Ruta Metodológica para Entender las Decisiones Estratégicas de Dos Movimientos Sociales por la Soberanía Alimentaria

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Descripción

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Una ruta metodológica para entender las decisiones estratégicas en dos movimientos sociales Joaliné Pardo Núñez

1. Introducción

Este capítulo es acerca de la elaboración de mi tesis doctoral, específicamente del proceso evolutivo-iterativo de mi hipótesis a lo largo de la investigación en una interacción constante entre suponer, pensar, preguntar, analizar y escribir. Por lo tanto, será indispensable involucrar al lector en los intrincados vericuetos teóricos y empíricos que seguí en el trazo del planteamiento y la ruta metodológica de investigación y análisis. Enfatizaré el ir y venir entre teoría y datos empíricos que continuamente se ponían a prueba entre sí y me obligaban a buscar más bibliografía y a modificar mis hipótesis. Mi investigación fue un estudio comparativo entre dos movimientos que luchan por la soberanía alimentaria en México, la pregunta implícita de la que partió mi inquietud fue: ¿por qué no conforman un movimiento único? Participé durante un tiempo en uno de estos movimientos y conocí a algunas de las personas que lo integran, así que no comencé de cero para construir una hipótesis inicial basada en mis experiencias empíricas. Sin embargo, tengo una formación de licenciatura y maestría en las ciencias naturales, por lo cual, en realidad, lo único que tenía al iniciar mi estudio, eran ideas, corazonadas y buenas intenciones.

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Mi labor posterior e inmediata se concentró en encontrar explicaciones teóricas convincentes y adecuadas para mis marcos generales de pensamiento. 1 Desde que comenté con la gente del movimiento mi intención de tesis, recibí sus comentarios para enriquecer el proyecto de forma que éste retribuyera al movimiento elementos para la reflexión, lo que además motivó su colaboración en el proceso de las entrevistas. De esta forma, algunas pautas importantes para avanzar se basaban en el intercambio de puntos de vista acerca de mis preguntas y descubrimientos con personas del movimiento y en el análisis de sus reacciones. El resultado fue una investigación comparada entre casos, con cambios en las hipótesis a lo largo del proceso y en estrecha relación entre la obtención de información empírica y la(s) teoría(s) que empleaba para mirar el problema; información y teoría se retroalimentaban constantemente y se moldeaban, determinándose analíticamente entre sí. A continuación presento un breve panorama de lo que fue el ir y venir entre elementos empíricos y teóricos, así como los diferentes momentos que marcaron el planteamiento final de la hipótesis para mi investigación. Incorporaré, por considerarlos de relevancia, observaciones y comentarios sobre la importancia del calendario académico y la elección de materias.

2. Ideas iniciales y punto de partida para el primer planteamiento de investigación 1

Para Mahoney (2004), es poco deseable, si no imposible, la explicación científica sin una adscripción, tácita

o implícita —preferentemente tácita—, a una teoría que permita entender los marcos generales de pensamiento de un autor. La teoría elegida y establecida esclarece los agentes causales que se definen para la investigación.

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Mi planteamiento inicial derivaba de una trayectoria de diez años de trabajo en organizaciones no gubernamentales (ONG) —uno de los principales actores del movimiento con el que estaba familiarizada—. En ese momento mi mirada no era neutra. Experiencias laborales previas y ciertos prejuicios condicionaron mi planteamiento inicial de las hipótesis de investigación. La experiencia me había permitido observar que la función social de las ONG, la cual consiste en mediar entre sectores sociales e instancias financieras o políticas, eventualmente causa conflictos de representación y legitimidad ante actores comunitarios. De igual modo, las formas de trabajo de estas organizaciones también difieren en las maneras de relacionarse con sus bases sociales y con el resto de la sociedad civil y política. Esta era mi familiarización con los conflictos que vive cotidianamente uno de los tipos de organización que es parte esencial del movimiento. Otra vertiente de información que contribuyó a mis planteamientos iniciales, fue el seguimiento —vía lista de correos electrónicos y asistencia a eventos públicos— de uno de los movimientos, del cual ya conocía a algunas personas, lo que me permitía estar enterada de parte de sus conflictos internos e historia. Asimismo, sabía de la existencia de otro con el que no tenía interacción, aunque sabía que entre éste y el que colaboraba había fuertes tensiones. Fundamentada en estos datos, me enfoqué a buscar una explicación teórica a una situación empírica preexistente, acerca de la cual cada participante dentro del movimiento tenía una explicación distinta. Esto me llevó a suponer vínculos causales en la elaboración de una primera hipótesis basada en datos empíricos de observación y de conversaciones informales.

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Mi primer planteamiento se concentraba en aspectos morfológicos y funcionales tanto del movimiento como de sus unidades constitutivas principales: las ONG y las organizaciones campesinas. Planteaba que en una rama del movimiento se encontraban las antiguas bases comunitarias de un grupo de ONG, actuando en el ámbito rural mediante acciones locales de agricultura y normatividad comunitaria; mientras que en la otra rama se encontraban las ONG que carecían de base social, actuando en un nivel urbano y proponiendo incidencia en políticas públicas como método para conseguir las demandas planteadas, que son muy similares entre ambos movimientos. Esta hipótesis nacía de explicar la división desde las funciones sociales de los actores agrupados en cada rama, enfatizando el carácter problemático de la labor y el papel social de las ONG en México. Yo no conocía a todos los actores de cada rama del movimiento, pero los comentarios, la lectura de documentos de difusión, firmados por comunidades o por ONG, así como las figuras que aparecían como protagonistas en eventos públicos, me indicaban que habría una pista en estas formas organizacionales para indagar sobre las diferencias al interior del movimiento. Las que siguen, fueron las primeras preguntas de investigación elaboradas con los presupuestos reseñados:

− ¿Cuáles son los factores que impiden encontrar soluciones comunes a problemas compartidos en el caso del movimiento por la soberanía alimentaria en México? − ¿Cómo influyen las ONG en la actual división que hay al interior del movimiento por la soberanía alimentaria en México?

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− ¿Qué función desempeñan las ONG en la división al interior del movimiento por la soberanía alimentaria en México? − ¿Cómo afectan las relaciones en la esfera de la legitimidad entre ONG y otros actores colectivos a la constitución diferenciada de dos ramas en el movimiento por la soberanía alimentaria en México?

