[Sermón] Veamos con los ojos de Dios

June 14, 2017 | Autor: Juan Barrera | Categoría: Sermones, Teología, Cristianismo, Predicación, Bíblia
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Descripción

Ser Buen Maestro Ideas, reflexiones, y recursos para el ministerio de la Palabra de Dios VEAMOS CON LOS OJOS DE DIOS Bosquejo Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal, Y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué miras con agrado A los que proceden pérfidamente, Y guardas silencio cuando el impío devora Al que es más justo que él? (Hab 1:13) INTRODUCCIÓN Hemos contemplado ya por un mes el nombre de Dios “El-Roí”. Aprendimos muchísimas cosas de Él, destacando que está en todo lugar, todo lo ve, todo lo entiende, todo lo sabe, y todo lo conoce. Vimos además que Dios quiere hacernos bien, y por eso nos mira con su favor. Sin embargo, no debemos conformarnos con conocer o comprender estas grandes verdades, sino que la voluntad de Dios es que aprendamos a ver con sus ojos. Esto no significa, que podamos volvernos omniscientes u omnipresentes, pero sí que podemos ver en cierto modo como Él ve. De eso hablaremos el día de hoy: Veamos con los ojos de Dios. A continuación veremos dos verdades acerca de Dios, seguidas de dos verdades acerca de la raza humana. Estas verdades nos harán comprender el corazón de Dios frente a la vida cotidiana de las sociedades de todos los tiempos. Las dos verdades de Dios que podemos aprender de Habacuc 1:13 son que Él es Santo y Recto. DIOS ES SANTO  



Muy limpios son tus ojos para mirar el mal… La Biblia dice: “Exalten al SEÑOR nuestro Dios, Y póstrense ante Su santo monte, Porque santo es el SEÑOR nuestro Dios”. (Sal 99:9) Que Dios sea Santo, significa que Él es la fuente de la santidad. Él no aprendió a ser santo, ni recibió santidad de otro. Él es Santo. Eso lo hace diferente a toda Su creación. Su excelencia moral es absoluta, no relativa. Por lo tanto, todo lo que disfruta de la presencia gobernadora de Dios se vuelve santo. La Biblia nos habla del santo templo, y el monte santo, porque el Dios Santo moró allí, y hoy en día hablamos de la santa iglesia, porque el Espíritu Santo mora en ella. Incluso se habla de ángeles santos, esto significa que Dios los hace santos. Eso explica por qué no adoramos a los ángeles, pues su santidad proviene de Dios. Adoramos a la fuente de la santidad. Al único que es Santo, Santo, Santo.

DIOS ES RECTO  



…Ni puedes ver el agravio La Biblia dice: “Justo eres Tú, SEÑOR, Y rectos Tus juicios”. (Sal 119:137) Dios es recto y no se complace en ninguna forma de injusticia y corrupción. La Biblia también dice: "No torcerás la justicia; no harás acepción de personas, ni tomarás soborno, porque el soborno ciega los ojos del sabio y pervierte las palabras del justo”. (Deu 16:19) "No pervertirás la justicia debida al extranjero ni al huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la viuda” (Deu 24:17) Al ser Dios santo y recto, no mandará a los seres humanos a hacer algo que Él no haga. La ley de Dios no es un conjunto de normas de una deidad caprichosa, sino la revelación misma de la santidad de Su autor divino. www.serbuenmaestro.wordpress.com

