Soberanismo en la era de la insoberanía

July 6, 2017 | Autor: Maria Corrales Pons | Categoría: Movimientos sociales, Populismo, Soberania, Independentismo Catalan
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Descripción

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Soberanismo en la era de la insoberanía El surgimiento del pueblo soberano catalán: una perspectiva discursiva y performativa Maria Corrales Pons1 Resumen: En el siguiente artículo se pretende enmarcar el movimiento independentista catalán como movimiento populista de respuesta a la crisis de la democracia volátil en la era de la insoberanía. Así, se defenderá la tesis del surgimiento de un nuevo sujeto político pueblo que articula la independencia como significante vacío capaz de unificar las demandas heterogéneas nacionales y sociales derivadas de la crisis. Para realizarlo, se van a analizar las distintas performances acontecidas en el territorio catalán desde 2010 hasta el 9N y se le va a dar a esta herramienta de la Comunicación Política un rol central en el proceso de nominación contingente del sujeto pueblo. Palabras clave: Independencia, movimiento catalán, soberanismo Abstract In the article that follows, it is our intention to frame the Catalan movement for independence as a populist movement arising in response to the crisis of volatile democracy in an age of unsovereignty. Thus, we shall argue in favour of the thesis of the emergence of a people as a new political subject with independence as a key element, an empty signifier which has been capable of unifying the heterogeneous national and social demands deriving from the crisis. To do so, we shall analyse the different performances taking place in Catalan territory from 2010 until 9-N, and we shall endow such tool for Political Communication with a central role in the process of contingent nomination of this subject-people. Keyword: Independence, Sovereignism, Catalan movement 1

Graduada en Periodismo (UPF, 2014). Máster en Liderazgo Democrático y Comunicación Política (UCM, 2015)

ANUARI DEL CONFLICTE SOCIAL 2014

814 Resum: En aquest article es pretén emmarcar el moviment independentista català com a moviment populista de resposta a la crisi de la democràcia volàtil a l’era de la insobirania. Així, es defensarà la tesi del sorgiment d’un nou subjecte polític poble que articula la independència com a significant buit capaç d’unificar les demandes heterogènies nacionals i socials derivades de la crisi. Per fer-ho, s’analitzaran les diferents performances esdevingudes al territori català des del 2010 fins al 9-N, i es donarà a aquesta eina de la comunicació política un rol central en el procés de nominació contingent del subjecte poble. Paraules clau: Independencia, soberanisme,moviment català

1. Introducción: el desarrollo de un ciclo político de carácter épico El pasado nueve de noviembre de 2014 más de 2.300.000 catalanes salieron de sus casas para votar sobre el futuro político de Cataluña desobedeciendo la suspensión del llamado “proceso participativo” por parte del Tribunal Constitucional y haciendo caso omiso al vocerío del ejecutivo de Rajoy que al día siguiente hablaba de este hecho histórico como “lo que ocurrió el domingo en Barcelona”. Toda una demostración de soberanía política de la que aún es pronto para percibir sus consecuencias. No obstante, es claro que la imagen de las urnas en la calle y las inmensas colas que se formaron en todo el territorio catalán supuso un punto (no sabemos aún si seguido o final) a todo un recorrido de frenetismo político que tiene sus inicios en 2006 y que, desde 2012, supuso iniciar un ciclo ansiolítico de carácter épico y de permanente acción y movilización colectiva que fue bautizado bajo el nombre de el proceso. 1.1.

El inicio de un movimiento autónomo de los partidos

El 18 de febrero de 2006 tuvo lugar en Barcelona una manifestación bajo el lema “Somos una nación. Tenemos derecho a decidir” a la que acudieron centenares de miles de personas. Esta movilización que ha pasado

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815 desapercibida en el relato del nuevo contexto político catalán tiene una importancia crucial ya que fue la primera manifestación multitudinaria sobre el tema nacional convocada de forma autónoma y sin el apoyo de los principales partidos que generó el espacio político (La Plataforma por el Derecho a Decidir) del que, seis años más tarde, nacería la Asamblea Nacional Catalana (Botran, Castellanos, Sales, 2014) Así después de esa fecha simbólica, en 2009 tendría lugar otra iniciativa política que hoy podría ser considerada como un ensayo de lo ocurrido cinco años más tarde: las consultas populares por la independencia. Este referéndum organizado por la población civil y sin el apoyo de las instituciones, aunque sí de ERC y la CUP, tuvo su primera expresión en septiembre de 2009 en Arenys de Munt y se alargó hasta abril de 2011 contando con una participación total de 881.564 personas en 549 municipios y con la implicación de más de 50.000 voluntarios. Unos datos nada desechables si tenemos en cuenta que, según el Centro de Estudios de Opinión de Catalunya, en 2009, el número independentistas se situaba alrededor del 20%. 1.2.

2010: Sentencia del Estatuto y primera manifestación “histórica”

El 28 de junio de 2010 el Tribunal Constitucional falló, tres años más tarde, a favor del recurso de inconstitucionalidad presentado por el Partido Popular sobre el Estatuto de Catalunya que tuvo como respuesta la manifestación más multitudinaria que habría vivido el territorio catalán y la primera performance nacional catalana. En el cuerpo de la sentencia que se publicó un día antes de la manifestación, se declararon inconstitucionales 14 artículos de un Estatuto aprobado en 2006 por más de un 70% de la población y se negó la categorización de Catalunya como nación alegando que la indisoluble unidad de la única nación del Estado: la española. Al día siguiente, Barcelona se convertiría en un gigantesco escenario en el que, bajo el mismo lema que en 2006: “Somos una nación. Tenemos derecho a decidir”, entre 1.100.000 personas, según la Guardia Urbana y 1.500.000 personas, según las más de 1.600 entidades convocantes, se exigiría la revocación de la sentencia. Dicha manifestación puede ser considerada como

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816 la primera performance que generó una transformación en la identidad catalana, aunque, como analizaré posteriormente, no puede ser catalogada como “acontecimiento histórico” ya que, aunque a partir de ese momento, el apoyo a la independencia no paró de crecer, no supuso “un cambio sustancial de los encuadres en vigor hasta ese momento” ni una “transformación profunda en el clima cultural hegemónico” (Gil Calvo, 2014) , como sí lo supondrá la manifestación de 2012. 1.3.

