Romanzas rusas de amor y de muerte. Poemas de Pushkin, Lérmontov y otros líricos rusos que pusieron en música Glinka y Músorgski

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Descripción



Maurice Cranston, El romanticismo, trad. José Manuel Pedrosa (Barcelona: Grijalbo Mondadori, 1997) pp. 165-167.
Shalim, rabino.
Arshín, medida rusa equivalente a 71 centímetros.
Sazhen. medida rusa equivalente a 213 centímetros.
Trepak, nombre de una danza campesina rusa.
Muzhik, campesino, aldeano.
Muzhichok, diminutivo de muzhik.
Sin sol, alusión al ciclo de canciones que elaboraron juntos el poeta y el músico.


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ROMANZAS RUSAS DE AMOR Y DE MUERTE



Poemas de Pushkin, Lérmontov y otros líricos rusos
que pusieron en música
Glinka y Músorgski




traducción y edición de Eugenia Bulatova
con la colaboración de José Manuel Pedrosa





Canciones líricas y romanzas musicadas
en la Rusia romántica




El romanticismo nació e irradió desde la Alemania de Herder y de Goethe hacia el resto de Europa en las décadas finales del siglo XVIII y, con mayor intensidad aún, en las primeras del XIX. En ningún país como en Rusia mantuvo, posiblemente, las características más esenciales del primer romanticismo germano (alemán y austríaco), que se concretaron en el carácter eminentemente lírico y sentimental de su poesía y en la vinculación estrechísima de ésta con la música. Si no se puede entender el romanticismo germano, el de los grandísimos Goethe, Schiller o Heine, sin las músicas paralelas de Beethoven o de Schubert, tampoco es posible entender el romanticismo ruso de Pushkin o de Lérmontov sin las traducciones musicales que de sus versos hicieron Glinka o Tchaikovski.
Bien sabido es que las élites culturales de la Rusia del XIX estuvieron profundamente impregnadas de la alta cultura alemana, tanto o más que de la francesa, cuya influencia tampoco era escasa. Ello contribuye a explicar la fuerza y la brillantez con que prendió en Rusia el fuego del romanticismo que irradiaba desde occidente. Pero a ese factor debieron unirse otros más, y al carácter singularmente emotivo y musical del romanticismo ruso no debió ser ajena la sonoridad natural, plena de registros, de matices, de posibilidades expresivas, de la lengua rusa; la sofisticada escuela poética nacional que venía configurándose desde siglos atrás, con aportes que venían del oriente asiático y del occidente eslavo y europeo; y la riquísima y pluricultural tradición musical de aquel inmenso país, cuyo devenir histórico estuvo siempre acompañado de los cantos de sus campesinos, que fueron durante muchos siglos la mayoría inmensa de la población. Muchos críticos han llamado la atención, de hecho, sobre la evidente continuidad del espíritu ruso del XVIII, y aun de antes, en los acentos y sones literarios y musicales que persistirían tozudamente, fieles a sí mismos aunque acomodándose a las nuevas estéticas, en el romántico siglo XIX.
Hoy, desde la perspectiva que dan los siglos, el romanticismo ruso solo puede ser contemplado como un movimiento en que lo poético y lo musical formaron una unidad compacta, en que la herencia tradicional típicamente rusa, a medio camino entre occidente y oriente, quedó reciclada, o mejor dicho, transfigurada del modo más coherente y natural, y en que los modelos alemanes o franceses sirvieron como detonantes o revulsivos, más que como pautas directas de lo que se fue desarrollando como una estética o como un estilo rusos singulares e inconfundibles.
Oscurecidos acaso por los titanes del realismo que llegarían décadas después (Dostoievski, Tolstoi, Turgueniev), los románticos rusos (los poetas y los músicos) no han sido, pese a su relevancia indudable, lo suficientemente tenidos en cuenta en las historiografías literarias y culturales que han sido escritas más al occidente. Pongamos un ejemplo: un manual clásico sobre el romanticismo europeo, el de Maurice Cranston, niega al ruso el capítulo completo que concede al alemán, al francés, al inglés o al italiano (en la traducción al español se incorporó también un capítulo acerca del romanticismo español). Pese a ello, puede ser ilustrador leer lo que dice Cranston al respecto:

