Rostros en escenas: Ayotzinapa y la imposibilidad del desentendimiento

September 23, 2017 | Autor: Rossana Reguillo | Categoría: Ayotzinapa, Imaginarios y violencias, Rostridad
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Publicado en http://magis.iteso.mx/content/rostros-en-escenas-ayotzinapa-y-la-imposibilidad-del-desentendimiento


Rostros en escenas: Ayotzinapa, condensación intolerable


Rossana Reguillo




¡México está en crisis. Estamos frente a una insurgencia cívica. Fue el Estado. Renuncia Peña. Ya me cansé. Que se vaya todos. Nos faltan 43. Ayotzinapa somos todos!

No se trata de frases aisladas, de hashtags en las redes o de expresiones aisladas. sino de algo mucho más profundo, terrible, que incendia de sur a norte a una nación que hoy está al borde de su propio relato. ¿Cómo sostener la idea de país, de nación, de comunidad, cuando las evidencias que nos atajan, imperturbables, nos indican que pisamos sobre fosas? ¿Cómo dormir, cómo abandonar en la vigilia a las miles de madres y de hermanos, de padres y de amigos que no pueden cerrar los ojos porque los persigue un dolor innombrable? ¿Cómo entender este miedo nuestro de todos los días, esa llamada de una hija que lee una falsa noticia sobre el desmembramiento de un cantante de moda y te pide que te cuides, por favor?

Las preguntas y el convencimiento de que Ayotzinapa marca un punto de inflexión en este país desgarrado, no se agotan en una experiencia individual, subjetiva, aislada. No, de muchas maneras y de manera inédita la desaparición forzada de 43 jóvenes normalistas, el asesinato de 6 personas, entre ellas, el joven Julio César Mondragón al que le fue arrebato el rostro y los ojos, en un acto de barbarie increíble, han detonado no solo una indignación y tristeza colectiva, sino además una conversación nacional que de sur a norte parte del compartir el estupor, la sorpresa, el malestar por el país real: el de la corrupción, el de la impunidad, el de las fosas clandestinas, el de la frivolidad de los habitantes de Los Pinos; para arribar a una conversación sobre el país que queremos, una conversación que mezcla aspiraciones, deseos, propuestas y que no cesa. De lo más infame a lo más luminoso, Ayotzinapa ha sacudido el territorio, movilizado a cientos de miles de mexicanas y mexicanos que, anteriormente, permanecían en una condición de lejanía frente a las violencias que nos habitan.

En las últimas semanas me han preguntado constantemente por qué Ayotzinapa, cuando antes tuvimos las fosas de San Fernando, la desaparición de los 300 de Allende, la masacre en Villas de Salvarcar, el secuestro y ejecución de los muchachos en la discoteca New Heaven. No es sencillo formular una respuesta, en estos días tan complejos y terribles, colapsan nuestros sistemas interpretativos.

Quisiera ensayar una aproximación a lo que de inédito tienen los terribles acontecimientos en Guerrero, para tratar de iluminar una zona en la que, quizás, radiquen algunas claves que nos permitan un mejor entender el terremoto social y político que sacude el piso nacional con efectos internacionales. Voy a acudir al rostro como símbolo que atraviesa de modos distintos los sucesos y la experiencia frente a los sucesos:

I Rostridad


Ya, Deleuze y Guattari en sus "Mil mesetas" (1980) , señalaron que el rostro es una política y que deshacer el rostro es otra forma de política, una de negación y aniquilamiento de lo más preciado en términos de identidad-alteridad. En el capítulo 7 del libro mencionado, titulado: Año-cero-rostridad, los autores elaboran un poderoso acercamiento a la relación entre producir rostro y deshacer el rostro: "mírame cuando te hablo, mírame bien, pareces enojado", son expresiones que señalan que no hablamos una lengua general, sino una lengua que se ajusta a los rasgos de rostridad específicos. El rostro es primer plano, referencia primaria en nuestras relaciones.

Siguiendo esta línea de pensamiento, es importante entender que en relación a Ayotzinapa se desencadenan mecanismos muy fuertes de rostridad.

Primera escena: el cuerpo inerte de Julio César Mondragón, nos fue devuelto sin rostro, sin ojos. La imagen terrible, mensaje de una narco-máquina que ya es experta en producir y gestionar terror. La política del desmembramiento, decapitación, disolución de cuerpos, no constituyen una novedad; pero el desollamiento de Julio César, ese deshacer el rostro abre una dimensión específica en este horror, ya no se trata solamente de aniquilarte, sino de despojarte, de arrebatarte lo más importante, el rasgo específico de tu rostridad.

Segunda escena: el terror, la parálisis, los ojos desorbitados de una sociedad que no puede entender, procesar, asimilar el trabajo de esta maquinaria de guerra. Un
joven estudiante de primer ingreso en la Normal de Ayotzinapa; tenía 22 años y un bebé de 15 días de nacido, no hay imaginación que alcance para nombrar lo sucedido. Así que la sociedad, algunos medios de comunicación, algunos periodistas (Marcela Turati y Blanche Petrich, principlamente), responden a esa maquinaria con la rostrificación total del cuerpo de Julio César. A la imagen terrible de su tortura se le oponen inmediatamente los gestos (en fotografías y frases), el proceso de devolución de rostro. que le ha sido robado: "me quitaron el rostro, pero hoy los que marchan son mi nueva cara".

