Schumpeter y la innovación tecnológica: acotaciones a un seminario \"austriaco\".

Share Embed


Descripción

JOSEPH A. SCHUMPETER Y LA INNOVACIÓN TECNOLÓGICA: ACOTACIONES A UN SEMINARIO AUSTRIACO

Sergio M. Rodríguez Lorenzo Academia Belgo-Española de Historia

El historiador, sobre todo si es relativamente joven, está casi obligado a encariñarse con Joseph Alois Schumpeter. Posiblemente lo descubrió a través del Crecimiento y desarrollo de Pierre Vilar, quien cree que la Historia del análisis económico es un libro inexcusable para aprendices y sabios 1 , muestra su generosidad hacia el economista austriaco y le hace justicia a su sinfonía inacabada. Años antes, sin embargo, nos cuenta Fabián Estapé cómo se encolerizó Vilar tras leer el capítulo que Schumpeter dedicó a Marx al comienzo de su Capitalismo, socialismo y democracia 2 . Como dice Estapé, «calificaba el ensayo de “falso”, no de “malo”, que es otra cosa». 3 No parece, pues, que Pierre Vilar, notable historiador marxista, considerase a Schumpeter un correligionario; ni que esta circunstancia le impidiese reconocer los méritos de una obra maestra. ¿Será posible que algún miembro o discípulo vivo de la escuela austriaca de economía llegue a tener la misma actitud que Pierre Vilar? Da la sensación de que los austriacos se esmeran en aplicarse a sí mismos esa falta de modestia intelectual que tanto achacan a los integrantes de otras líneas de pensamiento económico. El caso de Schumpeter no es muy distinto al de tantas bestias negras tras las que se escudan los representantes menos capaces de la escuela austriaca. Sócrates, Platón, Aristóteles… Descartes,

Pierre VILAR, Crecimiento y desarrollo. Economía e Historia: reflexiones sobre el caso español (Barcelona, Editorial Crítica, 2001), p. 23. 2 Joseph A. SCHUMPETER, Capitalismo, socialismo y democracia (Barcelona: Ediciones Folio, 3 Prólogo de Fabián ESTAPÉ a: Joseph A. SCHUMPETER, Diez grandes economistas: de Marx a Keynes (Madrid: Alianza Editorial, 1997), p. 14. 1

2

Bacon, Hobbes… Malthus, Adam Smith, Ricardo… Marx, Walras, Keynes… y otros demonios. El aprendiz de economista austriaco, a base de recibir mensajes radicales, se limita a despreciar, siquiera sea con la risa, a todo autor que no copie a Menger, Mises, Rothbard o Huerta de Soto —Hayek, de talante conciliador, apenas cuenta ya. Joseph Alois Schumpeter (1883-1950) no resultó indiferente a nadie. «Mitad charlatán, mitad sabio ―nos cuenta Paul A. Samuelson, alumno suyo―, simplemente había sido el enfant terrible de la escuela austriaca de economía» 4 . Lo curioso es que no resulta fácil encasillarlo en ninguna escuela económica. Estudió con Wieser y Böhm-Bawerk; y aunque no perdió oportunidad de elogiar a sus maestros (incluido Menger, al que visitó un par de veces), nunca se consideró discípulo de esa «escuela austriaca» de la que habla Samuelson. Sintió admiración por Marx y por Walras, dos especies de anticristo para los actuales economistas austriacos, pero tampoco de ellos podemos decir que fue seguidor. Se ha repetido muchas veces que Schumpeter consideró a Walras como el economista más grande de la historia5. La afirmación debe matizarse: se refiere a Walras como teórico puro, sistemático, por el uso que hace de las matemáticas, los sistemas de ecuaciones y el concepto de equilibrio general; pero nada más6. De hecho, en el prólogo a la edición japonesa de su Teoría del desenvolvimiento económico, reconoce que tras el estudio de la concepción y técnicas walrasianas, descubrió no solo «su carácter rigurosamente estático, sino también que son

