San Luis de Francia. S. XIII

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Descripción

San Luis de Francia, siglo XIII

El asalto a Jerusalén

Jerusalén, la ciudad que ha sido objeto de continuas disputas a lo largo de la historia. En la imagen, el ataque a la plaza por Luis IX de Francia en la séptima cruzada. Manuscrito del siglo XV.

El 6 de julio, un nuevo sacerdote visionario llamado Pedro Desiderio contó a algunos de los jefes cruzados que se le había aparecido el obispo Ademaro ordenándole que cearan las disputas internas y se atacase la Ciudad Santa definitivamente. Para purgar sus pecados, los soldados debían ayunar y marchar en peregrinación alrededor de las murallas de Jerusalén; sólo después les sería concedida la victoria. La mayoría de los participantes de la cruzada estaban hastiados de apariciones, pues eran conscientes de que eran artimañas para manipularles, pero necesitaban recuperar la moral de alguna manera. Así pues, la visión de Pedro Desiderio fue tenida como auténtica y, de este modo, se iniciaron los preparativos para un nuevo asalto a Jerusalén. Los religiosos ordenaron un estricto ayuno de tres días. El viernes 8 de julio, una solemne procesión de cruzados rodeó la totalidad del perímetro de las enormes murallas de la Ciudad Santa. A la cabeza marchaban los obispos, sacerdotes y clérigos, portando cruces y todas las reliquias que tenían. Detrás marchaban los caudillos de la cruza-

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da y los caballeros, y cerraban la procesión los soldados a pie y los peregrinos. Todos ellos caminaban con los pies descalzos. Los musulmanes se asomaron a las rondas de las murallas y se burlaron de los cristianos, arrojándoles todo tipo de objetos. Esta actitud molestó en gran manera a los cristianos, que decidieron dar por finalizada la marcha con una reunión en el monte de los Olivos. Allí, donde Cristo había hablado a sus discípulos antes de sufrir la Pasión, tres religiosos hablaron a la soldadesca para recuperar su moral: eran Pedro el Ermitaño, Raimundo de Aguilers y Arnulfo de Rohes; estos últimos eran los capellanes de Raimundo de Tolosa y Roberto de Normandía, respectivamente. El discurso de Arnulfo, seguramente uno de los mejores oradores de la época, hizo olvidar a los príncipes cruzados sus diferencias para combatir juntos y recuperar Jerusalén para la cristiandad. Las palabras de estos carismáticos sacerdotes animaron a los combatientes, que volvieron al trabajo con más fe que nunca para terminar la construcción de las máquinas de combate. Algunos soldados se encargaron de la provisión de agua, ya

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uando, en el año 1245, el rey Luis IX de Francia decidió organizar una cruzada contra los infieles turcos, nada hacía presagiar el desgraciado final que habría de sellar su aventura. Criado en un ambiente de gran religiosidad por su madre, la reina Blanca de Castilla, el monarca franco era venerado por sus súbditos como un rey justo y un buen gobernante. Pero era, además, un avezado caballero.

El ideal de cruzado Mientras agonizaba en el lecho real, sintiendo cómo el alma se escapaba poco a poco de su cuerpo, el joven rey Luis IX, de la dinastía de los Capeto, hizo un solemne voto a Dios: si curaba de su dolencia, tomaría la

cruz y marcharía a reconquistar los Santos Lugares de manos de los infieles. En aquel momento, el rey Luis de Francia era un joven alto y delgado de apenas treinta años, de tez pálida y cabellos de un rubio intenso. Sus contemporáneos hablaban muy elogiosamente acerca de su cáracter bondadoso y honrado, mérito que es preciso subrayar en una época poco dada a tales virtudes entre la nobleza. Además, la piadosa devoción del rey de Francia iba acompañada de un gran arrojo en el combate. Todos estos rasgos de carácter le convertían en el ideal de perfecto cruzado. Había sido educado con los mejores maestros en el arte de la equitación, la caza y la guerra, prácticas habituales en la formación de todo joven caballero de su época. Asimismo, era un verdadero monarca ilustrado, preo-

