspondiente a dicho establecimiento y que sería derribado para edificar la Secretaría de Comunicaciones. En éste es posible ver la distribución del espacio arquitectónico en planta baja y que el hospital comprendía una superficie total de 7, 751. 70 m2 (véase imagen 4). Otro edificio emblemático en este tramo de la calle de Tacuba, antes de que se edificara el Colegio de Minería, fue el Hospital de Nuestra Señora de Bethlem y San Francisco Javier, conocido como Betlemitas.47 Éste se localizaba entre las calles de los Venegas y Callejón de Betlemitas, en la actual calle de Bolívar y Filomeno Mata. La orden que cuidaba a los enfermos fue fundada por fray Pedro de San José Betancurt48 en Guatemala, en 1653. La orden se aprobó en 1710 como Congregación de los Betlemitas de las Indias Occidentales, de donde partieron para crear otras fundaciones en Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia, Argentina, Uruguay y México. En la Ciudad de México, los betlemitas se establecieron en 1673 con cuatro hermanos.49 En el siglo xvi, el predio donde se asentarían fue otorgado a Juan Jaramillo el martes 7 de enero de 1528, quien fue recibido como alférez de la ciudad.50 Para el 14 de marzo del mismo año, se le hizo merced junto con “doña Marina, su mujer, de un sitio para hacer una casa de placer e [sic] huerta e [sic] tener sus ovejas en la arboleda que está junto a la pared de Chapultepec a la mano derecha que tenga 2,250 pasos en cuadro”.51 Nuevamente, el 8 de abril de 1532 se le hizo merced de dos solares en: la calzada que sale de esa ciudad a Tacuba sobre la mano derecha en el sitio donde solía vivir el uno que sale por frontera a la dicha calzada y el otro a las espaldas sin perjuicio […] la cual dicha merced le hicieron habiendo [sic] consideración que es conquistador, y que tuvo la posesión de los dichos solares e vivió y tuvo casa edificada en el dicho sitio e [sic] mandáronle dar título en forma.52

Después pasaría a ser propiedad de Sancho Mardoñes de Barahona, quien a su vez donó en 1633 parte de la propiedad a Antonio Urrutia Vergara.53 Para poder establecerse de manera definitiva, se contó con el apoyo de la Congre-

42 agn, Instituciones Coloniales, Real Hacienda, Archivo Histórico de Hacienda, vol. 65, exp. 15, f. 149. 43 Ibidem, f. 176. 44 Peter van der Mer, “El Colegio de San Andrés y la producción de azúcar en sus haciendas de Xochimancas y Barreto (1750-1767)” en Arij Ouweneel y Cristina Torales Pacheco (comps. y coords.), Empresarios, indios y estado: perfil de la economía mexicana (siglo xviii), México, uia, Departamento de Historia, 1992, pp. 217-256. 45 Artemio de Valle Arizpe, Por la vieja calzada..., op. cit., pp. 133-134. 46 José María Marroquí, La Ciudad de México..., op. cit., vol. i, pp. 341-346. Sobre la historia del Hospital de San Andrés. Cfr. Alba Dolores Morales Cosme, El Hospital General de San Andrés: la modernización de la medicina novohispana (1770-1833), México, uam, 2002. Xóchitl Martínez Barbosa, El Hospital de San Andrés. Un espacio para la enseñanza, la práctica y la investigación médica, 1861-1904, México, Hospital General de México, Siglo xxi Editores, 2005. 47 Sólo se conservó la parte oriente del edificio del Convento de Betlemitas, sobre las actuales calles de Bolívar y el acceso sobre Tacuba 17; en la actualidad es sede del Museo Interactivo de Economía (mide). 48 Conocido como el hermano Pedro (1626-1667), nació en Tenerife, Islas Canarias, España, y fue un terciario franciscano que se dedicó a cuidar a los pobres y a los enfermos. Fue beatificado en 1980 y santificado en 2002. 49 María Concepción Amerlinck, El ex Convento Hospitalario de Betlemitas, México, banxico, 1996, p. 19. 50 Se trata del esposo de la Malinche. Cfr. Actas de Cabildo de la Ciudad de México. Primer libro de Actas, op. cit., p. 158. 51 Ibidem, p. 163. 52 Actas de Cabildo de la Ciudad de México. Segundo libro de Actas, México, Edición de El Municipio Libre, Imprenta de la Escuela Correccional, 1889, p. 175. 53 Antonio Urrutia Vergara era de origen español hijodalgo que hizo carrera militar, además de tener cargos administrativos, pues en 1638 fue alcalde de Tacuba; así como caballero de Santiago y tuvo una gran fortuna que le permitió respaldar la creación de tres mayorazgos, fundados entre 1666 y 1667. Cfr. María Concepción Amerlinck, El ex Convento..., op. cit., p. 104. Gloria Artis Espriu, Familia, riqueza y poder. Un estudio genealógico de la oligarquía novohispana, México, ciesas, Ediciones de la Casa Chata, 1994, pp. 30, 113. Louisa Schell Hoberman, Mexico’s Merchant Elite 1590-1660, ee.uu., Duke University Press, 1991, pp. 242-245.

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Imagen 4. Planta correspondiente a una sección del Colegio de San Andrés, derribado en 1904. Con el contorno rojo se marca el perímetro del edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Fuente: Centro de Documentación Técnica, sct. Montaje: Ediciones Nahualito.

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Imagen 5. En la acera izquierda se aprecian los edificios que conformaban el Colegio de San Andrés antes de que fueran demolidos tanto la capilla como parte del colegio, y se abrieran las calles de Xicoténcatl y Marconi (detalle). Fuente: fcrv.

gación de San Francisco Javier, que tenía sede en la parroquia de la Santa Veracruz, y que estaba integrada por la gente más distinguida de la ciudad.54 La hermandad adquirió el predio con la idea de crear un beaterio; sin embargo, no lo lograron. Como éste quedó desocupado, se donó a los betlemitas, por petición expresa del arzobispo virrey fray Payo Enríquez de Rivera en 1675, lo cual fue aceptado por los congregantes con la condición de que conservaran la advocación de san Francisco Javier, lo que explica el nombre de Nuestra Señora de Bethlem y san Francisco Javier (véase imagen 6).

El hospital abrió sus puertas el 31 de marzo de dicho año y funcionó hasta 1821.55 La construcción de la iglesia fue autorizada en 1681 y fue concluida el 29 de septiembre de 1687 gracias a dos benefactores: el alférez de origen sevillano, Manuel Gómez y el mercader de plata Diego del Castillo. La entrada y la torre se encontraban hacia la calle que se conocería como Callejón de Betlemitas, mientras que el presbiterio daba hacia la de portal de Betlemitas, quizá para destacar este hecho se hizo un nicho, lo que explicaría que en algún momento la calle recibiera el nombre de Estampa de Betlemitas.56 Con el tiempo ésta necesitó

54 La fundación de la congregación se atribuye a Hernán Cortés junto con otros conquistadores en 1523, sus constituciones se aprobaron en 1626. En esta parroquia se construyó una capilla en honor de san Francisco Javier, cuya imagen tenía la fama de ser milagrosa. Cfr. Manuel Barón Fuertes de Gilbert, La nobleza corporativa en España: nueve siglos de entidades nobiliarias, Madrid, Ediciones Hidalguía, 2007. 55 María Concepción Amerlinck, El ex Convento..., op. cit., pp. 104-105. 56 Ibidem, pp. 108-110.

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Imagen 6. Vista del Callejón de Betlemitas. En la acera derecha se ve la iglesia de la orden con su barda atrial. Enfrente se encuentra el Colegio de Minería y al fondo, el atrio y la fachada de San Andrés, que fue derribada en 1868 para inaugurar la calle de Xicoténcatl. Fuente: México pintoresco en 1853, bjgl.

reparos y en 1754 fue necesario reedificar para reacomodar las instalaciones, obra que estuvo a cargo del arquitecto Lorenzo Rodríguez que la concluyó en 1768.57 Con el tiempo, el hospital requirió ampliarse y comenzó a comprarse parte de la casa ubicada en el otro extremo de la calle, hacia Vergara58 y santa Clara, hoy Bolívar y Tacuba. Esta transacción se completó en 1734 y después se adquirieron las otras casas contiguas hasta tener la manzana completa. En el lugar donde se edificaría el Palacio Postal de Correos de México, en el siglo xvi, se dividió en solares para distintos propietarios. La esquina norte se concedió a Bernardino Vázquez de Tapia, quien fue considerado el regidor más

antiguo del ayuntamiento, ya que ejerció ese cargo de 1524 a 1559, es decir, 35 años. También tuvo una impresionante carrera militar, pues pasó a las Indias en 1513 y participó en diversas exploraciones y conquistas. Para 1524 ya era regidor de la Ciudad de México, oficio que había alcanzado desde la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz. Vázquez de Tapia recibió varios solares bien ubicados, que aunado con las encomiendas otorgadas fue considerado uno de los hombres más ricos de México.59 El solar central perteneció a Luis de la Torre, quien fue regidor de la Ciudad de México en 1526.60 Según consta en las Actas de Cabildo se le otorgaron varios solares, uno próximo a la Plaza Mayor, otro frontero al

57 Ibidem, pp. 124-126. 58 Esta calle recibió este nombre por haber pertenecido al mayorazgo fundado por Antonio de Urrutia de Vergara y fue subdividido para albergar una casa de baños. Ibidem, p. 124. 59 Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la Ciudad de México..., op. cit., pp. 457-459. 60 Ibidem, pp. 444-446.

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Convento de San Francisco; donde edificaría su casa que constaba de dos pisos y que después vendería a Hernando de Dávila. Éste a su vez vendió a la familia Peredo Suárez;61 y por último en 1535, “ciertas demasías de solar”,62 a espaldas de su casa, que formará parte del sitio donde se construirá el Hospital de Terceros63 (véase imagen 3). En contra esquina se otorgó solar a Juan de Burgos,64 quien participó en la conquista y fue recibido como vecino de la ciudad el 8 de marzo de 1535 y dio por fiador a Bernardino Vázquez de Tapia. A él se le otorgaron varios solares, uno en 1524; al año siguiente, obtuvo otro hacia el tianguis de Juan Velázquez, es decir, donde se edificaría el Convento de Santa Isabel.65 Burgos fue, en 1535, alcalde de mesta en 1551 y 1558, ordinario, además de ser yerno del comendador Cervantes, tal como lo consigna el Acta de Cabildo del 27 de octubre de 1525.66 Al parecer para 1575 los tres solares formaban una sola propiedad, puesto que ahí estaban casas que pertenecían a los hijos y herederos de Juan de Espinosa Salado,67 los hermanos Juan de Espinosa Salado y Alonso de Rivadeneyra, quienes residían en Valladolid, España. Gracias a un documento de compra-venta es posible saber que para el 15 de octubre de 1576 se presentó un poder para vender las “casas principales que fueron de su padre que son al fin de la calle de Tacuba linde con casas de Baltasar de Aguilar y por las demás partes las calles reales”,68 y que estaban “vinculadas con cláusula de que por tiempo de 50 años no se pudiesen vender ni enajenar” con la condición que el comprador debía hospedar en los 50 años que restaban, a los parientes de Espinosa Salado padre, excluyendo a quienes así se estipuló, aunque no se precisaron los nombres. El 13 de julio de 1577 se efectúo el remate en 16,544 pesos de oro común a favor de Hernando de Rivadeneyra; resulta curioso que el representante de los hermanos es hermano del comprador de las casas, Gaspar de Rivadeneyra. Dicha casa era conocida como de la caja del agua, por estar próxima a la fuente o caja de agua de la Mariscala; la cual fue vinculada en un mayorazgo en 1581 por Francisco de Rivadeyra, quien era el hijo de Hernando de Rivadeneyra,69 entre sus bienes se encontraban unas casas descritas como:

la casa principal de mi morada con el solar de enfrente de la de la otra parte de la acequia que son en esta Ciudad de México a la fin de la calle de Tacuba linde por una parte casas de Gaspar Moreno que fueron de Baltasar de Aguilar, y por otra parte, el callejón que atraviesa de la dicha calle de Tacuba a la de San Francisco,70 que va a dar en frente de dicho monasterio de San Francisco y por delante la dicha calle de Real de Tacuba y por ese otro lado la otra última calle que de la dicha calle de Tacuba del fin de ella va a dar al dicho monasterio de San Francisco […] y el dicho solar está enfrente de las dichas casas de la otra parte de la acequia y linda por dos partes con casa y solar de doña Catalina de Peralta,71 viuda mujer que de Agustín de Villanueva, difunto y por otra parte la calzada que va a Tacuba y por la otra la dicha acequia con las otras tiendas que pertenecen a las dichas casas que están debajo de ellas que todo ello yo lo hube y compré de los herederos de Juan de Espinosa Salado mi tío y el dicho Juan de Espinosa Salado las hubo y compró de Ángel de Villafaña, que las había comprado de Juan Cano, vecino conquistador que fue de esta dicha Ciudad de México con declaración que el primer poseedor del dicho mayorazgo algo que había de ser el dicho don Francisco de Rivadeneyra mi hijo mayor.72

Su venta era necesaria para que su hijo pudiese viajar y vivir en Castilla. Como se ve, lejos de lo que podría pensarse, estos solares otorgados en el siglo xvi no permanecieron en una sola familia, ya que muy pronto se pusieron a la venta. Para el siglo xvii, se registró otro propietario, ya que de acuerdo con unas escrituras de censos de la calle de Tacuba se menciona que dichas casas “fueron de don Pedro Altamirano y Castilla que a su vez las sucedió el general Diego de Villegas Sandoval y por muerte de don Fernando de Villegas Castilla”,73 quien otorgó el 6 de marzo de 1681 una escritura de censo de las casas de la caja del agua a favor de la capellanía que gozaba el bachiller Juan de Poblete74 con 3,000 pesos, donde se valuaron en 39,584 pesos. La finca fue descrita con 25 rejas grandes, cinco lumbreras pequeñas y nueve balcones en la esquina. Tuvo de fondo 93 ½ varas (78.54 m) y por la calle de Tacuba 53 varas (44.52 m).75 Años después, el 7 de septiembre de 1737 se revisaron los inventarios de Fernando de Villegas y

61 Dueños del sitio donde se edificaría la llamada Casa de los Azulejos. 62 La palabra demasía está definida como ‘terreno franco e inadecuado para la libre concesión por su insignificancia o irregularidad, comprendido entre dos o más minas’. Diccionario de la Lengua Española, 22 ed., t. ii, Madrid, Espasa Calpe, 2001, p. 744. Cfr. Actas de Cabildo de la Ciudad de México. Tercer libro de Actas, México, Edición de El Municipio Libre, Imprenta de la Escuela Correccional, 1889, p. 109. 63 Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la Ciudad de México..., op. cit., p. 446. 64 Ana Rita Valero de García Lascuráin, “Plano Nomenclatura”, op. cit., s/p. 65 El Convento de Santa Isabel fue derribado en 1904 para edificar en su sitio el Palacio de Bellas Artes. 66 Edmundo O’Gorman, Guía de las actas…, op. cit., p. 19. 67 Juan de Espinosa Salado con apenas 18 años de edad partió a la Nueva España en 1559, se dedicó al comercio y murió en 1567. Cfr. Eufemio Lorenzo Sanz, Comercio de España con América en la época de Felipe II, Valladolid, Diputación Provincial de Valladolid, Servicio de Publicaciones, 1986, pp. 226 y 260. 68 agn, Instituciones Gubernamentales, Época Moderna y Contemporánea, Colección de Documentos para la Historia de México, caja 10, serie 2, t. 10, exp. 3, f. 3-3v. 69 Casado con Ana Velázquez. agn, Colección de Documentos para la Historia de México, caja 10, serie 2, t. 10, exp. 2, f. 48 v. 70 Se refiere al Callejón de la Condesa, aunque en ese momento aún no tenía nombre. 71 El predio donde se encontraba la casa de Catalina de Peralta fue donado tras la viudez de la propietaria, para que ahí se edificara el convento femenino de Santa Isabel que fue fundado el 11 de febrero de 1601; justo en el sitio donde ahora se encuentra el Palacio de Bellas Artes. Con el tiempo, el inmueble se reconstruyó gracias al apoyo del capitán Andrés de Carvajal; la obra concluyó en 1683. 72 agn, Instituciones Gubernamentales, Época Moderna y Contemporánea, Colección de Documentos para la Historia de México, caja 10, serie 2, t. 10, exp. 2, f. 48v. 73 agn, Instituciones Gubernamentales, Época Moderna y Contemporánea, Colección de Documentos para la Historia de México, caja 10, serie 2, t. 10, exp. 3, f. 98. 74 Juan de Poblete (1617-1680) fue un destacado miembro del cabido catedralicio. 75 Ibidem, f. 164.