Fabián ESTAPÉ, Mis economistas y su trastienda (Barcelona: Editorial Planeta, 2009), p. 79. 5 Arnold HEERTJE, Schumpeter on the Economics of Innovation and the Development of Capitalism (Chetelham: Edward Elgar, 2006), p. 11. Tan ecuánime como de costumbre, Rothbard se suma a la difusión del bulo sin matizaciones: para Schumpeter, Walras «was the greatest economist who ever lived» (Murray N. ROTHBARD, «Breaking Out of the Walrasian Box: The Case of Schumpeter and Hansen», Review of Austrian Economics, vol. 1 (1987) p. 98). 6 «Opino que en el terreno de la teoría pura Walras es el economista más grande […] En cualquier caso, el homenaje que le acabamos de tributar se refiere exclusivamente a su teoría pura». (Joseph A. SCHUMPETER, Historia del análisis económico (Barcelona: Editorial Ariel, 1995), pp. 905-906 [ed. orig. 1954]). 4

3

aplicables solamente a un proceso estacionario»7. A pesar de su amor por las matemáticas, Schumpeter no tuvo un especial conocimiento de ellas, ni las empleó con asiduidad en sus análisis económicos8; considera, además, que la economía real es de naturaleza dinámica ―irremediablemente dinámica― y otorga una importancia clave a las acciones de cada individuo como actor económico. En cierto sentido, Schumpeter es uno de los pioneros del individualismo metodológico. El ambiente vienés de su juventud se nota en el papel que ocupa la psicología en toda su obra9. Schumpeter tampoco se consideró marxista, ni compartió su visión del mundo ni sus profecías sociopolíticas; la victoria del socialismo a la que se referirá Schumpeter nada tiene de marxiana. De Marx solo le interesa su pensamiento evolucionista y su afán por elaborar una gran teoría sistemática que explique el capitalismo. Ambos consideran que son las innovaciones técnicas ―Schumpeter maneja un concepto de innovación más amplio― las que provocan el paso de una etapa económica a otra, es decir, las que provocan el desarrollo económico. Rival intelectual de Keynes, Schumpeter no cree en los conceptos «agregativos», pues mantiene[n] el análisis en la superficie de las cosas [e] impide profundizar en el seno de los procesos industriales […] Induce un tratamiento mecanicista y formalista de unas pocas curvas de nivel aisladas, y atribuye a los agregados una vida propia y una significación causal que no poseen10.

No solo piensa que la obra de Keynes constituye un ejemplo acabado del «vicio ricardiano», es decir, «la costumbre de amontonar un buen cargamento de conclusiones prácticas sobre unos cimientos más bien débiles e inadecuados, aunque atractivos y hasta convincentes en su aparente sencillez»11; lo que peor lleva del trabajo keynesiano es que la teoría le sirve simplemente para cimentar unas recetas pensadas de antemano. En ese aspecto, no le niega dotes de maestro: Lucas BELTRÁN, Historia de las doctrinas económicas (Barcelona: Editorial Teide, 1993), p. 300 [ed. orig. 1960]. 8 Arnold HEERTJE, Schumpeter on the Economics, p. 12. 9 Ibidem, pp. 23-26. 10 Joseph A. SCHUMPETER, Ciclos económicos. Análisis teórico, histórico y estadístico del proceso capitalista (Zaragoza: Prensas Universitarias, 2002), p. 23 [ed. orig. 1939]. 11 SCHUMPETER, Historia del análisis económico, p. 1267. 7

4

Lo que más admiro en estas y en otras formulaciones conceptuales es su adecuación: todas ellas encajan perfectamente con sus propósitos, del mismo modo que un traje bien cortado se ajusta al cuerpo para el que fue hecho. Por supuesto, y precisamente por esta condición, sólo tienen una utilidad limitada fuera de los objetivos perseguidos por Keynes. Un cuchillo de postres es un instrumento excelente para pelar una pera. Pero quien pretenda usarlo para cortar un filete deberá culparse únicamente a sí mismo por lo insatisfactorio de los resultados12.

