Significado secundario, propiedades fenoménicas y metáfora. Cristián Santibáñez y Jorge Osorio (eds.), Recorridos de la metáfora: mente, espacio y diálogo. Cosmigonon Ediciones, Concepción 2011

July 17, 2017 | Autor: J. Torres Meléndez | Categoría: Metaphor, Meaning, Later Wittgenstein
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Publicado en: Santibáñez, Cristián y Jorge Osorio (eds.), Recorridos de la metáfora: mente, espacio y diálogo. Cosmigonon Ediciones, Concepción.

SIGNIFICADO SECUNDARIO, PROPIEDADES FENOMÉNICAS Y METÁFORA Julio Torres Meléndez Universidad de Concepción

1. Introducción En las Investigaciones filosóficas Wittgenstein introduce una distinción entre uso metafórico y uso secundario de palabras. La distinción propuesta ha sido poco examinada y cuando se le ha prestado atención se han producido malentendidos de diverso tipo, que están motivados no sólo de manera importante por las escasas afirmaciones que explícitamente hace Wittgenstein al respecto, sino también por alguna incapacidad de los intérpretes para comprender la relevancia de cierta investigación de naturaleza fenomenológica (una investigación acerca de cómo es tener determinadas experiencias) que puede encontrarse en la segunda parte de las Investigaciones filosóficas y en otros escritos de Wittgenstein acerca de cuestiones de filosofía de la psicología. La explicación de la distinción entre metáfora y empleo secundario de palabras (o significado secundario) se construye comúnmente sobre la base de un ejemplo paradigmático que, sin embargo, como veremos, tiene el inconveniente de no iluminar los ámbitos en donde el significado secundario muestra su densidad filosófica, ámbitos tales como la expresión de sensaciones, emociones, sentimientos y vivencias estéticas. Quien ha mostrado con claridad la relevancia filosófica del significado secundario ha sido Oswald Hanfling, sin embargo, para Hanfling no es relevante la distinción entre significado secundario y metáfora, sino más bien la distinción entre metáforas que son explicables en términos racionales y otras que no lo son, aunque, admite, la distinción no está construida en estos términos por Wittgenstein1. Por mi parte, intentaré mostrar que dicha distinción es relevante en los términos en que Wittgenstein la sostiene, la cuestión, por cierto, no es terminológica, sino que radica en la naturaleza de aquello que hace posible a los enunciados que contienen un uso secundario de palabras (de aquí en adelante ‘enunciados de significado secundario’). El ejemplo paradigmático antes aludido es el siguiente: (1) La vocal e es amarilla. De acuerdo a Wittgenstein este enunciado no contiene una metáfora, pues lo que se afirma no puede ser dicho con otros conceptos que los que aquí están involucrados. Se está expresando en (1) que la vocal e es amarilla en el sentido usual o primario de la palabra ‘amarillo’. “El significado secundario no es un significado ‘metafórico’ [übertragene ‘Bedeutung’]. Si digo «la vocal e para mí es amarilla», no quiero decir: ‘amarilla’ con 1

Hanfling 2002, p. 155. Cf. también Hanfling 1991.

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significado metafórico—pues lo que quiero decir no lo puedo expresar de otro modo que mediante el concepto ‘amarillo’ [des Begriffs ‘gelb’]” (Wittgenstein 1988, p. 495). Pero si en cambio se afirma: (2) La poesía debe ser una moneda cotidiana2, no se dice que la poesía deba ser en un sentido usual o primario una moneda, sino que se hace una metáfora. Aquello que se dice en la metáfora puede ser expresado también bajo otros conceptos, la metáfora no parece ser necesaria para expresar el contenido proposicional de este enunciado, aunque sin duda los aspectos no proposicionales tales como las imágenes que la metáfora evoca y los sentimientos o connotaciones subjetivas que ella produce (aquello que Frege llamaría la representación subjetiva que acompaña al sentido) no quedarían capturados por la expresión conceptual que suprime a la metáfora. Donald Davidson expresó una opinión coincidente acerca de la naturaleza de la metáfora y, de acuerdo a mi opinión, sería también la posición de Wittgenstein al respecto: no hay algo así como un significado metafórico en el sentido de un significado extendido o divergente del significado que damos a las palabras en el sistema del lenguaje3. La discusión acerca de la naturaleza de la noción de significado secundario debería contribuir a aclarar esta cuestión que despierta cierta polémica, como también debería mostrar que, independientemente de opiniones coincidentes antes aludidadas, la posición de Davidson acerca de la metáfora no puede ser identificada con la noción de significado secundario como algunos erróneamente han pretendido 4 . Uno de mis propósitos en este artículo será mostrar que la noción de significado secundario puede aclarar ciertos usos de palabras que comúnmente serían reconocidos como usos metafóricos, pero dado que no cumplen con la condición bosquejada más arriba deberían caer fuera del ámbito de lo metafórico. Me centraré en la expresión de estados internos, tales como sensaciones y sentimientos. Mi propuesta será que la noción de Wittgenstein de significado secundario puede dar cuenta del aspecto creativo de nuestro lenguaje acerca de estados y procesos subjetivos asociados, por ejemplo, a la sensación, al sentimiento y a la emoción. Se ha identificado a la expresión metafórica como cumpliendo esta función creativa, ciertamente, pero hay aspectos de la metáfora que la hacen semánticamente diversa de la noción de significado secundario, algunos de ellos los mostró con claridad Wittgenstein y otros han quedado opacados, como he adelantado, no sólo por la parquedad de sus afirmaciones al respecto, sino también por cierta incapacidad para ver las conexiones que tiene la noción de significado secundario con otros conceptos que Wittgenstein construye en las Investigaciones filosóficas y que aparecen yuxtapuestos a los de significado secundario. Se trata de los conceptos de experiencia o vivencia del significado (Bedeutungserlebnis) y de ceguera para el significado (Bedeuntungsblindheit). La incapacidad de los comentaristas para ver estas conexiones está sin duda motivada por ciertas confusiones acerca del rechazo de Wittgenstein a las concepciones mentalistas del significado, sus múltiples argumentos acerca del carácter no normativo de los contenidos mentales ha oscurecido la comprensión de sus afirmaciones 2

