\"Ser o no ser\" en Cabo Busto (Asturias, España) : sobre la integridad de los medios edáficos en arqueología

June 30, 2017 | Autor: D. Álvarez-Alonso | Categoría: Palaeolithic Archaeology
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Descripción

Férvedes

Vilalba (Lugo)

Número 8

Año 2015

Pp.: 105 - 112

ISSN 1134-6787

«SER O NO SER» EN CABO BUSTO (ASTURIAS, ESPAÑA): SOBRE LA INTEGRIDAD DE LOS MEDIOS EDÁFICOS EN ARQUEOLOGÍA. «TO BE OR NOT TO BE» IN CABO BUSTO (ASTURIAS, SPAIN): IN RELATION TO THE INTEGRITY OF EDAPHIC CONTEXTS IN ARCHAEOLOGY. David ÁLVAREZ-ALONSO Dpto. Prehistoria y Arqueología, UNED, Asturias [email protected]

RESUMEN En este trabajo se presenta un avance del estudio de la industria lítica del yacimiento al aire libre de Cabo Busto (Valdés, Asturias), desde una perspectiva tafonómica. De este modo, se apunta una posible hipótesis e interpretación del conjunto lítico que hoy conforma el nivel II de este yacimiento, que representa uno de los ejemplos más característicos a la hora de analizar la problemática de los yacimientos paleolíticos cantábricos en medios edáficos. ABSTRACT In this paper we present a study of the lithic industries of Cabo Busto open-air site (Valdés, Asturias), from a taphonomic perspective. Thereby, we consider a possible hypothesis and interpretation of the lithic assemblage that forms the level II of this site, which represents one of the most characteristic examples to analyze the problems of Cantabrian Palaeolithic sites in edaphic contexts. Palabras Clave: Keywords:

1.-

Achelense, OIS 5, Paleolítico inferior, Paleolítico medio. Acheulean, OIS 5, Lower Palaeolithic, Middle Palaeolithic.

INTRODUCCIÓN.

El yacimiento de Cabo Busto (Valdés, Asturias) es una estación al aire libre situada en la rasa litoral del occidente cantábrico. Descubierto en la década de 1960, fruto de la actividad prospectora de J.M. González Fernández-Valles (1968), fue excavado por J. A. Rodríguez Asensio entre 1993 y 1997, aportando dos niveles arqueológicamente fértiles (nivel II y nivel V) que fueron asignados a sendos contextos achelenses que se ubicarían en el OIS 5e, en el primer caso, y en torno al MIS 11, en el segundo (Rodríguez Asensio, 2001). Nuevos descubrimientos parecen haber dotado al nivel V de un contexto arqueológico más preciso (Noval, 2013). Cabo Busto es uno de los yacimientos clásicos a la hora de analizar las primeras ocupaciones cantábricas, no sólo debido a la importancia de su conjunto industrial, sino sobre todo por la escasez de yacimientos excavados para cronologías superiores al OIS 4 en toda la Región Cantábrica (Rodríguez Asensio, Arrizabalaga, 2004; Álvarez Alonso, 2010b; Álvarez Alonso, Rodríguez Asensio, 2014). Recientes investigaciones han puesto en tela de juicio varios de los presupuestos crono-estratigráficos tradicionalmente aceptados en la investigación del

Paleolítico inferior cantábrico, desechando la existencia de contextos que se puedan definir como achelenses en momentos tan avanzados como el OIS 5. De este modo, desde hace algunos años se vienen realizando propuestas e investigaciones que intentan definir nuevos marcos para abordar la problemática del Paleolítico antiguo cantábrico, como es la consideración de un horizonte asignado al Paleolítico medio antiguo en los momentos finales del Pleistoceno medio del norte peninsular (Álvarez Alonso, 2010a; 2011; 2012; 2014). Revisiones de yacimientos clásicos como Bañugues (Álvarez Alonso, et al., 2014) o Lezetxiki (Álvarez Alonso, Arrizabalaga, 2012), así como nuevas investigaciones en otros yacimientos de la región (Ríos et al., 2013; Tapia, 2010) han contribuido a ir definiendo poco a poco este horizonte, que se muestra como un contexto cada vez más nítido en toda la Península Ibérica (Sánchez y Díez, 2015; Santonja, Pérez, 2010; Santonja, et al., e.p.). De este modo, se nos presentan dos problemas básicos a la hora de analizar las primeras evidencias de actividad humana en la Región Cantábrica que son: la correcta definición tecno-tipológica de los conjuntos líticos, a veces única herramienta para estudiar los yacimientos; la ausencia de datos crono-estratigráficos que permitan un encuadre

