Sexualidad y Amor

September 23, 2017 | Autor: Delmy Alvarenga | Categoría: Sexualidad, Amor
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Descripción

SALESIANOS INSTITUTO TÉCNICO RICALDONE FORMACIÓN CRISTIANA

“SEXUALIDAD Y AMOR”

Padre Pierre Muyshondt Vitelli

Tercer año de Bachillerato_ A4

Presentado por: Alvarenga Miranda, Delmy

San Salvador, Jueves 13 de mayo de 2004

ARQ

1. Sexualidad y Amor

1.1 Definición de “Sexualidad” y “Amor”

1.1.1 Definición de Sexualidad y Amor.

No podemos empezar a hacer uso de las palabras y de la lengua, si no conocemos una definición formal acerca de éstas. La definición informal o empírica que obtengamos, dependerá en muchos casos de nuestra experiencia personal, lo que está sujeto a mucha confusión y dudas. Por lo anterior descrito, se nos hace prescindible de alguna u otra manera, definir formalmente lo que es la sexualidad y el amor, tema objeto de nuestro estudio. La Real Academia de la Lengua Española, nos define sexualidad y amor con las siguientes palabras: Sexualidad: “Biol. Conjunto de condiciones anatómicas, fisiológicas y psicológicas que caracterizan cada sexo.” || Biológicamente, “La sexualidad constituye un proceso de intercambio de material genético en orden a la obtención de una descendencia con caracteres paternos y maternos, creando variabilidad en los hijos y proporcionando así la materia prima para la selección natural. En la espacie humana, el desarrollo de la sexualidad sobrepasa la actividad estrictamente reproductiva, interesando también al comportamiento cultural y psíquico.”

Amor: “m. Afecto por el cual busca el ánimo el bien verdadero o imaginado, y apetece gozarlo. || Pasión que atrae un sexo hacia el otro. || Objeto de cariño espacial para algunos. || Expresiones de amor, caricias. || Libre. Relaciones sexuales no reguladas por el matrimonio.”

1.1.2 Definición Psicológica de Sexualidad y Amor.

La psicología (del griego psykeh, soplo vital, alma) es una de las ciencias que se preocupa por estudiar la conducta de los seres vivos, y a su vez, proporciona nuevos significados a palabras de uso cotidiano. Así pues, encontramos la definición se sexualidad y amor a través del pensamiento filosófico: Sexualidad: “Debido a los múltiples aspectos de la sexualidad y a la amplitud de su significado, no es fácil dar una definición satisfactoria de este término, sobre todo desde la introducción del concepto de libido por FREUD. 1 Pero sexualidad y libido no son lo mismo. Parece por ello apropiada la definición que da MÜLLER- FREIENFELS ‘Sexualidad es aquella forma especial de la voluntad que se halla al servicio (en parte inconscientemente y en parte conscientemente) de la conservación de 1

Latín. (Deseo, amor.) FREUD designó con el término de libido la energía sexual que es la base de todas las manifestaciones de la sexualidad, encaminada a la obtención de placer de las zonas erógenas.

la especie y se realiza por regla general en forma de aproximación y unión, de fuerte tonalidad de placer, con un miembro del sexo opuesto.”

Amor: “Decía EMPEDÓCLES que el amor y el odio son las dos fuerzas metafísicas de la vida, causa de todo movimiento y de toda separación y la unión. En el curso de la historia, ha experimentado el hombre diversos aspectos y formas del amor y les ha dado nombre. Con la palabra eros (PLATON), se designó el amor a la belleza. Filia (ARISTOTELES) significaba el amor a los semejantes, a los pertenecientes al mismo grupo. Ágape es el amor en Cristo, el amor entre los humanos basado en el amor divino. Epithymia era el factor de concupiscencia en el amo sexual (libido). Y es apasionado en el amor cuando impera en él el factor de exaltación afectiva.” 2

1.1.3 Definición Filosófica de Sexualidad y Amor.

Dice la Filosofía: “Amor es un movimiento de la voluntad, determinado por la atracción de un bien y el deseo de poseerlo”. Aunque no exista una definición concreta filosófica al problema de la sexualidad o del amor, muchos filósofos y psicólogos introdujeron muchas teorías y supuestos con los que pretendieron dar respuesta certera a dichos problemas. Sin embargo, la sexualidad no ha sido un tema excesivamente transitado por la Filosofía. En la Antigüedad, podemos citar a PLATON quien consideraba que la sexualidad era sólo un aspecto entre otros muchos de la vida del hombre. Así mismo, la filosofía no encadena y mucho menos desata el problema al que muchos filósofos trataron de darle respuesta a lo que es el amor en si, y mucho menos a la sexualidad hasta que se enfrentan con una visión psicológica y corpórea de este tema. SÓCRATES encadenaba ya, antes que PLATON, algunas definiciones a lo que el amor pretendía ser, o mejor dicho a la concepción en la antigüedad griega de Eros 3 . Pero de aquí mismo no se puede partir a una definición netamente filosófica, sino que trasciende a los aspectos psicológicos que estudiaremos en el presente trabajo investigativo.

2

Diccionario de Psicología, FRIEDRICH DORSCH. 1981. (Griego). Originariamente deseo. Uno de los más antiguos dioses de la naturaleza en la mitología griega. El Eros cosmológico, hijo del Caos, es el principio creador. En cuanto al dios del amor e hijo de Afrodita, (Venus), principio rector del amor sexual (incluso amor homosexual entre los griegos).

3

2. Filosofía

2.1 Intentos de definición de Amor: Diálogos Platónicos.

En PLATON hay dos términos que guardan relación con la esfera del amor en un sentido amplio. El primero es “filía” que designa el amor en un sentido amplio, el cual incluye el amor de los padres e hijos, la amistad e incluso el amor sexual. El segundo vocablo es “ero” que designa más precisamente el amor sexual.

2.1.1 El Amor en el Diálogo Lisis.

El primer intento de definición del amor en las obras platónicas se encuentra en el Lisis. En este texto, en términos generales el amor es "desear que la persona amada sea lo más feliz posible", nos dice el personaje Sócrates, dirigiéndose al joven Lisis, a quien estimula a reflexionar en su situación social en el marco de los límites de su casa. Y Sócrates prosigue su explicación señalando que los padres del joven le aman, por consiguiente desean su felicidad, sin embargo, no le entregan una libertad absoluta -ya que debe obedecer al esclavo de la casa y al maestro en la escuela- pues no posee aún un conocimiento suficiente de las cosas. Esto significa que se le permite hacer todo aquello de lo cual tiene un conocimiento adecuado. Y así se desprende que es el conocimiento y no la edad lo importante. Otra consecuencia es que todos confiarán en nosotros si es que se dan cuenta que poseemos el conocimiento para saber hacer. La gente nos estimará en la medida en que seamos útiles. Sócrates señala, al final, que si queremos ser amados, tenemos que adquirir la sabiduría, la que no debe entenderse como un conocimiento teórico, sino práctico. El punto de vista utilitarista de Sócrates es innegable aquí. El diálogo prosigue con la búsqueda -al estilo de Sócrates- de la definición del término "amigo". Pero el vocablo es equívoco, pues puede ser utilizado tanto para designar a la persona que quiere como para designar a la persona querida. Para clarificar esto, Sócrates pregunta: ¿quién es el amigo, el que ama o el que es amado? El interlocutor de Sócrates responde que aquí no hay diferencia, sin embargo, es claro que la hay, pues el amor no siempre es correspondido y puede suceder que alguien ame a quien le odia. En todo caso, no hay claridad al respecto y, por tanto, Sócrates plantea las cosas de otra manera. Se analiza, a continuación, el adagio que dice que "lo semejante es amigo de lo semejante". Según esto los buenos serán amigos de los buenos, y los malos, de los malos. Sin embargo, si aceptamos el concepto platónico de que la maldad significa ignorancia y discordia, los malos no pueden ser amigos de nadie, pues nunca mantienen una semejanza con nada, ni siquiera consigo mismos. Es decir, el adagio sólo es válido para los buenos o armoniosos. Pero a partir de esto llegamos a una conclusión inesperada: alguien completamente bueno y autosuficiente no necesita de nadie que le ayude a serlo. Asimismo, si la amistad se fundamenta en la necesidad, una persona absolutamente buena no la podría sentir. Tampoco, tendría sentido la amistad entre dos personas completamente buenas, pues no necesitan de nadie. Desde otra perspectiva, si se acepta que la amistad o el amor tienen su origen en la necesidad, es natural que los débiles sean amigos y amantes de los fuertes, los pobres de los ricos, los ignorantes de los sabios, etc.

Así, vemos que el amor se da aquí entre contrarios, pero este punto de vista, si lo vemos bien, nos conduce a algunos absurdos: porque en este caso serán amigos buenos y malos, valientes y cobardes, justos e injustos, castos y lujuriosos. Así, llegamos a una tercera perspectiva en que lo que no es ni bueno ni malo será el amigo o amante de lo bueno o de lo bello que en este contexto son idénticos. Más explícitamente, aquello que no es ni bueno ni malo ama lo bueno, porque el mal está latente en él. Por ejemplo, el cuerpo ama la salud en razón de la presencia de la enfermedad. Asimismo, el amante de la sabiduría ama a ésta, porque no es absolutamente sabio ni tampoco tan ignorante como para no darse cuenta de su propia ignorancia. Con esto concluye en el Lisis la búsqueda, en sentido estricto, de un concepto del amor que, evidentemente, en este diálogo no se logra.

2.1.2. El Amor en el Diálogo El Banquete. El Banquete es el diálogo más importante de Platón en torno al concepto del amor. Sus escenas se desenvuelven justamente en un banquete que se desarrolla en casa de Agatón para celebrar el éxito de una de sus tragedias. Los comensales han acordado dedicar su reunión, en parte, a realizar discursos sobre el dios Eros, el cual no habría recibido jamás un elogio consistente por parte de poetas y sofistas. El texto se transforma así en una serie de discursos sobre el amor que van desde lo más superficial a lo más profundo, destacándose el discurso final de Sócrates que nos entrega el pensamiento de Platón al respecto. El primer discurso es el de Fedro quien señala que Eros, el dios del amor, es la divinidad más antigua. Eros, según él, hace que los hombres sientan vergüenza y ambición, además, que el influjo de éste en los hombres es mayor que cualquier otro sentimiento, ya que su poder impulsa a grandes acciones, como cuando el amante muere por su amado. En su presencia los amantes se abstienen necesariamente de toda vileza y cobardía. En suma, Eros es una fuerza inspiradora de acciones elevadas. El segundo discurso corresponde a Pausanias, quien distingue entre dos tipos de Eros, cada uno de los cuales sigue a una Afrodita distinta: Afrodita Pandemos y Afrodita Celestial. El Eros de Afrodita Pandemos, es el de aquellos hombres que aman lo corporal y que buscan lograr sus fines sin interesarse en el proceso. El Eros de Afrodita Celestial es propio de hombres que buscan la perfección moral. Quien está bajo el influjo de este Eros, busca una relación permanente para la educación física y la filosofía así como educar a su amado en la sabiduría y el valor. Esta distinción entre los dos Eros demuestra que este discurso está pronunciado con un discernimiento más profundo y con una conciencia más elevada que la del primer discurso. El tercer discurso es del médico Erixímaco quien -aceptando la distinción de Pausanias- sostiene que no sólo los hombres poseen un doble Eros, sino todas las cosas. Basándose en la medicina, Erixímaco señala que los cuerpos poseen este doble Eros o deseo y que es justo consentir a los buenos deseos que se identifican con el amor denominado celeste. Según Erixímaco es labor del profesional médico saber cuáles son dichos buenos deseos. Asimismo, para otorgar un mejor orden a las cosas -desde lo humano y lo divino hasta las estaciones y los climas- debemos estimular los deseos que nos conducen a la piedad y a la justicia. Doquiera que hay armonía y ritmo cabe hablar de la presencia del amor. Tal es -grosso modo- la interpretación que Erixímaco hace de Eros. En ella el significado de Eros resulta ampliado al identificárselo con una fuerza universal de la

naturaleza. Ciertamente el discurso de Erixímaco es más profundo que los anteriores, aunque peque de algún grado de arrogancia profesional. El discurso siguiente desarrolla una fantástica concepción antropológica y le pertenece a Aristófanes. Éste nos dice que, primitivamente, existían tres tipos de seres humanos, los cuales tenían sus órganos duplicados. Unos eran machos; otros, hembras y, finalmente estaban los andróginos. Estos seres primitivos habrían conspirado contra los dioses, y puesto que Zeus no podía destruir la raza humana, dado que ésta era la que adoraba a los dioses, partió en dos a los seres primitivos en castigo por su conspiración. Desde entonces los seres humanos buscan su otra mitad. Cada mitad de un hombre y mujer primitivos se entregan a la homosexualidad en busca de su otra mitad, en tanto que, la mitad del andrógino se entrega a la heterosexualidad en busca de su otra mitad. Aristófanes en su discurso describe al Eros como un deseo apasionado por algo que es afín a nuestra naturaleza y la complementa. Ciertamente aquí Aristófanes confunde amor con instinto sexual. Sitúa en un mismo nivel el amor homosexual y el amor heterosexual, lo cual, desde la perspectiva de la evolución espiritual es un error. Hay que mencionar, además, que este discurso ha pasado erróneamente como un pensamiento propio de Platón sobre el eros, más aún, autores del campo de la literatura esotérica comercial han hecho del cuento de los andróginos el origen del mito de las almas gemelas, tema que Platón nunca abordó en sus obras, ya que lo que intentaba el filósofo era precisamente destruir supersticiones respecto al amor. El próximo discurso es de Agatón, quien critica a los demás por no haber descrito, según él, la verdadera naturaleza del Eros. Su discurso utiliza bellas palabras, pero sin mucho control del significado de ellas. Para él Eros posee un sinfín de virtudes tales como la belleza, la ternura, la juventud, el valor, la moderación, la sabiduría y la justicia. Agrega, además, que Eros es el más grande de los poetas, porque es quien inspira la poesía. El Amor habitaría en las almas de los hombres, siendo ajeno a toda violencia y derramando todas las bendiciones. En síntesis, podemos decir que Agatón piensa que el Eros está siempre ocupado de la belleza y vive en las almas de los hombres, lo cual, no es poco decir. Sócrates, además, intentará fundamentar lo dicho por Agatón en el discurso que sigue. El discurso del personaje Sócrates puede ser considerado como el verdadero pensamiento de Platón acerca de la naturaleza del amor. ¿Cuál es su afirmación fundamental? La afirmación fundamental es que el amor es una forma de necesidad que tiene una meta y su relación con esta meta es de deseo, de exigencia. El amor anhela siempre lo bello y lo bueno y, por tanto, no es ninguno de éstos sino algo intermedio entre lo bello y lo bueno. Tampoco el amor puede ser considerado un dios, porque si fuera un dios no amaría, puesto que en un ser perfecto es imposible que haya anhelo, deseo o pasión. Por lo mismo, el Amor es un ser entre mortal e inmortal, es decir, un espíritu o daimón. Y al ser un ser intermedio él es quien completa y mantiene conectado a todas las cosas. Platón aclara: "Un dios no puede mezclarse con el hombre, pero a través de Eros se lleva a cabo toda relación y diálogo de los dioses con los hombres, despiertos o en ensueño." (202e) Más precisamente Eros tiene por padre a Poros (Riqueza) y por madre a Penía (Pobreza). Del primero heredó su tendencia a acaparar lo bueno y lo bello, su valentía, su atractivo y poder, su astucia, su anhelo de sabiduría. De la segunda, su falta de bienes, su rudeza, su indigencia. Así, resulta que Eros es filósofo, porque