Se suele situar el nacimiento del romanticismo ruso a partir de la publicación de las Cartas de Ernesto y Doravra de Fyodor Emin, que vienen a ser poco más que una adaptación al ruso de La nueva Eloísa. Sin embargo, esto podría inducir a la errónea sugerencia del origen foráneo de un movimiento cuyas raíces se hallaban firmemente asentadas en la misma tradición literaria de aquella nación eslava. El romanticismo ruso se entiende mucho mejor como la prolongación lógica de la gran tradición del sentimentalismo ruso, pues fue siempre característico de esta escuela de escritores lanzarse a líricos vuelos de fantasía y a lo que el crítico Nikolay Karamyin denominaba "efusiones de emoción", así como a profesar una especie de culto del sentimiento por el sentimiento. La arraigada convicción rusa que daba a la imaginación el crédito de agente de la verdad permite entender mejor la clara línea de continuidad que hay entre su poesía sentimental prerromántica y el completo florecimiento del sentir romántico que aflora en la obra de Pushkin. Este gran poeta se reveló al mundo a la edad de veintiún años con su composición en verso Ruslán y Ludmila, basada en un cuento folklórico ruso. El mensaje de libertad que trasluce esta obra se vio inconfundiblemente acentuado en los ciclos de poemas que le siguieron. Posteriormente, a la edad de treinta y cuatro años, publicó Pushkin su obra maestra Eugenio Oneguin, una novela en verso que asume como ambicioso argumento todo el conjunto de la vida rusa, y que contempla el mundo con el ojo agudo de un Balzac al tiempo que revela una capacidad de introspección espiritual digna de un Coleridge.
Pushkin encontró una muerte típicamente romántica cuando fue abatido en un duelo a la edad de treinta y siete años. Una oda dedicada a su memoria por Mijail Lérmontov, que por entonces era un joven oficial de la Guardia aspirante a convertirse en el Byron ruso, causó casi tanta sensación como cualquier poema del mismísimo Pushkin. No tenía nada de extraño, pues Lérmontov supo combinar los dramáticos lamentos por la muerte del poeta con una demoledora denuncia de la aristocracia cortesana y del despotismo imperial que fomentaban. Como consecuencia, Lérmontov fue desterrado al Cáucaso, y aunque se le permitió regresar a San Petersburgo al cabo de un año, continuó siendo un incontinente campeón de la libertad e incluso de la revolución. Como muchos de los románticos franceses, saludó el levantamiento parisino de julio de 1830 como un gran triunfo de la libertad, y la publicación de sus ataques contra la tiranía de Carlos X en Francia fueron inmediatamente entendidos como dirigidos también contra el gobierno del zar Nicolás I de Rusia. La historia se repitió a sí misma cuando Lérmontov, que sólo contaba veintisiete años, murió igual que su héroe inspirador Pushkin en un duelo frente a otro joven oficial.
El movimiento romántico ruso se nutrió también del impulso vigoroso de los compositores musicales, que fueron los más directos herederos de la tradición sentimental dieciochesca. Las obras de Pushkin les proporcionaron libretos para sus óperas, y numerosos creadores compitieron entre ellos para crear un teatro lírico ruso, original y opuesto al europeo. En el caso de Glinka, esto implicó un repudio consciente de los modelos que durante su juventud había estudiado en Italia, y un retorno a la música folklórica indígena, que inspiró óperas tales como Una vida por el zar y Ruslán y Ludmila, basada en el poema de Pushkin. Borodin, Músorgski y Rimsky-Korsakov proclamaron su compromiso con el sentir nacional ruso y con un concepto de la música que prefirió mantenerse bastante al margen de los conservatorios y de las enseñanzas de los profesores occidentalizantes, lo que tiene también relación con el hecho de que muchos de ellos fueron en buena parte autodidactas. Si la música de Tchaikovsky revela simpatías e influencias más cosmopolitas, también es cierto que su romanticismo asimiló la más honda esencia del viejo sentimentalismo ruso.

