San José. Evolución iconográfica

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ESTUDIO DE LA EVOLUCIÓN ICONOGRÁFICA DE SAN JOSÉ

Isabel Burgos Ávila 11 de mayo de 2016

1

ÍNDICE I.

LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

1. Los testimonios sobre san José en los primeros siglos de la Iglesia….…………..…… 3-6

2. La figura de san José hasta del Concilio de Trento……………………………………. 6-9

3. La devoción a san José desde el Concilio de Trento……………………………..….. 9-12

II. ESTUDIO DE LA EVOLUCIÓN DE LA ICONOGRAFÍA DE SAN JOSÉ

1. Evolución de la figura de san José……………………………………….……..….. 12-14

2. Desarrollo de los atributos de san José………………………….………….……… 14-17

3. Escenas iconográficas en las que está representado san José……………….……… 17-21

III. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………….………….. 22-23

IV. ANEXO FOTOGRÁFICO……………………………………………………..………….. 24-28

2

ABSTRACT El objeto de este trabajo es estudiar el desarrollo de la iconografía de san José, esposo de María y padre putativo de Jesucristo. En esta doble condición su posición en la Iglesia católica ha sido delicada: por una parte era necesario sostener la virginidad de María, pues esta idea estaba ligada a la consideración de Cristo como Hijo de Dios y por tanto la figura de José debía ceder en beneficio de estos dos dogmas (virginidad y filiación divina); pero por otra parte perteneció al círculo íntimo de Jesús y María, a su misma familia, lo que exigía que se considerase su relevancia. Y es esta doble situación la que justifica los diversos hitos por los que ha pasado la devoción a san José y por tanto la iconografía en que ha quedado reflejada.

Tenemos, por tanto, que para estudiar la iconografía es necesario estudiar primero la devoción que la ocasiona, lo que haremos a continuación. Distinguiremos dos momentos: antes del Concilio de Trento y después de él, pues es en este momento cuando tiene lugar un punto de inflexión relevante.

I.- LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA 1.- Los testimonios sobre san José en los primeros siglos de la Iglesia Los primeros datos que tenemos sobre san José los encontramos en los evangelios canónicos y apócrifos.

En cuanto a los evangelios canónicos, encontramos referencias a él en los de Mateo y Lucas. En concreto interesan los siguientes aspectos: Se le describe como un hombre justo de la casa de David1 que trabajaba como carpintero (en sentido más amplio artesano)2. Estaba desposado con María3 y cuando se enteró de que estaba embarazada decidió no denunciarla y repudiarla en secreto, pero no llegó a hacerlo porque esa misma noche se le apareció en sueños un ángel4. Su presencia se 1

Lc. 1, 26; Mt. 1, 18

2

Mt. 13, 55

3

Lc. 1, 26; Mt. 1, 18

4

Mt. 1, 18 Mt. 1, 18-25

3

circunscribe a los episodios de la infancia de Cristo: Aparece en la natividad5 , en la circuncisión 6, en la Huída a Egipto 7 y en el episodio del Niño perdido y hallado en el Templo8. Tienen especial importancia aquellos episodios en los que se le aparece un ángel en sueños, para anunciarle el misterio de la Anunciación, advertirle de las intenciones de Herodes9 y de su muerte10. Pero sobre todo es importante el sueño del ángel en que le encomienda: “no temas recibir a María tu esposa (…) Dará a luz un hijo a quien impondrás por nombre Jesús…”11. La imposición del nombre significa la entrada de José en la vida del niño y de la madre ejerciendo la función de padre.

Frente al carácter relevante de san José en la infancia (por tanto sostenimiento material y educación) de Jesús en los evangelios canónicos, los evangelios apócrifos tienen de él una concepción desigual. En algunos casos se embellecían escenas que ya se habían narrado en los evangelios canónicos (como la natividad12, la adoración de los magos13 , la huída a Egipto14 ). En otros se introducen episodios con influencia en la iconografía como el milagro de la vara florida o de la paloma15, los reproches o las dudas del santo16 y, en menor medida, la prueba de las aguas amargas17 de carácter más imaginativo. También influyeron, en un momento más tardío, las imágenes que muestran el taller de san José o las que muestran el tránsito o la muerte del santo. Esta última escena tenía su origen en La Historia de José el Carpintero, un texto copto del siglo IV que no se difundió en Europa hasta que en 1522 Isolanus lo incluyó en su obra, la Suma de los Dones de San José18. Los

5

Lc. 2, 16

6

Lc. 2, 33

7

Mt. 2, 13-14

8

Mt. 1, 20-21

9

Mt. 2, 19-20

10

Mt. 2, 19-23

11

Mt. 1, 21

12

Pseudo Mateo XIII, 1-3, Protoevangelio de Santiago XVIII, 1-2, XIX, 1-2. Evangelio árabe de la infancia II, 2

13

Pseudo Mateo, XVI, 1-2,

14

Pseudo Mateo, XX, 2, XXII, 1-2, XXIII. Evangelio árabe de la infancia X-XV.

15

Protoevangelio de Santiago IX, 1-3. Pseudo Mateo VIII, 3-4. Libro de la Natividad de María: VIII, 1-2

16

Protoevangelio de Santiago XIV, 1-2. Pseudo Mateo, XI.

17

Protoevangelio de Santiago XVI, 1-3. Pseudo Mateo, XII. 1-3

LUNA, M., La iconografía de san José en la colección de pintura del Museo de arte colonial de Mérida, Mérida, 2001. Pág. 19. 18

4

evangelios apócrifos de la Infancia presentaron a san José como un hombre anciano, incapaz de cohabitar con su esposa. Además para justificar las menciones que se hacen a los hermanos de Jesús en los evangelios canónicos19 , en los Hechos de los Apóstoles20 y en las cartas apostólicas21 afirmaron que era viudo y que tenía hijos fruto de un matrimonio anterior22 .

Pudiera entenderse que las querellas cristológicas relegaron a san José a un segundo plano pues como se ha dicho la figura de san José podía ser utilizada para negar la virginidad de María y la naturaleza divina de Cristo. Ya desde el siglo I se habían difundido herejías -como las de los ebionitas, docetas o adopcionistas- que consideraban que Jesús era sólo un hombre, aunque fuese el mejor de todos y un gran profeta. Además estos planteamientos se había extendido entre las corrientes gnósticas y también habían influido -en cierta medida- en los planteamientos arrianos23. Todo ello queda reflejado en diversos concilios, desde el de Nicea (325) hasta el de Constantinopla III (680-681) que hubieron de pronunciarse sobre la naturaleza de Cristo, su divinidad y su humanidad24.

