\"Sicilia ante los acuerdos de Utrecht. Del desasosiego a la tranquila cesión del reino\", en Els Tractats d\'Utrecht. Clarors i foscors de la pau. La resistència dels catalans, Barcelona, 2015, pp. 159-164

June 14, 2017 | Autor: Marina Torres Arce | Categoría: Political History, Social History, War of the Spanish Succession, Sicilia
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SICILIA ANTE LOS ACUERDOS DE UTRECHT... Marina Torres Arce

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SICILIA ANTE LOS ACUERDOS DE UTRECHT. DEL DESASOSIEGO A LA TRANQUILA CESIÓN DEL REINO1 Marina Torres Arce Universidad de Cantabria

Resumen El conformismo de las elites sicilianas con el cambio dinástico producido en el trono de la monarquía de España en el año 1700 y la aparente tranquilidad de la isla durante el conflicto sucesorio han llevado a la historiografía a asumir ésa como una etapa de transición en la que la sociedad siciliana habría permanecido indiferente mientras su futuro se dirimía en Europa. Estudios recientes han comenzado a evidenciar que la comunidad siciliana, lejos de permanecer pasiva, se posicionó ante las diversas opciones políticas planteadas en esa crucial coyuntura tanto para la Monarquía española como, sobre todo, para el propio reino de Sicilia. Mi trabajo se sitúa en estas problemáticas, tomando como objeto de análisis a las elites nobiliarias sicilianas y concentrando particularmente la atención en sus actitudes políticas en los últimos años de la guerra, a partir de 1707-1708, cuando la Sicilia borbónica se encontró cada vez más aislada, en un Mediterráneo prácticamente controlado por los Aliados y sometida a una creciente incertidumbre sobre su futuro. A partir de ahí se pretenden esbozar claves con las que explicar la senda por la que se condujo el reino del desasosiego de esos últimos años de la guerra hasta su «sereno» paso bajo dominio saboyano.

El conformismo de las elites sicilianas con el cambio dinástico producido en el trono de la monarquía de España en 1700 y la aparente tranquilidad de la isla durante el conflicto sucesorio han llevado tradicionalmente a la historiografía a asumir ésa como una etapa de transición en la que la sociedad siciliana habría permanecido pasiva mientras su futuro se dirimía en las cortes y los campos de batalla europeos. Estudios recientes han comenzado a revisar esa imagen, evidenciando que la pugna dinástica en Sicilia, aunque no se concretase como conflicto armado abierto, afectó a los equilibrios internos de su sociedad2 que, lejos de mantenerse indiferente, se posicionó ante las opciones planteadas por la contienda dinástica tanto para la monarquía española como, sobre todo, para la propia Sicilia.3 Entre las elites sicilianas de la nobleza parlamentaria y los titulados, sector compuesto por unas cien familias con un fortísimo peso político y una potente capacidad de movilización social en la isla,4 la bibliografía ha distinguido al menos tres orientaciones políticas principales ante la confrontación sucesoria. Una primera opción mayoritaria, secun-

1. Investigación financiada por el proyecto Ciudades, gentes e intercambios: élites, gobierno y policía urbana en la Monarquía Hispánica de la Edad Moderna. HAR2012-39034-C03-01. 2. A. ÁLVAREZ-OSSORIO. «De la conservación a la desmembración. Las provincias italianas y la Monarquía de España (1665-1713)». Studia Historica. Historia Moderna, 26 (2004), pp. 191-223. Ídem, «La venta de magistraturas en el reino de Nápoles durante los reinados de Carlos II y Felipe V». Chronica Nova, 33 (2007), pp. 57-94. Ídem, «¿El final de la Sicilia española?: fidelidad, familia y venalidad bajo el virrey marqués de los Balbases (1707-1713)». A: A. ÁLVAREZ-OSSORIO, B. J. GARCÍA, V. LEÓN (eds.), La pérdida de Europa. La guerra de Sucesión por la Monarquía de España, Madrid, 2007, pp. 831-911. D. LIGRESTI, «Elites, guerra e finanze in Sicilia durante la guerra di Successione spagnola (1700-1720)». A: Ibídem, pp. 799-830. R. TUFANO, La Francia e le Sicile. Stato e disgregazione sociale nel Mezzogiorno d’Italia da Luigi XIV alla rivoluzione, Napoli, 2009, pp. 1-189. J. SÁNCHEZ MÁRQUEZ, «La fine della Sicilia spagnola e l’esperienza política di Luigi Reggio, principe di Campofiorito». Rivista Storica Italiana, 123/2 (2011), pp. 537-591. 3. D. LIGRESTI, «Viceré, Senato, Nobiltà, Maestranze, popolo e plebe nella sommossa di Palermo del 1708». A: F. SCIACCA (a cura di), Studi in memoria di Enzo Sciacca, Milano, 2008, pp. 317-330. Idem, Le armi dei Siciliani. Cavalleria, guerra e moneta nella Sicilia spagnola (secoli xv-xvii), e-book Mediterranea richerce storiche 5, Palermo, 2013, pp. 129-150. C. MESSINA, Sicilia e Spagna nel Settecento, Palermo, 1986, pp. 15-75. 4. F. BENIGNO, «Mito e realtà del baronaggio. L’identità política dell’aristrocrazia in età spagnola». A: F. BENIGNO, C. TORRISI (a cura di), Elites e potere in Sicilia del Medioevo ad oggi, Roma, 1995, pp. 63-77.