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preciso de los conjuntos industriales. Estas problemáticas, lejos de haberse resuelto, han lastrado enormemente el avance de la investigación paleolítica en este campo, dejando tras de sí varios presupuestos que necesitan una revisión profunda y un análisis exhaustivo que intente eliminar, en la medida de lo posible, la generación de “falsos tópicos”. Uno de los problemas fundamentales, y que tiene que ver directamente con el estudio objeto de este trabajo, es la reiterada tendencia (solo apoyada en criterios empíricos) a establecer una relación crono-estratigráfica concreta entre muchas de las industrias localizadas en el occidente cantábrico en contextos al aire libre, ubicando varios conjuntos líticos con industrias de “filiación achelense” en el OIS5e. En un trabajo reciente -del que este estudio es complementario- hemos abordado esta problemática, en lo que respecta a los conjuntos líticos en contextos edáficos, planteando la ausencia de criterios válidos para establecer este tipo de relaciones, y por lo tanto para plantear una crono-estratigrafía determinada para estas industrias (Álvarez Alonso, 2015). Nuevos y recientes descubrimientos en Cabo Busto apuntan a la posible existencia de un contexto estratigráfico achelense más consistente (Noval, 2013), en cuyo seno puede estar el origen de parte del material descontextualizado estratigráficamente que ha dado origen a la acumulación lítica que conforma el nivel II, origen que apuntábamos en anteriores trabajos como una posible hipótesis (Álvarez Alonso 2010a; Álvarez Alonso, Rodríguez Asensio, 2014). Pero este extremo deberá ser confirmado por futuras investigaciones. 2.-

EL CONTEXTO EDÁFICO DEL YACIMIENTO.

El yacimiento consta de una sucesión de cinco niveles (Rodríguez Asensio, 2001), que recientemente hemos interpretado en dos bloques diferentes, constituidos por un horizonte edáfico (niveles I-III) desarrollado sobre una secuencia sedimentaria de origen fluvial (niveles V y IV) (Álvarez Alonso, 2015). Tanto el nivel II como el nivel III muestran distintas evidencias de iluviacióneluviación, así como alteraciones que dejan patente las alteraciones postdeposicionales existentes y un “fuerte lavado”, descritas en otros trabajos (Rodríguez Asensio, 1996; 2001; Álvarez Alonso, 2015). El nivel II, objeto de nuestro estudio, fue definido por su excavador como el resultado de uno más grueso que habría sufrido un intenso lavado, apuntando así la posibilidad de que no todos los elementos líticos perteneciesen a un mismo evento (Rodríguez Asensio, 2001). Tras su excavación, se consideró que el con-

junto lítico se habría acumulado “…durante el último interglaciar e inicios del Würm I…” (Rodríguez Asensio 2001), identificando este proceso con un momento avanzado del OIS 5, interpretándose además el contexto arqueológico como una ocupación achelense. Por nuestra parte, ya hemos barajado con anterioridad en un trabajo más específico sobre el contexto geomorfológico, que el conjunto de Cabo Busto parece tratarse de un “palimpsesto” fruto de diferentes aportes, apuntando para este caso el concepto de “condensación tafonómica” que serviría para definir el proceso acaecido en el yacimiento (Álvarez Alonso, 2015). Por esta razón nos planteamos un análisis centrado en las distintas pátinas presentes en la industria lítica, ya que se baraja como posible hipótesis que la acumulación de materiales en este horizonte edáfico fuese fruto de diversas ocupaciones y no el resultado de un proceso puntual. 3.-

BREVES APUNTES SOBRE LA CARACTERIZACIÓN TECNOTIPOLÓGICA DEL CONJUNTO LÍTICO.

