RITOS DE COMENSALIDAD Y DELIMITACIÓN DEL ESPACIO FUNERARIO EN LA NECRÓPOLIS DE HERRERÍA IV (GUADALAJARA)

September 7, 2017 | Autor: Marta Chorda Perez | Categoría: Death and Burial (Archaeology), Iron Age
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Descripción

RITOS DE COMENSALIDAD Y DELIMITACIÓN DEL ESPACIO FUNERARIO EN LA NECRÓPOLIS DE HERRERÍA IV (GUADALAJARA) Teresa Sagardoy (1)* y Marta Chordá (2)* RESUMEN:

INTRODUCCIÓN

Los estudios sistemáticos llevados a cabo en la necrópolis de Herrería (Guadalajara) han aportado importantes novedades a la investigación científica. Sin duda una de las más significativas ha sido el hallazgo en la fase Herrería IV de una fosa perimetral que rodea el espacio mortuorio y un área de ofrendas, en los que se localizaron gran cantidad de huesos de animales y numerosos fragmentos de cerámica, que pueden fecharse en la II Edad del Hierro. Estos hallazgos aportan datos fundamentales acerca del paisaje funerario y la existencia de rituales de comensalidad y culto a los antepasados en el ámbito necropolitano de los grupos celtibéricos.

Los ritos funerarios de los celtíberos son cada vez mejor conocidos gracias a las excavaciones realizadas en los últimos años. Las distintas fases del ritual mortuorio, así como las características de los materiales y objetos utilizados en él, van quedando bien perfiladas. No obstante aún queda mucho trabajo por hacer y muchas facetas por investigar como es el caso de la que ahora nos ocupa, los ritos relacionados con los banquetes funerarios y la delimitación del espacio necropolitano. El hallazgo en la fase IV de la necrópolis de Herrería de una fosa perimetral que rodea el espacio mortuorio y un área ritual, ambas con gran cantidad de huesos de animales y numerosos fragmentos de cerámica, aporta importantes novedades a este panorama funerario.

ABSTRACT: Systematic studies carried out in the Herrería necropolis (Guadalajara) have made important developments in scientific research. Certainly one of the most significant was the discovery in Herrería's phase IV of a ditch surrounding the cemetery area and a funeral offerings zone. These structures contained large quantities of animal bones and numerous ceramic fragments, which may be dated in Late Iron Age. These findings provide key data about the funerary landscape and the practice of rituals of commensality and ancestor worship in celtiberian culture.

La necrópolis se encuentra situada en Herrería (Guadalajara), en la terraza derecha del arroyo Saúco. Este pequeño río, antaño de mayores proporciones, la separa del poblado celtibérico de El Ceremeño, situado sobre un pequeño cerro a 600 m. de distancia en dirección oeste. Los habitantes de este castro serían los responsables de la construcción de este foso así como los actores de estos ritos fúnebres, concretamente los que habitaron la segunda fase de este poblado, El Ceremeño II, fechada en el Celtibérico Pleno (Cerdeño y Juez 2002, 24). La necrópolis posee un amplio espectro de ocupación, dividido en cinco fases: Herrería I y II pertenecientes al Bronce Final; Herrería III y IV de época celtibérica; y Herrería V ya de época histórica (Cerdeño y Sagardoy 2007, 30-33). En todas ellas se reconocen diferentes ritos y variadas ofrendas funerarias, sin embargo nos centraremos ahora Herrería IV, fase perteneciente a la II Edad del Hierro, a la que corresponden estos hallazgos singulares.

PALABRAS CLAVE: Necrópolis celtibéricas, fosos, rituales de comensalidad, culto a los antepasados, paisaje funerario. KEY WORDS: Celtiberian cemeteries, ditches, rituals of commensality, ancestor worship, funerary landscape.

LA FASE HERRERÍA IV La fase Herrería IV es un tanto atípica dentro de la necrópolis, ya que al estar situada en la parte más superficial de ésta ha sufrido gran deterioro causado por las labores agrícolas. Sin embargo las dos estructuras que nos interesan ahora, el foso y la llamada área ritual o de ofrendas, fueron encontradas in situ. El foso se encuentra excelentemente preservado al estar a gran profundidad y el área de ofrendas se sitúa en la zona oriental del cementerio, que es la zona menos afectada por dicho laboreo.

