Sangre Sacrificial en la Biblia

July 27, 2017 | Autor: A. Cavalcanti | Categoría: Religion, Cultural History, Judaism, Iglesia Católica, Catolicismo
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BIBLICA Commentarii editi cura Pontificii Institutti Biblici 1959 Sumptibus Pontificii Instituti Biblici Roma (204) Piazza Pilotta 35

SANGRE SACRIFICIAL EN LA BIBLIA John E. Steinmueller St. Barbara Rectory – Brooklyn Título Original: Sacrificial Blood in the Bible Traducción: Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti Introducción. – La frase “sangre sacrificial”1 en la Biblia y en otros lugares 2 sugiere muchos pensamientos. Sacrificial (adjetivo) o sacrificio (sustantivo y verbo) en el sentido teológico estricto se refiere a un don sagrado ofrecido a la deidad (ya sea verdadera o falsa) y en Su honor divino, con el propósito de adoración, acción de gracias, petición o expiación. Esta sangre implica una oblación sacrificial (es decir, ser vivo concreto, digno y en particular su sangre ofrecido a la deidad) y una inmolación (es decir, la sustitución del hombre por la vida o la sangre de la víctima en lugar de sí mismo como reconocimiento del poder y de la majestad de la deidad). 1. Observaciones generales. Los Israelitas, como todas las naciones antiguas3, reconocían por su experiencia práctica y cuidadosa observación que existía un vínculo íntimo                                                                                                                 1

Abreviaturas: s.s. = sangre sacrificial; A.A. = Antigua Alianza; N.A. = Nueva Alianza. Cf. G. B. GRAY. Sacrifice in the Olt Testament (Oxford, 1925); J. HASTINGS. Dictionary of the Bible (Edinburgh 11 impr., 1924), att. blood in vol. I, p. 307; M. HAGEN. Lexicon Biblicum. (Paris, 1911), art. sanguis in vol. III, col. 875 s; H. HAAG. Bibel – Lexikon (Einsiedeln, l95l), col. 249 s; también concordancia de Mandelkern y Hatch & Redpath (alma); Asimismo, el léxico del Génesis, de BrownDriver-Brigs y de Zorell. 3 Todos estos pueblos antiguos desconocían el sistema circulatorio humano en que la sangre es constantemente bombeada en ciclos repetidos por el corazón (el centro o el principal órgano del sistema circulatorio) a todas las partes del cuerpo a través de sus arterias, venas y capilares. Ellos tampoco conocían la composición de la sangre por los glóbulos rojos (eritrócitos), glóbulos blancos (leucócitos) y las plaquetas en suspención en el plasma. Les faltaba el conocimiento de varias funciones naturales de la sangre descubiertos por los especialistas modernos. Ellos ignoraban los cambios químicos en la composición de la sangre y los diferentes tipos sanguineos usados para las transfusiones, y simplemente consideraban la sangre de los animales semejante a la de los seres humanos (cf. Gn. 37, 31). 2