El estudio se ha realizado sobre un conjunto de 907 piezas de las 1004 procedentes del nivel II de Cabo Busto, depositadas en el Museo Arqueológico de Asturias. De este modo, y en primer lugar, se desecharon 97 piezas al tratarse de “lascas naturales” o piezas no talladas (Álvarez Alonso, 2010a). El 43% del conjunto son útiles: macro-utillaje (n=122) y elementos retocados (n=276). Entre el macro-utillaje destacan los bifaces (n=48) y los hendedores (n=26), a los que hay que sumar por orden de importancia masivos retocados, cantos trabajados y triedros, éstos últimos con tan solo 6 ejemplares. En líneas generales el aspecto del conjunto lítico perteneciente al nivel II de Cabo Busto es el de una industria lítica en la que abundan los bifaces y hendedores, de tipos y características variadas, que presentan diferentes grados de alteración. Este macro-utillaje está acompañado de un número elevado de útiles retocados sobre lasca, constituido en su mayoría por raederas y piezas denticuladas, que representan los tipos más abundantes dentro del utillaje del conjunto. Así, las raederas alcanzan el número de 121 (aglutinando lo que Bordes (1961) separa como raederas y lascas retocadas), contando además con 51 denticulados y 55 muescas / escotaduras. El resto del utillaje lo componen grupos tipológicos mucho menos representativos como los bec, perforadores, buriles, raspadores o los útiles “diversos”. A su vez, dentro de la producción lítica no hay ninguna evidencia de la producción de grandes

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4.-

ANÁLISIS TAFONÓMICO.

El objetivo de este trabajo es aportar un nuevo punto de vista a la interpretación del conjunto lítico de Cabo Busto, amparado en la dificultad que en-

traña intentar concebir este conjunto como un modelo tecno-tipológico de referencia para el Paleolítico inferior regional. Para ello, creemos poder introducir elementos que, si bien no son determinantes y están sujetos a crítica, sí introducen una “duda razonable” que obliga a cuestionarse la integridad del conjunto del nivel II de Cabo Busto y su validez como marco de referencia que extrapolar a otros contextos regionales. El análisis que se presenta a continuación es parte de una tesis doctoral (inédita) presentada en 2010 (Álvarez Alonso, 2010a). Debido a las restricciones de espacio nos vemos obligados a sintetizar al máximo las conclusiones principales, tratando de mostrar cuáles son las implicaciones posibles de analizar la industria lítica recuperada en el nivel II de Cabo Busto, como un conjunto homogéneo o como un agregado heterogéneo. Sin duda, en nuestro caso intentaremos exponer las razones que nos llevan a plantear determinadas dudas sobre la integridad del conjunto, que se plasman en hipótesis que han de ser debidamente contrastadas. El análisis tafonómico se ha abordado partiendo de las diferencias existentes en el grado de alteración de las piezas. Para poder evaluar esta variable se procedió a la individualización de los estigmas identificados en las piezas, producidas principalmente por la acción diferencial del viento y del agua. De este modo, se procedió a establecer 5 categorías o grados de alteración en función de los cuales se fueron agrupando todos los artefactos líticos del yacimiento: 0. Sin alteraciones o simplemente una ligera pátina por exposición subaérea. 1. Poca alteración. Aristas alteradas, negativos bien definidos, grano distinguible, filos ligeramente erosionados. 2. Alteración media. Aristas, negativos y filos alterados, grano algo distinguible. 3. Alteración elevada. Aristas y filos romos, negativos alterados, grano no distinguible. 4. Gran alteración. No se distinguen los negativos del córtex. Filos y aristas totalmente romas.