Cierto: el romanticismo literario y musical ruso fue suma de muchos ingredientes: el pintoresco acento costumbrista se mezcla en él con el elegíaco y con el filosófico, los hallazgos de la música clásica que se hacía en Alemania o en Francia con las evocaciones de las caravanas y las aldeas del sur y del oriente, el trasfondo folclórico con las sofisticaciones del salón aristócrata, las celebraciones del amor con la fascinación por la muerte. Y cierto también: los escritores y los músicos rusos se interesaron por lo que se contaba o se cantaba allende sus fronteras, pero también se empeñaron en profundizar en lo más interior y reservado, incluso en lo más sombrío y atormentado, del espíritu tradicional ruso.
Los poemas que han ingresado en esta breve y quizás precursora (porque aspiramos a que le sigan otras) antología de versos pertenecen a la categoría de los que en ruso reciben el nombre de romans (en singular) y de romansi (en plural), cuya traducción natural sería "romanzas". Su denominador común es que todos, salidos de la musa de los mejores poetas prerrománticos, románticos y posrománticos de Rusia, fueron armonizados por algunos de los más inspirados y famosos compositores románticos rusos. Los dos que han ingresado como musicadores en este breve librito han sido Mijail Ivánovich Glinka (1804-1857) y Modest Petrovich Músorgski (1839-1881).
¿Por qué hemos dejado fuera las canciones que fueron trasladadas al pentagrama por algunos otros artistas, tan románticamente rusos y tan inconmensurables como Mijail Mijáilovich Balákirev (1829-1865) o como Piotr Ilyich Tchaikovski (1840-1893)?
Por limitaciones de espacio en primer lugar. Y, en segundo, porque Glinka y Músorgski resultan ser exponentes puros, ejemplares, extraordinariamente representativos, de lo que podríamos considerar el primer y el último romanticismo musical ruso, respectivamente. Glinka del más vital y extrovertido, del que estaba en pleno proceso de ansiosa definición; Músorgski del más profundo y atormentado, del que tenía la vista puesta ya, de manera decidida, en los horizontes del inquietante porvenir, que apuntaban incluso hacia las vanguardias de los inicios del siglo XX.
Polaridades en cierto modo parecidas podrían ser establecidas entre las canciones que pusieron en música el brillante y algo superficial Balákirev y el más atormentado y experimental Tchaikovski, según esperamos explorar en libros que nos gustaría hacer en el futuro.
Pero, por el momento, los versos con los que se identificaron Glinka y Músorgski nos ofrecen una cara y una cruz enormemente expresivas de lo que fue el romanticismo ruso, en tensión permanente entre la exaltación festiva del amor y la angustia insondable de la muerte cuyos sonidos exploró, con una originalidad que traspasa de forma dramática las fronteras de la genialidad, el incansable explorador que fue Músorgski.
Si la música orquestal y operística de Glinka se caracteriza por su energía y por su brillantez, las romanzas que compuso buscaron más bien versos elegíacos, a veces incluso sombríos y meditabundos. El amor que se trasluce en ellos es más oscuro e inquietante del que muchos lectores conocedores de su música podrían esperar. Pero es ese carácter otoñal y filosófico justamente una de las constantes más significativas del repertorio de las romanzas rusas, cuyos acentos suenan sin duda más íntimos y sinceros que los que se cantaban en alta voz en los escenarios de ópera. Creemos que una de las aportaciones más singulares de esta breve antología de romanzas va a ser justamente que va a desvelar ante los lectores en español los acentos más sombríos y filosóficos de las fuentes poéticas y de la producción artística de Glinka.
De las romanzas sobre cuyos versos trabajó Músorgski hemos seleccionado unas cuantas delicada y luminosamente amorosas, que contrastan poderosamente con algunas más que parecen convenir mucho mejor al espíritu atormentado del artista: las que cantan, evocan, invocan a la muerte. Es frente a estos versos, tan cercanos a las emociones y preocupaciones del sombrío artista, donde dio Músorgski lo mejor o, por lo menos, lo más sincero y original de sí mismo. Lo cual es mucho decir cuando hablamos del autor del Boris Godunov nada menos. Su comunión espiritual en especial con los poemas de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov, cuya factura artística huye ya decididamente del romanticismo y mira hacia un expresionismo que anuncia horizontes mucho más modernos, atravesados de colores lúgubres y oníricos, dio como fruto algunos de los ciclos de canciones (Canciones y danzas de la muerte, Sin sol) más tristes y desesperanzados, pero también más originales e importantes de la música rusa y universal del siglo XX.
Varios de los poemas que hemos traducido en estas páginas son obvio testimonio de la genialidad del gran poeta lírico que fue Goleníschev-Kutúzov, cuyos versos quedaron para siempre reforzados con el genio musical de Músorgski. Tras la lectura de sus fúnebres elegías, no dejará de causar escalofrío la lectura del poema que pone colofón a esta antología: el impresionante lamento fúnebre que el poeta escribió en honor de su amigo y colaborador músico.
Los poetas que hemos traducido y editado en esta antología de romanzas que pusieron en música Glinka y Músorgski son Vasili Andréevich Zhukovski (1783-1852), Konstantín Nikoláevich Bátiushkov (1787-1855), Anton Antónovich Delvig (1798-1831), Aleksandr Sergeievich Pushkin (1799-1837), Evgueni Abrámovich Baratinski (1800-1844), Serguei Grigórievich Golitsin (1806-1868), Aleksei Vasílievich Koltsov (1809-1842), Mijail Yúrievich Lérmontov (1814-1841), Aleksei Konstantínovich Tolstoi (1817-1875), Lev Aleksándrovich Mey (1822-1862), Aleksei Nikolaevich Pleschéev (1825-1893) y Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov (1848-1913). Sus biografías y producciones se extienden, como es fácil apreciar, desde los albores del primer romanticismo decimonónico que hundía todavía sus raíces en el XVIII hasta la época de las vanguardias que terminaron de enterrar, a comienzos del XX, los pocos residuos que el realismo y el naturalismo habían respetado, para entonces, del romanticismo.
La gran mayoría de estos poemas es la primera vez que ven la luz en español. Solo el poema del gran Pushkin forma parte del canon de la poesía rusa mejor conocida internacionalmente y que ha sido traducida, por tanto, a muchas lenguas, entre ellas la nuestra. Las canciones, en nuestra opinión avanzadísimas, geniales, de Goleníschev-Kutúzov también habían sido traducidas al español, pero, por lo general, en programas de mano de recitales líricos y en folletos acompañantes de registros comerciales de las músicas que compuso para ellas Músorgski, lo cual ha restringido enormemente su conocimiento y difusión.
No descartamos que algunos otros de estos poemas hayan sido traducidos también al español en el seno de otros programas de mano y folletos discográficos. Pero sí que estamos seguros de que, en forma de libro, no habían visto la luz en nuestra lengua española hasta hoy. Estamos convencidos, en fin, de que este ramillete breve pero intenso de romanzas rusas del siglo XIX abrirá al lector hispanohablante una ventana inesperada, sorprendente, a un arte lírico no muy bien conocido entre nosotros, pero lleno de bellezas, de emociones, y en algunos de sus mejores momentos, de inspiradísima genialidad.
Nuestra traducción ha intentando ser concisa, literal, rítmica. Hemos querido conservar del modo más fiel posible la estructura de la frase, del verso, de la estrofa, respetando incluso el hipérbaton que a veces da giros insólitos a lo que se canta y se cuenta. Nuestro deseo ha sido mantener los vuelos amplios y los quiebros a veces sincopados de los versos rusos, aunque fuera para compensar la pérdida (inevitable en cualquier traducción) de la prodigiosa e irremplazable sonoridad original de la lengua rusa.






Canciones que fueron musicadas por
Mijail Ivánovich Glinka
(1804-1857)





La nostalgia del amado
con letra de Vasili Andréevich Zhukovski
1807



Murmura el bosque de robles,
se juntan las nubes;
en la orilla arenosa
con la cabeza inclinada se halla sentada
llorosa y triste la hermosa joven.
La medianoche y la tormenta ponen lúgubres los cielos;
las olas negras se levantan con furia;
los suspiros melancólicos agitan su blanco pecho.

"El alma se marchitó,
la naturaleza quedó abatida,
el amor me hizo traición,
el amor se llevó
la esperanza, la esperanza, mi dulce destino.
¿Adónde te fuiste, ángel mío?
Qué bien: tuve el deleite de la felicidad del mundo.
Viví y amé, y perdí a mi amigo.

Corred como el manantial
vosotras, lágrimas amargas;
espesos bosques de robles,
entristeceos conmigo.
Ya no volveré a encontrar aquellos días felices;
me he despedido, me he despedido de mi vida;
mi amigo no resucitará, lo que hubo ya no lo habrá,
y el corazón no olvidará jamás aquello que aconteció.

Ah, cuándo pasarán
los años tristes.
En primavera de la naturaleza
florecerán todas las hermosuras.
Pero la dulce felicidad no florece dos veces.
Que vuelva a vivir en mis lágrimas todo aquello que he amado.
Amor, has muerto; alegría, te escabulliste;
ya solo me queda la nostalgia del pasado".