Partiendo de mi hipótesis, construí una larga explicación con elementos de la historia de las ONG en México, literatura a la que me remití en primera instancia como sustento. Ciertamente, había elementos de mi primera explicación que resistieron todas las posteriores contrastaciones con otras hipótesis y teorías explicativas. En efecto, en el movimiento por la soberanía alimentaria existen divisiones ideológicas derivadas de la crisis de representación, intermediación y legitimidad que se habían gestado al interior del movimiento El Campo no Aguanta Más. 2 Esta crisis se sumó a aquélla de representación, intermediación y legitimidad que experimentaron las ONG ante sus bases, principalmente organizaciones sociales y comunidades rurales durante la emergencia y estabilización del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Sin embargo, la hipótesis tuvo que ser desechada al poco tiempo, ya que en ambos movimientos participaban organizaciones de base comunitaria y con adscripción al movimiento indígena, aunque con diferente frecuencia y asumiendo roles distintos. La 2

Último momento histórico del movimiento campesino unido en México, al que se adhirieron amplios

colectivos del ámbito rural y urbano para exigir, en 2001, un viraje en la orientación de las políticas agropecuarias en México. Cabe aclarar que a ello no se sumó el EZLN, aunque sí lo hicieron muchas organizaciones desde una identidad indígena.

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hipótesis alternativa ganó terreno durante el primer bimestre de elaboración de mi diseño experimental. Estaba formulada de la siguiente manera: La división del movimiento por la soberanía alimentaria tiene su origen en elementos distintos a las relaciones que establecen los actores organizados que participan entre sí. Éstos pueden ser: diferencia de posturas en torno a la negociación con el gobierno, diferencia de estrategias operativas u aspectos geográficos que permiten mayor cercanía entre grupos. De esta forma, la composición social de ambas vertientes del movimiento es consecuencia y no causa de la división. En ese momento, la literatura acerca de la función social o el papel de las ONG en el medio rural y su historia en México no fue un factor de decisión, pues respaldaba la idea de una crisis de representación que ha ocasionado fuertes rupturas al interior del mundo de este tipo de organizaciones. Esto es, divisiones entre: i) las que consideran su función como de intermediación o representación de actores en desventaja económica o social con necesidad de apoyo, y ii) aquéllas que asumen una función constante de acompañamiento, procurando apoyar a los actores para empoderarse y asumir un papel activo en la transformación de su entorno (Rabotnikof, 2000; Gonzáles, 2002, 2005, Villaseñor, 2006). También está ampliamente documentada la división que, a raíz del surgimiento del EZLN, surgió entre los actores de base y las ONG, sobre los aspectos de representación por el hecho de “hablar a nombre de”, dejando al sujeto social en silencio y en espera de la acción salvadora de las ONG financiadas por alguna instancia supranacional (Reygadas, 1997; Gonzáles, 2002). De esta forma, los elementos históricos sobre el movimiento campesino, así como la teoría sobre las ONG y su función, permitían armar con fundamento una trama de conflicto de representación. Cabe agregar que, en este punto de la investigación, no había pensado todavía en una explicación desde la teoría de los movimientos sociales, puesto que ésta partía de

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pensarlos como una uniformidad o espacios de convivencia para luchar por una causa común. Era evidente para mí que los movimientos enfrentaban todo el tiempo tensiones internas debido a las identidades más individuales —aunque también colectivas— de las organizaciones que los constituían; lo encontraba claro en las diferencias morfológicas — constitutivas o estructurales— de cada movimiento. Por otro lado, en la literatura sobre movimientos sociales no miraba una referencia explícita a las ONG como actores importantes del juego. Así me di cuenta de que al enfocarme en ellas agregaba un elemento novedoso por considerarlas clave

—no sólo

como aliados u organizaciones “del movimiento social”— desde su identidad definitoria para consigo mismas y para con el resto de la sociedad civil. Para enfocarme en ellas como unidades de análisis, requería literatura del sector que me permitiera elaborar una hipótesis correspondiente. Sin embargo, poco después, la omisión de buscar teorías más amplias sobre los movimientos sociales y sus problemas internos se hizo evidente a la luz de los descubrimientos empíricos.

3. Segunda hipótesis y grupo de preguntas. Inicio del trabajo de campo

Al buscar un conocimiento general que fuera descriptivo de una fase no documentada del movimiento por la soberanía alimentaria y que, al mismo tiempo, explicara sus divisiones actuales, no podía dejarme apabullar por las observaciones potenciales. El temprano involucramiento con el movimiento, provisto por una clara idea del ámbito de investigación y por la disposición de los actores, dio resultados en el corto plazo y, aun antes de elaborar el guión de entrevistas, me permitió ver que mi hipótesis no estaba orientada de forma

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adecuada. En las reuniones del movimiento a las que tuve acceso inmediato, se consideraba como un problema la falta de presencia de organizaciones campesinas y la falta de vinculación de las bases comunitarias con el grupo coordinador, formado en su mayoría por ONG. Sin embargo, esta inquietud por la falta de actores locales, no atendía a una falta general de bases comunitarias, sino a un problema interno de representación y de falta de coordinación para lograr incluir, de manera efectiva, a todos los actores en la planeación del movimiento. Las organizaciones campesinas sí se consideraban partícipes, pero se encontraban ausentes del equipo coordinador debido a un problema de centralización, que implicaba el constante desplazamiento a la capital de México. Por este motivo, la mayor parte de comunicaciones del movimiento eran emitidas por a través de las ONG. El papel de las ONG era conflictivo para varias personas y, sobre todo, para las organizaciones campesinas de ese particular movimiento, sin embargo, el problema no era la representación que aquéllas ejercían en su hacer diario, sino en el papel centralizado y casi exclusivo que juegan en la construcción y planeación del movimiento de forma continua. Para las organizaciones campesinas, este papel es conflictivo pero inevitable. En realidad, no es la representación lo que causa los conflictos, sino la falta de comunicación para hacer de esta representación una función más democrática. Persistir en mantener una hipótesis inadecuada, quizá incidió en invisibilizar la información necesaria para responder la pregunta de investigación

—el dilema de la

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división en el movimiento— y llevarme a plantear una cuestión funcional como una causa. Es decir, describía, pero no explicaba. 3 Según King y Keohane (2000: 57), la solución al apabullante mar de posibles observaciones, cuando se busca un conocimiento general, consiste en la simplificación científica que implica elegir una teoría. De tal modo se puede elaborar una hipótesis que será evaluada a la luz de la teoría, permitiéndonos seleccionar hechos específicos. Para estos autores, el mejor proceder científico para organizar los hechos es que se trate de consecuencias observables de alguna teoría o hipótesis, lo cual simplifica el diseño y la realización de la tarea investigativa. Yo elaboré una hipótesis y, desde mi experiencia, busqué una teoría que me permitiera responder. Pese a que la teoría podría haber apoyado a mi hipótesis, esta última estaba mal planteada. La nueva información era constante y me permitía revisitar el problema y las hipótesis, pero los calendarios académicos exigían concluir el diseño de mi investigación. Con el apoyo de mi directora de tesis 4 —punto clave para tener versatilidad y avance en la investigación— pude distinguir los aspectos tácitos e implícitos 5 del movimiento, es decir, aquellos que requerían ser directamente preguntados a los actores y aquellos que obtendría

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Para Bunge (2000), la descripción de un fenómeno social no es una explicación. Para explicar

científicamente es indispensable conocer los mecanismos mediantes que subyacen al hecho, es decir, entender su composición y su estructura para encontrar las causas de sus procesos de cambio o estabilidad. 4

Metodológicamente, a menudo se obvia la elección del comité tutorial como parte de un proceso de

investigación. Sin embargo, no es una cuestión menor. Por esta razón, en un apartado al final del texto, expondré consideraciones y experiencias que podrían ser de utilidad para estudiantes de doctorado. 5

Información observable como estructura de funcionamiento, organizaciones más participantes, y procesos

para la toma de decisiones.

