Sobre la existencia de [z] en el español de América

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SOBRE LA EXISTENCIA DE [z] EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA Francisco Moreno Fernández Universidad de Alcalá – Instituto Cervantes En Filología y Lingüística. Estudios ofrecidos a Antonio Quilis. Madrid: CSIC-UNEDUniversidad de Valladolid, 2005, pp. 1089-1109. 1.- Introducción: las cuitas de Alvar Cuando Alvar, Don Manuel, llegaba a Madrid tras una campaña de encuestas por algún rincón de la América hispanohablante, el comentario afloraba de forma inmediata: “he vuelto a encontrar zetas”. En efecto, Alvar las anotó en el Sur de los Estados Unidos, en Venezuela, en Argentina,…. y a veces con tanta frecuencia que llegaba a dudar de la finura de sus transcripciones; él, que había transcrito millones de formas en sus cuadernillos, desde la Andalucía de más enrevesado vocalismo, hasta el Cono Sur, donde el yeísmo ofrece rostros fónicos muy diversos. No, tanto error no era posible. Los manuales de dialectología hispánica incluyen una afirmación tan rotunda que vuelve llamativas las excepciones. Así, Zamora y Guitart dicen: “Todos los dialectos americanos son seseantes” (1982: 90). Esta aseveración se ha reiterado en los libros de texto para enseñanza secundaria y en infinidad de trabajos divulgativos, de modo que la idea general, para el mundo no especializado, es que América es una y homogénea en lo que al seseo se refiere. Y, en efecto, esta es básicamente la realidad de Hispanoamérica. La generalidad de la afirmación anterior, sin embargo, no impide que los manuales, comenzando por el de Zamora y Guitart, especifiquen situaciones consideradas excepcionales, situaciones en las que existe un elemento fónico z, que puede ofrecer peculiaridades, según diversos factores lingüísticos, geográficos y sociales. Es a ese elemento fónico z – fonético y fonológico –al que prestaremos atención en estas páginas. De él se han venido haciendo comentarios desde mediados del siglo XX (A. Alonso; Lapesa), pero los datos que se han reunido poco a poco, sobre todo a raíz de las investigaciones del Atlas Lingüístico de Hispanoamérica, aunque no sólo, obligan a un alto para la reflexión. Tras los trabajos de Malmberg, Granda y Guitarte, y a la vista de los materiales propios, Alvar se expresaba así: La bibliografía de este rasgo ya va siendo muy abundante y creo que obliga a replantearse la historia del seseo en Canarias e Hispanoamérica. (1996: 203) Nuestro objetivo no es tan ambicioso, pero se orienta en la línea de hacer una interpretación de conjunto de las múltiples referencias que existen en este momento sobre la existencia de [z] en el español americano. Para ello, entraremos en consideraciones de sistema, que acompañaremos con la consulta y el análisis de materiales de habla encontrados diversos investigadores. Los informes sincrónicos nos servirán para plantear aspectos diacrónicos de mayor alcance, en un intento de entender 1

mejor el proceso de expansión del seseo y de sustitución de la distinción s/z allí donde se produjo dentro del territorio americano. 2.- Términos y métodos Las referencias a la existencia de una, digamos, unidad fónica [z] han sido múltiples en los últimos setenta años y aluden a datos de la lengua hablada, si bien existen otras fuentes secundarias de información anteriores al siglo XX. En los testimonios directos, sin embargo, observamos que la caracterización que se hace de tal unidad no es homogénea, como tampoco lo son las denominaciones que se le adjudican. Veamos algunos ejemplos. Cuando Germán de Granda explica las áreas en las que existe una “realización ceceante (o ciceante) del archifonema resultante de la neutralización de la oposición /z/ - /s/” (1991: 21), incluye referencias que se ajustan a esa definición según las fuentes originales, pero también maneja para ello el término “ceceo”: de Panamá se dice que “existe ceceo”, cuando el trabajo original habla de una variante “ceceante”, frente a la predorsal (Alvarado 1971: 123); y algo parecido ocurre con la referencia a los trabajos de Alvar en México, afirmando que aparecen casos de ceceo (Granda 1991: 22), mientras que Alvar habla de pronunciación con timbre ceceante, para Santo Tomás de Ajusco, y de pronunciación de zeta postdental, para Oaxaca (Alvar 1990: 98; 122). Algo similar ocurre en el texto de Franco Figueroa, en el que se dice textualmente: “Aparece el fenómeno del ceceo, con un sonido fricativo interdentalizado o postdental sordo” (Frago y Franco: 2003: 102) y parece barajar indistintamente tal denominación con las de “realizaciones ceceantes [ç]”, “pronunciaciones ceceantes con sonido postdental” y “matiz ceceante”, referida esta última a la extensión del rasgo que describe Frago para la América del siglo XVI (Frago 1989). Estas citas no buscan la crítica específica al uso del término “ceceo” que hacen Granda o Franco, ni mucho menos; entre otras razones porque la bibliografía ofrece otros casos semejantes1 y porque, como veremos, decir de una zona que tiene ceceo o que en ella aparece un timbre ciceante puede equivaler exactamente a lo mismo; incluso la alternancia terminológica podría responder a simples razones de estilo. La dificultad está, por los datos que aporta la dialectología, en que, si se recogen testimonios de sonidos con timbre ciceante, no quiere decir automáticamente que estos respondan a un sistema de ceceo: timbre ciceante y ceceo no son denominaciones plenamente intercambiables por cuanto dentro de un uso seseante es posible la aparición, más o menos frecuente, más o menos esporádica, de sonidos de timbre ciceante. Sin soslayar el hecho de que históricamente todo ello tiene en su origen el mismo conjunto de sibilantes, la realidad es que una cosa es la aparición sistemática del sonido [z] y otra su aparición inopinada en las hablas seseantes. Todo esto deja a las claras la importancia de la consistencia terminológica cuando se manejan datos allegados por muchos autores, de regiones distintas. En general, los manuales y obras de conjunto tienden a explicar la presencia de [z] en América de manera simplificadora, anotando una serie bastante larga de procedencias geográficas, con lugares que se vienen repitiendo, a veces sin mayores comprobaciones, 1

Ocurre, por ejemplo, dentro del volumen del Alvar sobre El español en Paraguay, en el que María Jesús Redondo, al comentar unos espectrogramas, hace uso del término “ceceo” después de haber afirmado que el seseo es general.

