Senderos para pensar la ciudadanía en la sociedad del conocimiento: retórica, dialogicidad y poder en el currículo universitario
Descripción
Senderos para pensar la ciudadanía en la sociedad del conocimiento: retórica, dialogicidad y poder en el currículo universitario
Ponencia presentada en el VI Simposio Internacional de Estudios Generales, Universidad Simón Bolívar, Caracas, Venezuela, 5 al 7 de noviembre de 2014. Maximiliano Dueñas Guzmán
El modo más común por medio del cual la gente entrega su poder es creyendo que no tiene ninguno. Alice Walker El debate público y la participación social son... fundamentales para la elaboración de la política económica y social en un sistema democrático. Amartya Sen Gran parte de las universidades del mundo expresa en alguno de sus estatutos un compromiso con la formación cívica de sus estudiantes. A modo de ejemplo, la Universidad Simón Bolívar (s.f.) afirma en su misión que busca “La formación sustentada en valores éticos de ciudadanos libres, líderes emprendedores, de alta calidad profesional y humana, orientados hacia la creatividad, la innovación, la producción, la sensibilidad y la solidaridad social”. La Universidad de Puerto Rico en Humacao (s.f.), institución en que laboro, afirma que “contribuye a la formación de ciudadanos con conocimientos y valores integrados que propician el fortalecimiento de la democracia participativa, sustentabilidad ecológica, justicia y equidad en la región oriental, Puerto Rico y el Caribe”. Esta relación que ambas instituciones reafirman es parte de la tradición histórica de la universidad. Tal como señalan los autores del texto, La universidad latinoamericana del futuro, en el sentido clásico democracia y educación eran prácticas
complementarias: “La educación del soberano, es decir, de la ciudadanía, era vista como condición para la vigencia de la democracia” (p. 331). Los autores critican, sin embargo, que en esta concepción tradicional se proponía una relación general, “sin atender demasiado la preparación directamente orientada al ejercicio de la ciudadanía, como participación en las decisiones colectivas sobre lo que a todos atañe” (p. 331, énfasis suplido). La reflexión que aquí presento es precisamente relacionada con esta preparación de estudiantes universitarios “directamente orientada al ejercicio de la ciudadanía” en la era que llamamos la de la globalización o sociedad del conocimiento. En otras palabras busco explorar la pregunta ¿cuáles son las características de la sociedad del conocimiento que ofrecen pistas para que las prácticas de enseñanza en las universidades contribuyan a la formación de ciudadanos/as en la sociedad del conocimiento? Esta exploración gira en torno a tres conceptos: retórica, dialogicidad y poder. Retórica y sociedad del conocimiento En un trabajo presentado en el V Simposio Internacional de Educación General había comenzado esta reflexión abogando por la necesidad de una integración transversal de la retórica en el currículo universitario, definiendo persuasión como sinónimo de persuasión política: “las personas intentan cambiar el parecer, el pensar, de otros apelando a su razón, a su pasión y a veces hasta a sus prejuicios” (Garsten, 2006, p. 3; mi traducción del original en inglés). En esta concepción, la racionalidad no es asumida, ya que el enfoque es el diálogo con el otro, desde sus emociones, razones y prejuicios. Aún más, tampoco se asume que se
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llegará a un consenso, ya que se reconoce que “el desacuerdo, la controversia y la disensión son parte lógica de la vida social y política” (Dueñas Guzmán, 2013, p. 4). Ivana Marková expresa esta idea a través de la siguiente afirmación: “La base de todo diálogo es la imposibilidad de un consenso total. Aún más, es esa falta de consenso lo que mantiene al dialogo vivo.” (2003, p. 81; mi traducción del original en inglés). La vastedad y continua expansión de la información y conocimiento son tal vez las características más relevantes de la sociedad del conocimiento. Para la UNESCO uno de los retos presentados por esta vastedad del conocimiento es la predisposición de instituciones de educación a enfocarse casi exclusivamente en respuestas tecnológicas. Para la UNESCO, el peligro es que estas respuestas tecnológicas se dan a expensas del desarrollo de destrezas analíticas y pensamiento crítico entre estudiantes (UNESCO, 2005, p. 21), destrezas muy afines a la retórica. El hecho es que hay una multiplicidad de afinidades entre la integración de la retórica—definida como persuasión política—al currículo y las características de la sociedad del conocimiento. El pensamiento de Amartya Sen, ganador del Premio Nobel de Economía nos ofrece una instancia paradigmática de estas afinidades. Este pensador, después de décadas de reflexionar y debatir sobre la teorías de desarrollo más comunes en esa disciplina llega a su propia concepción, la cual denomina desarrollo como libertad. En esta teoría Sen integra filosofía, particularmente la ética, historia y economía para abogar por una perspectiva en la cual los seres humanos, particularmente los sectores más marginados:
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...pueden configurar en realidad su propio destino y ayudarse mutuamente. No tienen por qué concebirse como receptores pasivos de las prestaciones de ingeniosos programas de desarrollo. Ellos mismo deben participar en el proceso de creación e implementación de los planes de justicia social. Para ello es necesario no sólo que puedan participar en el diseño de los planes sino en la formulación de las prioridades y los valores sobre los cuales se basarán los mismos. Existen poderosas razones para reconocer el papel positivo que desempeña la agencia libre y viable, e incluso la impaciencia constructiva. (citado en Edo, 2002, p. 24). Esta concepción lleva a Amartya Sen a privilegiar el debate social como espacio de desarrollo humano. “El debate público y la participación social son ... fundamentales para la elaboración de la política económica y social... (L)a libertad de participación no puede ser sino fundamental en el análisis de la política económica y social” (ibid. p. 24). Los autores del texto, La universidad latinoamericana del futuro, llegan a conclusiones similares a los de Amartya Sen, pero lo hacen invocando la antigua división entre trabajo intelectual y trabajo manual, y señalando cómo esta división comienza en la sociedad del conocimiento a tornarse precaria por primera vez en la historia: El nuevo papel del conocimiento está haciendo, por primera vez quizás, viable y necesario, lo que siempre fue deseable: erradicar definitivamente la ancestral divisoria entre una extensa enseñanza “intelectual” para pocos y una sumaria enseñanza “manual” para muchos. Esa divisoria se remonta a
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los orígenes mismos de la civilización ligados a la aparición de ciudades y de la escritura, así como a la generación de un cierto excedente económico y su control por minorías, y al surgimiento del Estado, de las clases sociales y de la gran separación entre las mayorías obligadas al trabajo manual subordinado y las minorías dirigentes (2000, p. 340). Dialogicidad y retórica Si nos elevamos a un nivel mayor de abstracción, dejando a un lado la sociedad del conocimiento, podemos explorar la obra de Ivana Marková, psicóloga social, la cual también nos lleva a valorizar la integración de la retórica en el currículo de educación general. Marková, particularmente a través de la elaboración del concepto de dialogicidad (que ella distingue del dialogismo, el cual se limita a ser una epistemología de las ciencias humanas, Marková, 2003, p. 88) establece que la mente humana piensa y comprende al mundo desde el alter-‐ego (el otro) y crea realidades sociales en términos del otro. O sea que para Marková la dialogicidad es tanto una ontología como una epistemología del ser humano: “Si la relación ego y alter (y para ella ese otro siempre es en plural—otros) es ontología de la comunicación, y por extensión, ontología de la mente humana, entonces es la dialogicidad la que genera la variedad de formas de pensar y comunicar” (p. 85). Según Marková, la forma más prevalente de manifestación de la dialogicidad es el pensar en antinomias, o en oposiciones, y gran parte de su texto, Dialogicidad y representaciones sociales, está dedicado a evidenciar esta prevalencia de antinomias en el pensamiento. La oposición ego-‐alter es la instancia principal de esta prevalencia de antinomias en el pensamiento humano. Además esta es por
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definición multifacética y apuntalada por la heteroglossia—la convivencia de voces o pareceres—al hablar y la polifacia cognitiva—la convivencia de diferentes saberes y racionalidades—al pensar. Si aceptamos los argumentos de Marková, que la mente humana surgió y vive en y a través del diálogo y que gran parte del pensamiento se da a través de oposiciones, tenemos que reconocer—y esto ella misma lo señala—que el conocimiento humano, la racionalidad humana nunca puede ser individual, tiene que ser colectiva o dialógica. Y este reconocimiento del diálogo en la formación y existencia del pensamiento humano nos lleva de nuevo a cuestionar si y cómo la universidad está preparando ciudadanos para la sociedad del conocimiento con la capacidad para la retórica, el debate persuasivo o, lo que yo entiendo como equivalente, la conversación o comunicación elaborada con y desde el punto de vista del(os) otro(s). Poder y retórica