nº de piezas

soportes encaminados a la elaboración de macroutillaje bifacial y sí en cambio una gama variada de núcleos encaminados a la obtención de lascas de mediano y pequeño formato. Por otra parte, los elementos Levallois son muy poco representativos sobre el total de la muestra, ya que solo cuatro de los sesenta y tres núcleos que han sido identificados, son de este tipo, presentando además un grado de alteración 0. Por otra parte, gran parte de los núcleos presentan morfologías poliédricas que dificultan su asignación a una cadena operativa determinada. Únicamente podemos afirmar que existe una cierta intensidad en la talla, aunque no excesiva, ya que en líneas generales el conjunto no presenta un gran aprovechamiento ni secuencias reiteradas sobre la misma pieza. Esta última circunstancia es fruto de una abundante disponibilidad de materia prima en el entorno que puede haber condicionado la imagen final del conjunto lítico, así como las estrategias de talla desarrolladas. Todo esto hace que la cadena operativa del nivel II Cabo Busto no pueda ser sistematizada, debido a las divergencias tecnológicas que hemos detectado (Álvarez Alonso, 2010a) -y que no son objeto de este trabajo- y, sobre todo, por las alteraciones tafonómicas que muestra el conjunto lítico y el yacimiento (Álvarez Alonso, 2015). En realidad lo que tenemos son retazos de cadenas operativas que presentan un aspecto, en líneas generales deslavazado, a pesar de haberse planteado intentos de organización y estructuración de una cadena operativa global para el conjunto (Aguilar, 2002), que bajo nuestro punto de vista distan bastante de la realidad. Además, y como veremos en el estudio tafonómico que se presenta a continuación, los materiales no pueden ser relacionados entre sí como un conjunto homogéneo, ni a nivel de macro-utillaje, ni a nivel de productos y métodos de talla, ya que hay indicios de que pudiera tratarse de un auténtico palimpsesto en el que se entremezclan tendencias tecnológicas y, por tanto, cronologías diferentes (aunque dentro del Paleolítico antiguo) (Álvarez Alonso, 2012; 2014; 2015). El hecho de no documentar ningún remontaje, ni siquiera la posibilidad de poder establecer asociaciones entre productos, núcleos o útiles, nos da muestra de la imposibilidad de tratar de formar una estructura a partir de retazos de cadenas operativas fragmentadas y sesgadas, siendo el resultado poco sólido, de proseguir por esa vía.

325 300 275 250 225 200 175 150 125 100 75 50 25 0 0

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grados de alteración

Fig.: 1. Clasificación del conjunto lítico según el grado de alteración.

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Fig.: 2. Clasificación de las lascas en función de su longitud máxima y su grado de alteración.

Esta clasificación se realizó en paralelo al estudio tecnotipológico del conjunto, asignando cada una de las piezas a uno de los 5 grupos definidos, y fruto de la misma se obtuvieron las primeras diferencias (Fig.: 1). En algunos casos este tipo de análisis lleva a que las diferencias tafonómicas no se correspondan con diferencias tecno-tipológicas, debiendo explicarse como fruto de erosiones diferenciales sobre conjuntos homogéneos (Álvarez Alonso, Fernández, 2012); pero en otros casos, como este, las diferencias tafonómicas permiten individualizar tendencias tecno-tipológicas distintas.  Grado de integridad de la muestra. En primero lugar, y tras obtener una primera visión global en la que quedaba patente la existencia de importantes diferencias (p.ej.: entre los grupos 0-1 y 3-4), debimos valorar el grado de integridad del conjunto lítico de Cabo Busto. Para ello tomamos como muestra el elemento cuantitativamente más numeroso: los productos de talla y en concreto las lascas. Tras su clasificación por grupos de alteración y en función de su longitud máxima, se pudo comprobar que el mayor número de piezas se concentraban entre los 41 y 50 cm, decreciendo progresivamente el número a medida que el tamaño disminuye, y estando ausentes del registro arqueológico todos los elementos inferiores a 2 cm (salvo 2 piezas), como puede observarse en la figura 2. Siguiendo el patrón de otros yacimientos paleolíticos, cuyos conjuntos líticos están íntegros, el número de restos debería aumentar proporcionalmente a medida que el tamaño disminuye (de existir actividades de talla en el yacimiento, como aquí debería suceder debido al elevado número de núcleos presente), algo que también es fácil de comprobar tras una experiencia de talla. De este modo, lo primero que podemos deducir tras esta primera

