Rubén Arjona Mejía, La situación mexicana actual: un perfil presbiteriano juvenil (1996)

July 1, 2017 | Autor: L. Cervantes-Ortiz | Categoría: Mexican Studies, Reformed theology
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LA SITUACIÓN MEXICANA ACTUAL: UN PERFIL PRESBITERIANO JUVENIL (1996)* Rubén Arjona Mejía

México es el 14º país más grande del mundo y un territorio donde conviven muchas culturas. Es una nación formada, en su mayoría, por gente joven: casi el 70% de la población es menor de 30 años. Las cadenas de injusticia que oprimen a este país se hacen sentir sobre su juventud, aunque también se experimentan entre la población infantil y adolescente. El sureño estado de Chiapas ha sido el foco de atención desde que un grupo guerrillero se levantó en armas contra el gobierno federal el 1 de enero de 1994. Su principal demanda era la obtención de justicia para los pueblos indígenas de esa región. Pero las cadenas de injusticia en México son muchas y muy grandes. La gloria de Dios está en entredicho, también, en el estado de Tabasco, una región próspera y tropical: sus tierras, que una vez fueron ricas y fértiles, son ahora explotadas irresponsablemente por PEMEX, la industria gubernamental más importante. La gente directamente afectada por la contaminación causada por el petróleo no ha recibido ninguna ayuda. Antes se obtenían buenas cosechas de frutas y verduras, pero ahora, sólo se encuentra petróleo por todas partes (y, por supuesto, la inmensa mayoría de la población no recibe ningún beneficio). La gloria de Dios también está en entredicho en el estado de Guerrero: muchos campesinos han sido brutalmente masacrados “por error”. La gloria de Dios también se encuentra en entredicho en el norte del país, particularmente donde parece que no existe ninguna ley o, peor aún, donde la ley la determinan los narcotraficantes que cada vez tienen mayor poder. Al mismo tiempo, el número de jóvenes drogadictos aumenta. La gloria de Dios está en crisis en la propia ciudad de México, donde la corrupción es más frecuente que el número de árboles. La vida cotidiana en la Ciudad de México El Universal (21-I-96) nos cuenta una triste historia, entre tantas, la de Juanito Hernández: Su padre lo llama “el Destroyer”. Sin embargo, hacía pocas semanas que había dejado de ser quien era: un niño dinámico y ruidoso porque la gripe lo puso en cama. Dormía con su mamá, pero aun así se veía muy triste. A la fecha, era la tercera vez que lo hospitalizaban, muy temprano, en el Centro Médico de La Raza. Tosió toda la noche. Juanito, de año y medio apenas, como la mayoría de los niños enfermos, estaba padeciendo las consecuencias de vivir en una de las ciudades más contaminadas del mundo. El señor López planeaba llevar a su madre a la iglesia el domingo, pero el gobierno capitalino anunció que a causa del alto nivel de contaminantes, los vehículos con números nones en sus placas no podrían circular. De modo que no podría salir en su carcachita, y como la iglesia a la que asiste está muy lejos (tomar un taxi resulta carísimo), tuvo que quedarse en casa. Otra pequeña historia, muy común: Rosa, de 15 años, se levanta muy temprano porque va a exponer un tema en su clase de Geografía. Desayuna rápido y se despide de sus papás. Mientras espera el microbús, dos hombres tratan de asaltarla. Afortunadamente, un vecino, de apellido Pérez, interviene y hace correr a los asaltantes, unos drogadictos que huyen inmediatamente. Ambos se suben al micro. En el trayecto son testigos de un asalto a una sucursal de Banamex. Él grita: “¡No puedo creerlo, apenas abrieron y ya están ahí los rateros!”, y Rosa le contesta, señalando: “¡Lastimaron al policía!”. Los demás pasajeros voltean insistentemente. Todos saben que la violencia llegó para quedarse. Rosa llega por fin a la escuela y hace muy bien sus cosas, pero no puede salir al Versión castellana del artículo, publicado en Reformed World, órgano oficial de la Alianza Reformada Mundial (ARM), en junio de 1996, como contribución al debate sobre la situación mundial desde el punto de vista de los jóvenes miembros de iglesias reformadas o presbiterianas. El lema y tema general de trabajo de estos dos años en la ARM es “Romper las cadenas de injusticia” (Isaías 58.6). El autor está por terminar su licenciatura en el Seminario Teológico Presbiteriano de México, donde es el presidente de la sociedad de alumnos. *