Una característica de la sociedad del conocimiento que se ignora con
frecuencia es la de la desproporcional desigualdad que esta alberga y promueve: en la actualidad, según la UNESCO, el 20 por ciento de la población mundial monopoliza el 80 por ciento de los recursos planetarios (2002, p. 22). A esto habría que añadirle la observación sobre la relación tradicional entre la universidad y los grupos de poder: En su ya muy largo derrotero, las universidades han mantenido relaciones complejas con los poderes constituidos, a los que incluso han adversado en ciertos tiempos y lugares. Pero parece justo decir que, por lo
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general, los han servido a la vez que se han servido a sí mismas, suministrando especialistas, ideologías y tecnologías a los sectores dirigentes, ofreciendo vías para el ascenso social y constituyendo un sector sociocultural bastante privilegiado y a menudo cerrado, que no pocas veces mereció ser conocido como la casta universitaria (Arocena & Sutz, 2000, p. 340). Como actor social, la universidad en la sociedad del conocimiento tiene entonces que cuestionarse cuál es su relación con los poderes constituidos, con los esfuerzos por crear contrapoderes y si continúa o no contribuyendo a la creación de la casta universitaria. En mi opinión quien mejor ha analizado el poder social en la sociedad del conocimiento es Manuel Castells en su texto, Comunicación y poder. Por poder Castells entiende la capacidad relacional que permite a un individuo, organización o institución influir de forma asimétrica en las decisiones de otros actores sociales de modo que se favorezcan la voluntad, los intereses y los valores del actor que tiene el poder. El poder se ejerce mediante la coacción (o la posibilidad de ejercerla) y/o mediante la construcción de significado partiendo de los discursos a través de los cuales los actores sociales guían sus acciones (p. 33). Si obviamos la coacción, podemos concluir que la retórica es una forma de ejercer poder pues es a través de ella que logramos la construcción de significados por medio de los cuales los actores sociales guían sus acciones.
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Lo que es particular del poder social en la sociedad del conocimiento es que este se ejerce a través de redes. Para crear contrapoderes, Castells nos incita a fomentar el diálogo y proliferar la comunicación desde nuestras realidades, intereses y valores: desarrollando redes independientes de comunicación horizontal, los ciudadanos de la Era de la Información son capaces de inventar nuevos programas para sus vidas con los materiales de sus sufrimientos, miedos, sueños y esperanzas. Construyen sus proyectos compartiendo su experiencia. Subvierten las prácticas de la comunicación tradicional ocupando el medio y creando el mensaje (p. 552). Para concluir, la sociedad del conocimiento representa retos significativos para la universidad en general y el currículo de educación general en específico. Desde la educación general se pueden tirar puentes que permitan que las misiones de las universidades que afirman la construcción de valores cívicos y democráticos, lleguen hasta las especificidades de esta ciudadanía, de modo que los egresados conozcan las teorías y prácticas de la retórica, la dialogicidad y el poder.
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Referencias Arocena, R. & Sutz. J. (2000). La universidad latinoamericana del futuro. Ciudad México: Unión de Universidades de América Latina. Castells, M. (2009). Comunicación y poder. Madrid: Alianza Editorial. Edo, M. (2002). Amartya Sen y el Desarrollo Como Libertad/La viabilidad de una alternativa a las estrategias de promoción del desarrollo. Tesis de licenciatura, Universidad Torcuato di Tella. Recuperado de http://www.amartya.org.ar/images/stories/amartya_sen_el_desarrollo_com o_libertad.pdf Dueñas Guzmán, M. (2013). Hacia una revalorización de la retórica en el currículo de educación general. Ponencia presentada en el V Simposio Internacional de Educación General, , UPR, Recinto de Río Piedras. Recuperado de http://www.academia.edu/7465645/ retorica_y_educacion_general Garsten, B. (2006). Saving persuasion A defense of rhetoric and judgement. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press. Marková, I. (2003). Dialogicality and social representations. New York: Cambridge University Press. United Nations Educational, Scientific and Cultural Organization (UNESCO). (2005). Towards knowledge societies. Paris: UNESCO. Universidad de Puerto Rico en Humacao. (s.f.). Misión y visión recuperado de http://www.uprh.edu/mision.htm Universidad Simón Bolívar (s.f.) Misión y visión recuperado de http://www.usb.ve/
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