Schettino: Algunas determinaciones de la inquisición sobre la ciencia moderna, Bruno-Galileo y Bellarmino

July 6, 2017 | Autor: Ernesto Schettino | Categoría: Galileo Galilei, Giordano Bruno, Inquisición, Bellarmino, Historia de la ciencia moderna
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ALGUNAS DETERMINACIONES DE LA INQUISICION SOBRE LA CIENCIA MODERNA. BRUNO-GALILEO Y BELLARMINO. Por Ernesto Schettino M. [email protected] Coloquio de Filosofía moderna Universidad Nacional Autónoma de México La revolución científica de la época moderna tiene su principal base en la profunda transformación operada en la cosmología conocida con el nombre de ‘revolución copernicana’1, debido a que las tesis heliocentristas contenidas en el De revolutionibus orbium coelestium de Copérnico se convertirían, aunque después de 40 años2, en el principal detonador del gran proceso de cambio teórico que llegó a su consolidación entre finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, especialmente con Newton. Aunque se trata de un largo y complejo proceso, como de hecho ocurre con toda revolución, algunas de cuyas raíces se extienden hasta la Antigüedad a través de la llamada Edad Media, y en el cual participan diversos autores, fenómenos y concepciones, en distintos grados y formas, no obstante podemos decir que uno de sus momentos determinantes es el que se da entre finales del siglo XVI y principios del XVII, y cuyas figuras esenciales serán directamente Giordano Bruno y Galileo Galilei, e indirectamente el cardenal Roberto Bellarmino. De los tres, el más afamado y reconocido en nuestro tiempo es sin duda Galileo, tanto por sus indiscutibles méritos como por una manipulación paradigmática de la idea de ciencia3 que ha buscado descalificar aquello que considera está fuera de sus criterios; en

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Es esta situación la que le permitirá a Thomas S. Kuhn elaborar sus tesis en torno a las revoluciones científicas (La estructura de las revoluciones científicas. Tr. Agustín Contín. Fondo de Cultura Económica. México; 1971 ); de hecho el texto fuente fue el relativo a la revolución copernicana: The Copernican revolution. Planetary Astronomy in the Development of Western Thought. Vintage Books. New York;1959? ed.es. Ariel; Barcelona, 1978. 2 Recordemos que fue publicado en 1543, el año de su muerte. 3 "Apenas si merece la pena llamar la atención sobre la tendencia historiográfica escasamente feliz que, sobre todo por una mala y escasa información y una perspectiva estrechamente "paleopositivista" de la "ciencia", tiende a menospreciar los siglos renacentistas y su contribución." (Eugenio Garin: La revolución cultural del Renacimiento. Tr. Domènec Bergada. Editorial Crítica, S.A. Barcelona; 1981, n.2,p.275 Con todo creo que sí

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cambio, Bruno y Bellarmino cargan con el peso de cuatrocientos años de antagonismos ideológicos en relación a sus figuras, expresados en la contradictoria polarización de las mismas, que van de mártir de la libertad intelectual a hereje obstinado e impenitente para el primero, y de santo defensor de la Iglesia católica y perverso Inquisidor para el segundo, representación en la que, además de su evidente carácter maniqueo, se presentan importantes lagunas de conocimiento y reconocimiento. Cuando se penetra más a fondo en el asunto, por diversos motivos, campos y obras, hallamos aportaciones decisivas para la constitución de la ciencia moderna4 preparadas por Bruno, desarrolladas por Galileo e impulsadas por Bellarmino. Si hacemos abstracción de las características y modalidades específicas de la ciencia moderna y buscamos los criterios comunes y generales, nos topamos ante todo con el hecho de que la ciencia es, junto con la filosofía y la tecnología, una de las modalidades del saber crítico y que, desde su nacimiento hasta el siglo XVIII, la filosofía y la ciencia como manifestaciones del mismo tienen desarrollos paralelos y con frecuencia indiferenciables. Las notas distintivas del saber crítico que lo distinguen de las formas populares, mágicas, míticas, religiosas, artísticas y técnicas, pueden resumirse en tres determinantes del conocimiento y estructura del mismo: poder ser cuestionable (es decir, poder y deber cuestionar sistemática y rigurosamente todo lo que no se presente como fundamentado5, lo que implica un rechazo intrínseco al dogmatismo); la necesidad de fundamento (la indispensable referencia a sus fuentes en la experiencia y la argumentación, así como a su mutua concatenación6, que excluye arbitrariedad y contingencia en la conducción del conocimiento); y desarrollar explicaciones racionales y congruentes de los fenómenos (lo cual implica una concordancia con los fundamentos sujeta a un cuestionar apropiado). La vale la pena llamar la atención y hacer la crítica radical que se merece dicha perspectiva, la cual, si bien con matices más depurados, incluye a relevantes filósofos e historiadores de la ciencia.. 4 De la muy amplia la bibliografía al respecto, a manera de ejemplo, mencionemos las obras ya clásicas de Andrew Dickson White: A History of the Warfare of Science with Theology in Christendom (Dover Publications, Inc. New York; 1960, de la edición de 1896); Pierre Duhem: Le système du monde (Hermann. Paris; 1959); Ludovico Geymonat: Galileo Galilei (Giulio Einaudi editore; Torino; s/f reimpresión de la edición de 1969) y Storia del pensiero filosofico e scientifico (Garzanti. Milano; 1979); Alexandre Koyré: Koyré, Alexandre: La révolution astronomique. Copernic - Kepler - Borelli.. (Hermann. Paris; 1961), Etudes Galiléenes (Hermann Paris; 1966), From the Closed World to the Infinite Universe (The John Hopkins Press. Baltimore; 1970). 5 Ejemplo destacado de ello es la primera regla cartesiana en el Discurso del método.

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gran diferencia entre la filosofía y la ciencia radica en que ésta requiere de comprobación empírica y para aquélla su uso es aleatorio, radicando su función en la argumentación, por lo que es esencialmente especulativa; aunque a cambio de esta debilidad gnoseológica, la filosofía goza de mayor libertad. Ahora bien, la experiencia al igual que la argumentación y, en general, todas las características de las distintas formas de saber humano, contrariamente a lo que sostiene cierto tipo de concepción de la ciencia que pretende un sentido de universalidad y necesidad absolutas7, son necesariamente históricas, tanto en el sentido de ser un producto humano, vinculado al nivel de desarrollo de su práctica, como en el de estar sujetas a cambios y desarrollos. Sin embargo, dadas sus notas esenciales, tanto los cambios de contenidos concretos y mucho más aún los estructurales deben tener consistencia, esto es, deben estar en condición de resistir y responder a las cuestiones que se les opongan, adecuarse a los fundamentos o reajustar éstos y sostener la correspondencia en el conjunto de la explicación. Si esto es válido para los avances normales dentro de una estructura científica existente, lo es absolutamente en el caso de una revolución científica, en que desde sus bases epistemológicas hasta sus consecuencias sociales tienen que ser ajustadas. En este sentido el caso de Copérnico en el De revolutionibus es bastante claro, ya que muchas de sus principales tesis resultaban incongruentes entre sí y con sus fundamentos, lo que las hacía inaceptables para la ciencia de la época, tanto por razones teóricas como técnicas8. Así, por ejemplo, si se cambiaba de posición a la Tierra y se la concebía en movimiento, ¿era pertinente conservar la idea de esferas celestes? Si la Tierra se movía ¿seguía teniendo sentido el sistema explicativo aristotélico del movimiento? ¿Qué movía la Tierra y cómo? o ¿Cómo explicar el movimiento de los elementos en el nuevo sistema? ¿Qué ocurría con el quinto elemento y las perfecciones concomitantes? ¿Cómo actuaba el principio eficiente universal, esto es, el primer motor inmóvil? ¿Cómo afectaba

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Su expresión típica la encontramos en la idea aristotélica del libro A de la Metafísica de que se trata de un conocimiento por causas últimas y primeros principios. 7 Concepción curiosamente platónica de origen (aunque con raíces presocráticas, especialmente pitagóricas). 8 Ugo Baldini en Legem impone subactis: Studi su filosofia e scienza dei Gesuiti in Italia. 1540-1632. (Bulzoni Editore. Roma; 1992, cf. sobre todo pp. 305 y ss.) argumenta ampliamente al respecto, tratando de mostrar que el rechazo al copernicanismo no era por meros prejuicios ideológicos, sino también por motivos epistemológicos.

