¿SER O NO SER ‘CHARLIE HEBDO’? ESA NO ES LA CUESTIÓN

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Descripción

¿SER O NO SER 'CHARLIE HEBDO'?

ESA NO ES LA CUESTIÓN




Introducción
Como consecuencia de los trágicos asesinatos acontecidos en París el 7 de
enero de 2015, se ha abierto un amplio debate sobre la libertad de
expresión, tan necesaria en nuestra democracia y fundamental para lograr
una verdadera Cultura de Paz. A nivel mundial, principalmente en Francia,
han surgido una serie de movimientos sociales masivos en defensa de dicha
libertad de expresión, así como para expresar la repulsa ante los ataques
terroristas. En los medios de comunicación también se ha vivido una ola de
apoyo a la libertad de expresión y la sátira, adjetivadas como sagradas y
base fundamental de nuestras sociedades democráticas. Por otro lado,
millones de musulmanes de todo el mundo se han visto ofendidos, entre otras
cosas, por las imágenes de Mahoma que han saturado los medios. Incluso el
Papa Francisco ha opinado que se deben respetar las religiones por encima
del derecho a la libertad de expresión.

¿Estamos ante el llamado "choque de civilizaciones"[1]? ¿Quién tiene razón?
¿Quién ha hecho mal y quién ha hecho bien? ¿Qué límites tiene el derecho a
la libre expresión? ¿Qué se puede y debe hacer en el futuro para acercarnos
a la Cultura de Paz? ¿De qué manera podemos educar nuestras sociedades para
solventar estos conflictos? En este ensayo trataré de dar una visión más
clara sobre estas y otras preguntas, intentando con ello contribuir a la
consecución de una convivencia intercultural más pacífica en el mundo
global en que vivimos.

Los actos terroristas
En primer lugar he de manifestar mi total rechazo y condena hacia cualquier
tipo de comportamiento violento, considerando una necesidad incentivar la
noviolencia como el único medio legítimo para llegar a conseguir una
verdadera "paz imperfecta", como diría Francisco Muñoz. Los asesinatos
cometidos por los tres radicales franceses en París solo tienen una lectura
negativa y reprobable. Considero que los extremistas, tanto religiosos como
políticos o de cualquier otra índole, sin importar su nacionalidad, color o
ideología, son siempre y sin excepción una grave amenaza para la paz y la
democracia.

Medidas inmediatas y de gran calado han de ser tomadas para frenar la
escalada de extremismo que sacude el mundo y que amenaza el bienestar y la
seguridad globales. El hecho constatado del aumento de las desigualdades
sociales unido al irrefrenable crecimiento demográfico global, así como el
aumento del consumo y la disminución de los recursos, llevan a pensar que
dichos extremismos no harán otra cosa más que crecer salvo que se impulsen
ambiciosas medidas bien coordinadas. Según Pedro Valderrama (Valderrama,
2006): «la globalización de la pobreza y el aumento de la desigualdad entre
ricos y pobres es, a nuestro juicio, el paradigma que mejor representa la
esencia del proceso de globalización centrado en el consumo y, más allá de
su retórica, es el causante de unos efectos que suponen grandes
desequilibrios y la ruptura de los elementos de justicia social, ambos
suponen claras amenazas a la paz».

Hemos de ser conscientes de que los extremismos no surgen de manera
espontánea. Nuestra sociedad occidental tiene mucho que ver en el
mantenimiento y auge de las desigualdades sociales extremas, la acentuación
de los odios culturales y, por ende, del nacimiento de movimientos
radicales violentos. A raíz de los atentados del 11S surgió una campaña del
miedo orquestada por los poderes occidentales, tanto políticos como
empresariales y de medios de comunicación, en contra del mundo Islámico. Se
ha demonizado al Islam en general, de manera más o menos implícita,
asociándolo con el fundamentalismo religioso y el terrorismo, inventando
así una "amenaza islamista" que ha servido como excusa para intervenir
militarmente en varios países que, curiosamente, disponían de ingentes
reservas petrolíferas.[2]
Nuestros ciudadanos parecen haber perdido la perspectiva de que no son las
religiones en sí las causantes del terrorismo, sino los intereses
económicos y políticos de uno y otro bando. No voy a entrar en un análisis
más pormenorizado sobre los intereses detrás de dicha "demonización" del
Islam, pero considero importante haber dejar planteado el trasfondo del
problema para lograr una adecuada perspectiva del asunto que expondré a
continuación.

La libertad de expresión y sus límites
Tras los atentados, una gran mayoría europea ha coincidido en su condena al
terrorismo y en la defensa del derecho a la libertad de expresión. Sin
embargo, no nos hemos terminado de poner de acuerdo en lo que se refiere a
la existencia de límites a dicha libertad de expresión. Pero estos límites
existen. En Francia es peliagudo e incluso delictivo mofarse del
Holocausto[3], a la vez que es delito la apología del nazismo[4],
terrorismo o antisemitismo. En España, los políticos son acribillados por
los medios de comunicación y la sociedad cada vez que sueltan algún
"jocoso" comentario machista[5]. En Italia, un político ha sido
recientemente multado con 15 meses de cárcel y 150.000 euros de multa por
caricaturizar a una política africana comparándola con un mono[6]. Queda
claro que hay límites a la libertad de expresión, aunque no siempre
consisten en una censura directa, sino que en ocasiones son limitados
mediante simple reprobación social que abunda en la mayor prudencia de los
emisores, o legalmente, a través de sanciones administrativas por
difamaciones, delitos contra el honor o discurso del odio.

No obstante, estos días y desde muy diversas fuentes se ha defendido el
derecho a la libertad de expresión como un derecho absoluto, intocable e
ilimitado. "En Francia tenemos derecho a burlarnos de cualquier
religión"[7], expresaba la Ministra francesa de Justicia días después de
los atentados de París, defendiendo la libertad de expresión como uno de
los pilares de la sociedad francesa. Paradójicamente, ante las protestas
surgidas en muchos países contra la revista 'Charlie Hebdo', el Presidente
Hollande llegó a criticar: "Hay tensiones en el exterior, donde las
poblaciones no comprenden lo que es el compromiso con la libertad de
expresión"[8]; sin darse cuenta de que protestar contra 'Charlie Hebdo'
también es parte de la libertad de expresión que ellos tanto pregonan.

Como ejemplifica Mehdi Hasan, director político del Huffington Post en
Reino Unido, de la mano de unos "fundamentalistas de la libertad de
expresión" volvemos a revivir el slogan que lanzó George Bush tras el 11S:
«o estás conmigo o estás con los terroristas», pareciendo ahora que «o
estás con la libertad de expresión… o estás contra ella. O eres 'Charlie
Hebdo'… o eres un fanático que odia la libertad»[9]. Según mi punto de
vista no se trata de ser 'Charlie Hebdo' o no ser 'Charlie Hebdo', pues
aferrarse a posturas inamovibles no sirve como solución al problema de
fondo. Es básico potenciar la actitud crítica, que no se ciña a los
extremos y que busque puntos intermedios de acuerdo, que sea flexible y
dialogante, y potenciada desde «una práctica pedagógica que ayude a
conformar seres participativos y críticos, buscando una educación para
todas las personas en condiciones de equidad teniendo en cuenta la
diversidad. […] Creemos que mantener procesos educativos críticos y
comprometidos ayudan a las personas a ser críticos con su entorno social,
posibilitando la transformación de estos y propiciando uno más equitativo y
justo» (Valderrama, Marín, 2011).

