SIGNIFICACIONES IMAGINARIAS Y FIJACIÓN DE SENTIDOS EN EL DISCURSO El Imaginario del Dominio Técnico Racional y las significaciones de Civilización y Barbarie en la Literatura Argentina del siglo XIX

August 17, 2017 | Autor: M. Salminis | Categoría: Sociología, Literatura Argentina Del Siglo Xix
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Descripción



A. GROPPO, Los dos príncipes: Juan D. Perón y Getulio Vargas. Un estudio comparado del populismo latinoamericano. Villa María: Eduvim. Pág. 48
J. CRISTIANO, Lo social como institución imaginaria. Castoriadis y la teoría sociológica. 2009. Villa María: Eduvim. Pág. 126
F. SAUSSURE, Curso de Lingüística General. 1913
A. GROPPO, Op. Cit. Pág. 46
M. SVAMPA, El dilema argentino: civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista. 1994. Buenos Aires: El cielo por asalto.
A. GROPPO, Op. Cit. Pág. 53
Ibídem. Pág. 55
J. CRISTIANO, Op. Cit. Pág. 73
Ibídem. Pág. 81
D. F. SARMIENTO, Facundo. Civilización o Barbarie. 1845
E. ECHEVERRÍA, La Cautiva. 1837
D. F. SARMIENTO, Op. Cit.


Sociología del Discurso Salminis, Mailén Abril Parcial Nº 2 Comisión A

SIGNIFICACIONES IMAGINARIAS Y FIJACIÓN DE SENTIDOS EN EL DISCURSO
El Imaginario del Dominio Técnico Racional y las significaciones de Civilización y Barbarie en la Literatura Argentina del siglo XIX

En el presente trabajo me propongo desarrollar la relación entre el discurso y lo social, a partir de las reflexiones teóricas de Ernesto Laclau y Cornelius Castoriadis. Entendiendo la producción de discursos como práctica social, individual y colectiva que participa activamente en la dinámica de la lucha por la imposición de sentidos y por lo tanto, de la transformación social.
En su vinculación con lo social, es posible analizar al discurso en un doble rol:
Como práctica reproductora del orden social establecido, que contribuye al mantenimiento de ese orden -el imaginario social instituido- y lo transmite.
Como práctica social instituyente, que fija el sentido –siempre parcial y precario- de los diversos elementos flotantes de la vida social y los articula en una cadena discursiva, instituyendo nuevos imaginarios sociales, nuevos órdenes sobre los anteriores.
Dicho esto, me propongo estructurar el análisis observando, a modo de ejemplo, las fijaciones de sentido a las que es sometida, sobre todo en la literatura argentina del siglo XIX, la dicotomía Civilización/Barbarie. A la vez, resulta imprescindible incorporar al análisis la consideración de que estas fijaciones de sentido a partir de los discursos se dan en el marco de una significación imaginaria nuclear e instituida, creada por el colectivo anónimo europeo desde los comienzos de la Modernidad, e introducida luego en el imaginario latinoamericano; que es la del dominio técnico racional del hombre sobre el mundo. El discurso literario argentino del siglo XIX entonces, funciona como instituyente de ese orden social heredado de Europa, inculcándolo en el imaginario social argentino, sin que dejen de ser significativos los diversos elementos heterogéneos que componen la vida social del país y la diferencian con las características de las sociedades europeas. Para esto, el discurso literario cumple la función de fijar los sentidos de estos elementos dispersos y los articula en una cadena discursiva haciendo posible su integración. Podemos considerar entonces, a Civilización y Barbarie como dos elementos flotantes que, a partir del imaginario social del dominio técnico racional heredado de Europa, "sólo tienen ser o esencia dentro de una determinada configuración discursiva", en este caso la literaria. Por otro lado, es posible también la observación de cómo el discurso literario argentino del siglo XIX, cumple la función fijar el sentido de otros elementos dispersos integrándolos a una cadena discursiva, a partir de los conceptos de civilización y barbarie como categorías analíticas, es decir, como significaciones imaginarias ya instituidas en el campo de lo literario, que consecuentemente, sirven para significar a la naturaleza, el indio, el blanco, la ciudad, el campo, el gaucho, el cristiano, la familia, los unitarios, los federales, etc.