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desde los años cincuenta, y dando el mismo tratamiento a usos fonéticos que pueden responder a realidades dispares. Considerando lo anterior, creemos imprescindible para la redacción de estas páginas partir de unas directrices terminológicas y de una descripción de los rasgos fonéticos que ofrezcan la mayor claridad posible y que se mantengan consistentes en todo el texto, cosa que, por otra parte, no tiene nada de original porque es bien conocido en los ámbitos de la fonética histórica y de la variación fonética del español. Básicamente, los fenómenos que aquí se van a caracterizar y analizar son los siguientes: distinción /s/-/z/, seseo, timbre ciceante, timbre siseante y ceceo. A ellos sumaremos el concepto de “falsa distinción residual” de /s/-/z/, que se desprenderá de los análisis realizados sobre materiales de diversos lugares de América. La distinción /s/-/z/ supone la oposición en el sistema de dos unidades, que se mantiene viva en algunos territorios hispanohablantes cuyas fronteras geográficas están prácticamente estabilizadas; es la distinción que se produce en la península Ibérica, excluida la mayor parte de Andalucía y algunas otras áreas seseantes. En las áreas distinguidoras, generalmente la articulación de /s/ es apicoalveolar y la de /z/, interdental. No somos partidarios de utilizar el término ceceo para caracterizar la distinción que se practica en el norte peninsular; quien así lo hace (frecuente en el ámbito americano) iguala “ceceo” a “pronunciación de zeta”, lo que contribuye a confundir la terminología lingüística. El seseo es un hecho fonológico por el que el sistema consonántico dispone de un fonema /s/ que no entra oposición, porque no existe, con un fonema /z/, mientras que los sistemas distinguidores cuentan con ambos fonemas. Como es sabido, la articulación de ese fonema, cuando no hay distinción fonológica con /z/, suele ser predorsodental convexa o plana [#]; también se le ha dado el nombre de s sevillana, andaluza o americana. El ceceo se define como un hecho fonológico por el que el sistema consonántico dispone de un fonema /z / que no entra oposición, porque no existe, con un fonema /s/, frente a los sistemas distinguidores, que cuentan con ambos fonemas. Generalmente la realización fonética de esa unidad es post-dental: con la lengua en una posición que tiende a ser convexa, la corona se apoya detrás de los dientes. En la península Ibérica, el ceceo se produce en las hablas rurales de Andalucía, sobre todo de la occidental (Huelva, Sevilla, Cádiz, parte de Málaga). Nunca utilizaremos este término ni para referirnos a la distinción de s y z, ni para aludir al fenómeno histórico de confusión de sibilantes, como hacen Amado Alonso o Canfield y como se practica frecuentemente en historia de la lengua (Lapesa 1981: 570). Generalmente, se habla de timbre siseante para aludir a las realizaciones fonéticas del fonema /#/ en las áreas seseantes. A la vez, se habla de timbre ciceante para aludir a las realizaciones fonéticas del fonema /ç/ en las áreas ceceantes. Ahora bien, hay que advertir que, tanto en las zonas de seseo como en las de ceceo, cualquier pequeña modificación de la tensión articulatoria o del lugar de articulación puede dar como resultado un sonido más similar al de una sibilante estridente o más cercano al de una z post o interdental. De la primera articulación se dice que es de timbre siseante; de la segunda se dice que es de timbre ciceante. En algunos casos, sin embargo, resulta 3

realmente complicado adscribir un sonido sibilante de esas características a un timbre o a otro. La distinción de timbre en este caso no implica distinción fonológica. Sobre estas bases conceptuales y terminológicas, una metodología adecuada exige reunir la mayor cantidad posible de materiales de la lengua hablada en los que aparezcan unidades susceptibles de manifestarse a través de cualquiera de las posibilidades comentadas, de modo que se pueda determinar si se trata de situaciones de distinción, ceceo, seseo y, en este último caso, de timbre ciceante o siseante. En cuanto a lo que hemos denominado falsa distinción residual, se trata de aquellos casos en que un fonema A y un fonema B han perdido su distinción funcional en el sistema, pero sin que por ello hayan desaparecido totalmente las manifestaciones fonéticas de A – que, en las posiciones correspondientes a A, alternan con las de B – y sin que aparezcan manifestaciones de A en las posiciones correspondientes a B. La falsa distinción residual puede considerarse como una fase intermedia en el proceso de cambio que lleva de una distinción fonemática a la desfonologización. Los datos que nos disponemos a estudiar habrán de decirnos si, cuando se registra la existencia de [z] en algunos lugares de la América hispanohablante, puede hablarse de falsa distinción residual de /s/-/z/ o si estamos ante muestras de seseo articulado con timbre ciceante. Como se ha señalado, las interpretaciones a este respecto se desprenderán de los análisis realizados sobre datos de la lengua hablada. Previamente, revisaremos algunos tramos fundamentales de la historia del seseo americano, incluidas las interpretaciones lingüísticas que se les han dado, y recordaremos algunos testimonios sobre la presencia de [z] en América, especialmente durante los siglos XIX y XX. 3.- Ceceo y seseo en América: una lanza por Amado Alonso Para los objetivos de estas páginas, no es preciso hacer una demorada explicación sobre el origen del seseo americano ni entrar en la polémica de su posible o imposible andalucismo: los datos de la existencia y consistencia del seseo en la Andalucía occidental anterior a 1500 son claros (Guitarte; Frago 1989). Entendemos, pues, que el sistema seseante ya llegó a América desde Andalucía, lo que no quiere decir que todos los españoles desembarcados en América hayan sido seseantes ni que todos los hispanohablantes americanos hayan practicado el seseo a lo largo de la historia de este dominio lingüístico. No descubrimos nada si afirmamos que Amado Alonso erró en algunos puntos fundamentales sobre la configuración del español en América, pero al mismo tiempo es innegable la corrección de su juicio en numerosos aspectos. A la luz de los testimonios existentes y de los restos que de ello queda, puede afirmarse, con Amado Alonso, que “la total igualación de s y c se ha cumplido mediante una lucha secular de tendencias divergentes, cuyos últimos ecos han llegado hasta nuestros días” (1967: 100); que, al menos en algunas áreas y en determinados grupos o comunidades de América “se practicó la distinción s-c durante mucho tiempo (1967: 103); y también que “decir modo americano no es decir uniformidad, sino precisamente complicación propiamente americana” (1967: 105), con diferencias regionales y sociales. Amado Alonso estaba en lo cierto. Y, en esta misma línea, Rocío Caravedo asevera:

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Mirados los hechos desde su perspectiva diacrónica, no resulta aventurado imaginar que, escindido ya el sistema en sus dos valores, coexistió en América la modalidad distinguidora con la no distinguidora. (Caravedo 1992: 640) Juan Antonio Frago explica que en el siglo XVIII una gran mayoría de criollos y de indios españolados, y supuestamente de negros y mulatos, practicaba la confusión de sibilantes, con predominio de la variedad seseosa (Frago1999: 216-217), lo que permite deducir, por un lado, que con toda probabilidad también había hablantes que no confundían las sibilantes y, por otro lado, que, entre los que confundían, también los había de variedad ceceosa. Asimismo, existen testimonios claros de la coexistencia de seseo y distinción en la América del XIX, que fueron reunidos pulcra y rigurosamente por Guillermo Guitarte, en un conocido trabajo (1983: 107-125). Según Guitarte, junto a la universalidad del seseo en América a comienzos del siglo XIX, hay testimonios de americanos que distinguían s y z, que siempre son citados por sus contemporáneos con elogio y como modelo digno de imitarse. Esta valoración social es sumamente interesante y se complementa con la consideración dada al seseo, como uso viciado, regional y, en todo caso, impropio del habla cuidada. Guitarte aporta un testimonio sobre el argentino José Antonio Miralla que en 1824 era recordado en Bogotá por la corrección y pureza de su habla porque no confundía la z con la s. También se citan referencias del XIX de México, Cuba, Perú, Chile y Argentina. Todas ellas dejan ver que el seseo es uso general, aunque considerado como vicio. Esta era la situación incluso en Cuba, que permaneció durante más tiempo que otros territorios en la órbita peninsular, y en Perú, donde tan poderosa fue la presencia de España. El testimonio de Chile presenta a Domingo Faustino Sarmiento que en 1843 enseñaba a sus alumnos a pronunciar la z, si bien estos no conseguían trasladar la interdental de la lectura a la conversación. Guitarte también aporta el caso de la distinción practicada durante el siglo XIX en Pasto (Colombia), de la que hay descripciones muy detalladas en cuanto a cómo se manifestaba en una familia tradicionalista. Pero, tan importante como los testimonios en sí, es la conjetura final sobre la conservación de z que Guitarte realiza en su trabajo. En ella se pone el acento sobre la interpretación sociolingüística del fenómeno. Así, la pronunciación de la interdental se manifiesta como un aspecto de la vida cultural, ligado al conflicto entre conservadores y liberales en el siglo XIX americano. En este clima de tensión, la realización interdental caracterizaba principalmente a los conservadores que, de este modo, hacían honor a su nombre manteniendo una distinción fónica que estaba en franca retirada y herida de muerte. Ya en el siglo XX, los testimonios más valiosos se han aportado desde el terreno de la observación directa de la lengua hablada, bien mediante anotaciones de campo, bien mediante grabaciones. Aquí es donde surge la relación de territorios americanos repetida en los manuales: la Historia de la lengua española de Lapesa, ya desde su cuarta edición (1959) viene señalando que la sibilante ciceada [ojo a la denominación] se ha reconocido en Puerto Rico, Colombia, zonas rurales de Argentina, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Venezuela. El mismo Lapesa repetía la relación de lugares en 1964, pero dándoles entonces la consideración de “variedades ciceantes análogas a las que ahora se entiende por ceceo andaluz”, así como de “unificación ciceante”. La pregunta que nos hacemos es esta: ¿está hablando Lapesa de ceceo para todos esos lugares, según lo entendemos aquí, o se trata de lugares en los que existe seseo con 5

