Seda y sederias en Logroño en el siglo XVI

July 24, 2017 | Autor: Brumont Francis | Categoría: Silk Industry
Share Embed


Descripción



83

Seda y sederías en Logroño en el siglo xvi Francis Brumont* Universidad de Toulouse

Hace más de medio siglo, Diego Ochagavía publicaba en la revista Berceo una «historia riojana de la sericicultura», que pasó algo desapercibida, de manera que la Rioja no forma parte de la amplia nómina de los lugares en los cuales tuvo fama tal actividad1, a pesar de que este autor traía a colación unos datos interesantes y fehacientes de su importancia en una zona en que, es justo reconocerlo, la producción de vino esconde un poco lo demás. Entre otros documentos, mencionaba dos mandamientos del corregidor de Logroño: uno del 2 de junio de 1572, que prohibía bajo fuertes penas «que se hurte morera en los términos de la Ciudad, por cuanto en ella se cría mucha seda, y muchas gentes la hurtan en el campo»; el otro de 26 de mayo de 1573, imponiendo una multa «al que tomase hojas de morera en las heredades de la Ciudad y su término». También citaba una real provisión de Felipe II, sin fecha, que mandaba a los sederos «que mezclasen entre otras sedas del reino una quinta parte de la que se produce en la Rioja, porque con ella se mejoran * Framespa, Universidad 1 Ochagavía Fernández,

de Toulouse-Le Mirail. D.: “Historia riojana de la sericicultura”, Berceo, 23, 1952, pp. 253-270, donde publicaba de nuevo parte de sus «Notas para la industria textil riojana», Berceo, 3, 1947, pp. 251-257; para una bibliografía reciente, donde se citan los centros sederos más importantes en el siglo XVI, G. Navarro Espinach: «El arte de la seda en el Mediterráneo medieval», en La España Medieval, 27, 2004, p. 10.

84

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

las telas»2. Aunque no pensaba el bueno de don Diego que este último mandamiento se podía interpretar a la inversa, o sea, que no siendo de tal calidad dicha seda, unos riojanos influyentes en la Corte (donde no faltaban) obtuvieron esta provisión para dar salida a la producción local. D. Ochagavía señalaba también, recogiendo datos de Larruga y otros, la permanencia del cultivo de la seda en el siglo XVIII en algunos pueblos y un intento de restauración de la industria sedera a principios del XIX por parte de la Junta de Comercio3. Don Antonio Regás, encargado por dicha Junta de la tal restauración recordaba en 1807 en su discurso a los riojanos que los archivos de los cabildos y parroquias demuestran «cuanto provecho sacaban los diezmos en otros tiempos de este fértil arbitrio» y añadía: «todo concurre a demostraros hasta la evidencia que este país [la Rioja] prosperó con la cosecha y beneficios de aquel precioso culto» 4. Pero, a pesar de estas evidencias, el estudio de la sericultura no pasó más adelante hasta hace poco: sólo hay que señalar la media página que le dediqué en la Historia de Logroño, publicada en 19945, cuando hay abundante prueba documental de esta actividad ya desde el siglo XVI, como puede ser la presencia en Logroño de un artesanado dedicado a la producción de sederías, favorecida por la fuerte demanda de tales productos por parte de las clases privilegiadas de la ciudad. No obstante, la historia de estas actividades no deja de plantear problemas, como el de los orígenes de la producción de seda y desarrollo del artesanado, también saber la importancia que adquirió éste, conocer los procesos de producción y su evolución a lo largo del siglo. Un estudio de esta índole no puede prescindir de la fuente notarial, siendo necesario un amplio rastreo de los protocolos de la ciudad, donde están esparcidas las referencias a la producción de seda, de sederías y, mucho más numerosas, al consumo de tejidos de seda. En lo que toca a la producción tenemos la suerte de poder ayudarnos con un pleito acerca del diezmo de la seda que aporta gran número de datos acerca de los inicios de esta actividad6.

2 Ochagavía Fernández, D.: Historia, op. cit., pp. 253-254. 3 Idem, p. 254 y s. 4 Idem, p. 265; sobre el diezmo de la seda, Ibáñez Rodríguez,

S.: El Pan de Dios y el Pan de los Hombres. Diezmos, primicias y rentas en la diócesis de Calahorra (ss. XVI-XVIII), Logroño, Universidad de la Rioja, 1999, p. 70. 5 Sesma, J. A. (coord.): Historia de la ciudad de Logroño, Logroño, 1994, tom. III, p. 135. 6 Archivo Diocesano de Pamplona: Cartón 17, n° 16 (1547).