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Imagen 7. Acuarela que muestra la caja de agua o fuente de la Mariscala, donde se aprecia el acueducto de Santa Fe y en la esquina la casa de la Mariscala. Fuente: México pintoresco en 1853, bjgl.

Castilla y entre sus bienes se citaron “unas casas y solar” que fueron pregonadas. Llama la atención que a pesar del prestigio que tenía la calle de Tacuba, no se hubiese edificado toda la extensión del terreno. De dicha venta se beneficiarían sus hijos Fernando y Micaela, además de la esposa de Fernando, doña María Josefa de Villegas, y los cuñados José y Francisco de Villegas.76 Sin embargo, también quería gozar de la herencia su hermana Teresa y el doctor García, quienes reclamaron ese derecho. Finalmente se pusieron a la venta y pregonaron en 22,500 pesos77 unas casas ubicadas “en el puente que llaman de la Mariscala y hacen frente con la caja del gua”78 (véase imagen 7). El nuevo propietario tomó posesión de las casas y el solar79 el 6 de mayo de 1739, estando presentes Micaela, Gertrudis Teresa y Fernando de Villegas y Castilla, todos hijos legítimos. Al recorrer la propiedad se reportó que tenía “salas, recá-

maras, corredores, patios y demás oficinas de la casa principal y habiendo pasado a la otra que está inmediata sus accesorias, y asimismo a unos jacalillos que se hallan frente de las rejas de religiosas de Santa Isabel”, es decir, el solar al que hacen referencia era un terreno con jacalillos.80 La venta se hizo el 30 de diciembre de 1747 ante el escribano Juan Francisco de Castro con un valor de 30,000 pesos; 7,000 gravados, quedando 2,000 y 21,000 que pagó la mesa de la Tercera Orden de San Francisco, con obligación de réditos de 5% anuales.81 Para la segunda mitad del siglo xviii, la propiedad del mayorazgo de Villegas, al igual que muchos otros, como se verá más adelante, estaba lejos de reflejar abolengo, puesto que la propiedad fue descrita en una sección como terreno baldío, además de mostrar notable deterioro. Para 1748, la mesa de los terciarios franciscanos –representada por Francisco Antonio Sánchez de Tagle, caballero de la Orden de Santiago–82 se interesó

76 Ibidem., f, 210v. 77 Ibidem., f. 209v. 78 Ibidem., f. 230. 79 Ibidem., ff. 251v-252. 80 Ibidem., ff. 252v. 81 agn, Instituciones Gubernamentales, Época Moderna y Contemporánea, Colección de Documentos para la Historia de México, caja 10, serie 2, t. 10, exp. 9, ff. 389-390. 82 La familia Sánchez de Tagle obtuvo en 1707 el cargo a perpetuidad de tallador mayor de la Casa de Moneda.

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Imagen 8. Al final de la calle de San Andrés, hoy Tacuba, se encontraba el Hospital de Terceros, derribado en 1901 para edificar el Palacio Postal. Fuente: fcrv.

en dichas casas y solar para edificar ahí un hospital en beneficio de los congregantes.83 Para tal efecto, se realizó una vista de ojos, diligencia que practicó el obrero mayor Miguel de Lugo para reconocer unas “casas de obra muy antigua que se halla en el puente que llaman de la Mariscala y hacen esquina con dos fronteras, la una por la calle de San Andrés, y la otra por la de Santa Isabel”,84 cuyas medidas son “por la calle de San Andrés, consta de 75 varas (63 m) y por la de Santa Isabel, desierto en que hay sitio capaz y suficiente, para construir en él un hospital” con enfermerías separadas, oficinas, claustro, capilla con puerta interior para sepultar los cuerpos, y vivienda para los religiosos. Esta propiedad le interesaba a los terciaros, dada la cercanía con el Convento de San Francisco.85 También argumentaban que, de acuerdo con el maestro mayor, el sitio era “útil, acomodado y provechoso para la fundación de un hospial”. En el antiguo predio perteneciente al mayorazgo de Villegas, se levantó el hospital en un área de 1,600 m2,86 obra que se concluyó en 1756 y que contaba con dos niveles. En la planta alta se encontraban las enfermerías, las habitaciones del mayordomo-administrador, del médico, del cirujano, el capellán, ropería, despensa, cocina, y demás oficinas. Tenía un amplio patio con una fuente central y al exterior tenía 24 accesorias independientes del hospital con entresuelos en

sus tres fachadas. Las de la calle de Santa Isabel, hoy Eje Central, había 14, otras cinco en la San Andrés, hoy Tacuba, y otras cinco en el Callejón de la Condesa. En el ángulo suroeste se encontraba una capilla que se concluyó en 1760. Para el siglo xix, su historia cambiaría un poco: en 1861 el edificio se vendió y se destinó como hotel del ferrocarril, en 1865 fue revendido y se instalaron los Ministerios de Hacienda, Guerra y otras oficinas. Los últimos inquilinos fueron la Sociedad de Geografía y Estadística y la Escuela de Comercio, en esta época se realizaron algunas modificaciones en el exterior, como la eliminación de algunos balconcillos y puertas87 (véase imagen 8). La calle que reconocemos como Tacuba, alrededor del siglo xvii, se denominó San Andrés, y como se ha visto, tenía un aspecto muy distinto al actual. Este breve recorrido desde el siglo xvi recuerda algunos de sus cambios: en primer lugar, que tuvo un carácter habitacional, cuyos residentes fueron los conquistadores y pobladores de la primera traza de la ciudad, otorgándole con ello cierto abolengo y después tuvo como vecinos a los dueños de mayorazgos; en segundo lugar, se instalaron instituciones, unas hospitalarias como el Hospital de San Andrés, el de Betlemitas y el de Terceros, y una educativa, como el Colegio de Minería. Otro detalle que debe tenerse presente al recorrer estas calles es que no se conservaron los edificios de dichas instituciones, o no en su totalidad. En el caso del Hospital de Betlemitas, sólo quedó la esquina oriente, del Colegio de San Andrés, y la esquina poniente, que difícilmente es vinculada con sus orígenes jesuitas. El único edificio cuya estructura arquitectónica se conserva íntegramente de origen virreinal es el Colegio de Minería, de ahí la importancia de comprender el contexto urbano donde se edificó tal obra, ya que el aspecto actual de la calle tiene más relación con la ciudad porfirista. TRANSFORMACIONES RECIENTES La calle de San Andrés, hoy Tacuba, ha sido testigo de proyectos de apertura de otras vialidades que tardaron varios años en concretarse y que afectaron la fisonomía de la zona poniente de la traza de la ciudad virreinal. Tal fue el caso de 5 de Mayo, cuya concepción se originó en 1846 cuando Francisco Abreu presentó al ayuntamiento de México un proyecto para ampliar la calle de la Alcaicería hacia el Teatro Nacional, que se localizaba en Vergara, hoy Bolívar. Para ello, se necesitaba ocupar un terreno o corral del Convento de Santa Clara y una parte de la Casa de Ejercicios de la Profesa,88 sin embargo, este proyecto se realizó años después, entre 1861 y 1867.89 Para 1901, se continuaría con esta idea creando la “prolongación de la calle del 5 de Mayo y formación de la Plaza del Teatro Nacional”.90 La obra se inauguraría en 1908 con el nombre de Prolongación de 5 de Mayo91 (véase imagen 9).

83 agn, Instituciones Gubernamentales, Época Moderna y Contemporánea, Colección de Documentos para la Historia de México, caja 10, serie 2, t. 10, exp. 10, ff. 289-391. 84 agn, Instituciones Gubernamentales, Época Moderna y Contemporánea, Colección de Documentos para la Historia de México, caja 10, serie 2, t. 10, exp. 9, ff. 360v-361. 85 Ibidem, ff. 361-361v. 86 Manuel Rivera Cambas, México pintoresco, artístico y monumental, vol. 1, México, Editora Nacional, (col. Obras Famosas Ilustradas), 1967, p. 430. 87 Ibidem, vol. 1, pp. 431-432. José María Marroquí, La Ciudad de México..., op. cit., vol. i, p. 377. 88 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, calles: aperturas, vol. 451, exp. 17. 89 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, calles: aperturas, vols. 451, exps. 31-49. 90 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, calles: aperturas, vol. 456, exp. 245. 91 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, calles: nomenclatura definitiva, vol. 465, exp. 11.

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Imagen 9. Plano que muestra la zona poniente de la ciudad virreinal, señalando la ubicación de las calles Xicoténcatl, Marconi y la ampliación de 5 de Mayo, realizadas entre 1861 y 1911. Basado en el dibujo de la arquitecta Nancy Aracely Ambrocio Ángeles. Fuente: Unidad de Informática de la cnmh con datos de la autora. Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

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Imagen 10. Vista de la calle de Tacuba hacia 1920, donde se aprecia la zona ajardinada enfrente del edificio de la entonces Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, concluido en 1911. Fuente: +S, Tarjeta Postal, República Mexicana, 11 Escuela de Minería, México, propiedad de Gabriela Sánchez Reyes.

Las transformaciones de la zona no se limitaron a ampliaciones de calles, también hubo destrucción parcial de edificios virreinales. Tal fue el caso en 1868, cuando el entonces gobernador del Distrito Federal, Juan José Baz, dio la orden de abrir la calle de Xicoténcatl, lo que significó derribar la ex capilla del Convento de San Andrés, para reprender a los imperialistas, dado que ahí se habían reunido para conmemorar que en ese lugar se embalsamó el cuerpo del emperador Maximiliano de Habsburgo tras haber sido fusilado en 1867.92 En un principio se llamó Tiburcio Montiel, pero en febrero de 1873, fue renombrada en honor de Felipe Santiago Xicoténcatl, quien fue teniente del Batallón de San Blas y defendió Chapultepec. Otra calle que se abrió, con lo que se perdió otra sección del antiguo Colegio Jesuita, fue la de Marconi, inaugurada en 1911.93 En la actualidad, recorrer la calle de Tacuba en su tramo poniente de Bolívar hacia Eje Central presenta en su mayoría una serie de construcciones que deben su origen a la ciudad porfiriana, como es el edificio, que desde 1982,

es sede del Museo Nacional de Arte (munal). En un principio fue construido para albergar a la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, cuya edificación inició en 1904 a cargo del arquitecto Silvio Contri. La presencia de este inmueble no sólo cambió el tipo de arquitectura, sino que modificó la alineación de la calle al remeterse respecto a su paramento, creando así una pequeña plaza, la cual fue una gran solución urbana y arquitectónica por parte de Contri, ya que de haber respetado el alineamiento original, la arquitectura de Palacio de Minería como del Museo Nacional de Arte se habrían enfrentado, opacándose una a la otra. Tras la inauguración del edificio, la plaza fue concebida como una glorieta con dos espacios de planta oval que permitían la circulación de automóviles y ornamentada con un área ajardinada con sencillos parterres.94 Hacia la década de 1950, las áreas verdes fueron suplidas por una banqueta95 hasta quedar cerrada a la circulación, surgiendo una plaza que permite apreciar las características de la arquitectura clasicista y la ecléctica de ambos monumentos.

92 Verónica Zárate Toscano, “La patria en las paredes o los nombres de las calles en la conformación de la memoria de la Ciudad de México en el siglo xix” en Nuevo mundo, mundos nuevos, Materiales de seminarios, 21 noviembre, 2005, disponible en http://nuevomundo.revues.org/1217, consultado el 30 de marzo de 2012. José María Marroquí, La Ciudad de México..., op. cit., vol. i, pp. 425-426. 93 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Actas de Inauguración, vol. 472, exp. 337, 1911. 94 Jardín o parte de éste con césped, flores y anchos paseos. 95 Sistema Nacional de Fototecas, Fototeca Nacional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (en adelante sinafo-inah), núm. de inv. 125157, Edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, vista parcial.

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Imagen 11. Con la reubicación en 1979 de la estatua ecuestre de Carlos IV conocida coloquialmente como El Caballito en la calle de Tacuba, se modificó el espacio urbano, dando origen a la Plaza Manuel Tolsá. Fotografía: Javier Otaola.

Pocos años después, el lugar fue elegido para ser la nueva sede de la escultura de Manuel Tolsá, dedicada a Carlos IV, conocida como El Caballito. Ésta fue trasladada de Paseo de la Reforma y la calle de Bucareli el 12 de mayo de 1979. La inauguración se realizó el 27 de dicho mes, lo que significó que pasaría a ser oficialmente la Plaza Manuel Tolsá, concebida como un gran espacio urbano96 (véanse imágenes 10 y 11). A pocos metros, a un costado del edificio de Contri y del Senado de la República, se inauguró en 1971 la Plaza Pública Sebastián Lerdo de Tejada, que acentúa en este tramo de la calle el sentido del espacio abierto, puesto que está cerrado a la circulación de automóviles.

En seguida, identificado con los números 6 de Tacuba y 2 de Marconi, está un edificio, propiedad del Banco de México.97 El siguiente inmueble es el de Tacuba 4, cuya construcción data del siglo xviii, aunque fue modificada de acuerdo con los parámetros de la arquitectura ecléctica, pues formaba parte de la casa siguiente, es decir,98 el inmueble de Tacuba 2, ubicado en la esquina.99 En la segunda mitad del siglo xx, se derribó parte de la casa que daba vuelta hacia Eje Central, y en su lugar se construyó un edificio con fachada de cristal y aluminio de tres niveles que durante un tiempo albergó una escuela. De ahí la importancia de esta construcción virreinal, que destaca entre los edificios colindantes eclécticos. A pesar de las

96 El arquitecto Carlos Flores Marini cuenta que escuchó al historiador Francisco de la Maza hacer la sugerencia de que la calle se cerrara a la circulación. En este proyecto participaron el arquitecto Sergio Zaldívar Guerra (entonces director general de Sitios Patrimoniales y Monumentos del Departamento del Distrito Federal), junto con los arquitectos Alejandro Dorantes y Jesús Palafox, quienes propusieron el cambio. La iniciativa de trasladar la escultura a la calle de Tacuba se debe a la Sociedad de Ex alumnos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. Cfr. Carlos Flores Marini, “Por la calle de Tacuba” en Manuel Toussaint: su proyección en la Historia del Arte Mexicano. Coloquio Internacional Extraordinario, México, unam, iie, 1992, p. 320. Archivo Geográfico Jorge Enciso, Coordinación Nacional de Monumentos Históricos, Instituto Nacional de Antropología e Historia (en adelante agje), Estatua de Carlos IV. Paseo de la Refirma. Delegación Cuauhtémoc. DF. 97 En fechas recientes se le ha empezado a identificar como Edificio Marconi y hasta hace pocos años era conocido como Edificio Garantías, esto se debe a que fue adquirido para establecer oficinas y dependencias de la Compañía Mexicana de Garantías, S. A., constituida en 1913 y reestructurada en 1929, como compañía de finanzas. Antes de esta fecha perteneció a la Compañía Productora y de Bienes Raíces, S. A., y el inmueble era conocido como Edificio Corona y antes Edificio Olivares. agje, casa 2, Marconi, Col. Centro, Delegación Cuauhtémoc, DF. 98 Este edificio ha sido alabado por la ornamentación de su fachada donde sobresale en la parte inferior el labrado de sus sillares en punta de diamante, las pilastras enmarcadas por una cinta de follaje y las lacerías en el fuste en cuyos centros circulares se inscribieron flores; además de las antefijas en los vanos y las pilastras con los motivos vegetales. Cfr. Francisco Arturo Schroeder Cordero, En torno a la plaza..., op. cit., pp. 67-68. 99 Casa que perteneció a la familia de José Ignacio Limantour, después de Virginia Iturbe de Limantour, presidenta de la Compañía de Fincas la Victoria. En la década de los cuarenta pasó a ser propiedad de Julián Slim. agje, casa núm. 2, Tacuba, Col. Centro, delegación Cuauhtémoc, DF.