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entre la vida y el líquido rojo, o la sangre líquida (por ejemplo, que había sido derramada sobre las aguas cf. Dt. 12, 16.24; 15, 23; Lv. l7, l3; Ex. 24, 7), que la pérdida de una cantidad considerable de la sangre fresca en los seres vivos, resultaba en su muerte física. En otras palabras, toda sangre era considerada como una especie de ser vivo que vivificaba el cuerpo a través de la carne, o el principio de la vida. Por lo tanto, los seres humanos o animales sin sangre líquida ya no eran considerados animados o vivos; eran considerados destituidos de existencia terrenal o vida física, estaban inmóviles, muertos. a) Caín y Abel. – La primera mención bíblica explicita 4 sobre la sangre se encuentra en la historia de los dos hermanos, Caín y Abel (Gn. 4, 1-16). No se menciona respecto a la ofrenda sacrificial del rebaño por Abel (4, 4), pero en el acto homicida o fratricida de Caín. Después del asesinato de Abel, Yaweh habló a Caín: “¿Qué has hecho? El grito de la sangre de tu hermano clama por mi desde la tierra” (es decir, la sangre derramada5 del hombre asesinado [Job 16, 19; Ez 24, 7 s.; Is 26, 21] clama como una voz que pide la venganza de Yaweh contra todo asesino). “Y ahora serás maldecido” (es decir, en lugar de recibir la muerte merecida, él experimentará una existencia miserable [una muerte en vida], en la tierra) “en el suelo que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano derramada por tu mano. Cuando cultives el suelo, él no te dará sus frutos” (es decir, el primer ser humano maldito tendrá que esforzarse en el cultivo de la tierra en que nació, que, por la profanación del suelo, [cf. Num. 35, 33] se demostrará absolutamente infructuosa); “serás un fugitivo y un errante en la tierra” (es decir, con una inquietud, una espina a pinchar su conciencia, él será un nómada errante [cf. 4, 2] y tendrá que buscar sus medios de vida [Gn. 4, 10-12]). b) Noé – La segunda mención sobre la sangre se encuentra en la historia de la humanidad primitiva después del Diluvio y el sacrificio de Noé (Gn. 9, 1-7). Esta sección se llama “el nuevo orden de la creación” (Gunkel) o “el nuevo orden del mundo” (La sainte Bible) seguido de la perícopa que trata del pacto de Dios con Noé (9, 8-17). El orden divino recién constituido contiene las disposiciones siguientes.                                                                                                                 4

La sangre puede está implícita en la procura de pieles de animales para las vestimentas usadas por nuestros primeros padres, después de su caída. (Gn. 3, 21). 5 Cf. Lv. 17, 13: antes de comer caza o aves levíticamente puras, su sangre era derramada y cubierta de tierra.

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l) Permisión recibida ahora por el hombre de comer la carne de los animales para un primero período (al menos de forma explícita: 9, 3; cf. 1, 29 s; Dt. 12, 15); esto incluye el derecho a matar o sacrificar animales. 2) La prohibición para todo hombre de comer carne con su principio de vida, que es su sangre (Gn. 9, 4), también incluye la restricción de beber solo la sangre 6 . “Este precepto divino prohibiendo a Noé fue aceptado por el Código Mosaico (Lv. 17, 10-14; Dt. 12, 23) y también ha sido impuesto a los gentiles convertidos al Cristianismo por los Apóstoles (Hch 15, 29). 3) La sangre humana estaba estrictamente prohibida de ser derramada y Dios exigiría cuentas muy exactas cuando fuese sacada injustamente la vida o la sangre de un hombre. Por lo tanto, todo animal que haya matado a un hombre debería a su vez ser destruido (Gn. 9, 5; Ex. 21, 28) y todo asesino que hubiera derramado sangre inocente perdería su derecho a vivir (Gn. 9, 6; Lv. 24, 17; Num. 35, 33). La razón subyacente del porque la sangre o la vida del hombre era considerada tan sagrada o preciosa era porque él fue hecho a imagen de Dios (Gn. 9, 6; 1, 26 s; Sant. 3, 9). c) Carne y Sangre. – En la literatura post-exílica “sangre” está precedida de “carne” (sa\rc xai\ aiªma) o seguida por ella, denotando que el cuerpo humano vivo está fisiológicamente compuesto de dos elementos principales, carne y sangre, es decir, el ser humano común tiene en sí un fuerte indicio que sugiere su corto período de vida en la tierra, su conocimiento superficial y su debilidad, en contraste con Dios (Eclo. 14, 18; 17, 31; Mt. 16, 17; 1 Cor. 15, 50; Gal. 1, 16; Ef. 6, 12; Heb. 2,14). La frase utilizada también con frecuencia en la literatura Rabínica tiene el 7 mismo significado .