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el asunto a la religión? ¿Qué pensar de los pasajes de las Escrituras contrarios a dicho movimiento? ¿Conservaba su mismo significado la salvación? Etc., etc. Por ello tuvo éxito el prefacio de Osiander y, al mismo tiempo, el De revolutionibus y sus tesis no tuvieron mayor fortuna por un buen tiempo9. Se ha pretendido que en el rescate de Copérnico es decisiva la nova de 1572 y los cometas observados entre otros por Brahe. Sin embargo, tal interpretación carece de bases suficientes, sobre todo si tomamos en cuenta que estos fenómenos sólo afectaban dos aspectos del sistema (el de la dureza de las esferas y el de la incorruptibilidad del quinto elemento), a los cuales rápidamente se les encontraban respuestas desde la estructura teórica aristotélica, por ejemplo en base a fenómenos de luminosidad o problemas de observación, tesis con las cuales todavía Galileo en los años treinta del siglo XVII tiene que seguir contendiendo a pesar de la evidencia de sus observaciones telescópicas10 y de las correcciones de Kepler al modelo copernicano. Por lo demás, el florecimiento de tesis relativamente nuevas en astronomía, particularmente la postura sincretista del ‘geoheliocentrismo’, reclamada por Brahe como propia (aunque parece haber sido un plagio del aclamado astrónomo) 11, que ciertamente tienen que ver con dichos fenómenos celestes, pero también con cierto impacto de las tesis brunianas, así como con intentos de conciliar las nuevas observaciones y las concepciones religiosas. Tesis que por cierto posteriormente será utilizada por los científicos jesuitas en virtud de no afectar tan radicalmente las ideas católicas como el ‘copernicanismo’. No será sino hasta y con Giordano Bruno que, por una parte, se lleven las tesis de Copérnico hasta sus últimas consecuencias, desarrollando y reestructurando radicalmente sus concepciones y, por otra, se construyan los elementos fundamentales para que la nueva cosmología pudiera substituir a la aristotélico-ptolemaico-escolástica, que seguía siendo predominante en forma aplastante, tanto a nivel académico (universitario) como popular. Y 9

Cf. el comentario a respecto de Annibale Fantoli en Galileo For Copernicanism and for the Church,Tr. George V. Coyne, S.J. Vatican Observatory Publications. Città del Vaticano; 1996, p.29 10 Haciendo referencia a sus descubrimientos telescópicos, incluido aquí los satélites de Saturno, Galileo se burla de la actitud de algunos aristotélicos que se negaban a creer, poniendo en boca de Simplicio,:el personaje ingenuo que representa a los aristotélicos de buena fe “Quest’autore vi negherà tutte queste cose, come inganni della vista, medianti i cristalli del telescopio.” (Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo. Ed. a cura di Libero Sosio; Giulio Einaudi Editore. Torino; 1970, p.318). 11 Un análisis documentado del caso es el que nos presenta Miguel Angel Granada (El debate cosmológico en 1588. Bruno, Brahe, Rothmann, Ursus , Röslin, Bibliopolis, Napoli; 1996).

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será Galileo el que la dote de una nueva forma de fundamento epistemológico a nivel empírico y racional, que hará más fuerte la evidencia en el conocimiento científico. Es muy natural, pero no por ello mismo adecuada y verdadera, la tendencia a creer que los criterios, paradigmas, teorías, modelos y formas de trabajo de ciencia que utilizamos y funcionan son los únicos, reales y auténticos, descalificando a los que se apartan de ellos como no-científicos, desconociendo que se trata de un proceso histórico y social el que los crea y consolida, en el cual surgen precisamente aquéllos. Sin tomar en cuenta las determinantes fundamentales y comunes a toda ciencia, se la quiere reducir a formas específicas, como por lo demás sucede frente a muchos otros fenómenos, pero esto resulta particularmente grave y erróneo cuando se intenta comprender y explicar un fenómeno o proceso correspondiente a una etapa histórica diferente, como es el caso de querer aplicar criterios de la ciencia decimonónica o actual al proceso original de la revolución científica. Especialmente ocurre con las formas paradigmáticas de la experimentación, matematización, previsión y otras más, llegándose a absurdos tales como negarle el carácter de científico a la obra aristotélica, o el atribuírselo a productos técnicos, aún de base religiosa (v. gr. el calendario maya o previsiones sumerias de fenómenos astronómicos), por el mero hecho de usar matemáticas o presentar semejanzas secundarias o superficiales con algunos procedimientos científicos, igual ocurre cuando se habla de la ‘ciencia’ egipcia o caldea, o ciertas proyecciones de Leonardo (lo cual, por supuesto, no significa que estas manifestaciones carezcan de valor gnoseológico, sino que lo tienen en función de otras formas de saber y corresponden con ellas). Pero precisamente en el Renacimiento y hasta bastante avanzado el siglo XVII, la forma de hacer ciencia era diferente. Los criterios imperantes eran los establecidos por Aristóteles, mediados y sancionados por la escolástica, particularmente con criterios tomistas, ajustados en el siglo XVI. Precisamente bajo esa perspectiva la teología era considerada todavía por muchos en aquel entonces como una ciencia y no una ciencia cualquiera, sino determinante, por encima de la filosofía natural (que debe leerse como ciencia) y, por si fuera poco bajo criterios cristianos12. De modo que los criterios de racionalidad y experiencia dominantes, esto es, los establecidos en el Organon y en las

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digresiones epistemológicas de la Metafísica, la Física

y otros textos, eran los

considerados como los propios de la ciencia, oponiéndoseles o completándolos, con dificultad, sólo algunos criterios adicionales emanados de la dialéctica platónica y de los ‘pitagóricos’13. En ese contexto, siguiendo a Aristóteles, aunque las matemáticas eran ponderadas favorablemente, no constituían un criterio determinante, sino secundario14 y menospreciado para la física en función de hacer referencia a uno de los accidentes (aunque por él mismo rescatado como ‘accidente esencial’), de modo que eran colocadas en la escala epistemológica como tercera en el orden de las ciencias teóricas, después de la teología y la física. La física estaba identificada plenamente con la filosofía de la naturaleza15, y es por ello que Galileo se afana constantemente por rescatar para sí el título de filósofo16 (quizá para enfrentar ataques personales respecto a su formación), aunque sin renunciar, sino por el contrario buscando revalorizar, el título también de matemático. De hecho será el 12

Si no se entiende esto tampoco se entiende el por qué del problema de las Escrituras en Galileo, ni el por qué del uso de argumentos teológicos o incluso religiosos por los científicos de la época. 13 Ponemos entre comillas el término porque algunos en realidad son de origen estoico, asimilados bajo criterios sincréticos en el neoplatonismo y neopitagorismo del Bajo Imperio romano. Al respecto véase PierreFrançois Moreau (dir.) et al: Le stoïcisme au XVIe et au XVIIe siècle. Le retour des philosophes antiques à l’Age classique, T.I, Editions Albin Michel, Paris, 1999, especialmente el artículo de Miguel Angel Granada sobre Giordano Bruno y la Stoa. 14 “Non bisogna nella scienza naturale ricercar l’esquisita evidenza matematica”, sostiene el aristotélico Simplicio frente a las ideas de Galileo expresadas por su portavoz Salviati (Dialogo sopra i…, Dialogo secondo; ed.cit., p.279). 15 Los ecos de esta concepción permanecerán todavía a principios del siglo XVIII; no olvidemos que la sigue usando Newton para su quehacer, aunque ya trastocado su significado por la revolución científica, como podemos apreciar en el título mismo de su obra fundamental: Los principios matemáticos de la filosofía natural (Philosophiae naturalis principia mathematica), publicada en 1687. "D'ailleurs, en ce temps là [principios del s. XVII], la physique et la cosmologie étaient solidaires de la philosophie, ou si l'on prefère, en faisaient partie." (Koyré: Etudes Gal... p.213). De la misma manera seguía ocurriendo con las ciencias sociales, que se seguían considerando todavía a fines del siglo XVIII como partes de la filosofía moral y política. 16 Por ejemplo véanse las portadas de sus obras más importantes. Pero donde más claramente expresa esta necesidad, con expresiones por lo demás muy cercanas a las de Bruno, es en la presentación del Dialogo al Gran Duque de Toscana: “Tal differenza depende dalle abilità diverse degl’intelletti, il che io riduco all’essere o non essere filosofo: poichè la filosofia, come alimento proprio di quelli, chi può nutrirsene, il separa in effetto dal comune essere del volgo, in piú e men degno grado, come che sia vario tal nutrimento. Chi mira piú alto, si differenzia piú altamente; e ‘l volgersi al gran libro della natura, che è ‘l proprio oggetto della filosofia, è il modo per alzar gli occhi: nel qual libro, benché tutto quel che si legge, come fattura d’Artefice onnipotente, sia per ciò proporzionatissimo, quello nientedimeno è pìù spedito e piú degno, ove maggiore, al nostro vedere, aparisce l’opera e l’artifizio.” (Dialogo sopra i …, ed. cit., p.3-4). Otros ejemplos los encontramos en sus Consideraciones sobre la opinión copernicana (Tr. Alberto Elena. Alianza Editorial. Madrid; 1983): " ..., despojándose del hábito del astrónomo puro y vistiéndose con el de contemplador de la