Sin embargo, en la patrística la persona de san José está bien considerada. Por ejemplo, san Juan Crisóstomo describe así la función que José recibió de Dios: “No pienses que por ser la concepción de Cristo obra del Espíritu Santo eres tú ajeno al servicio de esta divina economía. Porque si es cierto que ninguna parte tienes en la generación y la Virgen permanece intacta, sin embargo, todo lo que pertenece al oficio de padre sin atentar a la dignidad de la virginidad, todo te lo entrego a ti: ponerle nombre al hijo. Tú, en efecto, se lo pondrás. Porque, si bien no lo has engendrado tú harás con él las veces de padre. De ahí que, empezando por la imposición del nombre, yo te uno íntimamente con el que va a nacer”25.

19

Mc 3, 31-35; 6,3. Mt 12, 47-50; 13, 55-56. Lc, 4, 22; 8, 19-21. Jn 2, 12; 7, 3-10.

20

Hechos 1, 14

21

1 Corintios 9, 5. Gálatas 1, 19.

22

Protoevangelio de Santiago, IX, 2; Pseudo Mateo, VIII, 3-4; Libro de la Natividad de María, VIII, 1-2.

ZAÑARTU, S., Historia del dogma de la Encarnación desde el siglo V al VIII, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1994. 23

SANCHEZ HERRERO, J., “Desde el cristianismo sabio a la religiosidad popular en la Edad Media”, Clio & Crimen, nº1, 2004. Pág. 301-333. 24

SAN JUAN CRISÓSTOMO, Obras de san Juan Crisóstomo: homilías sobre el Evangelio de san Mateo (1-45), BAC, Madrid, 1958. Homilía 4,12. 25

5

Y san Jerónimo, Padre de la Iglesia del siglo IV, defiende su castidad. Sus escritos -Refutación contra Helvidio y Comentario al evangelio de Mateo- influyeron en otros Padres de la Iglesia, como san Agustín26.

2.- La figura de san José hasta el Concilio de Trento Esta doble consideración de la figura de san José, por una parte padre putativo de Jesús y esposo de María y por otra parte las dificultades que su figura podía ocasionar en los dogmas de la virginidad de María y de la filiación divina de Cristo se manifiesta en la Edad Media en un doble sentido: por una parte el silencio sobre él aunque hay algún atisbo escrito de una consideración positiva de su persona; por otra parte autos sacramentales, sermones y poesía popular que lo escarnecen27.

En determinados sermones, autos sacramentales y poesías encontramos a san José en contraste con María, que era joven y bella, mientras que él era viejo y pobre28. En ocasiones esta disparidad convirtió a san José en un personaje irrisorio y peyorativo. Además, a raíz de los evangelios apócrifos se difundieron episodios muy controvertidos -como la escena donde el santo duda de la virginidad de su esposa y la reprende- que acentuaron esta dimensión. Es posible que -a mayores- el pueblo asimilase la figura de san José a la de los actores a los que se les adjudicaba este papel en los autos de Nochebuena, algo desafortunado porque como apenas exigía diálogo solía ser encomendado al “tonto del pueblo”29 . Así, san José se convirtió en un personaje que inspiraba poca devoción. Por ejemplo en la Representación del Nacimiento de Nuestro Señor, Gómez Manrique reprochaba su incredulidad en los siguientes términos: “¡Oh, viejo de muchos días, en el seso de muy pocos, el principal de los locos!”30 . Más duro todavía es este fragmento de otro auto medieval, donde se describe así su papel en la huída a Egipto: “A Egipto se fue/ cansado y provisto/ De un DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, Ediciones Universidad de Valladolid, Valladolid, 2013. Pág. 21 26

DE ARRIBA CANTERO, S., “La imagen de San José en Natividad: una evolución iconográfica” en La Natividad: arte, religiosidad y tradiciones populares, (coord. Campos Fernández de Sevilla, F. J.), Real Centro Universitario Escorial-María Cristina, 2009. Pág. 499-510. 27

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. V, nº 10, 2013. Pág. 57-76. 28

OROZCO PARDO, J. L., San José en la escultura granadina: estudio sobre la historia de una imagen artística, Diputación Provincial de Granada, Granada, 1974. Pág. 24 DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit. 29

GÓMEZ MANRIQUE (s. XV): Representaçión del Nasçimiento de Nuestro Señor, Imprenta de A. Pérez Dubrull, Madrid, 1885. 30

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sayal y un barril./ Viejo, gastado/

Está José, el tonto”.31 En la poesía popular también hay

numerosos ejemplos32 , aunque quizás el más gráfico es este villancico: “María dice a José / que le diera pan al Niño, / qu’es obligación de padres / el mantener a sus hijos. / San José responde: / – No teng’un ochavo, / si pan quier’el Niño / que vaya a ganarlo”.33

Sin embargo, teólogos medievales tan importantes como Beda el Venerable, san Pedro Damián y santo Tomás de Aquino34 defienden su persona y en particular en el siglo XI san Bernardo de Claraval escribió uno de los primeros panegíricos en honor a san José (la homilía Missus est).

Con todo, la devoción a san José es escasa hasta la difusión de la devotio moderna, una corriente espiritual que proponía una forma de vivir la religión mas personal y animaba a meditar sobre la dimensión humana de Cristo y de su madre35 . Al dar importancia a los episodios de la infancia de Cristo, se empezó a destacar el papel san José, que durante este tiempo había sido el protector de la Virgen y el padre nutricio de Jesús. Su devoción pronto se extendió entre las órdenes religiosas marianas, de hecho la primera orden en la que se celebró la fiesta de san José fue la Orden de frailes Siervos de María, que la introdujo en 132436. También se difundió entre los franciscanos, una orden muy devota a la Virgen y muy cercana a la espiritualidad de la devotio moderna, como se refleja por ejemplo- en el belén de Greccio de san Francisco. Los franciscanos, además, escribieron muchas obras en las que se alababa a san José, como las Meditationes Vitae Christi del pseudoBuenaventura o el De Sancto Joseph Sponso Beate Virginis de Bernardino de Siena37.

San José terminó convirtiéndose en el modelo de las órdenes religiosas porque entendieron que su vida reflejaba los tres votos que se profesaban al entrar en un convento: obediencia, castidad y

31

RÉAU, L., Iconografía de los santos: de la G a la O, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2006. Pág. 165.

32

HERRÁN, L. M., San José en los poetas españoles: pensamiento teológico, BAC, Madrid, 2001. Pág. 99.