Jorge Teillier. Cf. Davidson 1984. 4 He examinado críticamente un intento de esta naturaleza de Jochim Schulte (cf. Schulte 1989) en Torres 2005. 3

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acerca de ciertas experiencias subjetivas que pueden acompañar el uso de nuestras palabras que Wittgenstein capturó con su noción de vivencia del significado y cuya ausencia exploró mediante la estipulación conceptual de la ceguera para el significado. La aclaración de la relevancia de la exploración de naturaleza fenomenológica que Wittgenstein lleva adelante cuando se pregunta qué es aquello de lo que carece el ciego para el significado nos dará también una aclaración acerca de las condiciones de posibilidad del significado secundario y mostrará que estas condiciones son radicalmente distintas de aquellas que hacen posible la metáfora. Propondré aquí una explicación del significado secundario sobre la base de la noción vivencial de significado, una noción que sólo puede ser comprendida a partir de la distinción entre propiedades no intencionales (o cualitativas) y propiedades intencionales de nuestra experiencia. Esta explicación no está en Wittgenstein, y no es por ello una conjetura interpretativa, aunque constituye una propuesta construida sobre la base de las intuiciones de Wittgenstein al respecto, su validación no depende de que se ajuste a tal o cual interpretación textual. Argumentaré que todos los casos de uso secundario de palabras deben ser leídos como oraciones en primera persona del singular del presente de indicativo, aunque sus formas gramaticales típicas no sean de esta clase; y propondré un modelo para dar cuenta del significado secundario sobre la base del concepto de clausura explicativa, y del cruce de la distinción entre uso y significado con la distinción entre propiedades intencionales y fenoménicas. Algunas aclaraciones previas antes de desarrollar mi propuesta. Esta perspectiva acerca del significado secundario, que depende de la distinción entre propiedades no intencionales y propiedades intencionales, no debe ser confundida con las propuestas para comprender el significado secundario en términos de una reducción a un enlace no intencional, de carácter causal, entre los términos relevantes del enunciado de significado secundario5. Esta es una perspectiva que parece estar insinuada por Wittgenstein cuando se pregunta acerca de cómo alguien podría llegar a aceptar la verdad de enunciados de este tipo. La cuestión se plantea sobre un ejemplo simétrico a (1): Dados los dos conceptos de 'graso' y 'magro', ¿estarías más dispuesto a decir que el miércoles es graso y el martes magro, o bien a la inversa? (Me inclino decididamente por lo primero.) ¿Tienen aquí 'graso' y 'magro' un significado distinto del usual? –Tienen distinto empleo. –¿Debería, pues, haber usado otras palabras? Esto claro que no. –Aquí quiero usar estas palabras (con los significados habituales). –Yo no digo nada sobre las causas del fenómeno. Podrían ser asociaciones provenientes de mi infancia. Pero esto es hipótesis. Sea cuál sea la explicación –la inclinación subsiste6. Ahora bien, pretender que esto es todo lo que podemos decir acerca del significado secundario es cometer un error importante acerca de la naturaleza del examen que 5

Una idea que yo mismo defendí, en Torres 2005, p. 60, sobre la base de la distinción entre razones y causas de Wittgenstein y utilizando, también, el concepto de trasfondo de la intencionalidad (background of intentionality) de John Searle (cf. Searle 1992 y Searle 1998). Aunque rechazo ahora esa tesis, mantengo los argumentos que allí presenté para defender la distinción entre metáfora y significado secundario, y la crítica a los intentos de identificar la metáfora tal como la entiende Davidson con la noción de significado secundario. 6 Wittgenstein 1988, p. 495.