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cupado por la cultura y las artes. Su labor como promotor de la cultura se concretó en el impulso que dio a la Universidad de París, la Sorbona, en cuya creación colaboró económicamente en 1257. Asimismo, Luis mantuvo una estrecha relación con san Alberto Magno y santo Tomás de Aquino. De constitución enfermiza –se sabe que sufrió anemia crónica y erisipela, una grave infección de la piel–, el rey Luis poseía, sin embargo, un carácter indómito y una fortaleza de ánimo fuera de lo común. Tenía, además, un altísimo concepto del honor que le hizo ser siempre fiel a la palabra dada. Estas virtudes que adornaron al príncipe desde su juventud, honorabilidad, piedad y espíritu guerrero, eran justamente las facultades más preciadas en un caballero cristiano dedicado a la santa causa de la cruzada. A principios del siglo XII, los cronistas y los trovadores ya recogían la importancia de estas virtudes en sus obras y tratados, creándose un auténtico prototipo de caballero que muchos se sintieron impulsados a seguir. Luis estaba convencido de que su poder como rey le había sido otorgado por el mismísimo Dios, pero a pesar de esta idea, que en una persona con otro carácter se habría traducido en una vida disipada, su existencia se rigió en todo momento por los principios profundamente cristianos que su madre le había inculcado con absoluta devoción; se sabe que en numerosas ocasiones, Blanca de Castilla habló a su hijo con estas palabras: «Hijo, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal». Así pues, ella hizo de Luis un hombre frugal con la comida y sobrio en el vestir, generoso con sus limosnas y tremendamente devoto, que estaba convencido de que la fe inspiraba todos sus actos y que evitaba en todo momento la tentación del pecado. El rey, que pasaba largos ratos orando, adquirió la costumbre de invitar a 13 pobres a su mesa todos los días, a semejanza de la Santa Cena, e incluso les servía él mismo a menudo. Asimismo, había logrado hacerse con las reliquias más importantes de la cristiandad: un pedazo de la cruz en la que Cristo fue ajusticiado, la Lanza del centurión Longino, que atravesó el costado del Señor cuando estaba en la cruz, y la corona de espinas, que guardó en la Sainte Chapelle que levantó en su palacio.

La séptima cruzada Contra todo pronóstico, cuando nada hacía prever una recuperación de su enfermedad, el monarca sanó. Consciente de que había contraído una deu-

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Movido por la fe

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riado bajo la tutela de su madre, la reina Blanca de Castilla, el joven Luis fue educado en los valores cristianos de la virtud y la piedad. Como rey, pensaba que era responsable del bienestar de su pueblo ante Dios y que la protección de la Iglesia formaba parte de sus deberes. De modales exquisitos y con un gran sentido del humor era, por el contrario, severo con los malhechores, los infieles y los herejes. Este celo le habría de costar caro. De haber aceptado el trato que le propuso as-Salih, la séptima cruzada se habría coronado con un gran éxito militar y no con el terrible desastre que fue. Aún así, durante el traslado de sus restos mortales, después de otra fallida expedición a Túnez, las gentes de Italia y Francia se arrodillaban ante su cadáver, venerándolo incluso antes de su canonización.

Brafoneras Son defensas de malla destinadas a proteger las piernas. Se trata de una prenda hecha a manera de calzas hasta el pie, que se colocaba sobre las calcillas. Eran piezas independientes que iban atadas al cinturón por medio de unas correas llamadas trebuqueras.

Flor de lis El lirio, o flor de lis, era el emblema de los reyes de Francia. Tanto el estandarte como la sobrevesta del monarca estaban decorados con sus armas: un campo de azur sembrado de lises de oro. Posteriormente, se sustituyó el campo de lises por sólo tres flores de lis, de ahí que el diseño primitivo fuera designado con el nombre de armas antiguas de Francia.

Luis IX, rey de Francia, cabalgando con sus caballeros. Miniatura de un manuscrito bajomedieval.

da con Dios, Luis se dispuso a dar cumplimiento a su voto de cruzada. Los preparativos de su ansiada campaña en Tierra Santa, que sería la séptima, le llevaron tres largos años, que el rey aprovechó para concertar un tratado de paz con el rey de Inglaterra, recaudar fondos para la cruzada y organizar la futura administración de sus estados, que quedaron bajo la sabia regencia de la reina madre Blanca de Castilla, su mejor consejera y gran apoyo del monarca a lo largo de su reinado. La empresa no era fácil. Embarcarse en una aventura de esas dimensiones significaba un fuer-

