Siete arcos, Siete Infantes. Leyendas en torno al origen de las galerías porticadas románicas

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Siete arcos, siete infantes. Leyendas en torno al origen de las galerías porticadas románicas José Ángel Esteras Martínez Josemi Lorenzo Arribas

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Resumen Los Siete Infantes de Lara han unido sus destinos al Románico en la memoria popular en Omeñaca (Soria), tradición que recoge Menéndez Pidal en 1896, vinculando a ellos el número de arcos abiertos en su galería porticada. Del mismo modo se repite el nexo en la ermita segoviana de Nuestra Señora de las Vegas (Requijada, Santiuste de Pedraza). No sabemos cuál fue a ciencia cierta el origen de las galerías porticadas románicas, pero sus precedentes se hunden en una tradición bien antigua, seguramente vinculada a los usos constructivos mediterráneos, modelo potenciado por la influencia musulmana. En este texto se defiende que los siete arcos no se corresponden con ningún modelo arquetípico de las galerías porticadas románicas ni atiende a cuestiones simbólicas que la crítica ha ido difundiendo, a juicio del autor, erróneamente. Palabras clave: Románico, pórticos, simbología, Omeñaca, Soria, tradición oral Résumé Le destin des Sept Infants de Lara a été associé à l’Art roman dans la mémoire collective d’Omeñaca (Soria, Espagne). D’après une tradition orale recueillie par l’érudit Ramón * El Proyecto Cultural Soria Románica es un plan de conservación, difusión y divulgación del Románico de la provincia de Soria que se desarrolla entre 2007 y 2012. La Junta de Castilla y León promueve y financia este proyecto, gestionado por la Fundación Duques de Soria, con la colaboración del Obispado de Osma-Soria, en virtud del convenio firmado por las tres instituciones. Más información en www.soriaromanica.es.

CAHIERS D’ÉTUDES HISPANIQUES MÉDIÉVALES, n o 37, 2014, p. 215-232

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Proyecto Cultural Soria Románica*, Fundación Duques de Soria

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Los dos grupos de infantes más célebres de la Edad Media castellana son los de Salas y los de Carrión. Por unas u otras circunstancias, ambos han unido sus destinos al Románico de la provincia de Soria en la memoria popular, aunque no sea un tema en el que se haya abundado, por más que se viene recordando desde antiguo1. Los últimos, que no trataremos aquí, por las afirmaciones que sitúan el emplazamiento del Robredo de Corpes en el término de Castillejo de Robledo. Los primeros, por su vinculación a la localidad de Omeñaca. Si bien hay una amplia bibliografía relativa a los Siete Infantes de Salas relacionada con disciplinas como la literatura y la historia, poco hay escrito desde la historia del Arte, o casi más desde la historia de las Mentalidades, tema al que dedicamos esta intervención.

Galerías porticadas románicas de siete arcos Cuando en 1924 se termina, después de tres años de obras, la neorrománica galería porticada de la parroquia Ntra. Sra. de la Asunción, en Quintana Redonda (Soria), iglesia destruida en su totalidad en 1918 por un incendio, dicha galería se hace constar de siete arcos, con la seguridad de que así se reproducía el modelo por antonomasia de una galería porticada propia del Románico puro. En la «Justificación del estilo adoptado», el arquitecto roncalés Eduardo Gambra y Sanz, que en 1917 había construido el edificio de «La Gran Peña» en la Gran Vía madrileña, expone: Porque la razón corrientemente innovadora de que los modernos materiales y sistemas de construcción deben responder a nuevas formas arquitectónicas, no puede tener gran valor tratándose de un templo como éste de carácter rural donde los materiales y sistemas de construcción no han tenido variaciones esenciales, no hemos dudado en acudir, para la composición del edificio a los 1.  «Así como el itinerario cidiano atraviesa la provincia por su parte Sur, su parte Norte la cruza el itinerario de los Infantes de Lara» (Blas Taracena Aguirre, Soria. Guía artística de la ciudad y su provincia, Soria: Imprenta E. Las Heras, 1928, p. 30). José Luis Senra Gabriel y Galán, «La escultura románica y sus problemas de interpretación: el llamado sepulcro “de Mudarra” procedente del monasterio de San Pedro de Arlanza», Archivo Español de Arte, 72 (285), 1999, p. 25-38.

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Menéndez Pidal en 1896, les Infants gardent une relation avec les sept arcades de la galerie romane de l’église de ce village. Cela se retrouve également dans l’ermitage de Notre Dame de las Vegas à Requijada (Ségovie, Espagne). L’origine des galeries romanes reste encore inconnue. Toutefois, leurs précédents s’enracinent dans une tradition très ancienne, probablement liée aux usages de la construction méditerranéenne, influencée par les modèles musulmans. Dans ce texte, on défend l’idée que les sept arcades ne correspondent à aucun modèle archétypique des galeries romanes, tout en faisant abstraction des aspects symboliques développés par la critique de manière erronée d’après l’auteur. Mots clés: Art roman, portiques, symbolique, Omeñaca, Soria, tradition orale

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Ilustración 1. Quintana Redonda. Galería neorrománica de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (1924) estilos clásicos cristianos y entre ellos, hemos desde luego preferido el denominado neo-románico, como más adecuado al caso presente […] dicho estilo románico cabe adecuadamente en una región donde se conservan interesantes ejemplares del mismo; procede construir en este sencilla comarca con arreglo al románico tradicional2.