Francis Brumont

85

1. Producción Este amplio documento (más de 320 folios) nació de la voluntad del cabildo, dignidades, beneficiados y otros miembros del clero logroñés de beneficiarse del diezmo de la seda producida, según ellos, en gran cantidad en la ciudad. Este pleito sigue, en grado de apelación, a otro, en primera instancia, que tuvo lugar ante el provisor de Calahorra en 1544, cuya sentencia se pronunció el 12 de marzo de este año (f ° 88). Otras sentencias en varios grados siguieron a esta primera (10-IX-1545, 29-VII-1546), en las cuales los acusados fueron condenados a pagar el diezmo de los capullos de seda según varias modalidades que veremos más adelante (f ° 113va). Interesará también saber que, al tenor de este pleito, se revisa el modo de diezmar de otros muchos productos, como son las hortalizas, los melones (que al parecer han salido de la huertas donde tradicionalmente no se diezmaban para ser cultivados en piezas de una o más fanegas), frutas en general y uvas de viñas altas o parras («uvas alzaderas»). La primera enseñanza de este pleito es la gran cantidad de personas inculpadas, o sea, de vecinos que tienen morales y producen seda: una primera lista de acusados contiene 73 nombres, la mayoría de la elite de la ciudad (f ° 92va), y una segunda se añade poco después donde contamos 214 nombres más (f ° 96va); en total 287 vecinos implicados en el cultivo de los morales y/o cría de gusanos, una proporción nada desdeñable en una ciudad que contaba entonces con unos dos mil vecinos, de manera que en sus demandas el clero pretende que se han plantado más de 80 000 pies de morales (f ° 41), ¿pero desde cuando?. A esta pregunta, es mucho más dificil contestar a pesar de ser del máximo interés. En principio, si nos atenemos a las demandas del clero, parece sencillo: en la segunda pregunta de la segunda serie se nos dice que «de diez años a esta parte [1547] se an puesto y plantado en los términos de la dicha ciudad […] muchas heredades todas de morales para hazer seda» (f ° 41). Algunos testigos dicen diez o doce años conforme a la pregunta que se les hace, pero uno de ellos, Juan de Laguna, de 60 años, añade «que puede haber trenta años de tiempo poco más o menos que uno llamado Joan Alonso, escribano, y Enciso, el de la plaza […] hazían seda y criaban gusanos de la oja de los morales» (f ° 311va). Unos treinta años, o sea alrededor de 1520, y no 1535 o 37 como decían los demás. En realidad, parece ser que muchos tenían algunos morales, a veces sólo por las moras (f ° 269), y que algunos por entonces pudieron aprovecharse de la hojas para empezar a criar gusanos. Poco a poco se desarolló esta actividad que conoció gran fervor a partir de los años treinta, lo que indujo al clero a pedir el diezmo de la seda que no le había interesado cuando se criaban sólo en las huertas. Y es que el cultivo de los morales conoció una evolución notable en estos quince o veinte años: primero, algunos pies en las huertas, después se echaron en montes estériles o tierras poco productivas, eso por parte de miembros de la oligarquía urbana: «ha bisto que

86

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

uno llamado Librán y Diego de Ribera y Francisco de Nabarrete y Antonio de Yanguas han plantado muchos morales en unas heredades en el término llamado cucardel, las quales heredades eran muy flacas y estériles» (f ° 305). Luego, se plantaron en las mejores tierras: «algunos vezinos de la dicha ciudat han plantado morales en tierras estériles y liecas que no solían traer pan ni vino […] y que ha visto otros muchos que han plantado en tierras fértiles y fructíferas» (f ° 316). Un cultivo bien cuidado con riego y estiércol (f ° 305), lo que permite echar entre los morales muchas hortalizas: cebollas, arbejas, rábanos, melones… (f ° 296); o sea, un cultivo intensivo, favorecido por el hecho que la mayoría de las tierras de la ciudad son de regadío. Este desarrollo conllevó unas consecuencias sobre las cuales no están de acuerdo los testigos: unos pretenden que ha beneficiado a las vides y a los panes porque se ensancharon las superficies regadas y estercoladas y que se sembró entre los morales (f ° 44va). Otros, al revés, dicen que ha bajado la producción de pan y de vino, que los morales dañan a las viñas: «el fructo dellas viñas mejor viniera sin ellos» dice uno (f ° 278), y el otro sentencia: «todo árbol daña a toda viña» (f ° 297va). Pero no se trata sólo de morales y de seda: en estos años se producen los inicios de un profundo cambio en la agricultura logroñesa, caracterizada por el desarrollo de cultivos especializados con destino al mercado: hortaliza, fruta, vino…; de ahí que los testigos mezclen en sus deposiciones melonares y moraledas porque estos cambios son concomitentes7. Así lo declara el cura Pedro de Rabanera: «muchas de las piezas que se sembraban de pan y fueron viñas primero están puestas de morales, y otros ocupan con melonares y de cebollas y garbanzos y arbejas y otros siembran alcalcer» (f ° 174va). El desarrollo de las huertas, según confirma otro testigo, Juan Fernández de Uruñuela, de 60 años, se hizo primero descepando viñas y después en tierras blancas (f ° 152). Otros no descepan las vides, sino que plantan morales en los límites de las parcelas o entre las viñas, o en llecos, en todo lugar donde cabe un pie de moral. Así lo cuenta Diego de Albelda el viejo: «tenía una heredad … en la parte llamada ataxos, la qual por ser tierra flaca y estéril no la solía sembrar escepto sino de cinquo o seys años una vez y entonces cogía poco fruto y que aquella se la dio a un hijo suyo llamado Diego de Albelda el moço para plantar morales … y por respeto de los dichos morales suelen poner cebollas, arbejas, rábanos y melones», añadiendo, para que no olvidemos que estos testimonios no son neutrales sino interesados, «y que assí se suele azer más diezmo a los clérigos» (f ° 296). Otros no dudan en quitar frutales como Francisco de los Arcos Galbarros que tenía una huerta con muchos árboles 7 Sobre

la evolución de la agricultura logroñesa en el siglo XVI, vid. Ibáñez Rodríguez, S.: Historia de Logroño, tom. III, pp. 146-153; también Ibáñez Rodríguez, S. y Alonso Castroviejo, J. J.: «Especialización agraria en el Alto Ebro (la Rioja). La cultura del vino, 1500-1900», Brocar. Cuadernos de Investigación Histórica, 20, 1996, pp. 216-218.

