Sanlúcar de Barrameda en la encrucijada. notas sobre los Siglos XIV y XV

May 23, 2017 | Autor: J. Rodríguez Mellado | Categoría: Sanlúcar de Barrameda
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Descripción

Sanlúcar de Barrameda en la encrucijada. Notas sobre los siglos XIV y XV Manuel J. Parodi Álvarez1 Jesús Rodríguez Mellado2

La Sanlúcar de la transición entre los siglos XIV y XV es una población en transición, una villa atrapada de una parte (en lo general) en un momento histórico delicado, complicado, y en lo particular (en lo material), encerrada en un recinto amurallado (el hisn islámico de tapial, en el actual corazón del Barrio Alto) que empezaba a resultar (como demostrarían los años posteriores) un corsé demasiado estrecho para la Sanlúcar de esos momentos históricos, tan abigarrados y cargados de acontecimientos. Los primeros intentos castellanos de consolidar su dominio y presencia en estas tierras estarán salpicados por el oleaje de los avatares del momento, con la presión de otras potencias de la época y sus intereses en este marco geográfico (geoestratégico), especialmente la ejercida desde el Norte de África, así como por las fórmulas empleadas por el estado castellano para ejercer su control sobre estos territorios tan esenciales para el futuro de Castilla. Entre dichas fórmulas de dominio podemos mencionar el control directo de los territorios en cuestión (ejercido desde el estado a través de sus propios medios, organismos e instancias), como habría sido quizá el caso en los primeros momentos, tras la conquista de estas tierras por Alfonso X “El Sabio” en 1264. El proyecto alfonsí para Cádiz, tras la incorporación de dicho núcleo a la Corona de Castilla en 1264, incluía la creación de un extenso alfoz para la ciudad gaditana, algo que no llegaría a materializarse y que englobaba, por ejemplo, las tierras de Sanlúcar de Barrameda. Este gran proyecto se deshizo muy pronto, azucarillo en agua caliente, en fragmentos uno de los cuales sería precisamente esa Santa María del Puerto encomendada a la Orden Militar de Santa María de España, cuyos dominios eran, así pues, fronteros con los límites del término sanluqueño de la época (como sucede ahora con los modernos términos municipales de El Puerto de Santa María y Sanlúcar de Barrameda)3. Sanlúcar, la Sanlúcar de los años previos a la llegada de los Guzmanes a finales del siglo XIII, tendría, así pues, en sus contornos inmediatos, ejemplos tanto de señorío de Órdenes Militares, caso del efímero ejemplo de El Puerto de Santa María, como de realengos, caso de Jerez de la Frontera (por citar algunos “botones de muestra”), y se convertiría en un señorío nobiliario ella misma, bajo el control de la Casa de Guzmán, definitivamente desde el año 1297. Y en la propia Sanlúcar de Barrameda se habrían dado unos pasos iniciales en el contexto del establecimiento y la organización del dominio castellano de este territorio de la desembocadura del río Guadalquivir, unos primeros pasos que resultarían distintos de lo que luego acabaría sucediendo, con el establecimiento del referido señorío guzmano sobre estas tierras, riberas y gentes. Así, Grupo de Investigación HUM-440 El Círculo del Estrecho. Universidad de Cádiz. Grupo de Investigación HUM-152 De la Turdetania a la Bética. Universidad de Sevilla. 3 Cfr. al respecto el estudio clásico de Martínez Montávez (Martínez Montávez 1974, infra). 1 2

