Sindicalismo y gobiernos locales: Algunas claves para entender la caída de Izquierda Unida

October 3, 2017 | Autor: Rodrigo Gil | Categoría: Political Parties, Political Science, Trade unionism, Local Government and Local Development
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Descripción

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

Sindicalismo y gobiernos locales: Algunas claves para entender la caída de Izquierda Unida

Tesis para optar el Título de Licenciado en Ciencia Política y Gobierno que presenta:

Rodrigo Rafael Gil Piedra

Agosto 2013

A mi familia.

Tabla de contenidos

INTRODUCCIÓN PREGUNTA, HIPÓTESIS E HIPÓTESIS SECUNDARIAS ................... 8 CASO DE ESTUDIO ................................................................................ 9 JUSTIFICACIÓN ..................................................................................... 11 METODOLOGÍA......................................................................................12 MARCO TEÓRICO ..................................................................................12 1.

CAPÍTULO

1:

RADIOGRAFÍAS

DE

ADAPTACIÓN

EN

LAS

ORGANIZACIONES POLÍTICAS 1.1 EL PT Y ALGUNOS HITOS DE SU PROCESO DE ADAPTACIÓN .................................................................................................................. 23 1.2 IZQUIERDA UNIDA Y EL PERÚ DE LA DÉCADA DEL OCHENTA ............................................................................................... 26 1.3 CONCLUSIÓN .................................................................................. 33

2. CAPÍTULO 2: EL ROL DEL SINDICALISMO Y SU INFLUENCIA EN LA ADAPTACIÓN 2.1 EL SINDICALISMO EN AMÉRICA LATINA: UNA PRIMERA APROXIMACIÓN ................................................................................... 37 2.2 BRASIL: UNA BREVE REVISIÓN DEL SINDICATO Y SU INFLUENCIA EN EL PT ........................................................................ 39 2.3 IZQUIERDA UNIDA Y LA DEBILIDAD SINDICAL ..................... 43 2.3.1 EL PARTIDO COMUNISTA, LA CGTP Y UNA RELACIÓN POCO ARMONIOSA CON IZQUIERDA UNIDA ..................... 45 2.4 CONCLUSIÓN .................................................................................. 50 3. CAPÍTULO 3: GOBIERNOS MUNICIPALES Y SU POTENCIAL ORGANIZATIVO 3.1 “O MODO PETISTA DE GOVERNAR” .......................................... 53 3.2 IU Y LOS GOBIERNOS MUNICIPALES ........................................ 58 3.3 LA INFLUENCIA DEL TERRORISMO .......................................... 63 3.4 CONCLUSIÓN .................................................................................. 65 CONCLUSIONES ............................................................................................... 68 BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................. 74

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Introducción El sistema de partidos políticos peruano de la década del ochenta estuvo marcado por la aparición de una de las alternativas políticas más interesantes del siglo XX. El incipiente régimen democrático reinstaurado tras el fin del militarismo (19681980) permitía la libertad y pluralidad ideológica, abriendo las puertas a la competencia electoral «justa» entre partidos y organizaciones políticas. En este contexto post-militar, la izquierda peruana emergió fortalecida en su capacidad de movilización y sus posibilidades electorales (Huber 1983; Stokes 1995; Nogueira 2013). El frente electoral Izquierda Unida (IU) apareció en la arena política nacional desde 1980 como una organización participante —de manera continua e ininterrumpida— en los procesos electorales, lo que procedimentalmente la «distanció», por decirlo de algún modo, de los proyectos revolucionarios de la izquierda de antaño. En la primera mitad de la década de los 80s hubo optimismo en las filas de la izquierda; IU se fue consolidando como una alternativa importante dentro del espectro político. Participó en elecciones nacionales y subnacionales logrando obtener diversas victorias. IU fue, en ese sentido, una organización política electoralmente competitiva. A pesar de que en las elecciones presidenciales de 1985 perdió contra el Partido Aprista Peruano (desde aquí, APRA), la votación que recibió IU —24.69%— permitía mantener la esperanza de una posible buena performance en las elecciones generales de 1990, especialmente en un contexto

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político donde los partidos tradicionales, como Acción Popular y el APRA, no «daban la talla» en sus gestiones de gobierno.1 Por entonces, varios intelectuales se mostraban confiados de que IU ganaría las elecciones presidenciales de 1990. Al respecto, el sociólogo Sinesio López señalaba: El 14 de Abril [de 1985] ganó el APRA, pero la IU obtuvo el derecho de oposición y de sucesión; se impuso el centro, pero dentro de un espectro político que se desplaza aceleradamente a la izquierda. El voto por el APRA hoy es un voto de espera por la IU. Alan García y el APRA están en Palacio de Gobierno, pero Alfonso Barrantes y la IU están ya en la antesala. Que la sucesión sea o no efectiva, depende de lo que el presidente de IU haga como alcalde de Lima y de lo que haga el frente que lidera como oposición coherente y unida. (1985:16)

A pesar de estas auspiciosas predicciones, apenas un año antes de las elecciones de 1990 las proyecciones de llegar a Palacio de Gobierno terminaron abruptamente. La sorpresa fue mayor al evaluar el panorama político: IU se había afianzado como una de las fuerzas políticas más importantes en el ámbito nacional y subnacional, y tras el desastroso gobierno aprista de Alan García Pérez las posibilidades de obtener la victoria se habían vuelto más cercanas. El representante más importante del partido, Alfonso Barrantes Lingán, ex-alcalde de Lima y ex-candidato presidencial, dio un paso al costado en el liderazgo de la organización para fundar la suya propia, Izquierda Socialista, quedando Henry Pease García al frente de IU. Los resultados de 1990 son ya conocidos: la izquierda obtuvo uno de los peores resultados electorales en años (12,9%), quedando Pease con mayor votación (8,2%) 1

Alfonso Barrantes, el líder y candidato de IU, optó por no participar en la segunda vuelta de la elección de 1985.

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que Barrantes (4,7%).2 Otra vez, la izquierda perdió una excelente oportunidad de llegar al poder y desde esa instancia implementar un programa político relegado por varios años.3 Pregunta, hipótesis e hipótesis secundarias La presente tesis busca responder a la interrogante sobre la caída de IU. Construyendo sobre lo que otros autores han estudiado (Grompone 1991; Cameron 1994; Roberts 1996; Lynch 1999; Tanaka 1998, 2008, Murakami 2007; Adrianzén 2012; Gonzáles 2012; Nogueira-Budny 2013), la hipótesis principal de esta investigación coincide en que IU no se pudo construir como una organización electoral eficiente. En ese sentido, considero que la falta de organización impidió su adaptación —y posiblemente su moderación, aunque no es una condición necesaria— al sistema político peruano. Si bien coincido con este argumento, sostengo que esta idea general debe ser profundizada y ampliada, controlando algunos elementos más —olvidados hoy por hoy— en el análisis de la caída de IU. Incluyo, entonces, como primera idea, el estudio del rol del sindicato de trabajadores —con particular énfasis en la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) —, entendiéndolo como un actor débil y poco influyente dentro de la alianza electoral de IU. El sindicalismo, desde su posición, no logró abrir una vía

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Tuesta, 1994. Pág. 155 Dos fracasos electorales de la izquierda se remontan al año 1980. La Alianza Revolucionaria de Izquierda (ARI) y la Unidad de Izquierda (UI) se armaron como “frentes políticos” que buscaban uniformizar a los distintos partidos de izquierda, pero se dividieron previo a la elección presidencial de dicho año, sepultando cualquier posibilidad de victoria. 3

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alternativa de adaptación y moderación, tal como sucedió en otros países de la región. Sobre este punto volveré más adelante. Por otro lado, como segunda hipótesis secundaria, presento un elemento de análisis que no se ha discutido —según mi revisión bibliográfica— en demasía y con la relevancia necesaria: el papel de los gobiernos municipales como «impulsores» de organización y adaptación de la IU. Entiendo que durante toda su historia política, IU no aprovechó los diversos espacios municipales que obtuvo como plataformas a partir de los cuales se pudiese construir una organización más eficiente. Gobernar localmente permitió a IU hacerse de recursos políticos y económicos que pudieron haber servido en dos dimensiones: primero, para crear una «marca común» de gobierno, desde donde se pudiese articular una política de gobierno unida y cohesionada; segundo, para promover una manera de gobernar pragmática, la cual tuviese el potencial de influir en una moderación programática de IU, acercándola así al electorado peruano. Caso de estudio A diferencia de los partidos y organizaciones políticas de izquierda en países como Brasil, Uruguay y Chile, la izquierda peruana no debió lidiar, con la misma intensidad, contra las restricciones arbitrarias del gobierno militar de los 60s y 70s. Por lo mismo, con la transición democrática de 1980 —que tuvo como hito fundamental la celebración de la Asamblea Constituyente en 1978 y la posterior dación de la Constitución de 1979— la izquierda no tuvo la necesidad urgente de

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construir una alternativa política «desde cero». Bien visto, el contexto y los incentivos que tuvo la izquierda para erigir un proyecto de largo aliento, donde se privilegiase la construcción de un partido estable y electoralmente competitivo estaban, al parecer, presentes; no obstante, la presencia de circunstancias favorables en su momento fundacional, por irónico que suene, parecería haber incidido en los magros resultados de la organización a inicios de los noventa. Como se sabe, el proyecto competitivo de IU terminó menos de una década después de su nacimiento y, hasta nuestros días, podemos advertir de que no existe una opción de izquierda electoralmente competitiva dentro de nuestro sistema político (Dargent 2013a). En contraparte, en los países de la región donde los gobiernos militares fueron más cruentos contra «la izquierda» (entendida en un sentido amplio), encontramos hoy algunos de los partidos políticos de izquierda más estables y competitivos (Cameron 2010; Levitsky 2011; Nogueira 2013). Dicho de otro modo, IU siguió una trayectoria distinta que la de otras organizaciones ideológicamente pares de la región. Es por ello que considero conveniente que el caso de estudio tenga una dimensión comparada. Relacionar los procesos externos y las dinámicas internas de los partidos y organizaciones permitirá a esta investigación arribar a inferencias más certeras. En ese sentido. el Partido de los Trabajadores (PT) brasileño representa un caso de contrastación interesante. Ambas, IU y el PT, fueron organizaciones forjadas bajo condiciones similares y que

siguieron —a la larga— caminos indiscutiblemente opuestos

(Hunter 2010; Nogueira 2013). Mientras que IU desapareció casi una década

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después de su creación, hoy en día el PT es partido de gobierno en Brasil y ha logrado obtener reelecciones presidenciales (en diferentes períodos), gobernando establemente desde hace ya varios años. Como se verá, la adaptación del PT estuvo fuertemente ligada, entre varios otros factores, a un doble proceso: 1) la fuerte predisposición del sindicato de trabajadores —aliado al partido— hacia la adopción de políticas y posturas más moderadas, y; 2) el entendimiento por parte de la dirigencia del PT de la importancia de los espacios locales como pilares de la adaptación del partido dentro de su sistema político. Justificación Tres razones justifican la presente tesis. En primer lugar, es importante aportar a la literatura existente una dimensión que resalte la «ausencia de organización» como un elemento esencial para explicar el declive de IU. En ese sentido, busco resaltar dos componentes de análisis —el rol del sindicalismo y la importancia de los gobiernos locales— que han sido poco explorados y que pueden servir de diagnóstico para entender las debilidades de una organización política importante en su momento. En segundo lugar, considero que los beneficios de pensar el caso peruano en perspectiva comparada son innegables. El estudio de IU no puede quedar al margen de las discusiones regionales sobre las trayectorias de los partidos de izquierda. Por ello, la contrastación y comparación de casos de estudio permite desarrollar conclusiones exentas de miradas «localistas», lo que reduce las

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posibilidades de encontrar respuestas y categorías un tanto deterministas, las cuales nos pueden hacer ver como casos particulares dentro de una región donde las semejanzas entre países suelen ser variadas. Finalmente, en una visión de largo alcance, es importante entender la necesidad de comprender temas de fondo como la adaptación y organización partidaria, especialmente en un país donde no existen partidos políticos institucionalizados (Tanaka 2005). Esto resulta aún más interesante cuando se observa que no existe un partido político de izquierda organizado y competitivo (en términos electorales), siendo quizás el proyecto de IU lo más cercano que se estuvo de obtener el poder presidencial (Dargent 2013a). Metodología La presente investigación es un estudio de caso sobre Izquierda Unida, organización política que tuvo gran importancia en el sistema político peruano durante la década del ochenta. Para probar la viabilidad de las hipótesis que he esbozado, hago una revisión y análisis de casos pares, enfocándome en el estudio del Partido de los Trabajadores brasilero. El recojo de información se basó en el estudio a profundidad de fuentes secundarias y mediante la realización de entrevistas (7) con actores relacionados —y con información de primera mano— a IU. Marco teórico

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Las organizaciones y partidos políticos suelen estar sujetos al devenir de contextos que se transforman constantemente, determinando, en parte, su accionar dentro de las sociedades en las que actúan. Las crisis socioeconómicas, la aparición de nuevos partidos políticos, el declive de regímenes autoritarios o simplemente la inclusión de nuevos «puntos de agenda» en la política nacional, por mencionar algunos ejemplos, pueden incidir en que las organizaciones políticas deban adaptar y moderar su discurso programático. Si bien algunos partidos y organizaciones siguen caminos donde privilegian su momento/lugar fundacional y a partir de ello su interacción con el contexto,4 mientras que otros aplican estrategias ligadas al rational choice,5 lo cierto es que no siempre las organizaciones políticas logran transitar por las rutas de la adaptación y moderación. El desafío es entender, entonces, la experiencia de IU a la luz de estas ideas. Antes de pasar a ello, considero importante hacer una revisión sobre la vasta literatura que plantea respuestas al «¿por qué cayó IU?», para lo cual he convenido ordenar la literatura en función del tipo de variable independiente utilizada en las diversas explicaciones. He dividido —injustamente, por supuesto— en tres grandes grupos el marco teórico. Por un lado, presento los argumentos que explican el derrumbe de IU por medio de la utilización de variables estructurales. Por otro lado, hago énfasis en aquellas explicaciones que presentan el enfoque de la agencia como factor fundamental para explicar el fenómeno estudiado. Por último, resalto una

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Ver, por ejemplo, Lipset y Rokkan 1967; Panebianco 1990; Shefter 1994. Ver, por ejemplo, Downs 1957; Kirchheimer 1966; Przeworski 1985, 1988; Cox 1997.

