Siglo XIX, el Gran Siglo de la Burguesía

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Descripción

SIGLO XIX, EL GRAN SIGLO DE LA BURGUESÍA La sociedad burguesa es la más compleja y desarrollada organización histórica de la producción. Las categorías que expresan sus condiciones y la comprensión de su organización permiten al mismo tiempo comprender la organización y las relaciones de producción de todas las formas de sociedad pasadas, sobre cuyas ruinas y elementos ella fue edificada y cuyos vestigios, aún no superados, continúa arrastrando, a la vez que meros indicios previos han desarrollado en ella su significación plena, etc. Carlos Marx, Grundrisse Estamos obviamente aproximándonos a una revolución –de la que nunca he tenido duda desde 1850. El primer acto de ninguna manera será una refrescante repetición de las estupideces del 48-49. Sin embargo, así es la historia mundial, y uno debe tomarla así como es. Carlos Marx, Carta a L. Kugelmann. Diciembre 28, 1862

I El siglo XIX tiene, en nuestro trabajo, una centralidad fundamental. No sólo cierra un desarrollo que en los siguientes años no hará sino profundizarse y hasta repetirse, sino que además, es el período de las grandes concreciones burguesas en diversos planos, en lo económico, político, social, entre otros. Y es menester señalar que no nos referimos al siglo cronológico. Pensamos, según lo expuesto, que el encadenamiento de procesos nos remite a décadas antes de 1800, en tal sentido, no podemos borrar lo expuesto y comenzar de cero, al contrario, debemos tener presentes, como si fuera la misma unidad temporal, los desarrollos y fuerzas que abrieron el fuego del capital y su industria desde el lejano XVI. Esto coincide con algunas valoraciones sobre los procesos de rebeliones y sublevaciones de los sectores medios sociales, donde aún se mezclan las clases productivas, tanto las pequeñas propietarias campesinas y urbanas, aún en contacto con los procesos productivos, como las trabajadoras desposeídas, en espera que sus intereses sean levantados en los vuelos liberales. Leemos algo sobre este período: En una escala comparativamente menor, pero con resultados que ayudaron a determinar las tendencias hacia un alcance más amplio de la igualdad social y política en el período, ocurrieron en la Europa del oeste otra serie de revoluciones –como las luchas en la pequeña república de Geneva entre 1768 y 1789 por la emancipación política y económica de las representativas clases medias y los sectores nativos en situación de inferioridad y sin privilegios, el movimiento danés “patriótico” de 1784-7 y la revuelta de los Demócratas belgas en el sector austríaco de los Países Bajos entre 1789 y 1792. (…). El estudio profundo de estos movimientos radicales y de sus conexiones con la revolución de las colonias inglesas y la francesa ha llevado a algunos historiadores a considerar en este período un patrón de reformas radicales y cambios revolucionarios vinculados a muchas partes del mundo occidental. (Goodwin, 1976, pág. 1).

En nuestra actividad académica, luego de identificar ausencias y lagunas, en lo que a filosofía y economía política se refiere, en la malla curricular del PFG de Estudios Políticos

y Gobierno, lo que nos llevó a diseñar sendas unidades curriculares electivas 1, surgió la necesidad de organizar lo estudiado según un orden histórico y con pretensión sistemática; nos planteamos en respuesta el diseño y ejecución de la unidad curricular Estudios del Siglo XIX. Esta unidad electiva última y los estudios que hemos realizado para la organización de todo el material, fueron los impulsos para identificarnos como Grupo de Estudio de la Historia del Capital. Ahora, volviendo a las consideraciones sobre el siglo XIX, al recopilar el material de estudio, nos planteamos un “alcance temporal”, y en este sentido, acordamos delimitar el siglo XIX como una unidad histórico-social que va desde 1780 hasta 19142. Dicha delimitación tuvo en ese momento un sentido práctico. Sin embargo, ahora, al cabo de nuestro recorrido realizado, primero por exponer la concepción de historia, luego por caracterizar los siglos XVI, XVII y XVIII desde las categorías básicas de la crítica de la economía política, se nos hacen más claras las razones para la extensión bajo la que consideramos el siglo en cuestión. Lo que se manifestó en nuestra actividad académica, primero como ausencia de contenidos referentes a la filosofía política, luego como carencia de referentes de la economía política, fue cerrado y ceñido en torno a la comprensión histórica: esa progresión de contenidos hoy se nos hace mucho más clara en el orden inverso, es decir, desde la amplia perspectiva de totalidad del Sistema General de la Historia, en la que se muestra el juego de dinámicas y explicaciones últimas de los hechos económicos y políticos, conjunto de transformaciones que ponen a nuestra vista, y de quien lo estudia, las razones y explicaciones de la realidad histórica en la que vivimos, con sus particularidades y generalidades. El movimiento de estos planos –económico, político e histórico– se reflejará, en este pequeño trabajo, como una crítica curricular, asunto que compete al último capítulo. II Por paradójico que suene, al siglo XIX, cuyo comienzo lo hemos lanzado a las orillas del XVIII, sólo puede comprendérsele si se le mira desde el curso de los siglos como una totalidad, como un movimiento amplio que acumula fuerzas y oleaje que no le son propias y que, al mismo tiempo, sólo pueden eclosionar en sus costas, tocando tierra firme. El cierre del siglo XVIII puede despojarse de nombres y lugares, borrarse de huellas personales y eventos individuales; podemos limpiar de particularidades y asumir las siguientes líneas gruesas: 1) las formas de propiedad de la tierra, 2) las relaciones de dependencia económica: los impuestos, la relación con las colonias, el control de las fronteras y la red de acuerdos, tratados y otros; 3) la estructura de poder reflejada sobre el orden interno y externo; 4) la propiedad sobre los medios de producción, el control sobre la fuerza de trabajo y sobre los productos del mismo. Estas claves, aun siendo formadas en los siglos anteriores, no pueden ya ser atribuidas como propias de ese pasado, son fuerzas nuevas y genéticas de una era asombrosa que va a mostrar todas sus atrocidades, pero sobre todo sus posibilidades.

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Filosofía Política desde la Concepción Materialista de la Historia e Introducción al Estudio de El Capital de Karl Marx. 2 Límite que, en consideración a eventos como, la Primera Guerra Mundial, el primer intento de estado socialista en la Unión Soviética, y la Comuna Húngara, en ocasiones lo hemos extendido al año 1919.