no es ignorante ni tampoco sabio. Pero no sólo esto sino también la belleza, porque la meta real del amor es la belleza, la cual , según Platón no es diferente del bien. Esto significa que el amor busca la felicidad, es decir, la posesión del bien, al cual tiende todo el género humano. Asimismo, Eros busca la creación en la belleza, tanto en el cuerpo como en el alma. Platón nos lo aclara: ¿Por qué amor de creación? Dar nacimiento a algo es ser tan duradero e inmortal como un mortal puede serlo. Estamos de acuerdo, pues, en que Eros ha de desear la inmortalidad juntamente con lo bueno, si es que desea poseer el bien para siempre. La inmortalidad es, pues, el objeto de Eros. Para Platón cualquier tendencia a la creación es la búsqueda de la inmortalidad de lo creado. Así, aquellos hombres que son fecundos en el cuerpo son amantes de las mujeres y buscan su inmortalidad en sus hijos. Pero aquellos hombres que son fecundos en el alma, anhelan dar a luz sabiduría y otras formas más elevadas. Ellos son los poetas y los inventores. Un tipo de hombre aún superior en sabiduría manifestará ésta en la administración del estado. Es el legislador. Él se prenda de la belleza del alma masculina, pues es este tipo de belleza la que se asocia con lo masculino. Además, busca y se esfuerza por conducirla a su máxima perfección. Aquí hay más filía o amistad que Eros, siendo una relación mucho más estable en la medida que esta unión tiene su razón de ser en un fruto más bello e inmortal. Según el filósofo griego existe una vía ascendente para conocer el verdadero amor, para llegar a la contemplación de lo bello en sí. Se trata de un ascenso erótico que contempla los siguientes grados: 1. El amor a la belleza corporal que posee dos momentos: el amor a un cuerpo bello determinado y el amor a la belleza corpórea en general. 2. El amor a la belleza de las almas, es decir, a la belleza moral que se manifiesta en los quehaceres y en las reglas de conducta de los hombres. 3. El amor a los conocimientos, el cual trasciende la servidumbre de los seres concretos. 4. El amor a lo bello en sí, el cual es el nivel supremo de amor y que se nos revela de súbito, cuando hemos recorrido correctamente los senderos anteriores en todas sus etapas. Esta meta del amor es la Idea misma de lo bello en todo su esplendor. Ella es eterna, increada, imperecedera, estable, porque es eternamente idéntica a sí misma. De esta Belleza en sí, además, participan todas las cosas bellas.

2.1.3. El Amor en el Diálogo El Fedro.

La otra exposición importante acerca del amor, Platón la realiza en el diálogo el Fedro. Si bien se trata de una exposición de otro carácter sobre el amor, los planteamientos fundamentales de ambos diálogos coinciden, aunque sus líneas de desenvolvimiento varían bastante. Todo comienza con una discusión basada en un discurso de Lisias sobre el tema de si es mejor para un joven otorgar sus favores a una persona que no le ama antes que a una persona que sí le ame. Lisias señala que los amantes actúan bajo impulsos que están encadenados por la pasión que les produce remordimientos y que se presenta en ellos como enfermedad. Además, éstos se jactan de sus conquistas y luego las abandonan, son celosos de cualquier compañía y sólo orientan su amor a la flor fugaz de la juventud. En cambio, los que no están impulsados por el amor, entregan

una amistad duradera e independiente de lo sexual, porque buscan la compañía sin poner la mirada en el placer inmediato y efímero. Su afecto no surge de una pasión, sino de la búsqueda de un propósito común. Este discurso si bien tiene el mérito del equilibrio, de la prudencia es desorientador en la medida en que confunde realidades muy distintas al no haber definido su autor los términos que emplea. El amor (eros), sin duda, no es la amistad (filía), pero el uno no niega el otro, puesto que son dos manifestaciones válidas de la naturaleza. El discurso siguiente de Sócrates intentará justamente aportar precisión conceptual al debate. Sócrates comienza haciendo una diligente definición del amor que nos dice que éste es deseo, pero incluso aquellos que no tienen Eros -según el sentido atribuido antes por Lisias- anhelan lo bello. ¿Sobre la base de qué podremos diferenciarlos? Sobre la base de dos principios rectores que Platón afirma que existen en nosotros. El primero es un deseo innato de placer y el segundo una capacidad de juicio desarrollada tendiente a lo óptimo. Sucede que a veces tales principios coinciden y otras veces discrepan, en una lucha permanente por la supremacía. Cuando prevalece el juicio, hay en nosotros autodominio, moderación; cuando, prevalece el deseo éste nos arrastra al exceso (hybris) y actuamos en contra de nuestro juicio. Ahora bien, en relación con el placer que proporcionan los cuerpos bellos, para Sócrates el exceso es el Eros. Tal Eros es, según el filósofo, una pasión física desenfrenada, algo brutal y contrario a la razón. Esta forma de amor es mala para el alma del amado, porque el amante fijándose sólo en su placer propio perjudica el alma del amado al mantener a éste en un estado de dependencia, de inferioridad y al impedirle, además, salir de la ignorancia. Se trata de un Eros que tiene por objetivo el placer antes que el bien, el cual no sólo es malo para el alma del amado sino también para su cuerpo en la medida en que el amante, poseído por el Eros egoísta, hace de su amado una persona físicamente débil al obligarlo a vivir encerrado en casa, privándolo con ello de dar salud a su cuerpo. Todo esto hace que sea inmensamente más sensato que el amado favorezca al no poseído por el Eros, de lo contrario se expone a un afecto que es como el del lobo por la oveja. Tal es la acusación de Sócrates contra el Eros. Sin embargo, tal Eros no es el verdadero. Más aún, Sócrates considera que él ha blasfemado contra el dios del amor y debe pagar con una retractación -denominada palinodia en el mundo griego-, porque no debía haber dado el nombre de Eros a una locura erótica, totalmente corporal, absurdamente posesiva y egoísta. ¿En qué consiste esta palinodia? Se trata del mito platónico del viaje del alma que arrojará luz no sólo sobre la verdadera naturaleza del Eros, sino también sobre el alma y las ideas eternas, principios indispensables para comprender la naturaleza del Amor. Según enseña Sócrates el amor es primordialmente una especie de locura -manía- que proviene de los dioses, vale decir, divina. Es una manía porque es una emoción irracional, aunque alcanza su más alta expresión sólo cuando se une a las claridades de la razón, por ejemplo, en el amor filosófico de la verdad y de la belleza. Más aún, el Eros es el origen psicológico de la búsqueda del filósofo, puesto que el punto de partida del movimiento y la fuente principal de la acción residen en el alma. Platón representa aquí míticamente el alma como un auriga que dirige un carro alado, formado por dos caballos, uno dócil y el otro obstinado. Cuando acaece la muerte, el alma se eleva hasta el borde del firmamento y contempla las Ideas eternas que están por encima. Sin embargo, el hacinamiento de las almas le hace perder sus alas precipitándose otra vez a la tierra. Esta alma que ha visto las Ideas con máxima claridad

se convierte en filósofa o en amante de la belleza, en un ser inspirado, pero no con la inspiración del artista que está en un nivel más bajo-, sino con la inspiración del hombre culto, del sapiente en el arte de la vida. Desde la perspectiva platónica, cuando en la vida captamos visualmente el brillante esplendor de la belleza, rememoramos la Idea de la Belleza que vimos con los ojos de alma en el mundo celeste; sin embargo, no podemos hacer la misma percepción de la sabiduría ni de otras realidades dignas de nuestro amor. Sólo la belleza se muestra refulgente en la medida en que es captada por la vista que, según Platón, es el más agudo de nuestros sentidos y por esto mismo es la más amada por todos. Ahora bien, aquel que no está recién iniciado o bien ha sido corrompido no puede dirigirse desde la belleza sensible a la inteligible. Su mirada queda atrapada por aquella forma imperfecta de belleza, entregándose al placer. Pero el recién iniciado que ha contemplado ampliamente las cosas del mundo superior, al ver un rostro divino, una bella imitación de la Belleza o un cuerpo de hermoso aspecto trata de venerarlo como un dios. Luego de esto vuelven a salirle alas en todo el territorio de su alma, retornando a ese estado anterior en que poseía alas en su totalidad. Entonces, el alma halla descanso en la contemplación del amado, recogiendo el dulce placer de ese momento de unión. El iniciado ya no querrá separarse de su amado porque para él éste es su tesoro más precioso, una maravilla que le hace olvidar todo hasta el punto de estar dispuesto a convertirse en esclavo con tal que se le deje junto a su amado. Y este es el estado que los hombres llaman amor, nos dice Platón. Seguidamente, Sócrates nos describe el efecto de Eros sobre el alma en otro aspecto, haciendo uso nuevamente de la parábola del alma como cochero y de los dos caballos. Ocurre ahora que el caballo negro brinca hacia el amado obstinadamente y no obedece a las órdenes del cochero, saltando hacia el amado. Sin embargo, al final es amansado. Entonces, el alma del amante, puede acercarse con seguridad al amado y éste puede dejarse venerar por un amante sincero, al cual, finalmente acepta entregándole su amistad. Transcurrido el tiempo las cosas cambian, Platón nos precisa: " Y una vez que lo ha recibido en su trato , la benevolencia del amante , que ahora ve de cerca, llena de admiración al amado que comprende que, ni aun todos los demás juntos, amigos y parientes, le ofrecen una pequeña parte de la amistad que encuentra en este amigo poseído de un dios. Y cuando pasa el tiempo en este trato e intimidad, a más de los contactos en los gimnasios y en otros lugares de reunión, el manantial de aquella corriente que Zeus cuando amaba a Ganímedes llamó 'ola de deseo', corriendo a raudales hacia el enamorado, en parte desciende a él y, en parte, cuando éste está completamente lleno, desborda hacia fuera, y como el aliento o el eco que de los objetos lisos y resistentes saltan de nuevo al punto de donde partieron, así la corriente de la hermosura, pasando a través de los ojos, vuelve de nuevo al hermoso; y cuando, por ese camino, que es el que naturalmente la conduce al alma, ha llegado a ella y la ha llenado, reanima los orificios de las plumas, da impulso al nacimiento de éstas y llena de amor a su vez el alma del amado". "Está, pues, enamorado, pero no comprende de qué; y ni sabe lo que le ocurre ni puede explicarlo, sino que, como el que coge de otro una oftalmía, no puede alegar ninguna razón, y no se da cuenta de que, como en un espejo, se ve a sí mismo en su amante; siempre que aquel está presente, deja, como él, de sufrir, y cuando está ausente, del mismo modo también, lo echa de menos y es echado de menos, teniendo así un contra-amor que es la imagen del amor. Él lo llama y lo cree, no amor, sino amistad, y desea, de un modo semejante que aquel, pero más débilmente, ver, tocar, besar al otro y acostarse con él. Y ,ciertamente, es muy

probable que en estas condiciones, se siga pronto lo demás; porque, cuando están acostados juntos, el caballo indisciplinado del amante tiene algo que decir al auriga y considera que, a cambio de sus muchas fatigas, ha sacado poco provecho; y por su parte, el del amado no tiene nada que decir, pero hinchado de deseo y no entendiendo su situación, abraza al amante y lo besa, como quien demuestra su afecto a uno que lo quiere bien, y siempre que están acostados es capaz de no rehusar, por la parte que le toca, sus favores al amante, si éste le pidiera obtenerlos; su compañero de yugo y el auriga se resisten a esto con su razón y pudor." "Así, pues, si es una vida ordenada y a la filosofía a lo que los conduce la victoria de lo mejor que hay en el alma, pasan esta vida en la dicha y en la armonía, puesto que, gracias a su dominio de sí mismos y su moderación, han sometido a lo que producía su virtud. Y así, cuando han llegado al fin de sus vidas, sostenidos ya por alas y ligeros, de las tres luchas atléticas de esta justa verdaderamente olímpica, han vencido en la primera, y ni la sabiduría humana ni la locura divina pueden conceder al hombre mayor bien. Si por el contrario, llevan una vida más grosera, sin amor a la filosofía, sino a los honores de este mundo, es fácil que en la embriaguez o en cualquier otro momento de descuido los caballos indisciplinados de ambos, cogiendo a las almas desprevenidas y coaligándose para el mismo fin, opten por el partido que para el vulgo ofrece más felicidad y consumen la cosa. Una vez consumada, vuelven a lo mismo en lo sucesivo, pero rara vez, porque cuando obran así no lo hacen con la aprobación de toda su mente. Amigos, sin duda, también lo son éstos, pero menos que aquéllos; viven el uno para el otro, tanto mientras dura el amor como cuando han salido de él, considerando que se han dado mutuamente y recibido el uno del otro las mayores fianzas, a las que no es lícito faltar convirtiéndose una vez en enemigos. Y al fin, sin alas, pero no sin haberse esforzado por adquirirlas, abandonan sus cuerpos. En consecuencia, no es pequeño el premio que obtienen de su locura amorosa; porque no es a las tinieblas ni al viaje subterráneo adonde la ley ordena que vayan los que ya han comenzado el viaje infraceleste, sino que llevando una vida resplandeciente, viajen felices en mutua compañía, y llegado el momento, lleguen ellas a tener alas en virtud de su amor. Tan grandes son , niño, y tan divinos los dones que te ofrecerá la amistad de un enamorado. En cambio, el trato de uno que no ame, trato mezclado de prudencia mortal y que se entrega a una economía mortal, produciendo en el alma amiga una ruindad que las masas alaban como un mérito, la hará rodar nueve mil años alrededor de la tierra y debajo de la tierra, en un estado irracional." Sócrates ha intentado aquí explicar la verdadera naturaleza de Eros que en este texto comienza y termina con la relación amorosa entre individuos. El Eros, en definitiva, se sostiene en la captación de la Ideas eternas y se despierta por la visión de la belleza masculina, teniendo como objetivo como meta conducir también al amado hasta la intelección de la belleza y la verdad. En síntesis, tanto en el Fedro como en el Banquete -a pesar de sus desarrollos diferentes- hallamos los tres mismos tipos de amantes. El más bajo de ellos corresponde a quienes están poseídos por la pasión meramente física y egoísta. Un poco más arriba está el amante moderado que al no ser un filósofo verdadero termina complaciendo su impulso sexual, aún cuando racionalmente. Y ello debido a que su autocontrol es defectuoso. Se trata, en verdad, de un estado intermedio y que es positivo en la medida que prepara para la vida filosófica. En la cima de esta escala de amantes se halla el auténtico filósofo, quien está más allá de toda servidumbre a lo sexual. Aquí los amantes pertenecen al mismo sexo y su meta no es otra que la inspiración