33

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

34

RÉAU, L., opus cit. Pág. 163

BALLESTER MORELL, B., “La poesía devota del Cancionero de 1496 de Juan del Encina. Estudio crítico y análisis estilístico”, Departament de Filologia Hispànica, Universidad de Barcelona, 2014. Pág. 63 SÁNCHEZ HERRERO, V. J., opus cit. 35

36

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 185-186

37

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

7

pobreza38. Por eso durante los últimos siglos de la Edad Media muchos religiosos difundieron la devoción a san José. Por ejemplo Ludolfo de Sajonia el cartujano en su Vita Christi -publicada en el siglo XIV- recuperó una idea que ya habían formulado los Padres de la Iglesia al sostener que nunca dudó de la virginidad de María y que la decisión que tomó de repudiarla fue fruto de su profunda humildad39. Santiago de la Vorágine, un fraile dominico, lo presentó en la Leyenda Dorada como “uno de los santos más gloriosos del paraíso, a quien el Señor concedió la singular y extraordinaria gracia de darle por esposa y poner bajo su custodia a su Santísima Madre”40. También defendió que san José tuvo todas las virtudes de los patriarcas y de los profetas, porque en su vida se ve la obediencia de Abraham, la paciencia de José que fue vendido por sus hermanos como esclavo, la humildad del rey David y la devoción de los santos más piadosos. Además afirmó -citando a san Jerónimo y a san Agustín- que san José fue casto y que de no haber sido así Dios no le habría encomendado la protección de María. Concluyó señalando que “no es posible que Cristo, por su propio honor, niegue nada a quien según la ley fue su padre”41 y que, por tanto “obraremos muy acertadamente, y ojalá así lo hagamos, si nos vinculamos a él por medio de una gran devoción”42.

Aunque los dos grandes promotores de la figura de san José -según señaló Benedicto XIV- fueron Gerson e Isolano43 . Juan Gerson, canciller de la universidad de París, publicó en 1418 su Josephina, una obra escrita en latín que se difundió muy rápido por Europa. En ella san José se describe como un hombre joven y casto, que fue santificado en el vientre materno y que resucitó y ascendió al cielo después de morir44 . Esta obra abrió el camino a otra fundamental: la Suma de los dones de san José, escrita por el monje dominico Isolano en 1522. Estaba inspirada en la Historia de José el Carpintero -un evangelio apócrifo copto del siglo IV- y alababa al santo, considerando que había recibido los siete dones del Espíritu Santo y que su vida reflejaba las Bienaventuranzas del Sermón de la Montaña45 . En esta obra también se relató la muerte del patriarca, que fue asistido por Jesús y MÂLE, E., El arte religioso de la Contrarreforma: Estudios sobre la iconografía del final del siglo XVI y de los ss. CVII y XVIII, Encuentro, Madrid, 2002. Pág. 308 38

39

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 21.

40

SANTIAGO DE LA VORÁGINE, La leyenda dorada, vol II, Alianza Editorial, Madrid, 2011. Pág. 962

41

Ibidem. Pág. 963

42

Ibidem

43

MÂLE, E., opus cit. Pág. 291-292.

44

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 22

45

RÉAU, L., opus cit. Pág. 165

8

María. Por eso además de ser patrón de los carpinteros, se convirtió también en el de la buena muerte y muchas cofradías lo tomaron como intercesor46 . Aunque estas novedades no llegaron a España hasta la publicación en el siglo XVI de las las Josefinas de Laredo (1535) y del Sumario de las Grandezas de san José de Gracián (1597).

3.- La devoción a san José después del Concilio de Trento Entre 1545 y 1563 se celebró el Concilio de Trento que marcó el inicio de la Contrarreforma. Este concilio se convocó como respuesta ante la reforma luterana y en él se defendieron muchos aspectos de la fe católica que los protestantes negaban. Uno de ellos era el valor sacro que tenían las reliquias. De forma indirecta esto impulsó la devoción hacia san José, que había sido el primer hombre en tocar a Cristo47. Además, como los luteranos encontraron una justificación del divorcio en la decisión que tomó san José de repudiar a la Virgen, los católicos -siguiendo algunas ideas que se habían formulado en la patrística y en la Edad Media- afirmaron que el santo nunca dudó de su esposa y sólo quiso repudiarla porque comprendió el alcance del milagro y se consideró indigno de vivir con ella48.

Como ya hemos visto las órdenes religiosas habían tenido mucha importancia en la rehabilitación de la figura de san José y siguieron teniéndola después del Concilio de Trento. Los franciscanos que acogieron a Colón en la Rábida y le acompañaron en sus primeros viajes- difundieron su culto en América y en Asia49. También fue venerado entre las ramas franciscanas que seguían una observancia más estricta, de hecho fue un fraile capuchino -Juan de Fano- el que difundió la veneración de los Siete Dolores y Siete Gozos de san José en el siglo XVII. Todavía fue más importante el papel de la Compañía de Jesús, una orden que se dedicó al apostolado y defendió con ahincó el culto a los santos, al que se oponían los protestantes50 . Defendieron de manera particular la devoción a san José, dedicándole una capilla en todas las iglesias que la orden tenía en España y

CAMPOS FERNÁNDEZ DE SEVILLA, F. J, Cofradías de San José en el Mundo Hispánico, Ediciones Escurialenses, San Lorenzo de El Escorial, 2014. Pág. 22 46

47

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 22

48

Ibidem

49

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 192.

50

Ibidem. Pág. 188.

9

encomendándose a él antes de profesar sus votos51 . También extendieron la devoción hacia la Sagrada Familia, considerándola imagen de la Trinidad celeste52. Las órdenes que se dedicaban a la vida contemplativa tomaron como modelo a san José, que había podido meditar durante muchos años delante de Jesús.

Además los religiosos que tenían voto de silencio interpretaron el “silencio de san José” como una virtud, no como un argumento para relegarle a un papel secundario53 . Destaca en especial la devoción que le profesaron los carmelitas, que en el siglo XVIII le habían dedicado doscientos conventos distribuidos por toda Europa54. Aunque todavía fue más importante la labor de santa Teresa de Jesús, fundadora de la orden de los carmelitas descalzos, que lo convirtió en el patrón de su orden y le dedicó doce de los diecisiete conventos que fundó, entre ellos su primera casa, San José de Ávila. Ella misma afirma en el Libro de la Vida que “Querría (…) persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de verás le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a él se encomiendan. (…) Sólo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca”55. De hecho la propia santa se encomendó a él durante una enfermedad muy grave que sufrió en 1539 y siempre creyó que se curó gracias a su intercesión. Pero además de señalar que siempre atiende las peticiones de sus devotos56 , alabó su papel como protector de la Sagrada Familia y consideró que las “personas de oración siempre le habían de ser aficionadas; que no sé como se puede pensar en la Reina de los ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den gracias a san José por lo bien que les ayudó a ellos”57 .