Rumbo a Ítaca

El 10 de marzo de 2012 tuvo lugar el nacimiento del actor político realmente protagonista en estos últimos tres años y sin el cual sería incomprensible (y quizás inexistente) todo lo acontecido en Catalunya desde ese momento: la Asamblea Nacional Catalana. Así, esta organización nacía de las distintas organizaciones y plataformas anteriores con una estructura similar a éstas, pero con una clara distinción que marca la diferencia con todo lo anterior: su definición política era claramente independentista. Así, la entidad que convocó (ahora sí) la manifestación histórica de 2012 bajo el nombre de “Marxa cap a la indepèndencia”, la Vía catalana de 2013, la V de 2014 y gracias a la cual fue posible el “proceso participativo del 9N”, se gestaba hace solo tres años en una asamblea fundacional a la que asistirían más de 5.000 personas. Al margen de las performances comentadas, a las que luego catalogaré entre menores e históricas, la Asamblea Nacional Catalana (ACN) puso en marcha toda una serie de dispositivos que fueron capaces, a través de diversas campañas y llamamientos, de mantener, desde 2012 hasta hoy, una movilización constante y un decorado fijo en las calles catalanas que aseguraba que ningún figurante de la narración épica, en este caso, toda la población catalana, se olvidara del momento que vivía el país. A este atrezo popular conformado, principalmente, por los balcones con la estelada, pero que fue desde la campaña de “un país normal” pasando por la de “un país groc”, hasta los cronómetros en los ayuntamientos contando los días y horas que faltaba para el 9N, hay que añadirle el gran despliegue institucional de la Generalitat a partir de 2014 sobre la conmemoración del

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817 tricentenario de 1714 que, a través de una campaña que rezaba ‘la historia te convoca’, fue capaz de cerrar todo el círculo narrativo que premonizaba un único desenlace posible. 1.4.

El papel de los medios de comunicación

Asimismo, es imposible entender la dimensión del proceso catalán sin tener en cuenta el papel de los medios de comunicación catalanes que fueron capaces de transformar todo hecho acontecido y, en concreto, las grandes performances, en verdaderos acontecimientos mediáticos dedicando a cada una de ellas una cobertura especial. Así, tal como puntualiza el historiador Xavier Domènech (2014) “la articulación de un gran sistema mediático propio, “de país” que ya no sólo se limita a la hegemónica TV3 sino que está conformado por un gran número de publicaciones, periódicos y radios públicas y privadas de distintos ámbitos ideológicos y con diferentes contenidos, fue capaz de conformar “una esfera comunicativa que comparte discursos y donde, en diferentes grados, el independentismo

ha

encontrado

el

espacio

donde

incubarse,

autorrepresentarse e imaginar el futuro” (p.291-292). Para el historiador catalán, estos medios de comunicación no realizaron durante este periodo un papel de mera “caja de resonancia” sino que, apunta, fueron capaces de ofrecer “un verdadero universo simbólico de personajes que opinan constantemente sobre la necesidad de o el proceso de independencia, a la vez que suministran toda una serie de explicaciones que la hacen, no ya posible y viable, sino mágica” (Domènech, 2014, p.292).

2. Soberanismo en la era de la insoberanía Para

analizar

la

naturaleza

del

movimiento

independentista,

su

autorepresentación, así como sus causas y posibles consecuencias, es necesario que apartemos la vista del territorio y nos situemos en el contexto global en el que éste aparece y está inserido. Siguiendo con las tesis de Domènech (2014), “el proceso que ha llevado a tantos hacia la independencia tiene una base real: el deseo de construir un poder propio y cercano que sea

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818 más controlable, en un mundo aparentemente incontrolado, como herramienta clave para superar la situación actual”. (p. 291). Referenciándome en Enrique Gil Calvo y Christian Salmon voy a clasificar el actual ciclo político como “crisis de la democracia volátil” en la “era de la insoberanía” y voy a defender que el movimiento independentista se sitúa y recoge las características de lo que el sociólogo español llama “novísimos movimientos sociales” en oposición a los “nuevos movimientos sociales” que nacieron con el mayo del 68. Gil Calvo (2013) define como democracia volátil el sistema socioeconómico que se erigió a finales de los años 60’ y que se caracterizó, “en lo económico, por la desindustrialización, la financiarización, la desregulación y la liberalización; en lo político, por la tercera ola democratizadora (Humntington), la tercera vía interclasista (Giddens) y la democracia de audiencia (Manin); y en lo social por la terciarización, precarización, feminización, inmigración, fragmentación de clase, crecimiento de la desigualdad, empobrecimiento de las clases medias, fin

de

la

meritocracia,

individualización

y

espectacularización

del

posmodernismo cultural” (p. 217). De este modo, Salmon (2013), que cataloga este mismo periodo como la era de la insoberanía determina que los culpables del proceso de deconstrucción de la función pública, de la pérdida de la soberanía de los estados y de la “autodevoración del homo politicus” son, en primer lugar, la revolución neoliberal que fue capaz de vaciar de poder a los estados dejando el control en manos de la mano invisible de los mercados financieros; y, en segundo término, la revolución tecnológica de los medios de comunicación que sustituye la aparición pública del político por la telerrealidad del poder. Este sistema que, hasta la crisis económica de los años 70’, estuvo caracterizado por un periodo de acumulación, es el que entra en crisis a partir de 2001 y, sobretodo, a partir de la última crisis económica global de 2008 en la que aún nos encontramos inseridos. Tal como afirma el célebre autor de storytelling (2013) el nuevo ciclo político se caracteriza por una crisis general de confianza y de la representación política, de la que, asegura, la crisis de las deudas soberanas no es más que un