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línea explicativa que entiende la caída de IU como consecuencia de un contexto desprovisto de incentivos necesarios para la adaptación, conduciendo a la organización a caída final. Tras esta breve revisión, presentaré el espacio dónde se adscribe la presente investigación en relación y en comparación con las distintas líneas de explicación esgrimidas. Para comenzar, en mi revisión he encontrado que ciertos autores le han otorgado un mayor peso a las variables estructurales para entender la caída de IU. Romeo Grompone (1991), Nicolás Lynch (1999) y Alberto Adrianzén (2012), por ejemplo, sostienen que lo que ocasionó el derrumbe de IU fue una combinación de diversos factores, los cuales resquebrajaron a la organización llevándola a su división posterior. Así, la crisis social, económica y política de los años ochenta, el resquebrajamiento del modelo ideológico socialista mundial (que trajo consigo una «crisis de referencia» dentro de la izquierda), sumados al avance constante e incontenible de Sendero Luminoso en su guerra terrorista, profundizaron la desconfianza ciudadana en la clase política y esto afectó, en definitiva, a IU. Para los intereses electorales de la izquierda, lamentablemente IU habría transitado —como pieza clave— durante el proceso de «despolitización» de la sociedad peruana que comenzó a alejarse de la política. Los cambios estructurales imposibilitaron la consecución de intereses en común y dejaron sin «rumbo claro» a la organización; a la vez, incentivaron el seguimiento de lógicas corporativas de los partidos que conformaron IU, lo cual tuvo fuertes repercusiones en el posterior declive.

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Kenneth Roberts (1996), por su parte, también considera que para entender los orígenes de la caída de IU hay que mirar el proceso de descomposición social inducido por la violencia política del terrorismo y la crisis económica hiperinflacionaria. La crisis erosionó la estructura social al crear una (nueva) fuerza informal y heterogénea de trabajo; fragmentó la sociedad al disminuir la centralidad y la fuerza de los sindicatos; exacerbó la polarización ideológica y estratégica de la IU, algo que no permitió articular y agregar las demandas e intereses sociales en la arena política. En ese sentido, para el autor, lo que propició la caída de IU fue la crisis en su conjunto porque debilitó la democracia modificando las condiciones estructurales, organizacionales y políticas. A la vez, incrementó la dificultad para capitalizar las graves falencias de los gobiernos de Fernando Belaúnde (1980-1985) y Alan García (1985-1990) al agravar las contradicciones internas de IU. Asimismo, Maxwell Cameron (1994) considera que el quiebre democrático de 1992 representado en el «autogolpe» fujimorista fue consecuencia de: a) la informalización laboral de la sociedad; b) la desarticulación social; y c) el debilitamiento de los partidos políticos. Para Cameron estas características se dieron en paralelo, ya que la informalización laboral minó el movimiento obrero sindicalizado, debilitando el vínculo entre los partidos políticos —particularmente los de izquierda— y la sociedad. Lo dicho dejó el terreno fértil para la llegada al poder de outsiders anti-institucionales, especialmente cuando los partidos tradicionales habían quedado deslegitimados por no poder darle solución a la

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multifacética crisis del país. Para Cameron, «el punto central es la desaparición del partido de izquierda que representaba los intereses de las clases desfavorecidas. Así, en resumen, el vaciamiento de trabajadores en la economía formal y el quiebre del sistema de partidos tradicionales fueron los dos lados de una misma moneda.»6 Esto envolvió particularmente a IU, que como organización de izquierda presentaba un vínculo de clase con sus electores, el cual se vio afectado con, entre otros factores, el «faccionalismo» al interior del frente. Ahora bien, sostengo que los argumentos que priorizan los elementos estructurales —pérdida de fuerza de los sindicatos; crisis económica; debilitamiento de los partidos políticos— para explicar la caída de IU presentan debilidades en su elaboración. Sin dudas, varios de los procesos señalados se superponen con la historia de IU e influyen —con variada intensidad— en ella, no termina de quedar muy claro qué es lo que realmente precipita a la organización a su declive. Al parecer, en el intento de controlar muchas variables para explicar un solo fenómeno se pasa por alto el verdadero valor explicativo de ciertos elementos que se dejan de tomar en cuenta, lo que nos lleva a volver el estudio más «acotado». El intento de delimitar mejor las explicaciones se refleja en la elaboración de explicaciones que enfatizan los factores de agencia y contingencia. Al recoger la autonomía de los factores políticos, se busca poner en relieve la preponderancia de las élites políticas, valiéndose del estudio de sus acciones y omisiones. 6

Uso la traducción de Alberto Vergara (2010) sobre la cita de Maxwell Cameron. Las cursivas son mías.

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Martin Tanaka (1998, 2008) sostiene que la «sobre-ideologización» de la izquierda no le permitió actuar con flexibilidad dentro de un contexto de cambios rápidos y que presentaba nuevos desafíos para IU, especialmente para su cúpula dirigencial. Por un lado, la ruptura se dio por las divergencias entre los representantes de IU en cuanto a los diagnósticos de lo que estaba sucediendo dentro del país. Para el sector «moderado», IU debía seguir el camino democrático de la participación política; se debía participar en las elecciones de 1990 ocupando el centro político, lo que permitiría maximizar la votación y desde la presidencia llevar a cabo el programa de reformas, poniendo como punto de agenda principal la búsqueda de gobernabilidad para un país en crisis. Del otro lado, desde el sector más radical, lo que correspondía era prepararse para el momento de polarización, militarización y conflicto que podía desencadenarse en una crisis revolucionaria. Empero, para Tanaka lo que realmente destruyó a IU, en relación a sus posibilidades electorales y su credibilidad ante la opinión pública, fue la manera cómo se produjo la división. Una separación envuelta dentro de un confuso manto de descalificaciones entre los propios dirigentes tuvo un impacto letal en la arena de la opinión pública, deslegitimando a la organización como una alternativa política viable. Por su lado, Yusuke Murakami considera que lo que propicia la caída de IU es la lucha entre las tres «alas» principales dentro de la organización: Los radicales, que no rehusaban que en última instancia pudiesen recurrir a la lucha armada; los moderados, entre los

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que se encontraba el mismo Barrantes, que pensaban continuar las actividades políticas bajo el orden constitucional; y los que mantenían una posición neutral entre las dos alas, y tenían el apoyo de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP)” (2012: 196)

Para Murakami las corrientes de IU se pudieron haber equilibrado, en sus inicios, a raíz del liderazgo cohesionador de Alfonso Barrantes. Sin embargo, durante las elecciones municipales de 1986 y en la huelga general de 1987, las fuertes tensiones se agudizaron entre el ala radical y moderada. Todo ello se vio reflejado en el Congreso nacional de IU de 1989, en el cual Barrantes se alejó definitivamente de IU y fundó su propia agrupación —Izquierda Socialista— para las elecciones de 1990. Osmar Gonzáles (2012) sigue esta misma línea. Si bien hay elementos de contexto —crisis económica y política—, son las decisiones y posturas de los dirigentes de IU las que pesaron en el devenir de una organización que se preparaba para las elecciones presidenciales de 1990. Barrantes consideraba que él —y solo él— podía llegar a la presidencia sin la ayuda de los partidos que conformaban IU. En contraste, los partidos que conformaban IU entendían que Barrantes era una «creación suya» y que lo que existía era un liderazgo personalizado coyuntural. Estas disputas fueron cada vez más polarizadoras, las cuales poco a poco fueron encontrando voces más radicales (sobre todo aquellas que procedían de las juventudes del Partido Comunista Peruano y del Partido Comunista-Patria Roja) que pedían retomar los principios revolucionarios de décadas atrás. Mientras

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algunos propugnaban una renovación del programa político, otros querían lo opuesto, lo anacrónico. Esto significó un distanciamiento entre pensamiento y liderazgo, lo que ocasionaría finalmente la división de IU. Frente al grupo de explicaciones enfocadas en la agencia, considero que los autores que sostienen que el declive de IU fue provocado principalmente por las disputas de los dirigentes, quienes no le supieron dar un rumbo político al frente, son difícilmente rebatibles. El análisis de los actos, decisiones y omisiones de la dirigencia de IU es, sin duda alguna, vital para entender cómo se fue desenvolviendo paulatinamente la organización. No obstante, las explicaciones enfocadas en la agencia no permiten precisar hasta qué punto inciden otros procesos que «obligan» a los partidos y organizaciones a tomar ciertos rumbos, donde las decisiones u omisiones de las élites muchas veces no llegan a ser tan decisivas. La tercera línea de explicación sobre la caída de IU se enfoca en la literatura que discute la capacidad de adaptación de las organizaciones políticas. Aquí se distinguen aquellas organizaciones que tienen mayor facilidad para modificar su estructura cuando encuentran dificultades externas —como un régimen político autoritario— lo que les permite obtener, a la larga, una organización partidaria eficiente. Para Daniel Nogueira-Budny (2013) existen tres factores esenciales que «inician» el proceso de adaptación de los partidos de izquierda dentro de regímenes autoritarios en América Latina: 1) la eliminación indiscriminada de sus líderes y militantes más radicales; 2) la necesidad de sortear los obstáculos legales

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impuestos por el gobierno autoritario saliente («para legalizar hay que institucionalizar»); 3) la participación del partido en la transición democrática. Así, los partidos que desde su momento fundacional se desarrollan bajo un contexto lleno de restricciones generan los incentivos necesarios para construir una estructura partidaria eficiente y adaptable que les permita obtener beneficios a largo plazo. En el caso de peruano, el autor sostiene que el régimen militar no obligó a IU a seguir estos tres caminos necesarios para construir la organización y volverla más competitiva, por lo que no pudo adaptarse a los cambios futuros del contexto político. Volveré después sobre este punto. Steven Levitsky (2001) reconoce también la capacidad de adaptación de los partidos latinoamericanos frente a procesos contemporáneos de cambios socioeconómicos. Levitsky entiende la adaptación de los partidos políticos —a diferencia de Nogueira-Budny— como procesos originados desde el núcleo del partido, donde las «fuerzas internas» actúan sobre las estructuras partidarias y permiten que los reformadores encuentren los espacios necesarios para realizar sus estrategias de adaptación. Mientras exista «flexibilidad estratégica», las estructuras partidarias podrán moldearse y adaptarse con mayor facilidad al entorno, lo que también permitirá un recambio generacional partidario necesario acorde con las nuevas dinámicas del sistema. Siguiendo la línea argumentativa de Levitsky, autores como David Samuels (2004) y Wendy Hunter (2006, 2010), por mencionar algunos, señalan que en el caso del PT, su proceso de adaptación fue posibilitado por la confluencia de factores externos a la organización, pero también

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por la influencia de factores endógenos que «presionaron» hacia una mayor moderación. En concreto, considero que esta investigación puede aportar a la literatura existente sobre IU siguiendo la línea de análisis que hemos presentado al final de la revisión. Pienso que, si bien las explicaciones estructuralistas y de agencia son importantes y no pueden quedar exentas de un análisis serio sobre la caída de IU, estas no nos permiten precisar qué factores hacen, por un lado, menos determinista a la estructura, y, por otro lado, aquellos factores que logran limitar la capacidad de agencia. En cierto modo, entiendo que IU no estaba tan condenada (como parece resaltar la literatura) al fracaso, pero tampoco estaba tan libre de actuar diferente, ya que cargaba con legados de la izquierda de antaño —como la división ideológica entre partidos— que limitaban su capacidad de adaptación. Por consiguiente, me parece interesante evaluar en esta tesis los aspectos que impiden o permiten la adaptación de las organizaciones políticas. Exploro, entonces, dos novedosas variables —sindicalismo y gobiernos locales— que permitirán esbozar un marco de análisis que explique, en cierta medida, por qué IU no logró adaptarse al sistema político.