51

MÂLE, E, opus cit. Pág. 292

52

RÉAU, L., opus cit. Pág. 167

53

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 21

54

LUNA, M., opus cit. Pág. 11-12

SANTA TERESA DE JESÚS, “Libro de la vida” en Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 2001. Cap. 6, 7. 55

RODRÍGEZ VELASCO, M., “Los escritos de santa Teresa como fuente de renovación iconográfica: Reflexiones sobre las imágenes y presencia de la santa en las imágenes del Barroco” en Actas: Congreso Interuniversitario Aanta Teresa de Jesús, Maestra de Vida, Universidad Católica de Ávila, Ávila, 2005. Pág. 952-966 56

57

Ibidem.

10

La devoción a san José también se extendió entre el clero secular, ya que Gregorio XV decidió en 1621 que toda la Iglesia celebraría su fiesta el 19 de marzo58 . También se afianzó gracias a san Francisco de Sales59 que fue muy devoto de este santo. De hecho en su Tratado del Amor de Dios, publicado en 1616, se refiere a él como el “hombre elegido para prodigar los más tiernos oficios que hubo ni habrá jamás en relación con el Hijo de Dios, después de los que le hizo su celestial Esposa”60. Alabó en repetidas ocasiones el papel que san José tuvo como protector de la Sagrada Familia y dio un paso más al reflexionar su cercanía al Niño Jesús y su papel de padre, afirmando por ejemplo: “¡Cuántas veces llevaste en tus manos al Amor de los cielos y la tierra, mientras que con los abrazos y los besos del divino Infante derretíase tu alma de gozo cuando te susurraba al oído que tú eras su mayor amigo y su carísimo padre!…”61. También contribuyó a difundir la advocación de san José como patrono de la buena muerte al afirmar que el “que tanto había amado en la vida sólo podía morir de amor”62 .

La devoción a san José también se extendió entre los laicos, gracias a la labor de las órdenes religiosas, que multiplicaron las imágenes y los libros dedicados a san José, y al clero secular que empezó a alabarle en sus homilías, de hecho el propio Bossuet pronunció dos sermones en su honor63. Por eso en el siglo XVII aumentó considerablemente el número de personas que se bautizaron con el nombre de José64 . También creció el número de cofradías -gremiales o devocionales- que lo tuvieron como protector o como patrón. Además se difundieron prácticas de carácter devocional, así, por ejemplo, en el siglo XVI se extendió la devoción al Corazón de san José y en el XVII se acuñó una oración conocida como “Ave Joseph” inspirada en el Ave María65. Sus devotos solían encomendarse a él para conservar la castidad y, en ocasiones, llevaban un cordón con siete nudos que simbolizaban sus siete gozos y sus siete dolores.

58

MÂLE, E., opus cit. Pág. 292

59

Ibidem.

60

SAN FRANCISCO DE SALES, Tratado del Amor de Dios, Edibesa, Madrid, 2002. Pág. 443, cap. XIII.

61

Ibidem. Pág. 35

62

Ibidem. Pág. 443, cap. XIII

63

MÂLE, E., opus cit. Pág. 292

64

RÉAU, L., opus cit. Pág. 166-7

65

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 24

11

Así, después de las iniciales vacilaciones la persona y figura de san José se ha ido abriendo paso en la historia de la Iglesia. Y hoy en día una rama de la teología es la josefología y san José es patrono de la Iglesia universal.

II.- ESTUDIO DE LA EVOLUCIÓN DE LA ICONOGRAFÍA DE SAN JOSÉ 1.- Evolución de la figura de san José Los evangelios de san Mateo y san Lucas no aportan ningún dato sobre la fisonomía o la edad de san José. Por eso en la Edad Media los artistas se inspiraron en los evangelios apócrifos de la infancia que, como ya hemos visto, lo describían como un anciano66.

En el siglo XV -gracias a la obra de Gerson- algunos teólogos empezaron a proponer que san José fue un hombre joven ya que tuvo que encargarse de proteger a la Virgen y al Niño67. Aunque esta hipótesis fue tomando cada vez más fuerza, los artistas fueron reticentes a la hora de introducir estas novedades. Todavía en pleno Renacimiento persistía la imagen de san José como un hombre de avanzada edad. Algunos artistas llegaron a representarlo de las dos formas, es el caso de Rafael que se atiene a los parámetros tradicionales en su Sagrada Familia del Cordero, pero lo presenta como un hombre joven en sus Desposorios68 (5º Imagen).

En 1563, en la XXV sesión del Concilio de Trento, se aprobó un decreto -titulado De la invocación, veneración y reliquias de los Santos y de las sagradas imágenes- que pedía a los artistas que no se inspirasen en fuentes apócrifas, para evitar que las imágenes confundiesen a los fieles menos instruidos69. Sin embargo el debate sobre la edad con la que se debía representar a san José continuó durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Así Canisius defendía que la tradición estaba ya tan arraigada que el pueblo no era capaz de imaginar a san José con el aspecto de un hombre joven70 . En cambio 66

Protoevangelio de Santiago, IX, 2; Pseudo Mateo, VIII, 3-4; Libro de la Natividad de María, VIII, 1-2.

67

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

68

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit, Pág. 40-41.

69

RODRÍGUEZ VELASCO, M., opus cit.

70

MÂLE, E., opus cit.,Pág. 293

12

Molanus afirmaba que era inviable seguir representándolo como un anciano, porque su función como protector de la Sagrada Familia exigía que fuese un hombre joven y vigoroso71 . Esta última opinión fue mayoritaria y tuvo mucha fuerza en España, gracias a las Revelaciones de María de Agreda, y en Francia, gracias a la difusión de los escritos de Hesselius y Suárez. Los artistas italianos asimilaron también estas novedades, pero en líneas generales fueron más fieles a la tradición, que persistió por ejemplo en la escuela de los Carracci72 (6º Imagen).

