Se trata del realismo. El debate entre Bertolt Brecht y Georg Lukács desde la crítica ideológica.
Descripción
“Se trata del realismo.” Una consideración del debate sobre la representación en las artes y la literatura entre György Lukács y Bertolt Brecht Lic. Ignacio RialSchies Resumen Esta ponencia surge de la indagación en la historia del concepto de sobredeterminación en el marxismo y las posibilidades de abordar desde la misma corriente la lucha de clases y la toma de conciencia en el campo cultural. Desde una serie de consideraciones sobre los escritos de Louis Althusser y el cambio que proponen en la concepción materialista de la cultura, nos acercaermos al debate que comenzara entre Bertolt Brecht y György Lukács en torno al concepto del realismo en las artes y la literatura en las páginas de la sexta edición del boletín literario germanoparlante editado en el exilio moscovita Das Wort. Ese debate, que se prolongaría a lo largo de sus respectivas producciones artísticas y teóricas, es una influencia clara en la obra de Althusser y en la inflexión que proponemos retornar a las primeras desde la segunda, quisiéramos abrir un margen para concebir nuevas relaciones entre la representación y lo representado en las artes y la literatura.
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Esta ponencia es un fragmento de una tesina de grado titulada “Sobredeterminación: Construcción y desmantelamiento de una metáfora estructural”. En su forma original, planteamos en ella un recorrido histórico por la noción de sobredeterminación, tal como la introdujera Althusser al acervo conceptual del materialismo dialéctico en “Contradicción y sobredeterminación”, un texto de 1962 recopilado en La revolución teórica de Marx. En nuestra lectura, el principio explicativo que comprende el concepto de sobredeterminación tiene un lugar central en en la reflexividad intrínseca de la representación, en formas que si bien ya operaban en la obra de Marx, su funcionamiento permanecía todavía inabordable desde la misma corriente del pensamiento. La metáfora estructural que utilizó Karl Marx para describir al funcionamiento general de la sociedad, es decir, cómo esta cobra forma para sí misma, es la que comprendemos como “metáfora del edificio”1, vinculada muy de cerca con otra serie de metáforas que buscamos problematizar, como la de la cámara obscura, la alienación y las construcciones de reflexión y ocultamiento. Estos principios explicativos empiezan a delinearse en La ideología alemana, se conforman en Crítica a la economía política y encuentran su desarrollo más extenso en El Capital. En este proceso, podemos ver cómo Marx entiende a la sociedad como una relación entre una base económica, en tanto modo de producción de la vida material, sobre la cual se erige una superestructura determinada por la anterior, de relaciones jurídicas y formas políticas. Siguiendo a Marx, es la división social del trabajo la que inaugura las condiciones para una toma de conciencia del mundo, su posibilidad de representación.. Es por esto que Marx define la tarea de la filosofía en contra de la concepción imperante entre sus antecesores idealistas. Porque es en contra de la dialéctica hegeliana de la síntesis de la ideas que determinarían el espíritu de una época y su
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“La totalidad de esas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta una superestructura jurídica y política y a la cual responden formas sociales y determinadas de conciencia. [...] El cambio de la base económica mina más o menos rápidamente toda la superestructura.” Marx, K. (1958)
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desarrollo autoconsciente, que Marx establece las posibilidades del desarrollo de una sociedad. Sería, por el contrario, en función de las relaciones de producción encontradas en la base de una sociedad, en tanto técnicas de producción en diverso y progresivo grado de desarrollo, y no, como argumentaban los idealistas, por las ideas que se presentan a los hombres en una época, que la sociedad estaría en condiciones de desarrollarse. Esta escisión entre el trabajo manual y el intelectual es a la vez el fundamento de una serie de metáforas harto conocidas y problemáticas para la teoría crítica, como la cámara obscura, las metáforas de la alienación y del ocultamiento. Si bien quizás haya sido para Marx demasiado pronto para someter a sus propias afirmaciones al escrutinio del sistema de pensamiento que configuran, es plenamente reconocible que su inscripción en la superestructura ideológica, como toda forma del pensamiento separada de la práctica vital inmediata, las tornaría accesibles al mismo análisis al que somete a esas configuraciones ideológicas previas. Es en los escritos de Friedrich Engels, específicamente en “Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”, donde encontramos la construcción más problemática en la relación de los elementos de la base y la superestructura de una sociedad, en particular por su sesgo teleológico.. Engels argumentó, en referencia a los textos marxeanos, que la determinación de una parte sobre otra sería “en última instancia” y que la superestructura tendría una “autonomía relativa” sobre la base para influenciar el curso de de las luchas históricas en torno a esa puesta en sentido. Es en momentos como ese, o cuando habla del desarrollo de las capacidades productivas de una sociedad y el avance hacia la toma de conciencia de la explotación de las clases trabajadoras, que una concepción espontánea del tiempo se torna evidente. Es en el intersticio que admiten la determinación en última instancia de la base material sobre la superestructura jurídicopolítica y la posible autonomía relativa de la última sobre la primera, donde Louis Althusser encontró un espacio para intervenir la estructura del modelo. Frente a la