El nadador
con letra de Vasili Andréevich Zhukovski
1812



Por el torbellino de la desgracia perseguido,
sin timón y sin remo,
hasta el océano interminable
arrebató la tormenta mi barco.
En las nubes una estrella brillaba;
"No te escondas", clamé;
sin hacerme ningún caso se ocultó;
el ancla que tenía el barco se había perdido.

Quedó todo vestido de negra oscuridad,
las olas subieron hasta arriba;
ante mí se abrieron oscuros precipicios;
alrededor mío, las rocas monstruosas.
"No hay esperanza de salvación".
Entre gemidos, con el alma deprimida,
qué loco, la providencia
fue mi misterioso timonel.

Con la mano invisible
a través de las olas rugientes,
a través de los precipicios vestidos de bruma
y de las rocas amenazantes,
el poderoso salvador me conducía.
De repente queda todo en silencio. La bruma se dispersa.
Contemplo el refugio del paraíso,
y en él a tres ángeles de los cielos.

¡Oh, salvador providencial!
Cesaron los fúnebres gemidos míos;
de rodillas, admiro
la imagen de los ángeles que contemplo.
¡Oh, quién pudiera describir todo lo maravilloso que poseen!
¿Quién podría relatar la impresión que dejan en el alma?
Todo en derredor de ellos se manifiesta como cielo
y como santa inocencia.

La alegría no experimentada:
el ansia de ellos, el respirar para ellos,
sus palabras, la dulzura de sus miradas,
serán acogidos en el alma y en el corazón.
¡Oh, destino! Un deseo:
dales a probar todos los bienes;
que tengan ellos la alegría y yo el sufrimiento;
pero... no me dejes vivir más que ellos.


La voz del otro mundo
con letra de Vasili Andréevich Zhukovski
1815




No preguntes en qué lugar emprendí el camino,
ni por qué linde salí de este mundo...
Oh, amigo, cumplí con todo lo terrenal;
sobre la tierra amé y viví.

¿Los encontré? ¿Se cumplieron las esperanzas?
Cree sin miedo; no hay engaño para el corazón;
todo se cumplió; estoy en el punto de encuentro;
y aquí he sabido qué maravilloso es vuestro mundo.

Amigo, en la tierra ninguna de las grandes cosas que acaecen son en vano;
si te mantienes firme, no serás aquí traicionado.
Ay, querido, aquí vendrá a ser correspondido
todo, todo: el pensamiento, el suspiro, la mirada.

No te pongas triste: lo pasado se encuentra contigo;
soy invisible, pero estamos en el mismo mundo;
sé fiel a mí con tu alma preciosa;
termina tú solo lo que tuvo su inicio en los dos.


El genio mío
con letra de Konstantín Nikoláevich Bátiushkov
1815



¡Oh, recuerdos del corazón! Tú eres más fuerte
que la razón de la memoria triste.
Y a menudo, con su dulzura
me tienes cautivo en un país lejano.
Recuerdo el tono de las palabras sonoras,
recuerdo los ojos azules,
recuerdo los rizos dorados
del cabello que libremente se ondulaba.
De mi pastora incomparable
recuerdo su sencillo atavío,
y su imagen querida, inolvidable,
me acompaña a todas partes.
Con su amor, mi genio guardián
me da consuelo frente a la separación:
¿Y si duermo? Pues se acerca a la cabecera de la cama
y convierte en dulce mi triste sueño.




Consolación
con letra de Vasili Andréevich Zhukovski
1818



Brilla la luna; en el cementerio
una doncella con cilicio negro
en su soledad se halla,
y la lágrima del amor tiembla
entre sus espesas pestañas.

"Él no está; se halla en el otro mundo;
el corazón se consuela con su muerte;
le ha tocado la suerte de estar en los cielos:
será el ángel más pulcro de allí.
Mi amor es inocente".

La tristeza la conduce hasta la imagen santa
de la madre de Dios,
que se halla rodeada de la luz de su aura.
De sus ojos irradia hacia la doncella
un consuelo apacible.

Se arrodilló la doncella delante del icono
y en silencio esperó
el consuelo de la imagen,
y su alma pasó, calladamente,
al mundo del encuentro con él.


Canción rusa (I)
con letra de Anton Antónovich Delvig
1823


¿Porqué, hermosa doncella,
porqué, mi luz gentil, estás llorando?
¿Porqué, mientras suspiras,
depositas la cabeza sobre tu brazo?
¿Es que con alguna palabra o con alguna mirada
te ofendí?
¿O es que alguna conversación mía atrevida
hizo que te sonrojaras ante la gente?

¡No, alguna otra tristeza
debe estar enterrada en el fondo de tu corazón!
¡No, alguna otra inquietud
has debido acoger entre tus pensamientos!
¡Tú no quieres, no deseas
abrir tu corazón al buen mozo,
tienes miedo de desvelar el secreto
ante tu amigo del alma!

¿Será que la gente malvada
ha escuchado nuestras conversaciones?
¿Será que la gente malvada le ha hecho preguntas
a tu querido padre?
¿Será que los malhechores preguntaron
a tu querida madre
"de quién es la sortija que hay en su mano,
de quién es la cinta que lleva en su pañoleta;
la cinta, la linda cintita de colores,
con su borde dorado,
la sortija con sus pinturas grabadas,
con su esmeralda pura?".
¡No me hagas sufrir, dime cuál es la razón
de tus lágrimas amargas!

Traslada a mi corazón
todas tus penas e inquietudes,
trasládame tus penas e inquietudes
con un beso dulce:
De tus penas e inquietudes nos libraremos
más fácilmente si estamos los dos juntos.