De todas formas cada vez fue imponiéndose más la representación de san José como un hombre joven y agraciado. Esta última característica se generalizó para asemejarlo a José de Egipto, un patriarca “bien parecido y de bella presencia”73, que prefiguró al santo porque había sido casto y había tenido visiones en sueños74 . Además muchos creían que Jesús se parecía físicamente a su padre nutricio para no levantar sospechas75 . Por otra parte normalmente los personajes eran más bellos cuanto más alto era su grado de santidad. Podemos ver esta idea vigente en los tratados que daban pautas a los artistas. Por ejemplo en Un diálogo de la pintura, escrito por Vicente Carducho en el siglo XVII, se proponía el siguiente modelo para representar a un hombre justo: “El cuerpo (…) será bien proporcionado, el cabello oscuro y largo, los ojos grandes, sublimes y eminentes, refulgentes y húmedos, los orbes de las niñetas iguales, el orbe inferior, que abraza la pupila angosto y negro, el superior ígneo, alegres en la risa, y húmedos, los párpados remisos, la frente ancha por las sienes, y entrambas levantadas, la nariz grande o larga, medianamente ancha y abierta, las orejas medianamente grandes y cuadradas, boca mediana antes grande que chica, todo el rostro agradable, el pecho ancho, los hombros grandes, los pies medianos y bien articulados, los movimientos varoniles y magnánimos, expertos y moderados, con seriedad, apacibles y suaves, como recogido y atento en sí a la consideración del intento de la cosa”76 . (En las imágenes 7, 8, 9 y 10 podemos ver como los artistas siguieron estas pautas).

71

LUNA, M., opus cit. Pág. 13

72

MÁLE, E., opus cit., Pág. 293.

73

Gen. 39, 6

74

DE ARRIBA CANTERO, “San José”, opus cit.

75

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit, Pág. 45

CARDUCHO, V., Un diálogo de la Pintura, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2012. Pág. 60 76

13

En la pintura flamenca san José podía aparecer barbilampiño, pero esta novedad iconográfica -que influyó en Gil de Siloe y en Bartolomé Bermejo- no era habitual (4º Imagen). Los artistas prefirieron representarle con barba para evitar mostrarle excesivamente joven, pero también porque, al ser un propio del pueblo judío, simbolizaba su ascendencia davídica77 (como podemos apreciar en todas las imágenes, exceptuando la 4º). Por este mismo motivo en la iconografía medieval era frecuente que apareciese vestido como un judío, que a partir del Concilio de Letrán de 1215 fueron obligados a llevar una túnica larga y un gorro puntiagudo para poder diferenciarlos (se aprecia muy bien en la 2º imagen). Aunque en algunos casos influyeron las particularidades regionales, por ejemplo en Aragón se solía sustituir el tocado puntiagudo por una capucha78.

Otro rasgo que caracteriza a san José es la presencia del nimbo. En el románico solía ser igual al de la Virgen, aunque en ocasiones podía tener otro color o no se recubría con pan de oro79. Sin embargo en el gótico se empieza a subrayar esta diferencia y aparecen nimbos poligonales, estrellados o traslúcidos. A veces, cuando se le considera el último de los patriarcas y no el primer santo, ni siquiera lo lleva80 (2º Imagen). Sin embargo desde que Sixto IV institucionalizó la fiesta de san José en 1480 lo habitual es encontrarlo nimbado de una forma similar a la de María81 (Imágenes 6 y 9).

2.- Desarrollo de los atributos propios de san José El atributo iconográfico más propio de san José es la vara (Presente en las imágenes 1-9). Su origen se remonta a los Evangelios apócrifos que describen como José fue elegido para casarse con María. En síntesis, María había decidido consagrarse al Templo ya en la infancia. El Sumo Sacerdote o Pontífice convoca a varones que la desposen respetando su divinidad. Dios le ha revelado que se va a producir un milagro para designar el elegido. Todos los convocados dejan su vara en el suelo. Al día siguiente se reúnen de nuevo y la vara que había florecido era la de José82. En otros apócrifos

77

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit, Pág. 46-47.

78

Ibidem. Pág. 48.

79

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

80

Ibidem.

81

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit, Pág. 50.

82

Libro de la Natividad de María, VII, 4

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sobre su vara se posó una paloma83. En la Edad Media Santiago de la Vorágine unificó ambos prodigios y los difundió a través de su obra, La Leyenda Dorada84.

De todas formas en la iconografía occidental se suele presentar el florecimiento para establecer un paralelismo entre la elección de José y la de Aarón, narrada en el libro veterotestamentario de Números85. Al vincular ambas escenas se subrayaba la legitimidad de José como padre putativo de Jesús86 y su papel como testigo de la pureza de la Virgen (prefigurada en la vara florida de Aarón)87. Por eso muchos artistas, siguiendo las descripciones del libro de Números, eligieron la flor del almendro, que -de acuerdo con los escritos de Paulino de Nola- también es símbolo de la Encarnación de Cristo y de la virginidad de María88 . De todas formas es más habitual encontrar lirios y, en menor medida, azucenas, que nos remiten a la castidad de José y de María89 . Aunque era un atributo apócrifo con el tiempo sus significados se enriquecieron: se convirtió en un símbolo de la castidad del santo, se vinculó a la escena de la huída a Egipto (ya que era un atributo propio de peregrinos) y se estableció un paralelo con el Buen Pastor que espanta a las fieras con su báculo. Por eso pervivió tras el Concilio de Trento90 .

En algunos casos aparece la paloma. Aunque no es sólo símbolo de la elección milagrosa de José, también representa al Espíritu Santo y, en este sentido, nos remite a la naturaleza divina de Jesucristo y a la virginidad de María91 . (Imagen 8º y 9º)

Otro atributo habitual que acompaña a san José son las herramientas de carpintero, aunque también pueden aparecer otras referencias a su oficio, como la madera o las virutas (Imagen 3º y 6º). No sólo se aplican en escenas hogareñas, sino también en otros contextos como la cueva de Belén, la huída a Egipto o el Tránsito para indicar la importancia de san José en el sostén de la Sagrada 83

Protoevangelio de Santiago IX, 1-3. Pseudo Mateo VIII, 3-4

84

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit, Pág. 63

85

Núm. 17

86

RÉAU, L., opus cit. Pág. 162.

87

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 64

88

Ibidem.

89

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

90

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 65

91

Ibidem. Pág. 74

15

Familia, del que se encargó hasta el día de su muerte. Suelen aparecer hachas, mazos o martillos, pero también puede llevar una escuadra o un compás para acentuar la dignidad de su trabajo92.

