Secuelas tradicionales y democratización de las Fuerzas Armadas (1958-1998)

June 28, 2017 | Autor: R. Sucre Heredia | Categoría: Armed Forces, Fuerzas Armadas
Share Embed


Descripción

Secuelas tradicionales y democratización de las Fuerzas Armadas (1958-1998) Ricardo Sucre Heredia El título del capítulo sugiere que en el desarrollo de las Fuerzas Armadas de Venezuela, históricamente se han opuesto dos fuerzas. Por una parte, las secuelas tradicionales. Por la otra, la democratización. En el siglo XIX, la principal secuela fue el caudillismo y el pretorianismo. En el siglo XX, fue la idea de las FAN como cuerpo hegemónico, capaz de adelantar ellas solas un proyecto nacional. Esta última emerge otra vez en el Siglo XXI. Esta tensión ocurre porque la dinámica militar del país, tampoco escapó al objetivo buscado por las elites criollas desde 1830: hacer de Venezuela una sociedad moderna. Esta modernización también incluyó a los militares, y fue exitosa a partir de 1958, aunque sus bases se echaron a comienzos del Siglo XX. Cuando se observa cómo se manda –y no comanda- y actúan los militares en la Venezuela de 2009, se entiende la preocupación de la Generación Libertadora por tener un ejército profesional, que no era otra cosa que la separación del mando civil del mando militar. Se genera empatía con la Generación Civil de la segunda década del Siglo XX, que buscó tener una milicia alejada de influencias personales o partidistas. Modernización militar significó despersonalización. El balance de las secuelas tradicionales en 1958 Para 1958 cuando la democracia vio luz por segunda vez ¿Cuáles eran las secuelas tradicionales que arrastraban las Fuerzas Armadas Nacionales? No era el caudillismo. Gómez derrotó el fenómeno caudillista, y en un proceso sin solución de continuidad, los ejércitos personales dejaron de existir en Venezuela. La profesionalización castrense comenzó en 1903, con el decreto de Cipriano Castro que creó la Academia Militar de Venezuela, la que abrió sus puertas en 1910. En 1971 con el Plan Andrés Bello, se convirtió en un instituto universitario, y arrancó la primera promoción de Licenciados en Ciencias y Artes Militares, que se graduó en 1975. La idea de promover un cuerpo profesional no caudillista siguió con los gobiernos de los generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. Un hito importante fue el paso de Ministerio de Guerra y Marina, a Ministerio de la Defensa Nacional en 1946,

lo que indicó en ese entonces, el objetivo de construir unas Fuerzas Armadas que dejaran la tradición chopo e’piedra, propia del Siglo XIX y de los primeros 40 años del Siglo XX, para dar paso a la organización militar que requería la Venezuela petrolera y urbana. Con Pérez Jiménez la idea de las Fuerzas Armadas como organización profesional se consolidó. La dictadura perezjimenista se refería a sí misma como “el gobierno de las Fuerzas Armadas”, y la rebelión del 1 de enero de 1958, evidenció el carácter profesional de la corporación militar. Se rebelaron por el intento de Pérez Jiménez de institucionalizar un gobierno personalista, que tendría como consecuencia que los militares dejarían de ser corporación, para regresar al pasado al que no querían volver: ser una guardia pretoriana. Sin embargo, la existencia de un cuerpo que avanzaba hacia la profesionalización militar pudo convivir con otra secuela histórica: el pretorianismo, que fue característico hasta la consolidación de la democracia de 1958. El pretorianismo volvió a aparecer en la vida nacional en la llamada “Noche de los tanques”, durante el gobierno de Jaime Lusinchi (29-10-88). La pervivencia del pretorianismo dentro de los militares venezolanos, puede explicarse porque aquél dejó de ser “solidaridad mecánica” y se convirtió en “solidaridad orgánica”. Con López Contreras el pretorianismo es mecánico, en tanto se construye la idea de las Fuerzas Armadas como organización capaz de adelantar el desarrollo nacional, pero sobre la base de símbolos y de la historia patria. Las Fuerzas Armadas como protagonistas del desarrollo Con Pérez Jiménez, el pretorianismo adquiere status teórico, al aplicar para Venezuela el modelo de la “guerra integral o total”, ideado en la Alemania de los 30. El pretorianismo pasa a ser orgánico. En nuestro país, este enfoque persiguió la promoción de una industria pesada para construir bienes de capital, que serviría para estimular una industria militar propia, dentro de un ambiente de medianos productores privados de bienes de consumo y de alimentos, los que garantizarían la producción civil, todo articulado por grandes obras de infraestructura pública. Lo central en el enfoque desarrollista perezjimenista es la industria pesada que daría origen a una industria militar, para hacer de Venezuela una potencia regional, con posibilidades de expandirse en el hemisferio, porque dentro de los

 

2  

planes de la dictadura de Pérez Jiménez, estaba la invasión de la entonces Guayana Esequiba. Alcanzar este modelo se encomendó a la Oficina de Estudios Especiales, que fue dirigida inicialmente por el general Luis Felipe Llovera Páez, y en la que estuvieron oficiales como Víctor Maldonado Michelena y Rafael Alfonzo Ravard. De manera que para 1958 perduran dos secuelas históricas: el pretorianismo y el desarrollismo perezjimenista. Entre las dos, hay una relación simbiótica: la segunda posibilita a la primera; y ésta hace posible que los militares intervengan en la política. Si desde el punto de vista político el error que provocó la caída de la dictadura fue cómo se manejó la sucesión planteada en 1957; desde el punto de vista militar, la debilidad fue el intento de Pérez Jiménez de ir por encima de su propia creación: un cuerpo militar profesional, pero de vocación hegemónica hacia la sociedad, con una doctrina desarrollista. Ya era imposible regresar al personalismo militar. El modo de dominación militar perezjimenista fue posiblemente el que avanzó en lo que es la “denominación de origen” de los militares venezolanos, que nace con López Contreras: el desarrollismo, tesis que sería recogida 20 años después, en los 70, por los militares del Cono Sur y los uniformados de Brasil, en la corriente del “nuevo profesionalismo militar”. Este es el “balance militar” para 1958, cuando arrancó en firme la “república liberal democrática”, en los términos de Germán Carrera Damas. Democratizar para debilitar las secuelas históricas ¿Qué se hizo para debilitar las secuelas históricas que existían en las Fuerzas Armadas de Venezuela, cuando llegó la democracia en 1958? Democratizar, que no fue otra cosa que profesionalizar al cuerpo militar. La clave está el artículo 132 de la Constitución de 1961. Recordemos el contenido del artículo: “Las Fuerzas Armadas Nacionales forman una institución apolítica, obediente y no deliberante, organizada por el Estado para asegurar la defensa nacional, la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la Constitución y a las leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier otra obligación. Las Fuerzas

 

