Sector Privado y Desarrollo ¿de quién?

June 24, 2017 | Autor: C. Sala Valdés | Categoría: Development Studies, International Development
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Sector Privado y Desarrollo ¿de quién? Cristina Sala Valdés Investigadora de la Universidad de Deusto, Bilbao En mayo de 2011 la Agencia Británica de Cooperación Internacional al Desarrollo, uno de los referentes de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, publicaba “El motor del desarrollo: El sector privado y la prosperidad de la gente pobre”, documento en el que señalaba que la promoción de la riqueza y la creación de empleo en los países más pobres no es sólo moralmente correcto sino que también forma parte de los intereses de Reino Unido. Así de claro puesto que es en los mercados emergentes, es decir aquellos mercados que están teniendo un rápido crecimiento e industrialización en sus actividades sociales y de negocios y que eran pobres tan sólo 10 o 20 años atrás, donde las compañías de Reino Unido están adquiriendo nuevos negocios y expandiéndose a velocidades sin precedentes. Por tanto, invertir ahora en empleo y empresas en los países más pobres que aún no han alcanzado el status de mercados emergentes significa invertir en los pueblos y sociedades que serán los consumidores masivos del futuro; los consumidores de determinados bienes y servicios ofrecidos por las empresas del Reino Unido. Cabe señalar la especificidad del concepto que se utiliza: consumidores del futuro. Ni ciudadanos (un concepto relacionado con el sector público), ni actores (un concepto relacionado con capacidad de acción y propuesta de cambio), sino consumidores del futuro. Un poco antes, en enero de 2009 en el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza, el secretario general para Naciones Unidas Ban Ki-moon señalaba que “nuestro tiempo exige una nueva constelación en la cooperación internacional: gobiernos, sociedad civil y sector privado trabajando juntos en pro de un bien colectivo mundial”, situando al sector empresarial como principal actor en la erradicación de la pobreza. Así se ha recogido también en el 4º Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo, celebrado en Busán en diciembre de 2011 y que constituye la referencia para el diseño de las futuras agendas de ayuda al desarrollo. Estas ideas, expuestas asimismo en el documento británico arriba reseñado, resumen una década de construcción del denominado “capitalismo inclusivo”, un modelo económico basado en las interacciones entre tres actores: sector privado, Estado e instituciones públicas, y organizaciones de la sociedad civil (que incluyen ONG’s, Academia, etc.). Un modelo que generará “cambios radicales en el mundo en desarrollo”. ¿De qué tipo de cambios radicales hablamos y cómo se consiguen? Prahalad, autor de referencia del capitalismo inclusivo, señala que los cambios se conseguirán a través del “compromiso activo de las empresas privadas con la base de la pirámide [la población más desfavorecida] (…) en la medida en que la competencia del sector privado por dicho mercado fomenta la atención hacia los pobres como consumidores y crea opciones para ellos”. Lo que se pone de manifiesto es la relevancia adquirida por un concepto específico de desarrollo: el que se centra en el crecimiento económico. Al situar el foco en los recursos se produce una pérdida del enfoque más integral de desarrollo que se había alcanzado con el concepto de desarrollo humano, centrado en el acceso a bienes y servicios pero como medio para conseguir un plan de vida y una realización individual plena. 1

En este contexto son las empresas transnacionales, aquellas empresas que han trasladado parte de su producción y prestación de servicios a otros países (en especial a los países en vías de desarrollo), las que tienen capacidad para ejercer este papel. Las pequeñas y medianas empresas no pueden cumplir esta misión puesto que en el contexto de crisis actual su principal objetivo es la supervivencia. Pero las empresas transnacionales sí. Empresas transnacionales que registran elevados niveles de impunidad e inmunidad tras haber externalizando el riesgo del centro a la periferia, del Norte al Sur (a pesar de que estas demarcaciones empiezan a quedar obsoletas), tras haber demandado cambios en el marco legal de actuación, tras haber conseguido tratos recaudatorios de favor, es decir, pago de menos impuestos. Las maquilas, sistemas de producción que permiten a las empresas aprovechar los menores costos de la mano de obra del país donde se establecen, sin tener que someterse al sistema de aranceles vigente, son un claro ejemplo de ello. A pesar de que no hay una relación directa entre inversión extranjera y desarrollo, las agendas de desarrollo actuales europeas se están conformando sobre esta base, como es el caso de la ya mencionada Agencia Británica o la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo. La Ayuda Oficial al Desarrollo española lleva tiempo siendo canalizada en parte a través de empresas. En un contexto en el que se le da prioridad al sistema productivo, en donde la crisis económica puede llevar a que en aras de dar un paso más en la superación de tal crisis las preferencias de destino de la ayuda al desarrollo coincidan con los intereses comerciales de los países desarrollados que emiten la misma, parece obvio que en la agenda de la efectividad de la ayuda se señale al sector privado como actor principal del desarrollo. La nueva arquitectura del desarrollo que se está conformando en el seno del capitalismo inclusivo, no incluye la idea de que los problemas de desarrollo no son sólo problemas de los países del Sur, sino problemas globales, puesto que afectan a la sostenibilidad de todo el sistema (por ejemplo en temas ambientales). Si parte de los objetivos de desarrollo humano, según se venían entendiendo hasta ahora, se dejan en manos de las empresas transnacionales ¿qué coherencia de políticas para el desarrollo es posible? O dicho de otro modo, si se afirma, como ya se ha comenzado a afirmar, que el desarrollo integral, humano es imposible sin una visión conjunta de objetivos por parte de todas las políticas diseñadas en el seno de un país, ¿cómo se va a poder ahora combinar tales objetivos con los intereses propios de la empresa transnacional? Si se abraza la idea de que vivimos en un sistema dinámico, interdependiente y complejo donde el Derecho Internacional de los Derechos Humanos no tiene articulados sistemas jurídicos capaces de someter a las transnacionales, puesto que tanto los sistemas universales de protección de los Derechos Humanos y laborales fundamentales como los códigos externos no pueden neutralizar la fortaleza del Derecho Comercial Global, ¿qué es ético pedir al sector privado como actor de desarrollo en un modelo de capitalismo inclusivo?

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