Canción rusa (II)
con letra de Anton Antónovich Delvig
1820-1821


¡Eh, tú, noche
nochecita!
¡Eh, tú, noche
tempestuosa!
¿Por qué
desde la tarde
hasta la profunda
medianoche
ocultas el brillo
de las estrellas
y ocultas el brillo
de la media luna?
¿Son las nubes
las que te oscurecen?
Parece que en ti,
nochecita,
igual que en mí,
que soy un buen mozo,
la tristeza maligna
se ha introducido.
Cuando se meta
feroz
en lo profundo
del corazón
olvidarás
a las doncellas
sonreír,
saludar.
Olvidarás
desde la tarde
hasta la profunda
medianoche,
cantando
disfrutar
del baile
en corro.
No, llorarás,
sollozarás,
y huérfano,
buen mozo,
en el lecho
duro
como en una tumba
te arrojarás.


Canción rusa (III)
con letra de Anton Antónovich Delvig
1825


Ruiseñor mío, ruiseñor,
ruiseñor sonoro,
hasta dónde vuelas,
adónde vas a estar cantando toda la noche.
Alguna desgraciada como yo
va a estar escuchándote esta noche
sin cerrar los ojos,
ahogándose en lágrimas.

Vuela, ruiseñor mío,
aunque sea hasta el fin del mundo,
aunque sea al otro lado del mar azul,
hasta las riberas extrañas;
visita todos los países,
los pueblos y las ciudades:
en ninguna parte encontrarás
una doncella más desdichada que yo.

Yo, joven doncella,
llevo perlas en mi pecho;
yo, joven doncella,
llevo el anillo brillante en mi mano;
yo, joven doncella,
llevo en el corazón a mi adorado.
Un día otoñal en mi pecho
las perlas grandes quedaron empañadas;
una noche invernal en mi mano
el anillo se rompió;
y esta primavera
dejó mi querido de amarme.

Desengaño
con letra de Evgueni Abrámovich Baratinski
1821



No intentes seducirme vanamente
volviendo a ofrecerme tus ternuras;
al desengañado le resultan extrañas
las seducciones todas de los días pasados.
Ya no tengo fe en tus promesas,
ya no tengo fe en el amor
y no puedo acoger de nuevo
las ilusiones que una vez me traicionaron.

Mi ciega tristeza no la aumentes,
no digas ni una palabra acerca del pasado,
el amigo discreto al enfermo
no debe perturbar en su sueño.
Duermo, y este sopor me resulta dulce;
olvida las pasadas ilusiones:
en mi alma solo podrás despertar
inquietudes, pero no amor.

El vencedor
con letra de Vasili Andréevich Zhukovski
1822



Cien bellezas de ojos claros
presenciaban el torneo;
todas como florecillas silvestres:
solo la mía era como una rosa.
A ella la contemplaba yo animosamente
igual que el águila contempla el sol
y el acaloramiento de mis mejillas
se transmitía a mi celada.
¡De qué modo mi corazón hacía intentos de liberarse
de aquella armadura grave y pesada!
La llama apacible de sus miradas
provocaba un incendio en mi alma;
las dulces palabras a media voz
se convirtieron en mi corazón
en torbellino tempestuoso;
y ella, la mañana joven,
se transformó para mí en fuerte tempestad;
avancé, di un golpe
y nada se me pudo oponer.


"Dime por qué"
con letra de Serguei Grigórievich Golitsin
1828


Dime por qué apareciste
joven Lila, ante mis ojos,
y otra vez los sueños de antaño
resucitaste en mi alma dormida.
Dime por qué, dime por qué.

Dime por qué. Pero espera,
quiero mantenerme en mi error.
Aparta el golpe cruel:
me darás tormento doblado
cuando me digas por qué, cuando me digas por qué.

¿Por qué burlándote de mi pasión
andas volviéndome loco?
Cuando te miro con arrobo
apartas la mirada con frialdad.
Dime por qué, dime por qué.

Dime por qué. Pero espera,
quiero mantenerme en mi error.
Aparta el golpe cruel:
me darás tormento doblado
cuando me digas por qué, cuando me digas por qué.



"Donde está el dulce susurro"
con letra de Evgueni Abrámovich Baratinski
¿1831?



¿Dónde está el dulce susurro
de mis bosques,
el murmullo de los torrentes,
las flores de las praderas?
Los árboles están desnudos,
la alfombra del invierno
cubrió las colinas,

praderas y valles.
Debajo de la corteza
de hielo
el arroyo se queda mudo;
todo queda en suspenso:
solo en viento malvado,
aúlla con furor
y cubre el cielo
de gris neblina.

¿Por qué tan tristemente
contemplo desde la ventana
el vuelo de la tormenta?
¿Por qué al favorito de la buena fortuna
ofrece la ventana
amparo contra el mal tiempo?
El fuego crepita
en mi estufa;
las llamas que de él se levantan
llenan de alegría
mi mirada despreocupada.
En la soledad sueño
con las llamas juguetonas enfrente,
y de ese modo olvido
el aullido de la tormenta.

Oh, providencia,
con gratitud
olvidaré
el soplo
de las tormentas de la vida.
Sufriendo con el alma
inclino tristemente
la cabeza
sobre el corazón de ella.
Y esta desgracia mía,
que parece agitada tempestad,
gracias a su tierno amor
quedará pronto olvidada.

Igual que en algún momento
el fragor rebelde
de la naturaleza furiosa
dejó en el olvido
su imagen sepulcral.



El pase de revista militar
con letra de Vasili Andréevich Zhukovski
1836



Cada noche, a las doce,
se levanta el que toca el tambor de su ataúd;
y camina para adelante y para detrás.
Y toca a rebato con maestría,
y en los ataúdes oscuros el tambor
despierta a la poderosa infantería.

Se levantan los buenos mozos cazadores,
se levantan los viejos granaderos,
se levantan de debajo de las nieves rusas,
de los campos preciosos italianos,
se levantan de las sabanas africanas,
de las arenas calientes de Palestina.