3  

Armadas estarán al servicio de la República, y en ningún caso al de una persona o parcialidad política”. El eje de este diseño es lo que se llamó la “doctrina de la abstención mutua”: su compromiso era con las instituciones, y no con el juego político. Las FAN estaban y no estaban dentro del sistema político. Su misión era clara: defender los procedimientos del juego político y no inmiscuirse en los contenidos del mismo. Esta idea se sintetiza en la expresión constitucional vigente hasta 1998, las FF.AA, “Son una institución apolítica, obediente, y no deliberante”. La “doctrina de la abstención mutua” fue lo que hizo posible derrotar los intentos de golpe de Estado de febrero y de noviembre de 1992. Al no ser parte del juego político, los militares defendieron los procesos, que eran los establecidos en la Carta Magna de 1961. Fueron capaces de separar la lealtad a las reglas del juego, de su identidad como militares. ¿Hubo política dentro de las FAN? Por supuesto ¿Pero cuál tipo de política? Hubo una “gerencia política de las FAN”, en la que el Presidente fue el factor de gravitación, en un diseño que favoreció la competencia entre las fuerzas a través del Decreto 288 –que eliminó el poderoso Estado Mayor General del perezjimenismo, y promovió la autonomía de las 4 fuerzas- y el límite a 30 años de tiempo de servicio activo, con el Decreto 530, ambos dictados por la Junta de Gobierno surgida el 23 de enero de 1958. Sin embargo, esta “gerencia política” tuvo como eje la existencia de sólidos partidos y liderazgos políticos, junto a un proyecto nacional de modernización. Sí hubo política –muchos militares criticaron que luego de 1958, fueran reincorporados a las FAN oficiales cercanos a AD que habían sido dados de baja durante la dictadura, quienes fueron llamados “reencauchados”- pero no partidización militar. Como afirmó Bigler (1981), “Sin embargo, una fuente confidencial estimó que el noventa y cinco por ciento o más de todos los ascensos y asignaciones estaban libres de cualquier consideración partidista, y otras fuentes han estimado de setenta a noventa por ciento”. ¿No hubo tensiones en este patrón civil-militar? Sí las hubo. Sin embargo, el poder civil logró sortear las dificultades. Ciertamente, si nos atenemos a los criterios de Finer (1969), los militares venezolanos influyeron en determinados temas propios de su actividad. En algunos casos –como la

 

4  

hipótesis de Caraballeda durante el gobierno de Luis Herrera Campins (1979-1984)lograron imponer sus puntos de vista, pero cuando el poder militar trató de tutelar al poder civil –casos de los generales Martín García Villasmil o Pablo Flores, durante los gobiernos de Raúl Leoni (1964-1969) y Rafael Caldera (1969-1974)- el poder civil logró mantener su autonomía, o en otras situaciones como la renuncia del General Arnaldo Castro Hurtado como Comandante General del Ejército en 1979, luego que el exPresidente Luis Herrera Campins indultara a algunos guerrilleros. En síntesis, las relaciones civiles-militares no son monolíticas sino fluidas, y eso fue lo que ocurrió en Venezuela, pero dentro del marco de la “abstención mutua” civil-militar. Al volver de nuevo al trabajo de Bigler (1981), “Por el contrario, los presidentes recientes han ejercido su autoridad sobre las Fuerzas Armadas tomando decisiones como designar más oficiales retirados para ciertos puestos importantes, la pacificación y la relegitimación de los exguerrilleros, y el corte de los gastos militares de una acostumbrada (1963 a 1974) cuota del nueve al doce por ciento del presupuesto nacional a una más magra cuota del cinco al seis por ciento”. El reto de la generación civil que alcanzó el poder en las elecciones de diciembre de 1958, fue darle un sentido civil al desarrollismo, lo que trajo como resultado la disminución -o desaparición, aunque esto es debatido entre los estudiosos en Venezueladel pretorianismo. Se logró por primera vez algo tan deseado como la modernización con democracia: la subordinación del poder militar al poder civil. El éxito del liderazgo civil –y es la principal lección para el futuro- es que elaboró un proyecto de país en donde los militares tuvieron cabida, y que permitió el desarrollo de unas FAN que dejaron de ser una organización de represión interna, y pasaron a ser un moderno aparato de defensa nacional. En el campo militar, por ejemplo, hubo planes para las Fuerzas Armadas, como el Plan Junín para el Ejército y el Plan de Renovación de las Fuerzas Aéreas, ambos en la década de los 60. En los 70, fue el famoso Plan Andrés Bello, sometido a revisión en 1981, para extenderlo a la década de los 90. También en los 60, apareció una actividad que se ha mantenido hasta la fecha: el Plan República, junto a los planes de acción cívica en las comunidades, que revivieron en el gobierno de Chávez, y se llamó Plan Bolívar 2000.

 

5  

Otro factor que ayudó fue un liderazgo civil decidido en los inicios de la democracia, cuyo prototipo fue Rómulo Betancourt. Junto al liderazgo de Betancourt, también hubo liderazgos militares que habían internalizado la necesidad de un gobierno civil, porque eran generaciones que les había tocado formarse en gobiernos no democráticos (López y Medina) o en la dictadura de Pérez Jiménez, y experimentaron lo indeseable del mando militar, y cómo esto era una contradicción con ser un profesional de las armas. En síntesis, no querían más dictaduras y guerras civiles. Estaban cansados de la violencia, y apostaron a gobiernos democráticos de carácter civil. El éxito en lograr la subordinación militar al poder civil descansó, entonces, en tres variables: la existencia de un proyecto de modernización civil que compitió exitosamente con la visión militar, y logró darle cabida a ésta última. En segundo lugar, la presencia de liderazgos civiles que ganaron auctoritas dentro de la corporación militar por su decidido compromiso en la construcción del país moderno, que era el consenso de toda la sociedad venezolana, en democracia. Finalmente, la presencia de un diseño institucional orientado a alejar a las FAN del juego político, y a incentivar la profesionalización de la misma. Estos tres ingredientes, en el plano militar, hicieron posible la derrota militar de la guerrilla de los 60, junto a los factores propiamente operacionales, políticos, e internacionales de la época. Pero sin proyecto, ni liderazgo, ni instituciones, no hubiese sido posible el triunfo de la democracia sobre la violencia propiciada desde los militares de derecha –quienes querían que se mantuviera el predominio militar en el desarrollo del país, y se sintieron desplazados por el gobierno de Betancourt- o de izquierda, quienes interpretaron la victoria de Fidel Castro en Cuba, como la señal para imponer el comunismo en Venezuela, y recelaban del carácter reformista del gobierno de Betancourt, al que llamaban “el gobiernito” porque lo veían débil. ¿El resultado? Como indica Agüero (1993), para los 80, las FAN venezolanas gozaban de un elevado prestigio como organización militar que se reveló, por ejemplo, en el incidente con la corbeta colombiana Caldas en 1987, la que invadió aguas venezolanas: en 30 minutos, el aparato militar venezolano fue capaz de desplegar más de 18 mil hombres y pertrechos en el sitio de los acontecimientos. Igualmente, las misiones a otros países encabezadas por militares venezolanos en Centroamérica, en el marco del Grupo Contadora, o las resistencias al poder inglés,