Debemos, además, mantener presente la analogía de los “dos corazones” de Europa que sugerimos en el escrito anterior3, derivado del sistema de conflictos que estudiamos; así describimos el escenario que plantea, por un lado, la Inglaterra dominante encabezando el despegue del comercio mundial y del desarrollo industrial, y por otro, la fuerza de la Europa central, territorio sobre el que Francia y Prusia como potencias, son factores dinámicos que toman su fuerza de la organización industrial del entorno, y que tienen a la zaga naciones como España, Rusia, Austria, Dinamarca, Polonia, los principados italianos, entre otros. Podemos entender desde esta perspectiva lo expresado en una cronología publicada el año 1862: Francia, cuyo genio literario ilustraba al mundo, a la sazón carece de un gobierno moral y de una política inteligente. Se deja seducir por la alianza de Austria, que desea disputar a Prusia el primer puesto en el continente. Su marina queda arruinada en la guerra de Siete años; sus últimas posesiones del continente americano son arrebatadas por los ingleses, que en el Indostán constituyen un imperio estable. (…). Estos pasos de armas, estas hábiles justas, en que se despliegan todas las invenciones de táctica y de la estrategia, de hombres y de caudales agotan a los grandes Estados de Europa. A todo esto, Prusia sale ilesa de la lucha meditada para su ruina, y la agricultura, el comercio y la industria la resarcen de los males de la guerra. –También de los intereses materiales hábilmente impulsados, se aprovecha Inglaterra para la supremacía marítima que William Pitt asegura a su patria. (Dreyss, 1862, pág. 608).

En esta escena entramos los americanos de la época como contrapeso colonial. Factor fundamental que, a la salida de las guerras de Sucesión Austríaca, la de los Siete Años y de la Independencia Norteamericana, ha dejado un saldo ganador en cuanto a fuerza mercantil mundial, concretada en la inmensidad de un mercado colonial, bajo el control inglés. Aquí es importante hacer un comentario sobre la concepción de colonia que manejamos. En este trabajo se comprende a la colonia como una formación social específica 4, con una organización particular de la producción y las fuerzas productivas, relacionada con tres procesos de transición fundamentales: 1) de las formas sociales mercantiles y financieras hasta el primer cierre de la mal llamada acumulación originaria, a finales del siglo XV; 2) de la consolidación del sistema europeo de precios hasta el establecimiento de un comercio internacional en el sentido amplio, durante los siglos XVI, XVII y XVIII; y 3) del desarrollo de iniciativas independentistas –apoyadas según conveniencia por las potencias coloniales como Inglaterra, España, Francia, Holanda y Portugal– vinculadas al inicio de los procesos de crisis del capital5 hasta la segunda oleada de invasiones colonizadoras en Asia y África, durante la segunda mitad del siglo XIX y parte del XX. Lo anterior, no sólo da cuenta de una comprensión del fenómeno colonial como constitutivo del desarrollo capitalista, sino que además, se esgrime como clara denuncia de las tendencias postmodernas postcoloniales, decoloniales y de otros pelajes, que absolutizan 3

Desarrollo Histórico del Entorno Capitalista, accesible en: https://www.academia.edu/11782912/Desarrollo_Hist%C3%B3rico_del_Entorno_Capitalista_siglos_XVI_XVI I_y_XVIII 4 Sobre este tema preparamos un prólogo al libro El Colonialismo en Marx, de la Colección Roja, editada por El Perro y la Rana, aún en proceso de edición. 5 La primera de estas crisis estalla en Inglaterra en 1825.

tal formación social, desconectándola, haciéndola forma en sí misma y universalizándola como impostura moral opresiva ex nihil6. Nuestra revisión histórica, que no es sino una entrada crítica sobre las concepciones que hacen de la política y lo político una “disciplina” autosuficiente, pretende constituir el discurso político y la acción política como consecuencia de causas materiales e históricas, que en el siglo de la burguesía, toman carácter universal, como universal se pretende el capital y sus formas. La necesidad de este estudio es expresada claramente, por ejemplo, en el análisis del sistema colonial realizado por Federico Brito Figueroa, de donde leemos: Los objetivos (…) imponen la necesidad de estudiar el desarrollo de las fuerzas productivas y los medios de producción, las formas de propiedad, la distribución de los bienes económicos y las clases y grupos humanos conectados con estos factores sociales de la producción en cada uno de los períodos históricamente significativos; tomando en consideración para la delimitación de estos periodos, no los elementos de orden cronológico, sino fenómenos de naturaleza económica que pueden denotar cambios cualitativos en el sistema global de relaciones de producción: 1) La conquista del territorio venezolano, la esclavitud y comercio de indios y la trata de negros como aspecto de la acumulación originaria del capital. 2) El predominio de la mano de obra [fuerza de trabajo] esclava como fuerza productiva fundamental y la formación de la propiedad territorial agraria. 3) La disminución cuantitativa de la mano de obra esclava y su transformación cualitativa en mano de obra enfeudada. 4) El incremento de la propiedad territorial agraria a expensas de las regiones conquistadas en el siglo XVIII, las tierras de realengo, ejidales y comunales indígenas. 5) Las conexiones de producción agropecuaria venezolana con el mercado único mundial regido por el capitalismo, y el desarrollo en los centros urbanos de una masa de capital usurario monopolizado por algunas instituciones y grupos sociales. 6) El proceso de formación de grupos y clases sociales en conexión con el desarrollo del sistema global de relaciones de producción. (Figueroa, 1978, pág. 20).

Como vemos, el trabajo y su organización, como actividad humana, es central para la caracterización, no sólo de la totalidad colonial, sino de los distintos períodos históricamente significativos. III El siglo XIX es entonces el gran siglo de la síntesis burguesa. En él centraremos las explicaciones que se despliegan, más allá de lo meramente histórico, a lo político, lo social, inclusive derivando de sus dinámicas los fundamentos para nuestra concepción curricular. Hemos dividido este período en cuatro partes, las cuales, son expresión sintética de los procesos centrales. La periodización planteada, en un comienzo, surgió de la lectura de cronologías, entre ellas dos fueron fundamentales: Cronología. América y el Mundo de la colección Documentos de la Biblioteca Ayacucho, y la Cronología Universal de Ch. 6

De la nada.

Dreyss, publicada en 1862 y de la que ya leímos un fragmento. Posteriormente, revisando textos más contemporáneos, nos encontramos con coincidencias, al menos en la división de los períodos, con autores como François Crouzet (Crouzet, 2001), Hobsbawn (Hobsbawn, 1996), la compilación de trabajos sobre la historia de la Europa del Este hecha e introducida por Charles Issawi (Issawi, 1975), entre otras7. Cabe destacar que nuestra investigación, a pesar de acceder a un nivel de especificación que pone en evidencia una regularidad de períodos desde los fenómenos bélicos y de organización del Estado burgués, de control del proceso de trabajo, entre otros, coincide, por ejemplo, con la misma estructuración de períodos del análisis económico realizado por Ernest Mandel sobre las Ondas Largas del Desarrollo Capitalista (Mandel, 1986). De allí extraemos estos fragmentos: La existencia de estas ondas largas en el desarrollo capitalista difícilmente puede negarse a la luz de unas pruebas abrumadoras. Todos los datos estadísticos disponibles indican que si tomamos como indicadores clave el crecimiento de la producción y el crecimiento de las exportaciones mundiales (del mercado mundial), los períodos 1826–1847, 1848–1873, 1874–1893, 1894–1913, 1914–1939, 1940/48–1967 y 1968–? Están marcados por acusadas fluctuaciones de las tasas medias de crecimiento, con altibajos entre sucesivas ondas largas que oscilan entre el 50 y el 100%8. (Mandel, 1986, págs. 1-2).

