Sobre la artesanía intelectual según Wright Mills

August 28, 2017 | Autor: José Alvarado | Categoría: Sociología
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Descripción

José Pisil Alvarado Artesanía intelectual “Los instrumentos son únicos, tienen una característica única que no funciona por sí sola sino que tiene una vida a través del interprete” 1, dice el laudero. Un carácter que hace al objeto pieza irrepetible; sello distintivo que se imprime del objeto sensible a los sentidos, con cualidades particulares que las diferencian en seguida de los objetos fabricados en serie. Y esto, a pesar de que los métodos de construcción artesanales tengan rasgos comunes, o de que utilicen herramientas standard para su elaboración. Dicho “sello distintivo” radica en su peculiar método de producción donde prevalece el carácter humano; un contacto directo con los procesos de calidad sobre la producción subordinada a la línea de montaje -la cualidad sobre la cantidad-. El artesano forja un vínculo personal con su herramienta y con su lugar de trabajo; vínculo dialéctico donde la lucha se perpetúa hasta darle vida a la esencia del objeto. Entonces, la artesanía se caracteriza por el método de producción de carácter humano -impreso en el objeto- que utiliza ciertas técnicas para transformar su materia prima. Si la materia prima es intangible -como el conocimiento-, podría ser utilizada por los oficios filosóficos o del pensamiento. ¿Esto quiere decir que el artesano que trabaja con materiales tangibles no es artesano intelectual? Ciertamente no. El artesano también utiliza su experiencia e intuición intelectual para construir objetos, los cuales serían el fin de su particular oficio. La diferencia entre el artesano “a secas” y el artesano que plantea Mills es que: “el trabajador intelectual forma su propio yo a medida que trabaja por perfeccionarse en su oficio”.2 Para Mills, la artesanía intelectual es sólo una metáfora para replantear el quehacer del investigador moderno y comunicarle al “estudiante novel” algunas recomendaciones desde su experiencia. Una metáfora que nos hace voltear hacia formas más humanas de proceder; la práctica de un oficio donde el carácter humano permita cierta libertad, llamada también “imaginación”. De hecho, a pesar del titulo La imaginación sociológica, no sólo habla de una imaginación, sino de “imaginaciones”, puesto que a veces nos describe la imaginación desde el terreno del pensamiento como: “la capacidad de pasar de una perspectiva a otra y en el proceso de formar una opinión adecuada”3, y a veces desde la práctica metodológica: ”Al 1 8o. Encuentro Internacional de Guitarra Xalapa 2013, Laudería, http://youtu.be/NgkdU1525Wk 2 Mills, Wright, La imaginación sociológica, México, FCE, 1999, p. 206. 3 Ibídem, p. 222.