visión de conjunto es que falta un número elevado de piezas, curiosamente aquellas que presentan un tamaño más pequeño. Queda patente que hay un sesgo importante en la muestra para el que se debe encontrar una explicación coherente, a lo que se une la existencia de materiales en grados de alteración que van del “fresco” al “muy rodado” (Fig.:

Fig.: 3. Arriba. Bifaz con grado 4 de alteración; Abajo. Núcleo trifacial con grado 0.

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Fig.: 4. Núcleos según grado de alteración.

3). Esa alteración diferencial también merecería una explicación convincente, si lo que se pretende justificar es una homogeneidad crono-cultural. Otra de las conclusiones que podemos obtener de la figura 2, es que el material más alterado (grupo 4) se encuentra situado entre 40 y 130 cm, mientras que dentro del conjunto menos alterado (grupo 0), no encontramos ningún pieza que sobrepase los 90 cm. De esta primera clasificación (Fig.: 1-2) se deduce que hay diferencias importantes entre unos materiales más alterados y otros menos alterados en función de su tamaño máximo y mínimo, habiendo una coincidencia para todo el conjunto que es la disminución drástica del material situado entre 0-40

cm. Si el conjunto fuese homogéneo en origen, debería presentar las mismas alteraciones independientemente de los tamaños. Parece claro que el conjunto lítico, lejos de ser considerado como homogéneo, muestra evidencias que apuntan a una posible mezcla de agregados líticos con diferente origen, en los que parece existir un importante sesgo por tamaños. Según varios trabajos de índole tafonómica en el ámbito de los estudios líticos, este tipo de sesgos se suelen producir en contextos alterados postdeposicionalmente, donde hay incidencia de elementos naturales de origen fluvial-aluvial, con mayor o menor intensidad (Schick, 1986; Álvarez Alonso, 2010a).  Implicaciones del análisis tafonómico. Uno de los aspectos más curiosos, es que la mayor parte de núcleos registrados, presentan índices de alteración bajos (Fig.: 4) circunstancia que contrasta con el macro-utillaje (también piezas de buen porte) que en su mayoría se agrupan en los niveles con mayor alteración (Fig.: 6). Tanto la figura 5 como la 6 son lo suficientemente esclarecedoras para mostrar las diferencias internas

Fig.: 5. Soportes retocados según grado de alteración.

Fig.: 6. Macro-utillaje según grado de alteración.