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dada por quienes prefirieron conservar la vinculación del reino con la corona española, independientemente de que su soberano fuera Borbón o Austria, mientras se respetasen sus privilegios y la constitución política del reino. Una segunda que optó por mantener la fidelidad a la casa Austria y, finalmente, una tercera posición favorable a la independencia del reino, cuyo rey sería elegido entre las familias reales europeas, preferiblemente italianas.5 De cómo se concretaron y se articularon esas posiciones políticas se conoce aún relativamente poco. Este trabajo se coloca en esta problemática histórica, concentrando el análisis en las actitudes políticas de la aristocracia palermitana en los últimos años de la guerra, a partir de 1707-1708, cuando la Sicilia borbónica se encontró cada vez más aislada en un Mediterráneo prácticamente controlado por los Aliados e inmersa en una cada vez más agitada incertidumbre sobre su inminente futuro. A partir de ahí se pretenden esbozar algunas claves con las que avanzar en la comprensión de la senda por la que el reino se pudo conducir del profundo desasosiego de esos últimos años de la guerra hasta su «sereno» paso bajo dominio saboyano en octubre de 1713, en cumplimiento de los acuerdos firmados en Utrecht. En el conjunto de los nobles titulados del reino, casos como el de Luigi Riggio Branciforte, IV príncipe de Campofiorito, aparecen como excepcionales.6 Su familia había impulsado su proyección política y social en Palermo, en el reino y en la corte madrileña a lo largo del siglo xvii a través del servicio a la monarquía, particularmente en coyunturas extraordinarias como las revueltas de Palermo de los años 40 o la guerra de Mesina.7 Una vez que en 1700 se produjo el cambio dinástico en el trono español, los Riggio Branciforte recondujeron su fidelidad de los Austrias a los Borbones bajo una misma orientación. Ante el escenario bélico que se abría en Europa, se ofrecieron primero a Felipe V en Nápoles y luego a al cardenal Giudice y al marqués de Bedmar en Palermo, para servir a la causa borbónica con sus vasallos y recursos. Su gran momento llegaría, no obstante, tras la toma imperial de Nápoles, cuando Sicilia quedó prácticamente a merced de sí misma, y su virrey, el marqués de los Balbases, encontró en Campofiorito, en sus recursos y su red de dependientes y vasallos, un firme sostén para controlar, en el terreno militar, fiscal y de policía, en principio, el área oriental de la isla donde los Riggio mantenían sus principales estados y redes de influencia.8 J. Sánchez Márquez coloca al IV príncipe de Campofiorito como cabeza de «un influente partito siciliano filoborbónico»9 articulado en torno a linajes de la antigua aristocracia isleña con quienes los Riggio habían establecido vínculos de parentesco a través de una cuidada política matrimonial: los Gravina, príncipes de Palagonia, con cuya hija Caterina se casó Luigi Riggio en 1698; los Lanza, príncipes de Trabia, y los Branciforte, príncipes de Butera, a través de Dorotea Branciforte, esposa del III príncipe de Campofiorito y madre de Luigi. Llamativamente, cuando la guerra sucesoria estaba afrontando su final, el príncipe se autoproclamaba, sin medianías, ante la corte de Felipe V como «el único» de los grandes nobles sicilianos que se había empeñado, en todos los sentidos, sirviendo al rey Borbón.10 Y es que, de modo general, los grandes señores sicilianos respondieron de una manera más o menos tibia en el marco de lo que se podría denominar lealtad pragmática a la dinastía reinante,11 basada no en una adscripción militante a la causa de la casa francesa, sino en el mantenimiento del tácito acuerdo rey-reino, por el que se garantizaba el respeto a su constitución política y la protección de los privilegios e intereses de sus elites y cuerpos de poder. Elocuentes a ese respecto fueron las actitudes de Ferdinando Gravina, príncipe de Palagonia, y Guiseppe Agliata Paruta Colonna Lanza, príncipe de Villafranca, en el marco de las fortísimas tensiones que se experimentaron en Palermo a lo largo de 1708. Ya en enero, el virrey exponía al Consejo de Italia la necesidad de no renovar en su cargo al entonces pretor de Palermo, duque de Cesarò, alegando que no era «bien admitido» por el pueblo tanto o más que por su gestión en el gobierno municipal por su origen mesinés. La terna propuesta por el virrey para nuevo pretor se componía del príncipe de Palagonia, el duque de Angiò y el príncipe de Resuttana, por «ser de las primeras familias del reino» y tener todos ellos ascendente sobre el pueblo de Palermo. Advertía, no obstante, a los Balbases respecto a sus temores sobre la posible renuencia de esos nobles a ocupar el cargo, no tanto por los gastos que conllevaba, como por ser aquel «tiempo de tan críticas circunstancias»12. Su pronosticó se cumplió. Ferdinando Gravina, designado pretor a primeros de mayo, se resistió a tomar oficialmente posesión del cargo a menos que se resolviesen tres de los principales problemas que