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escritura del 11 de noviembre de 1890, el periodista e impresor Filomeno Mata Rodríguez adquirió la franja de terreno correspondiente al antiguo atrio del convento, donde levantó un edificio de tres niveles. Así, en 1891 tomó en arrendamiento la ex iglesia para instalar su imprenta, la Tipografía Literaria, para lo cual cerró el vano de la entrada principal de la iglesia. Debido a estas obras, en 1892, se autorizó que se abriera una puerta en el muro norte, que es el acceso que hasta hoy se ve desde la acera. Dicha construcción fue derribada en 1964 y en su lugar se creó el Jardín-Monumento de la Triple Alianza donde se colocaron las esculturas de Itzcóatl, Nezahualcóyotl y Totoquihuatzin del escultor Jesús F. Contreras, fechadas entre 1888 y 1889, que formaron parte del pabellón que representó a México en la Exposición Universal de París en 1889. Ahí mismo también se colocó un busto conmemorativo de Filomeno Mata105 (véanse imágenes 13 y 14). A pesar del tiempo, esta calle pareciera haber resistido todo tipo de adversidades, como un episodio ocurrido en 1960, que no puede quedar en el olvido. Se trata de un proyecto de ampliación de las calles de Tacuba y Guatemala, esta intención de ampliarlas ya existía desde 1951 y pretendía derribar los monumentos históricos en ambas aceras. La idea de ponerlo en práctica se retomó durante el gobierno de Adolfo López Mateos. En dicha ocasión, para frenar esta idea, fue decisiva la intervención de destacados historiadores como Francisco de la Maza y Jorge Gurría Lacroix; el entonces director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Eusebio Dávalos Hurtado; el jefe del Departamento de Monumentos Históricos, José Gorbea Trueba, y el arquitecto Carlos Flores Marini.106

Imagen 12. Al final de la calle de Tacuba se encuentra el edificio número 2, único vestigio del ex Colegio de San Andrés. Frente a éste, en la esquina de Eje Central y avenida Hidalgo, se encontraba el edificio la Mariscala, demolido por quedar afectado tras los sismos de 1985. Fuente: fcrv.

modificaciones que sufrió en el interior, en ambas plantas se conservó el recubrimiento de tezontle, la cantera en las jambas y vanos, sus balcones de herrería y en el paramento un relieve de una paloma, un monograma y una cruz de tezontle negro, que se repite hacia el Eje Central100 (véase imagen 12). En este tramo de la calle de Tacuba se levanta el Palacio de Correos de México,101 que fue proyectado por el arquitecto italiano Adamo Boari Dandin y la construcción fue ejecutada por el ingeniero mexicano Gonzalo Garita y Frontera. Para su construcción, fue necesario derribar en en 1901 el antiguo edificio

del Hospital de Terceros, la primera piedra se colocó el 14 de septiembre de 1902 y se inauguró en febrero de 1907 por el entonces presidente Porfirio Díaz. Otra casa característica es la de Tacuba 15, para cuya construcción fue necesario derribar parte del Convento de Betlemitas, donde tenían una serie de accesorias.102 Este edificio fue construido en 1870 y perteneció a la familia Teresa de Mier,103 y debido a que en su gran mayoría el edificio cuenta con acabados de mármol de Carrara llegó a ser conocido como el Palacio de Mármol.104 De igual forma, la esquina del Callejón de Betlemitas y San Andrés cambiarían su aspecto. Por

100 En una placa colocada por la Dirección de Monumentos Coloniales se indica que ahí estuvo la casa del conquistador Hernán Martín. De acuerdo con otra placa el escritor Ignacio Manuel Altamirano también residió ahí. 101 Es conocido coloquialmente como el Edificio de Correos. 102 En 1913, el Convento de Betlemitas pasó a ser propiedad de la familia Hinojosa. agje, Tacuba 15, Col. Centro, Delegación Cuauhtémoc, DF. 103 El propietario construyó el Centro Mercantil y fue el dueño de una fábrica de textiles en Contreras San Ángel. Se casó con María Luisa Romero Rubio, hermana de Carmelita Romero Rubio, segunda esposa de Porfirio Díaz. 104 Ahora es propiedad de unos empresarios que le han denominado Casino Metropolitano con la intención de convertirla en sede de arte emergente, disponible en http://www.casinometropolitano-arte. com/, consultado el 12 de marzo de 2012.

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Los siguientes cambios se darían con la construcción de la red del Sistema de Transporte Colectivo (stc), cuya primera etapa se inició de 1967 a 1972. Lo que significó la pérdida total de los inmuebles marcados con los números 32, 42 y 46, para levantar los accesos de la estación del metro Allende.107 Tras este breve recorrido por la antigua calle de San Andrés, hoy la zona poniente de la calle de Tacuba, es posible advertir la ausencia de sus inmuebles virreinales, puesto que los colegios y hospitales cedieron su lugar a majestuosos edificios gubernamentales del porfiriato. EN LA BÚSQUEDA DEL PARAJE PARA EDIFICAR EL COLEGIO DE MINERÍA Los mayorazgos y su presencia arquitectónica La arquitectura virreinal, en la Ciudad de México, ha sido objeto de estudios a partir de las edificaciones pertenecientes a los miembros más pudientes que lograron obtener un título nobiliario de marqués o conde.108 Sin embargo, existe un sector poco analizado que son las familias asociadas con la institución del mayorazgo, cuyas fortunas en algunos casos, les permitió lograr lazos matrimoniales con nobles; sin duda, se trata de un tema que aún hace falta analizar, en especial, lo referente a sus propiedades rurales y urbanas así como sus relaciones de parentesco.109 Un mayorazgo debe entenderse como un privilegio que tenía como finalidad vincular determinados bienes que serían heredados al hijo mayor u otro titular, con la prohibición de venderlos, donarlos o gravarlos. Para fundarlo fue

105 La propiedad dejó de pertenecer a la familia Mata en 1913 cuando fue adquirida por la entonces Tesorería General de la Nación, que la convirtió en sede de la Secretaría de Agricultura y Fomento. En 1925, pasó a la Secretaría de Educación Pública que destinó los dos primeros pisos a los archivos de la Dirección General de Correos y el tercero a la Escuela de Telegrafistas de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Desde 1993 la antigua iglesia pasó a ser sede del Museo del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos Betlemitas. Para tener una relación pormenorizada de los cambios en el edificio ocupado por Filomeno Mata. Cfr. Concepción Amerlinck, El ex Convento..., op. cit., pp. 223-227. 106 Cfr. Antonio Castro Leal, “Declaraciones y ponencia en torno al problema de la ampliación de las calles de Tacuba en la Ciudad de México” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, unam, 1962, vol. viii, núm. 31, pp. 115-116. Justino Fernández, “En torno al problema de la ampliación de las calles de Tacuba en la Ciudad de México; urbanismo culto vs. barbarie funcional” en Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, unam, iie, vol. viii, núm. 31, 1962, pp.129-134. Carlos Flores Marini, “El palacio de los marqueses de Jaral del Berrio” en La Ciudad de México IV: sus casas, núms. 97 y 98, año xv, 1967, México, Artes de México, pp. 61-64. 107 agje, Casa núm. 32, Tacuba, Col. Centro, DF. Cuauhtémoc. El expediente no dice nada sobre la demolición, la información se detiene en 1966 y continúa hasta 1977 y 1994. 108 Carla Zarebska, La Casa de los Azulejos, pról. de Guillermo Tovar de Teresa, México, Sanborns Hermanos, 1999. Magdalena Escobosa de Rangel, La Casa de los Azulejos: reseña histórica del palacio de los condes del Valle de Orizaba, México, San Ángel, 1986. Manuel Romero de Terreros y Vincent, The House of Tiles, La Casa de los Azulejos, Bland Brothers, México, ca. 1919. El reparto leonino de la Casa de los Azulejos, México, s/e, 1936. Manuel Romero de Terreros, Una casa del siglo xviii en México: La del conde de San Bartolomé de Xala, unam, iie, México, 1957. Carlos Sánchez-Navarro y Peón, Memorias de un viejo palacio. La casa del Banco Nacional de México, Cía. Impresora y Litográfica Nacional, México, 1951. Carlos Flores Marini, “El palacio de los marqueses de Jaral del Berrio”, op. cit., pp. 316-328. Ignacio González Polo, El palacio de los condes de Santiago de Calimaya, México, unam, iie, 1973. Magdalena Escobosa Rangel, El palacio de los condes de Heras y Soto, núm. 25, México, Departamento del Distrito Federal, (col. Distrito Federal), serie del Centro Histórico de la Ciudad de México, 1984. Luis Ortiz Macedo, Los palacios nobiliarios de la Nueva España, México, Seminario de Cultura Mexicana, 1994. Carlos Flores Marini, Casas virreinales en la Ciudad de México, México, fce, 1970. 109 Doris M. Ladd, La nobleza mexicana en la época de la Independencia, 1780-1826, México, fce, 1984, pp. 103-26. Guillermo Fernández de Recas, Mayorazgos de la Nueva España, México, unam, iib, 1965. José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad..., op. cit. Jorge Palomino y Cañedo, La casa y mayorazgo de Cañedo de Nueva Galicia, México, Atenea, 1947. María Guadalupe Serna Pérez, “Del mayorazgo colonial a la hacienda porfiriana: el caso de Santa Elena de Ojuelos, Jalisco” en Relaciones: Estudios de Historia y Sociedad, núm.19, vol. 5, verano, 1984, pp. 29-60. Jesús Gómez Serrano, El mayorazgo Rincón Gallardo: disolución del vínculo y reparto de las haciendas, ca., 1984. Jesús Gómez Serrano, Un mayorazgo sin fundación: la familia Rincón Gallardo y su latifundio de Ciénega de Mata, 1593-1740, uaa, 2006. Roberto Baca, Rita Soto, El mayorazgo del Río de Conchos (Chihuahua, 1689-1838), México, s/e, 2006. Gustavo Curiel, Los bienes del mayorazgo de los Cortés del Rey en 1729. La casa de San José del Parral y las haciendas del Río Conchos, Chihuahua, México, unam, iie, 1993. Gilberto Bermúdez Gorrochotegui, El mayorazgo de la Higuera, uv, México, 1987. María Vargas-Lobsinger, Formación y decadencia de una fortuna: los mayorazgos de San Miguel de Aguayo y de San Pedro del Álamo, 1583-1823, unam, 1992. María Vargas-Lobsinger “Ascenso social y económico de los inmigrantes españoles, el caso de Francisco de Valdivielso (1683-1749)” en Historia Mexicana, núm. 140, vol. xxxv, abril-junio, colmex, 1986, pp. 601-619. Chantal Cramaussel, “Valerio Cortés del Rey, fundador del único mayorazgo de la Nueva Vizcaya en el siglo xvii” en Revista de Indias, núm. 248, vol. lxx, 2010, pp. 77-100. Christiana Renate Borchart de Moreno, Mercaderes y capitalismo mercantil en la ciudad de México (1759-1778), México, fce, 1984, pp. 178-186.

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Imagen 13. En 1890 el periodista e impresor Filomeno Mata Rodríguez adquirió la franja de terreno del antiguo atrio del Convento de Betlemitas para edificar un inmueble de tres niveles. Fuente: Centro de Documentación Técnica, sct.

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Imagen 14. En 1964 fue derribado el edificio del impresor y en su lugar se creó el Jardín-Monumento de la Triple Alianza, donde se pueden apreciar reproducciones de algunas esculturas de Jesús F. Contreras. Fotografía Javier Otaola.

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usual que se incluyera al momento de redactar un testamento, por lo general a través de uno de los cónyuges, en cuyas cláusulas se especificaba la línea de sucesión, la obligación de conservar los apellidos en la familia; así como las propiedades que se conservarían. Éstos fueron fundados principalmente por aquellos que formaron sus fortunas ya fuera en los bienes raíces, los que se enriquecieron con el producto de las minas, el comercio, la industria, así como por los funcionarios reales, conformados en un principio por aquellos que pasaron de ser conquistadores a oficiales públicos o que gozaron de altos cargos eclesiásticos. La postura social y económica que alcanzaron dio lugar a enlaces endogámicos, que se basaron en la continuidad del linaje y de sus bienes.110 La riqueza de una persona se medía por los cargos públicos, las casas y tiendas, las propiedades rurales, los esclavos, las mercancías, el efectivo, la plata y joyería, el menaje de la casa, la dote, así como las deudas que acumulaba.111 En general un “vínculo podía fundarse sobre fincas urbanas, ya fueran casa-habitación, tiendas o, con frecuencia, una combinación de ambas; fincas rústicas, ya fueran haciendas o ranchos […] también se vincularon minas y oficios, es decir, puestos públicos”.112 El mayorazgo era la mejor forma de evitar que se desmembrara la fortuna familiar integrada por fincas urbanas y rurales, esclavos, ganadería, cargos, haciendas o acciones mineras. Esta institución forjó una nueva aristocracia conformada en muchos casos por conquistadores cultos que obtuvieron la concesión de un título nobiliario como fue el caso de los condes de Santiago de Calimaya, de Tepa, de Miravalle, del Valle de Orizaba, entre otros.113 Muchas familias de la nobleza tenían constituidas sus propiedades por mayorazgos e incluso fundaron varios como los Mariscales de Castilla que tuvieron ocho, o los condes de Santiago de Calimaya con tres;114 aunque también los hubo más modestos, cuyos dueños eran sacerdotes con ranchos. A pesar de los enlaces matrimoniales endogámicos no todos “estuvieron ligados a un título nobiliario, pero en cambio la gran mayoría de los títulos nobiliarios los estuvieron a algún mayorazgo”.115 En relación con los bienes inmuebles es importante tener presente que estaba prohibido enajenarlos una vez que hubiese sido vinculado a uno. Esta situación cambió en 1695 con la emisión de una Real Cédula del 22 de junio que autorizaba su venta, lo que significaba realizar un arduo trámite que justificara la pretensión de desvincularla, para lo cual era necesaria una autorización real, incluso si se trataba de una finca

en estado ruinoso. Al finalizar el siglo xvii fue frecuente que los dueños de mayorazgos, frente a una crisis económica familiar, solicitaran la desvinculación de las fincas urbanas de la Ciudad de México.116 Esta situación se debió, en buena medida, a los malos manejos de los administradores, así como por el descuido de los dueños al no darle mantenimiento a los bienes. Para el caso de las fincas urbanas construidas en la Ciudad de México por los dueños de mayorazgos, éstas no han sido identificadas y menos aún analizadas, a pesar de que muchas de ellas tuvieron rasgos arquitectónicos distintivos como la decoración de la casa del mayorazgo Nava Chávez –conocida como Casa de las Ajaracas, que se localiza en la actual calle de Guatemala 34-38–117 las ubicadas en la calle de 5 de Febrero número 15, que perteneció al mayorazgo López de Peralta, y el número 18, del mayorazgo de Ávila118 (vénse imágenes 15 y 16). La presencia urbana y arquitectónica de estos mayorazgos fue tan importante que un funcionario del ayuntamiento en 1793 expresó: “Casi todas las casas que forman esta capital son de conventos, de cofradías y de mayorazgos, cuyos administradores se hacen desentendidos cuanto pueden para ahorrar gastos”.119 De acuerdo con el Padrón de frentes levantado en 1790 con la intención de cobrar el impuesto predial, se registraron 36 mayorazgos en la Ciudad de México, aunque estudiosos del tema del tema han llegado a identificar más de 62 en la Nueva España.120 La casa de residencia de estas familias se denominó en la época como casa de su morada y se trataba de una vivienda doméstica que formaba parte de las propiedades que integraban sus bienes inmuebles. Para ejemplificar la riqueza que llegaron a atesorar a través de sus fincas urbanas, está el caso del mayorazgo de Álvaro de Figueroa, quien poseía en la primera calle de Plateros las casas marcadas con los números 10 al 17 y el número 1 del Portal de Mercaderes, mientras que el mayorazgo de José Michelena tenía en la calle de Capuchinas las casas números 14 al 17 y en la 2ª de Monterilla con los números 1 y 2.121 Desde luego existen excepciones, puesto que la casa principal podría encontrarse fuera de la Ciudad de México, como sucedió a los descendientes del mayorazgo de los Nava Chávez que residieron en Huichapan, Hidalgo. Por lo que se puede hablar de mayorazgos rurales y mayorazgos urbanos.122 Para el último tercio del siglo xvii y el xviii, es frecuente encontrar testimonios de mayorazgos reportando que sus propiedades se encontraban en

110 José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad..., op. cit., pp. 181, 185 y 186. 111 Louisa Schell Hoberman, Mexico’s Merchant..., op. cit., pp. 57-58. 112 Gloria Artis Espriu, Familia, riqueza y poder..., op. cit., p. 110. 113 Guillermo F. Margadant S., “El mayorazgo novohispano, producto natural de un Zeitgeist y anatema para el siguiente” en Anuario Mexicano de Historia del Derecho (sección de contenido), vol. xi-xii, México, iij, 2000, pp. 225- 258. 114 Doris Ladd, La nobleza mexicana..., op. cit., pp. 103-107. 115 Gloria Artis Espriu, Familia, riqueza y poder..., op. cit., p. 94. 116 Doris Ladd, La nobleza mexicana..., op. cit., p. 118. 117 Gabriela Sánchez Reyes, Casa del mayorazgo Nava Chávez. Casa de las Ajaracas, México, uacm, Secretaría de Cultura, 2009. 118 Antes la calle recibía el nombre de Monterilla. Roberto Olavarría, México en el tiempo. Fisonomía de una ciudad, vol. 1, México, Talleres de Excélsior, 1945-1946, pp. 70 y 71. 119 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Cloacas, vol. 515, exp. 11, citado en Esteban Sánchez de Tagle, Los dueños de la calle, una historia de la vía pública en la época colonial, México, inah, 1997, p. 76. 120 Estos mayorazgos se fueron creando a lo largo de la administración colonial; en el siglo xvi se fundaron 33; en el xvii, 31 y en el xviii, 26. Este número puede variar de acuerdo con la documentación que se consulte, pero las cifras ofrecen una idea aproximada de lo conveniente que fue esta institución para preservar y acrecentar los bienes en una familia. Cfr. Gloria Artis Espriu, Familia, riqueza y poder..., op. cit., cuadros 6-8, pp. 112-114. 121 Esteban Sánchez de Tagle, Ana Rita Valero de García Lascuráin, Sergio Martínez, Padrón de frentes e historia del primer impuesto predial, serie Instrumentos de Consulta 2, unam, iih, México, 1997. 122 Gloria Artis Espriu, Familia, riqueza y poder..., op. cit., pp. 112-114.