Francis Brumont

87

donde ha plantado morales y ahora (1547), a pesar de tener ya 65 años, tiene previsto quitar toda esta arboleda para poblar su huerta con morales; en su opinión, la razón de esta locura por los morales es bien sencilla: «les parece ques más provechosa grangería lo de la seda… porque la fruta falta muchos años y la oja nunca falta» (f ° 130va). Todo este proceso está resumido en una pregunta presentada por los curas: « de pocos años a esta parte se han decepado muchas viñas y se han ocupado muchas huertas para hortalizas y fructales y se siembran muchas heredades todas de hortaliza y melones … syn que de las tales heredades se saque ni coja otro fructo más de hortaliza o fructa verde» (f ° 42). Se trata de un cambio profundo: el paso de una agricultura de subsistencia, donde cada uno cogía para comer pan, vino y frutas y vendía muy poco, a otra destinada al mercado. Estos cambios se reflejan en el desarollo de nuestros pleitos porque, en un principio, según se desprende de la sentencia de 1545 (f ° 113va), sólo se trataba del diezmo de los frutos tradicionales (pan y vino, animales, legumbres) y del de la seda. Pero después se trató también del diezmo de las hortalizas y frutas cuyo desarrollo, a expensas de los demás cultivos, dañaba a los curas, mayormente cuando pocos años antes parroquianos y clérigos habían firmado una concordia según la cual los vecinos llevarían el diezmo a los hórreos y lagares de los clérigos, cuando antes, como lo mandan los cánones, éstos tenían que ir a buscarlo a los campos, y mediante este favor sólo se dezmaría en adelante pan y vino (f ° 43). No se puede decir que este acuerdo indujera el cultivo de fruta y hortalizas, porque si no hubieran tenido salida al mercado no se hubiera desarollado tanto dicho cultivo, pero es cierto que lo favoreció en una coyuntura de diversificación del consumo urbano. La rapidez del cambio aparece en esta reflexión de un testigo, al hablar de la concordia: «a la sazón, dice, no había melonares en piezas que no trayan otro fruto sino melones como agora los ay, porque en la huerta ponyan los melones» (f ° 276va). «A la sazón», o sea, hace sólo quatro o cinco años, cuando se firmó la concordia. Pero volvamos a la producción de seda: en este caso también los testigos no son unánimes, lo que se entiende si recordamos lo que se juega en el pleito. Unos tratan de demostrar que es una actividad agrícola bastante fácil, que la seda es fruto de la tierra; otros que es una actividad muy costosa y muy semejante a una actividad industrial, que no se debe pues diezmar. Los primeros pretenden diezmar la seda (y no la hoja) «que solamente con la oja que de los dichos morales comen los dichos gusanos sin otra industria, se azen y crian con los mismos gussanos los capullos de donde se aze la dicha seda» (f ° 40). Lo que matiza un testigo: «sin otra costa e industria, excepto que se ha de tener vigilancia de darles oja nueba y quitarles la vieja, y limpiarles y ponerlos en lugares seguros de truenos porque ha oydo dezir que les haze daño» (f ° 177). Y otro testigo, Francisco de Casalla, añade: «un hermano suyo llamado Alonso de Casalla ha criado gusanos y hecho seda comprando la hoja y ha visto que tiene siete, ocho y diez mujeres y el mesmo con su familia por quinze o veynte

88

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

días dando de comer y recaudo a los dichos gusanos y braseros de carbón para tenerlos en caliente» (f ° 317va). De manera que si el plantar los árboles y cuidarlos genera pocos gastos, no así la cría de los gusanos, muy costosa en mano de obra. Así lo declara también otro testigo, extranjero sin duda, llamado Diego David: «ha visto hazerla y criarlos en principal a unos llamados Francisco Benyto, y Libran y Francisco Navarrete y ha visto que traen mucho embaraço, costa y trabajo al tiempo que la hazen con moços y moças trayéndoles oja y ramos» (f ° 307). También parece que entre los primeros que se lanzaron en hacer seda, hubo algunas mujeres: «puede haber doce años de tiempo, poco más o menos, que principiaron a hazer seda en alguna poca cantidad la madre de Diego de Alonso8 y la de Francisco de Nabarrete y Francisco Benyto y que después ha visto que muchos vezinos de la dicha ciudat se han dado a plantar morales y hazer seda» (f ° 297va). Es probable que Francisco Benito fuera él que más producía porque fue condenado a pagar diezmo y tuvo que entregar una madeja de seda, aunque no se nos dice la fecha de la sentencia (f ° 154va). El último reto sería valorar la importancia de la producción sedera a mitad del siglo XVI. Dado el caracter judicial del documento, que implica que nadie diga la verdad, es muy difícil; sólo podemos señalar que dicen que se produce unas 200 libras de seda (f ° 157va), pero desconocemos si es poco o mucho. Logroño no era el único lugar donde se criaban gusanos: en el mismo pleito se citan otros pueblos riojanos donde se dezmaba la seda: Enciso (f ° 111va), Anguiano (f ° 128va), Leza y Soto (f ° 138), Arnedillo (f ° 158), Viguera (f ° 153va), a los quales se podría añadir pueblos cuyos vecinos vendían seda en Nájera o en Logroño; Anguiano ya citado en el pleito9, Ribafrecha10, Nalda11, Jubera12, Agoncillo13 o Matute, sin duda el lugar donde esta actividad era la más importante14. A veces, los productores de seda de Logroño compraban hoja a vecinos de estos pueblos (f ° 176) o de la misma ciudad, tal y como aparece en las diferentes modalidades de dezmar que contemplan las sentencias de los pleitos: los que tienen morales propios pagan el diezmo de los capullos, los que compran la hoja o arriendan los

Se trata de la mujer del escribano Juan Alonso, ya citado que, según otro testigo, empezó a criar gusanos veinte años antes (f° 142). 9 Archivo Histórico Provincial de Logroño: Protocolos Notariales, leg. 481, f° 6 (1-X-1550), leg. 486, f° 24va (12-V-1561). En adelante, para los documentos procedentes de este fondo archivístico, sólo citaré el número del legajo. 10 Leg. 500, f° 78va (18-IV-1562), leg. 502, f° 340va (12-II-1567). 11 Leg. 481, f° 37va (21-IV-1551), leg. 505, f° 411 (25-X-1575). 12 Leg. 481, f° 39 (29-IV-1551). 13 Leg. 526, f° 135 (1-VI-1571). 14 Archivo Histórico Nacional: Clero, lib. 6153 (1565), lib. 5948 (1568), lib. 5941 f° 4 va, f° 99 va (1598), lib. 5943 (1597), lib. 5947 (1597); también, Archivo General de Simancas: Expedientes de Hacienda, leg. 150, n° 71: «cogen un poco de seda» (1586). 8