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primero en fusionar astronomía (hasta entonces una disciplina matemática) con la filosofía natural, abriendo camino a la moderna astronomía17, aunque esto sólo era posible con la supresión de la doble física y la revalorización de los criterios ‘pitagóricos’18 Bruno es calificado indebidamente por historiadores y filósofos de la ciencia con frecuencia como no científico19, en virtud de que comparte parcialmente el criterio aristotélico de la limitación de la matemática20. Una cosa es que no fuera un astrónomo de profesión, es decir, un matemático y otra muy diferente, de acuerdo a los criterios de ciencia de la época, que no fuera científico. En relación a estos criterios, la cosmología, la física celeste, como parte fundamental de la filosofía natural y diferente en principio de la astronomía, era la ciencia propiamente dicha. Y Bruno era esencialmente un filósofo de la naturaleza y un sólido cosmólogo. Parodiando la terminología medieval, en el campo de la ciencia, la filosofía era la ancilla teologiae (‘esclava de la teología’), del mismo modo que la astronomía era ancilla philosophiae (‘esclava de la filosofía’). En el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, está viva todavía esta idea: Ptolomeo funge como respaldo astronómico de la cosmología de Aristóteles y Copérnico de base astronómica para la cosmología de… ? 21 naturaleza, ..." (p.78); "... -no como astrónomo puro, sino como auténtico filósofo ..." (p.80); "... por parte de Copérnico responda a la voluntad de establecer -con el privilegio del filósofo de la naturaleza- ..." (p.82). 17 Frente a la idea de ‘astrónomos puros’ (esto es puramente matemáticos), opone Galileo al ‘astrónomo filósofo’ (Dialogo sopra i …, ed. cit. p.407) Coincidimos con la opinión de Nicholas Jardine (en “Demonstration, Dialectic and Rethoric in Galileo’s Dialogue”, in The Shapes of Knowledge, eds. D. R. Kelley y R. H. Popkin, Kluwer, Dordrecht/Boston/London, 1991, de que “an essay in scientia media or ‘mixed mathematics’ -that is, a study which mediates between or combines natural philosophy with mathematics” (citado por Gatti). 18 No olvidemos que los enemigos de la nueva cosmología usan este término o el de ‘neopitagóricos’ para referirse a ellos (v. gr. Inchofer intituló su texto contra Galileo Vindiciarum S. Sedis Apostolicae Sacrorum Tribunalium adversos Neopythagoreos terrae motores et solis statores libri duo 1595), incluyendo la sentencia del Santo Oficio de 1616. 19 Lo que todavía peor, aún autores serios y favorables al Nolano, como Koyré, Paul-Henri Michel (La cosmologie de Giordano Bruno. Ed. Hermann. Paris; 1962) y, aunque más matizado, Helène Védrine (La conception de la nature chez Giordano Bruno. Librairie Philosophique J. Vrin. Paris; 1967) se dejaron llevar por este prejuicio ahistórico, aunque cada vez más autores lo están criticando y evitando (v. gr. Ernan mcMullin).. 20 Si bien recientemente este aspecto prejuiciado en su contra se viene revalorando, en particular Hilary Gatti en su reciente libro Giordano Bruno and Renaissance Science. Cornell University Press. Ithaca and London; 1999. Y debe serlo en función de sus concepciones en los Articuli adversos Mathematicos, las Praelectiones gemetricae, y sobre todo el De triplici minimo, que en nuestra perspectiva es decisivo en la posición de Galileo. 21 Lo interesante es saber quién representa el sistema ‘copernicano’, ya que Copérnico es esencialmente un astrónomo que no saca las consecuencias cosmológicas que derivan de su propuesta, Galileo le hace a Copérnico críticas que por cierto también recuerdan las de Bruno en el diálogo primero de La cena de las

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Bruno es el revolucionario por excelencia22 al retomar las tesis copernicanas y llevarlas a sus últimas consecuencias, en medio de un excepcional rescate de tesis olvidadas y reprimidas que le sirven de materia prima para construir una rica filosofía capaz de oponerse radical, sistemática y globalmente a las predominantes concepciones aristotélicas, gestando una verdadera ‘antifísica’ y ‘antimetafísica’ de Aristóteles23, cuyas características -vitales para la ciencia moderna- serán: un universo infinito, acéntrico; con espacio y substancia material igualmente infinitas y homogéneas; sin esferas sólidas y jerarquía de elementos, por consiguiente sin ‘lugares naturales’ de los mismos; el rescate radical del atomismo, como explicativo de los mínimos contra la división al infinito, que dejaba sin materia substancial al universo; la substitución del primer motor inmóvil externo a la materia y al universo (en versiones escolásticas) por un Dios inmanente como eficiente universal; con innumerabilidad de mundos, constituidos por estrellas-soles en torno a los cuales giran planetas o tierras (que no podemos ver por carecer éstos de luz propia y por su lejanía) y que forman sistemas solares como el nuestro (‘sínodos’ los llama Bruno); la cenizas (exceptuando, por supuesto lo relativo a que Copérnico “per che lui più studioso della matematica che de la natura “. Dialoghi italiani, T.I., Sansoni , Firenze, 1985, p.28) y en el capítulo X del Libro III del De immenso (Opera Latine Conscripta Vol. I, P.I, pp.389 y ss.). Una de las más significativas la plantea en un contexto gnoseológico del Dialogo terzo: “…: perché il cessare de tal inquisizione e rimmettersi al semplice detto del Copwernico, può ben bastare a convincer l’uomo, ma non già a chiarirsi del fatto, potendo esser che la diversità ci sia, ma non cercata, o, per la sua piccolezza o per mancamento di strumenti esatti, non compresa dal Copernico; che non sarebbe questa la prima cosa che egli, per mancanza di strumenti o per altro diffetto, non ha saputa, e pur, fondato sopra altre saldissime conietture affermò quello a cui parevano contrarie le cose non comprese da lui: …” (Dialogo sopra i …, Dialogo terzo, ed. cit., p. 443).. Nosotros, no sin cierta audacia, pensamos que es la del innombrado Bruno (cf. “Modelos de universo en el Renacimiento”. En Summa Académica, boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. México, D.F.; en prensa.) o del propio Galileo asumiendo lo esencial de la cosmología bruniana. 22 Simplicio, ante una exposición de Salviati -que por otra parte apunta al carácter bruniano de la cosmología galileana- donde además de aspectos de los movimientos terrestrestes, plantea en forma de duda la acentricidad del universo (implícitamente su infinitud) , su homogeneidad substancial e isonomía, reacciona con una expresión directamente aplicable a Bruno: “Questo modo de filosofare tende alla sovversion di tutta la filosofia naturale, ed al disordinare e mettere in conquasso il cielo e la Terra e tutto l’universo. Ma io credo che i fondamenti de i Peripatetici sien tali , che non ci sia da temere che con la rovina loro si possano construire nuove scienze” (Dialogo sopra i …, Dialogo primo, ed. cit. p. 47). 23 No es posible pasar por alto la importancia del antiaristotelismo como uno de los principales ejes epistemológicos de la revolución científica de los siglos XVI y XVII, aunque a nuestros ojos, educados en una mayor conciencia histórica y lejos de las necesidades del combate al dogmatismo escolástico y peripatético, nos parezca una posición exagerada, injusta y no tan alejada del modelo, como se presentaba entonces, sobre todo en sus momentos más críticos, con Ramos, Patrizzi, Bruno, Bacon y Galileo, entre otros. En especial, para el rescate de la importancia y vitalidad del aristotelismo en la época, nos remitimos a la obra de Karl Schmidt: Aristote et la Renaissance. Tr. Luce Giard. Presses Universitaires de France. Paris; 1992 Editado en inglés por Harvard University Press, 1983; así como a The Cambridge History of the Renaissance

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extensión de la generación y la corrupción (por consiguiente de la vida) a todo el universo; la isonomía universal (antecedente fundamental de las tesis y leyes newtonianas); y muchos otros detalles más que, aunque en buena medida soterrados por ser revolucionarios y peligrosos, servirán de base (quizá convendría decir de ‘subconsciente teórico’) para el desarrollo de la física unificada (parte de la revolución bruniana, que es la que realmente elimina el divorcio entre física terrestre o ‘sublunar’ y celeste o ‘supralunar’) y que prepara directamente la unificación de astronomía (ciencia matemática) y cosmología (en parte metafísica, en parte filosofía natural) que será sobre todo obra de Galileo, con consecuencias trascendentes para el resto de las partes de dicha filosofía natural que se convertirían en breve en ciencias específicas (ramas de la física, de la biología y la química) y aún con impactos sobre las ciencias histórico-sociales24. Obviamente una concepción como ésta, con sus desarrollos de congruencia hacia la totalidad de fenómenos, no podía menos que molestar a los partidarios del aristotelismo, que eran abrumadora mayoría, pero también (peor si al mismo tiempo eran aristotélicos, como ocurría con demasiada frecuencia) a los teólogos y doctrinarios cristianos, especialmente a los católicos. Como dice Fantoli comentando la importancia de Bruno en la extensión de las ideas copernicanas: “But the existence of this censure is a clear indication of how seriously preocupied Church authorities were with Copernicanism because of its opposition to statements in the Sacred Scriptures. The possibility that the Copernican theory could be radically extended, as Bruno has done, must have made their preocupation even more profound.”25 Galileo, si bien se presenta como copernicano por motivos de prudencia26, en realidad es un bruniano27, aunque por razones obvias28 vergonzante. Si analizamos con

Philosophy (Schmitt, Ch.B.; Skinner, Q.(eds.); Cambridge University Press. Cambridge; 1990), en particular al texto de William A. Wallace: “Traditional natural philosophy”, pp.201 y ss. 24 Para un resumen de los aspectos determinantes y revolucionarios de la cosmología bruniana, nos permitimos remitir a nuestro artículo: - "La cosmología de Giordano Bruno". (En Summa Académica, boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; México, D.F., VIa. época, T. VIII, 1995-1996. pp. 733 a 755). 25 Cf. Galileo for copernicanism ..., p.34. 26 El De revolutionibus de Copérnico será incluido en el Indice apenas en 1616, es decir más de 70 años después de su publicación y sólo como corrigatur (mientras se corrige), lo cual sucederá rápidamente, de manera que era un pretexto contra el fondo bruniano. Y por el estilo será el trasfondo del juicio de 1633, tras la publicación del Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo; en ambos casos el trasfondo será el no mencionado por nadie -pero, creemos, supuesto por todos- contenido bruniano.