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Imagen 15. Casa del mayorazgo Nava Chávez, conocida como Casa de las Ajaracas, con su decoración distintiva de lazos de ocho. Fuente: fcrv.

Imagen 16. Casa del mayorazgo López de Peralta, con la decoración de yesería en la fachada, ubicada en la calle de 5 de Febrero 15. Fuente: fcrv.

estado ruinoso, por lo que solicitaron permiso para su reedificación o bien para rematarlas. Probablemente esta necesidad de reconstruir los bienes inmuebles esté relacionada con las disposiciones de la Junta de Policía de la Ciudad de México, ya que desde 1687 inspeccionaba las calles de la ciudad para identificar las casas que amenazaran ruina para después ordenar a los propietarios que las aderezaran o las demolieran,123 para evitarse “daños y perjuicios de la deformidad pública”.124 Para ello, se realizó una “Memoria de las casas viejas […] que por fuera lo muestran”,125 que se hallaban en la ciudad entre las cuales se enlistó las del marqués de Salvatierra y de los mayorazgos Nava Chávez y de los Guerrero,

entre otras. A pesar de ser propietarios de varias casas en la Ciudad de México, ya sea para subarrendarlas o por ser casa-habitación, aún faltarían analizarse,126 pues sólo han merecido atención aquellas relacionadas con alguna familia noble y que han sido catalogadas como “palacios”. La calle de San Andrés se caracterizó por tener casas vinculadas a distintos mayorazgos: el de Villegas, dueño del sitio donde se construyó el Hospital de Terceros; el mayorazgo Velázquez de la Cadena, donde se construiría el Colegio de Minería; y el de Vergara, donde se encontraba el Convento de Betlemitas. De acuerdo con el padrón de la catedral de 1754, en la calle de San Francisco

123 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Fincas urbanas, vol. 1,092, exp. 1. 124 Ibidem, exp. 71. 125 Ibidem, exp. 4, f. 40. 126 María Cristina Sánchez de la Vara, “La Casa del mayorazgo de Guerrero”, tesis de licenciatura en Historia del Arte, Ciudad de México, México, Departamento de Arte, uia, 1979. Gabriela Sánchez Reyes, Casa del mayorazgo Nava Chávez..., op. cit.

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y Callejón de la Estampa de Betlemitas, la condesa de Peñalba tenía unas casas grandes que subarrendaba127 y sobre esa misma acera, pero hacia el Convento de Santa Isabel, estaban las del marqués de Guardiola y la de la quinta condesa del Valle de Orizaba, hoy conocida como Casa de los Azulejos, que es por cierto, la única edificación que se ha conservado (véase imagen 17). Los dueños de un solar: el mayorazgo Velázquez de la Cadena De acuerdo con las Actas de Cabildo el primer solar que se otorgó en la zona donde se edificaría el Colegio de Minería fue a Ruy González128 el 30 de marzo de 1525, para lo que se le dio un “pedazo de tierra que pide que está junto con su solar con tanto que sea sin perjuicio de la calle real de terceras personas”.129 Ruy González fue conquistador, junto con su hermano Alfonso, y acompañó a Pánfilo de Narváez. Por haberlo sido recibió las encomiendas de Teotlalco, Centayuca, Tlaxcala, además de ser alcalde ordinario y de recibir en 1533 la merced de regidor, cargo que ejerció hasta su muerte en 1560.130 José María Marroquí ya señalaba que el primer propietario del solar perteneció a los descendientes del “Comendador D. Leonel de Cervantes, y no hizo más que pasar de una rama a otra de esa dilatada familia”131 que para el siglo xviii junto con los Altamirano, los Castilla y los López de Peralta formó parte de los linajes de la oligarquía novohispana caracterizada por contar con puestos públicos y propiedades.132 La estirpe de los Gómez de Cervantes ha sido rastreada en sus ascendentes sevillanos en España desde 1248.133 A través de esta familia se puede notar la presencia de un sector de la naciente sociedad novohispana, que refleja la manera de relacionarse de los conquistadores y los primeros pobladores, quienes lograron amasar fortunas que se conservaron hasta cuatro generaciones.

El estatus social lo mantuvieron gracias a las alianzas matrimoniales, la compra de cargos públicos y la fundación de mayorazgos. En particular, los Gómez de Cervantes se caracterizaron por seleccionar cuidadosamente las parejas de sus hijos. Este clan tuvo a bien amasar una fortuna que les posibilitó lograr enlaces familiares beneficiosos muchas veces endogámicos, así como la obtención de cargos públicos y el prestigio por haber sido descendientes de conquistadores.134 Esto les permitió vincularse con otras familias poseedoras de mayorazgos y encomiendas, como fue el caso del conquistador Gerónimo López de Peralta o de Antonio Carvajal. Entre sus sucesores contaron con la distinción de ser caballero de la Orden de Santiago, o bien, poseer títulos nobiliarios como el de conde Santiago de Calimaya, marqués de Santa Fe de Guardiola o marqueses de Salvatierra. En cuanto a los cargos públicos se caracterizaron por la compra de algunos como fue el de alcalde ordinario o el de Factor de la Real Hacienda,135 que estuvo asociado con la familia, y de ahí que incluso le diera nombre a la calle del Factor.136 La fortuna de los Gómez de Cervantes requirió de la fundación de varios mayorazgos, para 1622 ya existían cuatro: el de Beatriz de Andrada, el de Gonzalo Gómez de Cervantes y su mujer Catalina de Tapia Carvajal, el de Alonso Gómez de Cervantes y el del obispo Juan de Cervantes.137 Aunque no es el objetivo explicar aquí la compleja genealogía, sí es necesario tener presentes algunos nombres de la familia. El primer poblador en la Ciudad de México fue don Juan de Cervantes Casaus, quien se casó con su prima Luisa de Lara y Andrada y procrearon a Leonel Cervantes en 1565, quien a su vez se casó con María de Carvajal y Tapia, hija del conquistador y alcalde don Antonio de Carvajal y Catalina de Tapia.138 Al morir su padre en 1568 heredó la casa familiar en la Plaza del Factor. De este matrimonio nacieron 12 hijos: cuatro mujeres y ocho hombres. Juan Cervantes de Carvajal heredó un mayorazgo fundado por Francisco de Velasco.139 Por ausencia

127 Óscar Adolfo Mazín Gómez y Esteban Sánchez de Tagle (coords.), Los “padrones” de confesión y comunión de la parroquia del Sagrario Metropolitano de la Ciudad de México, del Sagrario de la Catedral Metropolitana de México (1670-1816), colmex, Red Luminaria, México, padrón de 1754-45-54. 128 Véase “Plano Nomenclatura” en Ana Rita Valero de García Lascuráin, La primera traza..., op. cit., s/p. 129 El martes 13 de febrero de 1526 se presentó para que se le restituyese un solar en la calle de Tacuba que se le había dado a Pedro de Solís. Cfr. Actas de Cabildo de la Ciudad de México. Primer libro de Actas, México, Edición de El Municipio Libre, Imprenta de la Escuela Correccional, 1889, pp. 33-78. 130 Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la Ciudad de México..., op. cit., pp. 297-300. 131 José María Marroquí, La Ciudad de México..., op. cit., vol. i, p. 412. 132 Gloria Artis Espriu, Familia riqueza y poder..., op. cit., p. 65. 133 Esta familia ha sido estudiada por su fortuna y enlaces matrimoniales. Cfr. José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad..., op. cit. John Frederick Schwaller, “Tres familias mexicanas...”, op. cit. Paul Ganster, “La familia Gómez de Cervantes: linaje y sociedad en el México colonial” en Historia Mexicana, colmex, núm. 2 (122), vol. 31, octubre-diciembre de 1981, pp. 197-232. Aurora Flores Olea, “Los regidores de la Ciudad de México en la primera mitad del siglo xvii” en Estudios de Historia Novohispana, vol. 3, México, unam, iih, pp. 149-172. Enrique González González, “Nostalgia de la encomienda: releer el Tratado del descubrimiento de Juan Suárez de Peralta, 1589” en Historia Mexicana, colmex, núm. 2 (234), vol. 59, octubre-diciembre, México, 2009, pp. 552-554. 134 Paul Ganster, “La familia Gómez de Cervantes…”, op. cit., p. 206. 135 Manuel Alvarado Morales, “El cabildo y regimiento de la Ciudad de México en el siglo xvii: un ejemplo de oligarquía criolla” en Historia Mexicana, colmex, núm. 4, vol. 28, (112), abril-junio, México, 1979, pp. 489-514. Isabel Arenas Frutos y María Luisa J. Pazos Pazos, “Una estirpe lépera en México: Baltasar Rodríguez de los Ríos y sus primeros descendientes” en Nuevo mundo, mundos nuevos, debates, 23 mayo, 2009, disponible en http://nuevomundo.revues.org/56077, consultado el 30 de marzo de 2012. 136 En las actuales calles de Donceles y Allende, donde ahora se encuentra la Asamblea de Representantes del Distrito Federal. La propiedad cambió de dueño por enlaces matrimoniales, por lo que aparece registrado en 1790 como parte de los bienes del mayorazgo Velázquez de la Cadena. De acuerdo con el Padrón de frentes, la casa se localiza entre las calles de Puerta Falsa de San Andrés, esquina Cruz del Factor, número 10 , 5 y 4 de Cruz del Factor. Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la Ciudad de México..., op. cit., pp. 255, 259. Esteban Sánchez de Tagle, Ana Rita Valero de García Lascuráin, Sergio Martínez, Padrón de frentes..., op. cit. 137 José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad..., op. cit., pp. 277-278. 138 Catalina de Tapia era hija de Bernardino Vázquez de Tapia, encomendero de Churubusco. 139 Hermano del virrey Luis de Velasco.

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Imagen 17. Plano con la ubicación de las casas de fundadores de mayorazgos en la parte poniente de la calle San Andrés. Basado en el dibujo de la arquitecta Nancy Aracely Ambrocio Ángeles. Fuente: Unidad de Informática de la cnmh con datos de la autora. Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

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de descendientes, el segundo lo fundó en 1585 Beatriz de Andrada,140 hija de don Leonel de Cervantes y Luisa Andrada,141 para su sobrino Alonso Gómez de Cervantes, que heredaría sus propiedades urbanas y rurales. Él pasó a ser su heredero universal y que a su vez fundaría otro en 1592,142 entre cuyas propiedades se incluía un sitio denominado Nilpantongo en la calle de Tacuba.143 Doña Luisa de Andrada fundó, además, el mayorazgo de la Llave, que incluía la Hacienda de la Llave en San Juan del Río, Querétaro.144 La fortuna de doña Beatriz le permitió gastar 220,000 pesos para construir una capilla en el Convento de San Francisco para su entierro, además de una capellanía. Al morir el marido Francisco de Velasco y ella hacia 1585, serían sepultados en dicha capilla. En los documentos notariales se señala que la familia tenía una casa en la Plazuela de San Francisco, es decir, se refiere al predio donde se construiría el Colegio de Minería, es probable que tuviera la fachada hacia la calle de San Francisco y no hacia la de Tacuba. A pesar de que no fue posible ubicar los documentos específicos sobre la vinculación de esta propiedad, pareciera que en el siglo xvi, ésta comprendía toda la manzana, es decir, de las calles de San Andrés o Tacuba hasta San Francisco, no hay que olvidar que esta manzana fue fraccionada para abrir la calle de 5 de Mayo. El heredero en tercera generación, Juan de Cervantes Carvajal que fue corregidor de la Ciudad de México y alcalde mayor de Puebla, declaró que poseía una casa de la familia en la “Plazuela” de San Francisco y otra en la que vivía su madre, además de otras seis casas, 24 esclavos y otros bienes.145 Sin embargo, Juan de Cervantes descuidó las propiedades por tener negocios que atender en la provincia de Guadalajara y como éstas se encontraban arruinadas, fueron rematadas a Juan Cervantes Casaus, su primo, quien era hijo de Gonzalo Gómez de Cervantes y Catalina de Tapia. Cervantes Casaus fue favorecido con la fundación de un mayorazgo y al estar casado con Juliana Ángela de Velasco y Peralta procuró acrecentar sus bienes por lo que se le otorgó escritura el 18 de mayo de 1645 para vincular este predio.146 La propiedad pasó a manos de su hijo Gonzalo Gómez de Cervantes, quien ahí moró, esta tierra fue descrita, en el siglo xviii, de la siguiente forma:

citas en esta ciudad en la calle de Tacuba que hacen cuadra y esquina por la que vuelve a la de San Francisco, por una parte y por otra el callejón que va al mismo convento, y por su frente calle en medio tienen el Colegio de ex Jesuitas, que hubo y compró en subasta pública en el Juzgado de Provincia en cantidad de 20 mil pesos que con 5,000 que gastó después en repararlas y reedificarlas ascienden a 25,000 pesos. 147

A pesar de no precisar en qué año se realizó la reedificación, queda claro que fueron agregadas al mayorazgo en 1645, probablemente estas obras se efectuaron en la segunda mitad del siglo xvii. Años después cuando fueron puestas a la venta y adquiridas por la Real Academia de San Carlos en 1783, puede pensarse que éstas tenían una antigüedad de poco más de un centenar de años. Dicho predio perteneció a esta familia hasta la quinta generación cuando fue agregada a otra familia de la élite criolla novohispana: los Velázquez de la Cadena que sobresalieron durante los siglos xvii y xviii. Esta familia fue tan relevante que dio nombre a la calle, cuyo solar les fue otorgado en 1528 y que se encontraba en lo que se conocería como calle de la Cadena 21 y se extendía hasta la de Tiburcio, en las actuales calles de la acera sur de Venustiano Carranza y República de Uruguay.148 La ascendencia de esta familia tiene sus raíces en Antonio de la Cadena, de origen sevillano,149 quien llegó a México en 1524 y ejerció varios cargos en el cabildo de la ciudad; junto con varios pobladores y conquistadores fue fundador de la cofradía del Santísimo Sacramento y Caridad, fundada en 1538,150 con sede en la Catedral Metropolitana.151 Para 1697, doña Elena Maldonado de Silva, viuda de Pedro Velázquez de la Cadena instituyó el mayorazgo Velázquez de la Cadena vinculando las casas antes mencionadas, unas tierras en San Juan Teotihuacán, una encomienda en Pachuca, el patronato de santa Inés y del señorío de Yecla.152 El enlace de ambos linajes se dio a través del capitán Juan Leonel Gómez de Cervantes Carvajal que se casó con Mariana Velázquez de la Cadena.153 Sin embargo, la familia quedó sin descendientes, los últimos miembros fueron el racionero de la catedral Ignacio Velázquez de la Cadena junto