Significación de lo social a través del discurso
En relación a lo social como marco más general en el que se dan estos fenómenos, es posible ver cómo las reflexiones de Laclau y Castoriadis se integran. Laclau propone una visión abierta y no esencialista de lo social. En términos generales, plantea que lo social como tal es inexistente, que sólo existe y se vuelve aprehensible en la medida en que su sentido es fijado por el discurso, así como el sentido de los diversos elementos heterogéneos que componen a la vida social. A su vez, tal sentido es siempre precario y parcial, ya que es plausible de ser deformado y modificado constantemente por otros discursos. Asimismo, es pensable la dinámica del cambio social, a partir de la transformación constante de los sentidos por parte de los discursos, o, como lo describiría Castoriadis, gracias al carácter magmático de lo imaginario.
La noción de lo imaginario, de la capacidad creativa como lo esencialmente humano, ingresa en esta concepción de lo social como condición sine qua non de la fijación de sentidos, y por lo tanto, de la construcción de lo social. "Estrictamente hablando, lo social es un ser imaginario, no en el sentido de que no existe o es falso sino en el sentido de que es un ser hecho de y por la imaginación". La imaginación entonces, es responsable de la creación de sentidos diversos y cambiantes, que fluyen y se superponen en el magma de lo social, erigiendo un orden y también modificándolo, contribuyendo a la dinámica del cambio social.
Esta dinámica del cambio permite pensar al discurso como práctica social activa que transmite el orden instituido pero también instituye nuevos órdenes, nuevos imaginarios sociales. Así, pueden pensarse los signos lingüísticos en la lógica saussuriana, como entidades dobles compuestas de un significante y un significado, de los cuales el primero es fijo y el segundo es mutable ya que varía a lo largo del tiempo y de las distintas sociedades.
Civilización y barbarie pueden ser vistas desde este enfoque como dos categorías vacías cuyo sentido se modifica en los discursos en pos de las significaciones imaginarias imperantes según las épocas y sociedades determinadas.