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imposibilidad de comprender movimientos como la Revolución Rusa o la Revolución Cultural China, que hasta entonces parecían explicarse sólo en términos de situaciones excepcionales para el marxismo, y tomando una distancia crítica de la herencia hegeliana del proyecto, Althusser pone en juego el concepto de sobredeterminación para explicar la acumulación de contradicciones en la superestructura que podrían ejercer esa influencia a la que Engels no pudo terminar de definir. Proveniente de La interpretación de los sueños de Sigmund Freud, Althusser toma el concepto de sobredeterminación para problematizar esa misma relación entre base y superestructura, desligándola de su concepción tópica, como edificio, para llevarlas al plano temporal. Y esto es porque la sobredeterminación propone una relación entre elementos presentes y ausentes en la materialidad de cierta expresión dada. Si los escritos marxeanos implicaron un desdoblamiento en las capacidades reflexivas del discurso científico sobre lo social, fue el psicoanálisis freudeano que hizo de esa inflexión una pieza central de su método de indagación, con el sujeto como objeto, en lugar de la sociedad. 2 Frente a explicaciones que no podían evadir la relación dialéctica entre elementos de los dos niveles de la estructura, la propuesta de Althusser abre la posibilidad de elaborar relaciones múltiples y polivalentes para explicar los cambios en cada uno de ellos. Y esto no pudo evitar dar comienzo al proceso por el cual el marxismo se despega del objeto de “modo de producción” como elemento privilegiado de su discurso. Es en el deslinde de estos elementos profundos de la dialéctica hegeliana, en su concepción implícita del tiempo y el desarrollo de las capacidades humanas, que el edificio construido por Marx, de base material y superestructura ideológica, se aplana y ya no puede ser entendido como un juego de determinaciones tópicas recíprocas. La pregunta que disparó toda esta serie de reflexiones es la siguiente: ¿cuál es la diferencia
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Debemos el reconocimiento de esta homología estructural a Zizek, S. (2008): “there is a fundamental homology between the interpretative procedure of Marx and Freud more precisely, between their analysis of commodity and of dreams.” p. 34
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específica entre la determinación y la sobredeterminación? La aparente contigüidad de estos conceptos nos empujó a consultar los textos originales. La pertinencia de la pregunta, aunque no una respuesta, nos resultó evidente cuando, en el alemán esa contigüidad se vio coartada por su radical diferencia. Por un lado, el concepto de Bestimmung, en el caso de Marx, fue traducido al castellano como “determinación”, y el de Überdeterminierung, en el de Freud, como sobredeterminación. Desde ahí, una breve excursión por la etimología de las palabras nos lleva a pensar que la acepción de “determinación”, como la comprendemos en castellano, el establecimiento de límites, nunca podría recubrir los mismos contornos que los términos alemanes. En el caso de la Bestimmung, vemos que se compone del prefijo be, el sustantivo Stimme y el sufijo ung. Be se utiliza en el alemán para, antepuesto a una acción, referirse al cambio de estado que por ella se efectúa. Stimme es la capacidad fonadora de un objeto o un ser, es tanto la voz de una persona, su capacidad de hablar, como el tono de un instrumento. Es a la vez el nombre del voto, la expresión de un individuo en favor o en contra de una situación que llama al consenso de un grupo. No es directamente el sustantivo el que se incorpora en esta expresión, sino su forma verbal. Stimmen, en infinitvo, singifica por prolongación el acto de alzar la voz, de emitir un voto o afinar un instrumento. El sentido de una palabra no se deduce necesariamente de las partículas que la componen, y el devenir histórico del verbo bestimmen imprimió en su superficie significados que exceden a la suma de sus partes. El acto reflexivo al que remite stimmen apunta en el sentido de una decisión consciente. Así, sostenemos que Bestimmen participa de la dimensión temporal que apunta en la dirección del destino, de encomendar algo a un destino. No pretendemos en esta remisión a la etimología de los términos recuperar un sentido original a partir del cual zanjar una discusión bastante más extensa que la que este escrito pudiera cubrir. Por el contrario, creemos que la consideración de esa diferencia etimológica que desaparece en la traducción de los textos al castellano puede ofrecer un fundamento distinto para pensar el problema.