No era la primera vez que se hacía «neorrománico porticado» en la provincia de Soria. Unos cuatrocientos años antes se construyó la iglesia parroquial de Santa María la Mayor en Peñalba de San Esteban, y se la dotó de un pórtico simétrico y pretendidamente arquetípico, de arco de ingreso más tres arcos a cada lado. Es poco lo que se sabe de la construcción de este elemento estructural, pero la consulta a los libros de fábrica nos permite afirmar que se debió construir a principios del siglo xvi, puesto que parece que se produce un pago a unos canteros en 1515 por la obra del «portal», lo que coincide con las características estilísticas que muestra3. 2.  Fechado en 12 de agosto de 1919 y reproducido en: Celestino Zamora Ramos, Memorias, Soria: Ochoa Impresores, 2008, p. 86-87. 3.  Desgraciadamente el Libro de Carta Cuenta e Inventarios de la parroquia que contiene información entre los años 1512 y 1637 ha perdido los primeros folios, y la noticia citada se conserva fragmentariamente. En el margen del folio 5ro, lo único que se conserva de este, todavía puede

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Ilustración 2. Peñalba de San Esteban. Galería de la iglesia de Santa María la Mayor (principios siglo xvi)

Dicho arquetipo se quiso ver en el Románico soriano en las emblemáticas galerías porticadas de las iglesias de San Miguel (San Esteban de Gormaz, la primera datada del Románico castellano) y San Pedro (Caracena), y se legitimó por vía legendaria, haciendo participar a los Infantes de Lara en papel protagonista del hallazgo de esa disposición tipológica, o al menos así lo quiso la tradición oral. Las referencias por vía erudita aludían a la significación bíblica del número siete, que expresa tanto la perfección como las siete iglesias del Apocalipsis, explicaciones insuficientes que han permeado a los libros al uso de divulgación. En realidad, no parece que el número de arcos resleerse «Canteros» y en el asiento: «A Sancho Gu [perdido] quantos y [perdido] para el port[perdido]» (Archivo Histórico Diocesano de Osma-Soria, Libro 353/10). La afortunada conservación de este relicto permite fechar la erección de la galería. En los años sucesivos se levantan la sacristía y torre, y el 4 de julio de 1524 «se obligó Sancho de Alvarado, habitante en “Sancti” Esteban de hacer el portal de la iglesia de Ntra. Sra. de Peñalba de carpintería por precio de cuantía de 12.000 mrs.», en referencia a la cubrición de dicho pórtico, que habría de ser, según el mismo asiento, «de cinta y saetino blanco perfectamente labrado» (Libro 353/10, folio suelto, vuelto), obra que se acabó de pagar a finales de año (Libro 353/10, s. f., 1524, diciembre, 19). En cualquier caso, no es obra del siglo xiv, como afirmó Blas Taracena, «Notas de arquitectura románica. Las galerías porticadas», Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo, 12, 1933, p. 421.