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te dispendio para las arcas reales. Además, esos meses, una epidemia de peste diezmó durante años, los monarcas francos habían las topas cruzadas. Tras la llegada de rediscutido con la dinastía reinante en Inglatefuerzos, al mando del duque de Borgoña y el rra, los Plantagenet, a causa de los feudos conde de Salisbury, los soldados cristianos que estos últimos poseían en Aquitania. se pusieron en marcha hacia El Cairo, y se Dentro de Francia, la nobleza –en espedetuvieron en Damieta, ciudad que secial Hugo de Lusignan y Pierre de ría tomada el 7 de junio de 1249. El Dreux, duque de Bretaña– se revolsultán propuso un tratado de paz a vía contra los intentos de los Capelos europeos, que Luis rechazó: preto por reforzar el poder real. En el fería aguardar otros seis meses la mediodía, el problema tenía un llegada de nuevos refuernombre distinto: la herejía albigenzos. Mientras tanto, se amenazaba la unidad de la fe. atacaría El Cairo con La regencia de Blanca de Castilla las fuerzas que tehabía legado a su hijo un país nía disponibles. próspero y pacificado, pero la reina Sin embargo, el ejérera consciente de que una empresa cito cruzado sufrió una de la envergadura como la que progran derrota en Mansurah, una ciudad yectaba Luis podía dar al traste con a medio camino entre El Cairo y Damielos logros de muchos años. ta, donde el sultán al-Kamil había deCon todo, nada ni nadie hizo desistir rrotado años antes a los soldados de a Luis de su ansiado proyecto. La notila quinta cruzada. El propio rey y sus cia de la pérdida de Jerusalén y su fe, hermanos, Carlos y Alfonso, fueron profunda y sincera, le hicieron concebir capturados y los caudillos cruzados se su aventura en términos de un verdavieron obligados a pactar la libertad de dero mandato divino. sus príncipes a cambio de la devoluLa séptima cruzada sería la gran obra ción de la plaza de Damieta y la entreLoriga Era una estructura de de Luis IX como guerrero de Cristo, así ga de un millón de onzas de oro. Desmallas de anillos que procomo uno de los mayores desastres pués de la desastrosa derrota, Luis y tegía el cuerpo hasta las que sufrieron los cristianos en Tierra sus hombres se dirigieron a San Juan rodillas, abierta en la parte frontal para permitir la Santa desde el comienzo de la primera de Acre donde pasaron cuatro años formonta. Tenía mangas y cruzada, a finales del siglo XII. En septificando algunas plazas cristianas de capucha, de forma opciotiembre de 1244, el sultán de Egipto la zona y peregrinando a los Santos Lunal, o se combinaba con el almófar. Por debajo de había arrebatado Jerusalén a los crisgares de Nazaret y Canaán. la loriga se colocaba el tianos, y el papa Inocencio IV hizo gámbax, una prenda acolEl Rey Santo un llamamiento a los gobernantes occichada que impedía el condentales en el concilio de Lyon instántacto directo del metal con la piel. doles a participar en una nueva cruzaEl 24 de agosto de 1254, el rey Luis IX da para la liberación de Tierra Santa. de Francia recibió los últimos sacraSin embargo, en una Europa cansada mentos y, al día siguientem, falleció. Tepor las guerras internas y externas, tan solo el rey nía 56 años y llevaba 40 al frente de la corona, de Francia iba a escuchar la llamada del pontífice. pues había sido coronado a los 12 años y declarado En noviembre de 1245, Luis se dirigió a la abadía mayor de edad a los 16. Le sucedió su hijo Felipe III de Cluny a entrev i s t a rse con el papa. Después, c oel Atrevido. Los huesos y el corazón del monarca semenzó los preparativos para la guerr a , que iban a rían trasladados primero a Sicilia, y desde allí se lledurar más dos dos años y medio. Finalmente, el 12 varon a Francia para enterr a rlos en el panteón de de junio de 1248, el monarca partió de París rumbo Saint Denis de París, donde reposaron hasta que su a Marsella acompañado de sus tres hermanos y los tumba fue profanada durante la Revolución Francemás importantes nobles de Francia, con un ejército sa. La pertinaz defensa de la religión cristiana y la que sumaba unos veinte mil hombres y cerca de aureola de santidad que siempre rodeó al monarca tres mil caballos. El 17 de septiembre, los cristiafranco hicieron que el papa Bonifacio VIII ordenara nos llegaron a la isla de Chipre, donde decidieron su canonización el 11 de agosto de 1297, apenas q u e d a rse a pasar el inv i e rno. En el transcurso de medio siglo después de su muerte.

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La carga de los

que el calor arreciaba y la sed constituA toda prisa, Iftikhar protegió los puncaballeros del caudillo ía el problema más grave de todos tos más débiles de la muralla de la ciuturco Faramourz. Miniatura iraní del cuantos habían hallado los europeos dad y concentró toda su potencia de siglo XIV. Museo del en Tierra Santa. Gracias a la labor de fuego en impedir que las máquinas de Louvre. París (Francia). los marineros genoveses y a la eficienguerra se acercasen. Las torres fueron cia de los soldados, los trabajos avansistemáticamente bombardeadas con zaban con rapidez. Los peregrinos tamcatapultas, fuego griego y flechas. Los bién ayudaron en la construcción de las torres. príncipes cristianos decidieron que el asalto a la ciuHombres, mujeres, ancianos y niños se dedicaron dad tendría lugar la noche del 13 al 14 de julio. Se a forrarlas con pieles de animales para protegerlas lanzarían dos ataques simultáneos: uno en la murade las flechas de fuego y del temido fuego griego lla norte y otro al sur, en el monte Sión; además, se (una mezcla gelatinosa e incendiaria que se usaba atacaría un tercer punto con el propósito de dividir en la guerra antes de que se inventara la pólvora) las fuerzas de los defensores musulmanes. que usaban los defensores. Los cruzados contaban con unos mil doscientos El domingo 10 de julio, las torres estaban termicaballeros y más de doce mil soldados de infantenadas y se llevaron a las posiciones de combate, ría. Había un número similar de peregrinos, anciajunto a las murallas. Una se situó en la muralla nornos, mujeres y niños que no podían participar en te, otra cerca de la puerta del monte Sión y una terlos combates de forma directa, pero sí colaborar cera, más pequeña, al noroeste. La visión de las en otras misiones. El asalto iba a resultar complimáquinas de guerra de los cruzados sobrecogió a cado, ya que para acercar las torres de asalto a la los defensores, ya que se habían levantado con el muralla había que rellenar primero los fosos que la mayor de los secretos y no imaginaban que dispurodeaban. La noche del día 13 y la totalidad del 14 sieran de semejantes defensas. se emplearon en cubrir los fosos de tierra. Los tra-

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