El primer período va desde 1780 hasta 1815, y lo hemos clasificado bajo el rótulo de Consolidación de los mercados internos y externos. Aquí, la situación de las potencias europeas –Francia e Inglaterra– a la salida de la Guerra de los Siete Años y de la Guerra de Independencia Norteamericana impulsa, no sólo procesos de aumentos y creación de nuevos impuestos, sino también acciones de los poderes y gobiernos, tanto para aumentar su producción e ingresos por medio de anexión de nuevos territorios, como es el caso de las Guerras Napoleónicas desarrolladas durante casi todo este período, o el tercer reparto de Polonia en 17959, como el planteamiento de políticas de tolerancia religiosa, facilitando e incitando la emigración de fuerza de trabajo y capitales, así como un aumento de la masa tributaria –tal es el caso del edicto de tolerancia sancionado en Polonia y el de José II de Austria, y su Patente de Tolerancia ambos en 1781–, declarándose abolido el trabajo gratuito de los campesinos, entre otras iniciativas y reformas. Leemos de Alejandra Torres: “El artículo 7 [Patente de Tolerancia de José II], relativa a las libertades civiles y políticas, permite la dispensa a los no católicos para la adquisición de propiedad, acceder a cargos públicos y recibir titulaciones académicas” (Torres Gutiérrez, 2006, pág. 102). En las colonias se reorganizaron y afianzaron las fronteras así como los procesos de control comercial, junto a reformas tributarias y administrativas que buscan ampliar el espectro de contribuyentes10; al mismo tiempo se da la apertura de las clases monárquicas a 7

Ver bibliografía. Más adelante, Mandel se pregunta sobre la posibilidad de incorporar, al análisis de las Ondas Largas, los períodos que van desde 1790 hasta los primeros años de la década de 1820. (Mandel, 1986, págs. 6-7). 9 Entre Rusia, Prusia y Austria, desapareciendo hasta 1807, brevemente como el Gran Ducado de Varsovia, extinguiéndose en 1815, hasta ser un Estado independiente en 1918. 10 Como el caso de la Real Cédula Gracias al Sacar, venta de derechos sociales a mestizos propios de los blancos criollos. 8

la inversión y al comercio, captando la voluntad de las clases productivas, como es el caso de la Cédula Real Honra del Trabajo de Carlos III. Cédulas de población para ocupar territorios con potencia productiva y comercial, ordenanzas de minería para ceder la explotación y comercialización de productos bajo propiedad de clases monárquicas, concesión de libertades de comercio, como por ejemplo, el restablecimiento del sistema de flotas para la navegación entre Portugal y Brasil. En la acera contraria se manifiestan planteamientos abiertos de planes de independencia a las potencias liberales por representantes de las clases dominantes coloniales bajo la promesa de aperturas comerciales, como son los casos de Juan Carlos Viscardo, peruano, en 1780; Francisco de Miranda en 1784 y otras oportunidades, ambos al gobierno británico; el movimiento estudiantil de Coimbra al gobierno norteamericano de Thomas Jefferson en 1786, entre otras. Las juntas patrióticas al asumir el poder en las colonias españolas, por ejemplo en Caracas en 1810, suprimen impuestos, prohíben el tráfico de esclavos y rebajan impuestos comerciales a productos británicos, entre otras medidas comerciales; sucede algo similar con la Junta Provisional de Argentina, etc. El comercio de esclavos es cerrado en los estados europeos, formándose sociedades inglesas y francesas anti-esclavitud, mientras que en las colonias americanas y los estados independientes de la América del norte se mantiene un flujo de comercio de fuerza de trabajo esclava, destacándose el caso, por ejemplo, de la autorización de comercio de esclavos en Buenos Aires y Montevideo. El pensamiento y acción proteccionista, fuerza consolidadora de los grandes mercados internos, da un paso adelante en los Estados Unidos, al publicarse, por Alexander Hamilton, en 1791, el Relatorio sobre las Manufacturas, obra pionera del proteccionismo industrial. Las potencias europeas en pugna por nuevos territorios deben, no sólo comprometer a sus ciudadanos en el servicio militar, sino también mantener un nivel de producción industrial que permita satisfacer las necesidades de guerra, como ejemplo, en la Francia revolucionaria se plantea la creación de 14 ejércitos y la fijación de precios y salarios para las provisiones de guerra; los jacobinos radicales, en el poder en 1793, decretan como medida de excepción la Ley de la Leva en Masa, imponiendo a los franceses el servicio militar obligatorio hasta no sean expulsados los enemigos del territorio de la República. Como expresión de alianzas entre intereses comerciales mencionamos la creación de la compañía ruso-norteamericana con monopolio sobre Alaska11. Se desarrolla lo que sería el antecesor del ferrocarril, en Inglaterra 1802, un vagón tirado por caballos, lo que en próximos años, dirá Marx, será la medida del desarrollo del mercado capitalista y un criterio del desarrollo de los mercados internos nacionales. Cierra este período el proceso seguido en el Congreso de Viena como clave organizadora del mercado europeo. Es necesario aclarar que los “rótulos” de los períodos en los que se divide al siglo XIX no denotan procesos absolutos o exclusivos, pudiendo mantenerse o darse en períodos anteriores; lo importante es que el rótulo señala la tendencia del momento y su lugar como fuerza de fondo. El segundo momento lo situamos bajo el nombre de Período de organización del trabajo en su forma capitalista, ubicado entre los años 1815 y 1848. Cuando nos referimos a este período como el de la organización del trabajo en su forma asimilada al capitalismo, no queremos sino expresar, como solución de continuidad, lo significativo del mismo en 11

Hasta que el Zar vende la gran península a EE.UU. en 1867.