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cuidado no los dichos externos y aparentes, sino el manejo concreto y efectivo que aparece en sus obras y correspondencia, podemos apreciar esto en toda su extensión y comprender mejor el ‘affair Galileo’ (término con el que se suele manejar su problema con el Santo Oficio). Entre los puntos críticos de su concepción, particularmente los derivados del movimiento terrestre, figuran sin lugar a dudas los derivados de Copérnico, pero no sólo ni son los más radicales; éstos derivan de la concepción global nueva, de la cosmología bruniana. Ante la insuficiencia en la documentación, así como del sistemático y, por ello mismo, altamente significativo silencio de Galileo respecto a Bruno, parecería una audacia establecer que Galileo es bruniano; sin embargo, la misma invariable actitud de silencio, pese a reproches o cuestionamientos que se le hacen, como los de Kepler en su correspondencia29, son una prueba indirecta de lo que decimos. Pero sobre todo nuestra base para afirmar la filiación son las más que claras semejanzas en una serie de puntos fundamentales ante todo de su concepción cosmológica, pero también en otros aspectos filosóficos básicos que, no tomados aisladamente sino en su conjunto, sólo corresponden a la perspectiva teórica del Nolano30. Para el período anterior a la publicación del Mensajero de los astros31 resulta más difícil establecer las concordancias teóricas fundamentales. Sin embargo, además de que el 27

"Da ciò che ha dimostrato il Tocco, consegue, e lo hanno già detto Cay von Brockdorf e J. Lewis McIntyre, che Galileo "nella sua metafisica della sua teoria dell'universo e nella sua teoria della conoscenza non fece altro che elaborare le idee messe avanti dal Bruno"." (Vincenzo Spampanato: Vita di Giordano Bruno. Con documenti editi e inediti. Gela editrice in Roma. Roma; 1988; ed. facsimilar de la original, p.590-591). 28 "It is possible, of course, that all the pronouncements of Galileo have to be taken cum grano salis, and that the fate of Bruno, the condemnation of Copernicus in 1616, his own condemnation in 1633 incited him to practise the virtue of prudence: he never mentions Bruno, either in his writings or in his letters;" (Koyré, From the … p.98-99) 29 Especialmente Koyré insiste en sus obras en que conociendo indudablemente la obra de Bruno, Galileo nunca lo nombra, y agrega: "… lors que Kepler lui envoie une intérpretation brunienne des découvertes du Nuntius Sidereus, Galilée ne répond pas. On sent bien: le nom de Bruno est tabou." (Koyré: Etudes Gal…, n.3, p.258). También véase Eugenio Garin: Ciencia y vida civil en el Renacimiento italiano. Tr. Ricardo Pochtar. Taurus Ediciones. Madrid; 1982, p.161); Gatti: Giordano Bruno and ..., p.123-124. 30 Por supuesto que en este punto la mayoría de las interpretaciones van en sentido contrario. Por ejemplo Geymonat, quien a diferencia de muchos autores que simplemente ignoran el asunto, admitiendo vagamente que su copernicanismo va en la dirección bruniana de extraer consecuencias mucho más allá de Copérnico, dice que su tendencia es opuesta: “Galileo riprende il programma bruniano in una direzione completamente diversa” Galileo Galilei, p.76. En lo cual estaríamos de acuerdo sólo en lo referente a la epistemología, pero no en cuanto a las concepciones. 31 El Sidereus Nuncius se publicó en Venecia en 1610. Nosotros hemos utilizado la edición bilingüe preparada por Andrea Battistini (Marsilio Editori, Venecia, 1993)

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Nolano era para 1592 un intelectual de renombre32, con una vasta obra publicada en diversas partes de Europa, si bien tanto por razones del tipo de circulación de los libros en ese tiempo, como por cuestiones de tipo político e ideológico, con una desigual distribución33. No obstante, podemos destacar que, dado el ambiente de efervescencia intelectual y libertad existente en Venecia, además de sus contactos comerciales con nacionaes no católicas, sus destacados libreros34, así como de sus importantes clientes35. Todo esto nos conduce a pensar que Galileo conoció al menos una parte importante de las publicaciones de Bruno, entre las cuales nos parecen incuestionablemente manejadas por él los poemas frankfurtenses, en especial el De triplici minimo et mensura, en el cual podemos hallar la fuente de algunas ideas centrales galileanas sobre los átomos36 y sobre los caracteres geométricos del mundo físico37 y el De Immenso et Innumerabilibus, seu 32

Para nuestros fines actuales no importa que su fama estuviera señalada por signos negativos para muchos de los círculos religiosos, así como para los ‘gramáticos, ‘matemáticos’ y, sobre todo, los académicos peripatéticos vapuleados frecuentemente por Bruno. Aquí podemos incluir aún a quienes lo trataron con aparente desidia, que traduce cierta envidia, como es el caso de Tycho Brahe. 33 Interesantes indicadores, aunque sujetos a muchas vcisitudes, pueden obtenerse de los ejemplares conservados. Al respecto cf. Rita Sturlese: Bibliografia censimento e storia delle antiche stampe di Giordano Bruno. Leo S. Olschki Editore. Città de Castello; 1987. 34 Como es el caso de Giovanni Battista Ciotto, quien por cierto fuera el que contactó a Bruno en Frankfurt a petición de Mocenigo para que fuera a Venecia y posteriormente atestiguara en su favor ante el tribunal veneciano del Santo Oficio en su proceso, y Giacomo Bertano, involucrado también por Mocenigo en el proceso de Bruno. Cf. Spampanato, V.: Vita di Giordano ….pp. 681, 687-688). 35 Entre quienes figuran nuestros personajes, así como Giovanni Vincenzo Pinelli, uno de los personajes importantes tras bambalinas en el desarrollo de la ciencia moderna informado desde muy temprando de las hazañas de Bruno y quien promoviera a Galileo en Padua (sobre esta relación y el ambiente de libertad intelectual en Venecia, cf. Antonio Banfi: Vida de Galileo Galilei. Tr. Alberto Méndez. Alianza Editorial. Madrid; 1967, p.33 y ss.) y Andrea Morosini, cuyas tertulias científico-literarias, frecuentadas por intelectuales como Bruno, Galileo y Sarpi, harían época en Venecia; por cierto que Morosini también declaró en el proceso de Bruno muy favorablemente. O inclusive al propio procurador Contarini, quien forzado por el Papa para entregar a Bruno a la Inquisición romana, y obligado a justificar la entrega, al final de su exposición ante el Senado se atrevió a comentar sobre Bruno: "Esser le colpe di costui gravissime in proposito di eresie, se ben per altro uno dei piú eccellenti e rari ingegni che si possano desiderare, e di esquisita dottrina e sapere." cf. Spampanato op.cit.760 36 "Whereas Galileo and Gassendi are generally celebrated as the founders of modern atomism, the fact that Bruno developed the first modern coherent atomistic model to explain phenomena of physical reality remains widely ignored. In fact, it is almost certain that Galileo found inspiration for his atomistic theory not only in Democritus, Lucretius and Hero of Alexandria, but also in Bruno, whose influence, however, he carefully avoided acknowledging in his books and correspondence probably for fear of provoking further the Roman Inquisition." (Ramon G. Mendoza: The Acentric Labyrinth. Giordano Bruno's Prelude to Contemporary Cosmology. -- Element. Shaftesbury; 1995, p.111). Véase también Pietro Rendondi: Galileo herético, (Tr. Antonio Beltrán Marí. Alianza Editorial. Madrid; 1990, p.81). 37 "Hoy percibimos con facilidad todas las diferencias entre la filosofía de Bruno y la de Galileo y ni siquiera vale la pena recordarlas. Pero a los contemporáneos que leían el Saggiatore, aquellos caracteres gráficos de la naturaleza les recordaban la geometría propuesta por Bruno, y también por Francesco Patrizzi, para una física del discontinuo de impronta pitagórica, violentamente antiaristotélica." (Redondi, Op. Cit., pp.77-78)

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de Universo et Mundis38, el cual junto con el diálogo italiano De l'infinito, universo e mondi39, a los que habría que añadir La cena de le ceneri40, que serían no sólo la fuente más importante para su perspectiva cosmológica, sino también modelo en más de un sentido de su propio Dialogo. Además, Bruno impartió cursos privados y participó en las tertulias científicoliterarias en Padua y Venecia en 1591 y principios de 1592; y no se debe olvidar que el joven Galileo llegó a Padua en 1592 a hacerse cargo de la famosa cátedra de matemáticas41 el mismo año en que ocurrió la detención y proceso veneciano de Giordano Bruno por parte de la Inquisición42, lo cual ha permitido especular sobre un posible contacto personal entre ellos, aunque parece poco probable43.