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Capítulo 1: Radiografías de adaptación en las organizaciones políticas Difícilmente una organización política no se manejará en base a una estrategia de acción. Las estrategias son elementos indispensables que nos permiten entender los cambios en las dinámicas intra e inter-partidarias. Ello significa que para comprender las razones de por qué algunas organizaciones «sobreviven» y se adaptan a los cambios contextuales, mientras que otros no, necesitamos explorar con mayor detenimiento las interacciones de estas con su entorno. En corto, «el olfato político» de quienes se encargan de marcar la línea política de las organizaciones y el timing que ellas poseen se configuran como elementos de suma importancia para entender la capacidad organizativa de los grupos políticos. En esta sección de la tesis profundizaré la hipótesis principal de la investigación, donde

señalo

que

IU

fue

una

organización

incapaz

de

construirse

organizacionalmente de manera eficiente, lo que a la larga impidió su adaptación al sistema político peruano. Con tal propósito, haré una comparación con lo sucedido en el caso del PT: ambas fueron organizaciones políticas que siguieron caminos distintos en sus procesos de adaptación. Conviene hacer dos aclaraciones. Primero, son muchos los factores que pueden posibilitar o impedir la adaptación de las organizaciones políticas. Evidentemente, los casos de comparación no se inscriben en los mismos contextos; por eso, más que nada aquí intento dar un enfoque general que presente las características de los contextos sociopolíticos dentro de los cuales IU y el PT tuvieron que manejarse. Segundo, no es mi intención, por ningún motivo, hacer un recuento minucioso de cada momento e hito de la historia

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política de ambas organizaciones, ya que tamaña investigación requeriría de un trabajo totalmente aparte. 1.1. El PT y algunos hitos de su proceso de adaptación El PT es un partido político brasilero fundado alrededor del año 1980, vis-à-vis una agresiva dictadura militar (1964-1985) que minó, sobre todo, las maquinarias de los partidos políticos de izquierda. Desde sus inicios, el PT reunió a individuos ligados al marxismo, a católicos pertenecientes al movimiento de la Teología de la Liberación, a intelectuales moderados y a líderes de movimientos sociales y sindicales. La apertura del régimen militar—entendida como el otorgamiento de legalidad a los partidos políticos—permitió que organizaciones como el PT entraran «sin restricciones» a la esfera política del país. A pesar de tener un programa radical en su etapa formativa, el PT adquirió paulatinamente tendencias mucho más moderadas.7 Tras veinte años de vigencia en la política, el PT llegó a ocupar la presidencia del gobierno, con Luis Inácio Lula da Silva, después de un largo proceso de des-radicalización del partido. Para Nogueira Budny (2013) existieron incentivos que ayudaron en la construcción partidaria: contextos y desafíos externos durante los años de formación partidaria explican la habilidad y capacidad de adaptación institucional e ideológica. Basándose en la premisa de que el tipo de régimen en el cual los partidos se desarrollan tiene efectos indelebles en su desempeño institucional (Panebianco, 7

Se podría entender bajo la categoría de los “partidos movilizados externamente”. Ver Shefter, 1994.

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1988), Nogueira considera que en el caso del PT (y del Frente Amplio uruguayo), su exitosa adaptación se debió a la confluencia de tres factores externos que llevaron al partido a su moderación. En primer lugar, el asesinato (y exilio) de varios izquierdistas radicales obligó a los militantes del PT a mirar el modelo democrático como una garantía de protección de sus vidas: se debía valorar a la democracia como la única opción («democracy as the only game in town»). En segundo lugar, la imposición de barreras arbitrarias legales obligó al partido a institucionalizarse para cumplir con los parámetros burocráticos impuestos, lo que llevó al PT a elaborar un estatuto partidario, abrir bases a lo largo de todo el Brasil y a establecer una disciplina jerárquica de militancia. En tercer lugar, la lucha del PT contra el régimen autoritario militar abrió y profundizó espacios políticos en común con otras fuerzas políticas, lo que permitió negociaciones en las cuales los consensos eran inevitables, moderando el programa político. Si bien lo que resalta Nogueira es importante, no lo es todo; existen otros elementos que también permiten explicar el proceso de adaptación del PT. Factores como las instituciones brasileras, la estructura competitiva electoral, los cambios en la economía internacional y el liderazgo central de Lula dentro (y fuera) del partido, fueron elementos decisivos y determinantes dentro de este proceso.8 Al respecto, Wendy Hunter señala que hay dos motivos centrales que explican la adaptación y moderación del PT. Por un lado, la derrota de Lula en la elección

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Sistema de partidos fragmentado; baja identificación partidaria; orientaciones fuertes hacia el personalismo político; entre otros.

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presidencial de 1994 —frente a Fernando Henrique Cardoso— fue uno de ellos. Este momento fue decisivo para el partido ya que el sector moderado del PT, La Articulaçao, tuvo a partir de la derrota una lectura más certera y real de la sociedad brasilera. En ella se reflejó vastos segmentos de una sociedad que favorecía la adopción de reformas económicas ligadas a la apertura frente al mercado —sobre todo aquellas consideradas en el Plano Real— que estaba en contra de proyectos económicos socialistas, como los que el partido había históricamente mantenido. El programa radical del partido, el cual incluía propuestas para nacionalizar las industrias líderes y promovía reformas agrarias, había colocado al PT en el extremo izquierdo del espectro político y en la distribución de preferencias de los votantes. A mediados de 1990, sin embargo, el liderazgo de la Articulación observó que importantes segmentos de la población favorecían aspectos claves de las reformas económicas, dejando a la posición de extrema izquierda electoralmente insostenible. (p.32)

Por otro lado, entrada la década de los noventas, el PT logró conquistar el nuevo espacio del espectro político brasileño: ahora el «centro» estaba disponible y le daba la posibilidad al PT de ocuparlo. ¿A qué se debió el desplazamiento hacia el centro? Según la autora, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) —que llegó a gobernar por ocho años (1994-2002) con Cardoso como presidente—, el cual a inicios de la década de los noventa se había establecido al centro del espectro (dejándole poco margen de movimiento a partidos como el PT), a partir de 1993 viró «hacia la derecha» (Power 1998), pues comenzó a enfatizar estrategias económicas de fuerte apertura hacia el mercado y, a la vez, se alió con partidos más

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conservadores (ver, por ejemplo, la alianza entre el PSDB y el Partido del Frente Liberal). La estrategia que elaboró la dirigencia del PT a inicios de los 90s fue buscar capturar, entonces, el espacio dejado por el PSDB y quedarse con un importante bolsón electoral. Tras lo dicho podemos advertir que el escenario social y político en el Brasil de los noventa fue, de manera general, sumamente voluble. Sumado a la incidencia de un régimen militar que «obligó» a que el PT se profesionalizara y estructurara, hay que tener en cuenta, además, que las eficientes estrategias diseñadas, el liderazgo fuerte y el buen timing del partido, permitieron que este se adaptara a un sistema político donde no se privilegiaba lo «maximalista» sino lo pragmático. En ese sentido, la política programática del PT cambió y fue en busca de ello; de esa manera, pudieron posicionarse en un espacio de «centro-izquierda» que les permitió obtener un mayor y más amplio apoyo popular. 1.2. Izquierda Unida y el Perú de la década del ochenta IU se fundó también en el año 1980 como una coalición de partidos de izquierda (ver cuadro n.°1) y algunas agrupaciones de independientes. Tan solo dos años antes, la izquierda peruana (de manera fragmentada) había obtenido más del 30% de los votos en las elecciones de los representantes de la Asamblea Constituyente de 1978; ello significó, a pesar de no votar a favor de la aprobación del texto constitucional, uno de los momentos más importantes de la historia de la izquierda en el país. Pocos años después de la Constituyente, para las elecciones de 1980, se

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entablaron esfuerzos por cohesionar una alternativa política de izquierda para la elección presidencial de 1980. El proyecto fracasó —primero con la Alianza Revolucionaria de Izquierda y luego con Unidad de Izquierda—y se dividió en varios grupos que solo pudieron lograr obtener un 14.4% de los votos válidos a nivel nacional; es decir menos de la mitad de la votación que obtuvo en la elección de la Asamblea Constituyente. Sin embargo, a pesar de no haber obtenido un resultado «óptimo» en la primera elección presidencial de la década, algunas semanas previas a la celebración de las elecciones municipales de 1980 se retomó el proyecto coalicionista y se fundó IU, inscribiéndose como lista unificada. Cuadro n.° 1 Relación de partidos políticos que conformaron la Alianza Electoral Izquierda Unida

Partidos de Izquierda Unida

Orígenes Políticos

Partido Comunista Peruano (PCP)

Fundado en 1930, tiene sus orígenes en el Partido Socialista Peruano de José Carlos Mariátegui. Coalición maoísta fundada en 1980, tiene sus orígenes en las divisiones de los sesenta del PCP.

Unión de Izquierda Revolucionaria (UNIR) Partido Comunista Revolucionario (PCR) Partido Socialista Revolucionario (PSR) Frente Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular (FOCEP) Acción Política Socialista (APS) Partido Unificado Mariateguista (PUM)

Fuente: Roberts (1996). Traducción propia.

Partido perteneciente a la Nueva Izquierda fundado en 1974 después de la ruptura de Vanguardia Revolucionaria (VR). Fundado en 1976 por militares y tecnócratas que apoyaban el gobierno de Velasco. Descendiente de la coalición trotskista de fines de los setenta. Fundado en 1980 por el editor del diario La República, Gustavo Mohme. Fundado en 1984 tras la fusión de los grupos de la Nueva Izquierda, especialmente los de Vanguardia Revolucionaria, el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), y una facción del PCR.

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Durante toda la década del ochenta, mucha agua corrió bajo el puente. En pocas palabras, se puede afirmar que IU fue una fuerza política importante en nuestro país. De hecho, fue una de las 4 principales organizaciones políticas que estructuró el sistema de partidos de los ochenta, junto al APRA, a Acción Popular y el Partido Popular Cristiano (Tanaka 1998; Kenney 2003). No solamente logró la alcaldía de Lima (bajo el liderazgo de Alfonso Barrantes) en 1983, sino que desde las primeras elecciones municipales provinciales y distritales fue un competidor central que logró hacerse con el poder en varias ocasiones. A nivel presidencial, IU solamente participó en una elección, la de 1985, y logró pasar a segunda vuelta compitiendo contra el APRA. Barrantes optó por retirarse de la competencia electoral y las esperanzas de un gran sector de la población se desvanecieron con esa decisión. Nueve años después, a finales de la década, se produjo la ruptura de IU. Muchas explicaciones se han presentado para entender los factores que incidieron en el desenlace de la organización. La sobre-ideologización de los partidos que conformaban al frente, el contexto mundial determinado por la caída del Muro de Berlín y, con ello, una «crisis de referencia» ideológica (Ames 2013E, López 2013E), la agresiva crisis económica (López 2013E), el problema de la educación (Murrugarra 2013E), el despliegue de Sendero Luminoso (y la incapacidad de distanciamiento claro frente al grupo terrorista), el populismo de García y su cercana relación con Alfonso Barrantes, y las peleas mediáticas entre los dirigentes de los partidos de izquierda (Tanaka 2008), son solo algunas de las explicaciones

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que se han presentado para comprender por qué IU no pudo llegar a construirse con una organización eficiente y duradera. Queremos aquí presentar una explicación distinta que complemente lo trabajado por otros autores. Nuevamente, y en comparación con el caso del PT, Nogueira (2013) presenta un argumento sobre la incapacidad de adaptación de IU. El autor piensa que no hubo suficientes incentivos para la construcción de una organización eficiente y sólida que pudiese adaptarse al contexto peruano. Primero, al no ser reprimida por el régimen militar (1968-1980), la dirigencia de IU estuvo controlada por la ideología radical y dogmática de un sector de la izquierda que todavía buscaba el cambio a través de la revolución. En realidad, a pesar de haber apoyado los paros y movilizaciones laborales de la segunda mitad de la década los setenta (en contra del régimen militar), no se estaba apoyando intrínsecamente la democracia, sino que se buscaba la realización de la “revolución socialista”. Segundo, al no necesitar sortear las barreras legales impuestas por el régimen militar, IU nunca sintió la urgencia de «construir partido» a futuro, ya que los costos de hacerlo eran innecesarios. Por este motivo, a diferencia de otros partidos en la región, IU tuvo pocas posibilidades de enraizarse en la sociedad, quedándose además sin reglas claras de renovación partidaria (se resisten a salir los elementos partidarios más radicales) y de accountability, algo que es más factible de suceder cuando los partidos entran en procesos de institucionalización.

