Sistema de creencias de los ocotlenses sobre la violencia en espacios públicos: Un análisis desde la geografía de género

June 19, 2017 | Autor: M. Guerra Hernandez | Categoría: Violencia De Género, Geografias de género
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Descripción

Sistema de creencias de los ocotlenses sobre la violencia en espacios públicos: Un análisis desde la geografía de género Karla Alejandra Contreras Tinoco1 Eduardo Hernández González2 Miriam Anahí Guerra Hernández3 Resumen Dentro de este trabajo se muestran los resultados de un estudio empírico elaborado en la ciudad de Ocotlán, Jalisco durante el periodo de septiembre de 2012 a marzo de 2013, el mencionado estudio surgió a partir de observar que en los últimos tiempos la violencia se ha convertido en un problema social acuciante que requiere estudio y atención, esto se infiere debido a las consecuencias que tiene esta problemática en la salud física y mental de las personas que están inmersas en ella, además impacta de manera negativa en la calidad de vida y afecta la sensación de seguridad y comodidad de los actores que la sufren. Se indagaron las creencias de la población ocotlense sobre los escenarios, horarios y actividades esperados para el género femenino, todo esto visualizado a través de la geografía de género, y cómo estos elementos están vinculados con situaciones inseguras y violentas para las mujeres. El trabajo fue de tipo transversal cuantitativo, y se elaboró con un diseño muestral polietapico, específicamente estratificado aleatorio, se consideró representatividad por sexo y colonia. Palabras clave: creencias, violencia en espacios públicos, mujeres, geografía de género

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Profesora en el Centro Universitario de la Ciénega- Universidad de Guadalajara, México. [email protected] Profesor de Tiempo Completo en el Centro Universitario de la Ciénega de la Universidad de Guadalajara, México [email protected] 3 Estudiante de la Licenciatura en Psicología en el Centro Universitario de la Ciénega-Universidad de Guadalajara, México [email protected]   2

 

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Introducción Durante mucho tiempo se creyó que la violencia solo hacía alusión a actos punitivos o dañinos que se efectúan hacia las personas, sin embargo en últimos tiempos esta definición se ha modificado, incorporándose dentro de ella la idea de que también la omisión de cuidados y la invisibilización de necesidades es violencia, situación que ha conllevado la propuesta de replantear el concepto de la misma, y con esto incluir dentro de las formas de agresión, expresiones que en antaño eran parte de los comportamientos esperados del “ser hombre” o “ser mujer”. Dentro del grupo de las denominadas “nuevas violencias” se ubica la que se ejerce en espacios públicos hacia mujeres, especialmente aquella que debido a creencias tradicionales sobre los roles, transmite, reafirma y exige lo esperado de cada género, situación que ha implicado que los sitios públicos se conviertan en espacios inseguros y proclives al delito, acoso, persecuciones y otras formas que violentan los derechos y la seguridad de las personas que transitan por ellos. Es por todo esto que a lo largo de este trabajo se muestran los resultados más relevantes de un estudio que se realizó con la finalidad de conocer las creencias que persisten dentro de la población ocotlense sobre los escenarios, horarios y actividades esperados para el género femenino, todo esto visualizado a través de la geografía de género, la cual habla de la existencia de espacios, funciones, acciones y situaciones de dominio masculino y que por tal motivo se convierten en elementos peligrosos para las mujeres. El texto se ha organizado de la siguiente forma; posterior a esta introducción se encuentra una exposición detallada de los estudios y abordajes que a lo largo de la historia se han configurado entorno al fenómeno de la violencia. Luego de ello se presenta una descripción histórica del concepto de geografía de género y de cómo éste se relaciona con la violencia en espacios públicos acaecida hacia mujeres a lo largo de los últimos años. Seguidamente se presenta una exposición de los abordajes teóricos que se han elaborado con respecto al concepto de “creencias”. Además, en otro apartado se describen a detalle las características metodológicas empleadas dentro de este trabajo, con la finalidad de que el lector pueda comprender con claridad las particularidades de la población de estudio, el proceso seguido para la elaboración del instrumento de medición, así como el diseño

 

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muestral utilizados dentro de este trabajo. En último lugar, se presentan los resultados y hallazgos más relevantes de la investigación. 1. La violencia, sus principales formas y antecedentes. 1.1.

Antecedentes de la violencia en contra de las mujeres y estudios sobre el tema.

Los espacios públicos se ven amenazados por fenómenos sociales tales como la delincuencia, el pandillerismo, la violencia, las drogas y la inseguridad, lo cual genera que estos espacios se conviertan en lugares inseguros que forman en las personas que transitan por los mismos una sensación de miedo, incertidumbre e inseguridad, estas personas generalmente son miembros de los denominados colectivos vulnerables, entre los que por supuesto se engloban las mujeres, quienes son objeto de estudio e interés para efectos de este trabajo (Karsten y Meeterns, 1991; Bass, Perez y Ramirez, 2010). También se sabe que estudios recientes acerca de la violencia en contra de las mujeres han encontrado información significativa que apunta a concebir los espacios públicos desolados y obscuros como precursores de agresiones verbales y físicas, acoso sexual, robo, asaltos y extorciones (Castañeda y Contreras, 2012), por lo que Pérez (2011) ha planteado como hipótesis que el debilitamiento de las zonas urbanas incrementa el sentimiento de inseguridad de las personas. De la misma manera, Bell (1998) subraya que la forma en que son diseñados los establecimientos urbanos está relacionada con la percepción de miedo o desconfianza de los individuos, además la autora hace notar que los estudios demuestran que la inseguridad pública es experimentada con más frecuencia por las

mujeres que por los hombres.