2. Sangre Sacrificial en la Antigua Alianza Las observaciones generales anteriores, basadas en la observación personal, en la experiencia práctica y en las antiguas tradiciones, fueron algunas de las fuentes de los autores divinamente inspirados. S.s. era ofrecida exclusivamente a Dios o Yaweh, la divinidad universal y Autor de                                                                                                                 6

El hombre estaba prohibido utilizar la sangre de cualquier forma, puesto que fuera considerado por los antiguos como el principio vital o principio de vida, el signo, base o vehículo de vida, una condición necesaria de vida. La sangre da vida a toda la carne («la vida de todo organismo vivo [lit., de toda vida] es la sangre”: Lv. 17, 14) y se identifica con la vida misma (“sangre es vida”: Dt. 12, 23). Dios es el Autor y Maestro de toda vida o de toda sangre. Él reserva absolutamente para Sí esta disposición. 7 Cf. STRACK-BILLERBECK. Kommentar zum N. T. Aus Talmud u. Midrash (Munich, 1952) s; BEHEM in G. KITTEL. Theol. Wörterbuch zum N. T. (Stuttgart, 1933), I, 172. Del mismo modo que el semen paterno, así también la sangre de los padres era considerada como material generativo trasmitido de alguna manera a los hijos y vinculaba las personas a un ancestral común (Jn 1, 13; Hch 17, 26).

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la vida. Los animales eran usualmente utilizados para este propósito, pero de los seres humanos, solamente la del futuro Mesías sería aceptable a Dios. a) S. S. de Animales. – La expresión “s.s.” denota un vínculo muy estrecho entre 1) el oferente (es decir, el sacerdote o kohen de la era sinaítica), 2) la sangre ofrecida sobre el altar conforme a un ritual tradicional o prescrito, y 3) la divinidad (’Elohim, Yahweh) a quien se le ofrecía la sangre con un propósito específico. En toda la A.A. se habla a menudo8 (ya sea directa o indirectamente) de estos temas correlatos, sin embargo, se puede dar un breve y rápido esbozo de los tópicos más importantes. 1) La ofrenda de la S.S. – Antes de la A.A. del Sinaí (Ex. 24, 8) y de la consagración de Aarón y de sus hijos como los primeros sacerdotes levíticos por Moisés como representante de Dios y de la nación (Ex. 29, 1 ss; Lv. 8, 1 ss), la s.s. era ofrecida por los jefes de familia (por ejemplo, Abrahán, Isaac, Jacob), pero después de esta Alianza la s.s. fue ofrecida ordinariamente y oficialmente por los sacerdotes levíticos o descendientes de Aarón9 (cf. 2 Cro. 26, 16-21). El Libro del Levítico es llamado por muchos estudiosos “la Ley de los Sacerdotes”, o “la Ley de los Sacrificios” y por los críticos modernos “el Código Sacerdotal” porque ahí ya aparece en el mismo contexto del sacrificio las palabras “sacerdote” alrededor de setenta y cinco veces y “sangre” alrededor de sesenta veces. 2) La Sangre Ofrecida en un Altar. – La ofrenda de la s.s. era aspergida, lanzada, derramada, rociada alrededor del altar (en el caso de las aves era exprimida allí). Parte de la s.s. era también tomada en ocasiones especiales para rociar a las personas (por ejemplo, en la ratificación de la A.A. en el Sinaí: Ex. 24, 8) o para rociar a los primeros sacerdotes (por ejemplo, Aarón y sus hijos, en su ordenación) cuando la sangre era también aplicada en partes de sus cuerpos así como en sus vestiduras (Lv. 8, 23 s. 30; cf. Ex. 29, 20 s). Además del ritual de sangre también había un ritual de fuego (es decir, cuando la carne era colocada sobre el fuego del altar de los holocaustos) que clasificó los sacrificios según “el principio de la medida que el altar recibe y retiene la ofrenda y la medida que los oferentes tenían de ella”10.                                                                                                                 8

Cf. Hebrew Concordance (Mandelkern), or Septuagint Concordance (Hatch & Redpath), etc. Después del primer ritual de pascua (Ex. 12, 7.3) eran los sacerdotes que vertían la sangre en el altar de los holocaustos. 10 G. B. GRAY, op. cit., 30. 9