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podemos señalar que Sanlúcar habría estado inicialmente destinada a formar parte (como hemos visto) del gran alfoz de Cádiz (al menos en los planes del rey Sabio, Alfonso X, en su gran proyecto para la ciudad e isla gaditana, no materializado finalmente). Una primera opción, pues, habría sido el realengo. De otra parte, sabemos que los templarios habrían podido guardar relación con lo que luego sería el convento de San Jerónimo, en el área de Bonanza, por lo que, de seguir a las teorías tradicionales, podríamos ver en ello un intento estatal (¿global, parcial? …Posiblemente sólo parcial) de instalar, si no un señorío de Órdenes Militares (los templarios) en la zona, sí un establecimiento de esta naturaleza que sirviese (al modo de los viejos ribatim islámicos, los ribats de la comarca, entre ellos el que duerme bajo el Palacio Medinasidonia, en Sanlúcar) como garantía de la presencia de un núcleo dispuesto a la defensa de este litoral ante agresiones externas (musulmanas o cristianas, que de ambos contextos venía, o podía venir, igualmente, el peligro). Y de otra parte, los Guzmán, interesados en este territorio, habrían iniciado su presencia en el mismo ya en 1294, asentados en el pago de Monteagudo (que habrían permutado por otro dominio también sito en estas tierras gaditanas, y que les sería de menor interés), un lugar estratégico entre Trebujena, Sanlúcar y los límites de Jerez. Como vemos, unas décadas de transición, agitadas y convulsas, que habrían presentado diversas soluciones a la cuestión de la organización de este tan relevante como disputado territorio. Y en esos momentos, finalmente, se afianzaría la “solución guzmana” (por así decirlo), barridas otras propuestas (entre ellas las del realengo y la de los templarios –tras la disolución de esta Orden a principios del siglo XIV, ya fallecido Guzmán el Bueno pero en absoluto ni menguado ni desaparecido el dominio guzmano sobre Sanlúcar, que quizá se afianzaría aún más a la desaparición del Temple de este solar y término, algo de lo que –también quizá– podría haberse beneficiado directamente la Casa de Guzmán, al ver eliminados unos posibles rivales, o al menos unos vecinos que podían llegar a ser incómodos establecidos nada menos que en Bonanza, zona portuaria notable). Una vez que se constituye el Señorío Guzmano sobre Sanlúcar de Barrameda, a finales del siglo XIII (tras unos primeros titubeos que no acabarían de consolidar una solución válida, como hemos tenido ocasión de contemplar, de la mano de las distintas alternativas que no fructificaron, como serían el establecimiento de un realengo sobre estas tierras, o la presencia, hipotética, de alguna orden militar en estos territorios, amén de su incorporación a un proyecto de superior entidad territorial…), la ciudad, la entonces villa, habría de experimentar transformaciones esenciales, sustanciales –muy profundas– en su aspecto y formas, que marcarían los ritmos de su existencia, de su evolución y su crecimiento en los siglos posteriores. La villa vieja islámica daría paso a una villa nueva, de mayor amplitud, que ensancharía sus contornos dando paso a un espacio mayor, a un cuerpo más crecido, sin perder los perfiles esenciales de lo que hasta entonces había debido ser el núcleo urbano de la población: la corona de la Barranca, el corazón del Barrio Alto, los entornos de las plazas de la Paz y de los Condes de Niebla, habrían sido el “núcleo duro” del casco urbano de la villa vieja sanluqueña. Y, haremos la puntualización, cuando decimos “urbano” ello ha de tomarse muy entre comillas: no ha de pensarse en una ciudad al modo actual (no hay que pensar en el urbanismo de una ciudad que hunda sus raíces en la Europa renacentista, en un urbanismo de raíces hipodámicas o remotamente similares a los principios clásicos), sino en una medina pequeña, al estilo de los espacios de dicha naturaleza existentes en el Norte de Marruecos, caso de las ciudadelas medievales de Tetuán o Chauen, por 222