ordenar un archivo con frecuencia le parece a uno que está dando rienda suelta a la imaginación. Esto sucede, indudablemente, mediante el intento de combinar ideas y notas diversas sobre diferentes asuntos” 4. Como una especie de juego donde la combinación de notas (lógica combinatoria) nos lleve a crear relaciones entre nuestros pensamientos que, aunque dispersos, son la materia prima de cualquier quehacer humano. Pero, ¿cómo practicar la imaginación sociológica sin perderse en el intento? ¿Cómo practicar la capacidad de pasar de una perspectiva a otra sin el peligro de llegar a lo irracional, lo infinitésimo y lo inconmensurable de la imaginación como una parvada de ideas perdidas? El problema de la imaginación sociológica se puede abordar desde el clásico divorcio entre teoría y praxis; escisión entre “gran teoría” y “empirismo abstracto”; ciencia del espíritu y ciencia natural; sociografía y sociología. Así, Mills nos comparte desde el inicio su postura práctica cuando plantea que el investigador social: “figura entre los que rápidamente se impacientan y se cansan de discusiones complicadas sobre método y teoría en general”. Al carpintero no le interesa mucho investigar en los recovecos históricos de su oficio, mucho menos preguntarse sobre el por qué de su quehacer artesanal o sobre el cómo proceder desde la epistemología; no le interesa, por lo general, revolucionar metodológicamente su oficio si en el ínter puede construir 7 puertas, 8 mesas, 48 sillas y un librero para ávidos lectores y coleccionistas. Mientras el oficio hace de la técnica un medio para llegar a cierto fin -construir determinado objeto-, la profesión5 hace de la técnica un fin en sí mismo, lo cual conduce hasta nuevas profesiones tecnificadas que integran la clase media. Los oficios tradicionales se heredan de una generación a otra -intergeneracional- o se pueden forjar en la práctica dentro de una misma generación -intrageneracional-. En ese sentido, los centros o escuelas son escasos para la enseñanza de oficios tradicionales en comparación con las instituciones educativas que forman “profesionistas” con un alto grado de conocimiento teórico y práctico -suponemos que es así, o así debería de ser-. Invariablemente, es el carácter humano el que le da su cualidad a la artesanía, el vínculo entre habilidades técnicas -herencia de la técnica artesanal- y quehacer inmediato o subjetivo que implica imaginación individual -acción del autor en el presente-. En dicho proceso es donde se funden historia y biografía, o “las intrincadas relaciones entre la biografía individual y la historia social, lo personal y lo público”6. 4 Ibídem, p. 211. 5 Utilizo profesión como una categoría creada para referirse a los puestos que surgieron a partir de la sobre diversificación, especialización y tecnificación de los oficios varios desde la Edad Media. 6 Ibídem, p. 236.

La práctica de un oficio requiere de métodos a la medida, “huir de procedimientos rígidos”; de la rehabilitación de un determinado proceso productivo: producción sin línea de montaje, sin tiempos de fábrica y sin stocks. Aunque Mills sugiera la utilización de un archivo, especie de “banco de ideas” para posteriores consultas, no recomienda que dicha herramienta se utilice bajo un rigor tecno-productivo. Todo lo contrario, recomienda que este pueda variar su contenido y su disposición en función del proceso dinámico, volátil y no mecánico de la imaginación. Llevar un archivo es controlar la experiencia, “mantener despierto el mundo interior” mediante una traducción interpretativa entre los pensamientos y la realidad vuelta notas. Escribe Mario Levrero sobre escribir: "Cree la gente, de modo casi unánime, que lo que a mí me interesa es escribir. Lo que me interesa es recordar, en el antiguo sentido de la palabra (= despertar). Ignoro si recordar tiene relación con el corazón, como la palabra cordial, pero me gustaría que fuera así"7.

La crítica al modelo de cultura norteamericano como una sociedad súperdesarrollada y al empleo abusivo de ciertas técnicas de formación metodologista -tendencias obsesivas-, nos muestran a un investigador que se describió a sí mismo desde su condición social. Si Mills escribe sobre el ethos burocrático y después sobre las clases medias norteamericanas es porque él mismo formó parte de dichas clases. Nos dice: “un libro sobre clases medias, tarea primordialmente motivada por el deseo de articular mi propia experiencia de Nueva York desde 1945”8; Mills nos invita en pocas líneas a convertirnos en ávidos “reflexionadores”; a crearnos el hábito de la auto-reflexión y a mantener despierto el “mundo interior” a través del archivo escrito: traducción de la experiencia. Una propuesta que nos invita a regresar al pensamiento sociológico clásico y a practicar el oficio del analista social. Es un gesto de honestidad moral y una referencia de claridad intelectual. “Por lo que llevo dicho comprenderéis que en la práctica nunca 'empezáis a trabajar en un proyecto'; ya estáis 'trabajando', bien sea en un filón personal, o en los ficheros, o tomando notas o en las ocupaciones guiadas por otros”.

7 Levrero, Mario, El discurso vacío, Madrid, Caballo de Troya, 2007. 8 Mills, Wright, op. cit., p. 210.

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