aparición esporádica de usos ciceantes? ¿en qué distribuciones y contextos aparece cada solución?8 Como más arriba hemos comentado, la misma duda nos plantean las descripciones, ajenas y propias, que recoge Germán de Granda y que ordena geográficamente. Podríamos estar antes descripciones de ceceo (uso sistemático de timbre ciceante) o ante descripciones de uso errático de timbre ciceante. La incertidumbre surge cuando Granda presenta datos de distintas procedencias a) para replicar a Henríquez Ureña (entre otros) cuando afirma que no parece existir en ninguna parte de América el ceceo a la manera andaluza; b) para replicar a Zamora y Guitart cuando afirman que solo quedan restos de ceceo en regiones pequeñas y aisladas. En el fondo, Granda está criticando la línea de pensamiento que vincula a Henríquez Ureña y a Zamora y Guitart, que pone en tela de juicio la propagación a tierras americanas de rasgos lingüísticos característicos de las hablas del Sur de la península Ibérica. De nuevo, el problema del andalucismo del español de América. Pero, no este el asunto que ahora nos preocupa, sobre el que, dicho sea de paso, compartimos la opinión de Granda. Se trata ahora de determinar con claridad a qué tipo de uso de [z] se refieren las descripciones de los dialectólogos. Algunas de ellas parecen referirse claramente a un uso sistemático del timbre ciceante, es decir, al ceceo propiamente dicho: el testimonio de Navarro Tomás sobre Puerto Rico, muy antiguo, se refiere a un ceceo tan cerrado como el de un gaditano (1974: 69); Granda contradice a Jiménez Sabater2 afirmando que ha escuchado realizaciones claramente ceceantes. En otros casos, las descripciones se refieren a la aparición inconstante, variable o alterna del timbre ciceante: Alvarado describe para Panamá una variante ceceante que alterna a veces con la predorsal; Quilis (2003) encuentra en Bolivia una predorso interdental que alterna con una mayoritaria predorso dentoalveolar; Alvar habla, para Tenerife, de la posibilidad de coexistencia de las dos pronunciaciones [z] y [#] y explica que formas como [zjétE] ‘siete’ o [zÖ] ‘sol’ son escasas, lo que hace pensar “en variantes momentáneas y no en tratamiento afincado.” (Alvar 1959: 36); a propósito de México, el mismo Alvar explicó que en Oaxaca un par de informantes pronunciaron con postdental algunas palabras y que en Ajusco una mujer pronunciaba con timbre ciceante la z del grupo zg; y en una nota de este mismo estudio se explica muy bien cómo el uso de [ç] en el español canario y americano unas veces es constante y otras no: He oído grabaciones de la Sierra Guatemalteca en las que la ç es constante; en Orizaba recogí el sonido muchas veces. Y otro tanto puedo decir de las islas Canarias, por más que muchos eruditos locales se empeñen en no percibirlo. Es abundantísimo en mis materiales de Graciosa y Lanzarote. (Alvar 1990: 98; nota 44) [El subrayado es nuestro] Como decimos, esta variedad de soluciones suele echarse en el mismo saco, incluyendo aquellas en las que no nos queda claro si se trata de un uso constante o alterno, más o menos frecuente. Esto ocurre cuando Granda afirma: “Paraguay. Existen claras realizaciones ceceantes […], lo que une geográficamente el área ceceante de Paraguay y 2

Sabater había dicho: “No he observado en ninguno de los puntos visitados, [sic] casos de ceceo del tipo andaluz” (1984: 76)

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las, igualmente ceceantes, del centro y nordeste argentino.” (1991: 24) Al mismo tiempo, no suelen especificarse las distribuciones o contextos en que se manifiestan las alternativas fonéticas. En nuestra opinión, todo lo anterior pone de relieve un hecho: la deficiencia de aquellas descripciones fonéticas que no tienen en cuenta el aspecto cuantitativo de la realidad. Si nos enfrentamos a un rasgo que puede aparecer de manera variable, la ausencia de cuantificación limita gravemente el conocimiento de ese rasgo en sus ámbitos fonético y fonológico. En el siguiente apartado, presentamos los datos de algunos importantes estudios cuantitativos. Con ellos, no solo se precisa enormemente la descripción del uso del sonido [z] en un lugar determinado, sino que se puede llegar a descubrir algún aspecto cualitativo que no se había tratado adecuadamente. 4.- Geografía lingüística y cuantificación de [z] Desgraciadamente, no son muchos los estudios en los que se ha aplicado alguna técnica cuantitativa sobre muestras del sonido [z] en el dominio seseante del español. En todos ellos, sin embargo, se ha puesto de manifiesto una necesidad que, a la postre, resulta decisiva para una correcta interpretación del fenómeno: la de distinguir el origen de [z] en cada uno de los casos analizados (z o c), esto es, su distinción fonemática, así como la de diferenciar los contextos en que aparece cada una de sus manifestaciones manifestación fónica. Estamos simplemente ante la distinción necesaria entre las soluciones fonéticas que se les dan a formas como zapato o lucero y las soluciones fonéticas que se les dan a formas como sereno o beso. El primer caso corresponde a la distribución de /z/ en las áreas distinguidoras (Caravedo habla de zeta canónica) y el segundo caso corresponde a la distribución de /s/ en las áreas de distinción fonemática (Caravedo habla de ese canónica). Cuando Alvar analiza el seseo en la isla de Tenerife, presenta recuentos hechos sobre voces “que en su origen tuvieron z” (1959: 35) y sobre ellas distingue los casos en que se conserva z de los casos de ceceo. Esto quiere decir que Alvar, al hablar de “origen”, remite a una anterior situación distinguidora en la que hubo s y z. La situación descrita para Tenerife corresponde a un seseo general, dentro del cual aparecen casos de conservación de z y casos de usos seseantes propiamente dichos; en tal situación es muy escaso el fenómeno inverso, es decir, el ceceo. Del estudio de Alvar se desprende que son factores históricos, geográficos y sociales los que hay detrás de cada uno de los usos de esas comunidades, pero quedémonos por el momento con la realidad lingüística, que no es otra que en Tenerife, mediado el siglo XX, existían comunidades en las que, con una frecuencia más que llamativa, se hacía uso de [ç] en distribuciones en que las hablas distinguidoras hacen [z], con una presencia creciente cuanto más rústico era el carácter de la comunidad. Por eso, La Laguna y Taganana (muy en contacto con la anterior y con Tenerife) muestran las frecuencias más bajas de z (13,5% y 22%, respectivamente); en el polo opuesto estarían Punta del Hidalgo (94,1%) y, especialmente, La Esperanza, que, según estos, datos sería una comunidad plenamente ceceante (100% de z). Es preciso advertir que la cuantificación practicada por Alvar es muy sencilla, que el número de casos contabilizado en cada comunidad es desigual, a muy veces bajo, y que los datos se reunieron utilizando la técnica del cuestionario. Ello no es óbice, sin embargo, para que se aprecien unas tendencias de uso fónico que parecen suficientemente probadas. Como lo parecen también en los materiales argentinos 7

analizados por Alvar y publicados por primera vez en 1995. Su origen fue los cuestionarios del Atlas Lingüístico de Hispanoamérica. Reproducimos a continuación el recuento de datos correspondientes a una articulación de z postdental [ç] en su distribución coincidente con la de zeta castellana (distinción fonológica) Salta Rosario Lerma Cache Orán