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de la observación. Con esta distinción, era posible que la obtención de información pudiera estar enfocada a mi pregunta de investigación, pero también fuera suficiente para atender a las nuevas hipótesis que se perfilaban como una necesidad. No es indispensable poseer una teoría completa antes de recoger los datos, ni tampoco ésta tiene que mantenerse inalterable durante el proceso. Teoría y datos interaccionan (King, Keohane y Verba, 2000); aprender de los datos y reorganizarlos como consecuencias observables de nuevas teorías, facilita recoger nueva información y evaluar nuevas teorías. Entender de antemano que la observación-participación-interacción constante con el movimiento me ofrecería información que no tendría que preguntar directamente, me permitió construir correctamente una guía de entrevistas para recopilar información de varios frentes: tanto de los que atendían a mi primera hipótesis, como de los que atendían a los nuevos datos y que perfilaban una segunda hipótesis. Así pude avanzar posibilidades correspondientes a la hipótesis nula, que situaba la división en aspectos estratégicos. Para elaborar la guía de entrevistas, me plantee varios “juegos” de hipótesis al unísono que revisaba todos los momentos conocidos del movimiento, buscando en la historia elementos que implicaran “puntos de quiebre” respecto a las acciones o decisiones tomadas con anterioridad, momentos que hubieran cambiado el rumbo del movimiento. La totalidad de elementos de dichos juegos de hipótesis del ejercicio estuvo representada en la guía de entrevistas. En esta etapa pude percatarme, a raíz de la búsqueda de bibliografía adicional y de la información recabada en las entrevistas, de un gran vacío de documentación sobre una etapa específica del movimiento campesino: aquella en la que transita de ser un movimiento sectorial por apoyos productivos (1970-2003), a otro de naturaleza plural con

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demandas basadas en derechos humanos, y que enarbolaba la bandera de la soberanía alimentaria para abarcar todo el sistema alimentario, desde la calidad de los insumos agrícolas hasta el último eslabón de la comercialización. Esta fase del movimiento es clara para sus activistas y organizaciones, pero no está documentada, lo cual reveló otro de los aportes que tendría mi investigación. El periodo de entrevistas fue particularmente intenso, pues a la vez que ordenaba la información recabada, revisaba nueva literatura que me permitía asociar la información con la investigación especializada. Como ya había descartado una primera hipótesis en favor de un conjunto más amplio de hipótesis —colocadas en la teoría de los movimientos sociales, de la estrategia y de la identidad-identidades colectivas—, mis horizontes se ampliaron considerablemente. Tenía que analizar, asociar y descartar bibliografía, así como profundizar en aquella que probaba su valor para explicar mis observaciones y mis datos. La nueva literatura sobre los diversos aspectos de los movimientos —ideológicos y colectivos (Benford y Snow, 2001), culturales (Gamson, 1996), identitarios (Jasper y Polleta, 2001; Goodwin, 2001), y estratégicos (Freeman, 1999; Meyer y Staggenborg, 2008)—, me permitió reconocer en las ONG a un tipo de organización del movimiento social necesario para su construcción y funcionamiento, aunque también me llevó a distanciarme de ubicarlas como mi unidad de análisis. Entender la unidad de análisis para enfocar la mirada fue difícil porque no se trataba del o los movimientos mismos, sino de todas las organizaciones que los conformaban. En ellas tendría que concentrarme para entender las diferencias que las hacían permanecer separadas de ambos movimientos, comprendiendo sus distintas formas de organizarse al interior, para definir su acción y posición hacia el exterior. Los nuevos datos, complementados con más bibliografía, me permitieron visualizar una amplia gama de

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organizaciones como unidades constitutivas de los movimientos, cada una desde su identidad organizacional, su misión institucional, y su relación con otras esferas de la sociedad civil. Por lo tanto, una parte del conflicto estaba en las unidades constitutivas, esto es,, todas las organizaciones del movimiento social, como entes en constante negociación, con intereses propios y colectivos, derivados de trayectorias de activismo muy particulares. Desentrañar los distintos niveles que constituían el movimiento comportaba un problema para continuar las entrevistas: las organizaciones están integradas por personas que, cuando hablan del movimiento y su historia, mezclan el punto de vista individual con las reflexiones elaboradas colectivamente por la organización. Era muy difícil evitar que los sentimientos o los puntos de vista personales no influyeran las opiniones, por lo que tuve que pedir a los entrevistados subsiguientes que trataran de separarlo. Me concentré en las personas clave que habían sido mencionadas en todas las entrevistas previas, es decir, aquellas que eran percibidas como líderes para construir —o destruir, en el sentido de dividir— el movimiento. Las entrevistas fueron de formato abierto y de larga duración, 6 ya que cubrían varias posibles hipótesis. Debido a la falta de claridad de la hipótesis y a la necesidad de que ésta se dibujara gradualmente, parecía lo más lógico hacer el análisis de los datos por categorías derivadas de la información misma, según la teoría fundamentada de Glasser y Strauss (1967), asignando grados de importancia basados en la frecuencia de la mención de cada elemento dentro de las categorías.

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Entrevistas de este tipo no siempre son posibles y no es consideración menor —al elaborar un guión de

entrevista— pensar en el tiempo y empatía que se pueden esperar por parte de los entrevistados.