recíproca en la investigación de la verdad y del bien. Y aunque este amor tiene un fundamento en el instinto sexual, los amantes han tenido la fuerza y la sabiduría para sublimarlo en una pasión por el estudio en común. Éste es, también, el verdadero significado del "amor platónico" del que tan imprecisamente se habla. Desde la perspectiva de la evolución espiritual la sabiduría de Platón acerca del amor tiene méritos indiscutibles que es innecesario recalcar, porque están a la vista. Sin embargo, su sabiduría también adolece de errores demasiado importantes como para no considerarlos en esta síntesis. Por ejemplo, su concepto del amor está claramente fundado en una atracción de tipo homosexual, aunque esto tenga como atenuante que el amor platónico es en esencia una unión mental. Recordemos, además, que para este filósofo las más altas manifestaciones del amor y del afecto se dan sólo entre hombres. Con esto Platón simplemente expresaba el sentir normal de sus contemporáneos, para quienes la mujer era un mero ser físico, sin cualidades psíquicas que la hicieran dignas del amor del hombre. Por esto mismo en la Grecia de Platón, el matrimonio no podía ser más que una unión orientada a la satisfacción de las necesidades físicas y a la procreación de los hijos. Platón, en verdad, no va más allá de la cultura de su tiempo al no darle ningún lugar al amor, a la amistad, al compañerismo entre hombres y mujeres. En definitiva, Platón vio en el amor una fuerza irracional y en esa medida un valor que está por debajo de la esfera de la razón. No conoció, por tanto, este filósofo, el verdadero Amor que está más allá de lo irracional y de lo racional.

3. Psicología

3.1 Teoría Freudiana del Desarrollo

De todas las teorías del desarrollo, la teoría freudiana es la más diferenciada y específica, ya que no sólo sigue las particularidades del instinto sexual en cada edad sino que abarca también los aspectos cognoscitivos dentro de la personalidad total. En tanto el niño crece, su Yo, a partir de la forma rudimentaria del recién nacido, se va diferenciando a través de las etapas cuyas características son el resultante de tendencias y necesidades de orden instintivo. Estas tendencias, llamadas libidinales, se organizan bajo el predominio de una zona erógena determinada y un modo específico de relación de objeto. Zonas erógenas son las regiones del cuerpo cuya excitación produce la satisfacción libidinal, y relación de objeto es, en su concepción más amplia, la relación del sujeto con su mundo, en especial la del niño con su madre y, luego, con el ambiente familiar. Al mismo tiempo, el Yo y el Superyó se esbozan y se desarrollan paralelamente, en relación estrecha con la maduración pulsional instintiva. En su conjunto, la teoría psicoanalítica del desarrollo comprende cinco etapas: la oral, que va desde el nacimiento hasta las doce meses: la anal, de 1 a 3 años: la fálica, de los 3 a los 5 años; el período de latencia, desde los 5 años a la pubertad, y, por último, el comienzo de la etapa genital y la adolescencia. Conviene tener presente que esta forma de dividir las etapas no se cumple en la realidad de la evolución de este modo taxativo ni como si, a partir de una edad fija se iniciase la etapa siguiente. Así, algunas características de la etapa anal, e incluso de la fálica, se esbozan y se superponen dentro de la oral.

3.1.1 Etapa Oral

Desde el nacimiento, la fuente primaria de placer y gratificación, es la región bucal. La alimentación comprende, además del placer de la succión, son la clave de este período. Pero el énfasis está puesto sobre la succión en si misma. Prueba de ello es, según FREUD, la clara tendencia del niño a colocar en su boca cualquier objeto que cae en sus manos, a chupar sus dedos, y aun a calmarse cuando el chupeteo es independiente de la alimentación. Por otra parte, cuando el niño lleva a cabo estas actividades, integra de un modo primitivo conocimientos acerca de su propio cuerpo. Así, se ha descrito la importancia, desde el punto de vista cognoscitivo, de la integración de la mano con la boca, en tanto implica un paso adelante en la maduración del Yo. Este período ha sido subdividido en dos subestadíos, desde los primeros días del niño hasta la época de la aparición de los dientes. Se le denomina entonces al primero, período oral de succión, y oral sádico, al siguiente. Dicho en otros términos, oral dependiente y oral agresivo. La implicación agresiva tiene que el morder se debe no sólo a que, en otros tiempos, el comienzo de la dentición implicaba el destete, sino a que el crecimiento de los dientes provocaba en sí malestar, llanos y rabien en el bebé. Hay otros importantes acontecimientos en relación con la alimentación de esta época, tal como la introducción de papillas, y luego alimentos sólidos, con sabor distinto a la leche azucarada del biberón.

El Destete.

En otros tiempos, la costumbre y los pediatras indicaban que la alimentación al pecho debía continuarse hasta los seis meses, introduciendo entonces el biberón con leche de vaca. Claro está que, antes de esa época, se completaba la alimentación con otros elementos necesarios, pero, con todo, el amamantamiento debía continuar. Esa era la época del destete, momento crucial en la relación madre- hijo. La separación, que hasta entonces era intermitente, con pérdida y recuperación, es ahora definitiva respecto a ese estrecho contacto que antes existía. Cuanto más temprano se realiza el destete, menos preparado se halla el bebé para esa situación. Claro que ningún niño queda marcado definitivamente porque no se le dio el pecho o porque lo tuvo poco tiempo, pero tanto él como su madre perdieron la oportunidad que muchas mujeres refieren con pena, y que hasta establecen como diferencia de relación con sus otros hijos a los cuales pudieron amamantar. Pero el destete no sólo es retirar el pecho materno: el reemplazo o abandono del biberón tiene el mismo sentido. El biberón u otro tipo de comida significa, según la teoría psicoanalítica, la posibilidad de aceptar sustitutos en relación con la madre. Ellos simbolizan a la madre, según M. KLEIN. Son éstos, entonces, los primeros pasos en la formación de la capacidad de simbolizar. Seguramente no es ajeno a ello el que muchos otros teóricos del psicoanálisis hayan relacionado los trastornos de la alimentación con posteriores trastornos en el desarrollo intelectual, o sea, la aceptación o no de nuevos conocimientos. Actualmente, la ignorancia o la conveniencia, o la obligatoriedad por necesidad de trabajar, unido a la escasa insistencia por parte de ginecólogos y pediatras, hacen que las madres desteten tempranamente, a los tres meses o antes. La explicación más frecuente es que “tiene poca leche” o que la “leche es aguada”. Y la balanza es un enemigo implacable que, obsesivamente, les muestra que no son capaces de amamantar, con lo que rápidamente se agotan sus posibilidades. El desánimo y la falta de información hacen parecer la forma más eficaz de inhibir un proceso biológico que, como la lactancia, también es sumamente susceptible a las influencias psicológicas. El destete o cambio de los seis meses coincide con adquisiciones de importancia en el desarrollo; una de ellas es el comienzo de la dentición, cuya iniciación se anuncia con la necesidad de morder que el bebé tiene. Muerde todo lo que tiene a su alcance, y morderá también el pezón cuando se alimenta. Los gestos de dolor y sobresaltos de la madre (a veces acompañados de castigo) impresionan al bebé y son capaces de inhibirle. Incluso se han observado expresiones en la cara de éste último que indicarían sentimientos tan evolucionados como el de una cierta conciencia de haber hacho daño. Parecería exagerada una tal conclusión, pero la observación directa de lactantes hecha por M. KLEIN y otros habla de la existencia, entre los seis u ocho meses, de un Yo suficientemente estructurado y, por lo tanto, capaz de dar pie a esa suposición.

El autoerotismo y su importancia en el desarrollo del Yo

Autoerotismo fue un término usado por FREUD para describir una fase del desarrollo de la libido. Actividad auto erótica describe un tipo específico de gratificación y actividad sexual. Lo postulado en su época por FREUD era que las primeras manifestaciones auto eróticas no tenían relación con un objeto externo

(otra persona), sino que obtenían satisfacción del propio cuerpo del sujeto. Este concepto no ha sido mantenido por muchos de sus seguidores, quienes continúan considerando que el objeto auto erótico (por ejemplo, el dedo que se chupa) es un sustituto del objeto fuera del propio cuerpo, o sea, la madre. Las actividades auto eróticas pueden ser observadas, durante el desarrollo temprano en todas las zonas erógenas: boca, ano y genitales. Pero, puesto que la teoría clásica sostiene que el bebé, en los primeros meses, no tiene conocimiento, que no distingue el mundo externo de su interior, las actividades en esta época, aun siendo auto eróticas, tiene un significado distinto al de aquellas que ocurren posteriormente. Luego llegará el momento del narcisismo primario, que se describe como un tránsito del auto erotismo al amor del objeto. El sujeto comienza por tomarse a sí mismo, a su propio cuerpo, como objeto de amor; a continuación accederá al objeto externo en el curso del desarrollo. Este período de narcisismo primario es lo que LACAN designó como estadio del espejo. Pero los problemas implicados en estos conceptos acerca del narcisismo son demasiado complejos y están sujetos a revisión histórica, de modo que aquí, y únicamente para hacer más comprensible la descripción del auto erotismo, solo cabe su breve definición. A medida que la imagen corporal ha ido evolucionando, las tensiones y la sensación placentera que sigue al aliviarlas a través de una actividad auto erótica hacen que le cuerpo de convierta en una fuente de placer, lo cual contribuye a su vez, a que sea reconocido como “Yo”. Siguiendo la dirección de esta teoría, una vez establecido la relación y la constancia del objeto, las actividades auto eróticas se acompañan de fantasías en relación con un objeto. La masturbación, en la fase fálica es un ejemplo de ello. Aunque cualquier tipo de gratificación auto erótica puede aparecer en situaciones de conflicto o frustración a lo largo de la vida de un individuo, es posible que el Yo haga uso de este fenómeno con “propósitos constructivos”. Hay personas, por ejemplo, que pueden trabajar, estudiar y concentrarse en tanto se hallan en una actividad auto erótica, como jugar con el cabello o acariciárselo, o chupar o morderse la lengua, etc.

3.1.2 Etapa Anal

Como el período anterior, comporta dos fases, una expulsiva y otra retentiva; la zona erógena dominante es la región anal, que comprende los órganos de evacuación fecal y urinaria, como también las nalgas. En general, durante esta fase (1 a 3 años) comienza la educación para conseguir que el niño controle esas funciones, por lo que, al estar centrada la atención en sobre este funcionamiento, la región anal se convierte en centro de experiencias gratificadoras y frustrantes. Los mecanismos por los cuales estas experiencias afectan el desarrollo de la personalidad son, en esencia, similares a los descritos en la etapa oral. El ambiente aprueba, desaprueba o castiga según el niño realice o no tales funciones en el tiempo y lugar adecuados. Hay otras adquisiciones de gran importancia alrededor de estas edades, como son la realización de la marcha y el progresivo dominio motor, que señalan el camino hacia una cierta independencia o autonomía. Unido a esto cabe citar los comienzos de una socialización, que no sólo estaban implicados en la consecución

de los hábitos de limpieza, sino que son bien demandas que señalan la maduración del aparato psíquico, vale decir, del Yo y Superyó. A esto acompaña la aparición de nuevos sentimientos que, en el caso de vergüenza y la repugnancia, señalan la interiorización del disgusto frente al “ensuciarse” cuyo sentido profundo puede referirse, sin duda, a la incontinencia de materias fecales.