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ponda a un solo patrón, sino a una casuística tan variada que no se deja ahormar por modelos únicos, imperando, si acaso, razones simplemente constructivas. No sabemos cuál fue a ciencia cierta el origen de las galerías porticadas románicas, pero sus precedentes se hunden en una tradición bien antigua, seguramente vinculada a los usos constructivos mediterráneos, modelo potenciado posteriormente por la influencia musulmana4. Luego, se quiso ver una influencia de la miniatura mozárabe y románica de distintos Beatos5 en el propio tipo de las galerías porticadas románicas, aprovechando que en el llamado de El Burgo de Osma (Cabildo de la Catedral de El Burgo de Osma, Soria, Cod. 1, fol. 23 ro)6, terminado en 1086, se presenta una arquería de siete arcos, aspecto que le pareció relevante a don Juan Antonio Gaya Nuño a principios de los años treinta del siglo pasado7. Tentadora era la posibilidad de vincular esta miniatura con la inaugural galería sanestebeña de San Miguel (datada en 1081), si no fuera porque el Beato «de El Burgo» no se realizó en esta localidad aunque lo atesore desde la Edad Media (parece proceder de las lejanas tierras de Sahagún, León), y si no fuera porque el motivo de los siete arcos se venía repitiendo ya en Beatos anteriores8. 4.  José Ángel Esteras, César Gonzalo, Josemi Lorenzo, «Claustros y galerías porticadas en el Románico de Soria», in: Catálogo Las Edades del Hombre. Paisaje interior [Soria. Concatedral de San Pedro] Soria: Gráficas Varona, 2009, p. 125-162. 5.  Esta filiación con respecto a la miniatura mozárabe, por otra parte, fue ya establecida por Blas Taracena en 1933, op. cit., p. 411). El propio Gaya Nuño, investigador de afinado juicio y seguras intuiciones, lo expuso así en un libro fundamental, Teoría del Románico (Madrid: Publicaciones Españolas, 1962, p. 160). La bibliografía posterior lo recoge como un axioma: «Lo habitual es que estas galerías porticadas tengan siete vanos: la puerta de acceso en el centro, enfilada con la del templo, y tres arcos a cada lado» (María de los Ángeles de las Heras y Núñez, «La ermita de San Cristóbal de Canales de la Sierra», Berceo, 106-107, 1984, p. 47-62, vid. p. 51). 6.  Facsímil Beato de Liébana, Expositio im Apocalisim, Valencia: Vicent García, 1992, 2 vol. El mismo folio sirvió de frontispicio y marca identificativa de la exposición Las Edades del Hombre en su edición correspondiente a El Burgo de Osma (Soria), en 1997. 7.  El Románico en la provincia de Soria, Madrid: CSIC, facsímil, 2003. El libro recoge la tesis doctoral de Gaya Nuño, terminada a finales de 1933, defendida en enero de 1934, aunque el libro no viera la luz hasta 1946 por la interrupción de la Guerra Civil. En sus páginas se dedican planos a las iglesias porticadas de San Esteban de Gormaz (San Miguel, Virgen del Rivero), Castillejo de Robledo, Rejas de San Esteban (San Martín), Tiermes (ermita de Santa María), Caracena (San Pedro), Aguilera, así como plantas exclusivamente centradas en las parroquias de Berzosa, Andaluz, Villasayas y Omeñaca. Un total de once plantas dibujadas, fotografiadas y otras más descritas. Esta monografía ofrecía, para aquellas fechas, la más completa galería de galerías románicas reunidas por aquel entonces, suponiendo, posiblemente, la primera llamada de atención con cierta sistematización sobre su importancia en el conjunto patrimonial románico de la Península Ibérica. 8.  Como en el Beato de San Millán, en cuya Explanatio in Danielem de Hieronymus Stridonius se ve una arquería que representa a las siete iglesias de la Antigüedad, ilustrando el encargo al evangelista Juan para que escriba la revelación (RAH, Cód. 33, fol. 20 vo. Elisa Ruiz García, Catálogo de la Sección de Códices, Madrid: Real Academia de la Historia, 1997, p. 235). Este Beato

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Ilustración 3. Cabildo Catedral de El Burgo Osma, Cod. 1, f. 23 ro.

Los Siete Infantes de Lara y las galerías románicas Es Menéndez Pidal quien recoge en 1896, que sepamos por primera vez por escrito, no una, sino varias «tradiciones locales» vinculadas con los siete infantes de Lara en la zona oriental soriana, y concretamente en Omeñaca. Allí, a decir del sabio, cercados por los musulmanes, además del almuerzo que los Infantes de Lara hicieron en la Sierra que ahora se llama así, del Almuerzo (donde dejaron huellas en las piedras con sus tenedores y cucharas...9), los siete jóvenes bajaron al pueblo y, «queriendo entrar prees datable a finales del siglo x o comienzos del xi (Soledad Silva Verástegui, «Los Beatos en La Rioja», Príncipe de Viana, 55 [202], 1994, p. 261). 9.  Fotografías de dicha piedra en Revista de Soria, 4, 1994, p. 20 y 26. Estudio en José Alberto Bachiller Gil, «Aportación al estudio del arte rupestre postpaleolítico: la piedra de los siete infantes de Lara (Cortos-Soria)», Celtiberia, 54 (98), 2004, p. 285-297, donde se sitúa correctamente la localización de la piedra en término de Cortos (pedanía de Arancón) y se concluye con la imposibilidad de aproximación cronológica veraz de estas cazoletas incisas, que la leyenda popular quiso que fueran los platos y cucharas de los Infantes, puesto que estas manifestaciones se extienden desde el Eneolítico a la época medieval y falta contexto arqueológico en que insertar tales incisiones. También se ha especulado con los siete arcos concéntricos que muestra la singular estela rectangular de Narros (Soria) en una de sus caras (Antonio Ruiz, «La Sierra de los 7 Infantes», Revista de Soria, 4, 1994, p. 25), aunque no parece que haya nada que pueda vincular dicho motivo con la leyenda de los de Lara. La tradición oral burgalesa continúa relacionando a los Infantes con piedras significativas de los alrede-

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Ilustración 4. Omeñaca. Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción. Se aprecia cómo está en el aire una faceta del doble salmer occidental, que ya no recibe al último arco que tuvo la galería por este lado. Fotografía de Juan Cabré (c. 1916). Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), Fondo Cabré 5069.

cipitadamente en misa, los siete a la vez, se abrieron otras tantas puertas en la iglesia, que hoy todavía se ven, aunque tapiadas», previa aparición mariana de por medio. «[T]odo lo oí contar a varias personas, entre ellas Juan Moreno de Valdegeña y Pedro Delgado de Cortos»10. Poco después, en 1900 Gerardo Escudero pone en boca de un natural de Cortos el siguiente relato, según se lo oyó contar:

dores de Barbadillo del Mercado en las leyendas siguientes: Las hazañas de los infantes de Lara, Informante: JGP; Las piedras de los infantes de Lara Informante: Juan García Peña; y nuevamente aparece el siete como número mágico en una tradición recogida oralmente en 1997 en Barbadillo del Mercado (Burgos): «Aquí había unas piedras grandes en una finca. Dice que las habían tirao los infantes desde su castillo de Lara, pero no vea qué grandes eran. Había siete piedras blancas, que dicen que las habían tirao jugando a los bolos los infantes» (Las piedras de los infantes de Lara, Informante: Juliana Peña de Domingo). Las tres referencias se recogen en Elías Rubio, José Manuel Pedrosa y César-Javier Palacios, Héroes, santos, moros y brujas (Leyendas épicas, históricas y mágicas de la tradición oral de Burgos). Poética, comparatismo y etnotextos, Burgos: Tentenublo, 2001. 10. Ramón Menéndez Pidal, La Leyenda de los Infantes de Lara, Madrid: Imprenta Hijos de José M. Ducazcal, 1896, p. 196-197. Cita en p. 196, n. 3.

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Opinan mis convecinos –continuó el aldeano– que los Infantes debieron asistir a misa porque se abrieron ocho puertas en la iglesia de Omeñaca para que entrase por la central la Virgen y por las restantes los siete de Lara, y en prueba de ello se pueden ver aún los arcos aunque ya están tapiados a cal y canto, pero lo que sí nos dijeron nuestros padres es que aquí fueron muertos y que por estos sitios se han encontrado huesos que deben ser los de ellos11.

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A daros gracias vinieron los Siete Infantes de Lara y encontraron, cosa rara que siete puertas se abrieron13.

La misma leyenda parece asociarse también a la ermita segoviana de Nuestra Señora de las Vegas en Requijada (Santiuste de Pedraza), edificio que dispone de galería románica de siete arcos más otro de acceso en su frente, lugar del presunto bautizo de los Infantes14, según la tradición local, 11.  « Leyenda de Los Infantes de Lara. Historia y tradición », La región soriana, Soria: Tipografía de P. Rioja, 1900, (relato extraído de http://www.sorianos.org/portal/index.php?option=com_ content&task=view&id=1347&Itemid=1, aunque no hemos podido localizar la fuente exacta. Gerardo Escudero Lacusant era el propietario de dicho periódico). Aurelio Espinosa volvería dos décadas después a recoger leyendas de labios de una informante de Contreras, localidad a poco más de diez kilómetros de Salas, publicando un artículo sobre los Infantes de Lara con dos versiones de la leyenda, pero sin alusión a galerías porticadas («Sobre la Leyenda de los Infantes de Lara», Romanic Review, 12, 1921, p. 135-145). Es de notar que, salvo en la tradición de Omeñaca y alrededores, no hay alusión a este asunto en el resto de provincias vinculadas de un modo u otro a los Infantes. 12. Gervasio Manrique, Soria. La ciudad del alto Duero, leyendas y tradiciones de su provincia, Madrid: Tipografía de Martín, 1926, p. 82 (la leyenda en p. 73-84; romances en p. 84-94). Blas Taracena lo apunta solamente en el citado artículo de 1933: «…Omeñaca, donde la tradición une el simbolismo de sus siete arcos a la gesta de los siete Infantes de Lara» (op. cit., p. 416), extendiéndose más en Carta Arqueológica de España. Soria, Madrid: CSIC, 1941, p. 49. 13.  ABC, 10/09/1980, p. 3. Artículo reproducido también en «Los Siete Infantes», Revista de Soria, 4, 1994, p. 19-22. 14.  De igual modo que se creía que los Infantes de Lara murieron en el valle de Araviana, al pie del Moncayo, muy cerca de Cueva de Ágreda (G. Manrique, op. cit., p. 84).

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Añade un dato interesante, y es la presencia de ocho arcos, contando el de acceso, en el frente de la galería. ¿Sería que todavía permanecería en pie dicho octavo arco, o al menos la memoria del mismo? Desde entonces, es un hecho común en la bibliografía local recoger esa vinculación, y ha garantizado su supervivencia12. No había de acabar ahí el vínculo de los de Lara con las galerías románicas, puesto que, siempre según la tradición, se hace reposar sus cuerpos (que no sus cabezas) en el pórtico de la iglesia de San Millán de Suso (San Millán de la Cogolla, La Rioja), cuestión esta que, por sus características distintas, no analizaremos en estas páginas. Todavía en 1980, José María de Areilza afirma en una tercera del diario ABC que se recitaba en Omeñaca esta letra:



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y donde también se vincula el número de arcos con los de Lara, según las investigaciones de Tomás Calleja, que busca en pagos segovianos el lugar de la mítica batalla15. Más allá de la leyenda, Juan Antonio Gaya Nuño afirma que [a]parte del interés legendario que Omeñaca ofrece en relación con la tradición de que los siete infantes de Lara pasaron sus siete huecos… [por la galería y la filiación silense de su decoración] hay que pensar en una repoblación de su tierra por elemento de la ribera en el siglo xii, muy avanzado, fecha a que debe pertenecer el monumento16.