cuanto a: 1) la aparición de las primeras crisis propias del capital, muy distintas a las crisis dinerarias o comerciales anteriores; 2) el cambio esencial en los conflictos vinculados al trabajo, en su condición de confrontación abierta entre las clases trabajadoras y burguesas, y su centralidad como forma de “paz interna” en la sociedad burguesa. El lapso abre con un evento natural que acelerará algunos procesos, nos referimos al “año sin verano” como consecuencia de la explosión del volcán Tambora en Indonesia. El efecto sobre cosechas, mercados, desarrollo del transporte no animal 12, entre otros, afectará la organización del trabajo relacionado a la capacidad de los centros económicos europeos y las relaciones entre naciones. Una de las más interesantes consecuencias tiene que ver con la aceleración de la construcción del Canal de Erie, uniendo los Grandes Lagos, la formación de agua más grande del mundo en las fronteras entre EE.UU. y Canadá. Proceso que impulsó el poblamiento de territorios y desarrollo de la agricultura en el Estado de Nueva York, ampliando así mercados, y abriendo a su vez un momento de entendimiento entre Norteamérica e Inglaterra –donde, por consecuencia del acontecimiento natural fue abolido un impuesto sobre la ganancia–, no sólo desarrollando tratados de navegación (1817), sino además, desmilitarizando la zona de los lagos, para el empleo de más fuerza de trabajo en la construcción del canal. El desarrollo de las Guerras Napoleónicas impulsó al máximo la capacidad productiva de las potencias europeas, fuerza que se hace presente como mercado a las puertas de las naciones que buscan independencia de su situación de colonias, donde además los desarrollos bélicos obligan a complejos procesos de abolición y liberación de esclavos –como el decreto de libertad de esclavos de Bolívar en 1816, entre otros–, en peligroso equilibrio entre fuerza de trabajo y fuerza de combate. Al norte, la potencia norteamericana, mantiene el trabajo esclavo, llevándolo a sus más lejanas consecuencias. La Europa de dos corazones, en el seno de la paz de Viena, debe atender sus asuntos internos, principalmente manifestaciones obreras, como la que enfrenta Wellington, triunfador de Waterloo a la cabeza del gobierno inglés, originando la “Matanza de Peterloo” en Manchester, 1819, o reformas al trabajo, como la prohibición del trabajo a niños menores de 10 años, o el reconocimiento del derecho a huelga en la derogación de las Combination Acts en 1824, en Inglaterra. El centro continental, a la cabeza del cual están Prusia y Francia, cierran filas al avance de conflictos en sus fronteras: movimientos liberales en Portugal13 e Italia (Nápoles adopta la constitución española de 1812). Insurrección de los Carbonarios14 en Nápoles en contra de Fernando I15. En este escenario, y justamente en el país que ha desarrollado más la organización del trabajo hasta la fecha, es donde estalla la primera crisis propia del sistema capital: Inglaterra, en 182516, justamente, el centro del período que describimos. De un texto de Marx que tradujimos

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Los efectos sobre las cosechas de avena, entre otros, redujo la capacidad de uso y disposición de animales de carga. 13 Pronunciamiento constitucionalista en Oporto. 14 Movimiento de tipo liberal participante del proceso de unificación italiana. 15 Tomando en unidad los procesos iniciados en España, seguidos en Italia, Portugal y Grecia, hallamos la denominación de un período bajo el nombre de las revoluciones de 1820, que podríamos entenderlas como el inicio de las revoluciones burguesas, desde la Revolución Francesa. A nuestro entender puede haber una fuerte influencia de los procesos de independencia colonial aunada a los procesos de restauración europeos. 16 Seguirán otras crisis, hasta la del 47, abriendo el período revolucionario del 48.

hace un tiempo, del que no encontramos versión en español 17, tomamos un fragmento interesante: Los años de 1843–45 fueron de prosperidad industrial y comercial, necesaria consecuencia de la casi ininterrumpida depresión industrial de 1837–42. Como es siempre el caso, la prosperidad rápidamente impulsa a la especulación. La especulación regularmente ocurre en períodos donde la sobreproducción está en pleno apogeo. Ésta provee a la sobreproducción con salidas de mercado de carácter temporal, mientras que las verdaderas causas precipitan el desenlace de la crisis e incrementan su fuerza. La crisis misma rompe primero en el campo de la especulación; sólo después hace lo propio impactando la producción. Lo que aparece ante el observador superficial como la causa de la crisis no es la sobreproducción sino el exceso de especulación, pero esto es simplemente un síntoma de la sobreproducción. La consecuente interrupción de la producción no aparece como una consecuencia de su previa exuberancia sino simplemente como un revés causado por el colapso de la especulación. Sin embargo, no pudiendo en este momento esbozar una historia completa de la crisis post–1845, enumeraremos sólo los síntomas más significativos de dicha sobreproducción. (Marx & Engels, 2009, pág. 421).

Lo que está en proceso, y Marx es el primero en darse cuenta, es el desarrollo de un nuevo escenario mundial. Las claves están a la vista, aunque para el momento algunas categorías y conceptos necesitan de mayor madurez18, y ya desde un principio, en el período que estudiamos, se vinculan directamente a la naturaleza emergente del capital y de la forma que organiza al trabajo, que según palabras de Marx, es él mismo inglés en su origen19, las fuerzas que moverán a la historia y que llenarán de contenido a la acción y reflexión política. De hecho, al comienzo del texto en mención, Marx señala como fundamental, para entender el desarrollo de los hechos políticos en los meses que preceden a la revolución del 48, los acontecimientos económicos, centrándose específicamente, en los hechos que emanan del acontecer inglés. La centralidad del trabajo en su forma capitalista es un resultado de siglos, igualmente lo serán las crisis del capital. Lo paradójico es que la nación que acumuló la fuerza y fuego de la industria y el consecuente poderío mundial es la primera que sufre las consecuencias: Desde los últimos años del siglo XVIII, Inglaterra se benefició del hundimiento colonial de Francia. En los primeros años del XIX acentuó vigorosamente su penetración comercial en la América hispano-burguesa, sobre todo desde que ésta, a partir de 1808, se encontró separada de las metrópolis ibéricas. Desde 1790, las 17

Comentarios: Mayo – Octubre 1850. Neue Rheinische Zeitung Revue. Nuestra versión en español, hecha a partir de una incompleta versión inglesa de Marxist.org, y completada con la original en alemán, de donde tomamos su numeración, está al alcance en http://es.scribd.com/doc/116134426/Karl-Marx-Mayooctubre-1850. Usaremos como referencia el texto alemán. 18 Recuérdese que la preparación de El Capital –donde se expone categóricamente la teoría de las crisis, en el tomo III– va a tomar aún un tiempo, saliendo apenas en imprenta el primer tomo en 1867. 19 Expresión más que irónica. Tomada del artículo Notas Críticas a “El Rey de Prusia y la Reforma Social. Por un Prusiano”, publicado en la revista Vorwarts!, nº.63, agosto 7 de 1844.

exportaciones británicas con destino a Estados Unidos de América progresaron rápidamente, gracias a la brillante expansión económica del joven Estado. De esta forma, mientras Napoleón Bonaparte seguía prestando toda su atención a una política y una estrategia continentales, Gran Bretaña edificaba sobre las ruinas de los antiguos sistemas coloniales (…) el nuevo imperio del libre comercio y desplazaba hacia el Atlántico, desde Europa y los mares que la bordean, el eje de su prosperidad comercial (…). (Bergeron, Furet, & Koselleck, 1994, pág. 172)