(1)* Universidad Complutense de Madrid. [email protected] (2)* Centro de Estudios Celtibéricos de Segeda. [email protected]

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Teresa Sagardoy y Marta Chordá

El resto de los materiales pertenecientes a esta fase fueron hallados dispersos sobre el estrato geológico rojizo que caracteriza a su fase precedente, Herrería III, perteneciente al Celtibérico Antiguo. Por el momento no se han encontrado tumbas in situ en Herrería IV, aunque es de suponer que las hubiera ya que son múltiples los hallazgos de esta cronología dispersos por el terreno del cementerio que podrían pertenecer a enterramientos de esta fase: fragmentos de cerámica a torno y objetos metálicos revueltos entre pequeñas manchas carbonosas y algunas concentraciones de huesos cremados. Sobre las dos estructuras identificadas podemos hacer una interpretación algo provisional ya que sería conveniente ampliar la información que hasta ahora hemos recabado. El área de ofrendas fue pormenorizadamente descrita en la memoria de excavación (Cerdeño y Sagardoy 2007, 155-158), por lo que en esta publicación revisaremos con más detalle lo referente a los fosos y sus materiales. EL FOSO

Fig.1. Área excavada de la necrópolis y situación de los sondeos y del área ritual de Herrería IV.

EXTERIOR:

En varios de los sondeos realizados para detectar los límites de la necrópolis aparecieron, a la misma profundidad y con similares características, unos niveles de empedrados irregulares con abundantes restos de fauna y fragmentos de recipientes cerámicos. En estos sondeos se detectó una estratigrafía diferente a la del resto de la necrópolis, lo que confirmaba que componían una nueva unidad dentro del espacio funerario y que no se trataba de un hallazgo aislado. Esta estructura de fondo plano, discurría al menos a lo largo del lado Norte y Este de la necrópolis, si bien ignoramos sus dimensiones reales.

tamaño, junto con galbos a torno y huesos largos de fauna, que apoyaban directamente sobre las gravas finas del lecho del río. La potencia total del depósito de fauna, cerámica y piedras del foso oscilaba entre los 60/70 cm. Sondeo 14: Sondeo de 3 x 1,5 m. realizado al este del área excavada. Después de una potente capa de revuelto con materiales celtibéricos y modernos, se detectó de nuevo un nivel de relleno y bajo éste un primer nivel de piedras mezcladas con galbos de cerámica celtibérica a torno. Se levantó la mitad de la superficie del sondeo para continuar en profundidad. Al retirar los restos se recogieron varios fragmentos de fauna, entre ellos una mandíbula. Tras una capa de tierra de unos 20 cm. de potencia aparecieron nuevamente huesos de fauna y cerámicas en un nivel de piedras de pequeño tamaño y algún canto, perteneciente ya al nivel de gravas y arenas del lecho del río. Nuevamente, la potencia total del depósito de fauna, cerámica y piedras del foso oscilaba entre los 60/70 cm.

Los sondeos en los que se hallaron vestigios de esta estructura se describen a continuación, presentando en primer lugar los números 11 y 14 que han proporcionado una información más detallada, cuya estratigrafía puede verse en la Fig. 2. Sondeo 11: sondeo de 5 x 2 m, planteado 20 m al norte del área de excavación. A la misma cota que empezaban a aparecer en las catas vecinas las tumbas de la fase III, aparecieron algunas piedras asociadas a galbos dispersos de cerámica a torno celtibérica. Bajo este estrato apareció un nivel de relleno y más abajo una capa de piedras irregulares entre las que se encontraron cerámica y huesos de fauna, algunos de ellos de gran tamaño. Este estrato tenía bastante potencia, ya que levantadas las primeras piedras del plano continuaban saliendo piedras mezcladas con fauna y galbos a torno, así como algunos de cerámica a mano. Por debajo apareció otra capa homogénea de piedras de pequeño y mediano

Sondeo 5: sondeo de 1,5 x 1,5 m situado al este del área de excavación en el que, tras el nivel de relleno estéril en materiales se localizó un nivel de piedras dispersas de mediano tamaño con galbos de cerámica a torno, huesos de fauna y carbón. Este estrato asentaba sobre un nivel de gravas del lecho del río. Sondeo 7: sondeo de 4 x 2 m situado al sureste del área excavada. En él no se detectó ninguno de los cinco niveles de ocupación de la necrópolis, pero sorprendentemente sí aparecie-

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Ritos de comensalidad y delimitación del espacio funerario en la necrópolis de Herrería IV (Guadalajara).

ron a muy baja cota restos muy erosionados de un recipiente de cerámica a torno celtibérica, sobre el nivel de gravas de río y naturalmente disociado de cualquier resto de índole funeraria. Aunque no se trataba del mismo tipo de hallazgo que en los sondeos 11 y 14 nos llamó la atención la deposición de esta cerámica, que a tenor de los acontecimientos relacionamos con la estructura del foso.