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Tercero, y por último, al no participar en la democratización del país, IU nunca tuvo la necesidad de formar alianzas con partidos políticos y movimientos de otras tendencias, algo que sin duda no permitió el ensanchamiento de su base electoral y la dejó en una posición de aislamiento político. Tras esta breve revisión del argumento de Nogueira, queremos hacer hincapié en dos cuestiones que, en mi opinión, son fundamentales y no pueden desligarse de un análisis que busque entender las dificultades de organización de IU. En primer lugar, el papel de Sendero Luminoso durante la década del ochenta y su «relación ideológica» con IU fue uno de los lastres de los cuales la organización nunca se pudo liberar a cabalidad. El avance de Sendero tensionó al aparato completo de IU, polarizándolo fuertemente. Este es un argumento que se ha sostenido por mucho tiempo: parte de la incapacidad de adaptación de IU se refleja en el hecho de que no pudo desligarse ni marcar una posición clara de rechazo hacia Sendero. La reacción ambigua de las élites de IU frente a la amenaza terrorista parecía demostrar que la organización, en conjunto, no tenía intenciones claras de asumir el papel de «defensores” de la democracia».9 Rolando Ames, ex senador por IU, considera que esta idea debe ser relativizada y entendida dentro del contexto completo: hay un elemento de «realismo político» que tiene que ser tomado en cuenta dentro del análisis. Probablemente los remanentes más radicales (y pro-senderistas) dentro de IU se podían encontrar en 9

Para revisar un trabajo sobre la ambigüedad de las élites políticas peruanas en la actualidad, ver Dargent 2009a

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el nivel de base de algunos de los partidos de la organización (como el PUM y la UNIR); sin embargo, a nivel dirigencial existía un fuerte rechazo hacia Sendero. Para Ames, la dificultad en marcar una posición clara se encuentra relacionada a una dimensión sencillamente realista: la dirigencia no podía distanciarse completamente del discurso senderista porque tenían que salvaguardar la vida e integridad de sus cuadros partidarios en aquellas localidades donde el terrorismo podía atacar.10 Para mí, una segunda cuestión que impidió la organización eficiente de IU se ejemplifica en la figura de Alfonso Barrantes. La importancia del liderazgo, en este sentido, fue un variable negativa que puso trabas para la institucionalización de IU. Algunos acontecimientos relacionados a Barrantes polarizaron la relación entre los dirigentes que conformaban la organización principal. Por ejemplo, a partir de la segunda mitad de la década del ochenta se estrecharon las relaciones entre Barrantes y Alan García, presidente del período 1985-1990.11 Ames comenta que era tal el grado de acercamiento que [...] En la primera reunión que Barrantes convocó, ya conmigo elegido como senador, uno de los puntos de agenda era para decir que él ya había conversado con [Alan] García y habían decidido que los independientes de IU tendrían prioridad cuando pidieran la palabra [en el Congreso], 10

Al respecto, Rolando Ames revela —en una entrevista con el autor— que Javier Diez Canseco, presidente del PUM, le comentó en una ocasión lo siguiente: “Rolando, tú no tienes la responsabilidad que yo tengo. Yo en este momento sé que las indicaciones que doy como Secretario General [del PUM] son obedecidas allí dónde está Sendero. Entonces, yo tengo que medir lo que digo porque de mis palabras depende la vida de mi gente. Una declaración imprudente mía puede llevar a que Sendero Luminoso los mate”. 11 Barrantes venía de formación aprista. Para mayor referencia, revisar Barreda (2012)

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porque la mayoría de la bancada aprista ya estaba programada para creer que en IU había un sector “bueno”.

La cuestión es que pudo haber sido una buena estrategia de organización, mirando cómo se acomodaba el espectro político a fines de la década de los ochentas, alejarse de manera clara de la imagen que por entonces el APRA tenía tras su terrible administración. Como líder de IU, Barrantes pudo haber privilegiado el fortalecimiento de su propia fuerza política, conciliando las distintas posiciones de la organización de manera que se pudiese afrontar con mayor cohesión el panorama político futuro. No obstante, la izquierda estuvo más enfocada en resolver una interminable «guerra fratricida» que dejó muchos cadáveres en el camino. De igual manera, podemos pensar también en que la capacidad de IU para organizarse eficientemente se vio disminuida por la ausencia de otro líder político de igual peso que Barrantes, el cual hubiese podido hacerle frente y habría servido como un contra-peso equilibrador de fuerzas. Esta idea se relaciona con una dimensión que veremos más adelante: el aprovechamiento eficiente del espacio político local pudo haber generado, tal como sucedió en el PT, cuadros locales fuertes que tomaran preponderancia dentro de la élite de la organización en base a su buen desempeño como gobernantes municipales. Por ello, proponemos dejar solo por ahora este elemento de análisis y retomarlo en el último capítulo de la tesis. Estas últimas dos ideas son tan sólo conjeturas que no pueden corroborarse; es decir, la historia nos ha mostrado que, en la praxis, IU siguió otro camino, un

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camino que no ayudó a que la organización se volviese más eficiente y que tampoco permitió la moderación. No obstante, consideramos que es importante hacer este ejercicio de contra-fácticos para poder tener un panorama más completo sobre lo que realmente sucedió en aquella época. 1.3. Conclusión En suma, para entender la situación de ambas organizaciones políticas, hemos realizado en este apartado un diagnóstico general de cuál fue la situación de cada uno de los países. El PT en Brasil e IU en el Perú tuvieron que afrontar, a su manera, contextos complicados que limitaron su capacidad para organizarse eficientemente. Aunque las diferencias contextuales son amplias y compararlas minuciosamente es una tarea complicada, pensamos que hay una dimensión de liderazgo importante a resaltar. Los líderes petistas resultaron fundamentales para lograr establecer, coordinar y superar las amenazas externas que se presentaron en su momento; por el contrario, los líderes de los partidos que conformaron el frente de IU no lograron cohesionar un proyecto político con objetivos claros, privilegiando una dinámica de luchas internas que, en el momento más álgido, polarizaron a la organización y la llevaron, en parte, a su ruptura. Empero, la historia de IU no se reduce únicamente a lo dicho; por ese motivo, se debe resaltar la influencia negativa de Sendero Luminoso sobre la estructura de IU. Sin lugar a dudas, Sendero Luminoso fue un variable decisiva y fundamental que no permitió la formación de una organización política más eficiente; quizás, ante la

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ausencia de la amenaza terrorista, los cuadros más radicales de la izquierda de los sesentas y setentas —pertenecientes a IU— hubiesen podido moderar su discurso y habrían vuelto «más adaptable» a la organización. Por ahora, esto tan solo puede quedar como una hipótesis abierta.

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Capítulo 2: El rol del sindicalismo y su influencia en la adaptación En el capítulo anterior advertimos que existen condiciones externas que pueden «obligar» a las organizaciones políticas a tomar ciertos rumbos dentro del sistema político. Las estrategias adoptadas, no obstante, son diversas. En algunos casos, como en el del PT, se privilegian y acogen estrategias de organización que permiten con mayor facilidad adaptar (y moderar) al partido; en casos como el de IU, por el contrario, no se logran cristalizar estrategias coherentes que delineen el «rumbo a seguir» para afrontar las vicisitudes de panoramas agrestes, impidiendo la construcción de una organización eficiente y adaptable al sistema político. Ahora bien, parte de estas estrategias de organización se relacionan a la interacción que entablan las dirigencias de las organizaciones políticas con sus respectivas bases. Ello se ve representado en el intercambio organizacional —negociaciones, acuerdos, directrices— entre la élite de dirigentes y las «fuerzas internas» que son parte de un aparato complejo de decisiones. Precisamente sobre este punto, Levitsky (2001) considera que existen procesos intrapartidarios que actúan también desde su propio espacio sobre los partidos. Si bien el liderazgo es vital, como señalamos previamente, los líderes no solo responden a los cambios contextuales, sino que sus elecciones estratégicas, así como su capacidad para llevarlas a cabo, están fuertemente supeditadas a las estructuras organizacionales del partido y por las «luchas de poder internas». El tener la habilidad y la capacidad para sopesar la compleja agregación de intereses dentro de un partido

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resulta ser, en definitiva, uno de los temas centrales que, de ser resuelto, puede dirigir al partido hacia una adaptación más eficiente. Pienso que en este proceso de agregación de intereses negociados, la organización política tiene la posibilidad de adquirir no solo una mayor adaptabilidad, sino también mayor moderación dentro de todo su aparato, ya sea en los distintos «sectores» (o facciones) que la conforman, como en el programa político presentado a la sociedad. Si la moderación tiene particular relevancia en contextos y espacios particulares, es muy posible que a la larga los partidos y las organizaciones opten —aunque muchas veces no tengan otra alternativa— por seguir este camino estratégico. La presente sección del trabajo se rige bajo estas premisas. Aquí me interesa explorar cómo el contexto determinó el devenir de cada uno de los actores analizados; cómo los intereses particulares pudieron ser negociados (y si es que realmente existió un proceso de negociación); finalmente, si es que efectivamente las fuerzas internas dentro de IU y el PT lograron influir, y hasta qué punto, en la adaptación de sus organizaciones a sus respectivos sistemas políticos. La posibilidad de encontrar «moderación partidaria» está presente, entonces, dentro de este análisis. Antes de pasar a ello, es necesario especificar qué entiendo por «fuerzas internas». Encuentro que uno de los elementos de estructuración partidaria y organizacional en IU y en el PT se relaciona al sindicalismo; concretamente, a la relevancia de los

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sindicatos aliados a los partidos políticos (Levitsky y Mainwaring 2007). Considero que en ambos casos, los sindicatos tuvieron un peso relativo que debe ser analizado individualmente. Los sindicatos son, por consiguiente, las fuerzas endógenas que analizaré en esta sección de la tesis. En ambas organizaciones políticas se puede encontrar un elemento sindical importante, interesante e influyente. Sostengo que a pesar de la existencia de varios sindicatos en la conformación del núcleo de IU, estos no lograron influir en la adaptación y la moderación de la organización. En términos concretos, me interesa el sindicato ligado históricamente al Partido Comunista Peruano, es decir la Confederación General de Trabajadores del Perú (Herrera 2002). A manera de contraste, aterrizando en lo sucedido dentro del PT, analizo lo sucedido en la Central Única dos Trabalhadores (CUT). Se verá que, a diferencia del caso peruano, el sindicalismo brasileño tuvo un rol distinto en su propio contexto; así, la necesidad de moderar posturas más radicales con el fin de sobrepasar condiciones adversas en momentos de crisis fue una característica que permitió, tanto al sindicato como al partido en su conjunto, encontrar mejores maneras de conducir su imagen frente a la sociedad brasileña. Parte, entonces, del proceso de adaptación del PT a su contexto está relacionado con el rol del sindicato y su actuación en el mismo, algo que, al parecer, no logró repetirse con la CGTP dentro de IU. 2.1. El sindicalismo en América Latina: una primera aproximación

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El movimiento obrero organizado tuvo durante gran parte del siglo XX una importancia palpable en el desarrollo integral —político, social, económico— de la región latinoamericana (Collier y Collier, 1991; Levitsky et. al., en prensa). De hecho, la inclusión e institucionalización del sindicalismo dentro del sistema político fue una tarea importante de los gobiernos latinoamericanos para preservar y legitimar el poder estatal (Cameron 1986: 7). Esto se ve con mayor claridad aún a partir de la década del cincuenta, donde empiezan a predominar en varios de los países de la región las corrientes de pensamientos cepalinas, las cuales buscaron fortalecer el mercado interno de los países al proponer modelos de «desligue» de la histórica dependencia de los países «centrales y desarrollados».12 Dentro de toda la corriente desarrollista latinoamericana, los sindicatos fueron piezas centrales de la nueva estructura socioeconómica, lo que paulatinamente los fue fortaleciendo y volviendo elementos de trascendental importancia. Sin embargo, en parte por la ola de golpes militares que sufrieron varios países de la región en las décadas del sesenta y setenta —Brasil, Uruguay, Chile, Argentina, Perú, por ejemplo—, el sindicalismo perdió gran parte de su capacidad movilizadora y se vio relegado a posiciones «defensivas» frente a varias de las políticas anti-laborales de las dictaduras militares. Esto, no obstante, dista de ser una regla común en todos los países y se presenta en la región con características 12

El debate del desarrollismo latinoamericano y la teoría de la dependencia es ingente y no es nuestra intención, por ningún motivo, desarrollarlo aquí. Algunos de los textos centrales a revisar son: Prebisch (1949); Sunkel y Paz (2005 [1970]); Gunder-Frank (1970, 1979); Furtado (1971); Caputo y Pizarro (1971); Hirschman (1973); Cardoso y Faletto (1978 [1969]); Fitzgerald (1981); Prebisch (1981). A manera de balance, un texto contemporáneo es Dos Santos (2003).