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Publicados en 1591, que sobre todo en Venecia tendrían una enorme influencia en su momento. El tercer poema De monade numero et figura, que lleva el sugestivo subtítulo de secretioris nempe physicae, mathematicae et metaphysicae elementa, no nos resulta tan clara su influencia en Galileo. 39 Publicada en Londres en 1584, aunque dice 'estampada en Venecia'. 40 Se trata del primero de los diálogos italianos, también publicado en Londres en 1584 con el mismo pie de imprenta que el Del Infinito, fundamental por ser la obra con que arranca el rescate de Copérnico, comenzando por denunciar como apócrifo el prólogo que declaraba tratarse de una mera hipótesis matemática (posteriormente establecido por Kepler que el autor había sido Osiander). En su artículo “Giordano Bruno’s Ash Wednesday Supper ans Galileo’s Dialogue of the Two Major World Suystems” (Bruniana & campanelliana, anno III, 1997/2, pp. 283-300), Hilary Gatti establece algunas conexioes importantes entre las dos obras y apunta algunas tesis y problemas de la relación: “Now that Bruno is beginning once again to be treated as a natural philosopher with serious scientific interests, the time seems ripe to repropose comparisons between Bruno and Galileo.” Gatti: “Giordano Bruno’s ...”, p.284 41 Giovanni Aquilecchia (Nota introductoria .a Praelectiones geometricae; Ars deformationum. Edizioni di Storia e Letteratura. Roma; 1964, p.XIII) ha sostenido la hipótesis de que el retorno de Bruno a Italia estaría en función de dicha cátedra:"... ma il fatto stesso che il Bruno, al suo primo giungere in Venezia, non abbia preso alloggio neppure provvisoriamente in casa del suo ospite, dirigendosi quasi subito a Padova, è indice che non già la casa di Mocenigo, bensì l'Università patavina fula meta reale del suo ultimo viaggio.". Y Bertrand Levergeois (Giordano Bruno. Librairie Arthème Fayard. La Flèche; 1995, p. 474) considera que: "La chaire de mathématique, elle, va rester vacante près d'un an, jusqu'à ce qu'alors Galilée, le 26 septembre 1592, vienne l'occuper. Rétrospectivement, ce rendez-vous manqué entre le philosophe et le savant semble regrettable, comme si de leur confrontation aurait pu naître on ne sait quel mystériex événement." 42 De hecho la extradición de Bruno a Roma será hasta principios de 1593, luego de varios meses de estira y afloja diplomático entre Venecia y Roma. 43 En el volumen X de la Edizione Nazionale de Le opere di Galileo Galilei (Tipografia di G. Barbèra, Firenze, 1900, pp.48 a 50), relativa a la correspondencia del período 1574-1610, sabemos por algunas de las cartas que Galileo estuvo en Venecia al menos 20 días (de Pinelli a Galileo en Venecia del 9/IX/1592, de Giovanni Uguccioni a Belisario Vinta del 21/IX/1592, que dice que Galileo “quale quindici giorni fa venne per vedere Venetia”; de Pinelli desde Padua a Galileo en Venecia del 25/IX/1592 y de Uguccione al Gran Duque de Toscania del 26/IX/1592, informándole que Galileo ha estado en su casa durante su estancia en Venecia). De manera que la única posibilidad de encuentro en esa visita sería en las cárceles de la Inquisición, situación más que dudosa aunque no imposible dadas las características del proceso veneciano. Sin embargo, el juicio de Bruno está presente en su mente, como dice Védrine (Op. Cit. p.30): "Les contemporains l'ont haï pour ses audaces ou se sont secrètement enthousiasmés pour elles. Pendant le procès, Kepler et Galilée, discutant à propos de Copernic, évoquent allusivement les persécutions dont sont victimes les novateurs." Y

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Lo que sí nos parece indudable es que las investigaciones y observaciones astronómicas que se plasman sobre todo en Sidereus Nuncius, están en buena medida en el marco de la cosmología bruniana, pues en uno puramente copernicano no tienen cabida. Aún dando margen a los hallazgos casuales e impensados, se requería para ellos de una mente abierta, atenta y conocedora respecto los fenómenos en cuestión para alcanzar los resultados teóricos; pero más necesario todavía era tener una idea preconcebida de qué se buscaba, para qué hacerlo y más o menos cómo obtenerlo44. El hecho mismo de dirigir el telescopio a las estrellas y de hacerle las adaptaciones pertinentes45, implica de base una intencionalidad, la cual resulta aún más evidente ante los resultados obtenidos, el manejo de los mismos y las reacciones ante todo ello. Lo peligroso de los hallazgos de Galileo radicaba en lo aplastante de la evidencia empírica derivada de sus observaciones telescópicas46, que venían a avalar tesis centrales de la cosmología bruniana, más que de la astronomía copernicana47: la inexistencia de las esferas celestes, la innumerabilidad de mundos (la observación de una enorme cantidad de estrellas no visibles a simple vista, el descubrimiento de que las nebulosas son conjuntos de enorme cantidad de estrellas), la corruptibilidad y, por consiguiente, homogeneidad de la materia en el universo (las manchas solares, los cráteres y montañas en la Luna), la hace referencia a carta de Galileo a Kepler del 4 de agosto de 1597 y la respuesta de éste del 13 de octubre de 1597. 44 Heráclito estableció esta especie de principio epistemológico de la atención: “Si uno no espera lo inesperado nunca lo encontrará, pues es imposible de encontrar e impenetrable” (Fr. 18. Trad. De Rodolfo Mondolfo en Heráclito. Textos y problemas de su interpretación, Siglo XXI editores, México, 1966). La idea se presenta expresamente en el propio Galileo, por ejemplo: “… né anco da molti ben inteso quel che cercar si dovrebbe” (Dialogo sopra i …, Dialogo terzo, ed. cit. p.443) 45 Galileo no inventa el telescopio, pero sí es el primero en utilizarlo para la observación astronómica. 46 La publicación del Sidereus Nuntius, donde publicaba los más de estos resultados de sus observaciones, fue el detonador del primer proceso. Noel M. Swerdlow señala la importancia de las observaciones telescópicas para la confirmación empírica de la nueva cosmología, “However, after the speculations about an infinite universe filled with innumerable inhabited worlds by the unfortunate Giordano Bruno, the subject was, let us to say, rather sensitive, and Galileo approached it cautiously even in the Dialogue.” (“Galileo’s discoveries with the telescope and their evidence for the Copernican theory”, in The Cambridge Companion to Galileo edited by Peter Machamer, Cambridge University Press, Cambridge, 1998). A su vez, Fantoli sostiene que Bellarmino debió estar preocupado con las repercusiones teológicas de los descubrimientos de Galileo, en función de lo visto por él en el juicio contra Bruno: “Now the discoveries of Galileo had uncovered the existence of an enormous number of stars invisible to the naked eye, a fact which perhaps recalled to Bellarmine’s mind the specter of Bruno.” Op.cit., p.129; respecto a esto último es de destacar la misiva de Bellarmino dirigida a los matemáticos del Colegio Romano, conteniendo cinco más que significativas preguntas, cf. infra. 47 Como se ha destacado en más de una ocasión, la prueba empírica de los movimientos terrestres tardará todavía bastante en llegar.