la cota de inicio de los depósitos votivos de los fosos 11 y 14) apareció la cabecera de un muro con orientación E/W. El muro asentaba sobre el lentejón fino del lecho del río y tenía una altura de 50 cm. Se nos ha planteado la posibilidad de que este elemento formara parte de la estructura del viejo molino sito cerca de la necrópolis en época moderna y contemporánea. Aunque tenemos en cuenta esta observación, hay varios hechos desacordes con esta teoría: el muro no responde por si solo a elemento alguno de los típicos molinos harineros documentados; el aparejo del muro, trabado a piedra seca sin argamasa no tiene ningún rasgo de modernidad en su factura; no se asocian elementos modernos tales como cerámica vidriada, abundantísimos tanto en la superficie del molino como en las huertas colindantes; y por último la profundidad del propio muro y su orientación nos resultan coherentes con la distribución del espacio necropolitano.

Sondeo 8: sondeo de 4 x 2 m situado al sureste del área de excavación. Se planteó a 5 m hacia el noroeste de Sondeo 7. En él no se localizó resto alguno de ninguno de los diferentes niveles de ocupación de la necrópolis. Únicamente, tras el nivel de relleno, aparecieron en el lado sureste unas piedras de mediano y gran tamaño, aparentemente de disposición aleatoria, a una cota similar a lo hallado en los sondeos 11 y 14. El sondeo se amplió 1 m más en dirección sureste, y a cota ligeramente inferior junto a las piedras apareció una mandíbula de vaca asociado a bastante cerámica celtibérica y algún galbo de cerámica a mano gruesa que llamó la atención del equipo de excavación, que lo interpretó como una posible "filtración de la superficie", tal y como se recogen en los diarios de campo, y que después de una revisión más exhaustiva reinterpretamos como parte de un foso.

RITOS FUNERARIOS EN HERRERÍA IV: EVIDENCIAS DE BANQUETES FÚNEBRES Y DEPÓSITOS RITUALES.

Aunque no forma parte de la estructura del foso, nos ha parecido oportuno describir también aquí la presencia de un muro de piedra aparecido a gran profundidad en otro de los sondeos al oeste del área necropolitana y que podría constituir un elemento delimitador más de la necrópolis, sin que podamos precisar a qué fase pertenece.

Como acabamos de describir, al fondo de este foso se disponía un empedrado irregular compuesto por varias capas de piedras de distinto tamaño entre las que se acumulaban abundantes huesos de animales y numerosos fragmentos de cerámica. Las características y disposición de estos materiales que describimos a continuación, así como los hallados en el llamado área ritual o de ofrendas, pueden ser interpretadas como restos de ritos de comensalidad o banquetes fúnebres.

Sondeo 12: sondeo de 5 x 2 m a 12 m en dirección oeste. En él se encontró un potente nivel de revuelto con cerámica celtibérica naranja y un clavo de hierro, posiblemente moderno, no apareciendo niveles pertenecientes a la necrópolis. A cierta profundidad (homologable a

En los 13 m2 que se han excavado de este foso, se recuperaron 195 fragmentos de cerámica con un peso de 3 Kg. La cerámica estaba muy fragmentada y sus superficies muy rodadas y erosionadas, posiblemente debido al encharcamiento periódico del foso.

Fig. 2. Estratigrafía de la necrópolis y estratigrafía de los sondeos 11 y 14.

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Teresa Sagardoy y Marta Chordá

La cerámica a torno representa el 81% del total y ofrece una fragmentación entre 1-3 cm., si exceptuamos el recipiente aparecido en el sondeo 7. Es mayoritariamente de pastas color naranja pero con las superficies muy alteradas por la humedad, que ha provocado la desaparición de la decoración pintada de la que no quedan más que breves trazos. La mayoría de los fragmentos son galbos pues sólo se ha recuperado un 7,5% de bordes casi todos exvasados. El 70% del conjunto corresponde a vasijas de grosor fino y medio. La cerámica a mano tiene sólo una representación del 19% y ofrece también un gran estado de fragmentación correspondiendo a recipientes de paredes medias y gruesas, pudiéndose destacar la presencia de un pie de copa.

formado parte de algún tipo de rito fúnebre, suelen diferenciarse bastante en composición y características de los que hallamos en los contextos habitacionales. Los ritos realizados con estos animales, habitualmente conllevan una disposición determinada, una selección de especie, edad y sexo, la elección de partes anatómicas concretas y otros muchos aspectos que no han llegado a nosotros como el color del pelaje y otros caracteres externos que serían fundamentales en la selección de los individuos. Atendiendo a estos factores y aplicando los criterios descritos por Vigne (1987, 313 y ss.) en relación al análisis de los restos alimentarios en contextos funerarios, podemos analizar varios aspectos clave en el conjunto faunístico de Herrería IV1.