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diferentes. Perú, por ejemplo, tuvo una dictadura militar que al menos en su «primera

fase»

(1968-1975)

promovió

políticas

de

fortalecimiento

y

ensanchamiento del movimiento sindical a lo largo de todo el país, creando instituciones —como el SINAMOS y las Comunidades Industriales, por citar algunas— que favorecieron una mayor concurrencia de las actividades de trabajadores en los diferentes sectores de la industria peruana. Cierto sector de la academia consideraba que con la caída de las dictaduras militares, los movimientos sindicales perderían aún más su capacidad para reunir a los trabajadores, escuchar sus demandas y formular pliegos de reclamos al Estado. Al respecto, O’Donnell y Schmitter (1986) consideraban que los movimientos populares tenían la posibilidad de perder terreno político durante las transiciones democráticas puesto que normalmente el camino de regreso a la democracia acarrea un interés predominante en la creación y fortalecimiento de las instituciones políticas —en manos de las élites— y, por lo mismo, habría un decaimiento en las movilizaciones de masas. Entonces, bajo esta concepción el debilitamiento del sindicalismo peruano y brasileño debió ser una de las consecuencias tras las caídas de sus respectivos gobiernos militares. 2.2. Brasil: una breve revisión del sindicato y su influencia en el PT El rol del sindicalismo en Brasil ha sido muy importante durante todo el siglo pasado. En su influyente texto, Cardoso y Faletto (1978), al respecto, precisaban que el nivel de sindicación llegó a expresarse —desde de la década del cincuenta—

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nacionalmente y pudo influir en decisiones relativas a diversas políticas económicas del gobierno, como con las políticas salariales, por ejemplo. Sin duda esto es importante y nos marca una pauta sobre el poderío sindical brasileño; no busco hacer, empero, un recuento amplio sobre cómo le fue a este movimiento en su historia. El análisis que propongo es más acotado y presenta como idea general la politización de los sindicatos a nivel partidario. En ese sentido, en este punto presento la relación de influencia entre el sindicato de la CUT y el PT. Los sindicatos fueron actores muy importantes en la composición del núcleo petista desde su formación y se conformaron como fuerzas decisivas en la historia del partido. Quiero retomar lo expuesto por David Samuels (2004) sobre un proceso interno que incidió directamente en la capacidad de adaptación del PT. Lo que caracterizó la trayectoria del partido, esto es, su paulatina evolución de una radicalidad programática hacia un partido moderado y electoralmente competitivo, se puede entender a partir de las posturas de los sindicatos y movimientos sociales. Para Samuels (2004: 1006) el sindicalismo influenció el proceso de moderación de las cúpulas del PT. En momentos de crisis, los cambios económicos y políticos que atravesó el país, sobre todo después de la realización de las reformas económicas liberales de Fernando Henrique Cardoso, obligó a que varios sindicatos y movimientos sociales adoptaran posturas mucho más pragmáticas. El argumento es el siguiente: contrario a lo que se podría creer, los sindicatos brasileños no moderaron su estrategia por haber «perdido fuerza», es decir, por el hecho de que la tasa de sindicalización haya decaído con el correr de los años. Ello, sin dudas,

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habría provocado una fuerte disminución en su capacidad de negociación política y de poder dentro del núcleo del partido. En el caso brasileño, las tasas de sindicalización permanecieron relativamente estables, cayendo solamente del 28.77% al 28.51% entre 1988 y 1998. Es decir, en diez años la fuerza sindical fue mínimamente reducida. Además, en relación a la población económicamente activa de Brasil, durante el mismo período, el promedio de sindicalización solamente se redujo del 21.94% al 20.09%, debido al incremento en el empleo informal, donde la tasa de sindicalización es normalmente menor. Entonces, la moderación del sindicato sigue otra ruta. Si bien no hay una fuerte reducción en la tasa de sindicalización en el período expuesto, existen algunos elementos conexos que deben ser resaltados. En primer lugar, la reducción de la sindicalización en los sectores industrial y de banca es importante, puesto que se habían constituido como fuerzas centrales en las organizaciones de base del PT, por lo que su debilitamiento —entendido como la reducción de oportunidades laborales y despidos masivos— obligó a una moderación pragmática. En el período 1988– 1998, ambos sindicatos perdieron aproximadamente 600 mil trabajadores. Lo que debía primar era, a partir de estos fenómenos, la preservación del empleo y la estabilidad laboral antes que entrar en conflicto con el gobierno y las empresas privadas por temas espinosos como, por ejemplo, las demandas por mejoras salariales. En segundo lugar, la relación entre el poder que ganó el sindicato de serviciospúblicos y su influencia en la CUT es fundamental para entender la moderación del

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PT. En el período 1988 – 1998, el sindicato de profesores aumentó en 400 mil miembros; el de trabajadores de salud en 200 mil; el de empleados públicos en 100 mil; en el sector de servicios-públicos en 300 mil. En un plano general, se esperaría que los sindicatos del sector de servicios públicos, en comparación con aquellos del sector privado, fueran mucho más reacios a la realización de las reformas económicas liberales del gobierno de Cardoso, pues eran más vulnerables a la competencia y a la posibilidad de ser despedidos. Sin embargo, los sindicatos del sector público en el Brasil del período presentado no se opusieron unánimemente a las políticas de Cardoso, lo que fragmentó aún más al sindicalismo dentro de la CUT y profundizó la división histórica entre los sindicatos públicos y privados. Entonces, vemos que en el sindicalismo dentro del PT lo que hubo fueron «procesos endógenos paralelos» que tuvieron consecuencias determinantes en la moderación posterior del partido. El declive en la base sindical tradicional y el aumento de la tasa de sindicalización de los sindicatos de servicios públicos, transformaron a la CUT y las relaciones de poder dentro del PT. Durante los años noventa, el «nuevo sindicalismo» tuvo que lidiar con cuestiones ideológicas pero también con problemas pragmáticos, algo particularmente complejo en un partido con aspiraciones presidenciales. En ese sentido, la necesidad de entablar negociaciones en el propio núcleo del PT, analizándolas desde la perspectiva sindical, permitió moderar los objetivos programáticos y así ampliar la base de apoyo electoral.

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Cuadro n.° 2 Cambios en la estructura del sindicalismo brasileño y peruano, durante los años 80s y 90s PT (+) Central Única de Trabajadores (CUT) 1988-1998

IU (-) Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP)

Decaimiento de la tasa de sindicalización mínima: 28.77% a 28.51%

Decaimiento de la tasa de sindicalización fuerte: 18% a 7% (1985-1994). Fuerza laboral se contrae de 744 mil trabajadores a 430,100 (1976-1989)

PEA 1988-1998: Tasa de sindicalización se redujo del 21.94% al 20.09% (por aumento del empleo informal)

PEA 1981-1991: migra al sector informal 32.8% a 47.6%

Reducción de la sindicalización en los sectores industrial y de banca. Sectores centrales en la CUT (pierden 600 mil trabajadores) -> Debilitamiento obliga a moderar pragmáticamente.

Crisis económica destruye la gran empresa e incentiva la creación de pequeñas empresas (+ capital – sindicalización) 1980-1989: sueldos caen de 35.2% a 19.8%

Aumento de sindicalización en servicios públicos. Crea divisiones internas (frente a reformas de Cardoso) que transforman la CUT

Trabajadores sindicales ingresan a trabajar al Estado

Sendero Luminoso desmovilizó el movimiento social

Fuente: Elaboración propia

2.3. Izquierda Unida y la debilidad sindical ¿Cómo entender el movimiento sindical peruano de inicios de la década de los ochenta? ¿Acaso este movimiento se incorporó plenamente en la sociedad democrática reinstaurada tras el fin de la dictadura militar iniciada en 1968? ¿Los sindicatos se comportaron de manera uniforme en su relación con los partidos políticos, particularmente aquellos considerados a la izquierda del continuo

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político? Como iremos viendo, encontraremos factores económicos, sociales pero, sobre todo, de debilidad sindical organizativa, que impidieron una mayor influencia del sindicato de la CGTP sobre el aparato de IU, menguando las posibilidades de que este encontrase condiciones de mayor adaptabilidad. Los sindicatos en el Perú tuvieron un dinámico auge durante la dictadura militar iniciada a finales de los sesenta.13 El número total de sindicatos se expandió en casi el doble durante el régimen de Velasco Alvarado, y a pesar de una desaceleración en el período de Morales Bermúdez, la tendencia al crecimiento no se detuvo (Huber 1983). Ahora bien, pese al disímil comportamiento del gobierno militar — en sus distintas fases— en relación a la forma de incorporación a los trabajadores dentro del seno estatal, como algunos autores ya han señalado (Stepan 1978; Huber 1983; Cameron 1986), en líneas generales se puede decir que el movimiento sindical de la década del setenta adquirió una importante autonomía y capacidad movilizadora.14 Un proceso importante que merece ser resaltado se enmarca en la «politización de los sindicatos» por parte de los partidos de izquierda en el Perú. Mucho del éxito electoral que obtuvo la izquierda a finales de la década del setenta se debió, precisamente, a la existencia de una masa laboral movilizada desde antes por un

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Entre 1966 y 1976, el número de sindicatos en el Perú aumentó en un 120%. Fuente. Huber 1983: 67 14 El debate se centró en el tipo de corporativismo que tuvo el régimen militar. Algunos señalaron que el gobierno de Velasco fue un “corporativismo inclusivo”, mientras que la segunda fase, la fase de Morales Bermúdez (1975-1980), fue más bien un “corporativismo exclusivo”. Para mayor referencia, ver Stepan 1978; Cotler, 1978, 1979; Huber 1983.

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movimiento robustecido gracias a las políticas estatales del Velascato. Para Evelyne Huber esto es primordial: los partidos políticos, las organizaciones barriales y las organizaciones rurales son todos actores importantes en el proceso de movilización popular; empero, el papel clave reside en los sindicatos. Al respecto, la autora señaló: Otras organizaciones [los partidos de izquierda] dependen de los sindicatos en diferentes grados porque ellos son los más eficaces para movilizar el apoyo electoral, y pueden llevar a cabo acciones de protesta coordinadas y de larga escala para presionar a las autoridades. Los sindicatos son además más efectivos que cualquier otra organización popular porque son los más consolidados y con mayor experiencia, y poseen una de las armas más potentes: la huelga (1983: 64; traducción propia)

2.3.1. El Partido Comunista Peruano, la CGTP y una relación poco armoniosa con Izquierda Unida Viendo el escenario completo, se podría sostener que la recomposición de la «alianza» entre la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y el PCP se llevó a cabo a partir del año 1968. Si bien es posible remontarse hasta la década del treinta del siglo XX para empezar a comprender los lazos que unieron al PCP y a la CGTP (Drinot 2011), la predominancia alcanzada en la arena sindical por la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP), históricamente ligada al APRA, no nos permite esbozar un argumento sincero donde la CGTP se conforme como un actor políticamente relevante. Esto cambió desde la segunda mitad de la década del sesenta. El giro del APRA y su alianza con las fuerzas oligárquicas, primero en el cogobierno presidencial con

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Manuel Ignacio Prado (1956-1962) —período denominado La Convivencia— y después bajo la alianza legislativa del período 1963-1968 —La Superconvivencia— con la Unión Nacional Odriísta (UNO), partido del militar Manuel Odría, quien desde la presidencia (1950-1956) había declarado ilegal al APRA, persiguiendo y deportando a varios de sus principales líderes, tensionó las relaciones entre el APRA y la CTP. Como señalan Huber (1983) y Cameron (1986), el PCP aprovechó este contexto de debilitamiento en el apoyo de la clase trabajadora perteneciente a la CTP, que ya no veía con buenos ojos las relaciones políticas del APRA. El PCP estuvo, entonces, en una posición privilegiada para tomar ventaja de esta debilidad y fortalecer la renovada CGTP. De cara al gobierno militar, se podría decir que, en líneas generales, este sindicato siempre mantuvo una «posición moderada» frente al régimen político en el cual se asentó. Así, durante el régimen militar mantuvo una posición neutral frente al Estado, el cual tampoco le puso excesivas trabas para su funcionamiento. Esta posición de la CGTP la llevó a enfrentamientos contra algunos sindicatos radicales (como el SUTEP) que en los años previos de la transición democrática convocaron a huelgas generales; estos intentos, por cierto, aunque no todos, se vieron truncados debido a la renuencia del PCP-CGTP de entrar en un conflicto directo con el gobierno de Morales Bermúdez por el temor a paralizar la transición hacia el gobierno civil (Huber 1983: 78). Ahora bien, la conformación del frente electoral de IU en 1980 y la consiguiente inscripción del PCP como uno de sus núcleos políticos principales, abre la

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interrogante sobre cómo logró articularse la CGTP dentro de una organización compuesta por diversas fuerzas (Cameron 1986; Balbi 1989, 1990; Stokes 1995; Herrera 2002). Sostengo que dentro de IU el papel de los sindicatos no fue tan claro y evidente como en el caso de la CUT brasileña. Y así, específicamente el sindicato de trabajadores más grande que compuso el núcleo de IU, la CGTP, no tuvo mayor influencia en la adaptación de la organización a nivel nacional.15 Quiero darle énfasis a lo siguiente: al tratar el tema del sindicalismo, me estoy refiriendo al sindicalismo más tradicional de la CGTP. Existieron, sin embargo, otros sindicatos ligados a los partidos políticos que compusieron IU. Estos sindicatos han sido denominados como parte del «sindicalismo clasista» (Balbi 1989). Por ejemplo, encontramos el Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana (SUTEP) vinculado al Partido Comunista Peruano— Patria Roja (Stokes 1995). Asimismo, también se encuentra presente la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos del Perú (FNTMMP) vinculado al PUM (Zapata 2013). Es importante hacer esta distinción ya que en diversas ocasiones el discurso del sindicato magisterial y de mineros acusó a la CGTP de tener posturas «acomodadas» y estar subordinada al «imperialismo social» (Huber 1983: 78). Lo dicho permite entender que hubo una decisiva politización de los sindicatos por parte de los partidos de izquierda, de manera que éstos no compartieron necesariamente las mismas conductas y posturas dentro de IU:

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Para Antonio Zapata (2013), dentro de todos los partidos que conformaban IU habían componentes del “sindicalismo clasista” que operó en el país durante toda la década del setenta.