El problema es que algunas culturas «no están preparadas para el proceso de
integración, y precisamente por ello son malas "integradoras" y ven la
integración como una amenaza. En el fondo de tales culturas late un
conflicto de identidad, aguzado y erizado por múltiples renuencias, y
excitado constantemente por un pavor abismal ante lo extraño y
originariamente ajeno al propio ser». Creo que esto es lo que les viene
sucediendo a las culturas francesa y musulmana en su intento de
convivencia. Para limar dichas asperezas es básica la función de la
Educación Social, que trabaja en «la unidad en la diversidad, como forma de
lograr la cohesión social y el enriquecimiento, mediante el diálogo, desde
distintos ámbitos culturales» (Rodriguez, 2006).

La postura francesa, laicista hasta el extremo, ha pecado de ser demasiado
intransigente con otras opiniones y visiones culturales. El laicismo, como
el islamismo, son corrientes políticas que no necesariamente son negativas
por naturaleza. Cuando el laicismo o el islamismo tienden a radicalizarse y
dejar fuera otras visiones de la realidad es cuando se cae en la
intransigencia y la discordia. Los extremos nunca son recomendables y por
eso la sociedad europea deberían repensar su visión etnocéntrica
-eurocéntrica- del mundo. El etnocentrismo es la actitud de analizar el
mundo bajo los preceptos de la cultura y los valores propios. El gran
problema del etnocentrismo, que se da en mayor o menor medida en todas las
culturas, es que califica los valores propios como los únicos buenos,
naturales y superiores, mientras que tilda de inferiores y antinaturales
los valores ajenos. Esta visión rígida y prepotente es la principal causa
de fricciones y falta de entendimiento dentro de nuestras sociedades
multiculturales, así como tampoco es una solución, ni viable ni deseable,
pretender que las demás culturas se olviden de sus valores y se integren en
la nuestra -entendiendo esto como asimilación cultural-.

Una clara muestra de esto fueron los altercados acontecidos en las escuelas
francesas tras los atentados, cuando se llamó a guardar un minuto de
silencio en honor a las víctimas. Algunos alumnos se negaron, confundidos
entre la idea de condenar el terrorismo y homenajear a quienes habían
insultado a su religión repetidas veces. Un periódico explica: «Al llegar
la hora de respetar un minuto de silencio, algunos alumnos se negaron. Para
ellos, la libertad de expresión no era sagrada. No se podía ridiculizar así
su religión. "Fueron casos minoritarios, que afectaron a dos o tres clases
sobre 40. Pero no hay que negar los problemas", admite el director del
centro, Pierre Baudry. "No todos los alumnos entienden que, en una
República laica, tenemos derecho a expresarnos libremente y a criticar una
religión", añade»[10]. A causa de su laicismo extremo, el director del
centro parece no darse cuenta de que no querer participar en un minuto de
silencio también es ejercer la libertad de expresión. La misma noticia
destaca que se produjeron unos 200 incidentes en centros educativos
franceses, según datos del Ministerio francés de Educación, pero que "en la
mayoría de los casos fue solo la reticencia a aceptar ese minuto de
silencio lo que produjo el problema". ¿Fue realmente un problema?
¿Reticencia a aceptar? ¿Acaso no existía libertad de decidir si unirse al
minuto de silencio o no? En realidad, no la había.

Otra noticia destaca el caso de un niño de 8 años que fue interrogado por
apología del terrorismo, "tras unas declaraciones realizadas en clase en
las que dijo identificarse con los autores de los atentados", "porque desde
ese semanario se había caricaturizado al profeta Mahoma". El abogado del
niño señaló que "Interrogar a un niño de ocho años refleja el estado de
histeria colectiva actual en torno a la noción de apología del terrorismo.
En este tipo de casos, es necesaria la pedagogía". Asimismo, el Colectivo
Contra la Islamofobia denunció que padre e hijo fueron interrogados durante
dos horas, lo que "ilustra la histeria colectiva en la que está sumergida
Francia"[11].

En la multitudinaria "Marcha republicana por la libertad de expresión", en
París, cudieron a defender la libertad de expresión políticos que,
paradójicamente, la coartan en sus propios países. «Entre ellos se
encuentran el rey Abdalá de Jordania, que el año pasado condenó al
periodista palestino Mudar Zahran a 15 años de trabajos forzados; el primer
ministro turco, Ahmet Davutoglu, "que encarcela a más periodistas que
ningún otro país en el mundo"; Benjamín Netanyahu, el primer ministro de
Israel, cuyas Fuerzas Armadas mataron a siete periodistas en Gaza el año
pasado; así como Mehdi Jomaa, el primer ministro de Túnez, que
recientemente ha condenado a tres años de cárcel al bloguero Yassine Ayan
por "difamar al Ejército"»[12].

Pero también se encontraba en aquella manifestación Mariano Rajoy con la
sombra de su recientemente promulgada "Ley Mordaza", acusada de ser
represiva y utilizar el terror como excusa para limitar libertades como,
por ejemplo, la libertad de manifestación[13]. Como satíricamente expresó
la revista 'El Jueves': «así es como piensa nuestro Presidente: La libertad
de expresión es para insultar a los moros. Para insultar al Gobierno
tenemos la Ley Mordaza»[14].

Considero fundamental recordar el artículo 19 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos[15], adoptado por la ONU y parte de la Carta
Internacional de los Derechos Humanos, que reza: «1, nadie podrá ser
molestado a causa de sus opiniones. 2, toda persona tiene derecho a la
libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar,
recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración
de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística,
o por cualquier otro procedimiento de su elección. 3, el ejercicio del
derecho previsto en el párrafo 2 de este artículo entraña deberes y
responsabilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeto
a ciertas restricciones, que deberán, sin embargo, estar expresamente
fijadas por la ley y ser necesarias para: a) Asegurar el respeto a los
derechos o a la reputación de los demás; b) La protección de la seguridad
nacional, el orden público o la salud o la moral públicas».

Ahora que sabemos, con la ley en la mano, que la libertad de expresión no
es infinita, surgen una serie de dilemas: ¿Excedían las caricaturas de
'Charlie Hebdo' el derecho a la libertad de expresión? ¿Atentaban contra
los derechos de los musulmanes, el orden público o la moral pública?

La sátira y su función social
La sátira es un recurso dentro de la libertad de expresión con importante
función social. Ésta ha de ser picante, aguda, ingeniosa, mordaz, refinada
y sutil, ideada para denunciar, ridiculizar algo o alguien con el objetivo
último de hacernos reflexionar y mejorar así la sociedad. Su finalidad no
es el humor en sí sino criticar los sinsentidos de nuestra realidad y, bien
utilizada, la sátira es una herramienta de gran valor en nuestras
sociedades. Pero también ha de ser irónica y sarcástica, basándose en el
sagaz uso de la inteligencia; si no, se quedaría en mero insulto, en burla
denigrante, arma propagandística de posturas sectarias e intransigentes,
agresión intolerable y nada constructiva. En provocación violenta.