5. LIGRESTI, «Vicerè…», pp. 320-321. 6. SÁNCHEZ. «La fine….», pp. 537-591. Ídem, «Auge y promoción de un linaje siciliano al servicio de la Monarquía Católica: los Reggio, príncipes de Campoflorido». A: M. RIVERO (coord.), Nobleza hispana, nobleza cristiana. La Orden de San Juan, vol. II, Madrid, 2009, pp. 9771019. ÁLVAREZ-OSSORIO, «¿El final…», pp. 886-895. 7. Archivo Histórico Nacional de Madrid (AHNM), Estado (E), leg. 1874, San Lorenzo 27/4/1700, Palermo 13/1/1700. 8. Archivo General de Simancas (AGS), Estado (E), leg. 6121, carp. 11, sin fecha. 9. SÁNCHEZ, «La fine….», p. 552. 10. AGS, E, leg. 6121, Madrid 23/10/1712, Madrid 3/1/1713. 11. Como señala García Cárcel para los Grandes del entorno de la corte madrileña quienes, aunque nunca «comulgaron con Felipe», su «pragmatismo conservador acabó integrando a la mayoría en las filas de la fidelidad al rey francés». R. GARCÍA CÁRCEL. «La guerra de sucesión en España». A: F. GARCÍA GONZÁLEZ (coord.), La Guerra de Sucesión en España y la batalla de Almansa. Europa en la encrucijada, Madrid, 2009, pp. 51-70. 0. 12. AGS, E, leg. 6124, Palermo 15/1/1708.