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que presenta el conjunto. En lo referente a los soportes retocados se aprecia que, solamente entre los grupos 0 y 1 están representados casi el 50 % de las piezas, siendo tal vez lo más representativo lo referente a los porcentajes de escotaduras, denticulados y raederas. La presencia de soportes retocados parece agruparse en la parte del conjunto menos alterada. Cuando se comparan los resultados de este gráfico con el del macro-utillaje según grados de alteración, observamos que se produce el efecto inverso. Los mayores porcentajes de elementos bifaciales se encuentran en los grupos con mayor grado de alteración, que acaparan casi el 60% de los bifaces y hendedores, mientras que en los grupos con menor grado de alteración destacan la presencia exclusiva de los que hemos considerado bifaz-útil, que constituye un tipo bastante habitual en los conjuntos musterienses cantábricos (Álvarez Alonso, 2012; 2014). Al hacer una valoración de las dos tablas en conjunto, vemos que el peso específico de los conjuntos más alterados se decanta por una presencia más importante de macro-utillaje, y aunque destacada, menos representativa de los útiles sobre lascas (raederas, escotaduras, denticulados). Estos últimos, junto con los núcleos, son más importantes en los grupos con menor alteración, en los que, por el contrario, el peso específico del macro-utillaje es mucho menor haciendo aparición lo que se denomina bifaces-útil, y decantándose los elementos masivos, no hacia la morfología y la configuración, sino más bien hacia la búsqueda de filos retocados: lo que podríamos llamar “raederas masivas”. Otro dato a tener en cuenta es que tanto las piezas de tipo Levallois, por otra parte escasas, como los talones facetados y diedros, se concentran en los grupos con menor índice de alteración. Si bien la existencia de métodos de producción lítica de tipo jerarquizado no es lo más habitual en este nivel, si parece clara su presencia, separándose de otros materiales que, agrupados por su grado de alteración, nos muestran otro tipo de tendencias. Resumiendo, el aspecto general de la industria lítica de Cabo Busto es el de un conjunto achelense, el cual ha llegado a ser definido como “Achelense final” o incluso dentro del “Musteriense de Tradición Achelense” (Rodríguez Asensio, 1996; 2001) como sucede en otros casos, circunstancia que ha dado lugar a la definición del “Paleolítico antiguo cantábrico” ante está dificultad de discernir entre lo propiamente Achelense y el Paleolítico medio (Rodríguez Asensio, 2000; Álvarez Alonso 2012; 2014; Álvarez Alonso, Rodríguez Asensio, 2014). La presencia de caracteres musterienses dentro de un conjunto achelense es lo que ha llevado a estas definiciones y muchas veces a cierta ambigüedad, que a todos los que hemos trabajado con

estos conjuntos nos resulta difícil de evitar. No obstante, en el caso que aquí nos ocupa, esta aparente “convergencia tecnológica” puede ser debida a la simple mezcla de materiales de tendencias tecnológicas diferentes y por lo tanto de cronologías distintas. 5.-

DISCUSIÓN.

Lejos de concebir el conjunto de Cabo Busto (nivel II) como un ejemplo para construir un marco crono-estratigráfico del Paleolítico inferior en el occidente cantábrico, como hemos tratado de mostrar, existen varios problemas o dudas que lo desaconsejan, al menos por el momento. Debido a que en el mismo área del yacimiento actúan y han actuado los mismos agentes meteorológicos y geomorfológicos a lo largo del tiempo, parece complicado aceptar que materiales de una misma época hayan sufrido y estado sometidos a procesos tan diferentes, generando alteraciones tan dispares y marcadas en unos materiales, mientras que en otros apenas han dejado huella, cuando la materia prima es la misma y se han localizado en un mismo contexto. Los datos del análisis de Cabo Busto plantean otra dificultad que ya fue percibida durante la excavación: la imposibilidad de efectuar cualquier tipo de análisis espacial o estudio de distribución desde una perspectiva exclusivamente arqueológica, aunque no tafonómica. Aunque esta última es posible, sólo aporta datos sobre la integridad y características del yacimiento pero no sobre las características del asentamiento. Cabo Busto es un ejemplo claro de las condiciones de conservación de los yacimientos al aire libre de cronologías antiguas en la Región Cantábrica, en donde hay muy pocas posibilidades de encontrarse con depósitos lo suficientemente íntegros y poco alterados, como para extraer datos que vayan más allá del mero recuento tipológico. Podemos realizar un símil entre un material al aire libre, expuesto, descontextualizado y mezclado, del cual no podemos sacar conclusiones cronológicas, con este nivel II de Cabo Busto, el cual representa un caso parecido pero con la salvedad de que habría sido integrado con el paso del tiempo dentro de un horizonte edáfico (Álvarez Alonso, 2010a; 2015). Todas estas diferencias y sesgos habrían sido producidas por la acción de fenómenos tales como la “arroyada difusa” y circulación espontánea y puntual de corrientes superficiales. De este modo se habrían generado tanto aportes de material desde otros puntos, como procesos de eliminación de algunos elementos -los de fracción más pequeña-, junto con la re-deposición y selección de otras piezas por tamaños. Esto conlleva como resultado que se pueda finalmente percibir la existencia de ten-