La violencia, al contrario de lo que la mayoría damos por sentado, no se
manifiesta únicamente de forma directa y física, en forma de agresión
personal o de conflicto bélico. El creador de la teoría del "Triángulo de
la Violencia", Johan Galtung[16], habla de tres tipos de violencia:
directa, estructural y cultural. Así, las desigualdades sociales que
marginan socioeconómicamente a los musulmanes en Francia pueden
considerarse un tipo de violencia estructural, que a su vez se ve protegida
por la violencia cultural, empleada por los políticos y los medios de
comunicación que se imbuyen en la sociedad ideas negativas sobre su
religión y sus costumbres, legitimando la violencia estructural. "Si están
marginados es por su culpa, porque ellos quieren", se suele argüir como
justificación. Esta violencia invisible lleva a muchos a percibir la
cultura musulmana como enemiga de la patria, maligna, terrorista. En
ocasiones, como detallaré más adelante, 'Charlie Hebdo' cayó en esta
violencia cultural mientras argumentaba que lo hacía "siempre defendiendo a
la persona humana y los valores humanos"[17], pero ¿acaso se pueden
defender los valores humanos denigrándolos?

El humor no puede tener límites, han declarado muchos. Pero lo que 'Charlie
Hebdo' hacía no puede darse por sentado que fuese siempre, sin excepciones,
humor. Algunas de sus caricaturas eran tan soeces y simplonas que no
despertaban más que provocación y ofensa, pero para nada humor. Por
supuesto que no todas, pero sí algunas de ellas. Como ya se ha dicho, no
toda burla es una sátira. La sátira no puede convertirse en una coartada
para insultar sin límite ni para ensuciar el nombre de otros injustamente:
una cosa es criticar y otra insultar sin más. 'Charlie Hebdo' siempre ha
jugado al límite de la legalidad -gracias al consentimiento de las
autoridades, como ya veremos-, enorgulleciéndose de su irreverencia,
provocación y ofensa premeditada. De hecho, en su portada la revista se
define como "la revista irresponsable". Cabe preguntarse si ser
irresponsable es un valor positivo para la convivencia. En este sentido, en
2012 y tras la polémica levantada por una de las carátulas de 'Charlie
Hebdo', el Ministro de Exteriores francés, Laurent Fabius, condenó desde
Egipto a la revista diciendo: "No encuentro por ningún sitio la utilidad de
una provocación, y además, la condeno"[18].

Un ejemplo de caricatura de 'Charlie Hebdo' que conlleva violencia cultural
podría ser aquella en la que Mahoma lamenta: "Es duro ser amado por
idiotas"[19]. Aunque en teoría Mahoma se estaría refiriendo a los
"integristas", se presta inevitablemente a la asociación entre Mahoma y los
terroristas, o a la generalización entre los musulmanes y los terroristas,
que va permeando progresivamente en la sociedad. Desde los atentados del
11S hemos visto a nivel mundial un aumento de dicha asociación entre
musulmanes y terroristas, así como un auge de los partidos de extrema
derecha y grupos islamófobos. Uno de los principales causantes de dicha
asociación han sido los medios de comunicación con su incesante repetición
de términos como "terrorismo islámico" -englobando así todo lo islámico
como terrorista-, "radicales islámicos", "terrorismo islamista" o
directamente "los islamistas" sin más, vinculando constantemente a los
asesinos con el Islam[20]. En 2014, 216 líderes musulmanes acusaron al
Estado Islámico de violar los preceptos del Islam[21], al tiempo que los
expertos en el fenómeno consideran a los grupos terroristas como sectas
wahabitas que no pueden considerarse musulmanas por mucho que ellas
intenten auto vincularse al Islam[22]. Lo más correcto, entonces, sería
hablar de terroristas de Al-Qaeda o del Estado Islámico, de extremistas o
terroristas a secas, para evitar la tergiversación de la realidad. El
lenguaje agresivo contra el Islam es un ejemplo de cómo sin darnos cuenta
vamos engrosando la islamofobia en nuestras sociedades: es parte de la
violencia cultural.

Hace días leí un artículo de El País[23] que defendía la sátira a ultranza.
Entre otros, hacía referencia al papel satírico de Ferdinand Celine, a
quien la sociedad francesa denegó su homenaje en el 50 aniversario de su
muerte, a causa de su supuesta ideología antisemita[24]. Ese mismo artículo
hacía también referencia al trasfondo histórico de la sátira, afirmando que
«tan feroces pueden ser estas burlas que, según cuenta Plinio el Viejo,
quienes eran objeto de las sátiras del poeta Hipognato de Éfeso en el siglo
VI a.C., acababan colgándose de un árbol, demasiado avergonzados para
seguir viviendo». ¿Es esto acaso loable en una sociedad responsable y
madura? ¿Cuándo sobrepasa la sátira los límites de la libertad de expresión
y atenta contra el derecho al honor, o cuándo entra en el discurso del
odio? No es fácil discernir dichos límites. En todo caso, ¿es más
importante proteger la libertad que la fraternidad o la igualdad?

No toda sátira es permitida
La realidad nos muestra que ni toda burla es una sátira ni toda sátira es
permitida por la libertad de expresión. Ni siquiera en Francia. El ejemplo
más evidente de ello ocurrió dos semanas después de los asesinatos, cuando
un adolescente realizó una parodia sobre una caricatura anterior de
'Charlie Hebdo'[25]. La portada de 'Charlie Hebdo' en cuestión retrataba a
un musulmán siendo cosido a balazos mientras sujeta el Corán delante de su
pecho, siendo éste también agujereado por esas mismas balas. La portada
rezaba: "el Corán es una mierda, no detiene las balas". La portada satírica
creada por el adolescente parodiaba esa de 'Charlie Hebdo', caricaturizando
a un hipotético dibujante de 'Charlie Hebdo' sujetando un número de la
revista y diciendo: "'Charlie Hebdo' es una mierda, no detiene las balas".
Tanto una portada como la otra se referían a muertes reales: las de más de
mil egipcios a manos de la dictadura militar egipcia y las de doce
dibujantes de la revista francesa. Desde mi punto de vista, la sátira
original de 'Charlie Hebdo' era meramente ofensiva y, más allá de burlarse
de la muerte de dichos musulmanes y del Corán, no provocaba reflexión
alguna. Sin embargo, la parodia del adolescente era bastante aguda al jugar
con ironía y actitud crítica con la portada anterior, haciéndonos
reflexionar sobre el poco tacto que tuvo la revista en su día, haciendo
meditar a la sociedad francesa con esta sátira perspicaz sobre su previa
falta de tacto con los musulmanes. El caso es que este adolescente fue
detenido por apología del terrorismo. Una clara muestra del doble rasero de
la libertad de expresión en Francia.

Otro claro ejemplo de qué es y qué no es sátira ocurrió en Francia en 2008
y tenía al entonces Presidente Sarkozy como protagonista. La noticia
explica cómo primeramente Sarkozy insultó a un campesino espetándole un
"lárgate, pobre gilipollas"[26]. Meses después, otro ciudadano llamado
Hervé Eon apareció en un acto de Sarkozy con una pancarta donde se leía ese
mismo "lárgate, pobre gilipollas". Sarkozy demandó a Eon, que fue condenado
en los Tribunales franceses por ofensa al Presidente de la República, a una
multa de 30 euros exentos de cumplimiento. Sin embargo, Eon recurrió al
Tribunal Supremo, que denegó su recurso, y finalmente al Tribunal de
Estrasburgo. Esta vez sí, su recurso fue aceptado ya que «el insulto contra
Sarkozy entra dentro de la sátira política, puesto que el condenado había
utilizado una frase del propio presidente, ampliamente reproducida por los
medios de comunicación. En su sentencia, los magistrados de Estrasburgo
señalan que esa frase "no atentaba contra la vida privada o el honor del
presidente y no constituía un ataque personal gratuito contra su persona"».
Ahí está la clave de la sátira, no es gratuita, juega con algo más que el
mero insulto, ataca al satirizado con su propia medicina.