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perturbaban la quietud de la ciudad: «el quebrantamiento de la tabla, la minoración de la columna frumentaria y la falta de introitos para satisfacer los acreedores subyugatarios». El motivo de tal posición, según reconocía Gravina, era que no recayeran sobre su crédito los efectos de esos problemas, «cuando se reconocen principios anteriores». El marqués de los Balbases hubo de apelar entonces al compromiso de los de «su sangre» con «el servicio de S.M.», recordando su deber conjunto a contribuir a «la restauración integral de tales accidentes, de modo que se restituya la ciudad a su primer estado y lustre»13. Justo cuando escribía el virrey en estos términos se vivían momentos de extrema tensión en Palermo, en lo que D. Ligresti ha descrito como «un processo magmatico, ambiguo e pericoloso, per quanto breve, di disarticolazione del sistema così com’era configurato»14, en el que coadyuvaron protestas sobre la gestión del gobierno municipal en materia económica y de abastecimiento y reclamaciones de la restitución de usos y privilegios tradicionales referidos a la defensa de Palermo, vulnerados por decisiones del gobierno virreinal, con cuestiones directamente conectadas con la disputa dinástica y la posición de la ciudad en el contexto bélico internacional.15 Mientras se recomponía el orden en la ciudad, en un clima de fuerte desconfianza entre sus principales actores políticos, nobleza, autoridades municipales, maestranzas y gobierno virreinal, el príncipe de la Cattolica solicitaba al virrey que excusase a su sobrino, el príncipe de Villafranca, del nombramiento de capitán de justicia de Palermo, cargo responsable del orden público y de la administración de justicia criminal la capital.16 Tampoco esa vez los Balbases accedió a la petición de una nobleza que se resistía a la ocupación de puestos relevantes en el gobierno urbano en momentos de fuerte inestabilidad sociopolítica como los que atravesaba Palermo, cuya condición de fidelísima había quedado además fuertemente cuestionada. Bien distinta a la tibia respuesta de esos aristócratas palermitanos, supuestos miembros de ese influyente partido borbónico encabezado por el príncipe de Campoflorido, fue la reacción de este mismo ante los sucesos de Palermo. Riggio, tan pronto como tuvo noticias de lo que estaba ocurriendo en la capital, «se armó 500 hombres y 80 caballos contra su patria misma para pasar a asistir al virrey», que le ordenó mantenerse «en las comarcas de Catania para conservar aquello en quietud». Una vez logrado ese objetivo, fue ya llamado por los Balbases a Palermo, para dedicarse a «descubrir el fondo de aquellas turbulencias».17 Serían posiciones como las de Gravina y Agliata, ambiguas y limitadas en el marco de su compromiso con el gobierno borbónico, tanto o más que el influjo de los pocos nobles sicilianos18 que se posicionaron a favor de la casa Austria tan abierta y decididamente como el mesinés duque de Melito19 o el conde de San Antonio,20 las que ahondarían la desconfianza de las autoridades españolas respecto a la sincera adhesión de los principales del reino a la causa borbónica. El marqués de los Balbases escribía en el otoño de 1711: «de la nobleza de Palermo (…) hay motivos para desconfiar, sino de todos, a lo menos de algunos, pero no para creer que tengan puesta prenda con los enemigos (…) todos desean la quietud debajo de aquel dominio que más la asegurare y en el caso de venir los enemigos a invadir este reino, se mantendrán indiferentes, cuando no contrarios». En este contexto Spinola consideraba, no obstante, imprescindible «usar del disimulo por excusar mayores inconvenientes» no sólo en Sicilia, sino también en el Consejo de Italia21 don-

13. Archivio di Stato de Palermo (ASP), Real segreteria (RS), Diversi di Palermo (DP), 340, Palermo 28/5/1708. 14. LIGRESTI, «Vicerè...», pp. 317-330. 15. MARCHESE DI VILLABIANCA, Diario e narrazione istorica de’tumulti successi in Palermo nel 1708. A: G. DI MARZO (a cura di) Diarii della città di Palermo dal secolo xvi al xix pubblicati sui manoscriti della Biblioteca comunale, vol. X, Palermo, 1872, pp. 153-223. 16. ASP, RS, DP, 341, Palermo 17/8/1708. 17. AGS, E, leg. 6121, sin fecha. 18. Más amplio fue el grupo de aristócratas castellanos y napolitanos que mantenían importantes posesiones en Sicilia y optaron por adherirse a la causa austriaca. ASP, RS, Dispaci (D), 1140, Palermo 24/7/1707, Palermo 18/8/1707, Palermo 23/8/1707 Palermo 25/8/1707, Palermo 25/8/1707, Palermo 10/9/1707. Ibídem, DP, 339, Palermo 24/7/1707, Palermo 18/8/1707. 19. AHNM, E, leg. 8703, Barcelona 14/11/1712. 20. Domenico Branciforte, general de galeras en Cerdeña, y su hijo Pietro, «que fue el primer siciliano que de Sicilia pasó a dar la obediencia al rey» Carlos en Barcelona en 1707. A finales de agosto de 1708 se descubría en Palermo y Trapani un grupo de simpatizantes imperiales, vinculados a la magistratura, la oficialidad y la nobleza y conectados por lazos de distinta naturaleza con el conde de San Antonio, que al parecer proyectaban una invasión desde Cerdeña, a través de Trapani, contando con la implicación de las maestranzas de pescadores de esa ciudad. N. FELIÚ DE LA PEÑA, Anales de Cataluña, Barcelona, 1709, p. 595. ASP, RS, D, 167, Palermo 6/9/1708, Palermo 13/9/1708, Palermo 14/9/1708, Palermo 16/10/1708, Palermo 22/10/1708. Ibídem, DP, 341, Palermo 3/10/1708, Palermo 29/10/1708. 21. Sobre las tensas relaciones entre el Consejo de Italia y los Balbases: A. ÁLVAREZ-OSSORIO, «De la plenitud territorial a una prolongada agonía: el consejo de Italia durante el reinado de Felipe V». Cheiron, 39-40, (2003), pp. 326-327, 383-385. Ídem, «¿El final…», pp. 848-852, 877879.