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819 aspecto de ella ya que su mayor consecuencia es la crisis de la soberanía del Estado y su falta de legitimidad. De este modo, esta crisis que se manifiesta en todas las democracias occidentales, azota con mucha más fuerza en los países europeos donde el vaciamiento de las competencias de los estados se había producido con mucha más intensidad, y que, ahora que necesitamos al estado soberano más que nunca, nos damos cuenta de las consecuencias que tuvo el bendito sueño europeo. Coincidiendo con la tesis de Salmon, Gil Calvo establece como factores determinantes de la crisis de la democracia volátil la inversión de las relaciones de poder entre mercados y estados que han pasado a ser meros títeres de los poderes financieros (siendo su principal víctima la socialdemocracia europea); la mediatización de la política y de todos los espacios de nuestra vida que otorga el poder a los especialistas del márquetin y la comunicación política; y, por último, a la pérdida de legitimidad de la clase política (si es que las características anteriores no eran suficientes) causada por la corrupción y la estrategia del escándalo en los medios. 2.1.

El momento populista

Este contexto político y sistemático inserido en la peor crisis económica que azotó y sigue azotando con fuerza especialmente a los pueblos del sud y que se está pagando con la sangre y el sufrimiento la mayoría social de estos países, es la que nos permite hablar de lo que Ernesto Laclau llama momento populista. El momento populista es aquel contexto en el que existe una acumulación de demandas populares insatisfechas y, al mismo tiempo, una creciente incapacidad del sistema para resolverlas y absorberlas de un modo diferencial, es decir, cada una de manera separada a las otras dividiendo la población en pequeños segmentos. Si esas demandas no son resueltas, se produce un momento en el que la gente comienza a percibir que los vecinos tienen otras demandas igualmente insatisfechas y establecen entre ellas una relación equivalencial. El resultado de esta operación, si no interrumpido por factores

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820 externos, es el inevitable surgimiento de un abismo cada vez mayor que separe al sistema institucional de la población. (Laclau, 2005). Este contexto conformado, por un lado, por el grave detrimento de las condiciones materiales de la población (en especial, de la clase media y las nuevas generaciones) y, por el otro, por la incapacidad de sus gobernantes para responder a dichas necesidades y su falta de legitimidad, es el que deja vía libre a la entrada en escena del populismo: es decir, a la construcción de un nuevo sujeto pueblo establecido en base a un principio de identidad que permita la cristalización de las diferentes demandas en torno a un común denominador. Este nuevo pueblo, naturalmente, es solo un componente parcial de toda la comunidad, pero que, sin embargo, aspira a ser concebido como la única totalidad legítima. De este modo, para dicho surgimiento son necesarios dos aspectos fundamentales: en primer lugar, un exterior constitutivo, es decir, una frontera de exclusión que divida la sociedad en dos campos y que permita definirse antagonísticamente; y, por otro, una expresión simbólica positiva (el común denominador) que permita la transición de las llamadas demandas democráticas a las demandas populares. Así, estos dos tipos de demandas se diferencian porque, mientras que las primeras pueden ser absorbidas por una formación hegemónica en expansión; las segundas representan, en sí mismas, un desafió al sistema imperante (Laclau, 2005). 2.2.

Los novísimos movimientos sociales

Es bajo esta perspectiva que tenemos que situar, entonces, la aparición de lo que Gil Calvo (2013) denomina como: los novísimos movimientos sociales. Mi tesis será defender que, mientras los nuevos movimientos sociales como el feminismo o el antinuclearismo se insertan dentro de la lógica liberal ya que pueden ser absorbidas de un modo diferencial por el status quo dominante a través del reconocimiento de derechos, los novísimos movimientos sociales pueden ser considerados como una totalización populista que, por su propio ADN, suponen una transgresión respecto de la situación precedente y tienen como objetivo la emergencia de un nuevo orden.

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821 Para entender la primera tesis, sólo es necesario analizar las características que Gil Calvo achaca a los movimientos sociales emergidos en los años 70’. Así, el sociólogo español describe como el feminismo, la reivindicación de los derechos LGTB o, incluso, la insumisión de los jóvenes reclutados, eran protestas dirigidas en contra de alguna disposición legal y por tanto, se construían como reacción y, por tanto, no contaban con el elemento de expresión simbólica positiva. Asimismo, dichos movimientos estaban enfocados a segmentos muy concretos de la población y tenían objetivos específicos que podían ser absorbidos por el sistema imperante de un modo diferencial y no transformacional. Por el contrario, tal como describe Gil Calvo (2013), los novísimos movimientos sociales como el 15M, la PAH, y, como defenderé a posteriori, el independentismo catalán, “han sido capaces de agregar y condensar demandas heterogéneas para politizarlas mediante la construcción de un antagonismo común” (p.224). Esto es así porque, en primer lugar, son proactivos, es decir, no responden a decisiones ajenas sino que toman la iniciativa de imponer a los demás su propia agenda; en segundo lugar, son universales, es decir, se dirigen transversalmente a toda la ciudadanía de cualquier género, edad o afiliación; y, finalmente, responden al interés general de comunidad civil y tienen como objetivo la refundación de la democracia. En este sentido, presentan todas las características discursivas que Laclau define sobre el populismo: una serie de demandas heterogéneas que crean cadenas de equivalencias entre sí a través de un común denominador (interés general de la comunidad civil), un exterior constitutivo a través del cual se conforma la propia identidad y se deja fuera miembros de la comunidad política (marco polarizador) y, finalmente, su objetivo es el de transformar la sociedad a través de una nueva definición de uno de los grandes significantes vacíos: la democracia. 2.3.