 

6  

encabezadas por el gobierno de Herrera Campíns, durante la guerra de las Malvinas en 1982. También se recuerda la capacidad de los militares venezolanos demostrada en las operaciones Unitas y en los ejercicios Red Flag, junto a las maniobras combinadas Libertador, en donde actuaban las cuatro fuerzas militares del país. Prestigio que también fue externo. Para mediados de los 80, por ejemplo, la revista especializada en temas de defensa Jane’s se refería a la Marina venezolana como una fuerza pequeña en su tamaño, pero muy competente y eficiente. Como afirma Bigler (1981), “Los patrones de comportamiento dentro de las Fuerzas Armadas venezolanas han estado cada vez más dominadas por el profesionalismo en los últimos cuarenta y cinco años. La imagen heroica de las tropas en la batalla ha sido suplementada con visiones de experticia tecnocrática y gerencial”. En síntesis, en los términos de Huntington (1996), el modelo militar de Punto Fijo enfatizó más el “control objetivo” –la profesionalización militar- que el “control subjetivo” –la ideologización- de las Fuerzas Armadas. Esto, también, es disputado por los estudiosos del tema en Venezuela. Algunos sostienen que lo que privó fue el “control subjetivo” (Yépez Daza). Resulta curioso observar que el gobierno de Chávez Frías, el cual niega todo lo hecho hasta 1998, y habla de algo llamado “la cuarta república”, pero en los desfiles militares, mientras pasan las distintas unidades, cuando el narrador dice las fechas de su creación, la gran mayoría corresponde a los gobiernos que van de 1958 a 1998, por no decir la creación de centros de estudios universitarios o de cuarto nivel para las FAN como el IUPFAN (hoy UNEFA), o el IAEDEN ¿Hizo o no hizo la democracia representativa por las FAN? Renace el pretorianismo Esta fue la característica principal de las relaciones civiles-militares del país hasta la nacionalización del hierro, concretada el día 1 de enero de 1975. En esa fecha, se cumplió el proyecto modernizador venezolano concebido en 1936, pero no tuvo un proyecto sustituto, y si bien aparecieron esfuerzos importantes como la Copre y la emergencia como actor político de grupos conservadores o “modernizadores” en la sociedad venezolana (por ejemplo, el Grupo Roraima), no fue capaz de constituirse

 

7  

una correlación política lo suficientemente fuerte para adelantar la segunda fase de la modernización que se abrió para Venezuela, de acuerdo a Asdrúbal Baptista: el Estado creó al mercado. Ahora, éste debía sostener la nueva etapa de desarrollo del país. Ni los actores políticos ni los grupos privados muchos de ellos devenidos en actores políticos, lograron la fuerza suficiente para reinventar el proyecto modernizador venezolano. En esas condiciones, el pretorianismo y el desarrollismo perezjimenista, hallaron un ambiente propicio para aparecer de nuevo. ¿Cuándo comenzó la crisis del modelo civil-militar venezolano? Arrancó cuando el sistema político de Punto Fijo no supo darle respuesta al problema de la hegemonía, que fue visible en los 80, derivado de un país más complejo, que estaba listo para avanzar y profundizar su democracia representativa. Una sociedad madura, pero que no lograba los relevos para continuar su proceso de modernización, y el liderazgo optó por un conservatismo: no cambiar nada, lo que también trajo un estancamiento en la concepción hacia lo militar. Superar el estancamiento pasaba por darle paso a la sociedad civil en tareas de liderazgo. Esto requería de verdaderos capitalistas y de líderes políticos. No los hubo, y los pocos que salieron, fueron neutralizados por los conservadores, que estaban representados desde la “ortodoxia” de AD hasta los mal llamados Notables, unidos solamente por el deseo de mantener las cosas como estaban, sin dar respuesta a los desafíos de una sociedad democrática ya madura. Las FF.AA no fueron la excepción a esta crisis. Como corporación social, exhibía ya niveles de madurez y conciencia profesional, que no fueron atendidos por los actores políticos, y cada vez se empleó más a los militares como suerte de “guardia pretoriana” de un sistema que no quería cambiar. Desde la polémica causada por el trabajo del coronel Machillanda Pinto en 1986 hasta el llamado “carrusel militar”, frase del general Carlos Peñaloza, las relaciones llegaron a un punto de inflexión con la salida de éste del Comando General del Ejército en julio de 1991. A partir de esta fecha hasta 1998, la labor de los militares fue la de mantener el sistema político, menos de forma institucional y más dentro de alineamientos partidistas. Hay que resaltar que la crisis de Punto Fijo no fue producto del “imperialismo” o del “neo-liberalismo”. Muy al contrario, de acuerdo al Indice de Reforma Estructural del

 

8  

Banco Mundial, Venezuela junto a Jamaica, fueron los países que menos adelantaron reformas neo-liberales en los 90. Una causa más plausible fue la crisis de la madurez de un sistema con niveles de complejidad social muy diferentes a los de la “democracia mínima” de 1958, que no fue asumida por la clase política y que abrió las puertas a acciones extra institucionales como los intentos de golpe de Estado de 1992 y el suicidio de la clase política puntofijista, con la salida del ex-Presidente Carlos Andrés Pérez en mayo de 1993; crisis que arrastró al modelo de relaciones civiles-militares creado en 1958, que logró unas FF.AA institucionales, profesionales, y con altos niveles de apresto operacional. Por el lado político, hubo un cambio sumamente importante: algunos actores dejaron de ser leales al sistema, lo que generó una desconfianza que se tradujo en movimientos de corto plazo en la política, sólo para sobrevivir. Con la crisis económica, se instaló la crisis política, y su principal componente: el cortoplacismo. La auto-regulación y el compromiso de Punto Fijo, habían desaparecido, junto a la capacidad de las elites para llegar a acuerdos que se cumplieran, por su incapacidad para articular sus intereses y porque el número de interlocutores aumentó y el paraguas de la “democracia mínima” de 1958, ya no era suficiente para una “democracia máxima”, que era la realidad y la aspiración de la sociedad venezolana. Comenzó una lucha por la hegemonía que todavía no termina. La lucha por la hegemonía política Aquélla se hizo visible en el gobierno de Luis Herrera Campins (1979-1984), en el que comienzan a verse tensiones entre el mundo político y los actores privados autónomos: por la publicidad de licores y cigarrillos en la TV, por ejemplo; hasta las diferencias por el tema de la deuda externa privada, una vez devaluado el bolívar en 1983. Ese año marcó los tiempos por venir, tanto, que Herrera Campins se refirió a ese momento como el “año del volapié”. Con Herrera, comienza la primera fase de la lucha por la hegemonía: la aparición de lo que muchos llaman “la antipolítica”. Diferentes grupos –especialmente del sector privado- se dan cuenta que sus intereses son diferentes a los de los actores políticos, y comienzan a buscar su autonomía. El error de estos grupos estuvo en pensar que la autonomía pasaba por la conquista del poder político, y de ahí su estrategia para desplazarlo.