Francis Brumont

89

morales pueden descontar los gastos de compra y renta15 y los que venden la hoja pagan el diezmo del precio de venta (f ° 113va). Y, de hecho, los contratos que figuran en los protocolos notariales no contradicen estas informaciones. Muestran la importancia que se da a la hoja de los morales: muchos vecinos arriendan sus huertas exceptuando la hoja16; otros arriendan la hoja de sus morales a criadores de gusanos17; otros, en fin, dan a criar gusanos a medias, entregando la simiente y la hoja y recibiendo la mitad de los capullos18. Un ejemplo de las actividades sederas de los miembros de la elite logroñesa nos lo dan las cuentas de doña Isabel de Yanguas, viuda de Jerónimo Jiménez d’Enciso y mujer del señor Lope de Navarrete, cuentas que cubren el año 157419. Tenía 19 piezas de morales que unos criados tienen que podar en febrero, cuya hoja se vende en parte por un centenar de reales, pagando diezmo, y otra parte se utiliza en casa para los gusanos, llegando a producir 20 libras de seda, vendida a 17 reales y cuartillo cada una, el diezmo de las cuales se pagó en dinero. Sus herederos siguieron con el negocio como se ve en el inventario de su nuera, doña Isabel de Porres, viuda de Diego Jiménez d’Enciso, realizado en 1596: daba gusanos a criar a un vecino de Soto y tenía dos libras de capullos de seda en su despensa 20. En suma, tenemos una actividad que empieza en los años 1520, de manera muy modesta, de manos de algunos pioneros, continúa unos diez o quince años antes de conocer un verdadero «boom» a partir de mediados de los años 30, coincidiendo con el desarrollo de una agricultura especulativa basada en la producción de vino y de hortalizas y dirigida hacia una ciudad en expansión, la cual a su vez puede proporcionar mano de obra adicional y el mercado que necesitan. Y, teniendo la materia prima en casa, nada más natural que valorarla en la misma ciudad como empezó a hacerse en estos mismos años.

2. Transformación Es muy difícil saber cuando empezó el artesanado de la seda en Logroño: la más antigua mención es de mitad del siglo (1551) y se refiere a la compra por un mercader de Nájera

15 Lo que, una vez más, está en total contradicción con los cánones para los cuales el diezmo se toma siempre

sobre el producto bruto.

16 Entre otros ejemplos, leg. 480, f° 342va (19-VIII-1548); leg. 488, f° 527 (10-I-1568); leg. 504, f° 104 (15-

IX-1572) y 509 (11-VII-1574); leg. 510, f° 429 (3-I-1585). 350 (30-X-1584). 217 (7-IV-1562). 132. 100 (27-III-1596).

17 Leg. 510, f° 18 Leg. 501, f° 19 Leg. 506, f° 20 Leg. 515, f°

90

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

de 20 varas de terciopelo de pelo y medio de Logroño21. Esto significa que dicha actividad está ya instalada en la ciudad, podemos decir, desde los años 40, quizás un poco antes. Después de esta fecha se multiplican los testimonios, lo que permite apreciar que, como en muchos lugares, los extranjeros desempeñaron un papel notable en el desarrollo de este artesanado. Y ya en lo que atañe a la producción de seda: en el pleito de los diezmos se dice que es un «hombre de Granada» quien empezó a producir seda en Anguiano (f ° 128va), y se nota que muchos de los testigos conocen lugares productores o han vivido en estos pueblos: Cristobal de Calahorra en Guadix en 1525 y 1526 (f ° 133va), el cura Pascual de Azagra cinco años en un pueblo de Toledo (f ° 142va), Francisco Sáez d’Enciso, cinco o seis años en Italia (f ° 276va), y otros en pueblos de la comarca donde se empezó a criar gusanos antes que en Logroño. Como para toda novedad, los adelantos de la seda se hicieron imitando a los de fuera y después a los pioneros en la misma ciudad. Los primeros tejedores o torcedores de seda vinieron de lejos, a veces de muy lejos; en el contrato más antiguo que conozco se unen en la misma escritura los nombres de Valencia y Córdoba. El 20 de marzo de 1555 se juntan dos logroñeses, Antonio de Viana el mozo y Juan Martínez Enciso con Andrés de Valderrama, vecino de Córdoba, y dicen que un socio suyo, Francisco Ruiz, estante en Valencia, «escrivió una carta a los dichos … sobre cierto asiento que el dicho Andrés de Valderrama avia de tejer y trabajar para los dichos». O sea, supongo, que Valderrama se encontraba en Valencia donde fue contratado por Francisco Ruiz. En este contrato Andrés de Valderrama «se obliga de tejer y tejera quatro anos cumplidos para los dichos … terciopelos de pelo y medio a dos pelos, pelo y medio e un pelo color a precio cada bara de dos pelos de cinco reales de plata, pelo y medio y color por quatro reales»; además, le dieron 6 ducados «por razón de el gasto de su venida a esta cibdad porque teje los dichos quatro años» y se obligó a no tejer para sí, ni para otra persona 22. Poco meses después aparece otro tejedor al servicio de la compañía con la cual tiene cierta «diferencia»: «Hernando de Frias texedor de terciopelo.... digo que por quanto yo ove tomado a texer una tela de terciopelo en mys telares...de pelo y medio negro, la qual hera de Antonio de Biana e Juan Martynez de Enciso…, la qual yo texi y tiene la dicha pieça veinte varas y tercia … y queriendola dar y entregar a los susodichos, dixeron que la dicha pieça tenia ciertas faltas en el texer sobre lo que hemos tenido diferencias»23. Las cuales se resolvieron gracias a otro tejedor de terciopelo, Pedro de Viana, natural de Valencia, que compró la dicha pieza. 21 Leg. 481, f° 22 Leg. 497, f° 23 Leg. 482, f°

25va (7-I-1551). 117 (20-III-1555). 46va (24-VII-1555).