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de, según su opinión, no debía trascender ninguna desconfianza hacia el estamento siciliano para evitar que «traspirase la noticia y produjese después malos efectos» en la isla22. El mantenimiento de la quietud pública, la militarización y defensa del reino y la aplicación de unas demandas fiscales crecientes y en no pocos casos impuestas por vías extraordinarias, dependían ineludiblemente del consenso de ese potente grupo de titulados que, aun teniendo su residencia en Palermo, dominaban grandes territorios de la isla, contando con numerosos hombres armados en sus feudos y una amplia capacidad de movilización a través de sus redes clientelares dentro y fuera del reino. Esta realidad condicionó la práctica política del gobierno borbónico a su respecto, priorizando la prudencia y la negociación en pos de la preservación del consenso sobre el que se sustentaba la conservación del reino en momentos políticamente tan delicados como aquellos. Un caso paradigmático de las circunstancias referidas nos lo proporciona Guiseppe del Bosco Sandoval, príncipe de la Cattolica. Miembro de la primera nobleza parlamentaria siciliana y con estrechos vínculos con insignes familias de la aristocracia napolitana, genovesa y castellana,23 su poder y significación tanto en Palermo como en el reino se evidencian en el hecho de que fuera considerado una pieza clave para el logro de objetivos políticos en Sicilia no sólo por parte de los Borbones sino también de los imperiales, que en muy distintas ocasiones buscaron su adhesión para mover los ánimos sicilianos hacia la causa austriaca.24 Resulta complicado discernir si el interés de los imperiales por vincularse con el príncipe pudo corresponderse o no con una real predisposición del aristócrata a secundar sus aspiraciones políticas en Sicilia,25 o bien no era más que la evidencia de su posición preeminente y ascendente tanto entre sus iguales como en el pueblo palermitano. Las autoridades borbónicas se mantuvieron siempre vigilantes ante esa incertidumbre, mientras procuraban atraerse su favor y sostén a la causa oficial. Así, el príncipe, dedicado a la vida cortesana en sus feudos y Palermo, donde no ocupaba ningún cargo público a principios del Setecientos, fue designado en julio de 1708 vicario general en la ciudad y comarca de Grigento, Licata, Naro, Castronovo, Butera y Terranova, zonas donde su familia poseía amplios territorios feudales. El nombramiento se hizo «atendiendo a experiencias y buena conducta del príncipe (…) y las obligaciones de su casa y persona», en referencia al papel mediador que pudo jugar entre la nobleza y las maestranzas en la resolución de las recientes tensiones palermitanas.26 El mismo cargo fue otorgado en Val de Noto a su sobrino, el príncipe de Roccafiorita. También el príncipe de Campoflorido fue designado vicario general para Valdemone, como el príncipe de Resuttano en sus territorios orientales, el príncipe de Cutò en Trapani y el conde de San Marcos desde Milazo a Terminis.27 Paralelamente, el poderoso príncipe de Butera fue nombrado capitán general de la caballería del servicio militar del reino.28 Así, tras los sucesos del año 1708, mientras la gestión del orden y la defensa de Palermo fueron reasignados a la propia ciudad, respetando sus privilegios y tradición,29 las materias militar-defensivas, de orden público y recaudación fiscal en gran parte de la isla serían confiadas a exponentes de la gran nobleza, señores de los territorios que debían tutelar en nombre del rey Borbón, y a miembros de las altas magistraturas del reino,30 sector que nutrido de miembros del «ceto togato» y el patriciado urbano, mantenía estrechos lazos con la aristocracia.31 Con el fin de potenciar la implicación de las elites sicilianas con los objetivos del gobierno borbónico y de reforzar sus vínculos con la monarquía de Felipe V, el virrey medió personalmente y a través de sus patronos en la corte madrileña,32 en la concesión de honores de la significación de la grandeza de España para esos nobles que asumieron responsabilidades en la asistencia al gobierno borbónico a partir de 1708. Con esto, los nobles reforzaban su poder, mientras el