Ser Buen Maestro Ideas, reflexiones, y recursos para el ministerio de la Palabra de Dios Antes de pasar a ver las dos verdades del hombre, se nos presenta un problema en la segunda mitad de Habacuc 1:13: ¿Por qué miras con agrado A los que proceden pérfidamente, Y guardas silencio cuando el impío devora Al que es más justo que él? Vemos entonces que Habacuc no está exaltando la grandeza de Dios principalmente, sino haciéndole un reclamo. En otras palabras, si Dios es Santo y Recto ¿Por qué permite que un pueblo perverso destruya al pueblo escogido de Dios? El contexto de este reclamo nos remite a los tiempos del rey Josías, quien reinó desde los ocho años durante treinta y un años (640-609 a.C.) sobre el reino de Judá. Josías es recordado por sus reformas espirituales y su respeto hacia Dios y Su ley. Murió después de un duro enfrentamiento contra los egipcios. Desde allí la historia del reino de Judá volvería a ser sombría e incluso como nunca antes, pues la influencia de Necao, rey egipcio, se manifestó tras la destitución del sucesor de Josías, Joacaz, a quien reemplazó con su hermano Eliaquim, poniéndole por nombre Joacím. Fue en medio de todas las injusticias del malvado Joacím que se alzó la voz del profeta Habacuc protestando a Dios por la corrupción de su propio pueblo: ¿Hasta cuándo, oh SEÑOR, pediré ayuda, Y no escucharás? Clamo a Ti: "¡Violencia!" Sin embargo ¿Tú no salvas? ¿Por qué me haces ver la iniquidad, Y me haces mirar la opresión? La destrucción y la violencia están delante de mí, Hay rencilla y surge la discordia. Por eso no se cumple la ley Y nunca prevalece la justicia (el derecho). Porque el impío asedia al justo; Por eso sale pervertida la justicia. (Hab 1:2-4) Habacuc no veía que Dios respondiera a sus oraciones, pues esperaba buenos tiempos como los del rey Josías, pero la respuesta de Dios se manifestó de la manera menos esperada. Los babilonios, un pueblo pagano, serían enviados a arrasar con el reino de Judá para siempre. El dilema de Habacuc fue algo como: “Oh Dios, nos hemos corrompido, se ha apartado la justicia de nuestros ojos, lo reconozco, pero ¿Cómo te atreves a castigarnos con un pueblo que es peor que nosotros? Si eres Santo y Recto ¿Por qué permites semejante injusticia? Esta objeción no es demasiado ajena a nuestros tiempos. A nivel personal, y en medio de tropiezos, contratiempos y/o tragedias muchos de nosotros nos hemos preguntado “¿por qué me pasa esto a mí?” Esa es la voz del reclamo, pero también de la autojustificación. Aceptamos que a veces erramos y pecamos, ¡pero no lo suficiente como para merecer esto o aquello! A la vez podemos ser jueces con gran facilidad y deducir que la calamidad por la que el vecino está pasando ¡es un juicio de Dios por su corazón no arrepentido! Y terminamos siendo duros con otros, pero flexibles con nosotros mismos. Eso no está bien. Es hipocresía. Nuestra medida de justicia es desequilibrada, queremos justicia para los demás y misericordia para nosotros. Inclusive hemos sido capaces de defender y justificar la maldad de otros con tal de que nos sea retribuido el favor. Somos una sociedad que defiende sus propios derechos no con la misma pasión con la que se promueven los deberes, al punto que el ideal de libertad de algunos se ha conceptualizado como el disfrute de los derechos, mientras que los deberes se limitan mediocremente a no hacerle daño a los demás. Pero eso es un concepto muy desbalanceado de libertad. Esta sociedad corrupta y egocéntrica que acabo de describir sin demasiado esfuerzo es la misma que dice que Dios es un ser malvado e injusto, pues no nos trata bien, sino mal. Si la humanidad resplandece y prospera en todo lo que hace, dirá que Dios no existe, y que todo el éxito alcanzado ha sido gracias a su propia inteligencia y capacidad. Sin embargo, en medio de la calamidad, no creen www.serbuenmaestro.wordpress.com