La performance como momento contingente de nominación

Si nos regimos por los principios establecidos por el teórico político argentino sobre lo descrito hasta el momento, nos faltaría aún el momento central y

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822 constitutivo de esta nueva identidad popular: el momento contingente de la nominación. Esta tesis de que el momento de la nominación del nuevo sujeto pueblo es el “momento clave” de su configuración, se basa en el principio sostenido por Laclau (2005) de que la unidad de los distintos actores sociales no es el resultado de un vínculo lógico por unas condiciones objetivas que, de ser así, podría asegurarse por otros medios, sino que, como hemos visto, dicha unidad “es el resultado de una pluralidad de demandas sociales que se unen por relaciones equivalenciales” (p. 281). En este punto es donde hace aparición como elemento central y fundamental lo que conocemos como retórica. Para articularlo voy a basarme en un reciente texto de Enrique Gil Calvo (2014) en el que el sociólogo español establece una equivalencia entre los elementos que conformar el triángulo aristotélico (ethos, logos y pathos) con algunos de los elementos del campo contemporáneo de la Comunicación Política (storytelling, framing y performance) configurando lo que él denomina como “el nuevo triángulo retórico”. En este sentido, voy a proponer que, aunque los dos primeros elementos (storytelling y framing) son determinantes y completamente necesarios, es la performance ese momento clave en la nominación contingente del sujeto pueblo. Sobre este esquema, el ethos o storytelling es aquel que es capaz de aportar credibilidad a la narración y al narrador permitiéndole ganarse la confianza moral de la audiencia próxima (presente) o distante (a través de los medios). En este sentido, la narratividad es la herramienta que sirve para unir hechos y personajes inconexos para enlazarlos de forma lógica con cadenas temporales de causalidad eficiente. Por su parte, el logos o framing es aquella es estrategia comunicativa que según Robert Entman (1993) es capaz de seleccionar algunos aspectos de la realidad percibida y encuadrarlos. De este modo, el framing debe ser capaz de 1) definir un problema, 2) interpretar la causa del problema, 3) hacer una evaluación moral, 4) recomendar una solución o tratamiento. Así, el encuadre, además de enmarcar la realidad del conflicto, es el que tiene la capacidad de definir cuáles son los problemas que merecen atención prioritaria. En función de cómo se haga este ejercicio estaremos hablando de encuadre terapéutico,

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823 encuadre tecnocrático, encuadre punitivo, encuadre polarizador. Como hemos visto, es este último el que utilizan los novísimos movimientos sociales. Así, llegamos finalmente a la performance o pathos que es, junto con el ciberactivismo y el encuadre antagónico, el último elemento de innovación metodológica que presentan los novísimos movimientos sociales y que, como hemos anunciado, estableceremos como momento clave de la nominación contingente del sujeto pueblo. Tal como escribe Gil Calvo (2013) basándose en la definición de Jeffrey Alexander las performances son aquellas “representaciones dramáticas que se escenifican en público y ante los medios informativos para suscitar la catarsis de la audiencia y generar un acontecimiento histórico que transforma tanto las identidades colectivas como el propio espacio público” (p. 230). El elemento de la catarsis es el que le otorga a la performance su rol fundamental en la conformación de identidades y consciencias y, por tanto, en la construcción de un sujeto pueblo capaz de transformar el sistema político y la estructura social. El acontecimiento es aquel que, desde la perspectiva de lo que conocemos como ritual es capaz de apartarse de la rutina y situarse en un espacio y tiempo aislados donde el acontecimiento tiene lugar durante un efímero lapso de tiempo hasta que las palabras mágicas surtan efecto. En este sentido, mientras los figurantes del evento se encuentren en ese espacio todos se sentirán parte de una misma comunidad a través de su consonancia emocional y se fusionarán (o se crearan cadenas de equivalencias) entre sus identidades singulares (Gil Calvo, 2014). De este modo, todo acontecimiento debe, en primer lugar, tener un componente de factor sorpresa que rompa nuestras expectativas previas para así convertirse en noticia. Asimismo, la performance debe ser un punto de inflexión que rompa la línea narrativa propuesta hasta el momento e inaugure otra distinta a la anterior. De la misma manera que transforma el relato, el acontecimiento también ha de ser capaz de anular o transformar los encuadres y plantear otros nuevos. Finalmente, para ser considerado como tal, éste debe poder generar un cambio personal o político, social o institucional.

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824 Por último, pero no por ello menos importante, todo acontecimiento que se produzca en la realidad, para que sea performativo, necesita ser, además, un acontecimiento mediático. Así, estos dos tipos de eventos pueden separarse entre sí y ese es el motivo (como veremos en el caso de las movilizaciones catalanas y el 9N) de que se puedan programar por anticipado acontecimientos mediáticos autónomos y ficticios sin ningún referente real. Finalmente, debemos separar entre lo que Gil Calvo (2014) considera como “acontecimientos menores” y “acontecimientos históricos”, siendo los segundos aquellos que son capaces de determinar profundas transformaciones en el sistema hegemónico, generar un cambio del sistema de encuadres en vigor que los subsume a la ‘espiral del silencio’ gracias a la construcción de un nuevo consenso de nominación contingente; y, los primeros, aquellos que simplemente generan un cambio en el sistema de encuadres que sigue vigente, sustituyendo uno por otro sin que haya ruptura. Asimismo, desde la perspectiva de los medios, los acontecimientos históricos son aquellos que son retransmitidos con una programación especial, y, los eventos menores, aquellos que quedan relegados a la programación habitual.