Asimismo, se deja en claro dentro de este estudio que se han identificado horarios, medios de transporte, lugares y zonas que generan más incertidumbre para las mujeres que otros, por ejemplo, se sabe que implica mayor inseguridad para una mujer transitar de noche por una calle de bajo prestigio social que caminar por esa misma calle durante la tarde. En el mismo trabajo la autora describe como parte de sus hallazgos que las mujeres crean mapas mentales detallados en los que señalan áreas urbanas en las que se sienten seguras y espacios que deben evitar por concebirse como peligrosos, con lo que se puede observar que el miedo a la violencia y al crimen afecta los estilos de vida y rutinas de las mujeres (Bell, Op. Cit).

 

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Algunos estudios (Heise, et al. 1999 citado en Bhatla, 2010; Bass, Perez y Ramirez, 2010) revelan que la violencia que se ejerce en espacios públicos contra las mujeres es consecuencia de la desigualdad de género y las diferencias jerárquicas de poder entre hombres y mujeres. Es por todo lo anterior que se estima que en el mundo una de cada tres mujeres ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o abusada de alguna forma distinta, situación que ha generado que las instancias encargadas de la planeación y diseño urbano de las ciudades se interesen y elaboren programas para incrementar la seguridad, entre dichas ciudades destacan Liverpool y Metrac Toronto en las cuales se han implementado programas como la Women and Community Safety (Bell, Ibid). Mientras, Blackwell (1989) examina dos cosas: en primera instancia el uso que las mujeres hacen del espacio público después de haber sido violentadas por un hombre en dicho espacio, entendiéndose para este ejemplo la violencia como palabras insinuantes, miradas largas, persecuciones, toqueteos o cualquier acto que es incómodo para la mujer que lo experimenta, y en segundo término la percepción de la inseguridad de las mujeres en espacios públicos, el mencionado autor concluye diciendo que las mujeres usan menos los espacios que tradicionalmente son considerados para varones debido a que no se sienten seguras ni cómodas dentro de esos espacios. Conjuntamente, se puede notar un interés creciente en América Latina por el estudio de la violencia en espacios públicos y el impacto que tiene el tema específicamente en el sector femenino, entre estos estudios destacan con particular énfasis el realizado por Morquecho (2010) donde aborda el tema de miedo al delito y percepción de inseguridad, así como el realizado por Castañeda y Contreras (2012) donde abordan los índices y las nuevas formas de violencia hacia mujeres en espacios públicos. De la misma manera, ha sido objeto de interés investigativo el conocer las formas más frecuentes de ejercer violencia en la calle y los lugares de mayor riesgo para las mujeres, producto de dicho interés se ha encontrado que las mujeres en territorios urbanos constantemente viven acoso físico y verbal, sobre todo en lugares solitarios, obscuros y en el centro de las urbes y como producto de esto muchas mujeres se han visto en la necesidad de limitarse de transitar libremente dentro de algunos espacios (Falú, 2009).

 

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Por lo anterior, Falú (2009) concluye dentro de su trabajo que los gobiernos deben avanzar en políticas públicas que permitan la inclusión de la mujer a la sociedad, mejorar la calidad de las calles, parques, medios de transporte, etc., así como los servicios de salud pública y educación, lo cual generará poco a poco el respeto por los derechos, equidad e igualdad de todos los individuos. Por otro lado, en un ensayo comparativo sobre las políticas públicas y el diseño de instituciones mexicanas y chilenas, Durazo (2009), propone una serie de recomendaciones con el objetivo de exponer y en su caso emular las acciones positivas que han permitido que el país andino no tenga índices elevados de violencia en espacios públicos. 1.2.

La violencia, un tema con más de un significado.

El concepto de violencia puede entenderse a partir de distintas perspectivas ya que se define en función de las teorías y aportaciones de diversos psicólogos, biólogos, antropólogos, sociólogos, etc., los cuales conciben el tema desde su propia disciplina formativa y desde su propio marco de conocimiento Para la American Psychological Assosiation (APA, 2012) la violencia puede concebirse como agresiones tales como violación, asalto o asesinato. Mientras que según Rodríguez (s/f) la violencia jurídicamente se interpreta como la agresión que una persona ejerce sobre otra, y esta puede ser física, psíquica o ambas De igual forma para el modelo de racionalización agónica de Martín (2005), la violencia se desarrolla debido a un conjunto de predisposiciones socio-morales que generan en el individuo una conducta conflictiva. Cuando se habla de violencia no se hace referencia a un tipo único de la misma pues existen varios prototipos, así lo describen Castañeda y Contreras (2012), quienes mencionan que la violencia doméstica, pública, escolar, sexual, económica, entre otras, es por esto que es necesario señalar que para efectos de este trabajo cuando se habla de violencia solamente se hace referencia a aquella que es cometida en espacios públicos tales como parques, centro, plaza, calles, carreteras, entre otros. Entonces bien, la violencia pública o dicho de otra forma, la violencia en espacios públicos es aquella que se desarrolla en los contextos que carecen de un orden, vigilancia o de personas, y tales lugares han sido descuidados o poco cuidados por las autoridades correspondientes o por los individuos que allí habitan normalmente (Castañeda y Contreras,

