Situación nutricional de la primera infancia en Uruguay -Una prioridad nacional

July 19, 2017 | Autor: Pablo Anzalone | Categoría: Salud Publica
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Descripción

Malnutrición infantil: una de las grandes prioridades de este período
Escribe Pablo Anzalone

La infantilización de la pobreza ha sido una de las peores consecuencias del deterioro social que sufrió nuestro país a comienzos de los años 2000 cuando el modelo neoliberal entró en una grave crisis. Llegamos a tener 39,9% de toda la población bajo la línea de pobreza en el año 2004. Pero en ese momento más del 60% de nuestros niños estaban en esa condición.

No se trata solo de ingresos insuficientes, sino de una fractura social profunda, con una fuerte segregación territorial hacia la periferia de Montevideo y el área metropolitana, con una clara impronta de género porque son los hogares con jefatura femenina los que presentan peores indicadores. Desocupación, precarización del trabajo, caída del salario real, emergencia habitacional, cambios en la estructura familiar, pérdida de hábitos de crianza, deterioro del espacio comunitario, son aspectos que, juntos, generaron un proceso de desintegración social con consecuencias de largo plazo.
A partir del 2005 comenzó a llevarse adelante una estrategia de crecimiento con redistribución, donde los Consejos de Salarios, el crecimiento y la mayor formalización del empleo, el Plan de Emergencia, las Asignaciones Familiares, el Sistema Nacional Integrado de Salud, fueron generando cambios importantes. La pobreza por ingresos bajó hasta llegar al 9,7% en 2014 y la indigencia desde un 4,7% en 2004 a 0,5% el año pasado.
Comparado con cualquier otro período de nuestro país o con el contexto latinoamericano y mundial, son avances extraordinarios. Instrumentos universales como el aumento del Salario Mínimo o las asignaciones familiares y programas focalizados como Uruguay Crece Contigo, Cercanías y Jóvenes en Red, tuvieron impactos relevantes para esa transformación.

Sin embargo continúan habiendo desigualdades importantes por razones etarias así como de género, de etnia y de territorio. Mientras la pobreza promedio de la población baja a menos del 10%, en la infancia estas cifras superan el 20%. Es mucho menos que el 60% del que partimos pero sigue siendo inaceptable para una sociedad que pretende ser más justa e igualitaria.
El programa de gobierno aprobado por la ciudadanía recoge con claridad el problema y el compromiso de transformar esta realidad, profundizando los procesos que se iniciaron en 2005. Tabaré Vázquez en su campaña hizo énfasis especial en la situación de la primera infancia, su vulnerabilidad y la importancia de sus condiciones de vida para el desarrollo futuro de las personas y de la sociedad.

Las cifras de la reciente Encuesta de Salud, Nutrición y Desarrollo Infantil (ENDIS) muestran que en la población menor a 3 años la pobreza asciende todavía más, al 32,79%, triplicando las cifras nacionales. Más del 40% de esta población sufre algún tipo de inseguridad alimentaria, y dentro de ella, el 9% presenta inseguridad alimentaria moderada y severa en el 4,3%. Este concepto basado en definiciones técnicas de organismos internacionales como la FAO (ver http://www.fao.org/3/a-i3065s.pdf) incluye la cantidad y calidad de los alimentos, la seguridad y aceptabilidad social de su adquisición y la seguridad alimentaria en el hogar. Más de 10% (10,7%) de los hogares pobres tienen inseguridad alimentaria severa (hambre) en sus niños.
Lo primero para cambiar esta situación es no permanecer indiferentes como sociedad frente a la misma.

Tampoco es solo responsabilidad del gobierno nacional, sino también de los gobiernos departamentales y municipales y de la sociedad toda que debe encarar esta prioridad nacional, incluyendo los ámbitos familiares y comunitarios, los medios de comunicación, las organizaciones sociales. Hay que apoyarse en toda la historia de esfuerzos y políticas llevadas adelante hasta el momento para dar un salto en calidad como país.

Por otro lado Uruguay presenta también problemas serios de malnutrición por exceso, en todos los sectores sociales. Consumimos demasiados alimentos con niveles altos de azúcares, sal y grasas, y pocas frutas y hortalizas. Más de 60% de la población tiene sobrepeso y obesidad. Está aumentando la hipertensión que llega ya a 37,8% de la población a causa del consumo excesivo de sodio. Infartos, accidentes cerebrovasculares, diabetes, cáncer, llamadas Enfermedades Crónicas No Transmisibles, son la principal causa de muerte y están relacionadas con los estilos de vida y entre otros factores con la mala alimentación.
La ENDIS muestra que esa malnutrición comienza ya en la primera infancia, con una escasa diversidad de alimentos que se consumen (38% de los niños), con el agregado de sal en menores de un año (49% de los casos), con refrescos y jugos (25% de los niños). El sobrepeso y la obesidad infantil alcanzan al 10,5% de los niños, uno de los peores indicadores de América Latina. Es la población adulta quien induce estos hábitos alimentarios en los niños, al influjo del marketing publicitario de la comida chatarra.
Una política de prevención efectiva debe jerarquizar las acciones educativas y de protección hacia la embarazada y la primera infancia, pero abarcando también a toda la población.

La pobreza infantil y los malos hábitos alimentarios son dos problemas distintos de enorme importancia para el desarrollo de la sociedad. Hay campos donde se cruzan, generando mayores vulnerabilidades. Las estrategias de cambio deben ser integrales, alertando frente a la situación y promoviendo compromisos en múltiples actores. Hay que hablar claro y convocar a participar. ¿Cómo convocar si no hablamos claro? ¿Cómo cambiar si pensamos que el problema es de otros y no de todos?






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