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donde algunos privilegiaron la radicalidad (SUTEP y FNTMMP, por nombrar algunos), otros buscaron la moderación (CGTP). Este punto del análisis nos brinda luces sobre lo sucedido con un sindicato sumamente débil —en comparación con la fuerza sindical de la década de los setenta— que no logró constituirse como un actor clave dentro del núcleo de IU. ¿Por qué se debilita en los ochenta el movimiento sindical, y con ello, el rol de la CGTP? Una primera respuesta la encuentro en el hecho de que la tasa de sindicalización se redujo constantemente durante los ochentas, disminuyendo del 18% a mediados de la década hasta el 7% en 1994. En parte, este fuerte decaimiento de la tasa de sindicalización se debió al despido masivo de los trabajadores a finales de la década de los setenta, lo cual destruyó gran parte de la fuerza del movimiento y determinó una prácticamente inocua existencia en la década posterior. Roberts (1996: 78) señala, al respecto, que los despidos se concentraron en los sectores sindicalizados de la economía, sobre todo en los sectores de industria y servicios públicos. Prueba de ello, la fuerza laboral se contrajo de 744,000 mil trabajadores en 1976 a 430,100 mil en 1989. Un segundo factor se debe a que la crisis económica destruyó la base social del país y provocó la «muerte» de las empresas, del empleo y, por ende, del trabajo sindical (Pease 2013E; Lynch 2013E). Esto generó mayores incentivos para la creación de pequeñas empresas, las cuales al ser menos especializadas, buscaron con mayor necesidad generar capital; por lo mismo, tenían menos estímulos para permitir la formación de sindicatos. Entre 1980 y 1989, los sueldos y salarios cayeron de un

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35.2% a un 19.8 %. Al mismo tiempo, la crisis acrecentó la informalización del trabajo, traducido en una migración de la Población Económicamente Activa hacia el sector informal, de un 32.8% en 1981 a un 47.6% en 1991. Otra vez, Roberts (1996: 79) considera que muchas de las empresas que buscaron sobrevivir durante los ochentas optaron por contratar trabajadores temporales en vez de trabajadores permanentes ya que estos últimos estaban más sindicalizados y, en consecuencia, estaban mejor protegidos por las leyes laborales. En tercer lugar, otro factor que se puede considerar para entender el debilitamiento de la CGTP es que muchos de los trabajadores que participaron de los movimientos y huelgas nacionales de los setenta se incorporaron a trabajar dentro del sector estatal durante los ochentas, lo que redujo la influencia sindical al no poder «oponerse» de manera radical a las políticas de Estado. Para Antonio Zapata (2013E), muchos de los sindicalistas de antaño entraban a trabajar en «municipios, como regidores o como asesores del Congreso». Esto generó una dispersión de la fuerza orgánica de los sindicatos, la cual se trasladó a un nuevo escenario: el escenario estatal. Por ello, el trabajo sindical fue menos profundo, lo que socavó aún más la tasa de sindicalización. En cuarto lugar, y como consecuencia de lo dicho, todas estas dinámicas produjeron parte de la ruptura entre la izquierda y el movimiento social organizado. Para Sinesio López (2013E), hay dos cuestiones que determinan este momento. Por un lado, el avance de Sendero Luminoso destruyó todo el proceso de democratización; cualquier movimiento de protesta era inmediatamente acusado

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de «terrorista», lo que en la práctica desmovilizó el movimiento social reivindicativo y autónomo de la década del setenta. Por otro lado, se produjo un divorcio entre lo político-legal y las masas. Esto quiere decir que aquellos dirigentes que años atrás habían acompañado a las masas en sus manifestaciones y huelgas, se separaron de sus «raíces sociales» y privilegiaron la dimensión política. Para finalizar, el sindicalismo en el Perú fue débil en la década del ochenta y siguió perdiendo influencia a lo largo de los años. La crisis económica, sin dudas, representa un factor importante, pero no es el único. Tan importante como el factor socioeconómico, para entender el fracaso de IU, resulta en el entendimiento de un poder sindical dividido, donde sus sectores moderados (CGTP) no lograron actuaron como un agente moderador y contemporizador de IU. Al contrario, sindicatos más radicales polarizaron a la organización política dentro de una sociedad que, por factores como el terrorismo, rechazaba las prédicas maximalistas. Esto se contrasta con el caso de Brasil, donde encontramos un sindicalismo más fuerte que empodera al partido, pero a la vez, lo aproxima al centro político, logrando ampliar su base electoral. En el Perú, el sindicalismo no aportó ni gran fortaleza ni moderó a una organización que necesitaba más contrapesos internos. 2.4. Conclusión En el caso brasilero, el sindicalismo se ve mínimamente afectado por la crisis económica y por ello puede mantener tasas de relativa estabilidad. En parte, esto permite que no se difumine su influencia dentro del PT como un actor “de

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negociación” dentro del partido. En Perú, sin embargo, a causa de la multifacética crisis de los ochentas, la “base laboral” de la CGTP se reduce y en consecuencia debilita fuertemente al Partido Comunista Peruano. A partir de ello, pierde su capacidad de influencia dentro de la IU y permite que adquieran mayor relevancia sindicatos con ideologías «más» radicales —como el del SUTEP, que sigue la línea del «viejo sindicalismo clasista». La CGTP, que por tradición se había configurado como una fuerza «de centro», o de «posturas moderadas» dentro del sindicalismo peruano, ve reemplazada su hegemonía por sindicatos que no funcionan como agentes contemporizadores dentro del frente electoral; en otras palabras, que no permiten que la IU entre en un proceso de moderación estructural que pudo haberla redituado con un mayor éxito electoral a fines de la década del ochenta.

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Capítulo 3: Gobiernos municipales y su potencial organizativo

Uno de los temas centrales de la presente tesis se enmarca en el análisis de los ámbitos de gobierno municipal en Perú y Brasil, enfocadas —nuevamente— en las gestiones de IU y el PT. Para ambas organizaciones, el espacio local no fue un «espacio ajeno»; por el contrario, tuvo importantes implicancias en el devenir institucional de sus respectivos aparatos electorales. Por esta razón incluyo en el análisis al «espacio municipal», permitiéndome trazar pistas sobre su influencia en la adaptación de ambas organizaciones. Considero que IU no pudo aprovechar eficientemente los espacios municipales que logró obtener a lo largo de la década del ochenta. Por un lado, sostengo que a pesar de que IU obtuvo acceso inédito a nuevos recursos locales —administrativos, fiscales y políticos—, no los pudo aprovechar para crear una «marca común de gobierno», la cual hubiese podido diferenciarla de los partidos tradicionales. Por otro lado, considero que el hecho de haber gobernado localmente pudo también servir para, en ciertos contextos, privilegiar el pragmatismo político. Gobernar sin prestarle tanta atención a la ideología puede incentivar la moderación de los cuadros más radicales, ya que los verdaderos retos estarían en la consecución de gestiones de gobierno eficientes.16

16

Conviene aclarar, además, que uno de los «mayores retos» de esta investigación está en la esquematización de la información concerniente al espacio municipal de IU en la década del ochenta, puesto que lo escrito al respecto es escaso en la literatura.

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3.1. «O modo petista de gobernar»17 El interés por los espacios locales de gobierno no es particularmente reciente. Paula Muñoz, citando a Nickson (2003), señala que «la lucha por la descentralización — entendida como la gradual expansión de los gobiernos locales en el sistema político en su totalidad— fue una tendencia común en América Latina en los años ochenta que coincidió con los progresivos procesos de desmilitarización» (2005: 17). En parte, esta tendencia se ve representada en una suerte de «normativismo local» por parte de los gobiernos de la región, los cuales plasman en sus respectivas Constituciones el fortalecimiento de los gobiernos locales. Las Constituciones tienen el potencial de generar incentivos positivos para diversos sectores de la sociedad. De manera general, la delegación de poder, del Estado central hacia los centros de poder local, visto desde un plano político y económico, generó incentivos para las organizaciones políticas que no buscaban constituirse como meras alternativas capitalinas, sino que aspiraban «nacionalizar» su votación horizontal (entre departamentos) y verticalmente (en gobiernos subnacionales). En primer lugar, veamos el caso brasilero. Tras veintiún años de gobiernos militares (1964-1985), Brasil retornó a la democracia. Así, en medio de una crisis institucional y económica, en 1985 se inició la «Nueva República», representada en la figura del presidente José Sarney. 18 El gobierno de Sarney, sumido en una

17

Traducción libre: “El modo petista de gobernar” El presidente electo en la campaña presidencial de 1985 fue Tancredo Neves, candidato de la oposición, quien venció a Paulo Maluf. Sin embargo, un día antes de tomar posesión del cargo, 18

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profunda crisis política y económica, y presionado por la oposición hacia la adopción de reformas claves, proclamó el 5 de octubre de 1988 la nueva Constitución (Iglésias 1994). La Constitución brasileña de 1988 plasmó el deseo de las clases políticas por fortalecer los niveles de gobierno locales (Hunter 2010). Esta nueva carta constitucional estipuló mayores transferencias económicas por parte del gobierno central hacia los gobiernos municipales, lo que se complementó con el incremento de las atribuciones de estos gobiernos (en aspectos políticos, sociales y culturales). En ese sentido, los gobiernos municipales brasileños tuvieron —a partir de 1988— un mayor poder para, por ejemplo, fijar y recaudar impuestos, estableciéndose un notable cambio institucional. Evidentemente, el PT no quedó fuera de este proceso de descentralización. En parte, los cambios institucionales fomentaron en el seno partidario un sentido de competencia «leal» dentro del sistema (Linz 1978), y lo llevaron hacia la adopción de un mayor pragmatismo en su manera de hacer política.19 ¿Repercutió ello o no en los resultados electorales del PT? Viendo el panorama completo, el PT inició, desde 1988, una curva ascendente de victorias municipales en cada elección en la Neves cae gravemente enfermo y debe ser investido su vicepresidente, José Sarney. Finalmente, el 21 de abril del mismo año fallecerá Neves. 19 Considero también que los incentivos que llevaron al PT a moderarse se pueden entender si miramos las restricciones de las instituciones electorales. Desde el año 1992, los partidos que participaban en elecciones municipales (en localidades de más de 200 mil electores) tenían que obtener mayoría absoluta para alzarse con la victoria. El PT, entonces, debía mirar la moderación como un atributo necesario para ganar elecciones municipales, ya que, por un lado, tendría que aliarse con otras fuerzas políticas (que no necesariamente compartían su programa de gobierno) para conseguir un mayor apoyo electoral y, por otro lado, los líderes tendrían que considerar la necesidad de nombrar listas de candidatos moderados que lograran ser más empáticos con un electorado poco ideologizado y de tendencias “centristas”.