 

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2012). Sumando a esto, de la Cruz (s/f) refiere que la violencia que surge en el espacio privado se añade a la cultura y genera sexismo, el cual se transmite y repercute en la vida pública, generando que los jóvenes y la sociedad en general muestren comportamientos hostiles, peligrosos, no vigilados. Concibiéndose de este modo, el espacio público como un lugar que es riesgoso y peligroso para el género femenino, y por el contrario se ha concebido lo privado como la respuesta que brinda seguridad y tranquilidad a las personas, y específicamente a las mujeres. Por último, y regresando al mismo artículo de Castañeda y Contreras (2012), se destaca que existen una serie de factores precursores de lo que se conoce como violencia, y estos se encuentran dentro de la sociedad; tales factores pueden ser: la extorsión, el chantaje y la ley del más fuerte, sin dejar de lado los factores de riesgo que se mencionaron arriba, mismos que se pueden presentar en escenarios educativos, laborales, sociales y culturales, los cuales fomentan exclusión, segregación y desigualdad . Además, dentro de este estudio se coincide con Gómez y otros (2006 citado en Bass, Perez y Ramirez, 2010) cuando dicen que la violencia debe dejar de concebirse como un fenómeno lineal y necesita atenderse y estudiarse como un proceso estructural, relacional, social. Se sabe que en la actualidad las mujeres están experimentando dentro de su cotidianidad otros tipos de agresiones que son cada vez más sutiles y simulados, tales como acoso laboral, no reconocimiento de sus logros, palabras e insinuaciones públicas, encasillamiento dentro de un modelo único e irreal de belleza, persecuciones, contacto físico intencionado en espacios públicos, entre otros. Todos los factores mencionados con anterioridad son llamados violencia simbólica, ya que son menos evidente (Bass, Perez y Ramirez, 2010). Todos los tipos de violencia descritos, tienen dos factores en común: están basados en relaciones de desigualdad; han sido sustentados en construcciones simbólicas que estructuran la realidad social de manera unilateral, ya que privilegian el papel de un solo género, el masculino (Bass, Perez y Ramirez, 2010).

 

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2. Geografía de género 2.1.

Geografía de género, un concepto con historia.

Algunos estudios acerca de la geografía de género (Sabaté, Rodríguez y Díaz, 1995; Karsten y Meertens, 1991; García-Ramón, 2005) señalan que la forma de concebir los espacios físicos y la manera en que estos están construidos influyen en la formación de la identidad de mujeres y hombres. Para esto, García Ramón (1998, citado por Cutillas, 2011) expone que el territorio es la base donde se han edificado las sociedades y a su vez se han construido a lo largo del tiempo las relaciones y las estructuras sociales que la sostienen. Desde la institucionalización académica de la geografía, el espacio se ha considerado como un soporte neutro, homogéneo y asexuado. Por lo tanto, no se pensaba al género como una variable que, junto con otras, fuera capaz de explicar los desequilibrios en el territorio. Por un lado se encuentra la realidad anglosajona, que según García Ramón (2005) ha adoptado el concepto de geografía de género desde una perspectiva lejana a una postura teórico-metodológica, empero si ha empezado a incorporar el concepto dentro de la agenda política y de las políticas públicas. Por otro lado, se encuentra la realidad latinoamericana, donde se ha abordado el concepto desde el ámbito académico desde los años setentas (Veleda da Silva y Lan, 2007). Por ejemplo, los casos de Brasil y Argentina: “En la fase indagatoria del desarrollo de la geografía del género, se encuentran en primer lugar Brasil y luego Argentina, quienes podríamos decir están dando los primeros pasos hacia la construcción de un andamiaje teórico para abordar el género como una categoría de análisis dentro de la geografía” (Veleda da Silva y Lan, 2007, p.102).

Lo anterior deja claro que efectivamente el contexto territorial ha influido en el uso y abordaje que se ha elaborado del concepto de geografía de género, ya que mientras los anglosajones se han caracterizado por llevar el término a la praxis dejando en segundo lugar el estudio teórico, los países latinoamericanos se han interesado por conocer el tema desde una postura más teórica conceptual. Por otra parte, McDowell (2000 citado en Cutillas, 2011), asegura que la consolidación del género en la geografía tiene dos objetivos principales: el primero, consiste en incluir el enfoque de género a los estudios de geografía, y brindar posibles  

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soluciones a los problemas territoriales; y el segundo, la inclusión de las mujeres en las instituciones académicas. Asimismo, en su estudio Karsten y Meertens (1991) destacan la importancia de investigar y dar conocer la magnitud del fenómeno, las autoras exponen que aun cuando en los estudios e investigaciones actuales se incluye la variable sexo, es necesario buscar y estudiar el tema de las mujeres desde un nuevo enfoque que permita visualizar la realidad actual de las mujeres. En otro estudio Díaz y Jiménez (2003) señalan que además de la división del espacio, deben concebirse otras variables, que aun cuando se han visto desdibujadas dentro de los trabajos referentes a geografía de género, están coligadas con el género, tales como la temporalidad, los desplazamiento y los medios con los cuales se consigue que éstos se realicen de manera segura. Ahora bien, respecto a la metodología en estudios de geografía de género, cabe señalar que en la actualidad se mantienen debates sobre cual paradigma podría ser el más adecuado. Para esto las autoras señalan: “… ahora el péndulo ha vuelto en búsqueda de un equilibrio. La combinación de métodos permite indagar por vía cualitativa en la experiencia e interpretación femenina de los procesos de cambio social –digamos del hábitat, o de la estructura agraria- sin descuidar el cálculo cuantitativo que nos indique la magnitud de los fenómenos estudiados” (Karsten y Meertens, 1991, p.190).