El grado de fragmentación en que se halla esta vajilla, sensiblemente mayor que en el resto de la necrópolis, podría deberse a que fue arrojada al empedrado del foso rompiéndose intencionalmente, tal y como se observa en algunos ritos de la época que luego comentaremos.

En primer lugar atenderemos a las especies representadas, en las que se observa una clara selección hallándose en estos fosos únicamente vaca, caballo, oveja/cabra y cerdo/jabalí. Observamos que son todos animales domésticos con un papel crucial en la vida cotidiana, salvo la posible presencia de jabalí, en este caso indistinguible del cerdo doméstico. Se han encontrado 178 fragmentos óseos, donde el taxón predominante es Bos taurus (7,8%), seguido de Ovis/Capra (6,1%), Equus caballus (5%) y Sus sp. (2,2%), aunque estos porcentajes no son muy representativos y hay que tomarlos con mucha precaución, ya que la muestra es pequeña y se compone en su mayoría de fragmentos indeterminables (78,6%).

Sólo con los datos proporcionados por la cerámica, realmente parcos, es difícil hacer una interpretación adecuada. No podemos hablar de la funcionalidad de los recipientes ya que debido a la fragmentación y erosión, tan sólo ha sido posible reconocer un pie de copa, indicativo del consumo de algún líquido. No obstante, podemos señalar que las características de la cerámica descrita podrían concordar con la hipótesis de que fueran restos de vajilla de un banquete funerario que fueron arrojados al foso.

Esta selección de especies a grandes rasgos coincide con lo hallado en otras necrópolis celtibéricas como Molina (Cerdeño et al. 1981), Sigüenza (Cerdeño y Pérez de Ynestrosa 1993), La Yunta (García Huerta y Antona 1992) o Ucero (García Soto 1990) donde el ganado bovino y ovicaprino son los más representados, siendo el caballar y porcino más escaso. Llama la atención la abundante presencia de caballo, que contrasta con lo encontrado en otras fases de la necrópolis: ausente en las fases I y II y testimonialmente representado en Herrería III con un 0,8%. Esta especie suele ser escasa en el registro de fauna doméstica de los poblados debido a su escaso consumo, como sucede en El Ceremeño II donde no se detecta su presencia, siendo por ello más significativo su uso en contextos rituales como el que estamos analizando.

Mezclados con la cerámica y entre las piedras, se han localizado también abundantes restos de fauna con unas características especiales que merece la pena resaltar. En las necrópolis celtibéricas es frecuente el hallazgo de restos de animales que puede responder a múltiples factores: intrusiones, enterramientos intencionales, ofrendas cárnicas o restos de comidas funerarias por citar algunos, y cada una de estas situaciones posee unas características específicas que es preciso analizar. A menudo, la fauna hallada en los cementerios se atribuye vagamente a ofrendas funerarias, un concepto demasiado ambiguo y que puede representar realidades muy diversas (Poplin 1987, 284). No es lo mismo hallar un fémur y un húmero de oveja en conexión anatómica sobre una tumba, lo que podría responder a una ofrenda de carne hecha al difunto; que el hallazgo de astrágalos que forman parte del ajuar; o restos de costillas con marcas de descarnado y algo quemadas que podrían corresponder a restos de un banquete funerario.

1 La identificación y el estudio tafonómico de los restos ha sido extraído del estudio realizado por José Yravedra, en Cerdeño y Sagardoy 2007, 198-239. No obstante los datos presentados sobre la fase IV que se recogen en esa comunicación han sido revisados por las autoras, ya que la fauna de los sondeos no se había individualizado en el momento en que se llevó a cabo dicho estudio.

Normalmente los restos de animales que hallamos en los contextos funerarios y que han

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Ritos de comensalidad y delimitación del espacio funerario en la necrópolis de Herrería IV (Guadalajara).