El resumen Mayo – Octubre 1850, del que tomamos un fragmento, expone con datos precisos los resultados del estudio que Marx hace del período pre-48. Resulta importante la dialéctica concreta expuesta donde los procesos especulativos y de sobreproducción se vinculan con los principales rubros ingleses, como son, el algodón, el acero, los ferrocarriles; poniéndose en contacto con los procesos de quiebra, salida de oro dinerario, operación de los grandes bancos y actuación siempre presente del Estado y la legislación. Un papel importante de este período de crisis lo juegan los productos coloniales; hecho que señala la importancia constitutiva entre los fenómenos de crisis capitalista y la formación social colonial. A nuestro parecer, quien ha sido consecuente con la indagación de la realidad colonial a la luz de las dinámicas del capital, por lo menos en Venezuela, ha sido Federico Brito Figueroa: Después de la guerra de independencia, cuyas pugnas sociales se proyectaron en las guerras civiles siguientes, la situación de la producción agropecuaria, (…), en lo fundamental no sufrió alteración alguna, problema que se reflejaba de modo permanente en los informes oficiales y en los periódicos que circulaban en 1821-1830. La penuria de la población era de tal gravedad que un impuesto forzoso de 25.000 pesos impuesto a los comerciantes en 1821 no pudo cubrirse, y el gobierno, a juicio de Simón Bolívar, se veía obligado “a saquear y desolar al país para mantener nuestros miserables soldados”. (Figueroa, 1979, pág. 233).

La comprensión de nuestro proceso de emancipación colonial no puede separarse de la realidad mundial. La revisión de dicho proceso es urgente, sobre todo para desmitificar lo que parecen eventos que nacen de la personalidad y las ideas y no de las condiciones históricas, que no sólo han marcado nuestro ser o las formas específicas de organización económica y política a la salida del yugo colonial, sino además, las condiciones desde la que irrumpimos al siglo XX, condiciones que al ser obviadas y soslayadas, dejan el campo propicio para la falacia y la confusión. Volviendo al centro de nuestro período, debemos atender a un concepto que hemos mencionado capítulos atrás: la subsunción formal y real del trabajo al capital. El movimiento en el que el trabajo en sus formas precapitalistas es vaciado de sus objetivos originales y puesto bajo el control y mando de la producción de plusvalía, junto todo esto a la aparición histórica de una forma específica del trabajo bajo el capital, es, justamente, el movimiento mismo del desarrollo del trabajo bajo la sociedad capitalista. Este proceso de desarrollo tiene unas consecuencias esenciales, entre ellas, no sólo el logro de altos niveles de producción, también en el cambio de las formas sociales sobre las que había crecido: las manifestaciones obreras, sus formas de organización para la lucha, la resistencia, entre otros.

Los años 1815 – 1848 cierran con un ciclo de sublevaciones, crisis sociales, impulso de programas políticos, nacionalismos, entre otros. Jorge Veraza hará mención del mismo, estudiando los procesos de sublevación en su secuencia cronológica, en un pequeño texto titulado Revolución Mundial y Medida Geopolítica de Capital (Veraza, 1999), donde, a nuestro parecer, da la clave para entender la centralidad de la revolución de 1848: el salto cualitativo y cuantitativo del sistema capitalista, cuando, al agotar los mercados internos europeos ante el desarrollo amplio de su capacidad técnica y productiva, sale a verter sus mercancías y formas de relación al resto del mundo, ya no como asunto periférico y lejano, sino como realidad aplastante y dominadora de otras realidades, impulsando no sólo al capital y su fuego, sino también la aparición del programa proletario, expresado en El Manifiesto del Partido Comunista, como forma concreta de la lucha y de los intereses de la clase trabajadora mundial. El siguiente tramo, el que recorre de 1849 a 1871, lo hemos señalado bajo el rótulo de la Consolidación del Estado burgués y del Programa Político Proletario. Este período es el que concentra el más profundo desarrollo del trabajo de Marx y Engels, y en el que son publicadas sus mayores obras de alcance político-económico. Destacan entre ellas, Las Luchas de Clases en Francia de 1848 a 1850, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, La Guerra Civil en Francia, el primer tomo de El Capital, así como diversas colaboraciones para la prensa y cartas esclarecedoras. En el mundo, además del continuo desarrollo de las condiciones que fueron señaladas como tendencias de los períodos anteriores, se destaca un proceso que tiene múltiples determinaciones: la concreción del Estado en su forma burguesa, hecho que se debe entender en una red de totalidades, vinculada al desarrollo y asimilación de los factores productivos, de mercado, de conflicto y lucha social así como del control social, entre otros. Mencionamos aquí un dato interesante que podemos proyectarlo sobre un cambio de tramos del siglo XIX –entre el desarrollo de la subsunción formal y real del trabajo en el capital y la realización del Estado burgués, junto al desarrollo de las formas políticas de lucha de la clase trabajadora–, en la relación Iglesia-Estado: las encíclicas Qui Pluribus (1846) y Nosti et Nobiscum (1849) del Papa Pío IX. Ambos documentos se proyectan sobre una transición y reflejan, no sólo la postura de la iglesia católica, institución poderosa que vive un momento de declive ante el avance del protestantismo en el marco ya descrito, sino también las claves del sentido común religioso europeo, no muy distinto del dominante en las Américas. En la primera, sobre la fe y la religión, se expresa en claros términos sobre dos asuntos relacionados: uno, la amenaza del comunismo, dos, la necesidad de cerrar filas en torno a la obediencia civil. Leemos: Tal es el sistema perverso y opuesto a la luz natural de la razón que propugna la indiferencia en materia de religión, con el cual estos inveterados enemigos de la Religión, quitando todo discrimen entre la virtud y el vicio, entre la verdad y el error, entre la honestidad y vileza, aseguran que en cualquier religión se puede conseguir la salvación eterna, como si alguna vez pudieran entrar en consorcio la justicia con la iniquidad, la luz con las tinieblas, Cristo con Belial. Tal es la vil conspiración contra el sagrado celibato clerical, que, ¡oh dolor! algunas personas eclesiásticas apoyan quienes, olvidadas lamentablemente de su propia dignidad, dejan vencerse y seducirse por los halagos de la sensualidad; tal la enseñanza perversa, sobre todo en materias filosóficas, que a la incauta juventud engaña y corrompe lamentablemente, y le da a beber hiel de dragón en cáliz de Babilonia

tal la nefanda doctrina del comunismo, contraria al derecho natural, que, una vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma sociedad humana; tales las insidias tenebrosas de aquellos que, en piel de ovejas, siendo lobos rapaces, se insinúan fraudulentamente, con especie de piedad sincera, de virtud y disciplina, penetran humildemente, captan con blandura, atan delicadamente, matan a ocultas, apartan de toda Religión a los hombres y sacrifican y destrozan las ovejas del Señor; tal, por fin, para omitir todo lo demás, muy conocido de todos vosotros, la propaganda infame, tan esparcida, de libros y libelos que vuelan por todas partes y que enseñan a pecar a los hombres; escritos que, compuestos con arte, y llenos de engaño y artificio, esparcidos con profusión para ruina del pueblo cristiano, siembran doctrinas pestíferas, depravan las mentes y las almas, sobre todo de los más incautos, y causan perjuicios graves a la Religión. (Título 9) Inculcad al pueblo cristiano la obediencia y sujeción debidas a los príncipes y poderes constituidos, enseñando, conforme a la doctrina del Apóstol que toda potestad viene de Dios, y que los que no obedecen al poder constituido resisten a la ordenación de Dios y se atraen su propia condenación, y que, por lo mismo, el precepto de obedecer a esa potestad no puede ser violado por nadie sin falta, a no ser que mande algo contra la ley de Dios y de la Iglesia. (Título 13)20