Francis Brumont

91

El mismo Pedro de Viana trabajaba también para los dos socios que lo llevaron ante el tribunal del corregidor porque él tampoco cumplía con sus obligaciones: «Este día [18-III1556] García de León [...] en nombre de Antón de Biana […] dixo que por quanto su parte le dió a Pedro de Biana, texedor de terciopelo, seda a texer en cantidad de veynte varas de terciopelo y le pagó todo lo que ovo de aver por ello y la dicha seda no la texió ni la hizo, como era obligado y está estragada la dicha tela de las dichas veynte varas de terciopelo y otras veynte varas de terciopelo morado que ansimismo le dió a texer y seda para ello y le pagó ansymismo lo que por rrazón del dicho texer ouo de auer, por tanto que pedía e pidió a su merced le compela y apremie a que declare sy es verdad lo susodicho y aga esibir las dichas pieças de seda, que las vean officiales y vistas, declaren con juramento como están las dichas pieças»24. En su testamento, de octubre de 1557, Juan Martínez d’Enciso aporta algunas precisiones sobre la compañía que formaba con Antonio de Viana, su cuñado: «por quanto yo tengo trato e companya con Antonio de Biana, mi hermano, que todos los aparejos de telares y tornos de seda... e seda tejida e por tejer …que esten en mi casa es de la dicha companya…, y ansi mismo todos los telares que estan fuera de la dicha my cassa con la seda que tienen dadas por mi mano e del dicho Antonyo de Biana es todo de la dha companya»25. Creo que podemos ver en estas líneas la prueba de un desarrollo bastante importante de la compañía que funciona según varias modalidades: por una parte, lo que podríamos denominar domestic system donde los asalariados, tejedores y torcedores en este caso, trabajan en el taller de los empresarios («aparejos… que esten en mi casa») y, por otra parte, lo que se suele llamar verlagssystem donde los asociados dan de tejer a artesanos en sus proprias casas, algunos en sus propios telares (caso de Hernando de Frías), otros en los telares de la compañía («telares… fuera de la cassa»). Pero, en todos los casos, los compañeros entregan la seda y pagan el trabajo, lo que significa que la independencia de los artesanos es casí nula, mayormente cuando no existe ningún gremio, tratándose de una actividad nueva. En estos mismos años, la documentación da a conocer algunos otros nombres como un tal Baquedano, sedero, que deja en prenda una vaina de espada de terciopelo26, un Juan Pilarte, tejedor de terciopelo de claro origen foráneo27, un Melchor de Ribera, torcedor de seda28 y Martín de Segura, tejedor de terciopelo, que se casa en 1558 con una Inés de Arauz, cuyo padre está en las Indias, de la cual recibe una dote bastante elevada para un artesano 24 Goicoechea, C.: “Aspectos

de la vida logroñesa en el siglo XVI”, Berceo, 62, 1962, p. 278 (18-III-1556); este trabajo se basa en documentos procedentes del tribunal del corregidor de Logroño. 25 Leg. 484, f° 237, (10-X-1557). 26 Leg. 497, f° 354, (8-VIII-1555). 27 Leg. 482, f° 43va (6-XII-1555). 28 Goicoechea, C.: Aspectos, op. cit., p. 282 (23-XII-1556).

92

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

en estos años, de 150 ducados en dinero29. Otros artesanos se podrían mencionar como Juan de Frías (otra vez el mismo apellido) que vende al tejedor Juan de Bustamante (a quien volveremos a encontrar) 36 onzas de seda hilada, pero él mismo ejerce el mismo oficio porque añade: «si mas seda coxiere, no aviendola menester en casa, os la daré a vos»30. Parece ser, pues, que en los años 1550 el artesanado de la seda conoce una cierta expansión, gracias a la llegada de trabajadores de fuera, en el marco de una actividad, basada en la legislación privada (contratos notariales y/o orales), con bastante conflictos derivados de la propia novedad de esta actividad y también de la movilidad de los trabajadores que van y vienen según las oportunidades. En 1557, Hernando de Frías se marchó a Toledo, dejando a Pedro Melón el viejo una niña que tenía entonces unos 6 o 7 años31. Por otra parte, estos artesanos de la seda no nos aparecen como unos proletarios pobres, gracias sin duda al dominio de oficios poco conocidos en las ciudades a donde llegan32. Ya hemos señalado la buena dote recibida por Martín de Segura, podemos añadir que Pedro de Viana poseía, entre otros bienes, una viña de 20 obreros33, y que Hernando de Frías dejó a Pedro Melón para alimentar a su hija tres viñas y una casa34. Si algunos tejen la seda que les dan, otros, como el ya citado Pedro de Viana 35 o un poco más tarde el torcedor Juan de Nofuentes36, pueden comprarla y vender después el tejido a quien quieren (o pueden). Algunos años después, sin duda ante el desarrollo de la sedería, algunos vecinos tratan de instalar otra actividad aneja a aquélla: el tinte. Veamos primero este contrato que por su complejidad e interés citamos in extenso: «parescieron presentes Juan de Bustamante vecino de la dicha cibdad e Pedro Ferrer abitante en la dicha cibdad e dixeron que ellos se an convenydo y concertado en esta manera, en que el dho Juan de Bustamante a de dar y entregar dentro de seis dias al dho Pedro Ferrer un torno de torcer seda con todas las erramientas que el dho torno tubiere, e tres calderas grandes para teñyr seda e las comportas e cubillos que tubiere para el teñyr de la dha seda, por el tiempo y espacio de dos años que comiençan a correr el dia de San Juan de junyo primero beniente […], e asymesmo le a de dar e daba e dio a su