Sin embargo, en otro estudio Baylin (1997) asegura que la geografía de género es mayoritariamente abordada desde lo cualitativo. No obstante, se considera que no existe una metodología única sobre el tema de la geografía de género, es por esto que es indispensable que cuando se pretenda hacer un estudio desde esta perspectiva, tenga una connotación interdisciplinaria. 2.2.

La geografía de género: Un concepto.

Este apartado está encaminado a dar a conocer los diversos abordajes que han sido usados entorno al concepto de geografía de género, así como los principales fundamentos teóricos que sustentan dicho concepto. Es importante señalar que “se hace necesario  

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explicitar que en el mundo anglosajón los términos ‘geografía feminista’ y ‘geografía del género’ son prácticamente intercambiables; en cambio, en los países de tradición latina tiene una connotación más militante (quizás equivocadamente)” (García-Ramón, 2005, p. 57). Entonces, cabe mencionar que en el presente trabajo ambos conceptos se utilizarán indistintamente. Si bien es cierto que la geografía de género no solo figura como una perspectiva a través de la cual se estudia a las mujeres, como es el caso de la “geografía de las mujeres4”, también toma en cuenta la construcción social del género. Para García-Ramón, (1989, p.10), “la geografía de género está interesada en el estudio de las desigualdades socio espaciales-ambientales derivadas de los diferentes roles asignados por la sociedad a hombre y mujeres”. Por otro lado, la misma autora plantea que la geografía feminista… “Examina las formas en que los procesos socioeconómicos, políticos y ambientales crean, reproducen y transforman, no solo los lugares en donde vivimos, sino también las relaciones sociales entre los hombres y las mujeres que viven allí y, a la vez, también estudia cómo las relaciones de género afectan a estos procesos y sus manifestaciones en el espacio y en el medio” (Little et al, 1988, citado en García-Ramón, 2005, p. 57).

A su vez, también se propone que la geografía feminista “es aquella que incorpora las aportaciones teóricas del feminismo a la explicación e interpretación de los hechos geográficos” (Sabaté, Rodríguez y Díaz, 1995 citado en Baylina y Salamaña, 2006, p.100). Por lo tanto es importante estudiar en un primer momento “los mundos” de las mujeres, es decir, “hacerlas visibles”, dar a conocer sus roles, sus experiencias, sus trabajos, documentarlas en toda su diversidad, para posteriormente hacer políticas públicas y planes pensados para hombres y mujeres. Ahora bien, se cree que un eje medular en los estudios de geografía de género es el poder, ya que este rige las relaciones humanas y de género. Al respecto se señala que: “…las identidades femeninas y masculinas se construyen en una relación dialéctica que también se inscribe en la estructura de poder vigente. El poder y la subordinación no solo constituyen el eje en torno al cual se desenvuelven las relaciones de género, sino que también -¡y por consiguiente!- entran a jugar un papel en la formación de identidades de género” (Karsten y Meertens, 1991, p. 191).                                                                                                                         4

La geografía de las mujeres está encaminada a hacer visible la vida de las mujeres así como estudiar las formas mediante las cuales el acceso de la mujer quedaba limitado por sus roles domésticos.

 

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3. Creencias 3.1.

Las creencias a lo largo del tiempo.

Las experiencias de vida de los seres humanos moldean las creencias. Estas a su vez intervienen en la manera de conducirse ante entornos y situaciones específicas. En este sentido, las creencias constituyen elementos clave en la configuración de relaciones humanas y por ende, relaciones de género, siendo esto último lo que se abordará a detalle., En los estudios de violencia contra las mujeres, visualizada a través de la geografía de género se han utilizado diversos elementos para medir dicho concepto, entre ellos, las creencias. Respecto a esto Cresto (2002) señala que las creencias son entidades mentales y que cada sujeto las interpreta de una forma distinta debido al entramado de ideas de cada individuo. Por otro lado, se definen como “un estado disposiciones adquirido, que causa un conjunto coherente de respuestas y que está determinado por un objeto o situación objetiva aprehendidos” (Villoro 1989, citado en Ramírez, López y Padilla, 2009, p.133). Es decir, las creencias están moldeadas por diferentes factores, tales como: la familia, y el contexto cultural. Estos son considerados como los ejes centrales a partir de los cuales se forman las creencias. Lo anterior interviene en la formación de los individuos, y en consecuencia en las creencias de estos. Algunos estudios (Ferrer, Bosch, Ramis y Navarro, 2006; Ramírez, López y Padilla, 2009; Hernández y Maquilón, 2011) aseguran que las creencias que tienen tanto hombres como mujeres determinan la dinámica de interacción entre ambos sexos. En este sentido: “Las creencias se transmiten entre generaciones, y están referidas a la dominación y control por parte de los hombres sobre las mujeres: la tensión entre buen trato y maltrato, el deseo de las mujeres de dominar a los hombres. La comprensión de las mismas puede contribuir a la fundamentación de estrategias de intervención que promuevan la equidad entre los géneros” (Ramírez, López y Padilla, 2009, p. 123).

