Sobre la sexualidad y la Iglesia Católica

September 23, 2017 | Autor: L. Leiva Moreira | Categoría: Cristianismo, Sexualidad, Iglesia Católica, Catecismo Católico
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Descripción

Pontificia Universidad Católica de Chile
Facultad de Historia, Geografía y Ciencia Política
Instituto de Ciencia Política
Religión y Política Internacional (ICP0336)






Sobre la sexualidad y la Iglesia Católica












Por Laura C. Leiva Moreira

Año Académico 2014, Primer Semestre

El mensaje sobre la sexualidad del segundo Concilio Vaticano cobra sentido dentro de un contexto de manifestaciones en contra de la guerra, donde tomó fuerza el movimiento libertario y pacifista hippie, frente al cual la Iglesia respondió aludiendo al sexto mandamiento: "no cometerás adulterio". Hoy en día se cuestiona la voz de la Iglesia respecto a la sexualidad ya que su ejemplo de vida célibe no lo amerita, y por tanto, su enseñanza en el tema tendría poca –si no nula– credibilidad. Pero en vez de revisar si la Iglesia debe o no manifestarse al respecto, parece más apropiado analizar el abismo entre la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad y la realidad de las personas, es decir, revisar si lo que ha dicho la Iglesia es apropiado para su misión o no. Desde esta cuestión, el mensaje de la Iglesia Católica sobre la sexualidad no acerca sino que aleja a las personas del evangelio, ya que, en primer lugar, a la hora de definir la sexualidad se prioriza la obligación para con Dios antes del amor para con Dios, y en segundo lugar, cuando el Magisterio se refiere al rol del amor dentro del matrimonio, lo hace desde su única perspectiva: la de una vida casta y santa, la cual si bien es altruista, no es la única forma de amar.
El primer punto, respecto a que la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad prioriza la obligación frente a Dios antes que el amor, quiere decir que la sexualidad se expone como un acto sólo para corresponder al plan del Autor de la vida y nada más que para ello. Su deber es dar lugar a la natalidad, en donde se replica la misma obra que hizo Dios en la Creación, pues la natalidad consiste en el ingreso de un nuevo ser a este mundo, de una nueva «creación» de Dios, y por tanto, está en sincronía con la voluntad de Dios. Para la Iglesia Católica, cooperar con el amor de Dios es igual a seguir "el deber de transmitir la vida humana y educarla". Así, la procreación se entiende como una misión, y la sexualidad siempre debe realizarse con el motivo de cumplir con la misión de Dios. La crítica aquí es reducir el fenómeno de la sexualidad a un proceso biológico para reconocerlo como una obligación, y no considerar el proceso afectivo que puede tener.
Lo anterior es visible en la extensa dedicación en Humanae Vitae para explicar y justificar el aspecto procreativo del matrimonio. Si bien el aspecto unitivo tiene espacio en la encíclica, ya que expresa que el matrimonio se compone tanto por su aspecto unitivo como su aspecto procreativo, su contenido –el cual será discutido en el segundo punto del presente ensayo– permite identificar una jerarquización entre estos aspectos. Es más, esta jerarquía es visible tanto en 1965, en la constitución pastoral Gaudium et spes, como con las palabras de Humanae Vitae, tres años más tarde. En la primera se expone que "[p]or su índole natural, la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia", y cuando agrega que
el matrimonio no ha sido instituido solamente para la procreación, sino que la propia naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y el bien de la prole requieren que también el amor mutuo de los esposos mismos se manifieste, progrese y vaya madurando ordenadamente. Por eso, aunque la descendencia, tan deseada muchas veces, falte, sigue en pie el matrimonio como intimidad y comunión total de la vida y conserva su valor e indisolubilidad ,
más que igualar la relevancia de ambos ámbitos, se hace hincapié en que en el caso de que naturalmente el matrimonio no pueda procrear, debe recordarse que el matrimonio también fortalece el amor entre la pareja. A fin de cuentas, la sexualidad siempre ocurre en orden a procrear, y es en esta percepción que la perspectiva de la Iglesia no logra abarcar la realidad de los laicos, pues considera que cualquier otro uso del acto sexual consistirá siempre en actos egoístas y libertinos, dejando fuera el caso en donde la sexualidad en el matrimonio es una forma más de expresar amor y de fortificar la relación entre la pareja.
La priorización de la obligación o el deber para con la obra de Dios en Humanae Vitae en el matrimonio es reconocible cuando se explica en qué consiste «la paternidad responsable», pues ésta