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citar dos ejemplos de sin duda mayor amplitud de lo que fuera ese mismo espacio en la Sanlúcar medieval musulmana. El hisn sanluqueño, el recinto enmarcado por la cerca de muro de tapial islámico del que se conservan algunos ejemplos como el de la calle Escuelas (no visible desde la calle, pero conservado en el interior de un patio moderno, lienzo de muro del que nos habla nuestra Historiografía…) se vería rebasado, desbordado por la nueva ciudadela cristiana, por el entorno urbano comprendido en la nueva cerca de muralla guzmana. Sabemos por las fuentes historiográficas (y por las fuentes documentales, por no hablar de la Arqueología, que tendrá que dar sus frutos a poco que pueda florecer…) que el hisn medieval islámico habría quedado “embutido” en el corazón de la nueva villa cristiana, guzmana. Los restos, pocos, muy pocos, que han sobrevivido hasta nuestros días de dicho recinto del hisn cuentan una historia milenaria (o casi), de guerras y paz, de asaltos e invasiones, de cambios de era y de nuevos tiempos (tiempos que fueron nuevos una vez, hace ya muchos siglos). Su lectura es difícil, por el mismo grado de su conservación y por encontrarse en lugares no visibles desde el viario público, o muy difícilmente visibles desde los referidos espacios públicos. Pero la Sanlúcar de época islámica, el espacio urbano principal de la misma en dicha época, quizá no se viera circunscrita al espacio contenido en el interior del recinto de su muro de tapial. Y no nos referimos a los posibles hábitats aislados, al poblamiento disperso en ámbito rural, ni a núcleos habitados secundarios que habrían existido (o podido existir) en el entorno de la Sanlúcar de la época, de la Sanlúcar medieval islámica (esto es, en torno a los siglos IX-XIII, aproximadamente). La toponimia urbana sanluqueña conserva elementos que vinculados a la existencia de una Judería en la localidad. En este sentido, son de mencionar elementos fósiles de dicha toponimia como pueden ser el nombre de la calle Baños (o del Baño…), y el de la Escalerilla de los Perros (una denominación ciertamente ofensiva que puede hacer referencia a la presencia de elementos judíos (¿un barrio judío, una Judería medieval?) en el entorno inmediato a la Barranca, al pie de la misma. La misma configuración del espacio urbano en el entorno de la calle Baños y la revuelta de Madre de Dios resulta evocadora, por más que dicho espacio esté muy transformado (desde tiempo ya histórico) y poco pueda traer a la mente lo que quizá (sólo quizá) una vez, hace muchos siglos, pudiera haber sido. En cualquier caso, la existencia de una Judería en la Sanlúcar medieval no habría estado ligada a la llegada de los nuevos señores cristianos a la villa hace ahora poco más de 750 años, en 1264 (algo sobre lo que hemos tenido ocasión de tratar en párrafos anteriores). Junto al espacio del hisn islámico localizado en el Barrio Alto, podría haber existido el barrio judío de la villa al pie de la Barranca, muy cerca del casco urbano amurallado, pero convenientemente separado del mismo, cerca pero lejos, al pie de la Barranca, algo a plantear a modo de hipótesis de trabajo, que habrá que contrastar y que el tiempo y la investigación consolidarán o desmontarán (que es para lo que se escribe Historia: para que se someta a la evolución de los estudios históricos, al contraste de las nuevas conclusiones logradas merced al avance de la investigación). Así pues, habría existido una Judería en el Barrio Bajo, de época islámica, época que presenta trazas en nuestra ciudad entre los siglos IX y XIII, siendo la primera fecha no un “primer momento”, sino el primer momento en que es posible –a falta de Arqueología, de estudios arqueológicos que ayuden a aclarar la niebla– contar con hipótesis que presenten 223