Otro claro ejemplo de que no toda sátira vale ocurrió en la propia revista
'Charlie Hebdo' en 2006, cuando uno de sus dibujantes, Maurice Sinet, fue
despedido por hacer supuestos comentarios antisemitas que aludían al hijo
del Presidente Sarkozy, quien antes de casarse con una mujer judía anunció
que se convertiría al judaísmo[27]. Según el dibujante, se convertiría al
judaísmo por intereses financieros y, por eso, apuntó con pretendido humor
que "el jovencito iba a abrirse camino en la vida". Fue denunciado por
asociar a los judíos con la riqueza, al ser ése uno de los estereotipados
argumentos empleados por los antisemitas. Ante su renuencia a disculparse
ante la poderosa comunidad judía francesa, fue despedido de la revista.
Dobles raseros como éste han llevado a muchos a pensar que cuando se
insulta a los musulmanes se trata de libertad de expresión, pero cuando se
insulta a los judíos es antisemitismo y delito. Al final, solo se trata de
que los judíos tienen cierto poder político en Francia, mientras que los
musulmanes no.

En España también tuvimos un caso famoso en 2007, cuando los dibujantes de
la revista satírica 'El Jueves' fueron multados con 3.000 euros por delitos
de injurias contra la Corona. La causa fue una portada, con motivo de una
nueva ley para fomentar la natalidad, en la que aparecían los entonces
príncipes de Asturias manteniendo relaciones sexuales[28]. Otro ejemplo
sería una revista que comparó a la Ministra francesa de Justicia,
Christiane Taubira, que es negra, con un mono. Quizá para los editores de
la revista pudiera ser una burla con cierta gracia, pero eso no quitó que
los tribunales multaran a la revista "Minute", al considerarlo una injuria
racial[29]. En este caso se emplea la lógica para concluir que la burla no
tiene beneficio alguno para nadie, protegiendo así a la persona atacada.

Sí a la blasfemia; no al odio, la discriminación o la violencia
Uno de los debates surgidos al respecto de los límites de la libertad de
expresión es el de la blasfemia. Los comentarios del Papa Francisco
levantaron muchas ampollas: «"No se puede provocar", dijo el Papa, "no se
puede insultar la fe de los demás. No puede uno burlarse de la fe. No se
puede"».[30] Lo cierto es que, según la ley, sí que se puede blasfemar.
Según una nueva revisión del derecho humano a la libertad de expresión
realizada por la ONU, en el artículo 48 se lee: «Las prohibiciones de
muestras de falta de respeto hacia una religión u otro sistema de
creencias, incluyendo leyes contra la blasfemia, son incompatibles con el
Tratado (de Derechos Humanos), excepto en las circunstancias específicas
especificadas en el artículo 20, párrafo 2, del Tratado»[31]. Dichas
excepciones se definen como: «toda apología del odio nacional, racial o
religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la
violencia estará prohibida por la ley»[32]. Según esto, se puede blasfemar,
pero hasta ciertos límites. Por eso considero que se ha estado mandado un
mensaje erróneo sobre la libertad ilimitada de ofender a las religiones -ya
puse como ejemplo a la Ministra francesa de Justicia-.

Me considero a favor del derecho a la blasfemia, creo que se puede criticar
a las religiones, pero reconozco la existencia legal de ciertos límites. El
problema es que estos son, como se puede imaginar, poco nítidos y bastante
subjetivos. Como expresa un artículo de opinión del diario El Confidencial
Digital: «Hay que tener claro que aunque para nosotros no resulta ofensivo
el dibujo de un símbolo religioso, para otras culturas puede ser algo
extremadamente ofensivo. ¿Está entonces amparado por la libertad de
expresión? Sí, lo está. La blasfemia está permitida por nuestra concepción
del derecho a la libertad de expresión, así como el ofender. Analizando el
tema desde esta perspectiva no se trataría, en todo caso, de una cuestión
legal sino deontológica: la clave es la autorregulación, la ética».[33]

En España, igualmente, el artículo 525 del Código Penal afirma que:
«incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender
los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan
públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de
documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen,
también públicamente, a quienes los profesan o practican»[34]. Si
entendemos "escarnio" con la definición del diccionario: "burla muy
ofensiva y humillante que se hace con intención de herir y ofender",
podríamos afirmar que algunas de las caricaturas de 'Charlie Hebdo' podrían
caer en este delito tipificado por el código penal español.

El dilema, de compleja solución, se abre cuando intentamos afirmar qué
caricaturas van más allá de la libertad de expresión y caen en el odio
religioso e incitación a la discriminación, tipificados como contrarios a
los Derechos Humanos de la ONU. Para comprender mejor lo que significa el
discurso del odio me remito a las definiciones dadas por el Consejo de
Europa: «Aquél que "cubre todas las formas de expresión que extienden,
incitan, promueven o justifican el odio racial, la xenofobia, el
antisemitismo o cualquier otra forma de odio basada en la
intolerancia"»[35]; y la definición de la Comisión Europea: «Aquellas
expresiones que intencionalmente difundidas impliquen (a) una incitación
pública a la violencia, el odio o la discriminación; (b) insultos y
difamaciones públicas contra personas o grupos de personas por razón de su
raza, color, lengua, religión, nacionalidad u origen nacional o
étnico»[36]. Tras leer estas definiciones parece obvio que el insultar
gratuitamente a los musulmanes constituye un delito de discurso del odio en
su vertiente de incitación a la xenofobia o promoción del odio religioso.

¿Fueron las caricaturas de 'Charlie Hebdo' promotoras del odio religioso?
¿Incitaban a la violencia? ¿Constituían un escarnio a ciertas creencias?
Desde 'Charlie Hebdo' promulgaban que no, que nunca cayeron en el discurso
del odio y que solamente realizaban un trabajo cultural[37]. La principal
defensa de 'Charlie Hebdo' es que siempre realizaron caricaturas de todas
las religiones, sin discriminar en sus ataques, por lo que no podría
acusárseles de islamófobos. Lo cierto es que insultar a todo el mundo por
igual no constituye una bondad que puede emplearse como excusa: habría que
analizar caricatura por caricatura para dilucidar si se sobrepasan los
límites del derecho a la libertad de expresión. Ardua tarea.
Me refiero, por poner un ejemplo concreto, a la caricatura en la que
aparece Mahoma desnudo, mostrando su trasero a un cámara de televisión y
preguntando: "y mis nalgas, ¿te gustan mis nalgas?", aparecida tras la
publicación de una película estadounidense abiertamente islamófoba[38]. En
mi opinión, dicha caricatura carece de humor irónico, de reflexión alguna,
de crítica constructiva posible, limitándose simplemente a la provocación
que busca la ofensa gratuita como mecanismo de atracción mediática. No creo
que se pueda considerar como sátira. Tampoco podría serlo aquella otra
caricatura en la que aparecía Jesucristo penetrando a la representación de
dios y siendo penetrado, a su vez, por la representación del Espíritu
Santo; como mofa un obispo contrario a los matrimonios homosexuales[39].
¿Es esto una sátira? ¿Provoca reflexión alguna? Más bien parece el
exabrupto fuera de tono de un adolescente que no sabe muy bien cómo llamar
la atención.