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En el texto de Freud, la circunstancia donde la sobredeterminación acontece es sincrónica, no implica una relación de precedencia por parte del pensamiento onírico sobre su contenido, ya que contenido y pensamiento onírico están igualmente presentes en el sueño3. Podríamos extrapolar esta relación y afirmar que es a falta de esa relación temporal entre los elementos de su teoría que Freud escapa al uso de la noción de determinación tradicional a la filosofía alemana. En este caso, la interpretación de la relación está justificada copresencia de los elementos en el sueño. Una demostración de la necesidad y pertinencia del concepto de la sobredeterminación dentro de ese espacio, a modo de ilustración del cambio radical que implica su introducción a la corriente del pensamiento marxista, puede encontrarse en la discusión que sostuvieron Bertolt Brecht y Grégory Lukács respecto del realismo hacia fines de la década de 1930, en las páginas de la revista “Das Wort”. Respecto de Bertolt Brecht y su obra, las referencias en los textos de Althusser son de una frecuencia notable. Tomaremos dos: “El ‘Picolo,’ Bertolazzi y Brecht (Notas acerca de un teatro materialista)” que fuera publicado primero en la revista Espirit en 1962, y el texto “Über Brecht und Marx,”4 de 1968, compuesto como presentación de la obra de Bertolazzi, El Nost Milan, en el mismo teatro. El primero de estos textos es abordado por Natalia Romé en “En busca del materialismo. Filosofía, política e historia en la obra de Louis Althusser.”5 La apreciación de Romé servirá como un atajo
“Aus dieser ersten Untersuchung holt man sich den Eindruck, dass die Elemente ‘botanisch’ und
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‘Monographie’ darum in den Trauminhalt Aufnahme gefunden haben, weil sie mit den meisten Traumgedanken die ausgiebigsten Berührungen aufweisen können, als Knotenpunkte darstellen, in denen sehr viele der Traumgedanken zusammentreffen, weil sie mit Bezug auf die Traumdeutung vieldeutig sind. Man kann die dieser Erklärung zu Grunde liegende Thatsache (sic) auch anders aussprechen und dann sagen: Jedes der Elemente des Trauminhaltes erweiss sich als überdeterminirt (sic), als mehrfach in den Traumgedanken vertreten.” 4
Althusser, L., (2001)
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Romé, N., en Caletti, S. et. al. (2011), p.117.
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para resumir el problema que el autor resalta en la obra de Bertolazzi en tanto esta fuera criticada en su aparición original por ser “melodrama épico” y “teatro popular malo”; mientras la autora señala que Althusser “apunta a reivindicar el valor estético de esta pieza y a ‘hacer justicia a la extraordinaria representación [...][que] lejos de distraernos con el espectáculo de vejestorios rancios, [...] nos conduce al corazón de los problemas de la dramaturgia moderna’.”6 Así, Althusser recurriría a una comparación de la obra teatral de Brecht con la de Bertolazzi, a las que coloca en la misma línea como representantes del teatro materialista, para establecer que la riqueza de tal teatro está “justamente en un plano que no es el del relato sino más bien el de su suspensión: en la estructura de la obra y especialmente en su temporalidad nolineal.”7 Este acercamiento al teatro serviría, a la vez, para construir una crítica a una concepción lineal del tiempo en una teoría de la historia. En el segundo texto, Althusser construye una analogía entre el materialismo dialéctico, como filosofía, con la propuesta conceptual de Brecht. En tanto Brecht propone al teatro el mismo horizonte que Marx a la filosofía, que no se trata, respectivamente, de interpretar al mundo, sino de cambiarlo;8 Althusser encuentra en la intersección de su obra con la de Bertolazzi, una nueva perspectiva para abordar ciertos problemas teóricos. El dramaturgo alemán construyó, a partir de la operación que Marx le imputara a la ideología, la de presentarse a la conciencia como “algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente,” una de las operaciones fundamentales de su programa estético9. El desplazamiento por el cual la ideología presenta la realidad al sujeto, fragmentada, discontinua, es el movimiento que
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Op. cit. p 118. Dentro de la cita, está contenido un fragmento del texto de referencia.