Posiblemente sea Schumpeter el economista que introduce el proceso de innovación empresarial como un elemento central de cuerpo teórico del análisis económico (si exceptuamos a Marx, que nunca deja claro dónde termina la ideología y dónde la ciencia). Supera el pensamiento estático y de corto plazo dominante en su época, y aporta una serie de conceptos que hoy día siguen discutiéndose en todo debate sobre el cambio tecnológico. Schumpeter renuncia ―ya se ha dicho― al análisis económico de tipo estático, propio del paradigma neoclásico, y su intención es introducir el análisis dinámico en la teoría económica, si bien desde un punto concreto: el cambio tecnológico en el sistema capitalista. Schumpeter está seguro: primero, que se debe tratar al capitalismo como un proceso de evolución, y que todos sus problemas fundamentales arrancan del hecho de que es un proceso de evolución; y segundo, que esta evolución no consiste en los efectos de los factores externos (incluso factores políticos) sobre el proceso capitalista, ni los efectos de un lento crecimiento del capital, de la población, etc. …, sino en esa especie de mutación económica, me atrevo a usar un término biológico, a la que he dado el nombre de innovación13.

Este análisis dinámico parte, en términos teóricos, de un estado inicial al que Schumpeter denomina corriente circular, la cual, bajo la hipótesis de la libre competencia y en adhesión al modelo de equilibrio general de Walras, describe como una corriente que «se alimenta de las fuentes eternas de fuerza de trabajo y de la tierra, y corre en cada periodo económico

a

los

depósitos

que

denominamos

ingresos,

para

ser

transformados allí en satisfacción de necesidades»14.

SCHUMPETER, Diez grandes economistas, p. 452. Joseph A. SCHUMPETER, Teoría del desenvolvimiento económico (México: Fondo de Cultura Económica, 1997), p. 12 [ed. orig. 1911]. 14 Ibidem, p. 57. 12 13

5

Sin embargo, Schumpeter estima que esta corriente circular se altera con cambios inesperados distintos al simple crecimiento de la economía, que surgen a través del tiempo y cuyo análisis se escapa a lo planteado en la corriente circular. Es en este punto de su análisis donde se introduce el término desarrollo (o desenvolvimiento)15 para referirse «a los cambios de la vida económica que no hayan sido impuestos a ella desde el exterior, sino que tengan un origen interno»16, es decir, en el centro de la propia actividad industrial y no en las necesidades de los consumidores, pues considera sus preferencias simplemente como dadas y frente a las cuales el productor no prestará mayor atención, ya que es «el productor quien inicia el cambio económico, educando incluso a los consumidores si fuera necesario; les enseña a necesitar nuevas cosas o cosas que difieran en algún aspecto a las ya existentes»17. Schumpeter desarrolla, en torno a la producción, sus ideas sobre la innovación, a la que entiende como «producir otras cosas, o las mismas por métodos distintos» 18 . Este concepto de innovación puede conseguirse, en términos generales, de cinco modos distintos: 1) La introducción de un nuevo bien ―esto es, uno con el que no se hayan familiarizado los consumidores― o de una nueva calidad de un bien. 2) La introducción de un nuevo método de producción, esto es, de uno no probado por la experiencia en la rama de la manufactura de que se trate, que no precisa fundarse en un descubrimiento nuevo desde el punto de vista científico, y puede consistir simplemente en una forma nueva de manejar comercialmente una mercancía. 3) La apertura de un nuevo mercado, esto es, un mercado en el cual no haya entrado la rama especial de la manufactura del país de que se trate, a pesar de que existiera anteriormente dicho mercado. 4) La conquista de una nueva fuente de aprovisionamiento de materias primas o de bienes semimanufacturados, haya o no existido anteriormente, como en los demás casos. 5) La creación de una nueva organización de cualquier industria, como la de una posición de monopolio (por ejemplo, por la formación de un trust) o bien la anulación de una posición de monopolio existente con anterioridad19.