30,87% 40,00% 2,12%

San Juan Angualasto Colangüil Calingasta

66,66% 60,27% 42,00%

Posadas I II III

53,57% 19,75% 48,88%

Buenos Aires I 55,68 II 5,68 III 4,32 IV 52,00 Proporciones relativas de uso de [ç] correspondiente a un origen [z] en trece informantes de Argentina, procedentes de las provincias de Salta (localidades de Rosario Lerma, Cache, Orán) y San Juan (Angualasto, Colangüil, Calingasta) y de las comunidades de Posadas (3 informantes) y Buenos Aires (4 informantes). En el cuadro se reúnen datos de varios hablantes de varias localidades de una misma provincia (Salta, San Juan), así como de varios hablantes de una misma comunidad (Posadas, Buenos Aires). Esos porcentajes revelan la gran heterogeneidad de soluciones que pueden encontrarse, por cuanto, dentro de una misma provincia, hay comunidades con abundante y con escaso uso de [z]; y lo mismo puede ocurrir dentro de una comunidad, como en Buenos Aires donde los porcentajes van desde un bajo 4% a un destacado 56%, según el hablante. Semejante variación pone sobre la pista de unos factores fundamentales para explicar la aparición de zeta, los factores extralingüísticos: históricos, dialectales y sociolingüísticos. Los datos del cuadro revelan que no puede hablarse de ceceo, según se ha definido aquí, en Argentina y que el carácter más apartado o rural parece favorecer la aparición de la zeta postdental. Obsérvese que Alvar no da cuenta, en sus materiales de Argentina, de ningún caso de [z] en distribución correspondiente a la /s/ de las zonas distinguidoras. Las investigaciones de Rocío Caravedo sobre Perú vienen a sumarse a las de Alvar, en cuanto a su preocupación por el seseo y sus variadas manifestaciones, y en cuanto a la práctica de análisis cuantitativos. Caravedo, sin embargo, hace sus recuentos no sobre respuestas conseguidas mediante cuestionarios, sino sobre materiales recopilados con entrevistas semidirigidas. Las comunidades estudiadas en Perú fueron 8

Cajamarca y Cuzco, situadas en los extremos norte y sur del país: se trata de localidades bien distanciadas por lo que cualquier coincidencia de usos resulta especialmente significativa. El procedimiento de análisis consistió en aislar todas las palabras que contenían alguna sibilante y, entre ellas, las que correspondían a la distribución de /z/ (espacio funcional de la interdental). Una vez hecho esto, se anotaban las palabras con /s/ en las que ´ssta se realizaba mediante interdental. Según Caravedo, lo relevante de este fenómeno reside en el grado de fijación de la interdental en sus contextos canónicos y en el grado de desviación hacia la forma seseante. En su estudio de 1992, Caravedo ofrece también algunos datos de la desviación de /s/ canónica ([s] en las hablas distinguidoras) hacia la interdental, si bien ocurre con una frecuencia notablemente menor.3 Hay que destacar que la autora tiene en cuenta para sus recuentos variables sociales como la edad, la instrucción y la clase social. En la comunidad de Cajamarca, Caravedo observa algunos hechos interesantes. En primer lugar, se comprueba que los contextos correspondientes a /s/ canónica presentan menor variación que los de la zona interdental, donde los resultados son más diversos. La proporción de pronunciación [z] para /s/ en Cajamarca oscila entre el 10% en la primera generación y el 15% en la tercera generación, cantidades ciertamente muy bajas. Pero lo importante es la proporción de uso de zeta en los contextos que llama canónicos, es decir, los que corresponden a /z/ en las zonas distinguidoras. Aquí la cantidad se eleva al 46% en informantes de la primera generación y al 48% en hablantes de la tercera, todos ellos de escasa escolaridad y procedentes de los estratos populares. En la ciudad de Cuzco, los porcentajes de pronunciación interdental para la zeta canónica son más bajos que en Cajamarca: en hablantes de primera generación de las clases populares la frecuencia ronda el 28%. Es curiosa, sin embargo, la variación interna de la clase media, aunque en general es muy frecuente el uso de [z] en su distribución canónica: en tres de los cinco informantes cuzqueños analizados se dan unas frecuencias de la interdental por encima del 60% y, en una localidad de la zona andina central (Cerro de Pasco), Caravedo llegó a encontrar hasta prácticamente un 70% de realizaciones interdentales. De todos estos datos se deduce que la variación apreciable en la distribución de las sibilantes exige explicarse desde la evolución general de las sibilantes del español, como había reclamado Alvar en más de un trabajo. Los datos de la sincronía actual, cada vez más precisos y completos, permiten afrontar ese reto con mayores garantías. En esta línea de trabajo, merece la pena detenerse en el análisis del uso de [z] en otra interesantísima zona de América: Paraguay.4 A partir de los textos en transcripción fonética presentados por Alvar en su libro El español en Paraguay. Estudios, encuestas, textos, hemos practicado un análisis estadístico que aporta datos reveladores. En primer lugar, las manifestaciones de [z] solo se recogen en la distribución correspondiente a lo que es la interdental en las hablas distinguidoras, mientras que lo contrario (sonido interdental en la distribución de la apicoalveolar) nunca se produce. Aproximadamente el 50% de los casos correspondientes a la posición de lo que Caravedo llama zeta canónica se manifiestan con [z], mientras que la otra mitad se resuelve mediante [s] (Moreno Fernández en prensa). 3

En su estudio sociolingüístico de Lima (Caravedo 1990), se recoge [z] como variante de /s/ con una frecuencia de 3,4%, sobre todo en contextos implosivos de final de palabra que se enlazan con otra palabra que comienza por vocal. Este uso es de naturaleza popular. 4 Curiosamente no se hacer referencia a ello en algún manual destacado (Fontanella 1992b; Lipski 1994).