 

9  

Tal vez, si hubiesen seguido la línea económica y desarrollado el mercado a partir de una concepción verdaderamente capitalista con los relevos generacionales necesarios, posiblemente hoy serían autónomos y logrado lo que buscaban: poder político. Pero los empresarios quisieron ser políticos, y no fueron ni una cosa ni la otra. Y parece que, como políticos, no han tenido mucho éxito, al menos hasta el presente. En este período, vuelve a la agenda pública, el tema de la posibilidad de un golpe de Estado. Con el gobierno de Jaime Lusinchi (1984-1989) se hacen visibles los cambios estructurales en la sociedad venezolana, a diferencia del período de Herrera, donde lo político era lo único visible. Con Lusinchi, lo social se agrega a lo político, y esto llevó a que el gobierno fuera más represivo en el uso de la coerción política. Lusinchi inauguró una política de Estado, vigente hasta la segunda presidencia de Rafael Caldera: lo que puede llamarse el “blindaje del Estado”. Ante la incapacidad de los actores políticos por entender los cambios ocurridos en Venezuela y ofrecer acciones –a pesar que con Lusinchi se creó la Copre- y la presencia de actores económicos que le lanzaron un reto a los políticos, la respuesta del Estado fue protegerse. Con Lusinchi, la lucha por la hegemonía deja de ser de “baja intensidad”, para ser abierta y explícita con diferentes actores económicos: “El Estado omnipotente” de Marcel Granier y el “Caso Venezuela: Una ilusión de armonía” del IESA, marcaron la necesidad del relevo de la clase política y que Punto Fijo necesitaba ser reinventado. La respuesta política fue el “blindaje del Estado”: por primera vez, los secretarios generales de AD en los estados fueron nombrados, también, gobernadores. La crisis social estaba en pleno apogeo, y la respuesta del gobierno fue la contención. Fueron los años de la militarización de la ciudad de Mérida, de la “Noche de los tanques”, y de un fin de gobierno que reveló la perversión en el uso de la violencia legítima del Estado: la masacre de El Amparo, en 1988. No obstante, como argumentaron estudiosos al analizar la crisis y violencia política en Venezuela en el lapso 1968-1989, todavía no había pasado suficiente tiempo para generar un “activismo ilegal y violento”. A partir de 1989, esto cambia: la opción de violencia política será saliente y legítima para algunos sectores del país. Entre estos, los militares.

 

10  

Con Carlos Andrés Pérez (1989-1993) ocurre la primera crisis importante dentro de Punto Fijo, que indicó el comienzo del fin. La crisis en el modelo de gobernabilidad era evidente. A diferencia de Herrera y Lusinchi que no abordaron el problema de la hegemonía sino que aplicaron una política de contención que implicó la aplicación moderada (Herrera) a intensa (Lusinchi) de coerción para mantener el orden, Pérez buscó resolver el problema de la hegemonía a través de su oferta electoral, “El Gran Viraje”, pero no lo hizo políticamente, sino desde la dimensión técnica de las políticas públicas. Pérez buscó crear una nueva correlación de poder en cuanto a políticas públicas se refiere, con el nombramiento de los llamados IESA boys, como nuevos iconos de los cambios, pero no promovió modificaciones políticas dentro de su partido, AD. Pérez confió exclusivamente en la bondad de sus políticas y en que serían aceptadas por todos los actores sociales. No fue así. Pérez tampoco tuvo la sabiduría de construir para su gobierno una nueva correlación de fuerzas, que fuera más allá de los técnicos, para crear una base política que permitiera darle viabilidad al programa de ajustes y vencer al sector conservador de la sociedad venezolana, principal perdedor del “Gran Viraje”, el cual comenzó a conspirar contra el gobierno, y se produjo una alianza indirecta con los militares que venían conspirando dentro de las FAN desde finales de los 70. A todo esto se agrega que muchas de las políticas de apertura tuvieron efectos no deseados: la apertura económica desarticuló la red social del Estado que alejó a los pobres del gobierno y los dejó sin un vínculo material y de identidad, en momentos en que más necesitaban de una política social del Estado. La entrada del capital internacional hizo que grupos locales con tradición fueran desplazados y que entraran actores internacionales pocos vinculados al país, y esto rompió el orden dentro del mundo empresarial, y una de sus consecuencias fue la lucha por el control de bancos importantes como el Banco de Venezuela y el extinto Banco Consolidado. De alguna manera, los empresarios leales al sistema –tipo Eugenio Mendoza o Diego Cisneros- fueron sustituidos por un nuevo tipo de actor: el empresariopolítico, que hacía dinero pero para desplazar o para comprar a los actores políticos de Punto Fijo, y ser el verdadero poder, de forma directa. Orlando Castro es un buen ejemplo del tipo de empresario venezolano de los 90, que pueden denominarse

 

11  

mercantilistas-corporativos: la empresa como vehículo para el poder político, y repartirse “el lomito” del Estado venezolano. Finalmente, la descentralización también tuvo una consecuencia no deseada: rompió el tejido organizacional de los partidos, y fragmentó la fuerza política en diferentes actores regionales, que muchas veces no atendían líneas de partidos, sino sus propias orientaciones. El 27 de febrero de 1989 marcó la aparición de la violencia colectiva, pero no estructurada y focalizada como la violencia política de los 60. Es la llamada “violencia loca”. La violencia se legitima como recurso para la lucha política y aquélla ya no se dirige contra un partido o gobierno particular, sino contra el propio sistema, como los intentos de golpe de 1992. De alguna manera, Pérez cometió un severo error político: hizo un diagnóstico acertado del problema de la hegemonía, pero la solución no fue la correcta. En vez de construir una alianza –que era necesario si se quería reinventar a Punto Fijoconfió en las bondades del “Gran Viraje”, y se produjo tal fragmentación de poder, que estimuló una reacción de todos los sectores contra Pérez, al ser perdedores por los cambios económicos adelantados por su gobierno, que de haber sido llevados con densidad, hubiesen tenido efectos positivos. Desde los más radicales, como los protagonistas de los golpes de 1992, hasta lo más conservadores, los llamados Notables, quienes hicieron de la conspiración una forma de hacer política, por cierto bastante alabada por la sociedad de entonces. Esto llevó al traste los esfuerzos de cambio, y al propio Pérez, desalojado del poder en mayo de 1993. Fue, para usar la expresión de Angel Bernardo Viso, el “Suicidio de una clase”. Durante el mandato de Pérez, el generalato perdió prestigio, no sólo por los hechos corrupción en los que estuvieron vinculados altos oficiales, sino porque comenzó una pugna entre los militares por el control de la cúpula, que tuvo como consecuencia la pérdida de influencia de los altos mandos ante el Comandante en Jefe, y ante el país. La renuncia del general Carlos Peñaloza como Comandante General del Ejército en 1991, fue un indicador de la crisis entre la cúpula militar y la cúpula política, que favoreció el crecimiento del pretorianismo, estimulado por civiles que buscaban el fin del pacto de Punto Fijo, y de sus dos más conspicuos representantes: AD y Copei.