También puede portar atributos que están ligados -o que hacen referencia- a algunos pasajes de los Evangelios canónicos. Por ejemplo en el viaje a Belén o en la huída a Egipto suele llevar un hatillo, un cántaro y una bolsa con las provisiones o con las monedas necesarias para empadronarse. Esta faltriquera también aparece en la escena de la Circuncisión, aunque en este caso lo que lleva es el dinero destinado a la Presentación del Niño. En este episodio también podemos encontrar un cuchillo, aunque es poco habitual. En cambio es muy frecuente encontrar a san José portando una vela en la escena de la natividad (Imagen 4º). Este atributo, generalizado por santa Brígida, es símbolo de la pureza de María y también contrapone la luz espiritual de la Virgen y de Jesús con la luz terrenal de san José93. De todas formas santa Brígida en las Celestiales Revelaciones también empieza a dar más importancia a san José94 . De hecho, como podemos ver en este fragmento, la santo lo presenta participando en la Historia de la Redención: “Levantose en seguida la Virgen, llevando en sus brazos al Niño, y ambos, esto es, ella y José, lo pusieron en el pesebre, e hincados de rodillas, lo adoraban con inmensa alegría y gozo”95. Durante el barroco seguimos encontrando este atributo porque permite realizar juegos y estudios lumínicos.

Otro atributo propio de san José es el libro (Imagen 6º). Puede hacer referencia al papel del santo como testigo del cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento96 . También puede utilizarse para defender que José -que conocía las Escrituras- nunca dudó de la virginidad de María. Incluso es símbolo de su papel como protector. Esta última posibilidad obedece a un texto de san Juan Damasceno en el que afirma que “el verbo de Dios hizo un libro nuevo el cual fue entregado a un varón que sabía de letras y no lo leyó”97. El libro nos remite a la Virgen María y el varón a su DE ARRIBA CANTERO, S., “De artesano a artista: instrumentalización de la imagen josefina en el ámbito gremial”, en El culto a los santos: cofradías, devoción, fiestas y arte, Ediciones Escurialenses, San Lorenzo de El Escorial, 2008. Pág. 521-532 92

93

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 71

DE ARRIBA CANTERO, S., “La imagen de san José en la natividad. Una evolución iconográfica”, opus cit. 94

SANTA BRÍGIDA, Las profecías y Revelaciones de santa Brígida de Suecia. Disponible en http:// www.santos-catolicos.com/santos/santa-brigida-de-suecia/santa-brigida-de-suecia-libro2.php, última consulta 10 de mayo de 2016. Cap. XII 95

96

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

97

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 72.

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esposo que “no lo leyó”, es decir que respetó su virginidad. Por otra parte el libro también es un atributo propio de los querubines y permite establecer una vinculación entre estos ángeles y san José, que pudo pasar muchos años contemplando a Jesucristo y a la Virgen98. Por último el libro también presenta a san José como maestro de Cristo, aunque esta última lectura fue muy polémica y, de hecho, en España se rechazó99 .

Finalmente, san José también puede aparecer portando pájaros o frutas. El origen de estos atributos se remonta a las Vitae Christi medievales, que relatan como el santo solía volver del trabajo con pájaros o frutas para el niño Jesús. Además las tórtolas pueden simbolizar la castidad de José100 y los pájaros, en general, se pueden interpretar como las almas que el santo entrega a Cristo. Las frutas, por su parte, pueden simbolizar la “fecundidad virginal”101 si se disponen en un cuenco como si fuesen una cornucopia. Además, las uvas establecen un paralelismo entre san José -que sostiene al Niño- y los sacerdotes -que sostienen la Sagrada Forma- y, en este sentido, pueden entenderse como una anticipación de la Pasión de Jesucristo102.

3.-Escenas iconográficas en las que está representado san José 1. Escenas fundadas en los evangelios (canónicos y apócrifos) y en la tradición

Las escenas iconográficas más antiguas en las que aparece san José son las que están más directamente relacionadas con ciclos marianos o con los de la infancia de Cristo. Todos ellos fundados en los evangelios canónicos o apócrifos.

Los evangelios de san Mateo y de san Lucas justifican la presencia de san José en el viaje a Belén, en la natividad (Imagen 2 y 4)y en la adoración de los pastores, en la Circuncisión y en la presentación del Niño (4º Imagen), en la huída y en el regreso de Egipto y, por último, en el episodio del niño perdido y hallado en el templo. Aunque también puede aparecer en escenas donde

98

Ibidem

99

Ibidem. Pág. 73.

100

MÂLE, E., opus cit. Pág. 398.

101

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 75

102

MÂLE, E., opus cit., Pág. 304

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los evangelios no le mencionan explícitamente103 , como la Visitación y la Adoración de los Magos (4º Imagen)104 . En cambio por razones de decoro es poco frecuente verle en el árbol de Jesé, aunque su presencia estaría justificada porque las genealogías humanas de Cristo que se muestran son las paternas105. Aunque sin ninguna duda las escenas evangélicas donde san José tiene un papel más activo son las dos apariciones del ángel que tiene en sueños.

Los evangelios apócrifos recogieron muchas escenas de la infancia de Cristo donde José tenía un papel protagonista, por ejemplo cuando reprende al Niño o cuando le envía a la escuela. Sin embargo, pocas de ellas se trasladaron a la iconografía. Las que más fuerza tuvieron fueron la elección de san José como esposo de la Virgen (5º Imagen) -tras el milagro de la vara florida o de la paloma-, los desposorios del patriarca y sus reproches cuando se entera del embarazo. También fue habitual representar los milagros que realizó Jesús durante la huída a Egipto, especialmente el del trigo o el de la palmera que se inclinó para dar sus frutos a la Virgen106.

A partir del siglo XV también se difundió la escena del taller de san José, que podía aparecer acompañando una Anunciación (3º Imagen) o como un tema independiente107. El oficio de José aparece mencionado en los evangelios canónicos108 , sin embargo el término griego que emplean los evangelios es muy ambiguo y generó un debate sobre su profesión, planteando que también podría haber sido un herrero109 , que no tuvo ninguna repercusión a nivel iconográfico. Los evangelios apócrifos son los que ofrecen más imágenes e incluso narran un milagro concreto (el alargamiento de una madera para cuadrar la obra)110 . Por eso san José se convirtió en el patrón de los gremios de carpinteros y se hizo habitual incorporar atributos en las imágenes que hiciesen referencia a su oficio. Además, a partir de la obra de Isolano (publicada en 1522) la imagen del taller se convirtió en una prueba de que la pobreza y el trabajo no eran deshonrosos, en contra de la opinión de la 103

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

104

San Mateo (Mt. 2, 7-12) sólo dice: “Y entrando en la casa, vieron al niño con María su madre, y postrándose le adoraron”. 105

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

106

LUNA, M., opus cit. Pág. 16

107

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

108

Mt. 13, 55

109

DE ARRIBA CANTERO, S., “De artesano a artista: instrumentalización de la imagen…”, opus cit.