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Op. cit. p. 145
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Brecht, B. (1963) p. 205”: “Ich wollte auf das Theater den Satz anwenden, dass es nicht nur dar auf ankommt, die Welt zu interpretieren, sondern sie zu verändern.” (“Quise proyectar sobre el teatro la premisa de que no se trata de interpretar al mundo, sino de cambiarlo.” La traducción es nuestra.) y Marx en la onceava “Tesis sobre Feuerbach” 9
Althusser, L., (2001) p. 53.
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Brecht lleva a la práctica teatral por analogía. El teatro, al cual Brecht reconoce un origen burgués y alinea en una intervención sobre su técnica con la causa marxista, es “descentrado, para evitar que la pieza sea interpretada a modo de representación voluntaria, que el público se hiciera de su vida, de sus conflictos, del drama de sus soluciones,”10 para terminar con la identificación y favorecer una postura crítica respecto de lo representado. La discusión entre Lukács y Brecht comienza en las páginas de la sexta edición, de 1938, del boletín literario “Das Wort”, editado en el exilio moscovita con apoyo soviético. Al número, además de Lukács, cuyo texto tomamos como inauguración de la discusión a la que específicamente nos remitiremos, también contribuyeron Bertolt Brecht y Ernst Bloch, entre otros. La discusión propuesta por el comité editorial giraba en torno al expresionismo, como novedad en el campo del arte. Lukács comienza su aporte, “Se trata del realismo”, con un distanciamiento de la discusión anterior. Luego de describir los rudimentos de la misma que para él parecía darse entre una literatura clásica y una moderna, inscribiendo al expresionismo en la segunda categoría, Lukács argumenta que tal planteo sólo permitiría concebir el desarrollo de la literatura como una linealidad. Esto sólo contribuiría a establecer una superación teleológica del naturalismo y el impresionismo por el expresionismo y el surrealismo, movimientos dentro de los cuales enmarca tanto a James Joyce como a Franz Marc. Critica a las obras y a esta taxonomización por manifestar un “alejamiento del realismo, una cada vez más enérgica liquidación del realismo.”11 En esta concatenación que establece una aparente superación por contigüidad de las formas en el arte, Lukács argumenta que las contribuciones de los grandes escritores realistas contemporáneos, como Máximo Gorki o Thomas Mann eran, con demasiada frecuencia, dejadas de lado.
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Althusser, L., (2001) p. 57.
11
Lukács, G. (1938) p. 113.
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Para Lukács, el problema en esta concepción del desarrollo de las artes, que identifica en los escritos de Bloch, por ejemplo, está en la perspectiva que los representantes de las vanguardias artísticas toman respecto de la realidad en el sistema capitalista de producción. En este contexto, en el cual “la superficie del capitalismo se ve, como consecuencia de la estructura objetiva del sistema, desgarrada,”12 Lukács argumenta13 que esta independización del ciclo reproductivo del sistema capitalista, que “se refleja invertida inmediatamente en las cabezas de los hombres”, solo puede interpretarse como una acción violenta del sistema sobre aquellos. Si para el surrealismo o el expresionismo la relación de la obra con la realidad no entra siquiera en cuestión, Lukács propone que el rol de la literatura revolucionaria es, por el contrario, el de construir artística o literariamente una representación de la realidad como totalidad, “tal como esta se constituye”14. De ahí que el autor distinga entre dos formas posibles para el devenir del realismo en la historia del arte. Por un lado, el naturalismo que reproduce la apariencia de la realidad, sin reconstruir artísticamente la totalidad social que el sistema capitalista detona y fragmenta y vuelve discontinua. Esto es aquello que critica a Bloch sobre su apreciación de Ulysses. En un artículo, éste habría hecho de la discontinuidad en la corriente del monólogo narrativo una característica del estado de la conciencia de muchos hombres en la fase imperialista del capitalismo. Para Lukács, Bloch erraba en identificar la conciencia con las cosas mismas, sin contemplar las causas, la historia de la construcción de esa imagen desgarrada15. Por otro lado, el formalismo, que se caracteriza por tomar dispositivos creativos y producir obras que no referencian a la realidad. En este segundo grupo enmarca Lukács a la obra de Brecht16.