Civilización y Barbarie en la lógica del Dominio Técnico y Racional
La teoría del discurso político "(…) parte del supuesto ontológico de que los objetos y prácticas sociales vienen siempre-ya adjuntados con significados provistos por la actividad de los sujetos en sus permanentes y continuos intentos por darle sentido al propio mundo". Hablando en términos similares, Castoriadis sostiene que en la lógica magmática, las significaciones imaginarias no pueden pensarse con independencia de las anteriores, ya que a partir de las instituciones heredadas se crean las nuevas. Dicho esto, los términos civilización y barbarie deben pensarse desde su origen mismo, ya que son elementos que cargan con las significaciones heredadas y es a partir de estas que se les adjudica otras nuevas a través de los discursos, para dotar de sentido al mundo social. La palabra "civilización" surge en el siglo XVIII, asociada a una idea-imagen evolucionista que predica un porvenir inevitable, dando lugar a las significaciones imaginarias del progreso y de la colonización. Esta idea-imagen carga negativamente a su contrario, la "barbarie", vocablo surgido en la Antigua Grecia con la acepción lo extranjero y luego utilizado en Roma para designar al invasor. A partir de la Revolución Francesa, el sentido de "barbarie" es ampliado, y ya no denota a lo ajeno o exterior necesariamente, sino que admite la posibilidad de lo ubicado en el interior, que también es bárbaro, y se encuentra inmiscuido dentro de las sociedades civilizadas.
Visto en términos sociológicos, es posible observar cómo se dan las dos lógicas de articulación posibles que plantea Laclau en la construcción del sentido de lo social en la producción del discurso literario argentino del siglo XIX. La lógica de las diferencias se ve en la voluntad de construir una identidad nacional, un "nosotros"; articulando elementos distintos en el orden discursivo. En los textos literarios de la Generación del '37, por ejemplo, se busca la construcción de lo propio, de una identidad de lo argentino, que se compone a la vez espacios rurales y urbanos, de una naturaleza exuberante y un rígido orden social, donde civilización y barbarie aparecen como elementos distintos pero no opuestos, sino coexistentes. Esto responde a la voluntad política de dicho grupo de intelectuales de generar mediante el discurso literario, la construcción del "nosotros" diferenciada de lo europeo y lo norteamericano, reivindicando lo propio. Pero la lógica de las equivalencias es la que prevalece y es también la que se enmarca en una significación imaginaria más general que da lugar al proyecto político modernizador. Supone antes que nada la constitución de un enemigo, un "otro" al que es necesario erradicar; en este sentido se construye por un lado a lo civilizado que, en su heterogeneidad puede agruparse bajo los ideales de progreso y modernización; y en oposición, a lo bárbaro como alteridad, que en el discurso sarmientino, por ejemplo; es aplicado al desierto, a los indios, los federales, Rosas, los gauchos, los caudillos, etc.
Así lo civilizado y lo bárbaro se constituyen como identidades, que son siempre incompletas y contingentes por ser dependientes de sus relaciones con otros elementos, aunque el sistema que conforman en cada discurso en particular es una totalidad positiva y cerrada, en la que cada término ocupa una determinada posición. Entonces podemos decir que el sentido de la dicotomía civilización/barbarie es fijado en el discurso literario como articulador de diversos elementos de la vida social, que están presentes en otros discursos, como el político y el económico por ejemplo. En este caso, el discurso literario funciona en general como instituyente de las significaciones imaginarias instituidas desde estos otros discursos, en el marco del advenimiento de la Modernidad, y cuyo núcleo es el del dominio técnico racional del hombre sobre el mundo.
La significación imaginaria del dominio técnico racional creada por el colectivo anónimo en la sociedad europea occidental se da, primeramente, a partir de que otras instituciones imaginarias anteriores –como la religión católica, por ejemplo- poco a poco van perdiendo su valor y su aceptabilidad social, van destituyéndose. En este punto podemos hablar de dislocación en términos laclaunianos, ya que esta supone un evento que marca una falla en el orden existente, que expresa una brecha cada vez mayor entre el orden y su exterior y que por lo tanto promueve su reconstitución. En términos de Castoriadis la dislocación puede verse en el momento de crisis, en que la significación imaginaria –que es siempre precaria- deja de dotar de sentido a la psique de los individuos, pierde la coherencia interna y por lo tanto da lugar a que se instituyan nuevas significaciones, siempre a partir de las heredadas: la institución imaginaria del Catolicismo había ya comenzado a perder peso en el siglo XV con el colapso de la Edad Media; y sobre ella se instituye la significación del dominio técnico racional –entre otras- que acarrea con muchos sentidos provenientes del discurso religioso como por ejemplo la noción de familia, de hijo, de Fe, de pecado, el mito de creación, etc. Y pueden crearse estas nuevas significaciones imaginarias gracias al carácter magmático de lo social, que es lo que hace al desarrollo de la historia y a la dinámica del cambio, "(…) es porque hay magma, en el ser social que hay historia (…), que la sociedad humana es lo que es: un constante fluir de novedad, un dinamismo imposible de detener". Así, luego de la destitución de significaciones anteriores y sobre ellas, el colectivo anónimo crea el imaginario del dominio técnico racional desde los comienzos de la Edad Moderna en la Europa occidental, en el marco de las Revoluciones Francesa e Industrial, y del triunfo del capitalismo. Esta significación supone "(…) la idea de que el mundo está ahí para ser controlado primero y aprovechado luego, en propio beneficio, por los seres humanos.", y se enmarca en diversos discursos (filosóficos, políticos, económicos, literarios, etc.), que comienzan a dotar de nuevos sentidos a los elementos flotantes de la vida social, deformando y descartando los anteriores que, al ser siempre parciales y precarios, y con la destitución de significaciones imaginarias anteriores, ya comienzan a demostrar la dislocación del orden establecido.