29 Leg. 484, f°

90 (2-V-1558), sobre el importe de las dotes, F. Brumont, en Historia de Logroño, tomo III, pp. 158-160 y «Le mariage, passeport pour l’ascension sociale: à Logroño au xvie siècle «, en Pouvoirs et société dans l’Espagne moderne. Hommage à Bartolomé Bennassar, Toulouse, 1993, pp. 89-100. 30 Leg. 482, f° 337v° (18-IV-1559). 31 Leg. 485, f° 614, testamento de Pedro Melón el viejo (26-X-1563). 32 Lo mismo pasa en Toledo, según Julian Montemayor (Tolède entre fortune et déclin (1530-1640), Limoges, PULIM, 1996, p. 226). 33 Leg. 487, f° 72 (24-I-1564). 34 Leg. 485, f° 614. 35 Leg. 500, f° 136va, Pedro de Viana compra tres libras de seda torcida (26-V-1563). 36 Leg. 505, f° 411 (25-X-1575): J. de Nofuentes compra 26,5 libras y 5 onzas de seda cruda.

Francis Brumont

93

hijo Juan de Bustamante para que trabaje en el dicho oficio del torcer e teñyr seda y, en defetto de no le dar por el dho tiempo de los dichos dos años, le tiene de dar e entregar un moço que sirba en el dicho oficio […], y que el dicho Pedro Ferrer a de enseñar al dho Juan de Bustamante durante el dicho tiempo de los dos años a torcer la dicha seda todo lo que el supiere y el dicho Juan de Bustamante pudiere aprender, y el dicho Juan de Bustamante deve enseñar al dho Pedro Ferrer a teñyr la dicha seda […] el dicho Pedro Ferrer se tiene de encargar de toda la dicha hazienda e seda que se truxere a teñyr e dar cuenta a sus dueños della, y las costas y cassa se tiene que pagar de por medio […], e las ganancias que en el dicho oficio obiere, quytas costas, la tienen de partir de por medio […] el dho Pedro Ferrer a de dar al dho Juan de Bustamante en cabo de los dichos dos años ocho ducados de alquil y renta del dicho orno y calderas»37.

Tenemos, pues, por una parte, un contrato de compañía entre un tintorero, Juan de Bustamante padre, que aporta los aparejos para teñir y el local adecuado, y un torcedor de seda que aporta su trabajo, de manera que, al final, se reparten beneficios y gastos por mitad y, por otra parte, un doble contrato de aprendizage: Pedro Ferrer, un valenciano sin duda, enseña el oficio de torcedor a Juan de Bustamante hijo y el padre le enseña el oficio de tintorero. Esto significa que la producción local de seda era suficiente para alimentar el tinte y lo demuestra también el intento por parte del regimiento logroñés de instalar otro tinte, siempre por estos mismos años. Para cumplir su intención, los ediles adelantan 50 ducados a un milanés, Ambrosio Lite, para que instale calderas para teñir la seda en la ciudad, el cual se compromete a devolverlos en dos años38. Pero parece que el tintorero no cumplió con lo prometido, porque algunos vecinos se quejan en 1570 ante el corregidor, licenciado Valencia; así Cristobal de Burgos dice: «Yo, debajo del amparo de la dicha fiança, como otros vecinos de la dicha ciudad, di a tintar al dicho Ambrosio Lit cierta seda … y el dicho Ambrosio Lit sin me dar la dicha seda ni quenta della se fue y ausentó desta ciudad»39. Un intento fallido, pues, sin que sepamos las causas, si son de orden económico general o si más sencilla y probablemente obedecen al afán de lucro de dicho Ambrosio que se marchó con la seda y sin devolver el dinero. Lo cierto es que, después de 1570 los protocolos no vuelven a hablar de esta actividad, pero sabemos que sigue prosperando tanto por los contratos acerca de la hoja de morales40 o de seda en mazo41 como por la mención de algunos

37 Leg. 501, f° 476, (13-III-1566). 38 Leg. 500, f° 244 (20-X-1567). 39 Leg. 500, f° 247 (21-X-1570). 40 Ver notas 15 y 16. 41 Leg. 502, f° 435 (el vendedor se llama

Andrea de Trento, 28-VI-1577) y 545 (2-V-1580).

94

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

artesanos como los torcedores de seda Juan de Nofuentes42 y Juan García de Nofuentes43 o el tintorero Juan Sánchez44. Para conocer los tipos de productos que salían de los talleres logroñeses tenemos que echar mano de los inventarios post-mortem como el del ya citado Cristobal de Burgos, mercader (1576)45. Tiene en su tienda artículos listos para vender y seda por labrar; no sabemos a ciencia cierta cuál era el origen de dichos productos aunque a veces menciona que es seda de Toledo o de Granada; podemos suponer, pues, que al menos una parte de lo que viene sin lugar de origen es producción logroñesa. Lo que llama la atención en este inventario es la importancia de lo que se denomina obra blanca, o sea, cintas, adornos y pasamanería46 (listones, cintillas anchas y estrechas, pasamanos…), cuando son muy pocas las existencias de tejidos (terciopelo y tafetán). Tiene también gran cantidad de hilo de seda, teñido y sin teñir. Llama asimismo la atención la variedad de los colores: cintas moradas, azules, encarnadas, negras, blancas; seda en mazo azul, verde, dorada, blanca, encarnada; tafetán y terciopelo azul, verde, colorado, amarillo, morado, lo que contrasta con lo que era la norma a finales de la Edad media, cuando el negro era el color predominante47. Pero si entramos en otra tienda, la de Juan de Churruca, inventariada en dos ocasiones en 1577, cambia el panorama, ya que este mercader poseía gran cantidad de tejidos de seda, en piezas enteras o ya cortadas48: terciopelo de pelo y medio y de dos pelos, terciopelo rico, tafetán, damasco, raso de Valencia y Granada; y hablando de colores siempre la misma variedad: pardo, carmesí, azul, verde, encarnado, negro. Lo que pone de manifiesto que la industria sedera logroñesa era capaz de producir toda clase de sederías. Estos indicios nos hacen suponer que el artesanado de la seda siguió activo a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, alentado sin duda por el alto nivel de consumo de sederías, aspecto del cual la documentación nos brinda un gran número de evidencias.