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existencia de cuerpos celestes no observables a causa de su pequeña magnitud, lejanía o poca luminosidad (los planetas medíceos, es decir, cuatro de las lunas de Júpiter y, posteriormente la observación de Saturno), la factibilidad de la infinitud, ante el no toparse con ninguna señal de límite, etc. El carácter bruniano de la cosmología sostenida por Galileo nos parece aún más claro en el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, pues, aunque sin abandonar el silencio respecto a Bruno, pero con cierta confianza resultante entre otros factores de la muerte de Bellarmino (acaecida en 1621), de la simpatía del nuevo papa Urbano VIII (elegido en 1623) y el éxito de Il Saggiatore (publicado ese mismo año), decide emprender la defensa de la nueva cosmología, con severos ataques a la aristotélico-ptolemaica. Es claro que en el Dialogo Galileo pretende ocultar algunos aspectos delicados mediante el uso de recursos tales como el juego de ideas entre sus personajes procopernicanos Salviati y Sagredo y aún del aristotélico Simplicio, la táctica de apuntar cuestiones medulares bajo la apariencia de dudas o tesis cuestionables, a través de usos de lenguaje confusos o complicados, mediante la presentación de aparentes o reales contradicciones, del manejo del nombre de Copérnico para cobertura48, las críticas al propio Copérnico49 y otras maniobras más; sin embargo, prácticamente termina sosteniendo en forma clara o confusa, directa o indirectamente, los puntos medulares de la cosmología bruniana50. Pero para los perspicaces lectores de su tiempo, especialmente los jesuitas del Colegio Romano, a diferencia de muchos historiadores y filósofos de la ciencia posteriores, no cabía el engaño51, aunque sigan el juego jurídico formal, acusándolo a partir de las tesis 48

Galileo hace expreso este manejo de Copérnico, al aclarar en boca de Salviati: “Prima che proceder piú oltre, devo dire al signor Sagredo che in questi nostri discorsi fo da copernichista, e lo imito quasi sua maschera; ma quello che internamente abbiamo in me operato le ragioni che par ch’io produca in suo favore, non voglio che voi lo giudichiate dal mio parlare mentre siamo nel fervor della rappresentazione della favola, ma dopo che avrò deposto l’abito, che forse mi troverete diverso da quello che mi vedete in scena.” (Dialogo sopra i …, Dialogo secondo, ed. cit., p. 162). 49 Cf. supra n. 21 50 Ya hemos tocado otros aspectos de este asunto en nuestro trabajo “Modelos de universo en el Renacimiento” (en Summa académica, boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en prensa). 51 Como puede observarse en el texto de la condena de fecha 22/VI/1633, los inquisidores no se tragaron la treta de Galileo: "... che tu in detto libro [Dialogo di Galileo Galilei delli due Massimi Sistemi del mondo, Tolemaico e Copernicano] con varii ragiri ti studii di persuadere che tu la lasci come indecisa e espressamente probabile, il che è pur errore gravissimo, non potendo in niun modo essere probabile un'opinione dichiarata e definita per contraria alla Scrittura divina." "...; scusandoti d'esser incorso in error tanto alieno, come dicesti, dalla tua intenzione, per aver scritto in dialogo, e per la natural compiacenza che

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ya condenadas de Copérnico en 1616 y, sobre todo, como demuestra Blackwell52, por su desacato a lo comprometido ante Bellarmino en el primer proceso. Por supuesto, cuando decimos que Galileo tiene filiación bruniana, no queremos en absoluto decir con ello que reproduzca sin más sus tesis y no tanto en el sentido de que su concepción carezca de aquellos elementos con los que se ha pretendido descalificar a Bruno, incluyendo sus tendencias teológicas53, vitalistas54 y panteístas55, sino porque va mucho más allá en la estructura epistemológica (aunque no en lo que a las concepciones cosmológicas y ontológicas se refiere). El gran paso galileano, por el que con toda justicia es considerado por la mayoría de los tratadistas como el auténtico fundador de la nueva física y, por consiguiente, de la ciencia moderna, es el haber dotado a la filosofía natural de un procedimiento de fundamentación y comprobación más sólido que, sin duda, es limitado en Bruno. De algún ciascuno ha delle proprie sottigliezze e del mostrarsi piú arguto del comune de gl'uomini di trovar, anco per le proposizioni false, ingegnosi ed apparenti discorsi di probabilità. E essendoti stato assignato termine conveniente a far le tue difese, producesti una fede scritta di mano dell'Emin.mo Card.le Bellarmino, da te procurata, come dicesti, per difenderti dalle calumnie de' tuoi nemici, ..." (reproducido en Antonucci, Maria : L'età della Controriforma in Italia. Editori Riuniti. Roma; 1974, p. 53 y ss.) 52 En 1633 “The trial was not about truth in science, but about authority in the Church.” (Richard J. Blackwell: Science, Religion and Authority: Lessons from the Galileo Af fair. Marquette University Press. Milwakee; 1998., p.37). 53 Por ejemplo el famoso argumento bruniano de la coincidencia entre potencia activa y potencia activa de Dios, y la imposibilidad de limitar su obra: “Sagr.: Grandissima mi par l’inezzia di coloro che vorrebbero che Iddio avesse fatto l’universo piú proporzionato alla piccola capacità del loro discorso, che all’immensa, anzi infinita, Sua potenza.” (Dialogo sopra i …, Dialogo terzo, ed. cit., p. 440). “Simplicio: ..Onde io inmediatamente vi concludo che, stante questo, soverchia arditezza sarebbe se altri volesse limitare e coartare la divina potenza e sapienza ad una sua fantasia particolare” A lo que responde Salviati: “Mirabile e veramente angelica dottrina: alla quale molto concordemente risponde quell’altra, pur divina, la quale mentre ci concede disputare intorno alla costituzione del mondo, ci soggiungne (forse acciò che l’esercizio delle mente umane non si tronchi o anneghittisca) che non siamo per ritrovare l’opera fabbricata dalle Sue mani…” (Dialogo sopra i …, Dialogo quarto, ed. cit., p. 548-550). 54 A manera de ejemplo significativi, véanse las tesis sobre la vida en el universo en el Dialogo primo (Dialogo sopra i …, ed. cit., p. 73 y ss.). 55 De alguna manera la famosa ‘metáfora’ del Saggiatore: “La filosofia è scritta in questo gradissimo libro che continuamente ci sta aperto innanzi a gli occhi (io dico l’universo), ma non si può intendere se prima non s’impara a intender la lingua, e conoscer i caratteri, en’ quali è scritto. Egli è scritto in lingua matematica, e i caratteri son triangoli, cerchi, de altre figure geometriche, senza i quali mezi è impossibile a intendere umanamente parola; senza questi è un aggirarsi vanamente per l’oscuro laberinto.” (de. a cura di Libero Sosio. Feltrinelli. Milano; 1992, p.38), puede tener una lectura panteísta, el ‘libro’ representa una auténtica revelación y, por consiguiente, más directa y auténtica que la propia Escritura, lo que haría congruente su pretensión de que en aquello que la ciencia establece evidentemente es la Escritura la que se debe ajustar. Concepción ya presente en la Carta a Cristina de Lorena: “ ...; poi che non ogni detto della Scrittura è legato a obblighi così severi com'ogni effetto di natura, né meno eccellentemente ci si scuopre Iddio negli effetti di natura che ne' sacri detti delle Scritture: ..." (Galileo Galilei: Lettere. A cura di Ferdinando Flora. Giulio Einaudi Editore. Torino; 1978, p.131).

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modo éste mantiene criterios epistemológicos básicos de la ciencia aristotélica y escolástica (que no debemos confundir porque con diversos matices se presentan ambos en la época, aunque la segunda se base en la primera), sobre todo la base empírica y la demostración mediante la rigurosa argumentación lógica; si bien el Nolano había iniciado importantes revalorizaciones y cambios al respecto, con el cuestionar la mera comprobación empírica por las posibilidades de error en la interpretación de los datos de los sentidos, especialmente a partir de la crítica a las apariencias que fundamentaban el geocentrismo56. Galileo desarrolla la idea de experimento como una nueva modalidad de la comprobación empírica57. No inventa la experimentación, ya que ésta es tan antigua como la ciencia misma58. Aristóteles y los aristotélicos la usaron ampliamente como forma didáctica, bajo la modalidad de ejemplo; más aún, los aristotélicos del Renacimiento, especialmente en el campo de la medicina, fueron pioneros en su uso moderno. Lo nuevo radica, a través de un cierto rescate de Arquímedes y de la crítica neoplatónica al empirismo aristotélico por razón de la evidente debilidad de los sentidos enfrentándole su modelo arquetípico, en el diseño de experiencias ideales59, haciendo uso de instrumentos para reforzar la percepción, establecer medidas del fenómeno y eliminar al máximo los aspectos accidentales y secundarios. Aunque diferimos de Garin en lo relativo a ciertos aspectos filosóficos y sobre todo en la explicación de su génesis, tiene razón al sintetizar lo revolucionario de Galileo: "La fuerza de su filosofía reside en la metódica eliminación de los equívocos físico-teológicos que se producen continuamente, en la demarcación exacta del campo de conocimiento científico, en la reivindicación de todo el mundo de la experiencia como terreno de la investigación racional, en la práctica rigurosa de unos 56

Son al respecto muy importantes las digresiones relativas a la apariencia de los movimientos terrestres, a las condiciones de la observación por la luminosidad y distancia y otras más que hace en La cena de las cenizas y en Del infinito, universo y mundos, que luego reforzará en la obra latina, en particular en el De immenso, que por cierto también retoma Galileo, tanto en el Diálogo, como en la jornada primera de los Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze. 57 "Galileo parte de la experiencia, del experimento y de la observación. Pero la experiencia en que Galileo se basa no es ya, como la de la filosofía de la naturaleza, la simple acumulación incoherente de la materia de las percepciones, "experimentorum multorum coacervatio", sino un todo rigurosamente estructurado y una necesaria cohesión." (Ernst Cassirer: El problema del conocimiento. Tr. Wenceslao Roces. Fondo de Cultura Económica. México; 1965, T. I., p.383. 58 Podríamos decir que en una forma más o menos ingenua la inauguran los físicos jonios al tratar de fundamentar algunas de sus tesis, como Anaxímenes con el caso de la exhalación del aire en la relación entre calor y rarefacción y frío y condensación.