También, las creencias junto con otros elementos son un entramado que influye en la configuración de la identidad de género, al que están expuestos tanto varones como mujeres adolescentes y jóvenes. Para esto, Ferrer, Bosch, Ramis y Navarro, (2006). Proponen que si los actores tienen un claro conocimiento de sus relaciones, esto contribuye a visibilizar y desmantelar las estructuras de privilegio y poder, para así poner en práctica relaciones que promuevan la exposición en lugar de la imposición. De la misma manera se

 

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podría incentivar la adopción de marcos de relación entre los géneros más flexibles en contraposición con los estereotipados. A su vez, Ramírez, López y Padilla, (2009) sugieren que la transformación de los sistemas de creencias y la adopción de valores y norma alternas a la violencia contra las mujeres supone un conocimiento sobre ellas, la manera como operan y como son interiorizadas por los individuos, para entonces actuar en consecuencia desestabilizándolas, mostrando sus costos a todos los niveles y generando alternativas de cambio en las formas de conducirse de mujeres y hombres. Por lo tanto, comprender las creencias es clave para trasformar el fenómeno de la violencia de género en espacios públicos. Respecto a esto, se plantea que: “Creencias se asumen sin necesidad de comprobación lógica, sino por conformidad; no se duda de ellas y para defenderlas se repite una argumentación aprendida mecánicamente, generan incertidumbre psicológica y cuando se cuestionan se produce angustia, se dan por entendidas y se transmiten haciendo uso de signos” (Arispe, 1989, citado en Ramírez, López y Padilla, 2009).

3.2.

Uso conceptual de “Creencias”

A lo largo de este apartado se muestran algunas de las definiciones más representativas y de las características más destacadas acerca de las creencias, así como sus usos y aplicaciones frecuentes dentro de los trabajos actuales de violencia, para de ese modo alcanzar una mejor comprensión del tema En principio, es necesario señalar que el concepto de creencias al igual que muchos otros conceptos carece de una definición universal, entre las razones que subyacen a esto se encuentran: que es un concepto que se ha construido y abordado por múltiples autores y desde distintas disciplinas de conocimiento (filosofía, psicología, antropología, entre otras) elementos que le han conferido una organización única y particular. Para Tauta (2013) las creencias se refieren a un modelo mental que se ha elaborado por medio de la interpretación de contenidos y de hechos que no son demostrados y que no exigen una justificación lógica, fundamental, racional pero que es aceptado y validado por un grupo de individuos. Por su parte, Ramos (2011) propone concebir las creencias como opiniones y puntos de vista que configuran la manera en que los individuos estructuran su realidad y sus acciones.

 

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Así, se infiere que las creencias se construyen a lo largo de la vida, se instauran en las maneras de pensar de los individuos y finalmente definen y guían los modos de actuar de éstos. Resulta interesante que las creencias son transmitidas de generación tras generación. Para efectos de este trabajo se coincide con estas posturas y propuestas teóricas que apuntan a concebir a las creencias como formas de pensar que los individuos han adquirido y que finalmente guían e influyen de manera directa para sus conductas y acciones dentro de determinado tema, específicamente en este caso para el tema de la violencia ejercida hacia las mujeres en espacios públicos. 4. Metodología El diseño metodológico del estudio fue de tipo transversal cuantitativo, para lo cual se aplicó una encuesta que incorporó ítems de los instrumentos de medición: (Saldivar, Ramos y Saltijeral, 2004; Ferrer, Bosch, Ramis y Navarro, 2006), así como ítems de elaboración propia. Para la elaboración de la encuesta se tomaron en consideración las recomendaciones de fiabilidad que proponen Tiares y Garcia (2007 citado en Llorente, 2008) y Borges (2006 citado en Llorente, 2008), por lo que en el diseño de ésta se puso especial énfasis en que tuviera adjetivos bipolares, además en un segundo momento se sometió a revisión de dos expertos en metodología y de dos expertos en temas de violencia hacia mujeres, como resultado de esto se modificaron ítems y se eliminaron 5 preguntas. Posterior a todo este proceso se realizó una prueba piloto a 20 personas. Por otro lado, el universo del estudio fueron los habitantes que viven en la cabecera Municipal de Ocotlán, Jalisco y que son mayores de 18 años, el diseño muestral fue de tipo aleatorio estratificado polietapico, con un nivel de confiabilidad de 95% y un grado de error de +/- 6. Se aplicaron 420 cuestionarios en las 36 secciones electorales del municipio (Instituto Federal Electoral, 2010). Para determinar el número de instrumentos a aplicar en cada colonia se consideró el número de habitantes que vive en cada una de estas y el número relativo de hombres y mujeres, con lo cual se consiguió representación por sexo y colonia. La selección de la manzana y de la vivienda fue aleatoria simple, aunque no se levantaron más de dos encuestas por calle (una a un hombre y otra a una mujer) y no más

 

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de una por vivienda. Además de considerar que los encuestados debían tener más de 18 años. 5. Las creencias de los ocotlenses sobre lo que hacen las mujeres y la violencia 5.1.