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Op. cit. p. 115.
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Marx, K., Engels, F. (1859) “Da sie nun doch zusammentgehören, so kann die Verselbstständigung der zusammengehörigen Momente nur gewaltsam erscheinen, als zerstörender Prozeß.” según Lukács, G. (1938). 14
Lukács, G. (1938) p.116.
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Op. cit. 117
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Op. Cit, 134
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Por el contrario, para Lukács el objetivo de la literatura realista está en mostrar “dónde los fragmentos encajan en el complejo total de la vida, de qué parte de la vida social viene, hacia dónde va, etc,”17 y la lucha sería en contra del imperialismo naturalista que propone tomar a la realidad tal como se presenta, una forma de representación que dista de contribuir a la causa marxista. Es por esto que la perspectiva de Lukács nunca podría haber coincidido con el programa artístico de Brecht. De todos los fragmentos en que se presenta la realidad, Brecht no toma el contenido, sino al desplazamiento de perspectiva de uno a otro. La obra de Brecht revoluciona la técnica del teatro porque no aspira a totalizar el efecto de la representación. Al poner en escena una representación que no intenta una continuidad lógica con el mundo real, que propone en su lugar fragmentos de la realidad para, en el acto de representación, mostrar la operación ideológica, un constante desplazamiento sobre la superficie de un mundo que sólo se percibe fragmentado. Es en la referencia a una realidad trascendente a los límites de la representación, ya invertida a la conciencia y fragmentada por la cámara oscura o fetichizada, o representada en una obra que restituya su totalidad, que se da la oposición central entre estos autores. Si bien ambos, Lukács y Brecht, pretenden, desde sus respectivas concepciones de la representación, formular una teoría general de la estética materialista en el arte, la distancia histórica quizás nos permita reconocer con mayor claridad que tanto los objetos como los contextos en los cuales estaban formulando sus teorías fueron radicalmente distintos. La estructura de la propuesta de Lukács, como crítico cultural, historiador y filósofo, proviene de la reflexión sobre la historia de la literatura. La mayor preocupación de Lukács, que por su militancia estaba alineada con la política cultural de los frentes populares, el socialismo realista, era la lucha contra el fascismo,18 y en ella, la preservación de la cultura era a la vez el arma y el objetivo. Brecht, en cambio, tenía un objetivo político de lucha, no de defensa, y encontraba en la innovación de la
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Op cit. p. 119
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Lukacs, G., (1956) p. 130
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técnica del teatro su arma para combatir las formas ideológicas, entendidas como erróneas, en las cuales la realidad se presenta19. Con este breve repaso sobre la dicusión quisiéramos dejar en claro que el debate en torno a la representación en el materialismo dialéctico es de una importancia central en la producción de conocimiento científico. Apuntalados en buena parte sobre un acercamiento a la otrora revolucioanaria irrupción de la fotografía y el cine, muchos marxistas cayeron en un inexcusable fetichismo, no de la mercancía, mas sí de la técnica. Proyectando una lectura férreamente mecánica de la técnica como componente de la base determinante de la sociedad, perdieron de vista el valor de la representación dentro de las prácticas culturales de la sociedad. Es así que la cultura, ámbito de realización por excelencia de la práctica social, quedó en sucesivas instancias forcluida en el nivel superestructural de la ideología, inaccesible al abordaje crítico por falta de conceptos que permitieran reclamarla como un objeto legítimo de la reflexión. Este es, si hubiera que señalar uno sólo, el mayor valor que tiene la sobredeterminación para nuestro campo disciplinario. No tanto por las características intrínsecas del concepto, ni por el lugar que tiene en la intersección entre marxismo y psicoanálisis, sino más bien por el estatuto ontológico que habilita a la ideología, porque es desde esa intersección que ésta deviene tan material como la base productiva.
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Brecht, B. (1964) p. 338340
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