 

12  

El interinato de Ramón Velásquez (1993-1994) se caracterizó porque el enfrentamiento por la hegemonía fue más intenso. Se hizo más visible el deseo de sectores privados y políticos por desplazar a la elite de Punto Fijo. Del propio modelo emergieron diferentes candidaturas. Por una parte, el sector reformista-conservador, se agrupó alrededor de Rafael Caldera; mientras que los sectores “radicales” tuvieron dos candidatos: Andrés Velásquez, para un radicalismo más cercano a la izquierda, y Oswaldo Alvarez Paz, como una opción más vinculada a la derecha, a lo que se llamó “los sectores modernos del país”, cercanos a grupos económicos que de alguna manera buscaban el poder político desde 1983, pero que no querían nada con los actores políticos llamados “tradicionales”. La sociedad votó por el reformismoconservadurismo, que fue el catalizador para acelerar las acciones de los sectores “radicales de derecha”, evidentes en el gobierno de Rafael Caldera (1994-1999). Antes de asumir la Presidencia, Caldera destituye al ministro de la Defensa, vicealmirante Radamés Muñoz Léon, lo que reveló que las diferencias en cuanto a la dirección de la hegemonía también estaban presentes en las Fuerzas Armadas, lo que más tarde se tradujo en una política de confianza a personas y no a la institución. Caldera nombró a su yerno Comandante General del Ejército, de manera de asegurar la lealtad de la fuerza más importante de las FAN. Caldera tuvo el siguiente dilema: o cedía el poder al sector mercantilista-corporativo que eran actores políticos de hecho pero querían serlo de derecho, muy poderosos, con muchos recursos, o buscaba un acuerdo con los sectores tradicionales de Punto Fijo, para preservar el orden político. De aquí la expresión que Caldera repetía constantemente, “En mis manos no se perderá la República”. El exPresidente no venía a resolver el problema de la hegemonía –no tenía los actores ni la capacidad para ello- sino a estabilizar al sistema político, luego de la traumática experiencia de las reformas durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Puede decirse que con Caldera se retoma la idea del “blindaje del Estado”, disminuida durante la administración de CAP, y comienza un proceso de recentralización del poder en manos del Estado. Fue una época de conflicto político institucional, que llevó al uso de la amenaza y la coerción del Estado, con el propósito de reducir la capacidad de poder de los sectores privados y políticos que querían hacerse del poder del Estado, y desplazar

 

13  

a los actores de Punto Fijo. Caldera se enfrentó a poderes que representaron grupos de la banca, que tenían aspiraciones políticas, cuando ocurre la crisis bancaria en enero de 1994. Toma medidas como el control de precios y el control de cambios, y comienza la llamada militarización de la administración pública con el nombramiento de oficiales en el Minfra y la militarización del control del tráfico aéreo, por una huelga en este sector. Caldera amenazó “Con dar el palo a la lámpara” si el Congreso volvía a darle vigencia a las garantías suspendidas, decretada por el gobierno en 1995. No obstante, las acciones tomadas por Caldera no fueron suficientes para traer la estabilidad buscada. El país no soportó la restricción económica y, para 1996, una crisis política estaba en puertas. Eso, también, planteó a Caldera otro problema: la paz política en Venezuela cuesta mucho dinero. La estabilidad se logra mediante la redistribución de la renta petrolera a los “buscadores de renta”. El exPresidente respondió con una alianza con AD y el acercamiento a sectores reformistas más capitalistas, como Teodoro Petkoff, y logra un acuerdo con la tecnocracia petrolera, de manera de abordar la necesidad de dinero. La “Agenda Venezuela” y la apertura petrolera, se convirtieron a partir de 1996, en los mecanismos de contención para aplacar la conflictividad política. Caldera tuvo éxito y contuvo a los grupos mercantilistas-corporativos, que buscaron tumbar a Ramón Velásquez y al propio Caldera. Llegamos a Hugo Chávez (1999). Lo que caracteriza a este período es que el problema de la hegemonía se resolvió el 31 de octubre de 2004 –luego de las elecciones regionales de ese año- pero se perdió el 2D de 2007. Hoy otra vez se está en la lucha por la hegemonía, aunque el gobierno busca imponer la suya por la fuerza. Es esto lo característico del período de Hugo Chávez: una hegemonía que se resolvió a través del “pacto de los dólares” –la salida de capitales, que benefició a personas del gobierno, de la oposición, y “ni-nis”- pero que hoy busca ser impuesta por la fuerza. Al analizar los “autoritarismos competitivos” en Rusia y en las exrepúblicas soviéticas, algunos estudiosos sugieren que la causa del autoritarismo actual en esos países fue el legado poco institucional del mundo soviético, que clasifican en tres variables: a.-Un débil marco legal; b.-Poco desarrollo de la economía de mercado, la ausencia de una verdadera clase empresarial, y los principales recursos económicos en manos del Estado; y c.-Una débil sociedad civil.

 

14  

Este sugiere que este tipo de democracia autoritaria no aparece porque la gente esté descontenta con la democracia representativa o porque existan actitudes no democráticas en la población, sino por la ausencia o presencia de oportunidades para que los actores políticos empleen medidas extra-legales para mantenerse en el poder. Lo que se llama el supply-side politics. El mensaje es la idea de restricciones al poder para evitar su ejercicio abusivo. Si no hay, se abusa del poder y se llega al punto autoritario. Lo llamativo para el caso venezolano, si se compara con la experiencia soviética, es que nuestro país no venía de un legado autoritario, sino de una democracia representativa, imperfecta, pero democracia. La pregunta que debe inquietar a los estudiosos con respecto a Venezuela es ¿Cómo el país avanzó una hacia una “democracia delegativa”, viniendo de una exitosa experiencia democrática, iniciada en 1958? Las tres causas comentadas supra dan elementos para responder a la interrogante. Posiblemente, la más relevante sea la ausencia de un sector empresarial autónomo y, por extensión, la ausencia de un relevo empresarial y político organizado. Sencillamente, la crisis aparece porque hay carencia de política, junto a una lucha por la hegemonía que se tradujo en la búsqueda de la supervivencia política, no del cambio político, y en un juego suma-cero entre todos los actores políticos: la reforma a la Constitución de 1961 no se concretó, ni tampoco se avanzó en las reformas de la Copre, más allá de la elección de gobernadores y alcaldes. Todos los actores apostaron al agotamiento de sus competidores, mientras el país se deterioraba. Pero la Venezuela en la que emerge el chavecismo no era el país dominado por una elite como lo indica la historia oficial reciente, “de blancos”. Era una democracia con contradicciones, con un deseo popular de orientarla fundamentalmente al desarrollo económico y hacia contenidos sociales, pero con un anclaje de valores democráticos en el tejido social logrado por la experiencia democrática que se asomó en 1936 y se concretó en 1958. Como señala Villarroel (2001),“Este hallazgo indica la existencia de pluralismo, diversidad, y especificidad en los intereses, lo cual sugiere que la democracia venezolana provee los espacios y las oportunidades para que los actores sociales puedan expresar sus preferencias”. Esa era la democracia de entonces: con contradicciones, diversa, pero no “oligarca”.