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A la hora de analizar las causas que favorecen la presencia de [z], descubrimos que ninguna de las variables lingüísticas manejadas en el análisis resultaba realmente significativa o explicativa. Por lo tanto, estamos en condiciones de afirmar que la aparición de [z] viene condicionada por factores extralingüísticos, de los cuales el sexo se revela como el de más destacado poder de determinación: las mujeres favorecen las realizaciones de timbre siseante y los hombres favorecen el uso de [z], especialmente cuando es menor la instrucción recibida. Asimismo no parece que la edad en este caso sea determinante para la aparición de ninguna de las variantes, lo que contrasta con la afirmación de Germán de Granda, que restringe los usos de zeta a los hablantes ancianos. Los materiales de Alvar los atestiguan en hablantes de diversas edades, incluidos los de instrucción universitaria. Ante todos estos datos, la cuestión ahora es cómo se explican los usos americanos de [z] desde una perspectiva diacrónica y hacia dónde pueden desembocar en el futuro. 5.- Seseo, ceceo y falsa distinción: hechos e hipótesis La dialectología lleva muchos años acumulando muestras y referencias sobre las sibilantes del español en América, las suficientes como para intentar una explicación de conjunto de estos elementos fónicos, una explicación en la que se conjugue la perspectiva diacrónica con la sincrónica. En principio, todos los datos apuntan a una realidad única y general para el español de América: el seseo, entendido como aquí se ha establecido más arriba. Se trata de un hecho fonológico que, como tal, no cuenta con excepciones en el sistema; dicho con otras palabras, América no presenta a principios del siglo XX distinción fonológica de dos sibilantes. Este seseo se manifiesta en la lengua hablada mediante diversas realizaciones (Canfield 1962), entre las cuales destaca por su mayor uso la [#] predorsal o predorsodental convexa; así pues, la solución fonética mayoritaria posee timbre siseante. Desde un punto de vista sociolingüístico, el seseo en la actualidad no solo es la solución general de América, sino que es la de más prestigio y la que domina los medios de comunicación y la escuela en todos los niveles. Más arriba se ha explicado que, en las hablas seseantes, cualquier pequeña modificación de la tensión articulatoria o del lugar de articulación puede dar como resultado un sonido similar al de una z post o interdental, es decir, un sonido de timbre ciceante. De hecho, la interdental es una solución que entra dentro del radio de variabilidad de /#/. Hasta tal punto es posible la modificación articulatoria, muy leve, que a veces es tarea sumamente difícil discernir entre una realización siseante o ciceante. Esto es lo que ocurre en muchos lugares de América, como también ocurre en Andalucía: por más general que sea el seseo, puede haber momentos, hablantes, contextos en los que aparezcan realizaciones de timbre ciceante. Casos como el que se acaba de describir son los que están detrás de muchos testimonios dialectológicos y probablemente aparezcan más referencias cuantos más y mejores estudios geolingüísticos se hagan por la América hispanohablante. Aquí es donde encaja la descripción de Moreno de Alba cuando dice que la s ceceosa y plana de aparición esporádica u ocasional en algunos hablantes se registra en Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Honduras, México (1988: 143). Aquí encajan perfectamente los materiales de primera mano que presenta Quilis en su estudio de la fonética boliviana o muchos casos que Alvar aporta en sus volúmenes de la República Dominicana, 10

Venezuela o del Sur de los Estados Unidos, que también ofrecen fenómenos interpretables de otra manera, como veremos. La estrecha relación entre la s predorsal y el fenómeno del ceceo ya fue destacada en 1933 por Navarro Tomás, Espinosa y Rodríguez Castellano en su célebre trabajo sobre la frontera del andaluz (Navarro Tomás 1975: 61). Allí afirmaban que es significativo el hecho de que la zona andaluza de la s predorsal coincida con aquella en la que se da el ceceo con mayor densidad, coincidencia que se entiende al saber la proximidad articulatoria de s y z en estas áreas.5 Esta realidad fonética, tan clara en Andalucía, bien puede replicarse en América, por lo que no es extraño que se hayan encontrado hablantes y hasta comunidades de ceceo generalizado. Fiel a su pensamiento antiandalucista, Amado Alonso sostuvo que el ceceo es desconocido en toda la extensión de América (1967: 106). Alonso llegó a conocer la referencia de Navarro Tomás sobre la pronunciación enteramente ceceosa de algunos lugares de América, pero esgrimía el argumento del propio Navarro diciendo que el ceceo en ningún caso podía ser considerado como característico de esos lugares. Su obsesión era desvincular el seseo americano – y todas sus manifestaciones adyacentes – del andaluz y se agarraba a un clavo ardiendo para argumentarlo: afirmaba por ejemplo, que Navarro había señalado que, en Puerto Rico, las poblaciones en las que se da el ceceo son de origen corso. Además para Alonso, lo característico de América es el seseo, mientras que lo característico de Andalucía es el ceceo, lo que venía a certificar la independencia de ambos y el origen del seseo americano como fruto de una nivelación necesaria “obra de los componentes de las nuevas sociedades, andaluces y no andaluces, gentes procedentes de todas las regiones de España. (1967: 122). Naturalmente, desmontada la tesis antiandalucista en su versión más radical, la vinculación lingüística y extralingüística entre ceceo americano y andaluz es evidente. Tenemos, pues, que la realidad fonológica y fonética del español americano incluye de manera natural la posibilidad del ceceo, tal y como aquí se ha definido. Ese ceceo, de modo semejante a la situación andaluza, suele aparecer en hablas rurales, en hablantes de edad y, en general, en variedades o hablantes de poco prestigio social. Las referencias a hablas prototípicamente ceceantes (digamos, al modo andaluz) no han sido muchas, pero, como afirma Lapesa, es seguro que otros estudios aportarán más casos. Parece que el testimonio de Navarro Tomás sobre Puerto Rico es claro: recordemos, ceceo tan cerrado como el gaditano. Podrían serlo los lugares que cita María Vaquero (provincias de Buenos Aires, Santa Fe y terrenos próximos) sobre los que dice que hay rastro de ceceo rural y en retirada; como podrían serlo los lugares de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Venezuela o Colombia, mil veces repetidos en la bibliografía (Canfield, Lapesa, Moreno de Alba, Granda, Donni de Mirande). Sin embargo, se nos vienen encima todas las dudas terminológicas y conceptuales que planteamos al principio: realmente es difícil saber, por lo sucinto de las descripciones, si estamos ante ceceo generalizado o ante rastros de timbre ciceantes en una situación de seseo fonético. Por otro lado, los materiales cuantificados por Alvar en Canarias y Argentina, por Caravedo en Perú y por nosotros en Paraguay nos ponen en el camino de un fenómeno diferente, relacionado con la distinción fonológica de /s/ y /z/. Hubo hace años una referencia de Zamora Vicente que apuntaba en esta línea, aunque era muy pobre y escueta (1967: 417): Zamora hablaba de las reliquias del alto Perú constituidas por las pronunciaciones doce y trece, aunque al tratarse de formas léxicas aisladas hacen pensar, como matizan Frago y Franco, en una posible lexicalización fónica (2003: 161). Los datos peruanos con los que trabaja Caravedo son más completos. 5