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pretende hacer Wittgenstein. Su examen no es de carácter empírico-psicológico, no es una investigación causal, sino una investigación conceptual y, también, de naturaleza fenomenológica, como argumentaré más adelante, y justamente es esto lo que quiere mostrar Wittgenstein al afirmar que no dice nada acerca de las causas del significado secundario. Hay que recordar aquí, por ejemplo, aquello que sostiene sobre la importancia de su investigación acerca de conceptos tales como ver un aspecto y familiaridad. Respecto del primero dice: “Sus causas interesan a los psicólogos. A nosotros nos interesa el concepto y su ubicación entre los conceptos de experiencia”7. Y respecto de la vivencia de familiaridad sostiene: “[…] lo que constituye la familiaridad no es el hecho histórico de que yo haya visto frecuentemente tales objetos, etc.; porque la historia que precede a la experiencia no se encuentra en ella misma”8. Algo semejante debemos afirmar acerca de los enunciados de significado secundario, pues sea cual sea la explicación causal de estos enunciados, debemos preguntarnos por aquello que hace que podamos, muchas veces, reaccionar con comprensión respecto de ellos, debemos preguntarnos qué tipos de experiencias hacen posible esta comprensión9. De ahí que pretender explicar el ejemplo (1) sobre la base de ciertas coincidencias fónicas entre estas palabras en idioma alemán resulta fuera de lugar, entre otras razones porque Wittgenstein también construye el ejemplo sobre otras vocales 10: “Sé también cómo es ver gris la vocal a y ver violeta oscuro la vocal ü. –Sé también lo que es pasar revista mentalmente a estas vivencias. Cuando hago esto, no estoy pasando revista mentalmente a tipos de conducta o situaciones” 11 . ¿Deberíamos dar cuenta aquí de este ejemplo explorando otras contingencias fónicas que darían cuenta en términos no intencionales de estas asociaciones? Esto no parece razonable y Wittgenstein lo niega explícitamente 12 . Un peligro al que nos conduce fijarnos sólo en este tipo de ejemplos es que nos puede conducir a buscar una explicación de una asociación entre signos en donde deberíamos buscar cómo es posible que podamos comprender una asociación entre conceptos. Como lo he indicado, estas posibles coincidencias podrían dar cuenta hipotéticamente de cierta tendencia a aceptar determinados enunciados que contienen usos secundarios de palabras pero no dan cuenta de la capacidad de comprensión que tenemos de ellos. Este malentendido está relacionado con otro: cuando Wittgenstein señala que lo que se dice en el significado secundario no puede ser dicho de otra manera que como se dice, no quiere decir que debamos usar las mismas palabras. La asociación que constituye un enunciado como (1) no depende ni de las palabras que se usa ni de la lengua en que se expresen (o en términos de Frege, nuevamente, no depende de los signos, sino de los 7

Wittgenstein 1988, p. 445. Wittgenstein 1992, p. 149. 9 Dice Wittgenstein: Esto se parece a la manera en que algunas personas no entienden la pregunta "¿Qué color tiene para ti la vocal a?" –Si alguien no la entendiera, si declarara que es un puro sin-sentido –¿no podríamos decir que no entiende español, o que no entiende el significado de las palabras "color", "vocal", etcétera? Por el contrario: si ha aprendido a entender estas palabras, entonces también podría reaccionar ante aquella pregunta 'con comprensión' o 'sin comprensión' (Wittgenstein 1997c, § 185). 10 Una propuesta de este tipo la hace Eduardo Fermandois en un artículo por publicar, “Imagen, aspecto, emoción. Apuntes para una fenomenología de la metáfora”, nota 21. 11 Wittgenstein 1997, § 91. 12 Cf. Wittgenstein 1988, p. Ver cita en sección 3 del presente trabajo. 8

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sentidos de los signos). Es un enlace de tipo proposicional y no oracional o de tipo fónico (aunque en otro nivel también lo es, por cierto). El carácter de estos ejemplos puede, finalmente, opacar la relevancia en otros ámbitos del significado secundario. Otros ejemplos, que se encuentran en los escritos de Wittgenstein, tales como (3) Pena profunda13, y otros como ‘sonido profundo’, ‘dolor agudo, ‘aflicción amarga’, ‘sensación de irrealidad’, y ‘siento un peso en el alma’, mostrarán mejor su relevancia filosófica al mostrar la vinculación del significado secundario con mecanismos de expresión de estados internos.

2. Significado secundario y metáfora He señalado que despierta cierta polémica la afirmación según la cual no hay algo así como un significado metafórico para Wittgenstein. Con ‘significado metafórico’ se quiere aludir a la existencia de algo así como un concepto de significado cognitivo distinto del usual y también a algo así como una verdad metafórica, un concepto de verdad distinto al de la verdad literal. No pretendo aquí discutir este tipo de afirmaciones, ni tampoco considerar hasta donde sea posible afirmar que se ha logrado efectivamente construir una formulación que responda a los requerimientos de estas intuiciones. Mi propósito es sólo sostener que Wittgenstein no parece tener estas intuiciones acerca de la metáfora. Esto, por cierto, no resta importancia a la función filosófica que él adscribe a las metáforas. Wittgenstein hace un uso amplio y diverso de símiles, metáforas y figuras a lo largo de las Investigaciones filosóficas, y muchos de sus argumentos descansan en que veamos las cosas de manera distinta a través de la propuesta de una figura (Bild) alternativa, una figura de comparación, y vincula esta función filosófica, una función de aclaración conceptual, a la noción de cambio de aspecto. Las figuras propuestas deberían provocar algo así como un cambio de aspecto. Esta cuestión es ampliamente reconocida y no merece mayor defensa, pero de ello no se sigue, por cierto, que Wittgenstein sostenga determinado punto de vista acerca de la naturaleza de la metáfora. La discusión acerca de la naturaleza del significado secundario puede ayudar a aclarar esto último, pues es justamente en aquellos contextos en donde Wittgenstein hace afirmaciones explícitas acerca de la naturaleza de la metáfora y en donde se establece un puente entre la vivencia de aspectos y la vivencia del significado, que a su vez se relaciona con el significado secundario, aunque no con la metáfora. La metáfora depende de la distinción pragmática entre uso y significado, es un empleo creativo de palabras en contextos en donde no sería posible aprender su significado primario o usual, pero todos estos usos son prescindibles, pues el contenido proposicional de la metáfora puede ser expresado de manera no metafórica tal como explícitamente lo sostiene Wittgenstein cuando establece la distinción entre significado secundario y significado metafórico. Wittgenstein llega a firmar que “el empleo figurativo de una palabra no puede

