¿SE PUEDE PENSAR UNA HISTORIA DIFERENTE?

September 13, 2017 | Autor: S. Aldana Rivera | Categoría: Historia Regional, Historia del Perú, Historia del Norte del Perú
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¿SE PUEDE PENSAR UNA HISTORIA DIFERENTE?

Susana Aldana Rivera. Periódico Expreso. Sección cultural (1999) Lima, domingo 27 de junio Hagamos un intento y esbozemos un esquema muy reducido. No es el único, hay muchos posibles. Ubíquemonos donde todo arranca, el siglo XV, en el que se dio no sólo la expansión europea sino también la americana (pues incas y aztecas se consolidaron como imperios en este siglo). Estas expansiones tuvieron poderosas razones económicas detrás, aunque fueron cualitativamente diferentes. Unos, los españoles, se volcaron al mar para conseguir el acceso directo al tráfico de las sedas y las especies; los otros, los incas requerían continuamente de tierras y sobre todo hombres para mantener girando las ruedas de la reciprocidad y la redistribución, base de su organización estatal.

Ni unos ni otros pensaban en términos únicamente económicos como ahora solemos hacerlo; finalmente, ambas culturas eran sociedades tradicionales, de base agrícola. Pero en Europa se comenzaba a dar un proceso que terminaría por asentar el estado moderno y la nación; finalmente habían vivido una larga etapa, la Edad Media, que permitió que se configuraran particulares estructuras estatales y de relaciones intrasocietales. Los españoles trajeron así a estas tierras, un sistema de gobierno de carácter progresivamente centralizador, que suponía el control del territorio y de la sociedad en él asentada así como una visión de vida excluyente e intolerante. Por el contrario, el estado que se había desarrollado en esta parte del continente, partía de un patrón disperso de población, inclusivo y descentralizado -en la línea del Mundo antiguo-. Ello no implicaba que no hubiera una capa de administradores incas y que se tuviera un férreo control de la población y de sus recursos. Lo permitían los quipus, recurso mnemotécnico de cuenta.

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Pero la letra, utlizada por los españoles, era mejor ayuda para conocer las nuevas tierras y establecer un vi-reino. Poderoso atractivo para la élite nativa que vio de tomarla sin ser, quizás, consciente de que implicaba la aceptación de una cosmovisión diferente. Reconociendo a las dos culturas y con una magistral jugada, el virrey Toledo las colocó bajo el control de la Corona española: con la República de indígenas estableció una suerte alianza con la elite indígena pues le reconocía la misma estructura sociopolítica que a la de los Españoles. Con gente mayormente establecida en el Ande, era una suerte de fuero, con normativas jurídicas propias. Por su parte, por su esencia, la República de Españoles fue urbana y costeña. Mientras que los indígenas pudieron escaparse al control virreinal en la medida que no estuvieron vinculados a la minería, la actividad económica más importante -como en el norte-, los criollos desarrollaron una vida a la sombra del gobierno corporativo de los Habsburgos. La elite de ambos grupos, sin embargo, aprendió a beneficiarse de las fallas de la estructura de un gobierno virreinal que, como en muchas otros aspectos, resultaba inédita para la Corona española.

Recién en el siglo XVIII con el apogeo del absolutismo y por tanto de la centralización de poder en Madrid, se vuelve imperativo controlar a los diferentes sectores sociales y los recursos de los que se puede echar mano. Convertidos en colonia (económica), los primeros en resentir la ruptura del statu quo fueron los nativos que, de inmediato, se levantan. Poco después, lo haran los criollos cuando se vean convertidos en ciudadanos de segunda. Los intereses combinados de ambos terminaran por llevarnos a la separación; aunque habrán muchas facciones. El proceso de independencia supone más el enfrentamiento interno de las diferentes elites regionales que la separación externa: finalmente, el gobierno virreinal era un manto cohesionador de todo el espacio virreinal, legitimado por el tiempo.

El principal de esas luchas internas objetivo fue la captura de Lima, el centro político tradicional, y hubo muchas idas y venidas en el proceso. El estado republicano inicial tuvo que enfrentar las fuerzas centrípetas del caudillaje, combinadas con la implantación del naciente liberalismo como sistema político-económico y el conflictivo

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posicionamiento comercial-portuario en el Pacífico sur, en un poco adecuado marco mundial en el que se imponía progresivamente el capitalismo.

Dentro de este esquema, las fechas y los nombres no varían. La forma de analizarlos, si.

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