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dencias tecno-tipológicas diferentes, dentro de un conjunto alterado, entremezclado. Todo ello sería pues indicativo de una constante alteración pero no excesivamente agresiva, al menos no lo suficiente como para dejar evidencias claras en el registro geológico (ver Álvarez Alonso, 2015). La existencia de un horizonte estratigráfico achelense en las cercanías del área excavada, recientemente documentado y asociado a la secuencia fluvial como ya hemos indicado (Noval, 2013), podría ser la fuente de la que provienen muchos de estos materiales, desmantelados con el paso del tiempo de su emplazamiento original. En definitiva, no estaríamos exactamente ante un conjunto homogéneo in situ, sino que más bien el nivel II sería un “palimpsesto” fruto de varias ocupaciones paleolíticas en este sector de la rasa litoral (ocupaciones continuas, durante un periodo cronológico que nos es difícil evaluar, aunque lo suficientemente amplio como para dejar evidencias tecnológicas atribuibles a etapas diferentes), y sobre todo fruto del desmantelamiento de un estrato arqueológico achelense. Además, no hay que olvidar que ya J. A. Rodríguez Asensio (1996; 2001) se refirió al nivel II como el resultado de uno más grueso que habría sufrido un intenso lavado y también apuntó la posibilidad de que no todos los útiles perteneciesen a un mismo momento, basándose en las distintas pátinas, proponiendo como posible hipótesis, que fuesen fruto de diversas ocupaciones, siendo por tanto el resultado de una acumulación de material. Nosotros hemos recogido no sólo estas evidencias que ya observó certeramente Rodríguez Asensio, sino también nuestro análisis que viene a apoyar la hipótesis de que el nivel II de Cabo Busto podría ser un agregado lítico fruto de la mezcla de elementos variados abarcando un marco temporal indeterminado, pero seguramente amplio. En definitiva, no se puede hablar de una única ocupación, ni mucho menos considerar el conjunto lítico de una manera unitaria, puesto que las diferencias tafonómicas apreciadas en los materiales parecen ser contundentes, no sólo para descartar un análisis de los mismos como un conjunto cerrado, sino también para poder plantear hipótesis tales como la 7.-

configuración de la cadena operativa. Por lo que respecta a las ocupaciones identificadas, sin duda consideramos singular y determinante la consideración de la formación del nivel II durante el Würm antiguo (Rodríguez Asensio, 1996; 2001), es decir en un momento ya avanzado del OIS 5. Ello significaría que los materiales menos alterados, los últimos en incorporarse al registro, serían los más próximos a dicho momento. Entre los grupos 0 y 1, y sobre todo el 0, hemos identificado características más propias del Paleolítico medio, que del Achelense, materiales que consideramos anteriores al Musteriense clásico y que podrían definirse dentro de ese aún difuso Paleolítico medio antiguo de la región cantábrica (Álvarez Alonso, 2014). 6.-

CONCLUSIONES.

Para concluir, planteamos que el conjunto lítico del nivel II de Cabo Busto no responde a una sola ocupación, sino que es fruto de un continuum de ocupaciones a lo largo de un periodo de tiempo indeterminado. Un tiempo lo suficientemente amplio como para dejar la evidencia de conjuntos con tendencias tecnológicas diferentes, propias tanto del Paleolítico inferior como del Paleolítico medio antiguo. De este modo, nos hemos fijado no sólo en las características tecnológicas y tipológicas de la industria sino también en su contexto estratigráfico (Rodríguez Asensio, 2001; Álvarez Alonso 2010a; 2015), así como en un análisis tafonómico de su industria lítica que se ha planteado como una herramienta encaminada a obtener información sobre la integridad y homogeneidad del conjunto lítico. Los resultados, evidentemente pueden ser discutibles y están sujetos a una verificación, pero al menos arrojan un número suficiente de dudas razonables que obligan a cuestionar determinados presupuestos en los que se había basado, tanto la interpretación inicial del yacimiento como su empleo como marco referencial; una suerte de “ser o no ser” arqueológico.

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15/06/2015 01/07/2015

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