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15.  Pablo Martín Cantalejo (con entrevista a Tomás Calleja): «La iglesia de Las Vegas y los Siete Infantes de Lara», ABC (20/04/1974), p. 131. Tomás Calleja Guijarro, «La arqueología, la historia y la leyenda en torno a Las Vegas de Pedraza», Estudios Segovianos, 49, 1965, especialmente p. 54-60. En este mismo artículo se especulaba con el protagonismo de los Infantes en unas pinturas que entonces asomaban bajo capas de revocos posteriores, lo que no se ha mostrado cierto, o con unas cabezas labradas en la pila bautismal (p. 22 y 54, n. 1). 16.  J. A. Gaya Nuño, op. cit., p. 250, e ilustr. no 256 (lám. XCV). El cliché es de Carrascosa, cuyo estudio realizó el mayor número de fotografías conservadas de la provincia en el segundo tercio del siglo xx. Blas Taracena afirmará con respecto a la singular galería de Andaluz (Soria): «conserva las columnas enanas y proporcionadas luces de los arcos de la comarca de San Esteban, pero […] evoluciona hacia un mayor número de elementos y abandona el simbólico número de siete» (art. cit., p. 417). 17.  También se ha explorado el vínculo de ciertos pagos segovianos con el solar original de los Infantes a partir de la toponimia, aunque es discusión que queda fuera del objeto que aquí tratamos (Marqués de Lozoya, «La iglesia de Nuestra Señora de las Vegas de Pedraza y el romance de los Siete Infantes de Lara», Boletín de la Real Academia de la Historia, 153, 1963, p. 7-17. También se trata de este asunto ampliamente en T. Calleja Guijarro, op. cit.). Finalmente, se ha vinculado sin fundamento la leyenda de los Infantes con otras derivaciones eruditas que se han apuntado a partir de la primitiva vinculación, como con la iglesia de San Juan de Ágreda (en Arteguías –http://www.arteguias.com/romanico_agreda.htm– se dice que: «Los soportes son tres pares de columnas de capiteles de voluminosa talla que muestran arpías, personajes humanos que podrían reproducir dos de los episodios más importantes de la leyenda de los siete infantes de Lara, palmetas, etc.»), e incluso se hace presentes a los Infantes en la legendaria batalla de Vado de Cascajar, origen de otra leyenda (relacionada con Fernán González) que nada tiene que ver con los Infantes (G. Manrique, op. cit., p. 158).

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Por la galería no parece que exista tal relación, ya que como más tarde se dirá no tuvo siete arcos en un principio, por lo que el modelo pudo provenir de cualquier parte donde hubiese tales pórticos. Más allá de la leyenda y más allá de la localización del lugar de la muerte de los célebres Infantes17, añadimos nosotros, nos interesa ver cómo por vía popular se ha vinculado a los de Lara al origen de un arquetipo de galería porticada románica que, como veremos tras una pequeña digresión, insistimos que no es tal.

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Ilustración 5. Omeñaca. Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, con galería porticada parcialmente cegada. Fotografía de Carrascosa (c. 1930). AHPSo, fot. 1382.

Metrología y simbolismo numérico en la arquitectura Los estudios compositivos y dimensionales de los edificios, a los que se consagra la metrología, han de realizarse, para obtener resultados a tener verdaderamente en cuenta, conforme a los cánones métricos vigentes en el momento de su construcción. De ese modo y para el caso de los templos románicos, se deben conocer las relaciones mensurales precisas empleadas en periodo medieval, bien diferentes a las «imperfectas» medidas que con los cánones actuales (y con el sistema métrico decimal) resultan del levantamiento de estos edificios. Esas cifras precisas contaban en su interrelación con un sentido proporcional intencionado, y aunque incierto, en algunos casos cabe la posibilidad de que lo hubieran tenido igualmente en el plano simbólico, aspecto que nunca ha dejado de dar pábulo a la imaginación humana postmedieval para elucubraciones18. La hipotética bús18.  No sólo entre la historiografía nacional. También otros investigadores extranjeros se han dejado seducir por complejas y antieconómicas explicaciones simbólicas de las galerías porticadas: Françoise Ruel, «Le concept d’entrée dans l’architecture religeuse du Moyen-Âge», Mélanges de la Casa de Velázquez, 16, 1980, p. 97-112; Mickey Abel, «Within, Around, Between: Micro Pilgrimage and the Archivolted Portal», Hispanic Research Journal, 10 (5), 2009, p. 385416; más interesante, porque aborda la cuestión del uso a lo largo del tiempo: Dave Postles, «Micro-spaces: church porches in pre-modern England», Journal of Historical Geography, 33, 2007, p. 749-769.