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La teoría fundamentada me ayudó a percatarme de las diferencias organizativas y operativas de cada movimiento, pero también de los ingredientes que las organizaciones de cada uno consideraba prioritarios para diferenciarse y caracterizarse, colocados fuertemente en la identidad desde la que construían y entablaban la lucha, así como en las jerarquías que se asignaban y autoasignaban los actores desde sus identidades y entre identidades para tomar decisiones de acción. Para la rama del movimiento que se asume como indígena, más que como campesina, el papel de representación era desdeñado por actores de base, sin embargo, éste no era causa de la división con el otro movimiento en donde tenía un carácter secundario, sino un factor considerado de antemano para la aceptación de una organización dentro de cada movimiento. Al final del periodo de entrevistas —cuarto trimestre académico en la Flacso México—, las hipótesis se redujeron, al igual que el marco teórico, para explicar los nuevos elementos arrojados por la información obtenida a partir de la interacción con los actores de mi universo de investigación. La nueva hipótesis quedó así: las alianzas estratégicas que permiten definir amigosenemigos para la construcción del movimiento social pueden darse en función de:

a) Posición ante gobierno. b) Estrategias de cada colectivo participante y objetivos de la lucha (prioridades, escalas y públicos de incidencia). c) Posición ante las instancias de financiamiento para las actividades del movimiento.

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d) Posición ante aspectos de representación e intermediación para designar estructuras directivas y operativas. e) Relación entre líderes o figuras públicas y bases sociales.

Estos aspectos son evaluados por los distintos actores colectivos a fin de decidir la formación de alianzas que permitieran el consenso para construir y direccionar al movimiento. A su vez, con esta nueva hipótesis se enfatizaba en los aspectos estratégicosinstrumentales como unidades de discernimiento para establecer categorías de aceptación o rechazo a actores organizados. La hipótesis alternativa enfatizaba aquello funcional inherente a la identidad de cada organización, su visión del mundo y la misión que se atribuía en su función social y como parte de un movimiento, de tal modo que la identidad era colocada en la base de la división entre movimientos: la identidad como elemento definitorio de aliados, de entornos de colaboración al conseguir encontrar un lugar de comodidad para la convivencia y la negociación. Era evidente, con la exploración progresiva de los datos y el predominio de categorías de análisis —así como el descarte de otras—, que todos los actores en cada movimiento atribuían, o se atribuían, dentro de la estructura organizativa de este último, papeles diferentes a las ONG. El movimiento que hablaba desde una identidad indígena, antes que campesina, señalaba que había nacido a raíz de una reunión amplia en la que organizaciones campesinas e indígenas, junto con ONG, se había discutido el concepto de soberanía

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alimentaria propuesto por Vía Campesina, 7 así como la exigencia de su adopción por parte del gobierno. En ese evento, un líder invitó a la clausura a la dirigente nacional de la organización nacional campesina más corporativizada, eso ocasionó descontento entre las ONG y las organizaciones campesinas e indígenas, una fractura que, aunque no fue determinante, jamás seolvidó por parte de los que consideraban que su función era de servicio a las comunidades de base, no de toma de decisiones para los momentos clave del movimiento. Posteriormente, ante el anuncio de que existía maíz transgénico en milpas indígenas de Oaxaca, el colectivo se reunió de nuevo para discutir las implicaciones y posibles rutas de acción: para el movimiento indígena, la introducción de maíz transgénico al país atentaba contra el cultivo básico no sólo desde la perspectiva económica, sino contra una cosmovisión del territorio y la identidad étnica de varios grupos que se construye alrededor del maíz y que producen variedades nuevas de la gramínea mediante el intercambio y la experimentación, consiguiendo así semillas adaptadas al clima, suelo y gustos culinarios locales. Para el movimiento indígena, la negociación con el gobierno estaba eliminada como estrategia posible a raíz del continuo avance en los permisos para introducir transgénicos, lo

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La Vía Campesina es un movimiento campesino altermundista que reúne a millones de campesinos y

campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres rurales, gente sin tierra y trabajadores agrícolas. Está compuesto por 148 organizaciones miembro, activas en 69 países de Asia, África, Europa y América. Red internacional amplia de organizaciones sociales como ONG, académicos y comunidades que rechazan la posibilidad de establecer alianzas con gobiernos mientras existan tratados de libre comercio y mecanismos agresivos de mercado.

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cual se había hecho pese a la recomendación internacional que aconsejaba prohibirlos en México. Para este movimiento era claro que el gobierno mexicano no tenía intención de modificar la legislación, lo cual llevó a este contingente del movimiento a optar por una resistencia desde el territorio, cortando la vía de la negociación y luchando por difundir los efectos de la introducción de transgénicos ante las comunidades rurales que siembran maíz. Por su parte, para el movimiento de base campesina, la negociación con el gobierno resultaba indispensable, en tanto que no existe otra posible fuente de apoyos para la producción en una escala nacional. Este otro movimiento —también opuesto a los transgénicos, y que ostenta demandas productivas—, optó por la vía política como arena de actuación, lo cual fue causa de una segunda fragmentación importante. Pese a que las arenas de actuación parecerían diferencias estratégicas que explicaban la división, no eran suficientes para entenderla, por lo que hubo que vincular todos los componentes estructurales y funcionales de cada movimiento, con las decisiones diferenciadas y analizarlas para tener una explicación comprensiva del mecanismo de cada movimiento, de tal forma que pudieran compararse y contrastarse entre sí. Fue la literatura ya mencionada, la que me permitió ubicar, en inicio como ensayo, las diferencias en la forma de definir el problema y de imaginar su solución para aspectos de corte ideológico, partiendo de la identidad desde la cual hablaban las organizaciones y los entrevistados. Esto me indicaba que —si bien mi hipótesis era acertada en lo tocante a que las diferencias entre movimientos de debían a sus decisiones estratégicas, y que estas decisiones requerían de consenso y afinidad entre las organizaciones para guiar el movimiento con coherencia— faltaba hallar el mecanismo, es decir: el proceso subyacente que vinculaba la estrategia —el elemento más visible—, con los actores sociales del movimiento. El mecanismo me permitiría explicar cómo es que las alianzas entre actores

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organizados derivan en decisiones estratégicas particulares. La nueva literatura que tenía pendiente de revisar, me permitió ordenar en un esquema lógico los distintos elementos que tenía como material “de campo”, tanto las notas de las reuniones llevadas en un archivo que vaciaba en mi diario, como las transcripciones y análisis de las entrevistas. 8 Mi siguiente apuesta fue apuntar a las identidades —los rasgos que una persona resalta como los que la adscriben a un grupo— como elementos ideológicos que rigen en lo emocional y, por lo tanto, sustentan las decisiones de acción. Además debía revisar las estructuras organizativas que cada movimiento tenía y que les indican cómo organizarse internamente para tomar las decisiones estratégicas. La observación me dio una pauta importante: en el movimiento indígena existían jerarquías, mientras que en el movimiento de constitución campesina no. La revisión de un amplio cuerpo de literatura me permitió vislumbrar el problema desde perspectivas distintas y encontrar las combinaciones teóricas más adecuadas, entendiendo así que la perspectiva cultural, como marco general de mi enfoque, tenía mayor afinidad con mi forma de ver la realidad. También pude repensar la pregunta a la luz de los datos procesados de entrevistas y notas de campo, además de la continuada interacción, ahora con ambas ramas del movimiento. La elaboración de tipologías de organizaciones y el reconocimiento de las identidades organizacionales, atendiendo a los antecedentes teóricos, me condujo a otra literatura para entender los conflictos internos de los movimientos sociales, así como su influencia en las decisiones estratégicas, que son la manifestación visible de la acción 8

Nunca se pensó en hacer un análisis intensivo de las entrevistas, pues me interesaban categorías generales y

elementos históricos compartidos por las organizaciones del movimiento, no por las personas entrevistadas de manera individual.