Apología del terrorismo
Anteriormente expuse el caso de un adolescente detenido al hacer una sátira
con una portada de 'Charlie Hebdo' que "no detenía las balas". ¿A quién
podía animar a cometer actos terroristas esa sátira? A nadie. Su sátira era
ofensiva, sí, pero aguda y, por tanto, legal. La etiqueta de "apología del
terrorismo" se empleó porque era un tema sensible que no interesaba a las
clases dominantes, ya que, quizá, perjudicaba el orden público o la moral
nacional. El problema sería que de admitir esto también sería admitir que
las caricaturas de Mahoma debieron ser sancionadas por esos mismos motivos.

También fue detenido por apología del terrorismo el humorista Dieudonné
-acusado de antisemita-, por supuestamente hacer apología del terrorismo al
decir «Yo soy Charlie Coulibaly»[40] -Coulibaly es el apellido del radical
que asesinó a una policía y a cuatro personas más en un supermercado judío-
. ¿No es eso acaso poner límites a la libertad de expresión? ¿A quién pudo
animar a cometer un acto terrorista con dicho comentario? Entiendo que sus
palabras no fuesen políticamente correctas en el contexto de
hipersensibilidad en las que fueron expresadas, pero no por ello dejan de
ser una mera opinión, una muestra de libertad de expresión. Seguimos viendo
que no todo vale en la libertad de expresión, que hay que analizar caso por
caso.
¿Acaso no podrían interpretarse los dibujos ofensivos para los musulmanes
como una manera de reforzar las ideas islamófobas? ¿No es posible que una
actitud de laicismo extremista promueva el odio religioso? Es un tema a
considerar seriamente por su innegable actualidad: en los últimos años
hemos vivido en Europa un crecimiento de los grupos de extrema derecha,
racistas y xenófobos, de la mano del discurso del miedo y el supuesto
choque de civilizaciones, que recuerda mucho a la dialéctica de la Guerra
Fría. Cabría preguntarse la finalidad pretendida por las caricaturas de
'Charlie Hebdo', cuando en su provocación gratuita lo único que logran es
denigrar a los musulmanes y reforzar las ideas de los islamófobos: ¿atenta
esto contra la fraternidad social y la seguridad nacional? No es
descabellado afirmar que sí.

Uno de los problemas que vemos en Francia es que la mayoría laica y
católica es la que disfruta de representación política, mientras que la
minoría musulmana se encuentra desprotegida en dicho sentido. Los
musulmanes no pueden dialogar en situación de igualdad con la mayoría. Así,
se advierte una falta de consonancia en la protección de la cultura, la
religión o la dignidad de los musulmanes, creando un clima de desconfianza
y división social que contribuye a que ciudadanos franceses caigan en las
manos del extremismo radical. Lo perverso de tal actitud es que la
separación entre la sociedad musulmana y no musulmana es en cierto modo una
victoria de los integristas, que buscan precisamente la confrontación con
occidente y el odio religioso como herramienta política con la que ganar
adeptos para su causa.

Los símbolos
Para los musulmanes, Mahoma es un símbolo religioso de importancia
extraordinaria, siendo ofensivo según su tradición el mero hecho de
representar su imagen. Digo esto sin caer en un punto de vista anclado en
el relativismo cultural: hay que respetar únicamente lo que sea digno de
ser respetado, algunas tradiciones musulmanas son aceptables, otras no. En
todo caso opino que sus valores tradicionales respecto a la figura de
Mahoma son respetables, en tanto que no hacen daño a nadie y, por tanto,
deberíamos ser tolerantes con ellos aunque no los compartamos. Al fin y al
cabo, nosotros también tenemos otros símbolos a los que idolatramos: en
España se multa con hasta 30.000 euros el ofender las banderas nacional o
autonómicas[41]. Esta es la base de la convivencia: respetar los valores
respetables del otro aunque no los compartamos.

Habrá quien diga que la libertad de expresión nos permite dibujar a quien
queramos, pues un simple dibujo no tiene la propiedad de ofender a nadie.
Pero esto ya se ha demostrado falso con los ejemplos anteriores y con la
explicación sobre la difamación y el discurso del odio. Aunque desde
nuestros valores eurocentristas laicos no entendemos que dibujar a Mahoma
pueda significar afrenta alguna -algunos piensan que Mahoma es una
invención religiosa-, cabe aquí recordar que Mahoma fue una persona real
que vivió y falleció y que, como personaje histórico real, también es
merecedor de respeto sobre su memoria como cualquier otro difunto. Hemos de
meditar de nuevo sobre nuestros valores y los valores de los demás: si para
los musulmanes es una grave ofensa el dibujar a Mahoma, ¿hay que respetar
sus valores o no? Yo pienso que sí, que hemos de esforzarnos por defender
los valores de cada uno de los pueblos siempre que dichos valores sean
respetables. De otro modo caeríamos en la exclusión social de los
musulmanes, «donde nuestras sociedades, autoproclamadas inclusoras, no
hacen otra cosa que reproducir esquemas exclusores, concibiendo como normal
los procesos de exclusión que perpetúan las desigualdades» (Valderrama,
Vila, Martín, 2012). No olvidemos que dicha exclusión social ha sido el
caldo de cultivo del fundamentalismo y el terrorismo ejecutado por
ciudadanos franceses en suelo francés.

Al hilo del respeto debido a los símbolos de cada cultura, me resultó
hilarante leer las declaraciones del Presidente Hollande respecto a la
quema de banderas francesas, en el contexto de las protestas tras la
portada de 'Charlie Hebdo' tras los asesinatos: «Preguntado por los
periodistas sobre las banderas francesas quemadas en las manifestaciones
desarrolladas en varios países, Hollande ha señalado: "No hemos terminado
con este tipo de comportamientos, habrá que castigarlos porque lo que
ocurre en Francia es intolerable, pero también en el extranjero"»[42].
¿Quiere esto decir que no hay por qué respetar los símbolos de los
musulmanes pero ellos han de respetar los nuestros? ¿No es una bandera un
simple icono cargado de valores al igual que lo es -desde un punto de vista
eurocentrista- la figura de Mahoma? Mientras no seamos capaces de aceptar
el desprecio de nuestros propios símbolos, tampoco deberíamos aceptar el
desprecio de los símbolos de los demás. O los protegemos a todos o a
ninguno, esa es la idea de la convivencia en igualdad y justicia.

Cada pueblo tiene sus valores, pero el concepto de pueblo ha cambiado de la
mano de la globalización. Ya no se puede argumentar que los franceses
defiendan sus valores franceses en su propio territorio francés y que los
musulmanes hagan lo mismo en el suyo. Para empezar, porque ya no existe una
unicidad en los valores franceses como tales, puesto que de la mano de la
globalización y la inmigración el 6% de la población francesa es ahora
musulmana y también constituyen parte de "los valores franceses". De otro
modo se reproducirán los ejemplos de ciudades como Marsella, que tienen un
33% de población musulmana y viven una ola de enfrentamientos, desigualdad
y fractura social[43]. El gobierno y la ley francesa están, por tanto, en
la obligación de defender los valores culturales -repito, únicamente los
que sean legítimos- de todos y cada uno de sus ciudadanos, dándose cuenta
de que los llamados "valores franceses" como mucho son "valores de una
mayoría de franceses".