22. AGS, E, leg. 6120, Mesina 17/10/1711. La vulneración del obligatorio secreto respecto a los asuntos tratados en ese Consejo había dado lugar a lo largo del siglo xvii a «momentos de extrema tensión entre el rey y sus consejeros». ÁLVAREZ-OSSORIO, «De la plenitud…», pp. 316317. 23. Su madre Tomasa Mendoza de Sandoval era hermana del duque del Infantado, virrey de Sicilia entre 1651 y 1655. Su primera esposa fue Constanza Doria, hija del genovés duque de Tursis; la segunda Marianna Gravina, viuda del príncipe de Valguarnera y princesa de Gravina-Ganci. 24. AHNM, E, lib. 365, Palermo 4/7/1703, 13/7/1703. AGS, E, leg. 6120, Mesina 17/8/1711. 25. En 1718 la casa del príncipe aparece como escenario de conversaciones políticas en las que se planteaban posiciones antiespañolas, según escribió el cronista Mongitore: «in tempo che sospettavasi di mutazione di dominio in Sicilia, mentre dominava il duca di Savoia, in casa del principe della Cattolica dicesse» (el erudito Giovanni B. Caruso, de la casa de los barones de Xiuremi): «Venga al governo della Sicilia anche il diavolo, pur che non vengano li Spagnoli altra volta». A. MONGITORE, Diario palermitano, ec. dai 17 gennaio 1701 sino a’ 28 agosto 1713. A: G. di MARZO (a cura di), Diarii, vol. VIII, p. 342. 26. Ibídem, vol. VIII, p. 66. 27. ASP, RS, D, 165, Palermo 3/7/1708, Palermo 12/7/1708, Palermo 17/7/1708, Palermo, 14/9/1708, Palermo 16/9/1708, Palermo 29/1/1709, Palermo 16/8/1709. Ibídem, DP, 340, Palermo 17/7/1708. 28. ASP, RS, D, 162, Palermo 7/9/1708, Palermo 27/9/1708. 29. Ibídem, DP, 342, Palermo 12/9/1709, Palermo 18/9/1709, Palermo 19/9/1709. 30. Por real orden de 1 de febrero 1707 se dispuso que las patentes de vicario general sólo se concedieran a nobles titulados de la primera esfera o a los Presidentes y consultor. 31. L. RIBOT. «Las revueltas sicilianas de 1647-1648». A: S. TARRÉS (ed.), 1640: La monarquía hispánica en crisis, Barcelona, 1991, p. 188. 32. Archivo Ducal de Medinaceli, Archivo Histórico, leg. 44, ramo 20, Mesina 6/2/1710.

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gobierno virreinal cumplía su papel tradicional como mediador entre el rey y reino, a la vez que proporcionaba fuentes de ingresos al necesitado erario regio. Idénticos objetivos perseguirían las ventas de oficios y plazas en los tribunales del reino y los gobiernos urbanos, y de títulos y cargos militares.33 La centralidad del apoyo de los grupos dominantes explicaría que en el otoño de 1711, el marqués de los Balbases expusiera que las sospechas sobre la posible implicación del príncipe de la Cattolica con un grupo de agentes imperiales que, venidos de Nápoles, operaban en la isla para organizar su invasión, supuestamente bajo la tutela del ya traidor duque de Uceda,34 eran leves y, «malfundadas, más a vista de estar obrando en su empleo de vicario general muy diversamente de lo que se presume contra él».35 Justo entonces se desarticulaba otra peligrosa conjura entre las maestranzas de pintores, herreros, carpinteros, sombreros, doradores, curtidores y carniceros de Palermo. Sus aspiraciones miraban esencialmente a los intereses de la ciudad, vulnerable y desasistida por un virrey que, atrincherado en Mesina desde septiembre de 1709, extraía sus recursos hacia la ciudad del estrecho,36 aunque en el proyecto entró también en juego la disputa dinástica que ofreció el marco desde el que los artesanos palermitanos buscaron el apoyo militar exterior, solicitado al Nápoles austriaco, para garantizar el triunfo de la sedición, independientemente de su propia evolución interna. Sus promotores eran miembros de las maestranzas, pero también estuvieron implicados al menos un noble segundón, Giovanni Belacera37 que debido a sus simpatías imperiales apoyó con dinero la trama, un sacerdote que medió entre aquel y los artesanos y un gentilhombre de la baronesa de Casteluzio. Más relevantes fueron las sospechas que recayeron sobre aristócratas de la significación de los príncipes de Carini, Villafranca, Castelnovo y Butera junto a los duques de la Gracia y la Castellana. Según los testimonios recogidos en las investigaciones del suceso, esos grandes nobles si no participaron directamente en la gestación de la conjura, al menos la conocieron e incluso parece que pudieron intentar aprovechar el descontento de los artesanos, alentando entre ellos rumores e incertidumbres,38 para canalizar sus propias inquietudes. Estas no derivarían tanto de las presiones a las que se veía sometida la nobleza por las demandas de carácter fiscal-militar, que en no pocos casos obviaban sin grandes problemas, sino del hecho que esas fueran efectuadas sistemáticamente al margen de la práctica política que pasaba por la negociación en los parlamentos o por la Diputación del reino.39 Otro motivo de descontento residiría, en coincidencia con los artesanos, de la prolongada ausencia de los Balbases de Palermo, amenazando el tácito acuerdo por el que la fidelidad de la ciudad se garantizaba por su posición preeminente como capital del reino y sede del gobierno virreinal. Finalmente la implicación aristocrática fue oficialmente descartada, en buena medida por el empeño de minimizar los indicios que apuntaban a ello de parte de miembros de la alta magistratura y autoridades palermitanas encargados de tratar esas materias de estado como José Fernández Medrano,40 presidente del Tribunal del Patrimonio, quien, además de estrechos lazos con la aristocracia del reino,41 compartía su malestar respecto a modo ejecutivo de gobernar de los Balbases desde Mesina al margen de los altos tribunales palermitanos y del Consejo de Italia42. Justo tras esos sucesos, la corte madrileña decidía poner fin de manera expeditiva al «estilo ejecutivo y autoritario del gobierno virreinal» de los Balbases, restableciéndose «los contrapesos habituales de la labor pro rex como eran,