En el segundo documento, en el marco de las rebeliones europeas, pero también del avance sobre la amenaza liberal liderada por Austria, Prusia, Rusia, entre otras, junto al restablecimiento del poder pontificio en Roma por la Francia de Luis Bonaparte, las ideas son mucho más claras y frontales: Posteriormente, la ciudad de Roma y las otras provincias de los Estados Papales fueron restablecidas en nuestra civil Autoridad por la gracia de Dios y las armas de las naciones Católicas. (…). Estos enemigos de la Iglesia usualmente emplean variadas formas de engaño para volver los espíritus del pueblo italiano contra la fe católica. Por ejemplo, sin vergüenza afirman y vociferan que la religión católica es opuesta a la gloria, grandeza y prosperidad de la Nación italiana. Así afirman que el Protestantismo debe ser implementado, establecido para reemplazar al Catolicismo. (…). Los astutos enemigos de la Iglesia y sociedad humana intentan seducir al pueblo de varias maneras. Uno de sus principales métodos es el mal uso de las nuevas técnicas de producción editorial. Ellos están totalmente volcados a la diaria publicación y proliferación de panfletos impíos, periódicos y folletos llenos de mentiras, calumnias y seducción. (…). En lo que respecta a estas enseñanzas y estas teorías, se sabe que el principal objetivo de sus proponentes es introducir al pueblo las perniciosas ficciones del Socialismo y el Comunismo mediante la confusa aplicación de los términos “libertad” e “igualdad”. El objetivo final compartido por dichas enseñanzas, sea del Comunismo o Socialismo, aun desde diferentes perspectivas, es excitar con continuos disturbios a trabajadores y otros, especialmente aquellos de

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Encíclica Qui Pluribus, puede consultarse en el vínculo siguiente, página dedicada a la “formación de líderes católicos”: http://www.mercaba.org/MAGISTERIO/qui_pluribus.htm#_ednref20. 15/02/14.

las clases bajas, a quienes han engañado con sus mentiras e ilusionado con la promesa de una situación más feliz. (Títulos del 2 al 18)21

En el mundo terrenal, mientras tanto, se profundizan las técnicas productivas en rubros muy importantes, tal es el caso del algodón, el desarrollo de la industria mundial vinculada al ferrocarril –ojo sobre el desarrollo del mismo en la América del Sur, donde, por ejemplo, se pone fin al Tercer Sitio de Montevideo en el área del Rio de la Plata22– y la navegación a gas; se acelera el potencial capital de movilizar contingentes de clase trabajadora, como el caso de los culíes chinos hacia Cuba, Perú, trabajadores de la India son enviados a Jamaica, la llegada de europeos a Brasil como fuerza de trabajo asalariada, entre otros. Un punto de inflexión de nuestro tramo se sucede con el proceso francés, el cual describimos superficialmente a continuación: finalizado el gobierno de Luis Felipe de Orleans en 1848, motivado por la revuelta europea, Luis Bonaparte asume el poder mediante su triunfo abrumador en elecciones, produce el golpe contra la Asamblea Nacional en 1851, para luego hacerse designar a la cabeza del segundo Imperio Francés en 1852. La historia de dicho proceso, en el centro del cual se ubica la primera aparición concreta, inédita e histórica del Estado burgués, descrita en sus eventos de manera excepcional por Karl Marx, es dividida en tres tramos: Desde el 24 de febrero hasta el 4 de mayo de 1848 (período de febrero), desde el 4 de mayo al 28 de mayo del 49 (período de la Asamblea Nacional) y del 28 de mayo de 1849 al 2 de diciembre de 1851 (Período de la Asamblea Nacional Legislativa). Estos procesos están al alcance en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, incorporada en la edición de las Obras Escogidas (Marx & Engels, 1973 I). Los eventos se desarrollan desde el arranque inicial manifestado en la confluencia de diversos programas, al comienzo del Gobierno Provisional –entre los que destacan los planteamientos de Louis Blanqui23 y el mismo Marx24–, pasando por la caracterización del “rasero” burgués, personificando en sus intereses en la Asamblea Nacional, eliminando del cuerpo legislativo a los proletarios encabezados por Blanqui, mostrando la unificación de la “República Burguesa25” en contra del proletariado, no sólo como opción política, sino como clase social, marcada a sangre y fuego por la primera confrontación armada entre burgueses y proletarios en la llamada Insurrección de junio en los días de 23 al 26 de junio de 1848. Hasta cerrar como consolidación del “pacto social”, en un marcado crecimiento de la actividad legislativa como red “orgánica” desde su centro constitucional. El límite a los derechos fijados por la acción legislativa y consagrados en la “seguridad pública” no es sino el límite de la seguridad burguesa, no son sino el límite histórico del Estado burgués. 21

Encíclica Nostis et Nobiscum, consultada en http://www.papalencyclicals.net/Pius09/p9nostis.htm el día 15/02/14, la traducción del inglés es responsabilidad propia. 22 Esta compleja situación, con antecedentes en el período 1812–1814, involucra, tanto a Paraguay, Argentina, el Imperio del Brasil, Uruguay, Francia, Inglaterra, además de participación mercenaria de España, Italia, entre otros. Es fundamental para la comprensión de este proceso, el desarrollo de la industria en el enclave sur de la América, así como a la intervención europea en el desarrollo económico del continente. 23 Socialista francés (1805-1881). 24 En nombre de la Asociación Democrática de Bruselas, Marx envía una comunicación de saludo al Gobierno Provisional francés; éste invita a Marx a venir a Francia. 25 Aristocracia financiera, burguesía industrial, clases medias, pequeña burguesía, ejército, lumpemproletariado organizado como Guardia móvil, intelectuales, clero y campesinado.

Pero en dichos límites se pone de manifiesto su alcance. La constitución del 48 planteaba el fin del gobierno republicano de Luis Bonaparte, al cumplirse 4 años después de su elección en ese mismo año, cosa que un Bonaparte, detentor de las esperanzas de todas las clases conservadoras y antiproletarias, no podía aceptar; asunto que es un pequeño destello de la lucha de poderes interna. Al respecto Marx escribe: Tal era la constitución de 1848, que no fue derribada el 2 de diciembre de 1851 por una cabeza, sino que se vino a tierra al contacto de un simple sombrero; cierto es que este sombrero era el tricornio napoleónico. (Marx & Engels, 1973 I, pág. 422).