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En consecuencia, en el holocausto o ofrenda quemada el altar recibía todo excepto la piel (Lv. 1, 1-17). Este sacrificio jugaba un papel muy importante en todo el ciclo litúrgico anual (Num. 28-29) y en las grandes ocasiones históricas (Num. 7, 87; 1 Re. 8, 64; 2 Cro. 29, 32; 1 Esd. 8, 35)11. En las ofrendas pacíficas el altar recibía la sangre y parte de la carne, mientras que el resto de la carne era comido en parte por el oferente y en parte por el sacerdote (Lv. 3,1-17). El sacrificio o banquete sagrado se expresa en tres tipos de términos (acción de gracias, votivo y ofrenda voluntaria), también jugó un rol importante en momentos festivos de la historia de Israel (cf. Num. 7, 88). En la ofrenda por el pecado y la culpa12 el altar recibía parte de la carne, mientras el resto era usualmente comido por los sacerdotes. En el primer caso el altar recibía sólo parte de la sangre (Lv. 4, 7.18.25.30)13 pero en el segundo caso la recibía toda (Lv. 7, 2). La otra parte de la sangre en la ofrenda por el pecado era puesto en el Santo de los Santos (por ejemplo, anualmente en el Día de la Expiación por los pecados de los sacerdotes y de toda la nación: cf. Lv. 16.14), el Lugar Sagrado (es decir, ordinariamente por los sacerdote y por el pueblo: cf. Lv. 1, 6.18); pero cuando esta sangre era llevada al atrio del santuario (Lv.4, 25.30) el sacerdote ministerial (o los sacerdotes) podría consumir parte de la carne en los lugares sagrados. (Lv. 10, 18; 6, 23). La ofrenda por el pecado jugaba un papel histórico entre los Israelitas (es decir, en hacerlos cumplir su deber de adorar a Yaweh) en el ciclo litúrgico anual (cf. Num. 28, 11.15; 28, 19.22; 28, 27.30; 29, 2.5; 29, 13.16; etc.) y en ocasiones históricas muy importantes (Num. 7, 87 s; 2 Cro. 29, 2121; 1 Esd. 6, 17). La ofrenda por la culpa, sin embargo, sería utilizada en el ritual de sangre para la purificación después de la lepra (Lv. 14, 10 ss; cf. 8, 23 s), en la punición del culpado de adulterio con una esclava casada (Lv. 19, 21) y en la re-consagración de un Nazareno (Num. 6, 12). Hay muy poca mención sobre la ’asham (ofrenda por la culpa) en la historia israelita fuera del Código Mosaico (l Sam. 6, 3s. 8.17; 2 Re. 12, 17),                                                                                                                 11

El Código Mosaico llevó en consideración a los pobres y desamparados cuando de ellos se requiere un sacrificio (cf. Lv. 1, 14-17; 5, 7-13; 12, 8: Num. 6, 10 s). 12 Esta ofrenda era presentada por las personas en pecado que tenían que expiar por algún mal hecho a Dios o a un hombre, o por algún derecho de ellos que habían retenido. 13 El sacrificio del novillo o del buey esra considerado una ofrenda por el pecado (Num. 19, 9.17) y era una excepción a la regla general; debía ser inmolado fuera del campamento, pero su sangre no era ofrecida en el altar de los holocaustos (cf. Num. 19, 4 s).