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perfiles de la Sanlúcar de la época (los ataques vikingos, el posible establecimiento del ribat omeya como respuesta a los mismos, un ribat hoy subsumido en las estructuras del Palacio Ducal de Medina Sidonia, como supiera ver la XXI Duquesa, Dª. Luisa Isabel Álvarez de Toledo). Una Judería en Sanlúcar, en la Sanlúcar medieval islámica, que quizá habría mantenido su existencia en los primeros tiempos de la presencia cristiana, en el siglo XIV, quizá hasta que las leyes castellanas de dicho siglo XIV la habrían hecho definitiva y finalmente insostenible, inviable… Una Judería en la Sanlúcar medieval ya cristiana que habría podido sobrevivir hasta la definitiva expulsión de los no conversos a finales del siglo XV, reinando los Reyes Católicos. La Sanlúcar medieval cristiana trascendería de los límites de la vieja villa islámica, y tal y como sabemos, lo haría de la mano de los nuevos señores castellanos –cristianos– de la población, los Guzmán, quienes ampliaron los horizontes de la localidad (y no es una frase hecha), lo que se tradujo igualmente en un notable impulso a su realidad urbana. Si hasta las postrimerías del siglo XIII el “núcleo duro” de la población sanluqueña estaba localizado en el corazón del actual Barrio Alto, desde esos entonces la villa rebasaría el corsé de la cerca muraria islámica, el hisn, para extenderse hacia el mar, hacia el río, hacia la playa, conformando desde esos entonces y ya con solidez el arrabal de la ribera, esto es, el Barrio Bajo4 y dando forma a una villa nueva. Sabemos igualmente que, de todas formas, el Barrio Bajo sanluqueño habría ya podido dar sus primeros pasos de vida histórica como tal realidad quizá con anterioridad a estos primeros momentos guzmanos, y a ello precisamente hemos dedicado algunos párrafos con anterioridad. De este modo (y no casualmente, a decir verdad), hablábamos con anterioridad acerca de la Judería sanluqueña, que habría podido existir en el entorno del Barrio Bajo, justo donde la toponimia urbana –la fosilizada toponimia urbana, que tantas veces guarda secretos olvidados por la memoria consciente, por el dato histórico, y no sólo en Sanlúcar de Barrameda– presenta nombres de espacios públicos que podrían (siempre, y aún, en condicional) albergar las trazas de este desaparecido “ghetto” medieval sanluqueño (desaparecido en cualquier caso hace más de medio milenio, cabe señalar, pero no por tanto tiempo perdido menos posible, menos probable, como tantas otras cosas y realidades, perdidas en las arenas del tiempo pero que una vez fueron reales, fueron ciertas). El Barrio Alto (y la villa en su conjunto, cuyo espacio medular precisamente habría de ser ése del Barrio Alto) conocería, con la llegada de la Casa de Guzmán al Señorío de la localidad, en 1297, la expansión del casco urbano con la creación del nuevo recinto de murallas erigido por los nuevos señores de Sanlúcar. El viejo hisn quedaría “embutido” en el interior del nuevo entorno amurallado, cuyos contornos –los de la nueva cerca de muralla cristiana– discurrirían paralelos a la Barranca, cerrando su perfil por el entorno de las calles Muro Alto y Muro Bajo, con la puerta de Rota (el Arquillo de Rota), remontando la calle San Agustín, con la Puerta de Jerez, en la zona en que aún hoy se conserva dicho nombre (incrustado en nuestra toponimia urbana) hasta el Albaicín y la calle homónima (donde aún se contempla un retazo nada desdeñable de la muralla…), entorno en el que se encontraría la Puerta de Sevilla (¿su orientación…?), y donde se encontraría, finalmente, con el flamante castillo de Santiago, construido por la Casa de Guzmán en la segunda mitad del siglo XV, siglo y medio (largo) después de la construcción de las 4

AGFMS 1012 (1752, julio 15), donde describe el peso histórico del Barrio Bajo. 224

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murallas guzmanas de Sanlúcar de Barrameda. El cerco del Barrio Alto se vería, de este modo, notablemente ampliado gracias a la intervención guzmana, y en dicha ampliación hemos de contemplar la reforma de la villa, su crecimiento demográfico y su nuevo papel como sede de los estados de la Casa de Guzmán y como eje del gobierno de dichos estados y de la guarda de las costas y del río Guadalquivir. Y a los pies de la Barranca, el Barrio Bajo comenzaría poco a poco a ir conformándose como espacio urbano quizá de la mano de la ya citada Judería, en época medieval islámica, creciendo desde los aledaños de la que sería más tarde la calle de los Bretones y en dirección hacia la actual calle del Ganado, en paralelo a los mencionados pies de la Barranca, en un entorno hoy muy transformado por la propia evolución histórica de la ciudad y bien jalonado a su vez de edificios históricos singulares de relevancia (históricos, aunque posteriores a estos momentos de los que venimos tratando) entre los que destacan la iglesia y convento de Madre de Dios y las Caballerizas del Palacio de Orleáns. El Barrio Alto, pues, conocería una notable expansión en época cristiana (en los primeros momentos del dominio castellano, cristiano, guzmano), en el interior de su relicario amurallado, mientras en el Barrio Bajo un entorno aún embrionario, un barrio en proceso de formación (que quizá hunde sus raíces en esta Judería medieval de tiempos islámicos), se iría consolidando paulatinamente desde –quizá– el mismo siglo XIV, para aparecer plenamente constituido ya en la segunda mitad del siglo XV. Judería, hisn medieval del Barrio Alto, con su cerca de muralla de tapial, el ribat que duerme bajo los perfiles del Palacio Ducal de Medinasidonia, la Sanlúcar medieval islámica, la villa vieja de Sanlúcar, conocerían un momento de inflexión a principios del siglo XIV. La villa vieja daría paso a una Dídime, a una nueva villa que brotaría en el corazón barrialteño de la mano de los señores cristianos de Sanlúcar, para acabar expandiéndose definitivamente fuera de los límites de ese Barrio Alto en distintas direcciones, un crecimiento que conocería una especial intensidad en el caso de la falda de la Barranca que se dirigía hacia el mar, hacia el río. Los arrabales de la ciudad medieval cristiana (desarrollados de forma inmediata al recinto amurallado de la misma, y acerca de los cuales la arqueología tendría –y tendrá– mucho que decir) cuentan con varios puntos distintos en torno al mencionado recinto murado cristiano sanluqueño en los cuales van “aflorando”, se van conformando y consolidando con el paso del tiempo. Así, el espacio exterior de las puertas de la ciudad, caso de la Puerta de Jerez o el Arquillo de Rota, por ejemplo, serán entornos privilegiados para la aparición de dichos arrabales extramuros. Ello, un fenómeno no extraordinario y que en Sanlúcar se produciría igualmente, llevaría a la consolidación paulatina de espacios urbanos (dicho sea con cierta licencia) a través de los cuales, poco a poco, se produciría la expansión del casco de la villa fuera del recinto de la muralla guzmana de la misma. Las zonas de la Fuente Vieja, del Pozo Amarguillo, las revueltas de la zona de San Borondón, o la calle Gitanos, serían algunos de los espacios, de las islas de población, que se generarían fuera de los muros con los que la Casa de Guzmán guarecería la joya de su corona, la villa sanluqueña, capital de sus estados y verdadero eje vertebrador de sus dominios señoriales en el reino de Castilla. Los siglos XIV y XV resultaron esenciales para la constitución de los referentes (de los nuevos referentes) que Sanlúcar de Barrameda construiría sobre sí misma, partiendo de la base de una realidad ex novo, y sin exclusión del bagaje histórico (anterior) que la comunidad atesoraba desde la Antigüedad, aunque en realidad el proceso de 225