Napoleón III es ahora la cara de este Estado burgués, y, el Partido del Orden, será al final, como forma política designada por Bonaparte, síntesis concreta expresada en la coalición de sectores sociales que enfrentan al proletariado como clase renegada y arrimada a la oscura existencia. Los eventos siguientes son antesala a la consolidación del nacido Estado burgués, maquinaria que luego será “reproducida” en todo escenario nacional donde el capital haga presencia. Los acontecimientos en la Europa de dos corazones marcarán la marcha apresurada y firme a una siguiente profundización de dicha nueva forma del Estado, en su segunda realización26, y a la aparición de su primera antítesis histórica27: la Comuna de París. Por una parte, se acumulan fuerzas y presencia de naciones capitalistas en China, posterior a la Segunda Guerra del Opio (1856–1860), signadas por acuerdos indignos; por otra, se suceden los procesos de la Europa central, relacionados con la unidad italiana, donde Prusia y Francia llevan la cabeza, se sucede la creación del principado de Hungría a petición de las potencias mencionadas; Francia e Inglaterra crean la Compañía Universal del Canal Marítimo de Suez; en el continente americano, en nuestras tierras, se desarrolla la Guerra Federal (1859–1863), Al norte del continente la Guerra Civil Norteamericana (1861– 1865)28, de la cual Marx dirá en el Tomo I de El Capital: En los Estados Unidos de Norteamérica todo movimiento obrero independiente estuvo sumido en la parálisis mientras la esclavitud desfiguró una parte de la república. El trabajo cuya piel es blanca no puede emanciparse allí donde se estigmatiza el trabajo de piel negra. Pero de la muerte de la esclavitud surgió de inmediato una vida nueva, remozada. El primer fruto de la guerra civil fue la agitación por las 26

Aspectos del desarrollo histórico de este concreto del sistema capitalista que serán mencionados en el siguiente escrito. 27 La categoría de antítesis histórica pretende, en nuestro trabajo, marcar una diferencia esencial entre la Comuna de París y las anteriores experiencias de resistencia en el mundo: por primera vez en la historia la clase trabajadora muestra la forma de repuesta y superación de la totalidad de las condiciones históricas del sistema capitalista, llevando al programa político al nivel de posibilidad real, hecho que, inclusive, será un impulso de conciencia para la clase trabajadora alemana. 28 Conflicto vinculado a la superación histórica de las contradicciones a raíz de la realidad planteada por el llamado Compromiso de Missouri de 1820, al organizar el trabajo esclavo al sur de la Unión, con las consecuentes consecuencias histórico-económicas. Si bien es entendido como una salida política al equilibrio en el Congreso Norteamericano, las conclusiones tienen un fuerte contenido material, ya que la organización del trabajo esclavo y su explotación racional en el sur, con clima más tolerable, junto al desarrollo del trabajo asalariado al norte, al ritmo de las estaciones, consolidó a Norteamérica como potencia competitiva en el comercio de algodón.

ocho horas, que calzándose las botas de siete leguas de la locomotora avanzó a zancadas desde el Océano Atlántico hasta el Pacífico, desde Nueva Inglaterra hasta California. El Congreso General del Trabajo, reunido en Baltimore (16 de agosto 1866) declara: “La primera y gran necesidad del presente, para librar de la esclavitud capitalista al trabajo de esta tierra, es la promulgación de una ley con arreglo a la cual las ocho horas sean la jornada laboral normal en todos los estados de la Unión Norteamericana. Estamos decididos a emplear todas nuestras fuerzas hasta alcanzar este glorioso resultado” (Marx K. , 2009 Ia, pág. 363).

Se manifiestan horizontes de amenazas de guerra civil en varias naciones del sur como consecuencia de enfrentamientos entre liberales y conservadores, cuestiones que en el fondo reflejan los conflictos de intereses entre quienes dominan la cosa pública y la respuesta a exigencias europeas y norteamericanas; se desarrollan los eventos que harán eclosión en la América central en relación al dominio de territorios y consolidación de gobiernos complacientes a las naciones que encabezan la expansión agresiva del sistema capitalista; pero sobre todo en México, con Benito Juárez como presidente (1861–1872), se sucederá la primera coalición de naciones acreedoras, firmada en la llamada convención de Londres de 1861, en la que se acuerda intervenir México29 con amenaza de invasión30. Los eventos impulsan a una ruptura del orden de la Europa central, detonada mediante un impasse entre Prusia y Francia por un asunto de carácter sucesoral, y concretada en la Guerra Franco–prusiana (1870–1871), evento fundamental del nuevo tramo, manifestación de los desarrollos posteriores a la primera realización del Estado burgués, y del desarrollo del capitalismo en su fase pre–totalizadora, que es también un momento pre–imperialista. Este es el cierre del tramo 1848–1870 y apertura del último trayecto del siglo. Este último tramo lo hemos denominado Período de Totalización del Sistema Capitalista y de Acceso a los Contenidos Imperiales (1871-1917). Dos extremos marcan este momento; por un lado, el desarrollo de los eventos de La Comuna de París y el de la Unificación alemana, por otro, el desarrollo de los acontecimientos de la Sublevación de los Boxers en China y el umbral de las Guerras del Capital. Vamos a tratar de no extendernos de más en la exposición de este tramo. Es fundamental entender el inicio del mismo en torno a un concreto esencial del desarrollo histórico del capital: el Estado burgués. Tanto la Comuna como la unificación alemana comparten esta genética. Por esta razón, en la siguiente parte del capítulo, ambos eventos serán denominados respectivamente, en la síntesis de la historia del Estado burgués, primera antítesis y segunda realización del mismo. La primera antítesis se sucede justo en el escenario definitivo de la Guerra Francoprusiana. La captura de Napoleón III, la huída del Gobierno de Defensa Nacional a Versalles, abandonando París a la suerte de la fuerza prusiana, que se detiene ante un ejército espontáneo de más de 300 mil hombres y mujeres armados cohesionados en torno a la formación de un gobierno despótico proletario. Leamos lo que escribe al respecto el 29

Firman Inglaterra, España y Francia, en las personas de la Reina Victoria, Isabel II y Napoleón III respectivamente, pero en respuesta a los intereses de capitalistas. 30 Amenaza cumplida por Francia, ocupando Ciudad de México en 1863; los eventos están en estrecha relación con las amenazas de guerra entre Prusia y Francia, y el resultado de la Guerra Civil Norteamericana.

marxista francés Roger Dangeville en la introducción a una compilación de textos de Marx y Engels sobre la Comuna: En sus obras escritas sobre este período, Lenín ha demostrado sin embargo la coherencia de los juicios de Marx-Engels, por una parte, con su propia teoría, por otra, con las situaciones objetivas, que en el curso de la crisis de 1870-1871 fueron las etapas más importantes de toda la época capitalista, de principio a fin: 1º revolución burguesa y formación de la unidad nacional (en Alemania), es decir fase progresista del capitalismo; 2º transformación de la guerra nacional revolucionaria burguesa en guerra imperialista en lo que concierne a Alemania; 3º unificación del proletariado alemán a nivel, no de pequeñas facciones a lo interno del Estado, sino de un Estado nacional unitario; 4º constitución de dicho proletariado en clase, y por tanto en partido político, no solamente a nivel nacional, más aún internacional; 5º transformación de la guerra imperialista en guerra civil, con el derrocamiento de la burguesía en Francia y el alzamiento del proletariado en clase dominante (instauración del Estado de la dictadura del proletariado). (Dangeville, 1971, pág. p.7).