 

15  

El diseño militar de la “V República”: sólo ideología Ha habido cuatro etapas de la relación del gobierno de Chávez con las FAN. La primera, que puede llamarse “desarrollismo consensuado”, que va de 1999 a 2002. En esa etapa, estuvieron presentes, por ejemplo, Guaicaipuro Lameda, Enrique Medina Gómez, y Hugo Chávez, porque el objetivo que los unía era acabar con las instituciones de Punto Fijo. Tal vez el cálculo que hizo Lameda, por ejemplo, fue que se iba a imponer sólo el elemento desarrollista, y no fue así. Cuando comenzó a salir el elemento socialista en Chávez, se pasa a la segunda etapa, que fue la ruptura del “consenso desarrollista”: el 11 de abril de 2002. Esta etapa, se define por la entrada de contenidos socialistas en el ámbito militar. El 11 de abril abrió las puertas a la inevitable partidización de las FAN –la principal característica de unas FAN socialistas es que no hay diferencias entre la esfera militar y la esfera partidista; son una sola, mediadas por el partido, en este caso, comunista- y el gobierno aprovechó para purgar a las FAN de militares que estaban en contra del “proceso”. Este segundo momento duró hasta 2003. Luego, se pasó a una tercera etapa, que puede llamarse “institucionalización sin influencias partidistas”, que son las Fuerzas Armadas dentro de un proyecto político que establece la Constitución, pero mantenían una distancia con el elemento partidista, y los militares de alto grado opuestos al gobierno estaban fuera de las FAN o en sus casas. Esta etapa duró hasta 2005. Hoy se está en la cuarta etapa, que arrancó en 2006: “institucionalización con influencias partidistas en tensión”. Si habría que decir cuáles son los momentos claves que impulsaron al gobierno a acelerar el control político de las FAN, son dos: el 11 de abril de 2002, y la salida de Raúl Baduel en julio de 2007. ¿Cómo caracterizar el modelo civil-militar de Chávez? El artículo 328 de la Constitución nacional establece que: “La Fuerza Armada Nacional constituye una institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional, de acuerdo con esta Constitución y la ley. En el

 

16  

cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna. Sus pilares fundamentales son la disciplina, la obediencia y la subordinación. La Fuerza Armada Nacional está integrada por el Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional, que funcionan de manera integral dentro del marco de su competencia para el cumplimiento de su misión, con un régimen de seguridad social integral propio, según lo establezcan sus respectivas leyes orgánicas”. La base del diseño militar actual es lo contrario a la lógica de Punto Fijo con respecto a las FAN. Ahora la institución armada es “Política, obediente, y no deliberante (aunque ideológica)”. A diferencia del diseño de Punto Fijo, las FAN hoy son parte de los procesos y de los contenidos políticos. Están abrochadas a un proyecto político que se asume como propio, natural de los militares venezolanos, que al principio fue vendido como el resurgimiento del desarrollismo perezjimenista, “la participación activa en el desarrollo nacional”; pero que hoy es claramente ideológico, al afirmar que “Bolívar fue un pensador pre-socialista” (Exposición de motivos y artículo 118 de la nueva “LOFANB”, aprobada en 2008, la que sugiere una educación centrada en el “árbol de las tres raíces”). Por esta razón, lo relativo a la defensa de las instituciones democráticas y de la Constitución, como lo sugería el artículo 132 de la derogada Carta Magna, se eliminó: es redundante. Ellas están dentro del proyecto, y no sólo se limitan a los procedimientos sino son parte del contenido. Esto, también, llevó a la eliminación de una sana disposición del texto de 1961: lo no simultaneidad de la autoridad civil y militar en una persona, salvo en el Presidente de la República (artículo 131, con su par en el artículo 7 de la LOFAN de 1995). Es importante destacar que la concepción de seguridad del Estado de acuerdo a la Constitución de 1999 se orienta más hacia lo interno –es una visión más defensiva que ofensiva, y la redacción del artículo 328 resalta más lo interno, y aunque copia muchas de las funciones de las FAN de la LOFAN de 1995, adjetiva la participación en el desarrollo interno, y la llama “participación activa” (artículo 3 LOFAN 2008)- y tiene un complicado sistema legal que va desde el título VII de la Carta Magna hasta la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación, aprobada en 2002.

 

17  

Lo que sí puede decirse es que en el diseño de la seguridad en la Constitución, aquélla adquiere un carácter supra-constitucional y la seguridad es el principio que ordena el orden social. Posiblemente esto sea consonante con las ideas del gobierno en cuanto a la necesidad de planificar a la sociedad mediante una suerte de remake de la planificación centralizada. La planificación de la sociedad recuerda el desarrollismo militar, y las FAN lo asumen como una misión, un destino manifiesto: una suerte de cruzada por el humanismo a escala global, idea de la que ya estaban predispuestos y que explica su pretorianismo histórico en el caso venezolano, que ahora emerge –el discurso nacionalista-desarrollista del Nuevo Ideal Nacional, pero ahora comunista- pero dentro de un relato sumamente ideologizado que usurpa la historia y la distorsiona. Esta superioridad se construye simbólicamente: no sólo los cambios a la bandera y al escudo, junto a la deconstrucción de figuras como Bolívar, Sucre y, quien puede prestarse para construir el relato del “anti-imperialismo”: Francisco de Miranda. Sobre esta base se construye la nueva ideología militar ¿Cuál es el símbolo que objetiviza esta ideología? Es la energía (petróleo y gas). Es lo que se quiere simbolizar –es fácil simbolizarlo, somos hijos del petróleo- para darle textura material a la nueva ideología militar del “anti-imperialismo”. Es la energía lo que construye la nueva concepción militar. Energía que se dice será para liberar al mundo, por lo que se halla amenazada por los “poderes imperiales”, que la quieren para sí, no para redimir al mundo sino para sus intereses egoístas. En este contexto, los militares adquieren una misión no sólo dentro de Venezuela, sino universal y atemporal. El gobierno maximiza el “control subjetivo” sobre el aparato militar, al lograr que los intereses del proyecto de control político de Chávez, se asimilen a los intereses de los militares. Una convergencia ideológica que convierte a las FAN en un actor políticoideológico-partidista, en posición contraria a lo establecido en el 328 de la Carta Magna. Balance y conclusiones Si se analiza el lapso 1958-1998 en el plano militar con lo que pasa en 2009, no es difícil concluir que el logro más importante de la democracia representativa, fue la