33. Álvarez-Ossorio, «¿El final…», pp. 858-882. 34. Eso lo sostenía el príncipe de Campofiorito, aunque desconocemos los motivos sobre los que fundamentaba la implicación de del Bosco y el duque de Uceda. AGS, E, leg. 6120, Mesina 14/11/1711, Mesina 17/10/1711. 35. Ibídem, Mesina 17/10/1711. 36. La conjura pretendía levantar la ciudad contra las autoridades borbónicas, matar «quizá un francés o ministro de justicia» y colocar al pretor, entonces el príncipe de Reffaudale, en el palacio real bajo la protección de la guardia de las maestranzas. Luego se suspendería el cumplimiento de la orden por la que, desde el otoño de 1710, el virrey se valía de las subyugaciones de todos los estados confiscados que hasta entonces se habían usado para pagar las guardias de las maestranzas. Los conjurados usarían ese dinero para pagar las guardias, «deduciendo primero de los bienes confiscados (…) las porciones debidas a los subyugatarios». ASP, RS, DP, 345, Mesina 9/10/1710. AGS, E, leg. 6120, Mesina 17/10/1711. 37. Hermano del conde de Regalmici. Ambos descritos como «de las buenas familias de Palermo», con «dilatado parentesco», pero «siempre mal inclinados y de muy malas costumbres». AGS, E, leg. 6120, Mesina 17/10/1711. 38. Corrían rumores sobre la inminente introducción de tropas francesas en Misilmeli y Palermo, reavivándose los recuerdos de la primavera de 1708. Se murmuraba también sobre la próxima llegada del Príncipe Pío, gobernador general de armas, con 4.000 hombres bajo el supuesto propósito de desarmar a la ciudad. Se decía además que el príncipe vendría para quedarse como virrey, mientras su suegro, el marqués de los Balbases, permanecería en Messina. AGS, E, leg. 6120, Mesina 17/10/1711. 39. Las prerrogativas políticas de la nobleza feudal dependían de la conservación del papel del Parlamento en la dialéctica rey-reino. F. BENIGNO, «A patti con la monarchia degli Asburgo? La Sicilia spagnola tra integrazione e conflitto». A: A. GIUFFRIDA, F. D’AVENIA, D.PALERMO (a cura di) Studi storici dedicati a Orazio Cancila, vol. I, Palermo, 2011, pp. 373-392. 40. Intentó incluso mediar para moderar la dureza de las penas de algunos de los maestros palermitanos. El virrey, en cambio, exigió su castigo con rigor, lo que supuso la pena capital para 8 hombres. ASP, RS, DP, 345, Mesina 21/8/1711. Ibídem, 346, Mesina 28/8/1711, Mesina 11/9/1711. 41. Español naturalizado siciliano por matrimonio, accedió por sus segundas nupcias al marquesado de Monpelieri y baronía de Chibbò, Barbarigo y Chiapperito. MARCHESE DI VILLABIANCA, De la Sicilia nobile, vol. II, p. II, lib. III, Palermo, 1757, p. 497. 42. Desde meses atrás, tanto desde el senado palermitano como desde el Consejo de Italia presionaban para que los Balbases volviera a Palermo. ASP, RS, DP, 345, Mesina 17/2/1711.