(…) comporta sobre todo una vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia. El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismo, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores.
De esta forma, la pareja "[debe] conformar su conducta a la intención creadora de Dios". El problema de esta priorización está en que se merma la importancia del amor dentro del matrimonio (y por tanto, de la familia). Si bien el hincapié en la procreación pretendía recalcar el mensaje que dejó Cristo respecto al adulterio, priorizar la procreación antes que el amor implica perder el enfoque del principal mensaje de Jesucristo: amar.
Esta pérdida de enfoque se explica por (y nos lleva a) el segundo punto. Cuando el Magisterio se refiere al amor, lo hace desde la única perspectiva que ha experimentado: la de una vida casta y santa, la cual no es errada, pero no es la única forma de vivir el amor. Como ya se había adelantado, si bien la vida célibe en la Iglesia prescinde de la sexualidad para expresar amor, esto no implica que la vida en matrimonio deba hacerlo también.
Tanto en Gaudium et spes como en Humanae Vitae el amor conyugal es descrito con adjetivos que purifican, como «ennoblecido» y «casto»; «pureza, (…) más sublime» y «santidad», los cuales parecen ser más propios (aunque no por ello exclusivo) de una vida célibe. Esta constante apelación a la castidad en la vida matrimonial es la causa de la pérdida del enfoque cuando se habla sobre el amor conyugal. Y se dijo «pérdida de enfoque» porque en realidad la Iglesia sí alude a la esencia de la vida en matrimonio, la cual consiste en un mutuo perfeccionamiento personal (Resaltado fuera del texto). Este perfeccionamiento, como se indica, es mutuo y no en soledad, como en la vida célibe. La diferencia radical (que es enunciada por los escritos pero cuya relevancia es inadvertida) está en que
[e]ste amor, por ser eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y, por tanto, es capaz de enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu y de ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal. (…) tal amor, asociando a la vez lo humano y lo divino, lleva a los esposos a un don libre y mutuo de sí mismos, comprobado por sentimientos y actos de ternura, e impregna toda su vida; más aún, por su misma generosa actividad crece y se perfecciona. Supera, por tanto, con mucho la inclinación puramente erótica, que, por ser cultivo del egoísmo, se desvanece rápida y lamentablemente.
De allí se sigue que el amor en el matrimonio en realidad no nace del ego sino todo lo contrario; la felicidad del otro es la causa de la felicidad propia. Sin embargo, esto no quiere decir que la sexualidad no tenga lugar en el amor. Es más, en una relación en que el enfoque no está en la utilidad sino que en la entrega, no queda espacio para el cultivo del egoísmo, por lo tanto, el significado de la sexualidad dentro de un amor matrimonial iría más allá de la procreación: sería una forma más de entregarse al otro, de conectarse con el otro, de representar la unión.
Tanta es la importancia del amor en la vida matrimonial, que hasta podría objetarse, por ejemplo, que si los métodos anticonceptivos llegasen a tentar a cometer adulterio, la base de ese matrimonio no es el amor. Con esto se quiere decir que, desde la perspectiva cristiana, el amor siempre es el fundamento, tanto en la vida célibe como en la vida matrimonial.
En síntesis, al percibir una prioridad por la obligación en vez del amor se tiende a considerar que el papel de la sexualidad en el matrimonio corresponde más bien a la procreación que a la unión del acto conyugal, y con ello, a mermar la importancia del amor dentro de la familia. El abismo entre la postura de la Iglesia Católica y la vida laica surge por preocuparse por la «obligación» en vez del «amor», pues si se antepone el amor, el mensaje parece más acorde a la palabra de Cristo: no es que desde la responsabilidad el amor fluya, sino al revés, pues cuando se ama, la paternidad responsable no es una obligación sino que es una cuestión honesta y natural, porque nace del amor. En otras palabras, no se actúa en orden a una responsabilidad, sino que se actúa por iniciativa propia del amor.



Bibliografía
Carta encíclica Dignitatis Humanae, 1968. Disponible en http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decl_19651207_dignitatis-humanae_sp.html
Constitución pastoral Gaudium et spes, 1965. Disponible en http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html






Gaudium et spes, 1965. Parágrafo 50
Humanae Vitae, 1968. Parágrafo 12
Gaudium et spes, 1965. Parágrafo 48
Ib., par. 50
Humanae Vitae, 1968. Parágrafo 10
Ibídem.
Gaudium et spes, op. Cit., pars. 48, 49,
Ib., pars. 49, 51, 52.
Humanae Vitae, op. Cit., par. 21
Ib., par. 30
Humanae Vitae, op. Cit., par. 8
Gaudium et spes, op. Cit., par. 49.
Ib., par. 17

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