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colectiva. Sin embargo, incluso en esta bibliografía encontré un vac+io, ya en pocos casos se profundizaba en la interacción de las identidades, estructuras organizacionales y las decisiones estratégicas, como un proceso continuamente cambiante que redefine las afinidades, los objetivos y las aproximaciones hacia la sociedad política en los movimientos sociales. Mi hipótesis, en la forma a la que había llegado, no era adecuada para dar cuenta de los aspectos de conformación interna y la toma de decisiones para la acción como factores codependientes, pues apuntaba únicamente los elementos evidentes de estrategia para definir afinidades. Esa hipótesis sólo daba cuenta de aspectos considerados para establecer alianzas, pero no permitía entender las configuraciones sociales, las estructuras operativas y el peso de la historia para reflexionar sobre los repertorios, con base en las lecciones aprendidas y en las relaciones de confianza que se producen entre las afinidades ideológicas. Era una hipótesis insuficiente y todo apuntaba a validar mi hipótesis alternativa. La literatura sobre decisión estratégica con autores como Meyer y Staggenborg (2008) y Ganz 9 (2010) me aportó rutas para descomponer las manifestaciones exteriores del movimiento: i) las arenas o ámbitos de incidencia; ii) las demandas que permiten conocer el enmarcamiento del problema desde la perspectiva de cada movimiento, así como el discurso empleado para resaltar la importancia del movimiento y sus elementos; y iii) las tácticas que ponen de relieve las formas aceptables de la acción y las formas de pensar la solución ideal para el conflicto. Con esta conclusión fue posible separar analíticamente las

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Ganz, Marshall. 2010. Resources and Resourcefulness: Strategic Capacity in the Unionization of California. The American Journal of Sociology105 (4):1003-1062.

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decisiones estratégicas del movimiento, como el resultado visible de procesos internos de deliberación entre actores distintos y mediante formas organizativas diferenciadas. La narración histórica proveniente de los entrevistados me permitió ubicar la historia y las historias detrás de cada movimiento, gracias a lo cual conocí los momentos de fractura, pero no los motivos para que la división se volviera constante. Para esto sirvieron las categorías de análisis, tanto las emanadas de los datos como las generadas por mí, lo que llevó a separar por tipo de organización y por identidad asumida. Con esta información, la cual se complementó con mis datos observables referidos a la estructura operativa y a la jerarquización en cada movimiento, pude unir las teorías que, a lo largo del desarrollo de la tesis, habían sido recurrentes: aquélla de corte histórico sobre las ONG, y la que versa sobre representación y liderazgo, estructura y dirección de los movimientos sociales, ideología, identidad, y enmarcamiento.

4. Planteamiento final de la investigación

Del recorrido reseñado arriba, la hipótesis final quedó expuesta del siguiente modo:

La hipótesis que dirige el análisis en la presente investigación, parte de pensar que las estrategias definidas por cada movimiento son un producto directo de las relaciones sociales entre las organizaciones que lo constituyen, las cuales se desarrollan en redes con entramados específicos, con diferencias evidentes en su configuración social (identidades de los actores), así como en su estructura operativa. Cada entramado vincula a los actores reflejando aspectos culturales

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(Emirbayer y Goodwin, 2004), identitarios (Gamson, 1991; Polleta y Jasper, 2001), e ideológicos (Klandermans, 1993; Snow y Benford, 2000), los cuales repercuten en los acuerdos operativos (Meyer y Staggenborg, 2008) que se toman a manera de consenso para construir al movimiento. Estos elementos permiten la vinculación en formas específicas para el establecimiento de jerarquías y la asignación de funciones para cada tipo identificado de actor social; entre estas funciones figura la toma de decisiones estratégicas que orientan la acción del movimiento y le dan una imagen hacia el exterior. Las diferencias en las relaciones sociales, y en los actores que constituyen a cada movimiento, tienen un origen importante en las trayectorias de activismo de cada actor social, pues han permitido aprendizajes y reflexiones diferenciadas para ver soluciones concretas en la lucha por la soberanía alimentaria para México.

Esta serie y encadenamiento de elementos analíticos abrían pauta para establecer una jerarquía y un orden causal con el propósito de explicar el mecanismo de la división, de tal forma que, atendiendo a la composición y estructura de cada movimiento, podía entender y exponer las diferencias que impedían la re-unión como un sólo movimiento. El elemento ideológico que permitía comprender el enmarcamiento, es decir, la delimitación y los matices del problema, era determinante para tener en claro las decisiones y las evaluaciones estratégicas de cada rama del movimiento. Las trayectorias de activismo y las evaluaciones de la acción permiten que cada actor cree repertorios aceptables: arenas, tácticas y demandas aceptables de acuerdo con una ideología de lucha y de sociedad objetivo, era en estas trayectorias que se definían y descartaban los aliados. Las configuraciones resultantes —tipos de actores con roles asumidos y asignados— coincidían

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en ver la acción estratégica orientada a las audiencias como un resultado lógico de relaciones que estructuran al movimiento mismo de la forma ideal. El resultado de las evaluaciones diferenciadas sobre la realidad y sus problemas permitió la formación de dos contingentes ideológicos, cuya estructura organizacional asigna distintas jerarquías: en el primero, las ONG son actores que participan con sus proyectos propios en un esquema de horizontalidad con organizaciones campesinas, mientras que, en el segundo, las comunidades y organizaciones indígenas son protagonistas que dirigen la acción del movimiento. Aquí, las ONG supeditan sus proyectos a las necesidades detectadas por un movimiento más amplio: el indígena. Las trayectorias diferenciadas que, a partir de 1994, tuvieron movimientos indígena y campesino, obligaron a que las ONG de desarrollo rural tomaran decisiones respecto a su función social, encontrando acomodo y afinidad como copartícipes en uno u otro movimiento. El tema alimentario fue asumido como indispensable por ambos movimientos, obligándolos a posicionarse en torno a los mismos elementos de la realidad política que afectaba al sector agroalimentario. Las identidades organizacionales —que reflejan los elementos ideológicos en los que se fundamentan las decisiones de acción—, junto con la estructura operativa que se definió para cada corriente del movimiento, permitieron decisiones estratégicas completamente diferenciadas: si bien las demandas son muy similares, las tácticas y arenas de incidencia no lo son. Una rama trabaja en un esquema de movimiento social sistémico, buscando incidir en la modificación de políticas, mientras que la otra es totalmente antisistémica, rechazando de facto la entrada de programas gubernamentales a las comunidades.