140 Beatriz de Andrada se casó en primeras nupcias con Juan Jaramillo de Salvatierra que a su vez, se había casado con la Malinche, y al fallecer en 1550 le heredó su encomienda de Jilotepec. Al quedar viuda se casó con el hermano menor del virrey Luis de Velasco, don Francisco de Velasco. 141 John Frederick Schwaller, “Tres familias mexicanas...”, op. cit., pp. 171-196, 184. 142 Ibidem, p. 187. 143 Guillermo Porras Muñoz, El gobierno de la Ciudad de México..., op. cit., p. 256. 144 Paul Ganster, “La familia Gómez de Cervantes...”, op. cit., p. 207. 145 Ibidem, p. 209. 146 ahpm, ML-359B, f. 4v. José María Marroquí, La Ciudad de México..., op. cit., vol. i, pp. 414-415. 147 ahpm, ML-359B, 1783-1799, f. 4v. 148 Cfr. Guillermo Porras Muñoz, “La calle de Cadena en México” en Estudios de Historia Novohispana, núm. 5, México, unam, iih, 1974, pp. 143-191. Guillermo Fernández de Recas, Mayorazgos de la Nueva España, op. cit., pp. 255-260. Antonio Rubial García, “Fray Diego Velázquez de la Cadena: un eclesiástico cortesano en la Nueva España de fines del siglo xvii” en Anuario de Estudios Americanos, núm. 46, México, 1989, pp. 173-194. 149 Guillermo Porras Muñoz, “La calle de Cadena…”, op. cit., pp. 218-219. 150 Guillermo Porras Muñoz, op. cit., pp. 6-12. 151 Una de las más prestigiosas de la ciudad que tenía su sede en la Catedral Metropolitana. Cfr. Alicia Bazarte Martínez, Las cofradías de españoles en la Ciudad de México (1526-1860), uam-a, México, 1989. 152 En los documentos relativos a la venta del sitio se menciona que el mayorazgo fue fundado por Juan Isidro de la Cadena. Cfr. Guillermo Porras, op. cit., p. 28-32. 153 Hermana de Juan y el fraile agustino Diego Velázquez de la Cadena. Tuvieron como hijos a Juan Leonel Gómez de Cervantes –marido de Leonor de Rivadeneyra, cuyos descendientes emparentarían con los marqueses de Santa Fe de Guardiola– al presbítero Pablo Gómez de Cervantes y a María de Rosa de Guadalupe Gómez de Cervantes, esposa a su vez de Luis Miguel de Luando y Memeo, estos últimos gozarían del título de marqueses de Salvatierra. Paul Ganster, “La familia Gómez de Cervantes...”, op. cit., p. 199. Guillermo Porras Muñoz, op. cit., pp. 25-26.

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con una hermana soltera que ingresó al Convento de Santa Inés y otra hermana monja del Convento de las Capuchinas.154 Además de lo vinculado en la fundación del mayorazgo, se tiene registro de otras propiedades urbanas en la Ciudad de México. De acuerdo con el Padrón de frentes de 1790, aparecen registradas dos: una en la 2ª calle de San Francisco, hoy Francisco I. Madero, marcada con el número 3 y registrada a nombre del mayorazgo Juan Vicente de la Cadena y la del Hospicio, hoy República de Guatemala número 2, registrada como del mayorazgo Juan de la Cadena.155 Esta última aparece desde 1798 en los registros de la Junta de Policía entre las fincas ruinosas de la ciudad que debían derribarse. Por ello, el 2 de septiembre de 1798, para determinar su condición la visitó el maestro mayor Ignacio Castera, quien señaló que se encontraba en estado ruinoso y que representaba un peligro, puesto que el corredor antiguo tenía mal las paredes y la madera, en tanto que la azotea estaba desenladrillada y con hierbas provocando el estancamiento del agua; otro corredor nuevo debía apuntalarse y tenía además maderas pandeadas. La gravedad residía en que no estaba abandonado el sitio, sino que era sede de “oficinas de carpintería y herrería”.156 Para octubre ante el inminente peligro que amenazaba la construcción, se notificó la situación tanto al dueño como a un inquilino, esperando su desocupación apenas se verificara la mudanza de unos carroceros. A pesar de las recomendaciones de la Junta de Policía, en 1805, continuaba en la lista de edificios ruinosos particularmente en su interior, la cual estaba ocupada por Manuel Vidal como carrocería y herrería.157 El asunto de los edificios ruinosos identificados por la Junta de Policía afectaría a las propiedades de algunos mayorazgos que se verían en la necesidad de poner a la venta algunos de sus bienes, como fue el caso de los Velázquez de la Cadena, que poseían dos propiedades en tal condición, siendo una de ellas el sitio donde se edificará el Colegio de Minería. Estas disposiciones pretendían aplicar la Real Ordenanza de Intendentes expedida el 4 de diciembre de 1786, en cuyo artículo 68 estipulaba que se debía promover la limpieza, ornato, y empedrado de las calles, que no se permitiera la desproporción en las fábricas que se hicieren de nuevo para que no desfiguren el aspecto público, […] y que si algún edificio o casas particulares amenazaren ruina, obliguen a sus dueños a repararlas en el término correspondiente que les señalaren y de no hacerlo lo mandarán ejecutar a costa de los mismos dueños: procurando también que cuando se hagan obras y casas nuevas, o se derriben, las

antiguas, queden las calles anchas y derechas […] y disponiendo asimismo, que si los propietarios de las arruinadas no las reedificaren, se les obligue a vender sus solares a justa tasación, para que los compradores lo ejecuten: y que en los pertenecientes a Mayorazgos, Capellanías, u otras fundaciones perpetuas, se deposite judicialmente su precio hasta nueva imposición.158

Al sentirse presionado el mayorazgo Velázquez de la Cadena por dicha Junta “en cumplimiento del precepto que se les ha impuesto”159 tuvieron la necesidad de rematarlas como se verá a continuación. El sitio de Nilpantongo y la Casa de los Mascarones La venta de esta propiedad estuvo a cargo de Juan Velázquez de la Cadena, en quien recaía el mayorazgo y su hermano Diego, inmediato sucesor, ambos vecinos de la ciudad. Sin embargo, para efectuar esta tarea, otorgaron un poder el 5 de diciembre de 1783 a favor de José María de Estrada y en 1864 a José Toraya, ambos con el cargo de procurador del número de la Real Audiencia General,160 para que se hicieran cargo de cualquier asunto con carácter legal por ser menores de edad. Por estar el sitio vinculado a un mayorazgo debían solicitar el permiso de venta a la Real Audiencia, y éste era un asunto primordial que debían enfrentar para vender a censo redimible. Entre lo estipulado se precisó que la venta realmente se efectuará sobre “su sitio […] por estar la fábrica enteramente arruinada”.161 La historiografía de Palacio de Minería sólo hace mención que el inmueble se edificó en el sitio de Nilpantongo, sin embargo, no se conocían más detalles sobre él y sin duda quedaba la pregunta: ¿qué tipo de propiedad era ésta? De acuerdo con el Diccionario de autoridades, de 1739, una acepción de sitio se refiere a un “paraje o terreno determinado, y que es a propósito por su calidad para alguna cosa”.162 De acuerdo con los documentos de la época, este término está asociado con las siguientes expresiones sitio eriazo, es decir, sin cultivar ni labrar; sitio de ganado, sitio de estancia de ganado, sitio de tierra o sitio de forma de solar.163 Esta definición resulta relevante, porque manifiesta claramente que el lugar donde se construiría el Colegio de Minería se encontraba en estado ruinoso. Éste era un ejemplo más de los edificios que le preocupaban a la Junta de Policía, debido a la falta de desproporción y ruina que presentaban algunos, entre cuyos propietarios se hallaban varios mayorazgos, reflejando así una situación muy distinta de la arquitectura en la Ciudad de México, alejada de la idea de la Ciudad de los

154 Guillermo Porras Muñoz, op. cit., p. 46. 155 Esteban Sánchez de Tagle, Ana Rita Valero de García Lascuráin, Sergio Martínez, Padrón de frentes..., op. cit. 156 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Fincas ruinosas, vol. 1,093, exp. 131, 1798. 157 Ibidem, exp. 158. 158 Ibidem. 159 A pesar de que no se encontró enlistada la propiedad de los Velázquez de la Cadena en el volumen de Fincas ruinosas del ayuntamiento, es claro que también habían recibido alguna recomendación por la Junta de Policía. ahpm, ML-359B, f. 5v. 160 ahpm, ML-359B, 1783-1799, f. 1v-12. 161 Ibidem, f. 3. 162 Real Academia Española, Diccionario de autoridades, t. ii del t. sexto de la edición facsimilar (1739), Gredos, Madrid, 1990, p. 122. 163 Estas expresiones se tomaron al hacer una búsqueda en la Guía General del Archivo General de la Nación de México.

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Palacios. Este detalle es fundamental, porque desde su designación como el sitio, se entiende que a pesar de la gran extensión del terreno y la ubicación en la calle de San Andrés, no se trataba de unas casas bien construidas que correspondieran al linaje y abolengo de los descendientes de la familia Gómez de Cervantes y Velázquez de la Cadena. Incluso ellos mismos insistieron en que éstas: han venido con el transcurso del tiempo a un estado tan ruinoso, que para evitar el grave daño que amenazaban, se ha mandado a mi parte, que las derribe y construya de nuevo, lo que no es dable reedificar por hallarse sin la gruesa cantidad de dinero que para ello se necesita. Y si bien considera que pudiera tomarlo a réditos refleja al mismo tiempo que el labrarlas de esa manera ninguna utilidad trae al Mayorazgo porque los rendimientos de las fincas en el día, no corresponden al 5% que se ha de pagar a los dueños del dinero que se sacase para hacerlas nuevas.164

A partir de la revisión de documentos históricos ha sido posible conocer algunos detalles del aspecto que tenía el sitio de Nilpantongo, y del que hasta ahora no se sabía nada. La primera referencia localizada es un padrón de la Catedral Metropolitana efectuado en 1748, donde se especifica que éste se situaba entre el Callejón de la Condesa165 y la calle la de San Andrés. La ruta que siguió el empadronador iba desde la calle de San Francisco caminando por el Callejón de la Condesa, donde registró casas de vecindad con accesorias. Dando vuelta hacia la calle de San Andrés, registró un baño,166 una cohetería, una casa alta con vivienda arriba y accesorias, después se encontraba la “casa de vecindad que sigue de los Mascarones”. Posteriormente se dio vuelta hacia el Callejón de Betlemitas, donde había una vinatería, cinco accesorias y el “corral de Milpantogolon [sic] de San Francisco”167 donde registró un cuarto, dos accesorias, otras dos casas grandes, una carrocería, otra casa alta con accesorias y una cigarrería.168 Por lo anterior ahora es posible saber que el famoso sitio de Nilpantongo se encontraba sobre la parte sur del Callejón de Betlemitas; mientras que hacia San Andrés y la esquina del Callejón de la Condesa un baño o lavadero y hacia la mitad de la acera la Casa de los Mascarones (véase imagen 18).

En 1775 nuevamente fue empadronada la zona y entre los datos que se agregaron están 29 corrales en Nilpantongo.169 Para imaginar esta parte de la propiedad de los Velázquez de la Cadena es necesario aproximarse a la definición que se tenía de jacal en la época. De acuerdo con fray Bernardino de Sahagún se trataba de un tipo de vivienda para los más humildes, construida con techos de paja, tal como aparece representado en el Códice Florentino.170 Al respecto José Antonio de Alzate y Ramírez anotó en su Plano de la Imperial México, de 1769, que en los curatos de Santa Cruz Acatlán y Santo Tomás había una gran cantidad de casas de caña que llamaban jacales.171 Sin duda, llama la atención que la calle de San Andrés, a pesar de haber contado con cierto prestigio –por haber sido sede de casas de conquistadores, poseedores de mayorazgos o títulos nobiliarios, de ser paso de procesiones fundamentales en el calendario litúrgico o del ayuntamiento– para la segunda mitad del siglo xviii, contara con casas en notable deterioro. Esta situación se repite en la propiedad del mayorazgo de Villegas, donde se construyó el hospital de Terceros, que como se recordará, también tenía unos jacalillos en la acera poniente. A ello, habría que agregar que esta situación probablemente se deba, en buena medida, a que se trataba de propiedades que eran subarrendadas. De acuerdo con los empadronadores, las tipologías arquitectónicas que se registraron en el sitio de Nilpantongo fueron: vecindades, casas altas, viviendas, accesorias y cuartos; construcciones que se veían afectadas por el desgaste propio del cambio de vecinos y usos, puesto que no se trataba ya de la casa-habitación de los propietarios. Después de estas descripciones es comprensible que los Velázquez de la Cadena quisieran literalmente, deshacerse del sitio de Nilpantongo y Casa de los Mascarones por lo escaso de sus rentas, además de la presión de la Junta de Policía para reconstruirlas. De ahí que la promesa de compra presentada por la Real Junta de la Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos ofertando 30,000 pesos fuera bien recibida, a pesar de que excluía el beneficio del agua.172 Por ello, se comisionó al arquitecto José Damián Ortiz173 para que realizara un avalúo de la propiedad que designó con un valor de 27,076 pesos con 1 real, 8 granos. Para completar el proceso, en 1788 el arquitecto dibujó un plano en el que indicó las siguientes medidas: 24 ½ varas (20.58 m) sobre la calle de San Andrés,174 y 5 ¾

164 ahpm, ML-359B, f. 5v. 165 El Callejón de la Condesa debe su nombre a la quinta condesa de Orizaba por ser la propietaria que habitó dicha casa, la cual reedificó en 1736 y que actualmente es conocida como Casa de los Azulejos. Magdalena Escobosa de Rangel, La Casa de los Azulejos..., op. cit., p. 37. 166 En otros padrones como el de 1771 aparece registrado como lavadero y habitado por indígenas. Cfr. Óscar Adolfo Mazín Gómez y Esteban Sánchez de Tagle (coords.), Los “padrones” de confesión..., op. cit, padrón de 1771-77, f. 46. 167 Se usará la expresión Nilpantongo por ser la más conocida, aunque en los documentos puede aparecer con otras grafías. 168 Óscar Adolfo Mazín Gómez y Esteban Sánchez de Tagle (coords.), Los “padrones” de confesión…, op. cit., padrón de 1748-120, ff. 18-19. 169 Ibidem, ff. 13-14. 170 Ana Rita Valero de García Lascuráin, Solares y conquistadores..., op. cit., p. 76. 171 “Plano de la Imperial México con la nueva distribución de los territorios parroquiales para la más fácil y pronta administración de los Sagrados Sacramentos, dispúsolo en 1769 años de orden del Ilustrísimo Señor Don Francisco Antonio Lorenzana Buitrón, Dignísimo Arzobispo de esta Santa Iglesia Metropolitana, Don Joseph Antonio de Alzate y Ramírez”, citado en Marcela Dávalos, “Los planos de Alzate y el uso del espacio en la Ciudad de México (siglo xviii)” en Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, vol. X, núm. 218 (54), 1 de agosto, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2006, disponible en http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-54.htm, consultado el 10 de enero de 2010. 172 La venta se realizó sin la merced de agua y hasta julio de 1793 el Tribunal de Minería solicitó una para el colegio, en virtud de que se trataba de una casa de comunidad. ahpl, ML-359B, f. 460. 173 Sobre este arquitecto cfr. José Damián Ortiz Castro: maestro mayor de la Catedral, 1787 1793, México, unam, conaculta, 2008. 174 20.33 m × 4.15 m × 10.75 m.