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construcción de dicho pasado sería fruto de un proceso asimismo largo y complejo y que mucho tiene que ver con la búsqueda de una imagen [propia] gloriosa, de una imagen noble basada en el pasado mítico de estas tierras, para lo cual se echará mano del pasado clásico, grecolatino, materializado en las fuentes, los textos históricos y los mitos pertenecientes a dicho momento histórico, la Antigüedad (fuente, casi siempre, de inspiración para la forja del imaginario colectivo, para la busca de raíces propias, siempre dignas, siempre nobles, siempre luminosas…). Y en el corazón de todo ello se encuentra la nueva villa cristiana, creciendo desde sus entrañas, desde su corona del Barrio Alto: formando arrabales, expandiéndose hacia (y por) la ribera, trascendiendo de sus alturas, y dando forma poco a poco a una nueva realidad dual: el Barrio Alto y el Barrio Bajo de Sanlúcar. La Sanlúcar bajomedieval, castellana ya desde la segunda mitad del siglo XIII, experimentaría en su casco urbano una serie de transformaciones que llevarían a este entorno a convertirse en el embrión de lo que hoy conocemos, en esa ciudad histórica dual articulada en los dos núcleos del Barrio Alto y el Barrio Bajo (sin demérito de otros espacios de la ciudad con identidad propia, como es el caso de la zona de Bonanza, o del Mazacote, interesante rincón de la Sanlúcar histórica que tanto tiene aún que revelar). Sanlúcar de Barrameda experimenta (protagoniza) uno de esos momentos de mutación (desde la evolución) en el transcurso de los siglos XIV y XV, un particular “renacimiento” que habría de llevarla a un profundo cambio de la mano de los nuevos pobladores de la villa y de sus nuevos señores, los Guzmán, habiendo entrado (ya desde mediados del siglo XIII, merced a la conquista alfonsí de estas tierras, en 1264) a formar parte de un circuito (cultural, político, religioso, social) distinto de aquél al que había pertenecido con anterioridad, esto es, el mundo del septentrión mediterráneo, cristiano, y que quiere buscar sus señas de identidad en la Romanidad, frente al mundo del Meridión mediterráneo, musulmán, y que había de largo cortado amarras ideológicamente con el pasado clásico del Mare Nostrum. De este modo Sanlúcar de Barrameda desarrollaría a partir de su integración en la órbita europea (con su incorporación a la Corona de Castilla a través del reino de Sevilla), desde los siglos XIII-XIV, una realidad nueva, que partiendo de las bases preexistentes en un plano material, habría de sentar las nuevas bases del que sería su posterior desarrollo en lo urbano, en lo material, en lo cultural, en lo histórico. Unos cambios en lo material que son reflejo de los cambios en lo intelectual, en lo cultural, en lo ideológico, y que formarían parte del “todo” que se engloba en las palabras “Sanlúcar de Barrameda” y que tiene algunos de sus “botones de muestra” en su recinto amurallado, sus templos medievales, su Palacio Ducal de Medinasidonia, su castillo de Santiago, sus Puertas medievales, sus arrabales, como el de la Ribera, y sus zonas de expansión por el Barrio Bajo. La zona, vieja y casi apartada (por constituir un espacio aparte, en sí mismo, al margen de la ciudad de la Barranca, casi), de la Judería, encontraría un paralelo en la zona comercial que se desarrollaría a partir de este nuevo crecimiento de la Sanlúcar cristiana de los siglos XIV y XV. La configuración de la calle comercial de los Bretones, frente a Las Covachas y al pie del Palacio Ducal de Medinasidonia, a la sombra de la Puerta de La Mar, y la construcción de la iglesia de La Trinidad tendrían su reflejo legal en el documento de 1478 con el que los Señores de Sanlúcar de Barrameda (en concreto el II Duque de Medinasidonia, don Enrique, el constructor del Castillo de Santiago precisamente) quieren dar carta de legalidad al “Arrabal de la Ribera”, con lo que no