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Cf. Wittgenstein 1958, p. 137. Citado por Hanfling 2002, p. 152.

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entrar en conflicto con el originario”14. Si no pueden entrar en conflicto, suponemos, no parece que la metáfora dependa de un cambio semántico, sino sólo de un cambio que llamaré pragmático: un desplazamiento que no afecta al significado sino sólo a la situación particular de uso. Wittgenstein y Davidson coinciden en afirmar que la condición de posibilidad del significado secundario y de la metáfora radica en la distinción entre, por un lado, el significado de las palabras y, por otro, las maneras en que las utilizamos. La metáfora, de acuerdo con Davidson, pertenece exclusivamente al dominio del uso: “Es algo que se obtiene a partir del empleo imaginativo de palabras y oraciones y que depende por completo de los significados ordinarios de esas palabras” (Davidson 1984, p. 247). La posición de Wittgenstein es coincidente. Tanto el significado secundario como el metafórico o figurativo, consisten en emplear una palabra con un determinado uso primario (o con determinado significado) en circunstancias nuevas. No hay algo así como un significado metafórico divergente del significado como uso, aunque hay una noción de significado que no se identifica con el uso. La creencia en un ámbito de significado metafórico en el sentido de un significado divergente del ordinario puede estar fundada en que Wittgenstein afirma: “El significado secundario no es un significado ‘metafórico’” (Wittgenstein 1988, p. 495). Pero, estas expresiones deben ser leídas, respectivamente, como “uso secundario de palabras” y “uso metafórico de palabras”. Así como no hay un significado secundario, en el sentido de un significado divergente del ordinario, sino el empleo de una palabra con su significado primario en casos distintos a los usuales, tampoco hay un significado metafórico, en el sentido de un significado divergente del ordinario, sino un empleo metafórico de las palabras. De acuerdo con Wittgenstein: 797. [...] el uso secundario consiste en aplicar la palabra con este uso primario en circunstancias nuevas. 798. En este sentido, se podría tratar de llamar al significado secundario “translaticio”. 799. Pero la relación no es aquí como aquella que se da entre “cortar un trozo de cuerda” e “interrumpir el discurso”, puesto que aquí no se tiene por qué usar la expresión figurativa. Y cuando se dice “la vocal e es amarilla” la palabra amarillo no se usa figurativamente. (Wittgenstein 1987). La diferencia entre significado secundario y metáfora se establece cuando Wittgenstein sostiene que lo que quiero decir en el caso del uso secundario no lo puedo expresar de otro modo que mediante los conceptos que utilizo, algo que sí puedo hacer en el caso de la metáfora. O, en otros términos, el criterio que distingue al significado secundario del significado metafórico no radica en que haya o no expresión de significado metafórico, como ha llegado a creer, por ejemplo, Cora Diamond (1991, p. 228). No hay tal cosa para Wittgenstein. Como he dicho, la condición necesaria tanto para la metáfora como para el significado secundario radica en la distinción entre uso y significado. Esta distinción es, por cierto, totalmente compatible con la afirmación del parágrafo 43 de las Investigaciones filosóficas, según la cual el significado de una palabra es su uso en el lenguaje. El uso de 14

Wittgenstein 1988, p. 493. Obsérvese que la traducción al español suprime erróneamente la negación en este enunciado.

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una palabra con un determinado significado en circunstancias nuevas, no se identifica con la clase de uso mediante el cual se explica el significado de una palabra. El significado de una palabra es su uso en el sistema del lenguaje y no en tal o cual situación específica. Los conceptos de significado y uso no pueden ser identificados en términos absolutos en Wittgenstein, primero, porque no todo concepto de significado se identifica con el concepto de uso de una palabra en el lenguaje. Algo que queda establecido ya en las Investigaciones filosóficas § 43, aunque esto ha sido algunas veces ignorado o mal interpretado. Se sostiene allí que sólo para una gran clase de casos el significado es el uso de una palabra en el lenguaje. Pero debe advertirse que la dependencia del significado secundario respecto de la distinción entre uso y significado es doble: por un lado, esta distinción permite comprender cómo es posible el uso, en una situación específica, de una palabra de tal manera que pueda ser extraída del rango de objetos en los cuales se puede aprender su significado y, por otro, muestra que la condición de posibilidad del significado secundario, a diferencia de la metáfora, radica en la existencia de contenidos no intencionales asociados como el dominio del lenguaje y que Wittgenstein identificó con su concepto de experiencia o vivencia del significado. El concepto vivencial de significado es un concepto alternativo al significado como uso y, como veremos, tiene un papel central en la explicación de la naturaleza del significado secundario.