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pero más a menudo Ezequiel, en la descripción del nuevo templo ideal y del culto divino, habla sobre ella, junto con la ofrenda por el pecado (Ez. 40, 39; 42, 13; 44, 29; 46, 20). 3) Dios (’Elohim, Yahweh). –Dios deseaba reunir, formar y mantener Su nación religiosa, espiritual y santa alrededor del santuario. “En el altar Yo reuniré los Israelitas; que se hará sagrado para mi gloria” (Ex. 29, 43). El significado de la s.s. sobre el altar según la intención divina directa es dada en un único texto del Código Mosaico; Lv l7, 11: “Puesto que la vida de un cuerpo está en su sangre, te lo he dado para ponerlo sobre el altar, por la expiación a favor de tus propias vidas, porque es la sangre, como base de la vida, que hace la expiación”. A partir de este importante texto, se deduce que que es solo Yaweh a) Quien determina cual s.s. (cf. también Lv. 17, 12 s); b) Quien especifica el ritual de la s.s. como símbolo de una verdad superior; c) Quien acepta la vida o la s.s. de un animal como sustituto simbólico por la vida o por un pecador que se reconoce como tal y que realmente merece el castigo de Dios por algunos de sus actos pecaminosos; d) Quien designa cual es el resultado específico de la s.s. que debe ser, a saber, expiación; e) Quien indica que ni toda sangue salida de la carne tiene efecto de expiación legal, (1 Pe. 1, 2), del Señor (l Cor. 11, 27) y del Cordero (Ap. 7, 14; 12, 11). Así como la palabra “cruz” estas expresiones significan la grangre derramada por Cristo en su pasión, Su muerte violenta en su sigfnificación por nuestra salvación14. b) Su S. S. y la Nueva Alianza. – La sangre de Cristo agonizante era considerada como s.s. estableciendo una nueva relación entre Yaweh y la humanidad. Él era considerado el nuevo rito religioso que ratifica la N.A. entre el Padre Celestial y todos Sus hijos de acuerdo con las palabras Eucarísticas expresadas en la fórmula Petrina (Mc. 14, 24: Mat. 26, 28) y Paulina (1Cor 11, 25; Lc. 22, 20): “Esta es mi sangre, de la nueva alianza, que será derramada por muchos” (+ para el perdón de los pecados [Mateo.]). “Él cáliz de la nueva alianza en mi sangre” (+ que será derramada por vosotros [Lucas]) (+ todas las veces que la bebáis, hacedlo en memoria de mi [l Cor.]). Estas palabras son el cumplimento de las promesas hechas por Yaweh a Isaías sobre Su Siervo (ver arriba) y a Jeremías sobre el establecimiento de la N.A. en la que Yaweh escribió Su ley en los corazones de Sus seguidores y por las cuáles se perdonarían sus pecados (Jer. 31, 31 ss).                                                                                                                 14

Cf. BEHM, op. cit., 173.

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En el Kerigma Apostólico no solo hay una comparación entre la institución de la A.A. (del Sinaí) y de la N.A. (del Calvario) por la sangre y, consecuentemente, entre la sangre de los animales sacrificados en la A.A? y la Sangre de Cristo (Heb. 9,18ss; cf. Ex. 24, 8) sino también la importante deducción religiosa, práctica, de que la sangre de la N.A., a través de la aspersión de la sangre de Jesús, único mediador, se hace una alianza eterna (Heb. 10, 29; 12, 24; 13, 20). La interpretación de la sangre de Jesús agonizante como s.s. y, de este modo, la inauguración de la N.A. expresada en el Evangelio y en varias Epístolas, no debe ser atribuida a la imaginación creativa o a esperanzas ilusorias de la Gemeindetheologie o de la(s) Iglesia cristiana primitiva, sino que deben ser consideradas como el cumplimiento continuo de un plan divino, autorizadamente interpretado y enseñado por el mismo Jesús, y transmitido por sus testigos fieles, los Apóstoles, a los cristianos primitivos en las catequesis y, a través de ellos, hasta nosotros. c) Kerigma Apostólico sobre la S.S. de Cristo en la Carta a los Hebreos. – Un significado más completo, teológico, de la s.s. se lleva a cabo en la Epístola a los Hebreos15 en que se compara cuidadosamente ambas Alianzas mostrando que la Antigua es un tipo de la Nueva y indica específicamente la superioridad de la Remisión Cristiana. 1) Cristo, el Oferente Sacerdotal. – En la inauguración de la A.A., Moisés, un Levita, representado a los Israelitas, roció sobre ellos la s.s. de la Alanza. Con la institución del sumo sacerdocio y del sacerdocio en el Sinaí, toda la s.s. era ofrecida oficialmente y ordinariamente por los sacerdotes descendientes de Aarón en el altar (cf. Ex. 29, 1ss; 30, 10; Lv. 16, 2 ss; Heb. 9, 7). Jesucristo, en el momento de su Encarnación, fue llamado por el Padre Celestial a ser un sumo sacerdote según el orden de Melquisedec (Heb. 5, 1-10; 7, 1-28) y Su Sacerdocio fue considerado superior al de la A.A. (Heb. 8,1 ss). Así, como superior a los levitas Moisés o Aarón, Jesucristo como Sumo Sacerdote inauguró la N.A. (Heb. 9, 11)16. 2) La Sangre de Cristo ofrecida sobre un Altar como Sacrificio por el Pecado. – A diferencia del sumo sacerdote levítico que una vez al año, en la fiesta de la Expiación, entraba en el Santo de los Santos para ofrecer la sangre de los sacrificios por el pecado (9, 7.12 s. 25) o el sacerdote común                                                                                                                 15