Debido al grado de fragmentación y al deterioro de los fragmentos poco se ha podido averiguar sobre el sexo y la edad de los individuos, detectándose solamente tres posibles individuos juveniles de Bos taurus y Equus caballus. A pesar de lo reducido y fragmentario de la muestra, resulta significativa la presencia de animales jóvenes, en este caso potro y terneros, característicos también de contextos rituales. Esta pauta es habitual, pero no exclusiva, en otras necrópolis como la de Numancia, donde la edad estimada de sacrificio para las dos especies documentadas, ovicápridos y caballo, apunta también a que se trata de individuos jóvenes, es decir corderos y potros (Jimeno et al. 2004: 329), o la de Molina de Aragón donde también se detectó un una mandíbula de bóvido de entre medio año y año y medio (Cerdeño et al. 1981, 15, 73) o la necrópolis de la Yunta donde en la tumba 92 se hallaron molares de un ternero (García Huerta y Antona 1992, 148).

son las que mejor se conservan en el registro, aunque pensamos que las halladas en este foso se deben a una intervención antrópica intencionada, más que a la conservación diferencial. Hay que señalar que esta selección de partes esqueléticas se documenta en necrópolis como la de Numancia y en contextos rituales de muchos otros yacimientos arqueológicos, donde es frecuente la selección de cabezas y patas para este tipo de depósitos (Vigne 1982, 79. Sanz y Velasco 2003, 130. Jimeno et al. 2004, 329). Otro aspecto que conviene resaltar es la disposición dispersa de los restos de animales en los fosos de Herrería, no habiéndose hallado ningún resto en conexión anatómica, lo que podría indicar que no se depositaron piezas cárnicas enteras en este lugar, como sucede por ejemplo en los fosos de necrópolis galas como Aubord o Port d'Envaux (Gómez y Pantreau 2000). Los huesos aparecen mezclados con fragmentos de cerámica, tierra y piedras, sin ningún tipo de orden. Además en ellos apenas hay señales producidas por los agentes naturales como raíces, erosión, mordeduras de animales, lo que nos da a entender que los esqueletos no estuvieron a la intemperie y que fueron enterrados poco tiempo después de ser arrojados. Un aspecto clave en este sentido es que muchos de los huesos poseen manchas de manganeso que se asocian a ambientes encharcados, lo que nos indica además que el foso se inundaría periódicamente. Por último, casi todos los restos óseos encontrados en este foso están quemados y poseen fracturas y marcas de corte, sobre todo en las diáfisis, que suelen ser propias de actividades de descarnación (Yravedra 2006, 203), lo que indicaría que se trata de restos de comida, cortada, cocinada y probablemente consumida antes de ser arrojada al foso. Todos estos factores: selección de especies, la presencia de individuos infantiles sacrificados, la selección de unas determinadas partes anatómicas, la disposición de los restos y las marcas de quemaduras y corte en los huesos, documentan prácticas rituales de comensalidad en este espacio funerario. Los distintos animales, previamente seleccionados y sacrificados, serían cocinados y consumidos en el transcurso de banquetes fúnebres, donde también se consumirían bebidas, como demuestra el pie de copa hallado en el foso. Todos estos restos de comida, así como la vajilla utilizada durante estas ceremonias, serían arrojados al foso del recinto funerario y enterrados seguidamente bajo tierra y piedras tal como muestra la estratigrafía.

Fig. 3. Vista general del fondo del foso del Sondeo 11.

Por lo que respecta a los aspectos tafonómicos, cabe mencionar la frecuencia de partes anatómicas y las marcas detectadas en los huesos. Los esqueletos de todas las especies halladas están incompletos, habiéndose seleccionado para estos depósitos partes del esqueleto apendicular y craneal, abundando las diáfisis de húmeros, tibias, radio, y sobre todo metápodos y falanges, además de los elementos craneales y dentáreos que también muy numerosos. Estas partes, debido a que son las más densas del esqueleto,

La práctica de la comensalidad es una particular forma de ritual en la que la comida y bebida constituyen el medio de expresión y el consumo comunal constituye el lenguaje simbólico

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Teresa Sagardoy y Marta Chordá

mica (Toupet 2005, 12), o el caso de la necrópolis de Ville-St. Jacques donde se encontraron numerosos "depósitos singulares" en los que junto al enterramiento se hallaron abundantes restos de caprinos, así como cráneos de bóvidos y de caballo, todo ello acompañado también de cerámica, alguna fíbula de hierro y cuchillos de este mismo metal (Seguier y Delettre 2005, 250). En la península muchas culturas contemporáneas a la celtibérica practicaban este tipo de ritos de comensalidad, de ello tenemos ejemplos en las fuentes como el testimonio de Estrabón (III, 3, 7), donde narra cómo los pueblos del norte celebran banquetes, o en nuestro cercano mundo ibérico, donde son numerosos los ejemplos de silicernia tanto en contextos habitacionales como en necrópolis (Blánquez 1995. Almagro y Moneo 2000). Un ejemplo significativo del área céltica sería el de Castrejón de Capote (Badajoz) donde se halló una estancia en la que se documentaron restos de banquetes rituales en los que se consumía carne y bebida (Berrocal 1989, 2004). Es destacable el hecho de que de los animales allí encontrados: vacas, ciervos, asnos, ovicápridos y suidos, estaban representados sólo por las partes menos aprovechables de los animales: cráneos, mandíbulas y los extremos de las patas, lo que nos remite de nuevo a lo hallado en los fosos de Herrería. Otro ejemplo que es necesario mencionar, es el asentamiento vacceo de Pintia y la necrópolis de Las Ruedas (Sanz y Velasco 2003) donde se han documentado depósitos rituales de animales y destacadas ofrendas fúnebres en cuyos contenedores se identificaron restos de diferentes alimentos y bebidas alcohólicas.