3. Contenido intencional y contenido cualitativo Filósofos de diversas tradiciones intelectuales han concordado en que uno de los rasgos de la mayoría los contenidos mentales, aunque no de todos, es la intencionalidad. Este rasgo consiste en que tales contenidos representan objetos o, como se acostumbra a decir, tienen intencionalidad en la medida en que son acerca de algo. A diferencia de los objetos físicos, los contenidos mentales, tales como sensaciones visuales, auditivas y táctiles, tienen la propiedad de representar el mundo. Mi experiencia de una manzana roja sobre la mesa es justamente una experiencia acerca de una manzana roja sobre la mesa. Puede ocurrir, ciertamente, que mi experiencia no represente realmente una manzana roja sobre la mesa, pero aun así, aunque tenga una ilusión de que hay una manzana roja sobre la mesa, mi experiencia representa algo, aquello que representa ha sido llamado el objeto intencional de mi experiencia. Sin embargo, hay estados mentales que no parecen representar nada y que consisten simplemente en la cualidad subjetiva que los constituyen. El dolor ha sido reconocido como un estado mental de este tipo, es decir, como un estado no intencional, un estado que no tiene la cualidad de representar nada en el mundo 15 . Si seguimos una argumentación como la que daría Wittgenstein al respecto deberíamos decir que creo (o que sé) que hay sobre la mesa una manzana roja porque tengo una percepción de que hay allí un objeto de tales características, pero, en cambio, carece de sentido decir que creo (o que sé) que tengo un dolor porque siento un dolor. Tener un dolor es sentirlo16. Y dado que los dolores no representan sus causas (no tienen como objeto intencional su causa), no puede constituir un criterio de que tengo un dolor el conocimiento de su causa. Puedo conocer aquella causa y sentir el dolor, pero también puedo sentir el dolor sin conocer su causa, 15 16

Una concepción alternativa que niega el carácter no intencional del dolor se puede encontrar en Tye 2003. Cf. Wittgenstein 1988, § 246.

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como también puedo conocer y sufrir el evento que normalmente es la causa de un dolor sin sentir el dolor. La naturaleza del dolor mostraría entonces que hay rasgos de nuestra experiencia que carecen de contenido representacional y sólo tendrían contenido cualitativo. Wittgenstein lo dice de manera un tanto enigmática en una sola frase: “La imagen del dolor no es una figura y esta imagen tampoco es reemplazable en el juego de lenguaje por algo que llamaríamos una figura”. Se ha sostenido que así ocurre también con la experiencia subjetiva de los colores. John Locke ya argumentó, en el Ensayo sobre entendimiento humano (1690), que la inversión de nuestra experiencia de rojo respecto de la de verde, por ejemplo, podría dejar intacto nuestro desempeño funcional al respecto, nuestra conducta acerca de los colores podría ser indistinguible de quien no ha sufrido la inversión sólo haciendo los ajustes necesarios respecto de la aplicación de las palabras que nombran colores. Esto mostraría que la experiencia sujetiva del color no participa semánticamente del lenguaje acerca de colores y no sería por ello una experiencia de carácter intencional. Wittgenstein, por su parte, no parece tener interés en estados subjetivos que no tengan consecuencias conductuales, como los contenidos no intencionales a los que he aludido, pues nos recuerda constantemente que lo decisivo para definir nuestras expresiones y acciones no son nuestras vivencias o experiencias subjetivas asociadas a ellas, sino las circunstancias que las rodean. Su ataque a las concepciones mentalistas del significado es un ejemplo de ello, como también lo es su desconstrucción de nuestros supuestos intelectualistas tras las explicaciones de nuestras acciones guiadas por reglas. Sin embargo, Wittgenstein considera explícitamente la posibilidad de que una persona sufra la inversión del contenido cualitativo de su experiencia de color, bajo la condición de que se mantenga inalterable su conducta lingüística al respecto (Wittgenstein 1968, p. 284). Sydney Shoemaker ha puesto de relieve que Wittgenstein advertiría que esta es una inversión del espectro que el sujeto podría detectar por medio de la introspección y la memoria. El mismo Shoemaker ha sostenido que es discutible que Wittgenstein esté dispuesto a dar sentido a conjeturas acerca de inversiones intersubjetivas, esto es, inversiones posiblemente no detectables, ni introspectivamente ni conductualmente, que podrían afectar a personas que sean funcionalmente idénticas a quienes no sufren tal inversión (Shoemaker 1982, p. 360). Pero, independientemente de la discusión acerca de si Wittgenstein estaría dispuesto a dar sentido a afirmaciones como ésta, que son el núcleo del llamado argumento de los qualia invertidos en contra de las teorías funcionalistas acerca de lo mental, es relevante para la presente discusión acerca de la naturaleza del significado secundario, que Wittgenstein considera la cuestión de la inversión y de la ausencia de contenidos cualitativos en casos diferentes de aquellos sobre los cuales tradicionalmente se ha argumentado para apoyar la tesis de la existencia de propiedades de nuestra experiencia que no pueden ser definidas funcionalmente. Es natural asumir que si hay propiedades de este tipo ellas deben acompañar, por ejemplo, nuestras percepciones visuales, auditivas, olfativas y, también, sensaciones como el dolor. Los argumentos acerca de la naturaleza de los qualia no parece que hayan considerado alguna vez ejemplos de propiedades cualitativas asociadas al significado de lingüístico. Esto no es sorprendente dado la facilidad con la que se puede formular el problema de los qualia sobre la base, principalmente, de nuestras percepciones visuales. Sin embargo, Wittgenstein identificó propiedades cualitativas asociadas al empleo de palabras. Hay múltiples ejemplos de ello en las Investigaciones filosóficas. No se trataría aquí de contenidos internos del tipo de los que Wittgenstein muestra que no son ni suficientes ni tampoco necesarios para dar significado a nuestras palabras, como las