Claramente podemos entender de estas palabras, como el desarrollo de la Comuna está en íntima relación con el desarrollo del capitalismo en la Unidad alemana31 y del desarrollo, por lo tanto de su fuerza industrial, que a su vez, impulsa al Estado burgués a su segunda realización histórica. Este proceso interesante se centra en la unidad más acabada entre el desarrollo de las fuerzas productivas en el seno de la industria bélica como factor característico del ejército prusiano, lo que pondrá en relación directa a todo el contexto industrial a depender del pulso bélico y su desarrollo, juntamente a la consolidación del ejército como un factor esencial del Estado burgués; Alemania dará un paso más en la consolidación del Estado como un aparato de clase a partir del punto histórico donde Francia lo había dejado. La Guerra Franco–prusiana cierra, además una tipología en el carácter de los conflictos bélicos poniendo en evidencia su transformación siguiente. Leamos al respecto algo que escribe Lenin: La Gran Revolución Francesa marcó el comienzo de una nueva época en la historia de la humanidad. Desde ese momento hasta la Comuna de París, i.e., entre 1789 y 1871, un tipo de guerra fue la de carácter progresista-burgués, desarrolladas por la liberación nacional. En otras palabras, el derrumbamiento del absolutismo y el feudalismo, el derrocamiento de esas instituciones, y el derrumbamiento de la opresión extranjera, conformaron el principal contenido e histórico significado de dichas guerras. Fueron por lo tanto guerras progresistas; durante dichas guerras, todos los honestos y revolucionarios demócratas, tanto como los socialistas, esperaron el éxito de aquel país (i.e., aquella burguesía) que habría ayudado en el derrumbamiento o el derrocamiento de las más funestas bases del feudalismo, absolutismo y la opresión de otras naciones. Por ejemplo, las guerras revolucionarias llevadas a cabo por Francia sin duda con un contenido de saqueo y de conquista de territorios foráneos, no 31

Si bien la Prusia de Bismarck es la que inicia las acciones, la unidad nacional alemana está detrás de los objetivos definitivos.

cambia en nada la significación histórica de las mismas, las cuales destruyeron y barrieron el feudalismo y el absolutismo en la totalidad de la vieja y esclavista Europa. En la Guerra Franco-Prusiana, Alemania saqueó a Francia, pero esto no altera la fundamental significancia histórica de dicha guerra, la cual liberó a decenas de millones de alemanes de desunión feudal y de la opresión de dos déspotas, el Zar de Rusia y Napoleón III. (Lenin, 1974, pág. 300).

El siguiente paso marca el fin de este tipo de conflictos. La Europa de dos corazones se reorganiza. El Imperio Alemán de Guillermo II impone condiciones a Francia, le ocupa las regiones ricas en recursos de Alsacia y Lorena, formando un bloque, junto a Austria e Italia32; obligando a Inglaterra a tomar parte de una contra–alianza que derivará en la futura Triple Entente (1890), formada por el Reino de Inglaterra e Irlanda, Francia y el Imperio Ruso. Estos vínculos serán definitorios del proceso previo a la Primera Guerra Mundial (1914–1918). El desarrollo de esta estructura de alianzas es directo reflejo, no de las cercanías culturales, o de los planes individuales o de destinos manifiestos; es, eso si, manifestación inequivoca de los nuevos desarrollos de las fuerzas burguesas y de la organización mundial del capital, que nace al nuevo milenio con la fuerza de guerras de carácter internacional mediante coaliciones en conflicto. Sólo un evento más pondrá en histórico contacto la solución de superación en la forma de los nuevos conflictos con el carácter de clase de los mismos. Un evento, poco estudiado en nuestros países, y vigente en el actual “orden” mundial, sucedió en la última década del siglo XIX. La Sublevación de los Boxers (1900), evento de reacción conservadora a los diversos procesos de ocupación, invasión, anexión y tratados desfavorables. Aparentemente una reacción ante las concepciones católicas y reformistas, es, a nuestro parecer un fenómeno que toma forma ante el avance del capital en búsqueda de fuerza de trabajo barata, y sobre todo mercados. Lo que comienza como una de tantas acciones xenófobas llevadas a cabo por organizaciones secretas antioccidentales chinas, (los boxers, denominados así por los europeos, se referían a un grupo llamado Yihequan33) termina siendo un incidente que reflejó, inclusive, la particular forma de la lucha de clases. Llama la atención como, al reaccionar ante la ambigüedad del gobierno chino, se crea una coalición mundial sin precedentes en respuesta a un enemigo velado por la historia –la fuerza de las clases trabajadoras– que, en el desarrollo de los acontecimientos, involucrará a Francia, Italia, Alemania, EE.UU., Inglaterra, el Imperio Austro-húngaro, Rusia y Japón. Esta fuerza inédita, actuando bajo la dirección de un mismo interés, exterminará el movimiento Boxer, impondrá el orden del capital –que no es más que el orden de la producción– y en el Protocolo de Pekín (1901) impondrá sanciones e indemnizaciones astronómicas, que sólo servirán para acelerar el proceso de ocupación capitalista, de la que Rusia y Japón tomarán mejor parte34. Las consecuencias en las luchas de clase chinas son indudables, y, en los escenarios planteados por las siguientes crisis, las potencias coaligadas contra su enemigo de clase, se enfrentarán en cercanas guerras de alcance mundial: el siglo XX nace con este signo. Cerramos así los períodos del siglo XIX.

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La Triple Alianza de 1882. “Puños de justicia y concordia”. 34 Consecuencia de esta situación será la guerra entre Rusia y Japón en 1904. 33

Los alcances de estos sucesos, y de las formas de desarrollo que son ocultadas cuando se abordan desde incompletas y baratas cronologías, son las claves que deben estar en la base de nuestros estudios.

Luis Enrique Millán Arteaga Universidad Bolivariana de Venezuela Universidad Nacional de Avellaneda

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