Rubem Alves, Carta de renuncia a la Iglesia Presbiteriana de Brasil (1974) (2012)

June 15, 2017 | Autor: L. Cervantes-Ortiz | Categoría: Rubem Alves, Igreja Presbiteriana Do Brasil, Presbiterianismo no Brasil
Share Embed


Descripción

CARTA DE RENUNCIA A LA IGLESIA PRESBITERIANA DE BRASIL (1974) RUBEM ALVES João Dias de Araújo, Inquisição sem fogueiras. Vinte anos de história da Igreja Presbiteriana do Brasil: 19541974. Río de Janeiro, Instituto Superior de Estudos da Religião, 1982, pp. 114-115. Versión de L. Cervantes-Ortiz. Siempre entendí que el Evangelio es un llamado a la libertad. Fue a través de un evento liberador, el Éxodo, que la comunidad de fe llegó a conocer a su Dios. Y la Biblia completa es la historia de la lucha del Dios que quiere que los seres humanos sean libres en contra de los propios humanos que prefieren la domesticación, la esclavitud y la idolatría. Esta historia culmina con la venida del Señor Jesús quien al mismo tiempo era un hombre libre y el Dios que libera. La fe, por tanto, es libertad. Y apertura hacia el futuro. Es la confianza para “dejar atrás las cosas que quedaron atrás”, para lanzarse con Abraham hacia un nuevo futuro. Por eso, la fe es vida. El hecho de vivir es una permanente transferencia del presente hacia el futuro inmediato. Por el contrario, la muerte es la victoria del pasado. Es quedarse en aquello que ya sucedió. Por ello entiendo que el pecado es amar más el pasado que el futuro, lo viejo que lo nuevo, los muertos y la muerte más que los vivos y la vida. Cuando Jesús llamaba a los fariseos “sepulcros blanqueados”, indicaba que su religión, por ser la preservación del pasado, era realmente un culto a la muerte. Porque ley significa hacer que el pasado sea la norma de nuestro presente, hacer que los muertos sean amos de los vivos. El sentido de la Reforma Protestante está en que redescubrió la libertad. Lutero tituló así uno de sus tratados: “La libertad del cristiano”. En el catolicismo romano medieval la proclamación de la libertad se transformó en un culto a la autoridad, la ley y la estructura. Lutero advirtió que el espíritu de esa iglesia era una inversión y una negación del Evangelio. De ahí surgió la necesidad de protestar, resistir y emigrar para formar, fuera de la tierra de servidumbre, una nueva comunidad basada en el amor y la libertad. Entre tanto, estoy convencido, de que sucedió una extraña metamorfosis. La comunidad de libertad se olvidó, traicionó y se rebeló contra ella. En realidad, no hay nada nuevo en esto. Los profetas vieron con mucha claridad que Israel tenía una irresistible vocación para la prostitución, para abandonar a su Dios, para los ídolos, para el pasado, para la muerte. Hasta que uno de ellos proclamó, en nombre de Dios: “No son más mi pueblo”. Según se puede ver, esta es la situación en que se encuentra actualmente la Iglesia Presbiteriana de Brasil (IPB). Triunfa el autoritarismo sobre la comunidad, las estructuras sobre la persona, el pasado sobre el futuro, la ley sobre el amor. Y, en última instancia, la muerte sobre la vida. Nadie puede contrariar indefinidamente sus convicciones y valores espirituales sin que el espíritu sucumba. Estoy convencido de que la Iglesia Presbiteriana de Brasil, hoy, es una grotesca resurrección de los aspectos más repulsivos del catolicismo medieval. Continuar fiel a ella, ser contado como uno de sus ministros,

es participar en una conspiración contra la libertad y el amor. Por eso decido hoy, 15 de septiembre de 1970, romper con ella. “¿Cómo andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?”. Solicito, por tanto, al Presbiterio Oeste de Minas, de forma irrevocable, que mi nombre sea borrado de la lista de pastores y de miembros de la IPB. Estoy convencido, teológicamente, de que la comunidad de fe ya emigró. Ninguna estructura legal y de poder puede contenerla o domesticarla. Así como en el éxodo ella abandonó los sartenes de carne de Egipto para peregrinar en el desierto, y como los profetas se alejaron y despreciaron toda la estructura oficial para vivir dispersa, escondida, incógnita en el mundo. El amor y la verdad nos obligan con frecuencia a emigrar. Abraham emigró: por fe y amor. También los profetas emigraron por fe y amor hacia fuera de las instituciones eclesiásticas reconocidas. ¿Y Jesús? Emigrante permanente: se separó de la interioridad protegida de una institución todopoderosa para ir al desierto lleno de inseguridad. La vocación por la libertad es la vocación para emigrar. De ahí surgió la afirmación neo-testamentaria de que no tenemos casa o tierra permanente. Vivimos por la esperanza de algo nuevo. Si el Nuevo Testamento tiene razón, “donde está el Espíritu de Dios, allí hay libertad”. Y no encuentro la libertad en la IPB. Es hora, entonces, de buscar fuera de ella la comunidad del Espíritu.

Lihat lebih banyak...

Comentarios

Copyright © 2017 DATOSPDF Inc.