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Los múltiples proyectos de las ONG que convergen en la rama sistémica hacen de éste un movimiento altamente diverso en temas, ejes de trabajo e incidencia. Para la corriente antisistémica existe un sólo proyecto definido por las comunidades indígenas, y en éste las ONG trabajan arduamente a manera de aliadas técnicas. Es así como las trayectorias y los aprendizajes derivados permiten definir afinidades. La definición de afinidades con identidades diferenciadas permite observar las configuraciones sociales que, para la operación, se estructuran con base en las ideas de función social de las distintas identidades que tiene el colectivo; las jerarquías derivadas de esta estructura definen a los actores protagónicos y ellos toman las decisiones estratégicas que atienden a sus intereses particulares. La teoría daba cuenta perfectamente de esta serie de hilos, aunque no en un mismo trabajo. Los elementos estaban dispersos y necesitaban ser integrados; en este sentido mi trabajo de tesis es un aporte al conocimiento. De igual forma, logré dar cuenta de las ONG como actores del movimiento social con conflictos internos y sectoriales que permiten una amplia diversidad que da vida a la sociedad civil en México. Finalmente, las preguntas de investigación demostraban la gran complejidad que existe detrás de un movimiento multiidentitario e integraban elementos de mi experiencia en el trabajo de campo, de mi análisis de la información obtenida, y de la teoría contemporánea sobre movimientos sociales y decisión estratégica.

5. Consideraciones metodológicas relevantes

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Hasta ahora he hablado del proceso de ida y vuelta entre teoría e investigación empírica y de la forma en que éstas se retroalimentaron durante la investigación, la cual había comenzado con una primera hipótesis que, gradualmente, se fue definiendo como un problema de investigación, mismo que tuvo también los aportes de la interacción con los actores de mi estudio. La pertinencia de esta acción me lleva a afirmar que la “pasión” es importante en la investigación, de tal forma que el trabajo de campo sea una fuente de experiencia que permita el interés constante del investigador y el deseo de participación y de reflexión. Esto es, buscar ámbitos de estudio en los que estén presentes los intereses personales permite, bajo circunstancias como cercanía geográfica, disponibilidad de tiempo, apertura de los actores, etcétera, un acercamiento temprano a la definición del problema de investigación y la elaboración de hipótesis con datos empíricos en la mano, interactuando, al mismo tiempo, con los sujetos en estudio, quienes se transforman en aportadores de elementos que ayudarán a plantear la pregunta o la hipótesis de investigación, si se les informa de la pertinencia social del proyecto. Ahora quisiera detallar algunos aspectos clave que guiaron los procesos de escritura y análisis, lo mismo que algunas coyunturas que me hicieron elegir rutas teóricas y analíticas específicas. Una encrucijada así es común y, aunque a menudo parezca que mucha información o intención se pierde en el camino, es necesario tomar decisiones y simplificar la información y los enfoques necesarios para concluir, en tiempo, un proyecto de investigación. Es elemental entender que existen proyectos derivados, como artículos o propuestas para investigaciones posteriores, para los cuales se puede dar un buen uso de la información que no se emplee en una tesis, de esta forma existen datos que apoyan el posterior desarrollo profesional de un investigador.

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Inferencia-Causalidad. Para autores como King, Keohane y Verba (2000), la investigación social es un mundo de inferencias y procesos mediante los cuales se comprende un fenómeno a partir de un conjunto de observaciones. Las inferencias son explicaciones de hechos inobservables a partir de lo que conocemos y requieren que la información se organice en el marco de una teoría o hipótesis. Las inferencias ayudan a describir fenómenos con un ojo informado, esto es, con una mirada teórica, por ello, cuando con pocos elementos empíricos o teóricos se plantea una primera hipótesis para iniciar una investigación, es común que sea incorrecta, pues se trata de una inferencia a partir de algunos datos y observaciones. Sin embargo, conforme el proceso avanza, la información vertida en las hipótesis tiende a ser más sólida y explicativa del fenómeno que interesa estudiar. Pero la investigación social es también un mundo de causalidades atribuidas (Mahoney, 2004-a; King et al., 2007) de tal forma que, además de inferir y describir, busca determinaciones entre elementos del mundo social. La causalidad tiene un potencial explicativo único, que opera no sólo en las ciencias, sino en la vida diaria de todas las personas; permite significar acontecimientos como detonantes de cambios particulares. Sin embargo, así como en la realidad no existen las causas únicas, la explicación científica no puede limitarse a buscar una causa para un efecto, esto sería un error en el diseño de cualquier investigación, pues la causación múltiple es a menudo una hipótesis más adecuada que la causación simple (Bunge, 1965). Las inferencias a las que llega un investigador al plantear una hipótesis que explique el fenómeno estudiado, deben considerar las determinantes no causales, por ejemplo, las condiciones y predisposiciones de los actores, o el momento histórico-social, que son elementos relevantes y condicionantes, pero no causales. Es la conjunción de lo causal con

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lo condicionante lo que permite comprender mejor los fenómenos, tanto en las ciencias naturales como en las sociales. En los movimientos sociales que yo estudiaba, con una larga historia de convivencia entre actores sociales diferenciados, encontrar las causas de la división era complicado con el punto de partida de la información disponible tan pobre. Incluso los integrantes del movimiento tenían percepciones distintas acerca de los motivos de la división: diferencias en los sucesos que se interpretaban como causa, en los tiempos en que se ubicaban los sucesos y en las personas u organizaciones que los habían detonado, así como en las motivaciones que se atribuían a quienes consideraban personas clave en la división. Evidentemente, atribuir la división —como causa— a la función social de uno de los actores que participaba (las ONG) era un error cuyo origen se debía en el desconocimiento de la historia de los movimientos sectoriales —indígena y campesino—, la cual data de muchas décadas atrás. Esto me hacía invisibilizar condiciones históricas que podían ayudar a encontrar elementos causales. De ello me di cuenta oportunamente gracias al continuo proceso de contraste de mi hipótesis con la realidad. Ahora bien, de cualquier forma, la función social de las ONG, o mejor dicho, la percepción de otros actores sobre su función social, no eran realmente factores causales, sino elementos ideológicos contextuales. En dado caso, tenía que rastrear un evento particular que hubiera detonado discusiones específicas en torno a esta labor, para encontrar una causa potencial. Primero tenía que conocer a los movimientos sociales en cuestión y sus mecanismos de funcionamiento, esto es, los procesos con los se mantenían estables para entender aquéllos que habían desestabilizado. Comprender los procesos sociales detrás de un movimiento no es novedad, afortunadamente hay abundante literatura al respecto, sin