La etapa siguiente de separación- individualización

Desde los catorce o quince meses hasta los dos años de edad, el niño emerge, según M. MAHLER, como una persona autónoma y separada; ahora es cada vez más consciente de su capacidad física para alejarse de su madre. Con todo, junto con el desarrollo de sus facultades cognoscitivas y la creciente diferenciación de su vida emocional, suceda una notable debilitación de su previa, aunque incipiente, capacidad para tolerar las frustraciones y una disminución de lo que antes era una relativa aceptación de las ausencias de la madre. La ansiedad de separación aumenta, y el temor a la pérdida del objeto que la subyace y se manifiesta en una aparente y constante preocupación por ubicar el paradero de la madre, preocupación que va acompañada de una conducta activa de búsqueda de proximidad. El deseo del niño es participar de sus descubrimientos con su madre, acercándole continuamente objetos que ella halla en el mundo, cada vez más amplio, que le rodea. Al mismo tiempo, indica con sonidos, palabras o gestos su necesidad de que ella se interese por sus hallazgos y de que participe con alegría y la sorpresa que él espera provocar. Pero también suele ocurrir que los deseos de la madre no coincidan, e incluso que sean los contrarios a los del niño; esto pone a prueba los sentimientos de omnipotencia, que se supone, serán tanto más intensos cuanto más pequeño sea aquél. En este instante, ya no será el rey que domina el ambiente, y la unidad con su madre estará seriamente amenazada. A los dos años, si bien lo que podrían llamarse contactos sociales con los otros niños, en el sentido de participación en juegos, no se dan realmente, hay una mayor conciencia de su existencia cuando se hallan presentes de dichos niños, y esto se evidencia en la forma como el pequeño quiere apoderarse de todo lo que otro niño tiene o hacer lo que éste hace. Si no lo consigue, se enfurece y puede agredir. Los celos, la envidia y los deseos de posesión, que alcanzan un punto culminante en esta fase anal del desarrollo, comienzan a mostrarse claramente a través de aquellas conductas. Tanto en los niños como en las niñas, el descubrimiento de las diferencias anatómicas crea una mayor conciencia de su propio cuerpo en comparación con el de los demás. Además, los niños, a estas edades (dieciséis- dieciocho meses), ya presentan características que les diferencian en relación con sus respectivos sexos. El hecho de que ello está determinado, sobre todo, por influencias de orden social –por ejemplo, las actitudes y los hábitos que los padres inducen a sus hijos en uno u otro sentido-, es algo que queda fuera de discusión; pero tampoco cabe duda de que hay una evolución interna decisiva con respecto a la identidad sexual a medida que se recorre el largo camino hasta la adolescencia.

Descubrimiento de las diferencias anatómicas.

Otras hipótesis sostiene que las diferencias sexuales (no ya anatómicas, sino psicológicas) han preexistido en el área del Yo desde el comienzo. Las comprobaciones del niño en base al descubrimiento sólo confirman las diferencias. Para el varón, la observación de su sexo se realizó tal vez antes que en la niña en la medida que el hecho de orinar de pie le permitió una más completa visualización de su pene, que antes, en la época del bebé, habían integrado predominantemente a través del tacto. Incluso el avance hacia el período en que la maduración acentúa la llamada fase fálica, los contactos con sus genitales son más frecuentes y, predominantemente, de naturaleza inconsciente. En general, parece ser que, en las niñas, el descubrimiento de las diferencias sexuales hace más dificultosa la aceptación de su rol femenino, por cuanto puede ser considerado como una imperfección. Quieren investigar y saber si su madre tiene un pene como papá. Y, mientras tanto, el varón, inclinado talvez por el tipo diferente de juguetes (los padres a veces interfieren si quieren jugar con muñecas) y las influencias ambientales, tienen menos trabas en la identificación con su padre. En el aspecto afectivo, todo parece indicar más variadas formas de luchas y defenderse contra sentimientos de tristeza o de rabia, el disgusto con la madre, y la comprobación de incapacidades o relativo desamparo. Se han hecho observaciones a través de las cuales se constató que los niños de esta edad eran capaces de luchar contra sus deseos de llorar o bien trataron de no mostrar sus lágrimas.

El desarrollo del Yo

Al considerar el funcionamiento del Yo, cabe hacer la distinción entre lo que es maduración –el crecimiento biológico que permite el ejercicio de capacidades en el orden físico: la marcha, por ejemplo- y el desarrollo como proceso psicológico, que hace que el Yo, en interacción con el ambiente, desenvuelva sus diferentes funciones de una forma más adecuada y al servicio tanto de las necesidades del organismo como de las demandas de la realidad externa. Esto último es el principio de la realidad, que al lado y en contra de su opuesto, el principio de placer, se convierten, de acuerdo con la teoría psicoanalítica, en los dos elementos básicos del desarrollo del Yo, según el segundo vaya cediendo lugar al primero o predomine sobre él en el curso de la evolución. Ya se ha visto cómo, en las primeras épocas de la vida del bebé y del niño, domina el principio de placer por cuanto la satisfacción de las necesidades es atendida de inmediato. Y cómo paulatinamente, las frustraciones (inevitables), la separación y la capacidad de espera creciente ayudan a ese desarrollo del Yo, al tiempo que imponen el principio de realidad. Contemporáneamente, el inicio y el establecimiento de las relaciones de objeto y objetales implican la capacidad del Yo para conectarse con el mundo externo. Más estrictamente definido el concepto de relación objetal es “la ligazón afectiva que el sujeto establece con un objeto”. Pero ligazón afectiva no sólo quiere decir libidinal o amorosa, sino que puede ser también agresiva.

Mucho se ha discutido, y se sigue discutiendo, sobre si las primerísimas relaciones del bebé con el pecho y con la madre pueden llamarse verdaderas relaciones de objeto. Y esto mientras que el Yo y la noción de objeto no están constituidas como tales. Hasta aquí llega la teoría clásica u ortodoxa, psicoanalítica. Si se siguen las ideas de M. KLEIN y su escuela, tanto el Yo como el objeto se hallan más integrados de lo que se supone, aunque la escasa la conciencia de ambos en su forma primitiva, desde el nacimiento hasta los seis a ocho meses de edad, momento en que, según dicha teoría, se constituye el objeto total. Las relaciones de objeto se hacen con un objeto parcial. El primer objeto parcial percibido por el bebé es el pecho, y, en seguida, otras partes de la madre y del propio cuerpo. El objeto total describe la percepción de otra persona como persona, y desde que la madre es vista como un objeto total, según M. KLEIN, se halla en los inicios de la posición depresiva (entre los seis y ocho meses de edad). El objeto total contrasta con el objeto parcial y la disociación entre objetos ideales y objetos persecutorios 4 .

Etapa Anal: Trastornos del Control Esfìnteriano.

Todos los niños carecen de control vesical voluntario durante el primer o segundo años de vida. El control diurno se adquiere antes que el nocturno. Es hacia los tres o cuatro años cuando la mayoría de los niños alcanzan un control total. El hecho de que el niño acceda a dicho control depende de varios factores; adiestramiento, capacidad de aprendizaje, maduración anatomofisiológica, y todo ello, a su vez, está relacionado por el desarrollo afectivo del niño, o sea el nivel de comunicación alcanzado en la relación madre- hijo. Según sea ese nivel el niño puede utilizarlo de modo inconsciente para su propia satisfacción o en modo de oposición a los deseos de la madre. Durante el día, normalmente hacia los dos o dos amos y medio, el niño controlará sus esfínteres, presentándose primero el control anal que el vesical. Durante la noche, el control se adquiere entre los dos y los tres años y medio, aunque a veces la madre tenga que intervenir, despertándole para que no moje la cama. Esto puede prolongarse hasta los cuatro o cinco años, sin que sea considerado patológico. Cuando el niño dispone a su arbitrio de los mecanismos de retención y expulsión como forma de rebelión, expresa así sus sentimientos de rechazo hacia su madre, a la que obliga, en cierta forma, a que lo siga atendiendo y limpiándole como a un bebé, con resultado placentero para él. Trastornos referentes a esta adquisición son la enuresis 5 y la encopresis 6 .

4

Se habla de “objeto ideal” a la idea de una “madre buena” y de “objeto persecutorio” a una “madre mala”. Se establece que en esta etapa del bebé (fase de separación), el contacto con la madre va disminuyendo y es posible que otra persona quede al cuidado del niño, lo que genera una disociación, en la cual puede llegarse a distinguir como “madre buena” –u objeto ideal- a la persona que se queda a cargo y satisface al bebé, considerando, a la madre que abandona, como el objeto persecutorio –o madre mala-. O bien, puede desasociarse de una manera contraria a la anterior. Siendo la madre mala, la que queda a cargo. 5 Falta de control en la emisión de la orina, con micciones completas que pueden aparecer durante el día o la noche de forma inconsciente e involuntaria. Más frecuente en los niños.

3.1.3 Etapa Fálica

Durante esta fase, el pene en el varón, y el clítoris y los genitales externos de la niña, pasan a ser las zonas erógenas dominantes. La experimentación y la curiosidad sexual se acompañan se sensaciones por lo general placenteras, que, en el varón, se manifiestan con maniobras masturbatorias aparentes, en tanto que en la niña pasan a ser más frecuentemente inadvertidas y con menor grado de conciencia, puesto que pueden darse uniendo fuertemente o frotando ambas piernas. El descubrimiento de las diferencias sexuales acompaña, tanto por parte del niño como de la niña, la valoración acerca de la posesión del pene, y su no existencia en la niña es visto por ella como un defecto o una mutilación. Según la teoría psicoanalítica, esta gran importancia dada al pene crea en el varón temores con respecto al daño posible, e incluso a su pérdida, como el castigo por sus deseos sexuales. Es éste el llamado complejo de castración. En cuanto a la niña, según FREUD, aquellos mismos descubrimientos con respecto a las diferencias de sexo conllevan la envidia del pene, el deseo de ser un varón, y crea en ella el sentimiento de haber sido castigada, castrada. Otro hecho fundamental en esta etapa del desarrollo son las relaciones amorosas con ambos padres. La elección del objeto de amor se realiza sobre la figura parental del sexo opuesto. El complejo de Edipo se convierte así en un factor capital de la maduración psíquica, y su evolución es de gran importancia no sólo en las relaciones amorosas del adulto, sino que, como consecuencia de sus posibles deformaciones, se habrían de construir las estructuras psíquicas patológicas del futuro. Los niños de estas edades, cuyo interés está centrado en los temas sexuales, nutren su curiosidad acompañándola del deseo de proximidad física, de voyeurismo y de exhibicionismo. Los juegos entre ellos están, a menudo, teñidos con estos elementos, que implican además la unión de la pareja y el deseo de tener hijos. La curiosidad, en su origen, se refiere con exclusividad a estos temas, pero es también el inicio de todo deseo de conocimiento, que, en el curso del desarrollo, se irá ampliando sin cesar siempre que no haya sido coartado en sus comienzos. Éstos se presentan en el niño pequeño bajo forma de preguntas reiteradas sobre los más distintos temas, que encubren a menudo aquellas preguntas que no obtuvieron respuesta por tratarse de “temas prohibidos”. Tal es la importancia de este deseo de conocimiento que FREUD llegó a llamarlo instinto epistemológico. Es ésta la edad preescolar, con toda su significación en relación con la separación y la socialización, el control de la agresión y las primeras pruebas en relación con la rivalidad y la competencia. Es, en suma, un período complejo y dificultoso para el niño, quien comienza a dar muestras de su futuro carácter.

6

Evacuación intestinal parcial o total que tiene lugar pasada la edad normal de control, siempre que no sea debida a algún tipo de afección orgánica. Frecuente en los niños.

El desarrollo psicosexual

Desde los dos años hasta los cinco años, el niño, según la teoría psicoanalítica, pasa de la etapa oral a la fálica. Cualquier observador atento puede comprobar cómo el interés se centra ahora en la zona genital: más evidentemente en el varón, las sensaciones crecientes en su pene se acompañan de tocamientos y actividades masturbatorias que producen excitación y placer. En la niña, ello es menos patente aunque en los juegos con varones las actitudes sexuales no suelen faltar. Los contactos físicos con los adultos, sobre todo en las niñas pequeñas, pueden tomas la forma de frotarse contra sus rodillas o sentarse en su falta y saltar o moverse simplemente. Más significativos son, si cabe, los juegos entre niños de distinto sexo. “Jugar a médicos” es uno de los más típicos. Más a menudo, cuando se da presencia de otros, son frecuentes las “luchas” con esfuerzo aparente y excitación no disimulada. Claro está que el sentido profundo de la lucha es muy otro. Y no es raro que la niña tenga un rol de sumisión (masoquista), en tanto el del varón es sádico. Pero, a estas edades, los roles pueden ser intercambiables. Las niñas, que estaban haciendo movimientos de danza muy femeninos, pueden pasar a juegos con coches y armas, como el varón. A su vez, el varón puede imitar a una niña, colocándose algo semejante a una falda, incluso simular que se pinta los labios, en tanto ríe con su compañero. Esto es característico de la todavía indefinida identidad sexual, ya que prevalece cierta confusión con respecto a los roles o funciones masculina y femenina, por más que esté definida la estructura básica del sexo. El ambiente contribuye, en cierta medida, a reforzar las distintas conductas. Y las expectativas de los padres, si no son ambiguas, tienden a dirigirlas, muy a menudo, de modo relativamente consciente. Los tipos de juguetes utilizados y las diferencias en los juegos, según el sexo, son, en general, evidentes. Los niños construyen torres y juegan con coches, empujándolos o haciéndolos chocar. Aunque no puede tomarse como regla, son más agresivos que las niñas. Éstas juegan con muñecas o pequeños animales, y hacen casas para ellos. Desde ambos puntos de vista, cognoscitivo y emocional, el niño es ahora consciente de las diferencias sexuales. Puede que con sus hermanos, o en el parvulario, haya hecho el descubrimiento. En estas edades, si no son severamente reprimidos, hacen comentarios acerca de ello y emiten teorías en torno a las diferencias o no del pene. En la medida que estas comprobaciones llevan a la búsqueda de contactos, y sobre todo a la observación directa, el sentido de lo prohibido hace que el todo se torne más excitante y, al mismo tiempo, más amenazador. Los adultos no escapan a sus deseos de mirarles o espiarles, con el fin de saber cómo son en realidad. Y, si finalmente lo han conseguido, el vello del pubis y las diferencias de tamaño hacen todavía más desafiante la rivalidad edípica. De todos modos, aunque no haya habido comprobación en esta época, la competencia y los celos se van haciendo, paulatinamente, más acusados. La curiosidad entre hermanos que no difieren demasiado en edad parece sin embargo, más natural,

menos excitante. Esto no excluye a la

posibilidad de experiencias entre ellos. La curiosidad va aún más lejos, en tanto involucra el deseo de saber de dónde vienen los bebés, por dónde salen y cómo entran, si es que se les ha informado acerca del embarazo o han visto a su madre embarazada. Dentro de estas edades, por más que se les detalle acerca de la gestación y el parto, los niños

siguen en el fondo con sus propias teorías, basadas en fantasías y formas de pensamiento que les son características. Esto no implica que se les deba ocultar, reprimir o mentir. Su evolución corregirá los errores, pero no impedirá o retardará –como lo haría esas actitudes de los padres- el deseo innato de adquirir conocimientos. Es éste el instinto epistemológico, cuyo comienzo se manifiesta en las preguntas directas acerca de esos temas sexuales, o, en su defecto, en la repetición de preguntas desviadas hacia temas de otro orden, por lo general dentro de un contexto absurdo. Las inhibiciones en relación con el deseo de aprender son, frecuentemente, consecuencia de influencias ambientales. No puede descartarse la posibilidad de que el niño, debido a su tipo de personalidad, haya desarrollado sus propias inhibiciones a despecho de la libertad de información, incluso frente a los impulsos que pueden incitarle a pedir esa misma información.