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sólo asistiremos (si se nos permite la licencia) al primer (y sui generis) Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), avant la lettre de la ciudad (si se nos permite la licencia…), sino a la consolidación, material y administrativa, del Barrio Bajo sanluqueño5. Este Barrio Bajo sanluqueño (fruto de la combinación de la vieja Judería y del nuevo Arrabal de la Ribera), contaría –como señalamos– con el viejo espacio de la Judería a un lado de la Cuesta de Belén y la calle Bretones (constituidos en referencia axial de la ordenación de este espacio nuevo al pie de las murallas) y con el entorno del antedicho nuevo Arrabal de la Ribera, al otro lado del referido eje de Belén–Bretones, como sus dos espacios embrionarios, como sus dos espacios fundacionales. Y si en el entorno de la antigua Judería (cuyos destinos estarían ligados no sólo a la propia evolución de la ciudad, sino a las normativas castellanas respecto a las comunidades judías a lo largo de los siglos XIV y XV, lo que culminaría con su expulsión definitiva en las postrimerías del Cuatrocientos –bajo los Reyes Católicos) hemos de buscar un espacio que podría combinar lo comercial con lo residencial (poblamiento y comercio), el entonces flamante Arrabal de la Ribera (en el que no podemos descontar lo residencial) contaría con un marcado carácter económico, con un espacio comercial muy marcado (el entorno de la calle Bretones y sus aledaños), en el que no son de excluir los talleres artesanos relacionados con las tiendas de dicho entorno, así como con espacios e instalaciones reservadas a cuestiones directamente relacionadas con la producción a mayor escala; en este sentido, instalaciones de naturaleza económica como las Atarazanas (las Nuevas, del siglo XV, y quizá las Viejas, también, quizá, anteriores, o la Chanca, contarían con un relevante papel). Pero en ese espacio bullicioso del Barrio Bajo en el Cuatrocientos encontraremos iglesias que dan amparo a fieles y creyentes, iglesias que nos hablan de tierras nuevas, afortunadas y fantásticas, perdidas en un Occidente que una vez fue misterioso y hoy es cotidiano, iglesias que nos hablan del perdido y efímero reino de los Guzmán en ese Occidente que Roma ya descubrió para Europa, iglesias que hablan de persecuciones religiosas en el Norte, de viejas rencillas religiosas y de presencias norteñas, tan habituales, en estas tierras… Y junto a esas iglesias hallaremos instalaciones fabriles, atarazanas y chanca, con calles que guardan en su nombre el secreto de lo que se perdió y de espacios que la ciudad pudo dedicar a la construcción naval hace ya medio milenio (cuando no, incluso, algo más…). Y todo ello se conjugaría, con el bullicio comercial de la calle de los Bretones y sus aledaños, en el contexto del viejo (y una vez nuevo) Arrabal de la Ribera, un espacio urbano que recibiría carta de naturaleza hace más de medio milenio, allá por el lejano año 1478, de la mano del II Duque de Medinasidonia, don Enrique, el fautor del castillo de Santiago, uno de los grandes impulsores de la historia de esta ciudad, cuando comenzaba a reinar sobre Castilla la reina Isabel I. Un entorno, el del incipiente Barrio Bajo, en el que marcharían de la mano, en su día a día, ámbitos tan distintos como el de la Judería ya extinta, el nuevo barrio comercial de la villa, las ajetreadas zonas “industriales” de la localidad, orientadas hacia el mar y el río, los ya citados –a vuelapluma– edificios religiosos, la playa y el río, y la sombra, siempre presente, siempre vigilante, del Palacio, de los Señores de Sanlúcar, asomados a este mundo agitado del Barrio Bajo desde sus alturas, desde sus balcones del Barrio Alto (y, también, aunque por personas interpuestas, desde su oficina de Las Covachas, desde donde si una vez se comerció, antes quizá se 5