Quizás de manera intuitiva, la sociedad indignada y profundamente herida por esta acción, reacciona con tal vehemencia al acto. Primero parálisis y enseguida, conciencia colectiva de que no hay manera de dejar pasar de largo, el atentado de un poder brutal y despótico. El rostro es ya una política y es y ha sido uno de los elementos centrales de la movilización social en torno a los normalistas. No hubo, no ha habido capacidad de los poderes formales y fácticos de borrar esa primera escena y su contundente respuesta.

Tercera escena: 43 fotografías, estallan, circulan, contagian, se instalan en muchos y distintos espacios sociales, en las redes, en las calles y, especialmente en las universidades de México y del mundo. Una imagen, 43 pupitres vacíos, en cada uno la fotografía de cada uno de los 43 normalistas desaparecidos, secuestrados, levantados en un paisaje de terror, a veces, una veladora. Y ahí el "pase de lista", ese antiguo mecanismo que tenemos los maestros, de hacer presentes a nuestros estudiantes en el aula de clase: Miguel, Daniel Severo, Luis Ángel, Mateo, presentes! Y el llanto colectivo que estalla a veces silencioso, como pequeñas gotas que marcan la rostridad de los participantes, en esta acto vital de "reponer rostro". No son 43 jóvenes anónimos, datos, cifras, estadísticas del horror que saturan el paisaje nacional. Se trata como lo diría Lévinas de una acción en la que se declara "nunca más un ser para la muerte sino un ser para el otro. El rostro nuevamente. Dice Lévinas "el otro, como rostro que me enfrenta y restituye" que trae la presencia ausente. Rostridad.

Rasgos definidos, un sujeto popular, que a la manera del 1994 zapatista (que tapó su rostro para hacerse visible), representa un poderoso mensaje: ese México de represiones sistemáticas, de luchas antiquísimas, de jóvenes empobrecidos que aspiran a un destino distinto que migrar, engrosar las filas del narcotráfico o del ejército. 43 rostros que dicen finalmente lo indecible: ya no más, basta. Nuevamente, quizás de manera intuitiva pero certera, la sociedad entiende que esos rostros que me enfrentan, restituyen mi dignidad. No es la mirada petrificada (sobre la górgona), son antes que nada, 43 rostros que son palabra y que llaman la responsabilidad del yo. De ese caibre es el efecto telúrico de Ayotzinapa. Deshacer este rostro es imposible, porque es ya un compromiso ético.

Cuarta escena: A las imágenes de rostridad, profundas, dolorosas, terribles, se le oponen otras, frívolas. Dos como ejemplo, el selfie del maquillista de la Primera Dama, ya dentro del avión presidencial que viajará a China. En un acto de irresponsabilidad que falta a su alto cargo, el Presidente decide mantener un viaje de "estado", justo cuando la Procuraduría General de la República, está emitiendo en rueda de prensa el dictamen más terrible, peor argumentado, desolador sobre el asesinato e incineración de los 43 jóvenes. El selfie del maquillista no es solamente una falla de seguridad del Estado Mayor Presidencial, sino un rostro que se inscribe en el enfrentamiento en la política de la rostridad. Banal, soberbio, insensible. Habla desde un lugar que resulta clave para entender lo que nos pasa.
La imagen de Sofía Castro, hija de la Primera Dama, muestra a una joven despreocupada, que a la pregunta sobre Ayotzinapa, cuando asiste a una ceremonia de premiación por su trabajo como actriz, declara que no es momento para hablar del caso, "ahorita venimos a disfrutar y a recibir mi premio". Para Lévinas, la sensibilidad del rostro, entreteje una relación que enfrenta a dos personas sin mediación (en este caso la hija de la Primera Dama y el espectador, el ciudadano, la sociedad doliente y herida), esto instaura una relación ética fallida, hay un rechazo a al rostro del otro.

Rostros en escenas. Conmoción, Ayotzinapa es la apertura de la herida que estaba ahí, latiendo y que ha resultado demoledor porque no se trata de imágenes que puedan ser acalladas y reducidas. La rostridad de Julio César y los 43 estudiantes desaparecidos constituye un dolor irreductible que está antes y después del rostro.

Como quería Susan Sontag, "debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan", no permitirnos cerrar los ojos, ni los afectos, ni la conciencia ante lo que Ayotzinapa –como condensación intolerable de las violencias en el país-, nos dice de nosotros mismos.

Por ello, quizás, una manera de entender las protestas, las marchas, los gritos e incluso el fuego, y el sostenido reclamo en las calles y en las redes, sean porque quizás estos niños-jóvenes normalistas, obligan finalmente al país a asumir la imposibilidad del desentendimiento.


Llamo narcomáquina al poder paralegal que configura, opera y gestiona un orden paralelo en el que se tejen el poder político, el económico y el de la delincuencia organizada. Ver, R. Reguillo "La narcomáquina y el trabajo de la violencia". Disponible en http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/e-misferica-82/reguillo



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