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representaciones mentales que pueden acompañar a nuestros conceptos. Se trataría justamente de contenidos no representacionales como aquellos que se han identificado como los qualia (García Suárez 1995, p. 355). Estos contenidos son propiedades cualitativas o fenomenológicas de una experiencia asociada al uso de las palabras, es decir, no son un componente semántico de nuestros conceptos, sino que corresponden a aquellas propiedades que Thomas Nagel identificó como constituyentes del irreductible punto de vista sujetivo que define a los seres que tienen conciencia, en este caso, el punto de vista subjetivo acerca de como es tener la experiencia del dominio de un lenguaje17. Wittgenstein introduce la noción de experiencia o vivencia del significado para capturar esta conciencia fenomenológica del significado y el concepto de ceguera para el significado para explorar las consecuencias de la ausencia de esta conciencia, pero los intérpretes han tendido a desvalorizar el valor filosófico de estos conceptos. Creo que esto es un error y he discutido con cierta detención observaciones de esta naturaleza en otro lugar18. Sólo quisiera aquí señalar que la falta de valorización de estos conceptos en Wittgenstein radica básicamente en que no se ha percibido que justamente la experiencia del significado que examina Wittgenstein no puede tener ninguna función en la comunicación lingüística y que, por lo tanto, el concepto de ceguera para el significado que construye no alude a una incapacidad para usar intencionalmente los signos. El ciego para el significado así como sujeto que ha invertido su espectro de colores es funcionalmente indistinguible de quien no sufre de esta carencia o de esta inversión. La conjetura de la pérdida de esta vivencia implica la pérdida de cierta capacidad expresiva que es propia de quienes tienen el dominio de un lenguaje. Pero la ceguera para el significado por definición no afecta al uso lingüístico. Dice Wittgenstein: “Cuando supuse el caso de un ‘ciego para el significado’, era porque la experiencia del significado no parece tener ninguna importancia en el uso del lenguaje” (Wittgenstein 1997a, § 202). De lo que se trata en la ceguera para el significado es de la construcción de una estipulación posible para una clase de seres humanos, en donde la ceguera para el significado sería el concepto que mostraría la posibilidad de un tipo de defecto mental (Wittgenstein 1997c, § 183) o mostraría la posibilidad de cierto comportamiento autómata (Wittgenstein 1997a, § 198) o mecánico (Wittgenstein 1997a, § 324). La afección del ciego para el significado tiene que ver, por ejemplo, con una pérdida de cierta experiencia de familiaridad con las palabras, también con la carencia de cierto sentimiento respecto de la asociación de nombres propios y sus portadores, también con cierta incapacidad para sentir la pérdida de significado bajo el ejercicio de repetir varias veces una palabra, la incapacidad de hacer chistes con palabras, la ausencia de ciertas experiencias que son propias del buscar la palabra correcta para cierto contexto y, lo más relevante para los presentes propósitos, el ciego para el significado sería incapaz de usar secundariamente una palabra. En la siguiente sección intentaré mostrar cual es la conexión específica entre significado secundario y vivencia para el significado.

3. El significado secundario: una propuesta de explicación. 17

Cf. Nagel 1991. En “Qualia y significado en Wittgenstein”, artículo aceptado para ser publicado en Teorema. Revista internacional de filosofía. 18