42 Leg. 505, f° 411 (25-X-1575). 43 Leg. 517, f° 412 (6-V-1599). 44 Leg. 505, f° 943v (2-I-1576). 45 Leg. 505, f° 933 (2-I-1576). Para Toledo, Montemayor, J.: Tolède, op. cit., pp. 227-228. 46 Navarro, G.: El arte de la seda, op. cit., pp. 22-25. 47 Ibidem, p. 27. 48 Leg. 506, f° 355 (20-VII-1577) y 468: «Memorial de los paños y sedas que se entregan

al señor Miguel Mendo Gallego, Bernave de Encisso, Juan d’Estuñiga de la tienda de Juan de Churruca, que Dios tiene, vezinos de Logroño» (19-IX-1577).

Francis Brumont

95

3. Consumo «Mi arte de bivyr hera de la mercaderia de paños y seda y lienços» declaraba en su testamento el mercader Juan Ruiz de Gaona, en 1527, designando de esta manera los tres tipos de tejidos que se solía usar y que vendía en su tienda49. Con esto se cubría el conjunto de la demanda, ya que el abañico de los precios era lo suficiente abierto para poder satisfecer las necesidades de todos. En esta jerarquía de precios las sederías ocupaban el lugar más alto, tal y como aparece en el inventario, ya citado, de la tienda de Juan de Churruca, quien vendía sólo paños y sedas, más de cincuenta variedades: los tejidos de más bajo precio (60 mrs/vara) servían para aforros (frisetas, bocaranes…); después vienen, entre 150 y 300 mrs, los paños 14nos y 16nos, la mayoría de la tierra, o sea de las Sierras de Cameros y de la Demanda, centros importantes de pañería 50. Si bien la calidad de estos paños era bastante uniforme, presentan varios nombres, variedades y colores: paño fraylengo, papal, imperial (estos dos últimos a pesar de sus nombres son de calidad mediana tirando a baja), palmilla, pardillo, etc. De una calidad similar, pero traídos de fuera, son los anascotes de Flandes y algunas bayetas y cariseas inglesas. Entre 300 y 600 mrs/vara valen los paños 20nos y 22nos de la tierra, de Segovia y Cuenca y hasta 24nos de Toledo, algún perpiñán (de Perpiñán, siendo los de la tierra más baratos) y los primeros tejidos de seda: rasos de Valencia al sesgo y rasos ligeros de Granada. De 600 à 1000 mrs, los 22nos y 24nos de Segovia y de la tierra, algunos velartes y roán del sello (la mejor calidad de Rouen); tafetanes y damascos importan un poco más de 600 mrs. No aparecen en este inventario los mejores productos de Ezcaray y Torrecilla de los Cameros, velartes 24nos que solían costar más de 30 reales (1020 mrs) la vara y hasta 35 o 40 los refinos51. Entre los paños, sólo las rajas de Florencia eran más apreciadas, las cuales se estiman en el inventario a 33 y 34 reales (unos 1150 mrs). Al mismo nivel o más alto figuran los terciopelos de pelo y medio y dos pelos, ricos o labrados, que importan entre 1100 y 1300 mrs, entre los cuales, como hemos visto, figuran los de Logroño. La escala de los precios muestra claramente que el uso de los tejidos de seda era reservada a una elite rica, pero no tanto como se podría pensar, porque los productos de la pa-

49 Leg. 485, f° 4va (22-III-1527). 50 Brumont, F.: “Un foyer de draperie

rurale dispersée au xvie siècle, la Sierra Riojana», en Mireille Mousnier (ed.), L’artisan au village dans l’Europe médiévale et moderne, Toulouse, Presses Universitaires du mirail, coll. Flaran, 2000, pp. 33-50. 51 Brumont, F.: “La  Rioja en el siglo XVI”, en II Coloquio sobre Historia de la Rioja, Logroño, Colegio Universitario, 1986, pp. 52-53; no se pueden comparar en rigor los precios que figuran en este trabajo (que son precios de venta al pormenor) y las estimaciones (sin duda un poco a la baja) del inventario de la tienda de J. de Churruca.