 

18  

subordinación del poder militar al poder civil. Con sus debilidades, se logró diseñar y hacer un aparato militar profesional, no partidista ni personalista. El caso de Chávez es distinto, ya que la necesidad de romper con el pasado lleva a reinterpretar la historia, por lo que se necesita una nueva causalidad política: ahora, el capitalismo y el imperialismo que explican la crisis de Venezuela, y son símbolos para ideologizar el discurso político. A diferencia de otros Jefes de Estado que hablaban sobre la modernización del país, Chávez habla de lo mismo, sólo que el término lo ha ideologizado. No es la modernización por sino la modernización en contra. Punto Fijo abrió las puertas a una innovación en el tejido político venezolano: el pluralismo, y cuestionó lo que hoy Chávez revive: la necesidad de un centro organizador. De un punto que concentre la “energía política” de la sociedad para, desde este centro, organizarla. Para la concepción política de Chávez, no se vota por la pluralidad de intereses, sino por la eficacia política del Estado. Es desde esta instancia donde se erige la discusión del orden político ¿Cómo lograr la eficacia? ¿A partir de un centro –aunque sea desconcentrado- o de una pluralidad, que bien puede ser el Estado Federal? La respuesta de Chávez es, claramente, desde un centro que ordena a la sociedad. Este es el punto de intersección que hace posible la unión de las secuelas tradicionales y la ideología comunista del gobierno. Por ejemplo, las ideas de Bolívar, el socialismo, y el nacionalismo. Pero si se les ve desde esta perspectiva, todas tienen en común que hablan de la necesidad de un centro político, de una unidad. Esto, también, hace posible la ideologización de los militares al comunismo, al camuflarlo con ideas de seguridad, soberanía, y de unidad nacional. Bolívar, antes de morir, rechazó a los “partidos” (las facciones) porque fueron la causa de la desunión de las nacientes repúblicas americanas, que truncó el sueño de la Gran Colombia. Representación que quedó en la herencia cultural de la conciencia nacional venezolana: “Unión, Paz, Trabajo” y el “Nuevo Ideal Nacional”. El experimento de una “democracia mínima” pero plural iniciado en 1958, hoy se critica con fuerza, posiblemente porque se le culpa; junto al nuevo icono político, el capitalismo, de la crisis que experimentó Venezuela a partir de los 80. La democracia liberal y representativa es, desde esta visión, sinónimo de debilidad. La unión es símbolo de fortaleza.

 

19  

Con el socialismo, Chávez apostó a la vertiente estatizante y no libertaria de esta corriente política. Es la idea que el Estado unifica a la sociedad y es la instancia que tiene legitimidad para representar a los intereses del país, que se hacen visibles en un país unido, sin diferencias sociales, en la Venezuela de iguales que tan afanosamente persigue la actual administración política. Pero el socialismo aporta un elemento vital para un gobierno que pretende ser irreversible: la posibilidad de construir una identidad política que rompa con la tradición “bolivariana” que ha tenido Venezuela, al menos desde su uso político a partir de 1936. Ya no es el Bolívar “positivista” de los gobiernos de López y Medina, sino un nuevo Bolívar: “socialista”, que mantiene la idea de la unidad, pero que se diferencia del Bolívar-símbolo del pasado, en que tiene una postura política ya definida: antiimperalista1. La admiración política hacia Bolívar se convierte en una admiración ideológica, necesaria para legitimar los símbolos del nuevo gobierno que se inició en 1999: el primer anti-imperialista del mundo fue Bolívar. También fue el campeón de la unidad, pero traicionado por quienes representaban facciones ajenas al interés nacional, y rompieron con la fuerza de una Hispanoamérica unida que, cual lucha de clases, tarde o temprano se enfrentaría al símbolo del capitalismo y de la opresión de los pueblos: los Estados Unidos. Esto se conecta con el nacionalismo desarrollista propio de los militares de nuestros países. La idea que la milicia es “el órgano vital” para construir la patria, lo que hace posible el uso de los símbolos perezjimenistas, como la idea del país poderoso, soberano, y anti-imperalista. La idea del país unido, fuerte, con proyectos de desarrollo de la nación, centrados en la fortaleza, en la construcción del poder nacional, para ser respetados en el mundo. No es la afirmación individual el valor preferido, sino la dignidad nacional lo que se busca. ¿Qué hace posible la ideologización de los militares? La unidad, el necesario centro que organiza, y que se ajusta a la mente del Jefe del Estado que necesita un centro, que se elabora en la idea del “pensamiento conductor del Estado”, que tiene en el “bolivarianismo” el relato de una epopeya ya no por la Independencia, sino por el                                                                                                                 1

Aunque el “Bolívar anti-imperialista” no es una invención original de Chávez. Sí es usarla como eje del discurso político con vocación hegemónica. Vid. Nikita Harwich (2003). Un héroe para todas las causas: Bolívar en la historiografía. Iberoamericana, 10, 722. Especialmente la página 18, donde comenta el aporte de J. R. Núñez Tenorio, para construir al Bolívar “revolucionario”

 

20  

socialismo, original en América Latina, para construir el proyecto nacional que se quiere puro, fuerte, y no extranjero. Desde este punto de vista, las contradicciones que parece tener el gobierno, no son tales. Siempre ha habido una línea: construir un centro ordenador, dentro de una idea desarrollista, y las diferencias están en los valores que preconiza ese desarrollismo: riqueza versus igualdad, “Ser rico es malo”. Pero en la idea desarrollista de un centro que organizara a la sociedad, no ha habido cambios. Tal vez esto explique los apoyos iniciales que tuvo Chávez: personas que apostaron al desarrollismo, pero no al socialismo. El centro es lo constante, lo que ha variado es el contenido de ese centro ordenador. Hoy es el “socialismo del Siglo XXI”. La idea de un “orden político positivista” atrajo a muchas personas y concitó apoyos de grupos relevantes –no fueron sólo “los pobres” los que apoyaron a Chávez en 1998como grupos económicos y figuras intelectuales, al gobierno de Chávez. Era alcanzar el ideal del país fuerte y soberano, que el modelo de Punto Fijo, con sus modales convencionales y centrados en la lucha política, no logró satisfacer. El pacto de 1958 es visto por Chávez como un alien que contaminó el “evolucionismo necesario” para Venezuela: de la Independencia al socialismo necesario, que era el camino “natural”. Punto Fijo rompe con esta visión evolucionista e introduce el proyecto modernizador de una democracia-liberal. Esto explica los cuestionamientos a la “modernización de Punto Fijo”: se niega su existencia y, lo que a veces parece, se niega el hecho que debe haber modernización. Es la presencia de un pensamiento conservador, agrario, que intenta revivir un pasado no vivido –lo autóctono venezolano- como etapa necesaria para avanzar al camino verdadero venezolano: el “socialismo del Siglo XXI”. Y hoy ¿En dónde se halla el “proceso”? Esta cita, aunque dicha en el contexto de la extinta URSS, se aplica al caso venezolano y ayuda a contextualizar la situación del momento, “In short, Marxism has a ‘genetic code’ and ‘reformed’ socialism is a contradiction, like being half pregnant”. Esta cita de uno de los “sovietólogos” más relevantes, que pertenece a la Universidad de Princeton, Stephen Kotkin, sugiere el punto en que se halla el “proceso” y el país: si avanza hacia un socialismo “embarazado” o éste queda “medio embarazado”.