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embargo, existen múltiples perspectivas teóricas para ubicarlos. Para ello me apoyé en la definición de teorías generales de Mahoney (2004’a: 461); éstas permiten contextualizar agentes y mecanismos causales específicos para clarificar las complejidades de la realidad, contienen postulados generales para aproximarse al análisis social, y dan orientaciones analíticas sobre la agencia del mundo social y su estructura. Normalmente, un investigador tiene, de manera personal, afinidad por determinados postulados de una teoría general. En mi caso, la perspectiva cultural —que traza la colectividad con base en afinidades específicas como agente causal, y las prácticas semióticas como mecanismos generales para explicar los sucesos— era adecuada y orgánica a mi pensamiento cotidiano. Es importante reconocer que el marco general de pensamiento de un investigador lo lleva a adscribirse a teorías que orientan sus presupuestos. El uso eficiente de éstas permite lograr mayor coherencia explicativa. Una teoría general posibilita la elaboración de un marco teórico bien construido y sin “cajas negras” (Mahoney’a, 2004) que dificulten no sólo la lectura, sino el entendimiento de las atribuciones que se pretenden, tanto descriptivas como causales. La definición de una teoría cultural como marco me permitió elaborar una tipología de actores constitutivos de cada movimiento, con lo que se logró describir su composición. Posteriormente, tener clara su estructura, la función que se atribuyen, se asignan y aceptan los distintos tipos de actor en cada movimiento, me facilit{o arribar a las diferencias en el comportamiento y en los procesos que se vivían en cada corriente, resaltando el peso de las jerarquías para decidir la orientación de la acción colectiva. Los mecanismos o procesos detrás de un movimiento no pueden observarse, tienen que conjeturarse, y las hipótesis de investigación a menudo apuntan a evidenciar estos

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mecanismos para encontrar en uno de sus elementos, las causas particulares de sus cambios o de su estabilidad (Bunge, 2000). Con una adscripción clara a la teoría cultural, los mecanismos estarían en elementos ideológicos de los actores que constantemente reafirman o redefinen sus afinidades para dar continuidad o fragmentar el movimiento. La constante reelaboración de la hipótesis, aunque fuera mental e in situ, me permitió separar sus elementos constitutivos con fines analíticos, para encontrar así en cada uno de aquéllos una explicación probable de la división. El recuento histórico de los movimientos, por otra parte, fue útil para contextualizar sus fases y trazar los motivos de los actores para preferir ciertos repertorios estratégicos, entendiendo que el peso de la identidad, que rige sobre la ideología o cosmovisión, es omnipresente para enmarcar los problemas, los significados de la lucha y las acciones estratégicas aceptables o coherentes. Las discrepancias —acumulativas en el caso de estudio, puesto que se trató de varias entre distintos actores— en torno a las acciones adecuadas ocasionan relaciones conflictivas que se resuelven con la negociación o la separación, pero, al mismo tiempo, permitieron una gradual definición de alianzas basadas en formas afines de ver el problema y su potencial solución. La teoría me permitía relacionarme mejor, me daba ingredientes para continuar reelaborando las hipótesis y para conversar de manera más informada con los integrantes del movimiento, lanzando apuestas en la conversación que a menudo sorprendían a los actores, con lo cual llegué a recibir comentarios como: “curioso, es así, pero no lo había pensado”.

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Descarte de hipótesis. El trabajo de campo me proveyó de acceso al orden social negociado y a los procesos con los que negocian y se sostienen los colectivos (Bechhofer y Paterson, 2000). Habiendo comenzado con una pregunta e hipótesis de investigación —el entendimiento del funcionamiento de cada movimiento, de sus conflictos, agendas y lenguajes—, se gestaban explicaciones alternativas que incorporaban elementos sociales, pero también exigían agregar más teoría, de tal forma que pudiera remitirme a los estudios antecedentes capaces de situar a los nuevos elementos conceptualmente en mi explicación y en mi comprensión del fenómeno. Como ya he comentado, la reelaboración de hipótesis es una constante y deriva de la contrastación de los supuestos, de la teoría y de los observables de manera iterativa y sistemática. En realidad, las hipótesis, que suelen partir de un conocimiento empírico de la situación y de un conocimiento mínimo 10 del estado del arte, sugieren una asociación. Es trabajo del investigador explorar si la asociación refleja causación, observando los mecanismos que vinculan la causa y el efecto en casos particulares (Mahoney, 2004-a). Considero que una hipótesis de investigación es una respuesta provisional que, evidentemente, debe guardar consistencia lógica con el conocimiento científico —las teorías y el saber acumulado en el área temática respectiva— y debe ser empíricamente contrastable (Cortés, 2005). Ajustar la hipótesis constantemente implica revalorar los supuestos del investigador, a raíz de los resultados de la observación o la experimentación. Esto se hace mediante la contrastación teórica y de la realidad con las asociaciones implícitas en una hipótesis. Se trata de una herramienta que impulsa el avance de la

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Mínimo, en comparación con el que se adquirirá durante y al finalizar la investigación.

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investigación, permitiendo que el investigador encuentre nueva información y descarte suposiciones previas. Quedarse con una hipótesis inicial que no tuviera modificación alguna sería partir de un planteamiento purista de la ciencia, que daría lugar a resultados de sencilla refutación, puesto que el punto de partida sería un conjunto acotado de elementos teóricos y empíricos, olvidando que éstos permiten profundizar gradualmente en el conocimiento del tema consiguiendo así la elaboración de hipótesis más informadas y asertivas. Es poco a poco, y con mayores elementos analíticos y empíricos, que el investigador atribuye a los hechos que pretende poner en claro la necesidad de las relaciones lógicas dentro de la estructura teórica que pretende explicarlos (Cortés, 2005). La permanente contrastación de mi hipótesis con la teoría y con lo que observaba en el movimiento, me permitía reelaborarla, por las incoherencias halladas en su planteamiento respecto a lo observado y escuchado en la realidad y con lo que la teoría me marcaba. Así logré desechar casi de inmediato la primera hipótesis, pues, si bien se apoyaba en la teoría sobre los problemas de las ONG en México, no me permitía explicar la división al interior del movimiento, ya que había otros elementos que tenían más peso en las emociones de los integrantes cuando explicaban por qué se encontraban separados. Un paso metodológico sumamente útil fue la toma de notas en las reuniones, para lo cual había destinado un cuaderno específico. En el anverso de las hojas anotaba datos relevantes para la elaboración de la tesis, transcripciones y notas de lo que se hablaba en la reunión, mientras que en el reverso anotaba toda la información relevante para la hipótesis y para las preguntas de la investigación: observaciones particulares sobre las relaciones, emociones y puntualizaciones al hablar desde el otro movimiento o en los momentos de toma de decisiones. Así podía repensar las hipótesis con base en lo que se había comentado.