La difamación
La difamación entendida como una comunicación, especialmente cuando es
falsa, con ánimo de dañar al derecho al honor o la dignidad de las
personas, está penada por ley. Podría aducirse que existe diferencia entre
la difamación contra un símbolo -aunque ya hemos visto que las banderas,
siendo otro símbolo, están protegidas contra dicha difamación- y contra una
persona real -aunque ya he aclarado que en concreto Mahoma fue una persona
real ya fallecida, y los fallecidos también tienen derecho a proteger su
memoria-, por lo que el problema surge a la hora de poder denunciar
difamaciones de religiones, así como gobiernos, naciones, etc.

En España tenemos un ejemplo reciente de difamación contra un partido
político. Se trata de la imputación del humorista Facu Diaz por hacer un
vídeo satírico en el que imitaba a un dirigente del Partido Popular
actuando siguiendo el vocabulario empleado por la banda terrorista ETA[44].
El delito era equiparar a un partido político con los terroristas. Este
hecho me recordó la primera caricatura violenta, que salió a la luz en 2005
en Dinamarca, en la que se dibujaba a Mahoma con una bomba con forma de
turbante[45], y que trajo consigo una ola de ira con cientos de muertos por
todo el mundo, así como un aumento de la islamofobia y el terrorismo. Tanto
el diario danés y 'Charlie Hebdo' -por su primera caricatura de 2006-
fueron denunciados por los líderes musulmanes europeos pero, según los
tribunales, las caricaturas no insultaban al Islam sino a los
fundamentalistas violentos[46]. Una extraña decisión cuando Mahoma es un
símbolo de todos los musulmanes y no solo de los fundamentalistas
violentos, lo que muestra: uno, el gran desconocimiento de los jueces sobre
la religión islámica; y dos, la nula protección legal que las minorías y
sus valores tienen en una sociedad que, paradójicamente, alardea de su
fraternidad e igualdad. ¿No tienen razón para sentirse difamados los
musulmanes que, efectivamente, se han sentido difamados? Si es delito
difamatorio el equiparar con los terroristas a un partido político, que no
deja de ser un grupo ideológico al igual que las religiones, ¿por qué no lo
es también el equiparar a una religión con los terroristas? En mi opinión,
debería serlo en tanto que supone una incitación a la discriminación y al
odio religioso sancionados por los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Respecto del problema de la difamación de las religiones ya advirtió Doudou
Diène, de la Comisión de Derechos Humanos sobre nuevas formas de racismo
contemporáneas, discriminación racial, xenofobia e intolerancia[47]. En su
informe, se muestra preocupado ante la expansión de una cultura contraria a
la religión y fuente de discriminación religiosa -la libertad religiosa es
un derecho humano fundamental-. «El documento de Diène contiene una
denuncia expresa del fenómeno creciente de la islamofobia; es decir, de la
discriminación, prejuicios y trato desigual del que son víctimas, en
Occidente, los musulmanes tanto a título individual como colectivo. La
llamada de atención de Diène está plenamente justificada, porque es
evidente que, a raíz del 11-S, se somete a los musulmanes a una sospecha
generalizada y que se tiende a percibirlos, en bloque y de manera
irracional, como enemigos de los valores de la democracia y los derechos
humanos»[48]. No creo que sea sensato responder a esta llamada a la
prudencia con una visión "secularista dogmática", animada por una "cultura
antirreligiosa" que no deja de ser otra ideología extremista más, un
ateísmo extremista, si se quiere. No se trataría, pues, de responder con
acusaciones de censura a la libertad de burlarse de las religiones, ni
tampoco de argumentar que se pretenden fomentar las religiones desde la
legislación estatal. En realidad, lo único que se pretende es evitar la
difamación ilegal que cae en el discurso del odio, así como en proteger el
derecho a la libertad religiosa y el honor de los creyentes. Eso no
contradice que se pueda seguir criticando a las religiones y burlarse de lo
que sea digno de ser satirizado.

Este que acabo de explicar es precisamente el discurso que suele salir a
colación cuando se entrevista a los dibujantes de 'Charlie Hebdo' y sus
acérrimos seguidores. Un ejemplo claro sería esta entrevista realizada en
2012 a Stéphane Charbonnier, cuando era director de la revista 'Charlie
Hebdo' -Charbonnier falleció en el ataque del 7 de Enero en París-, en la
que al ser preguntado por la violencia despertada a consecuencia de dibujar
a Mahoma «defiende a ultranza los dibujos de éste porque "si nos ponemos en
la cuestión de si tenemos derecho a dibujar o no a Mahoma, de si es
peligroso o no hacerlo, la cuestión que vendrá después será si podemos
representar a los musulmanes en el periódico, y más allá, si podemos sacar
seres humanos, etcétera". "Y al final, no sacaremos nada más, y el puñado
de extremistas que se agitan en el mundo y en Francia habrá ganado"»[49].
Salta a la luz en sus palabras el discurso demagógico, así como su forma de
azuzar el miedo contra los musulmanes y su supuesto deseo de coartar la
libertad de expresión.

Para empezar, no se trata de cuestionarnos si podemos hablar de esto o
aquello, sino de cómo podemos hablamos de esto y aquello sin caer en la
xenofobia o el odio religioso. Por otro lado, el problema a la hora de
dibujar a Mahoma no tiene nada que ver con que sea peligroso o no hacerlo:
sus palabras son solo un arma para despertar los orgullos patrio y étnico,
que parecen gritar en defensa de la valentía de los que insultan a los
musulmanes, sin plantearse siquiera si lo que esos "valientes" hacen es
legal o ético. No se trata de empeñarse a toda costa en no darles la razón
a los musulmanes argumentando que eso le daría la victoria a los
terroristas. Esa es una postura irrealista, obcecada, lejana a la justicia
y a la razón, cegada por el orgullo. Así pues, contradiciendo las palabras
de Charbonnier, reivindico que por supuesto que tenemos que plantearnos si
tenemos derecho o no a dibujar a Mahoma pero, más que eso, a cuestionarnos
si tenemos derecho a dibujar a Mahoma por motivos de odio e intolerancia.
Sugerir que ceder en esto nos llevaría irremediablemente a perder el
derecho a dibujar musulmanes y otros seres humanos es otra gran
manipulación emocional. Se pueden dibujar musulmanes y seres humanos, se
pueden incluso satirizar, pero no se pueden difamar. Ni se podían difamar
antes, ni se puede ahora, ni se podrá después de terminar con este debate
sobre las caricaturas de Mahoma.

El gran error de 'Charlie Hebdo'
La reacción de la sociedad occidental tras los atentados fue valiente y
unánime, un acto de repulsa contra el terrorismo, como muestran las
multitudinarias manifestaciones de condena. Sin embargo, se vio emborronada
por la portada que publicó 'Charlie Hebdo' tras los atentados, mostrando
una vez más a Mahoma con una lágrima de pena por lo sucedido y expresando
"todo queda perdonado". Esto fue un gravísimo error. ¿Pretendía acaso la
revista algo tan absurdo como concienciar a los terroristas sobre la maldad
de sus actos? ¿Cuál era su propósito? ¿Insultar nuevamente al musulmán de a
pie? ¿Buscar otra vez la respuesta violenta de los terroristas para apoyar
el discurso islamófobo?