La explicación del uso de una u otra palabra la explica J. Prados Arrate en el prólogo del traductor. Ibidem, p. 7. 16 Ibidem, p. 74. 17 Ibidem, p. 76. 18 Ibidem. 19 Ibidem, p. 77. 15

6

Para Schumpeter estas nuevas combinaciones no tienen por qué ser llevadas a cabo por las mismas personas que «controlan el proceso productivo o comercial que acabará siendo desplazado por el nuevo ―aunque pueda suceder―». De hecho, lo normal es que las innovaciones surjan de empresas nuevas, que comenzarán a producir junto a las antiguas20. Esta visión schumpeteriana del desarrollo económico tiene bastantes similitudes con el esquema epistemológico elaborado por Thomas. S. Khun en su Estructura de las revoluciones científicas (1962), para quien el conocimiento científico no avanza por mera acumulación sino a saltos, de paradigma en paradigma. Schumpeter, medio siglo antes, vino a decir lo mismo: la lenta evolución en los modos de producir, la simple adaptación de los productores a las demandas de los consumidores (todo ello propio del estado al que bautizó como corriente circular) dará lugar al crecimiento económico; pero el avance de la sociedad, el paso de un periodo económico a otro, vendrá de las innovaciones. Aun así, las nuevas combinaciones (como los nuevos paradigmas) no salen de la nada: son necesarios medios de producción para llevarlas a cabo21. Situaciones en las que existan trabajadores y capitales desocupados quizá favorezcan las innovaciones. Pero por lo general, los medios empleados en ellas proceden de excedentes obtenidos en la corriente circular. Si el empresario innovador no dispone de tales medios productos de rendimientos anteriores, habrá de recurrir al crédito22. Para Schumpeter, el «capitalista», cuya función radica en proveer de financiamiento, es un personaje imprescindible en el proceso de innovación: «hace posible la realización de las nuevas combinaciones, y parece como si autorizara a los hombres en nombre de la sociedad a realizarlas»23. Schumpeter no solo consideró a la innovación ―de la que la innovación tecnológica sería la variedad más importante, si bien no la única― como el motor del desarrollo económico, así como la causa principal Ibidem. Ibidem, p. 79. 22 Ibidem, pp. 78-83. 23 Ibidem, p. 84. 20 21

7

de las fluctuaciones cíclicas que experimentaba la económica en el transcurso de ese desarrollo. También hizo de la figura del empresario la encarnación de todo su sistema teórico. En Schumpeter, el empresario se convierte en una figura histórica única, de voluntad y energía superiores a lo normal. Su significado teórico y analítico es de carácter funcional. Si empresa «es la realización de nuevas combinaciones», «empresarios» serán «los individuos encargados de dirigir dicha realización»

24

. Resulta

irrelevante el puesto orgánico que ocupen en una compañía, sean empleados, dependientes, directores o miembros del consejo de administración. Distingue entre «empresario» y «capitalista». A diferencia de Frank H. Knight (1885-1972), para quien el empresario es aquel individuo o conjunto de ellos que asumen los riesgos de la empresa25, Schumpeter libera a su empresario de esa tradicional confusión; lo vacía, además, de todo sociologismo: pues ser empresario no es una profesión ni, por lo general, una condición perdurable, y los empresarios no constituyen una clase social en sentido técnico, como por ejemplo, lo hacen los terratenientes, capitalistas y obreros26.

En cuanto concepto funcional, la condición de empresario se adquiere cuando se «llevan efectivamente a la práctica nuevas combinaciones»27, y se pierde el carácter en cuanto se ha puesto en marcha el negocio; cuando se empieza a explotar igual que los demás explotan el suyo. Ésta es naturalmente la regla, y es en consecuencia tan rato que una persona conserve durante toda su vida el carácter de empresario, como lo es para un hombre de negocios no ser empresario, ni aun siquiera un momento y en forma modesta, durante todo el curso de su vida28.