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que participó: en 1988 obtuvo 36 municipalidades; en 1992, 54; en 1996, 115; en el 2000, 187; en el 2005, 411 (Hunter 2010). Considero, entonces, que el PT no sólo privilegió el ámbito electoral-nacional para obtener el poder para gobernar; por el contrario, fue un partido que inició un proceso de fortalecimiento institucional propio a partir de una política de construcción de «afuera hacia dentro», es decir, privilegiando el arribo a instancias gubernamentales desde «pequeños» centros de poder para ganar mayor notoriedad y, con el tiempo, profesionalizar a sus cuadros más importantes. Hay, empero, otros factores a considerar. Pienso que existió una la lectura certera de la dirigencia del PT acerca de la realidad política-institucional de Brasil; entendieron la necesidad de aprovechar —a partir de la novel Constitución— los espacios locales como vehículos de adaptación. Simultáneamente, el propio partido realizó una reestructuración interna con el objetivo de maximizar su eficiencia local. En corto, hubo un proceso de aprendizaje integral que tuvo implicancias contundentes en la moderación de la estructura petista, especialmente a partir de mediados de la década del noventa (Samuels 2004; Hunter 2010; Nogueira-Budny 2013) Ahora bien, un hecho de notable importancia fue la creación de la «Secretaría Nacional de Asuntos Institucionales» en 1988. Este órgano partidario estuvo encargado de «coordinar los planes para ganar elecciones a nivel local y ayudar a los alcaldes elegidos del PT a llevar a cabo gestiones innovadoras y exitosas» (Hunter 2010: 83; traducción mía). Como se puede apreciar, la evidencia sugiere

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que dista mucho de ser una mera coincidencia la creación de esta Secretaría precisamente el mismo año de promulgación de la Constitución. Desde el inicio, el PT explotó los nuevos espacios en beneficio propio, y se preparó para afrontar de la mejor manera su rol como partido de gobierno local. Sin embargo, la moderación del PT desde los espacios municipales conllevó un arduo proceso. El PT tuvo en sus inicios un programa político que fue adaptándose a las nuevas tendencias políticas, económicas y sociales del Brasil. En este proceso las distintas facciones del partido no siempre pudieron llegar a consensos sin problemas; muy por el contrario, el partido fue, durante todo su proceso de construcción, un espacio donde se confrontaron ideas y posturas pragmáticas y maximalistas, así como las que profesaban políticas de mayor moderación. Si bien el objetivo fue siempre obtener el gobierno nacional, y por eso estas disputas internas estaban dirigidas hacia la adopción de las estrategias enfocadas en este ámbito, se verá que el nivel local no quedó exento del mismo proceso. La coexistencia de la línea «histórica» del PT —que agrupaba a los militantes que por el proyecto fundacional y radical del partido— y el sector administrativomunicipal —que optaban por mantener un desempeño ejecutivo eficiente, sopesando las restricciones económicas y políticas—tensionaba las relaciones internas y no permitía llegar a consensos. Para Wendy Hunter (2010), la incapacidad inicial de definición política dentro del partido consiguió que el

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período municipal 1989-1992 fuese poco aprovechado.20 En realidad, este período le sirvió al partido para advertir la urgencia de un cambio en la estrategia, si es que el objetivo principal era ganar las elecciones presidenciales. Malas gestiones municipales iban en contra de esa meta. Por este motivo, la dirigencia del PT decidió que los gobiernos municipales tuviesen una mayor autonomía de cara a la dirigencia nacional del PT. Los gobiernos locales crearon, a partir de ello, una identidad que no seguía íntegramente al programa fundacional del partido. El trade-off fue, en ese sentido, importante: si bien la dirigencia del PT perdía influencia en los gobiernos de menor alcance, fragmentando —en parte— su composición interna, las eficientes gestiones de los gobiernos municipales contribuyeron positivamente en la imagen global del partido, adhiriéndole nuevos electores para los comicios nacionales. Mucho de ello se ve representado en la creación de «políticas bandera». Como mencioné, este es un elemento importante en el análisis: los espacios de gobierno local crearon una imagen de eficiencia en la gestión. A partir de la implementación de políticas nacionales, el PT generó una praxis de gobierno –«o modo petista de gobernar»- que le permitió, por un lado, diferenciarse positivamente de sus competidores, y por otro lado, crear vínculos muy profundos con diferentes sectores de la sociedad brasilera. Una política social que sigue esta línea —y que se distingue— es el Programa Bolsa Escola. Enfocada en reducir la pobreza y a la vez aumentar la calidad educativa de los más necesitados, este programa fue tan 20

Por ejemplo, perdieron un poderoso espacio como es el gobierno municipal de Sao Paulo.

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exitoso que fue replicado —y renombrado como Programa Bolsa Familia— en los gobiernos del PT a nivel nacional, particularmente durante las gestiones de Lula da Silva (2002-2006 y 2006-2010). En suma, a partir de lo dicho, vemos que el PT ha tenido mucho éxito en sus gestiones dentro de los gobiernos municipales. Los constantes procesos electorales y, en paralelo, su paulatina reestructuración interna, han coadyuvado en la adaptación y moderación de la línea programática del partido. Así, la separación de lo ideológico y lo pragmático se constituyó como uno de los pilares en el cambio de estrategia del partido, sobre todo a mediados de la década de los noventas. A pesar de la coexistencia de sectores radicales, ligados especialmente a la CUT, y los sectores «moderados», establecidos en los gobiernos municipales, estos últimos optaron en distintas ocasiones por incluir en sus gestiones a sindicalistas que, con el transcurso del tiempo, comprendieron con mayor claridad la importancia de lograr gestiones exitosas de gobierno. De esa manera apaciguaron parte del discurso radical imperante y permitieron, en definitiva, gobernar al partido con mayor estabilidad. 3.2. IU y los gobiernos municipales En el caso peruano, las organizaciones políticas dentro del marco de la transición democrática también tuvieron una serie de incentivos para mirar el espacio municipal con nuevos ojos, ya que las disposiciones descentralizadoras de la

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Constitución de 1979 abrieron desconocidos espacios sumamente importantes. 21 Dicha Constitución dinamizó el nivel de gobierno local (Pease 1988; Zas Fris 1998; Schönwälder 2002; Muñoz 2005): bajo las nuevas reglas de juego, la posibilidad de escoger a través de elecciones directas a las autoridades municipales, y sus respectivos concejos, permitía a las organizaciones políticas tradicionales empezar a entender el espacio local como una plataforma política de preparación hacia el «gran objetivo»: ganar las elecciones presidenciales. Según Zas Fris (1998), los espacios municipales hasta entonces sólo habían servido como centros administrativos sin ningún tipo de articulación real con el Estado central. En ese sentido, el art. n.° 252 de la Constitución reconocía y brindaba autonomía económica y administrativa a las municipalidades como órganos de gobierno local, las cuales pasaban a tener una serie de competencias y responsabilidades inéditas. Las organizaciones debían poseer una adecuada capacidad de gestión municipal, donde el manejo eficiente y responsable de los recursos podían posicionarlas como una alternativa políticamente importante. Además, al ser responsables de proveer servicios tales como la educación, turismo, transporte, salud, entre otros, las municipalidades

ya

no

se

identificaban

simplemente

como

entidades

administrativas, sino también como importantes centros de decisión política. Por ende, el nuevo poder delegado era un incentivo para que organizaciones como IU 21

Tomo aquí la definición de Schönwälder (2002) sobre la estructura del Estado peruano: El unitario Estado peruano comprende doce regiones que están subdivididas en 25 departamentos, incluyendo la provincia constitucional del Callao, el cual tiene el estatus especial de “departamento honorario”. En el nivel sub-departamental, 189 provincias están subdivididas en 1,798 distritos; tanto las provincias como los distritos tienen estatus “municipal”.

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busquen ser elegidas y puedan, desde las administraciones locales, manejar los recursos y facultades de los municipios. Así, a través de este manejo de recursos, era factible formar una «identidad propia de gobierno» de la organización sobre la ciudadanía, que podría volcar su apoyo electoral, a la postre, en los comicios presidenciales. Uno de los esfuerzos más importantes en la literatura académica “peruanista” por entender las dinámicas locales y su relación con la izquierda en el Perú se presenta en el libro de Schönwälder (2002). El autor busca explicar de qué manera la izquierda política entendió la importancia de la apertura de los espacios municipales durante la década de los ochenta, espacios que le permitían hacer «política de bases» y enraizar sus vínculos sociales. Además, desde 1980, las municipios tuvieron una importante relación con el desarrollo de los movimientos populares (Pease 1988; Balbi 1990), de manera que la apertura de los espacios municipales sirvieron para «democratizar» la relación entre los partidos políticos y la sociedad. Así, desde entonces, las poblaciones tuvieron una relación mucho más directa con los candidatos y con la política que se hacía en los municipios. Muñoz, al respecto, sostiene que IU fue la organización que tomó la agenda de la participación popular como estandarte de su programa de gobierno local (2005: 18). IU también tuvo un gradual incremento de victorias electorales en los gobiernos locales, en el curso de las cuatro elecciones municipales de los 80s: 1980, 1983, 1986 y 1989 (ver cuadro n.° 3).

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Cuadro n.° 3 Año de elecciones

Votación absoluta

%

1980 1983 1986 1989

905.941 1.143.102 1.790.886 888, 422

23.3% 29,0 % 30,8 % 17,9 %

Cuadro: Elaboración propia. Fuente: Tuesta, 1994

En general, considero que IU tuvo resultados, por más de la mitad de la década, resultados bastante alentadores, ya que prácticamente en todas las elecciones municipales se posicionó como la segunda fuerza política del país. Si bien los partidos políticos históricos (como AP y el APRA) tuvieron mejores votaciones — AP en la elección de 1980 y el APRA en 1983 y 1986—, IU se mantuvo siempre como la segunda alternativa. 22 Así, consiguió en el período 1980-1986 un progresivo aumento en su votación municipal signado por un contexto donde los partidos políticos que dominaron el cuadro electoral-municipal fueron aquellos que ganaron las elecciones presidenciales precedentes (AP en 1980 y el APRA en 1985). La tendencia al alza solamente decayó cuando la organización estuvo al borde de la ruptura, es decir meses antes del Congreso de Huampaní de 1989. Dicho esto, sostengo que IU tuvo la posibilidad de explotar y aprovechar los espacios locales para lograr diferenciarse de los partidos políticos tradicionales. Las oportunidades, entonces, no estaban únicamente ligadas al manejo eficiente de los recursos; al mismo tiempo, IU podía presentarse a la sociedad como una

22

En las elecciones municipales de 1989, el Frente Democrático (FREDEMO) obtuvo el primer lugar de la votación con 31,6 %. No estamos considerando al FREDEMO como uno de los “partidos históricos”.

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alternativa

distinta,

políticamente

coherente

y,

sobre

todo,

unida.

El

establecimiento de vínculos con las diferentes poblaciones del país podía crear lazos políticos capitalizables a futuro. De tal manera, la consolidación y adaptación de IU en el incipiente sistema institucional estaba supeditada, en parte, al buen manejo de la «marca organizacional». Sin embargo, desde la dirigencia de IU no se buscó la creación de un ente propio a la organización que se enfocara en la priorización de las administraciones municipales (Ames 2013E; Zapata 2013E; Lynch 2013E; López 2013E). Los incentivos para tener administraciones locales eficientes y las sucesivas victorias a nivel local pudieron haber servido de motivo suficiente para que IU viese la necesidad de profesionalizar sus gobiernos municipales, tal como lo hizo el PT (Hunter 2010: 83), en donde se priorizaron las políticas locales enfocadas en la redistribución, el accountability y la participación popular. Como fiel reflejo de la débil organización de las élites de IU, la carencia de accountability en el núcleo central de IU se replicó en las instancias de gobierno local, lo que afectó su capacidad para posicionarse como una marca de gobierno responsable (Schonwalder 2002; Nogueira-Budny 2013). No se plasmaron esfuerzos claros por profesionalizar a los cuadros municipales, ni por crear vínculos de retroalimentación entre las experiencias de gobierno local y el comité central de IU establecido en Lima. A pesar de todo, en ciertos contextos sí se pueden encontrar casos de «buenas gestiones» de gobiernos municipales, aunque la mayoría este ligada a las administraciones centradas en la capital del país. En ese sentido, los casos

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emblemáticos relacionados a la búsqueda de gestiones municipales eficientes serían los de la municipalidad de Lima Metropolitana (Schonwalder 2002; Tuesta 1998) y Villa el Salvador (Tovar 1986). Esto es congruente con el hecho de que en Lima Metropolitana, especialmente en los distritos más pobres y periféricos, IU se ubicó como la primera fuerza en cuatro de seis procesos electorales (1978-1986), pasando los sectores populares urbanos a convertirse en su principal base de apoyo dentro de la capital (Tuesta 1994). De hecho, la alcaldía de Alfonso Barrantes en la capital funcionó como impulsora del programa emblema de IU: el Programa del Vaso de Leche. Irónicamente, a pesar de que esta iniciativa fue muy bien recibida por la población, y con el tiempo se fue extiendo a lo largo de todo el país, no fue recién hasta 1994, esto es, durante el gobierno de Alberto Fujimori, que el Vaso de Leche se volvió realmente un programa de extensión nacional bajo la promulgación de la Ley del Presupuesto Público (Muñoz 2005: 41). 3.3. La influencia del terrorismo Considero que merece una mención aparte, pero inevitable, la relación entre la capacidad para gobernar de IU en los 80s y el accionar terrorista de Sendero Luminoso. Sin duda alguna, la radicalidad de ciertos grupos políticos que compusieron IU y las posiciones divergentes que manejaron frente a la democracia no permitieron que se produjera «una propuesta integral para combatir el terrorismo, incluyendo el terrorismo de estado» (Herrera 2002: 307). Así, el conflicto armado interno que sufrió el país tuvo consecuencias indelebles en las instituciones municipales. Si bien es cierto que se les entregó nuevos e importantes

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recursos y prerrogativas a las municipalidades del país, también es cierto que Sendero Luminoso actuó de manera sumamente violenta y destructiva contra las localidades, poblaciones, dirigentes, alcaldes, y todo aquel que representara al orden sociopolítico vigente.23 Como precisa Muñoz, el proceso de violencia interna perturbó el libre ejercicio de los derechos políticos básicos de los ciudadanos más pobres y el desarrollo institucional municipal de las zonas más afectadas. En las zonas rurales de la sierra norte, sierra central, sierra sur y valles de ceja de selva es que sus poblaciones no tuvieron, por muchos años, condiciones políticas y materiales básicas como para poder desarrollarse y desplegar a las municipalidades como sus órganos de gobierno local y tampoco para realizar aprendizajes democráticos en esos espacios (2005: 35)

La perturbación de los procesos electorales en los distintos poblados, especialmente los más pobres del país, los altos índices de ausentismo electoral, los casos de abandono de cargo por parte de las autoridades locales, así como su asesinato, resultan elementos imprescindibles de un análisis serio que busque determinar las causas de por qué IU no logró adaptarse eficientemente a escala municipal. Los partidos políticos perdieron mucho de sus cuadros en manos de Sendero Luminoso; ello, además, debilitó principalmente a aquellas organizaciones que eran fuertes en la zona de influencia del terrorismo. ¿Cuáles eran esas

23

Para mayor referencia, revisar el Tomo III de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) sobre los partidos políticos de izquierda.