La constelación edípica y sus antecedentes

El complejo de Edipo fue descrito por SIGMUND FREUD, quien se basó en del mito griego de Edipo, que mató a su padre y se casó con su madre sin sabe que eran sus progenitores.

Interpretación de FREUD

Según FREUD, el complejo de Edipo es un fenómeno universal, construido filogenéticamente, es decir, transmitido a través de la especie. Es un conjunto organizado de deseos y sentimientos amorosos y hostiles, que el niño desea a su madre y vive al padre como un rival, mientras que la niña desea a su padre como objeto del amor y siente a la madre como su principal adversaria. En su forma negativa se presenta a la inversa, es decir, como amor hacia el progenitor del mismo sexo y odio y celos hacia el progenitor del sexo opuesto. Estas dos formas del complejo de Edipo se encuentran, en diferentes grados, en su forma llamada “completa”. El complejo de Edipo, según el psicoanálisis, es vivido por el niño entre los tres y cinco años de edad, durante la fase fálica del desarrollo psicosexual. Este es un período de organización infantil de la libido que sigue a las fases oral y anal, y se caracteriza, según FREUD, por que las tendencias parciales del niño están unificadas bajo la primacía de los órganos genitales. Pero, a diferencia de la organización genital de la pubertad, el niño o la niña se representan como único genital al masculino. En el niño predomina como zona erógena principal el pene, y, en la niña, la zona erógena predominante es el clítoris, que es el órgano femenino homólogo del órgano genital masculino. FREUD sostuvo que, en la niña, surge la creencia que ha perdido su pene al comprobar la diferencia de los sexos, y se suscita en ella una envidia al varón, que si lo tiene. En relación con los padres, la niña, en ese momento, se resiente con la madre, que no le ha dado un pene, y busca al padre como objeto de amor, en ka medida que él si puede darle un pene, en la fantasía, o algo simbólicamente equivalente, un niño. Para

entender mejor esta situación, se describirá el proceso edípico en el niño y la niña tal como lo visualiza FREUD.

El complejo del varón

El niño está en permanente contacto con su madre desde siempre. Es la madre quien cría al niño, quien lo cuida y lo alimenta. El niño va desarrollando a lo largo de su vida un interés pulsional 7 por la madre. El padre y otras figuras encargados de cuidar al niño también están involucrados en su desarrollo, pero la figura más importante es la madre. Al llegar al niño al estadío fálico de su desarrollo psicosexual, los deseos incestuosos hacia la madre se acrecientan. El niño la desea para él y como objeto de amor, y el padre es visto entonces como un rival superior para el amor de la madre. Durante los momentos de gran excitación sexual, especialmente en el curso de la masturbación, el niño elabora muchas fantasías edípicas con la madre. Al mismo tiempo –prosigue la teoría freudiana- , como la rival con el padre aumenta, el niño desea en su fantasía quitarle al padre la genitalidad y hacerla propia. Esto evoca en el niño fantasías de venganza, y él teme que el padre lo castigue por sus deseos dañándole el pene, es decir, que teme a la castración. Este conflicto persiste en el niño durante meses, y, al final, esta situación edípica es resuelta a través de la identificación del niño con su padre: el niño se adueña, toma para sí, aquellos aspectos del padre que significan a éste como un rival superior para el amor de la madre. De este modo, a través de identificarse con el padre, el niño gana en su fantasía el amor de la madre experimentado por el padre. Sus deseos incestuosos hacia la mare son reprimidos, y viene a instalarse una nueva instancia psíquica llamada Superyó. El Superyó se instala, para FREUD, por la identificación del niño con ambos progenitores, y es así como declina el complejo de Edipo. Identificación es el proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, una cualidad de otro, y se transforma, total o parcialmente, sobre

el modelo de éste. La

personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones. FREUD llegó a sostener que este proceso, descrito en relación con la resolución del complejo de Edipo, es algo más que una represión, y así dice: ... en el caso ideal equivale a una destrucción, a una supresión del complejo. Cuando el Yo no logra esta represión o supresión, y ésta permanece en el inconsciente, más tarde manifiesta su acción patógena. En el niño, la amenaza de castración por parte del padre tiene un valor fundamental y determinante para renunciar al objeto de amor incestuoso. FREUD se refirió al Superyó o Ideal del Yo como heredero del complejo de Edipo, y dice en relación con ello: El Superyó del niño tiene la función comparable a la de un juez con respecto al Yo, y considera la conciencia moral, la auto-observación y la formación de ideales como funciones del Superyó. Éste se ha formado mediante la interiorización de las exigencias y prohibiciones de los padres; dice FREUD al respecto: 7

Asociación Afectiva: la satisfacción de la pulsión proporciona placer; mientras no es posible la satisfacción, mientras se encuentra impedida, existe un sentimiento de carencia, de deseo no cumplido.

El Superyó del niño no se forma a imagen de los padres, sino más bien a imagen del Superyó de éstos, se llena del mismo contenido, se convierte en el representante de la tradición, de todos los juicios de valor, que, de este modo, persisten a través de las generaciones. La declinación del complejo de Edipo señala la entrada en el período de latencia.

El complejo en la niña

Al igual que en el niño, la niña tiene un intenso vínculo pulsional con la madre, el cual se ha establecido desde el nacimiento y persiste a lo largo de todo el período de la dependencia infantil. Es decir, la madre es el principal objeto de su amor, aunque el padre pueda participar de ello. FREUD, en la última modificación importante de sus opiniones acerca del desarrollo edípico en las niñas, señaló que la mujer sólo llega a la normal situación edípica positiva después que ha superado un período anterior, regido por el complejo de Edipo negativo. A este primer momento del vínculo de la niña con la madre lo llamó fase preedípica de apegamiento a la madre. El abandono de esta fase, y el paso al complejo de Edipo positivo, FREUD lo ve en función del desengaño que sufre la niña al darse cuenta de que su madre carece de pene; es entonces cuando surge la envidia por el pene del padre y desea tenerlo. Ahora bien, durante la fase anal y uretral del desarrollo psicosexual, que son las que preceden a la fase fálica, la niña descubre sensaciones placenteras en su área del clítoris; al entrar en la fase fálica, ella pasa a interesarse por el sexo del padre, y, a partir de aquí, empieza a sentir rivalidad con su madre por el padre. A la vez, en la fantasía, la niña se ve a si misma como el objeto de amor preferido por el padre y desea desplazar a la madre tanto en el amor del padre cuanto como mujer de la casa. En este momento, la niña desea en su fantasía tener un niño del padre. Este deseo reemplaza al anhelo de poseer un pene como los varones. Al mismo tiempo, la niña aún no se siente dependiente del amor y del cuidado maternos, y, en ese momento, su rivalidad con la madre por tener al padre sólo para ella se asocia a la amenaza de perder el amor de la madre y verse abandonada por ella. La forma de resolver el complejo de Edipo en la niña, es similar a la del niño, a saber, a través de la identificación con los padres. La niña se identifica con aspectos de la madre y, de este modo gana el amor del padre experimentado por la madre. Los deseos incestuosos con el padre son reprimidos, y el Superyó se establece y entra en el período de latencia. FREUD, en sus conceptualizaciones, no tuvo un enfoque unívoco acerca de este momento evolutivo en la niña. Dice en este sentido: En el niño, la amenaza de castración por el padre posee un valor determinante en esta renuncia al objeto incestuoso, y el complejo de Edipo termina en forma relativamente abrupta. En la niña, la relación entre el complejo de Edipo y el complejo de castración es muy distinta... mientras que el complejo de Edipo del niño de halla infiltrado por el complejo de castración, el de la niña se hace posible (por sentirse castrada y es introducido por el complejo de castración. La niña se desliza, a lo largo de una equivalencia simbólica, desde el pene al niño- hijo, y su complejo de Edipo culmina en el deseo, largo tiempo sentido, de obtener del padre un niño como regalo y de darle al padre un hijo. De ello resulta que, en el caso de la niña, es más difícil señalar con claridad el momento de la declinación del complejo de Edipo. Lo supera tardíamente y en forma incompleta, afirma

FREUD. La renuncia a los deseos edípicos amorosos y hostiles se encuentran en el origen de la formación del Superyó, el cual se enriquece con las ulteriores aportaciones de las exigencias sociales y culturales.

Ambivalencia

FREUD sostuvo la existencia del complejo de Edipo completo en la niña y en el varón. La existencia del complejo completo es atribuida por él a la bisexualidad originaria del niño. El varón, dice FREUD, no posee sólo una actitud ambivalente hacia el padre y una elección tierna hacia la madre, sino que se comporta también simultáneamente como una niña: Muestra la actitud femenina tierna hacia el padre y la correspondiente actitud celosa y hostil hacia la madre. En la niña sucede lo mismo en el vínculo con sus padres. Tanto en el niño como en la niña, uno u otro de los componentes negativos desaparece hasta dejar apenas alguna huella registrable. A raíz del sepultamiento del complejo de Edipo surge una identificación con el padre y con la madre en ambos sexos. En el caso del varón privará la identificación con el padre, y en el caso de la niña con la madre. Así, como resultado más universal de la fase sexual gobernada por el complejo de Edipo, se puede suponer una sedimentación en el Yo, que consiste en el establecimiento de estas dos identificaciones, con el padre y con la madre, unificadas de alguna manera entre si. Tanto para el niño como para la niña, la situación edípica es considerablemente más compleja que una secuencia lineal como la descrita. El desenlace de esta situación esta relacionado también con otros factores, como, por ejemplo, el hecho de que la ambivalencia siempre está presente en todas las relaciones objeto; asimismo, con el hecho de que los conflictos anteriores a la fase fálica están comprometidos en el conflicto edípico. Tempranas fuentes de ansiedad, como la ansiedad de separación de la madre, determinan la calidad de la angustia de castración. Por otra parte, para FREUD, el complejo de Edipo posee un carácter fundador del ser humano. Esta hipótesis fue planteada en su obra Tótem y Tabú. De acuerdo con lo conceptualizado allí, el complejote Edipo no se reduce solamente a una situación real, a la interacción vivida entre los padres y el niño. Su eficacia proviene de una ley, la cual es la prohibición del incesto, que cierra las puertas a la satisfacción buscada. Algunos autores sostienen que el deseo y la ley son inseparables.

3.1.4 El Período de Latencia

Acerca de esta etapa, que llega hasta la preadolescencia o pubertad, dice FREUD : Alrededor de los 6 a 8 años, el desarrollo sexual pasa por un período de detención o regresión que, en los casos más favorables, merece el nombre de período de latencia (...) en todo caso no implica fatalmente una interrupción completa de la actividad y los intereses sexuales. La mayor parte de los acontecimientos y tendencias psíquicas anteriores al período de latencia caen bajo la amnesia infantil, este olvido que nos oculta y nos hace extraña nuestra primera infancia (...) El olvido es el efecto de la represión.

Y es el Superyó el que, como consecuencia de su evolución, se halla más organizado (lo mismo que el Yo) e impone principios morales que hacen posible la adquisición de la cultura, el desarrollo de amistades, valores y roles sociales. La escuela elemental, convertida en centro de la atención del niño y se su medio familiar, hace que él adquiera mayor capacidad en relación con la actividad motora, el pensamiento y el razonamiento. Hechos, éstos, para los cuales se halla preparado si su evolución no ha sido perturbada.

El Período de Latencia en relación con el sexo

Durante la edad más temprana, la que va desde el nacimiento hasta los cinco años, aproximadamente, el niño vive en un clima de dependencia normal padres- hijo, durante la cual, y en su forma paulatina, a medida que su personalidad se va desarrollando, transcurren las primeras etapas del proceso de separarse e individualizarse. El eje de todo este proceso comprende la culminación de lo que FREUD denominó complejo de Edipo, con la renuncia a la rivalidad con el progenitor del mismo sexo y la aceptación del tabú del incesto respecto al sexo opuesto. Estos logros son consecuencia de la consolidación de una mejor elaboración de las fantasías y tendencias edípicas, con la colaboración de mecanismos obsesivos que ayudan al niño a elaborar este duelo tan importante. En consecuencia, se tiene una notable ampliación y adecuación a la realidad externa del Yo del niño, así como una creciente capacidad de simbolización y sublimación de las diversas tendencias regresivas. Una vez, culminado este período edípico, el niño, entra en el llamado período de latencia, que FREUD situó entre el final de la primera infancia y el comienzo de la adolescencia temprana. En líneas generales, se tomó de los escritos de una definición de la “latencia” como sinónimo de lucha contra la masturbación y de latencia de la sexualidad, y se acepto durante mucho tiempo, u aún hoy muchos autores psicoanalíticos lo sostienen, que lo que domina en este período es la represión de la sexualidad y los rasgos obsesivos. Anna Freíd dice al respecto: Después de alcanzar su clímax alrededor de los cinco años, la relación del niño con sus progenitores decrece en fuerza, y la sexualidad infantil llega a un punto donde se detiene... Esta ruptura del curso del desarrollo sexual constituye una característica esencial de la vida humana. Sean cuales fueren los motivos, el instinto sexual permanece más o menos latente en el segundo período de la niñez. En lugar de tener que buscar constantemente satisfacción o de controlar deseos peligrosos, su Yo se halla en libertad para expandirse y desarrollarse, para usar su inteligencia y la energía de que dispone en otras direcciones. La conceptualización teórica de estos criterios acerca de la latencia consiste en que, como señaló FREUD, la represión es necesaria para tener acceso a la cultura y para la evolución del individuo. Pero el mismo FREUD también decía que, así como la cultura y la sociedad desexualizan al niño, éste defiende su vida instintiva.