110

Pseudo Mateo, XXXVII, 2. Evangelio de Tomás, XIII, 1-2

18

aristocracia que exigía como prueba de nobleza no haber trabajado con las manos. Esta lectura explica porque -en un contexto donde la burguesía tenía cada vez más fuerza- empezó a representarse en la iconografía. Aunque es en el barroco -momento en el que los artesanos intentan dar el paso a artistas- cuando esta escena alcanza una enorme difusión. Es una forma de ennoblecer su labor, que se podría poner en paralelo con el tema de La familia del pintor o las imágenes de san Lucas pintando a la Virgen. Por eso se hace habitual mostrar al santo con un compás, un atributo propio de Dios Padre Creador, para señalar su papel en la Historia de la Salvación111.

Otra escena ligada a los evangelios apócrifos es la muerte o el tránsito de san José (6º Imagen). Los evangelios canónicos no dan ningún dato sobre ella, aunque los Padres de la Iglesia consideran que tuvo lugar antes de las Bodas de Cana112 . La devoción a san José como patrón de la buena muerte es muy temprana, ya en 1371 Gregorio IX había dedicado una fiesta en su honor113 pero no se desarrolla en la iconografía hasta el siglo XVI. En la Edad Moderna se difundieron dos tradiciones. Una tenía origen en la Historia de José el Carpintero, un evangelio apócrifo del siglo IV, que no tuvo ninguna repercusión en Europa hasta que Isolano lo difundió, integrándolo en su obra. La otra sostenía que José, como la Virgen, fue llevado al cielo y argumentaba que por eso no existían reliquias corporales del santo114. En la iconografía suele aparecer san José en su lecho flanqueado por la Virgen y Jesús, además se suele introducir alguna alusión a su oficio como carpintero.

2. Escenas que aparecen en la Edad Moderna y que no están fundadas en los evangelios

La creciente devoción a san José hace que surjan nuevas imágenes durante la Edad Moderna. Entre ellas podemos citar la escena de la coronación de san José (7º Imagen), que se desarrolló gracias a los jesuitas. Está inspirada en la coronación de la Virgen, la única diferencia es que la corona real se sustituye por una de rosas. Normalmente se la coloca el niño Jesús, aunque de forma excepcional en la obra de Zurbarán es Cristo, llagado y con una cruz el que lo hace115 .

111

DE ARRIBA CANTERO, S., “De artesano a artista: instrumentalización de la imagen…”, opus cit.

112

RÉAU, L., opus cit. Pág. 170.

113

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

114

RÉAU, L., opus cit. Pág. 170.

115

LUNA, M., opus cit. Pág. 18

19

También en la Edad Moderna se difunden las Sagradas Familias, que muestran a María, a José y al Niño sin responder a ninguna escena en concreto. Es posible que tengan su origen en las Parentelas de María que, por razones de decoro, fueron suprimiendo personajes hasta que finalmente sólo mostraban a la familia nuclear116 . De hecho en ocasiones las Sagradas Familias están acompañadas por san Juanito o por los padres de la Virgen. También es posible que el origen esté en la representación de algún episodio de la Huída a Egipto o en el trayecto a Jerusalén que precede al episodio del Niño perdido y hallado en el Templo117 . Además los jesuitas establecen un paralelismo entre la Sagrada familia y la Trinidad celeste, por eso en ocasiones estas escenas reciben el nombre de Trinidad jesuítica (9º Imagen). En estos casos suelen estas acompañadas de Dios Padre (que se vincula a san José) y del Espíritu Santo (que se vincula a María)118. Esta temática está muy presente en las obras de Murillo y de Gregorio Fernández.

Por última también podemos mencionar una escena que está muy ligada a los carmelitas descalzos. Se trata de la imposición del collar de oro, un episodio basado en una visión sobrenatural de santa Teresa que está recogida en su Libro de la Vida. En ella san José y la Virgen le prometieron que cuidarían de su orden y, como señal, le impusieron un collar de oro119 .

3- Imágenes devocionales

Por último cabe hablar de las imágenes devocionales. Su difusión es tardía, data del siglo XVI (siendo santa Teresa una de las primeras en encargar una estatua aislada del santo)120, aunque hay casos particulares más tempranos.

La imagen devocional más temprana es el tipo exento, donde el santo aparece con los atributos que le son propios. Podemos encontrarla en algunas obras de arte tardomedievales, por ejemplo en el siglo XI aparece en un capitel del claustro de san Benet de Bages (1º Imagen) y en el XIV en una pintura sobre tabla atribuida al Maestro de Perea121. 116

DE ARRIBA CANTERO, S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 118

117

Ibidem.

118

MÂLE, E., opus cit. Pág. 299.

119

RODRÍGUEZ VELASCO, M., opus cit.

120

Ibidem. Pág. 295

121

DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, opus cit.

20

Más frecuente y más tardía es la otra modalidad en la que san José aparece con el Niño sentado o de pie. Es habitual encontrar este tipo de imágenes en los conventos porque se ve en ellas una alegoría de la vida contemplativa y de la eucaristía, particularmente presente en la obra de Alonso Cano (10º Imagen). En el caso de este autor incluso podemos ver en el pañal de Cristo una reminiscencia a la mortaja, recordando así la muerte que va a sufrir. Esta solución iconográfica es similar a la de la pietas, un recurso habitual en la iconografía josefina, que suele reinterpretar las fórmulas marianas122. De hecho se puede establecer un paralelismo entre las imágenes donde el santo lleva al Niño en brazos y dos tipologías marianas -la Theotokos y la Eleusa- que ensalzan a María como madre de Dios. El Greco (7º Imagen) todavía subraya más la paternidad de san José que aparece caminando y conduciendo de la mano al Niño. Este cuadro, titulado san José con el niño Jesús, dio lugar a un nuevo modelo de representar al santo, conocido como san José itinerante. Tuvo además una notable repercusión en Gregorio Fernández que consolidó la iconografía de san José en la escultura.