Como ya fue dicho anteriormente, en el contexto de esta significación imaginaria reinante en el mundo occidental, es posible encontrar diversos procesos de significación más específicos a nivel de los discursos. Al hablar del discurso literario argentino del siglo XIX, es importante destacar su fuerte arraigamiento al discurso periodístico; primero porque se trata de discursos similares en aquella época, que comparten las mismas condiciones de producción y de soporte material y segundo porque la institución literaria todavía no es autónoma. Otra cuestión a considerar es la de que la mayoría de estos discursos son producidos por personas que están más o menos ligadas a la vida política o social, ya que el oficio de escritor tampoco es algo generalizado. De este modo se entiende cómo en las producciones literarias se revelan más o menos las mismas significaciones imaginarias imperantes en al menos algunos sectores del ámbito político, y hasta económico. El discurso literario funciona entonces como instituyente o legitimador de estas significaciones, y muchas veces lo hace valiéndose de elementos flotantes, que no tienen un sentido ya fijado o bien, que sus significaciones anteriores ya no tienen peso en el imaginario social.
En los distintos textos que conforman el canon literario argentino del siglo XIX –desde La Cautiva de Esteban Echeverría, los cielitos y diálogos patrióticos de Hidalgo, el Facundo de Sarmiento, El gaucho Martín Fierro de Hernández, hasta las producciones de la Generación de '80- se vislumbran los dos procesos que han sido ya brevemente explicados en relación al sentido de la dicotomía civilización/barbarie.
En Facundo, de Sarmiento; se toman estos dos elementos provenientes del imaginario europeo heredado como categorías vacías y se les fija un sentido específico. Se trata de un texto analítico y crítico de la situación social y política del país durante la guerra de facciones, en el que Sarmiento además funda y sistematiza todo un paradigma de conocimiento y educación. En la obra, la civilización es cargada de valor positivo, es asociada al espíritu ilustrado europeo, refiere a lo bueno, lo que tiende a crecer y a progresar, lo útil; mientras que la barbarie es lo negativo, lo ignorante e inútil, lo desechable y que tiende al atraso. Civilización y barbarie son términos antagónicos en el sentido laclauniano, porque se definen por su negatividad (de un modo similar a como los signos según Saussure se definen por su valor), no sólo en oposición al infinito de la discursividad, sino en la oposición entre los términos mismos. Civilización se define en oposición a barbarie y viceversa, y esto se da en un sentido maniqueísta.
Un segundo proceso en relación a la significación de civilización y barbarie se hace visible en la medida en que se considera a la dicotomía como una significación imaginaria ya instituida, con un sentido ya más o menos fijado por el discurso sarmientino, y que es utilizada de este modo para trazar una frontera simbólica a partir de estos dos elementos. Esta frontera marca una interioridad y una exterioridad que se ve en la ya mencionada lógica de equivalencias en la que la articulación entre elementos diversos da origen a la identificación de un "nosotros" en oposición a un "ellos" enemigo que es necesario erradicar; y que al nivel del discurso literario sirve para dotar de sentido a otros múltiples elementos flotantes de la realidad extra discursiva ubicándolos de uno u otro lado de dicha frontera. Esta colocación de distintos elementos a los lados de la frontera entre civilización y barbarie es efectuada a través de toda la literatura argentina de la mano de distintos procesos históricos y políticos; de independización primero, de luchas intestinas de facciones después, de conformación política del Estado nación y de definición de la identidad del ser nacional. Son éstos procesos de lucha por la imposición de sentido, luchas entre significaciones imaginarias que bogan por imponerse. Retornando al ejemplo de Facundo, puede verse cómo el dominio de lo bárbaro es aplicado a personajes históricos como Facundo Quiroga o Juan Manuel de Rosas, al espacio rural y natural en oposición a lo urbanizado; mientras que lo civilizado es aplicable a la ciudad, a la vida citadina que supone el cultivo de las artes y las ciencias, a la clase ilustrada, a las instituciones como la escuela y la universidad, al desarrollo industrial, etc. Todos estos elementos cargados de sentido en el discurso sarmientino desde las significaciones de civilización y barbarie, se vislumbran también en otros textos de la literatura argentina decimonónica, de modos más o menos explícitos.
En La Cautiva por ejemplo, se vislumbra claramente la fijación de un sentido específico del elemento "naturaleza", visto como un recurso destinado a ser apropiado y explotado por el hombre en concordancia con el imaginario del dominio técnico racional sobre el mundo. En este poema, el autor se refiere a la extensión de tierras vírgenes de la pampa como "el desierto", lugar que es hostil para el blanco y que contiene sólo fauna salvaje e indios. Pero este desierto es también bello, es el tesoro de la nación, es "nuestro más pingüe patrimonio", lo más propio, uno de los elementos que marcan la diferencia con lo europeo, que provee al ser nacional de una identidad. La significación de la naturaleza como un desierto hostil pero a la vez propio y valorado, supone la necesidad de que ese espacio sea aprovechado, explotado. Vemos cómo en este discurso se ubica entonces a la naturaleza virgen y a los indios que habitan en ella del lado de lo bárbaro, de lo que hay que erradicar; y se plantea a la vez la necesidad de erigir sobre ella la civilización, el orden, la urbanidad. Estos son "mandatos" originados en la significación imaginaria del dominio técnico racional del mundo, donde es necesario constituir el cosmos de la civilización sobre el caos de la barbarie.