Ser Buen Maestro Ideas, reflexiones, y recursos para el ministerio de la Palabra de Dios ser responsables de algo, sino Dios, que está dejando que su creación se pudra, mientras le ve desde algún lugar con cierto mórbido placer. ¿Por qué los genocidios de la Segunda Guerra Mundial, la desaparición de Armero, el tsunami en Indonesia, y el terremoto de Haití entre otros? ¿Por qué Dios no hizo nada para evitarlo? La humanidad reclama como el profeta Habacuc, pero no entendía lo que él entendió, a saber, que no es que Dios no haga nada al respecto, sino que Él mismo es quien envía la calamidad, como también lo entendió el profeta Amós (Amós 3:6). Nada puede ser más escandaloso que esto dada nuestra manera egocéntrica de ver las cosas. Si la humanidad no tolera el hecho de que las calamidades sean un juicio de Dios, ¿Cómo podrá algún día considerar el infierno como algo justo? Pero la verdad es que el pecado es nuestro, y la aflicción que este produce, Dios la envía, sean cuales sean los medios1. Pero no lo vemos, ni lo reconocemos. La humanidad no ve con los ojos de Dios, la humanidad quiere la droga con sus efectos, pero sin sus consecuencias. Por otra parte, hay muchos cristianos que ante las diferentes calamidades que la humanidad sufre, lo único que hacen es gritar a los cuatro vientos que son juicios de Dios. ¿Es suficiente inflar el pecho y gritar cuales oráculos celestiales pronunciando ante cualquier calamidad “es el juicio de Dios”? Considero que es una actitud farisaica y mediocre, como si tratando al ciego de nacimiento como al peor de los pecadores reflejaran aquel bien que Dios quiere hacer en medio de nuestras vidas. No, Es absolutamente mediocre. Esta clase de dilemas ya rondaban en las cabezas de muchos en los tiempos de Jesús. Creo que la respuesta del Salvador es sencillamente brillante: “Arrepiéntete o perecerás”. En esa misma ocasión había allí algunos que contaron a Jesús acerca de los Galileos cuya sangre Pilato había mezclado con la de sus sacrificios. Él les respondió: "¿Piensan que estos Galileos eran más pecadores que todos los demás Galileos, porque sufrieron esto? "Les digo que no; al contrario, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente. "¿O piensan que aquellos dieciocho, sobre los que cayó la torre en Siloé y los mató, eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalén? "Les digo que no; al contrario, si ustedes no se arrepienten, todos perecerán igualmente." (Luc 13:1-5) Ver con los ojos de Dios, es ver con los ojos de Jesús. Su respuesta nos revela dos verdades acerca de los seres humanos. Son las siguientes: NO PODEMOS JUZGAR LOS JUICIOS DE DIOS 

La Biblia dice: “Justo eres Tú, SEÑOR, Y rectos Tus juicios”. (Sal 119:137)

Tomarnos la atribución de juzgar a Dios por las calamidades y tragedias que sufrimos no es más que una prueba de que no vemos más allá circunstancias limitadas e inmediatas. Somos personas con una mente limitada y entendimiento finito acusando a un Dios eterno, perfecto, santo, y justo. Así que no podemos, por un lado, maldecir a Dios por sus juicios y tener la razón, ni por el otro lado, actuar como fariseos inflando el pecho y decir que Dios castigó a estos o a esos otros por causa de sus pecados, ya que quienes suelen sacar desapasionadamente tales conclusiones, lo hacen con cierto placer, como si Dios sintiera satisfacción al condenar a los pecadores. La Biblia nos enseña lo contrario en Ezequiel 18:23 y quisiera compartirlo en diferentes versiones: 1