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organizaciones? Pues organizaciones de izquierda como IU. Al ganar diversas municipalidades en el sur del país, la «zona de influencia» del conflictos en los 80s, fue una organización que sufrió en carne propia las represalias más cruentas del terrorismo. Hay en lo dicho, entonces, factores que nos permiten entender por qué no siempre la moderación fue una alternativa posible; la manera de cuidar y salvaguardar la integridad física de quienes representaban a la clase política, como los alcaldes y funcionaros municipales de IU, debía colindar, en ocasiones, con el mantenimiento de cierto discurso radical que los mantuviese, en términos relativos, a salvo de Sendero Luminoso. 3.4. Conclusión A lo largo de este capítulo hemos intentado responder a la pregunta de por qué el PT construyó un aparato partidario mucho más eficiente y moderado a partir del aprovechamiento del espacio municipal, y por qué IU tuvo serios problemas para seguir el mismo camino. En el caso brasilero, el hecho de que los sectores moderados del partido ganasen las instancias de gobierno local permitió que obtuvieran una influencia más amplia y notoria frente a los cuadros más radicales. La autonomía municipal, otorgada por una dirigencia que entendió la importancia de este factor y elaboró una política al respecto, tuvo un importante efecto en ello. Asimismo,

el

proceso

de

moderación

también

logró

plasmarse

en

la

intencionalidad real de gobernar eficientemente (acompañada de políticas públicas importantes). En ese sentido, el PT consiguió que quienes ingresaban a servir en los gobiernos locales o federales privilegiaran una manera de «hacer política»

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ligada a la consecución de resultados provechosos para el partido, ensalzando la imagen del mismo frente a la sociedad. En relación a IU las respuestas son más difusas. ¿La eficiencia de las gestiones municipales fueron pilares en la política de IU? Al parecer esto no sucedió. A pesar de haber sido una alternativa política importante en diversos departamentos y localidades del Perú, no se llegó a plasmar manifiestamente una propuesta política de unidad, donde se privilegiasen buenos resultados de gobierno a nivel municipal. Esta idea sería sustentada bajo el principio de que no existieron mecanismos claros para la selección de candidatos en las diferentes localidades del país, donde muchas veces lo que primó fueron acuerdos consensuados y no institucionales. Sostengo que no existieron más que esfuerzos aislados a nivel municipal, pero nada que respondiera a una política institucional de largo aliento. Por ello, las experiencias de administración local no fueron suficientes para influir en la organización a nivel nacional. IU fue organización partida: no sólo entre los diversos partidos que la compusieron, sino también en su relación con varios de sus representantes en diferentes municipios del país. Esto se traduce también en la fragmentación local de los partidos de izquierda, la cual no contribuyó a la creación de un frente común. Ello se ve reflejado, como señala Nogueira-Budny, en que la influencia de los pragmáticos y la moderación de los más radicales no permitió una moderación en conjunto ya que IU no tuvo reglas democráticas internas (como los mecanismos de elección de candidatos) y fue menos susceptible al accountability.

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Asimismo, tampoco encontramos grandes conflictos entre los gobiernos locales de IU y el núcleo central de la organización. A diferencia del PT, en IU no existieron los incentivos favorables para la formación de una identidad local. La presencia constante de Sendero Luminoso y la debilidad de un proyecto político realmente integral, donde prácticamente no se encuentran «políticas de bandera» a nivel nacional, fueron elementos decisivos que nos permiten entender, en parte, por qué IU no se logró construir como una organización eficiente bajo el aprovechamiento de los espacios locales.

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Conclusiones A lo largo de esta investigación hemos repasado parte de la historia de Izquierda Unida, organización política importante durante la década del ochenta en el Perú. Presentamos y reconstruimos elementos de comparación con la historia del Partido de los Trabajadores brasilero, resaltando, en ambos casos, ciertas características que nos ayuden a entender por qué en un caso, el brasilero, el partido sí logró adaptarse (y moderarse) a su sistema político, mientras que en el otro, el peruano, la historia fue diametralmente distinta. Nuestro trabajo ha intentado diagnosticar, entonces, el contexto y su capacidad de influencia en ambas organizaciones políticas; asimismo, ha presentado diferentes variables que envolvieron a cada uno de nuestros casos de estudio, las cuales incidieron de diversas maneras en su capacidad de construcción de una «organización eficiente» que lograse hacer frente a una realidad cambiante y muchas veces amenazante (por ejemplo, frente a dictaduras militares). Siguiendo esta línea, hemos identificado dos elementos que parecen haber incidido en la capacidad de adaptación de IU y del PT: el espacio del sindicalismo y el elemento municipal. En Brasil encontramos un sindicalismo (CUT) que logró empoderar al partido a nivel nacional, colocándolo en un centro político importante (relevante frente un electorado desideologizado) que le permitió obtener un mayor apoyo popular. Esto sin duda alguna tuvo una repercusión palpable en el masivo soporte electoral que hasta nuestros días posee el PT. Desde

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el año 2002, es partido de gobierno en Brasil, y ha logrado institucionalizar una política de cuadros «moderados» que sigue cosechando resultados políticos medianamente favorables. Asimismo, el PT fue un partido que logró aprender de sus experiencias de gobierno local: la destreza política de su dirigencia para empoderar los espacios sub-nacionales fue una estrategia efectiva que le ha seguido retribuyendo, en líneas generales, méritos en las gestiones de gobierno. En contraste del caso brasilero, vemos en IU un sindicato (CGTP) sumamente débil: afectado por la reducción de la base social laboral durante los 80s, no logró consolidarse como una presencia moderadora dentro del Partido Comunista Peruano y, por ende, dentro de IU. A la par, encontramos a una organización que localmente no tuvo mayor capacidad de articular una propuesta unida, coherente, sólida. No pudo crear una marca común que la diferenciase de los partidos tradicionales ni pudo promover la aparición de cuadros moderados que privilegiasen las gestiones de gobierno pragmáticas y eficientes. No obstante, la presencia del terrorismo en la década del ochenta es una variable a considerar en el análisis. Pensamos que gran parte de esta desarticulación a nivel local se puede entender por la presencia constante de Sendero Luminoso en los departamentos donde precisamente IU era más fuerte. En este punto, nos gustaría volver a la frase inicial de nuestro trabajo, donde Sinesio López alegaba que —tras la derrota en la elección presidencial de 1985— IU se encontraba en la «antesala» de llegar a Palacio de Gobierno. Hoy en día, la historia nos ha demostrado que esta ambiciosa (y arriesgada) predicción no se llegó

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a cumplir, y tras más de treinta años del inicio del proyecto de IU, la izquierda peruana contemporánea aún sigue batallando por mantenerse vigente en el sistema político. Por aquel entonces, el promedio de votación nacional de la izquierda era aproximadamente de 25%; en nuestros tiempos, difícilmente supera el 10%. Conviene decir que para nosotros la presencia de la izquierda en el sistema de partidos es siempre saludable; no solo porque ayuda a construir un sistema político más equilibrado y con mayores contrapesos, sino porque además propone temas de debate público que sólo las agendas de la izquierda en América Latina ponen sobre el tapete (programas de inclusión social; mayor redistribución del ingreso; Estados más activos más comprometidos a proveer servicios básicos a las poblaciones más vulnerables; etc.) Recientemente, la izquierda peruana ha vuelto a formar un frente de diversos grupos, partidos y organizaciones izquierdistas a la que ha denominado el Frente Amplio de Izquierda. En ese sentido, es interesante advertir que algunas de las categorías de análisis que hemos utilizado en esta investigación —sindicalismo, organización local y regional— regresan al debate público (Dargent 2013b, Meléndez 2013, López 2013, Levitsky 2013; por mencionar algunos). En ese sentido, la aparición de este frente es importante para la construcción de nuestro sistema político. Sobre lo dicho por estos autores, quisiéramos agregar un par de consideraciones al debate. Por un lado, repensar la necesidad de construir proyectos políticos de izquierda sobre aquellos movimientos laborales y sindicales es una tarea pendiente y que no debe seguir descartada de las estrategias políticas.

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Esto presupone, por supuesto, un reto académico y práctico arduo. Como mencionamos en el presente trabajo, desde la década del ochenta encontramos en el país una debilidad sindical que tiene consecuencias negativas sobre la capacidad de organización de los proyecto de izquierda. La situación empeora aún más cuando traemos al análisis el hecho de que en la década del noventa, durante el gobierno autoritario-competitivo de Alberto Fujimori, el avance de las políticas económicas neoliberales empeoró la situación de sindicatos que ya eran sumamente débiles, dejándolos al borde de la extinción (Roberts 2002; Weyland 2004; Dargent 2009b). Si bien la situación ha mejorado tenuemente para los sindicatos, todavía queda mucho trabajo por hacer en uno de los pilares históricos de apoyo de la izquierda. Por otro lado, creemos que el nuevo Frente Amplio de Izquierda tendría que tomar en cuenta en su análisis político la experiencia negativa de IU a escala municipal, sobre todo en aquellas localidades lejanas a la capital. La izquierda debe priorizar la eficacia en la gestión de gobierno; en ese sentido, la manera más saludable de convertirse en una organización política eficiente se relaciona con la aprehensión, en un inicio, de las diversas experiencias de los gobiernos locales, tal como sucedió con el Partido de los Trabajadores brasileño en la década del noventa. Al respecto, Evelyne Huber Stephens sostenía que la izquierda peruana debía consolidarse primero en los espacios de gobierno local por un conjunto de razones. En primer lugar, porque las grandes diferencias ideológicas que aparecen normalmente durante las campañas nacionales suelen mitigarse en campañas locales que

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privilegian el pragmatismo y los acuerdos institucionales; de esta manera es más fácil llegar a consensos concretos sobre los programas de gobierno futuros, lo cual es bien recibido por las poblaciones. En segundo lugar, porque mientras en las campañas presidenciales los grupos de izquierda tienen que negociar reciamente para elegir sólo un candidato (el de su preferencia), en las elecciones municipales todos los grupos pueden decidir apoyar o no a un grupo mucho más variado y amplio de candidatos, generando dinámicas democráticas de elección que fortalecen a la organización en conjunto. En tercer lugar, porque es mucho más sencillo llegar a grupos reducidos focalizados en pequeñas ciudades o localidades, en vez de buscar obtener los votos de varias miles de personas en las capitales departamentales. De esta manera, la izquierda consigue lograr reducir el acceso desigual a los medios de comunicación y, al mismo tiempo, incrementa la importancia de su propia «capacidad organizativa». Finalmente, la izquierda debe aprovechar los espacios locales porque se generan lazos de solidaridad por la acción conjunta, por la visibilidad de los líderes locales, y por el espacio de oposición que se obtiene frente a las autoridades nacionales. Así, la izquierda tiene la posibilidad de reforzar la lealtad de sus miembros y, consecuentemente, obtener un cada vez mayor apoyo electoral. Hace exactamente treinta años Evelyne Huber diagnosticaba la situación de la izquierda y sus posibilidades electorales. Probablemente cualquier análisis político recomendaría, en el contexto actual, las mismas consideraciones que la autora plasmó convincentemente. En ese sentido, pensamos que el Frente Amplio de

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Izquierda tiene que enfocarse primero en generar políticas de fortalecimiento institucional, de creación de partido, de enraizamiento social. Lamentablemente, este es un proyecto que podría tomar años, quizás décadas, y que solamente el tiempo nos dirá si la izquierda peruana está dispuesta a asumir. Habrá que ver si decide cambiar el pasado y reconstruir el futuro.

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Anexo 1: Lista de Entrevistados

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Rolando Ames Antonio Zapata Sinesio López Henry Pease Edmundo Murrugarra Nicolás Lynch Juan Silva (Miembro del Comité Central de Patria Roja)

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