Datos sociodemográficos:

Tal como se mencionó en el apartado anterior, el estudio fue aplicado dentro de las 30 colonias que conforman el municipio de Ocotlán, Jalisco. Con respecto a la población de este trabajo, se puede mencionar que el 53% fueron mujeres y el 47% hombres, lo cual es congruente con los datos del INEGI (2011) sobre la composición demográfica del municipio por género. La mayor parte de los encuestados son jóvenes que tienen entre 18 y 24 años, quienes representan el 25.5% del total de participantes dentro del estudio, seguidos por un 20% que tiene de 25 a 30 años. Del estado civil, se sabe que el 47% de población del estudio son casados, mientras que el 37% son solteros, un porcentaje menor (8%) vive en unión libre. El 70% de éstos dijo trabajar, un 12% expresó que su única actividad es estudiar, el resto son pensionados, desempleados o amas de casa. En referencia al punto de actividad laboral se descubrió dentro del estudio que las principales actividades de trabajo son comercio, carpintería, trabajo doméstico, trabajo dentro de salones de belleza y en empresas muebleras o de corte industrial, dichas actividades son congruentes con las funciones que se reportan dentro de las Cedulas Municipales (2012), en donde se establece que como principales actividades económicas y ocupacionales dentro del municipio se encuentran las mueblerías, comercio y el área industrial. Con respecto al nivel de escolaridad, es necesario señalar que el mayor porcentaje (34.8%) ha cursado la secundaria, interesante resulta que el 25% de la población dijo haber concluido la preparatoria, y un porcentaje menor (19%) expresó haber conseguido concluir la licenciatura, el 21% restante corresponde a personas que dijeron tener nivel de primaria o ningún tipo de educación. Estos datos permiten saber que el nivel de escolaridad de los encuestados supera las estadísticas sobre educación reportadas por el INEGI (2011),

 

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instancia que con base en el Censo Nacional del 2010 sugiere que el nivel promedio de escolaridad de los ocotlenses hasta segundo grado de secundaria. Sin embargo, dentro de los datos reportados por dicho institución también se localiza un alto porcentaje de la población que apenas curso el sexto grado de primaria, entre las razones que subyacen esto se encuentra que los datos recabados dentro del mencionado Censo de Población incorporan estadísticas y análisis de población con edades inferiores a los 18 años, y para efectos de este trabajo solamente se consideró y evaluó la realidad de los sujetos que tienen la mayoría de edad. 5.2.

Las mujeres, el horario y la calle

En el apartado teórico de este trabajo se señaló quelos tiempos y horarios para salir a la calle son un aspecto que históricamente ha sido diferenciado para hombres y mujeres, en donde diversos autores (Contreras y Castañeda, 2011 y Falú, 2009) señalan que los hombres han gozado de privilegios para transitar los espacios públicos más tarde que las mujeres, y por ello se considera que el día y la tarde son espacios seguros para mujeres y la noche por el contrario es insegura para las mismas. Asimismo se le preguntó a los participantes los horarios qué consideran más convenientes para que una mujer transite sola, el 40% de éstos cree que es más seguro que las mujeres transiten solas por la calle entre las 11:00 a.m. y las 3:00p.m., seguidamente se encuentra un 30% de la población del estudio que refirió que los horarios inconcusos para el tránsito de mujeres son entre las 4:00 p.m. y las 7:00p.m., resulta interesante hacer notar que los horarios que se identifican como inseguros están entre las 6:00a.m. y las 10:00a.m. y entre las 8:00p.m. y las 11:00p.m. Ligado a lo anterior existe un 51% de la población que considera que un hombre debe acompañar a una mujer a su casa debido a que es inseguro que ésta ande sola por la calle. También, se indagó si hay lugares que pueden ser usados por las mujeres a una hora específica y a otra ya no. El primero de los lugares que se investigó fue el parque, el cual es considerado en términos generales por la población como un espacio seguro, tanto de día (89%) como de noche (83%). Posteriormente, se averiguó sobre la plaza pública, ya que es otro de los principales sitios de tránsito y acceso dentro de la ciudad, el 90% dijo que

 

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durante el día es segura, aun en la noche la plaza sigue considerándose un espacio seguro (88%). Por el contrario transitar por una calle sola durante el día supone un riesgo para las mujeres, así lo consideró un 54%, porcentaje que aumenta para el caso de la noche, donde un 74% refiere que es una zona peligrosa. De la misma manera se identifica como lugares peligrosos aún durante el día los puentes solitarios y sin iluminación, esto lo dijo un 51% de la población, resulta interesante que en esta pregunta se vuelve a presentar la tendencia de la pregunta anterior y el porcentaje se vuelve a incrementar para el caso del mismo espacio pero para en la noche, donde el 72% lo piensa como un espacio inseguro para las mujeres. Otros de los espacios considerados por la población participante como peligrosos tanto para el día como en la noche fueron las zonas industriales, muebleras y ladrilleras de la ciudad, para el caso del día el 52% lo identifica como espacios inseguros, mientras que para el caso de en la noche el 78%. La creencia e identificación de la población de todos estos lugares como inseguros está emparentada con un 79% de la población que dice que los acosos se llevan a cabo en lugares que carecen de iluminación y que se caracterizan por estar solos (57%). De esta manera, se demuestra que los habitantes de Ocotlán, Jalisco consideran que si las mujeres transitan de noche por los espacios públicos de la ciudad se están exponiendo a situaciones de riesgo y violencia, así lo refirió un 63% de los encuestados cuando señaló que el acoso que viven las mujeres dentro de los espacios públicos ocurre generalmente por la noche. 5.3.