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queda de la plasmación de ese simbolismo al erigir los templos parecería lógico que incluyera del mismo modo en ese caso a la definición numérica de las seriaciones de arcos que componían las galerías porticadas en época románica. Y sería esta la plasmación simbólica más fácilmente perceptible y perdurable a los cambios habidos en las reglas y unidades de medida: siete arcos siempre fueron y serán siete arcos por mucho que ya no midamos en pies y lo hagamos en metros. El filtro decimonónico por el que ha pasado todo lo medieval, o quizás algún otro anterior, a buen seguro no podían dejar pasar esa oportunidad de crear una imagen onírica de estas seriaciones tan al alcance de cualquier perceptor. En el origen de la tradición más tarde convertida en canon, que daría carta de naturaleza habitual a los siete arcos como serie definidora de la composición original de estas arquerías se encuentran la leyenda y el símbolo, como ha quedado ya expuesto. Para las relaciones dimensionales y de proporción de los templos (según sus trazas originalmente medievales) queda abierta a la libre interpretación la búsqueda de simbolismos a partir de unas cifras enteras y precisas. Pero para la búsqueda del simbolismo del siete en el Románico porticado, la realidad y la investigación minuciosa del posible origen y de la evolución sufrida por lo conservado hasta nuestros días, resultan suficientes para su desmentido. Siempre queda abierta la opción para la ávida imaginación humana de buscar nuevos simbolismos a este respecto, si bien la heterogeneidad de los ejemplos que nos han sido legados promete poner ciertamente difícil este libre ejercicio. Los resultados de un minucioso y detallado análisis del Románico porticado hispano, así como el de la evolución constructiva de muchos de sus ejemplares conservados, desmienten ese supuesto sentido original, dado que los ejemplos que cumplen este tipo son escasos, si bien curiosamente parece que este esquema tomara verdadera carta de naturaleza en periodos posteriores al medieval, en los que la tradición y la leyenda se difundirían. Es en esos periodos posteriores en los que sí parecen encontrarse más ejemplos que cumplen ese modelo arquitectónico, en el marco de su traslación temporal y estilística, pareciendo tomarse los siete arcos como referente compositivo de nuevos ejemplares, algo bastante claro en la provincia de Soria con los ejemplos aludidos al principio de las respectivas galerías de las parroquias de Peñalba de San Esteban (s. xvi) y más modernamente Quintana Redonda (s. xx). En el primer caso, la dependencia administrativa de San Esteban de Gormaz, con sus galerías porticadas de San Miguel y el Rivero, y la presencia de alarifes sanestebeños pudo motivar seguir el ejemplo en la iglesia renacentista, pues los siete arcos responden más a la voluntad de que fuera dicho número, ya que espacio había, de haberse querido, para incluir alguno más, pero se decidió monumentalizar más el arco de ingreso y dejar a cada extremo de cierre del pórtico

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Ilustración 6. San Esteban de Gormaz. Iglesia de San Miguel (con galería porticada fechada en 1081)

sendos machones. En el segundo, la extraña proporción entre el tamaño de las dovelas, las sobredimensionadas chambranas, y el porte macrocefálico de sus capiteles (siguiendo el canon de los sanestebeños), hace del número siete un guarismo realmente buscado. El mencionado análisis ha obtenido como resultado en primera instancia un largo centenar de ejemplares de galerías porticadas conservadas en la actualidad de filiación románica en la mitad septentrional de la Península Ibérica. Teniendo en cuenta las evidencias significadas de algunas otras perdidas o desvirtuadas hasta llegar a nuestros días, el recuento asciende a más de ciento treinta galerías. No parece descabellado por otro lado pensar que de muchas que hubieron de existir no nos hayan llegado evidencias de ningún tipo, y que el número definitivo sería pues significativamente mayor, dados los variados significados funcionales y simbólicos de estos espacios, y los avances en este sentido que el Proyecto Cultural Soria Románica ha realizado, así como otros hallazgos arqueológicos19.

19.  J. Á. Esteras, C. Gonzalo, J. Lorenzo, art. cit.

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De las galerías conservadas, escasos son los ejemplos de los que se pueda aseverar la continuidad fiel en la actualidad a su traza original: mutilaciones, remontes, modificaciones y pérdidas constituyen la tónica general de la evolución constructiva sufrida por buena parte de ellas. El estudio pormenorizado de las mismas, y los resultados obtenidos de los trabajos arqueológicos desarrolladas en torno a las mismas o a los edificios a los que acompañan, están contribuyendo en algunos casos a clarificar ese panorama enmarañado por el quehacer constructivo y reparador de tantos siglos, que dificulta en ocasiones la interpretación de los trazados «originales» de estos pequeños claustros. Y de todo ello podemos extraer en relación al tema que nos ocupa, que a pesar de lo asentado de las tradiciones culta y popular descritas que asocian el Románico porticado con el número siete en relación a la secuencia de sus vanos, el número de ejemplares que a día de hoy cumplen este supuesto canon, o que soslayando las transformaciones históricas parecería que pudieran haberlo cumplido en origen, es meramente simbólico y significativamente pequeño respecto a la totalidad. Por contra, cabe destacar cómo varios ejemplares que en estos días cumplen el manido esquema de los siete arcos, y que en ocasiones han sido considerados como referente para ese supuesto modelo ideal, a resultas de los mismos análisis citados puede concluirse que en origen no respondían al mismo, y que las transformaciones históricas habidas en este caso han jugado a favor del mito (ver ilustración 7). Se debe destacar que el alto grado de transformación sufrido por la inmensa mayoría de ejemplos conservados de galerías porticadas románicas, parece poner en mayor grado de entredicho aquéllos que actualmente «cumplen» el modelo de los siete arcos y que han servido como justificación de la leyenda (San Pedro de Caracena), que a los que no cumpliéndolo hoy fueran susceptibles de haberlo seguido antes de sufrir cambios significativos en su trazado. Así, los descubrimientos al hilo de las investigaciones desarrolladas en este campo en los últimos años confirman ese alto grado de transformación, y abren la puerta a la existencia en origen de un mayor número de ejemplares de galerías de las hasta ahora supuestas que rompen el esquema previsto de galería porticada románica de siete vanos o de panda única, lo cual redunda en la desvirtualización de ese modelo románico de leyenda para estos «claustros parroquiales». Así, dos excavaciones arqueológicas desarrolladas en la década de los ochenta del pasado siglo xx han venido a desmentir la adscripción al modelo ideal de los siete vanos de dos de las galerías de referencia para la ejemplificación de esta «leyenda», y por tanto a desvirtuar en mayor medida si cabe la vigencia de este patrón. Por un lado, la iglesia de la ­Concepción de