Fig. 4. Detalle de la fauna y la cerámica encontrados entre las piedras del foso.

(Dietler 1996, 2001). Este tipo de rituales tienen y han tenido gran importancia en sociedades preindustriales, sirviendo como nexo para reforzar los lazos comunales y para sancionar o reproducir el orden social establecido. En los cementerios, estos banquetes se realizaban en conmemoración de los difuntos o para hacer partícipes simbólicamente a los muertos de las celebraciones realizadas por los vivos, retroalimentando así el sentido de comunidad, a la que pertenecen y dan sentido los antepasados. La costumbre del banquete se halla muy arraigada entre los pueblos de la Edad del Hierro de toda Europa, así como la ingestión de bebidas alcohólicas en contextos ritualizados (Sopeña 1995: 127). De ello tenemos abundantes testimonios en las fuentes, como el significativo relato de Tito Livio (XLI, 18), en el que describe los rituales que los ligures de la región de Módena practicaron tras capturar el botín en el 176 a.C, donde tras matar a los prisioneros y sacrificar el ganado "…estrellan contra las paredes objetos sin vida, los vasos de todas clases,…", hecho que podría verse reflejado en los fosos de Herrería.

Entre los celtíberos los testimonios que poseemos son muy escasos, tan sólo informaciones indirectas como el texto de las "Vidas Paralelas" de Plutarco dedicado a Tiberio (VI, 6), donde se manifiesta la importancia que los Numantinos daban a los rituales de comensalidad o la cita de Diodoro (V, 34) en la que destaca el gusto de los celtíberos por el vino y del consumo de carnes variadas.

También se documenta esta práctica en los yacimientos arqueológicos de toda la Europa céltica, aunque los ejemplos galos son los más próximos a nuestro territorio. En este área se documentan fosas, características tanto de santuarios como de necrópolis, en las que a menudo se depositan conjuntamente fauna, cerámica y objetos y se relacionan con sacrificios rituales y banquetes funerarios donde eran deliberadamente rotos, enterrados y ocultos algunos de los restos sobrantes de la fiesta (Brunaux 1986. Méniel 2001). Podemos citar algunos ejemplos de necrópolis como la de Bruyères-sur-Oise (Val d'Oise) en la que se han identificado zanjas que delimitan espacios cuadrangulares cuyas medidas oscilan entre los cuatro y seis metros de lado, en las que apareció abundante fauna, en ocasiones con huellas de haber sido consumidos previamente, acompañadas de abundante cerá-

En el ámbito de los yacimientos, el hallazgo de ofrendas en las que intervienen restos de fauna y recipientes cerámicos es habitual en las necrópolis celtibéricas. No obstante los testimonios que documenten claramente estos rituales de comensalidad son prácticamente inexistentes si exceptuamos los casos documentados en Herrería y el de la cercana necrópolis de La Cerrada de los Santos (Aragoncillo) en la que se describía como "plataforma de ofrendas" un empedrado sobre el que se conservaba una gran mancha de ceniza y abundante fauna con huellas de descarnación, de las mismas especies que acabamos de mencionar en Herrería, interpretada por los autores como restos de silicernia (Arenas y Cortés, 1995: 6).

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Ritos de comensalidad y delimitación del espacio funerario en la necrópolis de Herrería IV (Guadalajara).

El otro testimonio que poseemos es el documentado en el llamado área ritual o de ofrendas, también perteneciente a Herrería IV. Se trata de una gran mancha de tierra negra y grasa, de aproximadamente 50 m² formando un estrato entre 10-15 cm. de espesor, compuesta de tierra cenicienta y carbones mezclados con pequeñas piedras calizas, entre los que se recuperó una gran concentración de restos de fauna y de cerámica a torno muy fragmentada, así como dos fíbulas y dos puntas de lanza (Cerdeño y Sagardoy 2007, 155-158). Al igual que en los fosos, la cerámica se halló en gran estado de fragmentación, recogiéndose restos de unos 150/200 recipientes entre los que se han reconocido, vasijas globulares, tinajillas sin hombro, lebes, platos y una posible sítula, muchos de los cuales conservaban decoración. En cuanto a la fauna, se recogieron más de 200 fragmentos de huesos de diferentes especies animales. Los restos más abundantes pertenecen a Bos taurus, seguidos de Ovis/Capra, además de un fragmento perteneciente a Sus domesticus/scropha, dos fragmentos de asta de Cervus elaphus y un diente de Equus caballus. Se han recuperado abundantes piezas dentáreas junto a gran cantidad de fragmentos pertenecientes a extremidades, costillas e incluso vértebras. Estos restos óseos poseen también fracturas y marcas de corte de descarnado y, en ocasiones, señales de haber estado sometidos a la acción del fuego.