Para Schumpeter, la función de liderazgo es consustancial al empresario; no le corresponde «la “creación” o la “invención” de nuevas posibilidades”, sino ponerlas en prácticas29. No es lo mismo invención que Ibidem. Manuel SANTOS REDONDO, Los economistas y la empresa. Empresa y empresario en la historia del pensamiento económico (Madrid: Alianza Editorial, 1997), pp. 129-151. 26 Joseph A. SCHUMPETER, Teoría del desenvolvimiento, p. 88. 27 Ibidem. 28 Ibidem. 29 Ibidem, p. 97. 24 25

8

innovación

30

. Al decir de Schumpeter, «las invenciones carecen de

importancia en tanto que no sean puestas en práctica»; de hecho, las innovaciones tecnológicas que generan el desarrollo de la economía no derivan necesariamente de ningún invento nuevo31. Como Schumpeter no deja en ningún momento de ser sistemático, buena parte de su análisis teórico sobre el empresario se pone en relación con otro concepto: la ganancia o beneficio empresarial. ¿En qué consistiría la ganancia del empresario? Dentro de la corriente circular, en la que toda producción es rutina, la ganancia del empresario ha desaparecido. Si la persona que inicialmente ejerció de empresario-innovador continúa en la corporación, recibirá su ganancia como renta, como sueldo, «como los rendimientos por las ventajas diferenciales en los elementos permanentes de un negocio»32; pero no recibirá un beneficio de naturaleza empresarial. El empresario recibirá su ganancia por los beneficios que se deriven directamente por las nuevas combinaciones productivas que lleve adelante, y que solo se continuarán en el tiempo en la medida que sus innovaciones mantengan una posición de monopolio, strictu sensu, frente a otros negocios de la corriente circular33. Tan es así ―llega afirmar Schumpeter― que «sin desenvolvimiento no hay ganancia [empresarial], y sin ésta no hay desenvolvimiento»34. Schumpeter no solo convierte a la innovación en el eje sobre el que gira todo su análisis microeconómico. Considera también, desde el punto de vista macro, que las innovaciones son la causa principal de las fluctuaciones cíclicas experimentadas por la economía en el curso de su desarrollo. Su teoría del ciclo se aparta explícitamente de «la familia de teorías monetarias Schumpeter insiste a lo largo de sus trabajos en la diferencia entre ambos conceptos. En 1939 vuelve a recordar: «Debe advertirse de inmediato que ese concepto [innovación] no es sinónimo de “invento”. Sea lo que sea lo que el último término pueda significar, no tiene sino una relación distante con nosotros. Además, lleva a asociaciones engañosas» (SCHUMPETER, Ciclos económicos, p. 63). 31 SCHUMPETER, Teoría del desenvolvimiento, p. 98. 32 Ibidem, p. 158. 33 Sobre el concepto de ganancia empresarial, véase todo el capítulo IV de La teoría del desenvolvimiento económico, pp. 135-161. 34 Ibidem, p. 159. 30

9

de los ciclos económicos», y asume como dados el comportamiento del dinero y del crédito35. La situación de equilibrio hacia la que tiende la corriente circular se altera, se desequilibra, con las innovaciones llevadas a cabo por los empresarios. Estas innovaciones de las que habla Schumpeter «no son ni trascendentales e ignorables ni mecánicas y predeterminadas», observó A. P. Usher36. Para Schumpeter, como para los economistas austriacos, la vida se mueve en la incertidumbre. Su modelo cíclico no es apto para ser representado matemáticamente. Los intentos de Richard Goodwin y de Ragnar Frisch llenaron de automatismos lo que en Schumpeter no eran más que fértiles intuiciones37. Su teoría de los ciclos comerciales, afirma Elster, no pretende predecir el futuro, sino explicar, al modo de Ranke o de Darwin, «lo que realmente sucedió»: La teoría de Schumpeter es como la teoría de la selección natural ya que permite sólo la explicación de lo que realmente sucedió y no la predicción de lo que ocurrirá. Hablando en un sentido amplio, las innovaciones son impredecibles en el mismo sentido que las mutaciones lo son. El curso de la Historia no está marcado por la masa agregada de innovaciones, sino por las innovaciones individuales sobresalientes que dependen de la aparición aleatoria de individuos excepcionalmente dotados38.