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La arqueología contra el «siete»

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Ilustración 7. Caracena. Iglesia de San Pedro. Galería románica porticada tal como se concibió en origen (arco de acceso y ocho arcos más, cuatro a cada lado). Imagen sobredibujada por Luis Miguel Sanz, delineante e infógrafo del Proyecto Cultural Soria Románica

Nuestra Señora de Omeñaca, que como ya ha quedado reflejado mantiene asociados según la tradición este número de vanos al apresurado acercamiento de los Siete Infantes de Lara al templo para seguir una celebración litúrgica, muestra actualmente, y lo hacía a principios del pasado siglo a tenor de las fotografías conservadas, evidencias claras de que la arquería debió de tener mayor longitud y número de vanos en su extremo occidental. Este hecho se vio confirmado con los resultados de la excavación arqueológica que con motivo de una intervención acometida en el templo tuvo lugar en el año 1983. En su trazado actual la galería en este extremo supera en longitud a la nave, produciendo una curiosa imagen, no habitual, que invita además a pensar en los avatares que debió de sufrir este templo, acortado en al menos una ocasión respecto de su galería, o incluso en la posibilidad de que la galería en origen envolviera igualmente al edificio por su costado oeste. El otro ejemplo singular y simbólico dentro del Románico porticado soriano que ha visto en las últimas décadas cómo las evidencias han desligado su traza original del modelo supuestamente uniforme y tradicional

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Ilustración 8. Omeñaca. Hastial occidental y arranque de muro románico posteriormente acortado. Al fondo, el cierre de la galería, también mutilada

de siete vanos, lo constituye la galería de la iglesia de San Pedro en la localidad de Caracena. Al igual que en el caso de Omeñaca, el final de la arquería del templo en su extremo oeste ofrecía el aspecto de haber «querido continuar» la serie de arcos, no ofreciendo un remate final de la serie en el apoyo del supuesto último vano. La primera excavación arqueológica que tuvo lugar en ese ámbito del edificio, en el marco de unas actuaciones en el año 1986, concluyó que la galería continuaba con al menos dos arcos más, y se deshacía la «magia» del número siete. Recientemente, en el marco del Proyecto Cultural Soria Románica, una segunda excavación en este ámbito propuesta al objeto de ampliar algunos resultados parciales obtenidos en aquella primera prospección y ampliada hacia el costado oeste de la propia nave del templo, ha concluido además que la galería en origen contaba únicamente con la panda sur actual (no era de las que forman una L), y que su exceso de longitud respecto a la nave de la iglesia respondía al acortamiento de esta en periodo postmedieval20. Recortada 20.  El proyecto de la obra y su ejecución parece desarrollarse entre 1590 y 1642. Así, por ejemplo, tras gestiones administrativas y reparos puntuales compareció el 25 de febrero de 1619 el maestro de cantería Fernando de la Riba afirmando que «vista la iglesia de San Pedro de esta dicha villa y en ella tiene dos esquinas de una pared que están muy abiertas y se van a caer, y la iglesia está con peligro de que se hundi[e]ran, y si se hunden costará más de mil

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Ilustración 9. Omeñaca. Salmeres dobles de la galería románica, pensados para recibir los arranques de arcos a ambos lados, con la proyección del arco que se eliminó. Imagen sobredibujada por Luis Miguel Sanz, delineante e infógrafo del Proyecto Cultural Soria Románica

la nave, se procedió en igual medida con la galería, o con los restos de su posible derrumbe, eliminando dos (o tres) arcos de la misma, que quedaba así alineada en su costado oeste con la iglesia. La limpieza del resultado de esta «nueva» composición arquitectónica, a diferencia de lo que ducados porque se hundirá la carpintería y tejado, y si ahora se repara, se podrá reparar con ochocientos reales…» (Archivo Histórico Diocesano de Osma-Soria, Libro 109/15, fol. 105 ro). Unos años más tarde: «Se les paga en cuenta 3.000 mrs. de los caminos que hizo a Sigüenza y otras partes sobre la obra de la iglesia y a pedir a Su Ilustrísima y al señor marqués que ayudasen a la iglesia…»; «Se le pasan en cuenta 4.438 mrs. que pagó a los oficiales que apoyaron la iglesia, y de las vigas y cuartones que se trajeron y vino que se gastó con ellos, y aunque montaba más, su merced lo pareció en esto, atento constó que cuando se hizo el dicho apoyo fue cuando no fue de provecho porque se cayó luego la iglesia», «Se le pasan en cuenta 82 reales que ha pagado a los vizcaínos de deshacer la iglesia…» (1632, mayo, 7. Ibíd., s. f.); «Se le reciben en cuenta 39.913 mrs. que ha gastado con asistencia del cura de la dicha iglesia con licencia y mandatos del Tribunal que asistió en la obra de la iglesia de paredes y maderaje y tejado, así de piedra, cal, arena, madera, clavazón, peones y oficiales que la hicieron, como pareció por cartas de pago de tres oficiales y memorial jurado de cosas menudas que mostró el dicho mayordomo» (1639, octubre, 21. Ibíd., s. f.). Con las reformas de la nave, y su acortamiento, se produciría el de la galería, aunque no se especifique en la documentación. La intervención realizada entre diciembre de 2009 y mayo de 2010 la realizó Areco S. L. Arqueología, bajo la dirección técnica del Proyecto Cultural Soria Románica (Informe de la excavación arqueológica al oeste de la iglesia de San Pedro en Caracena, Soria).