Alvar describió la zeta post-dental en Canarias (1959) y en numerosas hablas americanas.

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Como se aprecia en los recuentos con claridad, lo que se encuentra en Perú y en Paraguay son usos de [z] en distribuciones que corresponderían a /z/, si se tratara de áreas distinguidoras. La interdental, en cambio, o no aparece (Paraguay) 6 o lo hace con muy baja frecuencia (Perú) en la distribución correspondiente a /s/, si se tratara de una zona distinguidora. Y la frecuencia de la zeta es tal, precisamente en el contexto comentado, que hace pensar en un deslizamiento articulatorio: no en una realización ciceante sino en un resto de la distinción fonológica, lo que hemos denominado una “falsa distinción residual” de /s/ y /z/. Alvar llegó a hablar, a propósito de sus datos argentinos, de un “principio de distinción” (Alvar 1995: 328), pero nos inclinamos a pensar que puede tratarse de lo contrario: el final de la distinción. Se trata de una falsa distinción porque en la actualidad no puede hablarse para la fonología del español de América del mantenimiento de dos espacios funcionales, de modo que la distinción no es real, sino falsa o aparente, en algunos casos. Y hablamos de residual porque la consideramos resto de un estadio distinguidor que durante siglos fue operativo en una parte de la sociedad americana. La hipótesis fue lanzada por Rocío Caravedo (1992: 654) a propósito de Perú: No es concebible, pues, que en este estadio de indiferenciación total, los hablantes conserven dos tipos articulatorios tan definidos como la apical frente a la interdental, distribuidos además en proporciones significativas de acuerdo con sus contextos originarios y no es especulativo postular, a partir de aquí, que esas manifestaciones relativamente recurrentes constituyan restos de la diferenciación funcional, que perviven en los lugares más alejados de las zonas de irradiación de los patrones lingüísticos normativos. Piénsese que Perú es zona de seseo generalizado y que por eso Caravedo habla de estadio de indiferenciación total. Los materiales de Paraguay apuntan exactamente en la misma línea y también allí se da la condición de “lugar alejado de las zonas de irradiación de los patrones lingüísticos normativos”. El mismo Germán de Granda habla de la marginación de este país respecto a los principales ejes continentales de comunicación (Granda 1994: 264). La hipótesis de que estamos ante un caso de falsa distinción residual recibe con apoyo argumental, en primer lugar, la constancia de que existió la distinción de s/z en el continente americano, que convivió durante siglos con las soluciones seseantes, reforzada por la llegada ocasional de población española o por los sectores de población más afines a ella. Tal distinción se mantenía todavía en el siglo XIX como reflejo de una actitud conservadora por parte de los grupos sociales más tradicionalistas. Guitarte lo afirmó con claridad: en América coexistió la modalidad distinguidora con la no distinguidora (1983: 640) En segundo lugar, la pérdida de la distinción debe encuadrarse en un proceso de general de difusión y generalización del seseo, que ha resultado de una koinización o koinetización. Donni de Mirande lo explicó como un proceso de nivelación lingüística entre hablantes de distintas regiones peninsulares que se realizó como seseo (1998: 367) y Fontanella de Weinberg apuntó que el hecho de que se trate de un rasgo simplificador incidió, sin duda, favorablemente en su avance dentro del proceso de koinización en marcha (1992: 363). La historia del español en América ha conocido la constitución de 6

En la obra de Alvar, hay una forma analizada por María Jesús Redondo y transcrita como [çjémpre], aunque bien podría ser uno de los múltiples casos en que la articulación del timbre ciceante y siseante prácticamente se confunde.