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Propondré en lo que sigue un modelo para dar cuenta de la naturaleza del significado secundario sobre la base de los siguientes elementos: A. La distinción entre declaración de naturaleza fenoménica y declaración portadora de contenido intencional. B. La distinción entre el concepto intencional de significado y el concepto cualitativo de significado. C. La distinción entre significado y uso. D. Clausura explicativa. A, B y C deberían contribuir a aclarar en qué consiste la compresión de un enunciado de significado secundario. D debe mostrar en qué consiste la afirmación de Wittgenstein según la cual lo que quiero decir no lo puedo expresar de otro modo que mediante los conceptos involucrados en estos enunciados. Como he adelantado, sostengo la tesis de que todos los ejemplos de uso secundario de palabras deben ser leídos como oraciones en primera persona del singular del presente de indicativo aunque sus formas gramaticales no sean típicamente de esta clase. Los enunciados que tienen esta forma gramatical y que expresan contenidos psicológicos se conocen como ‘declaraciones’19. Es por ello que los enunciados de significado secundario deben ser un tipo de declaraciones20. Cuando Wittgenstein afirma: “Sí; decimos de cosas inanimadas que tienen dolor: al jugar con muñecas, por ejemplo. Pero este empleo del concepto de dolor es secundario” 21; el enunciado de significado secundario aludido aquí debería tener una forma semejante a “yo creo que la muñeca siente dolor”. Cuando dice que la vocal e es amarilla, debe ser entendido, y así lo expresa en algunos lugares, como “para mí la vocal e es amarilla” (es decir, “yo creo que la vocal e es amarilla”). Lo mismo con enunciados tales como ‘aflicción amarga’ que deben ser leídos como ‘tengo una aflicción amarga’. Ahora bien, ¿qué tipo de declaraciones son los enunciados de significado secundario? En A he recogido la distinción que hace explícita Crispin Wright acerca de la naturaleza de las declaraciones. Las expresiones “declaración de naturaleza fenoménica” y “declaración portadora de contenido intencional” son una libre traducción de las expresiones “phenomenal avowals” y “an avowals of a content-bearing state” que Wright utiliza para distinguir entre enunciados declarativos de los cuales no tiene sentido preguntar por razones o evidencias acerca de cómo los sostenemos (por ejemplo, ‘tengo dolor de cabeza’); y enunciados declarativos que están “parcialmente individuados por el contenido proposicional o la dirección intencional”, tales como ‘estoy pensando en mis padres’ y ‘espero que pronto deje de silbar esa persona bajo mi ventana’ 22 . Wright, siguiendo a Wittgenstein, sostiene que las declaraciones de naturaleza fenoménica, a diferencia de aquellas que tienen contenido intencional, carecen de justificación o fundamento 19

‘Avowals’ en inglés. Cf. García Suárez 1976. Acerca del concepto de declaración, en el contexto de la concepción no-cognitiva de las declaraciones en Wittgenstein, véase García Suárez 1976, pp. 134-154. 21 Cf. Wittgenstein 1988, § 282. 22 Cf. Wright 1998, pp. 14-15. 20

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(groundless), están fuertemente sometidos a la autoridad de la primera persona (strongly authoritative) y sus verdades se conocen con transparencia. Efectivamente, Wittgenstein nos dice que declaraciones tales como ‘tengo dolor’ se usan sin justificación, aunque no injustamente, queriendo decir con ello que no requerimos evidencia de ningún tipo para decir que tengo dolor si tengo dolor (condición de carencia de fundamento)23. Y tampoco puedo ser refutado si declaro que tengo dolor, aunque si expreso una declaración que tiene contenido intencional además de fenoménico, entonces no parece que sea siempre cierto que yo no pueda ser refutado, no siempre ocurre que yo tenga la autoridad acerca de la verdad de mi declaración (podríamos imaginar una situación plausible en donde no sea una persona quien silva bajo mi ventana, pero no una en donde no tenga un dolor si lo siento). Dado que no hay evidencia (o una justificación independiente de mi experiencia subjetiva) a la que pueda apelar para sostener la verdad de un enunciado como (3) y no parece que otro pudiera tener autoridad sobre la verdad de esta declaración, los enunciados de significado secundario deben ser declaraciones del primer tipo, es decir, declaraciones de naturaleza fenoménica (condición de autoridad de la primera persona). Asimismo, si afirmo (3), por ejemplo, entonces será absurdo considerar la posibilidad de que yo no sepa que el enunciado es verdadero (condición de transparencia). Los enunciados de significado secundario cumplen con los tres requisitos explicitados por Wright: carecen de justificación, están fuertemente sometidos a la autoridad de la primera persona y su verdad se presenta con transparencia. Ahora bien, si los enunciados de significado secundario son enunciados declarativos de naturaleza fenoménica, ¿con qué derecho los podemos distinguirlos como una subfamilia de estos enunciados? La respuesta que propongo se basa en la distinción B, la distinción entre el concepto intencional de significado y el concepto cualitativo de significado. Los enunciados de significado secundario son dependientes de lo que Wittgenstein llamó la experiencia del significado de una palabra. El significado secundario, en la mayoría de los casos, aunque no en todos, es una expresión de cómo se presenta una experiencia sensorial (de dolor, de sabor o de sonido, por ejemplo) o un sentimiento (de angustia, de pena o de nostalgia, por ejemplo), pero esta expresión no se logra en los enunciados de significado secundario estableciendo una comparación entre la sensación o el sentimiento con otra cosa de naturaleza distinta, es decir, estableciendo una analogía o un mapeo entre dos ámbitos heterogéneos. Wittgenstein muestra esto con claridad examinando el siguiente caso: (4) Sensación de irrealidad Dice Wittgenstein: En alguna ocasión tuve esta sensación y muchos la tienen antes del inicio de una enfermedad mental. Todo parece de alguna manera irreal; pero no como si uno no viera las cosas clara o borrosamente; todo tiene un aspecto usual. ¿Y cómo sé que otra persona ha sentido lo mismo que yo he sentido? Porque usa las mismas palabras que yo mismo encuentro apropiadas24. 23 24

Cf. Wittgenstein 1988, § 289 y § 290. Wittgenstein, 1997a § 125.