96

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

samanería se solían usar como adorno, en pequeñas cantidades. Los inventarios describen un gran variedad de vestidos de paño adornados y guarnecidos con franjas, cintas, listones, agujetas, ribetes… de seda. Todas las prendas se prestan a estos adornos, desde la cabeza hasta los pies. Basten algunos ejemplos: «una capa de paño negro de la tierra con dos fajas de terciopelo y dos de raso por dentro»52, «una basquina berde de paño de roan guarnecida de seda berde»53, «una ropa de paño morado guarnecida de terciopelo negro»54, «un sombrero de fieltro forrado en tafetan»55, «una saya de refino con cuerpo y mangas guarnecidas de terciopelo»56, y para acabar mencionaremos una de las más refinadas prendas de vestir que perteneció al mercader Francisco de Soria Villoslada, recién venido de Flandes: «unas calças de camuça verde al nuebo modo guarnecidas de terciopelo verde y medias de panno amarillo y ligaganbas de tafetan verde guarnescidas»57. Los hilos de seda se usaban para coser y pespuntar; así es que utilizando hilo de colores se podían adornar las prendas de paño o de lienzo  Pero no faltan tampoco vestidos enteros de terciopelo u otros tejidos de seda que logran alcanzar cierto grado de refinamiento y lujo. Sería necesario citar la totalidad del inventario de los quince cofres de Francisco de Soria para tener una idea de este lujo58: sayos y calças de terciopelo con guarniciones, jubones de raso y tafetán, medias de seda, «una ropa de damasco açul aforrada en bayeta colorada guarnecida con pasamanos de seda y oro», «una gorra de terciopelo negro aforrada en tefetan carmesi con sus plumas negras», «cinco pares de zapatos de terciopelo de colores», «un par de pantuflos de terciopelo negro nuebos». Las armas se adornaban también con terciopelo: vainas de dagas y espadas, talabartes («un talabarte de terciopelo negro con clabaçon dorada»), guarniciones para los caballos y gualdrapas: «una guarnicion de caballo de terciopelo negro de muchos ramales esmaltados», «un aderezo de la xineta cumplido con su cuerda y symentales, mochila y lo demas de terciopelo açul» 59. Seda para la casa: paramentos de pared («nuebe paños de pared de seda andados, son de tafetan cencillo de colores»60), guarniciones de cama como las que poseía doña Isabel de Porres: «una cama de nogal de pilares largos con cortinas y zielo y cobertor de paño berde guarnecida de terciopelo verde con franjas y alamares de seda»; «una cama de madera 52 Leg. 503, f° 53 Leg. 503, f° 54 Leg. 510, f° 55 Ibidem. 56 Leg. 503, f° 57 Leg. 521, f° 58 Ibidem. 59 Ibidem. 60 Leg. 503, f°

103 (5-V-1573). 367 (7-IV-1574). 222 (11-VI-1584). 133 (9-X-1564). 459 (14-VII-1567). 249 (10-II-1571).

Francis Brumont

97

de Brasil de pilares altos con sus barrillas y sus paramentos de paño açul con goteras de terciopelo y franjas de seda … y la sobremesa guarnecida de terciopelo que son todas ocho pieças»61. O la de Francisco de Soria: «una cortina de cama de damasco açul y rebates y rodapie de terciopelo açul, guarnecida con franjas de oro y sobrecama de lo mismo que son nuebe pieças; la sobrecama es de damasco aforrada en bayeta frissada colorada»62. Y para el viaje: «una litera aforrado en raso carmesy con su silla de raso carmesy dentro»63. Se podrían añadir pequeños objetos de la vida cotidiana: bolsas, faltriqueras, cajas de peines, mochilas, rosarios y para terminar, siempre en manos de Isabel de Porres, «una piedra berde con un cordón de seda parda para el mal de hijada»64. En cuanto a colores, se sabe que los colores oscuros (negro, pardo, morado) se impusieron en los vestidos para los hombres en la segunda mitad del siglo XVI65. Ante este avance los colores vivos se refugiaron en los aforros o en los adornos y complementos: zapatos, sombreros, bonetes etc. Pero este cambio se hizo de manera paulatina, porque los vestidos se usaban muy lentamente y pasaban de una genración a otra, sobre todo tratándose de vestidos de lujo como eran los de seda. De manera que no es raro encontrar, aún en la segunda mitad del XVI, vestidos amarillos, azules o colorados. Tampoco podemos desconocer el papel de marcador social que desempeñaba la seda, que nos demuestran ampliamente estos ejemplos: la seda es de reyes y caballeros66, aunque ya hace tiempo que mercaderes, letrados y aun artesanos la usan. Pero es posible que los caballeros recurran a colores vivos en tanto que letrados y mercaderes se visten de negro. Lo acredita el mencionado inventario del señor Juan González de Torrecilla de 1580, a quien le gustaba el carmesí67; se podría mencionar también el jubón amarillo y el capote verde forrado en tafetán verde de don Pedro de Soria, regidor68, o el «jubon de raso carmesi con trencillas de oro» de Diego Jiménez d’Enciso 69. Debo decir que desconozco la representatividad de estos ejemplos, pero significan, cuanto menos, que la uniformidad no reinaba en las calles logroñesas.

61 Leg. 515, f° 100 (27-III-1596). 62 Leg. 521, f° 459 (14-VII-1567). 63 Ibidem. 64 Leg. 515, f° 100 (27-III-1596). 65 Bennassar, B.: Valladolid au siècle

d’Or, une ville de Castille et sa campagne au XVIe siècle, Paris-La Haye, Mouton, 1967, p. 463. 66 Álvarez-Ossorio Alvariño, A.: “Rango y apariencia. El decoro y la quiebra de la distinción en Castilla (ss. XVI-XVIII) “, Revista de Historia Moderna, 17, 1998-99, p. 266. 67 Leg. 507, f° 551. 68 Leg. 514, f° 164 (6-X-1592). 69 Leg. 515, f° 100 (27-III-1596).

98

Seda y sederías en Logroño en el siglo XVI

Conclusión La ola expansiva del siglo XVI produjo el alza del nivel de vida de una mayoría de la población, la cual se tradujo en un aumento y una diversificación del consumo, que se constata claramente en una ciudad como Logroño, en donde se daban circunstancias favorables para esta expansión, como el estar situada en un eje mayor de comunicación, el valle del Ebro, en una zona de frontera, propicia a toda clase de tráficos, y en medio de una rica zona agrícola e industrial. Un flujo permanente de inmigración favorecía la renovación de unas elites entregadas al gran comercio y al servicio del rey. De ahí que el desarrollo de una producción de lujo, como pueden ser las sederías, en una ciudad con estas características no deba extrañarnos. Un desarrollo que podemos suponer bastante rápido, en los últimos años del reino del emperador, gracias a la aportación de técnicas y saberes extranjeros. Lo que no sabemos es en qué medida la utilización de sederías cundió en la población y se difundió desde las capas altas hacia las clases medias e inferiores, las cuales, en el peor de los casos, pudieron aprovecharse de los salarios adicionales proporcionados por esta nueva actividad.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.