3. El surgimiento de un nuevo pueblo soberano catalán Bajo los el marco teórico propuesto y las características nombradas voy a analizar el movimiento soberanista o independentista catalán como movimiento populista de respuesta al contexto global de crisis de la democracia volátil y voy a defender que la Asamblea Nacional Catalana forma parte, aunque con una estructura y una estrategia mucho más sofisticada, de lo que hemos denominado como novísimos movimientos sociales. Así, parto de la base que este periodo y, en especial, la performance del 2012, ha sido capaz de conformar una nueva identidad colectiva con pretensiones totalizadoras, pero que, debido a las características concretas del llamado proceso catalán, el nuevo sujeto pueblo se presenta, en estos momentos, como un significante vacío en lucha que podría ser desplazado por otras formas de lealtad colectiva. Para demostrar esto, voy a analizar las performances más importantes acontecidas en Cataluña desde 2010 hasta el 9 de noviembre de 2014 y sus

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825 efectos en la población a través de las encuestas de opinión realizadas por el Centro de Estudios de Opinión de Catalunya (CEO). En este sentido, voy a situar como acontecimientos históricos la movilización de 2012 y el 9 de noviembre relegando las demás performances a acontecimientos menores, defendiendo que fue esta primera la que fue capaz de llevar a cabo la nominación contingente de construcción del nuevo sujeto pueblo. 3.1.

Una frustración populista en dos actos

Primer Acto: Organización popular y déficit fiscal

Tal como hemos demostrado en la explicación inicial del contexto, los pueblos del sur de Europa han estado gestando, desde el inicio de la crisis económica, lo que hemos denominado como momento populista. Este se ha producido por tres factores principales: en primer lugar, el evidente y crudo empobrecimiento de las condiciones materiales de la población, y, por tanto, la multiplicación de sus demandas; en segundo lugar, por la incapacidad de los gobernantes para responder a estas demandas debido a las características propias de lo que hemos llamado era de la insoberanía y, por último, la falta de legitimidad de éstos debido a las características propias de crisis de la democracia volátil. De este modo, vemos como, según las encuestas del CEO, en 2010, un 45’9% de los catalanes decía que su situación económica era peor que la de 2009 y las relaciones entre Catalunya y España se situaban, con un 5’6%, en el séptimo puesto de los principales problemas percibidos, por detrás del paro, la economía, la inmigración, la insatisfacción política, la inseguridad ciudadana y la mejora de las políticas sociales. Así, como en el resto del Estado, Catalunya experimentó, antes y después del 15M que fue especialmente potente en Barcelona, la aparición de distintos movimientos sociales que catalogaríamos de novísimos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con Ada Colau al frente o el Proceso Constituyente y pasó por un periodo especialmente convulso de violencia en la calle sin referentes en otros territorios del Estado. Este periodo de movilización sostenida tuvo su apogeo a partir de 2010, pero, a partir de 2012, después de la primera diada histórica del 11 de septiembre, pareció desvanecerse.

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826 Para entender el porqué de este fenómeno, es necesario desprenderse de los marcos que separan el eje nacional del social como si fueran cosas distintas y de las que, a modo de conspiración masónica, ven el independentismo como una cortina humo creada por Artur Mas para tapar su pésima gestión de la crisis (cosa que no implica que su gobierno no haya intentado aprovechar la jugada para hacerlo, y, en algunos momentos, lo haya conseguido). Así pues, hemos visto como, desde 2010, al igual que en todo el resto del Estado, las demandas de los distintos grupos subalternos que conformaban la sociedad catalana se multiplicaban y no eran respondidas, ni por el gobierno de Zapatero, ni por el ejecutivo de Artur Mas que, lejos de hacer una políticas distintas a las de Madrid, se situaba como el referente y el precursor de la “recuperación económica” y el austericidio. Estos grupos se organizaron a modo de los novísimos movimientos sociales y siguieron un curso parecido al del resto del Estado con alguna excepción puntual. El hecho diferencial catalán: Nación y déficit fiscal

No obstante, el hecho diferencial catalán es que, paralelamente a este proceso de politización y organización social, en junio de 2010 se produjo la masiva manifestación contra la sentencia del Tribunal Constitucional bajo el nombre “Somos una nación. Tenemos derecho a decidir”. Así, aunque la mayoría de relatos sitúan el inicio del proceso independentista en este momento, lo cierto es que dicha movilización fue sólo una premonición de lo que acontecería en 2012, y debe catalogarse, según el esquema establecido anteriormente, dentro de lo que hemos denominado acontecimientos menores. En primer lugar, dicha manifestación, aunque estuvo convocada por más de 1.600 entidades, contó con el apoyo de todas las formaciones políticas a excepción

del

Partido

Popular

y

Ciudadanos

(únicos

partidos

con

representación que no consideran Catalunya como una nación). En ese sentido, la idea de ‘nación catalana’ ya era un consenso social en la sociedad catalana fruto del exitoso proceso de nacionalización que se dio en el territorio desde principios de los XX hasta 1939 y que se acabó de institucionalizar