Hubiera entendido que dibujasen a un terrorista de Al-Qaeda o el Estado
Islámico con una lágrima, o a alguno de los jefes de dichos grupos,
promotores del ataque. Pero la portada de 'Charlie Hebdo' era reincidir
irreflexivamente en una vinculación entre terroristas y Mahoma, un insulto
para toda la comunidad musulmana, 1.600 millones de habitantes, el 23% de
los habitantes del planeta, que no tenían nada que ver con los atentados.
Asociar a Mahoma con los terroristas demostró una carencia absoluta de
tacto, de fraternidad social, de sensibilidad. Lo tildaría incluso de
manipulación de la realidad, de acto directo de apología de la islamofobia,
de ataque contra la dignidad de los musulmanes, de búsqueda de venganza
contra las personas equivocadas. En su intento de ojo por ojo, de venganza
tras los crueles asesinatos, sacaron el ojo de la mayoría de los musulmanes
moderados pero no de los terroristas.

Por otro lado, el lema "yo soy 'Charlie Hebdo'" me pareció una manipulación
lamentable. Manipulación porque dejaba de lado a los policías asesinados y
a las víctimas del supermercado judío. Manipulación porque su pretensión
iba más allá de condenar los ataques y defendía el derecho a insultar a
Mahoma, escenificado en la nueva portada. Manipulación porque no permitía a
muchos musulmanes moderados adherirse al lema, creando aún más división
entre musulmanes y no musulmanes, alimentando a los partidos de extrema
derecha islamófobos, aliándose con la mayoría francesa laica pero dándole
una patada a la minoría musulmana. Gran parte de la comunidad musulmana
quiso solidarizarse y condenar los ataques, pero muchos se vieron frenados
por el lema "yo soy 'Charlie Hebdo'" unido a una nueva caricatura de
Mahoma: eso iba contra sus valores. Era un nuevo insulto que les debatió
entre condenar el terrorismo y condenar la nueva e innecesaria provocación,
entre maldecir a los terroristas o maldecir a los que ninguneaban sus
valores, tradiciones y símbolos. Así se vieron casos como el de la
delegación marroquí que acudió a condenar el terrorismo a las
manifestaciones de París pero que se retiró al ver las caricaturas de
Mahoma[50].

Una cosa es no sucumbir a los terroristas y otra muy distinta el seguir
obcecado con la estereotipada provocación de caricaturizar a Mahoma. Como
dijo el Ministro de Comunicación de Marruecos y portavoz del Ejecutivo
islamista moderado del Partido Justicia y Desarrollo, Mustafá El Khalfi:
"La redifusión de caricaturas del profeta nada tiene que ver con la
libertad de expresión sino que reaviva los sentimientos de odio contra el
Islam y los musulmanes"[51]. No es sensato empezar una guerra, del todo
absurda, entre balas y viñetas, entre terroristas y dibujantes, que no
llevaría a ninguna parte porque los terroristas no razonan y nosotros hemos
de demostrar nuestro mayor talante y raciocinio.

Los terroristas se mueven por el dinero y las ideas fanáticas de ciertas
personas con ansia de poder, viven del narcotráfico, del secuestro de
personas y los botines de guerra, pero se cuelgan la medalla del Islam para
parecer más respetables, aunque poco o nada tengan que ver con el Islam.
Por eso, cualquier asociación entre ellos y Mahoma es sólo darles un voto
de credibilidad, respaldar su discurso. Deberíamos ser más inteligentes que
los terroristas y no caer en su juego dividiendo nuestras sociedades por
motivos religiosos. La obcecación de unos y otros por no dar su brazo a
torcer es una muestra de irresponsabilidad, y la mayoría francesa que
abrazó la publicación con la nueva caricatura de Mahoma debería ser
consciente de que, aun pensando que con ello defendía la libertad de
expresión, estaba insultando a los musulmanes, dando la razón a los
islamófobos y creando esa división social que tanto ansían los terroristas.
Porque es la que les da de comer, la que les proporciona nuevos seguidores.
Esa última portada de 'Charlie Hebdo' dio la victoria a los terroristas,
grandes ganadores ante la respuesta ignorante de los franceses.

Los terroristas han sido los grandes ganadores, pero no los únicos. La
popularidad de François Hollande y Manuel Valls creció fuertemente en los
primeros días tras los atentados[52]. Lo mismo ocurrió con el Presidente
George Bush tras el 11S: su popularidad creció del 55% al 90%. Los
políticos conocen sobradamente cómo funciona el miedo en las mayorías y son
los primeros interesados en potenciar "los nacionalismos y populismos que
engarzan con la vieja tradición de rechazar al Otro como una imagen del
Mal"[53]. A los políticos les beneficia esta supuesta confrontación entre
civilizaciones, pues es la perfecta excusa para mantener sus políticas
intervencionistas en países ajenos, así como para mantener la mirada de sus
ciudadanos centrada en los enemigos externos y lejos de los problemas
internos. Los ataques han dado alas a los partidos de extrema derecha,
siendo evidente el caso del Frente Nacional de Le Pen al ser ganador de los
primeros comicios celebrados tras los atentados[54]. Apostando por el
caballo ganador, el gobierno francés de Hollande es también un gran
interesado en apoyar la actitud provocadora de 'Charlie Hebdo': donó un
millón de euros a la revista tras los atentados.
 
Los primeros perdedores han sido los musulmanes en general. Tras los
asesinatos de 'Charlie Hebdo' se produjo un recrudecimiento en los ataques
-incluso con bombas incendiarias[55]– y amenazas contra objetivos
musulmanes, ya fueran mezquitas, comercios o personas individuales. Un
total de 116 ataques fueron reportados a las autoridades en los días
posteriores a los asesinatos[56]. A consecuencia de esto, «Hollande ha
asegurado que los musulmanes "deben ser protegidos" […] "La laicidad
respeta todas las religiones". "Los actos contra los musulmanes, como el
antisemitismo, no solo deben ser denunciados, sino castigados con
severidad", señaló, para recordar que esa lucha contra la discriminación
por motivos religiosos debe ser "una causa nacional"»[57]. Lamentablemente,
los actos contra los musulmanes llevados a cabo por 'Charlie Hebdo' nunca
fueron denunciados y ahora vemos las consecuencias.

Pero la gran perdedora ha sido la sociedad en general. ¿A quién ha dañado
'Charlie Hebdo' con su empeño en ofender sin importar qué? Desde luego no a
los terroristas, que no dejan de ver aumentar sus seguidores, muchos de
ellos viajando desde Francia y otros países europeos para alistarse a sus
filas. Las caricaturas solo han dañado a la mayoría moderada musulmana y,
consiguientemente, a la sociedad en su conjunto. El empeño en mantener ese
hipotético derecho a ofender a Mahoma no ha sido positivo para nadie,
porque ni siquiera ha servido para proteger y mantener nuestros derechos de
libre expresión, que ahora se ven recortados con la excusa de defendernos
de la apología del terrorismo, sometido a un doble rasero tan burdo que
solo consigue echar gasolina en las llamas del odio entre culturas. Muchos
otros derechos van a ser recortados[58] en pos de protegernos de la amenaza
terrorista, dejando la lucha por la libertad de expresión en un discurso
hipócrita, en una mera zanahoria.

¿Qué función ha desempeñado esa última portada de 'Charlie Hebdo'? ¿Ha
hecho entrar en razón a los fundamentalistas? No, los ha incrementado en
fuerza y numero. ¿Han provocado los terroristas la fragmentación de la
sociedad o han sido los comportamientos islamófobos? ¿El huevo o la
gallina? Ambos tienen parte de culpa, pero lo innegable es la patente
fragmentación social. ¿Han defendido la libertad de expresión? No, la han
desvirtuado y utilizado en su propio beneficio. Lamento profundamente la
muerte de los dibujantes, al igual que condeno la actitud de los
extremistas radicales, pero también condeno la actitud previa y posterior
al atentado de los componentes de la revista 'Charlie Hebdo'. ¿Somos
conscientes de cuánto daño y división social se podrían haber evitado
condenando aquella primera caricatura difamatoria danesa en 2005? Por otro
lado, ¿qué han ganado nuestras sociedades con estas caricaturas, salvo más
división, violencia, odios y miedos? La violencia, en este caso cultural,
solo atrae a la violencia.