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Imagen 18. Plano de ubicación del Sitio de Nilpantongo donde se encontraba una carrocería y la Casa de los Mascarones, propiedad del mayorazgo Velázquez de la Cadena. Basado en el dibujo de la arquitecta Nancy Aracely Ambrocio Ángeles, Fuente: Unidad de Informática de la cnmh con datos de la autora. Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

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varas (4.83 m) de ancho por el Callejón de la Condesa y 13 varas (10.92 m) de ancho en la parte correspondiente al Callejón de Betlemitas.175 En dicho plano, llama la atención que a pesar de la forma cuadrada del terreno, la línea divisoria en la parte sur presentara un quiebre a la mitad.176 En esta colindancia aparecen como propietarias las religiosas del Convento de la Encarnación177 (Véase imagen 19). Entre las ventajas que presentaba la oferta de la Academia de San Carlos al mayorazgo, se encontraban las siguientes: 1. La suma ofertada, pues, se sumaban 5,000 pesos más que los que invirtió en su edificación el primer sucesor del mayorazgo. 2. Un adelanto de casi 3,000 pesos. 3. La ganancia directa de los 30,000 pesos sin necesidad de pedir un préstamo.178 En 1784, se realizó un proceso en el que se llamaron a tres testigos para confirmar que el mayorazgo no contaba con los recursos para reedificar: José de Gorraes Beaumont y Navarra, el escribano mayor de gobierno; Bernardo Terraya, chantre de la catedral; y el español José Caraveo, quienes confirmaron que efectivamente los propietarios no contaba con bienes libres para ello.179 Además, los dueños argumentaron que “la experiencia ha enseñado que en las fábricas se gasta siempre mucho más de lo que se regula”.180 Finalmente, el 15 de diciembre de 1784, se autorizó la venta de lo que se definió como “sitio y casas ruinosas” pertenecientes al mayorazgo que fundaron don Juan González de Cervantes y su mujer doña Juliana Ángela de Velasco y Peralta. Para proceder a la venta, se pondrían rótulos precisando su precio y ésta sería anunciada por tres pregones en 30,000 pesos de postura que ofrecía la Real Junta de la Academia por una casa y solar sin la merced de agua. El pregón se inició el 8 de enero de 1785 y concluyó el 18 del mismo

mes; al no presentarse alguna otra oferta, se remató el último día.181 La escritura de venta se realizó el 28 de abril de 1785 estando presentes Juan Manuel Velázquez de la Cadena, alférez del Regimiento Provincial Mayor por una propiedad: que hacen cuadra y esquina por la [calle] que vuelve a la de San Francisco por una parte, y por la otra el callejón que va al mismo convento, y por su frente calle en medio tienen el Colegio de San Andrés […] cuyas fincas han venido con el transcurso del tiempo a un estado tan ruinoso que para evitar el grave daño que amenazan se le mandó a la Junta de Policía que las demoliese o construyese de nuevo.182

A ello habría que agregar que el dueño expresó que las vendía por no “rendir las fincas urbanas el 5% que había de pagarse a los dueños del dinero” que debían prestarle para reedificar, es decir, de ninguna manera representaba una inversión favorable.183 Otro aspecto interesante de esta compra-venta es que la propiedad tenía impuestas unas capellanías de misas, esto es, un tipo de obra pía en la que un fundador estipulaba cierto número de misas anuales en beneficio de su alma, las cuales debían ser rezadas en alguna iglesia o capilla específica. Para ello, designaba a un capellán que tenía la obligación de oficiarlas a cambio de determinada cantidad de dinero para su manutención, monto que se invertía sobre alguna propiedad.184 Cuando se realizó la venta con la Real Academia de San Carlos se anunció que la propiedad de los Velázquez de la Cadena tenía impuesta dos capellanías que habían sido fundadas por Leonardo Cervantes con un total de 6,400 pesos; la primera por 4,800 pesos,185 en 1784, el beneficiado fue el capellán Juan de Cervantes Padilla; y la otra por 1,600 pesos para el licenciado José Cadena.186 Ante esta situación la Real Academia actúo con rapidez, sin duda, guiada por la

175 Archivo de la Antigua Academia de San Carlos, Escuela Nacional de Artes Plásticas, Acervo Gráfico (en adelante aaasc/enap/ag), Cat. 314, 08-649728, José Cosme Damián Ortiz de Castro, Plano del sitio de Nipaltongo [sic], 1788, 36.1 × 52.5 cm. Agradezco a Iván Denísovich Alcántar Terán y a María Cristina Soriano Valdez la información que me proporcionaron relativa a estos registros conservados en dicho repositorio. 176 Esta irregularidad fue eliminada en 1909, por lo que a partir de esta fecha, el predio tuvo forma cuadrada. 177 En esta investigación no fue posible documentar la cuadra completa desde el siglo xvi al xviii. Los documentos localizados sobre la familia no especifican detalles de las transformaciones del solar y su arquitectura; para ello habría que realizar un examen exhaustivo de la genealogía, fundaciones de capellanías y testamentos para poder determinarlo, lo cual rebasa los límites de este texto. Sin embargo, hay que recordar que en 1645 se afirmó que se vinculó la propiedad al mayorazgo y se hace referencia a la cuadra completa, aunque como es evidente, en 1788 ya aparece fraccionada. La colindancia del colegio con la propiedad de las monjas de la Encarnación presentó algunos problemas. Véase capítulo ii de este libro. 178 ahpm, ML-359B, f. 6-6v. 179 Ibidem, ff. 12-13. 180 Ibidem, f. 14v. 181 Ibidem, ff. 17-20. 182 Ibidem, f. 28. 183 Idem. 184 La fundación de una capellanía se tenía que tramitar ante el Juzgado de Capellanías y Obras Pías de los obispados o en alguna institución eclesiástica como un convento. Las obligaciones adquiridas pasaban a sus herederos. En promedio 75 % de las fundaciones fluctuaban entre 2,000 y 3,000 pesos, lo que producía una renta anual de 100 a 150 pesos. Los capellanes o beneficiarios muchas veces eran parientes. De alguna forma puede pensarse que si los mayorazgos se fundaban para el primogénito, las capellanías eran para los segundos o terceros hijos. Cfr. Gisela von Wobeser, “La actividad crediticia de instituciones eclesiásticas y de beneficencia de la Ciudad de México en el siglo xviii” en Estudios de Historia Novohispana, vol. 44, unam, iih, México, 2011, pp. 113-138. Gisela von Wobeser, “Las capellanías de misas: su función religiosa, social y económica en la Nueva España” en María del Pilar Martínez López-Cano, Gisela von Wobeser y Juan Guillermo Muñoz Correa (coord.), Cofradías, capellanías y obras pías en la América colonial, México, unam, iih, Facultad de Filosofía y Letras, serie Historia Novohispana 61, 1998, pp. 119-138. 185 La capellanía estaba dotada de 5,000 pesos de principal y 250 de renta anuales, aunque en 1784 se habían reducido a 4,800 pesos. Las misas debían ser rezadas en beneficio del fundador, sus padres y abuelos semanalmente en la iglesia del Convento de San Francisco. ahpm, ML, 359B, ff. 72-72v. 186 ahpm, ML, 359B, ff. 70-70v.

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Imagen 19. Plano del terreno comprado para la Fábrica de la Real Academia de San Carlos, basado en el original del arquitecto José Cosme Damián Ortiz de Castro, 1788. Ilustración: Roberto Carlos Coraza Nava.

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firme intención de eliminar cualquier obstáculo que le impidiera adquirir el predio, incluso liquidar las deudas. Por ello, ofreció 6,000 pesos como “complemento a los 30,000 del precio del remate y el mayorazgo Velázquez de la Cadena 400 a disposición de esta Real Audiencia en la Real Casa de Moneda, o en el Juzgado de Capellanías, si así se estimare justo, para que por él se solicite su imposición a favor de los capellanes”.187 Es decir, la venta representó una inversión de 36,400 pesos, un costo muy elevado, a lo que había de aumentar, posteriormente, los gastos de la edificación. La Real Academia de San Carlos, a pesar del interés en construir una nueva sede, no pudo derribar las casas ni limpiar el terreno de Nilpantongo de manera inmediata, por lo que se vio obligada a continuar con el arrendamiento de la propiedad, de cuyas rentas se realizaron libros de cuentas indicando los ingresos obtenidos. A partir de algunos registros conservados, es posible conocer un poco más sobre la conformación del sitio de Nilpantongo y la Casa de los Mascarones. En 1772 antes de que se realizara la venta a la Real Academia, el administrador del mayorazgo Velázquez de la Cadena fue el bachiller José de Córdoba,188 cargo que continuó detentando a pesar del cambio de propietario. Para 1790 fue reemplazado por Miguel Villerías,189 quien es identificado como “cobrador de las casas de Nilpantongo”.190 Estos listados, además de mostrar el producto de las rentas, describen los espacios, por lo que es posible confirmar que el solar de Nilpantongo se encontraba hacia el Callejón de Betlemitas,191 que en “los jacales que llaman de Milpantongo [está] el lavadero” destruido y que en éste se hallaban “los jacales de los indios”.192 En esta área se instalaron además dos “casas de carrocería y alquiler”,193 seguramente porque estaba baldía, pues era adecuada para la construcción, venta y reparación de carruajes. El establecimiento de la carrocería puede fecharse desde el 20 de mayo de 1772, cuando el administrador de las rentas del mayorazgo, el bachiller José de Córdoba, dio en arrendamiento

al maestro carrocero José Guzmán, un corral situado en el Callejón de los Betlemitas. El contrato se fijó en 90 pesos anuales por tiempo de cuatro años con la condición de que si en ese lapso hubiera la posibilidad de reedificar la propiedad, se le darían seis meses para localizar otro lugar para instalar su taller.194 En los registros del 28 de abril al 17 de octubre de 1785 se especificó que un “corral está ocupado con coches de alquiler en 130 pesos anuales, lo que paga don Lorenzo Revuelta”195 y otro por la carrocería que rentaba el citado José Guzmán por 150 anuales; pero por ir “creciendo la dependencia” hizo traspaso al maestro carrocero Nicolás Rivadeneyra,196 que por escritura se obligó a pagar mensualmente 12 pesos con 4 reales por el arrendamiento. De acuerdo con los documentos de la época, el establecimiento de un taller de carrocería requería de una finca sin construcción o bien semiconstruidas para dar cabida a diferentes tipos de operarios como carpinteros, torneros, guarnicioneros; además de los carros, la fragua controlada por un maestro herrero y armerías necesarias para la producción de coches y carrozas.197 Por citar algunos ejemplos, en 1783, la Junta de Policía pidió que se reconocieran unos jacales ruinosos de algunas carrocerías. Entre ellas la ubicada en la calle de Santa Teresa la Nueva, donde “se hayan todos los jacalones que están fabricados en su patio para el resguardo de los furlones,198 amenazando ruina y espanto y con evidente peligro”.199 La de la calle del Hospicio, que pertenecía al mayorazgo de Juan Velázquez de la Cadena,200 y que en 1787 era del maestro don Carlos Parodi,201 la cual fue encontrada “enteramente destruida y arruinada” por lo que se ordenó se tirara. Lo grave del asunto fue que un dorador había salido lastimado del pie derecho al caérsele una vigueta, “haciéndole una rotura en la cabeza”,202 aparte de encontrarse los coches, las maderas y “demás que siempre ha tenido”.203 Es de notar que nuevamente la familia Velázquez de la Cadena declaró carecer de bienes para poder reedificar, por lo que notificó que ya había empezado el trámite con la Real Audiencia para poderla

187 Ibidem, ff. 85v-86. 188 José de Córdoba también fue presbítero del Arzobispado de México, ayudante del cura en el sagrario de la catedral y capellán del Convento de Santa Inés. Acervo Histórico del Archivo General de Notarías del Distrito Federal (en adelante ahagndf ), Fondo antiguo, sección Notarías (siglos xvii-xix), not. 87, Ignacio del Barrio, Notaría 87, vol. 572, 5 de mayo de 1788, ff. 189-190v. ahagndf, sección Notarías (siglos xvii-xix), not. 87, Ignacio del Barrio, Notaría 87, vol. 572, 5 de mayo de 1788, ff. 189-190v. Agradezco a María Cristina Soriano Valdez el haberme proporcionado estas referencias. 189 Miguel de Villerías al parecer se caracterizó por ser apoderado o representante legal. De 1803 a 1812 lo fue del mariscal Castilla a quien le administró su finca. También fue mayordomo del Convento de la Encarnación. agn, Instituciones Coloniales, Gobierno Virreinal, caja 1557, exps. 9-10. 190 aaasc/enap/ag, doc. 766, s/f. 191 Ibidem, doc. 603, s/f. 192 Ibidem. 193 Ibidem, doc. 766, s/f. 194 ahagndf, Fondo antiguo, José Mariano Villaseca, Notaría 708, vol. 4767, 20 de mayo de 1772, ff. 6v-7v. 195 aaasc/enap/ag, doc. 766, s/f. 196 En 1804, Joaquín de Castro, José Jirón, Manuel Vidal y Miguel Gallardo, veedores y diputados del gremio de carroceros denunciaron que Nicolás Rivadeneyra, maestro carrocero de Puebla, no había pagado los derechos de media anata ni lo había hecho constar desde hacía tres años. agn, Instituciones Coloniales, Gobierno Virreinal, caja 0164, exp. 39, f. 1v. 197 Jorge González Angulo Aguirre, Artesanado y ciudad a finales del siglo xviii, México, fce, 1983, pp. 62, 206-207. 198 Cierto tipo de coche antiguo. 199 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Fincas, edificios ruinosos, vol. 1092, exp. 51. 200 De acuerdo con el Padrón de frentes, estaba marcada con el número 2 y medía de frente 30 varas o 25.36 m × 5.85 m; hoy correspondería al número 69 de la actual calle de República de Guatemala. Esteban Sánchez de Tagle, Ana Rita Valero de García Lascuráin, Sergio Martínez, Padrón de frentes, op. cit., cuartel 4. 201 Se trata del mismo carrocero que estuvo en 1785 en el sitio de Nilpantongo. 202 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Fincas, edificios ruinosos, vol. 1,092, exp. 59, s/f, exp. 60, f. 3. 203 Ibidem, exp. 60, f. 3.

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vender.204 En la misma situación ruinosa se encontraban las otras carrocerías de las calles de Monte Alegre,205 la Cruz del Factor206 y el Indio Triste.207 Los registros de cuentas de la propiedad de los Velázquez de la Cadena desglosan los espacios que se rentaban de la llamada Casa de los Mascarones. Ésta es descrita como “viviendas altas y cuartos bajos”. El administrador Miguel Villerías comentó: por sólo el lado que mira a la calle de San Andrés y ha resultado tener de frente 22 reglas 46 pulgadas: y de ancho dos reglas 94 pulgadas, y componiéndose las reglas de cinco varas de a 36 pulgadas; parece (salvo equivoco) resultan de lo medido hasta ahora 1,403 varas cuadradas, que importan a medio real 87 pesos cinco y medio reales.208

De acuerdo con los registros de los arrendamientos se puede saber, en general, que la Casa de los Mascarones se dividía en cinco viviendas: un cuarto de la esquina, otra pieza separada, cuarto alto del rincón, la azotehuela, cuarto alto interior y otra vivienda. Además de una “casa chica” compuesta por una vivienda, con un cuarto alto en un rincón y otro, con otra vivienda en el callejón, una accesoria, una carrocería y alquiladuría, nueve accesorias –una que hacía esquina y otra frente al hospital–, un cuarto de zaguán, el cuarto de arena, un cuarto de la escalera principal, otro cuarto, cuatro cuartos más, un pozo y un rincón para velas. Esta casa chica tenía un zaguán para la casera con una covachita para las velas, otro cuarto junto a la escalera, otros dos cuartos y un lavadero con jacal. En general, se puede decir que la Casa de los Mascarones tenía 14 habitaciones en la planta alta y 28 en la baja. Sin duda, uno de los problemas que enfrentó la Real Academia al tomar posesión de este sitio fue el mal estado en que se encontraba. Para marzo de 1792, Bernardo Bonavia y Zapata,209 intendente de la Real Academia, reportó los inconvenientes de los jacales ubicados frente al Hospital de San Andrés donde se instalaban:

familias enteras de carboneros y otras míseras gentes de igual clase connaturalizados con la porquería y el abandono, por lo que no es posible conseguir halla allí limpieza alguna, extendiéndose la inmundicia al Callejón de la Condesa donde también se ensucian y hace muladares y aunque por las Ordenanzas de Policía debiera cercarse todo el terreno hasta que se fabricase en él en consideración a tener entendido que Vuestra Señoría ha impetrado licencia, que es regular […] bastará por ahora que Vuestra Señoría se sirva disponer, se desembarace y se despeje y limpie perfectamente: con lo que además de atenderse a su limpieza que no se logrará de otra manera, se evitará juntamente el desorden en que por dar muy favorable ocasión lo escusado del paraje, es de presumirse vivirán tales gentes.210