AGFMS 1320. 227

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cobraron impuestos de paso, los portoria de época romana, conocidos como “consumos”, en el pasado siglo XX)6. El Arrabal de la Ribera se consolidaría desde fines del XV, cuando ese incipiente espacio costeño habría ya experimentado suficientes transformaciones como para que la Casa Ducal de Medinasidonia se viese en la necesidad de regular el desarrollo y comportamiento del mismo mediante las disposiciones oportunas, como el ya mencionado Privilegio que el II Duque, D. Enrique, diese en Huelva en 1478 y por el que se permitía a los comerciantes bretones instalarse en tales lugares de la ribera, dándose carta de naturaleza al espacio y a su carácter de zona dinámica, abierta a las influencias exteriores, económicamente activa y socialmente articulada, merced a la presencia de estos mercaderes extranjeros cuya actividad sería sancionada por un documento, el referido Privilegio de 1478, que tanto peso y papel habría de jugar en desarrollo y evolución de la Historia de la población. Si la antigua Judería de la Calle del Baño (y aledaños) ya habría constituido un primer esbozo de lo que andando el tiempo llegaría a ser el Barrio Bajo, la creación y consolidación de este Arrabal de la Ribera, a Levante de la Cuesta de Belén y la entonces Calle de los Bretones, vendría a sumarse al viejo espacio del “ghetto” sanluqueño para conformar el núcleo y embrión de lo que hoy conocemos como el Barrio Bajo, marco que no se entiende sin este momento fundamental del Cuatrocientos, hace más de medio milenio, cuando el II Duque dio carta de naturaleza a esta “nueva” zona de expansión de la todavía villa, sentando las bases de su posterior desarrollo urbanístico en paralelo a la costa, a la orilla del Guadalquivir. El Palacio Ducal de Medinasidonia presidiría desde sus alturas, ceñidas por los muros de la cinta guzmana, el nacimiento y evolución de este espacio urbano, al tiempo que Las Covachas resultarían un excelente ejemplo y manifestación del Poder de los Señores de la ciudad, la constatación pétrea (inacabada, alterada por el tiempo) del Poder (sí, con mayúsculas) de los Guzmán, la “cara” visible de este Poder ofrecida ante propios y extraños, ante los bretones (y otros foráneos) que poblasen la Ribera, así como ante los navegantes que desde sus naves, a lomos de unas olas –las del río, que aquí en Sanlúcar se confunden, se abrazan, con las del Océano– no demasiado lejanas podían contemplar esta zona costanera (cuando no casi portuaria). Las Covachas, punto de control de esta actividad económica, quizá espacio destinado (un tiempo) a funciones fiscales (estando a caballo entre el acceso a la ciudad murada y la zona comercial…), espacio que contó con muy diversas funciones en el tiempo, Las Covachas, decíamos, contarían con un relevante papel como espacio de representación de la Casa Ducal ante el mundo que se abría a sus pies, el mundo comercial de este nuevo Arrabal de la Ribera, sí, pero asimismo un mundillo comercial abierto al Océano, a las navegaciones por el río y desde el río, a los mares lejanos, un mundillo comercial abierto a lo lejano, al África, al Mediterráneo, y a las islas Canarias (tan estrechamente ligadas con la Historia de Sanlúcar de Barrameda) y, muy pronto, al Nuevo Mundo, a las Américas a las que se zarpaba desde estas orillas, quedando en las retinas de los viajeros, precisamente, prendida la impronta de esos dragones, de esas Sierpes de Las Covachas, que parecen sostener al Palacio Ducal y de ese modo sostienen la imagen del Poder de los Señores de Sanlúcar, de ese orgulloso Duque de Medinasidonia que parece querer proclamar yo cabalgo dragones... Este espacio del nuevo Barrio Bajo, del Arrabal de la Ribera, contaría desde sus inicios con un acentuado 6

