Sobre el Montaje. Carta a Mauricio Durán

July 1, 2017 | Autor: Camilo Cogua | Categoría: Performing Arts, Montage, Expanded Animation
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Descripción

4 de mayo de 2015 Querido Mauricio:

Hay preguntas que nunca se van. O más bien se suceden, se solapan, se revuelcan con otras y parecen formar preguntas nuevas. Me pregunto muchas cosas cuando voy de viaje. Me encanta el puesto de copiloto en un carro, mientras giramos entre montañas al salir de Bogotá hacia casi cualquier parte. Me gusta cerrar la ventana y poner música mientras contemplo un gran travelling del mundo, como Fellini en el tren. Un ejercicio de montaje sencillo. Mi música y el travelling. No necesariamente en búsqueda de otro sentido, quizá sí de otra experiencia. Somos pasajeros anclados a la silla, como lo somos tantas veces en clase viendo pasar el cine de Griffith o de Eisenstein, las imágenes de Paik o las de Tarkovski. ¿Experiencia o ilusión de la experiencia? De noche el viaje es distinto, porque las montañas no tienen luz y el plano se concentra en los focos sobre la carretera. Queremos ver, sin duda, pero no queremos ver cualquier cosa y la oscuridad invita al sueño. Queremos experimentar cosas bellas. Millet dice que lo bello es lo verdadero. Entonces habrá que imaginar de verdad y con fuerza en búsqueda de la belleza, una belleza en el corazón de la ilusión, de la magia en términos de Georges Méliès. Qué difícil tarea la de ser, crear experiencia en lugar de mostrarla: una búsqueda de cierta belleza, sin duda, una búsqueda con máquinas y sin ellas, más antigua

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que los Hales Tours de 1904 y tan actual como los trencitos de pasta de los centros comerciales que se mueven por una moneda, los mismos donde quizá sentaste a tus hijos cuando eran pequeños. Un ejercicio de montaje sencillo: la inocencia, el movimiento, el sonido y el tren que no va a ninguna parte, pero que casi siempre saca a los niños una sonrisa. Quizás es la misma inocencia que acompañaba a los espectadores de 1895 frente a la llegada del tren en la pantalla. Allí mismo, la realidad recupera la inocencia, para más adelante, en la complicidad de un juego asumido por el espectador, convertir la inocencia y la realidad en hermanas de la ilusión. Cuando esta última está bien hecha, la aceptamos y nos permitimos emprender el viaje con, desde, sobre y, algunas veces, dentro de la máquina. Mi viaje te ha las cosas que audiovisuales y inocencia de la

tenido como maestro y compañero y aún esas preguntas resuenan en hago. Las preguntas alrededor de la creación con las máquinas sus posibilidades vuelven, tratando de ser vistas de nuevo con la novedad pero con la suspicacia de lo andado.

“Solo los mediocres se apoyan en la máquina para realizar ‘exactamente’ lo mismo que antes se hacía sin ella y solo la mediocridad se atemoriza ante la posibilidad de verse reemplazada por la máquina”1, escribiste refiriéndote al teatro y el cine, cada uno en su tránsito hacia el mundo contemporáneo, en la búsqueda de sus particularidades, una búsqueda que acompañó también en su momento a la pintura y a la fotografía, como bien has expuesto en tu libro La máquina cinematográfica y el arte moderno. Por algún tiempo pensé que el primerísimo primer plano y otras gramáticas audiovisuales distinguían tan tajantemente al cine del teatro que eran lenguajes irreconciliables, pero al pensar desde la animación me parecía que hasta esas convenciones de encuadre se volvían un poco obtusas. Y uno va distinguiendo particularidades en unos y otros, fotografías, dibujos, teatro, cine. ¿Pero qué pasa cuando juegan en el mismo espacio con unidad? Aún me pregunto por las teorías del montaje de Eisenstein y el trabajo de Vertov, pioneros en un mundo cambiante,  1                                                                                                               DURÁN, Mauricio. La máquina cinematográfica y el arte moderno. pág. 50 Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

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de lo silente a lo sonoro, del blanco y negro al color, de la fotografía al cine. Quizá tan cambiante como el nuestro. Las búsquedas creativas me trajeron de nuevo a la puesta en escena. La pregunta en mi mente trataba de volcar el montaje al escenario, un poco en el tránsito inverso al discípulo de Meyerhold. Eisenstein, como bien me lo señalaste el otro día, pone un fragmento de cine en su puesta en escena teatral en El sabio (1923), y la pregunta de estos cruces aún resuena en el mundo contemporáneo. Trato de quitar del eje a la máquina, y ella, la máquina, ha naturalizado su lugar, mutado en video, en digital, en streaming, en interactivo, en teléfono móvil. La pregunta es con la máquina, no desde ella, con la máquina en una búsqueda sobre todo de lo bello y lo poético, lo demás parece secundario.