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En (4) “uso una palabra, la portadora de otra técnica, como expresión de una sensación”. La uso de manera nueva luego que se ha aprendido su uso de manera habitual: Pero ¿por qué elijo precisamente la palabra “irrealidad” para expresarlo? Sin duda, no por su sonido. (Una palabra con un sonido similar, pero con otro significado, no serviría.) La elijo debido a su significado. Pero seguramente no he aprendido a usar esta palabra en su significado de una sensación. No, pero la he aprendido con un significado particular y ahora lo uso espontáneamente de esa manera. Se podría decir –aunque esto tal vez conduzca a errores-: Cuando he aprendido esa palabra en su significado normal, elijo ese significado como símil para mi sensación. Pero, naturalmente, no se trata aquí de símil, de una comparación de la sensación con otra cosa25.

En (4) se ha usado la palabra ‘irreal’ con su significado primario, el significado que la palabra tiene en el lenguaje. El uso de ‘irreal’ en el contexto (4) depende de la distinción C, la distinción entre significado y uso. En (4) hay un uso de ‘irreal’ nuevo y espontáneo, pero es un uso que no ha modificado o extendido el significado estándar de la palabra. Como lo sostiene Wittgenstein se trata aquí de que queremos decir lo que la palabra significa en su sentido primario, no hay un empleo metafórico y tampoco hay un símil. ¿Cómo es posible que pueda usar una palabra como esta, “la portadora de otra técnica”, como expresión de una sensación? ¿Cómo es posible que puedan enlazarse los términos que componen un enunciado de significado secundario? La respuesta debemos buscarla nuevamente en la distinción B, la distinción entre el concepto intencional de significado y el concepto cualitativo de significado. Consideremos el enunciado (3). El uso de ‘profundo’ en (3) es posible porque los seres humanos no sólo son capaces de usar intencionalmente los signos en la multiplicidad de juegos de lenguaje posibles, sino porque tienen experiencias no intencionales asociadas al uso de las palabras. Como he señalado Wittgenstein identificó estas experiencias en una multiplicidad de ejemplos de interacciones vivenciales con signos y las reunió bajo el concepto de vivencia del significado y también exploró las consecuencias de su ausencia para la vida humana construyendo el concepto de ceguera para el significado. Una vivencia que no es, sorprendentemente, acerca de una sensación o acerca de cómo es tener una determinada sensación, sino acerca del significado de los signos. Un rasgo propio de aquellos que dominan un lenguaje es tener la experiencia de que una palabra aislada aparezca para su conciencia como portando en sí misma un significado independientemente de todo contexto de uso. Ese significado es una vivencia y su existencia la muestra Wittgenstein aludiendo a experiencias cotidianas como el de la pérdida de significado que experimentamos cuando jugamos a repetir varias veces una misma palabra, el bromear acerca de palabras y otros casos que pueden identificarse en sus escritos. Esta experiencia posibilita que pueda establecerse la conexión entre los conceptos que componen (3) fuera de toda regla de aplicación y permite a su vez que se exprese aquí otro contenido no intencional: la manera como se presenta la pena para quien la vive. Esta manera como se presenta tampoco alude a la propiedad intencional de la pena, no es una 25

Wittgenstein, 1997a § 125.

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representación de su causa sino un modo en que se tiene o se presenta para la conciencia de quien la vive. Una evidencia de ello es que podemos preguntar a alguien, o preguntarnos a nosotros mismos, cómo es aquel estado interno sin preguntarnos acerca de qué es ese estado interno. Pero, ¿por qué parece que no podemos usar aquí otros conceptos para expresar esta experiencia? ¿Cómo explicar la espontaneidad de este uso? No parecen haber reglas para esta asociación y sin embargo podemos comprender la asociación conceptual que constituye el enunciado de significado secundario, pero esta compresión no es una explicación de esta espontaneidad. Hay aquí una clausura explicativa, una incapacidad para dar cuenta de esta capacidad. Wittgenstein insinúa una aproximación negativa de esta capacidad con su noción de ceguera para el significado. Si es correcto lo dicho respecto de la vivencia del significado, esta vivencia es constitutiva de los enunciados de significado secundario, el ciego para el significado no sólo sería incapaz de comprender estos enunciados sino que tendría una incapacidad para poseer esa espontaneidad para construirlos. Pero carecemos de una aproximación positiva. La vivencia del significado explicaría que podamos hacer este uso de esa palabra con ese significado pero no nos dice nada acerca de por qué elegimos aquí esa palabra para expresar esa experiencia. En que no podamos dar cuenta de esa elección consiste en la clausura explicativa del significado secundario.

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