Vigencia de la sexualidad

Se sabe que la actividad sexual durante la latencia no disminuye, y que se mantiene, en cambio, a través de la masturbación y de los juegos hetero y homosexuales entre niños. Si se puede afirmarse que la escuela y el aprendizaje ocupan gran parte de sus intereses, y que ello los desprende del grupo familiar en beneficio del mundo de la escuela. También influyeron sobre FREUD y sus contemporáneos los aspectos socioculturales de la época. En el varón, la sexualidad es evidente; quizá en la niña lo sea algo menos, puesto que, aún hoy, vive mayor presión social sobre ella. En general, en este período, el varón depende menos que la niña de la aprobación de su medio. En los varones, las actividades sexuales son, para ellos, permanentes. Es común observar niños de ocho, nueve y diez años teniendo una intensa actividad sexual masturbatoria y de juegos, hechos antes se consideraban típicos de la temprana adolescencia. En este período de latencia, la característica viene dada por un incremento de las tendencias homosexuales. La masturbación reviste también características grupales y exhibicionistas, y el niño va logrando, a través de la actividad sexual y de sus juegos, su identidad genital, la aceptación de su sexo. Al hablar de conductas homosexuales infantiles, éstas son diferentes a aquellas actividades homosexuales consideradas perversas. El punto importante que diferencia estos estados infantiles de estados de perversión, es la motivación. En los niños, en este momento del desarrollo, aquellas conductas están en función del logro de una mayor identidad sexual junto a al elaboración de fantasías edípicas. Las perversas, en cambio, están relacionadas fundamentalmente con la destrucción. En el desarrollo normal del niño, debido a la naturaleza egocéntrica de la sexualidad polimorfa infantil, se observa la tendencia masturbatoria y los juegos sexuales entre los niños. Por lo tanto, la actividad sexual continúa y es muy importante durante la latencia.

Desconfianza y ocultamiento

Los latentes, sin embargo, se caracterizan por su capacidad para guardar el secreto y ocultar, de una manera como no se observa en ningún otro momento de la vida, su actividad sexual. AL comenzar el período de latencia, el niño domina mejor su ansiedad y muestra, al mismo tiempo, una mayor capacidad para cumplir con los requerimientos de la realidad. En los niños latentes, la ansiedad que predomina es la ansiedad paranoide. Estas ansiedades se ponen de manifiesto, y están esencialmente relacionadas, con la desconfianza y el ocultamiento, tan característicos de los niños de esta edad. En este momento del desarrollo, se pueden observar las manifestaciones obsesivas en pleno auge, pues son el tipo de defensa que el niño utiliza de una manera inconsciente contra estas ansiedades paranoides a fin de lograr mayor dominio sobre las mismas. También busca en el mundo externo representantes (padres)

que lo ayuden a dominar su ansiedad. Busca límites, prohibiciones. Los límites con respecto a su sexualidad están todavía poco claros; por eso se defiende también frente a la confusión con mecanismos obsesivos. La dependencia de los objetos es más fuerte en la latencia que en ninguna otra fase del desarrollo. En este período, el niño se encuentra, en gran parte, una refutación de sus situaciones de peligro por el amor y aprobación tanto de ellos como a su mundo real.

La identidad sexual en sus inicios

Se ha dicho anteriormente que la elaboración de fantasías edípicas ayudan al niño a asumir su identidad sexual. Esta identidad sexual se basa en experiencias corporales desde la temprana infancia, y se complementa, a medida que el desarrollo sigue su curso, con la curiosidad acerca de las actividades sexuales propias y ajenas. Al entrar el niño en el período de latencia, la identidad sexual se establece en mayor grado. EL niño todavía se siente inmaduro, y a ello se debe que, en ese momento, necesite formar parte de grupos de pares, manteniéndose separados los niños de las niñas para afirmarse en su identidad sexual. Ya no juegan juntos, guardan las distancias entre sí y van asumiendo, los niños, su masculinidad, y las niñas, su feminidad. Realizar las actividades de esta manera, les permite compartir y sobrellevar, de algún modo su sexualidad. Sus intereses sexuales se manifiestan de diferentes maneras; por ejemplo, es común observar grupos de niños de esta edad ocultando la risa ante alguna palabra, frase o chiste con connotaciones sexuales que han escuchado de los mayores. También se observan conductas de tocarse entre ellos. El niño latente tiene una mayor tendencia a formar grupos en los que reproduce el modelo de su vida familiar.

3.1.5 Etapa Genital

Después de un período denominado pre- puberal, que va desde los diez años hasta el comienzo de la pubertad, en edades que varían desde los 12 a los 13 años, la etapa genital es considerada en la teoría psicoanalítica el último escalón en el desarrollo psicosexual del individuo. El período pre- puberal ya marcaba una intensificación de los distintos roles sexuales como consecuencia de la identificación con la figura parental del mismo sexo. Este es el tiempo de una marcada separación entre niños y niñas, y de la mutua rivalidad. Es también el tiempo del comienzo de la rebelión frente a la autoridad y la formación de grupos con intereses particulares, que incluso pueden ser el inicio de la delincuencia. Con todo, el niño o la niña que aún no han llegado a la pubertad se hallan en buena medida pendientes de aquellos cambios físicos que observan en sus congéneres de mayor edad. El rol sexual con respecto a la masculinidad o la feminidad, tal como resultan aceptables para la comunidad, es objeto de atención, y al mismo tiempo, favoreciendo o enfatizando por parte del ambiente.

Con la llegada de la pubertad, los cambios físicos y el empuje hormonal que los provoca significan un asalto instintivo que hace particularmente difícil este período del desarrollo. La inmadurez mental, si bien, desde el punto de vista cognoscitivo, el pensamiento se halla potencialmente próximo a alcanzar su mayor grado de abstracción que hade lograrse entre los 12 y 16 años. Lo que implica mayor conflicto cuando se ha completado la pubertad es la entrada a la adolescencia. El adolescente está situado entre la infancia y el ser adulto en varios sentidos. Además de la elección de su objeto amoroso y el aprendizaje de los sufrimientos que implica el enamoramiento, está en general enfrentado con decisiones en relación con el tipo de carrera o de trabajo, su ética, sus amistades, etc. Resulta así evidente la proyección que, en el futuro del adulto, han de tener las formas de resolución de estos problemas. Y es así como la complejidad de la vida del adolescente justifica la necesidad de su estudio por separado.

La sexualidad en este período

Muchos niños han hecho preguntas acerca del sexo con distinta suerte. Pero, aunque suelen recibir cierta información acerca de la anatomía y funcionamiento del sexo opuesto y sobre la concepción, generalmente se evita el tema de las relaciones sexuales y los sentimientos y sensaciones que la acompañan. Es más o menos frecuente que se aclare a las niñas acerca de la menstruación, a veces con técnicas desacertadas o erróneas que pueden ir acompañadas de comentarios sobre los sufrimientos que ello implica, cuando no con cierta encubierta repugnancia. Con los varones, por lo general, quedan fuera del tema de la eyaculación y las emisiones nocturnas, hecho este último que los padres observan y callan. Claro que los niños ya encuentran la manera de obtener información por parte de sus compañeros. Los padres cuentan con ello de modo inconsciente, o bien, directamente, lo prefieren. Aunque se suministre información con el deseo de ayudar, puede subyacer a ello la ambivalencia y el miedo a impulsar las actividades sexuales por los riesgos que ellas puedan comportar. Algunas escuelas imparten cierta educación sexual, pero su eficacia es relativa, en tanto esos esfuerzos no se coordinan con los que debieran realizar los padres. Por otra parte, si esa información no es seguida de discusión con el maestro, los niños no tienen mayor oportunidad de corregir errores provenientes de los datos dados por otros niños o por la distorsión de su propia fantasía. Cuando el niño tiene inhibiciones, evita cualquier fuente de información, o bien, olvida rápidamente lo que ha oído. Una niña puede afirmar ante su madre que ella no le ha hablado de la menstruación cuando, en realidad, aquélla lo ha hecho un mes antes. El olvido es resultado de la represión inconsciente o de la negación también inconsciente, frente a conocimientos que producen ansiedad. A veces, el desconocimiento es simulado para mantener estrictamente en secreto temas que consideran de su única incumbencia. Los juegos masturbatorios en grupo no son raros entre los varones; a veces, un grupo puede incluir ambos sexos, pero, en este caso, con la única finalidad de exposición y exploración de los genitales. La dificultad de relación con el sexo opuesto hace que los vínculos sociales con las niñas no sean fáciles, ni

buscados. Lo que podría llamarse “enamoramientos” no son frecuentes entre los niños de la misma edad. Más bien les atraen la mujer o el varón de más edad. O el adulto. Entre ellos se consideran tontos, puesto que, por lo general, los intereses no coinciden, y, si intervienen en algún tipo de actividad o juegos, ello adquiere rápidamente carácter de broma pesada u otro tipo de conducta agresiva. La niña preadolescente tampoco muy femenina en sus contactos con el varón, y puede darse una resurgencia de su primitiva envidia mediante una actitud agresiva con respecto a aquél o en el carácter masculino y competitivo de sus juegos. El varón, por su parte, enmascara tras su desprecio la envidia por la capacidad femenina de tener hijos.

4. Amor y Sexualidad

El amor es una de esas palabras cargadas de los más variados sentidos. Acometerla con un cierto rigor no es tarea fácil. De ella existe un auténtico abuso. En ella se dan cita un conjunto de significados que es preciso matizar. Hay razones de peso para abandonar la tarea, sobretodo si echamos una mirada a nuestro alrededor y vemos cómo es tratada en los grandes medios de comunicación social. El uso, abuso, falsificación, manipulación, adulteración y cosificación del término amor, ha ido conduciendo a una cierta ceremonia de desconcierto. Léxico desorientado en forma de una tupida red de contradicciones.

Tener las ideas poco claras en algo tan primordial como esto, es a la larga, dramático. Desde la expresión francesa de hacer el amor, para referirnos a las relaciones sexuales, pasando por aquella otra de unidos sentimentalmente cuando alguien inicia una nueva andadura, hasta llegar a la de nueva compañera afectiva, se mezclan hechos, conceptos, intenciones. Pero hay bastante trivialización en todo ello.

Durante décadas Occidente se ha preocupado al máximo por la educación intelectual y sus rendimientos. Pero el descuido en lo afectivo ha sido mayúsculo. Pareciera que la mejor fórmula es buscar un amor inteligente, que decide integrar en la misma operación ambas esferas psicológicas: sentimientos y razones dándose luz recíprocamente. Algunos amores cuando llegan suelen ser bastante ciegos y cuando se van, demasiado lúcidos. Para que esto no ocurra hay que adentrarse en el estado de la cuestión, poniendo orden en la frondosidad de esta jungla terminológica. Aquí la ignorancia o la confusión va a ser dramática. Lo está siendo ya en estos momentos. Hay muchos tipos de amor, pero todos hilvanados por el mismo hilo que los enlaza. Decirle a alguien te amo, no es lo mismo que pensar te deseo o me siento atraído por ti. Sucesión de secuencias próximas y lejanas. Variedad de fenómenos, que van desde el enamoramiento, al amor ya establecido y de ahí a la convivencia. Trayecto clave, decisivo, terminante de lo carismático a lo institucional. Transitamos de la sorpresa que es descubrir e irse enamorando, para alcanzar una fórmula estable, duradera y persistente. Unas y otras engendran diversos estados de ánimo: sentirse absorbido, estar encantado, dudar, tener celos, desear físicamente, percibir las dificultades de entendimiento, decepcionarse, volverse a entusiasmar. Las fronteras entre unas y otras son movedizas. Cuando el animal tiene lo que necesita, se calma y deja de necesitar. El hombre es un animal en permanente descontento. Siempre quiere más. Por eso, el conocimiento de lo que es el amor le va llevando hacia lo mejor. Tira, empuja, se ve arrastrado por su fuerza y su belleza. Su menesterosidad es biográfica. El amor es lo más importante de la vida, su principal guión. Lo expresaría de forma más rotunda: yo necesito a alguien para compartir mi existencia. Algo frente a alguien. Pero vuelvo al origen del vocablo.

Amor deriva etimológicamente del latín amor – oris y también procede de amare, por un lado y cartas por otro. Amare es tomado del término etrusco amino: “genio de amor” y se aplica indistintamente a los animales y a los hombres, ya que tiene un significado muy amplio; quiere decir "amar por inclinación, por simpatía” pues nace de un movimiento interior. Su contrario es odi = odiar.

Cupido es el dios del amor en la concepción latina. Deriva de cúpere = desear con ansia, con pasión; también de cupidos = ansioso. Cupido es la personificación del amor.

El griego tiene la expresión Epws = eros, que era considerado el Dios del amor en el mundo antiguo. La raíz de Epws es erdh (del indoeuropeo): significa profundo, oscuro, misterioso, sombrío, abismal, subterráneo. Este significado primitivo se mantiene en “Erda”, personaje sombrío y misterioso de la obra de Wagner, “El oro del Rhin”. En el mito griego, Epws tuvo originariamente una tremenda fuerza, capaz de unir los elementos constitutivos del mundo. Posteriormente el mito de Eros se restringió al mundo humano, significando la unión de los sexos. Se le representa plásticamente como un niño alado (rapidez) provisto de flechas.

Del eros griego pasamos al agape cristiano: convivir, compartir la vida con el amado. Ambas nos introducen en la psicología y la ética del amor. A pesar de esta variedad de concepciones, hay en el amor algo esencial y común en todos ellos: la inclinación, la tendencia a adherirse a algo bueno, tanto presente como ausente.

El amor es universalizado con palabras de absoluta resonancia: love en inglés, amour en francés, amore en italiano y Liebe en alemán, aunque este último idioma utiliza también la expresión Minne en el lenguaje vulgar, hoy de menos actualidad.

El perímetro del vocablo amor muestra una gran riqueza en castellano: querer, cariño, estima, predilección, enamoramiento, propensión, entusiasmo, arrebato, fervor, admiración, efusión, reverencia... En todas hay algo que se repite como una constante: tendencia basada en la elección hacia algo, que nos hace desear su compañía y su bien. Esta dimensión de tender hacia algo no es otra cosa que predilección: preferir, seleccionar, escoger entre muchas cosas una que es válida para esa persona.