Ni la pintura, ni el teatro, ni la literatura son arte en sí mismos, son solo medios que pueden alcanzar la belleza y la poesía en un momento dado, como también pueden alcanzarse a través de herramientas tecnológicamente más sofisticadas como la fotografía y el cine (...) el artista de hoy se vale de cualquier medio e incluso los conjuga para revelarnos la belleza moderna.2 Si ojo y gota son llorar, entonces ¿qué pasa cuando ella llora frente a ti y se despide en un espacio escénico? No es más un montaje sencillo, pero busca la misma fuerza de los haikús. Pienso en un experiencia para pocos, ya no son los voyeurs del teatro de vodevil, del kinetoscopio o el nickelodeon, para mí son pasajeros, asistentes. Pruebo sacarlos de su silla y ponerlos en la escena sin público presente. Ensayo usar la imagen para reconfigurar el espacio, la imagen en el tiempo, la misma que en su momento entró en conflicto y se reconfiguró con la aparición del sonido y el color. Quisiera pensarla desde el espacio en la obra en la que trabajo actualmente, Bosa: día segundo. A veces creo que al video en escena le pasa con la escenografía lo que le pasó a la fotografía con la pintura, ¿o es que el video llega a imponer sus propios cánones en el escenario?                                                                                                                 Ibíd, pág. 49. 2

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Por ahora lo que más veo es un uso escenográfico, aunque creo que el video definitivamente reconfigura algunas formas de hacer en escena, como le pasa a la pintura con la llegada de la fotografía, y así como empezamos a ver pinturas con desenfoques y barridos, hoy vemos espacios permeados, recompuestos, temporalizados por el audiovisual, no solo en instalaciones, sino también en teatro, ópera, conciertos y mucho más. Con la proyección en el espacio, ya no más plano, se da una suerte de transposición del efecto de la cámara que dibuja la luz en la imagen, y entonces la imagen proyectada sobre el espacio no es la misma que habla al ojo sobre la pantalla, esta permite una nueva percepción del espacio mismo. No se trata de un nuevo bastardaje industrial, ni de crear un nuevo films d'Art, ni hacer confluir todas las artes y las percepciones como principio, sino más bien hacer uso de lo que se tiene en función de lo que se quiere expresar, de ampliar la pregunta por el montaje, aventurarse al menos desde la teoría a generar el espacio para que una feliz coincidencia, un afortunado accidente, ocurran; como el que reveló a Méliès la metamorfosis por montaje, el mismo personaje que buscó el brillo en la literatura de Julio Verne. La imagen sobre el espacio volumétrico (hoy popularizada como mapping tres D) tuvo un tránsito similar a los aparatos precinematográficos, se popularizó como espectáculo y aún de a poco busca una narrativa más estructurada y específica. La masificación de la experiencia que da el cine sobre el teatro, da la vuelta en la experiencia para pocos que pongo a prueba en Bosa. Tienes que venir a ver los ensayos del montaje, en una corta sección opera como un videojuego. Creo que algunos videojuegos son como un pariente caprichoso del cine y el teatro. Los videojuegos han crecido conmigo, y como al cine, culturalmente no se les da la importancia que, me parece, tienen en la época que les tocó desarrollarse. Debe ser porque antes eran jugados solo por un grupo de intelectuales y nerds, pero hoy

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son de acceso colectivo y no tienen distinción de clase, nacionalidad ni género, configuran comunidades y referentes culturales propios acercando la narración hacia posibilidades distintas, y estos sí que acompañan la masificación que llevó al cine a las cajitas que llamamos teléfonos inteligentes, quizá es más la gente que juega en sus celulares y menos la que ve cine. Con el advenimiento de la Internet ellos son a la vez striptease y pornografía (se ven y se presencian), un juego con una interfaz extra, la cuarta pared es ahora un espejo sobre el que escogemos su distorsión. Estamos frente a una máquina y ante el público. Las dos. Somos los actores y los avatares. A diferencia de las películas, nada avanza si no avanzamos, solo el tiempo. El tiempo que nos une con la vida. De alguna forma el juego puede unir el teatro con la vida y el cine con la vida. Y si en el Barroco las grandes máquinas móviles eran las escenografías, hoy las máquinas permiten acercarnos a experiencias en primer plano, a memorias, a voces familiares en el teléfono, a nuestra propia imagen y nuestros fantasmas. Traslación, comunicación y experiencia. Mundos de montaje por explorar y tanto sobre lo que pensar. ¿Te imaginas ser los turistas de Odessa en Steps (1987) de Rybczynski, ser Elisabet Vogler en Persona (1966) de Bergman o Lola en Corre, Lola, corre de Tykwer (1998)? Escrituras en escena, decisiones en escena, medios en escena, ¿cuándo salieron los asistentes de la ecuación? ¿Será que aún no sabemos cuidarnos y nos tenemos tanto miedo o nos resignamos a la distancia del clic?

Espero puedas acompañarnos en algún viaje de Bosa: día segundo. Y sigamos hablando con emoción sobre estos temas. Un abrazo Camilo Cogua R.

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