Lugares para hombres y lugares para mujeres: ¿serán los mismos?

De manera distinta, como se sabe tradicionalmente los espacios públicos, y entre ellos el trabajo, han sido considerados de dominio masculino, sin embargo en últimos años un número cada vez mayor de mujeres han decido abandonar o conjugar las labores del hogar con trabajos y actividades fuera de casa, es por esto que se indagó dentro de los miembros del estudio si las mujeres que trabajan deben tener un horario distinto, a lo cual el 52% de los encuestados dice que si debe haber un horario diferente al de los hombres que trabajan, de este 52% cerca de la mitad (41%) considera que el horario ideal para que una mujer

 

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labore debe ser de mañana, entre las razones que subyacen a esto se encuentra que se concibe la tarde y noche como peligrosos o inseguros. En un sentido distinto, se investigó si aún persiste dentro la población la creencia de que hay lugares que son de uso exclusivo masculino, interesante fue encontrar que para el 59% de los participantes del estudio sí hay lugares que deben ser solo para varones, principalmente se identifican como lugares de hombres los bares, cantinas y centros nocturnos (42%), las canchas de futbol y estadios (4%), los talleres mecánicos (2%), las esquinas de las calles (3%). Además, el 56% de los encuestados discurre en que es más seguro que un hombre transite solo por la calle a que lo haga un mujer, algunos de los hechos o razones que sustentan esta respuesta son que se cree que las mujeres son indefensas, y que por el contrario los hombres son fuertes y que cuentan con mayores habilidades para defenderse. Aunado a ello los participantes del estudio señalan que a las mujeres que andan solar por las calles no las respetan, les dicen cosas, las acosan o persiguen, todas estas ideas son sin duda alguna herencia de las creencias de antaño sobre las atribuciones y características del ser hombre y ser mujer. Del mismo modo, el 52% de los encuestados dicen que las unidades deportivas, canchas de futbol y parques son espacios que durante la noche son usados más por los hombres que por las mujeres, seguidos por un 35% de los encuestados que refirió que estos espacios son usados tanto por hombres como por mujeres por igual. Por otro lado, los espacios aceptados con mayor frecuencia (60%) para que una mujer realice actividades recreativas se encuentran los parques, canchas y unidades deportivas, además la plaza pública es otro de los lugares que se reconocen como espacios públicos para mujeres, esto se infiere debido a que el 26% de los encuestados lo manifestó de esta forma. Aun a pesar de mostrar a lo largo de este apartado como existen lugares que se suponen que son únicamente para varones, cuando se les preguntó a los participantes del estudio si en Ocotlán existen los suficientes espacios para mujeres el 52% resolvió que sí, y señalan ente estos la iglesia y los parques, claro está que los parques durante el día, pues como ya se señaló en el apartado anterior durante la noche son espacios que se usan más por los hombres

 

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En términos generales, la población dice que la sensación de inseguridad que experimentan al transitar por los lugares solos y poco iluminados durante la noche se acrecienta debido a la policía municipal no está capacitada para velar por la seguridad pública y para proteger a las mujeres de posibles ataques violentos (82% asegura esto).

5.4.

Las mujeres para la casa y los hombres para el trabajo: ¿un pensamiento de antaño?

A lo largo de la historia se difundió la idea que la mujer era la ama y dueña del espacio privado, es decir, de la casa, mientras al hombre se le adjudico el papel de propietario y emperador de los espacios públicos. En congruencia con ello, se puede hacer notar que el 48% de los participantes dentro de este estudio sigue con esta creencia, ligado con lo descrito con anterioridad se descubre que un 65% de los ocotlenses piensa que si una mujer pasa mucho tiempo fuera de casa se está exponiendo a que les suceda algo. Además el 60% de los encuestados dice que los hombres no están mejor preparados que las mujeres para las tareas del hogar, lo cual refleja que sin importar las propuestas que señalan que el espacio privado ha dejado de ser de mando distintivo de las mujeres, persiste la creencia de que este espacio es para el género femenino, congruente con ello se encuentra que el 52% de la población de este trabajo dijo que las mujeres no están mejor preparadas que los hombres para el mundo de la política. Ligado a lo anterior, se examinó la creencia que subyace en los ocotlenses al ver a una mujer transitar por la carretera durante la noche, el 57% dice que al verla cree que probablemente es sexoservidora, aunque otro 27% ha referido que al verlas piensa que son personas que vienen de trabajar. A parte, el 53% supone que si una mujer transita sola por la calle y se le queda mirando a un hombre se le está insinuando, aunque existe otro alto porcentaje (47%) que considera lo contrario. No obstante, la forma que se piensa como más segura y menos violenta para que una mujer transite por la ciudad, según la propia perspectiva de los participantes, es el caminar (40%).

 

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5.5.