Cada noche, a las doce,
sale de la tumba el que toca la trompeta
y cabalga para delante y para detrás,
y toca a rebato muy fuertemente.
Y en las tumbas oscuras la trompeta
despierta a la poderosa caballería.

Se levantan los húsares de pelo canoso,
se levantan los coraceros bigotudos,
y desde el norte y desde el sur vuelan,
desde el este y desde el oeste corren,
con sus caballos ligeros como el viento,
uno por uno, los escuadrones.

Cada noche, a las doce,
sale del ataúd el general;
lleva puesta una levita por encima del uniforme;
lleva un sombrero pequeño y una espada;
en su caballo viejo de combate
cabalga lentamente pasando revista.

Y los mariscales van detrás de él,
y van detrás de él los edecanes,
y el ejército se cuadra;
él se pone delante
y al son de la música
desfilan los regimientos, uno detrás del otro.

Y a todos los generales suyos
los reúne después en un corro,
y al más cercano al oído
murmura la contraseña y el lema:
"Francia" es la contraseña;
el lema, "Santa Elena".

De tal modo, a los viejos soldados suyos,
para pasar esta revista general, del ataúd
por las noches, a las doce,
se levanta el emperador difunto.


"Cuando escucho tu voz"
con letra de Mijail Yúrievich Lérmontov
1837-1838


Cuando escucho tu voz
cristalina y amorosa,
como el pájaro en la jaula
da saltos mi corazón.

Cuando contemplo tus ojos
de azul celeste profundo,
el alma a su encuentro
del pecho quiere salir.

Y estoy alegre,
y siento ganas de llorar,
y a tu cuello
me arrojaría.








Canciones que fueron musicadas por
Modest Petrovich Músorgski
(1839-1881)





La noche
con letra de Aleksandr Sergeievich Pushkin
1823



Mi voz, que es para ti amorosa, languidece
e inquieta el silencio tardío de la noche oscura.
Una vela triste arde a mi lado, en el lecho;
fluyen mis versos, y se entrelazan susurrando.
Fluyen los arroyos del amor, fluyen llenos de ti.
Veo tus ojos brillar en la oscuridad:
me sonríen, y oigo en un murmullo:
"Amigo mío, mi dulce amigo…
te quiero… soy tuya… soy tuya…".


La canción del anciano
con letra de Aleksei Vasílievich Koltsov
1830



Ensillaré un caballo,
un caballo rápido;
correré, volaré
más rápido que el halcón.
A través de los campos, más allá de los mares,
un país lejano
alcanzaré, y recuperaré
mi juventud.
Me arreglaré y apareceré
como el joven de antes.
¡Y dejaré encantadas otra vez
a las hermosas doncellas!
Pero, por desdicha mía, no existen los caminos
hacia lo que no retorna;
nunca saldrá
el sol desde el oeste.




"Las sombras de las altas montañas"
con letra de Aleksei Nikolaevich Pleschéev
1844



Las sombras de las altas montañas
se reflejaban en el agua;
a lo lejos volaban las gaviotas blancas.
Todo es silencio,
y mi pecho es todo angustia…
¡Cuánto desearía, en este instante,
estrechar a mi amigo entre mis brazos!

Por la mañana un peregrino
se pone en camino alegremente;
pero, llegada la tarde,
desearía descansar al abrigo del hogar.



"¿Por qué no duermes?"
con letra de Lev Aleksándrovich Mey, 1859


"¿Por qué no duermes?
Parece que has perdido algo muy valioso.
¿Por qué, en el silencio de la medianoche,
buscas a tu hermano desesperadamente?"
"Lo busco porque es mi hermano,
hermano de la hija de shalim.
La pérdida de aquel que me amaba
es una pérdida inmensa.

Porque aquí jamás
ha apacentado las cabras alegres y traviesas
un hombre tan hermoso.

No hay en el mundo rizos tan negros
como sus rizos;
sus ojos brillan y son azules
como las aguas
en que se bañan las palomas.

Mi hermano es sonrosado como la aurora,
y es más esbelto que el ídolo.
Y su corona brilla
como las chispas del zafiro.

Un rayo de sol. Esta corona
será regalada a la novia…"
"¿Dónde está tu hermano? ¿Dónde está?
Vayamos a buscarlo juntos".


"Quisiera unir en una palabra"
con letra de Lev Aleksándrovich Mey
1859



Quisiera unir en una palabra
mi dolor y mi tristeza,
y lanzar la palabra tristeza al viento,
para que la lleve lejos, muy lejos.

Quiero que la palabra tristeza
el viento te la lleve,
y que en todas partes y para siempre
entre en tu corazón.

Y cuando los ojos ya cansados
se cierren en el sueño de la noche,
que la palabra tristeza se oiga
en la noche, mientras sueñas, sobre ti.



"Anda el Orgullo inflado"
con letra de Aleksei Konstantínovich Tolstoi
1856



Anda el Orgullo inflado,
se pavonea contoneándose de un lado a otro;
solo mide un arshín con un cuarto,
pero lleva el gorro del tamaño de un sazhen.
Sobre su barriga brillan las perlas;
su espalda es dorada.
El Orgullo podría ir a casa de sus padres,
pero el portón no está pintado.
El Orgullo podría rezar en la iglesia de Dios,
¡pero no está barrido el suelo!
En su camino el Orgullo ve brillar el arco iris en el cielo.
Pero se da media vuelta:
"¡Yo no tengo por qué inclinarme!".



Entre cuatro paredes
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
(del ciclo Sin sol)
1874



Un cuarto pequeño, modesto, agradable;
una sombra espesa, una sombra sumisa;
un pensamiento profundo, una canción triste;
una esperanza persistente en el corazón que late.

Un instante vuela despacio tras otro instante;
una mirada inmóvil, esperando una felicidad lejana;
quedan muchas dudas, hay mucha paciencia…
¡Ésa es mi noche, mi noche solitaria!