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827 después de transición con el establecimiento del himno nacional y las competencias y políticas (sobre todo en materia educativa) de la Generalitat. Desde esta perspectiva, la performance de 2010, aunque ciertamente contó con el factor sorpresa y fue retransmitida por TV3 con una programación especial, no supuso un cambio del sistema de encuadres en vigor sino que elevó al primer plano un discurso ya vigente en la sociedad catalana: el problema del déficit fiscal. Tal como explica Domènech (2013) “la realidad del déficit fiscal está presente en otros territorios del Estado Español, en algunos casos incluso con mayor intensidad que en Catalunya, pero es aquí y no en otros lugares donde se ha convertido en la clave del discurso hegemónico de cómo superar la crisis. La diferencia radica evidentemente en una realidad que solo es propia de Catalunya: la existencia de una identidad nacional que articula políticamente el país y que no ha solucionado de forma manifiesta su encaje con España, en un largo reguero de capítulos que tienen su epílogo en la sentencia del Tribunal Constitucional en 2010 sobre el Estatut de Catalunya” (p. 287). De este modo, podemos situar la performance de 2010 como el inicio del encuadre polarizador antagónico que empezaría a hegemonizarse a partir de ese momento, y que enmarcaría el exterior constitutivo del pueblo catalán en un Estado Español heredero del franquismo, pero que aún estaba falto de un novísimo movimiento social mayoritario al margen de los partidos y de una expresión simbólica positiva (el común denominador) capaz de integrar las demandas heterogéneas de una sociedad que parecía dividida movilizándose en dos campos aparentemente distintos. Así pues, este fue el primer tiempo en el que se gestó el momento populista, pero aún faltaba la ruptura inicial en el orden social capaz de escenificar la brecha con la continuidad armoniosa.

3.1.2. Segundo Acto: el novísimo movimiento social de la ANC y la Marcha de la nominación contingente

Esta primera ruptura y su posterior encuadre que culpaba de la crisis al déficit fiscal y situaba la resolución del problema en conseguir un nuevo modelo de financiación, o, como se llamó en su momento, el pacto fiscal, provocó un ligero

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828 incremento en los partidarios a un Estado Independiente (incremento que no dejaría de producirse hasta después del 9N) que, según los datos del CEO, pasaron del 19’4% al 28’2% entre 2010 y finales de 2011. Una subida nada desechable, pero incomparable con la que se produciría a partir del año siguiente. En este contexto, tal como hemos explicado en la introducción, nacería en marzo de 2012 el pulmón y verdadero artífice de todos los acontecimientos performativos que han tenido que ver con la transformación de la identidad catalana en estos últimos años: la Asamblea Nacional Catalana. Tal como hemos anunciado, esta nueva organización respondería a todas las características que hemos achacado a los novísimos movimientos sociales. En primer lugar, no se trataba de un movimiento reactivo (como sí lo fue la manifestación de 2010) sino proactivo en el sentido de que, desde el primer momento, tomó la iniciativa para imponer a los demás su agenda innovadora. En segundo lugar, se trataba de un movimiento universal que desde el inicio entendió la independencia, que hasta el momento estaba situada en un eje de izquierdas, como algo universal que se dirigía transversalmente a toda la ciudadanía de cualquier género, edad o afiliación. En tercer lugar, proponía una regeneración de la dignidad de la comunidad civil que había sido “ultrajada” por la sentencia del Estatut aprobado por más de un 70% de la población y ponía sobre la mesa la posibilidad de crear un Estado nuevo que respondiera a las necesidades de una población civil azotada por la crisis. Asimismo, a pesar de su transversalismo, la ANC era un movimiento que, por su carácter democrático, participativo, asambleario y territorializado en asambleas locales, proponía en su ADN una reformulación de la democracia a través de la participación física y el ciberactivismo. Finalmente, fue una organización capaz de agregar y condensar demandas heterogéneas para politizarlas mediante la construcción de un mismo antagonismo común, el Estado Español, y un común denominador que ejercía como expresión simbólica positiva y que se convertiría, desde ese momento, en el gran significante vacío en pugna en el campo del catalanismo: la independencia y el futuro estado catalán.

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829 De este modo, además de las características propias de estos novísimos movimientos sociales, la Asamblea Nacional Catalana también utilizó e hizo suyas las tres innovaciones metodológicas de dichos movimientos que profesionalizó hasta niveles inimaginables. En primer lugar, el encuadre antagónico, que definía a un pueblo catalán democrático, pacífico y plural contra un Estado Español intrínsecamente antidemocrático que se oponía a algo tan sencillo como el derecho a decidir, que expoliaba al pueblo trabajador catalán con el déficit fiscal y que había tenido, durante toda su historia, la voluntad de negar su existencia como pueblo des del fatídico 11 de septiembre de 1714. En segundo lugar, el ciberactivismo a través de grandes campañas en las redes sociales (que ya se utilizaron de forma más modesta en 2010), difusión y creación de videos virales, votaciones e inscripciones que se realizaban a través de la página web y campañas constantes que se alternaban una con la otra. Asimismo, este activismo no quedaba reducido sólo al espacio privado de internet, sino que este movimiento fue capaz de hacer sentir partícipe a toda la ciudadanía catalana del proyecto independentista a través de distintos llamamientos que iban, desde recoger firmas por la independencia en una plaza, hasta, simplemente, adornar el escenario público con la estelada (azul o roja). Finalmente, la Asamblea Nacional Catalana demostró un dominio de la técnica de la performance pública incomparable a la de cualquier movimiento social u organización política capaz de movilizar, año sí, año también, a centenares de miles de personas en las más diversas e inauditas propuestas de puesta en escena de la voluntad popular, la primera de las cuales y la más importante se produciría sólo seis meses después del nacimiento de la organización. La Marcha de la ruptura inicial del orden social

El 11 de septiembre de 2012 fue, pues, el primer acontecimiento histórico que capaz de generar un cambio del sistema de encuadres en vigor, de transformar la estructura y tiempos del sistema hegemónico, de escenificar ese momento de nominación contingente del nuevo sujeto pueblo y de producir la catarsis