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carácter comercial, siendo las pautas de las actividades económicas las que marcarían sus ritmos vitales. Pero la presencia de la vida humana requiere otros espacios, otras actividades, otros lugares dedicados a otras cuestiones, y lo sagrado no podía andar lejos de una zona como ésta… De entre las fundaciones religiosas (de las que ya se ocupase en su día Velázquez Gaztelu, el gran historiador sanluqueño del siglo XVIII, tan vinculado a la Casa de Medinasidonia), es de señalar cómo una de las más tempranas de la localidad habría de ser la ayuda de parroquia de La Santísima Trinidad, fundada en 1441 por Alonso Hernández de Lugo, a su vez (y con él su familia) tan íntimamente ligado a la Casa de Guzmán y a la Historia de Las Canarias (y de la presencia castellana en el ámbito del Atlántico, de las navegaciones atlánticas que conducirían, a la postre, allende los mares, al Nuevo Mundo)7. Este templo se sitúa en pleno eje del que habría de constituirse como el Arrabal de la Ribera, como auxilio de la Parroquia de La O (siglo XIV), aledaña al Palacio Ducal, destinado al servicio religioso de la población que ya antes del Privilegio Ducal de 1478, es de entender que se estaba ya congregando en esta zona extramuros de la villa, e iba paulatinamente dando forma a un Barrio que vendría a ser sancionado finalmente como tal por el documento ducal antedicho varias décadas después de sus primeros pasos, unos primeros pasos ya efectuados, es de imaginar, cuando se erige, merced al mecenazgo de los Hernández de Lugo (sepelidos en su interior) esta iglesia de La Trinidad. En la secuencia cronológica, en el devenir secuencial de la configuración, de la aparición de los ejes de este embrionario Barrio Bajo entre los siglos XIV y XV, en las postrimerías de la Edad Media, hay que contar, pues, con la Antigua Judería, con la existencia de un incipiente núcleo de población en el entorno que luego sería el del Arrabal de la Ribera, ya que la actividad propia desarrollada en una zona costera si no portuaria (junto a la misma playa, junto a la misma orilla) llevaría a la instalación de personas, de casas, de almacenes, de establecimientos auxiliares para el comercio, para la navegación, para las actividades portuarias, en este mismo entorno… Esta población que de un modo natural, de la mano de –y de acuerdo con– la propia evolución de la villa (y con la evolución, también, de la línea de costa y de la orilla del río, que se irían apartando paulatinamente de los pies de la Barranca sanluqueña) se iría asentando en esta zona, encontraría forma de asentarse, espacio para sus actividades (de muy distinta naturaleza), y forma de interactuar con el núcleo urbano mayor (emplazado en la corona del Barrio Alto, la villa cercada por la muralla guzmana), del que sólo se encontraba separada por la (más notable entonces que ahora, pero salvable) pendiente de la Cuesta de Belén, rematada por la Puerta de la Mar. Y esta población establecida en el contexto inmediato de la vieja Judería, junto a las playas sanluqueñas, es de entender que una vez asentada vendría a disfrutar de la flamante iglesia de La Trinidad, que sería creada precisamente porque ese barrio se estaba ya consolidando. Y ese barrio que se estaba conformando al menos ya antes de 1441 (fecha de la creación de la citada iglesia de La Trinidad8), recibiría papeles de la mano de la Casa Ducal en 1478, articulándose no sólo en el entorno de la vieja Judería sino en el ámbito de algunas calles como las actuales Truco, Bretones, Trascuesta, Zárate, Regina, Carmen Viejo, Chanca o San Jorge. 7 8

Velázquez Gaztelu 1995. AGFMS 1320. 229

Sanlúcar de Barrameda en la encrucijada. Notas sobre los siglos XIV y XV

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