En lo que respecta a los argumentos a favor y en contra de la autoría paulina de la Epístola, cf. J. E. STEINMUELLER, A. Companion to Scripture Studies, III, 333-340. 16 Cf. STEINMUELLER & SULLIVAN, Catholic Biblical Encyclopedia II, 525 s.

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en los sacrificios diarios (10, 11), Cristo, el nuevo Sumo Sacerdote está habilitado para entrar de una vez para siempre en el Santuario (es decir, el cielo: cf. 9, 24) “por su propia sangre”. Él se ofreció a Sí mismo como una víctima inmaculada delante de Dios (7, 14) y Su sacrificio por el pecado es único y irrepetible (11, 12). Como la sangre de las víctimas en el Día de la Expiación era quemada fuera del campo, Jesús, en sacrificio por el pecado, padeció fuera de la puerta de la ciudad (13, 11 s). Los cristianos también tienen un altar (13, 10), es decir, Jesucristo en el Calvario. 3) Resultados espirituales, salvíficos, redentores, de la S.S. de Cristo. – El efecto de la voluntad divina de la s.s. en Lv. 17, 11 fue la expiación (ver arriba). Siguiendo la tradición rabínica común sobre este texto nuestra Epístola enseña: “de acuerdo con la Ley, con sangre casi todo se limpia” (y luego saca la deducción valiosa) “y sin derramamiento de sangre no hay perdón” (Heb. 9, 22). La s.s. ofrecida en la A.A. tenía el poder de santificar al pueblo en cada propósito de purificación exterior (10, 11) pero no tuvo el poder de quitar el pecado. Pero la s.s. de Cristo fue entregada por nosotros para un rescate eterno (ai¸¸wni/an lu/trwsin, es decir, el precio infinito de la eterna libertad: 9, 12) y ahora nos permite purificar nuestras consciencias y liberarnos de las observancias sin vida, de manera que, con la nueva vida, podamos servir al Dios vivo (9, 14). Él aparece para anular nuestros pecados por Su sacrificio (9, 26). Él se ofreció una vez, para llevar los pecados de muchos (9, 28), para santificar al pueblo mediante Su propia sangre (13, 12). A partir de Su sacrificio, el único que puede quitar el pecado, los sacrificios judíos se han quedado obsoletos (10, 1-10). Ahora Él también se presenta ante el Padre celestial en nuestro favor (9, 24). d) Kerigma Apostólico sobre la S.S. en Otras Epístolas. – El poder espiritual de salvación de la s.s. de Cristo es también subrayado a menudo en otras epístolas. 1) Pablo se refiere a los resultados salvíficos de la sangre de Cristo agonizante en su predicación. Por ejemplo, Cristo compro la Iglesia de Dios “con su propia sangre” (Hch. 20, 28). En la Carta a los Romanos, Pablo enseña que Dios, el Padre, ha presentado Jesucristo “como propiciación (i¸lasth/rion), en su sangre, por la fe” (Rom. 3, 25), que “Cristo murió por nosotros. Mucho más, pues, ahora, justificados (dixaiwqe/ntej) por su sangre, seremos salvos de su ira” (Rom. 5, 9). El mismo pensamiento teológico prevalece en las Epístolas Pastorales. “En él tenemos nuestra redención (a©polu/trwsin) por su sangre –el perdón de nuestros pecados– por la riqueza de su gracia…” (Ef. 1, 7). Los Página  8  de  10  