Interpretaciones de la violencia

Conjuntamente, existe una representación y expectativa de comportamiento en torno a lo que significa ser mujer “decente”, y este elemento de la decencia por supuesto que protege a un mujer de ataques violentos, es decir, existen vestimentas y roles que generan que una mujer tenga mayor probabilidad de ser violentada dentro de los espacios públicos que otra. De esta creencia los participantes del estudio no están distantes, pues el 70% cree que las mujeres que usan minifalda y tacones incitan a los hombres para que las miren. El 69% considera que si una mujer se le queda mirando a un hombre no se le está insinuando. Aparte, hay datos que señalan que las mujeres solteras son las que con mayor frecuencia experimentan violencia en los espacios públicos (Castañeda y Contreras, 2012), por estas razones es que les preguntó a los participantes del estudio si consideran que los roles y condiciones de vida de una mujer casada frente a una soltera deben ser distintos, empero el 70% dijo que los requerimientos y condiciones de riesgo son las mismas sin importar el estado civil.

6. Conclusiones Los datos revelan que dentro de la población ocotlense persisten creencias acerca del uso y apropiación de espacios, horarios, privilegios, responsabilidades y actividades diferenciadas según el género, y a su vez estos elementos generan que las mujeres se vean violentadas de un sin número de formas, ente las violencias más sutiles se encuentra la limitación para transitar a cualquier hora del día, por cualquier lugar y con la vestimenta que se quiera portar, pues las mujeres que deciden realizarlo se ven expuestas a palabras y miradas molestas y groseras por parte del género opuesto, pues existen creencias que hacen que una mujer que transita sola, con vestimenta “provocativa”, a altas horas de la noche, por ciertos lugares (como la carretera por ejemplo) sean consideradas como mujeres que no merecen respeto, siendo que si un hombre realiza acciones similares no reciben este tipo de señalamientos. Interesante por demás resultó descubrir que algunos elementos que permiten estos tipos de violencia son la incapacidad de las autoridades municipales para proteger los

 

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derechos y las condiciones de seguridad de las mujeres, así como las condiciones de poca iluminación, poca vigilancia y soledad de lugares públicos tales como puentes, calles, canchas, entre otros y la ausencia de medios de transporte seguros y adecuados. Por otro lado, fue de particular interés descubrir que aún a pesar de que la mayor parte de la población de estudio había terminado la secundaria y un buen porcentaje de estos son personas con educación media superior y superior no han logrado desmantelar algunas creencias sobre lo que significa ser mujer u hombre. Finalmente, todos estos elementos se convierten en factores preocupantes, pues existe un buen número de mujeres que a sabiendas de esto prefieren no salir o limitar sus opciones de recreación, tránsito y uso de la ciudad, por el contrario las mujeres que determinan romper con estos límites en ocasiones pagan con el precio de molestas palabras, persecuciones o en muchas de las ocasiones hasta toqueteos o abusos sexuales.

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KARLA ALEJANDRA CONTRERAS TINOCO. Licenciada en Psicología por la Universidad de Guadalajara. Estudia el magister en Psicología Social en la Universidad Católica de Chile. Profesora de la Licenciatura de Psicología del Departamento de Comunicación y Psicología del Centro Universitario de la Ciénega, Universidad de Guadalajara. Ha trabajado temas como “Violencia hacia mujeres en Espacios Públicos”, “Discriminación hacia Jóvenes”, “Calidad y estilos de vida en jóvenes”. Autora del libro: “Psicología Social del medio ambiente: cognición social y actitudes ambientales de los ocotlenses”. Autora también de artículos tales como: “Jóvenes y discriminación, la naturalización de las violencias”. “Violencia con perspectiva de género; espacios públicos y su impacto en la seguridad de las mujeres en el municipio de Ocotlán, Jalisco”, “Discriminación: Abordaje teórico y conceptual”.

 

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EDUARDO HERNÁNDEZ GONZÁLEZ. Maestro en Filosofía por la Universidad de Guadalajara, candidato a doctor por la Universidad de Oviedo España. Profesor de Tiempo Completo en el Centro Universitario de la Ciénega de la Universidad de Guadalajara. Ha trabajado temas como Estructura y dimensiones del Capital Social, Calidad de vida laboral en docentes y administrativos y Calidad y estilos de vida en Jóvenes. Es autor de los libros: “Diagnóstico sobre la realidad social y local de Ocotlán, Jalisco”, publicado en el 2012. “Abordajes regionales: formas de concebir, maneras de interpretar”, publicado en el 2011. “Referentes estructurantes de capital universitario en estudiantes de pre y pos grado: análisis de los espacios y servicios del Centro Universitario de la Ciénega, sede Ocotlán” (2011). MIRIAM ANAHÍ GUERRA HERNÁNDEZ. Estudiante de la Licenciatura en Psicología del Centro Universitario de la Ciénega. Tiene un diplomado en Aplicación práctica de los protocolos de intervención en materia de violencia de género. Además es colaboradora en líneas de investigación tales como: “Género y violencia” y “Educación y políticas públicas”. Coordinadora del Observatorio de Género y Violencia del Centro Universitario de la Ciénega. Ha sido Ponente en congresos nacionales e internacionales, con temas de interculturalidad y políticas públicas e institucionales. También colabora en revistas nacionales con artículos independientes.

 

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