Sobre el diálogo interreligioso

June 14, 2017 | Autor: Dago Anaya | Categoría: Religion, Philosophy Of Religion, Filosofía de la religión, Hermenéutica, Filosofia
Share Embed


Descripción

A 7 de enero, 2016. Dago Anaya Treviño (Lic. en filosofía y letras en la Universidad Autónoma de Chihuahua, Campus Virtual)

Sobre el diálogo interreligioso.

Anoche escuché con agrado –y con cierta dosis de sorpresa- el reciente anuncio del papa Francisco que, en sí, es más bien una petición, una invitación a la oración y al diálogo interreligioso. Después de ver el video más de tres veces reflexioné un poco. Las palabras del papa Francisco son genuinamente católicas, es decir, se apegan a la esencia de la doctrina que desde siempre ha ofrecido y conservado la Iglesia. Sin embargo, no pude evitar intuir cierta posibilidad de que el mensaje del papa no sea captado (entendido) de manera adecuada. En efecto, viene a mi pensamiento la preocupación por el fenómeno de la hermenéutica: la interpretación del texto… Tema que, de por sí, para los filósofos y estudiosos, resulta ya en sí mismo tan interesante como complicado. Pero ese –la hermenéutica- no es tema ni objeto de este pequeño ensayo. Aunque, empero, en el fondo, el problema que aquí abordaré, entre otros, es ese, el de la hermenéutica. ¿Cómo comprender las palabras del papa Francisco, que, tan comúnmente son descontextualizadas y malinterpretadas? Antes de abordar el tema, quisiera hacer una pausa para hacer una reflexión paralela: De manera indirecta, el papa Francisco me ha llevado a especular en torno a la obediencia, fidelidad y confianza que le debemos todos los que nos llamamos católicos al Pontífice Romano. Sea quien sea. Y es que, me parece sumamente peligrosa para la Iglesia (los fieles) la práctica de una sumisión ciega, fundamentada en la ignorancia de la doctrina y fe católica. Es decir, si en algún momento de la historia llegara a haber un antipapa, como ha ocurrido en el pasado, los católicos enfrentaríamos una crisis que llevaría a un cisma, que nos obligaría a tomar necesariamente partido. Pues, una cosa es la obediencia a Pedro, a ese

que el Espíritu Santo pone al frente de la barca que es la Iglesia, y otra muy distinta sería la ciega e ignorante sumisión a un pontífice apócrifo que llegara a negar o contradecir las enseñanzas y doctrinas esenciales de la Iglesia. ¡Por suerte nuestro amado papa Francisco no es el caso! Pero su pontificado parece invitarnos implícitamente a vivir una fe con conciencia y conocimiento de lo que es la genuina fe católica. Evitando subjetivismos y relativismos epistemológicos.

La primera cuestión que analizaremos es: ¿a quién va dirigido el mensaje del papa, esa importantísima y urgente exhortación al diálogo, particularmente, intercultural e interreligioso? A todos. Sin lugar a dudas. Esto es, al mundo entero. Pero, podemos dividir esa inmensa multiplicidad de personas, creencias, culturas e ideas, en dos grandes bloques: Los católicos, y los no-católicos. Por un lado, a los no católicos les hace un llamado, una invitación fraterna a quitarse los prejuicios que pesan y acusan a la Iglesia de ideas que son incorrectas, falacias. El papa les muestra, a los que están fuera del seno de la Iglesia, la otra cara, que, de hecho, es la cara frontal de la Iglesia. La cara de la Misericordia Divina – encarnada en la Iglesia-, la apertura al diálogo (a un diálogo abierto e inteligente que no diviniza la razón, ni le rehúye acobardado), el respeto por el otro (la dignidad humana) y por toda forma de diversidad cultural; es la cara del amor personal de Dios que es tan grande y perfecto que lo ha llevado a Encarnarse en el seno virginal de María Santísima (humillarse a ser de carne y naturaleza humana), y andar el viacrucis, sufrir la pasión, morir, y resucitar por cada uno de nosotros. En otras palabras, es una invitación a la conversión y la reconciliación con el Dios Único y Verdadero que Es Cristo Jesús. La ligereza-ingenuidad o aparente “ambigüedad” de su mensaje tiene la astucia de diluir sanamente el anuncio de la Buena Nueva, pues, el mundo de hoy, como un enfermo que no puede comer cualquier cosa, no podría digerir la profundidad de la fe cristiana en su sólo trago o bocado. Esto les haría vomitar lo ingerido –como de hecho ocurre-. Es necesaria primero una muestra de cariño y de apertura real y genuina que arranque de los corazones empañados ese odio y aversión visceral que hoy muchos sienten –casi a priori- por la Iglesia Católica y todo lo que tiene que ver con ella.