Además de ello había que gastar en el remplazo de algún jacal, lo cual implicaba comprarlo en 71 pesos; así como gastar en los cueros de toro para correas de amarrar, 7 pesos con 6 reales; 10 morillos de a 2 con 7/2 reales; por una docena y media de latas para añadir a jacal, 2 ½ reales; por “vigas para puentes” 7 pesos con 2 reales; más los cuatro días de trabajo al que lo puso 2 pesos con 4 reales; y tres días al peón, 1 peso con 2 reales.211 En cada registro se anotó el cargo y data, es decir, las ganancias y las pérdidas e incluso se llegó a hacer un listado con los nombres de aquellos que presentaron adeudos. Por citar un ejemplo, en el bimestre marzo-abril de 1788 se cobraron 370 pesos con 6 reales y se gastaron 13 pesos, mientras que de septiembre a diciembre se ganaron 599 pesos con 27 reales y se invirtieron en las viviendas 263 pesos con 72 reales, es decir, se obtuvo una ganancia neta de 336 pesos con 30 reales.212 Esta situación se repite de septiembre a diciembre de 1787 al arreglarse un balcón de palo en el Callejón de Betlemitas que costó de 3 pesos, unas escaleras también de palo, 2 pesos con 2 reales, en aldabas para ventanas 6 reales, una compostura de la “vivienda grande de la casa chica” 7 pesos, o un jacal para un lavadero que era llamado del zacatito; más lo erogado en materiales como cal, arena, un canal de madera para el lavadero, tablas, ladrillos más el sueldo de un albañil y peón.213 En otros casos había cuartos

204 Ibidem, exp. 59, f. 1. 205 Ibidem, exp. 74. 206 Ibidem, exp. 88. 207 Ibidem, exp. 115. 208 aaasc/enap/ag, doc. 766, s/f. 209 Bernardo Bonavia y Zapata fue mariscal de los reales ejércitos, natural de la ciudad de Toro, Zamora, en España; murió en 1833 a los 93 años. Formó parte del cuerpo de consiliarios de la Real Academia de San Carlos junto con Fausto de Elhuyar y el arquitecto Miguel Constanzó. Llama la atención que De Elhuyar fue su albacea, aunque no pudo ejercer tal cargo por haber fallecido apenas pocos meses antes que él. Con fama de contar con ideas ilustradas cuando ejerció el cargo de gobernador de Chihuahua, ordenó la fundación de escuelas para niños y niñas a partir de los fondos de las comunidades; sin embargo, no se realizó el proyecto. También fue intendente de la Provincia de México, delegado de la construcción del camino de México a Toluca, intendente de Durango y gobernador de Nueva Vizcaya. Fue comisionado en 1809 para organizar la defensa de Texas. Tuvo además varios cargos importantes como el de corregidor de la Ciudad de México, posición que le permitió estar involucrado en diversos asuntos relacionados con las obras públicas de la ciudad como el empedrado, el paseo de la Alameda o la celebración de Carlos IV. Pero en particular podría recordarse por su activa participación en 1790 en la exhumación de la escultura de la Coatlicue, ya que le propuso al virrey Revillagigedo el traslado del monolito a la Real Pontificia Universidad. Cfr. José Luis Alanís Boyso, Toluca, catálogo documental colonial de los ramos del Archivo General de la Nación, México, uaem, 2001, p. 60. Luis Suárez Fernández, Historia general de España y América: emancipación y nacionalidades americanas, España, Ediciones Rialp, p. 339. Matías Fernández García, Parroquias madrileñas de San Martín y San Pedro el Real: algunos personajes de su archivo, España, Caparrós Editores, 2004, p 177. Luz Elena Galván, Oresta López (coords.), Entre imaginarios y utopías: historias de maestras, México, unam, Publicaciones de la Casa Chata, Programa de Estudios de Género, El Colegio de San Luis, 2008, p. 52. Leonardo López Luján, “El ídolo sin pies ni cabeza: la Coatlicue a fines del siglo xviii” en Estudios de Cultura Náhuatl, núm. 42, México, unam, 2011, pp. 207-216. 210 aaasc/enap/ag, doc. 1792, s/f. 211 aaasc/enap/ag, Rentas y alquiler, 65-116.4/17, s/f. 212 Ibidem, exp. 10,080, s/f. 213 Archivo de la Antigua Académia de San Carlos, Facultad de Arquitectura, (en adelante aaasc/fa), doc. 1,792, s/f.

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SITIO DE NILPANTONGO



Imagen 20. Recreación hipotética del sitio de Nilpantongo ubicado en la parte sur del Callejón de Betlemitas, terreno en el que se instaló una carrocería y hacia la mitad de la acera, la Casa de los Mascarones. La propiedad del mayorazgo Velázquez de la Cadena se encontraba en estado ruinoso en 1784, condición que propició su venta. Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

inhabitables que estaban vacíos porque ahí se guardaba la arena para el día de Corpus Chisti.214 A través de estas cuentas es posible ver que en realidad se tenían pocas ganancias de los arrendamientos, más pareciera que lo erogado en las reparaciones en el sitio de Nilpantongo y Casa de los Mascarones, representaban más conflictos que beneficios. A ello habría que agregar los problemas suscitados con los inquilinos, ya fuera por su ausencia o bien por los pagos vencidos. En 1788, el bachiller José de Córdoba se hizo cargo de la deuda que tenía Miguel de Ozatea y Oro,215 ministro ejecutor del Real Tribunal y Audiencia de Cuentas de la Contaduría Mayor de la Real Hacienda de la Nueva España, quien alquilaba una casa con un costo de 8 pesos mensuales. En 1791 el carrocero Nicolás Rivadaneyra abandonó unas accesorias y huyó dejando un adeudó de 562 pesos con 4 reales. En otros casos, el carpintero Francisco que arrendaba una accesoria sobre la calle de San Andrés debía 7 pesos; y otra persona 8 pesos, al momento de su muerte. Un caso curioso fue el de Juan Gallardo que quedó a deber 34 pesos con 4 reales por lo que se le embargó un nicho con vidrieras de santa María Magdalena, tres óvalos y un Santísimo Rostro. Para empeorar la situación, algunas habitaciones no representaban ganancia alguna como fue la de la casera, una viejecita, a quien se le “daba de balde” y quien ahí habitó hasta su muerte. De igual forma ocurrió con José Bobadilla, quien habitaba el cuarto del zaguán por vigilar la puerta y el aseo del patio.216 Ésta era la situación del predio adquirido por la Real Academia de San Carlos, por lo que es comprensible que ante la falta de capital, aceptara la oferta del Tribunal de Minería, quien mostró interés en construir ahí su colegio (véase imagen 20).

parte de la ciudad. Quizá no se había planteado como un asunto relevante, sin embargo, ello significa comprender por qué se construyó uno nuevo y no se arrendó otro edificio virreinal para adaptar nuevamente sus instalaciones. Una vez aprobadas con una Real Cédula en 1783 las Reales Ordenanzas del Tribunal de Minería, se necesitó localizar un sitio donde se instalaría el colegio. La primera sede fue una casa que pertenecía al conjunto conventual de la Provincia de San Nicolás Tolentino de la Orden de Agustinos Descalzos de las Islas Filipinas.217 Ésta formaba parte de las viviendas que integraban el Hospicio de San Nicolás.218 El alquiler de esta propiedad se inició a partir del 16 de noviembre de 1778, sin embargo, se arrendó durante 13 años sin que se fundara el colegio y se desconoce qué uso se le dio durante este lapso.219 Una pequeña noticia en la Gazeta de México del martes 8 de noviembre de 1785 da una pista, ya que en una de las accesorias, éstas se vendían “vajillas de loza fina inglesa y francesa, y algunos cristales. Desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde se verifica su expendio”.220 El Real Seminario de Minería fue inaugurado el 1 de enero de 1792, y gracias a los planos que se conservan en los Títulos y propiedades del Colegio de Minería es posible conocer la ubicación de las diferentes instalaciones, como la cocina, laboratorio, librería, salón del seminario, aulas, y demás instalaciones. Sin embargo, a pesar de los gastos en las obras del edificio, éste mostraba sus limitaciones. De acuerdo con el testimonio, el inmueble requería de muchos reparos. En julio de 1791, el director Fausto de Elhuyar refirió que:

QUE SE BUSQUE UN EDIFICIO O QUE SE CONSTRUYA EXPRESAMENTE UNO NUEVO Al examinarse la historia misma del Colegio de Minería, uno pensaría que ésta se inicia explicando las razones que llevaron al Tribunal de Minería a elegir el sitio de Nilpantongo en la calle de San Andrés para su edificación, y no otra

dicho edificio tiene demasiada poca amplitud, proporción y comodidad para acomodar en él con el desahogo necesario las habitaciones y oficinas que son indispensables. Si aquellas se destinan las piezas altas no hay en donde colocar el gabinete de minerales, el de modelos, el de instrumentos de física y matemáticas y la librería. Si por acomodar estos gabinetes en ellas se quieren establecer aquellas en los entresuelos, son estos poco propios para semejante destino lobreguez y escasa ventilación, además de que en tal caso faltarían piezas a lo menos para el mayordomo, comprador, cocinero, galopino y criados, igualmente que para

214 No hay que olvidar que en la calle de Tacuba pasaba la procesión de Corpus Christi. Sánchez de Tagle, Los dueños de la calle..., op. cit. 215 Miguel de Ozaeta y Oro fue nieto de María Graciana de Velasco, condesa del Valle de Orizaba. Sin embargo, no gozaba de fortuna y destinó recursos para adjudicarse la posesión del mayorazgo. Guillermo Fernández Recas, Mayorazgos de la Nueva España, op. cit., pp. 157, 167. agn, Instituciones Coloniales, Gobierno Virreinal, Vínculos y Mayorazgos, 115, vol. 136, exp. 3. 216 aaasc/fa, doc. 1,792, s/f. 217 Esta orden se fundó en 1574 por fray Tomás de Jesús y fue aprobada en 1598 por el papa Clemente VIII. Llegaron a México en 1605 y en Filipinas instituyeron una provincia, cuyos integrantes eran conocidos comúnmente como “agustinos recoletos”. 218 Actualmente corresponde a la calle de República de Guatemala 80 y 90. De acuerdo con el Padrón de frentes se registró que los números 23 a 21 pertenecían a la Provincia de San Nicolás de Michoacán, mientras que los números 19 y 20 al Hospicio de San Nicolás. En estos últimos se encontraba una casa, una portería e iglesia; hoy día corresponde a los números del 88 al 92, aunque comúnmente se le conoce como Guatemala 90. De acuerdo con el dintel la casa 84, éste se concluyó en 1771. Manuel Rivera Cambas señaló que al extinguirse la orden el 1 de octubre de 1820 lo primero que desapareció fue la iglesia y en su lugar se edificó una casa, cuyo primer habitante fue el presidente Vicente Guerrero. En un registro notarial con fecha del 31 de diciembre de 1832, se asentó que el ex presidente compraba una casa en la calle del Hospicio de San Nicolás 19 y 20 a través del apoderado de los agustinos descalzos, Atilano Sánchez. Entre 1991 y 1992, el arqueólogo Arturo Guevara Sánchez dirigió las excavaciones en el número 90 donde se localizó cerámica, un corral, semillas, drenajes empedrados, herramientas y juguetes. Cfr. Arturo Guevara Sánchez, Los agustinos descalzos: breves noticias de su vida y logros en México y Filipinas. Obra diversa, México, inah, 2006. Óscar Adolfo Mazín Gómez y Esteban Sánchez de Tagle (coords.), Los “padrones” de confesión...”, op. cit, cuartel 4. Manuel Rivera Cambas, México pintoresco..., op. cit., vol. 2, p. 218. ahagndf, not. 361, José López Guazo, acta 73584, 31 de diciembre de 1732, fol. 969, disponible en el buscador electrónico del ahagndf, http://notarias. colmex.mx/, consultado el 17 de agosto de 2012. 219 Sobre el tema véase el capítulo ii de este libro. 220 Manuel Antonio Valdés, Gazetas de México, compendio de noticias de Nueva España, desde principios del año de 1784 al 30 de diciembre de 1809…, vol. 1, núm. 50, ed. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1785, p. 434.

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dispensas, almacén de materiales y utensilios químicos, y otros efectos que no pueden colocarse en las del patio que precisamente se necesitarían para aulas. Además de esto con dificultad se encontrara en el referido edificio pieza alguna que al darla su destino no salga con algún defecto o de ser obscura o muy baja de techos o muy angosta, y en una palabra que no manifieste algún inconveniente o incomodidad.221

Frente a esta situación, se buscó otro local, ya que la “casa de vecindad”222 que arrendaban era inconveniente para los fines del Seminario de Minería; por ello, el 14 de septiembre de 1791, fue comisionado su director para que se diera a la tarea de buscar un terreno más adecuado para la construcción del nuevo edificio. Este cometido presentaba dos opciones: continuar arrendando un inmueble al que se adecuarían los gabinetes, aulas y vivienda; o bien, localizar un predio para edificar un colegio con las instalaciones específicas que eran requeridas. Por este motivo, Elhuyar tomó nota de los “parajes en que había proporción para levantar este edificio, si se resolviese hacerlo de nuevo, y ha hallado uno que en su concepto es muy a propósito así por su situación como por la capacidad del terreno”.223 Se trataba de una propiedad perteneciente al mayorazgo de Mota, localizada en la esquina de la calle de Santa Teresa y 2ª del Indio Triste,224 apenas a una cuadra de distancia del Hospicio de San Nicolás, donde estaban instalados. La superficie del terreno tenía una extensión de 96 varas (80.64 m) de largo225 hacia Santa Teresa y 48 (40.32 m) por la segunda, además de estar muy cerca del Real Palacio, es decir, tenía una ubicación muy conveniente en el centro de la ciudad. De igual forma se reportó que durante el día, la superficie era ocupada por “una carrocería, una alquiladuría de coches que forman dos grandes patios y en lo restante están demoliendo unas casas viejas que los terminaban”.226 Sin embargo, la casa se encontraba en litigio ante la Real Audiencia. Seguramente se trataba de la autorización requerida para desvincularla del mayorazgo que argumentaba como muchas otras familias, carecer del dinero para reedificar sus propiedades, que ahí

que prefirieran ponerlas a la venta. Sin duda, se presentaba una gran oportunidad que no querían perder, puesto que se trataba de unas “casas caídas” que se habían rematado en pública subasta.227 Al parecer, para Elhuyar el objetivo era encontrar un terreno adecuado para edificar el colegio “con la extensión, hermosura, limpieza, oficinas y decencia correspondiente”.228 Sobre el solar de los Mota, y las casas que construyeron, bien vale la pena conocer algunas referencias, debido a que por su condición ruinosa adquirió un valor singular hacia finales del siglo xviii que le permitió permanecer en los registros documentales evadiendo, así, el anonimato en que han quedado muchas otras propiedades que forman parte de la historia de la ciudad. En las Noticias de México recogidas desde 1756 y recopiladas por Francisco de Solano, se señala que la propiedad conlindaba con las casas de los hermanos Ávila, quienes habían conjurado contra Hernán Cortés;229 denominación que emplea para referirise a ellas es la de “casas viejas y caídas del mayorazgo de Mota”.230 De acuerdo con el registro realizado en el Padrón de frentes de 1790, esta propiedad tenía cinco frentes y medía 123.11 metros de frente y comprendía la calle de Santa Teresa, así como los números del 8 al 11 y la 2ª del Indio Triste sin número, esta última es precisamente la señalada como “casa arruinada”.231 Estas fincas, también, habían sido registradas desde el 23 de noviembre de 1790 por la Junta de Policía, cuando se le notificó al dueño que tenía un mes para reedificarlas o rematarlas.232 En 1792, apenas dos años después, Antonio de León y Gama escribió que estas “fincas están arruinadísimas, y con este motivo se liberaron algunas paredes maltratadas, [donde] se hallaron en los cimientos varias piedras curiosas”,233 es decir, esculturas mexicas del recito ceremonial del Templo Mayor. Además precisó que dichos hallazgos se debían a que las casas habían sido fabricadas en el siglo xvi en parte del sitio que comprendía el gran palacio del rey Axayácatl. Sobre las esculturas comentó que “algunas […] pequeñas [que había repartido] al actual poseedor del mayorazgo, y las más grandes que son el sapo y el lobo […] pasaron a la Real Academia de San Carlos.”234 En su obra incluyó unas láminas

221 ahpm, ML-359B, ff. 126-126v. 222 Ibidem, f. 131. 223 Ibidem, f. 127v. 224 Mayorazgo fundado por Antonio Ruiz de la Mota y María Manuela de Portugal, pero a mediados del siglo xviii se interrumpió la descendencia de la familia al no contar con un heredero que llevara el apellido. Propiedad que correspondería a las actuales calles de República de Guatemala y Carmen 64 y 66 y donde se encuentra la Secundaria Técnica 63 Melchor Ocampo. José María Marroquí, La Ciudad de México..., op. cit., vol. i, pp. 404-405. Artemio de Valle Arizpe, El Palacio Nacional de México: monografía histórica y anecdótica, Cía. General de Ediciones, México, 1952. Cfr. John Frederick Schwaller, “Tres familias mexicanas...”, op. cit., pp. 172-178. 225 Es decir, 96 m × 0.84 m. 226 ahpm, ML-359B, f. 128. 227 Ibidem, f. 131. 228 Ibidem, f. 131v. 229 Se trata de los hermanos Gil y Alonso de Ávila que conjuraron con Martín Cortés en 1566 y que recibieron como castigo la pena de muerte. En 1918 el inmueble fue adquirido por Pedro Robredo que instaló la Antigua Librería Robredo. En 1934 pasó a ser propiedad de José Porrúa e hijos y fue derribada en 1979 como parte de las excavaciones realizadas a partir del descubrimiento de la Coyolxauhqui y que formaría parte de la zona arqueológica del Templo Mayor. Cfr. Artemio de Valle Arizpe, “La casa de los Ávilas” en Don Artemio, México, unam, 1995, pp. 23-31. 230 Francisco Sedano, Noticias de México: crónicas del siglo xvi al siglo xviii, vol. 1, México, Departamento del Distrito Federal, 1974, pp. 33-34. 231 Esteban Sánchez de Tagle, Ana Rita Valero de García Lascuráin, Sergio Martínez, Padrón de frentes, op. cit., cuartel 4. 232 ahagndf, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Fincas ruinosas, vol. 1,092, exp. 68, 1790, s/f. 233 Antonio León y Gama (1735-1802) fue un destacado criollo que se dedicó a los estudios astronómicos y en 1790 cuando se descubrió la Piedra del Sol publicó la Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado que se está formando en la plaza principal de México, se hallaron en ella el año de 1790, Impresión de Francisco de Zúñiga y Ontiveros, México, 1790. 234 Ibidem, p. 85.