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La teoría ayudó en la motivación, pero también fue abrumadora. Cada nuevo cuerpo de literatura que revisaba, inducida por las nuevas observaciones y sugerencias de mis lectores y directora de tesis, me aportaba elementos teóricos que quería emplear para explicar la división. Entonces, tanto con la teoría como con la información, tuve que hacer una depuración que —aunque simplificara en cierto grado la enorme complejidad que implicaban las relaciones sociales estructurantes y reestrucurantes del movimiento— me permitiera dar cuenta de los elementos analíticos mínimos y sus interrelaciones, para entender exclusivamente la división y su efecto sobre las estrategias.

Niveles de teoría. La elección de un marco teórico puede parecer abrumadora en un principio. La necesidad de aclarar una teoría general, aquella que dé cuenta de nuestros supuestos detrás de los mecanismos causales, me llevó a una búsqueda en mi propia experiencia y en la bibliografía pertinente. En un inicio, para mí fue difícil asimilar que una teoría se divide en niveles y que existe un lugar para cada uno de ellos en el desarrollo final de la investigación. La teoría general puede parecer a menudo explícita, pues permite al lector entender nuestro punto de partida para asociar las causalidades. En un inicio, sin pretender hacerlo, mi investigación parecía estar enmarcada en supuestos de la elección racional, según la cual los actores toman decisiones de participación en un movimiento social por los beneficios instrumentales que conlleva estar ahí. Mi convivencia con los actores del movimiento me indicaba otro tipo de mecanismo causal, la intención de estar ahí no estaba relacionada únicamente con los logros previstos para la organización o con los objetivos del movimiento. Las personas están ahí con una convicción personal que trasciende el espacio del movimiento; las actividades que realizan en su vida diaria son bastante coherentes con

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las metas de participación del movimiento y con en la búsqueda de beneficios sociales, no individuales u organizacionales. La idea de soberanía alimentaria implica logros políticos, sociales y económicos en todos los eslabones de un sistema alimentario, por lo que la gama de actividades de las personas y organizaciones involucradas en la lucha implica esfuerzos fuera de horarios y espacios laborales, en una atmósfera de gran incertidumbre, por lo tanto, los objetivos instrumentales son realmente lejanos como para ser los únicos que motiven a los participantes. Una teoría general que apelaba a la cultura y a la interpretación simbólica era mucho más apegada a lo que yo veía suceder y atestiguaba respecto al movimiento y a su ámbito temático. Una vez entendida la diferencia entre niveles de teoría, las lecturas críticas que se realizaron de mis avances me permitieron ver que las teorías sobre decisión estratégica y estructura organizacional de los movimientos sociales, están cimentadas en una base totalmente

racionalista.

Faltaba

emoción,

faltaban

sentimientos

y

razones

no

instrumentales, lo cual implicaba agregar nuevas teorías sobre mecanismos causales culturales. Ello me llevó a otra revisión para recanalizar el énfasis en las motivaciones de los participantes para estar ahí, esta vez con una coherencia que permitiera resaltar las disputas en torno a las decisiones estratégicas que provocaron la división: el elemento ideológico y cultural que subyace a las decisiones estratégicas. La teoría general no tenía que especificarse como tal, pero debía permitirme hilar coherentemente todos los demás elementos teóricos empleados y rescatados a raíz de la investigación. En esto me encontré con un problema: no existe literatura acerca de la influencia de las trayectorias sobre las configuraciones sociales y de éstas sobre las formas

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organizativas en los movimientos sociales. Tenía que remitirme a los marcos identitarios y entender que uno de los aportes de la tesis era llenar ese vacío: la necesidad de agregar elementos que expliquen, sobre todo en movimientos antisistémicos —una de las corrientes del movimiento es antisistémica—, las asignaciones de roles y las trayectorias que llevan a que un mismo movimiento cambie de enfoque a lo largo del tiempo y de la lucha.

Comité académico. Un par de elementos que suelen ser pasados por alto en el proceso de investigación son los calendarios institucionales y los académicos que apoyan en la construcción de la investigación y en su escritura. A menudo, la metodología parece ser una serie de pasos inamovibles y los calendarios exigen un cronograma detallado sobre los procesos de investigación, apegados a textos metodológicos que marcan la elaboración de una pregunta, el establecimiento de una hipótesis y el trabajo para refutar o comprobar las hipótesis y así contestar la pregunta de investigación. La tarea es mucho más diversa. En realidad, es un quehacer analítico en el que se van descartando y reelaborando hipótesis; es un proceso iterativo que mezcla análisis, experimentación y modelación de forma continua y, por lo tanto, es totalmente relevante permanecer en contacto, hasta donde sea posible, con los sujetos o el ámbito de estudio. La rapidez y facilidad del investigador para cambiar de perspectiva analítica y jugar constantemente con sus variables de investigación —incorporando o retirando elementos arrojados por los datos y por la experiencia en el trabajo de campo— es preferible para la elaboración constante de nuevas hipótesis. En esto es determinante el apoyo del cuerpo de tutores y lectores que un estudiante decida incorporar en su comité: escoger a un director de tesis comprometido es crucial para

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lograr claridad teórica en el problema; en esto, también los lectores son fundamentales. Diferentes corrientes de pensamiento en un mismo comité pueden ser problemáticas. Mi caso fue excepcionalmente productivo porque ambos lectores tenían una tradición importante como activistas, de tal forma que su involucramiento con el tema fue total, con objetividad y experiencia para reconocer los problemas internos de un movimiento social y las contradicciones constantes que confrontan a los activistas. Para mí, los momentos de defensa, de proyecto y de borrador, fueron espacios adecuados para la discusión: de inquietudes, por parte mía; y de sugerencias que aportaban al proyecto o avances, por parte de tutores y lectores. Considero que esos espacios de defensa, además del debate entre académicos, tienen que constituir para el estudiante momentos de objetividad en la evaluación del comité tutorial, en el sentido de evitar que se conviertan en discusiones entre enfoques académicos por parte de los lectores y director de tesis, poniendo al estudiante en una situación incómoda. Estos espacios de debate y de defensa pueden ser aprovechados para lograr consenso y armonizar enfoques académicos que hagan de la investigación un aporte real a la ciencia y sirvan a la formación del estudiante.

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