Soluciones
Una buena solución sería la de la Convención Americana sobre los Derechos
Humanos: «El ejercicio del derecho (a la libertad de expresión) no puede
estar sujeto a previa censura, pero sí a responsabilidades ulteriores, las
cuales deben estar fijadas por la ley y son necesarias para asegurar: a) el
respeto a los derechos o a la reputación de los demás, o b) la protección
de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral
públicas»[59]. En lo que se refiere al respeto de los demás, me hago eco de
las palabras de Manuel Arias Maldonado: «La sociedad más exitosa en esa
tarea, la norteamericana, en parte por ser en origen un país de emigración,
optó desde bien pronto por un modelo multicultural que acepta la separación
de las distintas comunidades como presupuesto para su pacífica convivencia;
un modelo bien distinto al laicismo republicano francés y que ha
desembocado, con el paso del tiempo, en una corrección política para la que
las caricaturas de Mahoma son menos una provocación que un insulto
innecesario.»[60]. Evitaríamos así que se utilice a Mahoma como herramienta
para atacar e insultar a los musulmanes pasando por encima de la ley.
Porque como dice Raúl Salazar, dibujante de 'El Jueves': "No. No voy a
dibujar a Mahoma. Dibujaré a los asesinos y a los fanáticos. Me reiré de
sus balas, de las 72 vírgenes que esperan encontrar despatarradas en el
paraíso, de la Edad Media en la que viven y de su propia Inquisición. Me
sobran chistes, sarcasmo e ironía para atacar su ignorancia y su limitado
sentido de la existencia"[61].

La educación social tiene la obligación de enseñar a los ciudadanos que los
problemas no se pueden juzgar en términos absolutos. Ni toda la labor de
'Charlie Hebdo' es positiva, ni todo lo contrario. Se ha de potenciar la
actitud crítica como método de no alimentar los extremismos, de crear una
conciencia global que trate de tener en consideración la opinión de los
demás y detectar también los errores propios y los aciertos ajenos. Solo
así podríamos haber detectado a tiempo las salidas de tono excesivas, desde
un punto de vista ético e incluso delictivo, de algunas de las caricaturas
de 'Charlie Hebdo'. No podemos olvidar que de cara a incluir la minoría
musulmana en nuestras sociedades interculturales debemos defender su
dignidad y honor en igualdad de condiciones con el resto de ciudadanos.
Para ello no es necesaria la censura ni la autocensura, sino la
autorregulación deontológica o, cuando proceda, la apropiada sanción
administrativa. Solo así mostraremos el respeto necesario para viabilizar
la convivencia entre culturas, al mismo tiempo que concienciaremos a toda
la sociedad sobre los límites reales que, de hecho, existen para la
libertad de expresión.


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[4] El Periódico, (2013). Francia denuncia a un alcalde por hacer apología
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[12] Russia Today, (2015). Un estudiante denuncia la hipocresía de algunos
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[13] Peña, C., (2015). La reforma del Código Penal, la 'ley mordaza', la
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[14] Modgi, (2015). Rajoy: «La libertad de expresión es para insultar a los
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[15] Naciones Unidas (1966). Pacto Internacional de Derechos Civiles y
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[16] Galtung, J., (2003). Tras la violencia, 3R: reconstrucción,
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[17] Nicolino, F. y Charb, (2015). ¡No, 'Charlie Hebdo' no es racista!
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http://www.elmundo.es/opinion/2015/01/07/54ad5cc1e2704e1c228b4594.html

[18] Úbeda, J. F., (2012). Francia cerrará embajadas y colegios en 20
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http://www.libertaddigital.com/internacional/oriente-medio/2012-09-19/la-
revista-satirica-charlie-hebdo-publica-caricaturas-de-mahoma-1276468931/

[19] E.M., (2015). 'Charlie Hebdo' el semanario satírico que irrita a los
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[22] Fernandez, Y., (2015). El terrorismo yihadista contra el Islam.
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[23] Manguel, A., (2015). En defensa de la sátira. 25/01/2015, de El País.
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[25] Martín, G., (2015). Arrestan en Francia a un adolescente por parodiar
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[29] Agencia Efe, (2014). Multan a un seminario por comparar a una ministra
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[30] Ordaz, P., (2015). El Papa sostiene que "la libertad de expresión
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[33] El Confidencial, (2015). Ataque a 'Charlie Hebdo': ¿Vale todo en la
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[35] Gutierrez, E. y Alcolea, G. El "discurso del odio" y la libertad de
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[36] Gutierrez, E. y Alcolea, G. El "discurso del odio" y la libertad de
expresión en el Estado democrático. Recomendación Nº 7 de la Comisión
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[37] Redacción BBC Mundo, (2015). Escritor de Charlie Hebdo: "¿Por qué no
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[38] Charlie Hebdo, (2012). Le film qui embrase le monde musulman.
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[39] Charlie Hebdo, (2012). Mgr Vingt-trois a trois papas. 01/02/2015, de
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[40] Cañas, G., (2015). El humorista Dieudonné, a juicio por apología del
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[41] C. G. y M. P., (2013). Ofender a España será multado con 30.000 euros.
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[42] Colpisa / AFP, (2015). Hollande defiende la libertad de expresión tras
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[43] Altares, G., (2015). El ideal republicano francés se estrella en
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[44] El Diario, (2015). La Audiencia Nacional imputa al presentador Facu
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[47] Diène, D., (2003). Racism in a changing world: arguments for an
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[49] Úbeda, J. F., (2012). Francia cerrará embajadas y colegios en 20
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[50]Agencia Efe (2015). La delegación Marroquí rechazó manifestarse al ver
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[51] Casqueiro, J., (2015). Censura a las viñetas y también a Ridley Scott
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[52] Teruel, A., (2015). Hollande recobra popularidad con la gestión de la
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[53] Álvarez, J., (2014). El temor al Maligno. 28/01/2015, de El País.
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[54] Cantón, E., (2015). El Frente Nacional gana la primera vuelta de unos
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[55] Agencia AFP, (2015). Dos ataques sin víctimas a lugares de oración
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[56] Agencia AFP, (2015). Francia: Aumentan ataques contra musulmanes.
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[57] Yárnoz, C., (2015). Hollande: "Los musulmanes son las primeras
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http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/15/actualidad/14213202
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[58] Reuters / Platiau, C., (2015). Francia adoptará medidas excepcionales
contra el terrorismo. 02/02/2015, de ABC. Sitio web:
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[59] Convención Americana sobre Derechos Humanos, (1969). Artículo 13 –
Convención Americana sobre Derechos Humanos. 31/01/2015, de Organización de
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[60] Arias, M., (2015). La maraña de espinas (I). 30/01/2015, de Revista de
Libros. Sitio web:
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[61] Salazar, R., (2015). Yo no voy a dibujar a Mahoma. 02/02/2015, de Un
respeto a las canas. Sitio web:
http://www.unrespetoalascanas.com/2015/yo-no-voy-a-dibujar-a-mahoma
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