metros de diámetro. Y, finalmente, en la fase Herrería IV, casi un milenio después de la primera deposición funeraria, los celtíberos aún mantienen el sentido sacro de esta zona donde realizan los ritos seguramente vinculados al culto a los antepasados. APORTACIONES AL PAISAJE FUNERARIO Cada vez se presta mayor atención a las características y articulación del paisaje funerario, un paisaje simbólicamente semantizado cuya descodificación nos aporta valiosa información sobre la ideología y creencias de los vivos (Criado 1989, 1993; Gil García, 2003). No pretendemos en esta comunicación hacer un análisis del paisaje funerario celtibérico pero sí señalar algunas cuestiones manifiestas en Herrería que ayuden a la comprensión de estos espacios. Que los celtíberos tienen muy presentes a los difuntos en su vida cotidiana es claro ya que la relación de visibilidad directa con los cementerios, indica una clara intención por parte de los vivos de incorporar o tener contacto con el lugar donde reposan los muertos. Esta visibilidad se confirma en las necrópolis de nuestro área en estudio: La Yunta, La Cerrada de los Santos, Aguilar de Anguita, Riba de Saelices, Puente de la Sierra, así como de otras muchas en Aragón y Soria (Cerdeño y García Huerta 2001, 159. Martínez Naranjo y De la Torre 2006, 177). Algunas de ellas, como la de Herrería o la de Puente de la Sierra, ocupan incluso un lugar algo ostentatorio dentro del paisaje, ya que se colocan junto a las vías principales de comunicación, de forma que serían visibles por todo aquel que transitara por la zona.

De nuevo este conjunto, de carácter claramente votivo y ritual, nos inclina a pensar en el resultado de ceremonias funerarias, que incluían el consumo de carne y bebida realizadas en el propio cementerio, cuyos restos fueron depositados a modo de ofrenda en uno de los lugares más emblemáticos de la necrópolis. La realización de rituales en este área concreta es significativa ya que esta zona es marcadamente singular dentro del espacio necropolitano y posee en todas las fases unas características especiales que creemos relacionadas con el culto a los antepasados. En la fase Herrería I (Sg. XI a.C., XIII a.C. cal.) se localiza aquí el enterramiento señalizado con la mayor estela hallada hasta ahora en el cementerio, con unas dimensiones de 1,52 m. de altura y 76 cm. de anchura. En la siguiente fase, Herrería II (Sg. IX a.C., X a.C. cal.), sobre esta gran estela se hallaron gran cantidad de fragmentos de cerámica incisa y grafitada muy fragmentada, que correspondían a pequeños vasitos y tazas que seguramente fueron arrojados y fracturados en el transcurso de alguna ceremonia ritual. Además en esta zona se sitúa uno de los túmulos de inhumación más grandes, así como un conjunto de túmulos circulares muy significativos. En la siguiente fase, Herrería III (Sg. VII-VI a.C., VIII a.C. cal.), se sitúa sobre estos restos la mayor tumba encontrada en esta fase, compuesta por un gran círculo de cuatro

En relación con esta visibilización de los difuntos en el paisaje podríamos destacar también la monumentalización y señalización de las tumbas mediante túmulos y estelas pétreas que se observa en la mayoría de las necrópolis. No olvidemos que la construcción de monumentos visibles es un medio de dar a los muertos expresión material y reconocimiento en los asuntos de los vivos (Parker Pearson 1982, 101). A estos elementos habría que añadir la presencia de posibles estructuras delimitatorias como las halladas en Herrería, que harían a las necrópolis aún más perceptibles en el paisaje. Una característica importante de las creencias entre los llamados pueblos célticos es que no se consideraban necesarias las construcciones religiosas formalizadas y muchos de los rituales se desarrollaban al aire libre, sin embargo existía la necesidad de demarcar el área sagrada, separar lo sagrado de lo profano (Green 1993: 458), a veces mediante fronteras naturales como los cursos de agua, o artificiales como las que hemos