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830 que establecería desde ese momento estableció la independencia como significante vacío capaz de conformar una cadena de equivalencias de las demandas sociales que nunca han dejado de ser, según las encuestas, el principal problema percibido por los catalanes. Este ritual colectivo titulado “Catalunya, nou estat d’Europa” contó con servicios especiales de transporte de tren, una flota de más de 1.111 autobuses y movilizó, por primera vez, a amplios sectores y segmentos de la población catalana, siendo la nueva generación del precariado una de las más implicadas. Así, esta performance contó con todos los elementos propios de lo que hemos denominado un acontecimiento histórico. En primer lugar, la manifestación superó cualquier expectativa de asistencia, cosa que provocó que la marcha ni siquiera pudiese avanzar. En segundo lugar, transformó completamente un sistema de encuadres plural, entre los cuales ninguno había tenido la suficiente fuerza como para imponerse a los demás respecto al mismo problema de la crisis, para pasar al nuevo encuadre polarizado contra el Estado Español que proponía la celebración del referéndum y la independencia como salida a todos los problemas (ya no sólo el de la crisis económica que sería desplazada a un segundo plano latente). Asimismo, también inauguraría la definición de un nuevo problema en la agenda española que nos da las pistas de la capacidad de totalización de esta nueva construcción: el problema catalán. El 11 de septiembre de 2012 supuso, además, la inauguración de una nueva línea narrativa de carácter épico que, pocos meses después, sería bautizada como el proceso y que se definiría por un acontecer histórico casi diario en el que toda la población catalana se vería inserido. Finalmente, como todo acontecimiento histórico, dicha performance fue capaz de generar un cambio personal y social en la población catalana que hizo que el apoyo a la independencia subiera, según los datos del CEO, en más de un 10% desde junio de 2012 a noviembre del mismo año, pasando de un 34% de personas a favor de un estado independiente a un 44’3%. Asimismo, la manifestación provocó un cambio radical en el contexto político e institucional. A la semana siguiente, Artur Mas iría a discutir con Mariano Rajoy

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831 una propuesta sobre el llamado pacto fiscal que sería desechada por el ejecutivo español y que simbolizaría la ruptura de las negociaciones entre los dos presidentes y provocaría que el Partido Popular Catalán retirara el apoyo a Convergència i Unió en el Parlament dejando al Govern en minoría e imposibilitando la aprobación de los presupuestos. Después de esta escenificación política de esta ruptura inicial en orden social, el 27 de septiembre de 2012 el Parlament aprobaría una moción para convocar una consulta sobre la independencia de Catalunya y Artur Mas convocaría elecciones anticipadas pidiendo una “mayoría excepcional” que nunca llegaría, siendo así, su primer mandato, el más corto desde la instauración de la democracia. De este modo, se inauguraría así el nuevo ciclo político hasta el 9N que tendría como máximo símbolo la urna y se establecería como principal problema catalán el ejercicio del derecho a decidir que ocuparía todo el debate político, ciudadano y mediático en torno al eje Catalunya-España. 3.2.

Los siguientes acontecimientos menores y el ‘nou 9N’ como cierre de ciclo

Este acontecimiento central fue el primero de las tres grandes performances posteriores que tendrían el 9N como fin de ciclo. En este sentido, podemos catalogar la vía catalana por la independencia y la V de Votarem del 2014 como acontecimientos menores en el sentido en que, ninguno de los dos supuso una ruptura con el relato ni con el sistema de enmarcados anteriores. Así, cada una de estas movilizaciones, por espectaculares que fueran, supusieron simplemente un empuje ya definido para ir desarrollando la hoja de ruta hacia el referéndum: la Vía Catalana tendrá como resultado la fijación de la doble pregunta pactada entre los partidos y el 9N como fecha de la redención simbólica; mientras que la gran V de Barcelona que concentró a más de dos millones de personas tendrá como efecto la materialización de las urnas en la calle que nadie veía como seguras en ese momento. De este modo, el apoyo a la independencia entre finales de 2012 y mediados de 2014, apenas experimentaría una subida del 1%, llegando a su máximo apogeo a finales de 2013 con un 48’5%.

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832 Este no fue, sin embargo, el caso del ‘proceso participativo’ del 9N que fue la performance histórica encargada de cerrar un ciclo político guiado por la realización del ejercicio del derecho a decidir como ‘la máxima expresión de democracia’. Así, el mitificado y glorificado 9N llevó a más de 2.300.000 a desobedecer, no está claro si judicialmente, pero sí, simbólicamente, la legalidad española vigente y el mandato imperativo que emanaba del ejecutivo de Rajoy. Tal como define Gil Calvo (2014) el ‘proceso participativo’ del ‘nou 9N’ fue la máxima expresión del acontecimiento mediático performativo que nunca tuvo lugar como tal, pero que fue capaz de generar un entusiasmo colectivo que, durante esos días, generó una sensación de empoderamiento colectivo y de emergencia emocional de lo político inaudita hasta el momento de la que aún es pronto para vaticinar sus efectos reales y sus consecuencias. 3.3.