Efesios, que estaban realmente en una condición triste, miserable, del punto de vista espiritual, antes de su conversión, tienen ahora su acercamiento a Dios “a través de la sangre de Cristo” (Ef. 2, 13). Por medio de Cristo, el Padre Eterno reconcilió consigo mismo todas las cosas, en la tierra o en el cielo, y “por la sangre de su cruz” (es decir, a través de la muerte sacrificial de su Hijo) la paz se hizo efectiva con el Padre (Col. 1, 20). 2) Pedro con menos frecuencia que Pablo, cuya formación rabínica sobre las implicaciones teológicas de la s.s. fue utilizada con ventaja en sus escritos, habla de la aspersión de la sangre de Jesucristo (1 Pe. 1, 2) y de la sangre preciosa de Cristo, que como un cordero sin mancha e sin contaminación, nos redimió (l Pe. 1, 19). 3) Juan se refiere más a menudo que Pedro a los efectos de la s.s. de Cristo y representa la fe aceptada por la Iglesia primitiva al final del primer siglo. El Kerigma Apostólico enseñado en este tiempo afirma que “la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado” (1 Jn   1, 7); que Él “nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Ap. 1, 5); que Él “nos redimió (hgo/rasaj©) para Dios con” Su “sangre, derramada por toda tribu, lengua, pueblo y nación” (Ap. 5, 9); los mártires lavan y blanquean sus ropas en la sangre del Cordero (Ap. 7, 14); que “nuestros hermanos… le han vencido (a su acusador) por la sangre del Cordero” (Ap. 12, 11); que el jinete celestial sobre el caballo blanco, cuya vestidura aparece rociada con la sangre, se llama “La Palabra de Dios”. (Ap. 19, 13). e) Solidaridad Cristiana a través de la Sangre de Cristo. – Esta sangre de Cristo, que fue derramada de un cordero ofrecido por la culpa según la profecía Isaítica, redime a toda la humanidad, limpia y lava a todos los fieles de sus pecados, conforme la predicación del Kerygma Apostólico; es esta sangre, junto con su carne (cuerpo), que bajo el impulso de su Personalidad Divina, une a todos los creyentes (es decir, Su Cuerpo Místico): “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan” (1 Cor. 10, 16 s). Esta tan íntima amistad, dignidad, comunión de los cristianos creyentes con su Salvador a través de Su sangre y de Su carne en la Sagrada Eucaristía se reitera al final del primer siglo en el Kerigma Apostólico de Juan, el testigo vivo de las palabras y promesas de nuestro Salvador (escritas más de sesenta años después de haber sido pronunciadas originalmente). Estas palabras contienen también el valor final y la aplicación de Su muerte expiatoria: “En verdad, en verdad, os digo, si no Página  9  de  10  

coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en Mi y Yo en él” (Jn 6, 54-57).

===================================================== Nihil obstat quominus imprimatur: Romae, 27 Aug. 1959 – E. VOGT S.J., Rect. Pont. Inst. Bibl.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------IMPRIMATUR: Ex. Vic. Urbis – 2 Sep. 1959 – A. TRAGLIA, Arch. Caes., Vic. Ger.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------P. G. PATTI S.J., Direttore Responsabile

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------TIPOGRAFIA PIO X – VIA DEGLI ETRUSCHI 7-9 – ROMA, 30 Sett. 1959 Autorizzazione del Tribunale di Roma 24 marzo 1958 n. 6229 del Registro della Stampa

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