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Teresa Sagardoy y Marta Chordá

documentado en Herrería. El hecho de que carezcamos de más ejemplos como los de Herrería se debe en nuestra opinión a que casi nunca se sondea en el exterior de las necrópolis, más que a la inexistencia de estos. La mayoría de las necrópolis, como lugares sacros que son, es probable que estuvieran delimitadas si atendemos a las pautas que documentamos en los procesos de excavación: amontonamientos de las propias tumbas, superposiciones o interrupción brusca del espacio destinado a los enterramientos (Blánquez 2001: 95).

rial, legitimación que se mantiene y se renueva con la realización de ritos dedicados al culto a los antepasado como los descritos en el área ritual. Por último queremos resaltar el importante papel de los espacios funerarios a la hora de articular el territorio y determinar la posición de nuevos enclaves poblacionales, es decir, debemos comenzar a explorar la posibilidad de que a veces sean estos los que estructuren el paisaje y no los castros como habitualmente se contempla. Como se aprecia en Herrería, la creación de un nuevo asentamiento, el castro de El Ceremeño, tuvo que tener en cuenta la posición de este lugar sacro que llevaba en uso 400 años, a la hora de determinar su localización, además de los factores puramente económicos o defensivos.

De nuevo volvemos la vista a la vecina Francia para encontrar claros ejemplos en este sentido, donde desde la primera mitad del siglo XX se viene llamando la atención sobre la monumentalidad y sacralización de los lugares fúnebres al descubrir la existencia de recintos delimitadores y fosas de carácter votivo, con rituales de deposición de vajillas y comida similares a las encontradas en Herrería (Villes 2000, 249).

A MODO DE CONCLUSIÓN A pesar de que hace tiempo se viene llamando la atención sobre los ritos realizados en las necrópolis en los que se conjuga el consumo de animales y bebidas, pocas veces se han documentado claramente. Por un lado la deficiencia en la toma de datos durante las excavaciones, sobre todo las realizadas hace décadas, ha impedido que se conserve un registro fidedigno sobre tales actuaciones, y por otro, rara vez se decide sondear en el perímetro de las necrópolis, lo que hace muy difícil encontrar estructuras como la que hemos comentado.

Otro aspecto fundamental dentro de este paisaje funerario celtibérico es el papel que juega el medio acuático. El agua en el ideario céltico es ante todo una frontera natural, un límite entre el reino de los vivos y el umbral del de los muertos por el que se accede al Más Allá (Sopeña 1995, 88). Esta creencia se manifiesta en la localización de muchas necrópolis junto a, o al otro lado de los cursos fluviales (Lorrio 1997, 111. Cerdeño y García Huerta 2001, 159), hecho que se registra en Herrería, separada de El Ceremeño por el arroyo Saúco, que discurre por su flanco suroeste. Lo más significativo es que además en este cementerio, el agua rodea el espacio mortuorio también por sus flancos norte y este, ya que los fosos se encharcarían periódicamente, seguramente con las lluvias y las crecidas del río, como han reflejado las manchas de manganeso halladas en los restos faunísticos y el estado de descomposición de las cerámicas.

Por otra parte es necesario realizar análisis zooarqueológicos más detallados, que incluyan estudios tafonómicas más completos y exhaustivos que son clave a la hora de interpretar un registro tan fragmentario. Los elementos descritos en Herrería, nos narran un panorama funerario mucho más complejo que el descrito hasta el momento, donde las necrópolis se constituirían en auténticos santuarios, superando su mera concepción como lugares de enterramiento, en los que se realizarían complejas ceremonias como las reflejadas en los fosos y el área ritual de Herrería IV. A su vez Herrería proporciona claves para entender un paisaje funerario que apenas comenzamos a vislumbrar, caracterizado por la visibilización de los cementerios, manifestada tanto por su situación en el espacio, como por la monumentalización de sus sepulturas y demarcación física de sus límites, todo ello con un posible trasfondo de legitimación del espacio y culto a los antepasados.

Se utiliza así el agua como elemento delimitador y a la vez como vehículo que conecta el espacio de los vivos y el de los muertos, en el que se realizan depósitos de ofrendas para hacer partícipes a los difuntos de las ceremonias de los vivos, como se documenta en los fosos. Así observamos como, por un lado se separa y distancia a los muertos de los espacios de los vivos y se demarca bien su perímetro para que no interfieran en los asuntos de éstos, pero por otra se monumentalizan y se visibilizan estos espacios con una clara función de legitimación territo-

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Ritos de comensalidad y delimitación del espacio funerario en la necrópolis de Herrería IV (Guadalajara).

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