Hay una diferencia que quiero subrayar ahora, la que se establece entre conocimiento y amor. El primero entraña la posesión intelectual mediante el estudio y análisis de sus componentes e intimidad. Por el segundo se tiende a la posesión real de aquello que se ama en el sentido de unirse de una forma auténtica y tangible. Amor y conocimiento son dos formas supremas de trascendencia, de superación de la mera individualidad que presupone el deseo de unión. La fórmula clásica tiene aquí toda la seguridad del mundo: no se puede amar lo que no se conoce. A medida que uno se adentra en el interior de otra persona y lo va descubriendo, se puede producir la atracción. La intimidad y sus recodos es un fértil campo de atracción magnética, que empuja al enamoramiento. Aprender a amar con la razón es recuperarse del primer deslumbramiento y otear el horizonte. Que no ocurra aquello de que deslumbra sin iluminar. El sentimentalismo puro ha pasado a la historia, lo mismo que el racionalismo a ultranza. Uno y otro tienen que entender y superar sus diferencias. Están condenados a convivir y deben llevarse bien. La educación occidental ha privilegiado la razón abstracta, como único camino para llegar lo más lejos posible, desdeñando la parcela afectiva. Ese modelo ha sido erróneo y ha traído grandes fracasos.

4.1 Realidades a las que podemos amar El amor es una complicada realidad que hace referencia a múltiples objetos o aspectos de la vida. Podrían quedar ordenados del siguiente modo: •

Relación de amistad o simpatía que se produce hacia otra persona; ésta ha de ser de cierta intensidad, lo que supone un determinado nivel de entendimiento ideológico y funcional. El amor de amistad es uno de los mejores regalos de la vida, gracias a él podemos percibir la relación humana como próxima, cercana, llena de comprensión.



Amplísima gama de relaciones interpersonales: amor de los padres a los hijos y viceversa; amor a los familiares, a los vecinos, a los compañeros de trabajo, etc. En cada una de ellas la vibración amorosa será de intensidad distinta, según la cercanía o alejamiento que exista de la misma.

Referido a cosas u objetos inanimados: amor a los muebles antiguos, al arte medieval, al Renacimiento, a la literatura del Romanticismo, etc. •

Puede referirse a actividades o formas de vida: amor a la tradición, a la vida en contacto con la naturaleza, al trabajo bien hecho, amor a la riqueza, a las formas y estilos de vida clásicos, etc.



Un apartado fundamental es el dedicado al amor al prójimo, entendido éste en su sentido etimológico y literal: a las personas que están cerca de nosotros y por tanto, al hecho de ser hombre, con todo lo que ello trae consigo.



El amor que se refiere al amor entre dos personas. El análisis del mismo nos ayuda a comprender y a clarificar el resto de usos amorosos. Es tal la grandeza, la riqueza de matices y la profundidad del amor humano, que nos revela las cualidades de cualquier otro tipo de amor.

Es ésta una vía de conocimiento primordial, ya que vibra toda la temática personal, que va desde lo físico a lo psicológico, pasando por lo espiritual y cultural. El enamoramiento tiene que ser el obligado punto de partida. Luego vendrán las dificultades de la travesía, pero ésa es ya la historia normal de cualquier recorrido. Es una forma noble e intelectualmente provechosa huir de los tópicos del amor. Porque uno se pierde cuando llegan las dificultades, que inevitablemente irán pidiendo paso, como algo natural. Pero lo especial vendrá cuando se logren buscar formas de superación a estas dificultades, con las cuales se irá ganando la experiencia sobre los hechos, y será de una manera fácil realizar algún tipo de introspectiva para la superación de estos encuentros o nuevas dificultades. El mundo del amor forma un complejo sistema de referentes, remitentes y preferentes que es menester que cada uno desvele, a su leal saber y entender: pero buscando la verdad sobre el hombre. Lo auténtico sobre lo que son, significan y conducen los sentimientos. El amor afecta a toda mi ubicación: física,

psicológica, profesional, social y cultural. Se cuela por sus entresijos y da vida o la quita. San Agustín decía “requies notra locus noster”. “Nuestro descanso es nuestro lugar.” Extender el yo hacia el tú, para formar un nosotros. Queda asimilada la otra persona. Por eso enamorarse es enajenarse, hacerse ajeno, ampliarse, formar una unidad más espaciosa y profunda. El amor auténtico hace a la persona más completa. Por último está el amor a Dios. Para el creyente esta es una razón de ser primordial. Estamos viviendo en la sociedad actual un neopaganismo, con la aparición de dioses viejos mezclados con otros nuevos: el sexo, el dinero, el poder, el placer... tomados todos ellos en sentido radical; además: el relativismo, la permisividad, la ética indolora, el llamado new age, las normas morales a la carta, etc.

4.2 La sexualidad debe ser un lenguaje de amor Amor y sexualidad deben formar un binomio irrenunciable. La vida sexual tiene mucha importancia en la armonía de la pareja. Desconocer esto sería ignorar una de sus principales dimensiones. El amor humano, para que sea auténtico, debe hospedar en su seno tres ingredientes: el físico, el psicológico y el espiritual. El amor es el principal argumento. Alrededor de él giran y se mueven una serie de elementos decisivos de la vida, muchas acciones importantes, que son decisivas para la vida misma. Es el modo de entender lo que es el amor lo que perfila nuestra vida. Por eso es básico tener ideas claras en este campo. El amor es el mejor compañero de viaje. Poner amor en las cosas pequeñas de cada día y en las personas con las que nos tropezamos a diario, es una forma sabia y poderosa de actuar. Pero siendo capaces de utilizar la palabra sin degradarla, llamándole al sexo, sexo; al encuentro epidérmico con el cuerpo de otro, instrumentalización sexual de esa persona; y nombrando al verdadero amor, como entrega y donación que procura la felicidad y un mayor grado de libertad. El amor entre dos personas emerge de la atracción física en un principio. Del plano físico, va transitando al psicológico y de éste al espiritual. Travesía habitual que va descubriendo la personalidad del otro. El anzuelo del principio suele ser casi siempre físico. “El hombre se enamora más por lo que ve, mientras que la mujer se enamora más por lo que oye”. La vista y el oído actúan de árbitros para dictaminar el rumbo personal de los sentimientos, en la decisiva tarea de elegir y comprometerse. Las relaciones entre amor y sexualidad no es que sean estrechas, sino que la una se entronca directamente en la otra. Y a su vez, en su seno vibran con fuerza, todos y cada uno de los ingredientes que nutren lo mejor del ser humano: lo físico, lo psicológico, lo espiritual y lo cultural. Aquí, en el encuentro sexual, en ese momento lo que se destaca y toma el mando es la emoción placentera del goce del acto sexual, quedando algo relegadas las otras tres dimensiones, pero envolviéndolo todo. Por eso hay que volver a subrayar que la relación sexual es un acto íntimo de persona a persona, nunca de cuerpo a cuerpo. Por una parte estamos anegados de sexo mediante una propaganda erótica continua. Es difícil si uno se deja llevar por esos derroteros ver la sexualidad con unos ojos limpios, sanos, normales. Permanentemente somos invitados al sexo por los medios de comunicación social. Y esta convocatoria se hace de forma divertida, epidérmica, como una liberación que planifica y conduce a la maduración de la

personalidad. Todo ese mensaje, apretado, sintético, englobado y envuelto en sus mejores aderezos, lleva al que no tiene las ideas claras a pensar que ésa es la condición humana. Y nada más. Y eso es sustancialmente falso: reducir la sexualidad a un medio para utilizar al otro, sin más, la rebaja de rango, la envilece. La sexualidad desconectada del amor y de los sentimientos conduce a lo neurótico. Falsifica su verdadero sentido y, hablando y pregonando de libertad, se termina en una de las peores esclavitudes que puede padecer un sujeto: vivir con un tirano dentro que empuja y obliga al contacto sexual preindividual y anónimo. El cuerpo es algo personal, particular, propio. Éste debe ser integrado en el conjunto de la personalidad. La sexualidad es un lenguaje cuyo idioma es el amor: por eso la relación sexual debe estar presidida por el amor a la otra persona, que es una entrega rica y diversa, que no sólo se produce en el terreno de la sexualidad. Amor personal comprometido, estable, que vincula a lo corporal, a lo psicológico y a lo espiritual. Dicho en términos más rotundos: el acto sexual auténtico, verdadero, es simultáneamente físico, psicológico y espiritual. Los tres participan directamente en esa sinfonía íntima, misteriosa, delicada y que culmina con la pasión de dos seres que se funden en un abrazo. La verdad sobre el hombre existe. A pesar del relativismo y la permisividad. También esto vale para lo sexual. Muchas encuestas nos hablan de las relaciones sexuales de los jóvenes y nos ofrecen matices, ángulos y perspectivas diferentes. Pero no olvidemos lo siguiente: la sociología nos descubre comportamientos mayoritarios, qué está pasando en la sociedad en esos momentos y sobre ese tema concreto. La moral es el arte de vivir con dignidad y nos enseña cómo debemos actuar, que es lo mejor para el hombre a la larga. La sociología observa hechos y los ofrece estadísticamente. La moral fija ideales y conductas que hacen al ser humano más libre. La verdad no depende del consenso, ni de lo que diga la mayoría. Eso son opiniones. Siendo así que éstas mismas no son permanentes, sino que están sujetas a cambios radicales. •

Se hace gala a una verdadera idolatría del sexo. Se ha instalado en el corazón de nuestra sociedad el sexo a todas horas, a impulsos de la pornografía y sus derivados. Cosificación degradante del sexo. Con una nota sui generis: trivializa el sexo y a la vez, lo convierte en religión.



El hombre reduce el sexo solo a l placer genital de usar y dejar. Sumergiéndose así en la sexual performance: las marcas o retos sexuales.



Se ha creado una “ceremonia de confusión”, una sociedad que busca lo que escandaliza y fomenta lo que luego condena; muestra: los anuncios en la prensa sobre sexo e incluso sobre sexo adolescente... y cuando éste salta a los medios de comunicación, éstos dan su voz de alarma, vociferando alborotados sobre lo que está sucediendo.

Para evitar lo anterior, debe trabajarse en lo que se refiere a la educación sexual en la que se integren todas las variables antes apuntadas. La sexualidad no es algo puramente biológico, un placer ligado al cuerpo, sino que mira a lo más íntimo de la persona. Por tanto hay que concluir con esta primera conclusión: la sexualidad es una pieza integradora de los planos físicos, psicológicos, espiritual y cultural. Visión del hombre completo. Si la vocación principal del hombre es el amor, toda la vida sexual debe vertebrarse en torno a él. Ahí debe situarse la sexualidad.

La sexualidad es un componente fundamental de la persona. La madurez de la personalidad consiste, entre otras cosas, en conocerla, saber para qué sirve y gobernarla, ser dueño de ella y no a la inversa. La sexualidad conyugal es la expresión directa de la donación de uno a otro, de una persona a otra. Relación singular personal e íntima. La vida sexual en la pareja debe buscar su mejor acoplamiento a medida que pasa el tiempo. Cuando ésta funciona bien en general, también lo hace en esta parcela, en lo particular. La sexualidad del hombre es bastante más que sexo. La visión de ésta solo como diversión la empobrece y desvaloriza. Es indudable que tiene en el orgasmo el placer del cuerpo en sus niveles más altos. Pero no debe quedarse ahí, ya que la sexualidad no es un objeto. Hay que tener una visión de la sexualidad en el conjunto de la persona. La maduración consiste precisamente en eso: llevarla a que se incruste en la persona global.

La sexualidad inteligente es aquella en que, junto a la ternura, se mezclan la complicidad, el misterio, la delicadeza, la pasión y compartir todas las realidades que se tienen y se anuncian. Fórmula para el éxito en el buen entendimiento sexual. Certera combinación mezcla con arte y talento, en todo se ordena a la comunicación profunda y a la alegría del otro y a la propia. Es un grave error de percepción hacer del placer sexual el mayor bien posible de la vida conyugal. Y también, lo contrario: minimizarlo, reducirlo al mínimo, posponerlo y dejarlo para momentos estelares es no haber comprendido cuáles son sus claves y resortes principales. Ni idolatría y utilitarismo por un lado, ni tampoco la otra cara de la moneda: espiritualismo decadente. Cuando esto no se entiende bien y se vive aun peor, el amor se convierte en una fusión de egoísmo unas veces y otras, en una concentración de ignorancias. Se trata de ir consiguiendo un amor sexual y espiritual a la vez. Espiritualizar la sexualidad conyugal. La persona es tratada no como objeto de placer, sino como objeto de amor. No servirse de ella como algo que se usa. Debe emerger siempre el valor de la otra persona como superior al valor del placer. Frente al principio de utilidad, la norma personalista. La sexualidad puede parecer fácilmente un bien, sólo por la fuerza del deseo. Pero en la sexualidad madura e inteligente este plano queda ampliamente rebasado. Quiero tu bien antes que el mío. Se imbrican así y se superponen dimensiones distintas, pero no excluyentes. Max SCHELER y PASCAL hablaron de “logique du coeur”. Por eso, ese amor que se esfuerza por mejorarse sí mismo, perfecciona y conduce a superarse a sí mismo dando salida a valores típicamente humanos: generosidad, donación, confidencia, capacidad para hacer la vida agradable al otro evitando el egoísmo y el pensar demasiado en uno mismo. La vida conyugal se hace más intensa y sus lazos más fuertes y rocosos. Recientemente COLEMAN ha hablado de inteligencia emocional, ensamblando afectividad e inteligencia.

4.3 El amor inteligente

El amor inteligente debe estar tejido de corazón y cabeza, pero unidos ambos por el puente de la espiritualidad. Necesita de unos sentimientos con una cierta madurez y al mismo tiempo, la participación de criterios lógico-racionales. El amor auténtico consiste en una pasión inteligente. Para entender mejor las

pasiones hay que aplicar la inteligencia como capacidad para discriminar, separar, seleccionar, verse de cerca y de lejos, destacando unos planos en un momento dado y posponiendo otros. El corazón es el símbolo de los sentimientos en prácticamente todas las culturas. Las pasiones van mucho más allá que los cambios hormonales o las alteraciones bioquímicas. Sentimientos y razones: un amor con dos dimensiones, pero que aspira a la participación de la espiritualidad, que ofrece una visión más rica de ese amor. La mujer parece que prefiere al hombre solvente económicamente y los hombres buscan a las más jóvenes y atractivas. La persona superior busca algo más: la búsqueda eterna de nuestra alma pareja, como camino para alcanzar la perfección. Esa fascinación amorosa, para que se haga consistente y sólida necesita ascender a planos donde la razón fría está mezclada con emociones bien estructuradas, en donde esa relación personal busca el bien del otro.