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con los dibujos de algunas de las piezas encontradas, tal es el caso de la figura 7 de la lámina 2, la imagen de Izquitécatl, que estuvo mucho “tiempo arrimada a una pared del jardín de la casa del mayorazgo.235 También se halló otro idolito, un chalchihuitl, que el dueño le regaló a León y Gama;236 y una piedra que se quebró al sacarla, que representaba el símbolo quiahuitl, de la que también guardó un pedazo el erudito criollo237 (véase imagen 21). Para concluir este anecdotario arqueológico del predio del mayorazgo de los Mota, habrá que recordar las palabras de León y Gama, quien esperaba que “cuando se verifique el reedificio que se intenta de este mayorazgo, se descubran otros monumentos que den nuevas luces a la historia mexicana”.238 Si bien esto no ocurrió así en ese momento ni en ese predio, las excavaciones se realizarían a pocos metros de distancia al iniciar el siglo xx, cuando quedaron al descubierto los restos del recinto ceremonial. La venta de lo que fue denominado como sitio o solar de la calle de Santa Teresa no se concretó con el Real Tribunal de Minería. Al parecer la razón fue simplemente que no se resolvió el litigio “con la brevedad que se me había avisado”.239 Años después, los Mota tendrían a la vista otro comprador interesado. El 29 de octubre de 1799 el Seminario Conciliar de México inició los trámites necesarios para adquirir el terreno que medía 98 varas de largo (82.32 m), 50 varas de ancho (42 m), con un total de 4,900 varas cuadradas (4,116 m2). La venta se cotizó a 5 pesos la vara dando un total de 24,500 pesos. Llama la atención que por encontrarse en estado ruinoso, la propiedad fue vendida como terreno, dado que las fachadas estaban destruidas; sin embargo, se pensó que las piedras podrían aprovecharse para la nueva construcción y fueron cobradas en 296 pesos. La venta incluía la merced de agua con un valor de 2,000 pesos, por lo que el costo total ascendió a la cantidad de 26,860 pesos. Para definir el contrato fue necesario que los habitantes de las pequeñas casas desalojaran la propiedad.240 Después del dilatado trámite, finalmente la Real Audiencia otorgó la autorización para la venta. Incluso el hecho fue anunciado en la Gazeta de México del 23 de abril de 1800, ya que por decreto del 16 de abril “proveído por el Señor Oidor Juez Conservador del Mayorazgo de Mota” se ordenó el pregón para rematar el



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Imagen 21. Plano de ubicación de la primera sede del Colegio de Minería en las casas del Hospicio de San Nicolás y de las propiedades de los mayorazgos de Mota y Velázquez de la Cadena. Basado en el dibujo de la arquitecta Nancy Aracely Ambrocio Ángeles. Fuente: Unidad de Informática de la cnmh con datos de la autora. Ilustración 3D: Roberto Añoveros León y Roberto Carlos Coraza Nava.

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“solar principal del vínculo” y quien estuviese interesado debía dirigirse con el escribano José María Leal y Gamboa.241 Para el 12 de mayo se cerró el trato a favor de José Fernández de Córdova, procurador del Seminario Conciliar en la cantidad de 27,000 pesos; aunque la toma de posesión se oficializó el 5 de enero de 1801.242 A pesar de haberse vendido, la situación del sitio no cambió, puesto que todavía aparece descrito en 1805 como “un solar grande del Colegio Seminario lo ocupa don Manuel Vidal para carrocería y don Felipe González para taller de herrador, asimismo hay herrerías en él”.243 Esta situación se repitió en 1813 y se ordenó que se reedificaran o se vendieran para “viviendas o edificios útiles y en que se guarden las reglas del Arte de la Arquitectura con firmeza, belleza, simetría y uniformidad según conviene a un paraje tan público.”244 A falta de recursos para hacerlo, el Seminario Conciliar aprovechó la oportunidad de un comprador interesado, se trataba del mayordomo del Convento de la Concepción, Cosme Damián Flores.245 Así el 29 de abril de 1827, el Cabildo Metropolitano aprobó la venta que se concretaría el año siguiente.246 Debido a que no se concretó la venta del solar del mayorazgo de Mota, Elhuyar tuvo que buscar otras opciones que “ofrecieran alguna disposición”.247 Al parecer prefería un terreno donde pudiera construir un edificio nuevo a adaptar las instalaciones a una casona de la ciudad. Entre los informes que dio al Real Tribunal de Minería comentó que tenía conocimiento de que la Real Academia de San Carlos poseía un solar en la calle de San Andrés del “que le consta intenta deshacerse”248 y que le parecía que no había encontrado un lugar más adecuado para sus fines que el nombrado de Nilpantongo, perteneciente al mayorazgo de los Velázquez de la Cadena. Entre sus virtudes estaban su área, puesto que era de mayores dimensiones que el de la calle de Santa Teresa, el nuevo medía 94 varas de fondo (78.96 m) “como por tener además de dicha frente otras dos libres por los costados que caen al Callejón de los Betlemitas y al de San Andrés, con lo que se multiplican sus luces”.249 La reacción de la Real Academia de San Carlos seguramente fue de entusiasmo ante la imposibilidad para edificar, a lo que se agregaba las pocas rentas que les producían las viviendas y accesorias, por lo que debieron sentir que por fin recuperaban su inversión. En los documentos

235 Ibidem, p. 86. 236 Ibidem, p. 89. 237 Cfr. Leonardo López Luján, “El capitán Guillermo Dupaix y su álbum arqueológico de 1794” en Arqueología Mexicana, núm. 109, México, Raíces, inah, 2011, pp. 71-81. 238 De estas piezas se hicieron láminas que corresponden a las figuras 5, 6 y 9 de la lámina 1 y la figura 7 de la lámina 2. Cfr. Antonio León y Gama, Descripción histórica…, op.cit., p. 89. 239 ahpm, 06/1791/93, f.141. 240 El avalúo lo realizó el arquitecto Antonio Velázquez el 29 de octubre de 1799. Cfr. Eduardo Chávez Sánchez, Historia del Seminario Conciliar de México, vol. 1, México, Porrúa, 1996, pp. 380-381. 241 Durante las obras encontraron una “piedra serpentina colosal”. Cfr. Eduardo Chávez Sánchez, op. cit., p. 383. Antonio León y Gama, Descripción histórica…, op.cit., p. 89. Manuel Antonio Valdés, Gazetas de México, compendio de noticias de Nueva España de los años de 1800 y 1801, t. x, México, p. 118. 242 Idem. 243 ahdfcsg, Ayuntamiento, Gobierno del Distrito Federal, Fincas ruinosas, vol. 1093, exp. 158, s/f. 244 Ibidem, exp. 185, s/f. 245 Fue mayordomo del Convento Concepcionista de 1822 a 1836 y perteneció a una distinguida familia de Aguascalientes. Cfr. Anne Staples, “Mayordomos, monjas y fondos conventuales” en Historia Mexicana, vol. 36, núm. 1 (141), julio-septiembre, México, colmex, 1986, pp. 135-137. 246 Eduardo Chávez Sánchez, Historia del Seminario…, op. cit., pp. 461-463. 247 ahpm, ML-359B, f. 141. 248 Ibidem, f. 135. 249 Ibidem, f. 141v.

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quedaron registradas frases como “conviene con particular complacencia en ceder al Real Seminario de Minería”250 o que se “hallaba ésta en ánimo de deshacerse de él y venderlo”251 aunque la argumentación final fue que no contaban con los “fondos ni esperanzas de facultades para levantar en él, el edificio a que pensó podría destinarlo cuando lo adquirió”.252 Como se observa, las dos propiedades por las que realmente mostró interés Elhuyar, la de los mayorazgos de Mota y Velázquez de la Cadena, compartían una característica en común: se trataba de propiedades en estado ruinoso, lo que representaba, sin duda, menor inversión en la demolición, rapidez en la construcción y principalmente, el diseño de un edificio acorde con las instalaciones para el colegio. Para 1791, el rey autorizó la venta del predio a la Real Academia de San Carlos, por la misma cantidad que había sido pagada en la compra-venta con el mayorazgo Velázquez de la Cadena. Sin embargo, el proceso de adquisición tomaría un par de años más. El documento notarial se firmó el 14 de marzo de 1793 sobre “un sitio que ha sido siempre conocido con el nombre de Nilpantongo con unas casas inmediatas de fábrica tan antiguas que se hallan arruinadas”. Esta característica fue repetida en varios documentos, seguramente por el precio del terreno, pero que recuerda la conveniencia que presentaba por tratarse de un lugar perfecto para construir un edificio nuevo.253 La toma de posesión del lugar se dio el 22 del mismo mes;254 esto significó que debía notificarse del cambio a las religiosas de la Encarnación, que eran dueñas de la casa colindante hacia el sur; de igual forma aceptaban el “goce de los alquileres y aprovechamientos de dicha finca” a partir del 14 de marzo de 1792. Para formalizar la toma de posesión, en la época, se acostumbraba entregar las llaves al nuevo propietario para abrir y cerrar sus puertas, pasearse por las piezas y patios, además de echar fuera a los que estaban en ellos junto con otros “actos posesorios”.255 Al parecer, esta operación ameritó un festejo, puesto que para el 24 de abril, Esteban Carmona registró los gastos por tres botes de nevados, es decir, de helado; una fuente de dulce fino, otras de masa, soletas y barquillos, nueve manteles, sillas y cargadores, con un total de 21 pesos con 2 reales.256

Una vez propietarios del sitio, Fausto de Elhuyar tuvo que enfrentar el asunto de las rentas y el estado en que se encontraba. El 23 de marzo de 1793 las describió como “varias casuchas, cuyas habitaciones están alquiladas a una multitud de familias pobres, de una carrocería y de un gran corral con una pila de agua y varios lavaderos que igualmente está arrendado a una mujer que semanariamente ha pagado”.257 También expresó que el encargado de cuidarla había sido Miguel de Villerías, quien le notificaría lo que redituaban las habitaciones, carrocería y lavadero, que anualmente sumaba la cantidad de 1,468 pesos. Otro inconveniente que se presentó es que al adquirirla sin la merced de agua, se quedaron sin el vital líquido, ya que el suministro había sido cortado por el regidor alguacil mayor y juez de cañerías. Lo que representó no sólo la pérdida de la poca ganancia semanal obtenidos por los lavaderos, sino que los inquilinos abandonaran las habitaciones al haberse enterado de que se iniciaría una obra nueva; ambos asuntos afectaron aún más el producto de los arrendamientos. Para resolver el asunto del agua, el 27 de mayo de 1794, Elhuyar solicitó al teniente coronel de ingenieros Miguel Constanzó su opinión y se resolvió que eran necesarios 2 reales “que es la suerte un caño de una pulgada y 69 centavos”,258 que correspondía a la cantidad que por lo regular se otorgaba a los conventos y casas de comunidad. Si bien ya se contaba con el sitio para la edificación del colegio, las obras no iniciaron de inmediato ante la falta de los medios económicos.259 Por lo que se continuó con el arrendamiento del sitio de Nilpantongo, a cargo del administrador Miguel de Villerías que realizó los cuadernos de cobranzas del Real Tribunal de Minería para los años de 1794 a 1796. Villerías, además de seguir con la descripciones, agregó algunas observaciones como las deudas inevitables “principalmente de las accesorias”, pues al encontrarse vacías desatendían un bando de limpieza de las calles que debían cumplir los dueños para hacerse cargo de la limpieza de sus propiedades, por lo que incumplían con el adeudo de las multas, además de ser responsables del pago de las sanciones.260 Inclusó vuelven a alquilar el sitio como carrocería a Carlos Parodi.261

CONCLUSIÓN La historia del sitio de Nilpantongo y Casa de los Mascarones vio su fin al iniciarse el trabajo constructivo del Colegio de Minería con la orden que dio el Real Tribunal el 18 de marzo de 1797. Días después, el 22, se realizó el primer pago a Esteban González, que tendría a cargo la administración de la obra. Los corrales, lavaderos, casas y accesorias serían derribados y en su lugar se levantaría un nuevo edificio que transformaría la antigua calle de San Andrés. Estos cambios no sólo se darían en el ámbito arquitectónico, puesto que el inmueble adquiriría un valor simbólico para la Ciudad de México. Incluso su distinción se advierte en su nombre, lo que fue concebido como un colegio se transformó en un palacio, convirtiéndose en un edificio emblemático. Si nombrar es poseer, la ciudad tomó posesión de un palacio entorno al cual se levantó el mito de Manuel Tolsá.

Este prestigio, además de renombre, le ha permitido sobrevivir, pues nunca ha sido alterado su estilo arquitectónico, ni ha sido afectado por los distintos proyectos de aperturas de calles. El Colegio de Minería, mejor reconocido como Palacio de Minería, se trata, además, del único edificio virreinal que se ha conservado íntegro en la zona poniente de la calle de Tacuba. A través de los documentos históricos, ha sido posible recordar que este edificio no está aislado, puesto que su edificación se entrelaza con la historia urbana de la Ciudad de México; con sus propietarios y con aquellos personajes que lo habitaron. De igual forma ha sido posible recuperar una parte olvidada de lo que bien puede considerarse su biografía.

250 Ibidem, f. 137. 251 Ibidem, f. 141v. 252 Ibidem, f. 142v. 253 Ibidem, f. 1. 254 Ibidem, f. 241v. 255 Ibidem, f. 242. 256 Ibidem, f. 245. 257 Ibidem, f. 253. 258 Ibidem, f. 257. 259 Acerca del tema, véase capítulo ii de este libro. 260 ahpm, ML-359B, ff. 1-55. 261 Se han conservado dos documentos relativos a las deudas que Francisco Sáenz de Santa María tenía con Carlos Parodi, fechados en febrero de 1795; éstos son interesantes porque enumeran algunos materiales como los furlones y estufas. Archivo Histórico del Arzobispado de México (en adelante aham), caja 182, exp. 70, 1 f. y exp. 52, ff. 1-2. “Carta de libranza por 116 pesos otorgada por Carlos Parodi a Fernando Rafael Talavera”. Agradezco a Marco Antonio Pérez Iturbe las facilidades proporcionadas para consultar este material.

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