Matthew Henry, comentario de Amós 3:6

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Ser Buen Maestro Ideas, reflexiones, y recursos para el ministerio de la Palabra de Dios ¿Acaso me complazco yo en la muerte del impío--declara el Señor DIOS-- y no en que se aparte de sus caminos y viva? (LBLA) ¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? (RV 60) ¿Acaso piensan que me agrada ver morir a los perversos?, pregunta el SEÑOR Soberano. ¡Claro que no! Mi deseo es que se aparten de su conducta perversa y vivan. (NTV) Les doy mi palabra: yo no quiero que la gente malvada muera; más bien, quiero que se aparte de la maldad y viva. (BLS) Aquí es más que claro que Dios siente placer en el arrepentimiento de las personas, no en la muerte de quienes permanecen en sus pecados. Dios no se alegra al castigar a los seres humanos, sino que se alegra cuando ellos reconocen sus pecados. Nosotros no deberíamos ‘alegrarnos’ de los juicios que Dios ejecute sobre la humanidad, sino predicar el evangelio para que la humanidad se arrepienta de sus pecados y se reconcilie con Dios por medio de Jesucristo. Ante declaraciones de este tipo, muchos tienen la sensación de que nosotros los cristianos nos creemos más santos o mejores personas que los demás. Pero Dios es justo. Si alguno se profesa cristiano y practica el pecado, Dios no lo tratará de una manera diferente. Por eso Jesús nos dice a todos, seamos cristianos o no, “Si no se arrepienten, perecerán”. Los cristianos no somos menos llamados al arrepentimiento que quienes no lo son. Ambos somos pecadores, ambos necesitamos a Jesucristo. Dios se alegrará por cada incrédulo que se vuelve cristiano, arrepintiéndose de sus pecados, y se alegrará por cada cristiano que vuelve al camino en arrepentimiento genuino, si ha caído. Esto me lleva a una nueva conclusión frente a los juicios de Dios: Dios no es quien destruye al hombre, ¡es el pecado propio del hombre que lo hace! Si Dios destruye al hombre justo, Dios sería injusto, pero si Dios es justo debe destruir al hombre pecador. No obstante, le da la oportunidad de arrepentirse de sus pecados por medio del evangelio. ¿Por qué acusar a Dios como si fuera injusto al condenar al culpable? Por lo tanto, lo que hace que el hombre se atenga al juicio de Dios no es el deseo de Dios de hacer justicia, sino el pecado del hombre. En otras palabras, si el hombre no pecara, Dios no tendría por qué castigarlo en ninguna manera. No es Dios la causa de la destrucción del hombre, sino el pecado. La Biblia lo dice de la siguiente manera en Ezequiel 18:30: Por tanto, os juzgaré, a cada uno conforme a su conducta, oh casa de Israel--declara el Señor DIOS-. Arrepentíos y apartaos de todas vuestras transgresiones, para que la iniquidad no os sea piedra de tropiezo. (LBLA) Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de ruina. (RV 60)

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Ser Buen Maestro Ideas, reflexiones, y recursos para el ministerio de la Palabra de Dios Por lo tanto, pueblo de Israel, juzgaré a cada uno de ustedes, según sus acciones, dice el SEÑOR Soberano. Arrepiéntete y apártate de tus pecados. ¡No permitas que tus pecados te destruyan! (NTV) Israelitas, yo juzgo a cada uno de ustedes de acuerdo con su conducta. Yo soy el Dios de Israel, y les aseguro que si dejan de portarse mal y se apartan de sus maldades, no sufrirán las consecuencias de sus pecados. (BLS) Volviendo al profeta Habacuc ¿qué más podemos aprender de él a este respecto? Sería muy recomendable imitarle, no tanto en el reclamo que hace a Dios en el capítulo uno, sino en lo que aprende en el capítulo tres, donde dice: “Oh Señor, he oído lo que se dice de ti y temí. Aviva oh Señor, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión” (Hab 3:2) En vez de juzgar a Dios por sus juicios ¡roguemos a Él por Su misericordia! De este modo estaremos viendo cada vez más con sus ojos. PODEMOS VER CON LOS OJOS DE DIOS Por medio de ver a Cristo en los evangelios podremos, por consiguiente, verlo en el Antiguo testamento. Gracias a Cristo y por medio de Él, podremos ver como realmente Dios ve, que, resumiendo, sería de la siguiente manera:     

Teniendo ojos muy limpios para ver el mal. (Hab 1:13) Teniendo ojos que no pueden ver (no se complacen en) el agravio. (Hab 1:13) Velando por la justicia. (Deu 16:19-20; Deu 24:17-19) Reconociendo la necesidad de arrepentimiento para evitar la destrucción. (Lc 13:1-5) Aborreciendo lo que causa nuestra destrucción, es decir, el pecado, no Dios. (Ez 18:23, 30)

Nuestros vecindarios y ciudades serán bendecidos en la medida que los hijos de Dios seamos rectos y quitamos toda impiedad de nuestra boca. Si actuamos con justicia, nuestra nación será engrandecida y si nos arrepentimos de nuestros pecados no habrá afrenta sobre nuestra patria. Podemos adornar nuestro pueblo si vivimos como a Dios agrada, y así estaremos lejos de la opresión y viviremos libres del temor porque nuestra confianza está puesta en nuestro Dios. Ver con los ojos de Dios, aunque los demás piensen que vemos al revés, es lo mejor que podemos hacer para nuestras vidas, familias, iglesias, ciudades, y naciones. Es el mundo el que ve todo al revés.

Juan Manuel Barrera

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