El individuo en el discurso
Hablando de discursos literarios, es válido preguntarse en este punto por la noción de autor, es decir, por el rol que juega el individuo como productor del discurso. En la teoría castoridiana sobre lo social, es posible ver cómo el individuo como tal queda relegado al colectivo anónimo, que es el verdadero sujeto de la creación de significaciones imaginarias, de la praxis creadora de mundo. La psique individual en este punto es aquello que va siendo formateado, controlado por la institución imaginaria, aunque nunca en su totalidad; ya que según Castoriadis, siempre queda una parte no domeñada por lo instituido. Vemos por ejemplo en Facundo, cómo el imaginario social del dominio técnico racional en conjunción con otras significaciones imaginarias entrelazadas en una lógica magmática, que son propias de toda una época, lleva a Sarmiento a producir su obra en la que plasma estos sentidos heredados. El texto en este sentido sería obra del colectivo anónimo como sujeto creador; aunque puede también pensarse que los sentidos fijados en este discurso específico no sólo son originados en la significación del dominio técnico racional, sino también que hay algo no domeñado por la institución, la psique individual como potencia subversiva, que permite la emergencia de la originalidad del autor en su aporte específico sobre el sentido adjudicado en este caso, a la dicotomía civilización/barbarie.

Discurso y autonomía
La capacidad creativa es, según Castoriadis, lo esencialmente humano, y es también la posibilidad de crear mundo, praxis política, de actuar activamente sobre lo ya instituido, de "hacer ser lo que no es". De aquí deviene el principio de autonomía en oposición al principio de heteronomía y que, a grandes rasgos se define como la capacidad de darse la propia ley, en el marco de una libertad fundada en la razón. En relación a esto y a partir de la aplicación de los conceptos de Laclau y Castoriadis sobre lo social al fenómeno puntual del discurso literario argentino del siglo XIX, es sugestivo pensar cómo a partir de los discursos como prácticas sociales, no sólo se fijan sentidos y se cristalizan significaciones imaginarias enteras, sino también se abre la posibilidad de romper con lo establecido, de instituir significaciones nuevas surgidas en lo indomeñable del ser, lo no controlado por las instituciones. En este sentido me parece central la consideración del discurso no sólo como espacio donde se fundan, se plasman, se fijan y varían las significaciones sociales sino también, y por todo esto, como motor de cambio de las sociedades, como espacio de lucha por la imposición de sentidos que da lugar a la dinámica de la transformación social.

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