En plena Segunda Guerra Mundial, Schumpeter populariza el concepto de «destrucción creativa» como característica esencial del capitalismo, y lo convierte, quizá, en la expresión más conocida de todo su trabajo intelectual 39 . Curiosamente, el libro donde aparece, Capitalismo, socialismo y democracia (1942), no tiene demasiadas pretensiones teóricas,

SCHUMPETER, Ciclos económicos, p. 126. A. P. USHER, «Historical Implications of the Theory of Economics Development», Seymour E. HARRIS (editor), Schumpeter, Social Scientist (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1951), p. 126. 37 Jon ELSTER, El cambio tecnológico. Investigaciones sobre la racionalidad y la transformación social (Barcelona: Gedisa Editorial, 2000), p. 110 [ed. orig. 1983]. 38 Ibidem. 39 La idea contenida en la expresión «destrucción creativa» tiene una larga tradición en la órbita del pensamiento alemán. Aunque se remonta a la antigua India, Schumpeter pudo recogerla como herencia de una sinuosa línea que va desde Goethe hasta Sombart, pasando por Schopenhauer y Nietzsche. A este respecto, véase Hugo REINERT y Eric S. REINERT, «Creative Destruction in Economics: Nietzsche, Sombart, Schumpeter», J. G. BACKHAUS y W. DRECHSLER (editores), Friedrich Nietzsche (1844-2000): Economy and Society (Boston: Springer, 2006), pp. 55-85. 35 36

10

hasta el punto de que Lionel Robbins lo calificó como «una charla de sobremesa sumamente inteligente»40. Al igual que a Hayek en su Camino de servidumbre (1944) 41 , a Schumpeter también le preocupa la deriva que toma el sistema capitalista por aquellos años, y ve cercana la posibilidad de un mundo ordenado bajo alguna forma de sociedad socialista. En la primera línea del prólogo a la primera edición de su Capitalismo, socialismo y democracia, Schumpeter dice que el libro es el resultado de «casi cuarenta años de pensamiento, observación e investigación sobre el problema del socialismo», aunque reconoce que no «hizo de los problemas del socialismo […] el tema principal de su investigación profesional»42. Compuesto por cinco partes, los títulos de la segunda y tercera, así como las respuestas que ofrece, sitúan a Schumpeter en el centro de una polémica que dura hasta hoy: ¿Puede sobrevivir el capitalismo? (parte segunda): No, al menos tal y como lo concebía el propio Schumpeter. ¿Puede funcionar el socialismo? (parte tercera): Sí, tal vez en forma de una corriente circular o estado estacionario perpetuo. Esta visión schumpeteriana, en la que el capitalismo muere de éxito y socialismo triunfa, ha sido muy criticada, ya sea con argumentos teóricos, ya por motivos ideológicos. No fue Schumpeter el único que mostró su pesimismo sobre la viabilidad del capitalismo tal y como se entendía antes de la II Guerra Mundial. Con argumentos y métodos distintos, Thorstein B. Veblen (1857-1929) había llegado a resultados análogos43.

ELSTER, El cambio tecnológico, p. 103. Según anota Jon Elster, esta opinión de Robbins se la trasmitió Raymond Aron (veáse, ibidem, p. 220). 41 En el prefacio a Camino de servidumbre (Madrid: Alianza Editorial, 2005), firmado en Cambridge en diciembre de 1943, Hayek expone que el argumento central de su libro se pergeñó en un artículo titulado «Freedom and the Economic System», que apareció en abril de 1938 y se reimprimió en Chicago en 1939. Es decir, tanto Hayek como Schumpeter se estaban planteando las vicisitudes por las que pasaba el capitalismo a fines de la década de 1930 y principios de la siguiente; aunque resolvieron sus dudas de modo muy diferente. 42 Joseph A. SCHUMPETER, Capitalismo socialismo y democracia (Barcelona: Ediciones Folio, 1996), tomo I, p. 15. 43 Eric ROLL, Historia de las doctrinas económicas (México: Fondo de Cultura Económica, 1994), p. 411. 40