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Ilustración 10. Caracena. Planta de la iglesia de San Pedro, con las trazas (en discontinuo grueso) del cierre de galería y hastial occidental, según las catas arqueológicas al oeste del edificio realizadas en las intervenciones de 1986 y 2010. Ilustración realizada por César Gonzalo, arqueólogo del Proyecto, a partir de la información extraída del Informe de Areco S. L. Arqueología, citado supra.

en su momento ocurrió con la galería de la descrita iglesia de Omeñaca, no parecía ofrecer dudas para los forjadores de la mencionada tradición, para incluir a este bello ejemplar del Románico castellano en la lista de los edificios canónicos del estilo. No fueron siete el número de arcos originales, como tampoco fueron siete los Infantes21. Los estudios recientes han venido a desmentir estos extremos para ambos templos, pero no por ello dejan de constituir ambos destacados referentes de este periodo histórico en la provincia de Soria.

Conclusión Comprobamos cómo fallan las explicaciones tradicionales, tanto por vía oral como erudita, que pretenden encontrar una hipótesis constructiva universal, en este caso para las galerías porticadas, y se certifica una vez más cómo cada edificio es único y no se ahorman tan fácilmente sus elementos estructurales a un paradigma simbólico-mítico que simplifica la explicación desde el punto de vista de la historia del Arte a costa de restarle la 21. Julio Escalona Monge, «Épica, crónicas y genealogías. En torno a la historicidad de la Leyenda de los infantes de Lara», Cahiers de linguistique hispanique médiévale, 23, 2000, p. 127128, n. 36.

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c­ omplejidad habitual de su biografía. Múltiples factores intervienen a la hora de definir un tipo y establecer una tipología, a veces tantos que invalidan la posibilidad de esta segunda. Esta reflexión que cruza la cultura popular, la literatura más o menos erudita y la pura leyenda puede servir para esbozar también una última hipótesis, que es el origen relativamente reciente de la leyenda de la apertura de los arcos por los Infantes, tanto en el caso soriano como en el segoviano. Ello es así porque en ningún lugar de la literatura medieval que recoge la tradición de los de Lara se hace referencia a pórtico alguno. Tampoco se alude en las obras que posteriormente recrean el asunto (como Juan de la Cueva o Mira de Amescua), piezas teatrales que gustaban de incluir elementos fantásticos y populares recogidos de la tradición22. Por ello, apuntamos a la expansión de la leyenda vinculada a las galerías porticadas a tiempos no tan lejanos (¿siglo xviii?), dado el silencio de las fuentes anteriores. La relación entre siete arcos y Siete Infantes vale para el campo de la cultura popular, pero no para establecer filiaciones constructivas ni para inferir del número de arcos elementos cronotipologizables. Al igual que las galerías porticadas de las iglesias de Omeñaca y Las Vegas (o San Miguel y el Rivero en San Esteban de Gormaz, y tantísimas otras) se abrieron, posteriormente se cegaron y tabicaron, y recientemente se volvieron a reabrir y dejar diáfanas. Unas se recortaron, otras se reconstruyeron… se alteraron todas. Como cambia el conocimiento en torno a los Siete Infantes, abriendo y cerrando vías de investigación, ensayando teorías, comprobándolas y falsándolas. Entender un edificio exige dejar a un lado lo que hemos aprendido a través de la historiografía, un desaprendizaje que hemos ido haciendo según interveníamos en ellos, abandonando teorías unicausales. Es todo más complejo. Quizá con los propios Infantes de Lara ocurra lo mismo.

22. Antonio Mira de Amescua, La gran tragedia de los Siete Infantes de Lara, en lenguaje antiguo, en Flor de las comedias de España de diferentes autores. Quinta parte. Barcelona, 1616, fol. 53-80 vo. En esta obra, la única referencia al número siete es la siguiente, sin vinculación alguna con arcos ni galerías: «Que porque mis fijos cuente / y los plaña cada un día / sus homes a mis ventanas / las siete piedras me tiran» (fol. 75 ro); Rinaldo Froldi, «Juan de la Cueva y su “Tragedia de los siete Infantes de Lara”», Revista de literatura, 72 (144), 2010, p. 325-339.

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