"No me reconociste entre la multitud"
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
(del ciclo Sin sol)
1874




No me reconociste entre la multitud;
tu mirada no me dijo nada;
pero sentí miedo y emoción
cuando capturé tu mirada.

Fue solo un instante
pero, créeme, sentí
¡todo el placer del amor pasado,
toda la amargura del olvido y de las lágrimas!



Sobre el lago
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
1872-1874



La luna pensativa, las estrellas lejanas
desde el cielo oscuro contemplan admiradas el agua;
en silencio contemplo sus profundidades,
los mágicos enigmas que el corazón siente frente a ellas.

Las olas rompen, se esconden, acarician tiernamente;
hay una fuerza encantadora en su murmullo,
se oyen los pensamientos y las pasiones infinitas,
y una voz desconocida que emociona el alma.

Acaricia, asusta, te hace dudar:
¿Te ordena escuchar? ¡Me quedaría aquí!
¿Te echa? ¡Me iría corriendo, confuso!
¿Te llama al abismo profundo? ¡Me lanzaría sin mirar atrás!




Trépak
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
(del ciclo Canciones y danzas de la muerte)
1875




Bosque y claros en el bosque. No hay gente alrededor.
La nieve llora y gime,
parece que al abrigo de la oscuridad
la malvada entierra a alguien.
¡Mira! ¡Es verdad! En la oscuridad a un muzhik
la Muerte abraza y acaricia;
baila ella el trépak con un borracho,
le canturrea una canción al oído.
¡Qué gusto bailar con una amiga blanca!
¡Qué gusto escuchar su alegre canción!
Bueno, muzhichok,
ancianito,
pobre,
se emborrachó,
anduvo despacito
por el camino.
Pero se levantó la bruja ventisca:
¡se desencadenó!
¡Desde el campo hasta el bosque espeso, paso a paso,
lo arrastró!

La desdicha, la tristeza,
la miseria
te hacen sufrir.
Acuéstate, descansa,
¡duerme,
querido!

Cariño, con la nieve
te calentaré.
En derredor tuyo un gran juego
organizaré.

¡Prepara el lecho,
tú, ventisca,
mi cisne blanco!
De acuerdo, empieza
empieza a cantar,
mal tiempo.

Tal cuento de hadas para que toda la noche
dure,
para que el borracho muy profundamente con esta canción
se duerma.

¡Oídme, bosques,
cielos
y nubes!
Oscuridad, vientecillo,
y la nieve
que vuela!
Vamos a hacer un corro
alegres todos juntos.
¡A ver, a bailad alegremente
todos conmigo!

¡Mira, amigo mío,
muzhichok
feliz!
¡Llegó el verano,
todo está en flor!
Sobre el trigal
se ríe el sol y los segadores
pasean.
Las gavillas en el campo segado
las cuentan.

Bosques y claros en el bosque. No hay gente alrededor.
Se calmó la fuerza malvada.
Al borracho en la oscuridad nocturna
lo enterró la tormenta de nieve entre llantos.
Parece que se cansó de bailar el trépak
y de cantar con su amiga blanca.
Está durmiendo, no despertará… La tumba es suave,
¡oculta por la nieve que dejó la tormenta!


Canción de cuna
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
(del ciclo Canciones y danzas de la muerte)
1875



El niño lloraba. La vela chisporroteaba
y oscilaba con débil llama.
En la noche, la madre vigilaba la cuna
sin dejarse adormecer.
Tempranito por la mañana a la puerta con cuidado,
¡toc toc!, dio un golpe la muerte compasiva.
La madre la miró alarmada y estremecida…
"¡No te asustes, amiga mía!
La mañana pálida asoma por la ventana.
Tú andabas llorando, ibas llena de tristeza, amabas
y te cansaste: duerme un poco,
yo cuidaré del niño por ti.
No supiste calmar a tu bebé,
voy a cantarle yo más dulcemente que tú".
Y, tras esperar en vano la respuesta, se puso a canturrear:
"Nana nana, mi niño, nana nana…".

Madre:
"¡Calla! ¡Mi niño se agita, llora!
¡El dolor le consume el pecho!".

Muerte:
"Es conmigo con quien juega y retoza:
nana nana, mi niño, nana nana".

Madre:
"Palidecen sus mejillas, su respiración se hace débil…
¡Cállate! ¡Te lo ruego!".

Muerte:
"Es una buena señal. Cesará su sufrimiento:
nana nana, mi niño, nana nana".

Madre:
"¡Fuera, maldita! ¡Con tus caricias
vas a destruir mi alegría!".

Muerte:
"No. Le inspiro un sueño pacífico:
nana nana, mi niño, nana nana".

Madre:
"¡Apiádate de mí! ¡Espera por lo menos un instante para acabar
tu horrorosa canción!".

Muerte:
"¿Lo ves? Ya se ha quedado dormido con mi suave canción:
nana nana, mi niño, nana nana".




Serenata
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
(del ciclo Canciones y danzas de la muerte)
1877



El placer hechicero, la noche azul,
la oscuridad suave de la primavera;
al inclinar la cabeza, la enferma escucha
el murmullo nocturno del silencio.

El sueño no cierra los ojos brillantes,
la vida llama al placer;
pero en la penumbra de la noche lenta
la Muerte canta la serenata:

"Sé que en la celda dura y estrecha
se marchita tu juventud;
yo, que soy un caballero desconocido, con mi fuerza hechicera
te liberaré.

La vejez indiferente murmura en vano.
Siente temor del amor joven.
La vejez inventó una dolencia peligrosa y falsa
para que no vengas conmigo.

Pero contémplate a ti misma: de hermosura
tu rostro límpido resplandece;
las mejillas sonrosadas y la trenza ondulada
abrazan tu figura como una nube.