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procedimientos basados en la integración recíproca de las matemáticas y la experimentación racional, en la construcción, finalmente, de una física independizada de las hipotecas pseudofilosóficas y pseudoteológicas."60 Por otro lado, confrontando la observación empírica con los datos matemáticos, particularmente haciendo uso de modelos geométricos (que por cierto usaba mucho Bruno, aunque limitando el uso de las cuantificaciones, haciéndolo más cualitativamente), de donde procederá parte de la calificación de pitagóricos (o neopitagóricos), en los posteriores ataques de los jesuitas. Sin embargo, hay que señalar que en la primera ocasión no fueron los jesuitas los que se lanzaron contra Galileo, como ocurrirá después, sobre todo a la muerte de Bellarmino y el ascenso de Urbano VIII61, pues en este momento no tenían de inicio una postura hostil a Galileo y a sus experimentos, aunque el proceso y sus secuelas terminarán por enfrentarlos a la larga. El problema vendrá del sector más tradicional que, ante cierta impotencia teórica frente a la nueva congruencia filosófica y matemática, así como la nueva base empírica y experimental de Galileo, decidieron enfrentarlo por la vía religiosa: el no adecuarse con las Escrituras, teniendo como argumento último las posturas tridentinas y las sanciones correspondientes. Las observaciones telescópicas impactaron de manera tan negativa a los aristotélicos y escolásticos, que algunos las rechazaron como trucos, como defectos del instrumento óptico, como problemas de la esfera del fuego, o los que de plano se negaron a siquiera observar considerándolo engaño del demonio o sin más argumento. El asunto de la interpretación de las Escrituras, aunque termina siendo la parte más grave del primer juicio, de inicio no es más que una forma un tanto desesperada del núcleo aristotélico escolástico para tratar de frenar el colapso del geocentrismo y la ontología correspondiente, tanto en sí como por sus consecuencias adversas a la tradición cristiana62.

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Koyré destaca continuamente que las más importantes experiencias de Galileo son “experiencias de pensamiento” y no directamente empíricas (Etudes Gal..., p.313). 60 Eugenio Garin: Ciencia y vida civil en el Renacimiento italiano. Tr. Ricardo Pochtar. Taurus Ediciones. Madrid; 1982, p.166. 61 Más aún sabemos que algunos de los jesuitas más avanzados habían festejado las primeras observaciones y descubrimientos telescópicos de Galileo. 62 Por ejemplo, ¿ qué ocurre si hay más de una generación de humanos? (asunto que había aparecido ya con el descubrimiento de los aborígenes americanos y de otras partes del mundo, o sea el asunto de los ‘antípodas’: ¿son seres humanos? ¿si lo son, pertenecen a la misma generación de la tradición bíblica?). Y era peor aún con

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No es que se trate de un asunto secundario desde la perspectiva ideológica en su eje religioso-teológico-ontológico, sino que es una manifestación débil teóricamente y, al mismo tiempo, muy poderosa políticamente. Galileo, como ha mostrado Blackwell63, se ve entre la espada y la pared ante semejante ‘argumento’, pues, por una parte, es evidente lo inadecuado y externo al problema de la física, pero en su tiempo y todavía por mucho tiempo, la autoridad de las Escrituras y de los Padres y Doctores de la Iglesia, reforzada por el Concilio de Trento, será un asunto inevitable; por otra, pese a las prohibiciones de dicho Concilio, se siente obligado a defender la verdad descubierta aún teniendo que entrar al peligroso terreno de los religiosos y teólogos. Bruno había dado ya la pauta al tratar de sacar a las Escrituras del campo de la ciencia, destacando que su objetivo no era el conocimiento científico sino la moral de los pueblos, que no tenía que ver con la filosofía natural sino con el gobierno de las masas y que tenía una función de comunicación popular64. Galileo se montará sobre esto, sin duda con la ayuda de amigos clérigos, aunque se mete en el peligroso papel de justificar posturas heliocentristas con pasajes bíblicos, además de rescatar las tesis agustinianas de la imposibilidad de contradicción entre dos verdades, sólo que planteando que en relación a las verdades establecidas por la ciencia, los pasajes bíblicos no acordes deberían ser explicados por otras vías, como las metafóricas, las históricas, las didácticas y otras. Esta perspectiva, a juicio de algunos autores será lo que agrave su situación. Pues Bellarmino sería uno de los más conscientes defensores de la literalidad de las Escrituras no por necedad, sino por visión teológica65. Roberto, cardenal de Bellarmino, es en nuestra actual perspectiva prácticamente desconocido. Pese a su destacado papel -o quizá por ello66- en la consolidación de la

las ideas brunianas de vida en otros mundos, pues de ser real pondría en crisis la idea misma de redención por Cristo, teniendo que reajustar radicalmente la idea de salvación y de toda la religión en general. 63 Richard J. Blackwell: Galileo, Bellarmine, and the Bible. Univiversity of Notre Dame Press. Notre Dame/London; 1991. Sobre todo el capítulo 3 “Galileo’s Detour into Biblical Exegesis”, pp. 53 y ss. 64 Sobre la interpretación de que las Escrituras están en función de la educación del pueblo, y en lenguaje cotidiano, dice Luigi Firpo: "... enunciando cosí la spiegazione che concilia realtà naturale e infallibilità scritturale e che la Chiesa stessa ha poi fatta sua ." (Il processo di Giordano Bruno. Salerno Editrice. Roma; 1993, p.83) 65 Cf. Blackwell,: Galileo, Bellarmine,…, p.29 y ss. 66 Podemos decir que incluso la Iglesia católica se muestra ‘discreta’ respecto a su controvertido santo, sobre todo a partir de su aggiornamento del Concilio Vaticano II, en razón de la fuerte carga ideológica de campeón de la Contrarreforma y de la Inquisición. Cabe recordar que su canonización quedó ‘congelada’ por

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Contrarreforma, su vasta obra teológica y religiosa y, lo que más nos interesa aquí, su importante participación en el desarrollo de la ciencia moderna67. Para comprender esto, es preciso marginar prejuicios prevalecientes hoy en día, ante todo la falsa creencia de que la ciencia se desenvuelve per se, sin impulsos u obstáculos externos (para darnos una idea, pensemos en los que se presentan hoy en día y multipliquémoslos por el grado de intolerancia y conflictos religiosos de aquel entonces), así como los derivados de las luchas políticas e ideológicas de los últimos tres siglos. También es necesario recordar la importancia que tienen las políticas educativas y culturales en el avance o freno de la filosofía y de la ciencia, los contrastes entre las aperturas y las intolerancias, los apoyos y los obstáculos, la autorización o la retención de recursos, etc. Bellarmino gestó directrices fundamentales en este sentido para la Compañía de Jesús y no es casual el impulso de los jesuitas en la producción y divulgación de la ciencia, que hicieron de sus colegios en breve tiempo de los más prestigiados en el Viejo como en el Nuevo Mundo, siguiendo el modelo del Colegio Romano; aunque ciertamente tampoco podemos evitar mencionar el establecimiento de frenos a los intelectuales jesuítas más impulsivos y avanzados en los aspectos que pudieran afectar las creencias religiosas. Pero, ubicándonos en la difícil etapa de la Iglesia en que vivió, no podemos perder de vista la importancia de mantener aperturas a la ciencia en medio de la necesidad de conservar las creencias y sanear la institución. Paradójicamente, Bellarmino combate eficazmente las herejías68, limita las tendencias con implicaciones religiosas negativas para la Iglesia, fortalece los lineamientos del Concilio de Trento y busca limitar las especulaciones teológicas, fortaleciendo para ello la obra de Tomás de Aquino como base en este terreno. Pero, al mismo tiempo, en oposición a sus correligionarios más tradicionalistas defiende hábilmente, primero como

Urbano VIII y que no sería sino hasta nuestro siglo, paradójicamente gracias a Bruno, que ésta se llevara a cabo. Para el conflicto con Urbano VIII y buena parte de la relación con Galileo remitimos al libro ya citado de Pietro Redondi. Para una breve historia del conflicto entre la Iglesia y el gobierno de Mussolini que conduje al rescate y aceleración del proceso de santificación de Bellarmino véase: Anna Foa: Giordano Bruno. Società Editrice Il Mulino. Bologna; 1998. 67 Que es empero lo más difícil de documentar y, menos aún, de explicar y hacer aceptable a nuestra mentalidad. 68 Su Disputationum de controversiis christianae fidei adversus huius temporis haereticos, es un verdadero clásico al respecto, que tuvo muchas ediciones hasta el siglo pasado. Al respecto, cf. James S. Brodrick: S. Roberto Bellarmino (Tr. Giuseppe Ursillo, Editrice Ancora, Milano, 1965, pp.158 y ss.).