4.4 Amor y espiritualidad

Sin espiritualidad el amor conyugal es difícil que se mantenga. Es elevarlo de nivel y transitarlo de lo natural a lo sobrenatural. Lo físico tiende a pasar y a degradarse en alguna medida. Con lo espiritual sucede justamente lo contrario: ayuda a superar las flaquezas personales y suavizar el desgaste de la convivencia. Si amar es querer envejecer juntos, hay que procurar las tres dimensiones. Ahí se convocan los tres grandes amores clásicos: de benevolencia, de concupiscencia y de amistad. El primero tiene en el desinterés y en la búsqueda del bien del otro su primera propuesta, pensando más en el otro y menos en sí mismo. Es el amor más puro. Gozar viendo al otro disfrutando y saboreando lo bueno de la vida. Sentimientos complacientes, generosos, en donde uno se olvida de sí mismo para volcarse en el otro: amor magnánimo, amable, desprendido, noble, en donde la educación complaciente se hace dócil. Hay que avanzar en esa línea mediante esbozos, tanteos, aprendizajes y por supuesto, la ilusión de llegar a formar una pareja bien conjugada, armónica. El amor consiste en un proyecto compartido de generosidad, donde cada vida intenta alumbrar a la otra. Pensar y ocuparse más del otro. La felicidad propia pasa por delante de la otra persona. Ahí descansa la grandeza del amor conyugal y al mismo tiempo, también su dificultad. Esto debe quedar muy claro, porque las palabras adornan los hechos, pero la realidad tiene un fondo riguroso y notarial. Amor compartido benevolente que es capaz de crear en nosotros. El otro no como objeto de placer, sino como propósito de amor de calidad. Reciprocidad verdadera en donde uno apuesta por el otro y le dice que va a esforzarse por darle lo mejor que tiene. Es un amor moral, porque destila el arte de vivir con dignidad, usando la libertad del mejor modo. El amor de concupiscencia tiene en el deseo sexual y en la atracción física su expresión más patente. Y tiene que ser así. Una atracción psicológica que no se acompañara de la física, estaría quebrada, sería incompleta y por tanto, no conduciría a la creación de un nosotros. La tendencia sexual pertenece a la esencia misma del amor humano. El impulso sexual se materializa del mejor modo a través del amor auténtico[14]. No se reduce a la satisfacción de las tendencias biológicas, sino que engloba también a la psicológica y a las espirituales. Tiene, en el momento del acto sexual, la presidencia del ímpetu instintivo,

pero dirigido a la persona, no a su cuerpo. En la conciencia psicológica de ese sujeto hay una idea clara: no se queda sólo en el mero goce, no se agota ahí, sino que va más allá, apunta hacia una cierta excelencia. Por eso, para que un amor sea verdadero, la persona tiene que buscar el bien del otro, no instrumentalizarlo; si no, se convertirá en una relación egoísta, que puede ser calificada de amor, pero que está muy lejos de su hondo significado. La benevolencia es desinterés y completitud; la concupiscencia, impulso sexual; mientras que la amistad es confidencia, camaradería y complicidad. La amistad a secas es un amor sin sexo hecho de donación e intimidad. Pero en este tercer distrito hay una comunicación entrañable que es capaz de superar el propio yo, para construir un nosotros. Mediante él la naturaleza humana se realiza en su mejor modo y se perfecciona. De este modo se capta realmente que la sexualidad no da noticia del ser humano sólo por lo puramente físico, sino que tiene una honda huella psicológica y espiritual. Así se transita de la cultura de las cosas a la cultura de las personas. El otro deja de ser utilizado como cosa, como objeto para convertirse en persona, en ser humano de carne y hueso con toda la grandeza del mundo. Encuentro personal, privado, íntimo, secreto, misterioso. El amor personal integra a todo el individuo y lo capacita para vivir en la verdad de uno mismo y del nosotros. Con todas las limitaciones que se quiera, pero lleno de sentido.

4.5 Metafísica del amor

Es aquella operación psicológica que consigue que la relación entre dos personas vaya más allá de la experiencia personal compartida. Reconocer y profundizar en lo que hay de más alto y perfecto en los sentimientos. Elevarse por encima de los hechos objetivos, buscando lo eterno, lo perenne, aquello que se perpetúa por encima de los mil vaivenes que tiene la vida conyugal. La metafísica del amor persigue la trascendencia. Y ella se dirige hacia la espiritualidad. El amor espiritual tiene voz propia en el pensamiento musulmán, judío y cristiano. Son tres formas de captarlo. Para el mundo occidental la tradición judeocristiana tiene sus dos máximos exponentes. Vivirlo de acuerdo con unos principios que lo hacen más sólido, firme y trascendente. Detrás de la trascendencia tejida de espiritualidad se descubre a Dios. Para el creyente, esta travesía es un itinerario de perfección, a pesar de las limitaciones propias de la condición humana. Hay una ilusión de llegar algún día a esa cima, en donde el amor humano se hace divino y viceversa. El amor se transforma en complicidad: compañerismo. Se mantiene la pasión y la ternura; se cuidan también la admiración y el intentar no defraudar al otro. Se muestran los lados positivo y negativo de la convivencia, pero tratando de corregir lo que interfiere el normal funcionamiento de la pareja.

El misterio en el amor tiene una enorme importancia: capacidad para soñar, sabiendo que su realidad limita. Por ejemplo: el sexo a la carta suele tener poco misterio y un exceso de pasión. También este campo de las relaciones íntimas tiene que verse envuelto por ese halo anigmático y cuidadoso. El viejo aforismo "donde hay confianza da asco", estaría justamente en el otro extremo. Buscar siempre el mejor comportamiento es convertir el amor diario ordinario en algo metafísico y extraordinario.

4.6 La sexualidad como encuentro personal

Cuando la relación sexual es tan sólo contacto entre dos cuerpos que buscan el placer, no se puede hablar entonces de un auténtico encuentro personal, presidido por la afectividad. Será ésa una relación anónima, preindividual, que no apunta hacia la plenitud y al crecimiento de ambos, sino que se sumerge en la bóveda de la voluptuosidad dionisíaca de las sensaciones. A la larga, si ese contacto se mantiene, irá distanciando a esas dos personas, que se verán desnudas no sólo físicamente, sino sobre todo en sus formas de ser, quedando al descubierto la pobreza psicológica y espiritual de los dos. En el animal el instinto sexual lleva a la búsqueda del placer por encima de todo. En el ser humano maduro deberán existir otras motivaciones más profundas, que sean capaces de dirigir y encauzar las pulsiones sexuales hacia la mejor configuración de uno mismo. Por eso, podemos afirmar que el animal se mueve regido por los instintos, mientras que el hombre posee tendencias que puede gobernar con su inteligencia y voluntad. Las diferencias son muy claras. Pero en una sociedad erotizada, que ha hecho del sexo un comercio estandarizado, lo sitúa a éste en un plano de igualdad con el animal, degradando la sexualidad a mero enlace corporal sin compromiso, regido tan sólo por esas dos variables hoy en boga: hedonismo y permisividad, placer y campo abierto de experiencias cada vez más atrevidas. Lleva al hombre a buscar el máximo placer posible y ascender a la cima eroticosexual. Ésa es la aventura. En esas pasiones suele el hombre perderse a sí mismo, olvidarse de que es humano. No reparar en que la mujer es sobre todo un ser afectivo, que reclama ternura y consideración. La subida a esas cumbres del placer no llevará al hombre a la felicidad, que siempre es alegría consigo mismo por el esfuerzo personal en sacar lo mejor que tiene dentro de sí, poniéndolo al servicio de otra persona para hacerla feliz y por extensión, de la sociedad en la que vive, ayudándola a que alcance el mejor progreso posible.

En la mitología griega Eros es el dios del amor. Emerge después del Caos primitivo. Gracias a él se unen la Noche y el Día, llegando a ser una de las fuerzas fundamentales de la tierra, que asegura la continuidad de las especies. En el mundo romano se le asimilaba al dios Cupido. Platón en su libro El Banquete explica su nacimiento, hijo de Poros (el Recurso) y Penia (la Pobreza), intermediario entre los dioses y los hombres. Es siempre una fuerza insatisfecha que consigue lo que se propone. En la época alejandrina es representado como un niño alado que lleva una antorcha, y en su espalda flechas con las que inflama los corazones. En épocas más tardías aparece en formas escultóricas dedicada a juegos infantiles, inocentes, aunque es un dios poderoso, capaz de producir heridas difíciles de curar. Para los griegos Afrodita es la diosa de la belleza, del amor y del matrimonio. Es un mito de procedencia oriental. Y simboliza el atractivo sexual que conduce al placer. Fue considerada como un principio disolvente, menos arraigada que el sentimiento. Afrodita despierta con su belleza la discordia de los dioses. Infundiendo amores y pretensiones amorosas.

En el placer se vive una experiencia de expansión del cuerpo, como de dilatación, como si sus límites se ampliaran estirándose al máximo. Hombre y mujer vibran físicamente. Pero la unión va más allá. Es el clímax sexual. Decir que la sexualidad es la única participante sería ver sólo una vertiente del acto sexual.

Cuando no se es capaz de captar los otros planos, pueden iniciarse con el tiempo desajustes en la relación íntima y a la vez, una degradación que la termina convirtiendo en algo puramente físico, carnal, del cuerpo, dándole la espalda a otros ingredientes decisivos. La sexualidad no es algo externo, sino que incide en el núcleo más íntimo de la persona, de ahí la necesidad de que el tema sea abordado con esa triple visión: física, psicológica y espiritual. Así la relación de pareja se hace encuentro de personas y no de cuerpos. El cuerpo es un vehículo de amor. Y en el acto sexual lo es también apasionado y sosegado, lleno de emoción y sereno. Por eso la relación sexual es tan comprometida: implica, vincula, une y por supuesto, responsabiliza. En el sexo sin amor no hay responsabilidad, sino simple juego divertido con el cuerpo del otro, como cosa. En el amor sólido se ensamblan amor y responsabilidad. Así se alcanza esa pretensión excelsa: integrar la sexualidad en la persona. Cuando el amor deja de ser auténtico para hacerse egoísta e impersonal, la primera víctima del mismo es la persona y en consecuencia, esa pareja, cuya vulnerabilidad se hace cada vez más patente. Es un sexo que se vuelve mentira y que niega lo mejor del hombre. A la larga, se desliza hacia la esclavitud y se va a colar por algún vericueto que le lleva a ser prisionero de una tiranía despótica cada vez más distante del amor real, puro, genuino, verdadero.

5. Citas sobre el amor "[Afrodita] erigió el amor primero entre todos los dioses (...)". _ ARISTÓTELES "Eros es el que da la paz a los hombres, calma a los mares, silencia a los vientos, lecho y sueño a la inquietud. Él es el que aproxima a los hombres, y les impide ser extraños los unos a los otros; principio y lazo de toda sociedad, de toda relación amistosa, preside a las fiestas, a los coros y a los sacrificios. Llena de dulzura y aleja la rudeza; excita la benevolencia e impide el odio."_ PLATÓN "No ser nada y no amar nada, es lo mismo."_ FEUERBACH Es amor bien pobre el que puede evaluarse."_ SHAKESPEARE "¿Pero dónde está el punto para vivir? ¿Dónde es el punto para amar? ¿Dónde, si viene al punto, es el punto de un manojo de violetas? No hay ningún punto. Vida y amor son vida y amor, un manojo de violetas es un manojo de violetas, y arrastrar en la idea de un punto es estropear todo. Vive y deja vivir, ama y deja amar, florecer y marchitarse, y sigue la curva natural en la que fluye, vano."_ LAWRENCE "En última instancia lo que amamos es nuestro deseo, no lo deseado."_ NIETZSCHE "Fueron posiblemente aquellas casualidades (...) las que pusieron su amor en movimiento y se convirtieron en una fuente de energía que ella no agotará hasta el fin de su vida."_ KUNDERA "Eros desea la cosa que él ama."_ PLATÓN "El amor es un verdadero acceso de fiebre, con la diferencia de que ésta comienza con frío y termina con ardor, mientras que el amor sigue el camino contrario."_ WEBER "Enamorarse es sentirse encantado por algo, y algo sólo puede encantar si es o parece ser perfección." _ ORTEGA y GESSET "La medida del amor es amar sin medidas."_ SAN AGUSTÍN "El que no ama ya esta muerto."_ SCHOPENHAUER "Quien en zarzas y amores se metiere, entrará cuando quiera, mas no saldrá cuando quisiere."_ PLUTARCO "Cuando no se ama demasiado no se ama lo suficiente."_ PASCAL "Las cartas de amor se escriben empezando sin saber lo que se va a decir, y se terminan sin saber lo que se ha dicho."_ ROUSSEAU "El amor es una emoción del alma causada por el movimiento de los espíritus [animales], que la incita a unirse voluntariamente a los objetos que le parecen convenientes."_ DESCARTES "Nunca, nunca, nunca pudo uno concibe qué amor es, de antemano, nunca."_ LAWRENCE "El amor activo (...) tiende a evitar el mal a un ser humano y a hacerle el bien. "_ HEGEL "¿Eros es el amor de alguna cosa o de nada"_ PLATÓN

Bibliografía

Diccionarios •

DORSH, Friederich; “Diccionario de Psicología”, Editorial Herder. 1981.



“Diccionario Enciclopédico Océano Uno”. Editorial Océano. 1984.

Libros •

“Consultor de Psicología infantil y juvenil” COF. EL desarrollo del niño. Editorial Océano. Barcelona. 262 p.p.



“Consultor de Psicología infantil y juvenil” COF. Trastornos del Desarrollo. Editorial Océano. Barcelona. 262 p.p.



CAVIEDES, Miguel; “Sexo y Amor”. Editorial San Pablo. 1994. 167 p.p.

Sitios Web •

http://www.geocities.com/Athens/Delphi/9247/platonis.html



http://humanitas.cl/biblioteca/articulos/d0172/



http://www.teletel.com.ar/nplbaires/artics/Respuestas.htm

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