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una norma general seseante, mediante un proceso paulatino de nivelación lingüística, por el que han ido abandonándose usos de cierta implantación en ciertas épocas o lugares, como la distinción, hasta el punto de que, efectivamente, hoy no se tiene constancia de ningún dialecto americano que mantenga la distinción de un modo generalizado. La falsa distinción residual es una prueba de que el proceso ha sido muy largo y de que, en cierto modo, todavía está en marcha: sería el testimonio en retroceso de una fase intermedia superada en la mayor parte del territorio en que se dio la distinción; 7 la primera fase sería la propia distinción (allá donde se dio); la última, el seseo. Esa fase intermedia de falsa distinción podría consistir en restos del uso de [z], cada vez más erráticos y débiles cuantitativamente o mantenidos en ciertas formas en las que podría haberse dado una lexicalización de la forma con ese sonido. Estas mismas posibilidades son las que se dan en el proceso de difusión del yeísmo (Moreno Fernández en prensa a). Las causas externas que explican tal manifestación residual podría estar, efectivamente, en la naturaleza marginal de los territorios en que aparece y en el carácter más tradicionalista o conservador de los grupos donde es más frecuente. Es verdad que son los hablantes menos instruidos de Perú los que más conservan este rasgo, lo que en cierta forma también explicaría el conservadurismo, sin embargo en Paraguay se encuentra incluso en hablantes universitarios y no solamente ancianos, por los textos que se han transcrito. Por otro lado, los textos que incluye Alvar en los volúmenes del español en América dedicados al Sur de Estados Unidos, a Venezuela y a la República Dominicana, también muestran usos de [z] que, a falta de los análisis pertinentes, bien parecen de falsa distinción residual. En estos casos, también es posible hablar de “zona marginal” para el Sur de Estados Unidos y para la República Dominicana; Venezuela sería zona periférica, más que marginal. Pero ¿cómo explicar esos usos cuando se dan en Argentina? Además, si existen testimonios de distinción del XIX para México y Colombia, sería raro no encontrar hoy casos de falsa distinción en estos territorios que no son periféricos, sino centrales. Tal vez por ello convenga considerar la marginación y el tradicionalismo no como factor sine qua non, sino como agente favorecedor, de manera que las probabilidades de encontrar la falsa distinción aumenta cuanto más aislado, periférico, conservador o tradicionalista sea un territorio o un grupo social de una comunidad. De acuerdo con esta hipótesis, las diferencias entre áreas con falsa distinción residual sería podría ser principalmente de orden cuantitativo, dependiendo de su marginalidad o conservadurismo. En pocas palabras, el proceso americano de nivelación en el seseo, estando ya muy avanzado, descubre casos de timbre ciceante y de comunidades con ceceo, ambos rasgos considerados rurales, arcaizantes y de menor prestigio, como ocurre en Andalucía. Y, por otro lado, hay casos de una falsa distinción residual que parece darse allí donde se encuentran las circunstancias más propicias para ello (tradicionalismo, marginación geográfica). Al margen del proceso de cambio, tampoco hay que olvidar que la distinción fonemática, en la generalidad de América, se asocia claramente al español de España y que no se considera característico de la identidad lingüística americana. 6. Conclusiones 7

El proceso tiene muchas similitudes con el que ha llevado a la generalización del yeísmo (Moreno Fernández en prensa a).

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Los materiales que aquí hemos manejado obligan a insistir en una necesidad que no por obvia es menos importante: cuando se estudia el seseo en América es preciso distinguir con claridad entre sus múltiples manifestaciones fonéticas, incluidas las interdentales y las post-dentales y algunos usos de [z] que pueden interpretarse como restos de una distinción ya abandonada, en un proceso de generalización extensiva e intensiva del seseo, esto es, de la indistinción fonológica. Las manifestaciones fonéticas de [ç] post-dental van a encontrarse prácticamente en todos los rincones de América, como también se encuentran en las islas Canarias y en las hablas seseantes de Andalucía; los restos de la antigua distinción parecen hallarse preferentemente en las áreas americanas consideradas marginales (como Paraguay) y en las comunidades o grupos en los que durante los siglos XIX y XX tuvieron más peso las pautas conservadoras que las liberales, en el sentido expuesto por Guitarte. Compartimos la opinión de Amado Alonso (1967: 105): Decir modo americano no es decir uniformidad, sino precisamente complicación propiamente americana. […] Sin duda, hubo en esto, como en tantos otros aspectos lingüísticos, diferencias regionales y sobre todo sociales. Desde nuestro punto de vista, la expansión del seseo a expensas de la distinción de sibilantes – reconociendo que hay núcleos hispánicos que siempre fueron seseantes – respondió a un proceso en tres fases, que llevaron de la distinción funcional al seseo, con una etapa intermedia de presencia del elemento [z], presencia que en unos casos se iba haciendo cada vez más errática y que en otros se iba restringiendo a formas léxicas muy específicas. Otra vez Amado Alonso (1967: 100) La total igualación de s y c se ha cumplido mediante una lucha secular de tendencias divergentes, cuyos últimos ecos han llegado hasta nuestros días. Por eso nos atrevemos a afirmar que la generalización del seseo del español americano es un cambio fónico en marcha, del que solamente queda el estertor en forma de un desprestigiado ceceo – muy limitado – y de falsa distinción residual. La pura variación fonética, sencillamente es ineludible. BIBLIOGRAFÍA ALONSO, Amado (1967): Estudios lingüísticos. Temas hispanoamericanos, 3ª. ed., Madrid: Gredos. ALVAR, Manuel (1959): El español hablado en Tenerife, Madrid: CSIC. ALVAR, Manuel (1990): Norma lingüística sevillana y español de América, Madrid: Cultura Hispánica. ALVAR, Manuel (1995): “Muestras de polimorfismo en el español de Argentina”, en La lengua y su expansión en la época del Tratado de Tordesillas, Valladolid, Junta de Castilla y León, pp. 125-145. Recogido en América, la lengua, Valladolid, Universidad de Valladolid, 2000, pp. 315-347. ALVAR, Manuel (dir.) (1996): Manual de dialectología hispánica. El Español de América, Barcelona: Ariel.

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