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Rector del Colegio Romano y luego como influyente cardenal, el desarrollo de la ciencia moderna y su enseñanza, apoyando a los matemáticos de la Compañía de Jesús69. Su afán de concertar los intereses de una y otra empresa lo llevan, sin embargo, a quedar mal en más de una ocasión con unos y otros70, e incluso a la sospecha de actuaciones de mala fe, políticas e intrigantes, más que sus contrarias. La relación de Bellarmino con Galileo es anterior al primer proceso, dos cartas suyas que han llegado a nosotros nos lo muestran. En la primera, del 19 de abril de 1611, dirigida a los matemáticos del Colegio romano, donde les hace cinco cuestiones relativas a las observaciones telescópicas de Galileo para conocer su punto de vista sobre la verdad contenida en ellas, expresando que él personalmente ya observó en el “cannone overo ochiale”. Y la otra, fechada el 23 de junio de 1612, dirigida al propio Galileo, agradeciéndole el envío del tratado de las cosas que se mueven y se aquietan en el agua71. Lo que se puede colegir de esos documentos es que, por una parte Bellarmino está interesado en las observaciones y obras de Galileo como novedades científicas, a la vez que mantiene su celo respecto a que los contenidos de la ciencia no afecten los principios católicos. Lo que se convierte en lineamientos fundamentales de la postura jesuita, pues, como dice Ludovico Geymonat, era: “... l’ordine religioso più aperto verso le scienze esatte, erano però, malgrado tale apertura, y piú ligi custodi dell’ortodossia cattolica, e quindi intendevano usare la propria competenza scientifica sopratutto ad un fine: quello di impedire che la scienza moderna assumesse un qualsiasi significato contrario al dogma.”72 Ahora bien, como principal consejero teológico del Papa Paulo V73, eminencia del Santo Oficio y experto en herejías, tocó a Roberto Bellarmino tener que lidiar con el asunto de Galileo. “He instructed Bellarmino to meet with Galileo and to observe the 69

Véase al respecto Baldini (Op. cit. p. 285 y ss), quien le dedica a Bellarmino toda la parte III, compuesta de dos capítulos con títulos significativos: “L’astronomia del cardinale” y “Bellarmino tra vecchia e nuova scienza” 70 El caso más grave en el seno de la Iglesia lo representó su papel en la disputa sobre la gracia, que enfrentó a la Orden de los Predicadores con los jesuitas (aunque de hecho el conflicto entre ellos tenían raíces más diversificadas y amplias que el asunto teológico), que de acuerdo a algunos autores habría sido apaciguada (nunca resuelta) por consejo de Bellarmino a Paulo V de establecer una moratoria. 71 Discorso intorno alle cose che stanno in su l’acqua o che in quella si muoveno, publicado ese año. Cf. el volumen XI de la edición citada de Le opere di Galileo Galilei 72 Galileo Galilei, p.63. En un sentido parecido va la opinión de Mario Bendiscioli: La Riforma Cattolica. (Roma; 1973), p.151. 73 Como lo fue antes de Clemente VIII, especialmente durante el proceso a Bruno.

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following three-point agenda at their meeting: (1) to inform Galileo of the decision to condemn Copernicanism and to ask for his acceptance of that decision; (2) if Galileo were to refuse, to impose on him an injuction to abstain from advocating Copernicanism; and (3) if he should still not agree, Galileo was to be imprisoned.” 74 Todo parece indicar que, a su pesar, Galileo se vio obligado a la tutela de Bellarmino75 por el resto de los días de éste, en los cuales se mantuvo con cuidadosa prudencia y se dedicó (por lo menos en su manifestación pública) a cuestiones más concretas y de detalle, haciendo a un lado las grandes empresas filosófico-científicas76. Tal parece ser el lineamiento ‘aconsejado’ por Bellarmino, que, pese a lo restrictivo, impulsaría el trabajo analítico de la ciencia moderna77. Los aspectos experimentales y las aplicaciones matemáticas no eran cuestionadas, siempre y cuando no fueran hacia los temas delicados, sobre todo a los del ‘copernicanismo’ (léase también y sobre todo las concepciones brunianas). Y la recomendación fundamental desde la perspectiva religiosa quedó en la prohibición expresa de no interpretar personalmente las Escrituras. “For the next seventeen years Galileo stayed out of harm’s way simply by working on other scientific problems, and by not publishing anything further on Copernicanism.” 78 Comenta Baldini que las políticas científicas del cardenal tenían el objetivo de permitir y tolerar dentro de ciertos límites, pero “...: così una operazione che all’origine aveva anche avuto l’intento di rimuovere blocchi allo sviluppo si trasformò in punto d’aggregazione d’una battaglia di retroguardia.”79 Y, a la inversa, añadiría yo: lo que pretendía ser un freno a los elementos perturbadores de la nueva ciencia, se transformó en 74

Blackwell: Science, religion ... , p.33-34. Es lo que se traduce en buena medida de una lectura cuidadosa de los argumentos contenidos en el texto de la condena del Santo oficio del 22 de junio de 1633. 76 “¿Y quién, más que Bellarmino, el gran Inquisidor del proceso de Bruno, debía tener la previsora prudencia cristiana de impedir que nuevas fantasías filosóficas copernicanas, nuevos escándalos tuviesen libre curso?” (Redondi, P: Op. Cit. ; p.54). 77 Tal es la consideración que tiene Bellarmino por Galileo que en el proceso de 1616, además de la carta autógrafa que le entregó deslindándolo del proceso, no se le mencionó a él ni a su obra en el decreto de la Congregación del Indice publicado el 5 de marzo de 1616: “It is important to note that neither Galileo’s name, nor any of his writings, were mentioned in the decree of condemnation.” (Blackwell: Science, religion ..., p.33) 78 Blackwell: Science, religion ..., p.35. Para una explicación diferente, pero con el mismo resultado, cf. Rendondi Op. cit. 79 Baldini, Op. cit., p.298. 75

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parte vital de la revolución científica, pues le dió solidez y apertura: el margimiento de lo ‘teológico’ (religioso) y metafísico (sobre todo lo teológico) en ella, en su expresión abierta diríamos; sin embargo, paradójicamente más tarde se revertiría el proceso al desarrollarse en abierto materialismo al desligarse la ciencia de criterios metafísicos y religiosos, mediante la mecánica y las estructuras analíticas de la nueva ciencia, hasta convertirse en ocasiones en franco ateísmo80. El segundo conflicto, complicado por la existencia del documento dejado por Bellarmino, remanente del proceso de 1616, que al parecer desconocían su existencia tanto Galileo como su protector Urbano VIII, será a causa de la publicación del Dialogo81, en el cual un observador serio e interesado, como eran en ese tiempo los científicos jesuitas, podían detectar que no se trataba de la confrontación simple entre Aristóteles-Ptolomeo contra Copérnico, sino contra Copérnico-Bruno-Galileo, puesto que muchos de los puntos planteados a lo largo de la obra no están en el texto de Copérnico, sino en los de Bruno y habían formado parte al parecer de los contenidos considerados como peligrosos para la confesión católica por Bellarmino y el resto del Santo Oficio en 1599, cuando el recién nombrado cardenal extrajo por indicaciones del mismo tribunal los puntos heréticos de las obras de Bruno y de las actas de su proceso. Tras la condena de 1633, Galileo se verá obligado definitivamente a centrarse en problemas concretos y en la tendencia concreta, analítica, experimental y matemática que terminará por convertirse en paradigmática de la nueva forma de hacer ciencia, para algunos representada sobre todo por los Discorsi82 que no corresponde a las aspiraciones teóricas de Galileo83, como se puede deducir de la presentación del Dialogo al Gran Duque84. 80

Aunque no lo expresa en este contexto, Minois apunta este tipo de paradojas en la historia del ateísmo. Cf. , Georges Minois: Histoire de l'athéisme. Les incroyants dans le monde occiden tal des origines à nos jours Librairie Arthème Fayard. La Flèche ; 1998. 81 El cual había pasado por la censura del padre Ricciardi, que por cierto era dominico. Señalamos esto porque en el primer proceso los acusadores fueron dominicos y la relativa tolerancia corrió a cargo de algunos jesuitas, situación invertida en el segundo proceso, lo cual no deja de ser significativo ante las pugnas consabidas entre las dos Ordenes. 82 Por ejemplo, desde la perspectiva católica se la califica como su “obra capital” y “el primer manual de física” (Hubert Jedin (Dir.); Iserloh, Erwin; et al.: Manual de historia de la Iglesia. T. V: Reforma, Reforma católica y Contrarreforma, Tr. Daniel Ruiz Bueno. Editorial Herder. Barcelona; 1972, p.874). 83 “Aparatado de sus queridos ejercicios polemicos y obligado a callar su fe copernicana, su producción se torna menos brillante, aunque más precisa; menos imaginativa, aunque más matemática. En los Discorsi (1638), Galileo nos ofrece los mejores resultados de sus esfuerzos mecánicos en pro de la doctrina copernicana. Ha abandonado los análisis de la dialéctica filosófica en favor del análisis matemático.” (Carlos

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Solís, Introducción a Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias. Tr. Javier Sádaba Garay. Editora Nacioanl. Madrid; 1981, p.41) 84 Cf. supra nota 16.

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