11

Schumpeter no dedica espacio alguno en su libro a la definición explícita de «destrucción creativa». Antes de emplear la expresión, nos recuerda que «el capitalismo es, por naturaleza, una forma o método de transformación económica y no solamente no es jamás estacionario, sino que no puede serlo nunca»44. Insiste en que este carácter evolutivo no se debe al crecimiento de la población, del capital o a las circunstancias cambiantes del sistema monetario. Para Schumpeter, lo determinante en la evolución capitalista son las innovaciones, principalmente tecnológicas: El impulso fundamental que pone y mantiene en movimiento a la máquina capitalista procede de los nuevos bienes de consumo, de los nuevos métodos de producción y transporte, de los nuevos mercados, de las nuevas formas de organización industrial que crea la empresa capitalista45.

Y casi sin avisar, hace una pequeña digresión que desemboca en un final de párrafo que lo ha hecho famoso: La apertura de nuevos mercados, extranjeros o nacionales, y el desarrollo de la organización, desde el taller de artesanía y la manufactura hasta los concerns […] ilustran el mismo proceso de mutación industrial ―si se me permite usar esta expresión biológica― que revoluciona incesantemente la estructura económica desde dentro, destruyendo ininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos. Este proceso de destrucción creativa constituye el dato de hecho esencial del capitalismo. En ella consiste en definitiva el capitalismo y toda empresa capitalista tiene que amoldarse a ella para vivir46.

Probablemente la parte de la obra de Schumpeter que más debate suscita ―aunque no siempre desde un punto de vista analítico puro― es aquella en la que expone que el capitalismo y sus mecanismos evolutivoinstitucionales llevan en su seno la semilla de su destrucción. Las innovaciones han fraguado en grandes corporaciones, enormes compañías capaces de ofrecer métodos productivos más eficaces y bienes baratos y de SCHUMPETER, Capitalismo, socialismo y democracia, p. 120. Ibidem. 46 Ibidem, pp. 120-121. En cuanto a las palabras «revoluciona incesantemente», Schumpeter las anota de esta manera: «Estas revoluciones no son incesantes en un sentido estricto; tienen lugar en acometidas discontinuas, separadas unas de otras por lapsos de relativa calma. Sin embargo, el proceso en su conjunto actúa incesantemente en el sentido de que hay siempre o una revolución o bien una absorción de los resultados de una revolución, formando ambas los llamados ciclos económicos (Ibidem, p. 121, n. 2). 44 45

12

mayor calidad que todas las viejas empresas liquidadas en el proceso de destrucción creativa. Sin embargo, el sistema capitalista se sostiene sobre la base de la función del empresario, encargado de revolucionar el sistema productivo a partir de innovaciones que van más allá de las operaciones de rutina. Pues bien, Schumpeter cree que esta función social del empresario tiende a desaparecer, y con ella el concepto de desenvolvimiento económico: De una parte, es mucho más fácil ahora, que en el pasado, realizar cometidos que están fuera de la rutina conocida, a pesar de que la misma innovación se está reduciendo a rutina. El progreso técnico se convierte, cada vez en mayor medida, en un asunto de grupos de especialistas capacitados que producen lo que se les pide y cuyos métodos les permite prever los resultados prácticos de sus investigaciones. El romanticismo de la aventura comercial de los primeros tiempos está decayendo rápidamente, porque ahora pueden calcularse con toda exactitud muchas cosas que antes tenían que ser vislumbradas en un relámpago de intuición genial. Por otra parte, la personalidad y la fuerza de voluntad tienen que contar menos en un medio exterior que ha llegado a acostumbrarse al cambio económico ―cuyo mejor ejemplo lo constituye la incesante corriente de nuevos artículos de consumo y de producción― y que, en vez de presentarles resistencia, las aceptan como cosa corriente […]. Así pues, el progreso económico tiende a despersonalizarse y a automatizarse. El trabajo de oficina y de comisión tiende a reemplazar a la acción individual47.