El resplandor azul de tus ojos
es más brillante que los cielos y el fuego;
y tu respiración es como el calor del mediodía.
¡Me has seducido!

Esta noche de primavera, por detrás del muro de la celda,
tu voz llamaba al caballero…
El caballero vino a por su preciosa recompensa,
¡Llegó la hora del placer!".

Se acabó la canción, sonó el beso…
En aquel beso largo
se escuchaban lamentaciones, súplicas y gemidos…
Más tarde quedó todo en silencio.
Por la mañana, cuando el primer pájaro
cantaba, admirando la aurora,
el día se asomó con timidez por la ventana
y contempló solo un cadáver.




Olvidado
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
1874



Encontró su muerte en un país extraño,
batallando contra el enemigo en un país extraño.
Pero el enemigo quedó derrotado por los amigos;
los amigos se regocijan, y solo él
quedó olvidado en el campo de batalla.
Y allí yace él solo.

Y, mientras tanto, el cuervo avaricioso
bebe la sangre de las heridas frescas,
y pica un ojo abierto
que amenaza con la muerte a la hora de la muerte.
Y se deleita, borracho y harto,
y se aleja…

Y muy lejos, en su país natal,
la madre amamanta a su hijo junto a la ventana:
"No llores, mi niño, no llores,
que tu padre retornará. Una empanada
entonces, contenta y alegre, a mi amigo
prepararé…".
Pero el olvidado yace allí solo…




El triunfo de la muerte
con letra de Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
1877



La batalla no decae en ningún momento del día;
el humo eclipsa la luz del sol;
todo gime y arde alrededor;
las colinas rugen: "¡no hay victoria!".
Cayó la noche sobre el campo de batalla,
las tropas se alejaron del campo;
todo quedó en silencio, y en la niebla nocturna
los gemidos ascendían hacia el cielo.
Y entonces, iluminada con la luz de la luna,
montada sobre su corcel de combate,
resplandeciente en su blancura,
¡apareció la muerte! Y en el silencio,
escuchando las súplicas y los gemidos,
llena de gozo orgulloso,
cual jefe del ejército el campo de batalla
recorrió.
Al subir a la colina echó la vista atrás,
se detuvo y se sonrió…
Y sobre el valle del combate
resonó su voz funesta:
"Se acabó la batalla, ¡a todos os vencí!
Todos vosotros, combatientes, os habéis inclinado ante mí;
la vida ha sembrado la discordia entre vosotros, y he sido yo la que os he reconciliado.
¡Muertos, levantaos todos juntos para pasar revista!
Pasad por aquí al acorde de una marcha solemne:
quiero contar mi ejército.
Dejad después vuestros huesos dentro de la tierra:
¡es tan dulce tomarse el descanso de la vida dentro de la tierra!
Los años pasarán sin que sean advertidos,
en la gente se extinguirá hasta el recuerdo de vosotros:
yo no olvidaré, y encima de vosotros, por toda la eternidad,
celebraré un festín de medianoche.
Con una danza pesada la tierra húmeda
aplastaré, para que el refugio de la fosa
los huesos nunca lo puedan abandonar,
para que nunca se alcen de dentro de la tierra".

Para Músorgski
Arseni Arkádievich Goleníschev-Kutúzov
1884



Nos encontramos por casualidad a lo largo del camino,
nos detuvimos y nos llamamos.
Igual que los extraños en la noche, mientras la tormenta arrecia,
cuando el mundo se halla sumido en el frío y en la oscuridad,
un camino se abría ante nosotros hacia la estepa inacabable.
Y juntos lo emprendimos. Yo era joven por aquel entonces;
tú marchabas a buen paso, por delante de mí. Eras ya un orgulloso y un rebelde.
Yo caminaba detrás con timidez... Pasaron los años.
Los hijos de los pensamientos más profundos, las creaciones más íntimas
los regalaste a la gente; elogios, aplausos
de la muchedumbre entusiasta escuchaste con una sonrisa.
Habías sido coronado con la gloria y andabas cosechando laureles.
Perdido entre la muchedumbre te admiraba yo.
Lejano para los demás, eras muy próximo para mí.
No iba a dejar que te perdieras. Yo sabía que llegaría la hora
y que, cansado del brillo de tales vanidades y del ruido
te dirigirías hacia mí en mi refugio
para compartir conmigo sueños e inspiraciones.
A veces en la hora tardía del ocaso
me visitaban los sueños y las visiones,
llenos en ocasiones de tristezas, de dudas y de tormentos,
y otras veces de ojos claros y de sonrisas en la boca...
Los sueños los vertía yo en estrofas sinceras,
y tú los envolvías en sones misteriosos,
tal como si fueran hábitos maravillosos. Y, cantados por ti,
fulgían con hermosura inesperada.
A veces... Pero para qué despertar los recuerdos,
cuando en el alma arde la luz cálida de la esperanza.
Que sea mi canción no una canción de despedida:
que suene en ella una bienvenida al futuro.
La niebla de estos sueños mágicos, de las aspiraciones misteriosas,
las tonterías hinchadas de amor propio de la loca juventud
las aparté de mí, y de inspiraciones nuevas
se abrió frente a mí una extensión ilimitada.
Sin sol se hizo muy duro para mí andar en este mundo.
Escuché en la oscuridad tan solo el lenguaje de la muerte;
pero llegó la hora del amanecer y el brillar del sol,
y se me presentó la imagen clara de una belleza nueva.
Mi alma se halla plena de dichosa confianza.
Pagué del todo el tributo a la inteligencia de la duda,
el templo de la creación se me mostró abierto, y del acceso temible,
mientras me persignaba, atravesé el umbral.
Tengo fe en que en aquel templo nos encontraremos tú y yo,
en que con afecto sincero nos acercaremos,
en que obtendremos nuevas inspiraciones, pero en otras cosas hermosas,
y en que una nueva canción entonaremos los dos juntos.


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