No obstante, empero, el verdadero reto viene para los que estamos ya dentro de casa… El católico puede llegar a sentir cierta confusión al ver-escuchar el video en el que aparecen personas de distintas religiones unidas por una idea común, la del amor. Podríamos pensar que la religión es, a fin de cuentas, indistinta, superficial e intrascendente; que las diferencias son superfluas y simbólicas; que en el fondo “todos creemos en lo mismo” y nos dirigimos inequívocamente al Padre-Dios. Pero esta confusión inicial es parte de una purificación que nos empuja a salir de la comodidad de la ignorancia de nuestra fe católica. Basta leer el Catecismo de la Iglesia Católica, o, mejor aún, estudiar las enseñanzas de los padres y doctores de la Iglesia, y las ideas de Juan Pablo II y Benedicto XVI (entre tantos santos y pontífices) en torno al tema del diálogo interreligioso, para poder comprender el verdadero y más profundo sentido de las palabras e intenciones del papa Francisco, que, en definitiva, no tienen nada que ver con un pluralismo que se abre a un eclecticismo torcido que degenera en cierta forma de sincretismo idolatra y neopagano. En la Iglesia Católica nunca ha habido ni habrá jamás apertura al relativismo filosófico y epistemológico. Pues la Verdad Es Una, y se Reveló (se entregó) en la persona de Cristo, El Verbo Divino (Logos), que Es Dios mismo. De modo que, como bien enseña el papa emérito Benedicto XVI (y ya encontramos este argumento filosófico-teológico desde san Agustín) en su obra: “Fe, verdad y tolerancia”, es Dios quien sale al encuentro del hombre; es Dios quien se presenta, se muestra, se revela, se desnuda ante la inteligencia, el alma y el corazón del hombre. Lo que implica que el hombre es capaz de conocer a Dios en la Persona de Cristo. Y que, a diferencia de esa corriente posmoderna, neopagana (de la nueva era) que se cierra en esa concepción de un dios interior en el que el hombre ha de fundirse y perder su subjetividad (individualidad y personalidad)…, un dios que es el todo y la nada…, y que por tanto, es y no-es, que existe y no-existe, y tantas otras contradicciones y sinsentidos que se infieren de semejante premisa…, reitero, la fe cristiana es contraria a todo lo anterior, e insiste en la apertura a la alteridad: la otredad (en lenguaje de filósofos), la realidad del otro, que se configura en la relación y diálogo entre Dios y el hombre; y que confirma mi individualidad: la realidad personal intrínseca a la naturaleza misma del ser humano. Eh ahí el reto del católico de estos tiempos: estudiar y conocer la Verdad de la Fe cristiana.

Finalmente, la invitación al diálogo interreligioso que nos hace el papa Francisco tiene – si no me equivoco- dos intenciones: 1) Que tanto católicos como no-católicos busquemos ante todo el respeto y el amor al prójimo: la interacción y el apoyo (solidaridad) más allá de las diferencias culturales y “doxológicas” (de doxa, en el sentido griego de “creencias”): de las diversas creencias religiosas. Y 2) fomentar, impulsar, incentivar, propiciar el diálogo, esto es: el intercambio de ideas, reflexiones y pensamientos. Pero no con el fin de la mera charla infructífera (como el chisme mexicano), sino con la idea y genuina intención de buscar un acuerdo, aclarar conceptos, despejar confusiones, y, ante todo, buscar con amor, respeto, humildad y tolerancia, con apertura intelectual (de mente), la verdad…, esa verdad universal (o común) que nos une como seres humanos. El primer esfuerzo es de naturaleza ética: se busca trabajar en el amor al prójimo para una sana y justa convivencia entre los hombres; pero en el segundo (el intelectual) se ejercita el amor a Dios, quien es, en efecto, Amor y Verdad. Quien busca la verdad con y por amor, busca –aunque no lo sepa- a Dios. Pues no hay más verdad fuera de Él. Y esa Verdad última es Cristo, Dios y Hombre verdadero. De modo que ese diálogo interreligioso es un caminar hacia Cristo, porque Él Es el Camino, la Verdad y la Vida. Pues, nadie va al Padre si no es por medio de Jesucristo. (Juan 14:6).

BIBLIOGRAFIA: -

JOSEPH RATZINGER; Fe, Verdad y Tolerancia.

-

Catecismo de la Iglesia Católica.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.