Si el empresario individualista, heroico, que se conduce racionalmente pero sin una motivación racional48, pasa a ser un burócrata, el capitalismo al modo schumpeteriano muere y cede su existencia al socialismo tecnocrático, sin necesidad de una revolución política ni social. Los argumentos con los que Schumpeter sustenta esta visión pesimista respecto al futuro del capitalismo pecan de bastante ambigüedad; siempre nos quedamos con la sensación de no saber qué quiere decir. El surgimiento de la sociedad de masas, la realidad empresarial de Estados Unidos (donde las grandes corporaciones controlan de hecho la vida económica de todo el país) quizá fueron la base empírica que orientó sus teorías sobre el final del capitalismo. En cualquier caso, las ideas contenidas en Capitalismo, socialismo y democracia no parecen ser una necesidad lógica derivada de toda su construcción teórica anterior. Tal vez debamos 47 48

Ibidem, p. 182. SCHUMPETER, Teoría del desenvolvimiento, p. 100.

13

acudir a una explicación psicológica, individual, a la propia personalidad de Schumpeter. En una entrevista ofrecida por Hayek en 1992, se le preguntó por esa extraña ocurrencia de Schumpeter sobre que el éxito del capitalismo era su fracaso. Hayek no tuvo dudas en la respuesta: «era la clase de paradoja que le gustaba. […] Quería impresionar a la gente diciendo que el capitalismo es mucho mejor pero no le está permitido durar, mientras que el socialismo es muy malo pero su advenimiento es inevitable»49. Piensa Hayek que Schumpeter mantenía una actitud «de completa desesperación y desilusión en el poder de la razón» 50 . Sus diarios, más que sus escritos científicos, dan cuenta de ser una persona deprimida, de talante puntilloso, conservador y elitista; por convicción o por simple afán de epatar, mantuvo actitudes germanófilas, projaponesas ―hasta el punto de ser investigado por el FBI― y antijudías en momentos y lugares poco oportunos51. La realidad, por el momento, ha desmentido las consideraciones de Schumpeter sobre la desaparición del empresario innovador y el fracaso del sistema capitalista52. Es más, que muchos de estos individuos innovadores hayan pasado de ser poco menos que aventureros a profesionales asalariados, no deja de apreciarse como una de las innovaciones, uno de los cambios de paradigma más fructíferos en el desarrollo del capitalismo53. No sabemos si Schumpeter llegó a ser el mejor amante de Viena, o si alcanzó la excelencia entre los jinetes de Europa; pero se puede asegurar fácilmente que, con sus aciertos y sus errores, fue uno de los más grandes economistas de su tiempo; y en cuanto a los estudios sobre innovación tecnológica, Schumpeter continúa siendo el conductor del autobús.

Friedrich A. HAYEK, Hayek sobre Hayek [Un diálogo autobiográfico] (Madrid: Unión Editorial, 2010), p. 217 [ed. orig. 1994]. 50 Ibidem. 51 Manuel SANTOS REDONDO, «Joseph Alois Schumpeter. Álbum», Joseph A. SCHUMPETER, Diez grandes economistas: de Marx a Keynes (Madrid: Alianza Editorial, 1997), pp. 29-30 (numeración independiente del Álbum). 52 HEERTJE, Schumpeter on the Economics, pp. 45-54. 53 Alejandro OLAYA DÁVILA, «Economía de la innovación y del cambio tecnológico: una aproximación teórica desde el pensamiento schumpeteriano», Revista Ciencias Estratégicas, vol. 16, n.º 20 (2008), pp. 244-245. 49

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.