refrigerio porque las actividades exteriores se han suspendido por la contaminación. Ella y sus compañeros se aburren en el salón. Al llegar a su casa tiene que hacer de comer para todos porque su mamá es cajera en un supermercado y regresa tardísimo y su hermano siempre está fuera, buscando trabajo. Su papá anda en una lucha política: trabajaba para la Ruta 100 y el gobierno acaba de declarar la quiebra de la empresa dejando en la calle a 12 mil trabajadores. Aun así, esta familia tiene suerte: puede comer carne una vez por semana. Después de preparar esos alimentos, esta chica se pone a ver la TV. Instintivamente, evita el canal 2 porque ya no quiere saber nada sobre Raúl Salinas y está harta de encontrarse a cada rato con Juan García Ábrego. Al no encontrar nada bueno, empieza a comer sola porque nadie más ha regresado, y luego se pone a hacer su tarea: su maestro le ha dejado un ensayo sobre los “derechos indígenas” con énfasis en la situación chiapaneca. Escribe rápido y llega a una buena conclusión: los grupos étnicos de esa región son mexicanos también y deberían disfrutar de los mismos derechos de todos los demás ciudadanos. Termina y sale a platicar con sus amigos de cosas que les interesan: la vida del barrio, su desarrollo físico, de los artistas de la televisión, etc. A las siete regresa su madre. Intercambian impresiones, se abrazan y, finalmente, se encomiendan a la Virgen de Guadalupe para que las proteja (su catolicismo es fervoroso, pero superficial). Mientras rezan, llegan el papá y el hijo. Se saluden sonrientes, pero con sentimientos encontrados. Sí, los varones se sienten frustrados porque no tienen trabajo. Lágrimas y risas: eso es todo por hoy. La corrupción y otras cadenas La corrupción en México es como un cáncer que afecta a casi la totalidad del cuerpo. Se puede detectar en todas partes, en todos los niveles, en la vida pública como en la privada. Raúl Salinas, hermano del ex-presidente, está preso, enfrentando varios cargos: homicidio y otras fechorías. Muchos ex-funcionarios también están en la cárcel por corrupción. Pero eso no es lo peor: muchos más que han violado la ley abiertamente andan sueltos gracias a sus influencias y contactos y, por supuesto, a sus grandes fortunas. La ciudad de México es un monstruo. Según el censo de 1990 viven en ella 9 millones de personas, sin contar el área metropolitana, que cada día crece más. Además, siempre había sido gobernada por gente impuesta por el Presidente. Debido a eso, sus gobernantes no sintieron ningún compromiso con los habitantes y la corrupción se hace sentir crudamente. Durante mucho tiempo se presionó para conseguir la democratización de la ciudad. Algo se logró: la elección de la Asamblea de Representantes que, sin embargo, tiene una muy limitada esfera de acción y de poder. Otras cadenas de injusticia se relacionan de una u otra forma con la corrupción. La principal demanda de la ciudadanía es por la seguridad pública. La gente puede manejar la crisis económica, pero no la tremenda inseguridad. Los jóvenes somos testigos de la gran ansiedad de los padres de familia cuando sus hijos andan en la calle de camino a sus hogares; algunos terminan en los hospitales, en la cárcel o en manos de secuestradores. Durante 1995, fueron asesinadas 1102 personas, 3412 fueron atacadas sexualmente (sobre todo niños menores de 13 años y jovencitas de entre 13 y 24). Tener coche, por otra parte, tampoco proporciona seguridad: en un solo mes (enero de 1996) hubo 5,503 robos de auto y diariamente suceden alrededor de 40 accidentes de tránsito, en cifras conservadoras, dado que la gente agraviada no denuncia todos los atracos de que es víctima, a causa de la ineptitud y corrupción de la policía, muchos de cuyos miembros están en contubernio con el hampa. La contaminación ambiental es un problema mayúsculo que afecta sobre todo a los menores de edad. No puede resolverse fácilmente dada la cantidad de vehículos, autobuses y fábricas. Encima, la corrupción (otra vez) lo agiganta: algunas fábricas prefieren sobornar a los inspectores que tomar 2

medidas para que la maquinaria reduzca la producción de contaminantes químicos; los automovilistas, por su parte, hacen lo mismo. Asimismo, varios miles de niños viven en la calle, siendo ellos el producto final de los sueños que nunca se han cumplido. Los inmigrantes de la provincia, que esperan mejorar el nivel de vida de sus hijos e hijas, fracasan totalmente. Algunos de esos niños reciben ayuda de agencias privadas, otros se vuelven drogadictos y delincuentes o caen en manos de vividores. Las diferencias económicas en México, y sobre todo en la capital, son enormes: unos cuantos tienen todo y millones casi nada. La política económica neoliberal del gobierno muestra ya su rostro inhumano. Los resultados del régimen salinista son innegables: millones viven en la miseria y demandan justicia, pero tampoco la puede haber, porque está en manos de los que tienen más. El desempleo es abrumador. En el DF alcanzó ya el 8.4%: cerca de 245,000 personas no tienen trabajo, que representan cientos de familias que mantener. ¿Cómo lo harán? Algunos se han convertido en “comerciantes informales” que ofrecen chicles, plumas, y toda una variedad de productos en las avenidas. Otros cantan en el metro o definitivamente se dedican a vivir de la caridad pública.

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