SOBRE LA RECONSTITUCIÓN DE UNA GRAN BATALLA

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Descripción

SOBRE LA RECONSTITUCIÓN DE UNA GRAN BATALLA



El viernes y el sábado pasados, 19 y 20 de junio, tuvo lugar la
reconstitución de la batalla de Waterloo. Fue una primicia en Europa tanto
por el tiempo invertido en su preparación como por los inmensos medios
desplegados. Las reconstrucciones de acontecimientos históricos son un
fenómeno que, importado de los países de habla inglesa, en particular de
Estados Unidos, se han generalizado en casi todos los países europeos. Las
más frecuentes se refieren a episodios de la Edad Media pero también se
llevan la palma las referidas a la epopeya napoleónica. Las que recrean
episodios de la antigüedad suelen ir en tercer lugar.





La batalla de Waterloo fue un acontecimiento decisivo. Liquidó la pugna
franco-británica por la supremacía en Europa, fortaleció -aunque no
duraderamente- el orden europeo negociado en el Congreso de Viena, abrió
las puertas a la expansión ultramarina británica y fortaleció el comercio
entre los dos lados del Atlántico. Más de dos siglos de guerras intra-
europeas casi incesantes desembocaron en una paz precaria pero en la que
las llamaradas bélicas fueron contenidas hasta la guerra de Crimea.
Localizadas, como las carlistas, o tendentes de garantizar la posición de
preeminencia de Prusia en el mundo germánico, no desembocaron en un
conflicto general. El capitalismo se desarrolló a marchas forzadas, la
pugna contra los regímenes absolutistas continuó y la burguesía irrumpió en
el espacio político. Le siguió, ya avanzado el siglo, el movimiento obrero.
En los cien años que siguieron a Waterloo se sentaron las bases del mundo
moderno.

En este cuadro general no es de extrañar que lo que suele denominarse
epopeya napoleónica ocupe un lugar singular. Al fin y al cabo fue una de
las consecuencias de la revolución que trastocó el Antiguo Régimen y con
ello Europa y el mundo.

En el caso concreto de Bélgica, Waterloo alumbró una primera manifestación
de lo que, en el siglo XX, terminaría siendo el Benelux. A las tierras
holandesas se les agregaron las arrebatadas a Francia. La idea estribó en
crear un Estado tampón que rodease en parte a los franceses y sirviera de
escudo protector de las islas británicas. Cuando los belgas se sacudieron
la dominación holandesa en 1830 la función pasó a desempeñarla el nuevo
Estado bajo la protección de una garantía británica. En 1914 fue uno de los
resortes que llevaron a la primera guerra mundial.

No extrañará por ello que en Valonia, la parte sureña y francófona de
Bélgica, se pusiera en movimiento ya en 2010 una detallada planificación
para festejar adecuadamente el bicentenario. Se creó una organización ad
hoc, se conjuntaron los esfuerzos de las cuatro comunas en cuyos
territorios se desarrolló la batalla y se movilizaron recursos públicos y
privados para preparar las conmemoraciones.

Ha habido críticas acerca de si el asunto merecía la pena pero la
proximidad de 2015 ha inducido mejoras sustanciales en los lugares de
memoria relacionados con la guerra de hace doscientos años antes que
potenciarán el turismo en la región. Un turismo, no hay que olvidarlo, que
figura entre los más antiguos de la Europa nórdica pues los primeros "tour
operadores" fueron británicos y organizaron, ya a los pocos años,
expediciones de turistas para visitar los lugares relacionados con
Waterloo. En todo caso, la idea ha estribado en que las conmemoraciones
tengan el mínimo impacto sobre las finanzas públicas. A juzgar por los
datos de asistencia y por los esfuerzos de mercadotecnia para vender todo
tipo de recuerdos la operación no ha despegado con mal pié. Las autoridades
se han comprometido a dar a conocer los datos financieros a finales del
actual ejercicio.

Las primeras estimaciones hablan de la presencia en el lugar de la
reconstitución de entre 60.000 y 70.000 espectadores. Los billetes no eran
baratos. Los recreadores, en torno a los 6.500, procedentes de 52 países,
han recibido solo unos pequeños emolumentos. Los uniformes y armas ligeras
los han aportado ellos mismos.

Esto lleva a otra consideración. ¿Qué es lo que mueve a que tanta gente se
muestre dispuesta a participar en este tipo de recreaciones? Ya se han
escrito varias tesis doctorales al respecto en, por lo menos, Francia y
Alemania. La prensa de ambos países ha publicado entrevistas. Los
académicos han efectuado (no podía ser menos) sesudas reflexiones. ¿Deseo
de escapar a la monotonía de la vida cotidiana? ¿Interés por el pasado?
¿Curiosidad por experimentar, siquiera aproximativamente, una forma de vida
muy alejada de la moderna? ¿Deseo de hacer un tipo de vacaciones diferente?

Lo cierto es que las recreaciones se hacen en la Europa occidental, central
y oriental. En el caso de la epopeya napoleónica pueden servir de ejemplos,
para las dos últimas, las batallas de Borodino (7 de septiembre de 1812) y
de Austerlitz (2 de diciembre de 1805). La primera una rotunda victoria
rusa. La segunda, la batalla perfecta ganada por Napoleón.

En el caso que ahora nos ocupa, la reconstrucción se hizo en dos fases y de
una forma que no había visto nunca. El escenario era muy grande (unos
cuatro kilómetros cuadrados). Lo constituían los campos de la comuna de
Braine l´Alleud, próximos al monumento erigido por el rey de Holanda en
honor de la victoria: es un león de fiero semblante que mira hacia el sur,
hacia Francia. Los agricultores habían sembrado los campos con cereales del
tipo que dominaba hace doscientos años, en particular una variedad muy
resistente de centeno.

En tal escenario no es fácil que los espectadores puedan seguir los
detalles de la reconstitución. De aquí que la coreografía de masas tuviese
un papel especial. Se reflejaron algunas acciones sobresalientes. En una
primera noche el ataque francés contra las posiciones aliadas (inglesas,
alemanas, belgo-holandesas), para lo cual se construyeron a escala dos
remedos de las granjas en torno a las cuales se desarrollaron dos grandes
maniobras de diversión. En una segunda noche se coreografió la respuesta
aliada. Quien esto escribe estuvo sentado en la tribuna de detrás de la
línea defensiva anglo-holandesa, así que pudo contemplar mejor la respuesta
que el ataque francés.

Atender a los gustos de los 60 o 70.000 mil espectadores no podía ser cosa
fácil. Los comentarios en francés, holandés e inglés fueron superficiales y
se repitieron en las dos noches con escasas variaciones. Para quienes
hubieran leído algo de la batalla serían insuficientes. Quienes no supieran
nada, no se enterarían demasiado. Afortunadamente la prensa belga,
francesa, holandesa y alemana, pero sobre todo la primera, había hecho un
gran despliegue de informaciones en los días precedentes.

¿Qué me impresionó más? Una banda militar del Ejército francés, en
uniformes de época perfectos, y dirigida por un oficial cargado de
condecoraciones, interpretó, de manera que no dudo en calificar de
magistral, el himno escocés por excelencia: Amazing Grace. Una
manifestación modesta, pero emocionante, de que una cosa es la historia y
otra, muy diferente, su recreación como espectáculo.
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