 

21  

Chávez decidió por el “embarazo completo”. Esto explica el carácter existencial, ontológico de su discurso. El Presidente parece saber que ninguna “revolución” es posible sin la participación popular. Las ideas no tienen efecto a menos que estén dentro de una estructura de mitos compartidos, combinados con diferentes prácticas cotidianas. El chavecismo ya no se conforma sólo con la dinámica política del poder, sino que busca construir una novedosa identidad política. Ya tiene el gobierno, ahora quiere el poder. Al tomar las palabras de Enrique Krauze, “En Venezuela, la disputa sobre el pasado es la disputa del porvenir”. Sólo queda apostar a una nueva victoria de la democracia sobre el positivismo y sobre el marxismo; tradiciones políticas que han sido permanentes en la política venezolana, al decir de Luis Castro Leiva.

 

22  

Referencias bibliográficas 1. Agüero, F. (1993). Las fuerzas armadas y el debilitamiento de la democracia en Venezuela. En: Varios. Venezuela: la democracia bajo presión. Caracas: Nueva Sociedad. 2. Arroyo Talavera, E. (1988). Elecciones y negociaciones: los límites de la democracia en Venezuela. Caracas: Pomaire/Conicit. 3. Baptista, A. (1988). El desarrollo de Venezuela visto desde la economía política. En: AA.VV Apreciación del proceso histórico venezolano. Caracas: Fundación Universidad Metropolitana. 4. Bigler, G. E. (1981). La restricción política y la profesionalización militar en Venezuela (traducido por el Coronel del Ejército Carlos Pérez García). Politeia, 10, 85-142. 5. Blanco Muñoz, A. (1981). La lucha armada: hablan 6 comandantes. Caracas: UCV/Expediente. 6. Blanco Muñoz, UCV/Expediente.

A.

(1981).

La

conspiración

cívico-militar.

Caracas:

7. Capriles, C. (2004). La revolución como espectáculo. Caracas: Debate. 8. Carrera Damas, G. (2006). Petróleo, modernidad, y democracia. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt. 9. De Corso, G. (2002). El modelo económico militar en el Siglo XX: la experiencia de la década militar 1948-1958, la Quinta República, y la perspectiva histórica. En: Castillo, H; Donís, M. A; e Irwin, D (Comps). Militares y civiles. Caracas: USB/UCAB/UPEL. 10. Ferrero, M. (2002). Chávez, la sociedad civil, y el estamento militar. Caracas: Alfadil Ediciones. 11. Finer, S. E. (1969). Los militares en la política mundial. Buenos Aires: Sudamericana. 12. Haluani, M. (1991). Crisis y violencia política: análisis sobre la aplicación de la teoría de la curva-J en el caso de Venezuela 1968-1989. Argos, 49-61. 13. Huntington, S. P (1996). Reforming Civil-Military Relations. En: Diamond, L. y Plattner, M. F (Ed). Civil-Military Relations in Democracy. Baltimore/London: Johns Hopkins University Press/National Endowment for Democracy.

 

23  

14. Kotkin, S. (1998). 1991 and the Russian Revolution: Sources, Conceptual Categories, Analytical Frameworks. The Journal of Modern History, 70, 384-425. 15. Krauze, E. (2008). El poder y el delirio. Caracas: Editorial Alfa. 16. Levine, D. H. (2003). Democratic consensus in two timeframes: 1972-2002. Politeia, 30, 21-40. 17. Maldonado Michelena, V. (2002). Militares en nuestro desarrollo. Caracas: Secretaría del Consejo de Seguridad y Defensa. 18. Müller Rojas, A. (1989). Rómulo Betancourt y la política militar. En: Varios. Rómulo Betancourt: Historia y contemporaneidad. Caracas: Fundación Rómulo Betancourt. 19. Müller Rojas, A. (1992). Relaciones peligrosas: militares, política y Estado. Caracas: Tropykos. 20. Olavarría, J. A. (2002, julio). Intervención del general José Antonio Olavarría en el foro titulado “Fuerzas Armadas de Venezuela ¿Zapatero a sus zapatos?”, organizada por la A. C. Comprensión de Venezuela, Caracas. En: http://www.segured.com/index.php?article=355&od=2 21. Skene, C. (2003). Authoritarian Practices in New Democracies. Journal of Contemporary Asia, 33, 189-214. 22. Straka, T. (2004). Guiados por Bolívar: López Contreras, bolivarianismo y pretorianismo en Venezuela. En: Irwin, D. Y Langue, F. (Eds). Militares y poder en Venezuela. Caracas: UPEL-UCAB. 23. Sucre Heredia, R. (2003). La política militar en la Constitución de 1999 ¿Cambio o continuidad? Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, 9, 139-162. 24. Sucre Heredia, R. (2006). La concepción militar en la nueva LOFAN ¿Guerra asimétrica o movilización nacional para la movilización interna? Paper. Exposición elaborada para el seminario “Caracterización del sistema político venezolano”, en el tema “El factor militar”, organizado por la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, y pronunciada el día martes 9 de mayo de 2006. 25. Sucre Heredia, R. (2007). Socialismo y la cuestión militar. En: López Maya, M. (Ed). Ideas para debatir el socialismo del Siglo XXI. Caracas: Editorial Alfa. 26. Sucre Heredia, R. (2009, febrero). Socialismo militar en cámara lenta. Revista Poder.

 

24  

27. Villarroel, G. (2001). Las representaciones políticas del venezolano. Un estudio sobre culturas políticas. Caracas: Universidad Central de Venezuela/CDCH. 28. Walton, M. (2004). Neo-liberalism in Latin America: Good, Bad, or Incomplete? Latin America Research Review, 39, 165-183.

 

25  

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.