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CONTEXT INTERNACIONAL

entre otros, el Consejo de Italia, los tribunales y oficiales del sueldo».43 El interés primordial del gobierno de Felipe V, colocado ya un horizonte favorable en la guerra en España y en el marco de las negociaciones internacionales de paz, era «asegurar la obediencia para el destino del reino que se pactase en las cortes europeas». Esto dependía en mucho del apoyo y consenso de las elites sicilianas. El príncipe de Campofiorito jugó en ese proceso un destacado papel, aunque inicialmente intentó impulsar un proyecto por el que pretendía impedir desde el parlamento siciliano, apoyado en sus parientes y amigos, la aplicación de los acuerdos internacionales y forzar el reconocimiento de Felipe como su legítimo rey.44 El gobierno de Madrid descartó la propuesta y Riggio desde ese momento se dedicaría a gestionar, en correspondencia con el duque de Saboya y la corte borbónica, la conformación del reino con lo que se decidía en Utrecht.45 Que tal objetivo se cumpliera se planteaba esencial para Campofiorito tanto para dar continuidad a sus sobresalientes servicios a la casa Borbón como para ganarse el favor del que sería nuevo monarca del territorio donde mantenía sus más importantes intereses.46 En ello el principal obstáculo a superar, según su testimonio, lo planteaba uno de los dos «grandes partidos» en torno a los que se había posicionado la ciudad de Palermo en los últimos meses de 1712. Según el príncipe, buena parte de la principal nobleza y las maestranzas era ya favorable a la cesión a Saboya, aunque había también quienes «sienten infinito ese nuevo dominio». Entre estos estaban los «geniales a la casa Austria» que, según su parecer, podrían llegar a ser mayoría, si el emperador Carlos se decidía a entrar en Sicilia, donde «hallaría un gran partido que consentiría a quedarse con aquel».47 Neutralizar ese frente e imposibilitar la invasión imperial del reino fueron, de hecho, los grandes retos para los Riggio, pues, según escribiría Carlo Riggio, tío del príncipe y Gran Balìo de la religión Jerosolimitana de Palermo, si eso sucedía «ninguno perderá sino nuestra casa», en particular, el propio Luigi, que tanto se había significado al servicio de los Borbones.48 En sus conversaciones con esos que se resistían a someterse a lo decidido en Holanda, Campofiorito insistiría en el que hasta entonces había funcionado como principal argumento desmovilizador de una oposición abierta al dominio borbónico en Sicilia: «los inconvenientes que pueden ocasionarse de la desobediencia». Así en Palermo «se van disponiendo a la uniformación», escribiría, y puesto que «todo el reino sigue los pasos de aquella capital», se podría garantizar la tranquila cesión del reino.49 En la primavera de 1713, con los acuerdos de Utrecht a punto de formalizarse, llegaban a Palermo unos capitanes ingleses que entablaban de inmediato contacto, no con Campofiorito, sino con el príncipe de la Cattolica y sus parientes, los príncipes de Roccafiorita y Aragona. Su objetivo era asegurar el inminente traspaso del reino al duque de Saboya, solicitando a del Bosco que mediase con la nobleza palermitana para que, a través de una relación firmada, «se asegurarse que SRA (Vittorio Amedeo) sería admitido de toda ella y del pueblo con satisfacción y aplauso» cuando se hiciese oficial la cesión50. El príncipe de la Cattolica informó de todo al virrey, ratificando su sujeción a los designios de Felipe V, lo que en realidad le permitiría aceptar los términos de los acuerdos de paz y presentarse ante Vittorio Amedeo II como un súbdito fiel en su nuevo reino, sin haber roto su juramento de fidelidad al Borbón. Esa posición fue la seguida por la mayoría de los grandes nobles palermitanos.

43. Álvarez-Ossorio explica esta decisión por la coyuntura militar y diplomática de la guerra, así como por los recelos de Felipe V con los grandes de España, después de la desafección del duque de Uceda y supuestamente del duque de Medinaceli, cuñado del marqués de los Balbases. Álvarez-Ossorio, «¿El final…», pp. 882-886. 44. AGS, E, leg. 6121, Madrid 11/10/1712, Madrid 22/10/1712. 45. Ibídem, leg. 6123, Mesina 26/8/1713. 46. Intentó, sin éxito, el cargo de embajador de Felipe V en Turín. AGS, E, leg. 6121, Turín 25/4/1713. 47. AGS, E, leg. 6123, Mesina 25/7/1713. 48. Ibídem, leg. 6121, Palermo 4/10/1712. 49. Ibídem, leg. 6123, Mesina 25/7/1713, Mesina 15/8/1713. 50. Ibídem, Mesina 1/5/1713.

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