La conformación de una nueva identidad catalana

Desde la perspectiva del populismo, lo realmente difícil de analizar en este nuevo surgimiento del pueblo catalán como pueblo soberano en medio la gran crisis de las soberanías, no es tanto el hecho de cómo la independencia nace como elemento unificador de toda una serie de demandas insatisfechas por los grupos privilegiados y dirigentes de ese momento que conformaron el espacio para el surgimiento del momento populista que se fraguó con la ruptura inicial de 2012, sino, qué tipo de identidad es la que encarna ese nuevo sujeto pueblo que, a través de su parcialidad (ninguna encuesta da a la independencia un apoyo superior al 50%) logró encarnar, al menos hasta el 9N, la totalidad de la comunidad política catalana. Esto es así, porque, a diferencia de los partidos herederos de la transición en España que no supieron responder a la demanda unificadora de los novísimos movimientos sociales y entender la necesidad de adaptarse a esa nueva identificación colectiva, en Catalunya, el partido que representa por antonomasia la vieja política y la cleptocracia y que fue incapaz de responder a las demandas sociales derivadas de la crisis sí lo hizo. En este sentido, Convergència i Unió dio un giro de 180º en su discurso y propuesta política en

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833 una operación que podría ser catalogada des del punto de vista gramciano como una revolución pasiva. Es decir, lo que hizo Artur Mas, fue adoptar algunas de las demandas sociales situándose en un marco ideológico socialdemócrata cediendo a parte de sus privilegios y, sobretodo, presentándose como líder de la demanda que suponía la

expresión

simbólica

positiva

e

unificadora

de

las

demandas:

la

independencia y el derecho a decidir. Asimismo, la estrategia de Convergència (que no de Unió) también incluyó la otra pata clave en cualquier revolución pasiva que es la inclusión y absorción (o intento de) de algunas de las figuras o líderes del movimiento popular en sus filas como escenificó el pacto por el derecho de decidir o, más recientemente, el intento de conformar una lista única con personas de la sociedad civil. No obstante, esto no significa que el movimiento independentista no tenga un carácter “progresista” en comparación con el Estado Español actual, ni que no se componga de elementos fundamentalmente democráticos en referencia a la participación ciudadana y, sobretodo, porque el eje fundamental hasta el momento ha sido precisamente el símbolo de la urna y el ejercicio democrático del referéndum. Lo que sí es cierto es este hecho dificulta en gran medida un eje de ruptura realmente popular de elevación de los grupos subalternos a un rol dirigente ya que es muy difícil construir un exterior constitutivo de todo este proceso que deje fuera a Convergència i Unió y a todo lo que esta fuerza simboliza en referencia al antiguo régimen. En este sentido, hay que añadirle a esta problemática para definir la nación catalana desde un eje nacional-popular que, de momento, ninguna fuerza organizativa al margen de la CUP, que no dispone actualmente de la capacidad de hacerlo, está disputando la hegemonía de ese nuevo sujeto pueblo desde este eje, como sí lo está haciendo Podemos (con muchas dificultades dada la naturaleza de dicha construcción nacional) con la nación española. Esto podría suponer, como he dicho al principio, que el nacionalismo (independentista) que hasta ahora ha ocupado su rol central de significante vacío, si no se establece un sentido popular asociado a él, pudiera ser desplazado por otras formas de lealtad colectiva.

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834 Asimismo, a esta operación de Convergencia hay que sumarle una dificultad más en la posibilidad de la ruptura con el sistema hegemónico anterior que es que la nación catalana ha estado y está construida, hasta el momento, bajo la base de una idea de nación cultural conformada por el relato de CiU desde la transición que estableció como referentes de la nación a personajes históricos conservadores (a excepción del gobierno de ERC durante la Segunda República que fue el único capaz de hegemonizar el discurso de izquierdas en el campo catalanista) que excluye, de per sé, a gran parte de los catalanes de esta nueva identidad.

4. Conclusiones En este ensayo se ha ubicado el movimiento independentista catalán dentro de lo que Ernesto Laclau llama movimientos populistas. En este sentido, se ha defendido la independencia como rol central de significante vació en torno al cual se establecieron una serie de cadenas de equivalencias entre las demandas sociales insatisfechas por los grupos dirigentes del momento dentro de lo que hemos catalogado como “la crisis de la democracia volátil” en la era de la insoberanía. Asimismo, hemos establecido el rol central de la Asamblea Nacional Catalana en ese surgimiento del nuevo sujeto pueblo catalán soberano y hemos defendido que es un movimiento que presenta las mismas características y definiciones que los llamados novísimos movimientos sociales. De este modo, hemos utilizado la teoría de la performance y hemos situado en esta técnica de la Comunicación Política el momento de nominación contingente definido por Laclau en el que se construye el sujeto pueblo. Así, hemos analizado las diversas performances que han tenido lugar en el territorio catalán y las hemos clasificado entre eventos menores y acontecimientos históricos, siendo estos últimos la manifestación de 2012 y el 9N de 2014 los que fueron capaces de transformar el sistema de encuadres en vigor y la propia realidad social y política Finalmente, hemos apuntado algunos de los problemas para que este nuevo sujeto pueblo catalán pueda configurase desde un eje nacional-popular de

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835 ruptura con el régimen anterior y hemos establecido algunos de los peligros existentes que podrían provocar que el nacionalismo catalán (ahora, hegemónicamente independentista) pudiera ser desplazado por otras formas de lealtad colectiva. En ese sentido, falta ver aún los efectos de catártico 9N y ver como se resuelve el nuevo ciclo político que inauguró el proceso participativo en estos últimos meses teniendo en cuenta el actual momento de fluctuación del proceso.

5. Bibliografía citada Botran, A., Castellanos, C., Sales, L. (2014): Introducció a la història dels Països Catalans, Edicions del 1979, Barcelona. Domènech, X. (2014): Hegemonías. Crisis, movimientos de resistencia y procesos políticos (2010-2013), Akal, Madrid. Gil Calvo, E. (2013): “Dramatizar la agenda. La construcción performativa del antagonismo”, En: Morán, ML (coord.): Actores y demandas en España, pp. 209-238, Catarata, Madrid. Gil Calvo, E (2014): El nuevo triángulo retórico: relato, encuadre y acontecimiento. Manuscrito no publicado. Laclau, E. (2005): La razón populista, FCE, México. Salmon, C. (2013): La ceremonia caníbal. Sobre la performance política, Península, Barcelona.

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