122DE ARRIBA CANTERO,

S., Arte e iconografía de san José en España, opus cit. Pág. 56

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BIBLIOGRAFÍA Fuentes primarias BRÍGIDA, santa, Las profecías y Revelaciones de santa Brígida de Suecia. Disponible en http:// www.santos-catolicos.com/santos/santa-brigida-de-suecia/santa-brigida-de-suecia-libro2.php, última consulta 10 de mayo de 2016. CARDUCHO, V., Un diálogo de la Pintura, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2012. FRANCISCO DE SALES, san, Tratado del Amor de Dios, Edibesa, Madrid, 2002. GÓMEZ MANRIQUE (s. XV): Representaçión del Nasçimiento de Nuestro Señor, Imprenta de A. Pérez Dubrull, Madrid, 1885 JUAN CRISÓSTOMO, san, Obras de san Juan Crisóstomo: homilías sobre el Evangelio de san Mateo (1-45), BAC, Madrid, 1958. TERESA DE JESÚS, santa, “Libro de la vida” en Obras completas, Monte Carmelo, Burgos, 2001. PUIG. A., Los evangelios apócrifos, Planeta, Barcelona, 2008. Sagrada Biblia, versión de Nacar-Colunga, BAC, Madrid, 2001. VORÁGINE, S., Leyenda Dorada, vol. II, Alianza Editorial, Madrid, 2011

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DE ARRIBA CANTERO, S., “San José”, Revista Digital de Iconografía Medieval, vol. V, nº 10, 2013. Pág. 57-76. HERRÁN, L. M., San José en los poetas españoles: pensamiento teológico, BAC, Madrid, 2001. LUNA, M., La iconografía de san José en la colección de pintura del Museo de arte colonial de Mérida, Mérida, Junio 2001. MÂLE, E., El arte religioso de la Contrarreforma: Estudios sobre la iconografía del final del siglo XVI y de los ss. CVII y XVIII, Encuentro, Madrid, 2002. OROZCO PARDO, J. L., San José en la escultura granadina: estudio sobre la historia de una imagen artística, Diputación Provincial de Granada, Granada, 1974 RÉAU, L., Iconografía de los santos: de la G a la O, Ediciones del Serbal, Barcelona, 2006. RODRÍGEZ VELASCO, M., “Los escritos de santa Teresa como fuente de renovación iconográfica: Reflexiones sobre las imágenes y presencia de la santa en las imágenes del Barroco” en Actas: Congreso Interuniversitario Aanta Teresa de Jesús, Maestra de Vida, Universidad Católica de Ávila, Ávila, 2005. Pág. 952-966 SANCHEZ HERRERO, J., “Desde el cristianismo sabio a la religiosidad popular en la Edad Media”, Clio & Crimen, nº1, 2004. Pág. 301-333. ZAÑARTU, S., Historia del dogma de la Encarnación desde el siglo V al VIII, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, 1994.

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ANEXO FOTOGRÁFICO 1º Imagen: Capitel del Claustro del monasterio de san Benet de Bages (Barcelona). Está datado en el siglo XI y es una de las primeras imágenes en mostrar al santo solo. Aparece con barba, con una túnica larga y con la vara.

2º Imagen: La adoración de los Magos, relieve de Notre Dame (París). En esta imagen gótica san José aparece en un segundo plano y sin nimbar. Lleva el atuendo propio del pueblo judío (barba, túnica larga y tocado) y la vara como atributo.

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3º Imagen: El tríptico Mérode (o tríptico de la Anunciación), pintado por Robert Campin entre 1425 y 1430. Hoy se encuentra el el Museo Metropolitano de Nueva York. Se muestra el taller de san José en la tabla lateral, el santo aparece como un hombre anciano, la vara está en el suelo (al lado de sus utensilios de trabajo), lleva una túnica larga, tocado y barba. Destaca la presencia de una ratonera, que nos remite a san Agustín que afirmó que el matrimonio de José y María fue una “ratonera” o una trampa para engañar al demonio.

4º Imagen: Tríptico de la Adoración de los Magos, pintado por Hans Memling entre 1470 y 1472. Hoy se encuentra en el Museo del Prado. Esta obra muestra a san José en tres escenas: la natividad, la adoración y la circuncisión. Vemos la vela, la jaula con la ofrenda para la presentación y la vara como atributos. Este cuadro llama la atención porque es uno de las pocos ejemplos en los que el santo aparece imberbe.

25

5º Imagen: Los desposorios de la Virgen, obra pintada por Rafael en 1504. Hoy se encuentra en la Pinacoteca de Brera. El atributo que identifica esta escena es el anillo que el santo entrega a María y la vara florecida, frente al resto de báculos, que no están rematados con una flor. En esta obra san José se representa joven, aunque el mismo autor lo muestra como un anciano en otras.

6º Imagen: La muerte o el tránsito de san José, obra pintada por Annibale Carraci entre 1594 y 1595. Hoy se encuentra en el Museo de Aix. San José aparece como un anciano y -como es habitual en las imágenes que recogen esta temática- está tendido en un lecho y flanqueado por Cristo y por la Virgen. A sus pies encontramos sus atributos: el libro, la vara y sus herramientas. En la parte superior se representa a Dios Padre acompañado por un cortejo de ángeles.

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7º Imagen: San José con el Niño Jesús, obra pintada por el Greco entre 1597 y 1599. Hoy se encuentra en el Museo de Santa Cruz de Toledo. Tuvo una gran repercusión en la iconografía y generó un nuevo modelo en el que san José aparece con el Niño itinerante. En esta obra el santo aparece joven, barbado y porta una vara. Se exalta su función como padre y a través de los ángeles de la parte superior, que porta una corona de flores, el Greco nos remite a la escena de la coronación de san José.

8º Imagen: Coronación de san José, obra pintada por Zurbarán entre 1631 y 1640. Hoy se encuentra en el Museo Fabre. Aparece san José como un hombre joven, porta la vara florida y recibe una corona de rosas. Sin embargo, supone una excepción porque es Cristo -que aparece con la cruz como símbolo de su Pasión- el que le corona. La composición está presidida por la figura de Dios Padre y del Espíritu Santo (bajo la forma de una paloma).

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9º Imagen: Sagrada Familia, obra pintada por Murillo en 1640. Hoy se expone en el museo nacional de Estocolmo. Murillo tiene muchos cuadros dedicados a la Sagrada Familia, en este no recoge una escena hogareña sino que muestra la llamada trinidad jesuítica. San José aparece como un hombre joven, porta la vara florida y está nimbado.

10º Imagen: San José, obra realizada por Alonso Cano en el siglo XVII. Se encuentra en la iglesia del Santo Ángel Custodio de Granada. San José aparece como un hombre joven y con una fisonomía barbada. Lleva al Niño Jesús en brazos. Esta obra es alegoría de la vida contemplativa y de la función sacerdotal. Aunque también ensalza la paternidad de san José al asimilar una tipología mariana.

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