Rusia en Siria: Razones de algunos éxitos y cuestiones a futuro

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RUSIA EN SIRIA: RAZONES DE ALGUNOS EXITOS Y CUESTIONES A FUTURO
Guillermo Lafferriere
Desde hace semanas la fuerza aérea de Rusia viene actuando desde el territorio sirio con una constante actividad. Emplea en esa acción diferentes tipos de aeronaves de su inventario. Algunos son aviones caza bombarderos ya veteranos y otros son de los más modernos que posee. Al mismo tiempo, está utilizando misiles lanzados desde plataformas navales en el Mar Caspio, y es muy probable que esté empleando drones para la recolección de información y también que algunas tropas, de sus fuerzas especiales, estén destacadas allí para la señalización de blancos. Ahora bien, ¿por qué aparentemente los rusos están logrando resultados más concretos en estas pocas semanas de intervención en contraste con lo que hasta ahora han hecho aeronaves de EE.UU., Francia, el Reino Unido y otras naciones? Ensayaremos nuestra respuesta.
Creemos que la respuesta no yace en diferencias profesionales de los pilotos de las fuerzas aéreas que han intervenido hasta el momento. Cualquiera de ellos está calificado para las tareas operativas que han llevado adelante. El tema radica en una aproximación táctica absolutamente diferente. Mientras los pilotos de otras naciones realizaron sus operaciones contra blancos que les proporcionan sus servicios de inteligencia y quizás en algún caso tropas especiales desplegadas en el terreno; los rusos están haciendo sus operaciones en apoyo directo de las fuerzas terrestres del régimen sírio y de sus aliados iraníes y de Hezbollah. Y aquí hay dos cuestiones que se destacan: en primer lugar la fuerza aérea siria no destacó por realizar operaciones militares en apoyo a las tropas terrestres, sino que más bien fue noticia por la ejecución de ataques poco precisos y que en nada coadyuvaron decisivamente a las tropas terrestres. Los rusos por su parte poseen probada experiencia en apoyo aerotáctico, y cuentan tanto con las aeronaves y municiones acordes para ello, como así también con otro elemento crítico, representado por el personal que desde tierra posee la capacitación adecuada para dirigir ataques aéreos sobre blancos enemigos, que sean simultáneamente letales para estos últimos y minimicen el riesgo para las fuerzas de primera línea propias.
Actuando de esta manera, es decir proporcionando un certero apoyo a las operaciones terrestres, los rusos pueden realmente ayudar al régimen de al Asad a recuperar terreno, toda vez que vale recordar que los diversos grupos que enfrenta carecen de fuerzas aéreas y sus capacidades antiáereas son más bien poco importantes para una fuerza aérea moderna como la rusa y también lo han sido para las del restos de las aeronaves que operan contra los insurgentes en Siria.
Desde el punto de vista militar, lo que se presenta para Rusia es una herramienta muy importante para consolidar su pretensión política en Siria aunque requiere de ejercer una estrechísima coordinación, sin precedentes en algunos casos desde la 2da Guerra Mundial, con las fuerzas aéreas occidentales y de Turquía. Esto para evitar que en el transcurso de las operaciones se puedan producir incidentes que pudieran derivar en intercambios de fuegos entre estas aeronaves o bien en la ejecución de misiones sobre los mismos blancos en forma simultánea.
Pero el hecho que el terreno militar pueda estar favoreciendo a Moscú, no implica que hacia adelante no se presenten diferentes obstáculos en el campo estrictamente político; aunque pocas cosas sean tan políticas como el empleo del recurso militar… Consideremos a continuación algunas de ellas:
Es evidente que Rusia busca sostener al régimen de Basahar al Asad y que simultáneamente trata de encontrar una salida política a la guerra civil. Este objetivo sería claramente posible si Moscú preservara de ser sujeto de sus ataques aéreos a los grupos que en occidente se consideran moderados. Pero la información disponible y los anuncios de las propias autoridades rusas indican que se están atacando a todos los grupos, bajo el argumento que ellos han alcanzado acuerdos tácticos en el terreno y que es muy difícil distinguir a unos de otros. Sobre esto último, no ha contribuido tampoco las declaraciones de autoridades de grupos supuestamente moderados que reconocen operaciones conjuntas con los radicalizados Al Nusrah y el Estado Islámico. Cabe entonces que nos preguntemos ¿con quién pretende Moscú que se inicie un diálogo para una salida política en Siria en un futuro? ¿Tiene identificado representantes sirios en el exilio con los que pueda ya estar dialogando?
Rusia estaría aspirando a una intervención que no vaya más allá de otros tres o cuatro meses. La historia suele ser pródiga de presunciones similares en el pasado, que indicaban que una intervención militar sería corta. Debe también de tenerse muy en cuenta que Rusia, su dirigencia y sus fuerzas militares no son las mismas de 1979 cuando invadieron Afganistán ni tampoco como las de principios de los noventa cuando reprimieron la insurrección en Chechenia. Los planificadores estratégicos rusos han aprendido las lecciones de esas operaciones del pasado. Ello sin embargo no es una garantía absoluta de que no puedan caer en el defecto de perder de vista el objetivo de su intervención y que la misma deje de ser una herramienta de su política para transformarse en un medio en sí misma. Ese peligro es clarísimo y comenzará a evidenciarse si en los próximos meses no se observa una sustancial mejora de la situación estratégica del régimen de al Asad.
Moscú ha tomado una decisión extremadamente difícil. Ha optado por recurrir a un empleo limitado de su poder militar en busca de lograr estabilizar una situación crítica de un aliado histórico, en el contexto en que no han sido pocas las experiencias de intervenciones extranjeras en asuntos del mundo árabe con trágicas derivaciones. Libia y Yemen son ejemplos de lo que mencionamos; y Rusia ha estado entre los críticos más duros de esas situaciones. Por lo tanto es mucho lo que Moscú está jugando en este momento. Si logra estabilizar a Siria, y crea una situación donde una salida política consensuada sea factible, habrá logrado posicionarse como un actor relevante en Medio Oriente y revertir en un grado no menor la situación que su intervención en Crimea y en apoyo a los irregulares pro rusos en Ucrania le han acarreado desde hace más de un año. No solamente eso, dejaría en una situación de irrelevancia a los esfuerzos occidentales previos a su intervención directa en apoyo al régimen de Damasco.
Mucho tiene Rusia por ganar de su acción en Siria, pero puede perderlo todo en los avatares que la guerra siempre tiene reservados para los que se introducen en ella y que, en algún instante, pierden la necesaria capacidad de percibir los límites de su accionar y comienzan a zambullirse en un espiral de sinsentidos que los lleva a un desastre. Solo el tiempo por venir nos permitirá conocer el final de todo esto. Mientras tantos, los aviones rusos, día y noche ejercen el control de buena parte del espacio aéreo de Siria.





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